jóvenes recorren lugares teresianos en burgos
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• Un grupo de jóvenes burgaleses, unos cuarenta, yotras treinta personas más, se dieron cita eldomingo, día 30, por la tarde, para peregrinar conTeresa de Jesús por las calles de Burgos, la ilustreciudad teresiana.
• Presididos por la Cruz de Jesús y el icono deTeresa, comenzaron el camino en el Puente deSanta María. Allí recordaron aquel 26 de enero de1582 en que la Madre Teresa, con el grupo demonjas y acompañantes, entraron en la ciudad trasun viaje, más por mar que por tierra, ¡tanto habíallovido y buenos estaban los caminos! “Un mundode agua, sin camino ni barco”, dice la Madre,todavía con el susto en el cuerpo, en Fundaciones.
• Cruzando el arco de Santa María, se detuvieronlos jóvenes en la plaza de San Fernando, al piede la impresionante catedral burgalesa, pararecordar las peripecias habidas entre Teresa y elarzobispo Cristóbal Vela, muy vecino y algopariente de la familia de Teresa en Ávila, peromuy firme en las trabas que fue poniendo paraimpedir la fundación del último conventoteresiano. Con humor dice Teresa que, al final,una vez lograda la fundación, el arzobispo “seholgó mucho se hubiese acertado tan bien,pareciéndole que su porfía había sido la causa, ytenía gran razón”. ¡Qué elegancia la de Teresa!
• Entando en la catedral, el grupo se dirigió a la capilla del Cristo de Burgos, al que la Santa visitó apenas entró en la ciudad. Fue un momento de oración y de canto, de cruce de miradas. “Mira que te mira… el amigo verdadero”. “Mientras podáis, no estéis sin tan buen amigo”, decía Teresa a los jóvenes.
• Unos metros más allá, en la Flora, donde en aquel entonces vivía la flor y nata de los mercaderes burgaleses, los jóvenes se detuvieron ante la casa de Catalina de Tolosa, la mujer que se desvivió porque hubiera en Burgos una presencia de carmelitas descalzas. Fue el momento de recordar a tantas personas que ayudaron a la Santa, entre ellos al canónigo Doctor Pedro Manso y al médico Doctor Antonio Aguiar. Ellos fueron tan solo la punta del iceberg de una ciudad que “se holgaba que fuese venida” la Madre Teresa.
• De ahí a la parroquia de San Gil solo hay un paso; en el momento en que lo recorrió la Santa, todo un barrizal. Allí recrearon los jóvenes las salidas, muy tempranas, de la Madre Teresa y sus monjas, para participar en la Santa Misa, desde la capilla de la Buena Mañana.
• Los jóvenes cruzaron el Arlanzón, ahora bien encauzado, entonces desbocado por la crecida de las aguas, para recordar la estancia de la Madre y su comitiva en el hospital de la Concepción, construido y mantenido por la caridad de los burgaleses. No es de extrañar el elogio de Doctora de la Iglesia: “Siempre había yo oído loar la caridad de esta ciudad, mas no pensé llegaba a tanto. Unos favorecían a unos, otros a otros… Para alabar a nuestro Señor de la gran caridad de este lugar”.
• La última etapa de la peregrinación tuvo lugar en el convento de las carmelitas, testigos vivos del espíritu de la mujer que quería hacer “eso poquito” que podía por la Iglesia. Las hermanas de la comunidad les explicaron las huellas de la Madre en el convento y en sus corazones. Con un momento intenso de oración interior en la capilla de la Santa, en la celda que ocuparon entonces ella y la Beata Ana, y después de escuchar las palabras que Teresa oyó de Jesús en esta fundación teresiana (“El mismo soy. No dejes de hacer esta fundación”, “No hagas caso de estos fríos, que Yo soy la verdadera calor”, Ahora, Teresa, ten fuerte”, “¿En dineros te detienes?”, “¿En qué piensas? Que ya esto está acabado. Bien te puedes ir”), terminó este recorrido por unas huellas que dejaron profunda huella en el corazón de los jóvenes.
