jorge fernandez diaz - la irresistible seduccion de los chicos malos

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28 | Sociedad | Domingo 21 De octubre De 2012 La irresistible seducción de los chicos malos El autor de Soldados de Salamina y Anatomía de un instante volvió a su barrio para crear una nueva novela que deja sin aliento sobre la historia de tres muchachos salvajes atravesados por la violencia, la libertad, la traición y el amor Texto Jorge Fernández Díaz | Ilustración Alfredo Sábat LOS TALENTOS | HOY, javier cercas H ace unos días, cuando ter- minó una entrevista para la televisión española, un camarógrafo se le acercó y le dijo: “Oiga, ¿sabe que la novela que más me ha gustado en toda mi vida ha sido La velocidad de la luz?” Javier Cer- cas se quedó perplejo. Jamás habla de esa novela maldita, escrita furio- samente contra la corriente luego de haber obtenido un éxito mundial con Soldados de Salamina, que lo transfor- mó en una celebridad. “Después de semejante suceso viene la tentación del suicidio –me cuenta–. Se acabó, piensa uno. No podré escribir un libro más. Voy a decepcionarlos a todos.” Es por eso que prefiere olvidar aquel desesperado eslabón de su obra. Pe- ro el camarógrafo no le permitió elu- dirlo. Le contó a continuación que pa- decía un viejo problema de dislexia, y que un día tomó un ejemplar y fue poseído por esa historia hipnótica. Y que se la leyó de cabo a rabo de una sentada, algo que jamás le había suce- dido. Fue corriendo al médico y le pre- guntó: “¿Me he curado, doctor? ¿Qué me pasó? Deme una explicación”. El doctor le preguntó qué novela era. Y el paciente recitó el título y el autor. Cuando el médico supo que se trata- ba de Cercas, lanzó en nombre de la ciencia un diagnóstico certero: “Ah, entonces fue el libro”. Hace rato que su literatura le pro- duce situaciones inesperadas. Tal vez porque generan adicción los enigmas verdaderos que construye y porque todas sus novelas parten de una pre- gunta. Que Cercas intenta responder de la manera más compleja posible. Su primer éxito surge de un episodio de la Guerra Civil, cuando el fundador de la Falange escapaba por el bosque y un soldado republicano, pudiendo ejecutarlo, le permitió vivir. ¿Quién era ese soldado, por qué lo hizo? La investigación iniciada por el narrador no solo es histórica y política, resul- ta también psicológica y existencial. Algo similar ocurre con Anatomía de un instante, un relato de no ficción que realzó su fama, y donde el autor indaga obsesivamente en un momen- to clave para la Transición Española, cuando el comando de Tejero entró en el Congreso a los tiros y Adolfo Suárez permaneció sentado en su escaño de diputado, mientras los de- más se escondían. ¿Por qué Suárez permaneció en su sitio?, se pregunta el autor, y desarrolla la respuesta en cuatrocientas páginas apasionantes, que son un ensayo, una crónica y una novela a un mismo tiempo. Su último proyecto se incubó du- rante la infancia de Cercas, que nació en Extremadura, pero que se mudó con su familia a Gerona, una peque- ña ciudad de Cataluña. Su padre era veterinario y los instaló en un barrio de inmigrantes. Javier jugaba al bás- quet con los vecinos, pero un día un amigo lo llevó a unos albergues donde se alojaban los inmigrantes sin recur- sos. Cruzando el río Ter todo era mi- seria. Y de allí surgieron delincuentes juveniles que protagonizaban asaltos a bancos en los años 70 y 80, y que for- maron junto con otros una galería de leyendas. Figuras malogradas que lle- garon a la prensa escrita, las películas, los libros, y también a las canciones. Irrumpían en España la heroína, la rebeldía y el culto al coraje. No todos esos pandilleros, algunos de los cuales fueron inmortalizados en las páginas de la revista Interviú, surgieron de Ge- rona. Pero Cercas conoció a algunos: vivían a cien metros de su casa. Mucho tiempo después, hace tres años, el escritor asistió a una muestra de la cultura ochentista en Barcelona. “Al final había una sala con retratos de muchachos lúmpenes de aquella época –dice Javier–. Todos estaban muertos. Y me pregunté: ¿cómo es que yo no soy uno de ellos?” Esa pregunta íntima disparó Las leyes de la frontera, esta nueva novela que acaba de aterrizar en Bue- nos Aires y que cuenta, con aires de moderno western crepuscular, el dra- ma de tres jóvenes salvajes: un mal- viviente sin escrúpulos (El Zarco), su presunta novia (Tere) y una suerte de alter ego del propio autor (Gafitas). El punto de vista central de ese derrote- ro, que dura más de treinta años, se encierra en los ojos de ese último pibe de clase media que durante el verano de 1969 cruza la línea y vive tres meses al otro lado de la ley. Lo hace porque es víctima de un feroz acoso en el co- legio acomodado, porque se enamora de esa adolescente marginal y miste- riosa, y porque sigue a un matón de esquina que, sin embargo, le enseña la libertad. “El amor y el temor te ha- cen valiente.” En un momento, El Zarco trata de convencer a Gafitas de abandonar la pandilla. “Porque no somos iguales –le dice–. Tu vas a la escuela y noso- tros no. Tú tienes familia y nosotros no. Tú piensas en el miedo y nosotros no.” Luego sucede un hecho crucial: un buchón los vende y la policía corre a los dos chicos por un campo. A la manera de El jardín del mal, aquella película de Gary Cooper, El Zarco le dice a Gafitas que escape, mientras entretiene a sus perseguidores. El des- tino de ambos cambia a partir de ese hecho. Uno va veinte años a la cárcel; protagoniza motines, fugas, nuevos atracos: se transforma en un delin- mente con su ídolo: Mario Vargas Llosa. En especial, con su obra maes- tra, La ciudad y los perros, sobre la que Cercas escribió un magnífico artículo a pedido de la Real Academia Espa- ñola. En la fábula de Vargas también hay jóvenes de doble vida que cruzan fronteras físicas y morales, hombres enamorados de una misma mujer, ritos iniciáticos entre la adolescencia y la madurez, y soplones. En ambas novelas, los buenos terminan siendo algo canallas y los malos terminan ga- nándose el respeto del lector; el derro- tado se vuelve exitoso y la leyenda se transforma en un gran fracaso. Cercas crea un reino de la ambigüedad donde no podemos estar seguros de nada, y jamás cae en la sordidez de la crónica roja ni en la demagogia de convertir a El Zarco en un Robin Hood. Escribe sin concesiones. Con una prosa limpia que le enseñó el periodismo: “Cuando hice crónica, yo que era un profesor libresco de gabinete, tuve que salir a la calle y dinamitar la jerga académi- ca que usaba”, me confiesa. Ahora escribe con una frase de cabece- ra, que pertenece a Kundera: “Las novelas han de ser fáciles de leer y difíciles de entender”. Al revés de Hemingway, escribe sobre lo que no conoce, y, por lo tanto, sus textos requieren de una larga investigación. Pamuk decía: “Escribir una novela es cavar un foso con una aguja”. Para esta historia escri- bió primero un ensayo y luego un primer borrador improvisa- do. Y después, para los sucesivos borradores que le siguieron, vio películas y leyó libros sobre el te- ma, estudió los diarios y revistas de la época, consultó abogados y policías, y visitó prisiones. “¿Sabes algo? Estoy seguro de que debería ser obligatoria en la escuela secundaria una visita a las cárceles”, me dice. Le pregunto si él también fue víctima del bullying en el colegio, y me responde: “Serviría para ligar y para vender li- bros decir que lo fui, pero no es cierto. Aunque fui testigo de crueldades. La adolescencia es un terreno cruel”. Es interesante todo lo que su libro no dice, puesto que en esos puntos ciegos respira la historia y se torna verosímil e inquietante. “Yo creo en esos puntos ciegos de la literatura, en esa oscuridad que ilumina –aña- de Cercas–. La novela es el arte de ca- llar.” Vivió tres años con sus persona- jes, ya son como parte de su familia. Pero afortunadamente no termina de comprenderlos. Son admirables y despreciables, como cualquiera, y tie- nen zonas oscuras como las personas que más conocemos. El pasado nos atraviesa, a ellos y a nosotros. “El pa- sado no pasa nunca”, decía Faulkner. Nos despedimos hasta mayo. Ja- vier Cercas vendrá a la Argentina. Se siente en falta por no conocer en pro- fundidad la ciudad de Buenos Aires. “Es que mi vida sería inimaginable sin Borges y sin Bioy”, susurra, a la velocidad de la luz, el príncipe de las preguntas.ß cuente célebre. Y el otro recupera una vida normal y se convierte en un abo- gado penalista. Dos décadas después, Tere convence al abogado de que de- fienda a su viejo amigo, y entonces to- das las dudas regresan: ¿quién fue el buchón, quién es verdaderamente la chica, quién ama a quién, quién usó a quién, dónde está el bien y dónde está el mal? Es tan profunda, trepidante y conmovedora la peripecia imaginada por Cercas que uno termina llorando por culpa de esos tres desgraciados. La novela conversa imaginaria-

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Page 1: Jorge Fernandez Diaz - La Irresistible Seduccion de Los Chicos Malos

28 | Sociedad | Domingo 21 De octubre De 2012

La irresistible seducción de los chicos malos

El autor de Soldados de Salamina y Anatomía de un instante volvió a su barrio para crear una nueva novela que deja sin aliento sobre la historia de tres muchachos salvajes atravesados por la violencia, la libertad, la traición y el amor

Texto Jorge Fernández Díaz | Ilustración Alfredo Sábat

LOS TALENTOS | HOY, javier cercas

Hace unos días, cuando ter-minó una entrevista para la televisión española, un camarógrafo se le acercó y

le dijo: “Oiga, ¿sabe que la novela que más me ha gustado en toda mi vida ha sido La velocidad de la luz?” Javier Cer-cas se quedó perplejo. Jamás habla de esa novela maldita, escrita furio-samente contra la corriente luego de haber obtenido un éxito mundial con Soldados de Salamina, que lo transfor-mó en una celebridad. “Después de semejante suceso viene la tentación del suicidio –me cuenta–. Se acabó, piensa uno. No podré escribir un libro más. Voy a decepcionarlos a todos.” Es por eso que prefiere olvidar aquel desesperado eslabón de su obra. Pe-ro el camarógrafo no le permitió elu-dirlo. Le contó a continuación que pa-decía un viejo problema de dislexia, y que un día tomó un ejemplar y fue poseído por esa historia hipnótica. Y que se la leyó de cabo a rabo de una sentada, algo que jamás le había suce-dido. Fue corriendo al médico y le pre-guntó: “¿Me he curado, doctor? ¿Qué me pasó? Deme una explicación”. El doctor le preguntó qué novela era. Y el paciente recitó el título y el autor. Cuando el médico supo que se trata-ba de Cercas, lanzó en nombre de la ciencia un diagnóstico certero: “Ah, entonces fue el libro”.

Hace rato que su literatura le pro-duce situaciones inesperadas. Tal vez porque generan adicción los enigmas verdaderos que construye y porque todas sus novelas parten de una pre-gunta. Que Cercas intenta responder de la manera más compleja posible. Su primer éxito surge de un episodio de la Guerra Civil, cuando el fundador de la Falange escapaba por el bosque y un soldado republicano, pudiendo

ejecutarlo, le permitió vivir. ¿Quién era ese soldado, por qué lo hizo? La investigación iniciada por el narrador no solo es histórica y política, resul-ta también psicológica y existencial. Algo similar ocurre con Anatomía de un instante, un relato de no ficción que realzó su fama, y donde el autor indaga obsesivamente en un momen-to clave para la Transición Española, cuando el comando de Tejero entró en el Congreso a los tiros y Adolfo Suárez permaneció sentado en su escaño de diputado, mientras los de-más se escondían. ¿Por qué Suárez permaneció en su sitio?, se pregunta el autor, y desarrolla la respuesta en cuatrocientas páginas apasionantes, que son un ensayo, una crónica y una novela a un mismo tiempo.

Su último proyecto se incubó du-rante la infancia de Cercas, que nació en Extremadura, pero que se mudó con su familia a Gerona, una peque-ña ciudad de Cataluña. Su padre era veterinario y los instaló en un barrio de inmigrantes. Javier jugaba al bás-quet con los vecinos, pero un día un amigo lo llevó a unos albergues donde se alojaban los inmigrantes sin recur-sos. Cruzando el río Ter todo era mi-seria. Y de allí surgieron delincuentes juveniles que protagonizaban asaltos a bancos en los años 70 y 80, y que for-maron junto con otros una galería de leyendas. Figuras malogradas que lle-garon a la prensa escrita, las películas, los libros, y también a las canciones. Irrumpían en España la heroína, la rebeldía y el culto al coraje. No todos esos pandilleros, algunos de los cuales fueron inmortalizados en las páginas de la revista Interviú, surgieron de Ge-rona. Pero Cercas conoció a algunos: vivían a cien metros de su casa.

Mucho tiempo después, hace tres

años, el escritor asistió a una muestra de la cultura ochentista en Barcelona. “Al final había una sala con retratos de muchachos lúmpenes de aquella época –dice Javier–. Todos estaban muertos. Y me pregunté: ¿cómo es que yo no soy uno de ellos?”

Esa pregunta íntima disparó Las leyes de la frontera, esta nueva novela que acaba de aterrizar en Bue-nos Aires y que cuenta, con aires de moderno western crepuscular, el dra-ma de tres jóvenes salvajes: un mal-viviente sin escrúpulos (El Zarco), su presunta novia (Tere) y una suerte de alter ego del propio autor (Gafitas). El punto de vista central de ese derrote-ro, que dura más de treinta años, se encierra en los ojos de ese último pibe de clase media que durante el verano de 1969 cruza la línea y vive tres meses al otro lado de la ley. Lo hace porque es víctima de un feroz acoso en el co-legio acomodado, porque se enamora de esa adolescente marginal y miste-riosa, y porque sigue a un matón de esquina que, sin embargo, le enseña la libertad. “El amor y el temor te ha-cen valiente.”

En un momento, El Zarco trata de convencer a Gafitas de abandonar la pandilla. “Porque no somos iguales –le dice–. Tu vas a la escuela y noso-tros no. Tú tienes familia y nosotros no. Tú piensas en el miedo y nosotros no.” Luego sucede un hecho crucial: un buchón los vende y la policía corre a los dos chicos por un campo. A la manera de El jardín del mal, aquella película de Gary Cooper, El Zarco le dice a Gafitas que escape, mientras entretiene a sus perseguidores. El des-tino de ambos cambia a partir de ese hecho. Uno va veinte años a la cárcel; protagoniza motines, fugas, nuevos atracos: se transforma en un delin-

mente con su ídolo: Mario Vargas Llosa. En especial, con su obra maes-tra, La ciudad y los perros, sobre la que Cercas escribió un magnífico artículo a pedido de la Real Academia Espa-ñola. En la fábula de Vargas también hay jóvenes de doble vida que cruzan fronteras físicas y morales, hombres enamorados de una misma mujer, ritos iniciáticos entre la adolescencia y la madurez, y soplones. En ambas novelas, los buenos terminan siendo algo canallas y los malos terminan ga-nándose el respeto del lector; el derro-

tado se vuelve exitoso y la leyenda se transforma en un gran fracaso. Cercas crea un reino de la ambigüedad donde no podemos estar seguros de nada, y jamás cae en la sordidez de la crónica roja ni en la demagogia de convertir a El Zarco en un Robin Hood. Escribe sin concesiones. Con una prosa limpia que le enseñó el periodismo: “Cuando hice crónica, yo que era un profesor libresco de gabinete, tuve que salir a

la calle y dinamitar la jerga académi-ca que usaba”, me confiesa. Ahora escribe con una frase de cabece-ra, que pertenece a Kundera: “Las novelas han de ser fáciles de leer y difíciles de entender”.

Al revés de Hemingway, escribe sobre lo que no conoce, y, por lo tanto, sus textos requieren de una larga investigación. Pamuk decía: “Escribir una

novela es cavar un foso con una aguja”. Para esta historia escri-bió primero un ensayo y luego un primer borrador improvisa-do. Y después, para los sucesivos borradores que le siguieron, vio películas y leyó libros sobre el te-ma, estudió los diarios y revistas

de la época, consultó abogados y policías, y visitó prisiones. “¿Sabes

algo? Estoy seguro de que debería ser obligatoria en la escuela secundaria una visita a las cárceles”, me dice. Le pregunto si él también fue víctima del bullying en el colegio, y me responde: “Serviría para ligar y para vender li-bros decir que lo fui, pero no es cierto. Aunque fui testigo de crueldades. La adolescencia es un terreno cruel”.

Es interesante todo lo que su libro no dice, puesto que en esos puntos ciegos respira la historia y se torna verosímil e inquietante. “Yo creo en esos puntos ciegos de la literatura, en esa oscuridad que ilumina –aña-de Cercas–. La novela es el arte de ca-llar.” Vivió tres años con sus persona-jes, ya son como parte de su familia. Pero afortunadamente no termina de comprenderlos. Son admirables y despreciables, como cualquiera, y tie-nen zonas oscuras como las personas que más conocemos. El pasado nos atraviesa, a ellos y a nosotros. “El pa-sado no pasa nunca”, decía Faulkner.

Nos despedimos hasta mayo. Ja-vier Cercas vendrá a la Argentina. Se siente en falta por no conocer en pro-fundidad la ciudad de Buenos Aires. “Es que mi vida sería inimaginable sin Borges y sin Bioy”, susurra, a la velocidad de la luz, el príncipe de las preguntas.ß

cuente célebre. Y el otro recupera una vida normal y se convierte en un abo-gado penalista. Dos décadas después, Tere convence al abogado de que de-fienda a su viejo amigo, y entonces to-das las dudas regresan: ¿quién fue el buchón, quién es verdaderamente la chica, quién ama a quién, quién usó a quién, dónde está el bien y dónde está el mal? Es tan profunda, trepidante y conmovedora la peripecia imaginada por Cercas que uno termina llorando por culpa de esos tres desgraciados.

La novela conversa imaginaria-