izquierda 21

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1 MANIFIESTO IZQUIERDA 21 INTRODUCCIÓN La generación de este nuevo referente político al interior de la izquierda chilena se explica en el contexto y condiciones de este período histórico. De esta forma, caracterizando adecuadamente el contexto internacional y las particularidades propias de nuestra realidad nacional, es posible hacer claridad respecto de las razones que determinan la existencia de IZQUIERDA 21. El actual momento político ha generado las condiciones para el surgimiento de nuevas fuerzas políticas en el seno de la izquierda. La complacencia de la Concertación con el orden existente, la identificación de la derecha con la represión pinochetista y la especulación financiera, el rechazo de los jóvenes al sistema político, entre otros factores, ponen en cuestión la institucionalidad que sirvió de base a la transición política. Así las cosas, se abre espacio para que una izquierda moderna enfrente los desafíos del siglo XXI, recoja las demandas de los postergados, ofrezca un proyecto transformador a los chilenos y ayude a restituir al pueblo de Chile como el protagonista de una democracia real y participativa.

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La generación de este nuevo referente político al interior de la izquierda chilena se explica en el contexto y condiciones de este período histórico. De esta forma, caracterizando adecuadamente el contexto internacional y las particularidades propias de nuestra realidad nacional, es posible hacer claridad respecto de las razones que determinan la existencia de IZQUIERDA 21.

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MANIFIESTO

IZQUIERDA 21

INTRODUCCIÓN

La generación de este nuevo referente político al interior de la izquierda

chilena se explica en el contexto y condiciones de este período

histórico. De esta forma, caracterizando adecuadamente el contexto

internacional y las particularidades propias de nuestra realidad

nacional, es posible hacer claridad respecto de las razones que

determinan la existencia de IZQUIERDA 21.

El actual momento político ha generado las condiciones para el

surgimiento de nuevas fuerzas políticas en el seno de la izquierda. La

complacencia de la Concertación con el orden existente, la identificación

de la derecha con la represión pinochetista y la especulación financiera,

el rechazo de los jóvenes al sistema político, entre otros factores, ponen

en cuestión la institucionalidad que sirvió de base a la transición política.

Así las cosas, se abre espacio para que una izquierda moderna enfrente

los desafíos del siglo XXI, recoja las demandas de los postergados,

ofrezca un proyecto transformador a los chilenos y ayude a restituir al

pueblo de Chile como el protagonista de una democracia real y

participativa.

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Durante el siglo XX, desde Luis Emilio Recabarren hasta Salvador

Allende, y más allá del signo de los gobiernos, la izquierda chilena fue

determinante en la democratización y modernización del país. Junto a

otros sectores progresistas aportó vigorosamente en la ampliación de

los derechos políticos y sociales, la diversidad cultural, la educación no

confesional, la recuperación de las riquezas básicas, los derechos

reproductivos de las mujeres, la justa distribución de la tierra, el

desarrollo de un Estado promotor de la actividad económica, y el

fomento de la organización de los trabajadores.

A partir de septiembre de 1973 se produce un cambio radical en el país,

con la manifestación de los rasgos más agresivos del capitalismo. Se

instala entonces un orden político excluyente, una institucionalidad

económica al servicio de los grandes empresarios, y se consolida un

fuerte conservadurismo cultural. La recuperación de la democracia y los

diecinueve años de gobiernos de la Concertación no modificaron las

bases fundacionales del gobierno militar, aun cuando la pobreza se

redujo y las libertades públicas refrescaron la sociedad. Sólo así se

explica el descontento con el sistema político, y se comprende a ese

50% de ciudadanos que ha renunciado a participar en los eventos

electorales.

El surgimiento de una nueva fuerza de izquierda en el panorama político

nacional resulta indispensable, más aún cuando existen importantes

sectores que no participan en política y los partidos históricos que se

denominan de izquierda o progresistas al interior de la coalición de

gobierno, renunciaron a la tarea transformadora que les dio origen. En

segundo término, porque las demandas crecientes de una ciudadanía

desencantada y la necesidad de fortalecer la participación popular,

abriendo la participación política más allá de los estrechos límites

actuales, constituye una de las condiciones factuales que anteceden a

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la organización de esta nueva fuerza política.

Por otra parte, la crisis económica en curso provocará un desempleo que

superará en el año 2009 la tasa de cesantía de fines de los años

noventa, generando las condiciones para la movilización de los

trabajadores, la reanudación de las reivindicaciones estudiantiles y la

agudización de las difíciles condiciones de los pequeños empresarios

frente a la banca. Este estado de situación generará tensiones sociales

y dificultades al gobierno, radicalizando al mismo tiempo el

cuestionamiento a la propia institucionalidad que estableció la derecha

en Chile. El rechazo al neoliberalismo y a la corrupción política soplarán

con mayor fuerza en nuestro país, marcando la campaña electoral

presidencial y parlamentaria de este año. Chile no es una isla, y hoy

existe una demanda por un nuevo pensamiento y liderazgos

alternativos.

La profundidad de la crisis económica, y la amplitud y variedad de los

sectores afectados, configuran un escenario altamente favorable para la

conformación de un bloque social y político alternativo, de amplísima

composición social y de enorme fuerza.

Como nueva fuerza de izquierda, nos integraremos decididamente a la

tarea de construir este bloque político y social, tarea que consideramos

prioritaria para una izquierda moderna en Chile.

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EL MUNDO QUE VIVIMOS

Vivimos en un mundo muy distinto al de hace diez, veinte o cincuenta

años atrás. No sólo fracasaron los socialismos reales, sino que el

capitalismo demostró una sorprendente capacidad para adaptarse a las

nuevas circunstancias. A esto se agregan las graves dificultades que han

sufrido los gobiernos socialdemócratas europeos y sus regímenes de

Estado de Bienestar. Finalmente, salvo determinadas experiencias en

Latinoamérica, hoy carecemos de expresiones alternativas al modelo

neoliberal replicables ampliamente en el orbe.

Los medios de comunicación han adquirido un papel cada vez más

preponderante y la geopolítica mundial también se ha visto alterada. La

revolución científico-técnica ha avanzado rápidamente, lo que ha

producido grandes cambios en los procesos productivos y un daño nunca

visto por la humanidad al medio ambiente, al punto de trasladar el eje

de la reflexión política hacia el tema de la supervivencia del género

humano, por cuanto es el mismo sistema económico de alcance

planetario el que empuja a grupos sociales y naciones enteras al

hambre y desamparo colectivo.

Esto ha producido un creciente malestar en amplios sectores. Una

incomodidad que se ha ido transformando de resistencia pasiva a

resistencia activa, y que se ha manifestado, crecientemente, en

movilizaciones y acciones en contra de este sistema global.

En el ámbito financiero, el capital no sólo se traslada a los lugares más

alejados del mundo, sino que es capaz de funcionar como una unidad en

tiempo real a escala planetaria. Miles de millones de dólares se transan

en cosa de segundos en los circuitos electrónicos que unen al mundo de

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las finanzas.

Más allá del terreno bursátil, los procesos productivos se han

internacionalizado en un nivel distinto al de la mundialización que

conocimos en el siglo XX; mismo fenómeno se produce en el área de

servicios, con expresiones laborales y económicas que sobrepasan con

mucho la capacidad regulatoria de los estados nacionales.

Así, es posible constatar el protagonismo desmesurado que han

adquirido las empresas transnacionales en el comercio internacional,

generando un tráfico comercial muchas veces superior dentro de sus

propias firmas al que puede producirse entre un conjunto importante de

estados nacionales.

Estas mismas empresas transnacionales que tratan de liberarse de las

amarras de los estados para poder operar libremente, recurren, sin

embargo, a los gobiernos de los países menos desarrollados para que

faciliten sus negocios, convirtiendo a los ministerios de relaciones

exteriores y otras dependencias de los Estados nacionales, en

verdaderas oficinas de negocios a su servicio. Al mismo tiempo, estos

Estados nacionales intervienen a favor del gran capital transnacional,

perdiendo el control de una serie de asuntos en forma creciente, sea

porque los países de una determinada región se integran a una unidad

regional mayor (como el caso de la Unión Europea), o bien, sea por el

carácter subordinado de los países periféricos en relación a los países

centrales. En estos casos, la definición de sus políticas económicas

tiende a hacerse más allá de sus fronteras. Los sindicatos, partidos y

sistemas nacionales de comunicación se van debilitando en la misma

medida que cobran fuerza el mercado monetario internacional, los

medios de comunicación global y las grandes empresas multinacionales.

El deterioro del nivel de vida de la mayoría de la población del planeta,

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incluyendo a sectores cada vez más amplios de las capas medias, es

alarmante. La amenaza del desempleo es una preocupación presente

tanto en los países pobres como en los países desarrollados y la

fragmentación social ha alcanzado un altísimo nivel. El deterioro del

medio ambiente amenaza la supervivencia de las futuras e incluso de las

actuales generaciones. La corrupción produce un amplio efecto

desmoralizador. Sigue y seguirá estando presente el peligro de la

guerra, incluso nuclear.

Vivimos tiempos angustiosos, plenos de confusión e incertidumbre, sin

embargo y paradójicamente, son tiempos de grandes esperanzas en la

creación de nuevas formas de organización para dar la lucha por detener

la depredación ambiental de vastas regiones del planeta, y por alcanzar

la dignificación de las condiciones de vida y el respeto de los derechos

fundamentales de millones de personas en el mundo.

CHILE EN EL NUEVO SIGLO

En el plano político, en nuestra región nos encontramos con regímenes

democráticos muy diferentes a los anteriores al período dictatorial de las

décadas de los setenta y ochenta. Luego de la profunda ola de reformas

gubernamentales que sufrió a fines de los años ochenta y principios de

los noventa, Latinoamérica comenzó a incorporarse a la nueva economía

global, pero pagando un precio muy elevado: una proporción

considerable de su población ha quedado excluida de esos sectores

dinámicos, como productores y consumidores. En algunos casos, países,

pueblos y regiones se han vuelto a conectar mediante la economía local

informal y la economía criminal orientada hacia el exterior.

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En este contexto, Chile se destaca como el más preclaro exponente en

la región de una democracia limitada, carente de un sistema electoral

que otorgue legitimidad democrática a sus autoridades, estructurada

sobre la base del rol subsidiario del estado en la economía y con

extremo control de los medios de comunicación, ya no por el aparato

público, sino que por los oligopolios que concentran la propiedad de

éstos.

Este modelo tecnocrático, consagrado en la Constitución Política,

considera además la existencia de órganos de carácter permanente, no

electivos y, por lo tanto, no sujetos a cambios producto de los

resultados electorales. Entre ellos podemos mencionar al Banco Central

y sus instancias económicas asesoras, la Corte Suprema, la Contraloría,

el Tribunal Constitucional, entre otros, que limitan drásticamente la

capacidad efectiva de las autoridades electas democráticamente de

generar cambios sustantivos al sistema.

Por lo tanto, al mismo tiempo que, mediante el sistema binominal, se

crearon condiciones para un ejercicio cercenado de la voluntad popular

en las urnas, se restringió el campo de acción de esa voluntad popular al

poner límites a la acción de sus mandatarios, formando esta clase

tecnocrática. A esto se debe agregar la falta de democratización en

instituciones situadas en la base de la sociedad (la escuela, la fábrica, el

municipio, la universidad, etc.).

En suma, la nuestra no es sólo una democracia tutelada por el poder

económico, sino que se trata de una democracia desmovilizadora, donde

la falta de participación ya no es solamente el resultado del uso de la

represión, sino principalmente es la consecuencia lógica y deseada de

un sistema que se asienta sobre el clientelismo estatal, el alto grado de

endeudamiento de las personas y el debilitamiento del movimiento

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social y sindical.

En el caso de la desmovilización sindical, esta se debe a los límites que

impone la legislación laboral, pero también por el aumento considerable

de la inestabilidad en el empleo, la indefensión de los trabajadores, el

aumento de la capacidad de control patronal y las nuevas modalidades

organizacionales de las empresas, que buscan crear entre los

trabajadores una identificación subjetiva con el resultado de su trabajo.

Otro efecto que favorece esta “gobernabilidad” del status quo es el

consumismo. La cultura transmitida por los medios de comunicación no

es una cultura solidaria sino una que promueve el individualismo. Los

trabajadores y trabajadoras no se contentan con sus ingresos, sino que

viven endeudados y, por lo tanto, dispuestos a sacrificios indignos para

mantener un trabajo que les permita solventar sus compromisos

económicos.

En nuestras sociedades, el consumismo funciona como mecanismo de

domesticación que no sólo sirve para mantener o ampliar el mercado

interno, sino que opera también como un dispositivo de integración

social. Es necesario asegurar el puesto de trabajo y hacer méritos que

permitan el ascenso profesional para lograr nuevas oportunidades de

consumo: conseguir la casa propia, el automóvil, el más reciente equipo

de audio, el último modelo de televisor.

¿Qué energía participativa, movilizadora, qué capacidad de riesgo puede

tener un trabajador enfrentado tanto a la inestabilidad de su empleo

como al cumplimiento religioso del pago de sus cuotas de crédito, cuyo

incumplimiento lo excluye de sus sueños de confort y comodidad?

Pero desmovilizadora también ha sido la consolidación burocrática de

una izquierda neoliberal que ha reemplazado la creencia en el socialismo

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por la creencia en el capitalismo democrático; una izquierda que

simplemente no cuestiona el sistema y que cuando se producen

movilizaciones populares las maneja con estricta lógica corporativa. Es

más, la pervivencia del modelo neoliberal en Chile no ha requerido de

una dictadura, ni siquiera de una democracia tutelada por los militares.

Requiere del disciplinamiento, de una democracia desmovilizadora, con

un movimiento obrero débil y corporativizado en sus demandas, con una

izquierda que contribuya a la legitimación del sistema y con masas

volcadas hacia el consumo y la entretención más que hacia los asuntos

públicos.

De una forma no conocida antes por el ser humano, el mundo nunca ha

sido tan desigual económicamente, y a la vez nunca ha sido tan

igualador en relación con las ideas y la moral. De un extremo a otro del

planeta se impone un mismo estilo de vida difundido por los medios de

comunicación de masas. En todas partes se ven las mismas películas,

series televisadas, informaciones, canciones, eslóganes publicitarios,

objetos, ropa, etc.

En nuestro país, estos poderosos instrumentos audiovisuales,

concentrados cada vez en menos manos y dominados por grandes

grupos económicos que manipulan la información, son en gran medida,

quienes forjan el modo de pensar del pueblo de Chile, con todo lo que

ello implica.

A las puertas del fin de la primera década del siglo, Chile se presenta

con problemas largamente advertidos, pero que no encuentran una

solución estructural. El flagelante desamparo en que se encuentran

miles de ancianos y jubilados, la pésima educación que reciben nuestros

niños, la brutal discriminación y represión en contra de los pueblos

originarios y el precario acceso a una salud digna son sólo algunas de

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las expresiones de las profundas injusticias y desigualdades que definen

al Chile de hoy, y que socavan profundamente la convivencia nacional.

LA IZQUIERDA QUE TENEMOS

La izquierda en el mundo vive una profunda crisis teórica. Adolece de

un estudio riguroso de las experiencias socialistas del siglo XX y

tampoco ha elaborado un estudio crítico suficientemente comprensivo

del capitalismo de comienzos del siglo XXI.

Hoy tenemos profundos problemas para diseñar un proyecto

transformador que pueda asumir la nueva realidad a nivel global.

Existe un exceso de diagnóstico y una ausencia de terapéutica. Aún

cuando desde mediados de los años noventa la izquierda ha generado

interesantes plataformas programáticas, éstas no se han materializado

en una propuesta alternativa integral y convincente.

En Latinoamérica, la izquierda avanza y son cada vez más los gobiernos

progresistas en la región. No sólo hay mayor presencia gubernamental

sino también parlamentaria. Cada vez son más los partidos de izquierda

que aumentan su participación en los parlamentos nacionales,

existiendo marcadas diferencias entre fuerzas progresistas que se

limitan a administrar la crisis sin impulsar un proyecto alternativo, y por

otra parte, aquellos gobiernos que han enfrentado la tarea de generar

cambios sustantivos, han debido abocarse a la heroica lucha contra los

intentos permanentes de desestabilización.

En lo que toca a nuestro país, la izquierda ha sido afectada por la crisis

de credibilidad que alcanza a toda la política, por cuanto la participación

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política ha disminuido drásticamente, existiendo un creciente rechazo y

desconfianza de la ciudadanía en relación a la política y los políticos.

Para la izquierda este fenómeno es especialmente complejo, por cuanto

existen dos situaciones que la afectan de manera particular.

La primera se expresa en que la derecha ha hecho suyo el lenguaje de

la izquierda. Palabras y frases tradicionalmente asociadas a la izquierda,

como “cambio”, “popular”, “reforma”, “terminar con la pobreza”, entre

otros, forman parte del nuevo léxico conservador. Si bien es cierto se

trata de un populismo de nuevo cuño, a la larga es una apropiación de

la idea de cambio que cumple eficazmente con el objetivo de privar a

estos conceptos de su sentido real y profundo; luego, este gatopardismo

político acrecienta en el pueblo la sensación de falta de diferenciación y

genera aún más desafección.

La segunda de estas explicaciones se advierte en el desplazamiento de

partidos antes de izquierda, a posiciones claramente conservadoras y de

derecha. Esto es especialmente delicado, por cuanto no se trata de

eventos puntuales de coincidencia con posturas conservadoras, sino que

se trata del acuerdo permanente respecto de los aspectos sustantivos

del sistema político y económico imperante en Chile. Y decimos que se

trata de un tema delicado por cuanto existe una proporción relevante de

personas de raigambre cultural de izquierda que, por las más diversas

razones, forman parte del electorado cautivo de estos partidos. Esta

indiferencia y decepción de la política y los políticos, no es grave para la

derecha, pero sí lo es para la izquierda.

Si a lo anterior agregamos la necesidad de replantearnos la estructura,

hábitos, y maneras de hacer política, la izquierda en Chile, se enfrenta a

un desafío histórico mayor para este período.

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LA IZQUIERDA QUE QUEREMOS

A pesar de todo, la izquierda tiene más vigencia que nunca. Algunos

creen que es un concepto que ha perdido sustancia. Para nosotros, la

izquierda se expresa en el conjunto de fuerzas de avanzada social que

luchan por la dignificación del ser humano y que se oponen al sistema

económico capitalista en todas sus variantes.

Los hombres y mujeres de izquierda luchamos en contra del sistema de

valores que impone un sistema basado en el lucro. Luchamos por una

sociedad humanista, solidaria, construida a partir de los intereses de las

grandes mayorías, libre de la pobreza material y de las miserias

espirituales que engendra el capitalismo.

Nuestro desafío se expresa en el imperativo de sumar esfuerzos para

superar el orden neoliberal que impera en Chile. Hablamos de orden

neoliberal, por cuanto más allá de las condiciones objetivas propias del

modelo, hoy enfrentamos una lucha cultural en contra de los valores

que ensalza el capitalismo predatorio, y que han permeado los más

diversos estamentos sociales.

Nos asiste la convicción que la construcción de una fuerza social,

popular y anticapitalista debe ser el fruto de un esfuerzo colectivo,

alejado de las prácticas caudillistas y con una mirada integradora y

respetuosa de las más diversas expresiones provenientes de todo el

espectro del pensamiento de izquierda.

Apostamos a trabajar por una izquierda que entiende que la radicalidad

política se encuentra en la creación de espacios de encuentro y de lucha

para amplios sectores. Para esto debemos impulsar una nueva cultura

política en nuestras filas. Una cultura pluralista y tolerante, que ponga

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por encima lo que la une y deje en segundo plano lo que la divide. Que

promueva valores como la solidaridad, el humanismo, el respeto a las

diferencias, la defensa de la naturaleza. Que rechace el afán de lucro y

las leyes del mercado como principios rectores de la actividad humana.

La izquierda no se reduce a quienes militan en partidos u organizaciones

políticas de izquierda, sino que incluye a actores y movimientos sociales

y culturales. Entre los primeros hay quienes apuestan a acumular

fuerzas por la vía del uso transformador de las instituciones, entre los

segundos, quienes buscan construir movimientos sociales autónomos y

distintos tipos de redes.

La primera tarea de un proyecto transformador debe orientarse a

articular a esta izquierda política con esta izquierda social, para a partir

de allí lograr una coordinación mayor que reúna a ambos mundos,

reconociendo que debemos actuar sobre la base de un análisis

exhaustivo de la realidad, que no admite una separación artificiosa entre

ambos mundos, pero que reconoce sus naturales diferencias.

En definitiva, aspiramos a construir un referente político que sea

protagonista de este esfuerzo colectivo, aportando en el fortalecimiento

de una izquierda moderna, ampliamente receptiva de las distintas

pertenencias culturales, comprensiva de los nuevos fenómenos

generacionales, receptiva de nuevas propuestas organizativas,

profundamente transgresora, libertaria y con una clara impronta

transformadora y de cambio.

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ASAMBLEA NACIONAL DE LA IZQUIERDA

En el contexto de la Asamblea Nacional de la Izquierda, presentamos

este manifiesto, fruto de un proceso de profunda discusión política, con

la total convicción en el buen resultado de este trabajo colectivo y

unitario.

Como parte de un proceso que antecede largamente a la coyuntura

presente que nos señala la Asamblea Nacional de la Izquierda,

entregamos nuestro apoyo a la candidatura presidencial del compañero

Jorge Arrate Mac-Niven, apoyo que reiteramos nuevamente, de cara a

la realización de esta Asamblea los días 25 y 26 de abril de 2009.

Hemos asumido la tarea de consolidar y proyectar en el tiempo la

construcción de un referente político que aspira a transformarse en un

actor relevante en la política nacional, sin embargo, tal objetivo sólo

tiene sentido en el contexto de una labor que sume voluntades en la

tarea de democratizar Chile, transformando profunda y definitivamente

el orden neoliberal imperante.

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