isaac asimov - en la arena estelar (7)

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  • 7/28/2019 Isaac Asimov - En la arena estelar (7)

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    EN LA ARENA

    ESTELAR

    Isaac Asimov

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    Isaac Asimov

    Ttulo original: The Stars Like DustTraduccin: Francisco Blanco 1955 By Isaac Asimov 1979, Ediciones Martnez Roca S. A.Gran Va, 774 - BarcelonaISBN 84-270-0516-4Edicin digital de Umbriel. Mayo de 2002.R6 05/02

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    A Gertrude, con la cual he estado casado, muy satisfactoriamente,durante 8 aos, 1 mes, 2 semanas, 1 da, 2 horas, 45 minutos y algunos segundos.

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    1 - El murmullo del dormitorio

    Haba un tenue murmullo en el dormitorio, casi imperceptible, un ligero sonido irregular,inequvoco y mortfero.

    Pero no fue eso lo que despert a Biron Farrill, arrancndole de un sueo pesado ypoco reparador. Volvi inquieto la cabeza de un lado a otro, luchando en vano contra el

    zumbido en la mesilla de noche.Extendi torpemente una mano sin abrir los ojos y cerr el contacto.- Dgame - musit.Una voz surgi instantneamente del receptor. Era spera y fuerte, pero a Biron le falt

    la fuerza de voluntad para reducir el volumen.- Puedo hablar con Biron Farrill?- S, soy yo. Qu desea?- Puedo hablar con Biron Farrill? - repiti la voz con ansiedad.Los ojos de Biron se abrieron a la densa oscuridad. Se dio cuenta de la desagradable

    sequedad de su lengua, y del sutil olor que flotaba en la habitacin.- S, Farrill al habla. Quin es usted?

    Como si no le hubiese odo, su interlocutor insisti.- Hay alguien ah? Quisiera hablar con Biron Farrill.Biron se apoy sobre un codo y contempl el lugar donde se hallaba el visfono.

    Accion el control de la visin, y la pequea pantalla se ilumin.- Aqu estoy - dijo. Y reconoci las suaves y vagamente asimtricas facciones de

    Sander Jonti.- Llmame por la maana, Jonti.Se dispona a cerrar nuevamente el aparato, cuando Jonti dijo:- Oiga! Oiga! Hay alguien ah? No es University Hall, habitacin cinco dos seis?

    Oiga!De pronto Biron observ que la pequea luz piloto indicadora del funcionamiento del

    circuito de emisin estaba apagada. Lanz un juramento en voz baja y apret elinterruptor, pero ste sigui cerrado. En aquel momento Jonti cort y la pantalla seconvirti en un simple cuadrado vaco e iluminado.

    Biron cerr el aparato. Encorv el hombro y trat de sumergirse nuevamente en laalmohada. Se senta molesto. En primer lugar, nadie tena derecho a chillarle en plenanoche. Ech un vistazo al reloj cuyas cifras levemente luminosas brillaban sobre lacabecera de la cama: eran las tres y cuarto. Las luces de la casa no se encenderan hastadentro de cuatro horas.

    Adems, no le gustaba despertarse en la completa oscuridad de su habitacin. Elhbito de esos cuatro aos no le haba curtido lo bastante para acostumbrarle a los

    edificios del hombre terrestre, estructuras de cemento armado, bajas, gruesas y sinventanas. Se trataba de una tradicin milenaria que databa de los das en que la primitivabomba nuclear no haba sido contrarrestada por la defensa del campo de fuerza.

    Pero aquello haba pasado. La guerra atmica haba infligido lo peor a la Tierra. Lamayor parte del planeta era extremadamente radiactivo y estril. No quedaba nada queperder, y, sin embargo, la arquitectura reflejaba los antiguos temores, de modo quecuando Biron se despert no haba a su alrededor ms que una oscuridad total.

    Biron se alz nuevamente sobre el codo. Aquello resultaba extrao. Esper. No era quehubiese percibido el fatal murmullo del dormitorio. Era algo quizs an menos perceptible,y desde luego infinitamente menos mortfero.

    Echaba de menos el suave movimiento del aire, que uno daba por supuesto, aquella

    seal de la continua renovacin. Trat de tragar saliva y no lo consigui. La atmsferapareca haberse hecho opresiva, al tiempo que se daba cuenta de la situacin. El sistema

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    de ventilacin haba dejado de funcionar; ahora verdaderamente se senta enojado. Y nisiquiera poda usar el visfono para dar cuenta del hecho.

    Lo intent de nuevo, para asegurarse. Apareci el lechoso cuadrado de luz que lanzuna leve reflexin perlina sobre la cama. Funcionaba, pero no emita. Bien, no importaba.En todo caso, no haran nada para remediarlo antes que se hiciera de da.

    Bostez, buscando a tientas sus zapatillas, mientras se frotaba los ojos con las palmas

    de las manos. Conque no haba ventilacin, verdad? Eso explicaba aquel olor raro.Frunci el ceo y olfate intensamente varias veces. Fue intil. Se trataba de algo familiar,pero no consegua identificarlo.

    Se dirigi al cuarto de bao y accion automticamente el interruptor de la luz, a pesarde que realmente no la necesitaba para servirse un vaso de agua. El interruptorfuncionaba, pero la luz no se encendi. Lo prob varias veces, enojado. Acaso no habanada que funcionase? Se encogi de hombros, bebi en la oscuridad, y se sinti mejor.Bostez de nuevo mientras regresaba al dormitorio, donde prob el interruptor principal.No funcionaba ninguna luz.

    Biron se sent en la cama, coloc sus amplias manos sobre sus fornidos muslos yconsider la situacin. Normalmente, una cosa as habra suscitado una fuerte discusin

    con el personal de servicio. Nadie esperaba un servicio de hotel en un dormitoriouniversitario, pero, voto al Espacio!, uno habra de poder exigir ciertos mnimos deeficiencia, aunque eso no fuese de importancia vital precisamente ahora. Se acercaba elmomento de la graduacin y l haba terminado. Dentro de tres das se despedira parasiempre de la habitacin y la universidad de la Tierra: y tambin de la misma Tierra.

    De todos modos, poda informar de la anomala, sin hacer ningn comentario especial.Poda salir y usar el telfono del vestbulo. Quiz le trajesen una luz automtica, o inclusole instalasen un ventilador que le permitiese dormir sin sensaciones psicosomticas deahogo. Y en caso contrario, al espacio con ellos! Slo le quedaban dos noches ms.

    A la luz del intil visfono localiz unos pantalones cortos. Se los puso junto con unsuter de una pieza, y decidi que aquello bastara para su objeto. No se quit laszapatillas. No haba peligro de despertar a nadie, aunque hubiese marchado por lospasillos con zapatos de clavos, puesto que los gruesos tabiques de aquella estructura dehormign eran casi a prueba de ruidos, pero no vea razn para cambiarse.

    Se dirigi a la puerta y tir de la palanqueta, la cual baj suavemente, y se oy el clicindicador de que se haba activado la cerradura: con la sola diferencia de que eso nohaba ocurrido. Y aunque sus bceps se abultaron con el esfuerzo, no pas nada.

    Se apart de la puerta: aquello era ridculo. Es que haba un fallo general de fuerza?No era posible. El reloj funcionaba, y el visifono segua recibiendo bien.

    Un momento! Podan haber sido los muchachos, esas almas benditas. Lo hacan de

    vez en cuando. Era infantil, naturalmente, pero l mismo haba tomado parte en esa clasede bromas pesadas. No hubiese sido difcil, por ejemplo, que uno de sus compaeros sehubiese introducido a escondidas durante el da para organizar el tinglado. Pero no, lasluces y la ventilacin funcionaban cuando se haba acostado.

    En ese caso tena que haber sido durante la noche. El edificio era anticuado. No hacafalta ser un genio de la ingeniera para manipular los circuitos de la luz y de la ventilacin,ni tampoco para atrancar la puerta. Y ahora esperaran a la maana siguiente para verqu pasaba cuando el buenazo de Biron no pudiese salir. Probablemente le soltaranhacia el medioda y se reiran mucho.

    Biron esboz una sonrisa de resignacin. Bien, si eso era de lo que se trataba, no tenaimportancia, pero era preciso hacer algo, tratar de solucionar e! desaguisado.

    Dio media vuelta y con la puntera golpe algo que se desliz por el suelo produciendoun ruido metlico. Apenas si poda distinguir su sombra movindose a travs de la plidaluz del visifono. Se agach y con un movimiento circular explor el suelo bajo la cama.

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    Extrajo el objeto y lo acerc a la luz. (No eran demasiado listos: deban haber inutilizado elvisifono, en lugar de interferir solamente con el circuito emisor.)

    El objeto que sujetaba era un pequeo cilindro con un agujerito en la parte superior, Selo acerc a la nariz y lo oli. Eso explicaba por lo menos el olor de la habitacin. Erahypnita. Naturalmente, los chicos la haban tenido que usar para que no se despertasemientras manipulaban los circuitos.

    Biron poda ahora reconstruir paso a paso lo ocurrido. Abrieron la puerta con unapalanqueta, cosa sencilla. Quizs haban preparado la puerta durante el da, para quepareciese cerrada, sin estarlo en realidad. No lo haba comprobado. De todos modos, unavez abierta, debieron limitarse a poner un bote de hypnita dentro, y volvieron a cerrar. E!anestsico saldra lentamente, elevando la concentracin hasta dejarle del todoinconsciente. Entonces podan entrar, enmascarados, naturalmente. Espacio! Un pauelohmedo era suficiente para cerrar el paso a la hypnita durante quince minutos, y esetiempo era todo el que se necesitaba.

    Aquello explicaba lo ocurrido con el sistema de ventilacin. Haba que eliminarlo paraevitar que la hypnita se dispersase con excesiva rapidez. La eliminacin del visifono leimpeda pedir ayuda, y la puerta encallada no le dejaba salir; la ausencia de luces serva

    para inducir pnico. Qu chicos tan simpticos!Biron solt un gruido. No poda molestarse demasiado; al fin y al cabo, una broma era

    una broma. Lo que le hubiese gustado hacer entonces era derribar la puerta y terminar deuna vez. Los fuertes msculos de su torso se tensaron ante la idea, pero saba que eraintil. La puerta haba sido construida pensando en sacudidas atmicas. Malditatradicin!

    Pero tena que encontrar alguna manera de solucionarlo. No poda permitir que sesaliesen con la suya. Lo primero que necesitaba era una luz, una verdadera luz, y no elresplandor fijo y poco eficaz del visifono. Eso no era un problema. Tena una linternaautomtica en su armario ropero.

    Por un momento, mientras manipulaba los controles de la puerta de! armario, sepregunt si tambin la habran inmovilizado. Pero se abri sin esfuerzo, y desaparecisuavemente en su cavidad de la pared. No haba ninguna razn para inmovilizar elarmario, y por otra parte no haban tenido mucho tiempo.

    En aquel instante, cuando ya tena la linterna en la mano y se daba la vuelta, toda laestructura de su teora se hundi en un espantoso momento. Se qued rgido, suabdomen se endureci, tensndose, y mantuvo la respiracin, escuchando.

    Por primera vez desde que se haba despertado oy el murmullo del dormitorio.Escuch la apagada e irregular conversacin que mantena consigo mismo, y reconociinmediatamente la naturaleza de! sonido.

    Era imposible no reconocerlo, era el chasquido mortal de la Tierra: un sonido

    inventado haca mil aos.Para ser exacto: era el sonido de un contador de radiacin que iba registrando laspartculas cargadas y las duras ondas gamma que llegaban a l; los suaves impulsoselectrnicos se fundan formando un leve murmullo. Era el sonido de un contador quecontaba la nica cosa que poda contar: la muerte!

    Despacio, de puntillas, Biron fue retrocediendo. Desde un par de metros de distanciaproyect el haz luminoso en direccin a las profundidades del armario. El contador estabaall, en el distante rincn, aunque verlo no signific nada para l.

    Haba estado all desde su ingreso en la universidad. La mayora de los estudiantesrecin llegados de los Mundos Externos compraban un contador durante la primera

    semana de su estancia en la Tierra. Al principio pensaban mucho en la radiactividad de laTierra, y sentan la necesidad de proteccin. Generalmente vendan los contadores a la

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    siguiente promocin de alumnos, pero Biron haba conservado el suyo; ahora se alegrabade ello.

    Se dirigi a su escritorio, donde guardaba su reloj de pulsera mientras dorma. Sumano tembl un poco cuando lo sostuvo a la luz de la linterna. La correa del reloj era deplstico flexible entretejido, y de una suavidad blanca casi lquida. Lo observcuidadosamente desde ngulos diferentes; no haba duda de que estaba blanco.

    Aquella correa haba sido otra de sus primeras compras. Una radiacin enrgica laconverta en azul, y el azul en la Tierra era el color de la muerte. Si uno se perda o sedescuidaba, era fcil extraviarse durante el da sobre un trozo de suelo radiactivo. Elgobierno cercaba tantas manchas radiactivas como poda, y, como es natural, nadie seacercaba nunca a las grandes superficies mortferas que comenzaban algunos kilmetrosfuera de la ciudad. Pero la correa era un seguro. Si en alguna ocasin se tornabaligeramente azul, haba que presentarse en el hospital para recibir tratamiento. No cabandiscusiones. El compuesto de que estaba fabricada era precisamente tan sensible a laradiacin como el propio cuerpo, y podan utilizarse aparatos fotoelctricos adecuadospara medir la intensidad de la coloracin azulada, con lo cual se poda determinarrpidamente la gravedad del caso.

    Un azul oscuro brillante era el fin. As como el color no desaparecera nunca, tampocola persona contaminada podra descontaminarse. No haba cura, escape ni esperanza.Slo quedaba esperar en algn sitio de un da a una semana, y lo nico que poda hacerel hospital era tomar las disposiciones finales para la cremacin.

    Pero, por lo menos, la correa estaba todava blanca, y el tumulto de los pensamientosde Biron se calm un poco.

    De modo que no haba mucha radiactividad. Sera quizs otro aspecto de la broma?Biron pens en ello y decidi que no poda ser. Nadie le hara tal broma a otro; por lomenos en la Tierra, donde la manipulacin ilegal de material radiactivo se castigaba con lapena de muerte. Aqu, en la Tierra, se tomaban la radiactividad en serio; no tenan msremedio. Nadie hubiese hecho una cosa as, sin una razn poderossima.

    Lo pens cuidadosa y explcitamente, enfrentndose abiertamente con la idea. Unarazn poderossima, como, por ejemplo, un deseo de asesinar. Pero, por qu? No podahaber motivo alguno. En sus veintitrs aos de vida no haba tenido nunca un enemigoserio. No tan serio, desde luego, como para que intentara asesinarle.

    Agarr con las manos su corto cabello. Era una idea ridcula, pero no haba manera deeludirla. Retrocedi cuidadosamente hacia el armario. All deba de haber algo queenviaba la radiacin, algo que no estaba cuatro horas antes. Lo vio casi inmediatamente.

    Era una cajita de no ms de quince centmetros de lado. Biron la reconoci, y su labioinferior tembl ligeramente. No haba visto una antes, pero haba odo hablar de ellas.Levant el contador y se lo llev al dormitorio. El pequeo murmullo disminuy, cesando

    casi por completo. Comenz de nuevo cuando el delgado tabique de mica, a travs delcual entraba la radiacin, estuvo orientado hacia la caja. No le quedaba duda alguna. Erauna bomba de radiacin.

    Aquellas radiaciones no eran mortales por s mismas; no eran ms que un detonador;en el interior de la pequea caja se encontraba una diminuta pila atmica. Istoposartificiales de corta vida la calentaban lentamente, permendola con partculasapropiadas. Cuando se alcanzase el umbral de calor y densidad de partculas, la pilareaccionara. Generalmente no lo haca en forma de explosin, si bien el calor de reaccinservira para fundir la caja, convirtindola en un pedazo de retorcido metal, sino queproducira un tremendo estallido de radiacin que matara a todo ser viviente en un radiodesde unos dos metros hasta diez kilmetros, segn el tamao de la bomba.

    No haba manera de saber cundo se alcanzara el umbral. Quizs al cabo de horas,quizs al momento siguiente. Biron permaneci de pie, impotente, sujetando dbilmente la

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    linterna con sus hmedas manos. Media hora antes el visifono le haba despertado, yentonces no tena inquietud alguna. Ahora saba que iba a morir.

    Biron no quera morir, pero se encontraba acorralado, y no haba dnde esconderse.Conoca la geografa de la habitacin. Estaba al final de un pasillo, de modo que

    solamente haba otra habitacin a uno de los lados y, desde luego, encima y debajo de l.La habitacin del mismo piso estaba junto al cuarto de bao; los aseos de ambas

    habitaciones eran contiguos. Dudaba de que pudieran orle.Quedaba el cuarto de abajo.Haba en la habitacin un par de sillas plegables, destinadas a las visitas. Cogi una de

    ellas, que produjo un chasquido al dar contra el suelo. La puso de canto, y el ruido se hizoms duro y ms fuerte.

    Esper despus de cada golpe, preguntndose si conseguira despertar al que dormaabajo, y molestarle lo suficiente para que diese parte de la perturbacin.

    De improviso percibi un leve ruido, y esper, con la silla alzada por encima de sucabeza. Volvi a orse el ruido, algo as como un grito distante. Proceda de la direccinde la puerta.

    Dej caer la silla y contest gritando. Peg la oreja contra la hendedura donde la puerta

    se una con la pared, pero el ajuste era bueno, e incluso all el sonido era dbil.Pudo, no obstante, percibir que alguien pronunciaba su nombre.- Farrill! Farrill! - gritaron varias veces, y luego algo ms que no entendi bien, quiz si

    estaba all o si se senta bien.- Abrid la puerta! - contest rugiendo.Lo repiti tres o cuatro veces. Se hallaba en un estado de impaciencia febril. Quizs en

    aquel mismo instante la bomba estuviese a punto de estallar.Le pareci que le oan. Por fin volvi a orse una voz sofocada:- Cuidado! algo..., demoledor...Comprendi lo que significaba, y se alej rpidamente de la puerta.Oy un par de sonidos breves, como chasquidos, y hasta percibi las vibraciones

    producidas en el aire de la habitacin. Sigui un ruido terrible, y la puerta se abri haciadentro. Entr la luz del pasillo.

    Biron sali precipitadamente, con los brazos extendidos.- No entris! - grit -. Por amor de la Tierra, no entris. Hay una bomba de radiacin!Se enfrent con dos hombres. Uno de ellos eran Jonti, y el otro Esbak, el

    superintendente, quien slo estaba parcialmente vestido.- Una bomba de radiacin? - balbuci Esbak. Pero Jonti pregunt directamente:- De qu tamao?Tena an en la mano el demoledor, y eso era lo nico que desdeca de su elegante

    aspecto, incluso a aquella hora de la noche.

    Biron slo pudo indicar el tamao de la bomba con un gesto de las manos.- Bien - dijo Jonti. Pareca muy sereno, y se volvi hacia el superintendente -: Sermejor evacuar las habitaciones de esta rea, y si tienen pantallas de plomo en algn lugarde la universidad, haga que las traigan y las coloquen en el pasillo. Yo no permitira quenadie entrase hasta la maana. - Se volvi hacia Biron -: Probablemente su radio es decuatro a seis metros. Cmo entr aqu?

    - No lo s - dijo Biron Se enjug la frente con el dorso de la mano -. Si no le importa,tengo que sentarme.

    Ech una ojeada a su mueca, y se dio cuenta de que su reloj de pulsera estaba anen la habitacin. Sinti deseos de volver a entrar para buscarlo.

    Ahora haba movimiento, pues estaban sacando a los estudiantes de sus habitaciones.

    - Venga conmigo - dijo Jonti -. Me parece que har bien en sentarse.- Por qu ha venido a mi habitacin? - pregunt Biron -. No es que no se loagradezca, usted ya me comprende.

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    - Le llam y no obtuve respuesta. Y tenia que verle.- Verme a m? - Hablaba con cuidado, tratando de dominar su respiracin irregular -.

    Por qu?- Para advertirle de que su vida estaba en peligro. Biron se ri nerviosamente.- Ya me he enterado.- Eso slo ha sido la primera prueba. Volvern a intentarlo.

    - Quines son ellos?- Aqu no, Farrill - dijo Jonti -. Necesitamos estar solos. Usted es un hombre marcado ypuede que ya me haya puesto en peligro yo tambin.

    2 - La red a travs del espacio

    La sala de estudiantes estaba vaca y oscura. Difcilmente poda haber sido de otromodo a las cuatro y media de la madrugada. Y, no obstante, Jonti vacil un momento,mientras mantena abierta la puerta, escuchando.

    - No - dijo en voz baja -, deje apagadas las luces. Para hablar no las necesitamos.

    - He tenido ya suficiente oscuridad por una noche - murmur Biron.- Deje la puerta entreabierta.A Biron le faltaba voluntad para discutir. Se dej caer en la silla ms cercana y observ

    cmo el rectngulo de luz de la puerta se reduca a una estrecha lnea. Ahora que todohaba pasado, senta los efectos.

    Jonti detuvo la puerta y apoy su bastoncillo sobre la lnea de luz en el suelo.- Obsrvelo. Nos indicar si alguien pasa, o si se mueve la puerta.- Por favor, no estoy de humor para conspiraciones - dijo Biron -. Si no le importa, le

    agradecer que me diga lo que ha de decirme. Me ha salvado la vida, y maana mesentir debidamente agradecido. Pero, por el momento, lo que deseo es un trago y unbuen descanso.

    - Me hago cargo de sus sentimientos - dijo Jonti -, pero de momento se ha evitado undescanso demasiado largo; deseara que no fuera slo por un momento. ( Sabe queconozco a su padre?

    Era una pregunta abrupta y Biron alz las cejas, gesto que pas desapercibido en laoscuridad.

    - Nunca me ha dicho que le conociese - respondi.- Me hubiese extraado si se lo hubiera dicho. No me conoce por el nombre que uso

    aqu. Y, por cierto, ha sabido algo de su padre recientemente?- Por qu lo pregunta?- Porque corre peligro.

    - Qu?Jonti busc en la oscuridad el brazo del otro y lo sujet con fuerza.- Por favor, siga hablando en voz baja.Biron se dio cuenta por primera vez de que haban estado hablando en un murmullo.- Ser ms concreto - prosigui Jonti -. Su padre ha sido detenido. Comprende lo que

    significa eso?- No, la verdad es que no lo entiendo. ( Quin le ha detenido, y qu quiere usted decir?

    Por qu me est fastidiando?Las sienes de Biron latan violentamente. La hypnita y la proximidad de la muerte le

    imposibilitaban para contender con el hombre tro y elegante que tena a su lado, tancerca que sus murmullos resultaban tan claros como si hubieran sido gritos.

    - Supongo que tendr alguna idea del trabajo que su padre est realizando.- Si conoce a mi padre, debe saber que es un ranchero de Widemos. Ese es su trabajo.

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    - Bueno, no hay razn para que se fe de m, salvo por el hecho de que estoyarriesgando mi vida por usted. Pero ya s todo lo que pueda decirme. Por ejemplo, s quesu padre ha estado conspirando contra los tyrannios.

    - Lo niego - dijo enrgicamente Biron -. El servicio que me ha prestado esta noche no leda derecho a hacer tales afirmaciones sobre mi padre.

    - Es necio ser tan evasivo, amigo mo, y me est haciendo perder el tiempo. No se da

    cuenta de que la situacin est ya ms all de la esgrima verbal? Lo dir claramente. Supadre ha sido arrestado por los tyrannios. Quizs est ya muerto.- No lo creo - contest Biron, levantndose a medias.- Estoy en situacin de saberlo.- Acabemos con esto, Jonti. No estoy de humor para misterios y me molesta ese

    intento suyo de...- Bien, de qu? - La voz de Jonti perdi algo de su tono refinado -. Qu gano yo

    contndole esto? Acaso debo recordarle que lo que s, y usted se niega a creer, me hizocomprender que intentaran eliminarle? Piense en lo que ha ocurrido, Farrill.

    - Comience de nuevo y dgalo claramente - dijo Biron -. Le escucho.- Muy bien. Supongo, Farrill, que sabe que soy un compatriota de los Reinos

    Nebulares, aunque me hago pasar por un vegano.- Por su acento pens que podra ser as. No me pareci importante.- Pues es importante, amigo mo. Vine aqu porque a mi, como a su padre, no me

    gustaban los tyrannios. Hace cincuenta aos que oprimen a nuestro pueblo. Son yamuchos aos.

    - No soy un poltico.La voz de Jonti mostr otra vez un acento irritado.- Oh, no soy uno de sus agentes que trata de comprometerle. Le estoy diciendo la

    verdad. Hace un ao me cogieron, como ahora han cogido a su padre. Pero conseguescaparme, y vine a la Tierra, donde cre que estara a salvo hasta que estuviesepreparado para regresar. Eso es todo lo que necesito contarle acerca de m mismo.

    - Es ms de lo que he preguntado.Biron no consegua eliminar de su voz un tono poco amistoso. Jonti le afectaba

    desfavorablemente con su amanerada precisin.- Ya lo s. Pero es necesario que, por lo menos, le diga eso, pues fue as como conoc

    a su padre. Trabajaba conmigo, o mejor dicho, yo trabajaba con l. Me conoca, pero nooficialmente, como el noble ms grande del planeta de Nefelos. Comprende?

    Biron, sumido en la oscuridad, asinti intilmente con la cabeza.- S - musit.- No es necesario entrar en ms detalles. Incluso aqu he conservado mis fuentes de

    informacin, y s que ha sido detenido. Lo s. Si slo hubiera sido una sospecha, este

    intento de asesinato a usted constituira una prueba suficiente.- De qu modo?- Si los tyrannios tienen al padre, cree que van a dejar al hijo en libertad?- Acaso trata de decirme que los tyrannios pusieron esa bomba de radiacin en mi

    cuarto? Es imposible.- Por qu ha de ser imposible? Es que no se hace cargo de su situacin? Los

    tyrannios gobiernan en cincuenta mundos; numricamente son superiores a razn de cienpor uno. En tal situacin, la fuerza por s sola no basta. Su especialidad son los mtodostortuosos, la intriga y el asesinato. La red que tienen a travs del espacio es grande y deestrecha malla. Tengo motivos para creer que se extiende a travs de quinientos aos luz,hasta la Tierra.

    Biron estaba todava bajo los efectos de la pesadilla. All fuera, en la distancia, se oanlos leves ruidos de las pantallas de plomo que eran trasladadas a sus posiciones. Pensque en su habitacin el contador an deba estar siseando.

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    - No es razonable. Esta semana regreso a Nefelos. Deben saberlo. Para qu me ibana matar aqu? Con slo esperar, hubiese cado en sus manos.

    Le satisfizo encontrar el fallo, pues estaba ansioso por creer su propia lgica. Jonti seaproxim an ms, y su aliento fragante agit el cabello de las sienes de Biron.

    - Su padre es popular. Ya que ha sido encarcelado por los tyrannios, su ejecucin esuna probabilidad con la que debe enfrentarse. Su muerte ser tomada a mal incluso por la

    raza de esclavos acobardados que los tyrannios estn tratando de criar. No tienen laintencin de hacer mrtires. Como nuevo ranchero de Widemos podra usted ser el centrode ese resentimiento, y ejecutarle doblara el peligro para ellos. Pero les convendra quemuriese accidentalmente en un mundo distante.

    - No lo creo - dijo Biron. Era la nica defensa que le quedaba. Jonti se levant y sepuso sus finos guantes.

    - Va demasiado lejos, Farrill. Su papel sera ms convincente si no pretendiese unaignorancia tan completa. Es posible que su padre le haya estado ocultando la realidadpara protegerle mejor, pero dudo que sus creencias no le hayan afectado en algunamedida. Su odio a los tyrannios no puede ser ms que un reflejo del de su padre. No esposible que no est dispuesto a combatirlos.

    Biron se encogi de hombros.- Es posible incluso que su padre reconozca que usted es ya un adulto, hasta el punto

    de utilizarle - dijo Jonti -. Es conveniente que usted est en la Tierra y tal vez combine sueducacin con una misin determinada..., quizs una misin tal, que los tyrannios estndispuestos a matarle para hacerla fracasar.

    - Todo esto es un estpido melodrama.- De veras? Pues que as sea. Si la verdad no le convence ahora, los hechos le

    convencern ms tarde. Habr otros atentados contra su vida, y el prximo tendr xito.Desde este momento, Farrill, es usted hombre muerto.

    Biron levant la mirada.- Espere! Cul es su inters particular en este asunto?- Soy un patriota. Quisiera que los Reinos fuesen libres de nuevo, con sus gobiernos de

    su propia eleccin.- No. Digo su inters particular. No puedo aceptar un idealismo puro, porque no lo

    puedo creer en usted. - Las palabras de Biron sonaron agresivamente -. Sentira que estole ofendiese.

    Jonti se volvi a sentar.- Mis tierras han sido confiscadas - declar -. Antes de mi exilio no resultaba agradable

    verse forzado a recibir rdenes de esos enanos. Y desde entonces se ha hecho msnecesario an volver a ser la clase de hombre que mi abuelo haba sido antes de lallegada de los tyrannios. Le basta eso como razn prctica para desear una revolucin?

    Y a falta de l, usted!- Yo? Tengo veintitrs aos y no s nada de todo esto. Podra encontrar alguienmejor.

    - Podra, sin duda. Pero no hay nadie ms que sea el hijo de su padre. Si matan a supadre, usted ser ranchero de Widemos, y como tal me ser de utilidad, aunque notuviese ms que doce aos y, adems, fuese idiota. Le necesito por la misma razn por laque los tyrannios quieren librarse de usted. Y si mi necesidad no le convence, sin duda lade ellos debe convencerle. Haba una bomba de radiacin en su cuarto; no poda habertenido ms objeto que matarle. Quin si no los tyrannios podra tener deseos dematarle?

    Jonti esper pacientemente el susurro del otro.

    - Nadie - concluy Biron -. Que yo sepa nadie podra desear matarme. As pues, esverdad lo de mi padre!- Es verdad. Considrele una baja de guerra.

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    - Y cree que eso es un consuelo? Quizs algn da le dedicarn un monumento conuna inscripcin radiante que pueda ser vista a veinte mil kilmetros a travs del espacio? -Su voz se iba quebrando -. Es que eso iba a hacerme feliz?

    Jonti esper, pero Biron no dijo nada ms.- Qu piensa hacer? - inquiri Jonti.- Irme a casa.

    - Entonces, es que an no comprende su situacin.- Digo que me voy a casa. Qu quiere que haga? Si mi padre est vivo le sacar de all.Y si ha muerto... Entonces...

    - Calma! - La voz del mayor de los dos hombres pareca framente molesta -. Deliracomo una criatura. No puede ir a Nefelos., No se hace cargo de que no puede ir? Estoyhablando con un nio o con un hombre de sentido comn?

    - Qu sugiere? - musit Biron.- Conoce al director de Rhodia?- El amigo de los tyrannios? Le conozco. S quin es. Todo el mundo en los Reinos

    sabe quin es. Hinrik V, director de Rhodia.- Le conoce personalmente?

    - No.- Eso es lo que quera decir. Si no le ha visto no le conoce. Es un imbcil, Farrill, tal

    como suena. Pero cuando los tyrannios confisquen el rancho de Widemos, y loconfiscarn, lo mismo que confiscaron mis tierras, se lo adjudicarn a Hinrik. Lostyrannios creern as ms seguras aquellas tierras, y all es adonde tiene que ir.

    - Porqu?- Porque Hinrik tiene influencia sobre los tyrannios; tanta influencia como pueda tener

    un ttere. Tal vez consiga que le rehabiliten.- No veo por qu. Lo ms probable es que me entregue a ellos.- Efectivamente. Pero estar precavido, y puede tener una posibilidad de evitarlo.

    Recuerde que su ttulo es valioso e importante, pero no es suficiente por s solo. En estosasuntos de conspiraciones hay que ser prcticos por encima de todo. La gente se unir entorno a usted por razones sentimentales y por respeto a su nombre, pero paraconservarlas necesitar dinero.

    - Necesito tiempo para decidir - consider Biron.- No hay tiempo. Su tiempo expir cuando dejaron la bomba de radiacin en su cuarto.

    Actuemos en seguida: puedo darle una carta de presentacin para Hinrik de Rhodia.- Tanto le conoce?- Sus sospechas nunca andan muy lejos, verdad? Una vez fui jefe de una misin a la

    corte de Hinrik en representacin del autarca de Lingane. Probablemente su imbcilcerebro no me recordar, pero no se atrever a confesar que lo ha olvidado. Le servir de

    presentacin, y desde all podr improvisar. Tendr la carta preparada por la maana.Hay una nave que sale para Rhodia a medioda. Tengo billetes para usted. Yo tambinme voy, pero por otra ruta. No se entretenga. Aqu ya ha terminado, verdad?

    - Falta la entrega del diploma.- Es slo un trozo de pergamino. Le importa?- Ahora no.- Tiene dinero?- Suficiente.- Muy bien. Si tuviera demasiado sena sospechoso - dijo Jonti con voz imperiosa -.

    Farrill!Biron sali de su estado cercano a la estupefaccin.

    - Qu?- Renase con los dems. No diga a nadie que se va. Deje que hablen las obras.

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    Biron asinti como atontado. En el fondo de su mente quedaba el presentimiento deque no haba cumplido su misin, y que tambin en aquella ocasin haba fallado a sumoribundo padre. Se sinti torturado por una amargura intil. Debera haberle dicho ms.Poda haber compartido los peligros. No debi permitirle que obrara en la ignorancia.

    Y ahora que saba la verdad o. por lo menos, sabia ms que antes acerca del papel desu padre en la conspiracin, resultaba an ms importante el documento que deba haber

    obtenido de los archivos de la Tierra. Pero ya no quedaba tiempo para conseguirlo, nipara preocuparse de l, ni para salvar a su padre; quiz ni siquiera quedaba tiempo paravivir.

    - Har tal como me dice, Jonti - declar.Sander Jonti se detuvo en los escalones de acceso al dormitorio de la universidad y

    lanz una rpida ojeada. No haba ciertamente admiracin en su mirada.Mientras descenda al camino enladrillado que serpenteaba con escasa elegancia a

    travs de la atmsfera seudorrstica que asuman desde la antigedad todos losambientes universitarios, poda ver enfrente el resplandor de las luces de la nica calleimportante de la ciudad. Ms all, ahogado durante el da, pero visible ahora, se percibael eterno azul radiactivo del horizonte, mudo testigo de guerras prehistricas.

    Jonti contempl durante un momento el cielo. Haban pasado ms de cincuenta aosdesde que los tyrannios vinieron para poner abrupto trmino a las vidas separadas de dosdocenas de unidades polticas distantes y pendencieras en las profundidades, ms all dela Nebulosa. Ahora, de improviso y prematuramente, pesaba sobre ellas la paz de laestrangulacin.

    La tempestad que las haba devastado con un inmenso estallido era algo de lo que anno se haban recuperado. No haba dejado ms que una especie de espasmo que de vezen cuando agitaba un mundo aqu o all. Organizar esos espasmos, sincronizarlos en unimpulso oportuno, sera tarea larga y difcil. Jonti llevaba ya demasiado tiempo en laTierra; era hora de regresar.

    Los otros, all en su patria, probablemente trataban en aquel preciso instante de entraren contacto con l.

    Apret el paso.

    Capt el haz de luz en cuanto entr en su habitacin. Era un haz personal, por cuyaseguridad no senta todava temor alguno, y que no presentaba ningn fallo en su secreto.No se requera un receptor especial; nada de metal y alambres para captar las dbilesoleadas de electrones que susurraban a travs del hiperespacio desde un mundo quedistaba quinientos aos luz.

    En su habitacin el espacio mismo estaba polarizado y dispuesto para la recepcin. Suestructura haba dejado de ser fortuita. No haba manera de detectar tal polarizacin,

    excepto por medio del receptor. Y en aquel volumen determinado de espacio slo supropia mente poda actuar como receptor: puesto que solamente las caractersticaselctricas de su propio sistema de clulas nerviosas podan resonar a las vibraciones delhaz luminoso que transportaba el mensaje.

    El mensaje era tan privado como las caractersticas nicas de sus propias ondascerebrales, y en todo el universo, con sus cuatrillones de seres humanos, la probabilidadde que se produjese un duplicado lo suficientemente semejante para permitir que unhombre pudiese captar la onda personal de otro era un nmero de veinte cifras contrauno.

    El cerebro de Jonti se orientaba hacia la llamada que se deslizaba a travs del espacio,del vado incomprensible del hiperespacio.

    -...llamando..., llamando..., llamando..., llamando...Emitir no era tan sencillo como recibir. Se requera un dispositivo mecnico paraestablecer la onda portadora especfica que devolvera el contacto hasta ms all de la

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    Nebulosa. Ese dispositivo se encontraba dentro del botn de adorno que llevaba en elhombro derecho, y se activ automticamente en cuanto entr en su volumen depolarizacin espacial, despus de lo cual no tena ms que pensar concentradamente ensu objetivo.

    - Aqu estoy.No era necesaria ninguna identificacin ms especfica. La montona repeticin de la

    seal de la llamada ces, y se convirti en palabras que tomaron forma en su cerebro.- Te saludamos, seor. Widemos ha sido ejecutado. Como es natural, la noticia an nose ha hecho pblica.

    - No me sorprende. Hubo alguien ms implicado?- No, seor. El ranchero no hizo manifestacin alguna. Era un hombre valiente y leal.- S. Pero se necesita algo ms que simple valenta y lealtad, o de lo contrario no le

    hubiesen cogido. Un poco ms de cobarda hubiese sido til. No importa! He hablado consu hijo, el nuevo ranchero, quien se ha enfrentado ya con la muerte. Lo utilizaremos.

    - Puedo preguntar de qu manera, seor?- Mejor ser dejar que los hechos contesten tu pregunta. Lo cierto es que todava no

    puedo predecir las consecuencias. Maana saldr al encuentro de Hinrik de Rhodia.

    - Hinrik! Ese joven correr un peligro terrible. Se da cuenta de que...?- Le he dicho todo lo que he podido - respondi Jonti, tajante -. No podemos fiarnos

    demasiado de l, hasta que le hayamos probado. En las circunstancias presentes nopodemos considerarle ms que un hombre que debe ser arriesgado, como cualquier otro.Podemos gastarlo, completamente. No me llamis aqu otra vez, pues me voy de laTierra.

    Jonti hizo un gesto que significaba el fin de la conexin y la cort mentalmente.Se qued pensativo y repas con lentitud los acontecimientos del da y de la noche,

    sopesando cada uno de ellos. Poco a poco se sonri. Todo haba sido dispuestoperfectamente, y la comedia poda ahora seguir representndose por s sola.

    No se haba dejado nada al azar.

    3 - El azar y el reloj de pulsera

    La primera hora despus de que una nave espacial se ha liberado de la servidumbreplanetaria es la ms prosaica. Hay la confusin de la salida, que esencialmente es muysemejante a la que debi acompaar la partida del primer tronco hueco en algn roprimitivo.

    Uno se acomoda y alguien se ocupa del equipaje; se produce el primer instante deextraeza y de agitacin sin sentido en torno a uno. Las intimidades pronunciadas en voz

    alta en el ltimo momento; luego la calma, el sonido apagado de las esclusas seguido delsuspiro lento del aire cuando los cierres se deslizan automticamente hacia dentro, comogigantescas perforadoras que se cierran hermticamente.

    Sigue el profundo silencio y las seales rojas que centellean en todas las habitaciones.Ajustarse los trajes de aceleracin..., ajustarse los trajes de aceleracin..., ajustarse

    los trajes de aceleracin.Los camareros recorren los pasillos llamando brevemente con los nudillos a cada

    puerta y abrindola con brusquedad.- Perdone. Pngase el traje.Y uno lucha con los trajes, fros, apretados, incmodos, pero conectados a un sistema

    hidrulico que absorbe las mareantes presiones de la partida.

    Luego se percibe el lejano rumor de los motores a propulsin atmica que funcionan abaja potencia para maniobrar en la atmsfera, seguido al instante por el empuje haciaatrs contra el aceite de la montura del traje, que cede lentamente. Luego, muy despacio,

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    uno es empujado de nuevo hacia delante, al disminuir la aceleracin. Si consigue evitarlas nuseas durante este perodo, uno estar probablemente libre de mareo espacialhasta el fin del viaje.

    El mirador no se abri a los pasajeros durante las tres primeras horas de vuelo, ycuando la atmsfera qued atrs y las puertas dobles estaban a punto de separarse,

    haba una larga cola que esperaba. All estaban reunidos no slo todos los planetarios(en otras palabras, los que nunca haban estado antes en el espacio), sino tambin unabuena parte de los viajeros de ms experiencia.

    Despus de todo, la vista de la Tierra desde el espacio era una de las cosas obligadaspara el turista.

    El mirador era una burbuja en la piel de la nave, una burbuja de plsticotransparente, duro como el acero, de forma curva y ms de medio metro de espesor. Lacubierta retrctil de acero al iridio que la protega contra la abrasin de la atmsfera y desus partculas de polvo haba sido descorrida. Las luces estaban apagadas, y la galerallena de gente. Las caras que miraban a travs de las barras brillaban a la luz de la Tierraque colgaba all abajo, baln gigantesco que resplandeca con manchas anaranjadas,

    azules y blancas. El hemisferio visible pareca estar casi del todo iluminado por el sol; loscontinentes bajo las nubes eran de color anaranjado, como el desierto, con lneasdelgadas y distantes de verde. Los mares eran azules, y se destacaban netamente frenteal negro del espacio, all donde se encontraban con el horizonte. Y por todas partes, en elnegro y limpio cielo, estaban las estrellas.

    Los que observaban esperaron pacientemente.No era el hemisferio iluminado lo que queran. El casquete polar, de un blanco cegador,

    iba deslizndose a la vista mientras la nave mantena la pequea, casi imperceptibleaceleracin que le iba sacando de la elptica. Pronto la sombra de la noche fueaduendose del globo, y la gran isla mundial de Eurasia-frica apareci en escenamajestuosamente, con su parte norte hacia abajo.

    Su suelo enfermo y sin vida esconda su horror bajo un juego de joyas inducido por lanoche. La radiactividad del suelo era un inmenso mar azul iridiscente que centelleaba enfestones extraos, los cuales indicaban la manera en que en otro tiempo haban cado lasbombas nucleares, una generacin antes de que se hubiese desarrollado la defensa delos campos de fuerza contra las explosiones atmicas, para que ningn otro mundopudiera suicidarse precisamente de aquel modo.

    Los pasajeros siguieron contemplando hasta que, con el paso de las horas, la Tierra seconvirti en una media moneda brillante en un negro infinito.

    Entre los que observaban se encontraba Biron Farrill. Estaba sentado solo, en primerafila, con los brazos apoyados sobre la barandilla, y la mirada pensativa y preocupada. No

    era as cmo haba pensado dejar la Tierra. Se trot la spera barbilla con el brazobronceado y se sinti culpable de no haberse afeitado aquella maana. Dentro de un ratoira a su cuarto y se arreglara. Entretanto, vacilaba en marcharse. All haba gente, peroen su cuarto estara solo.

    O era sta precisamente una razn para marcharse? No le gustaba el nuevosentimiento que perciba en si mismo, de ser perseguido, de no tener amigos.

    No le quedaba ni un asomo de amistad; toda se haba marchitado en el mismo instanteen que le despert la llamada telefnica, haca menos de veinticuatro horas.

    Incluso en el dormitorio se haba convertido en un estorbo. El viejo Esbak se habaprecipitado sobre l a su regreso de la conversacin con Jonti en la sala de estudiantes.Esbak estaba agitadsimo, y su voz resultaba excesivamente aguda.

    - Seor Farrill, le he estado buscando. Ha sido un desgraciado incidente. No locomprendo. Tiene usted alguna explicacin?

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    - No - haba dicho Biron casi a voz en grito -, no la tengo. Cundo podr entrar en mihabitacin y sacar mis cosas?

    - Seguramente por la maana. Acabamos de traer el equipo para investigar lahabitacin. Ya no queda vestigio ninguno de radiactividad por encima del nivel normal delfondo. Por fortuna se ha podido usted librar a tiempo; se ha debido escapar por muypocos minutos.

    - S, s, pero si me lo permite, deseara descansar.- Le ruego que utilice mi habitacin hasta maana; y luego le alojaremos de nuevo porlos pocos das que le quedan. Perdn, seor Farrill, pero si no le molesta, hay otroasunto...

    Evidentemente, se mostraba demasiado corts.- Qu otro asunto? - pregunt Biron en tono de cansancio.- Sabe usted de alguien que haya podido estar interesado en..., bueno, en liquidarle?- Liquidarme as! Desde luego que no.- Cules son entonces sus planes? Como es natural, las autoridades de la escuela

    lamentaran mucho que hubiese publicidad a consecuencia de este incidente.Era notable aquella insistencia en referirse a ello como a un incidente!

    - Le comprendo. Pero no se preocupe. No me interesan ni las investigaciones ni lapolica. Me marcho pronto de la Tierra, y prefiero que no se me perturben mis planes. Novoy a acusar a nadie; al fin y al cabo, an estoy vivo.

    El alivio de Esbak fue casi indecoroso. Eso era todo lo que queran de l. Nadadesagradable. No era sino un incidente que deba ser olvidado.

    Entr nuevamente en su antigua habitacin a las siete de la maana. Estaba tranquilo,y no se oa murmullo alguno en el armario. La bomba ya no estaba all, ni tampoco elcontador. Probablemente Esbak se los haba llevado, y los habra tirado al lago. As sedestruan las pruebas, pero eso era asunto de la escuela. Meti sus cosas en las maletasy pas por la oficina para que le asignasen otra habitacin. Observ que la lucesfuncionaban nuevamente, lo mismo que el visifono. El nico vestigio de la noche pasadaera la torcida puerta, con su cerradura fundida.

    Le dieron otro cuarto, lo cual estableca, para cualquiera que pudiera estar escuchando,su intencin de quedarse. Luego, utilizando el telfono del vestbulo, llam a un taxiareo. No crea que nadie le hubiera visto. Que la escuela explicase como quisiese sudesaparicin.

    En el puerto espacial haba visto a Jonti durante un instante. Se miraron solamente dereojo. Jonti no dijo nada, ni dio muestras de haberle reconocido, pero cuando hubopasado junto a l, en la mano de Biron qued un pequeo globo negro, que era unacpsula personal, y un billete para Rhodia.

    Se entretuvo un momento con la cpsula personal, que no estaba sellada. Ms tarde

    ley el mensaje en su habitacin. Era una sencilla presentacin con un mnimo depalabras.Mientras contemplaba desde el mirador cmo la Tierra se iba empequeeciendo con el

    paso del tiempo, dedic durante un rato sus pensamientos a Sander Jonti. Le conocaslo muy superficialmente hasta que Jonti penetr de un modo devastador en su vida,primero para salvarla y luego para dirigirla por un camino nuevo y desconocido. Bironconoca su nombre, le saludaba al pasar y a veces haba cambiado con l algunaspalabras puramente formularias, pero eso era todo. No le gustaba aquel hombre, sufrialdad, su excesiva correccin en el vestir, su personalidad amanerada. Pero todo esono tena nada que ver con la situacin actual.

    Biron se frot su spera barbilla con la mano inquieta y suspir. La verdad era que

    deseaba ardientemente la presencia de Jonti. Aquel hombre, por lo menos, dominaba losacontecimientos. Supo lo que haba que hacer. Y ahora que Biron estaba solo se sentamuy joven, muy desamparado, sin amigos, y casi asustado.

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    - Alguien tena que ser. Usted viaja solo, es joven, y pensamos que no tendra dificultaden asimilar una gravedad ligeramente mayor. - Recorri con la mirada el musculosocuerpo de Biron de pies a cabeza -. Adems, encontrar usted que su nuevo camaroteest mejor equipado que el anterior. No ha perdido usted con el cambio; ciertamente queno.

    El capitn sali de detrs de su escritorio.

    - Me permite que le ensee personalmente su nuevo alojamiento?A Biron le result difcil mantener su resentimiento. Todo aquel asunto parecarazonable, pero a la vez, extraamente, no lo pareca tanto.

    Mientras caminaba, el capitn le iba hablando.- Querr usted acompaarme a mi mesa para la cena de maana? Nuestro primer

    salto est fijado a esa hora. Biron se oy decir a s mismo:- Gracias. Me sentir muy honrado.No obstante, la invitacin le pareci extraa. Aceptaba que el capitn no pretenda ms

    que apaciguarle, pero sin duda el mtodo era ms enrgico de lo necesario.La mesa del capitn era larga y ocupaba por completo una de las paredes del saln.

    Biron se encontr cerca del centro asumiendo una preferencia inadecuada sobre otros

    comensales. Y no obstante estaba ante l la tarjeta con su nombre. El mayordomo habainsistido; no haba ningn error.

    Biron no era excesivamente modesto. Como hijo del ranchero de Widemos, no habasido nunca necesario desarrollar en l tal caracterstica. Pero, como Biron Malaine, no erams que un ciudadano ordinario, y esas cosas no debern suceder a ciudadanosordinarios.

    En primer lugar, el capitn tena toda la razn en lo referente a su nuevo camarote. Eraen verdad ms completo. El camarote primitivo estaba de acuerdo con la categoraindicada en su billete, sencillo y de segunda clase, mientras que el que lo habareemplazado era uno de primera y doble. Tena anexo un cuarto de bao, privado,naturalmente, con ducha y secador de aire.

    Estaba cerca del territorio de los oficiales, y la presencia de uniformes era casiabrumadora. Le haban llevado el almuerzo a su cuarto en un servicio de plata. Pocoantes de la cena hizo su repentina aparicin el peluquero. Quiz todo eso era lo que cabaesperar cuando se viaja en primera en una nave espacial de lujo, pero era demasiadobueno para Biron Malaine.

    Era realmente demasiado, pues poco antes de llegar el barbero, Biron acababa deregresar de un paseo vespertino que le haba conducido por los pasillos a lo largo de unaruta deliberadamente tortuosa. Por todas partes se haba encontrado con miembros de latripulacin, corteses, serviles. Consigui desprenderse de ellos y lleg al 140 D, su primercamarote, en el que nunca haba dormido.

    Se detuvo para encender un cigarrillo, y en el instante que emple en ello el nicopasajero que estaba a la vista desapareci tras un recodo del pasillo. Biron tocsuavemente el llamador luminoso, pero no obtuvo respuesta.

    No le haban quitado an la llave del primer camarote. Un descuido, sin duda. Coloc ladelgada chapa de metal en su orificio, y la especial opacidad contenida en la envoltura dealuminio activ el pequeo fototubo. Se abri la puerta, y Biron dio un paso al interior.

    Fue todo lo que necesitaba. Sali, y la puerta se cerr automticamente tras l. Sehaba dado cuenta inmediatamente. Su antiguo camarote no estaba ocupado; ni por unpersonaje importante de corazn delicado, ni por nadie. La cama y el mobiliario estabandemasiado bien arreglados; no haba bales, ni objetos de tocador; faltaba incluso elambiente de los lugares ocupados.

    De modo que el lujo que le rodeaba no tena ms objeto que impedirle que hiciesenada por recuperar su antiguo camarote. Le estaban sobornando para que se quedase

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    fuera de l sin protestar. (Por qu? Era la habitacin lo que les interesaba, o era lmismo?

    Y ahora se encontraba sentado a la mesa del capitn, con aquellas preguntas sincontestar. Se levant cortsmente con los dems, cuando entr el capitn, el cual sedirigi al entarimado sobre el que estaba dispuesta la larga mesa, y ocup su lugar.

    Por qu le haban desplazado?

    Sonaba msica en la nave, y se haban corrido las puertas que separaban el comedordel mirador. Las luces estaban bajas, y eran de un tono anaranjado. Lo peor del mareoespacial, que pudo haberse producido despus de la aceleracin original o comoconsecuencia de la exposicin a las pequeas diferencias de gravedad entre distintaspartes de la nave, haba pasado ya, y el comedor estaba lleno.

    El capitn se inclin ligeramente hacia delante, y se dirigi a Biron.- Buenas noches, seor Malaine. Qu le parece su nuevo camarote?- Casi demasiado satisfactorio, seor. Un poco lujoso para mi modo de vivir.Dijo estas palabras con voz montona, y le pareci apreciar una momentnea

    sensacin de desaliento en la cara del capitn.

    A los postres se abri nuevamente la piel de la burbuja de cristal del mirador, y sebajaron las luces hasta casi apagarlas. En aquella pantalla amplia y oscura no se vea niel Sol, ni la Tierra, ni ningn planeta. Estaban frente a la Va Lctea, ante una vistatransversal de la lente galctica, que se dibujaba con trazo luminoso entre las firmes ybrillantes estrellas.

    Automticamente se extingui el rumor de la conversacin. Se desplazaron algunassillas, de modo que todos quedaron cara a las estrellas. Los comensales se habanconvertido en un grupo de espectadores, y la msica no era sino un vago murmullo.

    La voz de los amplificadores reson clara y equilibrada en el silencio.- Seoras y caballeros! Estamos a punto de dar el primer salto. Supongo que la

    mayora de ustedes conocen, por lo menos tericamente, lo que es un salto. Pero otrosmuchos de ustedes, en realidad, ms de la mitad, nunca lo han experimentado. Esespecialmente a ellos a quienes deseo hablar.

    El salto es exactamente lo que su nombre indica. En la misma estructura del espacio -tiempo es imposible viajar ms rpidamente que la luz. Es una ley natural que fuedescubierta quiz por uno de los antiguos, el tradicional Einstein, a quien se atribuyendemasiadas cosas. Y, como es natural, incluso a la velocidad de la luz se tardaran aos,de tiempo en reposo, en llegar a las estrellas.

    Por ello salimos de la estructura del espacio - tiempo para penetrar en el pococonocido dominio del hiperespacio, donde distancia y tiempo carecen de sentido. Es algoas como atravesar un delgado istmo para pasar de un ocano a otro, en lugar de

    permanecer en el mar y rodear un continente para recorrer la misma distancia.Naturalmente, se requiere una gran cantidad de energa para entrar en este espaciodentro del espacio, como algunos lo llaman, as como muchos y complicados clculospara asegurar nuevamente la entrada en el espacio - tiempo, en el punto adecuado. Elresultado del consumo de tal energa e inteligencia hace posible atravesar distanciasinmensas en un tiempo cero. Slo gracias al salto son posibles los viajes interestelares.

    El salto que estamos a punto de efectuar tendr lugar dentro de diez minutos. Se lesadvertir. Nunca se produce ms que una pequea molestia momentnea; confo, por lotanto, en que todos permanecern tranquilos. Muchas gracias.

    Se apagaron las luces del todo, y no quedaron sino las estrellas.Pareci transcurrir mucho tiempo antes de que un terso anuncio llenase

    momentneamente el aire:

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    - El salto se producir exactamente dentro de un minuto. - La misma voz comenzentonces a contar segundos hacia atrs -: Cincuenta..., cuarenta..., treinta..., diez...,cinco..., tres..., uno...

    Fue algo as como si se hubiese producido una discontinuidad en la existencia, ungolpe que solamente conmova lo ms profundo de los huesos del hombre.

    En aquella inmensurable fraccin de segundo haban pasado cien aos luz, y la nave,

    que un momento antes estaba en las afueras del sistema solar, se encontraba ahora enlas profundidades del espacio interestelar.Alguien cerca de Biron exclam con voz temblorosa:- Miren las estrellas!En un instante aquel murmullo se extendi a travs de las mesas y corri silbando por

    el amplio saln:- Las estrellas! Mirad!En aquella misma inmensurable fraccin de segundo la vista de las estrellas haba

    cambiado radicalmente. El centro de la gran galaxia, la cual se extiende por treinta milaos luz desde una punta a la otra, se hallaba ahora ms cerca, y las estrellas se habanespesado, extendindose sobre el aterciopelado y negro vaco como un fino polvo, frente

    al cual se destacaban a intervalos las ms brillantes estrellas cercanas.Biron, contra su voluntad, record el principio de un poema que l mismo haba escrito

    a la sentimental edad de diecinueve aos, en ocasin de su primer viaje espacial; aquelque le haba llevado a la Tierra que ahora abandonaba. Sus labios se movieron ensilencio:

    Las estrellas, cual polvo, me envuelvenen nieblas vivientes de luz,y me parece contemplar todo el espacioen una inmensa visin.

    Se encendieron entonces las luces, y los pensamientos de Biron salieron del - espaciotan abruptamente como haban penetrado en l. Estaba de nuevo en el saln de una naveespacial, en una cena que tocaba a su fin y entre el zumbido de una conversacin que seelevaba nuevamente a un nivel prosaico.

    Mir su reloj de pulsera, desvi a medias la mirada y luego, muy lentamente, volvi acontemplarlo. Lo mir fijamente durante un largo minuto. Era el reloj de pulsera que habadejado en su dormitorio aquella noche; haba resistido la radiacin asesina de la bomba, ylo haba recogido a la maana siguiente con el resto de sus cosas. Cuntas veces lohaba contemplado, anotando mentalmente la hora, sin darse cuenta de la otrainformacin que le proporcionaba a voz en grito?

    Porque la pulsera estaba blanca, no azul. Era blanca.Lentamente los acontecimientos de aquella noche, todos ellos, aparecieron en su lugar.Era extrao cmo un solo hecho poda eliminar de todos ellos la confusin!

    Se levant abruptamente murmurando:- Perdn.Era una falta de etiqueta retirarse antes que el capitn, pero no le importaba gran cosa.Se dirigi precipitadamente a su camarote, subiendo con rapidez por las rampas, en

    lugar de esperar a los ascensores ingrvidos. Cerr la puerta tras de s y mirrpidamente en el cuarto de bao y en los armarios de pared. No tena verdaderasesperanzas de encontrar a nadie. Lo que haban tenido que hacer, deban de haberlohecho haca horas.

    Examin cuidadosamente su equipaje. Lo haban hecho muy bien. Casi sin dejarseales de que haban entrado y salido, haban sacado cuidadosamente sus documentos

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    de identidad, un paquete de cartas de su padre, e incluso su presentacin capsular paraHinrik de Rhodia.

    Era para eso que le haban desplazado. No les interesaba ni su viejo ni su nuevocamarote, sino sencillamente el proceso del traslado. Durante cerca de una hora habanlegtimamente, legtimamente, por el Espacio!, manipulado su equipaje, realizando assus intenciones.

    Biron se hundi en la amplia cama y pens con frenes, aunque de nada le sirvi. Latrampa haba sido perfecta. Todo estaba planeado. Si no hubiese sido por la coincidencia,imposible de predecir, de haber dejado su reloj de pulsera en el cuarto de bao aquellanoche, ni tan siquiera ahora se hubiese dado cuenta de lo tupida que era la red de lostyrannios a travs del espacio.

    La seal de su puerta zumb suavemente.- Entre - dijo.Era el mayordomo, quien dijo respetuosamente:- El capitn desea saber si puede hacer algo por usted. Pareca que no se encontraba

    bien cuando dej la mesa.- Estoy bien.

    Cmo le observaban! Y en aquel instante supo que no haba escapatoria posible, yque la nave le llevaba corts, pero inexorablemente, hacia la muerte.

    4 - Libre?

    Sander Jonti se enfrent framente con la mirada del otro y dijo:- Desaparecido, dice?Rizzet se pas la mano por su roja cara.- Algo ha desaparecido. No conozco su identidad. Evidentemente, podra haber sido el

    documento que buscbamos. Todo lo que sabemos acerca de l es que estaba fechadoentre los siglos quince al veinte del calendario primitivo de la Tierra, y que es peligroso.

    - Existe alguna razn definitiva para pensar que el documento que falta es se?- Solamente una evidencia circunstancial. El gobierno de la Tierra lo guardaba

    cuidadosamente.- No haga caso de eso. Un terrestre trata siempre con veneracin cualquier documento

    que haga referencia a su pasado pregalctico. Es su ridcula veneracin por la tradicin.- Pero ste fue robado, y. sin embargo, nunca se anunci el hecho. Para qu

    guardaban una funda vaca?- Puedo imaginarme que haran con eso antes de verse obligados a admitir que ha sido

    robada una sagrada reliquia. Pero no puedo creer que, despus de todo, el joven Farrill lo

    hubiese conseguido... Crea que lo tena usted bajo observacin.Rizzet se sonri.- El no lo consigui.- Cmo lo sabe?El agente de Jonti hizo estallar su bomba.- Porque hace veinte aos que desapareci el documento.- Entonces no puede tratarse del mismo. No hace ms de seis meses que el ranchero

    se enter de su existencia.- En tal caso, otro le gan por diecinueve aos y medio. Jonti reflexion y dijo:- No importa; no puede importar- Y por qu?

    - Porque hace meses que estoy aqu en la Tierra. Antes de que viniese era fcil quepudiese haber informacin valiosa aqu, en el planeta. Pero fjese ahora. Cuando la Tierraera el nico planeta habitado en toda la galaxia, era un lugar primitivo, desde el punto de

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    vista militar. La nica arma que haban inventado era una bomba de reaccin nuclearburda y poco eficiente, para lo cual ni siquiera haban desarrollado la defensa lgica. -Extendi su brazo con delicado gesto en la direccin en que el azul horizonteresplandeca con ponzoosa radiactividad, ms all del grueso hormign de la habitacin,y prosigui -: Como residente temporal aqu veo todo esto con perfecta claridad. Esridculo suponer que pueda aprenderse algo de una sociedad con aquel bajo nivel de

    tecnologa militar. Siempre est de moda suponer que hay artes y ciencias perdidas, ysiempre hay esas gentes que hacen un culto de primitivismo y dan atribuciones ridculas alas civilizaciones prehistricas de la Tierra.

    - Sin embargo - dijo Rizzet -. el ranchero era un hombre sensato. Nos dijoespecficamente que era el documento ms peligroso Que conoca. Recuerde suspalabras: puedo citarlas: Es una cuestin de muerte para los tyrannios, y de muertetambin para nosotros; pero representara vida definitiva para la galaxia.

    - El ranchero, como todos los seres humanos, pudo equivocarse.- Piense, seor, que no tenemos idea de la naturaleza de tal documento. Podran, por

    ejemplo, ser las notas de laboratorio de alguien, que no hubiesen sido nunca publicadas.Podra ser algo que se refiriese a una arma que los terrestres no hubiesen nunca

    reconocido como tal; algo que en apariencia no fuese una arma,- Tonteras. Usted es un militar, y debera saberlo. Si hay una ciencia que ha sido

    constantemente estudiada por el hombre, y con xito, es la tecnologa militar. Ningunaarma militar hubiese permanecido sin realizar durante diez mil aos. Creo, Rizzet, quevolveremos a Lingane.

    Rizzet se encogi de hombros. No estaba convencido.Ni mucho menos lo estaba Jonti. Haba sido robado, y eso era importante. Haba

    valido la pena robarlo! Alguien de la galaxia lo tena ahora.Involuntariamente se le ocurri la idea de que quiz lo tuviesen los tyrannios. El

    ranchero haba sido de lo ms evasivo en esta cuestin. Ni siquiera haba confiadosuficientemente en el mismo Jonti. El ranchero haba dicho que llevaba consigo la muerte;no se poda utilizar sin que se convirtiese en una arma de dos filos. Los labios de Jonti secerraron con furia. Aquel necio y sus estpidas insinuaciones! Y ahora haba cado enmanos de los tyrannios.

    Qu sucedera si un hombre como Aratap estuviese ahora en posesin de tal secreto,como muy bien pudiera ser? Aratap. Era el nico hombre, ahora que haba desaparecidoel ranchero, que segua siendo imposible de predecir, el ms peligroso de todos lostyrannios.

    Simok Aratap era un hombre pequeo; algo patizambo y de ojos estrechos. Tena elaspecto rechoncho, y los gruesos miembros del tyrannio medio, pero a pesar de que se

    enfrentaba con un ejemplar excepcionalmente robusto y bien musculado de los mundosdominados, era completamente dueo de si mismo. Era el heredero confiado (en lasegunda generacin) de aquellos que haban dejado sus ventosos y ridos mundos y sehaban desparramado por el vaco para capturar y encadenar los populosos y ricosplanetas de las Regiones Nebulares.

    Su padre dirigi un escuadrn de pequeas y rpidas naves que atacaban ydesaparecan, y luego atacaban de nuevo, hasta aniquilar a las grandes y pesadas navestitnicas que se les haban opuesto.

    Los mundos de la Nebulosa haban combatido a la manera antigua, pero los tyranniosaprendieron una nueva forma. Cuando las grandes y resplandecientes naves de lasarmadas rivales intentaron combatir en solitario, se encontraron atacando al vaco y

    desperdiciando sus reservas de energa. Los tyrannios, en cambio, abandonando el usode la fuerza por s sola, acentuaron la velocidad y la cooperacin, en tal forma que losReinos rivales cayeron sucesivamente uno tras otro; cada uno de ellos haba esperado

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    (casi alegrndose de la derrota de sus vecinos), falsamente seguros tras las defensas desus naves de acero, hasta que les llegaba el turno.

    Pero haca cincuenta aos de aquellas guerras. Ahora las Regiones Nebulares eransatrapas que no requeran ms que actos de ocupacin e imposicin de impuestos.Antes haba mundos que conquistar, pensaba Aratap con desgana, pero ahora poca cosaquedaba por hacer salvo enfrentarse individualmente con algunos hombres.

    Mir al joven con quien se enfrentaba. Era un hombre muy joven, alto y de amplioshombros, en verdad; cara absorta y vivaz. pelo ridculamente corto, lo que era sin dudauna afectacin universitaria. De un modo extraoficial, Aratap le compadeca. Estabaevidentemente asustado.

    Biron no identific el sentimiento que perciba en s mismo como miedo. Si lehubiesen pedido que diese un nombre a tal emocin, la hubiese descrito como tensin.Toda su vida haba considerado a los tyrannios como seores dominantes. Su padre, apesar de ser fuerte y vital, indiscutido en su propio dominio, respetuosamente escuchadoen otros, era callado y casi humilde en presencia de los tyrannios.

    Iban de vez en cuando a Widemos en visitas de cortesa, con preguntas sobre el tributo

    anual que llamaban impuestos. El ranchero de Widemos era el responsable de lacobranza y entrega de tales fondos en nombre del planeta Nefelos, y los tyrannios selimitaban a examinar superficialmente sus libros.

    El mismo ranchero les ayudaba a salir de sus pequeas naves. A las horas de comerse sentaban a la cabecera de la mesa, y se les serva los primeros; cuando hablaban,toda otra conversacin cesaba instantneamente.

    De nio le haba extraado que tales hombres pequeos y feos fuesen tratados contanta consideracin, pero cuando creci se dio cuenta de que para su padre eran lomismo que su padre era para un mozo de establo. Incluso aprendi a hablarlesrespetuosamente y darles tratamiento de excelencia.

    Lo haba aprendido tan bien que ahora que se enfrentaba con uno de ellos, uno de lostyrannios, se senta estremecer de tensin.

    La nave que haba considerado su prisin se convirti oficialmente en tal el da queaterriz en Rhodia. Llamaron a su puerta y entraron dos hoscos tripulantes quepermanecieron de pie a su lado. El capitn, que les segua, haba dicho secamente:

    - Biron Farrill, queda detenido en virtud del poder que tengo conferido como capitn deesta nave, y le retengo para ser interrogado por el comisario del Gran Rey.

    El comisario era este pequeo tyrannio que estaba ahora sentado frente a l, al parecerdistrado y desinteresado. El Gran Rey era el Khan de los tyrannios, que viva an en ellegendario palacio de piedra de su planeta patrio.

    Biron mir furtivamente a su alrededor. No le haban sujeto fsicamente en modo

    alguno, pero junto a l se encontraban cuatro guardias vestidos con el azul pizarra de lapolica exterior tyrannia, dos a cada lado. Estaban armados. Un quinto polica, con lainsignia de comandante, se sentaba junto al escritorio del comisario. Este habl porprimera vez:

    - Como ya debe saber - su voz era aguda y penetrante -, el antiguo ranchero deWidemos, su padre, ha sido ejecutado por traicin.

    Sus apagados ojos estaban fijos en los de Biron. No parecan traslucir ms quesuavidad.

    Biron permaneci imperturbable. Le preocupaba no poder hacer nada. Hubiese sidomucho ms satisfactorio poderles gritar, precipitndose sobre ellos, pero no por eso supadre hubiese estado menos muerto. Le pareci comprender la razn de esta

    manifestacin inicial. Tena por objeto quebrantarle, hacer que se delatase a s mismo.Pues bien, no lo hara.

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    - Soy Biron Malaine, de la Tierra - dijo con voz montona -. Si duda de mi identidad,deseara comunicarme con el cnsul terrestre.

    - S, claro, pero ahora se trata de un trmite puramente oficioso. Dice usted que esBiron Malaine, de la Tierra. Y no obstante - Aratap seal los papeles que tena delante -,hay aqu cartas que fueron escritas por Widemos a su hijo. Hay un recibo de inscripcinen la universidad y billetes para los ejercicios iniciales a nombre de un tal Biron Farrill.

    Fueron hallados en su equipaje.Biron se sinti desesperado, pero no dej que se adivinase.- Mi equipaje fue registrado ilegalmente, de modo que niego que puedan ser aceptados

    como evidencia.- No estamos ante un tribunal de justicia, seor Farrill, o Malaine. Cmo puede

    explicarlo?- Si fueron hallados en mi equipaje, es que fueron puestos por alguna otra persona.El comisario dej pasar esta observacin, lo cual asombr a Biron. Sus afirmaciones

    sonaban tan huecas, tan disparatadas... Y, sin embargo, el comisario no hizo ningncomentario sobre ellas, sino que solamente golpe la cpsula negra con el dedo.

    - Y esta presentacin para el director de Rhodia? Tampoco es suya?

    - S; sta es ma. - Biron lo haba pensado. La presentacin no citaba su nombre.Aadi -: Hay una conspiracin para asesinar al director...

    Se detuvo, estupefacto. Cuando por fin puso en palabras el principio de sucuidadosamente preparado discurso sonaba muy poco convincente. Acaso el comisariole estaba sonriendo cnicamente?

    Pero Aratap no haca eso. Se limit a suspirar un poco y con gesto rpido yexperimentado se quit las lentes de contacto y las coloc cuidadosamente en un vasocon solucin salina que tena delante, sobre el escritorio. Sus desnudos ojos parecanalgo lacrimosos.

    - Y usted lo sabe? Desde la Tierra, a quinientos aos luz? Nuestra polica, aqu enRhodia, no ha odo hablar de ello.

    - La polica est aqu, pero la conspiracin se fragua en la Tierra.- Ya. Y es usted agente suyo? O va usted a informar a Hinrik en contra de ellos?- Lo segundo, naturalmente.- De veras? Y por qu desea usted informarle?- Por la importante recompensa que espero lograr. Aratap se sonri.- Eso, por lo menos, suena a verdad, y da cierto aire de autenticidad a sus

    manifestaciones anteriores. Y cules son los detalles de la conspiracin de que se habla?- Eso es exclusivamente para el director.Hubo una vacilacin; luego Aratap se encogi de hombros.- Muy bien. A los tyrannios no les interesa la poltica local ni se inmiscuyen en ella.

    Concertaremos una entrevista entre usted y el director, y eso ser nuestra contribucin asu seguridad. Mis hombres le guardarn hasta que haya sido recogido su equipaje, ydespus quedar en libertad para marcharse. Llvenselo.

    Esta ltima orden se diriga a los hombres armados, quienes salieron con Biron. Aratapse volvi a poner sus lentes de contacto, accin que elimin instantneamente aquel airede vaga incompetencia que su ausencia haba parecido inducir. El comandante se habaquedado junto a l.

    - Me parece que vigilaremos al joven Farrill - le dijo Aratap. El oficial asinti secamente.- Bien. Por un momento cre que le haba convencido. A m su historia me pareci por

    completo incoherente.- Desde luego. Eso es precisamente lo que hace que sea maniobrable por ahora.

    Todos los jovenzuelos que aprenden nociones de intriga interestelar en las pelculas deespas del vdeo pueden ser manejados con facilidad. Evidentemente, es el hijo del exranchero.

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    Ahora fue el comandante quien vacil.- Est seguro? La acusacin que tenemos contra l es vaga y poco satisfactoria.- Quiere decir que despus de todo podra tratarse de una evidencia falsificada? Con

    qu objeto?- Podra ser un reclamo, sacrificado para desviar nuestra atencin de un Biron Farrill

    real que estuviese en otro lado.

    - No; sera improbablemente teatral. Adems, tenemos un fotocubo.- Cmo! Del muchacho?- Del hijo del ranchero Le gustara verlo?- Desde luego.Aratap levant el pisapapeles de encima de su escritorio; era un sencillo cubo de cristal

    de unos ocho centmetros de lado, negro y opaco.- Tena la intencin de haberle confrontado con l, si me hubiese parecido oportuno -

    dijo el comisario -. Se trata de un proceso ingenioso, comandante. No s si usted loconoce. Ha sido recientemente ideado en los mundos interiores. Por fuera parece unfotocubo corriente, pero cuando se le da la vuelta se produce un reajuste molecularautomtico que lo hace completamente opaco. Es una chuchera simptica.

    Dio la vuelta al cubo. La opacidad se estremeci un instante, y luego comenz aaclararse lentamente como si se tratara de una niebla oscura que se dispersase aimpulsos del viento. Aratap lo observ con calma manteniendo las manos cruzadas sobreel pecho.

    El cubo qued cristalino como el agua, y en su interior se vea sonrer alegremente unacara, viva y exacta, atrapada y solidificada para siempre.

    - Es un artculo procedente de las posesiones del ex ranchero - dijo Aratap -. Qu leparece?

    - Sin duda se trata de aquel joven.- S. - El funcionario tyrannio contempl pensativo el fotocubo -. No s por qu no se

    podrn tomar seis fotografas en el mismo cubo, utilizando este mismo proceso. Tieneseis caras, y apoyando alternativamente el cubo sobre cada una de ellas se podraninducir unas series de nuevas orientaciones moleculares. Seis fotografas conectadas,que fluyen la una en la otra a medida que se va girando el cubo! Un fenmeno estticoque se convierte en dinmico y que adquiere nueva amplitud y nueva visin! Comandante,sera una nueva forma de arte.

    Un entusiasmo creciente se haba apoderado de su voz. Pero el silencioso comandantepermaneca levemente desdeoso, y Aratap abandon sus reflexiones artsticas paradecir abruptamente:

    - As pues, vigilar a Farrill?- Ciertamente.

    - Vigile tambin a Hinrik.- A Hinrik?- Desde luego. Es precisamente la razn para libertar al muchacho. Quiero la respuesta

    a algunas preguntas. Para qu va Farrill a ver a Hinrik? El difunto ranchero no jugabasolo. Haba, tena que haber tras l, necesariamente, una conspiracin bien organizada. Ytodava no hemos localizado el mecanismo de tal organizacin.

    - Pero, evidentemente, Hinrik no poda estar comprometido. Le falta inteligencia, ansuponiendo que tuviese el valor suficiente.

    - De acuerdo. Pero precisamente porque es medio idiota, podra servirles deinstrumento. De ser as, representa un punto dbil en nuestro esquema, y es evidente queno podemos rechazar tal posibilidad.

    Hizo un gesto vago; el comandante salud, gir sobre sus talones y sali.Aratap suspir, dio vueltas pensativamente al cubo en su mano y contempl cmovolva la oscuridad, cual marea de tinta.

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    Pero ahora los tyrannios podan influir en las elecciones por otras razones, y as, porejemplo, veinte aos antes haba sido elegido Hinrik (quinto de ese nombre). A lostyrannios les haba parecido una til eleccin.

    En la poca de su eleccin, Hinrik era un hombre apuesto, y an produca efectocuando se diriga al Consejo de Rhodia. Su cabello se haba agrisado de un modo

    uniforme, y su espeso bigote era an, por extrao que fuese, tan negro como los ojos desu hija.Precisamente en aquel momento se enfrentaba con esa hija, que estaba furiosa. Era

    ella solamente unos cuantos centmetros ms baja que l, y al director le faltaba pocopara el metro ochenta. La muchacha era un terremoto de ojos y cabellos oscuros, y enaquel instante estaba de un humor ms tenebroso an.

    - No puedo hacerlo, no lo har! - repiti.- Pero Arta, Arta, s razonable - dijo Hinrik -. Qu puedo hacer yo? Qu voy a hacer?

    En mi posicin, qu eleccin me queda?- Si mam viviese, ella s que hubiese encontrado una solucin! Golpe el suelo con el

    pie. Su nombre entero era Artemisa, nombre real que haba sido llevado al menos por una

    hembra de cada generacin de Hinriads.- S, s, sin duda. Bendita sea! Y cmo era tu madre! A veces pareces haber salido del

    todo a ella, y en nada a m. Pero, Arta, sin duda que no le has dado una oportunidad.Has observado sus..., sus buenos puntos?

    - Cules son?- Los que...Hizo un gesto vago, reflexion un poco, y lo dej correr. Se acerc a ella, dispuesto a

    poner una consoladora mano sobre su hombro, pero la muchacha se apart vivamente.Su tnica escarlata resplandeca en el aire.

    - He pasado una tarde con l - dijo amargamente -. Intent besarme. Fue algoasqueroso!

    - Pero todo el mundo se besa, querida. No es lo mismo que en tiempos de tu abuela,de venerada memoria. Los besos no son nada, menos que nada. Sangre joven. Arta,sangre joven!

    - Sangre joven, bah! La nica vez que ese horrible hombrecillo ha tenido sangre jovenen sus venas en los ltimos quince aos ha sido inmediatamente despus de unatransfusin. Es diez centmetros ms bajo que yo, padre. Cmo voy a dejar que me veanen pblico con un pigmeo?

    - Es un hombre importante, muy importante.- Eso no aade ni un centmetro a su estatura. Es patizambo, como todos ellos, y le

    huele mal el aliento.

    - Le huele mal el aliento?Artemisa hizo con la nariz un mohn a su padre.- Exacto; huele mal. Tiene un olor desagradable. No me gust, y se lo hice saber.Hinrik abri la boca, asombrado, y dijo en un murmullo ahogado:- Se lo hiciste saber? Le hiciste creer que un alto funcionario de la corte real de

    Tyrann puede tener una caracterstica personal desagradable?- Efectivamente. Has de saber que tengo buen olfato! De modo que cuando se acerc

    demasiado me tap la nariz y le di un empujn. Vaya hombre! Digno de admiracin. Secay de espaldas, patas arriba.

    Hizo un gesto con los dedos, como ilustrando sus palabras, el cual pas inadvertido aHinrik; ste gru sordamente y se cubri la cara con las manos. Luego mir tristemente a

    travs de sus dedos.- Qu ocurrir ahora? Cmo pudiste hacer tal cosa?

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    - No me sirvi de nada. Sabes lo que dijo? Lo sabes? Fue la ltima gota, el lmite!Decid entonces que no podra soportar a aquel hombre aunque midiese tres metros.

    - Pero... qu dijo?- Pues dijo..., como en el vdeo, pap..., dijo: Ah! Vaya briosa muchacha. Me gusta

    an ms as! Y mientras tanto dos sirvientes le ayudaban a levantarse. Pero no volvi atratar de echarme el aliento a la cara.

    Hinrik se dej caer en una silla, se inclin hacia delante y contempl a Artemisa condetenimiento.- Y no podras sencillamente simular que te casabas? No seria necesario que lo

    tomases en serio. Por qu no tan slo por conveniencia poltica...?- Qu quieres decir, padre? Tendr que cruzar los dedos de la mano izquierda

    mientras firmo el contrato con la derecha? Hinrik pareci algo confuso.- No, desde luego. De qu servira eso? De qu modo el cruce de los dedos alterara

    la validez del contrato? La verdad. Arta, me sorprende tu estupidez.Artemisa suspir.- Pues entonces, qu quieres decir?- A qu te refieres? Ya ves, me has perturbado. No puedo concentrarme bien cuando

    discutes conmigo. Qu estaba diciendo?- Que deba disimular que me casaba, o algo as. Recuerdas?- Oh, s. Quiero decir que no es necesario que lo tomes demasiado en serio,

    comprendes?- Supongo que podr tener amantes. Hinrik se puso rgido y frunci el ceo.- Arta! Te he educado como una muchacha modesta y respetable. Y lo mismo hizo tu

    madre. Cmo puedes decir tales cosas? Es vergonzoso!- Pero no es eso lo que quieres decir?- Yo puedo decirlo. Soy un hombre, un hombre maduro. Una muchacha como t no

    debera repetirlo.- Pues bien, lo he repetido, y ah se queda. No me importa tener amantes. - Puso los

    brazos en jarras y las mangas de su tnica resbalaron dejando al descubierto sushombros redondos y morenos -. Qu har entre un amante y otro? l ser siempre mimarido, y no puedo soportar precisamente esa idea.

    - Pero es viejo, querida. Tu vida con l no durara mucho.- Durara demasiado, gracias. Hace cinco minutos tena la sangre joven. Recuerdas?Hinrik extendi sus manos y las dej caer.- Arta, ese hombre es un tyrannio, y uno de los poderosos. Se le considera muy bien en

    la corte del Khan.- Es posible. Quizs el Khan tambin huele mal. En la boca de Hinrik se dibuj una

    mueca de horror. Automticamente mir por encima del hombro. Luego dijo con voz

    ronca:- Nunca repitas semejante cosa.- La dir si tengo ganas. Y, adems, ese hombre ya tiene tres mujeres. No hablo del

    Khan, sino del hombre con quien quieres que me case - dijo anticipndose a su padre.- Pero han muerto - explic ansiosamente Hinrik -. Arta, no estn vivas. No lo creas.

    Cmo puedes haberte figurado que iba a permitir que mi hija se casase con un bgamo?Exigiremos que presente documentos. Se cas con ellas consecutivamente, no a la vez, yahora ellas estn todas muertas.

    - No me sorprende.- Oh, maldita sea! Qu voy a hacer? - Hizo un ltimo esfuerzo por conservar su

    dignidad -. Arta, es el precio de ser una Hinriad, y la hija de un director

    - Nunca he pedido ser una Hinriad ni la hija de un director.

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    - Eso no tiene nada que ver con el asunto. Se trata sencillamente de que la historia detoda la galaxia indica que hay ocasiones en que las razones de estado, la seguridad delos planetas, el mejor inters de los pueblos requiere que..., bueno...

    - Que alguna infeliz muchacha se prostituya.- Oh, qu vulgaridad! Algn da, ya vers, ya vers..., algn da dirs algo as en

    pblico.

    - Pues bien, as son las cosas, y no lo har. Antes morira. Antes hara cualquier cosa.Puedes estar seguro.El director se levant y extendi los brazos hacia ella. Sus labios temblaban y no dijo

    nada. La muchacha se precipit hacia su padre llorando desesperadamente y se aferr al.

    - No puedo, pap, no puedo! No me obligues a hacerlo! l la acarici torpemente.- Pero si no lo haces, qu suceder? Si los tyrannios estn descontentos me

    destituirn, me encarcelarn, quiz me ejecu... - ahog la palabra -. Los tiempos quecorremos son muy delicados, Arta, muy desdichados. La semana pasada fue condenadoel ranchero de Widemos, y creo que ha sido ejecutado. Te acuerdas de l, Arta? Hacemedio ao estuvo en la corte. Era un hombre de cabeza redonda y ojos profundos. Al

    principio te asustaba.- Me acuerdo.- Pues bien, probablemente ha muerto. Y, quin sabe? Quiz yo sea el siguiente. Tu

    pobre, inofensivo padre, el siguiente. Estos tiempos son malos. Estuvo en nuestra corte, yeso es muy sospechoso.

    De repente la muchacha se apart de l.- Y por qu tendra que ser sospechoso? T no estabas comprometido con l,

    verdad?- Yo? Claro que no. Pero si insultamos abiertamente al Khan de Tyrann rechazando

    una alianza con uno de sus favoritos, quizs incluso se les ocurra creerlo.El retorcimiento de manos de Hinrik fue interrumpido por el zumbido sordo de la

    extensin telefnica. Hinrik se sobresalt.- Recibir la comunicacin en mi cuarto. T qudate y descansa; te encontrars mejor

    despus de una siesta. Ya vers, ya vers. Ahora ests algo nerviosa.Artemisa le sigui con la mirada mientras sala y frunci el ceo. Su fisonoma

    denotaba una intensa concentracin, y durante unos minutos permaneci en unainmovilidad absoluta, slo alterada por la suave marea de sus senos.

    Se oy ruido de pisadas junto a la puerta, y la chica se volvi.- Qu ocurre? - pregunt con un tono de voz ms agudo de lo que haba sido su

    intencin.Era Hinrik, y su cara apareca lvida de miedo.

    - Era el comandante Andros quien llamaba.- De la polica exterior?Hinrik no pudo hacer otra cosa que asentir.- Pero seguro que no pueden...! - grit Artemisa. Estuvo a punto de expresar en

    palabras aquella horrible idea, pero esper en vano una aclaracin.- Hay un joven que solicita audiencia. No le conozco. Para qu habr venido aqu? Es

    de la Tierra.Mientras hablaba, tena que hacer pausas para tomar aliento, y vacilaba, como si su

    mente estuviese girando vertiginosamente.La muchacha corri hacia l y le sujet por el codo.- Sintate, padre - le dijo secamente -. Dime lo que ha ocurrido. Le sacudi, hacindole

    reaccionar. Parte del pnico desapareci del rostro de su padre.- No lo s exactamente - murmur -. Hay un joven que va a venir con detallesreferentes a una conspiracin contra mi vida. Contra mi vida! Y me dicen que tengo que

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    escucharle. - Sonri como un necio -. El pueblo me quiere. Nadie podra querer matarme.No es cierto?

    Observaba ansiosamente a la muchacha, y se tranquiliz cuando ella dijo:- Naturalmente que nadie puede querer matarte.- Crees que podran ser ellos?- Quines?

    - Los tyrannios - murmur -. El ranchero de Widemos estuvo ayer aqu, y lo hanmatado. - Su voz subi de tono -. Y ahora envan a alguien para que me mate a mi.Artemisa le agarr el hombro con tal fuerza que le hizo concentrarse de inmediato en el

    dolor.- Padre! - exclam la muchacha -. Sintate y clmate! Ni una palabra ms.

    Escchame: nadie te va a matar. Me oyes? Nadie te va a matar. Hace seis meses queestuvo aqu el ranchero. Recuerdas? No fue hace seis meses? Piensa.

    - Hace ya tanto tiempo? - murmur el director -. S, s, as debe ser.- Pues ahora qudate aqu y descansa. Ests demasiado agitado. Yo misma ver al

    joven, y te lo traer si no hay peligro.- Lo hars as, Arta? Lo hars? No daar a una mujer Seguro que no.

    La chica se inclin y le bes una mejilla.- Ten cuidado - murmur l, cerrando cansadamente los ojos.

    6 - se lleva una corona!Biron Farrill esperaba inquieto en uno de los edificios externos del complejo palaciego.

    Por primera vez en su vida experimentaba, la deprimente sensacin de ser unprovinciano.

    La mansin de Widemos, donde creci, haba parecido hermosa a sus ojos, y sumemoria le atribua ahora un brillo puramente brbaro. Sus lneas curvadas, su trabajo defiligrana, sus torrecillas cuidadosamente trabajadas, sus recargadas ventanas falsas...Se estremeci al pensar en ellas.

    Pero aquello..., aquello era diferente.El complejo palaciego de Rhodia no era solamente una ostentosa masa construida por

    los pequeos seores de un reino de ganaderos, ni tampoco la expresin infantil de unmundo moribundo y a punto de desaparecer. Era la culminacin, en piedra, de la dinastade los Hinriad.

    Los edificios eran majestuosos y tranquilos. Sus lneas rectas y verticales se alargabanhacia el centro de cada una de las estructuras, pero evitando efectos afeminados talescomo los de las agujas. Parecan hoscos, y sin embargo se elevaban y culminaban en talforma que impresionaban al espectador sin revelar a primera vista la razn de ello. Eran

    reservados, suficientes, orgullosos.Y lo que suceda con cada uno de los edificios por separado ocurra con su conjunto:suban in crescendo hasta el palacio central. Uno por uno haban ido desapareciendohasta los pocos artificios que quedaban en el estilo masculino de Rhodia. Incluso se.haba prescindido de las ventanas falsas, tan apreciadas como decoracin, y tanintiles en un edificio ventilado e iluminado artificialmente. Y eso se haba llevado a cabosin perder nada.

    No haba sino lneas y planos, una abstraccin geomtrica que atraa la mirada hacia elcielo.

    El comandante tyrannio se detuvo un momento a su lado al salir de la habitacininterior.

    - Ahora ser recibido - dijo.Biron asinti con la cabeza, y poco despus un hombre ms alto, con un uniformeescarlata y canela, le salud juntando los talones. De repente se le ocurri a Biron que

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    quienes ostentaban el verdadero poder no necesitaban exhibicin externa y podancontentarse con el azul pizarra. Record el esplndido formulismo de la vida de unranchero, y se mordi los labios al pensar en su inutilidad.

    - Biron Malaine? - pregunt el guardia rhodiano, y Biron se levant para seguirle.

    Haba un pequeo y resplandeciente vagn monocarril delicadamente suspendido por

    medio de fuerzas magnticas sobre un eje de metal rojizo. Biron no haba visto nunca unosemejante y se detuvo antes de entrar en l.El pequeo vagn, capaz para cinco o seis personas a lo sumo, oscilaba a impulsos del

    viento, como una grcil lgrima que reflejaba el resplandor del esplndido sol de Rhodia.El carril nico era delgado, apenas algo ms que un cable, y corra a lo largo de la Parteinferior del vagn sin tocarlo. Biron se inclin y