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La concepción de Hume sobre los milagrosTRANSCRIPT
INSTITUTO SUPERIOR DEL PROFESORADO “DR. JOAQUÍN V. GONZÁLEZ”
“EL ESCEPTICISMO RELIGIOSO
DE HUME”
MATERIA: FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN.
ALUMNA: MARTÍNEZ, MARÍA DEL PILAR
DEPARTAMENTO: FILOSOFÍA, PSICOLOGÍA Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
CARRERA: FILOSOFÍA
MAIL: [email protected] TELÉFONO: 45711956/1568769586
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“El escepticismo religioso de Hume”
El objetivo del presente escrito es mostrar cómo la filosofía empirista de David
Hume deriva en un escepticismo religioso. El hecho de que el filósofo adhiera a una
doctrina que implica el uso de los sentidos para la adquisición del conocimiento y que
sostiene que sólo con la percepción logramos aprehender la realidad, tiene como
consecuencia que los principales postulados religiosos o los hechos en los cuales la
religión se apoya, carezcan de sentido, derivando así en un escepticismo de todo cuanto
implica un carácter religioso o supersticioso.
Por este motivo, a lo largo del informe vamos a presentar las críticas que el filósofo
escocés le hace a los postulados más importantes en los cuales se sostiene la religión.
Primero, vamos a comenzar por el argumento que esgrime en contra de los milagros,
de la creencia en ellos, de su realidad y, sobre todo, de los testimonios que los avalan.
Luego, pasaremos a describir la crítica que realiza a la religión natural, más
precisamente, al argumento del designio y al argumento a priori y, por último, haremos
referencia al análisis que el filósofo hace de la religión con el fin de mostrar que sus
ritos implican un alejamiento de la moralidad.
La conclusión a la que llegaremos será que Hume, en cuanto a la religión, tiene una
posición escéptica ya que critica y refuta sus postulados. Veremos que el argumento de
Hume en el cual se explica su escepticismo se basa en el hecho de que la religión no
puede ser justificada desde la razón y mucho menos desde la aprehensión sensible.
Los milagros:
Teniendo en cuenta los postulados del empirismo, Hume realiza en Investigación
sobre el entendimiento humano una crítica a los milagros y a los testimonios que los
avalan. Esta crítica, o puesta en duda de uno de los elementos más importantes de la
religión, está inscripta en el marco de la investigación que el filósofo realiza en torno al
conocimiento.
Sobre este tema, plantea que el conocimiento humano proviene de los sentidos, más
precisamente de las impresiones, es decir, de lo que vemos, tocamos, oímos, etc. Por
otra parte están las ideas, las cuales implican una reflexión acerca de lo percibido y por
este motivo, poseen un carácter más débil que las impresiones mismas. Asimismo, estas
ideas, derivan siempre de una impresión, por este motivo, para el filósofo no podemos
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tener certeza de la existencia de ideas como Dios o el alma debido a que es imposible
hallar la impresión que le dio origen.
Volviendo al tema de los milagros, éstos constituyen una parte esencial de toda
religión revelada, es decir, aquella que se basa en una revelación divina, en un
conocimiento de Dios por parte del hombre debido a una manifestación o una
comunicación. Evidentemente, los milagros son los más fieles testimonios de la
existencia de Dios.
En la primera parte de la “Sección 10” del texto citado, Hume plantea que se deben
analizar los testimonios que dan cuenta de los milagros, investigar si se debe creer lo
que una persona dice respecto de los milagros, dando cuenta de ellos. Los argumentos
que arguye a la hora de sopesar los testimonios, rondan en el hecho de la probabilidad,
es decir, en analizar si tanto el testimonio como el milagro tienen el mismo grado de
improbabilidad o si uno es más improbable que el otro.
El filósofo comienza argumentado que los milagros son sucesos contrarios a la
experiencia pasada y, debido a esto, hay que ser cautelosos en el momento de valorar la
credibilidad del testimonio ya que hay que tener en cuenta el carácter de improbabilidad
que posee. En otras palabras, la improbabilidad de que el testimonio sea falso, es menor
a la improbabilidad intrínseca de que haya ocurrido el milagro; es decir, se parte de la
improbabilidad del testimonio pero también está la improbabilidad intrínseca de que
haya sucedido el milagro, en este caso, es más probable el testimonio que el milagro y,
por ende, el primero debe rechazarse.
El segundo argumento hace referencia a que las dos improbabilidad son iguales, es
decir que, tanto el testimonio como el milagro son improbables. En este caso, Hume
considera que lo mejor es suspender el juicio hasta que ocurra algo que haga inclinar la
balanza; mientras tanto, no hay que dar crédito al testimonio.
Por último, considera que ningún testimonio es suficiente para instituir un milagro,
excepto en el caso de que el testimonio posea una falsedad más milagrosa que el hecho
que justifica. Si esto último sucede, debemos comparar un milagro con el otro y
quedarnos con el “milagro menor”. Este último argumento implica que se puede aceptar
el testimonio pero con un bajo grado de seguridad.
En la segunda parte de la sección citada, Hume parece contradecir la concesión que
dio en el último argumento y da cinco razones por las cuales considera que no existen
testimonios fiables acerca de los milagros.
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La primera tiene que ver con que, a lo largo de la historia, no se encuentra ningún
milagro atestiguado por hombres que posean una educación y conocimientos
incuestionables, con integridad y reputación. De acuerdo con el filósofo estas
características en un hombre lo harían fiable debido a que una persona letrada no se
equivoca, una persona integra no engaña a los demás y una persona con reputación tiene
mucho que perder si miente. Asimismo, agrega que el testimonio debe ser dado acerca
de acciones realizadas de manera pública y en un lugar conocido de modo que sea
imposible no verlas.
Como segunda razón, arguye que es una tendencia de la mente humana el creer en
cosas raras o maravillosas. Los milagros despiertan la pasión por la sorpresa y el
prodigio y esto es una emoción tan placentera que lleva a los hombres a creer en los
sucesos de los cuales se deriva.
En tercer lugar, Hume considera que hay que tener en cuenta el hecho de que los
testimonios de los milagros abundan en las narraciones de los pueblos bárbaros e
ignorantes y que, cuando una persona civilizada cree en los milagros, es debido a que ha
heredado esas creencias de un antepasado bárbaro e ignorante.
Como cuarto punto hace referencia a las distintas religiones. Argumenta que éstas
entran en conflicto y que sus afirmaciones se destruyen entre sí, por ejemplo, en el caso
de que un milagro quiera instituir a la figura de Cristo implicaría pretender la falsedad
de uno que tenga como fin establecer la autoridad de Mahoma. En otras palabras, los
testimonios de una religión son refutados por los testimonios de las demás religiones.
Por último, el planteo de que los milagros o su relato se empleen para introducir una
religión o para justificar una existente, suman al escepticismo del filósofo. La necesidad
de muchas personas de creer, las lleva a engaños; asimismo, el hecho de que en un
grupo de fieles la fe comience a crecer está lejos de ser una consecuencia de un proceso
racional sino de una suerte de contagio fervoroso que lleva a convertirse en convicción.
En conclusión, podemos decir que el escepticismo de Hume en cuanto a los
testimonios que sustentan a los milagros se relacionan con el hecho de que éstos
implican una trasgresión de las leyes de la naturaleza, las cuales no pueden modificarse.
De la misma manera, la dificultad en demostrar la infalibilidad de los testimonios de
los milagros lleva a que éstos posean un carácter de improbabilidad muy grande. No hay
forma de convencernos de la realidad de un milagro ya que su único elemento de
legitimación, los testimonios, no poseen un sustento racional.
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El designio:
En la obra Diálogos sobre la religión natural, Hume realiza una crítica a lo que se
da en llamar “el argumento del designio”. Este se basa en la concepción de que el
universo es parecido a una máquina, de que todas las características de de los objetos
naturales se parecen a ellas; esta analogía lleva a una suposición: si las máquinas son
hechas por los hombres, el universo debe haber sido creado por una mente similar a la
humana pero con facultades más amplias proporcionales a la suntuosidad del universo.
Es evidente suponer que este creador es Dios.
A esta teoría, el filósofo le opone lo que se denomina “la hipótesis epicúrea”, la cual
se basa en que todo se explica por el movimiento de la materia; es decir que, a una
materia que le es propio el movimiento tiene que producir, debido a una infinidad de
combinaciones, un orden como el que actualmente presenta el universo. Este
argumento, hecha abajo la necesidad de un diseñador divino.
Por otra parte, Hume hace referencia al hecho de que el mundo tiene más
semejanzas con los animales o las plantas que con las máquinas.
Para el filósofo, este argumento del designio no tiene ninguna relevancia religiosa,
ya que no permite decidir por qué debemos adorar a una divinidad. Esto es así debido a
la presencia del mal en el mundo ya que si éste existe, no se justifica por qué una
divinidad perfecta pudo crearlo.
En el mismo escrito, Hume arremete con la crítica de otro argumento cuyo objetivo
es demostrar la existencia de Dios; este es el llamado “argumento a priori” y se basa en
el hecho de que todo lo que existe debe tener una causa o una razón de su existencia.
En el ascenso de los efectos a las causas, en este caso, se debe recurrir a una causa
última que debe ser forzosamente existente; este Ser debe llevar en sí mismo la razón de
su existencia y no se puede pensar que no exista ya que se caería en una contradicción.
Sin embargo, Hume plantea que todo lo que existe puede no existir y, de esta
manera, no se caería en una contradicción ya que esto no es un tema de verdad o
falsedad. De la misma manera, no todo lo que vemos tiene necesariamente una causa y,
asimismo, es plausible el hecho de que el universo sea eterno o que haya sido creado de
la nada.
En síntesis, de acuerdo con el análisis de Hume, tanto el argumento del designio
como el argumento a priori son insuficientes para demostrar la existencia de Dios; ya
que ninguno de ellos comprueba de manera fehaciente la existencia de un ser superior
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creador del universo. Igualmente, estos argumentos demuestran que no nos podemos
apoyar en la razón para buscar justificativos de las creencias religiosas.
La moral:
Para tocar el punto que implica el hecho de que las creencias religiosas se
contraponen a los mandatos morales, hay que recurrir a otro texto del filósofo llamado
Historia natural de la religión, en el cual Hume busca las causas que producen las
creencias religiosas. Intenta situar el origen de la religión en la naturaleza humana ya
que concibe a la religión como un fenómeno natural.
Comienza argumentando que la religión más antigua es la politeísta, ya que ésta
responde a una necesidad humana debido a que el hombre, ante los avatares de la
naturaleza y a la suntuosidad de la misma, se siente débil y debe protegerse invocando a
la divinidad que lo resguarde del peligro que se suscita en el momento. Asimismo, estas
divinidades tienen un carácter de limitación e imperfección, tal como el ser humano.
Sin embargo, a pesar de la variedad de divinidades que existen, el hombre siempre
tiende a venerar a una de ellas más que al resto; Hume explica este hecho planteando
que es una analogía con la concentración del poder en una sola persona (como en las
monarquías, por ejemplo). De este modo, los hombres buscarán la protección de esta
divinidad con elogios, alabanzas, sacrificios, etc.; es así como, de acuerdo con el
filósofo escocés, surge el monoteísmo.
De esta manera, Hume demuestra una vez más que las creencias religiosas no tienen
ningún tipo de soporte racional. En este caso, son producto de ciertas causas
psicológicas que hacen a los hombres propensos a ellas.
Empero, este no es el único motivo por el cual podemos calificar a Hume como un
escéptico en materia religiosa. En este mismo texto critica a ciertas prácticas religiosas y
las califica de inmorales.
La teoría moral de Hume se basa en que los hombres aprueban de manera natural
todas las cualidades que se consideran útiles o agradables a quienes las poseen o a los
demás; por ejemplo, la valentía es útil a la persona que la posee, mientras que la
honestidad resulta agradable a los demás y la lealtad les resulta útil. Es así que estas
cualidades no se condicen con ciertos rituales religiosos como el ayuno, el celibato, la
penitencia, etc. ya que estas prácticas no son ni útiles para uno mismo, ni agradables
para los demás.
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Las prácticas religiosas no pueden aprobarse como morales ya que son
desagradables e inútiles, por lo tanto, Hume las identifica como vicios.
Por otra parte, el cristianismo basa sus doctrinas en la penitencia y en el castigo. El
filósofo considera que el hecho de que un Dios pueda proporcionar un castigo eterno a
una persona que lo ofendió implica una desviación de la moralidad ya que una vez
muerto el hombre, ¿qué finalidad tiene cumplir el castigo? Este Ser superior que se
muestra como modelo de admiración choca con la noción de justicia que tienen los
hombres.
La consecuencia de esto es que el hombre se encontrará en una disyuntiva ya que
por una parte, debe acatar el castigo divino y, por otra, lo siente como injusto y
reprobable ya que va en contra de la moral. El resultado de esto será que el hombre se
sumirá en la tristeza.
En síntesis, lo que Hume quiere resaltar es el hecho de que el monoteísmo es la
consecuencia de una necesidad humana de adoración a una sola deidad que proviene del
hecho de que se suscitan en la sociedad concentraciones de poder en una sola persona.
De esta manera, Hume descarta todo tipo de acerbo racional en las creencias religiosas y
reafirma su escepticismo.
También, el plantear que ciertas prácticas religiosas van en contra de la moralidad y
que hunden al creyente en una suerte de depresión, implican que Hume considere una
contradicción el caracterizar a Dios como un Ser de suma bondad.
Conclusión:
En el presente informe nos planteamos como objetivo demostrar el escepticismo en
materia religiosa que rodea a la figura del filósofo David Hume. Para ello nos valimos
del planteo que el pensador hace sobre ciertos argumentos cuyo objetivo es demostrar la
existencia de Dios.
Lo primero que hicimos fue describir la forma en la cual el filósofo arremete en
contra de los testimonios de los milagros y la manera en la cual argumenta por qué estos
testimonios no son fidedignos.
Por otra parte, consideramos la forma en la cual Hume refuta a los argumentos que
intentan probar la existencia de Dios. Y, por último, vimos cómo el filósofo explica las
creencias religiosas planteándolas como producto de la psiquis humana y destacamos el
hecho de que el filósofo considera a ciertos rituales religiosos inmorales.
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Es así, que luego de repasar estos temas, llegamos a la conclusión de que lo que
Hume quiere mostrar es que no hay manera de que la razón pueda venir en soporte de la
religión; es decir, que la razón no puede servir de apoyo para dar razones de la religión.
Este hecho, hace que Hume sea considerado un escéptico.
Por esto, en Historia natural de la religión, escribe:
“Qué noble privilegio el de la razón humana de alcanzar el conocimiento del
ser supremo y, a partir de las obras manifiestas de la naturaleza, ser capaz de
inferir un principio tan sublime como su supremo Creador. Pero da la vuelta al
reverso de la medalla. Examina los principios religiosos que, de hecho, han
prevalecido en el mundo. Difícil será convencerte de que no son sueños de
hombres enfermos: o quizá los consideres más como caprichos sin motivo de
monos de aspecto humano, que como las aseveraciones serias, positivas y
dogmáticas de un ser que se dignifica con el nombre de racional” [p. 94].
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Bibliografía
Hume, David, Historia natural de la religión, Buenos Aires, Eudeba, 1966.
Hume, David, Investigación sobre el entendimiento humano, Madrid, Alianza Editorial, 1988.
López Sastre, Gerardo, “David Hume, o la reflexión escéptica sobre el mundo religioso”
Mackie, J. L., El milagro del teísmo: argumentos a favor y en contra de la existencia de Dios, Madrid, Editorial Tecnos, 1994.
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