industria e imperio cap 3

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    Eric J. Hobsbawm (1968; 1977): Industria e Imperio Captulo 3: La Revoluci n industrial, 1780-1840 - 1

    HOBSBAWM, Eric J. (1968; 1977): "La Revolucin industrial, 1780-1840" - Captulo

    3 (pp. 55-76) de: Industria e Imperio: Una historia econmica de Gran Bretaa

    desde 1750 / Traduccin de Gonzalo Pontn -- Barcelona : Ariel, 1977 -- 375 p. --

    ISBN: 84-344-6520-5 -- Hay una ed. ms reciente: Barcelona : Crtica, 2001 --

    [Traduccin de: Industry and Empire: An Economic History of Britain since 1750

    -- Harmondsworth ; London : Penguin Books ; Weidenfeld and Nicolson, 1968]

    Captulo 3

    LA REVOLUCION INDUSTRIAL, 1780-1840 (1)

    Hablar de Revolucin industrial, es hablar del algodn. Con l

    asociamos inmediatamente, al igual que los visitantes extranjeros

    que por entonces acudan a Inglaterra, a la revolucionaria ciudad

    de Manchester, que multiplic por diez su tamao entre 1760 y

    1830 (de 17.000 a 180.000 habitantes). All "se observan cientos

    de fbricas de cinco o seis pisos, cada una con una elevada chime-

    nea que exhala negro vapor de carbn"; Manchester, la que prover-

    bialmente "pensaba hoy lo que Inglaterra pensara maana" y haba

    de dar su nombre a la escuela de economa liberal famosa en todo

    el mundo. No hay duda de que esta perspectiva es correcta. La Re-

    volucin industrial britnica no fue de ningn modo slo algodn,o el Lancashire, ni siquiera slo tejidos, y adems el algodn per-

    di su primaca al cabo de un par de generaciones. Sin embargo, el

    algodn fue el iniciador del cambio industrial y la base de las pri-

    meras regiones que no hubieran existido a no ser por la industriali-

    zacin, y que determinaron una nueva forma de sociedad, el capi-

    talismo industrial, basada en una nueva forma de produccin, la

    "fbrica". En 1830 existan otras ciudades llenas de humo y de m-

    quinas de vapor, aunque no como las ciudades algodoneras (en

    1838 Manchester y Salford contaban por lo menos con el triple de

    energa de vapor de Birmingham) (2), pero las fbri cas no las col-maron hasta la segunda mitad del siglo. En otras regiones indus-

    triales existan empresas a gran escala, en las que trabajaban ma-

    sas proletarias, rodeadas por una maquinaria impresionante, minas

    de carbn y fundiciones de hierro, pero su ubicacin rural, fre-

    cuentemente aislada, el respaldo tradicional de su fuerza de traba-

    jo y su distinto ambiente social las hizo menos tpi cas de la nueva

    poca, excepto en su capacidad para transformar edificios y paisa-

    jes en un indito escenario de fuego , escor ias y mquinas de hie -

    rro. Los mineros eran --y lo son en su mayora-- aldeanos, y sus sis-

    temas de vida y trabajo eran extraos para los no mineros, conquienes tenan pocos contactos. Los dueos de las herreras o for-

    jas, como los Crawshays de Cyfartha, podan reclamar --y a menu-

    do recibir-- lealtad poltica de "sus" hombres, hecho que ms re-

    cuerda la relacin entre terratenientes y campesinos que la espera-

    ble entre patronos industriales y sus obreros. El nuevo mundo de

    la industrializacin, en su forma ms palmaria, no estaba aqu,

    sino en Manchester y sus alrededores.

    La manufactura del algodn fue un tpico producto secundario

    derivado de la dinmica corriente de comercio internacional, sobre

    todo colonial, sin la que, como hemos visto, la Revolucin indus-

    trial no puede explicarse. El algodn en bruto que se us en Europa

    mezclado con lino para producir una versin ms econmica de

    aquel tejido (el fustn) era casi enteramente colonial. La nica in-

    dustria de algodn puro conocida por Europa a principios del siglo

    XVIII era la de la India, cuyos productos (indianas o calicoes) ven-

    dan las compaas de comercio con Oriente en el extranjero y en

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    su mercado nacional, donde deban enfrentarse con la oposicin de

    los manufactureros de la lana, el lino y la seda. La industria lanera

    inglesa logr que en 1700 se prohibiera su importacin, consi-

    guiendo as accidentalmente para los futuros manufactureros na-

    cionales del algodn una suerte de va libre en el mercado interior.Sin embargo, stos estaban an demasiado atrasados para abaste-

    cerlo, aunque la primera forma de la moderna industria algodone-

    ra, la estampacin de indianas, se estableciera como sustitucin

    parcial para las importaciones en varios pases europeos. Los mo-

    destos manufactureros locales se establecieron en la zona interior

    de los grandes puertos coloniales y del comercio de esclavos, Bris-

    tol, Glasgow y Liverpool, aunque finalmente la nueva industria se

    asent en las cercanas de esta ltima ciudad. Esta industria fabri-

    c un sustitutivo para la lana, el lino o las medias de seda, con

    destino al mercado interior, mientras destinaba al exterior, engrandes cantidades, una alternativa a los superiores productos in-

    dios, sobre todo cuando las guerras u otras crisis desconectaban

    temporalmente el suministro indio a los mercados exteriores. Has-

    ta el ao 1770 ms del 90 por ciento de las exportaciones britni-

    cas de algodn fueron a los mercados coloniales, especialmente a

    frica. La notabilsima expansin de las exportaciones a partir de

    1750 dio su mpetu a esta industria: entre entonces y 1770 las ex-

    portaciones de algodn se multiplicaron por diez.

    Fue as como el algodn adquiri su caracterstica vinculacin

    con el mundo subdesarrollado, que retuvo y estrech pese a las

    distintas fluctuaciones a que se vio sometido. Las plantaciones de

    esclavos de las Indias occidentales proporcionaron materia prima

    hasta que en la dcada de 1790 el algodn obtuvo una nueva fuen-

    te, virtualmente ilimitada, en las plantaciones de esclavos del sur

    de los Estados Unidos, zona que se convirti fundamentalmente en

    una economa dependiente del Lancashire. El centro de produc-

    cin ms moderno conserv y ampli, de este modo, la forma de

    explotacin ms primitiva. De vez en cuando la industria del algo-

    dn tena que resguardarse en el mercado interior britnico, donde

    ganaba puestos como sustituto del lino, pero a partir de la dcada

    de 1790 export la mayor parte de su produccin: hacia fines delsiglo XIX exportaba alrededor del 90 por ciento. El algodn fue

    esencialmente y de modo duradero una industria de exportacin.

    Ocasionalmente irrumpi en los rentables mercados de Europa y

    de los Estados Unidos, pero las guerras y el alza de la competicin

    nativa fren esta expansin y la industria regres a determinadas

    zonas, viejas o nuevas, del mundo no desarrollado. Despus de me -

    diado el siglo XIX encontr su mercado principal en la India y en

    el Extremo Oriente. La industria algodonera britnica era, en esta

    poca, la mejor del mundo, pero acab como haba empezado al

    apoyarse no en su superioridad competitiva, sino en el monopoliode los mercados coloniales subdesarrollados que el imperio britni-

    co, la flota y su supremaca comercial le otorgaban. Tras la primera

    guerra mundial, cuando indios, chinos y japoneses fabricaban o in-

    cluso exportaban sus propios productos algodoneros y la interfe -

    rencia poltica de Gran Bretaa ya no poda impedirles que lo hi-

    cieran, la industria algodonera britnica tena los das contados.

    Como sabe cualquier escolar, el problema tcnico que determin

    la naturaleza de la mecanizacin en la industria algodonera fue el

    desequilibrio entre la eficiencia del hilado y la del tejido. El torno

    de hilar, un instrumento mucho menos productivo que el telar ma-

    nual (especialmente al ser acelerado por la "lanzadera volante" in-

    ventada en los aos 30 y difundida, en los 60 del siglo XVIII), no

    daba abasto a los tejedores. Tres invenciones conocidas equilibra-

    ron la balanza: la spinning-jenny de la dcada de 1760, que permi-

    ta a un hilador "a manos" hilar a la vez varias mechas; la water-

    frame de 1768 que utiliz la idea original de la spinning con una

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    combinacin de rodillos y husos; y la fusin de las dos anteriores,

    la mule de 1780 (3), a la que se aplic en seguida el vapor. Las dos

    ltimas innovaciones llevaban implcita la produccin en fbrica.

    Las factoras algodoneras de la Revoluci n industrial fueron esen-

    cialmente hilanderas (y establecimientos donde se cardaba el algo-dn para hilarlo).

    El tejido se mantuvo a la par de esas innovaciones multiplican-

    do los telares y tejedores manuales. Aunque en los aos 80 se ha-

    ba inventado un telar mecnico, ese sector de la manufactura no

    fue mecanizado hasta pasadas las guerras napolenicas, mientras

    que los tejedores que haban sido atrados con anterioridad a tal

    industria, fueron eliminados de ella recurriendo al puro expediente

    de sumirlos en la indigencia y sustituirlos en las fbricas por muje-

    res y nios. Entretanto, sus salarios de hambre retrasaban la meca-

    nizacin del tejido. As pues, los aos comprendidos entre 1815 yla dcada del 40 conocieron la difusin de la produccin fabril por

    toda la industria, y su perfeccionamiento por la introduccin de

    las mquinas automticas (self-acting) y otras mejores en la dca-

    da de 1820. Sin embargo, no se produjeron nuevas revoluciones

    tcnicas. La mule sigui siendo la base de la hilatura britnica en

    tanto que la continua de anillos (ring-spinning) --inventada hacia

    1840 y generalizada actualmente-- se dej a los extranjeros. El te-

    lar mecnico domin el tejido. La aplastante superioridad mundial

    conseguida en esta poca por el Lancashire haba empezado a ha-

    cerlo tcnicamente conservador aunque sin llegar al estancamien-

    to.

    La tecnologa de la manufactura algodonera fue pues muy senci-

    lla, como tambin lo fueron, como veremos, la mayor parte del res-

    to de los cambios que colectivamente produjeron la Revolucin in-

    dustrial. Esa tecnologa requera pocos conocimientos cientficos o

    una especializacin tcnica superior a la mecnica prctica de

    principios del siglo XVIII. Apenas si necesit la potencia de vapor

    con rapidez y en mayor extensin que otras industrias (excepto la

    minera y la metalurgia), en 1838 una cuarta parte de su energa

    proceda an del agua. Esto no significa ausencia de capacidades

    cientficas o falta de inters de los nuevos industriales en la revo-lucin tcnica; por el contrario, abundaba la innovacin cientfica,

    que se aplic rpidamente a cuestiones prcticas por cientficos

    que an se negaban a hacer distincin entre pensamiento "puro" y

    "aplicado". Los industriales aplicaron estas innovaciones con gran

    rapidez, donde fue necesario o ventajoso, y, sobre todo, elaboraron

    sus mtodos de produccin a partir de un racionalismo riguroso,

    hecho sealadamente caracterstico de una poca cientfica. Los

    algodoneros pronto aprendieron a construir sus edificios con una

    finalidad puramente funcional (un observador extranjero reido

    con la modernidad sostuvo que "a menudo a costa de sacrificar labelleza externa") (4) y a partir de 1805 alargaron la jornada laboral

    iluminando sus fbricas con gas. (Los primeros experimentos de

    iluminacin con gas no se remontan a ms all de 1792). Blanque-

    aron y tieron los tejidos echando mano de las invenciones ms

    recientes de la qumica, ciencia que puede decirse cristaliz entre

    1770 y 1780, con el advenimiento de la Revolucin industrial. No

    obstante, la industria qumica que floreci en Escocia hacia 1800

    sobre esta base se remonta a Berthollet, quien en 1786 haba suge-

    rido a James Watt el uso del cloro para blanquear los tejidos.

    La primera etapa de la Revolucin industrial fue tcnicamente

    un tanto primitiva no porque no se dispusiera de mejor ciencia y

    tecnologa, o porque la gente no tuviera inters en ellas, o no se

    les convenciera de aceptar su concurso. Lo fue tan slo porque, en

    conjunto, la aplicacin de ideas y recursos sencillos (a menudo ide-

    as viejas de siglos), normalmente nada caras, poda producir resul-

    tados sorprendentes. La novedad no radicaba en las innovaciones,

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    sino en la disposicin mental de la gente prctica para utilizar la

    ciencia y la tecnologa que durante tanto tiempo haban estado a

    su alcance y en el amplio mercado que se abra a los productos,

    con la rpida cada de costos y precios. No radicaba en el floreci-

    miento del genio inventivo individual, sino en la situacin polticaque encaminaba el pensamiento de los hombres hacia problemas

    solubles.

    Esta situacin fue muy afortunada ya que dio a la Revolucin

    industrial inicial un impulso inmenso, quizs esencial, y la puso al

    alcance de un cuerpo de empresarios y artesanos cualificados, no

    especialmente ilustrados o sutiles, ni ricos en demasa que se mo-

    van en una economa floreciente y en expansin cuyas oportuni-

    dades podan aprovechar con facilidad. En otras palabras, esta si-

    tuacin minimiz los requisitos bsicos de especializacin, de ca-

    pital, de finanzas a gran escala o de organizacin y planificacingubernamentales sin lo cual ninguna industrializacin es posible.

    Consideremos, por va de contraste, la situacin del pas "en vas

    de desarrollo" que se apresta a realizar su propia revolucin indus-

    trial. La andadura ms elemental --digamos, por ejemplo, la cons-

    truccin de un adecuado sistema de transporte-- precisa un domi-

    nio de la ciencia y la tecnologa impensable hasta hace cuatro das

    para las capacidades habituales de no ms de una pequea parte de

    la poblacin. Los aspectos ms caractersticos de la produccin

    moderna --por ejemplo la fabricacin de vehculos a motor-- son de

    unas dimensiones y una complejidad desconocidas para la expe-

    riencia de la mayora de la pequea clase de negociantes locales

    aparecida hasta ese momento, y requieren una inversin inicial

    muy alejada de sus posibilidades independientes de acumulacin

    de capital. Aun las menores capacidades y hbitos que damos por

    descontados en las sociedades desarrolladas, pero cuya ausencia

    las desarticulara, son escasos en tales pases: alfabetismo, sentido

    de la puntualidad y la regularidad, canalizacin de las rutinas, etc.

    Por poner un solo ejemplo: en el siglo XVIII an era posible desa-

    rrollar una industria minera del carbn socavando pozos relativa-

    mente superficiales y galeras laterales, utilizando para ello hom-

    bres con zapapicos y transportando el carbn a la superficie pormedio de vagonetas a mano o tiradas por jamelgos y elevando el

    mineral en cestos (5). Hoy en da sera completamente imposible

    explotar de este modo los pozos petrolferos, en competencia con

    la gigantesca y compleja industria petrolera internacional.

    De modo similar, el problema crucial para el desarrollo econmi -

    co de un pas atrasado hoy en da es, con frecuencia, el que expre-

    saba Stalin, gran conocedor de esta cuestin: "Los cuadros son

    quienes lo deciden todo". Es mucho ms fcil encontrar el capital

    para la construccin de una industria moderna que dirigirla; mu-

    cho ms fcil montar una comisin central de planificacin con elpuado de titulados universitarios que pueden proporcionar la ma-

    yora de los pases, que adquirir la gente con capacidades inte rme -

    dias, competencia tcnica y administrativa, etc., sin las que cual-

    quier economa moderna se arriesga a diluirse en la ineficacia. Las

    economas atrasadas que han logrado industrializarse han sido

    aquellas que han hallado el modo de multiplicar esos cuadros, y de

    utilizarlos en el contex to de una poblacin general que an careca

    de las capacidades y hbitos de la industria moderna. En este as-

    pecto, la historia de la industrializacin de Gran Bretaa ha sido

    irrelevante para sus necesidades, porque a Gran Bretaa el proble-

    ma apenas la afect. En ninguna etapa conoci la escasez de gen-

    tes competentes para trabajar los metales, y tal como se infiere del

    uso ingls de la palabra "ingeniero" (engineer = maquinista) los tc -

    nicos ms cualificados podan reclutarse rpidamente de entre los

    hombres con experiencia prctica de taller (6). Gran Bretaa se las

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    arregl incluso sin un sistema de enseanza elemental estatal has-

    ta 1870, ni de enseanza media estatal hasta despus de 1902.

    La va britnica puede ilustrarse mejor con un ejemplo. El ms

    grande de los primeros industriales del algodn fue sir Robert Peel

    (1750-1830), quien a su muerte dej una fortuna de casi milln ymedio de libras --una gran suma para aquellos das-- y un hijo a

    punto de ser nombrado primer ministro. Los Peel eran una familia

    de campesinos yeomen de mediana condicin quienes, como mu-

    chos otros en las colinas de Lancashire, combinaron la agricultura

    con la produccin texti l domstica desde mediados del siglo XVII.

    El padre de sir Robert (1723-1795) venda an sus mercancas en

    el campo, y no se fue a vivir a la ciudad de Blackburn hasta 1750,

    fecha en que todava no haba abandonado por completo las tareas

    agrcolas. Tena algunos conocimientos no tcnicos, cierto ingenio

    para los proyectos sencillos y para la invencin (o, por lo menos, elbuen sentido de apreciar las invenciones de hombres como su pai-

    sano James Hargreaves, tejedor, carpintero e inventor de la spin-

    ning-jenny), y tierras por un valor aproximado de 2.000 a 4.000 li-

    bras esterlinas, que hipotec a principios de la dcada de 1760

    para construir una empresa dedicada a la estampacin de indianas

    con su cuado Haworth y un tal Yates, quien aport los ahorros

    acumulados de sus negocios familiares como fondista en el Black

    Bull. La familia tena experiencia: varios de sus miembros trabaja-

    ban en el ramo textil, y el futuro de la estampacin de indianas,

    hasta entonces especialidad londinense, pareca excelente. Y, en

    efecto, lo fue. Tres aos despus --a mediados de la dcada de

    1760-- sus necesidades de algodn para estampar fueron tales que

    la firma se dedic ya a la fabricacin de sus propios tejidos; hecho

    que, como observara un historiador local, "es buena prueba de la

    facilidad con que se haca dinero en aquellos tiempos" (7) Los ne-

    gocios prosperaron y se dividieron: Peel permaneci en Blackburn,

    mientras que sus dos socios se trasladaron a Bury donde se les aso-

    ciara en 1772 el futuro sir Robert con algn respaldo inicial, aun-

    que modesto, de su padre.

    Al joven Peel apenas le haca falta esta ayuda. Empresario de

    notable energa, sir Robert no tuvo dificultades para obtener capi-tal adicional asocindose con prohombres locales ansiosos de in-

    vertir en la creciente industria, o simplemente deseosos de colocar

    su dinero en nuevas ciudades y sectores de la actividad industrial.

    Slo la seccin de estampados de la empresa iba a obtener rpidos

    beneficios del orden de unas 70.000 libras al ao durante largos

    perodos, por lo que nunca hubo escasez de capital. Hacia media-

    dos de la dcada de 1780 era ya un negocio muy sustancioso, dis-

    puesto a adoptar cualesquiera innovaciones provechosas y tiles,

    como las mquinas de vapor. Hacia 1790 --a la edad de cuarenta

    aos y slo dieciocho despus de haberse iniciado en los negocios--Robert Peel era "baronet", miembro del Parlamento y reconocido

    representante de una nueva clase: los industriales (8). Peel difera

    de otros esforzados empresarios del Lancashire, incluyendo algu-

    nos de sus socios, principalmente en que no se dej mecer en la

    cmoda opulencia --cosa que poda haber hecho perfectamente ha-

    cia 1785--, sino que se lanz a empresas cada vez ms atrevidas

    como capitn de industria. Cualquier miembro de la clase media

    rural del Lancashire dotado de modestos talento y energa comer -

    ciales que se metiera en los negocios de algodn cuando lo hizo

    Peel, difcilmente hubiera esperado conseguir mucho dinero con

    rapidez. Es quiz caracterstico del sencillo concepto de los nego-

    cios de Peel el hecho de que durante muchos aos despus de que

    su empresa iniciase la estampacin de indianas, no dispusiera de

    un "taller de dibujo"; es decir, Peel se content con el mnimo im-

    prescindible para disear los patrones sobre los que se asentaba su

    fortuna. Cierto es que en aquella poca se venda prcticamente

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    todo, especialmente al cliente nada sofisticado nacional y extran-

    jero.

    Entre los lluviosos campos y aldeas del Lancashire apareci as,

    con notable rapidez y facilidad, un nuevo sistema industrial basa-

    do en una nueva tecnologa, aunque, como hemos visto, surgi poruna combinacin de la nueva y de la antigua. Aqulla prevaleci

    sobre sta. El capital acumulado en la industria sustituy a las hi-

    potecas rurales y a los ahorros de los posaderos, los ingenieros a

    los inventivos constructores de telares, los telares mecnicos a los

    manuales, y un proletariado fabril a la combinacin de unos pocos

    establecimientos mecanizados con una masa de trabajadores do-

    msticos dependientes. En las dcadas posteriores a las guerras

    napolenicas los viejos elementos de la nueva industrializacin

    fueron retrocediendo gradualmente y la industria moderna pas a

    ser, de conquista de una minora pionera, a la norma de vida delLancashire. El nmero de telares mecnicos de Inglaterra pas de

    2.400 en 1813 a 55.000 en 1829, 85.000 en 1833 y 224.000 en

    1850, mientras que el nmero de tejedores manuales, que lleg a

    alcanzar un mximo de 250.000 hacia 1820, disminuy hasta unos

    100.000 hacia 1840 y a poco ms de 50.000 a mediados de la d-

    cada de 1850. No obstante, sera desatinado despreciar el carcter

    an relativamente primitivo de esta segunda fase de transforma-

    cin y la herencia de arcasmo que dejaba atrs.

    Hay que mencionar dos consecuencias de lo que antecede. La

    primera hace referencia a la descentralizada y desintegrada estruc-

    tura comercial de la industria algodonera (al igual que la mayora

    de las otras industrias decimonnicas britnicas), producto de su

    emergencia a partir de las actividades no planificadas de unos po-

    cos. Surgi, y as se mantuvo durante mucho tiempo, como un

    complejo de empresas de tamao medio altamente especializadas

    (con frecuencia muy localizadas): comerciantes de varias clases,

    hiladores, tejedores, tin toreros, acabadores, blanqueadores, estam-

    padores, etc., con frecuencia especializados incluso dentro de sus

    ramos, vinculados entre s por una compleja red de transacciones

    comerciales individuales en "el mercado". Semejante forma de es-

    tructura comercial tiene la ventaja de la flexibilidad y se presta auna rpida expansin inicial, pero en fases posteriores del desarro-

    llo industrial, cuando las ventajas tcnicas y econmicas de plani-

    ficacin e integracin son mucho mayores, genera rigideces e ine-

    ficacias considerables. La segunda consecuencia fue el desarrollo

    de un fuerte movimiento de asociacin obrera en una industria ca-

    racterizada normalmente por una organizacin laboral inestable o

    extremadamente dbil, ya que empleaba una fuerza de trabajo con-

    sistente sobre todo en mujeres y nios, inmigrantes no cualifica-

    dos, etc. Las sociedades obreras de la industria algodonera del Lan-

    cashire se apoyaban en una minora de hiladores (de mule) cualifi-cados masculinos que no fueron, o no pudieron ser, desalojados de

    su fuerte posicin para negociar con los patronos por fases de me-

    canizacin ms avanzadas --los intentos de 1830 fracasaron-- y

    que con el tiempo consiguieron organizar a la mayora no cualifica-

    da que les rodeaba en asociaciones subordinadas, principalmente

    porque stas estaban formadas por sus mujeres e hijos. As pues el

    algodn evolucion como industria fabril organizada a partir de

    una suerte de mtodos gremiales de artesanos, mtodos que triun-

    faron porque en su fase crucial de desarrollo la industria algodone-

    ra fue un tipo de industria fabril muy arcaico.

    Sin embargo, en el contexto del siglo XVIII fue una industria re-

    volucionaria, hecho que no debe olvidarse una vez aceptadas sus

    caractersticas transicionales y persistente arcasmo. Supuso una

    nueva relacin econmica entre las gentes, un nuevo sistema de

    produccin, un nuevo ritmo de vida, una nueva sociedad, una nue-

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    va era histrica. Los contemporneos eran conscientes de ello casi

    desde el mismo punto de partida:

    Como arrastradas por sbita corriente, desaparecieron las consti-

    tuciones y limitaciones medievales que pesaban sobre la indus-tria, y los estadistas se maravillaron del grandioso fenmeno que

    no podan comprender ni seguir. La mquina obediente serva la

    voluntad del hombre. Pero como la maquinaria redujo el potencial

    humano, el capital triunf sobre el trabajo y cre una nueva for-

    ma de esclavitud [...] La mecanizacin y la minuciosa divisin del

    trabajo disminuyen la fuerza e inteligencia que deben tener las

    masas, y la concurrencia reduce sus salarios al mnimo necesario

    para subsis tir . En tiempos de crisis acar readas por la saturaci n

    de los mercados, que cada vez se dan con ms frecuencia, los sa-

    larios descienden por debajo de este mnimo de subsistencia. A

    menudo el trabajo cesa totalmente durante algn tiempo [...] y unamasa de hombres miserables queda expuesta al hambre y a las

    torturas de la penuria (9).

    Estas palabras --curiosamente similares a las de revolucionarios

    socialistas tales como Friedrich Engels-- son las de un negociante

    liberal alemn que escriba hacia 1840. Pero aun una generacin

    antes otro industrial algodonero haba subrayado el carcter revo-

    lucionario del cambio en sus Observations on the Effect of the Ma-

    nufacturing System (1815):

    La difusin general de manufacturas a travs de un pas[escribiRobert Owen] engendra un nuevo carcter en sus habitantes; y

    como que este carcter est basado en un principio completamen -

    te desfavorable para la felicidad individual o general, acarrear

    los males ms lamentables y permanentes, a no ser que su tenden-

    cia sea contrarrestada por la ingerencia y orientacin legislati -

    vas. El sistema manufacturero ya ha extendido tanto su influen-

    cia sobre el Imperio britnico como para efectuar un cambio esen-

    cial en el carcter general de la masa del pueblo.

    El nuevo sistema que sus contemporneos vean ejemplifi cado

    sobre todo en el Lancashire, se compona, o eso les pareca a ellos,de tres elementos. El primero era la divisin de la poblacin indus-

    trial entre empresarios capitalistas y obreros que no tenan ms

    que su fuerza de trabajo, que vendan a cambio de un salario. El

    segundo era la produccin en la "fbrica", una combinacin de m-

    quinas especializadas con trabajo humano especializado, o, como

    su primitivo terico, el doctor Andrew Ure, las llam, "un gigantes-

    co autmata compuesto de varios rganos mecnicos e intelectua-

    les, que actan en ininterrumpido concierto [...] y todos ellos su-

    bordinados a una fuerza motriz que se regula por s misma" (10). El

    tercero era la sujecin de toda la economa --en realidad de toda la

    vida-- a los fines de los capitalistas y la acumulacin de beneficios.

    Algunos de ellos --aquellos que no vean nada fundamentalmente

    errneo en el nuevo sistema-- no se cuidaron de distinguir entre

    sus aspectos tcnicos y sociales. Otros --aquellos que se vean atra-

    pados en el nuevo sistema contra su voluntad y no obtenan de l

    otra cosa que la pobreza, como aquel tercio de la poblacin de

    Blackburn que en 1833 viva con unos ingresos famili ar es de cin-

    co chelines y seis peniques semanales (o una cifra media de alrede-

    dor de un cheln por persona)-- (11) estaban tentados de rechazar

    ambos. Un tercer grupo --Robert Owen fue su portavoz ms carac-

    terizado-- separaba la industrializacin del capitalismo. Aceptabala Revolucin industrial y el progreso tcnico como portadores de

    saberes y abundancia para todos. Rechazaba su forma capitalista

    como generadora de la explotacin y la pobreza extrema.

    Es fcil, y corriente, criticar en detalle la opinin contempor-

    nea, porque la estructura del industrialismo no era de ningn

  • 7/29/2019 Industria e Imperio Cap 3

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    Eric J. Hobsbawm (1968; 1977): Industria e Imperio Captulo 3: La Revoluci n industrial, 1780-1840 - 8

    modo tan "moderna" como sugera incluso en vsperas de la era del

    ferrocarril, por no hablar ya del ao de Waterloo. Ni el "patrono ca-

    pitalista" ni el "proletario" eran corrientes en estado puro. Las "ca-

    pas medias de la sociedad" (no comenzaron a llamarse a s mismas

    "clase media" hasta el primer tercio del siglo XIX) estaban com-puestas por gentes deseosas de hacer beneficios, pero slo haba

    una minora dispuesta a aplicar a la obtencin de beneficios toda

    la insensible lgica del progreso tcnico y el mandamiento de

    "comprar en el mercado ms barato y vender en el ms caro". Esta-

    ban llenas de gentes que vivan tan slo del trabajo asalariado, a

    pesar de un nutrido grupo compuesto an por versiones degenera-

    das de artesanos antiguamente independientes, pegujaleros en bus-

    ca de trabajo para sus horas libres, minsculos empresarios que

    disponan de tiempo, etc. Pero haba pocos operarios autnticos.

    Entre 1778 y 1830 se produjeron constantes revueltas contra laexpansin de la maquinaria. Que esas revueltas fueran con fre-

    cuencia apoyadas cuando no instigadas por los negociantes y agri-

    cultores locales, muestra lo restringido que era an el sector "mo-

    derno" de la economa, ya que quienes estaban dentro de l tend-

    an a aceptar, cuando no a saludar con alborozo, el advenimiento de

    la mquina. Los que trataron de detenerlo fueron precisamente los

    que no estaban dentro de l. El hecho de que en conjunto fracasa-

    ran demuestra que el sector "moderno" estaba dominando en la

    economa.

    Haba que esperar a la tecnologa de mediados del presente siglo

    para que fueran viables los sistemas semiautomticos en la produc-

    cin fabril que los filsofos del "talento del vapor" de la primera

    mitad del siglo XIX haban previsto con tanta satisfaccin y que

    columbraban en los imperfectos y arcaicos obradores de algodn

    de su tiempo. Antes de la llegada del ferrocarril, probablemente no

    existi ninguna empresa (excepto quiz fbricas de gas o plantas

    qumicas) que un ingeniero de produccin moderno pudiera consi-

    derar con algn inters ms all del puramente arqueolgico. Sin

    embargo, el hecho de que los obradores de algodn inspiraran vi-

    siones de obreros hacinados y deshumanizados, convertidos en

    "operarios" o "mano de obra" antes de ser eximidos en todas partespor la maquinaria automtica, es igualmente significativo. La "f-

    brica", con su lgica dinmica de procesos --cada mquina especia-

    lizada atendida por un "brazo" especializado, vinculados todos por

    el inhumano y constante ritmo de la "mquina" y la disciplina de

    la mecanizacin--, iluminada por gas, rodeada de hierros y hume-

    ante, era una forma revolucionaria de trabajar. Aunque los salarios

    de las fbricas tendan a ser ms altos que los que se conseguan

    con las industrias domsticas (excepto aquellas de obreros muy

    cualificados y verstiles), los obreros recelaban de trabajar en ellas,

    porque al hacerlo perderan su ms caro patrimonio: la indepen-dencia. Esta es una razn que explica la captacin de mujeres y ni-

    os --ms manejables-- para trabajar en las fbricas: en 1838 slo

    un 23 por ciento de los obreros textiles eran adultos.

    Ninguna otra industria poda compararse con la del algodn en

    esta primera fase de la industrializacin britnica. Su proporcin

    en la renta nacional quiz no era impresionante --alrededor del sie-

    te o el ocho por ciento hacia el final de las guerras napolenicas--

    pero s mayor que la de otras industrias. La industria algodonera

    comenz su expansin y sigui creciendo ms rpidamente que el

    resto, y en cierto sentido su andadura midi la de la economa

    (12). Cuando el algodn se desarroll a la notable proporcin del

    seis al siete por ciento anual, en los veinticinco aos siguientes a

    Waterloo, la expansin industrial britnica estaba en su apogeo.

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    Eric J. Hobsbawm (1968; 1977): Industria e Imperio Captulo 3: La Revoluci n industrial, 1780-1840 - 9

    Cuando el algodn dej de expansionarse --como sucedi en el lti-

    mo cuarto de siglo XIX al bajar su tasa de crecimiento al 0,7 por

    ciento anual-- toda la industria britnica se tambale. La contribu-

    cin de la industria algodonera a la economa internacional de

    Gran Bretaa fue todava ms singular. En las dcadas postnapo-lenicas los productos de algodn constituan aproximadamente la

    mitad del valor de todas las exportaciones inglesas y cuando stas

    alcanzaron su cspide (a mediados de la dcada de 1830) la impor-

    tacin de algodn en bruto alcanz el 20 por ciento de las importa-

    ciones netas totales. La balanza de pagos britnica dependa pro-

    piamente de los azares de esta nica industria, as como tambin

    del transporte martimo y del comercio ultramarino en general. Es

    casi seguro que la industria algodonera contribuy ms a la acumu-

    lacin de capital que otras industrias, aunque slo fuera porque su

    rpida mecanizacin y el uso masivo de mano de obra barata (mu-jeres y nios) permiti una afortunada transferencia de ingresos

    del trabajo al capital. En los veintic inco aos que siguieron a 1820

    la produccin neta de la industria creci alrededor del 40 por cien -

    to (en valores), mientras que su nmina slo lo hizo en un cinco

    por ciento.

    Difcilmente hace falta poner de relieve que el algodn estimul

    la industrializacin y la revolucin tecnolgica en general. Tanto

    la industria qumica como la construccin de mquinas le son deu-

    doras: hacia 1830 slo los londinenses disputaban la superioridad

    de los constructores de mquinas de Lancashire. En este aspecto

    la industria algodonera no fue singular y careci de la capacidad

    directa de estimular lo que, como analistas de la industrializacin,

    sabemos ms necesitaba del estmulo, es decir, las industrias pesa-

    das de base como carbn, hierro y acero, a las que no proporcion

    un mercado excepcionalmente grande. Por fortuna el proceso gene-

    ral de urbanizacin aport un estmulo sustancial para el carbn a

    principios del siglo XIX como haba hecho en el XVIII. En 1842 los

    hogares britnicos an consuman dos tercios de los recursos in-

    ternos de carbn, que se elevaban entonces a unos 30 millones de

    toneladas, ms o menos dos tercios de la produccin total del

    mundo occidental. La produccin de carbn de la poca seguasiendo primitiva: su base inicial haba sido un hombre en cuclillas

    que picaba mineral en un corredor subterrneo, pero la dimensin

    misma de esa produccin forz a la minera a emprender el cambio

    tcnico: bombear las minas cada vez ms profundas y sobre todo

    transportar el mineral desde las vetas carbonferas hasta la boca-

    mina y desde aqu a los puertos y mercados. De este modo la mine-

    ra abri el camino a la mquina de vapor mucho antes de James

    Watt, utiliz sus versiones mejoradas para caballetes de cabria a

    partir de 1790 y sobre todo invent y desarroll el fer rocarr il. No

    fue accidental que los constructores, maquinistas y conductoresde los primeros ferrocarriles procedieran con tanta frecuencia de

    las riberas del Tyne: empezando por George Stephenson. Sin em-

    bargo, el barco de vapor, cuyo desarrollo es anterior al del ferroca-

    rril, aunque su uso generalizado llegar ms tarde, nada debe a la

    minera.

    El hierro tuvo que afrontar dificultades mayores. Antes de la Re-

    volucin industrial, Gran Bretaa no produca hierro ni en grandes

    cantidades ni de calidad notable, y en la dcada de 1780 su deman-

    da total difcilmente debi haber superado las 100.000 toneladas

    (13). La guerra en general y la flota en particular proporcionaron a

    la industria del hierro constantes estmulos y un mercado intermi-

    tente; el ahorro de combustible le dio un incentivo permanente

    para la mejora tcni ca. Por estas razones, la capacidad de la indus-

    tria del hierro --hasta la poca del ferrocarril-- tendi a ir por de-

    lante del mercado, y sus rpidas eclosiones se vieron seguidas por

    prolongadas depresiones que los industriales del hierro trataron de

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    Eric J. Hobsbawm (1968; 1977): Industria e Imperio Captulo 3: La Revolucin industrial, 1780-1840 - 10

    resolver buscando desesperadamente nuevos usos para su metal, y

    de paliar por medio de crteles de precios y reducciones en la pro-

    duccin (la Revolucin industrial apenas si afect al acero). Tres

    importantes innovaciones aumentaron su capacidad: la fundicin

    de hierro con carbn de coque (en lugar de carbn vegetal), las in-venciones del pudelaje y laminado, que se hicieron de uso comn

    hacia 1780, y el horno con inyeccin de aire caliente de James

    Neilson a partir de 1829. Asimismo estas innovaciones fijaron la

    localizacin de la industria junto a las carboneras. Despus de las

    guerras napolenicas, cuando la industrializacin comenz a desa-

    rrollarse en otros pases, el hierro adquiri un importante mercado

    de exportacin: entre el quince y el veinte por ciento de la produc-

    cin ya poda venderse al extranjero. La industrializacin britnica

    produjo una variada demanda interior de este metal, no slo para

    mquinas y herramientas, sino tambin para construir puentes, tu-beras, materiales de construccin y utensilios domsticos, pero

    aun as la produccin total sigui estando muy por debajo e lo que

    hoy consideraramos necesario para una economa industrial, espe-

    cialmente si pensamos que los metales no ferrosos eran entonces

    de poca importancia. Probablemente nunca lleg a medio milln de

    toneladas antes de 1820, y difcilmente a 700.000 en su apogeo

    previo al ferrocarril, en 1828.

    El hierro sirvi de estimulante no slo para todas las industrias

    que lo consuman sino tambin para el carbn (del que consuma

    alrededor de una cuarta parte de la produccin en 1842), la mqui-

    na de vapor y, por las mismas razones que el carbn, el transporte.

    No obstante, al igual que el carbn, el hierro no experiment su re-

    volucin industrial real hasta las dcadas centrales del siglo XIX, o

    sea unos 50 aos despus del algodn; mientras que las industrias

    de productos para el consumo poseen un mercado de masas inclu-

    so en las economas preindustriales, las industrias de productos

    bsicos slo adquieren un mercado semejante en economas ya in-

    dustrializadas o en vas de industrializacin. La era del ferrocarril

    fue la que triplic la produccin de carbn y de hierro en veinte

    aos y la que cre virtualmente una industria del acero (14).

    Es evidente que tuvo lugar un notable crecimiento econmicogeneralizado y ciertas transformaciones industriales, pero todava

    no una revolucin industrial. Un gran nmero de industrias, como

    las del vestido (excepto gneros de punto), calzado, construccin y

    enseres domsticos, siguieron trabajando segn las pautas tradi-

    cionales, aunque utilizando espordicamente los nuevos materia-

    les. Trataron de satisfacer la creciente demanda recurriendo a un

    sistema similar al "domstico", que convirti a artesanos indepen-

    dientes en mano de obra sudorosa, empobrecida y cada vez ms es-

    pecializada, luchando por la supervivencia en los stanos y buhar-

    dillas de las ciudades. La industrializacin no cre fbricas de ves-tidos y ajuares, sino que produjo la conversin de artesanos espe-

    cializados y organizados en obreros mseros, y levant aquellos

    ejrcitos de costureras y camiseras tuberculosas e indigentes que

    llegaron a conmover la opinin de la clase media, incluso en aque-

    llos tiempos tan insensibles.

    Otras industrias mecanizaron sumariamente sus pequeos talle -

    res y los dotaron de algn tipo de energa elemental, como el va-

    por, sobre todo en la multitud de pequeas industrias del metal

    tan caractersticas de Sheffield y de las Midlands, pero sin cambiar

    el carcter artesanal o domstico de su produccin. Algunos de es-

    tos complejos de pequeos talleres relacionados entre s eran urba-

    nos, como suceda en Sheffield y Birmingham, otros rurales, como

    en las aldeas perdidas de "Black Country"; algunos de sus obreros

    eran viejos artesanos especializados, organizados y orgullosos de

    su gremio (como suceda en las cuchilleras de Sheffield) (15). Hubo

    pueblos que degeneraron progresivamente hasta convertirse en lu-

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    Eric J. Hobsbawm (1968; 1977): Industria e Imperio Captulo 3: La Revolucin industrial, 1780-1840 - 11

    gares atroces e insanos de hombres y mujeres que se pasaban el

    da elaborando clavos, cadenas y otros artculos de metal sencillos.

    (En Dudley, Worcestershire, la esperanza media de vida al nacer

    era, en 1841-1850, de dieciocho aos y medio). Otros productos,

    como la alfarera, desarrollaron algo parecido a un primitivo siste-ma fabril o unos establecimientos a gran escala --relativa-- basados

    en una cuidados divisin interior del trabajo. En conjunto, sin em-

    bargo, y a excepcin del algodn y de los grandes establecimientos

    caractersticos del hierro y del carbn, el desarrollo de la produc-

    cin en fbricas mecanizadas o en establecimiento anlogos tuvo

    que esperar hasta la segunda mitad del siglo XIX, y aun entonces

    el tamao medio de la planta o de la empresa fue pequeo. En

    1851, 1.670 industriales del algodn disponan de ms estableci-

    mientos (en los que trabajaban cien hombres o ms) que el total

    conjunto de los 41.000 sastres, zapateros, constructores de mqui-nas, constructores de edificios, constructores de carreteras, curti-

    dores, manufactureros de lana, estambre y seda, molineros, encaje-

    ros y alfareros que indicaron al censo del tamao de sus estableci-

    mientos.

    Una industrializacin as limitada, y basada esencialmente en

    un sector de la industria textil, no era ni estable ni segura. Noso-

    tros, que podemos contemplar el perodo que va de 1780 a 1840 a

    la luz de evoluciones posteriores, la vemos simplemente como fase

    inicial del capitalismo industrial. Pero no poda haber sido tam-

    bin su fase final? La pregunta parece absurda porque es evidente

    que no lo fue, pero no hay que subestimar la inestabilidad y ten-

    sin de esta fase inicial --especialmente en las tres dcadas des-

    pus de Waterloo-- y el malestar de la economa y de aquellos que

    crean seriamente en su futuro. La Gran Bretaa industrial prime-

    riza atraves una crisis, que alcanz su punto culminante en la d-

    cada de 1830 y primeros aos de 1840. El hecho de que no fuera

    en absoluto una crisis "final" sino tan slo una crisis de crecimien-

    to, no debe llevarnos a subestimar su gravedad, como han hecho

    con frecuencia los historiadores de la economa (no los de la socie-

    dad) (16).

    La prueba ms clara de esta crisis fue la marea de descontentosocial que se abati sobre Gran Bretaa en oleadas sucesivas entre

    los ltimos aos de las guerras y la dcada de 1840: luditas y radi-

    cales, sindicalistas y socialistas utpicos, demcratas y cartistas.

    En ningn otro perodo de la historia moderna de Gran Bretaa,

    experiment el pueblo llano una insatisfaccin tan duradera, pro-

    funda y, a menudo, desesperada. En ningn otro perodo desde el

    siglo XVII podemos calificar de revolucionarias a grandes masas

    del pueblo, o descubrir tan slo un momento de crisis poltica (en-

    tre 1830 y la Ley de Reforma de 1832) en que hubiera podido sur-

    gir algo semejante a una situacin revolucionaria. Algunos histo-riadores han tratado de explicar este descontento argumentando

    que simplemente las condiciones de vida de los obreros (excepcin

    hecha de una minora deprimida) mejoraban menos de prisa de lo

    que les haba hecho esperar las doradas perspectivas de la indus-

    trializacin. Pero la "revolucin de las expectativas crecientes" es

    ms libresca que real. Conocemos numerosos ejemplos de gentes

    dispuestas a levantar barricadas porque an no han podido pasar

    de la bicicleta al automvil (aunque es probable que su grado de

    militancia aumente si, una vez han conocido la bicicleta, se empo-

    brecen hasta el extremo de no poder ya comprarla). Otros historia-

    dores han sostenido, ms convincentemente, que el descontento

    procede tan slo de las dificultades de adaptacin a un nuevo tipo

    de sociedad. Pero incluso para esto se requiere una excepcional si-

    tuacin de penuria econmica --como pueden demostrar los archi-

    vos de emigracin a Estados Unidos-- para que las gentes compren-

    dan que no ganan nada a cambio de lo que dan. Este descontento,

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    Eric J. Hobsbawm (1968; 1977): Industria e Imperio Captulo 3: La Revolucin industrial, 1780-1840 - 12

    que fue endmico en Gran Bretaa en estas dcadas, no se da sin

    la desesperanza y el hambre. Por aquel entonces, haba bastante de

    ambas.

    La pobreza de los ingleses fue en s misma un factor importante

    en las dificultades econmicas del capitalismo, ya que fij lmitesreducidos en el tamao y expansin del mercado interior para los

    productos britnicos. Esto se hace evidente cuando contrastamos

    el elevado aumento del consumo per capita de determinados pro-

    ductos de uso general despus de 1840 (durante los "aos dorados"

    de los victorianos) con el estancamiento de su consumo anterior.

    El ingls medio consuma entre 1815 y 1844 menos de 9 kg de

    azcar al ao; en la dcada de 1830 y primeros aos de los cuaren-

    ta, alrededor de 7 kg pero en los diez aos que siguieron a 1844 su

    consumo se elev a 15 kg anuales; en los treinta aos siguientes a

    1844 a 24 kg y hacia 1890 consuma entre 36 y 40 kg. Sin embar-go, ni la teora econmica, ni la prctica econmica de la primera

    fase de la Revolucin industrial se cimentaban en el poder adquisi-

    tivo de la poblacin obreras, cuyos salarios, segn el consenso ge-

    neral, no deban estar muy alejados del nivel de subsistencia. Si

    por algn azar (durante los "booms" econmicos) un sector de los

    obreros ganaba lo suficiente para gastar su dinero en el mismo tipo

    de productos que sus "mejores", la opinin de clase media se en-

    cargaba de deplorar o ridiculizar aquella presuntuosa falta de so-

    briedad. Las ventajas econmicas de los salarios altos, ya como in-

    centivos para una mayor productividad ya como adiciones al poder

    adquisitivo, no fueron descubiertas hasta despus de mediado el

    siglo, y aun entonces slo por una minora de empresarios adelan-

    tados e ilustrados como el contratista de ferrocarriles Thomas

    Brassey. Hasta 1869 John Stuart Mill, cancerbero de la ortodoxia

    econmica, no abandon la teora del "fondo de salarios", es decir

    una teora de salarios de subsistencia (17).

    Por el contrario, tanto la teora como la prctica econmicas hi-

    cieron hincapi en la crucial importancia de la acumulacin de ca-

    pital por los capitalistas, es decir del mximo porcentaje de benefi-

    cios y la mxima transferencia de ingresos de los obreros (que no

    acumulaban) a los patronos. Los beneficios, que hacan funcionarla economa, permitan su expansin al ser reinvertidos: por lo tan-

    to, deban incrementarse a toda costa (18). Esta opinin descansa-

    ba en dos supuestos: a)que el progreso industrial requera grandes

    inversiones y b)que slo se obtendran ahorros insuficientes si no

    se mantenan bajos los ingresos de las masas no capitalistas. El

    primero de ellos era ms cierto a largo plazo que en aquellos mo -

    mentos. Las primeras fases de la Revolucin industrial (digamos

    que de 1780 a 1815) fueron, como hemos visto, limitadas y relati-

    vamente baratas. La formacin de capital bruto puede haber llega-

    do a no ms del siete por ciento de la renta nacional a principiosdel siglo XIX, lo que est por debajo del ndice del 10 por ciento

    que algunos economistas consideran como esencial para la indus-

    trializacin hoy en da, y muy por debajo de las tasas de ms del

    30 por ciento que han podido hallarse en las rpidas industrializa-

    ciones de algunos pases o en la modernizacin de los ya adelanta-

    dos. Hasta las dcadas de 1830 y 1840 la formacin de capital bru-

    to en Gran Bretaa no pas del umbral del 10 por ciento, y por en-

    tonces la era de la industrializacin (barata) basada en artculos

    como los tejidos haca cedido el paso a la era del ferrocarril, del

    carbn, del hierro y del acero. El segundo supuesto de que los sala-

    rios deban mantenerse bajos era completamente errneo, pero te-

    na alguna plausibilidad inicial dado que las clases ms ricas y los

    mayores inversores potenciales del perodo --los grandes terrate-

    nientes y los intereses mercantiles y financieros-- no invertan de

    modo sustancial en las nuevas industrias. Los industriales del algo-

    dn y otros industriales en ciernes se vieron pues obligados a reu-

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    Eric J. Hobsbawm (1968; 1977): Industria e Imperio Captulo 3: La Revolucin industrial, 1780-1840 - 13

    nir un pequeo capital inicial y a ampliarlo reinvirtiendo los bene-

    ficios, no por falta de capitales disponibles, sino tan slo porque

    tenan poco acceso al dinero en grande. Hacia 1830, segua sin ha-

    ber escasez de capital en ningn sitio (19).

    Dos cosas, sin embargo, traan de cabeza a los negociantes y

    economistas del siglo XIX: el monto de sus beneficios y el ndice

    de expansin de sus mercados. Ambas les preocupaban por igual

    aunque hoy en da nos sintamos inclinados a prestar ms atencin

    a la segunda que a la primera. Con la industrializacin la produc-

    cin se multiplic y el precio de los artculos acabados cay espec-

    tacularmente. (Dada la tenaz competencia entre productores pe-

    queos y a media escala, rara vez podan mantenerse artificial-

    mente altos por crteles o acuerdos similares para fijar precios o

    restringir la produccin). Los costos de produccin no se redujeron

    --la mayora no se podan-- en la misma proporcin. Cuando el cli-ma econmico general pas de una inflacin de precios a largo tr-

    mino a una deflacin subsiguiente a las guerras aument la presin

    sobre los mrgenes de beneficio, ya que con la inflacin los benefi-

    cios disfrutaron de un alza extra (20) y con la deflacin experimen-

    taron un ligero retroceso. Al algodn le afect sensiblemente esta

    compresin de su tasa de beneficios:

    Costo y precio de venta de una libra de algodn hilado (21)

    Ao Materias primas Precio de venta Margen para otroscostos y beneficios

    1784 2s. 10s. 11d. 8s. 11d.

    1812 1s. 6d. 2s. 6d. 1s.

    1832 7 1/2d. 11 1/4d. 3 3/4d.Nota: = libra esterl ina, s. = chelines, d. = peniques.

    Por supuesto, cien veces cuatro peniques era ms dinero que

    slo once chelines, pero qu pasaba cuando el ndice de benefi-

    cios caa hasta cero, llevando as el vehculo de la expansin eco-

    nmica al paro a travs del fracaso de su mquina y creando aquel

    "estado estacionario" que tanto teman los economistas?Si se parte de una rpida expansin de los mercados, la perspec-

    tiva nos parece irreal, como tambin se lo pareci cada vez ms

    (quiz a partir de 1830) a los economistas. Pero los mercados no

    estaban creciendo con la rapidez suficiente como para absorber la

    produccin al nivel de crecimiento a que la economa estaba acos-

    tumbrada. En el interior crecan lentamente, lentitud que se agudi-

    z, con toda probabilidad, en los hambrientos aos treinta y prin-

    cipios de los cuarenta. En el extranjero los pases en vas de desa-

    rrollo no estaban dispuestos a importar tejidos britnicos (el pro-

    teccionismo britnico an les ayud), y los no desarrollados, sobrelos que se apoyaba la industria algodonera, o no eran lo bastante

    grandes o no crecan con la rapidez suficiente como mercados ca-

    paces de absorber la produccin britnica. En las dcadas postna-

    polenicas, las cifras de la balanza de pagos nos ofrecen un extra-

    ordinario espectculo: la nica economa industrial del mundo, y

    el nico exportador importante de productos manufacturados, es

    incapaz de soportar un excedente para la exportacin en su comer-

    cio de mercaderas (vase infra, cap. 7). Despus de 1826 el pas

    experiment un dficit no slo en el comercio, sino tambin en los

    servicios (transporte martimo, comisiones de seguros, beneficios

    en comercio y servicios extranjeros, etc.) (22).

    Ningn perodo de la historia britnica ha sido tan tenso ni ha

    experimentado tantas conmociones polticas y sociales como los

    aos 30 y principios del 40 del siglo pasado, cuando tanto la clase

    obrera como la clase media, por separado o unidas, exigieron la re-

    alizacin de cambios fundamentales. Entre 1829 y 1832 sus des-

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    contentos se coaligaron en la demanda de reforma parlamentaria,

    tras la cual las masas recurrieron a disturbios y algaradas y los

    hombres de negocios al poder del boicot econmico. Despus de

    1832, una vez que los radicales de la clase media hubieron conse-

    guido algunas de sus demandas, el movimiento obrero luch y fra-cas en solitario. A partir de la crisis de 1837, la agitacin de clase

    media renaci bajo la bandera de la liga contra la ley de cereales y

    la de las masas trabajadoras estall en el gigantesco movimiento

    por la Carta del Pueblo, aunque ahora ambas corrientes actuaban

    con independencia y en oposicin. En los dos bandos rivales, y es-

    pecialmente durante la peor de las depresiones decimonni cas, en-

    tre 1841 y 1842, se alimentaba el extremismo: los cartistas iban

    tras la huelga general; los extremistas de clase media en pos de un

    lock-outnacional que, al llenar las calles de trabajadores hambrien-

    tos, obligara al gobierno a pronunciarse. Las tensiones del perodocomprendido entre 1829 y 1846 se debieron en gran parte a esta

    combinacin de clases obreras desesperadas porque no tenan lo

    suficiente para comer y fabricantes desesperados porque crean

    sinceramente que las medidas polticas y fiscales del pas estaban

    asfixiando poco a poco la economa. Tenan motivo de alarma. En

    la dcada de 1830 el ndice ms tosco del progreso econmico, la

    renta per capita real (que no hay que confundir con el nivel de

    vida medio) estaba descendiendo por primera vez desde 1700. De

    no hacer algo no quedara destruida la economa capitalista? Y

    no estallara la revuelta entre las masas de obreros empobrecidas y

    desheredadas, como empezaba a temerse hacia 1840 en toda Euro-

    pa? En 1840 el espectro del comunismo se cerna sobre Europa,

    como sealaron Marx y Engels atinadamente. Aunque a este espec-

    tro se le temiera relativamente menos en Gran Bretaa, el de la

    quiebra econmica aterraba por igual a la clase media.

    N o t a s

    1. Ver "lecturas complementarias" y la nota I del captulo 2. La obra de * P.

    Mantoux, The Industr ia l Revolution in the 18th Century (hay traduccin

    castellana: La Revolucin industrial en el siglo XVIII, Madrid, 1962) es todava

    til; la de T.S. Ashton, The Industrial Revolution (1948), breve y muy clara (hay

    traduccin castellana: La Revolucin industrial, 1760-1830, Mxico, 1964). Para

    el algodn la obra de A.P. Wadsworth y J.L. Mann, The Cotton Trade and

    Industrial Lancashire (1931), es bsica, pero termina en 1780. El libro de N.

    Smelser, Social Change in the Industrial Revolution (1959), toca el tema del

    algodn, pero analiza otros muchos. Sobre empresarios e ingeniera son

    indispensables las obras de Samuel Smiles, Lives of the Engineers, Industrial

    Biography, sobre el sistema de fbrica y El Capital, de K. Marx. Ver tambin A.

    Redford, Labour Migration in England 1800-1850(1926) y S. Pollard, The Genesis

    of Modern Management (1965). Ver tambin las figuras 1-3, 7, 13, 15-16, 22, 27-

    28, 37.

    2. Las poblaciones de las dos reas urbanas en 1841 eran de unos 280.000 y

    180.000 habitantes, respectivamente.

    3. No fue idea original del que la patent, Richard Arkwright (1732-1792), un

    operario falto de escrpulos que se hizo muy rico a diferencia de la mayora de los

    autnticos inventores de la poca.

    4. Fabriken-Kommissarius, mayo de 1814, citado en J. Kuczynski, Geschichte der

    Lage der Arbeiter unter Kapitalismus (1964), vol. 23, p. 178.

    5. No estoy diciendo con esto que para realizar tales trabajos no se requiriesen

    determinados conocimientos y algunas tcnicas concretas, o que la industria

    britnica del carbn no poseyera o desarrollase equipos ms complicados y

    potentes, como la mquina de vapor.

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    6. Esto vale tanto para el obrero metalrgico cualificado como para el tcnico

    superior especializado, como por ejemplo el ingeniero "industrial".

    7. T. Barton, History of the Borough of Bury (1874), p. 59.

    8. "Fue un afortunado ejemplar de una clase de hombres que, en el Lancashire seaprovecharon de los descubrimientos de otros cerebros y de su propio ingenio y

    superior sacar partido de las peculiares facilidades locales para fabricar y estampar

    artculos de algodn y de las necesidades y demandas que, desde haca medio siglo

    o quiz ms, se producan por artculos manufacturados, consiguiendo llegar a la

    opulencia sin poseer maneras refinadas, ni cultura, ni ms all de conocimientos

    comunes." P.A. Whittle, Blackburn as it is(1852), p. 262.

    9. F. Harkort, Bemerkungen ber die Hindernisse der Civilisation und

    Emancipation der unteren Klassen(1844), citado en J. Kuczynski, op. cit., vol. 9,

    p. 127.

    10. Andrew Ure, The Philosophy of Manufactures (1835) citado en K. Marx, El

    Capital, p. 419 (edicin britnica de 1938).

    11. "En 1833 se llev a cabo un clculo singular sobre la renta de determinadas

    familias: la renta total de 1.778 familias (todas obreras) de Blackburn, que

    comprenda a 9.779 individuos, llegaba slo a 828 19s. 7d." (P.A. Whittle, op.

    cit. , p. 223). Ver tambin el prximo captulo 4.

    12. Tasa de crecimiento de la produccin industrial britnica (aumento porcentual

    por dcada):

    1800 a 1810 ................. 22,9 1850 a 1860 ................. 27,8

    1810 a 1820 ................. 38,6 1860 a 1870 ................. 33,2

    1820 a 1830 ................. 47,2 1870 a 1880 ................. 20,8

    1830 a 1840 ................. 37,4 1880 a 1890 ................. 17,4

    1840 a 1850 ................. 39,3 1890 a 1900 ................. 17,9

    La cada entre 1850 y 1860 se debe en buena parte al "hambre de algodn"

    ocasionado por la guerra de Secesin americana.

    13. Pero el consumo britnico per capita fue mucho ms alto que el de los otros

    pases comparables. Era, por ejemplo, unas tres veces y media el consumo francs

    de 1720 a 1740.

    14. Produccin (en miles de toneladas):

    Ao Carbn Hierro

    1830 16000 600

    1850 49000 2000

    15. Los describi como "organizados en gremios" un visitante alemn, quien se

    maravill de encontrar all un fenmeno continental familiar.

    16. S.G. Checkland, The Rise of Industrial Society in England (1964), estudia esta

    cuestin; ver tambin R.C.O. Matthews, A Study in Trade Cycle History (1954).

    17. Sin embargo, algunos economistas no se mostraron satisfechos con esta teora

    por lo menos desde 1830.

    18. Es imposible decir en qu grado se desarrollaron como parte de la renta

    nacional en este perodo, pero hay indicios de una cada del sector de los salarios

    en la renta nacional entre 1811 y 1842, y esto en una poca en que la poblacin

    asalariada creca muy rpidamente con respecto al conjunto de la poblacin. Sin

    embargo, la cuestin es difcil y el material sobre el que basar una respuesta

    completamente inadecuado.

    19. Sin embargo, en Escocia s se dio probablemente una ausencia de capital

    semejante, a causa de que el sistema bancario escocs desarroll una organizacin

    y parti cipac in accionaria en la industria muy por delante de los ingleses, ya que

    un pas pobre necesita un mecanismo para concentrar los numerosos picos de

    dinero procedentes de ahorros en una reserva accesible para la inversin

    productiva en gran escala, mientras que un pas rico puede recurrir paraconseguirlo a las numerosas formas de financiacin locales.

    20. Porque los salarios tienden a ir a remolque de los precios y en cualquier caso

    el nivel de precios cuando se vendan los productos, tenda a ser ms alto de lo

    que haba sido anteriormente, cuando fueron producidos.

    21. T. Ellison, The Cotton Trade of Great Britain (1886), p. 61.

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    22. Para ser ms precisos, esta balanza fue ligeramente negativa en 1826-1830,

    positiva en 1831-1835 y de nuevo negativa en todos los quinquenios que van

    desde 1836 a 1855.