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Universidad de Buenos Aires Cátedra: Planificación y Gestión Regional y Urbana Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo Docentes: Arq. Luis Ainstein, Arq. Cecilia Cabrera Programa de Formación en Planificación Urbana y Regional Alumna: Helena Spinelli Álvares
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IMPLICACIONES DE UNA PLANIFICACIÓN URBANA MAL CONDUCIDA:
la problemática ambiental de la cuenca del Río de las Piedras,
en Salvador de Bahía / Brasil
Índice
1. INTRODUCCIÓN 1
2. CONTEXTUALIZACIÓN DE SALVADOR 2
3. LA PROBLEMÁTICA AMBIENTAL DE LA CUENCA DEL 8
RÍO DE LAS PIEDRAS
4. REFLEXIONES ACERCA DE LA PLANIFICACIÓN Y GESTIÓN 14
DE LA CUENCA
5. FUENTES CONSULTADAS 19
Introducción
Este trabajo se centra en la problemática ambiental de la cuenca hidrográfica del Río de las Piedras, una
región con aproximadamente 2.705 hectáreas ubicada en la ciudad de Salvador de Bahía, Brasil. Para
tanto será atribuida énfasis a la interpretación del proceso de crecimiento urbano en Salvador durante
el último siglo, las consecuencias ambientales que de ello derivan y las acciones que se han tomado por
parte del Poder Público para contenerlas o mitigarlas, asumiendo el área de la cuenca referida como
base de estudio.
Dicha problemática involucra a la vez cuestiones de orden urbanístico, hidráulico, de saneamiento y de
concientización ambiental. La hipótesis que guía el desarrollo de este trabajo es que estas cuestiones
corresponden a un problema principal de inadecuación – cuando no de ausencia – de la planificación y
gestión del territorio.
Esta investigación tiene como objetivo demostrar el rol del poder público en cuanto a la afectación de la
cuenca del Río de las Piedras, cuyo ejemplo sirve como (anti) referencia para ponderar acerca de
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procesos semejantes que ya están ocurriendo en zonas aún poco densas de la ciudad, en especial a las
cuencas del Río Jaguaribe y del Joanes/Ipitanga. Asimismo tiene como objetivo complementario resaltar
la importancia de considerar las cuencas hidrográficas como unidad de análisis para la planificación y
gestión urbana de Salvador, dado que las características morfológicas y la forma de ocupación del
territorio están fuertemente imbricadas.
La elección de este tema tiene vinculación con los trabajos realizados por el Grupo Aguas, formado a
través de un consorcio entre la Intendencia del Municipio, el Gobierno de Bahía y la Universidad Federal
de Bahía, y creado para la finalidad de evaluar por medio de una serie de estudios la calidad ambiental
de las aguas y de la vida urbana en Salvador. Las actividades ya se iniciaron y en esta primera fase se
concentran en cuatro cuencas hidrográficas, una de ellas la del Río de las Piedras.
El trabajo se divide en tres partes: en la primera se presenta una contextualización de la ciudad de
Salvador, en que se describen sumariamente aspectos naturales, socio-económicos, institucionales y el
proceso de crecimiento urbano. La segunda parte consiste en un breve análisis de la problemática
ambiental de la cuenca, en que se plantean explicaciones que conllevan a la formulación de la hipótesis.
El tercer capítulo corresponde a la interpretación de la misma, fundamentándose en el marco de los
sistemas ambientales urbanos y de la tendencia contemporánea de la planificación y gestión de los
recursos hídricos a escala urbana.
Contextualización de Salvador
Salvador es la capital del estado de Bahía, situado en la región Nordeste de Brasil. Fue fundada para ser
la capital de la colonia portuguesa en América en 1549 (condición que sostuvo hasta el año 1763), en
una acción política que tenía como objetivo asegurar el dominio de la metrópoli sobre el territorio,
efectuar el poblamiento y hacer viable el desarrollo de las actividades productivas que se esbozaban en
el Brasil Colonial.
El criterio que determinó la elección del terreno y la forma de implantación de la ciudad está
íntimamente relacionado a la tradición portuguesa de urbanización, bastante diferente de las directrices
urbanísticas establecidas por las Leyes de Indias para las ciudades de la América hispánica. La tradición
se basaba en una estrategia militar, en que se preconizaba la construcción de ciudades en locales donde
la morfología del sitio propiciase su defensa – así eran los casos de Lisboa y Porto (Portugal), Luanda
(Angola), Macao (China) y Olinda (Brasil), entre otras ciudades que pertenecían al imperio portugués. La
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topografía representó el condicionante para la ocupación de todo el territorio urbano tanto en la
fundación como en las sucesivas expansiones durante más de cuatro siglos.
Actualmente Salvador es una ciudad de enormes proporciones. Posee una superficie total de 707
kilómetros cuadrados que se divide en dos sectores: el continental, principal, donde se localiza la ciudad
propiamente dicha, y el insular, conformado por islas de pequeño porte como la Isla de los Frades e Isla
de Marea. De acuerdo con el IBGE – Instituto Brasileño de Geografía y Estadística – la población
salvadoreña en el año 2007 era de 2.892.625 habitantes, siendo una de las ciudades más populosas de
Brasil.
El municipio se encuentra
dividido en dieciocho
regiones administrativas
(RA), conforme ilustrado en
la Figura 01. Esta regionali-
zación es estable, aunque los
límites vienen siendo
modificados en algunos
puntos del territorio en la
última década como conse-
cuencia de la dinámica socio-
espacial. Apenas una de las
regiones administrativas se
refiere al sector insular,
abarcando a la vez las dos
islas integrantes del espacio geográfico. Las demás diecisiete regiones administrativas corresponden a la
ciudad propiamente dicha, es decir, a la porción continental del municipio.
La Región Metropolitana de Salvador (RMS) ocupa una superficie total de 4.057 kilómetros cuadrados,
posee población de 3.980.000 habitantes y está compuesta por un total de trece municipios. Su
economía se basa en comercio, servicios y turismo y en la actividad industrial, que se destaca por la
producción de dos centros industriales instalados posteriormente a la década de 1950.
La morfología de la ciudad fue descripta por SAMPAIO (1910) como “un diente o punta entre las aguas
de la Bahía de Todos los Santos y el Océano, punta que se ensancha y se amplía a la medida que se
extiende hacia el norte, donde se conecta al continente. Los ríos, que riegan esa península y entran
Figura 01: Localización geográfica y división administrativa de Salvador. Créditos: Elaboración propia.
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directamente en el Océano, tienen curso y volumen tanto mayores cuanto más distantes de la ciudad,
visto que drenan superficies cada vez más extensas”.
De acuerdo con un estudio recientemente contratado por el Grupo Aguas, el territorio continental se
divide en dieciocho regiones hidrográficas, de las cuales diez se configuran como cuencas hidrográficas –
cuya superficie contribuye directamente para un curso de agua perene – y las demás como cuencas de
drenaje pluvial, que drenan directamente hacia el mar por el sistema de micro drenaje existente (donde
no se verifica la presencia de cuerpos de agua perenes).
Las cuencas hidrográficas se denominan Cobre, Paraguari, Camaragibe, Lucaia, Centenario, Ondina, Río
de las Piedras, Jaguaribe, Pasa Vaca y Joanes/Ipitanga. Las siete primeras se encuentran fuertemente
antropizadas; las cuencas del Jaguaribe y Pasa Vaca ya están en proceso de urbanización y apenas en la
última todavía existen manantiales para el abastecimiento de Salvador (por lo que se encuentra mejor
preservada en términos
ambientales). Las otras ocho
regiones hidrográficas corres-
ponden a pequeñas superfi-
cies ubicadas en el borde
marítimo que se denominan
de acuerdo con los barrios
que sobre ellas se asientan.
La Figura 02 presenta el
límite de cada región hidro-
gráfica.
El crecimiento urbano de
Salvador puede ser dividido
en cinco períodos, clasifica-
dos de acuerdo con la historia
económica y política de la ciudad y del país. Los dos primeros se refieren a la época colonial (uno de
formación y otro de consolidación del territorio), el tercer a la época imperial en Brasil y los dos últimos
a la época republicana (previo y posterior a la industrialización en Bahía). Para este estudio se focalizará
en el análisis de la época republicana, por considerar que la interpretación de este proceso es crucial
para la comprensión de la base de la relación entre la sociedad salvadoreña y el soporte natral, bien
como de los esfuerzos e incentivos por parte del gobierno para la urbanización del territorio.
Figura 02: División de la ciudad en regiones hidrográficas. Créditos: Elaboración propia.
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Desde la fundación de la ciudad hasta el final del tercer período los asentamientos humanos estaban
concentrados en el borde de la Bahía de Todos los Santos, es decir, en la porción oeste del territorio,
aunque ya se veían algunos asentamientos dispersos tanto en la zona central como en la costa atlántica.
El borde oeste se dividía en dos plataformas: en la Ciudad Alta predominaban los barrios residenciales
destinados a las clases de mediano y elevado poder adquisitivo, mientras en la Ciudad Baja se
localizaban los sectores comerciales y aduaneros (dada la proximidad del puerto) y los barrios
populares. Además, a lo largo del siglo XIX se establecieron allí las viviendas de los esclavos que
garantizaban su libertad por medio de las graduales leyes abolicionistas. Eran limitantes para la
expansión tanto el sistema de transporte existente como el tamaño de la población salvadoreña, que
hasta fines del siglo XIX (cuando empieza el cuarto período) era de no más que doscientos mil
habitantes.
El cuarto período se extiende hasta los años sesenta del siglo XX. Se configuró como un período
marcado por la formación y cristalización del gobierno republicano y por un fuerte crecimiento
económico del Sudeste del país, vinculado a la era de la industria de sustitución de importación. El
estado de Bahía permaneció apartado del proceso y, conforme explica FARIA (1980), “la intensificación
del proceso de sustitución de importación a partir de 1920 trajo, para Bahía y Salvador, un periodo
relativamente prolongado de involución industrial. (…) Pero Salvador se consolidó, en ese período, como
importante polo comercial y de prestación de servicios. El sector industrial local se volvió incapaz de
competir con el sistema industrial que se desarrollaba en el Centro-Sur del país, particularmente en Río
de Janeiro y San Pablo. La posición geográfica de Salvador, sirviendo al interior densamente poblado,
favoreció su especialización funcional como centro prestador de servicios comerciales y administrativos.
Este sector terciario, entretanto, crecía en términos intensivos de trabajo y a niveles bajos de
productividad, dada la abundancia relativa de mano de obra y la escasez de capitales de aplicación
local.”
La ampliación del sistema de transporte colectivo ayudó a reforzar el perfil popular de la Ciudad Baja y,
paralelo a eso, la Ciudad Alta ampliaba sus límites más hacia el sur, llegando a la zona costanera y
extendiendo los barrios destinados a las élites. En este sentido TEIXEIRA (2004) comenta que “entre
1932 y 1950 se aprobaron casi 40 parcelaciones de bulto (…) sin contrapartida de obras de
infraestructura correspondiente, generando problemas que se reflejan hasta el día de hoy. (…) En este
período se constituyó por primera vez una comisión designada para estudiar los problemas de la ciudad,
con participación de varios organismos de la sociedad. La comisión subsistió durante cinco meses y aún
así tuvo gran repercusión, culminando con la contratación de un plan para la ciudad (...) en octubre de
1942.”
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El plan preveía la creación de un nuevo sistema de vías
expresas a ser implantadas en los valles de la ciudad
(“avenidas de valle”). Además de proveer la ciudad con
un sistema de circulación integrado y de alta velocidad,
estas avenidas fueron concebidas para dotar de
infraestructura a los asentamientos que bajaban las
pendientes por extrapolar las cumbres de los cerros –
tradicionalmente la primera porción del relieve a ser
ocupada debido en parte a las mejores condiciones de
accesibilidad, al dominio de las visuales directas e
indirectas y a las mejores facilidades de urbanización. El
plan que proponía esta estructura vial fue proyectado y
modificado durante más de quince años, cuando la idea
en fin pudo empezar a concretarse.
El quinto y último período se delineó a partir de la
década de 1950, siendo el último y más intenso de la
urbanización de Salvador. El crecimiento económico fue
impulsado por las políticas de subsidios fiscales para la
industrialización del Nordeste de Brasil (que en un
primer momento se reflejó en la creación del Centro
Industrial de Aratu, ubicado a 30 kilómetros del centro),
el descubrimiento de yacimientos de petróleo cercanos
al municipio y la privatización de las tierras públicas, lo
que permitió el desarrollo del sector inmobiliario y de la
construcción civil. La expansión de la ciudad, entonces en un proceso irreversible, fue incrementada con
la construcción de esas modernas avenidas de valle que permitieron llegar a los límites del barrio de
Pituba, situado en la costanera sudeste a aproximadamente 12 kilómetros del centro.
Según CARVALHO y PORTO (2001), “fue la combinación del modelo fordista de industria incentivada en
la macro-región de Salvador con el terciario de ahí deducido implantado dentro de la ciudad (...) que
propició a Salvador el salto de modestos 600 mil habitantes de la década de 60 para los casi 2 millones
en apenas dos décadas después.” De hecho, luego del inicio de la industrialización ya se verificaba un
fuerte proceso de atracción de mano de obra del interior del estado, una vez que las tierras presentaban
baja productividad (por condiciones climatológicas adversas) y las políticas para fijación del hombre en
Figura 03: Análisis morfológico del relieve de Salvador elaborado durante el proceso de concepción de las avenidas de valle. Créditos: Acervo de la Fundación Mario Leal Ferreira.
Figuras 04 y 05: Instancias de ocupación del territorio cuando de la construcción de las vías de cumbre (arriba) y después de la implantación de las vías de valle (abajo): observar la densificación - incluso en áreas no edificables como los valles aluviales - generada a partir de la provisión de accesibilidad. Créditos: Google Earth.
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el campo eran insuficientes.
OLIVEIRA (1980) comenta que “aumentó extraordinariamente el volumen de la migración rural y
urbana, y Salvador pasó a recibir un enorme flujo, luego de que durante mucho tiempo fue un lugar de
nula atracción, ni siquiera como punto de selección de migrantes en busca de otros centros. En estas
condiciones cualquier creación de empleos industriales sería absolutamente insuficiente para anular la
enorme demanda naciente.” El desarrollo económico no ocurrió pari passu al desarrollo social, por lo
que se diseminaron las villas miseria (conocidas como favelas).
En 1978 se iniciaron las operaciones de otro centro industrial (COPEC, Complejo Petroquímico de
Camaçari), en una época de industrialización brasileña conocida como “milagro económico” (vinculado
al capital internacional), que produjo un crecimiento anual de la economía del 12% pero, paralelo a ello,
la maximización de las diferencias sociales y su consecuente inequidad. Este segundo complejo fabril
fortaleció la industrialización bahiana y posibilitó nuevas ampliaciones de las áreas urbanizadas,
especialmente en el barrio de Iguatemi y por toda la costanera este de la ciudad. Fueron creadas dos
nuevas centralidades, una de comercio y
servicios y otra gubernamental, de modo a
estimular la ocupación del vector nordeste
de la ciudad (usando como eje principal la
Av. Luís Viana Filho). El centro tradicional
se convirtió en centro histórico, papel que
cumple hasta la actualidad.
Durante la década de 1980 se consolidó la
siguiente organización espacial: a lo largo
de la costanera sur y nordeste se
encuentran diversos barrios de clase
media-alta vecinos a algunos bolsones de
pobreza; el centro tradicional, la Ciudad
Baja (incluyendo Itapagipe) y el Suburbio
Ferroviario como una zona de clase media-
baja, mientras el Miolo – porción interior a
las dos autopistas principales (BR-324 y
Avenida Luis Viana Filho) – corresponde a
una zona de conjuntos de viviendas y villas
miseria (ver Figura 06). FERNANDES (2004)
Figura 06: Aproximación a las macro zonas socio-económicas en Salvador – en verde y en gris, predominio de clases de mediano y bajo nivel de ingresos; en naranja, de clases de mediano y elevado poder adquisitivo. Créditos: Elaboración propia.
Figura 07: Vista aérea de una zona en la transición entre el Miolo y el Suburbio Ferroviario. Créditos: Orlando Régis.
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comenta que “en las décadas de 80 y 90 el Miolo creció con tasas superiores a las de Salvador,
constituyéndose en un gran eje de expansión de la ciudad”, y prosigue con la definición de esta zona
como la faceta dramática de ese reciente crecimiento. Asimismo este crecimiento afectó al ambiente
natural del sector y produjo una alta degradación de las cuencas hídricas que lo atraviesan; una de esas
cuencas es la del Río de las Piedras, situada en gran parte en el Miolo y cuya problemática ambiental es
el tema de este trabajo.
La problemática ambiental de la cuenca del Río de las Piedras
En el inicio del siglo XX el sistema de abastecimiento de agua potable existente en Salvador proveía un
caudal menor que la demanda de la población, estimada en doscientos mil habitantes. Con el propósito
de garantizar la plena cobertura, en el año de 1906 se construyó la represa del Pituaçu (perteneciente a
la cuenca del Río e las Piedras) con capacidad para almacenar un volumen de cerca de 3.000.000m3. En
este contexto y período fueron ejecutadas otras tres represas en la misma cuenca, componiendo un
sistema de cuatro represas próximas entre sí aunque distantes lo suficiente de cualquier ocupación
urbana que pudiese comprometer la calidad de los manantiales. La región permaneció desocupada
hasta mediados del siglo pasado, hasta poco antes de la explosión demográfica en Salvador.
La cuenca hidrográfica de Río
de las Piedras se inserta
significativamente en la zona
de expansión de la ciudad
descrita en el capítulo
anterior. Está compuesta por
cuatro subcuencas – Pituaçu,
Cascão, Saboeiro y Cachoei-
rinha –, siendo la primera la
más grande en términos de
superficie. A continuación se
describen las características
de la ocupación urbana de las
subcuencas componentes de Figura 08: Subcuencas componentes de la cuenca del Río de las Piedras; en negro, las principales vías existentes en esta zona de la ciudad. Créditos: Elaboración propia.
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este sistema (ver Figura 08).
El Río Pituaçu nace en las cercanías de las Granjas Rurales Presidente Vargas y en su recorrido
drena los barrios de Pau da Lima, Sussuarana y Vila Nova y también parte del Centro
Administrativo de Bahía – CAB, todos correspondientes al Miolo. La región del Alto Pituaçu está
pasando para un crecimiento demográfico y urbanístico notable por cuenta de la reciente
implantación de la Avenida Gal Costa, una versión reciente de las avenidas de valle, que abrió
camino para la ocupación de las pendientes mediante procesos intensos de favelización
(ocupación irregular). Aguas abajo de la travesía bajo la avenida Luis Viana Filho empieza el
Medio Curso, que corresponde al Parque Metropolitano de Pituaçu, creado en 1977 con el
objetivo de salvaguardar un área de inmenso potencial ambiental de la urbanización en este
vector de expansión urbana. El parque cuenta con plan director propio y legislación específica,
en que se establecen áreas para la construcción de equipamientos culturales, turísticos, de
esparcimiento y de deportes y zonas para la implantación de parcelaciones habitacionales en
consonancia con las directrices de preservación del ecosistema y de la represa, que es su
principal atracción. Desde este punto sigue para el barrio de Imbuí, donde recibe las
contribuciones de las demás subcuencas y pasa a denominarse Río de las Piedras hasta la
desembocadura en el océano.
Con respecto a las demás subcuencas, se puede decir aquellas que corresponden a los ríos
Cachoeirinha y Saboeiro pasaron por procesos de ocupación urbana similares a los expuestos
anteriormente, mientras que la del Río Cascão, por contar con un área militar (“19 BC”) dentro
de sus límites, todavía presenta un índice general de densidad bajo para los promedios
metropolitanos.
Por fin, la parte baja de la cuenca se encuentra bastante adensada, tanto en función de la
verticalización del barrio de Imbuí como por la alta concentración de pequeñas viviendas en
comunidades populares como Boca do Rio y Jardín Imperial. En este tramo final el río tiene su
caudal aumentado en virtud de la contribución de sus afluentes y corre confinado entre las
edificaciones y el sistema vial de la zona hasta la desembocadura.
La cuenca como un todo se encuentra en un estadio de serio comprometimiento ambiental debido al
crecimiento de la densidad de población y de la densidad de construcciones y al rol cumplido por el
poder público ante el fenómeno. Estas causalidades son centrales y de ellas despliegan diversas
consecuencias, muchas veces articuladas entre sí, pero que al final se resumen en dos ejes: el problema
de control de excedentes pluviales (es decir, el eje hidráulico) y el problema de control de la
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contaminación (aquí identificado como eje del saneamiento).
La problemática hidráulica se vincula a la intensa impermeabilización del suelo que está ocurriendo en
diversas partes de la cuenca, en especial en toda la porción del territorio ubicada aguas arriba de la
Avenida Luis Viana Filho (correspondiente al Miolo). Esta condición resulta el incremento del volumen
de aguas pluviales drenadas superficialmente (además de dificultar la recarga de los acuíferos) que,
cuando asociada a las intervenciones que han sido efectuadas para la ampliación del sistema de micro
drenaje, termina por facilitar su canalización hacia el río.
La implantación de la Avenida Gal Costa, vía ubicada exactamente en el valle aluvial del Pituaçu,
constituye otro factor que ha minimizado la retención natural de las aguas y, consecuentemente, ha
favorecido la ocurrencia de crecientes de magnitudes cada vez mayores (ver Figuras 09 y 10). Se ha
construido una alcantarilla adicional bajo la Avenida Luís Viana Filho para facilitar la escorrentía del flujo
y amenizar las inundaciones en las zonas bajas que, sin embargo, constituyó una acción destinada a
trasponer el problema para cualquier punto más adelante (en el caso, la represa del Pituaçu).
Según CANHOLI (2005), “modernamente, las vegas de los ríos pasan a ser incorporadas al sistema vial
por medio de las denominadas ‘vías de fondo-de-valle’. Para tanto, inúmeros arroyos fueron rectificados
y canalizados al aire libre o entubados en galerías, a fin de permitir la construcción de esas vías
marginales sobre los antiguos meandros. Ello significó que las vegas, estacionalmente sujetas al
anegamiento, fuesen suprimidas, lo que ha provocado, además de la aceleración de la escorrentía, el
aumento considerable de los picos de caudal y por consiguiente de las inundaciones, en muchos casos”.
A eso se suma la cuestión de los residuos sólidos arrojados por la población en los cuerpos de agua, que
representan un obstáculo al flujo y agravan los problemas.
Figuras 09 y 10: Avenida Gal Costa, villas miseria y el Río Pituaçu: ocupación de las pendientes por densa ocupación irregular y del valle aluvial por obras de infraestructura, pasibles de destrucción en períodos de lluvia intensa. Créditos: Acervo de la Compañía de Desarrollo Urbano del Estado de Bahía (Conder).
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Por las razones anteriormente citadas, el volumen de agua retenido por la represa del Pituaçu en
periodos de lluvia es sustancialmente mayor que lo considerado cuando de la construcción del dique –
que es de tierra y arcilla – en el inicio del siglo pasado. Un estudio contratado por el gobierno estadual
en el año 2005 detectó que los vertederos existentes están sobredimensionados para las condiciones
actuales y no tienen capacidad suficiente para encauzar la totalidad de una creciente representativa (no
necesariamente extraordinaria), existiendo el riesgo de que el flujo excedente transbordase
sobrepasando el dique o, peor, que ocurriese el comprometimiento/destrucción de su estructura. El
riesgo asume el carácter inminente en los meses de otoño e invierno, cuando las lluvias se concentran y
ocurre la saturación del suelo.
En todos los casos están expuestos al peligro la vida y
los bienes de miles de personas que viven aguas abajo
de ese punto, pero el gobierno no tuvo la iniciativa de
ejecutar ninguna de las soluciones planteadas en ese
estudio y se utilizó del argumento del alto costo y de la
dificultad de una acción rígida e integral por parte de
sus distintas instancias. Conforme alertado, entre los
meses de abril y mayo de 2009 el índice de
precipitación fue superior al promedio pluviométrico
esperado y ocurrieron dramáticas inundaciones por
toda la ciudad; en la cuenca del Río de las Piedras el
agua sobrepasó el dique y hubo centenas de
damnificados, inúmeras pérdidas materiales,
deslizamientos de tierra y destrucción de diversas
viviendas en barrios populares – el fenómeno natural
de las crecientes se convirtió en problema social (ver
Figuras 11 a 13). La estructura del dique no fue
afectada, por lo que los impactos serían aún más
graves.
El segundo eje de análisis corresponde a la
problemática del saneamiento, dado que los cuerpos
de agua pertenecientes a la cuenca reciben elevada
cantidad de desagües cloacales. La empresa
responsable por el sector de saneamiento (EMBASA), Figuras 11 a 13: Consecuencias de las inundaciones entre abril y mayo de 2009 en Salvador. Créditos: imágenes extraídas del periódico local “A Tarde”.
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una autarquía del gobierno estadual, llegó a implantar el sistema de recolección de aguas servidas pero
no pudo hacerlo efectivo porque la población que allí reside, predominantemente con bajos niveles de
ingreso y desprovista de educación ambiental, resiste en autorizar las conexiones domiciliarias a la red
de alcantarillas una vez que esto implica un aumento en el orden de 45% a 80% sobre la tarifa de agua
(cuyo peso sobre el presupuesto familiar es mucho más acentuado que en Buenos Aires, a título de
comparación). Mientras esta cuestión persiste, los desechos cloacales siguen siendo vehiculados in
natura para los cuerpos de agua de la cuenca en estudio y, de forma similar, en diversas otras cuencas
de la ciudad.
Ante el contexto de la contaminación, la empresa ha adoptado soluciones paliativas para amenizar la
concentración de efluentes orgánicos que llegan a la represa del Pituaçu, visando a su preservación
ambiental. Se instaló en las proximidades de una estación elevadora existente en la localidad de Vila
Nova un pequeño dique que, en tiempos de sequía, retiene el flujo del río y posibilita el desvío por
bombeo para los interceptores integrantes del macro sistema de saneamiento de la ciudad y, desde ahí,
para el emisario submarino existente. En períodos de lluvia, cuando el caudal del río contaminado
excede en mucho la capacidad de las bombas de la estación elevadora, el flujo escurre libremente hacia
el lago y lo contamina, pese la mayor dilución de los desechos.
La adopción de esta solución traduce el consentimiento de las instituciones responsables respecto de la
contaminación del río y, aunque de forma razonablemente atenuada, de la propia represa, que
justamente por el nivel de eutrofización en que se encuentra dejó de ser manantial de la ciudad en la
década de 1990. Estudios contratados por el Grupo Aguas y otros interesados ratifican los indicadores
negativos estimados acerca de la calidad ambiental. La EMBASA mantiene la expectativa de la adhesión
de la población local al sistema que, consecuentemente, conllevaría a la desactivación de este sistema
provisorio de desvío de flujo en tiempos de sequía, pero no hay ninguna previsión para tanto ni se han
realizado políticas de incentivo o acciones de concientización ambiental.
Aunque estos tipos de problemáticas se refieren a distintas y variadas causalidades, los factores que las
explican apuntan a dos aspectos fundamentales: en primer lugar, la permisividad de las instituciones
gubernamentales ante la excesiva e irregular ocupación de las pendientes y valles aluviales, asociada a la
posterior – y, aunque necesaria, por veces mal concebida – provisión de condiciones de mejoramiento
(como las avenidas de valle) que implican, a corto plazo, la propagación de la urbanización aleatoria y la
consecuente aceleración de la degradación ambiental. En la cuenca del Río de las Piedras, así como en
casi toda Salvador después de la segunda mitad del siglo XX, tanto las acciones como las omisiones del
poder público han producido daños irreparables al ambiente y al ecosistema.
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El segundo factor consiste en el no entendimiento de la planificación y la gestión del territorio como una
cuestión transdisciplinar e integral, ya que las intervenciones estaban preponderantemente focalizadas
en recortes espaciales específicos y no consideraron las repercusiones en las localidades ubicadas aguas
abajo. Es esencial comprender que las operaciones urbanas no pueden configurarse como proposiciones
meramente puntuales: la ciudad y las cuencas hidrográficas, deben ser pensadas juiciosamente como un
sistema.
La inadecuación de la planificación
y gestión de la cuenca, hipótesis
central de este trabajo, se refleja
incluso a través de la contras-
tación de las regiones administra-
tivas del municipio con las áreas
de contribución de las cuencas
hidrográficas. Los parámetros
adoptados para ambas regiona-
lizaciones (la primera de carácter
político, la segunda natural) no
son coincidentes y, por lo tanto,
suele ocurrir que la gestión de una
cuenca esté compartida entre distintas – y a veces varias – jurisdicciones (ver Figura 14). Esta condición
revela que la Intendencia no basa sus acciones de planificación y gestión en la interpretación de las
cuencas hidrográficas como fracciones naturales del territorio, pese el hecho de que “la configuración
natural aparece como factor que, en el seno de un dado proceso social, contribuye a especificar la
configuración territorial concreta de los fenómenos sociales” (CORAGGIO, 1987).
Otro reflejo del abordaje no sistémico apunta a aspectos institucionales. En Bahía el manejo del drenaje
urbano y de los residuos sólidos (que cuando arrojados en los ríos facilitan la ocurrencia de
inundaciones) cabe a las municipalidades, mientras el gobierno estadual queda a cargo de la gestión de
los ríos de ámbito regional. Asimismo el gobierno estadual es responsable por el manejo de los desagües
cloacales a través de la Embasa en algunas municipalidades, entre ellas Salvador. Actualmente los
administradores municipal y estadual son de partidos distintos y que compiten por ambiciones similares,
por lo que resulta difícil hacer viables las acciones para la gestión integrada de los recursos hídricos. En
ese sentido la creación del Grupo Aguas, conformado por distintas instancias gubernamentales y
representantes de la sociedad civil, simboliza un gran paso para lograr este objetivo.
Figura 14: Contrastación entre la división política y natural de Salvador. Créditos: Elaboración propia.
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Reflexiones acerca de la planificación y gestión de la cuenca
La cuestión del rol cumplido por la planificación y gestión del territorio ante la preservación del medio
ambiente ha sido el foco de inúmeras investigaciones, proposiciones y operatorias realizadas en todo el
mundo durante las últimas décadas. Los debates acerca de la relación entre desarrollo y sustentabilidad,
que tienen como marco inicial la Conferencia de Estocolmo, se han acentuado a medida que el
fenómeno de urbanización de la humanidad se torna más concreto y aparentemente irreversible, por lo
que se han intensificado los problemas referentes al cambio climático, al calentamiento global, a la
destrucción de ecosistemas etc.
En lo que atañe al manejo de los recursos hídricos, históricamente los esfuerzos para solucionar el
problema de la supresión de la retención natural de las aguas se centraban en la realización de obras de
canalización que ampliaban la velocidad de escorrentía, es decir, en la transferencia de caudales para un
punto ubicado aguas abajo en relación a los locales sujetos a inundación. Las estrategias tradicionales
abarcan generalmente soluciones localizadas, en que se consideran los aportes de la ingeniería
hidráulica y de la ingeniería del saneamiento ambiental y se toma como parámetro proyectual
esencialmente las directrices de los planes de ordenamiento territorial y los indicadores censitarios.
Conforme explicado en el Manual para el diseño de planes maestro para la mejora de la infraestructura
y la gestión del drenaje urbano desarrollado por la Secretaría de Obras Públicas de Argentina (2003),
“uno de los principales problemas que acarrea la práctica tradicional es no tener en consideración los
problemas resultantes de la combinación de efectos aislados al no ser identificados previamente los
impactos que la suma de esas soluciones aisladas puede generar. En este concepto se interpreta por
proceso aislado no solo la visión del especialista hidráulico de estudiar la solución de subcuencas
aisladas, sino también la falta de integración para predecir las tendencias de crecimiento urbano, para
que su solución sea ambientalmente sustentable y la falta de integración en el proceso de gestión de
drenaje urbano”.
Según CANHOLI (2005), “ante este escenario, el estudio y la aplicación de nuevas soluciones
estructurales, especialmente para la adecuación de sistemas existentes, han recibido gran impulso en
las dos últimas décadas. Los conceptos ‘innovadores’ (…) tienen por objetivo promover la retardación de
las escorrentías, de forma a propiciar el aumento de los tiempos de concentración y la consecuente
reducción en los caudales máximos; también como amortecer los picos y reducir los volúmenes de
crecientes por medio de la retención en reservorios; y, aún, contener cuanto posible el run-off en el
local de la precipitación, por el mejoramiento de las condiciones de infiltración o también en tanques de
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contención.”
CANHOLI indica que la aplicación de dichos conceptos es incipiente en Brasil y destaca que mientras en
los países desarrollados la cuestión del drenaje urbano se concentra en los aspectos cualitativos del
agua, en los países subdesarrollados el control cuantitativo de las crecientes es todavía el principal
objetivo de las acciones. Sin embargo, las calamidades referentes al drenaje en las grandes ciudades del
país “demuestran la necesidad de procurar soluciones alternativas estructurales y no estructurales y
mismo de conocer mejor la fenomenología climatológica, ambiental, hidrológica e hidráulica del
problema, además de sus componentes sociales con relación a la vivienda, salud y saneamiento y los
demás aspectos, incluso político-institucionales” (ibid).
Las prácticas contemporáneas de la planificación y gestión de los recursos hídricos requieren de un
entendimiento integrado y sistémico del territorio y del medioambiente, de la participación de la
sociedad, de la adopción de medidas no estructurales1 y de un manejo que preconice la cuenca
hidrográfica, más allá de los límites administrativos (la fragmentación política del territorio representa
un obstáculo para la percepción integral de las cuencas). Un formato fuertemente defendido
corresponde a los comités gestores de cuenca, compuestos por entidades de la sociedad civil
organizada, técnicos especialistas y las diversas instancias e instituciones gubernamentales.
La necesidad de interpretar el territorio de forma sistémica no es novedosa. Según VON BERTALANFFY
(2004), “la tendencia a estudiar sistemas como entidades más que como conglomerados de partes es
congruente con la tendencia de la ciencia contemporánea a no aislar fenómenos en contextos
estrechamente confinados sino, al contrario, abrir interacciones para examinarlas y examinar segmentos
de la naturaleza cada vez mayores”. El autor prosigue, comentando que “no obstante, la necesidad y
factibilidad de un enfoque de sistemas no fue evidente hasta hace poco. Resultó por necesidad del
hecho de que el esquema mecanicista de vías causales aislables y el tratamiento merista resultaban
insuficientes para enfrentarse a problemas teóricos, especialmente en las ciencias biosociales, y a los
problemas prácticos planteados por la tecnología moderna. Su factibilidad quedó en claro gracias a
distintos adelantos – teóricos, epistemológicos, matemáticos etc. – que, aunque aún entre balbuceos, lo
volvieron progresivamente realizable.
En Brasil mismo, algunos estudiosos han propuesto teorías de sistemas ambientales. El llamado Sistema
Clima Urbano (SCU) consiste en una metodología propuesta en 1976 por un geógrafo brasileño que, de
forma innovadora en ese momento, apuntaba a abordar la ciudad (desde el diagnóstico a la
1 Por medidas no estructurales se entienden las “acciones de reglamentación del uso y ocupación del suelo; de educación
ambiental dirigida al control de la contaminación difusa, erosión y residuos; seguro-creciente y sistemas de alerta y previsión de inundación” (CANHOLI, 2005: 26).
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intervención) de forma sistémica. MENDONÇA (2004) comenta que “pocos urbanistas, estudiosos de la
ciudad y gestores del urbano habían desarrollado, hasta ese momento, la visión de la ciudad en una
perspectiva más abarcadora, o de totalidad, en la cual el espacio urbano fuese tomado a partir de la
complejidad de elementos, dimensiones y dinámicas que lo forman.”
El propio Mendonça, décadas después, formuló una teoría acerca de los sistemas ambientales urbanos
(SAU), uniendo los aportes del Sistema Clima Urbano y del PNUD/UNOPS (1997), que diferencia cuatro
sistemas ecológicos (urbano, periurbano, agropecuario y natural) y tres subsistemas en el sistema
ecológico urbano – el subsistema natural, el construido y el social. Uno de los gráficos constantes en ese
documento del PNUD describe la interrelación entre los subsistemas construido y social como de
“precariedad”, entre éste y el natural como de “contaminación” y entre éste y el primero como de
“agotamiento y deterioro”. El SAU corresponde a una propuesta metodológica para el estudio de los
problemas socio-ambientales urbanos a partir de la inter-relación entre cuatro categorías: inputs (que
involucra elementos como relieve, agua, aire, suelo, vivienda, comercio, industria etc.), atributos
(cultura, economía, tecnología, política, educación), outputs (problemas socio-ambientales urbanos) y
aplicación (la planificación y gestión ambiental urbana).
La dinámica urbana produce efectos ambientales donde la expansión, la estructuración y el
funcionamiento tienden al desequilibrio e insustentabilidad. La ocupación no planificada del territorio se
constituye una fuente de degradación ambiental. En los últimos períodos analizados en Salvador se
observa la ausencia de planificación urbana integrada a nivel global, por lo que se ha permitido el
avance del hábitat de la población en situación de pobreza sobre sectores verdes en el Miolo y el
Suburbio Ferroviario, produciendo contaminación en las principales cuencas hídricas de la ciudad. La
falta de una política pública que determine las condiciones y lugares en los cuales se puede edificar – o
en su defecto de planes de reubicación de viviendas que estén agravando el problema medioambiental
– ha determinado, por ejemplo, que la provisión de agua potable deba realizarse de otras dos represas
en las afueras de la ciudad que debieron ser construidas. Paralelamente estas severas alteraciones
ambientales, espaciales y sociales son difícilmente reversibles y traen un fuerte impacto sobre calidad
de vida urbana. La problemática ambiental de la cuenca del Río de las Piedras presupone la falta de
prioridad cuanto a la preservación de los recursos hídricos bien como la falta de una visión ambiental
sistémica, tanto por parte del colectivo como, de manera superlativa, por el poder público.
ÁLVARES NETO (2006) explica: “la cuestión del macro drenaje de una ciudad del porte de Salvador
impone que una serie de medidas constructivas sea realizada de modo a minimizar los impactos
negativos de los efectos de las precipitaciones intensas en el cotidiano de la comunidad. Estas medidas,
generalmente de costos elevados, podrían haber sido atenuadas si en el proceso de urbanización tan
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acelerado de la ciudad en las últimas décadas hubiese ocurrido un acompañamiento paralelo de la
planificación de la ocupación del uso del suelo, principalmente en las laderas y áreas bajas. Por el
contrario, la población observó una ocupación desenfrenada de las pendientes y de muchos de los valles
aluviales existentes, de forma errática y sin ningún criterio técnico o lógico, resultando en los tan
conocidos deslizamientos de tierra con decenas de muertes y las inundaciones de áreas ribereñas. Las
cuestiones actuales se resumen a la eterna falta de verbas para las soluciones de los problemas,
mientras medidas preventivas probablemente resultarían soluciones de bajos costos. Estos hechos son
ampliamente abordados por la prensa en épocas de tragedias, generando una conmoción municipal con
la pérdida de vidas y/o bienes materiales. Sin embargo este proceso de ocupación desordenado aún
persiste en ritmo acelerado, pareciendo que los errores del pasado aún no fueron asimilados de todo
por el poder público”.
De hecho, la falta de hábitat para los nuevos habitantes y para el recambio generacional no ha sido
solucionado por el estamento público, que tan solo ha sido permisivo a la ocupación de los espacios
libres – principalmente las áreas no edificables, sin valor comercial – como medio para estar ausente en
la solución del problema. Además, ABIKO y ALMEIDA (apud BARROS y ZMITROWICZ, 2005: 1) explican
que “el crecimiento urbano, principalmente en los grandes centros, no ha sido acompañado por el
aumento, en la misma proporción, de los servicios públicos, presentando problemas tanto cualitativo
como cuantitativo”. El manejo del medio ambiente ha quedado en parte a expensas de los ocupantes de
las áreas informales, que carecen de las herramientas necesarias para llevar a cabo la urbanización de
terrenos de manera sustentable.
De acuerdo con RODULFO (2008), “la presión demográfica y la incorporación tecnológica han originado
la expansión e intensidad de utilización ambiental en los sitios urbanos con saldos de deterioro
ambiental y crecientes factores de riesgo y exposición al peligro. Frente a ellos la vulnerabilidad de los
sistemas económicos y sociales se vuelve multidimensional. Pobreza y marginalidad afectan la capacidad
de superar las secuelas de los impactos negativos”.
MENDONÇA (2004) comenta que “el poder público revela una postura que, por incapacidad técnica,
inepcia y formas variadas de corrupción, evidencia la subversión de la máxima que atribuye al Estado y a
los gobiernos la responsabilidad por la conducción y organización de la sociedad sobre los territorios; de
esta manera, él se exime de su finalidad principal que es la de garantizar buenas y seguras condiciones a
toda la sociedad, revelándose en una estructura elitista que beneficia solamente a una muy pequeña
parcela de la población. Así, las políticas públicas de ordenamiento territorial y desarrollo urbano son,
en la mayoría de las veces, inexistentes, inocuas e ineficaces, pues poco o casi nada tocan en causas
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fundamentales de los problemas socio ambientales urbanos que están, en su casi totalidad, asociados a
la superestructura de la sociedad.”
Conforme explicado a lo largo de este trabajo, la problemática tiene múltiples orígenes y articulaciones
y quizás su solución sea igualmente compleja; sin embargo, la acción inmediata es la principal medida
que se debe tomar a priori. La realidad demográfica y la ocupación del territorio está presente y en
pleno avance, por ello la planificación y la gestión, inadecuadas o insuficientes durante mucho tiempo,
deben ser desarrolladas y puestas en valor por los gobernantes y técnicos gubernamentales en asocio
del colectivo y de organizaciones vivas de la ciudad, en aras de hacer frente a las nuevas exigencias
urbanas, a planteamientos de conservación del medio ambiente y a la proyección de la ciudad como
ente en expansión con gran componente social.
De acuerdo con CORAGGIO (1987), “el hecho de que conceptualicemos la relación entre lo social y lo
natural como órdenes diversos del ser, por un lado, pero que al referirnos a formaciones sociales
concretas consideremos que lo natural no es algo que subyace ‘debajo’ de lo social sino que está en el
interior del mismo de las estructuras y procesos sociales, nos lleva a considerar a la colectividad
asentada en el ámbito definido como región como un complejo social-natural, donde no sólo hay
agentes sociales y sus relaciones, sino también elementos naturales relacionados a través de procesos
ecológicos y asimismo un sistema de relaciones sociales de apropiación de los elementos naturales por
los elementos de la sociedad”.
Las soluciones encaradas hasta el momento han buscado disminuir la afectación de problemas
puntuales pero no han estado dirigidas teniendo en cuenta la totalidad del conjunto o al sistema de
elementos. Las soluciones parciales han traído nuevos problemas (causalidad circular), por lo que se
infiere que las soluciones deberían estar enmarcadas dentro de una visión global que conlleve a la
planificación integral de la cuenca y, de forma ampliada, de la ciudad. Es imprescindible abarcar la
complejidad del componente social, ambiental, económico y político, entre otros aspectos.
CANHOLI (2005) completa: “el planeamiento del drenaje debe ser entendido como parte de un amplio
proceso de planeamiento urbano y, por lo tanto, coordinado con los demás planes, principalmente los
de saneamiento básico (agua y desagües cloacales), uso del suelo y transportes”.
Según MENDONÇA (2004), “concepciones e iniciativas de carácter estanque marcaron, a lo largo de la
historia, la percepción y la acción humanas sobre la urbanización y la ciudad. Asimismo, en el momento
presente, se hace menester avanzar para tomar la ciudad de un punto de vista más interactivo, amplio,
conjuntivo y holístico, al final lo urbano es, por naturaleza, un campo inter-multi-transdisciplinar. Los
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problemas socio-ambientales urbanos demandan, para su solución más eficiente, perspectivas que van
hacia esa dirección”. La mitigación de la problemática ambiental de la cuenca del Río de las Piedras
requiere una planificación y gestión del territorio consonante a esta interpretación.
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pobre. In: SOUZA; FARIA (orgs). Bahia de Todos os Pobres. Petropolis: Vozes / CEBRAP, 1980.
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Artículos de periódicos
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2003: sección Aqui Salvador p. 5.