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Impacto socioeconómico de la ganadería comercial en la zona norte
de Jalisco*
Robert D. Shadow Dept, de Antropología
Universidad de las Américas
Introducción1
Corrio fenómeno político-económico que pone en claro las grandes contradicciones entre el México rural, campesino y empobrecido y el México urbano, industrial y capitalista, la crisis agrícola-agraria que empezó a manifestarse en el país a partir de 1965 posee varias facetas que han tenido repercu- sionés múltiples entre la población. Pero quizá las dos características que han atraído la mayor atención y que han tenido serias ram ificaciones tan to en el campo como en la economía política de la nación en conjunto fueron el desplome dramático de la producción de granos básicos y la emigración masiva de gente rural a los centros urbanos de México y Estados Unidos.
Sin embargo, la crisis, pese a su severidad y a su alcance, no afectó a todos los sectores de la economía rural de la misma forma o con la misma intensidad. Es incontrovertible que los grupos más impactados fueron los estratos populares, y que la crisis ha representado, más que nada, un asalto contra la viabilidad del sector campesino. En el amplio debate que se desató respecto a las causas y consecuencias de la crisis se ha demostrado que al mismo tiempo que la agricultura campesina se venía abajo y que los hombres y las mujeres del campo se dirigían hacia las ciudades, varios elementos del sector capitalista, orientados a los cultivos comerciales y de exportación, experimentaron un crecimiento impresio
* Traducción al castellano por María de Jesús Rodríguez V., Proyecto Templo Mayor, INAH, y revisada por el autor.
nante. La correlación entre estos dos procesos, por supuesto, no es fortuita ya que numerosos estudios, llevados a cabo desde una perspectiva crítica, han aclarado que en muchos casos el progreso de la agricultura comercial se logró a expensas de los productores campesinos (Barkin 1978; Barkin y Suárez s/f; Díaz-Polanco 1982; Feder 1977; Hewitt de Alcántara 1976; Warman 1980).2
La ganadería es un componente del sector agropecuario comercial que ha jugado un papel particularmente significativo en la agudización de los problemas del campo y en el socavamiento de la viabilidad de los pequeños productores de maíz, frijol y otros granos de consumo popular. Esto se debe a que la ganadería i) compite directamente con la gente por la tierra y los cultivos; ii) genera poco empleo en el medio rural; y iii) está orientada principalmente a la satisfacción de las demandas de los consumidores de medianos y altos ingresos. Además, durante los años cuando la producción campesina disminuía, la ganadería estuvo en plena bonanza.
Lamentablemente, nuestro conocimiento de esta industria aún es limitado y fragmentario, y no está a la par de la importancia que tiene la ganadería en muchas regiones del país. Los estudios hechos hasta la fecha tienden a enfocar o en la operación y estructura de la ganadería a macro-nivel (ver c e p a l 1975; Feder 1980; Rutsch 1984), o analizan el impacto de la expansión ganadera en zonas húmedas-tropica- les (ver Barkin 1978; Fernández Ortiz y Tarrio García 1983; Verduzco 1982). Los científicos sociales han escrito relativamente poco sobre la naturaleza y el impacto de la ganadería en áreas no-tropicales; una excepción notable son los estudios de Jaim e Espín y Patricia de Leonardo (1978) acerca de la ganadería lechera de Los Altos de Jalisco.
Nuestro objetivo en este ensayo, entonces, es presentar un estudio de caso que examina el crecimiento de la industria ganadera en una zona semi-árida del altiplano mexicano. Específicamente, analizamos la manera mediante la cual la expansión de la industria ganadera local ha transformado la estructura productiva de la comunidad. El locus del estudio es el municipio de Villa Guerrero, Jalisco, ubicado en el costado occidental del “cercano norte” del país, donde las condiciones geográficas y climatológicas han favorecido el des
arrollo de un sistema agrario mixto. Este sistema tiene sus raíces en la época colonial, y consiste en el cultivo de maíz de temporal y la crianza de ganado vacuno para la carne. Hasta tiempos muy recientes el municipio estaba débilmente integrado dentro de esferas económicas interregionales, y, por consiguiente, la producción local se orientaba, antes que nada, a la autosubsistencia. Además, aunque es evidente que el municipio ha expulsado cierta cantidad de mano de obra desde el principio del siglo, el sistema agrícola “tradicional” sí podía absorber una buena parte de la fuerza de trabajo que se producía localmente. Con la expansión del mercado, no obstante, todo esto ha cambiado.
En la discusión que sigue, pues, intentamos demostrar cómo la expansión de la ganadería comercial a nivel local y el desarrollo de las fuerzas productivas ha: i) redefinido la posición de Villa Guerrero dentro de la división regional de trabajo; ii) contribuido a la crisis agrícola actual al alterar la utilización de recursos, especialmente el uso y la demanda interna de maíz y fuerza de trabajo.
En breve, el análisis busca explicar los cambios efectuados a nivel de la comunidad en base a la operación de los procesos generales asociados con la expansión del capitalismo a nivel internacional.
Villa Guerrero: esbozo geográfico
Villa Guerrero, situado en los flancos orientales de la Sierra Madre Occidental en el extremo norte del estado de Jalisco, es un municipio territorialmente grande y demográficamente pequeño. Abarca más de 1 000 km2, pero cuanta con una población que a mediados de los años setenta apenas alcanzaba los 7 000 (Dirección General de Estadística 1975). La cabecera de Villa Guerrero, con aproximadamente 2 400 ha bitantes, es el núcleo demográfico, político y económico del municipio. Es el único asentamiento que merece la categoría de “pueblo” , y, por ende, domina completamente el hinter- land adyacente compuesto de un gran número de ranchos y rancherías (véase Shadow 1978).
En cuanto a su situación ambiental, Villa Guerrero posee un clima semiárido; recibe casi 800 mm. de lluvia anual
mente, el 80% de la cual cae en los meses de junio a septiembre. Este régim en p luv ia l perm ite la p rác tica de una agricultura de temporal, pero la producción es impredecible y limitada a una cosecha anual. La sequía y la pérdida completa o parcial de la cosecha son amenazas constantes. Asimismo, la producción ganadera está restringida por la moderada y estacional precipitación; tanto el agua de la superficie como los pastos desaparecen rápidamente después del inicio de las sequías (octubre a mayo), y, como veremos abajo, muchos de los cambios implementados en el municipio han sido dirigidos a la superación de las limitaciones impuestas por la escasez de agua y pasto.
En resumen, las condiciones climatológicas en Villa Guerrero son a la vez permisivas y restrictivas. La lluvia, variable principal que afecta la producción, es ciertamente menos abundante que la que se encuentra en muchas regiones del centro del país, pero es más abundante que la que cae en zonas más al norte o más al este. Geográfica y am bientalmente, pues, Villa Guerrero está constreñido entre el sur agrícola y el norte ganadero, y su propia economía mixta refleja esta situación fronteriza-transicional.
Fisiográficamente, se puede dividir el municipio en tres zonas principales. La primera es una planicie ondulante, de aproximadamente 165 km2, que forma la parte oriental del municipio. El pueblo de Villa Guerrero, así como la mayor parte de la población (80%) y de las tierras agrícolas (95%), se encuentran en esta planicie. La mayoría de los habitantes de la zona son los desciendientes de inmigrantes criollos y mestizos que llegaron allí a finales del siglo xvni.
La segunda región abarca el magnífico cañón del río Bolaños. Esta barranca, que colinda con la planicie al oeste, contiene más del 85% (800 km2) del territorio municipal, pero sólo el 20% de la población. Sus residentes principales son descendientes de los indios tepecanos, quienes viven en ran cherías dispersas alrededor de la comunidad de San Lorenzo de Azqueltán. Económicamente la barranca, debido a la disponibilidad de agua en todo el año, y pastos durante las secas, es en la actualidad un componente importante en el comercio ganadero, y la mayor parte de ella es explotada por los grandes terratenientes y ganaderos que residen en la
cabecera. Los tepecanos poseen poco ganado y subsisten a través de una combinación de agricultura de coamil en tierras comunales, de migración temporal a la costa pacífica para cosechar tabaco y algodón, y de la recolección de alimentos silvestres (ver Shadow 1985 para mayor información sobre los tepecanos).
La tercera región natural está formada por una serie de pequeños cerros y arroyos ubicada al sur de la planicie. Esta zona quebrada abarca sólo el 9% (100 km2) del área total del municipio y apenas el 10% de la población (700 personas) la habita. En cuanto al análisis de la economía municipal es la parte menos importante y por ello no recibirá mayor atención en nuestra discusión.
La economía ganadera tradicional
Por limitaciones de espacio y datos, no es factible ni posible presentar aquí un resumen completo de la historia de la ganadería en el municipio. En parte, esto ha sido relatado en otro lugar (ver Shadow 1978), pero aún es una narración carente de detalles importantes, y se requiere una investigación de archivo y etnográfica más amplia para que logremos un entendimiento adecuado de la evolución de la ganadería regional. Por lo tanto, dejaremos de lado el asunto del desarrollo de la economía agraria local durante las épocas coloniales y republicanas, y partiremos de las características de mercadeo y producción que existieron en la primera mitad de este siglo.
En términos generales, la ganadería en Villa Guerrero antes de los años cincuenta se caracterizaba por la poca injerencia del capital en el proceso productivo y por su débil integración dentro de redes económicas interregionales. Las ciudades quedaban lejos, la demanda nacional de carne era restringida, y el transporte rudimentario, lento y costoso. La revolución industrial y urbana que ahora azota a México aún no había “despegado”, y grandes áreas del país, especialmente aquellas regiones fronterizas y marginales, como la de Villa Guerrero, quedaron encapsuladas en economías poco influidas por insumos industriales o por las demandas de mercados extrarregionales.
A estos factores “externos”, de índole comercial y estructural, hay que agregar las limitaciones impuestas por la situación política-militar que reinaba en el occidente del país entre 1926 y 1940. Según informantes ancianos, las depredaciones ocasionadas durante el levantamiento cristero, tanto por las tropas federales como por los rebeldes, produjeron una drástica reducción en el tam año de los hatos locales. De hecho, se dice que uno de los factores que propició la participación de muchos individuos en la rebelión era el anhelo de apropiarse de las tierras y animales de sus rivales o de los “ricos”. El refrán popular, “Que viva Cristo Rey, traéme el mejor buey”, expresa, de m anera sintética, la motivación material que impulsaba a algunas gentes a unirse a uno u otro bando armado.3
Por otra parte, antes de la introducción de las vacunas modernas, el ganado padecía una serie de epidemias e infecciones endémicas que restringían severamente no sólo su capacidad reproductiva sino también su rendimiento. Los ataques de aftosa, tuberculosis bovina, septicemia y parásitos que periódicamente afligían a las m anadas contribuían a la inseguridad y a la poca productividad de la ganadería local. Desafortunadamente, sólo podemos estimar a grosso modo la magnitud de las bajas efectuadas por estos factores, ya que no disponemos de la información estadística que nos permitiera determinar el impacto particular de la depredación y la enfermedad. La única fuente de datos que se ha localizado y que provee una idea de los niveles de la producción local desde el porfiriato hasta finales de la adm inistración cardenista consiste en tres censos ganaderos llevados a cabo en los años 1 8 8 7 ,1 9 3 3 y 1939. Desde luego, con datos tan parcos y limitados no es posible reconstruir detalladamente el comportamiento y la evolución de la industria ganadera regional. De todas maneras, los mencionamos porque identifican, a grandes rasgos, el tamaño relativo del hato municipal e ilumina, hasta cierto punto, el efecto, más que nada, de la cristiada.
Según las cifras del primer censo de 1887 existían dentro del municipio unas 15 000 reses ( a h j es-1:1887-88), o sea una cabeza por cada 6 hectáreas y aproximadamente tres veces el número de habitantes. En el año de 1933 se reporta
ron apenas 8 300 cabezas, y seis años más tarde la cifra había bajado a 4 000 animales (informes sueltos, Archivo Municipal, Villa Guerrero).
P ara repetir, el valor de estos datos es restringido. No sabemos cómo se obtuvieron y es improbable que las autoridades encargadas de los censos hubieran llevado a cabo un conteo en el campo. Probablemente, los números se derivaron de estimaciones hechas por los mismos oficiales o por los principales ganaderos. En cualquier caso, la metodología inspira poca confianza; los propietarios, por razones fiscales, generalmente declaran menos ganado del que realmente poseen, y las estimaciones del número de animales pastoreados en un área de más de 1 000 km2 deja mucho campo de error.
Pero, pese a todas sus limitaciones, las cifras apoyan los testimonios de los informantes y nos llevan a la conclusión general de que durante los años 1910-1940, la ganadería en Villa Guerrero sufría una depresión tremenda. Esto también concuerda con lo que sabemos respecto a la industria ganadera norteña en general (ver Machado 1976.)4
La imagen que tenemos de este periodo, entonces, es una en la cual la explotación de la tierra y de los recursos agropecuarios fue generalizada, no intensiva. Para la mayoría de la población rural la importancia del ganado consistía no en su valor comercial, como bien de exportación, sino en la contribución que hacía a la economía doméstica de subsistencia. Es decir, como proveedor de leche y queso así como de animales de trabajo. Junto con el arado los bueyes fueron instrumentos importantísimos en la producción de maíz y frijol. Las muías y los burros se empleaban poco como animales de tiro, m ientras que los tractores aún se desconocían. Informes municipales del año de 1922, por ejemplo, afirman que el objetivo principal de la cría de ganado era producir animales de trabajo: bueyes (Archivo Municipal, Villa Guerrero). En una palabra, en el sistema tradicional, el ganado poseía funciones múltiples. Como instrumentos de producción y fuentes de alimentos contribuía a la satisfacción de las necesidades básicas de consumo. Claro que también servía como una reserva de riqueza, como una mercancía capaz de ser comercializada para la obtención de valores de cambio. Pero el punto que queremos enfatizar es que la producción de
ganado a gran escala para el mercado no fue el objetivo principal. Aún los grandes ganaderos requerían un número sustancial de animales de tiro para poder trabajar sus labores. Las cifras del censo ganadero de 1950 m uestran que todavía en esta fecha tardía el 15% de todo el ganado consistía en bueyes. En contraste, por el año de 1970 este porcentaje había declinado al 3% (Dirección General de Estadística, Censos Agrícolas y Ganaderos, 1950 y 1970).
Para hacer hincapié en el carácter no intensivo del sistema productivo que reinaba en el municipio antes de la segunda guerra mundial, y para diferenciarlo de las formas que se desarrollaron a partir de los años cincuenta, lo hemos designado como el periodo de las “praderas o agostaderos abiertos”. El término se refiere explícitamente al hecho de que en esta época, salvo unas cuantas cercas de piedra que dividieron varias de las propiedades mayores, había pocas vallas separando las tierras de labor de las tierras de pastoreo. Significativamente, el uso de alambre de púas aún no se había generalizado en Villa Guerrero, pese a que había sido introducido en Zacatecas desde los 1890s (Esparza Sánchez1980). Según nuestro juicio, la ausencia del alambre de púas y la falta de cercas en general se explican por el hecho de que el encarecimiento de la tierra representaba un gasto excesivo para los productores, dado el escaso número de animales exportados y su precio en el mercado. Las tierras abiertas, entonces, servían como la expresión física más visible tanto del carácter no intensivo de la ganadería regional en esos años como de la poca injerencia del capital en el proceso productivo.
Las implicaciones socioeconómicas de la carencia de cercas fueron importantes. Primero, reflejaban un sistema más abierto en cuanto al acceso a la tierra y a la explotación de dos recursos básicos para la alimentación del ganado: el pasto y los tallos o el rastrojo de maíz que quedaron en los barbechos después de la cosecha de las mazorcas. Aunque la tierra fuera propiedad privada, a disposición exclusiva de su dueño, la utilización del rastrojo y del pasto no fue definido en forma tan restringida. Según informantes, era relativamente fácil, antes de la difusión del alambre de púas, para la gente sin tierra pastar sus pocos animales en tierras ajenas después de las cosechas, y a menudo sin pago alguno.
Vemos, pues, que esta costumbre tradicional estuvo relacionada, otra vez, con el hecho de que el comercio de ganado estaba pobremente desarrollado, y por lo tanto, los factores de producción sobre los cuales dependía la ganadería poseían un valor limitado. Podemos aventurar la hipótesis de que en Villa Guerrero la comunidad retuvo ciertos derechos al pasto h as ta tiempos relativamente recientes, y que estas prácticas operaban para apaciguar, hasta cierto punto, los efectos más severos de un sistema de propiedad privada. No es sorprendente, entonces, que los campesinos que más lamentaron la desaparición de las tierras abiertas, fenómeno que empezó a desarrollarse a partir de los año cincuenta, fueron los que no tenían agostaderos.
Además, durante el periodo de las praderas abiertas existieron en el municipio ciertos arreglos institucionales cuya función era m inim izarla posibilidad de conflictos originados por la invasión de los animales en los sembradíos. El mecanismo regulador consistía en los “bandos” o decretos, girados por las autoridades municipales, que prohibían el libre pastoreo del ganado durante la temporada agrícola. Mientras que estaban vigentes los bandos, todos los dueños de animales de la planicie debían emplear pastores en la vigilancia de su ganado en el día y regresar los animales a sus corrales al anochecer. Los que violaban los bandos se encontraban sujetos a multas y al pago de compensaciones en caso de cultivos dañados. Después de una fecha límite los agricultores debían haber terminado de levantar su cosecha, y el ganado podía pastar libremente.
Otra expresión de poco desarrollo de las fuerzas productivas durante este período es en el tipo de ganado explotado. La raza principal era el criollo o “corriente”, el descendiente no especializado de los animales originalmente introducidos en la zona en el siglo xvi. Aunque bien adaptados a los rigores del clima semiárido, estos animales producían (producen) una carne de menor calidad y un rendimiento más bajo que las razas genéticamente mejoradas. Por ejemplo, se estima que las reses corrientes rinden el 45% o menos de su peso de carne en canal, mientras que el ganado cebú produce hasta el 62% ( c e p a l 1975:199). De las 11 500 cabezas reportadas para Villa Guerrero en el censo agrícola de 1950, sólo 25 fueron de
razas mejoradas o “finas” (Censo Agrícola y Ganadero, 1950).
Por otra parte, la productividad se restringía también por la duración del ciclo productivo. En la época de las praderas abiertas el mantenimiento y la engorda del ganado se llevó a cabo en los agostaderos locales naturales (no se sembraron pastos mejorados en el municipio has ta los años setenta), y los animales no eran enviados al mercado h asta que alcanzaban la madurez o su peso máximo. Por consiguiente, el intervalo entre el nacimiento de un anim al y su llegada al mercado era del orden de cuatro o cinco años (Informes, Archivos Municipales, 1922). Un ciclo productivo tan prolongado produjo una tasa de extracción bastante baja. Es decir, en un año dado relativamente pocas reses podían ser exportadas en relación al tamaño total del hato. Por ejemplo, un ganadero que vendía, digamos, 25 animales adultos por año, debería de tener en varias etapas de madurez unos 125 ó 150 cabezas, cuando menos, para que se mantuviera el promedio anual. En el mejor de los casos el nivel de extracción bajo estas condiciones era el 20%, y probablemente mucho menos. Aún en 1960 la tasa de extracción para todo México alcanzó apenas el 13%, comparada con el 40% que se ha logrado en varios de los países industria lizados avanzados ( c e p a l
1975:122).En términos económico-ecológicos este patrón de pro
ducción también representó una carga pesada para los agostaderos locales. Debido a que el ganado, cuando se vendía, no salía del municipio hasta que tuviera la edad de 4-5 años o más, se requería de las praderas locales una gran cantidad de energía para el desarrollo y mantenimiento de cada animal. Puesto que la energía misma estaba limitada por la baja precipitación, que restringió el crecimiento de los pastos, un aumento en producción sólo se podía conseguir a través del control de mayores extensiones de tierras. Evaluado desde la perspectiva de la productividad ganadera, este sistema, de corte extensivo, era poco eficiente y extremadamente dependiente de las vicisitudes de la naturaleza. Pero, para enfatizar el punto previo, la maximización de la producción pecuaria para la exportación no era el objetivo principal del sistema agrario local. Los patrones relacionados con el uso
de la tierra y con el manejo del ganado se orientaban al cumplimiento de necesidades múltiples y generalizadas; sólo tangencialmente fueron dictados por las demandas de un mercado externo.
Respecto a estos mercados, los datos que se han localizado en los archivos de la presidencia municipal y en la oficina del inspector ganadero de Villa Guerrero muestran que el destino principal del ganado que salió del municipio fueron los rastros de las ciudades de Aguascalientes, Guadalajara, y, en menor grado, Zacatecas. El ganado fue llevado a estos puntos en pie, un viaje que en el caso de Guadalajara, duró dos sem anas.5
Resumiendo, Villa Guerrero, durante el período de las praderas abiertas, abastecía lo que era un mercado básicamente regional. La mayoría del ganado exportado fue vendido en centros urbanos localizados a no más de 200-300 kms. del municipio. La información disponible nos conduce a la conclusión, entonces, de que Villa Guerrero no participaba en redes comerciales de tipo interregional o internacional. Más aún, el lazo entre la zona de producción y la zona de consumo era recto y sencillo, puesto que el ganado se movía directamente de los agostaderos locales hacia los rastros urbanos. En esta época el municipio todavía no estaba integrado dentro de un sistema productivo basado en la especiali- zación geográfica o en una división sectorial del trabajo. La secuencia entera de la producción de un animal para el mercado —la crianza, el mantenimiento y la engorda final— se llevó a cabo en los agostaderos del municipio; pocas veces o ninguna se m andó el ganado a centros especializados o intermedios, tales como empresas de engorda o a las tierras de agostaderos mejorados, para una engorda final. Era, pues, un sistema poco diferenciado y estructuralmente poco desarrollado, que preservaba muchas características y pautas heredadas de la colonia.
A partir de los años cuarenta, sin embargo, el patrón tradicional se empezó a transformar, y ahora pasaremos a la consideración de la modificación del sistema de las praderas abiertas bajo la influencia de la expansión del mercado y la creciente injerencia de capital en el proceso productivo.
Transformación y expansión de la industria ganadera m unicipal
Es bien sabido que los procesos de urbanización e industrialización ponen en marcha una compleja serie de cambios socioeconómicos cuyos efectos se extienden más allá de los límites político-administrativos de la ciudad. Al alterar, entre otras cosas, la estructura existente de oferta y demanda así como la disponibilidad y el costo de los factores de producción, el crecimiento de la industria y de las poblaciones urbanas generan presiones que radian hacia afuera de la urbe y transforman la organización tradicional del campo adyacente.
También es bien sabido que debido a la distribución diferencial de los recursos, a la lejanía de los centros urbanos, y a la naturaleza desigual del desarrollo mismo del capitalismo, las areas rurales no son afectadas de m anera uniforme por estos cambios. En las zonas cercanas a la ciudad, donde existen las posibilidades de una agricultura intensiva basada en la irrigación, se da a menudo, el cultivo de hortalizas o la producción lechera, lo cual tiende a desplazar a distritos más alejados de la producción de granos y de ganado vacuno. Los hinterlands de las zonas urbanas, entonces, responden a un conjunto variado de estímulos y demandas, y por lo tanto se adaptan diferencialmente a estas presiones según sus capacidades productivas. Esta diferenciación y especializa- ción de producción lleva consigo implicaciones profundas en el uso de los recursos tales como la tierra y la fuerza de trabajo. Algunas areas adoptarán la siembra de un cultivo comercial novedoso, otras incrementarán la producción de un artículo ya existente, algunas atraerán trabajadores e inversiones de capital, mientras que otras expulsarán mano de obra.
Por lo tanto, el entendimiento del cambio contemporáneo en Villa Guerrero exige que situemos el municipio dentro de este macro-contexto de diferenciación regional estimulado por la explosión urbana y la expansión del capitalismo industrial. Por una variedad de factores, que incluyen el carácter monopólico-centralizador del capitalismo actual y la na turaleza y rentabilidad de los recursos disponibles en el
municipio, Villa Guerrero no se ha incorporado al nuevo sistema global a través de la introducción de actividades totalmente novedosas. Al contrario, su integración ha ocurrido por la modificación y la intensificación de la ganadería.
Los síntomas del nuevo orden empezaron a sentirse en Villa Guerrero durante la segunda guerra mundial. En esta instancia histórica la demanda de carne en Estados Unidos se expandió con tan ta rapidez que pronto excedió las capacidades productivas de los ganaderos en ambos lados de la frontera (Machado 1981:61). Como resultado, los precios de ganado subieron precipitadamente, y en Villa Guerrero los animales que se habían vendido en $ 20 y $ 50 pesos por cabeza antes del estallido de las hostilidades ahora se vendían de $ 150 pesos hasta $ 220 (Documentos sueltos, Archivo Municipal, Villa Guerrero). Sin embargo, parece que este boom no originó una profunda transformación de las fuerzas productivas ya que fue de poca duración, acortado por la intervención de dos factores.
El primero de ellos fue la terminación de la guerra misma, la cual produjo una repentina caída en la demanda y, por consiguiente, en los precios. Pero lo más significativo fue la aparición de nuevos brotes de aftosa. Esta enfermedad, que afectó a toda la industria ganadera mexicana, se desarrolló en Veracruz en 1946, y de allí se extendió rápidamente por toda la República. Los efectos fueron catastróficos. Estados Unidos cerró de inmediato su frontera a la importación de ganado mexicano, y millones de reses fueron destruidas en un intento desesperado por controlar la epidemia (Machado,1981). Para Villa Guerrero no poseemos cifras acerca del número de animales que perecieron por esta causa, pero el archivo municipal contiene varios informes que relatan los esfuerzos implementados para contener la enfermedad. No obstante, no fue hasta el año de 1954 que la epidemia fue controlada y que la cuarentena de Estados Unidos fue levantada.
U na vez eliminada la aftosa, las condiciones propicias para el inicio de un periodo de crecimiento sostenido por fin se consolidaron. Por un lado, a raíz de su experiencia en la lucha contra la aftosa, los ganaderos quedaron convencidos de la eficacia y de la necesidad de las vacunas y otras medi
das sanitarias para asegurar la salud de sus rebaños, y en un lapso breve el uso de las inoculaciones profilácticas fue adoptado casi universalmente por los rancheros de Villa Guerrero. Con esta medida la cría de ganado pudo efectuarse con mayor predecibilidad, y el tamaño de los hatos fue liberado del efecto nivelador de las enfermedades cíclicas. Al mismo tiempo, la demanda de carne, tanto en los mercados nacionales como en los internacionales, comenzó otro periodo de repunte. Reflejando la expansión de las capas medias urbanas, el consumo interno de carne subió de 1.6 a 2.6 millones de cabezas entre 1955 y 1970 ( cepal 1975:105), m ientras que en la década 1965-1975 el valor del ganado en pie exportado al vecino país del norte se elevó de 9.2 hasta 185 millones de dólares (u.s. Foreign Agricultural Trade Statistics Report 1975: Table 1).
Respondiendo a la alza de la dem anda los precios se incrementaron notablemente. En 1963, novillos de más de 250 kgs. fueron vendidos a $ 3 .50 por kg. en el rastro de Guadalajara, el mercado de referencia para Villa Guerrero; un animal del peso mínimo, entonces, valía aproximadam ente $ 875, lo que representó un aumento considerable respecto a los niveles de la década de los cuarenta. La tendencia alcista continuó durante los años sesenta, alcanzando el nivel de $ 10 y $ 13 por kg. a principios de los setenta. El novillo de 250 kgs. llegó a valer entre $ 2 5 0 0 y 3 2 50 (ver Cuadro 1).
C u a d r o 1P r e c i o de v e n t a de n o v i l l o s de 250 kg. o mas e n G u a d a l a j a r a
1963, 1965, 1973 Y 1975 (PESOS POR Kg.)
1963 1965 1973 1975
3 .50 3 .50-4 .00 10.00-13 .00 8 .00 -10 .00
Fuente: Documentos sueltos de los archivos de la presidencia municipal y de la oficina municipal de la Asociación Ganadera.
P ara aprovechar las nuevas condiciones, los ganaderos iniciaron un programa de expansión que produjo la duplicación de exportaciones en sólo seis años: de 1 6 6 7 cabezas en
1964-65 a 3 223 en 1970-71. Aunque en el quinquenio siguiente las exportaciones declinaron hasta en un 20%, siempre quedaron sensiblemente arriba de las cifras de los años sesenta (Cuadro 2).
C u a d r o 2
E x p o r t a c i o n e s d e g a n a d o , 1964-1975
Año Número de animales1964-65 1,6671965-66 2,0321966-67 1,5061967-68 1,8401968-69 1,8451969-70 no hay datos1970-71 3,2231971-72 2,7071972-73 3,0431973-74 2,5471974-75 2,527
Fuente: Permisos y exportación expedidos por el delegado municipal de la Inspección Agrícola y Ganadera. Todo el ganado que sale del municipio legalmente requiere un permiso.6
Comparando los datos del primer quinquenio de la serie, o sea de 1964-68, con los del último quinquenio, 1971-75, se observa que el incremento total en el periodo era de casi el 60% (Cuadro 3)
C u a d r o 3E x p o r t a c i o n e s d e g a n a d o , p o r q u i n q u e n i o
1964-68 Y 1971-75
1964-68 1971-75 Aumento 8,890________ 14,047________ 58%__________________
Fuente: Cuadro 2.
Acompañando al alza en la producción hubo, además, un cambio significativo en el destino del ganado exportado del
municipio. Elaboraremos este punto más adelante, pero aquí es importante notar que las modificaciones fueron ocasionadas por la incorporación de Villa Guerrero en nuevas redes mercantiles, las cuales convergieron, no en las ciudades regionales, sino en la Ciudad de México y en el suroeste de Estados Unidos. De hecho, es justamente en este periodo cuando el mercado estadounidense empezó a ejercer una influencia bastante fuerte sobre la ganadería mexicana. Por lo tanto, y debido a que los efectos de este mercado llegaron a sentirse en Villa Guerrero, es conveniente que hagam os un breve paréntesis para identificar la relación entre la demanda de carne en e .u . y la industria ganadera al sur del río Bravo (ver Rutsch 1984 para mayor información).
En primer lugar, hay que señalar que México provee más ganado en pie a Estados Unidos que cualquier otra nación.7 Lo que podemos llamar la historia moderna de esta relación comercial empezó a principios de los años cincuenta cuando se controló la aftosa en México. Después de esa fecha las exportaciones mexicanas se incrementaron sustancialmente; la verdadera bonanza, no obstante, no ocurrió hasta 1968 (ver Figura 1). La demanda de ganado fue tan intensa que entre 1968 y 1973 los precios pagados a nivel local se triplicaron. A partir de 1974 la exportación de ganado a norteamérica emprendió una caída vertiginosa, propiciada por una sobreproducción de carne en ese país y el consecuente cierre del mercado de parte de las autoridades estadounidenses. Esto se reflejó en el desplome de precios en un 20% en el rastro de Guadalajara (ver Cuadro 1). En 1977 la situación cambió de nuevo y las exportaciones mexicanas iniciaron otro ciclo de auge.
Estos datos, comparados con los presentados en el cuadro 2, iluminan la correlación que existía en esa época entre las exportaciones municipales y el comportamiento del mercado internacional. Los años “pico” en Villa Guerrero coinciden con los años de mayor demanda en Estados Unidos. En 1972, año de máxima exportación a e . u . , los ganaderos del municipio embarcaron más de 3 000 cabezas. Durante los años siguientes la producción disminuyó a unas 2 500 reses, asociada con el cierre del mercado estadounidense y la baja de precios. Cabe señalar, sin embargo, que aún la ausencia de un mercado internacional ya no representa una verdadera
Valor
en m
illones de
dólares
F i g u r a 1
I m p o r t a c i o n e s n o r t e a m e r i c a n a s d e g a n a d o m e x i c a n o (e n p i e )
Años
NOTA: Importaciones prohibidas desde 1947 hasta 1 sept. de 1951, y desde 2 mayo de 1953 hasta 1 enero de 1955.
Fuente: U.S. General Imports.
Ga
na
de
ría
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catástrofe para los ganaderos, ya que encuentran mercados internos para su producto. Pero parece claro que la falta de demanda al norte de la frontera sí deprime los precios dentro del país, puesto que aumenta la oferta relativa de ganado. De este modo, el mercado norteamericano afecta, de manera directa o indirecta, a toda la industria ganadera mexicana, y no sólo a los productores norteños que se especializan en la cría de becerros para la exportación.
A continuación intentaremos explicar la manera en la cual los ganaderos de Villa Guerrero lograron aum entar su producción, y analizaremos los efectos socioeconómicos de su creciente participación en el mercado.
Empezaremos haciendo hincapié en el hecho de que la expansión de la ganadería local no se llevó a cabo sólo en base a un incremento en el tamaño del hato municipal. Más bien requería una reorientación profunda en los patrones del uso de la tierra y en la utilización de los recursos, todo esto asociado a la adopción de nuevas tecnologías e inversiones de capital, es decir, a través de un proceso de intensificación capitalista. Además, aunque muchos de los cambios fueron implementados por iniciativa de los ganaderos individuales que respondieron a las oportunidades económicas ofrecidas por la mejoría en la estructura de demanda y precios, el sector público, el estado, jugó un papel trascendental en fomentar directa o indirectamente la producción municipal. Sin lugar a dudas, la obra más importante que el gobierno realizó para facilitar la “racionalización” de la industria ganadera local fue el mejoramiento del único camino que entraba al municipio.
Durante la década de los sesenta la brecha que vinculaba el municipio con el exterior fue nivelada y convertida en “terracería”. Esto constituyó un factor clave para estrechar el grado de integración del municipio con el resto del país, y es improbable que la transformación económica que ha ocurrido en Villa Guerrero hubiera sucedido sin esta inversión infraestructural. Al reducir el tiempo, la dificultad y por ende el costo de llegar al municipio, la nueva terracería no sólo permitía la entrada de distribuidores y vendedores de casas comerciales localizadas en Aguascalientes y Guadalajara, sino también revolucionó la forma de enviar el ganado al mercado. Una vez terminada la terracería, los camioneros,
quienes habían sido reticentes a entrar al municipio por la brecha tradicional, empezaron a llegar y sacar ganado por carretera. En un periodo muy breve, los viajes a pie a Guadalajara que duraban 15 días se convirtieron en recuerdos idílicos de tiempos más sencillos. Cabe destacar, sin embargo, que la ventaja de embarcar los animales en camión no sólo era la reducción de los costos de transporte sino también el acortamiento en el tiempo de traslado. Eso es, ahora el ganado llegó al mercado en un día, y esto permitió que los ganaderos respondieran más rápidamente y de modo más eficiente a los cambios de precios que se dieron cotidianamente en el rastro de Guadalajara. Dichos precios varían a lo largo del año y de un día a otro, según el número de animales que llegan en un momento determinado. Las variaciones pueden ser h asta de un peso o más por kg. durante una semana dada. Los ganaderos, para maximizar sus ganancias, están pendientes de estas variaciones, pero cuando existía una demora de 15 días entre la salida de una partida de ganado y su llegada al rastro había poca posibilidad en responder eficazmente a las fluctuaciones. Por ahora, con la terracería y el uso de camiones, el ganado llega a Guadalajara en menos de un día y los ganaderos están en mejores condiciones para incrementar el precio que reciben por sus animales.
En cuanto a las medidas adoptadas por los productores mismos en respuesta a las nuevas condiciones comerciales, la primera consistía en el cercamiento de sus agostaderos con alambre de púas. Como mencionamos arriba, dicho alambre se empleaba en Zacatecas desde la última década del siglo pasado. Pero en Villa Guerrero su uso estuvo sumamente limitado dado su alto costo en relación al valor y al número de animales vendidos. Por ende, no fue hasta la década de los años cincuenta que los rancheros del municipio, respondiendo al paulatino mejoramiento del mercado, empezaron a cercar sus propiedades. Con esta sencilla inversión los ganaderos lograron ejercer un mayor control sobre el pasto y el forraje, cuyo valor aumentó con la expansión de la producción. El cercamiento de las tierras, pues, puso fin a la era de las praderas abiertas, y así terminó con los derechos tradicionales de la comunidad al libre pastoreo de sus animales después de las cosechas. El pasto y el rastrojo se convirtieron en bienes completamente comercializados, mientras que el
cobro de rentas para el pastoreo, práctica poco común durante la época de las praderas abiertas, se implemento universalmente.8Junto con la creciente individualización de los recursos hubo toda una gama de cambios relacionados con el uso del rastrojo y otros forrajes. Bajo el régimen de las praderas abiertas rara vez se llevaban de las labores los tallos de maíz después de la cosecha. Más bien se les dejó in situ para que sirvieran de alimento al ganado que andaba libremente por los campos. Esto era, repetimos, una costumbre de cierta im portancia en la estrategia económica de muchos pequeños productores que carecían de tierras. Sin embargo, con el auge de las relaciones mercantiles y con el consecuente aumento de los recursos productivos, los rancheros no sólo cercaron sus tierras sino además empezaron a cosechar los tallos mismos para utilizarlos como forraje durante las secas. Puesto que muchos tallos se caen y se pisotean cuando pastorean a los animales, la nueva práctica representó un uso más eficiente, más intensivo y “racional” en cuanto a maximización de la producción ganadera. En la actualidad los tallos de maíz, al igual que el pasto, tiene su precio, y el pequeño productor que solía tener el acceso relativamente libre a ambos, ahora tiene que pagar por ellos.9
Otras innovaciones tecnológicas que facilitaron la expansión pecuaria fueron los abrevaderos (conocidos localmente como “bordos” ) y los silos-trincheras. Las dos construcciones tienen la finalidad de resolver los problemas más agudos relacionados con la manutención del ganado durante los siete y ocho meses de las secas: la escasez de agua y de pasto. Los bordos capturan y retienen el agua que escurre por la superficie durante la época de lluvias, m ientras que los silos, excavados en la tierra en forma de una gran trinchera, sirven para guardar maíz verde (tanto la estaca como la mazorca) hasta que se necesite para alimentar el ganado en las secas. De modo que las dos construcciones, pero especialmente los bordos, significan una inversión de capital relativamente fuerte, por ello tienden a encontrarse sólo en las propiedades de medianos y grandes ganaderos. En cuanto a los silos, su fabricación fue fomentada por agentes extensionis- tas, y su impacto ha sido formidable, pese a que no construyeron más de unos diez o doce. No sólo han permitido que los
ganaderos reduzcan el número de reses que mueren de ham bre durante el estiaje, sino también que engorden varios cientos de animales para mandarlos al rastro en los meses de marzo a mayo, temporada en que los precios están más altos. Además, han contribuido al socavamiento de la auto-suficiencia del municipio en el abasto del maíz. Elaboraremos este punto más adelante, pero hay que señalar aquí que los silos, al proporcionar a los criaderos un mecanismo mediante el cual podían almacenar el grano para propósitos ganaderos, contribuyeron a la reducción de la cantidad de maíz disponible para consumo humano.
Los abrevaderos, o bordos, a su vez, no han afectado directamente el uso del maíz, pero su introducción sí ha efectuado cambios que se extienden más allá de lo puramente tecnológico. Esto se debe a que su construcción es costosa, ya que se requieren detallados estudios topográficos y el uso de m aquinaria pesada. No todo ganadero ha podido sufragar los gastos que implican estas represas. El sector público, a través del Programa Integral para el Desarrollo Rural ( p i -
d e r ) , y de las entonces Secretaría de Obras Públicas, otra vez asumió el papel clave en la difusión de estos proyectos de desarrollo que empezaron en 1974. A los dos años se habían terminado unos 50 bordos de varios tamaños, con un costo total de más de un millón de pesos. El precio del bordo más grande superó los cien mil pesos, aunque muchos no excedieron de $ 30 000.00 (Informes Archivos Municipales, Villa Guerrero). Los costos de construcción de cada bordo eran compartidos entre el dueño del predio y el gobierno, pero aún así solo los principales productores contaron con los recursos económicos suficientes para poder participar en el programa. A fin de cuentas, fue un proyecto dirigido básicamente a los productores acomodados, y como tal constituye otro caso de cómo fondos públicos, canalizados hacia el desarrollo rural, sirven y benefician fundamentalmente los intereses privados de los estratos superiores de la sociedad local. Al proveer a este sector de mejoramientos capitales a bajo costo, sin un impulso semejante dirigido a aum entarla capacidad productiva de los pequeños rancheros este programa ha contribuido a aum entar el grado de diferenciación socieoeconómica vigente en el municipio, y ha fomentado un sistema de estratificación social cada vez más pronunciado. En Villa Guerrero,
el dueño del bordo más grande, quien recibió el 10% de todo el crédito disponible para el municipio entero, era, como es de suponerse, el principal ganadero y terrateniente de la zona, ex-presidente municipal, y miembro central de la oligarquía política dominante. Aunque su poder económico y político están estrechamente vinculados, es obvio que su acceso a los fondos públicos para el desarrollo ha sido un factor importante en el fortalecimiento de su posición social dentro de la región (para una discusión de este proceso a nivel nacional, véase a Barkin 1972 y a Hewitt de A lcántara 1976).
Y ahora pasamos a considerar el elemento que ha contribuido de manera trascendental a la modificación del sistema productivo local, así como a la agudización de la diferenciación interna del municipio. Este ha sido la introducción y la aceptación de nuevas razas de ganado mejorado, principalmente el cebú, y secundariamente el angus y el charolais.
El cebú llegó a México de la India alrededor de 1945 (Machado de 1981:67) pero no fue hasta mediados de los años sesenta que los ganaderos de Villa Guerrero lo integraron en sus rebaños. Esta demora se explica por las inseguridades económicas y epidemiológicas que reinaban en la región durante el periodo de las praderas abiertas. El cebú es un animal mucho más caro que el ganado corriente, y en tanto que existían la amenaza de epidemia y un mercado restringido fue poco factible su adquisición. Para apreciar la diferencia de precio entre las dos clases de ganado, citamos cifras de1975, cuando un toro cebú costaba entre los $ 15 000 y lo s ......$ 20 000, una suma considerable en aquellos días pre-deva-luatorios. El toro corriente, en cambio, valía de $ 1 000 a ......$ 2 000 aproximadamente. Con disparidades tan amplias como éstas la compra de un cebú sólo se podía justificar si hubiera existido cierta seguridad de producción, así como la posibilidad de obtener una ganancia sobre la inversión.
Como ya hemos visto, estos requisitos fueron resueltos, por un lado, por la difusión de las vacunas preventivas durante la década de los cincuenta y sesenta, y, por otra parte, por la apertura y/o expansión de nuevos mercados, tanto nacionales como internacionales. Estos acontecimientos fueron acompañados por la modernización de la infraestructura regional (ej: las mejorías en los caminos) que modificaron radicalmente las relaciones económicas del municipio con el
exterior. No sólo se estrechó el grado de intercambio sino que también se creó una nueva estructura de demanda y de precios para el ganado fino, lo que hizo más redituable la obtención del cebú a los ganaderos de Villa Guerrero. Las nuevas relaciones se basaron en el hecho de que las crías cebú producen una carne que es considerada de mayor calidad que la de las corrientes. Además, los cebú rinden más carne en canal en proporción a su peso total que las razas tradicionales. Por ende, los cebú se vendían (y se venden) en un 30% o más por encima del precio de los animales corrientes. Los principales criaderos de Villa Guerrero, entonces, experimentaron fuertes impulsos económicos para adoptar el cebú una vez que fueron eliminados los impedimentos que caracterizaban la época de las praderas abiertas.
Respecto a la difusión del cebú, hay que hacer hincapié en un punto muy importante: a diferencia de lo ocurrido con la introducción del alambre de púas, el uso de las vacunas, y de las modificaciones en la utilización del rastrojo y de los tallos de maíz, el cebú no fue adoptado por todos los productores de m anera uniforme y universal. El tamaño restringido de los predios de los pequeños rancheros -—y de muchos de los medianos— en combinación con su reducida capacidad de acumular capital no les permitió comprar los toros cebú. Consecuentemente, una gran porción de los rancheros de estos niveles quedaron relegados a la producción del ganado corriente. Por ende, la brecha económica entre los grandes productores y el resto de la población se amplió. Ahora no sólo están diferenciados por los criterios tradicionales de la cantidad de tierra poseída y el número de reses, sino también por la creciente disparidad en la calidad y por tanto el valor de sus animales. Según el censo ganadero de 1970, la gran mayoría de los 7 000 animales “finos” enumerados en el municipio estaban en manos de sólo el 17% (no.= 70) de las 345 familias ganaderas registradas. El resto de las unidades productivas son criaderos del ganado corriente (Censo Agrícola-Ganadero, 1970).
El cebú, pues, representa un bien de capital cuya posesión está altamente concentrada. También, como una expresión del capital, su introducción ha transformado profundam ente la e s tru c tu ra de inversión ag ropecuaria en el
municipio. De acuerdo con los datos de los censos ganaderos, el ganado municipal fue valorado, en 1950, en poco más de 4 millones de pesos, lo que representó menos del 20% de todo el capital invertido en los ranchos. Por el año 1970, sin embargo, el valor del ganado superaba los 47 millones de pesos, una cifra que significaba el 65% de todo lo invertido (Censos Agrícolas-Ganaderos, 1950 y 1970).
Vemos, pues, que en el lapso de dos décadas hubo en Villa Guerrero un fuerte proceso de capitalización en la gana dería. Pero también es evidente que este desarrollo (y es importante subrayarlo) ocurrió principalmente a través de las inversiones “líquidas”, o sea en el ganado cebú, y sólo secundariamente en inversiones fijas, a largo plazo, como en el mejoramiento de las tierras, en la construcción de los bordos y los silos, en m aquinaria o en edificios. El capital sí ha entrado al proceso productivo, pero debido a la existencia de varias “incertidumbres” (tanto de carácter ecológico como sociopolítico y económico) que continúan afectando la producción, los rancheros acomodados han tendido a invertir predominantemente en el bien de capital cuyo costo es más fácil y rápidamente recuperable: el ganado fino.10
A nivel macro-regional, la adopción del cebú venía asociada con una redefinición radical de la posición ocupada por Villa Guerrero dentro de la industria ganadera en su conjunto. Es decir, de un abastecedor generalizado de ganado “corriente” —donde la crianza y la engorda de los animales se llevaron a cabo enteramente a nivel local— Villa Guerrero se ha convertido en un productor cada vez más especializado, articulado en una cadena de producción cada vez más compleja. Ahora, el municipio pone en el mercado crecientes cantidades de becerros y novillos cebú de dos años de edad, y los envía no directamente a los rastros urbanos, como en el pasado, sino a las praderas mejoradas de la Huasteca potosi- na y veracruzana. Aquí, los animales se pastorean por un año o dos, hasta que alcancen el peso de venta, unos 300-400 kgs. De la Huasteca se les envía a los centros de consumo, principalmente a la Cd. de México, a Guadalajara o a Monterrey, y, cuando las condiciones lo permiten, a Estados Unidos (ver cuadro 4). Aunque Villa Guerrero sigue exportando fuertes cantidades directamente a G uadalajara, la mayor
parte de estos animales consiste en los que, o bien ya no sirven como reproductores o bien son las reses corrientes criadas por los pequeños productores. En síntesis, Villa Guerrero actualmente cumple una función productiva determinada en una industria altamente diferenciada y especializada.
C uadro 4
E xportaciones de ganado de V illa G uerrero seg ún destino , 1957-1975
Año Aguascalientes Guadalajara Monterrey Huasteca México Otros
1957 899 703 58 _ _ _1961 1579 41 632 — 180 • —
1964 1098 184 — 24 170 621965 1245 136 — — 202 —
1966 1042 275 35 — 74 391967 650 34 418 — 297' 2781968 775 69 93 164 233 141971 758 1151 14 746 — —
1972 277 853 — 483 ‘ — 1631973 492 680 8 371 — 2571974 45 1053 — 898 — 1701975 213 1404 — 1434 — 47
Fuentes: Permisos de exportación, oficina municipal de Inspección Ganadera, Villa Guerrero.
La implicación del nuevo papel asignado al municipio por la división geográfica de producción es que el ganado ya no tiene que ser mantenido en los agostaderos locales hasta que alcance el peso requerido en el mercado. Esto ha permitido una reducción notable en la duración del ciclo productivo y ha allanado el camino para mayores niveles de producción. Debido a que los ganaderos ya no tienen que mantener un gran número de reses en varias etapas de madurez, la proporción entre el número de animales exportados anualmente y el tamaño de rebaño municipal ha disminuido sustancialmente. Las m anadas ahora tienden a estar compuestas de las
vacas reproductoras, unos cuantos toros, y los becerros no destetados nacidos durante los últimos 2 años.11
Ahora bien, habiendo analizado los principales cambios experimentados en el sector ganadero, nos queda examinar más detenidamente el impacto de la expansión pecuaria sobre la producción agrícola en el municipio. Puesto que uno de los propósitos de esta investigación es subrayar la relación entre el auge ganadero, el desplome en el cultivo de granos básicos, y la retracción en la fuerza de trabajo empleada en el municipio, este punto constituye uno de los más significativos para comprender la magnitud y naturaleza de todo el proceso de transformación que estamos discutiendo. En los párrafos que siguen estudiaremos las modificaciones experimentadas en el uso de la tierra y en la utilización del maíz ocasionadas a raíz de las demandas y necesidades generadas por el comercio ganadero.
Ya se han señalado algunos de los efectos de este proceso: la introducción del alambre de púas, el uso más cuidadoso del rastrojo, etc. Pero en lo que se refiere al uso de la tierra, el cambio más significativo era la conversión de labores agrícolas en agostaderos. Para determinar la magnitud de este proceso, llevamos a cabo un estudio del uso y de la tenencia de la tierra en aproximadamente 15 000 hectáreas dentro de la planicie de Villa Guerrero (cuadro 5). Resultó que de esta cantidad sólo 2 165 hectáreas (el 14% del total) fueron sembradas en el ciclo agrícola de 1975. Otras 740 hectáreas (el 5%) habían sido sembradas en el año anterior, pero se encontraban en descanso en el momento del estudio. En breve, pudimos identificar unas 3 000 hectáreas de temporal (20% de las estudiadas) que estuvieron dentro del régimen agrícola actual, dedicadas al cultivo de maíz, frijol y calabazas. Predeciblemente, la mayoría de estas labores se localizaban en tierras de aluvión, con suelos relativamente profundos, ubicadas junto a los arroyos que atraviesan la planicie. Localmente están clasificadas como “tierras de prim era”.
Unas 904 hectáreas adicionales (6%) mostraron evidencia de haber sido cultivadas cuatro o cinco años antes de la investigación, y es factible que algunas de éstas serán cultivadas en años futuros. Pero la mayor parte de las tierras restantes ya habían sido convertidas “permanentemente” en pastizales naturales. Es decir, de las 15 000 hectáreas
C u a d r o 5
Uso d e l a t i e r r a , 1975EN HECTAREAS
Cultivadas Cultivadas Cultivadas Descansa- hace 3-5 hace más de Pastoreo
das 1 año años 5 años
2 165 740 904 2 510 8 690
estudiadas, aproximadamente 11 200 hectáreas (75% del total), eran explotadas en forma extensiva como agostaderos de variable calidad. Incluidas dentro de esta cifra había 2 510 hectáreas que poseían evidencia de uso agrícola hacía más de cinco años, pero que ya estaban dedicadas exclusivamente al pastoreo. Comprensiblemente, estos agostaderos se encontraban en las tierras más altas de la planicie, donde los suelos son delgados y de baja fertilidad. Estas tierras requieren el suministro de fuertes cantidades de fertilizantes para m antenerse en producción bajo un sistema de barbecho (short-term fallowing). Por lo tanto, su explotación para fines agrícolas llegó a ser cada vez menos redituable una vez que los costos de producción, que aumentaron notablemente durante los años sesenta y setenta, se acercaron al valor de la cosecha. Cuando los precios del ganado aumentaron resultó más lucrativo emplear las tierras para pastar reses que para la siembra (ver Shadow 1978 para mayor información).
En Villa Guerrero la reducción en el área cultivada asociada con la expansión de la ganadería y la creciente marginación de la producción campesina produjo un tremendo desplome en el tamaño de la fuerza de trabajo empleada en actividades agrícolas. En sólo la década de 1960 a 1970 el número de gente que trabajaba en la agricultura descendió en un 40%, de 1 915 a 1 164 (Dirección General de Estadística, Censos de Población de 1960 y 1970). Una gran parte de esta población desplazada estaba formada por medieros o pequeños productores de maíz que se encontraron ante la situación cada vez más difícil de satisfacer sus necesidades domésticas con la siembra de maíz. Su respuesta a esta crisis
fue el abandono de la agricultura y la búsqueda de fuentes alternativas de empleo. Otros, sin embargo, dejaron la siembra no tanto por “decisión propia” sino fueron expulsados por las acciones de terratenientes que consideraban que podían explotar sus tierras de manera más lucrativa dejándolas como pastizales que sembrándolas.
Debido a la escasez de fuentes no-agrícolas de trabajo en el municipio y al hecho de que la ganadería en Villa Guerrero ha generado muy pocos empleos, la mayoría de la gente desplazada se ha agregado a las filas de migrantes que van temporal o permanentemente a Estados Unidos en busca de la “cham ba”. En la década de 1960-70 la tasa de emigración del municipio alcanzó, en promedio, el 3.7% por año, lo cual excedía la tasa de incremento natural de 3.2% (Shadow 1979). El resultado era una merma no sólo en el tam año de la fuerza laboral municipal de 2 212 a 1 433 personas sino también un descenso en la población total de 6 900 a 6 789 (Censos de Población, 1960 y 1970). De hecho, la emigración de Villa Guerrero (y de regiones adyacentes) a Estados Unidos está tan “institucionalizada” y generalizada que la fuerza de tra bajo, junto con el ganado, comprenden las principales exportaciones del municipio. Así pues, la transformación reciente de Villa Guerrero no se limita sólo a cambios relacionados a la producción de carne; al contrario, la transformación se manifiesta en muchas esferas. La expansión de la industria ganadera local, estimulada primordialmente por el crecimiento de una demanda de carne externa al municipio, ha tenido, entre otras cosas, el efecto complementario de hacer disponible —de “liberar”— una can tidad relativam ente grande y barata de mano de obra para que sea consumida en Estados Unidos. Por consiguiente, la disminución de población experimentada por Villa Guerrero durante la década bajo consideración no se debía, como a veces se sostiene, a la falta de desarrollo o el “olvido” de la región por parte de la sociedad global. Justo al contrario: Villa Guerrero empieza a arrojar gente hacia afuera precisamente en el momento histórico en que la industria ganadera y la economía agraria local en conjunto pasa por su época más dinámica desde que llegaron los españoles. El caso de Villa Guerrero, entonces, apoya esa interpretación que ve el despoblamiento del campo
no tanto como resultado de su abandono por el sector industrial-urbano, como consecuencia de su débil articulación con la economía y la sociedad nacional, sino más bien como el producto de un “desarrollo” deformado, centralizado y jerarquizado en que el medio rural funciona como reserva de recursos baratos y explotables para subvencionar la acumulación de capital concentrado en las manos de una burguesía de orientación e identificación urbana.
Otra consecuencia de la retracción de las tierras de labor ha sido una disminución sensible en la producción de maíz. Sólo en los diez años que transcurrieron entre 1965 y 1975, por ejemplo, dicha producción cayó en más del 35%, de una cantidad estimada en 3 320 toneladas por año a unas 2 070. Lo significativo de este suceso es que ocurrió al mismo tiempo que la productividad del maíz temporalero aumentó de 500 ó 700 kgs. por hectárea hasta 1 000 y 1 300 kgs., el resultado del mayor uso de fertilizantes, semillas mejoradas, herbicidas, etcétera (Informes Estadísticos, Archivos Municipales, Villa Guerrero). Agregado al creciente empleo de maíz y otros cultivos como pastura (ver abajo), la reducción global en la producción maicera convirtió al municipio en un importador neto de granos básicos para dar abasto a las necesidades de los residentes. Estimamos que a finales de la década de los setenta el municipio importaba entre el 15% y el 20% de todo el maís que consumía localmente. Una parte de éste llegó a través de c o n a s u p o mientras que la otra, la mayor proporción, fue introducida por comerciantes de Tlaltenan- go, Zacatecas. Aunque dichos comerciantes vendían fuertes cantidades de su grano al público en general en los mercados semanales, su mejor cliente era la tortillería que fue establecida en el municipio en 1971. No disponemos de cifras exactas respecto a la cantidad de maíz importado anualmente pero estimamos que ha de ser alrededor de unas 200 ó 300 toneladas.
Otro factor, aparte de la restricción en el área cultivada, que también ha contribuido a la disminución del monto del maíz disponible para el consumo humano ha sido la práctica de emplear cada vez más la producción agrícola para fines pecuarios.
Se ha mencionado este fenómeno cuando discutimos las
implicaciones de los silos-trincheras. Pero ahora analizaremos el proceso más a fondo, enfocándonos en el uso que se le da a los granos sembrados en la única zona de riego que existe en el municipio. Esta área abarca unas 350 hectáreas de aluvión irrigadas por el agua de una presa construida a principios de los años cincuenta, en los límites occidentales del municipio. En la actualidad hay 114 propietarios dentro de la unidad de riego, el 90% de los cuales poseen menos de 5 hectáreas; el tamaño promedio de las parcelas es 3.08 hectáreas (Shadow 1978: 233). Es una zona indiscutiblemente dominada por pequeños propietarios en cuanto a la tenencia formal de la tierra. De hecho, desde que se inauguró el sistema, la tierra ha experimentado un proceso de continua fragmentación. En los últimos años se ha detectado una leve tendencia hacia la concentración de la propiedad, pero lo que deseamos destacar no es tanto el cambio en la situación jurídica de la tierra, sino en su uso económico y la relación que tiene con el comercio ganadero.
Para nuestro argumento este es un dato importante, dado que la unidad de riego fue creada con el explícito propósito de incrementar el cultivo de frutas, legumbres y granos que podrían contribuir al mejoramiento de la dieta y el bienestar de los residentes del 'municipio. Es decir, se pensó que el producto de las tierras irrigadas sería destinado al consumo directo de los habitantes locales. La obra fue concebida como un (relativamente) pequeño proyecto de desarrollo rural orientado al fomento de la independencia alimenticia del municipio, a la elevación de niveles de vida, y al desarrollo de un mercado interno-municipal. Sin embargo, lo que ha sucedido es algo diferente, y debido a la influencia ejercida por el sector ganadero, la zona de riego ha cumplido sus objetivos originales sólo parcialmente.
Antes que nos adentremos en el análisis, hay que señalar que la producción en la zona de riego se lleva a cabo en dos ciclos básicos, conocidos localmente como el “medio-riego” y el “riego”. El medio riego se regiere a esos cultivos sembrados durante las secas, en el mes de mayo, y que reciben agua de la presa para su germinación y desarrollo inicial. Una vez que llega la temporada de lluvias, en junio-julio, se deja de regar. El ciclo de riego, en cambio, comienza después de la cosecha del medio riego, en noviembre-diciembre, y consiste de culti
vos que dependen completamente del agua de la presa para su germinación, desarrollo y maduración.
Durante el medio riego el maíz (híbrido) es prácticamente el único cultivo (cuadro 6). En contraste, durante el ciclo de riego se llegó a detectar hasta 16 cultivos diferentes, incluyendo granos, legumbres, tubérculos, y hortalizas (cuadro 7). El predominio del maíz durante el medio riego se explica porque es una planta que puede fructificar sin la ayuda de la irrigación.
C u a d r o 6
C u l t i v o s s e m b r a d o s d u r a n t e e l m e d i o r i e g o
(julio-agosto de 1976)
Cultivo Extensión en hectáreas
Maíz 206.Frijol 2.2Caña de azúcar
C uadro 7
.3
C ultivos sembrados durante el ciclo de riego 1975-1976
Cultivo No. de predios Extensión en has.
Avena 59 85Cebada 11 12Trigo 17 13Habas 13 5Camote 7 2Chícharo 10 2Garbanzo 6 1.4Papa 2 1Caña de azúcar 4 1Frijol 1 .5Lenteja 2 .3Chile 1 .15Rábanos 1 .15Cebolla 1 .1Jitom ates 2 .8Zanahorias 1 .2
75
Ahora bien, ¿cúal es el significado de estos cultivos? Primero, hay que señalar que el maíz sembrado durante el medio riego ya no es procesado para alimentar a la población humana. Parece que hace unos cuantos años una proporción sustancial del maíz del medio riego era vendida a la tortille- ría que acababa de abrirse en la cabecera municipal. Pero ahora, casi la totalidad de esta producción maicera es convertida en forraje para alimentar a los animales. Una parte es enterrada verde en los silos-trincheras, mientras que otra parte es molida. Tanto el maíz que se almacena como el molido produce un forraje de mucha demanda en el municipio durante el estiaje.
El proceso económico que ha canalizado el maíz del medio riego hacia un uso forrajero es la estructura de precios. Nuestros datos de campo sugieren que, como resultado de las diferencias en los precios de venta de una tonelada de forraje y los de una tonelada de maíz en grano, y debido a que se comercializa casi la totalidad de la p lanta de maíz cuando se vende como forraje, el agricultor que convierte su cosecha en forraje puede ganar 20% o más que lo que obtendría si lo vendiera a la tortillería (véase Shadow 1978:253-256 para los cálculos completos).
Pasando ahora a los datos de los cultivos de riego, se apreciará que la avena fue el grano principal sembrado durante este ciclo; se plantaba en 85 hectáreas, o sea, en el 69% de toda el área cultivada. Otro 10% de la tierra irrigada se dedicaba a la cebada y el trigo, una cifra apenas superada por todas las legumbres y hortalizas en su conjunto.
Para comprender el significado de esta información hemos de llamar la atención otra vez sobre la diferencia entre los cultivos orientados al consumo humano y los que se emplean como forraje. Estos últimos incluyen la totalidad de la avena y gran parte de la cebada y las habas; se muelen para que luego sean consumidas por el ganado. Vemos, pues, que igual a lo que ocurre en el ciclo del medio riego, la mayor parte de la tierra trabajada en el riego —aproximadamente el 80%— produce cultivos orientados a servir a la industria ganadera. La zona de riego en su conjunto, entonces, no ha cumplido con su función original de abastecer una amplia gama de alimentos a la población municipal. Aunque el chícharo, camote, garbanzo, papa, lenteja, caña de azúcar, jito
mates, zanahorias y demás productos del riego si se venden localmente, alcanzan a satisfacer sólo una parte ínfima de la demanda global de los residentes. De hecho, son las hortalizas, frutas, legumbres y vegetales llevados al municipio en camión desde la Central de Abasto^ de Guadalajara por comerciantes fuereños, los que actualmente cubren los requerimientos locales para esta clase de alimentos. Esto es, desde luego, sólo otra faceta de la creciente integración del municipio con el exterior. A lo largo de este trabajo hemos puesto la atención en la ganadería como la pieza central en este proceso, pero debe ser obvio que las redes de articulación y de interactuación con la sociedad global permean la totalidad de la vida económica, política y social de Villa Guerrero.
En suma, la zona de riego en la actualidad está profundamente subordinada a la economía ganadera, proceso que ha ocurrido a través de una refuncionalización de su producto. En lugar de ser un centro de abasto para un mercado campesino y municipal, el área irrigada se ha reorientado a la economía interregional e internacional. Ahora, provee productos forrajeros que eventualmente salen del municipio en la forma de carne. Así, la zona de riego contribuye al abastecimiento de consumidores urbanos tanto de e .u . como de México.
Conclusiones
Bajo el estímulo de un creciente y atractivo mercado para la carne de ganado bovino —fenómeno relacionado con la reproducción del capital a nivel sistèmico— la economía agropecuaria del municipio de Villa Guerrero ha experimentado una profunda transformación en el último cuarto de siglo. Las manifestaciones más importantes de esta evolución consistían en el incremento de la productividad y de la producción de la ganadería local, así como la incorporación del municipio en nuevas redes mercantiles. De un municipio en donde la producción agrícola y ganadera era de corte generalizada y fuertemente orientada a la satisfacción de necesidades locales, Villa Guerrero ha sido convertido en un centro productivo cada vez más especializado, sirviendo las demandas de mercados extrarregionales e internacionales. Se ha estrechado el grado de su integración en la industria ganade
ra nacional, y se ha redefinido su posición dentro de la división geográfica del trabajo.
Los cambios asociados con este proceso, y que son tanto efectos como causas de él, incluyeron: el cercamiento de las tierras, la intensificación y “racionalización” del uso de recursos tradicionales —como el paso y el rastrojo— y la adopción de nuevas técnicas y elementos de producción (las vacunas, los bordos, los silos y el ganado “fino”). Las tierras agrícolas han sido convertidas en pastizales, y una parte significativa de la producción de granos ha sido canalizada hacia el mantenimiento del ganado. El capital, factor de producción que jugó un papel bastante limitado durante la época de las “praderas abiertas”, ha entrado al proceso productivo, principalmente en forma de ganado cebú.
En fin, los incrementos en los niveles de producción ganadera que se obtuvieron en el municipio fueron logrados no por una ampliación de la tierra explotada sino por cambios en las técnicas de producción, en las fuerzas productivas. Aunque la ganadería en Villa Guerrero retiene muchas características típicas de sistemas “extensivos”, es importante apreciar el nivel de la intensificación en la utilización de recursos, y del proceso de capitalización que ha ocurrido en años recientes.
Como consecuencias secundarias de todo esto, hubo una baja en la producción absoluta de maíz en el municipio, una mayor dependencia en el abastecimiento de alimentos básicos del exterior, y una expulsión de la fuerza de trabajo local.
Terminamos con la observación de que en Villa Guerrero se evidencian muchas de las contradicciones que existen en casi todo México rural, y que hacen la resolución de los problemas del campo extremadamente difícil y embrollada. En Villa Guerrero, pese al crecimiento de la producción, no se puede concluir que haya ocurrido un verdadero desarrollo. La distribución de los medios de producción, de los ingresos, y del poder político continúa siendo muy dispareja; parece que incluso se ha agudizado la brecha que separa a los acomodados del resto de la población. Las fuentes internas de ingresos y de empleo siguen siendo limitadas, y el bienestar material delmunicipio permanece dependiente de dos actividades económicas precarias: el trabajo migratorio indocumentado a Estados Unidos, y la exportación de ganado bovino.
NOTAS
1. La mayoría de los datos analizados aquí fueron reunidos a lo largo de 24 meses de trabajo de campo realizado entre 1971 y 1976 en el municipio de Villa Guerrero (Jalisco).-Unas visitas posteriores a la región en 1982 y 1983, proporcionaron nuevos materiales.El apoyo financiero para los distintos periodos de investigación fue proporcionado por: el Research Foundation, State University of New York a través de subvenciones a Phil C. Weigand; el Departamento de Antropología y ía Escuela de Posgrado, Stony Brook; el National Science Foundation (beca No. 75-19478); y el Colegio del Bajío, A.C., León Guanajuato. Alexandra J. Lewis ayudó en la recolección de los datos de campo en 1975 y 1976. Phil C. Weigand, Theodore Downing y María de Jesús Rodríguez han proporcionado valiosos comentarios sobre borradores iniciales de trabajo y les agradezco mucho su ayuda. Lorena Rivera tuvo la gran amabilidad y paciencia de mecanografiar la versión en castellano.
2. Citamos sólo unas de las cifras que iluminan la magnitud de la expansión ganadera en este periodo: entre los años de 1955 y 1975 la producción anual de ganado bovino en el país aumento de 1.9 millones de cabezas hasta 5.2 millones, y el tamaño del hato nacional se incrementó en casi el 40%, de 20.5 hasta 28.5 millones de reses. Para sostener este crecimiento la cantidad de tierra dedicada al pastoreo creció de 67 hasta 120 millones de hectáreas, y el área sembrada de forrajes aumentó-en casi el 1000%, de 186 000 hasta 1.5 millones de hectáreas (CEPAL1975: 105; Rutsch 1980: 161, 173; BANAMEX 1979: 118). Las exportaciones también se incrementaron de manera impresionante, y el ganado vacuno vino a jugar un papel cada vez más importante como fuente de divisas. En 1973, por ejemplo, el valor de las exportaciones de ganado hacia Estados Unidos, el principal mercado, superó los 100 millones de dólares, lo cual representó el 10% del valor de todas las exportaciones a aquel país en ese año, y diez veces más que la cantidad ganada en 1952 (U.S. General Imports, Annual Reports). Obviamente, en la crisis agrícola de los años sesenta y setenta, no fueron los ganaderos los que abandonaron sus ranchos y se dirigieron “al otro lado” en busca de empleo.
3. Oficialmente, la cristiada terminó en 1929, pero en el norte de Jalisco la llama de la rebelión ardió a lo largo de los treinta. Desde el santuario de la barranca del río Bolaños, una importante zona de agostadero, rebeldes y bandoleros continuaban hurtando ganado. La inseguridad de la región era tal que aun eq’iipos de médicos enviados al municipio para combatir un brote de viruela se negaron a bajar al cañón por temor de los sublevados (“Informe” de 1932, Archivos Municipales, Villa Guerre
ro). Obviamente, tales condiciones no fueron propicias para la crianza de ganado a gran escala.
4. Según los cálculos de Manuel Machado, quien ha estudiado el impacto de la Revolución en el norte, la población ganadera en los estados fronterizos cayó vertiginosamente, de 5 hasta 1.7 millones de cabezas entre 1910 y 1923 (Machado 1976: 615).
5. El camino tradicional a Guadalajara pasaba por las llanuras y mesas de Atolinga, Florencia y Estanzuela (Zacatecas). Cruzaba el Río Grande de Santiago cerca de San Cristóbal de la Barranca, y de allí continuaba hasta la ciudad, entrando por Zapopan. Una segunda ruta al mercado salía por Colotlán. Las partidas de ganado con destino a Zacatecas, Aguascalientes o a otras localidades hacia el este transitaban este camino.
6. Estas cifras no enumeran todo el ganado producido y exportado del municipio, puesto que algunos animales son exportados por municipios circunvecinos y reciben sus permisos allí. El subregistro que resulta de esta práctica es probablemente mayor para los años tempranos de la serie que para los más recientes. De todas maneras, es difícil juzgar la magnitud del subregistro para Villa Guerrero. Antes de 1975 los ganaderos a menudo intentaron exportar su ganado de los municipios cercanos que pertenecían a Zacatecas, debido a que ese estado, oficialmente, estuvo libre de la garrapata. Los animales que recibieron su documentación de salida de zonas “sucias” (garrapata no controlada) a veces fueron sujetos a cuarentena, valían menos en el rastro, y no podían ser exportados a Estados Unidos.Otro punto respecto a las cifras en el cuadro 2: los datos no se refieren a las exportaciones realizadas en años calendáricos. Más bien, enumeran los animales que salen en “años de producción”. Es decir, el ganado se engorda en los pastos durante las aguas (junio-septiembre) y alcanzan el peso del mercado a finales de septiembre. La exportación del ganado, entonces, empieza en este mes y continúa hasta principios de febrero. De marzo hasta julio-agosto muy pocos animales salen del municipio y los que sí están exportados son aquellas cabezas engordadas en “pilas”. Por ende, el “año-producción” corre desde septiembre hasta el próximo agosto.
7. El principal competidor de México en el mercado norteamericano es Canadá. Sin embargo, los dos países no abastecen los mismos grupos de consumidores dentro del mercado estadounidense. Es decir, la mayor parte del ganado mexicano importado a Estados Unidos eventualmente es consumido en la forma de cortes económicos o como hamburguesas en establecimientos de tipo fas t food. En cambio, el ganado canadiense usualmente es considerado de una calidad superior (cuando menos por los consumidores norteamericanos, quienes prefieren sus bisteces tiernos y carnosos). El ganado mexicano entonces, recibe pre
cios sustancialmente más bajos que el canadiense. En un año dada la diferencia en precio pagado por los dos productos puede variar entre el 20 y el 80%. Podemos concluir, pues, que una de las funciones de la industria ganadera mexicana a nivel internacional es proveer al consumidor norteamericano una fuente relativamente barata de proteínas.
8. Pese a que el acceso a los recursos forrajeros ha sido restringido, es interesante señalar que aún los principios de propiedad privada de la tierra no son totalmente individualizados. Es decir, el derecho a la propiedad no es absoluto, ya que en ciertos casos queda sujeto a varias limitaciones impuestas por la comunidad en defensa de lo que se consideran “derechos tradicionales”. Esto es más evidente en lo que concierne a derechos de paso y derechos al agua. El cercamiento de la tierra generó toda una serie de disputas y quejas dirigidas a los terratenientes, quienes habían cerrado el paso a las veredas que conducían a un rancho, o a otro o a los manantiales y riachuelos explotados en común. Al resolver estos conflictos, las autoridades municipales consistentemente apoyaron y ordenaron a los terratenientes que instalen puertas donde se intersecten las veredas con las cercas.Los principios que regulan los derechos al agua son más complejos. Hay manantiales que son reconocidos como el recurso privado del terrateniente, mientras que otros son considerados como un bien público. La clave para diferenciar los dos parece ser el conjunto de derechos tradicionales y si el agua va a ser utilizada para consumo doméstico (beber, lavar) o para actividades productivas (abrevar el ganado). Los munícipes siempre han sostenido que la gente tiene el derecho al uso del agua de las fuentes cercanas a sus ranchos, aunque ésas sean propiedad privada, siempre y cuando sea para uso doméstico. Por otra parte, los manantiales ubicados a cierta distancia de los asentamientos que no han sido tradicionalmente explotados por la comunidad son usualmente vistos como el recurso privado del terrateniente.Los derechos al agua de los arroyos son intrincados también, ya que se caracterizan por ser una mezcla de privilegios comunitarios y privados. Los arroyos que atraviesan una propiedad pueden ser explotados según los deseos del terrateniente; puede construir, si quiere, una represa y los propietarios aguas abajo no pueden impedírselo. Sin embargo, si un terrateniente intenta cercar porciones de un arroyo que ha servido como abrevadero tradicional sus acciones no serían toleradas. De este modo, la comunidad garantiza que todo propietario de animales pueda tener acceso al agua de los arroyos aun cuando éstos no se encuentren en su predio.
9. Hay que señalar que la cosecha de las estacas elimina una fuente importante de material orgánico que podría contribuir al enriquecimiento de la tierra. De hecho, esto puede ser sólo una de muchas prácticas asociadas con la intensificación de la producción que puede tener, a largo plazo, serias consecuencias ecológicas.
10. La explicación usual para esto es que los ganaderos son reticentes para invertir en bienes “fijos” debido a sus temores de movimientos agrarios y la posibilidad de expropiación. Sin lugar a dudas esto era (y es) un factor importante, pero no toma en cuenta el hecho de que los ganaderos gastan fuertes cantidades de dinero en los sectores urbanos de la economía nacional, no sólo para bienes de consumo sino también en la educación secundaria y universitaria de sus hijos. Por estos canales mucha de la riqueza que se genera en base al comercio ganadero es transferida al sector urbano.
11. Es interesante notar que como efecto secundario de este sistema de producción los bueyes casi han desaparecido del municipie, y su función como animales de tiro ha sido transferida a las muías y a los burros. La ventaja de emplear estos últimos en las tareas agrícolas es que ellos también sirven para montar y para la carga. O sea, son económicamente útiles para todo el año, y no sólo durante el ciclo agrícola, como es el caso de los bueyes.Una diferencia básica entre el maíz producido para ser usado como forraje y el que es empleado como alimento humano se encuentra en las técnicas de cosechar y procesar. El maíz que se va a utilizar como forraje es cosechado con toda la estaca. Al secarse, la estaca y la mazorca son molidas para producir un polvo (llamado pastura), que es almacenado hasta que se necesite.El maíz cultivado principalmente para consumo humano es cosechado en tres operaciones. Primero, cuando la mazorca está madura, se corta el tasóle. Luego, cuando el grano de la mazorca se ha endurecido, se pizca el elote, el cual es eventualmente transformado en alimentos. Después, los tallos mismos (rastrojo) se cortan, y de esta manera la cosecha se finaliza. Aunque el tasóle y el rastrojo se emplean como forraje, no tienen el mismo valor que el forraje molido, ya que carecen de grano y no son igual de nutritivos.
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