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Los Grandes Sistemas Teológicos. GRAU, José (1973). Curso de Formación Teológica Evangélica. Tomo I.

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PREÁMBULO

Esta Historia de la Iglesia Cristiana es vivida y ardientemente

evangélica. Condensado en unas cuantas páginas, comparativa-

mente hablando, se halla el luminoso relato de la institución más

poderosa que ha bendecido a la humanidad. Aquí tenemos un

volumen que es a la vez una historia para el lector en general y

un libro de texto para el estudiante. Debiera tener gran demanda

entre las Escuelas Dominicales y las Sociedades de Jóvenes.

Centenares de clases y grupos estudiantiles encontrarán en ella

un volumen ideal para un curso especial de estudio. Suplirá a los

pastores con material para un buen número de temas interesantes

para las reuniones celebradas a mitad de semana, y proporcionará

inspiración para otras tantas reuniones de jóvenes. Reconozco la

necesidad casi imperativa de un libro como éste, precisamente

ahora.

De un modo superficial hombres y mujeres de impulso reli-

gioso procuran alcanzar ahora un conocimiento más completo en

cuanto al fundamento de su fe y a los primeros acontecimientos

en la vida de la comunidad cristiana que, aunque olvidados o

desconocidos, todavía afectan vitalmente nuestras presentes

relaciones religiosas y sociales. Aquí, en pocas páginas, se

contesta sabiamente y de una manera práctica cualquier pregun-

ta que pudiera hacerse en lo concerniente a la iglesia en general

y a sus partes constituyentes.

Con las preguntas surge una corriente emocional de página

en página, lo que hace amena su lectura.

Daniel A. Poling

(1)

PROLOGO

En lo que respecta a la preparación de un libro destinado a

presentar en un número limitado de páginas la historia de una

institución que ha existido durante veinte siglos, que se ha espar-

cido por todos los continentes de la tierra, que ha contado con

grandes dirigentes y cuyo poder ha ejercido influencia en milló-

nes incalculables de personas, el primer requisito es la adquisi-

ción de una perspectiva correcta, es decir, la capacidad para re-

conocer cuáles fueron los acontecimientos y los dirigentes de

primordial importancia, a fin de que se destaquen en la narra-

ción, como montañas en la llanura, y procurar omitir tanto las

disposiciones como a los hombres de importancia secundaria,

sin tener en consideración la influencia que aparentemente ejer-

cieron en su época. Las controversias con respecto a doctrinas de

difícil comprensión que conmovieron sucesivamente a la Igle-

sia, provocando en ella profundos cismas, parecen ser, en su

mayoría, de escasa importancia en la actualidad. Sólo las contro-

versias de mayor importancia han sido bosquejadas, y aun así,

esto se ha hecho brevemente.

En este manual son de interés básico el espíritu que animaba

a la iglesia, su tendencia, las causas que condujeron a circuns-

tancias de importancia histórica, y finalmente, la proyección y

transcendencia de estos acontecimientos.

Dos grupos distintos se han tenido en consideración constan-

te durante la preparación de este volumen, y se ha procurado

adaptarlo a los deseos de ambos. Como libro de texto para los

estudiantes, ora se les enseñe individualmente o en clases, esta

obra ha sido bosquejada cuidadosamente, y las divisiones y

subdivisiones se presentan detalladamente al principio de cada

período general.

(3)

Se ha procurado una narración uniforme, ininterrumpida por

el título de los temas, a fin de que se lea como si fuera una histo-

ria. El lector puede seguir el bosquejo si así lo desea, pero no

está obligado a ello. De esta manera se ha tratado de presentar,

en un estilo ameno e interesante, un libro que sea exacto en sus

declaraciones y que destaque los acontecimientos salientes y a

los dirigentes más ilustres.

Jesse Lyman Hurlbut

(4)

ÍNDICE

Página

CAPITULO I __________________________ 13

Los Seis Períodos Generales de la Historia de la Iglesia.

CAPITULO II _________________________ 17

La Iglesia Apostólica, 30-100 D.C.

Primera Parte. La Iglesia Pentecostal.

CAPITULO III _________________________ 25

La Iglesia Apostólica, 30-100 D.C.

Segunda Parte. La Expansión de la Iglesia.

CAPITULO IV _________________________ 31

La Iglesia Apostólica, 30-100 D.C.

Tercera Parte. La Iglesia Entre los Gentiles.

CAPITULO V __________________________ 37

La Iglesia Apostólica, 30-100 D.C.

Cuarta Parte. La Edad Sombría.

CAPITULO VI _________________________ 45

La Iglesia Perseguida, 100-313 D.C.

Primera Parte. Las Persecuciones Imperiales.

CAPITULO VII __________________________ 53

La Iglesia Perseguida, 100-313 D.C.

Segunda Parte. La Formación del Canon

del Nuevo Testamento.

Desarrollo de la Organización Eclesiástica.

El Desarrollo de la Doctrina.

(5)

6 ÍNDICE

CAPITULO VIII ________________________ 58

La Iglesia Perseguida, 100-313 D.C.

Tercera Parte. El Nacimiento de Sectas o Herejías.

La Condición de la Iglesia.

CAPITULO IX —.______________________ 66

La Iglesia Imperial, 313-476 D.C.

Primera Parte. La Victoria del Cristianismo.

CAPITULO X ________________________ 73

La Iglesia Imperial, 313-476 D.C.

Segunda Parte. La Fundación de Constantinopla.

La División del Imperio.

La Supresión del Paganismo.

Controversias y Concilios.

El Nacimiento del Monacato.

CAPITULO XI __________________________ 81

La Iglesia Imperial, 313-476 D.C.

Tercera Parte. El Desarrollo del Poder en la

Iglesia Romana.

La Caída del Imperio Romano Occidental

Los Dirigentes del Período.

CAPITULO XII ____________ _ ___________ 94

La Iglesia Medieval, 476-1453 D.C.

Primera Parte. El Progreso del Poder Papal.

CAPITULO XI.- _________________________ 102

La Iglesia Medieval, 476-1453 D.C.

Segunda Parte. El Crecimiento del Poder Musulmán.

ÍNDICE 7

CAPITULO XIV.-_______________________ 108

La Iglesia Medieval, 476-1453 D.C.

Tercera Parte. El Santo Imperio Romano.

La Separación de las Iglesias Latina y Griega.

CAPITULO XV _________________________ 113

La Iglesia Medieval, 476-1453 D.C.

Cuarta Parte. Las Cruzadas.

CAPITULO XVI ________________________ 119

La Iglesia Medieval, 476-1453 D.C.

Quinta Parte. El Desarrollo del Monacato.

El Arte y la Literatura Medieval.

CAPITULO XVII ________________________ 124

La Iglesia Medieval, 476-1453 D.C.

Sexta Parte. El Principio de la Reforma

Religiosa.

La Caída de Constantinopla.

Eruditos y Dirigentes.

CAPITULO XVIII ______________________ 131

La Iglesia Reformada, 1453-1648 D.C.

Primera Parte. Influencias anteriores.

La Reforma en Alemania.

CAPITULO XIX ______________________ 136

La Iglesia Reformada, 1453-1648 D.C.

Segunda Parte. La Reforma en Otros Países.

Principios de la Reforma.

CAPITULO XX ________________________ 143

La Iglesia Reformada, 1453-1648 D.C.

Tercera Parte. La Contra-Reforma.

Los Dirigentes del Período.

8 ÍNDICE

CAPITULO XXI ________________________ 152

La Iglesia Moderna, 1649-1901 dC.

Primera Parte. El Movimiento Puritano.

El Avivamiento Wesleyano.

El Movimiento Racionalista.

El Movimiento Anglo-Católico.

CAPITULO XXII _______________________ 158

La Iglesia Moderna, 1649-1901 dC.

Segunda Parte. El Movimiento Misionero Moderno.

Los Dirigentes del Período.

La Iglesia del Siglo Veinte.

CAPITULO XXIII _______________________ 169

Las Iglesias Cristianas en los Estados Unidos.

Primera Parte.

CAPITULO XXIV ______________________ 180

Las Iglesias Cristianas en los Estados Unidos.

Segunda Parte.

CAPITULO XXV _______________________ 190

Las Iglesias en el Canadá.

CAPITULO XXVI _____________________ 194

Las Asambleas de Dios en América Latina

CAPITULO XXVII _____________________ 207

El origen y desarrollo de las Asambleas de Dios

en los EE. UU.

APENDICE.- _________________________ 217

BOSQUEJO DE LOS CAPÍTULOS I, II III, IV, V 9

I. LA IGLESIA APOSTÓLICA (CAPITULO I)

Desde la Ascensión de Cristo, 30 dC.

Hasta la Muerte de San Juan, 100 dC.

II. LA IGLESIA PERSEGUIDA.

Desde la Muerte de San Juan, 100 dC.

Hasta el Edicto de Constantino, 313 dC.

III. LA IGLESIA IMPERIAL.

Desde el Edicto de Constantino, 313 dC.

Hasta la Caída de Roma, 476 dC.

IV. LA IGLESIA MEDIEVAL.

Desde la Caída de Roma, 476 dC.

Hasta la Caída de Constantino pía, 1453 dC.

V. LA IGLESIA REFORMADA.

Desde la Caída de Constantino pía, 1453 dC.

Hasta el Fin de la Guerra de los Treinta Años, 1648 dC.

VI. LA IGLESIA MODERNA.

Desde el Fin de la Guerra de los Treinta Años, 1648 dC.

Hasta el Siglo Veinte, 1901 dC.

EL PRIMER PERIODO GENERAL.

LA IGLESIA APOSTÓLICA.

Desde la Ascensión de Cristo, 30 dC.

Hasta la Muerte de San Juan, 100 dC.

I. LA IGLESIA PENTECOSTAL (CAPITULO II).

Desde la Ascensión de Cristo, 30 dC.

Hasta la Predicación de Esteban, 35 dC.

1. Definición de la Iglesia.

2. Su Principio. El Día de Pentecostés, 30 dC.

3. Su Revestimiento. El Espíritu Santo.

(a) Iluminó.

(b) Vigorizó.

(c) Moró Internamente.

10 HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

4. Su Localidad. La Ciudad de Jerusalén.

5. Sus Miembros.

(a) Hebreos.

(b) Judíos-Griegos o Helenistas.

(c) Prosélitos.

6. Sus Dirigentes. San Pedro y San Juan.

7. Su Gobierno. Por los Doce Apóstoles.

8. Sus Doctrinas.

(a) El Carácter Mesiánico de Jesús.

(b) La Resurrección de Jesús.

(c) El Regreso de Jesús.

9. Su Testimonio Evangélico.

10. Sus Milagros.

11. Su Espíritu de Fraternidad. "Comunidad de Bienes."

(a) Voluntario.

(b) Comunidad Pequeña.

(c) Gente Escogida.

(d) Esperaban el Regreso de Cristo.

(e) Un Fracaso Financiero.

(f) Produjo Males Morales.

12. El Único Defecto de la Iglesia Pentecostal: Su

Falta de Celo Misionero.

II. LA EXPANSIÓN DE LA IGLESIA (CAPITULO III).

Desde la Predicación de Esteba., 35 dC.

Hasta el Concilio en Jerusalén, 50 dC.

1. La predicación de Esteban.

2. La Persecución Efectuada por Saulo.

3. Felipe en Samaría.

4. Pedro en Joppe y Cesárea.

5. La Conversión de Saulo.

6. La Iglesia en Antioquía.

BOSQUEJO 11

7. El Primer Viaje Misionero.

(a) Dos Obreros Trabajan Unidos.

(b) Un Joven Actúa como Ayudante.

(c) Grandes Ciudades como Campos de Labor

(d) Comenzó en la Sinagoga.

(e) Visitando de Nuevo las Iglesias Fundadas.

8. El Concilio en Jerusalén, 50 dC.

III. LA IGLESIA ENTRE GENTILES (CAPITULO IV).

Desde el Concilio en Jerusalén, 50 dC.

Hasta el Martirio de San Pablo, 68 dC.

1. Autoridades.

2. Campo.

3. Miembros.

4. Dirigentes: San Pablo, San Pedro, Santiago.

5. Viajes Misioneros de San Pablo.

(a) El Segundo Viaje. Europa es Visitada.

(b) El Tercer Viaje. La Iglesia en Éfeso.

(c) El Cuarto Viaje. Pablo es Tomado Preso.

6. La Primera Persecución Imperial (Nerón).

7. La Literatura del Período.

IV. LA EDAD SOMBRÍA (CAPITULO V)

Desde el Martirio de San Pablo, 68 dC.

Hasta la Muerte de San Juan, 100 dC..

1. La Caída de Jerusalén, 70 dC..

2. La Segunda Persecución Imperial (Domiciano) 90 dC.

3. La Terminación del Nuevo Testamento.

4. La Condición de la Iglesia.

(a) Extensión y Número.

(b) Sistema Doctrinal,

12 BOSQUEJO

(c) Instituciones:

(1) El Bautismo.

(2) El Día del Señor.

(3) La Cena del Señor.

(4) El Domingo de Resurrección.

(d) Sus Funcionarios.

(1) Apóstoles.

(2) Ancianos u Obispos.

(3) Diáconos.

(e) Su Adoración.

(f) Su Estado Espiritual.

LOS SEIS PERIODOS 13

CAPITULO I.

LOS SEIS PERIODOS GENERALES DE LA

HISTORIA DE LA IGLESIA.

Antes de internarnos en un estudio detallado de los diecinue-

ve siglos en que la iglesia de Cristo ha estado trabajando, situé-

monos imaginariamente sobre la cumbre de la visión, y contem-

plemos, cual en un paisaje, todo el campo que paso a paso tene-

mos que recorrer. Desde el punto de vista de la actualidad, en

este asombroso siglo XX, dirigimos la vista hacia el pasado y

vemos elevarse aquí y allá sobre las planicies del tiempo, cual

sucesivas cumbres, los grandes acontecimientos de la historia

cristiana, que sirven como puntos divisorios, y que señala cada

uno de ellos, la terminación de una época y el principio de otra.

Enumeramos estos puntos decisivos y hallamos que son seis,

indicando los seis grandes períodos en la historia de la iglesia.

En este capítulo demos una ojeada general a estos períodos.

La cumbre que marca el punto de partida de la iglesia de Cristo

es el Monte de los Olivos, no muy lejos del muro oriental de Jeru-

salén. Aquí, cerca del 30 dC., Jesucristo, recientemente levanta-

do de su tumba en el huerto, dio sus postreros mandamientos y

luego ascendió a su trono celestial. Vemos una pequeña compa-

ñía de judíos creyentes en su Señor ascendido como Mesías-Rey

de Israel, deteniéndose por algún tiempo en Jerusalén, sin pen-

sar para nada al principio en una iglesia fuera de los límites del

judaísmo; más ensancharon gradualmente sus conceptos y minis-

terio hasta que su visión abarcó el llevar a todo el mundo a los

píes de Cristo. Bajo la dirección de Pedro, Pablo y sus sucesores

inmediatos, la iglesia fue establecida dentro del espacio de tiem-

po de dos generaciones en casi todos los países desde el Ëufra-

tes hasta el Tíber, y desde el Mar Negro hasta el Nilo. El Primer

período termina con la muerte de Juan, el último de los 12 após-

14 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

toles sobre la tierra, cuyo fallecimiento ocurrió según se dice al-

rededor del 100 dC. Llamamos a esta época “El Periodo de la Edad

Apostólica”.

Durante el período que siguió a la Edad Apostólica, período

que abarcó más de 200 años, la iglesia estuvo bajo la espada de

la persecución. Fue así que durante todo el siglo II, el siglo III y

parte del siglo IV, el más poderoso imperio de la tierra ejerció

todo; su poder para destruir lo que llamaban “la superstición

cristiana”. Durante 7 generaciones, un noble ejército de márti-

res, por centenares de millares, alcanzaron sus coronas bajo los

rigores del hacha, las fieras en la arena, y la ardiente hoguera.

Con todo, en medio de la más implacable persecución, los se-

guidores de Cristo crecieron en número, hasta que comprendían

en público o en privado, casi la mitad de la población del Impe-

rio Romano. Finalmente, un emperador cristiano ascendió al

trono y por medio de su edicto contuvo la oleada de la matanza.

Evidentemente los cristianos, por tanto tiempo oprimidos, de

un solo salto pasaron aparentemente de la prisión al trono; por-

que la iglesia perseguida llegó a ser la iglesia imperial. La cruz

tomó el lugar del águila como estandarte de la nación, y el cris-

tianismo fue convertido en religión del Imperio Romano.

Una capital cristiana, Constantinopla, se levantó y desplazó a la

antigua Roma; pero Roma, al dejar de ser pagana empezó a levan-

tarse como la capital de la iglesia. El Imperio Romano Occiden-

tal fue abatido por las hordas de los bárbaros, pero estos conquis-

tadores fueron conquistados por la iglesia y fundaron en Europa,

no ya naciones paganas, sino cristianas. Con la caída del Imperio

Romano Occidental inicia el período de mil años, conocido como

la Edad Media. Al principio, vemos a Europa en caos, un conti-

nente de tribus no restringidas por ningún poder central, mas

luego se organiza gradualmente en reinos; vemos al obispo ro-

mano, como papa, haciendo esfuerzos por dominar no solamente

la iglesia, sino también al mundo; a la religión y el imperio de

LOS SEIS PERIODOS 15

Mahoma conquistando todos los países del cristianismo primiti-

vo; vemos establecido al Santo Imperio Romano y a sus empe-

radores guerreando con los papas; observamos el movimiento

romántico de las Cruzadas, en el vano esfuerzo por arrebatar la

Tierra Santa de sus dueños musulmanes; el despertamiento de la

Europa con la promesa de una próxima reforma en la nueva era.

Así como la historia antigua termina con la caída de Roma: así,

la historia medieval termina con la caída de Constantinopla.

Después del siglo XV durante el cual despertó Europa, vino el

siglo XVI con la reforma de la Iglesia. Contemplamos a Martín

Lutero clavando su declaración sobre la puerta de la catedral;

haciendo su defensa ante el emperador y los nobles de Alema-

nia; y rompiendo los grillos de la conciencia de los hombres.

Vemos a la iglesia de Roma dividida en dos por los pueblos

de la Europa septentrional, quienes fundan sus propias iglesias

nacionales de un carácter más puro. Pero también vemos una

contrarreforma empezada en los países católicos, conteniendo

el progreso de la Reforma; hasta que, finalmente, después de los

terrores de una guerra civil de Treinta Años en Alemania, por la

paz de Westfalia en 1648, se trazan, permanentemente las líneas

entre las naciones católico-romanas y las naciones protestantes.

Estudiaremos así rápidamente los grandes movimientos que

han sacudido a las iglesias y al pueblo en los últimos 3 siglos, en

Inglaterra, en Europa y en América: el puritano, el wesleyano,

el racionalista, el anglo católico, y los movimientos misioneros

modernos, que han contribuido a la edificación de la iglesia de

nuestros tiempos, y la han hecho, no obstante sus centenares de

formas y de nombres, una iglesia a través de todo el mundo.

Notaremos el gran cambio que gradualmente ha transformado

al cristianismo en los siglos XIX y XX, en una poderosa organi-

zación, no sólo para la gloría de Dios, sino también para el servi-

cio de los hombres, en reformas, en elevación social, en esfuerzos

activos para el mejoramiento de la humanidad.

16 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Preguntas de Repaso del Capítulo 1

1. ¿En cuántos períodos se divide la historia de la iglesia?

2, ¿Qué nombre se le da a cada período?

3. ¿Con qué evento y en qué año empieza y termina el primer período?

4. ¿En qué aspectos es mostrado el cristianismo en el primer periodo?

5. Nombre los eventos y dé la fecha del principio y fin del segundo período.

6. ¿Qué grandes hechos se presentan en el período segundo?

7. ¿Cuáles son los eventos y las fechas que están comprendidos en el tercer

período?

8. Mencione algunos de los hechos más importantes del tercer período.

9. ¿Qué grandes hechos se pueden notar en el cuarto período?

10. Dé los eventos y fechas que limitan el quinto período.

11. ¿Cuáles son los grandes hechos que hay que notar en el quinto período?

12. ¿Entre qué eventos y fechas está el sexto período?

13. Nombre algunos grandes movimientos que han aparecido en el sexto

período.

LA IGLESIA PENTECOSTAL 17

CAPITULO II.

LA IGLESIA PENTECOSTAL.

Desde la Ascensión de Cristo, 30 dC.

Hasta la Predicación de Esteban, 35 dC.

La iglesia cristiana en toda época ya sea pasada, presente o

futura, ha consistido y consiste en todos los que creen en Jesús

de Nazaret como el Hijo de Dios, que le aceptan como Salvador

personal de su pecado, y que le obedecen como a Cristo, el Prín-

cipe del Reino de Dios sobre la tierra. La iglesia de Cristo empe-

zó su historia, a fines de la primavera del 30 dC, como un movi-

miento mundial el Día de Pentecostés, 50 días luego de la resu-

rrección de nuestro Señor, y 10 días después de su ascensión.

Durante el ministerio de Jesús, sus discípulos creyeron que Él

era el tan esperado Mesías de Israel, el Cristo. Estas dos palabras

son idénticas; “Mesías”, voz hebrea, y “Cristo”, voz griega: y

ambas significan “El Ungido”, el “Príncipe del Reino Celestial”.

Pero aunque Jesús aceptó este título de sus seguidores inme-

diatos, prohibió a éstos que proclamasen esta verdad al pueblo

en general hasta que resucitase de entre los muertos; y durante

los 40 días que siguieron a su resurrección les mandó, antes de

que empezaran a predicar su evangelio, que esperasen el Bautis-

mo del Espíritu Santo; después de cuyo recibimiento serían sus

testigos por todo el mundo.

En la mañana del Día de Pentecostés, mientras todos los segui-

dores de Jesús, 120 en número, estaban congregados orando, el

Espíritu Santo vino sobre ellos de un modo maravilloso. Tan ví-

vida fue la manifestación, que se vieron descender lenguas de

fuego de lo alto y se posaron sobre la cabeza de cada uno de los

presentes. El efecto de este evento fue triple: iluminó sus mentes,

dándoles un nuevo concepto del reino de Dios, de que no era un

imperio político sino un reino espiritual donde el Señor ascendido

18 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

aunque invisible activamente gobernaba a todos los que le acep-

taron por la fe; les vigorizó, impartiendo a cada miembro un fer-

vor de espíritu y un poder de expresión que hacía el testimonio

de ellos convincente para quienes lo escuchaban; y este Espíritu

divino ha morado en la iglesia desde aquel día como una presen-

cia permanente; no en su organización o maquinaria, sino como

la posesión individual y personal de cada verdadero creyente

conforme a la fe y consagración de cada miembro. Desde el

derramamiento del Espíritu Santo en aquel día, el natalicio de la

iglesia cristiana, la confraternidad de aquellos primeros años ha

sido justamente llamada, “La Iglesia Pentecostal”.

La iglesia empezó en la ciudad de Jerusalén, y evidentemente

se limitó a aquella ciudad y a sus alrededores durante los prime-

ros años de su historia. Por todo el país, y especialmente por la

provincia septentrional de Galilea, había grupos de personas que

creían en Jesús como el Mesías-Rey, pero no ha llegado hasta

nosotros ninguna constancia de su organización o reconocimien-

to como ramas de la iglesia. Las sedes generales de la iglesia en

aquella época primitiva eran el aposento alto, en el Monte de Sión

y el pórtico de Salomón en el Templo.

Todos los miembros de la Iglesia Pentecostal eran judíos; y,

hasta donde podemos notar, ninguno de los miembros, ni aun de

los de la compañía apostólica, soñaban al inicio, que los gentiles

pudiesen ser admitidos como miembros. Ellos pudieran haber

supuesto que el mundo gentil llegara alguna vez a hacerse judío

y luego aceptara a Jesús como el Cristo. Los judíos de esa época

eran de tres clases, y todas estaban representadas en la iglesia de

Jerusalén. Los hebreos eran de pura raza israelita, cuyos antece-

sores habían habitado por varias generaciones en Palestina. Su

idioma era la “lengua hebrea”, que en el curso de los siglos había

sido cambiado del hebreo clásico del Antiguo Testamento a lo

que ha sido llamado un dialecto arameo o siro-caldeo.

Las Escrituras eran leídas en las sinagogas en el hebreo anti-

LA IGLESIA PENTECOSTAL 19

guo, y eran traducidas por un intérprete, frase por frase, en el len-

guaje popular. Los judíos-griegos o helenistas eran judíos des-

cendientes de la “dispersión”; o sea, judíos cuyo hogar o cuyos

antecesores estaban en tierras extranjeras. Muchos de éstos se

habían establecido en Jerusalén, en Judea, y habían instituido si-

nagogas para sus diversas nacionalidades. Luego de la conquis-

ta del Oriente por Alejandro Magno, el griego llegó a ser la lengua

prevalente en todos los países al este del Mar Adriático, y hasta

cierto punto aún en Roma y por la Italia, y por tal motivo los ju-

díos de casta extranjera eran llamados “helenistas” o “griegos”,

puesto que la palabra “heleno” significa “griego”. Los helenistas,

como pueblo fuera de Palestina, eran la rama de la raza judía más

numerosa, más rica, más inteligente y la más liberal.

Los prosélitos eran personas de sangre extranjera que habiendo

renunciado al paganismo, abrazaban la ley judaica y entraban en

la iglesia judía recibiendo el rito de la circuncisión. Aunque eran

una minoría entre los judíos, se hallaban en muchas de las sina-

gogas por todas las ciudades del Imperio Romano, y gozaban de

todos los privilegios de los judíos. Los prosélitos deben distin-

guirse de “los devotos” o “temerosos de Dios”, que eran gentiles

que habían dejado de adorar ídolos y asistían a la sinagoga, pero

no habían experimentado la circuncisión, ni se proponían obser-

var los minuciosos requisitos de las reglas judaicas, y no eran

contados entre los judíos, aunque éstos se mostraban amigables

para con ellos.

Una lectura de los Hechos 1 al 6 demostrará que durante este

período primitivo el apóstol Simón Pedro era el dirigente de la

iglesia. En cada ocasión Pedro sale al frente como el proyectista,

el predicador, el obrador de milagros y el defensor de la naciente

iglesia. Esto no era porque Pedro fuese papa o gobernante divi-

namente nombrado; sino que era el resultado de su prontitud en

decidir, su facilidad de expresión y su espíritu directivo. Al lado

de Pedro el práctico, vemos a Juan el contemplativo y espiritual,

20 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

rara vez hablando, pero tenido en grande estima por los creyentes.

En una iglesia comparativamente pequeña en número, todos en

una ciudad, todos de una raza, todos absolutamente obedientes a

la voluntad de su Señor ascendido, y todos en comunión con el

Espíritu de Dios, poco gobierno era necesario. Este gobierno era

administrado por los doce apóstoles, quienes actuaban como un

cuerpo, siendo Pedro su portavoz. La frase de Hechos 5:13, da a

entender la reverencia en que eran tenidos los apóstoles tanto

por los creyentes como por el pueblo.

Al principio, la teología o creencia de la iglesia, era simple. La

doctrina sistemática fue desarrollada más tarde por San Pablo.

Pero vemos en los discursos de Pedro 3 doctrinas que resaltan

de un modo prominente y que son consideradas esenciales:

La primera y mayor era el carácter mesiánico de Jesús; o sea

que Jesús de Nazaret era el Mesías, el Cristo, largo tiempo espe-

rado por Israel, que hoy reina en el reino invisible en los cielos; a

quien cada miembro de la iglesia debía mostrar lealtad personal,

reverencia y obediencia. Otra doctrina esencial era la resurrec-

ción de Jesús; es decir, que Jesús había sido crucificado y había

resucitado de los muertos; y hoy vive, como cabeza de su iglesia

para no morir jamás. La tercera de estas doctrinas cardinales era

la segunda venida de Jesús; es decir que aquél que había ascen-

dido a los cielos, a su debido tiempo volvería a la tierra y reina-

ría sobre su iglesia. Aunque Jesús había dicho a sus discípulos

que del tiempo de su regreso a la tierra, ni hombre, ni ángel, ni

aun el Hijo mismo nada sabían, sino solamente el Padre; con

todo, la expectación era general que su venida ocurriría pronto,

aún en aquella generación.

El arma de la iglesia, por cuyo medio habría de llevar al mundo,

a los pies de Cristo era el testimonio de sus miembros.

Como tenemos en registro varios discursos pronunciados por

Pedro, y ninguno durante este periodo por otros discípulos, po-

dríamos suponer que Pedro era e1 único predicador. Pero una

LA IGLESIA PENTECOSTAL 21

lectura cuidadosa de la historia muestra que todos los apóstoles

y toda la iglesia daban su testimonio, del evangelio. Cuando la

iglesia tenía 120 miembros, y el Espíritu descendió sobre ellos,

todos llegaron a ser predicadores de la Palabra. A medida que el

número se multiplicaba, aumentaban los testigos, porque cada

miembro hablaba como un mensajero de Cristo, sin haber distin-

ción entre clérigos y laicos. A fines del período, tenemos a Esté-

ban elevándose a tal eminencia como predicador, que aún los

apóstoles son menos prominentes. Este testimonio universal era

una poderosa influencia en el rápido crecimiento de la iglesia.

Al inicio de este grandioso esfuerzo, este puñado de gente sen-

cilla necesitaba ayuda sobrenatural, pues se proponía, sin armas

ni prestigio social, transformar una nación, a pesar que tenía que

afrontar los poderes de la iglesia nacional y del estado. Esta

ayuda apareció en la forma de grandes obras o maravillas.

Los milagros apostólicos han sido designados como “las cam-

panas que llaman al pueblo a la adoración”. Leemos acerca de

una obra de sanidad hecha en la puerta del Templo la Hermosa,

seguida inmediatamente por una multitud de gente que escucha-

ba a Pedro y se rendía a Cristo. También tenemos el relato de un

milagro de juicio, la muerte repentina de Ananías y Safira al ser

reprendidos por Pedro. Este juicio constituía una amonestación

contra el egoísmo y la falsedad. Leemos otra vez del efluvio de

poder divino en la curación de muchos enfermos. Este poder no

estaba limitado a Pedro o a los apóstoles; se hace mención de

“prodigios y milagros” efectuados por Esteban. Estas obras pode-

rosas llamaron la atención, motivaron la investigación y abrieron

los corazones de las multitudes a la fe de Cristo.

El amor de Cristo que ardía en el corazón de estas gentes hacía

que también mostraran un amor hacia sus condiscípulos, una

unidad de espíritu, un gozo en la comunión, y especialmente un

interés abnegado en los miembros necesitados de la iglesia.

Leemos acerca de una entrega de propiedad de parte de los

22 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

discípulos más ricos, tan general, como para sugerir el extremo

del socialismo en una comunidad de bienes. 1Pero en lo concer-

niente a este aspecto de la Iglesia Pentecostal debe notarse que

era enteramente voluntario, no bajo la compulsión de la ley, ni

que los pobres demandaran la propiedad de los ricos, sino que

los ricos de motu propio daban a los pobres; que fue puesto a

prueba en una comunidad pequeña, donde todos moraban en la

misma ciudad: y en un conglomerado altamente selecto, todos

llenos del Espíritu Santo, aspirando en su carácter a reproducir

los principios del Sermón del Monte; que esta práctica surgió con

la expectativa del pronto regreso de Cristo, a cuya venida las

posesiones terrenales ya no serían necesarias; que corno expe-

rimento financiero fue un fracaso que pronto abandonaron, y

que dejó a la iglesia de Jerusalén tan pobre que por espacio de

una generación se reunieron colectas en el extranjero para su

subsistencia; también, que el sistema desarrolló sus propios

males morales, como el egoísmo de Ananías y Safira. Todavía

estamos sobre la tierra y necesitamos el acicate del interés pro-

pio y de la necesidad. El espíritu de esta dádiva liberal es digno

de encomio, pero su plan quizá no haya sido muy acertado.

Por lo general la Iglesia Pentecostal no tenía faltas. Era

poderosa en la fe y en el testimonio, pura en su carácter, y

abundante en el amor. Pero su singular defecto era su falta de

celo misionero.

Permaneció en su propio territorio cuando debió haber salido

con el evangelio a otras tierras y a otros pueblos. Necesitaba el

estímulo de la severa persecución para que la hiciera salir a

desempeñar su misión mundial; y verdaderamente recibió tal

estímulo.

1 Estas sugerencias han sido condensadas de un discurso del Deán Carlos

LA IGLESIA PENTECOSTAL 23

Preguntas de Repaso del Capítulo 2

1. ¿Cuáles son los eventos y fechas que fijan el Primer Período General?

2. ¿Cuál es el nombre dado a la iglesia durante la primera parte de este

período?

3. Defina a la Iglesia Cristiana.

4. ¿Cuándo empezó la iglesia su historia?

5. Hasta qué tiempo se les prohibió a los discípulos predicar a Cristo como

Rey-Mesías?

6. ¿Qué don descendió sobre los seguidores de Cristo, y cuándo vino?

7. ¿Cuáles fueron los efectos de este revestimiento?

8. ¿Dónde estaba situada la iglesia durante sus primeros años?

9. ¿De qué raza y pueblo eran todos sus miembros?

10. Mencione tres clases de gente entre los miembros de la iglesia.

11. ¿Quiénes fueron los dirigentes de la iglesia en los días primitivos?

12. ¿Cómo era gobernada la iglesia?

13. ¿Cuáles eran sus tres doctrinas principales?

14. ¿Quiénes eran sus predicadores?

15. ¿Qué milagros son narrados?

16. ¿Cuáles fueron los efectos de estos milagros?

17. ¿Cómo se manifestaba el espíritu de fraternidad?

18. ¿Qué se dice del comunismo en la iglesia primitiva?

19. ¿Cuál era la falta o defecto de la iglesia pentecostal?

24 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

CAPITULO III.

LA EXPANSIÓN DE LA IGLESIA

Desde la Predicación de Esteban, 35 dC.

Hasta el Concilio en Jerusalén, 50 dC.

Ahora entramos en una época de la historia de la iglesia cris-

stiana, que, aun cuando breve —solamente 15 años—, es de su-

prema importancia. En ese tiempo se decidió la gran cuestión de

si el cristianismo debía permanecer como una obscura secta ju-

día, o debía llegar a ser una iglesia cuyas puertas estuvieran

abiertas para todo el mundo. Cuando empezó este breve período

el evangelio estaba limitado a la ciudad de Jerusalén y las aldeas

a su derredor, y cada miembro era israelita ya por nacimiento o

por adopción. Cuando terminó, la iglesia estaba decididamente

establecida en Siria y Asia Menor, y se estaba extendiendo para

Europa. Además, sus miembros ya no eran exclusivamente judíos

sino eran predominantemente gentiles. El idioma que se usaba

en sus asambleas en Palestina era el hebreo o arameo, pero en

un área mucho más extensa, el griego era el idioma de su gente.

Notemos las épocas sucesivas de este movimiento expansivo.

En la iglesia de Jerusalén surgió una queja en el sentido de que

en la distribución de fondos para los pobres, las familias de los

judíos griegos o helenistas eran descuidadas. Los apóstoles con-

vocaron a la iglesia en asamblea y pidieron que una comisión de

7 hombres fuese escogida para este servicio. Este plan fue adop-

tado, y de los 7 hombres escogidos, el primero que se nombró

fue Esteban, “hombre lleno de fe y del Espíritu Santo”. Aun

cuando fue escogido para un trabajo secular, Esteban pronto

llamó la atención como predicador. De la acusación en su contra

cuando fue arrestado por las autoridades judías, y del contenido

de su mensaje en su enjuiciamiento, es evidente que Esteban

LA EXPANSIÓN DE LA IGLESIA 25

proclamó a Jesús como Salvador, no solamente para los judíos,

sino también para los gentiles de toda nación. Esteban fue el

primero en la iglesia en tener la visión de un evangelio para

todo el mundo y fue eso lo que le llevó al martirio.

Entre aquellos que oyeron a Esteban y que fueron movidos a

enojo por sus palabras del todo repugnantes a la mentalidad ju-

día, estaba un joven de Tarso, de la costa del Asia Menor, llama-

do Saulo. Había sido educado en Jerusalén bajo el gran Gama-

liel, quien era un rabí o maestro acreditado de la ley judaica.

Saulo tomó parte en el asesinato de Esteban, e inmediatamen-

te después de la muerte de éste último, llegó a ser el jefe en una

terrible persecución de los discípulos de Cristo, arrestando, azo-

tando y atando, tanto a hombres como a mujeres. La iglesia de

Jerusalén fue disuelta para ese tiempo y sus miembros esparci-

dos a otros lugares. Pero a dondequiera que iban, a Samaria, a

Damasco, o aún tan lejos como Antioquía en Siria, se hacían

predicadores del evangelio y establecían iglesias. De este modo,

el fiero odio de Saulo se constituyó en un factor benéfico para la

propagación de la iglesia.

En la lista de los 7 hombres asociados con Esteban en la admi-

nistración de los fondos para los pobres, encontramos el nombre

de Felipe, que debe de distinguirse del otro Felipe, uno de los

apóstoles. Luego de la muerte de Esteban, Felipe encontró refu-

gio entre los samaritanos, una gente mixta, que no era judía ni

gentil, pero que eran despreciados por los judíos. El hecho de

que Felipe empezara a predicar a los samaritanos demuestra que

se había liberado de sus prejuicios judíos. Felipe estableció una

iglesia en Samaria que fue debidamente reconocida por los após-

toles Pedro y Juan; la primera iglesia fuera del seno del judaísmo

con todo, no era exactamente una iglesia de miembros gentiles.

Después de esto, Felipe predicó y fundó iglesias en las ciudades

costaneras de Gaza, Jope y Cesárea. Eran ciudades gentiles, pero

todas tenían una extensa población judía. El evangelio tendría

26 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

necesariamente que entrar en contacto con el mundo pagano.

En sus viajes, relacionados con la supervisión de la Iglesia,

Pedro llegó a Jope, ciudad situada en el litoral. Aquí resucitó a

Tabita o Dorcas, y moró por algún tiempo con otro Simón, que

era curtidor. Su estadía con un curtidor demostraría que Pedro

ya estaba emancipado de las estrictas reglas de las costumbres

judaicas, pues los hombres de esa ocupación eran “inmundos”

ceremonialmente. Aquí, Pedro tuvo la visión de un gran lienzo

que descendía, el cual contenía toda ciase de animales; y una

voz que le dijo: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”.

De inmediato, llegaron mensajeros de Cesárea, 30 millas al

norte, pidiendo a Pedro que fuese a instruir a Cornelio, un ofi-

cial romano devoto. Pedro fue a Cesárea bajo la dirección del

Espíritu, predicó el evangelio a Cornelio y a sus amigos; y los

recibió en la iglesia por el bautismo: el Espíritu de Dios testificó

su aprobación divina por un derramamiento semejante al del Día

de Pentecostés. De este modo fue aprobado divinamente la predi-

cación del evangelio a los gentiles y su aceptación en la iglesia.

En esta época, un poco antes de que Pedro visitase Cesárea,

Saulo, el perseguidor, fue sorprendido en su camino a Damasco

por una visión del Jesús ascendido; y el que había sido el antago-

nista más temible del evangelio, se convertía en su defensor más

poderoso. Su oposición había sido severa en especial contra de

la doctrina que eliminaba las barreras entre los judíos y gentiles,

pero cuando se convirtió, Saulo adoptó las ideas de Esteban y

fue aún mayor que Esteban en llevar hacia adelante el mover de

una iglesia cuyas puertas estaba abierta para todos los hombres,

ya fuesen judíos o gentiles. En toda la historia del cristianismo

ninguna conversión a Cristo trajo consigo resultados tan impor-

tantes al mundo entero, como la de Saulo el perseguidor, que

después fue el apóstol Pablo.

En la persecución que empezó con la muerte de Esteban, la

iglesia en Jerusalén fue esparcida por todas partes. Algunos de

LA EXPANSIÓN DE LA IGLESIA 27

sus miembros escaparon a Damasco, otros huyeron 300 millas,

hasta Antioquía la capital de Siria, de cuya gran provincia Pales-

tina formaba parte. En Antioquía estos fugitivos iban a las sina-

gogas judías y allí daban su testimonio de Jesús como el Mesías.

En cada sinagoga había un lugar separado para los adoradores

gentiles; muchos de éstos escucharon el evangelio en Antioquía

y abrazaron la fe de Cristo; de modo que en esa ciudad se desa-

rrolló una iglesia donde judíos y gentiles adoraban juntos disfru-

tando de los mismos privilegios. Cuando las noticias de esta si-

tuación llegaron a Jerusalén, la madre iglesia se alarmó y envió

un representante para examinar esta relación con los gentiles.

Afortunadamente la elección del delegado recayó en Bernabé,

hombre de ideas liberales, gran corazón y generoso. Fue a Antio-

quía, y en lugar de condenar a la iglesia por su liberalidad, se

regocijó; endosó el movimiento, y permaneció allí para partici-

par en ello. Bernabé había demostrado antes su confianza en

Saulo; ahora fue al hogar de Saulo en Tarso, como a 100 millas

de Antioquía, en su mayor parte por agua, le trajo consigo a esa

ciudad y le hizo su compañero en la obra del evangelio.

La iglesia en Antioquía se elevó a tal prominencia que fue allí

donde por primera vez los seguidores de Cristo fueron llamados

“cristianos”, nombre puesto no por los judíos sino por los griegos

y que está solo 3 veces en el Nuevo Testamento. Los discípulos

en Antioquía enviaron ayuda a los santos pobres en Judea en

tiempo de hambre; y sus dirigentes y maestros eran hombres

eminentes en la iglesia primitiva. Hasta entonces, los miembros

gentiles de la iglesia, eran solo quienes por sí mismos habían

buscado admisión. Pero, bajo la dirección del Espíritu Santo y

por el nombramiento de los ancianos, los dos dirigentes más

prominentes en la iglesia de Antioquía salieron en una misión

evangelizadora a otras tierras, buscando tanto a los judíos como

a los gentiles con el evangelio. Al leer la historia de este primer

viaje misionero notamos ciertas características en el esfuerzo,

28 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

que llegaron a ser típicas de todas las siguientes empresas del

apóstol Pablo. Fue emprendido por dos obreros. Al principio se

les menciona como “Bernabé y Saulo”, luego se trata de “Pablo

y Bernabé”, y finalmente “Pablo y su compañía”, mostrando a

Pablo como el espíritu director. En cuanto al cambio de Saulo se

puede decir lo siguiente: se acostumbraba que un judío tuviese

dos nombres, uno israelita, el otro era usado cuando la persona

andaba entre los gentiles.

Los dos misioneros tomaron consigo de ayudante a un hombre

más joven: Juan Marcos. Este les abandonó a medio viaje.

Escogieron como sus principales campos de labor las grandes

ciudades, visitando Salamina y Pafos en la isla de Chipre,

Antioquía e Iconio en Pisidia, Listra y Derbe en Licaonia.

Siempre que era posible, empezaban su obra predicando en la

sinagoga, porque allí todo judío tenía derecho de hablar, y en

especial un rabí acreditado, como Pablo, que venía de la famosa

escuela de Gamaliel, era siempre bienvenido.

Además, por medio de la sinagoga anunciaban el evangelio no

sólo a los judíos devotos, sino también a los gentiles temerosos

de Dios. En Derbe, la última ciudad visitada, estaban muy cerca

de Antioquía, de donde habían empezado. Pero en vez de pasar

por las Puertas de Cilicia y regresar a Antioquía, tornaron hacia

el oeste y volvieron por el camino que habían recorrido, visitaron

de nuevo las iglesias que habían fundado en su viaje hacia el

exterior y nombraron sobre ellas ancianos según el plan de la

sinagoga. En todos los viajes que hiciera más tarde, Pablo,

encontraremos que estos métodos de trabajo fueron seguidos.

En toda sociedad o grupo organizado de gente siempre hay

dos clases representadas: los conservadores, mirando hacia el

pasado; los progresistas, mirando hacia el futuro. El elemento

ultra judío en la iglesia sostenía que no podía haber salvación

fuera de Israel; de aquí que todos los discípulos gentiles debían

recibir la circuncisión y observar las reglas judaicas.

LA EXPANSIÓN DE LA IGLESIA 29

Los maestros progresistas encabezados por Pablo y Bernabé

declaraban que el evangelio era para los judíos y los gentiles

bajo las mismas bases de fe en Cristo, sin tomar en cuenta la ley

judaica. Entre estos dos grupos surgió una controversia que

amenazó una división en la iglesia; finalmente se celebró un

concilio en Jerusalén para considerar la cuestión del estado de

los miembros gentiles y esta Mecer una regla para la iglesia. Es

digno de notarse que en este concilio estuvieron representados

no solamente los apóstoles, sino los ancianos y “toda la iglesia”.

Pablo y Bernabé, con Pedro y Santiago, el hermano del Señor

tomaron parte en el debate; y se llegó a la conclusión de que la

ley ataba únicamente a los judíos, y no a los gentiles creyentes

en Cristo. Con esta resolución se completó el periodo de

transición de una iglesia cristiana judía a una iglesia para toda

raza y país; y el evangelio podía ahora seguir adelante en su

constante expansión.

Tarea de Estudio del Capítulo 3

Lea cuidadosamente Hechos 6 al 16, inclusive; y búsquese todas las referen-

cias bíblicas en este capítulo 3. Aprender de memoria los 8 puntos de la

subdivisión. Señale en el mapa todo lugar mencionado. Vea en el mapa de

Palestina los lugares de los viajes de Felipe; de Pedro de Jope a Cesárea; de

Saulo de Jerusalén a Damasco y Arabia. En un mapa que incluya a Palestina,

Siria y Asia Menor, siga los viajes de Saulo de Damasco a Jerusalén, a Tarso,

a Antioquía. En el mismo mapa trácese la ruta del primer viaje misionero; y

el viaje de Pablo y Bernabé de Antioquía al Concilio de Jerusalén y el regreso.

Preguntas de Repaso del Capítulo 3

1. ¿Por qué es ésta una subdivisión importante en la historia de la iglesia?

2. Menciónese sus ocho épocas principales.

3. ¿Quién empezó el movimiento para llevar el evangelio al mundo gentil?

4. ¿Cuál fue el resultado de la predicación de éste hombre para él mismo y para

la iglesia?

5. ¿Cómo ayudó Pablo cuando aún era enemigo para el progreso del evangelio?

30 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

6. ¿Quién era Felipe?

7. ¿Qué parte tomó Felipe en el movimiento para la extensión, de la obra?

8. ¿Quiénes eran los samaritanos?

9. ¿Qué visión tuvo Pedro?

10. ¿Qué siguió a la visión de Pedro?

11. De un relato de la conversión de Saulo.

12. Nómbrese los lugares a donde Saulo viajó después de su conversión.

13. ¿Dónde se estableció una iglesia de judíos y gentiles mixtos?

14. ¿Cómo surgió esta iglesia?

15. ¿Cómo fueron recibidas en Jerusalén las noticias de esta iglesia?

16. ¿Quién fue enviado a examinarla?

17. ¿Cómo se sintió este mensajero y qué fue lo que hizo?

18. ¿A quién tomó como compañero en la obra de esta iglesia?

19. ¿Qué nombre se le dio en esta ciudad a los seguidores de Cristo?

20. ¿Quiénes fueron los misioneros que fueron enviados por la iglesia

primeramente?

21. ¿Qué métodos siguieron?

22. ¿Cuáles fueron los lugares que visitaron y su orden?

23. ¿Cuál fue el propósito de la celebración de un concilio en Jerusalén?

24. ¿Quiénes tomaron parte en el mismo?

25 ¿Cuáles fueron las conclusiones del concilio?

LA IGLESIA ENTRE LOS GENTILES 31

CAPITULO 4

LA IGLESIA ENTRE LOS GENTILES.

Desde el Concilio en Jerusalén, 50 dC.

Hasta el Martirio de San Pablo, 68 dC.

Por decisión del Concilio en Jerusalén, la iglesia quedó libre

para iniciar una obra mayor destinada a llevar a toda la gente, de

toda raza y de todo país al reino de Jesucristo. Se esperaba que

los miembros judíos de la iglesia continuasen en su obediencia

a la ley judaica, aunque las reglas eran interpretadas ampliamen-

te por tales dirigentes como Pablo. Pero los gentiles podían

entrar al redil cristiano por medio de una fe sencilla en Cristo y

una vida recta, sin someterse a requisitos legales.

Para nuestra información de los eventos que siguieron en los

próximos 20 años luego del Concilio de Jerusalén dependemos

del libro de los Hechos, las cartas de Pablo y tal vez del primer

versículo de la Epístola 1ª de Pedro, que quizá se refiera a países

visitados por este apóstol. A estas fuentes de información pue-

den agregarse algunas tradiciones, que al parecer son auténticas,

del período que siguió, inmediatamente a la época apostólica.

El campo de la iglesia es ahora todo el Imperio Romano, que

consistía de todas las provincias al margen del Mar Mediterrá-

neo, y también algunas tierras fuera de sus fronteras, en especial

hacia el este. Encontraremos que sus miembros gentiles seguían

aumentando y los miembros judíos disminuyendo; pues según

el evangelio ganaba adeptos en el mundo pagano los judíos se

alejaban de él y su odio se hacía más y más amargo. Casi en

todas partes por esta época eran los judíos los que instigaban

persecuciones en contra de los cristianos.

En estos años, 3 dirigentes se destacan con prominencia en la

iglesia; el principal es Pablo, el viajero incansable, el obrero

indómito, el fundador de iglesias y eminente teólogo; luego de

32 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Pablo, está Pedro, cuyo nombre apenas aparece en los registros,

pero que fue reconocido por Pablo como una de las “columnas”.

La tradición cuenta que el apóstol Pedro estuvo por un tiempo

en Roma, encabezó la iglesia en esa ciudad y murió allí como

mártir alrededor del 67 dC.

El tercero de los nombres grandes de este período es Santiago,

el hermano más joven de nuestro Señor y cabeza de la iglesia en

Jerusalén. Era un fiel sostenedor de las costumbres judías y era

reconocido como dirigente entre los cristianos judíos, aunque no

hasta el extremo de oponerse a que el evangelio se predicase a

los gentiles. La Epístola de Santiago fue escrita por este apóstol.

Fue asesinado en el Templo alrededor del 62 dC. Así es que

los tres dirigentes de este período, además de otros muchos de

menos prominencia, dieron sus vidas como mártires de la fe.

Los registros de estos años según los últimos trece capítulos

de los Hechos informan solamente de la obra del apóstol Pablo;

sin embargo, habría habido muchos otros misioneros, porque al

final de esta época, se mencionan iglesias en países que Pablo

nunca visitó.

El 1er

viaje de Pablo por algunas de las provincias interiores de

Asia Menor ya ha sido relatado.

Después del Concilio de Jerusalén, Pablo realizó un 2do

viaje

misionero. Con Silas o Silvano de compañero, salió de Antioquía

de Siria, visitó por 3era

vez las iglesias en el continente fundadas

en su primer viaje, llegó a la costa del Mar Egeo, a Troas, el

sitio de la antigua Troya, y luego se embarcó rumbo a Europa,

portando el evangelio a ese continente.

Pablo y Silas establecieron iglesias en Filipos, Tesalónica y

Berea en la provincia de Macedonia; fundaron una pequeña grey

en la ciudad cultural de Atenas, y una fuerte congregación en

Corinto, la metrópoli comercial de Grecia. Desde Corinto, Pablo

escribió dos cartas a la Iglesia de Tesalónica, siendo éstas, sus

primeras epístolas. Luego navegó hacia el este a través del Mar

LA IGLESIA ENTRE LOS GENTILES 33

Egeo para hacer una breve visita a Éfeso, en Asia Menor; luego

por el Mediterráneo a Cesárea; fue a saludar a la iglesia madre en

Jerusalén; y tornó a su punto de partida en Antioquía de Siria.

En sus viajes de 3 años, por tierra y mar, había cubierto más

de 2000 millas: fundado iglesias en 7 importantes ciudades y

había abierto, por así decirlo, el continente imperial de Europa,

para la predicación del evangelio.

Después de un breve período de descanso, Pablo empezó «u

tercer viaje misionero, otra vez de Antioquía, pero destinado a

acabar en Jerusalén, como preso en manos del gobierno romano.

Al principio su único compañero fue Timoteo, quien se había

unido a él en su segundo viaje que permaneció hasta el fin como

su fiel ayudante e “hijo en el evangelio”; pero un buen número

de compañeros estuvieron con él antes del final de este viaje.

El empezó visitando las iglesias en Siria y Cilicia, incluyendo

indudablemente su lugar de nacimiento, Tarso; luego pasó por

su antigua ruta, y visitó por cuarta vez las iglesias de su primer

viaje. 2Pero después de cruzar la provincia de Frigia, en vez de

volver hacia el norte a Troas, fue rumbo al sur: a Éfeso, la metró-

poli de Asia Menor. Aquí permaneció por más de dos años, la

temporada más larga que residió en un mismo lugar en todos sus

viajes. Su ministerio tuvo gran éxito, y su resultado fue manifies-

to no solamente en la iglesia de Éfeso, sino en la propagación del

evangelio por toda la provincia “las siete iglesias de Asia” fun-

dadas ya directa o indirectamente por Pablo. Según su método

de volver a visitar sus iglesias, de Éfeso navegó a Macedonia,

visitó a los discípulos en Filipos, Tesalónica y Berea, también a

los que estaban en Grecia. Fue inspirado a regresar por la misma

2 Al trazar este viaje en el mapa, el estudiante debe seguir la ruta ofrecida

por el Sr. W. Ramsay. “Galacia” en Hechos 18:23, no se refiere como lo indican los mapas más antiguos a una ruta del norte por Ancyra, Pessinus, etc., pero ahora se entiende que se refiere a Galacia del sur, a la cual pertenecían tanto Licaonia y Pisidia. El tercer viaje de Pablo siguió el mismo curso que su primer y segundo viajes, por Asia Menor.

34 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

ruta para hacer una visita final a esas iglesias; navegó a Troas y

de allí pasó por la costa de Asia Menor. En Mileto, el puerto de

Éfeso, envió por los ancianos de esta iglesia y les dio un discurso

emocionante de despedida; luego emprendió de nuevo su viaje a

Cesárea y ascendió las montañas hacia Jerusalén.

En esa ciudad terminó su 3er viaje misionero, porque al estar

adorando en el Templo, Pablo fue atacado por el populacho

judío, rescatado por soldados romanos, y para su propia segu-

ridad, colocado en el castillo llamado Marco Antonio.

El 3er viaje misionero fue tan largo como el 2

do, excepto las

300 millas entre Jerusalén y Antioquía. Sus resultados más sobre-

salientes fueron la imponente iglesia de Éfeso y dos de sus epís-

tolas más importantes, una a la iglesia de Roma exponiendo los

principios del evangelio según era predicado por él mismo, y la

otra, a los Gálatas, dirigida a las iglesias de su primer viaje,

donde los maestros judaizantes habían pervertido a muchos de

los discípulos.

Por más de 5 años después de su arresto, Pablo fue prisionero:

por un corto tiempo en Jerusalén, luego por 3 años en Cesárea, y

a lo menos, por 2 años en Roma. Podemos considerar este viaje

peligroso de Cesárea a Roma, como el 4to viaje de Pablo, porque

aun en cadenas Pablo era un misionero, que hacía uso de toda

oportunidad para predicar el evangelio de Cristo.

La causa inmediata del viaje fue su petición, en calidad de

ciudadano romano, de ser juzgado por el emperador de Roma.

Sus compañeros fueron Lucas y Aristarco, que pudieron haber

navegado como sus sirvientes o ayudantes. También hubo a

bordo un grupo de criminales convictos que eran llevados a

Roma para ser muertos en los juegos de gladiadores, había

soldados que los guardaban y la tripulación de la nave.

Podemos estar seguros de que en esa travesía peligrosa y larga

todos estos compañeros de viaje del apóstol escucharon el evan-

gelio; también en Sidón, Mira y Creta, donde el buque se detuvo

LA IGLESIA ENTRE LOS GENTILES 35

Pablo pudo proclamar a Cristo. Sabemos que convirtió a muchos

en la isla de Melita (Malta), donde después de la tormenta, se

detuvieron por espacio de 3 meses.

Al fin Pablo llegó a Roma, la ciudad que había sido por muchos

años la meta de sus esperanzas. Aunque se trataba de un preso en

espera del proceso, sin embargo tenía una casa alquilada donde

vivía encadenado a un soldado. Su primer esfuerzo fue, como

siempre, alcanzar a los judíos; y celebró una reunión por todo

un día con ellos, pero viendo que solamente unos pocos estaban

dispuestos a aceptar el evangelio, se volvió a los gentiles.

Por espacio de 2 años su casa fue una iglesia, donde muchos

recibieron a Cristo, en especial entre los soldados de la Guardia

del Pretorio. Pero su obra mayor en Roma fue la escritura de 4

epístolas, que se cuentan entre los tesoros de la iglesia: Efesios,

Filipenses, Colosenses y Filemón. Hay buena razón para creer

que después de estar 2 años en la prisión, Pablo fue absuelto y

puesto en libertad.

Bien podemos considerar los 3 o 4 años de libertad de Pablo

como la continuación de su 4to viaje misionero. Encontramos

alusiones o esperanzas de hacer visitas a Colosas y Mileto. Si

tan cerca estaba de Éfeso, como lo estaban estos dos lugares,

casi podemos estar seguros de que visitó esas ciudades.

También visitó la isla de Creta, donde dejó a Tito a cargo de

las iglesias; y Nicópolis en el Mar Adriático, al norte de Grecia.

La tradición declara que en este lugar fue arrestado y enviado

de nuevo a Roma, donde fue martirizado en el 68 dC. A este

período pueden pertenecer 3 epístolas: Primera a Timoteo, Tito

y Segunda a Timoteo, su última carta, escrita desde su prisión

en Roma.

En el 64 dC, una gran parte de la ciudad de Roma fue

destruida en un gran incendio. Se ha dicho que el fuego fue

iniciado por Nerón, el peor de todos los emperadores romanos;

pero esto se discute. Es cierto que la opinión pública acusó a

36 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Nerón de este crimen. A fin de librarse, Nerón acusó que habían

sido los cristianos los que incendiaron la ciudad, y dio comienzo

a una terrible persecución. Miles fueron torturados y muertos,

entre ellos Pedro, quien fue crucificado en el 67 dC; y Pablo que

fue decapitado en el 68 dC. Estas fechas no son muy seguras;

los apóstoles pueden haber sufrido el martirio 1 o 2 años antes.

Es una de las venganzas que registra la historia que aquellos

jardines de Nerón, donde fueron quemados multitudes de cris-

tianos como “antorchas vivas” mientras el Emperador se

paseaba en su carruaje, son ahora el asiento del palacio del

Vaticano, el hogar del pontífice católico-romano y del templo

de San Pedro, el edificio más grande de la fe católico-romana.

Al tiempo del concilio en Jerusalén, 50 dC, ningún libro del

Nuevo Testamento había sido escrito, y la iglesia dependía, para

su cono- cimiento de la vida y enseñanzas del Salvador, de las

memorias de los discípulos primitivos. Pero antes del final de

este período, 68 dC, una gran parte del Nuevo Testamento

estaba en circulación, incluyendo los Evangelios de Mateo,

Marcos y Lucas, las epístolas de Pablo y Santiago, 1ª de Pedro y

tal vez la 2ª de Pedro.

Tarea de Estudio del Capítulo 4

Para el segundo viaje de Pablo lea Hechos 15:36 a 18:22. Para su tercer viaje,

lea Hechos 18:23 a 21:35. Para su encarcelamiento y cuarto viaje, lea Hechos

22 a 28. Algunas de las preguntas están contestadas en estas lecturas y no en el

libro de texto.

Preguntas de Repaso del capítulo 4

1. ¿Cuál es la tercera subdivisión del período de la Iglesia Apostólica?

2. ¿Con qué fechas y eventos empezó y terminó?

3. ¿Cuál era el campo de la iglesia en este tiempo?

4. ¿De qué razas se componía la iglesia?

5. ¿Quiénes fueron los tres dirigentes durante este período?

LA IGLESIA ENTRE LOS GENTILES 37

6. Repásese el primer viaje de Pablo.

7. ¿De qué lugar empezó Pablo en su segundo viaje misionero?

8. ¿Quién fue su compañero?

9. ¿Quién se unió con él más tarde?

10. ¿Qué lugares en su primer viaje volvió a visitar?

11. ¿Qué lugares nuevos visitó en Asia?

12. ¿Qué lugares nuevos en Europa?

13. ¿Puede usted decir que le aconteció al apóstol en cada uno de estos

lugares?

14. ¿Qué cartas fueron escritas en este viaje?

15. ¿Dónde terminó su viaje?

16. ¿Cuál fue el resultado de su segundo viaje?

17. ¿Qué lugares visitó Pablo en su tercer viaje?

18. ¿Dónde se detuvo más tiempo?

19. Relate la ruta en el regreso de su tercer viaje.

20. ¿Dónde terminó el tercer viaje de Pablo?

21. ¿Qué epístolas fueron escritas durante este viaje?

22. ¿En qué circunstancias estaba Pablo por algún tiempo después de esto?

23. ¿Cuál era la condición de Pablo durante su cuarto viaje?

24. ¿Qué lugares visitó?

25. ¿Qué ocurrió en Roma?

26. ¿Qué cartas escribió cuando estaba preso?

27. ¿Qué puede decirse de los últimos años de Pablo?

28. ¿Qué emperador empezó la primera persecución imperial de los

cristianos?

29. ¿Qué fue lo que causó esta persecución?

30. ¿Quién sufrió martirio en este tiempo?

31. ¿Cuál era la literatura cristiana del período?

38 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

CAPITULO V.

LA EDAD SOMBRÍA

Desde el Martirio de San Pablo, 68 dC.

Hasta la Muerte de San Juan, 100 dC.

A la última generación del siglo I, del 68 al 100 dC, llamamos

“La Edad Sombría”, porque las tinieblas de la persecución está-

ban sobre la iglesia; pero con especialidad, porque de todos los

períodos de la historia, es del que menos sabemos. Ya no tene-

mos la clara luz del libro Hechos para que nos guíe; y ningún

autor de esta época ha llenado el vacío en la historia.

Nos gustaría leer acerca de la obra ulterior de los ayudantes de

Pablo, tales como Timoteo, Apolos y Tito, pero todos éstos y

los demás amigos de Pablo, a la muerte de éste, quedan fuera

del registro. Luego de la muerte de Pablo, y por espacio de 50

años, sobre la Iglesia pende una cortina, a través de la cual, en

vano nos esforzamos por mirar; y cuando al final se levanta

aproximadamente en el 120 dC, con los registros de los padres

primitivos de la iglesia, encontramos una iglesia muy diferente

en muchos aspectos, a la de los días de San Pedro y San Pablo.

La caída de Jerusalén en el 70 dC, trajo un gran cambio en la

relación de cristianos y judíos. Entre las muchas provincias bajo

el dominio de Roma, el único país descontento y desleal era

Judea. Los judíos al dar su propia interpretación a sus escritos

proféticos, creían que ellos estaban destinados a conquistar y

gobernar al mundo, y al tener esa confiada esperanza, se

sometían de mala gana al yugo de los emperadores romanos.

Debe admitirse que también muchos de los procuradores o

gobernadores romanos fracasaban enteramente en comprender

el carácter judío y eran innecesariamente ásperos en su trato.

Como al 66 dC., los judíos se levantaron en abierta rebelión,

LA EDAD SOMBRÍA 39

desde el principio sin tener esperanzas de vencer, pues ¿qué

podía hacer una de las provincias más pequeñas, cuyos hombres

no estaban adiestrados en la guerra, en contra de un imperio de

ciento veinte millones de almas con un cuarto de millón de

soldados disciplinados y expertos?

Además, los judíos mismos estaban divididos en grupos que

peleaban y se mataban entre sí, tan fieramente como con su

enemigo común, Roma.

Vespasiano, el general principal romano, condujo un gran

ejército a Palestina, pero fue llamado a Roma para ocupar el

trono imperial y dejó la dirección de la guerra a su hijo Tito.

Después de un terrible sitio, que se hacía más terrible por el

hambre y la lucha civil dentro de los muros, la ciudad fue toma-

da y destruida. Incontables millares de judíos fueron muertos y

otros muchos millares fueron esclavizados.

El Coliseo de Roma fue construido con el trabajo forzado de

los judíos cautivos, multitudes de los cuales fueron obligados al

trabajo hasta morir. La nación judía, después de una existencia

de trece siglos fue destruida. Su restauración se produjo el día

15 de mayo de 1948.

En la caída de Jerusalén, perecieron pocos cristianos, o quizá

ninguno. De las declaraciones proféticas de Cristo, los cristianos

recibieron amonestación, escaparon de la desdichada ciudad y

encontraron refugio en Pella, en el valle del Jordán. Pero el gran

efecto sobre la iglesia de esta destrucción fue que puso fin para

siempre a toda relación entre el judaísmo y el cristianismo.

Hasta este punto la iglesia había sido considerada por el impe-

rio romano y por el pueblo común, como una rama de la religión

judaica; pero de ahí los judíos y los cristianos fueron separados.

Un pequeño núcleo de judíos cristianos perseveró por espacio de

2 siglos, pero en número siempre decreciente. Eran los ebioni-

tas, un pueblo por sí mismo, apenas reconocido por la iglesia en

general, y despreciados como apóstatas por su propia raza.

40 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Como en el 90 dC., el cruel e indigno emperador Domiciano

inició una segunda persecución imperial de los cristianos. Miles

de creyentes fueron asesinados, en especial en Roma y en toda

Italia; pero esta persecución, como la de Nerón, fue esporádica y

local, no se extendió por todo el imperio. En este tiempo, Juan,

el último de los apóstoles, que había estado viviendo en Éfeso,

fue tomado preso en la isla de Patmos, en el Mar Egeo, y allí

recibió la Revelación del último libro del Nuevo Testamento.

Muchos eruditos, sin embargo, prescriben una fecha más

temprana a esta obra: por el 69 dC., poco después de la muerte de

Nerón. Es probable que Juan muriera en Éfeso aproximada-

mente en el año 100 dC.

Se escribió los últimos libros del Nuevo Testamento —Hebreos

tal vez 2ª de Pedro, las Epístolas y el Evangelio de Juan, Judas y

Apocalipsis. Pero el reconocimiento universal de estos libros

como inspirados y canónicos vino más tarde.

Es interesante notar el estado del cristianismo a finales del

siglo I, alrededor de 70 años después de la Ascensión de Cristo.

Para esta fecha había familias que por espacio de 3 generaciones

habían sido seguidores de Cristo.

Al comienzo del siglo II se habían fundado en todos los países

y en casi toda ciudad desde el Tiber al Éufrates, desde el Mar

Negro hasta el Norte de África, y algunos creen que se extendía

hasta España y Gran Bretaña, en el Occidente. Sus miembros

ascendían a muchos millones. La bien conocida carta de Plinio

al Emperador Trajano, escrita cerca del 112 dC, declara que en

las provincias de Asia Menor al margen del Mar Negro, los tem-

plos de los dioses estaban casi abandonados y los cristianos eran

en todas partes multitud. Los miembros eran de todas las clases,

desde las categorías más nobles hasta esclavos sobrepasaban en

número a la población libre por todo el imperio. Pero en la igle-

sia, el esclavo era tratado igual que el noble. Un esclavo podía

ser obispo, mientras que su amo era un miembro regular.

LA EDAD SOMBRÍA 41

Al final del siglo I, las doctrinas expuestas en la Epístola a los

Romanos por Pablo fueron aceptadas por toda la iglesia como

reglas de fe. Las enseñanzas de Pedro y Juan en sus epístolas

demuestran un acuerdo completo con los conceptos de Pablo.

Surgían opiniones heréticas y se estaban formando sectas,

cuyos gérmenes habían sido descubiertos y expuestos por los

apóstoles, pero su completo desarrollo vino más tarde.

El bautismo por inmersión era en todas partes el rito de inicia-

ción en la iglesia; aunque hay mención definida en el 120 dC,

de bautismo por aspersión, indicando que ya era una costumbre.

El día del Señor se observaba por lo general, aunque no en

forma estricta, como un día absolutamente separado. Mientras

que en la iglesia que fue judía en su mayor parte, se observaba

el sábado hebreo; pero al ir aumentando en gentiles, el día

primero de la semana gradualmente reemplazó al día séptimo.

Encontramos antes del fin del ministerio de Pablo a las iglesias

que se reúnen el primer día de la semana, y en Apocalipsis ese

día es llamado “el día del Señor”.

La cena del Señor era observada universalmente. Esta empezó

como un servicio en el hogar, como la pascua judía, de la cual

se originó. Pero entre las iglesias gentiles surgió la costumbre

de celebrarse en una reunión de la iglesia, como una cena a la

cual cada miembro traía su parte de provisión. Pablo reprendió

a la iglesia en Corinto por abusos que habían resultado de este

método de observancia. Al final del siglo la cena del Señor era

en todas partes un servicio celebrado en el lugar de reunión de

los cristianos, pero (probablemente por causa de la persecución)

no en público. Solo los miembros de la iglesia eran admitidos a

esta celebración, que era tenida como un “misterio”.

El reconocimiento del domingo de resurrección, como aniver-

sario de la resurrección de nuestro Señor fue sancionado e iba

aumentando, pero aún no era celebrado universalmente.

El último sobreviviente de los doce apóstoles fue Juan, que

42 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

moraba en Éfeso como hasta el 100 dC. No leemos de que

hubiese sucesores en ese oficio; pero alrededor del 120 dC, se

hace mención de “apóstoles” que parecen haber sido evangelis-

tas que viajaban entre las iglesias, pero sin autoridad; y eviden-

temente no muy respetados porque a las iglesias se les recomen-

daba hospedarlos solamente por 3 días.

En los Hechos y las últimas epístolas los ancianos y obispos

(presbíteros), se mencionan como si los dos títulos fuesen apli-

cados alternativamente a las mismas personas. Pero para el final

del siglo I aumentaba la tendencia de elevar a un obispo sobre

sus compañeros ancianos, lo cual condujo más tarde al sistema

eclesiástico. Los diáconos son mencionados en las últimas cartas

de Pablo como funcionarios de la iglesia.

En la Epístola a los Romanos, escrita en el 58 dC, aproxima-

damente, Febe de Cencreas es llamada “diaconisa”, y una refe-

rencia en 1ª de Timoteo puede haber sido hecha para mujeres

que desempeñaban ese oficio.

El plan de servicio en las asambleas cristianas se derivaba de

aquel de las sinagogas judías. Se leían las escrituras del Antiguo

Testamento y porciones de las cartas apostólicas, también de

los evangelios, los salmos de la Biblia y se cantaban los himnos

cristianos; las oraciones, diferentes a aquellas de las sinagogas,

eran espontáneas; y se daban pláticas con toda libertad por los

miembros y los hermanos visitantes. Al final del Servicio, con

frecuencia se participaba de la cena del Señor.

Al leer las últimas epístolas y el libro de Apocalipsis, encon-

tramos mezcladas luz y sombras en el relato de las iglesias. Las

normas de carácter moral eran elevadas, pero el tono de la vida

espiritual era inferior de lo que había sido en los días primitivos

apostólicos. Sin embargo, en todas partes la iglesia era fuerte,

activa, creciente y se levantaba a dominar por todos los ámbitos

del Imperio Romano.

LA EDAD SOMBRÍA 43

Preguntas de Repaso del Capítulo 5

1. Nómbrense las cuatro subdivisiones en la historia de la Iglesia Apostólica.

2. ¿Por qué se llama la última subdivisión “la Edad Sombría”?

3. ¿Entre qué fechas ocurrió esta subdivisión?

4. ¿Cuál fue el primer evento importante mencionado? De un relato de ese

evento.

5. ¿Cuál fue su efecto en la iglesia cristiana?

6. ¿Qué emperador ordenó la segunda persecución imperial de los cristianos?

7. ¿Cuál fue la fecha de esta persecución?

8. ¿Qué le sucedió a uno de los apóstoles en esta persecución?

9. ¿Cuáles libros del Nuevo Testamento fueron los últimos en escribirse?

10. ¿Qué se dice del número y extensión de la iglesia al final de este período?

11. ¿A qué clases de gente representaba la iglesia?

12. ¿Cuál era su sistema doctrinal?

13. ¿Cuáles eran las instituciones de la iglesia?

14. ¿Cómo se observaba el bautismo?

15. ¿Cómo se observaba la Cena del Señor?

16. ¿Qué funcionarios de la iglesia son mencionados?

17. ¿Cuál era el plan de servicio en las reuniones de la iglesia?

18. ¿Cuál era el estado espiritual de la iglesia al final del siglo primero?

44 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

BOSQUEJO DE LOS CAPÍTULOS VI, VII, VIII.

SEGUNDO PERIODO GENERAL.

LA IGLESIA PERSEGUIDA.

Desde la Muerte de San Juan, 100 dC.

Hasta el Edicto de Constantino, 313 dC.

I.... CAUSAS DE LA PERSECUCION IMPERIAL (Cap. VI).

1. La Conducta Inclusiva del Paganismo, y la Conducta

Exclusiva del Cristianismo.

2. La Adoración de los ídolos Entrelazada con la Vida.

3. La Adoración del Emperador.

4. El Judaísmo Reconocido.

5. Las Reuniones Secretas de los Cristianos.

6. La Igualdad en la Iglesia Cristiana.

7. Los Intereses Económicos.

II. ÉPOCAS DE PERSECUCIÓN (Cap. VI).

1. Desde Trajano Hasta Antonino Pío, 96-161 dC.

Mártires: (a) Simeón.

(b) Ignacio,

2. Marco Aurelio, 161-180.

Mártires: (a) Policarpo.

(b) Justino Mártir.

3. Septimio Severo, 193-211

Mártires: (a) Leónidas,

(b) Perpetúa y Felicitas.

4. Decio, 249-251.

5. Valeriano, 254-260.

Mártires: (a) Cipriano,

(b) Sexto, 258.

BOSQUEJO DE LOS CAPÍTULOS VI, VII, VIII. 45

6. Diocleciano, 303-305, Calero, 305-311.

Edicto de Constantino, 313.

III. SE FORMA EL CANON DEL NUEVO TESTAMENTO

(Cap. VII).

IV.SE FORMA LA ORGANIZACIÓN ECLESIASTICA

(Cap. VII).

Causas:

1. La Pérdida de la Autoridad Apostólica.

2. El Crecimiento y Extensión de la Iglesia.

3. Las Persecuciones Imperiales.

4. El Desarrollo de Sectas o Herejías.

5. Analogía del Gobierno Imperial.

V. SE DESARROLLA LA DOCTRINA (CAPITULO VII).

1. La Escuela de Alejandría.

2. La Escuela de Asia Menor.

3. La Escuela del Norte de África.

VI. SE DESARROLLA LAS SECTAS O HEREJÍAS

(Cap. VIII).

1. Gnósticos.

2. Ebionitas.

3. Maniqueos.

4. Montañistas.

VII. LA CONDICIÓN DE LA IGLESIA (Cap VIII).

1. Una Iglesia Purificada.

2. La Enseñanza Unificada de la Iglesia.

3. La Organización de la Iglesia.

4. El Crecimiento de la Iglesia.

46 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

CAPITULO VI.

SEGUNDO PERIODO GENERAL.

LAS PERSECUCIONES IMPERIALES.

Desde la Muerte de San Juan, 100 dC.

Hasta el Edicto de Constantino, 313 dC.

El hecho más prominente en la historia de la iglesia en los siglos

II y III fue la persecución del cristianismo por los emperadores ro-

manos. Aunque esta condición no fue continua, era a menudo

repetida por años a la vez y propensa a estallar en cualquier mo-

mento en formas terribles. Duró en el siglo IV hasta 313 dC,

cuando el Edicto de Constantino, el primer emperador cristiano,

puso fin a todos los intentos de destruir la iglesia de Cristo. Es

sorprendente el hecho de que durante este período algunos de

los mejores y más sabios emperadores eran los más activos en la

persecución del cristianismo, mientras que algunos de los peores

emperadores eran leves en su oposición que renunciaban com-

pletamente a ella.

Antes de narrar la historia, investiguemos algunos de los moti-

vos que obligaba al gobierno, generalmente justo y que procuraba

el bienestar de sus ciudadanos, a intentar por espacio de 200 años a

extirpar un cuerpo tan recto, tan obediente a la ley, y tan deseable

como lo eran los cristianos. Puede darse un buen número de cau-

sas para el antagonismo de los emperadores al cristianismo.

El paganismo acogía las nuevas formas y objetos de adoración,

mientras que el cristianismo excluía dichas formas y objetos.

Donde los dioses ya se contaban por cientos, aun por miles, un

dios más no representaba diferencia alguna. Cuando la gente de

una ciudad o una provincia deseaban desarrollar el comercio o la

inmigración, construía templos a los dioses que se adoraban en

otros países para que los ciudadanos de esos otros países pudie-

sen tener un lugar de adoración. Es por esto que en Pompeya

PERSECUCIONES IMPERIALES 1era Parte 47

encontramos un templo a Isis, una diosa egipcia construido para

fomentar el comercio de Pompeya con Egipto, haciendo que los

comerciantes egipcios se sintieran como en su propio país.

Pero en cambio, el cristianismo se oponía a toda adoración

excepto a la de su propio Dios. Un emperador deseó colocar una

estatua de Cristo en el Panteón, un edificio en Roma que todavía

está en pie, donde todos los dioses importantes eran adorados.

Pero los cristianos rechazaron la oferta con desprecio. No

querían que su Cristo fuese reconocido meramente como uno

entre muchos dioses.

La adoración dé los ídolos estaba entrelazada con la vida en

todos sus aspectos. Las imágenes se encontraban en todo hogar

para recibir adoración; en todo festival, a los dioses eran

derramadas libaciones; las imágenes eran adoradas en toda

ceremonia civil o provincial. Los cristianos no participaban en

estas formas de adoración. De aquí, que eran considerados por

la gente irreflexiva como seres insociables, sombríos, ateos que

no tenían dioses, y como aborrecedores de sus compañeros. De

esta consideración tan desfavorable por parte del pueblo en

general, solamente había un paso a la persecución.

La adoración al emperador se tenía como una prueba de

lealtad. En algún lugar prominente de cada ciudad había una

estatua del emperador reinante; y ante esta imagen se ofrecía

incienso como a un dios. Tal parece que en una de las primeras

epístolas de San Pablo hay una referencia oculta a esta forma de

idolatría. Los cristianos rehusaban rendir esta adoración, aun

cuando era tan sencillo arrojar un poco de incienso sobre el

altar; y por el hecho de que cantaban himnos de alabanza y

adoraban a “otro Rey, un tal Jesús”, eran considerados por la

multitud como desleales y conspiradores de una revolución.

Se consideraba a la primera generación de cristianos relaciona-

da de alguna manera con los judíos, y el judaísmo era reconocido

por el gobierno como una religión permitida, aunque los judíos

48 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

vivían separados de las costumbres idólatras y ni siquiera comían

alimento de las fiestas de los ídolos. Esta supuesta relación

preservó a los cristianos por algún tiempo de la persecución.

Pero después de la destrucción de Jerusalén, en el 70 dC., el

cristianismo quedó solo sin leyes que protegiesen a sus

seguidores del odio de sus enemigos.

Las reuniones secretas de los cristianos despertaban

sospechas. Ellos se reunían antes de la salida del sol o en la

noche, a menudo en cuevas o catacumbas subterráneas; y se

circulaban falsos rumores de ritos lascivos o criminales que se

llevaban a cabo entre ellos. Además, el gobierno autocrático

del imperio sospechaba de todos los cultos o sociedades

secretas, temiendo propósitos desleales. La celebración de la

cena del Señor, de la cual eran excluidos los extraños, a

menudo era una causa de acusación y persecución.

El cristianismo consideraba a todos los hombres como iguales.

No hacía distinciones entre sus miembros ni en sus servicios;

un esclavo podía ser electo como obispo en la iglesia. Esto era

odioso para la mente de los nobles, para los filósofos y para las

clases gobernantes. Los cristianos eran considerados como

“niveladores de la sociedad”, anarquistas, y trastornadores del

orden social; de aquí, como enemigos del estado.

Incidentalmente, los intereses económicos a menudo promo-

vían o excitaban el espíritu de persecución. Así como Pablo en

Éfeso estuvo en peligro de muerte por el motín incitado por

Demetrio el platero, a menudo también los gobernantes eran

influenciados para perseguir a los cristianos por gentes cuyos

intereses financieros eran afectados por el progreso de la iglesia;

por ej., los sacerdotes y sirvientes laicos de los templos de

ídolos, los que hacían imágenes, los escultores, arquitectos de

templos, y otros que se ganaban la vida por medio de la

adoración pagana. No era difícil elevar el grito de “¡Los cristia-

nos a los leones!”, cuando los hombres veían sus artes o sus

PERSECUCIONES IMPERIALES 1era Parte 49

profesiones en peligro, o cuando funcionarios codiciosos de-

seaban la propiedad de los cristianos ricos.

Durante todo el siglo II III, y en especial en los primeros años

del siglo IV, hasta el 313 dC., la religión cristiana era prohibida

y sus partidarios sufrían proscripción. Sin embargo, la mayor

parte del tiempo la espada de la persecución estaba envainada y

los discípulos apenas eran molestados en sus observancias reli-

giosas. Pero aun durante estos períodos de comparativa calma

estaban muy propensos en cualquier momento a peligro repen-

tino, siempre que un gobernante creía conveniente ejecutar los

edictos, o cuando algún cristiano prominente daba su testimonio

abiertamente y con valor. Hubo sin embargo, varios períodos,

de corta o larga duración, cuando a través de todo el imperio, la

iglesia era expuesta a la más fiera persecución. Las persecusió-

nes en el siglo I, por Nerón (66-68) y Domiciano (90-95), fue-

ron sencillamente explosiones de frenesí y odio, sin ningún

motivo excepto la ira de un tirano. Se producían en forma espo-

rádica, y no continuaban por mucho tiempo. Pero desde el 110

al 313 dC., la iglesia estuvo sujeta a una serie sistemática e

implacable de intentos gubernamentales puestos en práctica a

través de todo el imperio para aplastar la fe siempre creciente.

Desde el reinado de Trajano al de Antonino Pío (96-161) el

cristianismo no era reconocido, aunque tampoco fue perseguido

severamente. Bajo los cuatro emperadores, Nerva, Trajano,

Adriano y Antonino Pío, (quienes con Marco Aurelio, fueron

conocidos como los “cinco buenos emperadores”), ningún

cristiano podía ser arrestado sin una querella definida y

comprobada; el espíritu de la época era más bien ignorar la

religión cristiana. Con todo, cuando se formulaban cargos y los

cristianos rehusaban retractarse, los gobernantes se veían

obligados, aun en contra de su propia voluntad a poner en vigor

la ley y ordenar su ejecución. Algunos mártires prominentes de

la fe durante estos reinados fueron:

50 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Simeón (o Simón; Marcos 6:3), el sucesor de Santiago como

cabeza u obispo de la iglesia en Jerusalén, y como aquél, éste

también era un hermano más joven de nuestro Señor; se dice

que llegó a una edad avanzada. Fue crucificado por orden del

gobernador romano de Palestina en el 107 dC., durante el rei-

nado de Trajano. Ignacio, obispo de Antioquía en Siria, estaba

más que dispuesto a ser un mártir, y en su camino a Roma

escribió cartas a las iglesias, esperando no perder el honor de

morir por su Señor. Fue arrojado a las bestias en el anfiteatro

romano en 108 o 110 D.C. Aunque la persecución durante estos

reinados fue menos severa de la que se desató sobre la iglesia

poco después, hubo muchos mártires además de estos dos

hombres distinguidos.

El mejor de los emperadores romanos y uno de los más promi-

nentes escritores de ética, fue Marco Aurelio, que reinó del 161

al 180 dC. Su estatua ecuestre aun está en pié en el lugar de la

antigua capital en Roma. Pero, este buen hombre y justo gober-

nante, fue un acérrimo perseguidor de los cristianos. Procuró

restaurar la antigua sencillez de la vida romana y con ella la

religión antigua; se oponía pues a los cristianos como innova-

dores. Muchos miles de creyentes en Cristo eran decapitados o

devorados por las bestias feroces en la arena. Entre la multitud

de mártires durante estos años mencionamos solamente dos.

Policarpo, obispo de Esmirna en Asia Menor murió en el155 dC.

Al ser traído ante el gobernador e instado a maldecir el nombre

de Jesucristo, contestó: “Ochenta y seis años le he servido y

todo lo que me ha hecho es bien; ¿cómo podría yo maldecirle?

¡Mi Señor y Salvador!” Fue quemado vivo en la hoguera.

Justino Mártir había sido un filósofo, y continuó enseñando

después de aceptar el cristianismo. Era uno de los hombres más

capaces de su época y uno de los principales defensores de la fe.

Sus libros, aún existentes, ofrecen mucha valiosa información

acerca de la iglesia a mediados del siglo II. Su martirio tuvo

PERSECUCIONES IMPERIALES 1era Parte 51

lugar en Roma en el 166 dC.

Después de la muerte de Marco Aurelio, 180 dC, siguió un

período de confusión, con emperadores débiles e indignos, que

estaban muy ocupados en guerras civiles o en sus propios

placeres, para dar mucha atención a los cristianos. Pero

Septimio Severo empezó en el 202 dC, una terrible persecución

que duró hasta su muerte en 211dC. Severo tenía una naturaleza

mórbida y melancólica, y era muy riguroso en la administración

de la disciplina, procurando en vano restaurar las decadentes

religiones de otros tiempos. Por doquier la persecución rugía en

contra de la iglesia, pero era más severa en Egipto y en el norte

de África. En Alejandría, Leónidas, el padre del gran teólogo

Orígenes fue decapitado. Perpetua, una mujer noble de Cartago

y Felicitas su fiel esclava, fueron hechas pedazos por las bestias

feroces en el 203 dC. Tan cruel era el espíritu del emperador

Septimio Severo, que era considerado por muchos escritores

cristianos como el Anticristo.

Bajo los numerosos emperadores que siguieron en rápida

sucesión, la iglesia fue olvidada por espacio de cuarenta años.

El emperador Caracalla (211-217) confirmó la ciudadanía a

toda persona que no fuera esclava en todo el imperio; inciden-

talmente, un beneficio para los cristianos, pues ya no podían ser

crucificados o arrojados a las bestias, a no ser que fuesen escla-

vos. Pero con el reinado de Decio (249-251) se volvió a desatar

una terrible persecución, aunque afortunadamente su reinado

fue muy corto, y con su fallecimiento, la destrucción de

cristianos cesó por un tiempo.

A la muerte de Decio siguieron más de 50 años de comparativa

calma, aunque a veces había breves períodos de persecución, en

uno de los cuales, bajo Valeriano, en el 257 dC, el célebre obispo

de Cartago, Cipriano, uno de los grandes escritores y dirigentes

de la iglesia en ese período, fue muerto como así también el

obispo romano Sexto.

52 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

La última, la más sistemática y la más terrible de todas las

persecuciones tuvieron lugar en el reinado de Diocleciano y sus

sucesores, del 303 al 310 dC. En una serie de edictos se ordenó

que todo ejemplar de la Biblia fuese quemado; que todas las

iglesias —que se habían levantado por todo el imperio durante

el medio siglo de comparativa calma— fuesen derribadas; que

todos los que no renunciasen su religión cristiana perdiesen su

ciudadanía y quedasen fuera de la protección de la ley. En

algunos lugares los cristianos eran reunidos en sus templos y

estos eran incendiados, pereciendo los creyentes dentro de sus

paredes. Se dice que el emperador Diocleciano, erigió un monu-

mento con la inscripción: “En honor de la exterminación de la

superstición cristiana”3 —sin embargo, 25 años después, el

cristianismo llegó a ser la religión oficial del emperador, de la

corte y del imperio. Los inmensos Baños de Diocleciano en

Roma fueron construidos mediante el trabajo forzado de los

esclavos cristianos.

Pero doce siglos después del tiempo de Diocleciano, una parte

del edificio fue transformado por Miguel Ángel en la Iglesia de

Santa María Degli Angeli, consagrada el 1561 dC, y aún usada

para la adoración católico-romana. Diocleciano abdicó al trono

imperial el 305 dC, pero sus subordinados y sucesores, Galerio

y Constancio, continuaron la persecución por seis años. Cons-

tantino, el hijo de Constancio, como co-emperador, quien para

ese tiempo no profesaba ser cristiano, expidió su memorable

Edicto de Tolerancia en 313 dC. Por esta ley el cristianismo fue

sancionado, su adoración fue hecha legal y toda persecución cesó

para no volverse a renovar mientras duró el Imperio Romano.

3

Esta declaración aunque hecha por muchos historiadores descansa sobre pruebas inciertas, y puede que no sea auténtica.

PERSECUCIONES IMPERIALES 1era Parte 53

Preguntas de Repaso del Capítulo 6

1. De el nombre del segundo período general de la historia de la iglesia.

2. ¿Con qué eventos y fechas comenzó y terminó?

3. ¿Cuál es el hecho más prominente en la historia de este período?

4. ¿En qué siglos fue la iglesia perseguida por los emperadores romanos?

5. ¿Qué clase de emperadores romanos eran los más severos perseguidores?

6. De siete causas que motivaron estas persecuciones imperiales.

7. ¿Cuál era la actitud del paganismo hacia los nuevos objetos de adoración?

8. ¿Cuál era el espíritu del cristianismo hacia otras formas de adoración?

9. ¿Cómo consideraba el gobierno a la religión judaica?

10. ¿Cómo afectó esto a la religión cristiana, al principio y más tarde ?

11. ¿Cómo eran consideradas las reuniones secretas de los cristianos ?

12. ¿Cuál era el efecto de las tendencias de igualdad de la iglesia cristiana?

13. ¿Cómo promovían sus intereses comerciales la persecución contra los

cristianos?

14. ¿Era la persecución de los cristianos continua durante esos siglos?

15. ¿Cuál era la condición de la iglesia la mayor parte del tiempo en esos siglos?

16. ¿Qué emperadores persiguieron a la iglesia antes del año 100 D.C.?

17. ¿Quiénes fueron conocidos como "los cinco buenos emperadores"?

18. ¿Cómo fueron tratados los cristianos durante su dominio?

19. ¿Qué cristianos prominentes sufrieron el martirio en esa época?

20. ¿Qué emperador en especial grande y bueno llegó a perseguir la iglesia?

21. ¿Cuáles fueron sus motivos?

22. ¿Quiénes fueron mártires durante su reinado?

23. ¿Quién es el tercer emperador perseguidor en ese período?

24. ¿Quién sufrió bajo este emperador?

25. ¿Qué buen edicto fue dado por Caracalla y cómo benefició a los cristianos?

26. ¿Quién fue el cuarto emperador perseguidor?

27. ¿Qué alivio siguió a la muerte de este emperador?

54 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

28. ¿Cuál fue el quinto emperador perseguidor?

29. ¿Quién pereció en su reinado?

30. Dé un relato del sexto y último de los emperadores que llevaron a cabo

persecuciones.

31. ¿Qué obras de este emperador llegaron a ser después indicios del triunfo

del cristianismo?

PERSECUCIONES IMPERIALES 2da Parte 55

CAPITULO VII

LA IGLESIA PERSEGUIDA.

SEGUNDA PARTE.

Formación del Canon del Nuevo Testamento.

El Desarrollo de la Organización Eclesiástica.

El Desarrollo de la Doctrina.

Mientras que el hecho sobresaliente en la historia de la iglesia

en todo el siglo II y III fueron las persecuciones imperiales, se

puede decir por otra parte que se producían grandes adelantos

en la condición, organización y vida de la comunidad cristiana.

Consideraremos ahora algunos de éstos.

Ya hemos visto que los escritos del Nuevo Testamento fueron

terminados poco después del principio del siglo II, tal vez en el

año 110 dC. Pero el establecimiento de estos libros, y de éstos

únicamente, como el canon o regla de fe, con autoridad divina,

no fue inmediato. No todos estos libros eran aceptados en todas

partes como escritura inspirada. Algunos de ellos en especial,

Hebreos, Santiago, 2ª de Pedro y Apocalipsis, eran aceptados en

el Oriente, pero por muchos años rechazados en el Occidente.

Por otra parte, algunos libros que hoy no se consideran como

parte de la Biblia eran también aceptados y leídos en el Oriente,

tales como el Pastor de Hermas, la Epístola de Bernabé, la

Enseñanza de los Doce Apóstoles y el Apocalipsis de Pedro.

Gradual y lentamente los libros del Nuevo Testamento, como

los tenemos hoy, alcanzaron prominencia de Escrituras Inspira-

das y los otros libros gradualmente fueron quedando fuera de

uso en las iglesias. Los concilios que se celebraron de tiempo en

tiempo no escogieron los libros para formar el canon; más bien

los concilios ratificaron la elección ya hecha por las iglesias. No

puede darse ninguna fecha precisa del completo reconocimiento

56 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

del Nuevo Testamento tal como lo tenemos en la actualidad,

pero no puede ser fijada antes del año 300 dC. Cualquiera que

lea el volumen de “El Nuevo Testamento Apócrifo”, y que

compare su contenido con nuestro Nuevo Testamento, podrá

ver de inmediato por qué estos libros fueron rechazados final-

mente del canon.

Mientras vivieron los apóstoles primitivos, la reverencia gene-

ral para ellos como los compañeros escogidos de Cristo, los fun-

dadores de la iglesia, y hombres dotados de inspiración divina,

les hacían los indiscutibles dirigentes de la iglesia, y sus gober-

nantes, hasta donde era necesario el gobierno. Cuando Lucas

escribió Los Hechos y Pablo escribió a los Filipenses y a Timo-

teo, los títulos “obispos” y “ancianos” (presbíteros) fueron apli-

cados libremente a los mismos funcionarios de la iglesia. Pero

60 años después, como en el 125 dC., tenemos a los obispos que

estaban por doquier gobernando la iglesia, y cada uno mandaba

en su propia diócesis, con presbíteros y diáconos bajo su autori-

autoridad. Como en el 50 dC, el Concilio de Jerusalén estaba for-

mado con “apóstoles y ancianos”, y expresaban la voz de la Igle-

sia, tanto de los ministros (si acaso los había, lo cual es dudoso)

y de los laicos. Pero durante el período de la persecución, con

seguridad posterior al 150 dC, los concilios eran celebrados y las

leyes eran dictadas por los obispos solamente. La forma episco-

pal de gobierno llegó a ser dominante y universal. No hay histo-

ria de ese tiempo que nos diga los pasos que condujeron a este

cambio de organización, pero no es difícil encontrar sus causas.

La pérdida de la autoridad apostólica hizo que fuese necesaria

una elección de nuevos dirigentes. Los grandes fundadores de

la iglesia, Pedro y Pablo, Santiago, hermano del Señor, y Juan,

el último de los apóstoles, habían muerto sin dejar hombres de

su propia capacidad que les sucedieran. Luego de la muerte de

Pedro y de Pablo, y por espacio de 50 o 60 años, la historia de la

iglesia está en blanco. Lo que hicieron tales hombres como Tito,

PERSECUCIONES IMPERIALES 2da Parte 57

Timoteo y Apolos, no lo sabemos; pero una generación posterior

aparecen nuevos nombres como obispos con autoridad sobre sus

distintas diócesis.

El crecimiento y la extensión de la iglesia hicieron que la orga-

nización y la disciplina fuesen necesarias. Mientras las iglesias

se limitaban a las tierras en donde podían recibir visitas ocasio-

nales de los apóstoles, pocas autoridades eran necesarias. Pero

cuando la iglesia llegó a ser tan vasta, y aún más vasta que el

imperio, llegando hasta Partia y las fronteras de India, abarcan-

do muchos países y razas, se comprendió la necesidad de un

dirigente para las diferentes secciones.

La persecución —un peligro común— alió a las iglesias entre

sí, y ejerció influencia hacia la unión y el gobierno. Cuando en

cualquier tiempo los poderes del estado se alineaban en contra

de la iglesia, se comprendía la necesidad de dirección eficiente;

surgían los dirigentes para la ocasión; y la necesidad que duró

por siete generaciones hizo que la forma de gobierno fuese

permanente.

El nacimiento de sectas y herejías en la iglesia hizo que fuesen

absolutamente necesarios algunos artículos de fe, y alguna auto-

ridad para ponerlos en vigor. Veremos en este capítulo algunas

de las divisiones doctrinales que amenazaron la existencia mis-

ma de la iglesia; y veremos cómo las controversias sobre ellas

despertaron la imperativa demanda de disciplina para tratar con

los herejes y asegurar la unidad de la fe.

Al preguntar por qué fue adoptada esta forma particular de go-

bierno, o sea, un gobierno de superior jerarquía en preferencia a

uno ejercido por el ministerio en un plano de igualdad, tenemos

que la analogía del gobierno imperial proporcionó un plan que

naturalmente fue seguido en el desarrollo de la iglesia.

El cristianismo se levantó no en una república donde los ciuda-

danos escogen a los gobernantes, sino en un imperio gobernado

por autoridad. Por eso, como se necesitaba algún gobierno para

58 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

la iglesia, por dondequiera surgía una forma algo autocrática, es

decir, el gobierno por obispos, a lo cual la iglesia se sometía de

voluntad, estando acostumbrada al mismo gobierno del Imperio.

Es, sin embargo, un hecho digno de notarse, que durante todo

el período que estamos considerando, ningún obispo reclamó

para sí autoridad de carácter universal —autoridad sobre los

obispos— como más tarde lo hizo el obispo de Roma.

Otra característica distintiva de este período fue el desarrollo de

la doctrina. En la época apostólica la fe era del corazón, una ren-

dición personal de la voluntad a Cristo como Señor y Rey, una

vida de acuerdo con su ejemplo, y como resultado del hecho de

que el Espíritu moraba interiormente. Pero en el tiempo que hoy

estamos tratando, la fe gradualmente había llegado a ser mental,

una fe del intelecto; una fe que creía en un sistema de doctrina

riguroso e inflexible. Se daba énfasis a la creencia correcta, más

bien que a la vida espiritual interna.

Las normas del carácter cristiano eran aún elevadas y la iglesia

tenía muchos santos enriquecidos por el Espíritu Santo; pero la

doctrina estaba convirtiéndose más y más en la prueba del cris-

tianismo. “El Credo de los Apóstoles”, la más antigua y más

sencilla declaración de la fe cristiana, fue compuesto durante

este período.

Surgieron 3 grandes escuelas de teología: en Alejandría, en Asia

Menor y en el Norte de África. Estas escuelas fueron estableci-

das para la instrucción de aquéllos que, de hogares paganos

habían aceptado la fe cristiana; pero pronto se desarrollaron en

centros de investigación de las doctrinas de la iglesia.

Grandes maestros estaban asociados con estas escuelas.

La escuela en Alejandría, fundada por el 180 dC., por Panteno

quien había sido un filósofo estoico, pero como cristiano era emi-

nente por el fervor de su espíritu y la elocuencia en la enseñanza

oral. Sólo breves fragmentos de sus escritos han sobrevivido.

Fue sucedido por Clemente de Alejandría (vivió en el 150-215)

PERSECUCIONES IMPERIALES 2da Parte 59

varios de cuyos libros, casi todos en defensa del cristianismo

contra el paganismo, aún existen. Pero el más grande de esta

escuela Alejandrina, y el expositor más capaz de todo el período

fue Orígenes (185-254), quien enseñó y escribió sobre muchos

temas, mostrando gran saber y poder intelectual.

La escuela de Asia Menor no estaba situada en un solo centro,

sino que consistía en un grupo de maestros y escritores de teo-

logía. Su más grande representante fue Ireneo, que “combinó el

celo del evangelista con la habilidad del escritor consumado”.4

En los últimos años de su vida se trasladó a Galia (Francia), y

llegó a ser obispo. Como en el año 200 dC. murió como mártir.

La escuela del Norte de África estaba en Cartago, y por medio

de una serie de escritores y teólogos capaces, hizo más que cual-

quiera de las otras escuelas para darle forma al pensamiento

teológico de Europa. Los dos más grandiosos de esta escuela

fueron el brillante y fervoroso Tertuliano (160-220) y el más

conservativo, pero hábil, obispo Cipriano, quien murió como

mártir en la persecución de Decio, 258 dC.

Los escritos de estos eruditos cristianos, junto con muchos

otros asociados con ellos e inspirados por ellos, han sido de un

valor inestimable como nuestra fuente de información original

concerniente a la iglesia, su vida, sus doctrinas, y su relación al

mundo pagano que le rodeaba, en los siglos de persecución.

Preguntas de Repaso del Capítulo 7

1. Nómbrese los dos temas ya considerados en este período.

2. ¿Cuál es el tercer tema?

3. ¿Cuál es la diferencia entre los libros y el canon?

4. ¿Cuáles libros del Nuevo Testamento fueron discutidos por algún tiempo?

5. ¿Qué libros que no están ahora en la Biblia eran aceptados en algunas de las

Iglesias?

4 Historia de la Iglesia del Obispo Hurst.

60 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

6. ¿Cómo se decidió finalmente lo de los libros del canon?

7. ¿Qué se dice acerca de la organización eclesiástica de la iglesia primitiva?

8. ¿Qué dos órdenes eran originalmente iguales?

9. ¿Cuándo encontramos completa la organización?

10. ¿Cuál fue la forma de gobierno establecida en la iglesia?

11. Nómbrense cinco causas para el establecimiento de esta forma.

12. ¿Cómo condujo el sistema de gobierno en el imperio al sistema de la

Iglesia?

13. ¿Cuáles eran las enseñanzas recalcadas en el período apostólico?

14. ¿Qué cambio hubo más tarde en la iglesia?

15. ¿Qué declaración de credo fue formado primeramente?

16. ¿Dónde surgieron las escuelas de teología?

17. De los nombres de los maestros y expositores principales en cada

escuela.

PERSECUCIONES IMPERIALES 3da Parte 61

CAPITULO VIII.

LA IGLESIA PERSEGUIDA, 100-313 dC.

TERCERA PARTE.

Desarrollo de las Sectas o Herejías.

Condición de la Iglesia.

Junto con el desarrollo de la doctrina teológica nacieron las

sectas, llamadas “herejías” en la iglesia cristiana. Mientras que

la iglesia era judía, y aun después de estar regida por hombres

judíos como Pedro y Pablo, había sólo una leve tendencia hacia

el pensamiento abstracto y especulativo. Pero cuando la iglesia

estuvo compuesta por griegos y en especial por místicos y dese-

quilibrados del Asia Menor, surgieron toda clase de opiniones y

teorías, y éstas se desarrollaron con fuerza en la iglesia.

Los cristianos del siglo II y III luchaban en contra de un mun-

do pagano y adverso, sino también contra herejías y doctrinas

corruptas dentro de su propio redil. Solo podemos considerar

algunas de las más importantes entre las sectas de ese período.

Los gnósticos (gr. “gnosis”=“sabiduría”) no son fáciles de defi-

nir por ser tan variados en sus doctrinas en las distintas localida-

des y períodos. Se levantaron en Asia Menor —ese foco de ideas

fantásticas— y eran un injerto del cristianismo con el paganis-

mo. Ellos creían que del Dios supremo emanaba un gran núme-

ro de deidades inferiores, algunas benéficas, otras malignas; y

por medio de éstas el mundo fue creado con su mezcla de bien y

mal; que en Cristo, como una de estas “emanaciones”, la natura-

leza divina estuvo morando por un tiempo. También interpreta-

ban la Escritura de un modo alegórico, haciendo que cada decla-

ración significara lo que parecía más adecuado al intérprete.

Florecieron a través de todo el siglo II y desaparecieron con él.

Los ebionitas (de la voz hebrea “pobre”) eran cristianos judíos

que insistían que las leyes y costumbres judaicas debían ser ob-

62 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

servadas. Ellos rechazaban los escritos de Pablo, porque recono-

cía a los gentiles como cristianos. Eran despreciados por los ju-

díos como apóstatas y no gozaban de la simpatía de los cristia-

nos gentiles, quienes, luego del 70 dC, constituían mayoría en la

iglesia. Los ebionitas fueron disminuyendo en el siglo II.

Los maniqueos de origen persa, fueron llamados así por su fun-

fundador Mani, muerto en el 276 dC, por el gobierno persa. Sus

enseñanzas eran que, el universo se compone de dos reinos: uno

de luz y otro de tinieblas. Que cada uno lucha por el dominio en

la naturaleza y en el hombre. Rechazaban a Jesús, pero creían en

un “Cristo celestial”. Eran severos en el ascetismo, y renuncia-

ban al matrimonio; fueron perseguidos tanto por los emperado-

res paganos, como por los cristianos. Agustín, el más grande

teólogo de la iglesia, fue maniqueo antes de su conversión.

Los montanistas, llamados así por su fundador Montano, casi

no puede clasificarse entre las sectas herejes, aunque sus ense-

ñanzas fueron condenadas por la iglesia. Eran puritanos, que re-

clamaban volver a la sencillez del cristianismo primitivo. Creían

en el sacerdocio de todos los verdaderos creyentes, y no en las

órdenes del ministerio; observaban una disciplina estricta en la

iglesia; consideraban los dones de profecía como el privilegio de

los discípulos, y tenían muchos profetas y profetisas entre sus

miembros. Tertuliano, uno de los principales entre los padres

primitivos, abrazó sus ideas y escribió en defensa de ellos. En

tiempos modernos, Juan Wesley dió aprobación a Montano y a

la mayor parte de sus enseñanzas; y Harnack, un eminente eru-

dito moderno también las ha endosado.

Acerca de estas sectas llamadas herejías, la dificultad de com-

prenderlas surge del hecho de que (a excepción de los montanis-

tas, y aun en este caso en gran medida), sus propios escritos ya

no existen; y para formar nuestros conceptos acerca de ellos de-

pendemos de aquellos que escribieron en contra de ellos, y éstos

estaban prejuiciados. Supongamos que los metodistas como de-

PERSECUCIONES IMPERIALES 3da Parte 63

nominación y con toda su literatura pasasen de la existencia; y

que mil años después, los estudiantes procurasen investigar sus

enseñanzas de los libros y folletos escritos en el siglo XVIII en

contra de Juan Wesley. ¡A qué conclusiones erróneas llegarían y

qué cuadro falso del metodismo sería presentado!

Vamos ahora a procurar descubrir la condición de la iglesia en

los siglos de persecución, en especial en su terminación como

por el 313 dC.

Uno de los efectos producidos por las pruebas que pasaron los

cristianos de este tiempo, fue una iglesia purificada. Las perse-

cuciones tenían alejados a todos aquellos que no eran sinceros

en su profesión; nadie se unía a la iglesia por ganancia munda-

na o popularidad. Los débiles y de corazón apocado abandona-

ban la iglesia; sólo quienes estaban dispuestos a ser fieles hasta

la muerte eran los que se hacían seguidores de Cristo. La perse-

cución sacudió a la iglesia separando la cizaña del trigo.

En lo general, era una iglesia de enseñanza unificada. Era un

cuerpo de muchos millones de personas, que se extendía por

muchos países, y que incluía a muchas razas, hablando muchos

idiomas. Sin embargo tenía una misma fe.

Las diferentes sectas se levantaron, florecieron y gradualmente

perecieron; las controversias trajeron a luz la verdad, y muchas

de las herejías dejaron tras sí últimas verdades que enriquecie-

ron el depósito de la iglesia. A pesar de las sectas y cismas, el

cristianismo del Imperio y de las tierras circunvecinas, era uno

en su doctrina, su sistema y su espíritu.

Era una iglesia completamente organizada. Hemos visto como

se desarrolló el sistema de organización de los elementos coor-

dinados en la época apostólica. Para el siglo III la iglesia estaba en

todas partes dividida en diócesis, con obispos que sostenían las

riendas del gobierno con manos firmes. La iglesia era un ejército

disciplinado, unido bajo dirección capaz. El Imperio Romano,

por el exterior era bien organizado, pero su interior era decaden-

64 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

te. Había otro imperio de abundante vida y de poder progresivo:

La iglesia cristiana que era creciente, a pesar de las persecusio-

nes, tal vez hasta cierto punto por causa de éstas, la iglesia

estaba creciendo con rapidez asombrosa. Al final del tiempo de

la persecución la iglesia era suficientemente numerosa para

constituir la institu- ción más poderosa del imperio. Gibbon, el

historiador de este período, calculaba que los cristianos al final

de las persecusió- nes eran cuando menos la décima parte de la

población, y muchos escritores han aceptado sus declaraciones.

Pero recién, el tema completo ha sido investigado cuidadosa-

mente, y la conclusión de los actuales eruditos, es que los miem-

bros de la iglesia y sus adherentes, componían la mitad de los

ciento veinte millones bajo el dominio de Roma. Una admirable

muestra de evidencia han sido encontrada en las catacumbas de

Roma, canteras subterráneas de vasta extensión, que por espacio

de dos siglos fueron sus lugares de escondite, de reunión y se-

pultura de los cristianos; donde las tumbas de los cristianos, co-

mo se demuestra por las inscripciones y símbolos sobre ellas, se

calculan por algunos que ascienden a siete millones, y ningún

explorador calcula menos de dos millones. Una buena conclu-

sión tal vez seria, cuatro millones en siete generaciones. Agré-

guense a estos cuatro millones otros muchos que no fueron sepul-

tados en las catacumbas; y luego considérese cuan crecido deben

haber sido el número de cristianos en todo el Imperio Romano.

Preguntas de Repaso Capítulo 8

1. ¿Qué promovió el nacimiento de las sectas y herejías en la iglesia?

2. Nómbrense cuatro de las sectas principales.

3. Expónganse las enseñanzas de cada una de esas sectas.

4. ¿Por qué es difícil saber con precisión lo que enseñaban estas sectas?

5. De 4 aspectos de la condición de la iglesia al final de la persecución.

6¿Qué nos dará un indicio en cuanto a su número?

BOSQUEJO DE LOS CAP. IX, X, XI 65

TERCER PERIODO GENERAL.

LA IGLESIA IMPERIAL.

Desde el Edicto de Constantino, 313 dC.

Hasta la Caída de Roma, 476 dC. I. LA VICTORIA DEL CRISTIANISMO (Cap. IX).

1. Constantino, el Primer Emperador Cristiano.

2. Buenos Resultados para la Iglesia.

(a) Fin de la Persecución.

(b) Las Iglesias Restauradas.

(c) Cesación de los Sacrificios Paganos.

(d) Templos Consagrados como Iglesias.

(e) Donaciones a las Iglesias.

(f) Privilegios concedidos a los Clérigos.

(g) El domingo Proclamado como Día de Descanso.

3. Algunos Buenos Resultados para el Estado.

(a) La Crucifixión Abolida.

(b) La Represión del Infanticidio.

(c) La Esclavitud Modificada.

(d) Los Juegos de Gladiadores Suprimidos.

4. Algunos Malos Resultados de la Victoria Cristiana.

(a) Todos en la Iglesia.

(b) Costumbres Paganas Introducidas en la Iglesia.

(c) La Iglesia se hizo Mundana.

(d) Males de la Unión de la Iglesia con el Estado. II. LA FUNDACIÓN DE CONSTANTINOPLA. Cap. X

1. La Necesidad de una Nueva Capital.

2. Su Posición Geográfica.

3. La Capital y la Iglesia.

4. La Iglesia de Santa Sofía.

66 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

III.LA DIVISIÓN DEL IMPERIO (Cap. X)

IV.LA SUPRESIÓN DEL PAGANISMO (Cap. X).

1. Constantino Tolerante.

2. Sus Sucesores Intolerantes,

(a) Confiscación de las Donaciones a los Templos

(b) La Represión Del Infanticidio.

(c) Muchos Templos Destruidos.

(d) Los Escritos Anti-cristianos Destruidos.

(e) La Adoración de ídolos Prohibida. V. LAS CONTROVERSIAS Y LOS CONCILIOS (Cap. X)

1. Arrianismo—La Doctrina de la Trinidad.

2. La Herejía Apolinaria—La Naturaleza de Cristo.

3. El Pelagianismo—El Pecado y la Salvación.

VI. EL DESARROLLO DEL MONACATO (Cap. X)

1. Su Origen.

2. Su Fundador.

3. Los Santos de los Pilares.

4. El monacato en Europa.

VII. EL PODER EN LA IGLESIA ROMANA (Cap. XI)

Causas:

1. La Analogía del Gobierno Imperial.

2. La Afirmación de la Sanción Apostólica.

3. El Carácter de la Iglesia Romana,

(a) Los Obispos de Roma.

(b) La Iglesia en Roma.

4. El Traslado de la Capital.

BOSQUEJO DE LOS CAP. IX, X, XI 67

VIII. CAÍDA DEL IMPERIO OCCIDENTAL (Cap. XI).

1. Causas de su Ruina.

(a) Las Riquezas del Imperio Codiciadas.

(b) Los Romanos no Acostumbrados a la Guerra,

(c) El Imperio Debilitado por las Guerras Civiles.

(d) El Movimiento de las Tribus Asiáticas.

2. Las Tribus Invasoras.

(a) Los Visigodos, 376 dC.

(b) Los Vándalos, 406 dC

(c) Los Borgoñeses, 414dC

(d) Los Francos, 420 dC.

(e) Los Sajones y Anglos, 440 dC.

(f) Los Hunos, 450 dC.

3. La Caída de Roma, 476 D.C.

4. La Iglesia y los Bárbaros.

IX. LOS DIRIGENTES EN EL PERIODO (CAPITULO XI)

1. Atanasio, 293-373 dC.

2. Ambrosio de Milán, 340-397 dC.

3. Juan Crisóstomo, 345-407 dC.

4. Jerónimo, 340-420 dC.

5. Agustín, 354-430 dC.

68 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

CAPITULO IX.

TERCER PERIODO GENERAL.

LA IGLESIA IMPERIAL. PRIMERA PARTE

Desde el Edicto de Constantino, 313 dC.

Hasta la Caída de Roma, 476 dC.

La Victoria del Cristianismo.

En el período en el cual entramos ahora, el hecho mal notable

y también el más poderoso, tanto para bien con para mal, fue la

victoria del cristianismo. En el 305 dC, cuando Diocleciano abdi-

có el trono imperial, la religión cristiana era estrictamente pro-

hibida, su profesión era castigada con tortura y muerte, y en con-

tra de la misma era ejercido todo el poder del estado. Menos de

20 años después (324), el cristianismo fue reconocido como la

religión oficial del Imperio Romano y un emperador cristiano

ejercía autoridad suprema con una corte de cristianos profesan-

tes a su derredor. Los cristianos pasaron entonces, en un instan-

te, del anfiteatro romano, donde tenían que enfrentarse con los

leones, a ocupar un sitio de honor en el trono que regía al mundo.

Luego de abdicar Diocleciano, cuatro aspirantes a la corona

imperial guerreaban. Dos rivales poderosos: Maxencio y Cons-

tantino, y sus ejércitos se enfrentaron en el Puente Milvian sobre

el Tíber, a 10 millas de Roma (312 dC).

Maxencio representaba al elemento pagano perseguidor; y

Constantino, el amigable con los cristianos, aunque en ese tiem-

po no profesaba ser creyente. El afirmaba haber visto en el cielo

una cruz luminosa con el lema: “Hoc Signo Vinces”= “Por Esta

Señal Conquistarás”. Más tarde la adoptó como la insignia de su

ejército. La victoria fue de Constantino, y Maxencio se ahogó en

el río. En el 313 dC, Constantino promulgó su famoso Edicto de

Tolerancia, que oficialmente puso fin a las persecuciones.

No fue sino hasta el 323 dC, cuando Constantino llegó a ser

LA IGLESIA IMPERIAL 1ª Parte 69

supremo emperador, que el cristianismo fue entronizado. El

carácter personal de Constantino no era perfecto. Aunque por lo

general era justo, ocasionalmente era cruel y tirano. Se ha dicho

que “la realidad de su cristianismo era mejor que su calidad”. El

retardó su bautismo hasta poco antes de su muerte con la idea

prevalente en su tiempo, de que el bautismo lavaba todos los

pecados cometidos previamente. Si él no era un gran cristiano,

ciertamente era un político sabio, pues tuvo la percepción de

unirse con el movimiento que tenía el futuro de su imperio.

De este repentino cambio de relaciones entre el Imperio y la

iglesia, hubieron resultados mundiales y de vasto alcance; unos

buenos, otros malos, tanto para la iglesia como para el estado.

Podemos ver muy prestamente en qué sentidos la nueva actitud

del gobierno trajo beneficios a la causa del cristianismo.

La persecución a los cristianos cesó de una vez y para siempre.

Por más de 200 años, en ningún momento el cristiano había esta-

do libre de acusación y muerte, y en muchos períodos, como

hemos visto, todos habían estado en peligro inminente. Pero

desde la publicación del Edicto de Constantino en el 313 dC,

hasta que terminó el Imperio Romano, la espada de la persecu-

sión no solamente fue envainada, sino que fue multada.

Los edificios de las iglesias fueron restaurados y nuevamente

abiertos por doquier. En el período apostólico habían celebrado

las reuniones en casas particulares y en salones alquilados.

Después, durante el tiempo de la cesación de las persecuciones

empezaron a levantarse edificios para las iglesias. En la última

persecución, la del tiempo de Diocleciano, muchos de estos edi-

ficios; fueron destruidos y otros fueron confiscados por las auto-

ridades. Todos los que quedaban para esta fecha fueron restau-

rados, y las ciudades pagaron a las sociedades por aquéllos que

habían sido derribados. Desde este tiempo era adelante los cris-

tianos tuvieron libertad para construir templos; y empezaron a

levantarse edificios por doquier. En su diseño seguían la forma

70 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

y tomaban el nombre; de la basílica romana o salón de la corte:

un rectángulo dividido en pasillos por hileras de pilares, tenien-

do en un extremo una plataforma semicircular con asientos para

los clérigos. Constantino dio ejemplo de construir templos gran-

des en Jerusalén, Belén y en su nueva capital, Constantinopla.

Después de dos generaciones fue cuando empezaron a aparecer

imágenes en las iglesias; los cristianos primitivos tenían horror

a todo aquello que pudiese conducir a la idolatría.

Aunque aún la adoración pagana era tolerada, los sacrificios

oficiales cesaron. El hecho de que un cambio tan radical de las

costumbres generales, que estaban entretejidas con toda celebra-

ción social y cívica, pudiese haberse efectuado tan rápidamente,

demuestra que las observancias paganas habían sido por mucho

tiempo una mera formalidad, y ya no expresaban la creencia de

gente inteligente.

En muchos lugares los templos se consagraron como iglesias.

Esto sucedía en las ciudades; mientras que en los lugares rurales

remotos las creencias y la adoración pagana perduraron por ge-

neraciones. La voz “pagano” originalmente significaba “morador

del campo”; pero llegó a significar, y aún significa, un idólatra,

uno que no conoce la verdadera adoración.

Por todo el imperio, los templos de los dioses habían sido sos-

tenidos principalmente por el tesoro público. Estas donaciones

fueron ahora concedidas a las iglesias y al clero. Gradualmente

al principio, pero muy pronto en una forma general y más libe-

ral, los fondos públicos fueron enriqueciendo a la iglesia, a los

obispos, ministros y otros funcionarios del culto cristiano reci-

bían su sostén del estado; una donación bien recibida por la

iglesia, pero eventualmente de dudoso beneficio.

Al clero fueron concedidos muchos privilegios, no todos por

ley imperial, sino por costumbre que pronto llegó a ser ley. Los

deberes públicos que eran obligatorios para todos los ciudadanos

ya no se requerían del clero, pues fueron exentos del pago de

LA IGLESIA IMPERIAL 1ª Parte 71

contribuciones; todas las acusaciones en contra de los clérigos

eran juzgadas en cortes eclesiásticas. Los ministros de la iglesia

pronto llegaron a formar una clase privilegiada, sobre la ley del

país. Esto, también, aunque fue un beneficio inmediato, se desa-

rrolló en un mal, tanto para el estado como para la iglesia.

El primer día de la semana fue proclamado en día de descanso

y de adoración, y su observancia pronto llegó a ser general por

todo el imperio. En el 321 dC., Constantino prohibió a las cortes

abrirse el día domingo, excepto con el propósito de libertar a los

esclavos; y en ese día los soldados eran mandados a omitir sus

ejercicios militares diarios. Pero los juegos públicos siguieron

el domingo, con la tendencia de hacer de ese día un día de fiesta

en vez de un día santo.

Del reconocimiento del cristianismo como la religión predilec-

ta surgieron algunos buenos resultados tanto para el pueblo como

para la iglesia. El espíritu de la nueva religión fue inculcado en

muchas de las ordenanzas decretadas por Constantino y sus su-

cesores inmediatos. La crucifixión fue abolida. Esta había sido la

forma común de ejecución para los criminales, excepto para los

ciudadanos romanos, quienes eran los únicos que tenían derecho

de ser decapitados cuando eran condenados a muerte. Pero la

cruz, un emblema sagrado para los cristianos, pronto fue adop-

tada por Constantino como la insignia de su ejército y fue pro-

hibida como método de dar muerte.

El infanticidio fue abolido. Antes, en la historia de Roma y sus

provincias, algún niño que no fuese recibido por su padre era asfi-

xiado o “abandonado” a fin de que muriere. Muchas personas

hacían negocio al recoger niños abandonados, criarlos y vender-

los como esclavos. La influencia del cristianismo impartió un ca-

rácter sagrado a la vida humana aun en la de los niños pequeños; e

hizo que el mal del infanticidio desapareciese del Imperio. A

través de toda la historia de la República Romana y del Imperio,

hasta que el cristianismo llegó a dominar, más de la mitad de la

72 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

población era esclava sin la más mínima protección de la ley.

Un hombre podía matar a sus esclavos, si así lo deseaba. Durante

el dominio de uno de los primeros emperadores, un ciudadano

romano rico fue asesinado por uno de sus esclavos, y por ley,

todos los 300 esclavos de su casa fueron muertos, sin tomar en

cuenta su sexo, edad, su culpa o inocencia. Pero con la influen-

cia del cristianismo, el trato a los esclavos llegó de inmediato a

ser más humano; se les otorgaron derechos legales que nunca

habían poseído. Podían acusar a sus amos de trato cruel; y la

emancipación fue sancionada y fomentada. Así, la condición de

los esclavos se mejoró y la esclavitud fue gradualmente abolida.

Las luchas de gladiadores fueron prohibidas. Esta ley fue puesta

en vigor en la nueva capital de Constantino, donde el Hipódromo

nunca fue contaminado por hombres que se matasen los unos a

los otros para placer de los espectadores; pero los combates si-

guieron en el anfiteatro romano hasta el 404 dC., cuando el mon-

je Telémaco saltó a la arena y procuró apartar a los gladiadores.

El monje fue asesinado, pero desde entonces cesó la matanza de

los hombres para placer de los espectadores.

Pero aunque el triunfo del cristianismo resultó en mucho que

era bueno, inevitablemente la alianza del estado y de la iglesia

también trajo en su curso muchos males. El cese de la persecu-

ción fue una bendición, pero el establecimiento del cristianismo

como la religión del estado llegó a ser una maldición.

Todos buscaban ser miembros de la iglesia, y casi todos eran

recibidos. Tanto los buenos y los malos, los que sinceramente

buscaban a Dios y los hipócritas que buscaban ganancia perso-

nal, todos se apresuraban a ingresar en la comunión. Hombres

mundanos, ambiciosos, sin escrúpulos, buscaban puestos en la

iglesia para obtener influencia social y política. El tono moral del

cristianismo en el poder era mucho más bajo que el que había dis-

tinguido a la misma gente bajo el tiempo de la persecución.

Los servicios de adoración aumentaron en esplendor, pero eran

LA IGLESIA IMPERIAL 1ª Parte 73

menos espirituales y menos sinceros que los de tiempos anterio-

res. Las formas y ceremonias del paganismo gradualmente se

fueron infiltrando en la adoración. Algunas de las antiguas fies-

tas paganas llegaron a ser fiestas de la iglesia con cambio de

nombre y de adoración. Como en el 405 dC, las imágenes de

santos y mártires empezaron a aparecer en los templos, al prin-

principio como recuerdos, luego sucesivamente fueron reveren-

ciadas, adoradas y se les rindió culto. La adoración de la virgen

María sustituyó a la adoración de Venus y Diana; la cena del

Señor llegó a ser un sacrificio en lugar de un acto recordatorio;

y el “anciano” evolucionó de predicador a sacerdote.

Como resultado del poder ejercido por la Iglesia no vemos al

cristianismo transformando al mundo a su propio ideal, sino al

mundo dominando a la Iglesia. La humildad y la santidad de la

época primitiva fue sucedida por la ambición, el orgullo, la arro-

gancia entre los miembros de la Iglesia. Había aún muchos cris-

tianos de espíritu puro, como Mónica, la madre de Agustín y mi-

nistros fieles, tales como Jerónimo y Juan Crisóstomo; pero la ola

de mundanalidad avanzó indómita sobre muchos de los que

profesaban ser discípulos de su humilde Señor.

Si se le hubiese permitido al cristianismo desarrollarse normal-

mente sin tener el poder del Estado, y si el Estado hubiese conti-

nuado libre del dictado de la Iglesia, tanto el Estado como la Igle-

sia hubieran sido mejores estando separados. Pero la Iglesia y el

Istado llegaron a fusionarse cuando el cristianismo fue adoptado

como la religión del Imperio, y de esta unión innatural surgieron

dos males, uno en las provincias orientales y el otro en las occi-

dentales. En el Oriente el Estado dominaba de tal modo a la Igle-

sia que ésta perdió toda su energía y su vida. En el Occidente, co-

mo veremos, la Iglesia gradualmente usurpó el poder al Estado y

el resultado no fue un cristianismo sino una jerarquía más o menos

corrupta que dominaba a las naciones de Europa, naciendo de la

iglesia mayormente una maquinaria política.

74 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Preguntas de Repaso del Capítulo 9

1. ¿Cuál es el título del tercer período general?

2. ¿Con que eventos y en qué fechas comenzó y terminó?

3. ¿Cuál fue el evento más prominente de este período?

4. ¿Qué contraste se da entre dos fechas no muy separadas en la historia de la

iglesia y del imperio?

5. ¿Por cuál emperador fue reconocido el cristianismo?

6. ¿Con quién contendió para el poder imperial?

7. ¿Cuál fue su visión según se informa?

8. ¿Qué edicto publicó y cuándo?

9. ¿Qué resultó por haber llegado a ser único emperador?

10. ¿Cuál era su carácter personal?

11. Menciónense siete buenos resultados que se efectuaron después del

reconocimiento del cristianismo en el imperio.

12. Diga qué estaba implicado en cada uno de estos siete resultados.

13. Menciónense algunos buenos resultados para el estado por causa de la

victoria del cristianismo.

14. ¿Qué forma de ejecución cesó y por qué?

15. ¿Cuál fue el efecto del cristianismo para la vida de los niños de corta edad?

16. ¿Cómo fue afectado el trato de los esclavos?

17. ¿Qué decisión se tomé con respecto a las luchas de los gladiadores?

18. ¿Qué malos resultados trajo también la victoria del cristianismo?

19. ¿Cuál fue el mal efecto sobre la iglesia?

20. ¿Qué costumbres paganas surgieron en las iglesias?

21. ¿En qué sentido fue influenciado el tono espiritual de la iglesia?

22. ¿Qué daño resultó de la unión de la iglesia con el Estado?

LA IGLESIA IMPERIAL 2ª Parte 75

CAPITULO X.

LA IGLESIA IMPERIAL.

SEGUNDA PARTE.

La Fundación de Constantinopla. La División del Imperio.

La Supresión del Paganismo. Las Controversias y Concilios.

El Surgimiento del Monacato.

Luego de que el cristianismo fue reconocido como la religión

del Imperio Romano, una nueva capital fue escogida, construida

y establecida como la sede de autoridad —un evento que trajo

resultados importantes tanto en la iglesia como al Estado.

Constantino comprendió que Roma estaba íntimamente aso-

ciada con la adoración pagana, llena de templos y estatuas, in-

clinada fuertemente a la adoración antigua, una ciudad domina-

dominada por tradiciones paganas. Además, su posición geográ-

geográfica en medio de una gran llanura la exponía al ataque de

los enemigos. En las épocas primitivas de la república la ciudad

había sido más de una vez cercada por enemigos extranjeros; y

más tarde en su historia, los ejércitos de las provincias por varias

veces habían destronado y entronado emperadores. En el siste-

sisma de gobierno organizado por Diocleciano y continuado por

Constantino, no había lugar ni siquiera para una sombra de autori-

dad de parte del senado romano. Los emperadores poseían ahora

un poder ilimitado; y Constantino deseaba una capital sin las tra-

bas de las tradiciones y bajo los auspicios de la nueva religión.

Constantino demostró gran sabiduría en elegir a su nueva ca-

pital. Escogió la ciudad griega de Bizancio, que existió por mil

años, situada en el punto de contacto entre Europa y Asia; don-

de los continentes están separados por dos estrechos, al norte el

Bósforo y al sur el Helesponto (hoy Dardanelos), que juntos com-

prenden 60 millas de longitud, por lo general, menos de 1 milla

de anchura, y en ninguna parte más de 4 millas de ancho.

76 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

La situación de la ciudad está tan fortificada por la naturaleza,

que en toda su historia de más de 25 siglos, rara vez ha sido to-

mada por enemigos, mientras que su rival, Roma, ha sido ven-

cida y saqueada muchas veces. Aquí, Constantino fijó su capital

y planeó la gran ciudad conocida universalmente por muchos

años como Constantinopla, “la ciudad de Constantino”, pero

ahora llamada oficialmente Estambul.

En la nueva capital, el emperador y el patriarca (título que reci-

bió el obispo de Constantinopla) vivían en armonía. La iglesia era

honrada o reverenciada, pero era eclipsada por la autoridad del

trono. En parte por la presencia y poder del emperador, y tam-

bién por la naturaleza sumisa y dócil de su gente, la iglesia en el

Imperio Oriental vino a ser sobre todo sierva del Estado, aunque

patriarcas como Juan Crisóstomo afirmaron su independencia.

En la nueva capital no había templos para los ídolos, pero se

levantaron muchos pronto. De éstos el mayor fue llamado Santa

Sofía, “Sagrada Sabiduría”. Edificado por Constantino; después

de su incendio, reconstruido por el emperador Justiniano (537)

de un modo magnífico, sobrepujando a cualquier otro templo de

su época. Permaneció siendo la principal catedral del cristianis-

mo por largos 11 siglos, hasta el 1453 dC, cuando la ciudad fue

tomada por los turcos. Luego en un día fue convertida en una

mezquita, y así ha permanecido hasta la actualidad.

Luego de la fundación de la nueva capital, vino la división del

imperio. Las fronteras eran tan extensas y el peligro de invasión

de los bárbaros era tan inminente, que un solo emperador ya no

podía proteger sus vastos dominios. Diocleciano había empeza-

do la división de autoridad en el 305; Constantino también nom-

bró emperadores asociados; y en el 375, Teodosio completó la

separación. Desde Teodosio, el mundo romano fue dividido en

Oriental y Occidental, separados por el Mar Adriático. El Impe-

rio Oriental era denominado griego, y el Occidental, latino, por

causa del idioma que prevalecía en cada uno de ellos. La división

LA IGLESIA IMPERIAL 2ª Parte 77

del Imperio fue un presagio de la futura división de la iglesia.

Uno de los hechos más notables de la historia es la rápida trans-

formación de un vasto imperio, de la religión pagana a la cristiana.

Exteriormente, al principio del siglo IV, los antiguos dioses es-

taban atrincherados en la reverencia del mundo romano; pero

antes de que inicie el siglo V, los templos habían sido abando-

nados a la ruina o habían sido transformados en templos cristia-

nos, los sacrificios y las libaciones habían cesado, y de profe-

sión, el Imperio Romano era cristiano. Veamos ahora cómo el

paganismo cayó de su elevado sitial.

Constantino era tolerante, tanto por temperamento y por moti-

vos políticos, aunque era enfático en su reconocimiento de la reli-

gión cristiana. No sancionaba ningún sacrificio a las imágenes

que antes se adoraban, y puso fin a las ofrendas a la estatua del

emperador. Más favorecía la tolerancia de toda forma de religión

y buscaba la conversión gradual de sus súbditos al cristianismo

por medio de la evangelización, y no por compulsión. El retuvo

algunos de los títulos paganos del emperador, como el de “sumo

pontífice” = pontifex maximus, título retenido desde entonces

por todos los papas. También continuó el sostén de las vírgenes

vestales en Roma.

Pero los sucesores de Constantino en el trono eran intolerantes.

La conversión de los paganos iba avanzando bastante rápidamen-

te, aún con demasiada rapidez para el bienestar de la iglesia. Sin

embargo, los primeros emperadores cristianos que sucedieron a

Constantino procuraron acelerar el movimiento por medio de una

serie de leyes opresivas. .Todas las donaciones que recibían los

templos o los sacerdotes paganos ya fueran donadas por el Estado

o por los adoradores mismos, fueron confiscadas, y en casi todo

lugar transferidas a los templos.

Los sacrificios y ritos de adoración pagana fueron prohibidos y

su observancia constituía una ofensa punible. No mucho después

del reinado de Constantino, su hijo ordenó a todos los adoradores

78 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

de ídolos la pena de muerte y la confiscación de todas sus pro-

piedades. El paganismo, una generación antes de su supresión

final tuvo unos cuantos mártires; pero muy pocos en contraste

con el número de mártires cristianos por espacio de 200 años.

Muchos de los templos habían sido consagrados como templos

de la nueva fe; y luego de algunos años se ordenó que aquéllos

que aún estaban en pie, fueran derribados, a no ser que se nece-

sitaran para la adoración cristiana. Se decretó una ley que nadie

escribiría o hablaría en contra de la religión cristiana, y todos los

libros de sus opositores deberían ser quemados. Un resultado de

este edicto ha sido que prácticamente todo nuestro conocimiento

de las sectas herejes o anti-cristianas lo obtenemos de libros escri-

tos en contra de las mismas.

La ejecución de estas leyes represivas variaba grandemente en

las diversas partes del imperio; pero su efecto fue que el paganis-

mo quedó exterminado en el curso de tres o cuatro generaciones.

Cuando el largo conflicto del cristianismo con el paganismo

estaba acabando en victoria, surgió una nueva lucha, una guerra

civil en el campo del pensamiento, una serie de controversias den-

tro de la iglesia sobre sus doctrinas. Mientras que la iglesia lu-

chaba por su propia existencia en contra de la persecución, per-

maneció unida, aunque se escuchaban rumores de disensión doc-

trinal. Pero cuando la iglesia no solamente se vio libre de peligros,

sino que también dominaba, se levantaron acalorados debates

acerca de sus doctrinas que sacudían sus mismos cimientos.

Durante este tiempo se llevaron a cabo 3 grandes controver-

sias, además de muchas otras de menor importancia, y para de-

cidir esas cuestiones se convocaban concilios de toda la iglesia.

En estos concilios solo los obispos eran miembros votantes.

Todos los clérigos y laicos se debían someter a sus decisiones.

La primera controversia surgió sobre la doctrina de la Trinidad

especialmente la relación del Padre y del Hijo. Arrio, presbítero

de Alejandría, como en el 318, expuso la doctrina de que Cristo,

LA IGLESIA IMPERIAL 2ª Parte 79

aunque superior a la naturaleza humana, era inferior a Dios, y

que no era eterno en existencia, sino que tuvo un principio. El

opositor principal de esta idea, fue Atanasio, también de Ale-

jandría. El afirmaba la unidad del Hijo con el Padre, la deidad

de Cristo y su existencia eterna. La controversia se extendió por

toda la iglesia, y después de que Constantino había procurado en

vano dar fin a la contienda, convocó un Concilio de obispos que

se reunieron en Nicea, Bitinia (325). Atanasio, que solamente era

diácono en aquel tiempo, tenía voz pero no voto. A pesar de eso

logró que la mayoría del concilio condenase las enseñanzas de

Arrio, en el credo Niceno. Pero Arrio era políticamente podero-

so; sus opiniones eran sostenidas por muchos de las clases más

elevadas, y por el hijo y sucesor de Constantino. Cinco veces fue

Atanasio enviado al destierro, y vuelto a llamar el mismo número

de veces. Cuando un amigo le dijo, “Atanasio, tienes a todo el

mundo en contra tuya”, él dijo: “Sea así —Atanasio contra el

mundo” “—Athanasisus contra mundum”. Sus últimos 7 años

los pasó en paz en Alejandría, donde murió en el 373. Sus ideas,

aunque mucho después de su muerte, llegaron finalmente a ser

supremas por toda la iglesia, tanto en Oriente como en Occiden-

te. Fueron establecidas finalmente en el Credo de Atanasio, que

en una época se creyó que había sido escrito por Atanasio, mas

después se descubrió lo contrario.

Luego discutieron sobre la naturaleza de Cristo. El obispo de

Laodicea, Apolinario (360), declaraba que la naturaleza divina

tomó la naturaleza humana de Cristo; que Jesús en la tierra no

era hombre, sino Dios en forma humana. La mayoría de obispos

y teólogos sostenían que la personalidad de Jesucristo era la unión

de Dios y hombre, deidad y humanidad en una naturaleza. La

herejía apolinaría fue condenada en el Concilio de Constantino-

pla (381) y fue seguida con el retiro de Apolinario de la iglesia.

La única controversia extensa de este período surgida en la Igle-

sia occidental, fue sobre cuestiones relacionadas con el pecado y

80 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

la salvación. Empezó con Pelagio, un monje que vino de Gran

Bretaña a Roma como en el 410. Su doctrina era que nosotros no

heredamos nuestras tendencias pecaminosas de Adán, sino que

cada alma hace su propia elección, ya sea de pecado o de justi-

cia; que cada voluntad humana es libre y cada alma es responsa-

ble de sus decisiones. En contra de esta ideal apareció la mayor

inteligencia después de Pablo en la historia del Cristianismo, el

poderoso Agustín, que sostenía que Adán representaba a toda la

raza, que en el pecado de Adán todos los hombres pecaron y todo

el género humano es calificado culpable; que el hombre no pue-

de aceptar la salvación por su propia elección, sino sólo por la

voluntad de Dios, quien es el que escoge quienes han de ser sal-

vos. La idea de Pelagio es condenada en el Concilio de Cartago

(418), y la teología de Agustín vino a ser la regla de ortodoxia en

la iglesia. No fue sino hasta en los tiempos modernos con Arminio

en Holanda (1600) y Juan Wesley en el siglo XVIII, que hubo un

alejamiento serio del sistema agustiniano de doctrina.

Mientras estas grandes controversias rugían, empezó otro gran

movimiento, que en la Edad Media alcanzó proporciones inmen-

sas. Este fue el nacimiento del espíritu monástico. En la Iglesia

primitiva no había monjes ni monjas. Los cristianos vivían en

familias, y aún cuando se cuidaban de no asociarse con los idóla-

tras, eran miembros de la sociedad en general. Pero en el período

que ahora tenemos en consideración, notamos los principios y

progreso primitivo de un movimiento hacia la vida monástica.

Después de que el cristianismo llegó a dominar en el imperio,

la mundanalidad entró en la iglesia y llegó a prevalecer. Muchos

que anhelaban una vida más elevada estaban descontentos con

la vida que les rodeaba y se retiraban del mundo. Ya fuese solos o

en grupos, habitaban en retiro, procurando cultivar la vida espi-

ritual por medio de la meditación, la oración y los hábitos ascé-

ticos. Este espíritu monástico inició en Egipto, donde fue fomen-

tado por el clima cálido y las escasas necesidades de la vida.

LA IGLESIA IMPERIAL 2ª Parte 81

En la primitiva historia cristiana pueden encontrarse casos de

vida solitaria; y podemos considerar a Antonio como su funda-

dor, como en el 320, pues fue su vida la que llamó la atención

general e hizo a miles seguir su ejemplo. Vivió sólo por espacio

de muchos años en una cueva en Egipto; era conocido de todos

y se le reverenciaba por la pureza y sencillez de su carácter.

Multitudes siguieron su ejemplo y las cuevas del norte de

Egipto estaban llenas de sus discípulos. Se les llamaba a éstos

“anacoretas”, que viene de una palabra que significa “retiro”.

Los que formaban comunidades eran llamados “cenobitas”.

Desde Egipto este espíritu se esparció por la iglesia oriental,

donde la vida monástica fue adoptada por multitudes de hom-

bres y mujeres. Una forma peculiar de ascetismo fue adoptada

por los santos de los pilares, de los cuales el primero fue un

monje sirio, Simón, apodado “del Pilar”. El salió del monasterio

(423), y construyó varios pilares en sucesión, los erigía cada vez

más altos, hasta que el último medía 60 pies de altura y 4 pies de

anchura. En estos pilares vivió por espacio de 37 años.

Miles siguieron su ejemplo, y Siria tuvo muchos santos de los

pilares o columnas entre los siglos V y XII. Pero esta forma de

vida nunca obtuvo seguidores en Europa.

El movimiento monástico en Europa se esparció más despacio

que en Asia y África. La vida solitaria e individual del asceta

pronto dio como resultado en Europa el establecimiento de mo-

nasterios, donde el trabajo estaba unido a la oración. La Ley de

Benedicto, por la que fueron generalmente organizados y dirigi-

dos los monasterios del Occidente, fue promulgada en el 529. El

espíritu monástico se desarrolló en la Edad Media y lo volvere-

mos a ver otra vez en la historia.

82 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Pregunta de Repaso Capítulo 10

1. Nómbrense los cinco temas en este capítulo..

2. ¿Por qué se necesitaba una nueva capital para el imperio?

3. ¿Dónde fue fundada la capital?

4. ¿Por qué fue sabia esa selección del sitio?

5. ¿Cuáles eran las relaciones entre el emperador y la cabeza de la iglesia en la

capital?

6. Dé un relato de un edificio célebre en esa capital.

7. ¿Por qué se dividió el imperio?

8. ¿Quién empezó la división?

9. ¿Quién la completó?

10. ¿Dónde se fijó la frontera entre las dos secciones del imperio?

11. ¿Qué idiomas se hablaban en las dos secciones?

12. ¿Cómo trataron al paganismo los sucesores de Constantino?

13. ¿Cuál era la actitud de Constantino hacia las religiones paganas?

14. ¿Qué edictos se publicaron después de su tiempo en contra de las

religiones antiguas?

15. ¿Cuál fue el efecto de esas leyes?

LA IGLESIA IMPERIAL 3ª Parte 83

CAPITULO XI

LA IGLESIA IMPERIAL.

TERCERA PARTE.

El Desarrollo de Poder en la Iglesia Romana.

La Caída del Imperio Romano Occidental.

Los Dirigentes del Período.

Hemos visto a la ciudad de Roma desplazada por Constantino-

pla como la capital del mundo. Veremos ahora a Roma afirmando

su derecho de ser la capital de la Iglesia. A través de todo este

período la Iglesia en Roma estaba ganando prestigio y poder, y

el obispo de Roma, ahora llamado “papa”, reclamaba el trono de

autoridad sobre todo el mundo cristiano, y ser reconocido como

cabeza de la Iglesia en toda Europa al oeste del Mar Adriático.

Este desarrollo aún no había alcanzado la presuntuosa demanda

de poder, tanto sobre el estado como sobre la iglesia, lo cual fue

manifestado en la Edad Media, pero se estaba inclinando fuerte-

mente hacia esa dirección. Veamos algunas de las causas que

promovieron este movimiento.

La semejanza de la iglesia con el imperio como una organiza-

ción fortalecía la tendencia hacia el nombramiento de un jefe.

En un estado gobernado, no por autoridades elegidas, sino por

una autocracia, donde un emperador gobernaba con poder abso-

luto, era natural que la iglesia fuese gobernada del mismo modo

por un jefe. En todas partes los obispos gobernaban las iglesias,

pero la pregunta surgía constantemente: ¿quién gobernaría a los

obispos? ¿Qué obispo debía ejercer en la iglesia la autoridad que

el emperador ejercía en el imperio? Los obispos que presidían

en ciertas ciudades pronto llegaron a ser llamados “metropolita-

nos”, y después “patriarcas”. Había patriarcas en Jerusalén,

Antioquía, Alejandría, Constantinopla y Roma.

84 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

El obispo de Roma tomó el título de "papá, padre", después

fue modificado a papa. Entre estos cinco patriarcas había fre-

cuentes disputas por la prioridad y supremacía; pero la cuestión

finalmente se limitó a escoger entre el patriarca de Constantino-

pla y el papa de Roma, como cabeza de la iglesia.

Roma reclamaba para sí autoridad apostólica. Roma era la única

iglesia que decía poder mencionar a dos apóstoles como sus fun-

dadores y éstos, los mayores de todos los apóstoles, Pedro y Pablo.

Surgió la tradición de que Pedro fue el primer obispo de Roma.

Como obispo, Pedro debió haber sido papa. Se suponía que en el

siglo I el título “obispo” significaba lo mismo que en el siglo IV,

un gobernante sobre el clero y la iglesia; y que Pedro, como el

principal de los apóstoles, debe haber poseído autoridad sobre

toda la iglesia. Se citaban dos textos en el evangelio como prue-

ba de esta afirmación. Uno de éstos puede verse ahora escrito en

letras gigantescas en latín alrededor de la cúpula de la Iglesia de

San Pedro en Roma: “Tú eres Pedro; y sobre esta piedra edificaré

mi iglesia”. El otro es: “Apacienta mis ovejas”. Se argüía que

Pedro fue la primera cabeza de la iglesia, entonces, sus suceso-

res, los papas de Roma, deberían continuar su autoridad.

El carácter de la Iglesia Romana y sus primitivos dirigentes sos-

tenían fuertemente estas afirmaciones. Los obispos de Roma eran

por lo general hombres más fuertes, sabios, y que se hacían sentir

por toda la iglesia. Mucha de la antigua calidad imperial que había

hecho a Roma la señora del mundo moraba aún en la naturaleza

romana. En esto había un notable contraste entre Roma y Cons-

tantinopla. Originalmente Roma había hecho a los emperadores;

mientras que los emperadores habían hecho a Constantinopla, y

la habían poblado de súbditos sumisos. La iglesia de Roma siem-

spre había sido conservadora en doctrina, poco influenciada por

sectas y herejías, permaneciendo en aquel entonces como una

columna de la enseñanza ortodoxa. Este rasgo incrementaba su

influencia por toda la iglesia en general.

LA IGLESIA IMPERIAL 3ª Parte 85

Además, la iglesia de Roma desplegaba un cristianismo prác-

tico. Ninguna iglesia le sobrepujaba en su cuidado por los pobres,

no sólo entre sus propios miembros, sino aún entre los paganos

en tiempos de hambre y pestilencia. Había dado ayuda liberal a

las iglesias perseguidas en otras provincias. Cuando un funcio-

nario pagano en Roma demandó los tesoros de la iglesia, el obis-

obispo congregó a sus miembros pobres, y dijo: “Estos son nues-

tros tesoros”.

El traslado de la capital de Roma a Constantinopla, lejos de

aminorar la influencia del obispo o papa romano, la aumentó

considerablemente. Hemos visto que en Constantinopla el em-

perador y su corte dominaban a la iglesia; el patriarca era por lo

general subalterno del palacio imperial. Pero en Roma no había

emperador que sobrepujara e hiciese sombra al papa; él era el

potentado mayor en toda esa región. Europa siempre había mira-

do a Roma con para pretensiones aún mayores de parte de Roma

y del papa, para los siglos venideros.

A través de este período de la Iglesia Imperial, sin embargo, otro

movimiento estaba en progreso, la más enorme catástrofe de toda

la historia: la caída del Imperio Romano Occidental. En el reina-

do de Constantino aparentemente el reino parecía estar tan bien

protegido e inexpugnable como lo había estado en el reinado de

Marco Aurelio o de Augusto. Sin embargo, estaba debilitado por

la decadencia moral y política, y listo para ser derrocado por inva-

sores fronterizos que estaban ansiosos de caer sobre el mismo.

Pasados 25 años de la muerte de Constantino en el 337 dC, las

barreras en la frontera del Imperio Occidental fueron derribadas y

las hordas de bárbaros (nombre aplicado por los romanos a todos

los demás pueblos excepto a sí mismos, a griegos y judíos) em-

pezaron a entrar por todas partes en las indefensas provincias, po-

sesionándose del territorio y estableciendo reinos independien-

tes. En menos de 140 años, el Imperio Romano Occidental, que

había existido por espacio de mil años, y cuyos súbditos estaban

86 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

contentos bajo su gobierno, fue borrado de la existencia. No es

difícil encontrar las causas de este estupendo derrumbe.

Las riquezas del Imperio eran codiciadas por sus vecinos, los

bárbaros. De un lado de la frontera había ciudades opulentas que

vivían reposadamente, vastos campos con cosechas, gentes que

poseían todas las cosas que estaban deseando las tribus pobres,

no civilizadas, errantes, pero agresivas que estaban al otro lado

de la frontera. Por siglos antes de la invasión de los bárbaros, la

ocupación principal de los emperadores romanos había sido la

defensa de las fronteras contra los ataques amenazantes de estos

enemigos. La única razón de tener varios emperadores que reina-

ran a la vez, era la necesidad de un gobernante investido de au-

toridad cerca de estos puntos de peligro, para que pudiese obrar

sin esperar órdenes de una capital distante.

Aun cuando mejor, los romanos estaban a la par con los bárba-

ros, hombre por hombre; y a través de los siglos de paz, los ro-

manos habían perdido la costumbre de combatir. En nuestros

tiempos las naciones civilizadas poseen municiones de guerra

muy superiores a aquéllas de las tribus salvajes; pero en los días

antiguos, ambos lados peleaban con espadas y lanzas, y la única

ventaja de los romanos consistía en la formidable disciplina de

sus legiones. Pero esa disciplina había decaído mucho en los

tiempos de los últimos emperadores; y los bárbaros eran más

fuertes físicamente, más intrépidos y más aptos para la guerra.

Lo que era peor para los decadentes romanos era que ya no

servían en sus propios ejércitos. Las legiones eran adiestradas

precisamente por estos mismos bárbaros, quienes a menudo

habían peleado en defensa de Roma y en contra de su propio

pueblo. La mayor parte de estos ejércitos, sus generales, y aún

muchos de sus emperadores procedían de las razas bárbaras.

Ningún pueblo que habitualmente usa extranjeros para pelear

sus batallas cuando éstas son necesarias, puede mantener por

mucho tiempo sus libertades.

IGLESIA IMPERIAL 3ª Parte 87

El imperio, no muy fuerte en sus recursos humanos, estaba

también debilitado por las guerras civiles, llevadas a cabo por

espacio de generaciones por distintos pretendientes al trono

imperial. Los emperadores ya no eran escogidos por el senado,

sino que cuando alguno era asesinado (como lo fue la mayoría)

cada ejército en las diferentes provincias presentaba su propio

candidato, y la decisión no era por los votos, sino por las armas.

En 90 años ochenta jefes fueron proclamados como emperado-

dores y cada cual reclamaba el trono. En un tiempo los llamados

emperadores eran tantos que se les llamaban “los 30 tiranos”.

Las ciudades eran saqueadas, a los ejércitos se les pagaba de

un modo extravagante, todo el imperio fue empobrecido por la

ambición de los hombres al poder. Como resultado, las guarni-

ciones fueron quitadas de las fronteras y la tierra fue dejada in-

defensa de los invasores bárbaros.

La causa inmediata de muchas invasiones consistía en el mo-

vimiento de las tribus asiáticas. Cuando los bárbaros en el este

de las provincias europeas se lanzaron sobre los romanos, decla-

raron que habían sido echados de sus propios hogares por la lle-

gada de una hueste irresistible de guerreros extraños acompaña-

dos por sus familias, que habían cambiado su morada del inte-

rior de Asia. Este pueblo generalmente era llamado los hunos.

No se sabe el motivo por el cual abandonaron sus hogares en

el Asia central; pero se cree que fue por el cambio de clima y la

escasez de lluvia, que tornó los campos fértiles en desiertos.

Más tarde estos hunos, bajo su fiero rey Atila, establecieron

contacto directo con los romanos, y se constituyeron en el más

terrible enemigo.

Puesto que la nuestra no es una historia del imperio Romano,

sino de la Iglesia Cristiana, el relato de estas sucesivas tribus

invasoras debe ser un breve bosquejo. Las primeras invasiones

fueron de razas que estaban entre el Danubio y el Mar Báltico.

Los visigodos (godos del occidente) dirigidos por su capitán

88 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Alarico se lanzaron sobre Grecia e Italia, capturaron y saquearon

a Roma y establecieron un reino en el sur de Francia.

Los vándalos, bajo Genserico, marcharon a través de Francia

a España, y de allí, al norte de África, conquistando estos países.

Los burgundios cruzaron el Rin y establecieron un reino que

tenía a Estrasburgo como centro.

Los francos, una tribu germana, capturaron el norte de Galia, a

la cual llamaron Francia. Más tarde un rey de los francos, Clovis,

se hizo cristiano y fue seguido por su pueblo. Los francos ayuda-

ron grandemente en la conversión del norte de Europa a la reli-

gión cristiana, mayormente por la fuerza. Los sajones y anglos

de Dinamarca y los países del norte, viendo que Gran Bretaña

había sido abandonada por las legiones romanas, realizaron inva-

siones, generación tras generación, y casi extirparon al cristia-

nismo antiguo, hasta que el reino anglo-sajón mismo fue con-

vertido por medio de misioneros de Roma.

Como en el 450 dC, los terribles hunos, bajo su despiadado rey

Atila, invadieron a Italia y amenazaban destruir no solamente el

Imperio Romano, sino con éste a los reinos establecidos dentro

de sus fronteras. Los godos, vándalos y francos, bajo la dirección

de Roma, se unieron en contra de los hunos; una gran batalla se

llevó a cabo en Chalons al norte de Francia. Los hunos fueron

derrotados en terrible matanza, y con la muerte de Atila poco

después, el poder de éstos tuvo fin.

La batalla de Chalons (451) dio como resultado, que Europa

no habría de ser gobernada por los asiáticos, sino que se desa-

rrollaría de acuerdo a su propia civilización. Por estas sucesivas

invasiones y divisiones, el otrora vasto imperio de Roma quedó

reducido a un pequeño territorio alrededor de la capital. En 476

una tribu comparativamente pequeña de germanos, los hérulos,

bajo su rey Odoacro, tomó posesión de la ciudad y destronó al

niño emperador, llamado Rómulo Augusto y apodado Augusto

el Pequeño. Odoacro asumió el título de ¡rey de Italia!, y desde

LA IGLESIA IMPERIAL 3ª Parte 89

ese año, el Imperio Romano Occidental desapareció. Desde la

fundación de la ciudad y del Estado (que se dice haber sido en

753 aC) hasta la caída del imperio, transcurrieron 1.200 años. El

Imperio Oriental, que tenía a Constantinopla por capital, duró

hasta el 1.453 dC.

Casi todas estas tribus invasoras habían sido paganas en sus res-

pectivos países. Los godos constituyeron una excepción pues ya

habían sido convertidos al cristianismo por Arrio, y tenían la Bi-

blia en su propia lengua, de la cual las porciones aún existentes

forman la primitiva literatura teutónica. Casi todas estas tribus

conquistadoras llegaron a ser cristianas, por medio de los godos,

pero más por medio de la gente entre la cual se establecieron, y

con el tiempo los arríanos llegaron a ser creyentes ortodoxos.

El cristianismo de esa época decadente era aún vital y activo y

conquistó a estas razas conquistadoras. Estas a su vez, por su

sangre vigorosa contribuyeron a hacer una nueva raza europea.

Ya hemos visto que la decadencia y caída del poder imperial de

Roma, solamente aumentó la influencia de la iglesia de Roma y

sus papas a través de toda Europa. De modo es que aunque el

imperio cayó, la iglesia aún conservaba su posición imperial.

Debemos ahora mencionar algunos de los dirigentes en este

período de la Iglesia Imperial.

Atanasio (293-373 dC) fue el gran defensor de la fe en el prin-

cipio del período. Hemos visto cómo se levantó a prominencia en

la controversia de Arrio, y fue el principal controversista, aunque

no tenía voto en el Concilio de Nicea en el 325 dC, poco después,

a los 33 años de edad, fue obispo de Alejandría; cinco veces fue

desterrado, pero siempre luchó por la fe; y finalmente terminó

su vida en paz y honor.

Ambrosio de Milán (340-397 dC), el primero de los padres

latinos, fue electo obispo mientras era laico, ni era bautizado,

sino que estaba recibiendo instrucción para ser miembro. Tanto

los arríanos como los ortodoxos se unieron en su elección.

90 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Llegó a ser una figura prominente en la iglesia; reprendió al em-

perador Teodosio, por un acto cruel y le obligó a hacer confe-

sión; después fue tratado con alta estimación por el emperador y

fue elegido para predicar durante su funeral. Fue autor de muchos

libros, pero su mayor honor consistió en recibir en la iglesia al

poderoso Agustín.

Juan, apodado Crisóstomo, “la boca de oro”, por razón de su

elocuencia sin igual, el mayor predicador del período; nació en

Antioquía en el 345 dC.; llegó a ser obispo o patriarca de Cons-

tantinopla en 398 dC, y predicó a inmensas congregaciones en

la Iglesia de Santa Sofía. Pero su fidelidad, independencia, su

celo reformador y valor, desagradaba a la corte. Fue exilado y

murió en el exilio en el 407 dC, pero después de su muerte fue

vindicado; y su cuerpo fue llevado a Constantinopla y enterrado

con honores. Fue un poderoso predicador, un estadista y un expo-

sitor muy capaz de la Biblia.

Jerónimo (340-420 dC.) fue el más erudito de los padres latinos.

Recibió en Roma una educación en literatura y oratoria, pero

renunció los honores del mundo por una vida religiosa, fuerte-

mente matizada de ascetismo. Estableció un monasterio en Belén

y vivió allí por muchos años. De sus numerosos escritos el que

tuvo una influencia más extensa fue su traducción de la Biblia a

la lengua latina, una obra conocida como la Vulgata, a saber, la

Biblia en lenguaje común, que aún es la Biblia autorizada de la

Iglesia Católico Romana.

El nombre más eminente de todo este período es el de Agustín,

quien nació en el 354 dC, en el norte de África. Siendo aún muy

joven era un brillante erudito, pero mundano, ambicioso y amante

del placer. A los 33 años llegó a ser cristiano por la influencia de

su madre Mónica, la enseñanza de Ambrosio de Milán y el estu-

dio de las epístolas de Pablo. Le hicieron obispo de Hipona, en

el norte de África en el 395 dC, al empezar las invasiones de los

bárbaros. Entre sus muchas obras, “La Ciudad de Dios” fue una

LA IGLESIA IMPERIAL 3ª Parte 91

magnífica defensa para que el cristianismo tomase el lugar del

disolvente imperio; y sus “Confesiones” son una profunda reve-

lación de su propio corazón y vida. Pero su fama e influencia

están en sus escritos sobre la teología cristiana, de la cual

Agustín fue el mayor expositor desde el tiempo de Pablo. Murió

en el 430 dC.

Pregunta de Repaso Capítulo 11

1. Escriba las seis primeras subdivisiones del período de la Iglesia Imperial.

2. ¿Cuál es el séptimo tema?

3. ¿Qué causó y ayudó al poder de la iglesia de Roma y sus obispos?

4. ¿Qué autoridad apostólica fue convocada para sus reclamaciones?

5. ¿Cómo ayudó el carácter de la Iglesia y sus obispos en este progreso de

poder?

6. ¿Cuál fue el efecto del traslado de la capital?

7. ¿Cuál era la condición aparente del imperio bajo Constantino?

8. ¿Cuál era su verdadera condición?

9. Diga cuatro causas de las invasiones de los bárbaros

10. Mencione las siete conquistas de los bárbaros, de donde vino cada una y la

parte del imperio afectada.

11. ¿Cuándo acabó el Imperio Romano Occidental, y por quién fue acabado?

12. ¿Cómo afectaron estas invasiones a la Iglesia y sus relaciones?

13. Nómbrese cinco de las grandes dirigentes de la Iglesia durante este período

14. De un relato de la vida y la influencia de cada dirigente.

92 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

BOSQUEJO DE LOS CAPÍTULOS XII AL XVII.

CUARTO PERIODO GENERAL.

LA IGLESIA MEDIEVAL.

Desde la Caída de Roma, 476 dC.

Hasta la Caída de Constantinopla, 1453 dC.

I. EL PROGRESO DEL PODER PAPAL. (Cap. XII)

1. Período de Crecimiento, 590-1073 dC.

Las Causas.

(a) Poder para la Justicia.

(b) Incertidumbres del Gobierno Secular.

(c) Constancia del Gobierno de la Iglesia.

(d) Los "Fraudes Píos" Medievales.

(1) La Donación Falsificada de Constantino.

(2) Las Decretales Falsas de Isidoro.

(3) Evidencias de Fraude.

2. Período de Culminación, 1073-1216 D.C.

(a) El Gobierno de Hildebrando (Gregorio VII).

(1) El Clero Reformado.

(2) La Iglesia Libertada del Estado.

(3) La Iglesia Suprema.

(b) El Gobierno de Inocencio III, 1198-1216.

(1) Sus Afirmaciones.

(2) Elección del Emperador.

(3) Gobierno en Roma.

(4) Sumisión del Rey Francés.

(5) Sumisión del Rey Inglés.

3. Período de Decadencia.

(a) Bonifacio VIII, 1303 dC.

(b) Cautividad Babilónica, 1305-1378 dC.

(c) El Concilio de Constanza, 1414 dC.

BOSQUEJO DE LOS CAPÍTULOS XII AL XVII 93

II. NACIMIENTO DEL PODER MUSULMÁN. (Cap. XIII)

1. Su Fundador, Mahoma, 570-632 D.C.

2. Su Religión.

3. El Progreso del Islamismo.

4. Sus Elementos de Poder.

(a) La Fe Árabe.

(b) La Sumisión de los Griegos Asiáticos.

(c) El Carácter de la Religión Musulmana.

5. Aspectos Favorables del Mahometanismo.

(a) Sencillez de Doctrina.

(b) Oposición a la Adoración a las Imágenes.

(c) Rechazan la Mediación Sacerdotal y los Santos.

(d) Abstinencia de las Bebidas Embriagantes.

(e) Temprana Promoción de la Literatura y la Ciencia.

6. Aspectos Desfavorables del Mahometanismo.

(a) La Conversión por medio de la Conquista.

(b) La Religión Secularizada.

(c) El Concepto de Dios.

(d) El Concepto de Cristo.

(e) El Concepto del Cielo.

(f) La Degradación de la Mujer.

(g) Impericia en el Gobierno.

III. EL SANTO IMPERIO ROMANO. (Cap. XIV)

1. Su Fundador, Carlomagno, 742-814 dC.

2. El Imperio.

3. Grandes Emperadores.

4. Los Emperadores y los Papas.

5. Decadencia y Caída del Imperio.

IV. SEPARACIÓN DE LAS IGLESIAS LATINA Y GRIEGA

1. Causa Doctrinal.

2. Causas en el Gobierno y las Costumbres.

3. Causa Política.

4. Afirmaciones de Roma.

94 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

V. LAS CRUZADAS 1095-1270 dC. (Cap. XV)

1. Su Origen.

2. Las Ocho Cruzadas.

(a) Primera Cruzada, 1095-1099. Godofredo de Bouillón.

(b) Segunda Cruzada, 1147-1149. Luis VII, Conrado III.

(c) Tercera Cruzada, 1189-1191.Federico, Felipe, Ricardo.

(d) Cuarta Cruzada, 1201-1204. (Constantinopla).

(e) Quinta Cruzada, 1217-1222.

(f) Sexta Cruzada, 1228, 1229. Federico II.

(g) La Séptima Cruzada, 1248-1254. Luis IX.

(h) Octava Cruzada, 1270-1272. Luis IX.

3. Causas del Fracaso.

(a) Discordias de los Jefes.

(b) Ideas Limitadas.

4. Buenos Resultados de las Cruzadas.

(a) Los Peregrinos Protegidos.

(b) La Supresión de las Agresiones Musulmanas.

(c) El Conocimiento y Trato Entre las Naciones.

(d) El Impulso al Comercio.

(e) Efectos de Poder para la Iglesia.

VI.DESARROLLO DEL MONACATO. (Cap. XVI)

1. Las Órdenes Monásticas.

(a) Los Benedictinos, 529. San Benedicto.

(b) Los Cistercienses, 1209. San Roberto y San Bernardo.

(c) Los Franciscanos, 1209. San Francisco.

(d) Los Dominicos, 1215. Santo Domingo.

2. Algunos Beneficios del Monacato.

(a) Centros de Paz.

(b) Hospitalidad.

(c) Refugio a los Necesitados.

(d) Agricultura.

(e) Literatura.

(f) Educación.

(g) Misiones.

BOSQUEJO DE LOS CAPÍTULOS XII AL XVII 95

3. Algunos males del Monacato.

(a) Exaltación del Celibato.

(b) Efectos sobre la Vida Social y Nacional.

(c) Lujo e Inmoralidad.

(d) La Exacción de Contribuciones.

VII. EL ARTE Y LA LITERATURA MEDIEVAL

1. Universidades.

2. Catedrales.

3. El Despertar de la Literatura.

4. El Despertar del Arte.

VIII. PRINCIPIO DE LA REFORMA RELIGIOSA. (Cap. XVII)

1. Albigenses, 1170 DC.

2. Valdenses, 1170.

3. Juan Wycliff, 1324-1384.

4. Juan Huss, 1369-1415.

5. Jerónimo Savonarola, 1452-1498.

IX. CAÍDA DE CONSTANTINOPLA, 1453 DC.

X. ERUDITOS Y DIRIGENTES.

1. Anselmo, 1033-1109.

2. Abelardo, 1079-1142.

3. Bernardo de Clairvaux, 1091-1163.

4. Tomás de Aquino, 1226-1274.

96 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

CAPITULO XII

CUARTO PERIODO GENERAL.

LA IGLESIA MEDIEVAL.

PRIMERA PARTE.

Desde la Caída de Roma, 476 dC.,

Hasta la Caída de Constantinopla, 1453 dC.

El Progreso del Poder Papal.

En este período de casi mil años, nuestro interés se dirigirá a la

Iglesia Occidental o, Latina, cuya sede de autoridad estaba en

Roma, que aún era la ciudad imperial, aunque su poder político

ya no existía. Poca atención se le dará a la iglesia griega, gober-

nada desde Constantinopla excepto cuando sus asuntos se rela-

cionen a la historia del cristianismo europeo. No referimos los

eventos en su orden cronológico, sino que examinamos grandes

movimientos, a menudo paralelos unos con otros.

El hecho más notable en los 10 siglos de la Edad Media es el

desarrollo del poder papal. Ya vimos como el papa de Roma afir-

maba ser “obispo universal” y cabeza de la iglesia; ahora afirma

ser gobernador sobre las naciones, sobre reyes y emperadores.

Este desarrollo tuvo tres períodos: crecimiento, culminación y

decadencia.

El Período de Crecimiento del poder papal empezó con el ponti-

ficado de Gregorio I, “el Grande”, y llegó a su apogeo bajo Gre-

gorio VII, mejor conocido como Hildebrando. Debe notar que

desde tiempos arcaicos cada papa, al asumir su oficio cambiaba

de nombre; y Gregorio VII es el único papa cuyo nombre de fa-

milia se destaca en la historia luego de ascender a la silla papal.

Gregorio I fue el papa de quien se cuenta la conocida historia,

que al ver algunos cautivos en Roma de cabello claro y de ojos

azules, y al preguntar quiénes eran, se le dijo que eran “angli”

(ingleses) a lo cual respondió: “Non angli, sed angelí.” (“No

anglos, sino ángeles”). Luego cuando fue papa, envió misione-

IGLESIA MEDIEVAL 1ª Parte 97

ros a Inglaterra para cristianizar al pueblo. El extendió el reino

de su iglesia animado de un interés activo en la conversión de

las naciones en Europa, que aún permanecían paganas, y trayen-

do a la fe ortodoxa a los arríanos visigodos en España. Gregorio

resistió con éxito las pretensiones del patriarca de Constantino-

pla al título de obispo universal. Hizo a la iglesia virtual gober-

nante en la provincia alrededor de Roma, preparando de este mo-

do el poder temporal o político. También desarrolló ciertas doc-

trinas de la iglesia romana, en especial la adoración de las imáge-

nes, el purgatorio y la transubstanciación, o la creencia de que

en la misa o comunión, el pan y el vino se transforman milagro-

samente en el verdadero cuerpo y sangre de Cristo. Era un fuer-

te defensor de la vida monástica, habiendo sido monje él mismo.

Gregorio I fue uno de los administradores más capaces en la

historia de la iglesia romana, y bien merecía su título “el Grande”.

Bajo una serie de papas por cientos de años, la autoridad del

pontificado romano aumentó y fue reconocida en lo general.

Pueden darse las causas para este creciente poder del papado.

Una razón por qué el gobierno de la sede romana era aceptado

tan ampliamente, residía en el hecho de que en las primeras épo-

cas de este período, la influencia de los papas estaba principal-

mente en su poder para ejercer la justicia. La iglesia estaba colo-

cada entre los príncipes y sus súbditos para reprimir la tiranía e

injusticia, para proteger a los débiles, y para demandar los dere-

chos del pueblo. En los palacios más de un gobernante fue com-

pelido a tomar de nuevo una esposa repudiada injustamente, y a

observar cuando menos la forma exterior de la decencia.

Hubo muchas excepciones, pues se sabe de papas que adula-

ban a príncipes impíos, pero el espíritu general del papado al prin-

cipio de la Edad Media, era en favor del buen gobierno. Las ri-

validades e incertidumbres del gobierno secular, estaban en mar-

cado contraste con la firmeza y uniformidad del gobierno de la

iglesia. Durante todos estos siglos Europa estuvo en condición

98 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

disolvente, pues sus gobernantes se levantaban y caían, un cas-

tillo luchaba contra otro y no existía autoridad plena y duradera.

El antiguo imperio cayó en el siglo V, y Europa estuvo en caos

casi hasta el siglo IX, cuando el imperio de Carlomagno fue es-

tablecido. Casi todos sus sucesores inmediatos fueron hombres

débiles, muchos buscaron la ayuda de Roma y estuvieron dis-

puestos a hacer concesiones de poder para obtenerla. Una vez

que la iglesia obtenía el poder a expensas del Estado, lo retenía

firmemente.

Mientras que el gobierno de los Estados cambiaba, por otro la-

do estaba el imperio constante de la iglesia. Durante todos estos

siglos de condiciones variables e inestables, la iglesia permane-

cía firme, la única institución firme y establecida. Las reclama-

ciones de dominio de Roma eran casi invariablemente sosteni-

das por el clero desde el arzobispo hasta el sacerdote más humil-

de. En la Edad Media hubo un enorme crecimiento del monaca-

to, y los monjes y los abades se plegaban a los sacerdotes y obis-

pos en cada disputa relativa al poder. La iglesia tenía sus fuertes

aliados y nunca fallaban en, la promoción de sus; intereses.

Aunque el hecho nos parezca extraño, en la Edad Media fue

presentado un número de “fraudes píos” para sostener la auto-

ridad de Roma. En una época científica e inteligente los fraudes

hubieran sido investigados, desaprobados y desacreditados. Pero

la erudición de la Edad Media no era dada a la crítica; nadie du-

daba de la verdad de los documentos; circulaban ampliamente,

eran aceptados en todas partes, y por medio de ellos las afirma-

ciones de Roma eran fuertemente afianzadas. Pasaron varios si-

glos antes de que se hiciera la sugerencia de que estos documen-

tos se basaban en la falsedad y no sobre la verdad. Uno de estos

documentos fraudulentos fue la “Donación de Constantino”.

Mucho después de la caída del Imperio Romano en Europa,

fue puesto en circulación un documento con el propósito de

demostrar que Constantino, el primer emperador cristiano, había

IGLESIA MEDIEVAL 1ª Parte 99

dado al obispo de Roma, Silvestre I (314-335), autoridad supre-

ma sobre todas las provincias europeas del Imperio, y proclama-

do al obispo de Roma como gobernante aun sobre los empera-

dores. El documento daba como la razón para trasladar la capital

de Roma a Constantinopla, que el emperador no permitiría a

ningún potentado permanecer en Roma como rival del papa.

De mucha más influencia fue otro fraude o serie de fraudes, las

“Decretales Falsas de Isidoro”, publicadas como en el 830 dC.

Profesaban ser decisiones adoptadas por los obispos primitivos

de Roma desde los apóstoles en escala descendente, presentando

las más elevadas reclamaciones, tales como la supremacía abso-

luta del papa de Roma sobre la iglesia universal; la independen-

cia de la iglesia del estado; la inviolabilidad del clero en todos

sus rangos hasta el punto de que no estaba obligado a darle cuen-

ta al estado, al grado de que ninguna corte secular podía juzgar

en cuestiones pertenecientes al clero o a la iglesia.

En épocas de ignorancia y de falta de crítica estos documen-

tos se aceptaban sin vacilar, y por cientos de años formaron un

baluarte para las reclamaciones romanas. Nadie dudaba de la au-

tenticidad de estos escritos hasta el siglo XII, cuando la iglesia ya

estaba anclada en el poder; y sólo con la alborada de la Reforma

en el siglo XVI fueron examinadas estas reclamaciones y se com-

probó que carecían de fundamento. Algunas de las evidencias

en su contra fueron las siguientes: Su lenguaje no era el latín

primitivo de los siglos I y II, sino el lenguaje corrupto y mixto

de los siglos VIII y IX. Los títulos y las condiciones históricas a

que se referían no eran los del imperio, sino aquellos de la Edad

Media, muy diferentes. Las frecuentes citas de la Escritura eran

de la versión Vulgata que se tradujo por el 400. Se ofrecía una

carta que se decía haber sido escrita por Víctor, obispo de Roma

(220) a Teófilo, obispo de Alejandría, quien vivió en el 400.

El desarrollo del poder papal aunque siempre ascendiente, no

era constante. Hubo fuertes príncipes que lo resistieron, como

100 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

asimismo príncipes débiles que se sometían a él. Algunos de los

papas eran débiles y otros eran malvados, especialmente entre

850-1050; y estos desacreditaban su puesto, aun en el tiempo de

su más elevado grado de supremacía. El período de culminación

fue entre el 1073 y 1216, alrededor de 150 años, en que el papa-

do tuvo un poder casi absoluto, no solamente sobre la iglesia,

sino sobre las naciones de Europa.

Esta elevada posición fue alcanzada en el gobierno de Hilde-

brando; único papa más conocido por su nombre de familia que

por el nombre asumido como papa, Gregorio VII. Hildebrando

gobernó realmente a la iglesia, que era el poder tras el trono du-

rante un período de 20 años, antes de usar la triple corona, y des-

pués durante su papado, hasta su muerte acaecida en el 1085.

Hildebrando reformó al clero que se había corrompido, y que-

brantó, aunque sólo por un tiempo la simonía, o sea la compra

de puestos en la iglesia; levantó las normas de moralidad en todo

el clero; y compelió el celibato del sacerdocio, que se había ins-

tado, pero hasta su día no se había puesto en vigor. Libertó a la

iglesia de la dominación del estado, poniendo fin al nombramien-

to de los papas y los obispos por reyes y emperadores; y requi-

riendo que todas las acusaciones en contra de los sacerdotes y

las relacionadas con la iglesia fuesen juzgadas en cortes eclesiás-

ticas. La costumbre había sido que el obispo recibiese un cayado

y anillo de su soberano y de prometerle fidelidad feudal como su

señor secular. Esto equivalía a que los obispos fuesen nombra-

dos por el gobernante. Hildebrando prohibió la presentación y

la promesa. Hizo que la iglesia fuese suprema sobre el Estado.

El emperador Enrique IV, habiéndose ofendido con el papa

Gregorio, convocó un sínodo de obispos alemanes y los indujo a

votar por la deposición del papa. Gregorio se vengó con una

excomunión, absolviendo a todos los súbditos de Enrique IV de

su lealtad hacia este último. Enrique se vio absolutamente impo-

tente bajo la excomunión papal. En enero /1077, el emperador,

IGLESIA MEDIEVAL 1ª Parte 101

“habiendo puesto a un lado todas las posesiones reales, con los

pies descalzos y vestido de lana, permaneció por tres días de pie

ante la puerta del castillo”5 en Canosa al norte de Italia, donde

estaba el papa, a fin de hacer su sumisión y recibir perdón. Debe

agregarse, sin embargo, que tan pronto como Enrique recuperó

el poder, le hizo guerra al papa y lo sacó de Roma.

Hildebrando murió poco después, dejando este testimonio:

“He amado la justicia y aborrecido la iniquidad, y por lo tanto,

muero en el exilio”. Pero el registro del triunfo del papa fue de

más influencia que el de su derrota más tarde.

Gregorio VII no aspiraba a abolir el gobierno del Estado, sino

subordinarlo al gobierno de la iglesia. Deseaba el poder secular

para gobernar al pueblo, pero bajo la más elevada jurisdicción

del reino espiritual, como él lo consideraba.

Otro papa cuyo reino demostró su alto grado de poder fue Ino-

cencio III (1198-1216). El declaró en su discurso de inaugura-

ción: “El sucesor de San Pedro ocupa una posición intermedia

entre Dios y el hombre. Es inferior a Dios más superior al hom-

bre. Es el juez de todos, mas no es juzgado de nadie”. En una de

sus cartas oficiales escribió que al papa “le había sido encomen-

dada no solamente toda la iglesia, sino todo el mundo”, con “el

derecho de disponer finalmente de la corona imperial y de todas

las demás coronas”. Elegido para ocupar el cargo a sus 37 años,

a lo largo de su reinado sostuvo con éxito estas altas pretensio-

nes. Eligió para desempeñar las funciones de emperador a Otto

Brunswick, quien reconoció en público que tenía la corona “por

la gracia de Dios y la sede apostólica”. Por causa de la insubordi-

nación de Otto más tarde, lo depuso e hizo que otro emperador

fuese elegido. Asumió el gobierno de la ciudad de Roma, decre-

tando leyes para sus funcionarios con él mismo como señor su-

premo. En realidad estableció así, un Estado bajo el gobierno di- 5 Estas son palabras del papa Gregorio VII. De aquí viene la

expresión “ir a Canosa” que significa sumisión al papa o a la Iglesia.

102 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

recto del papado, gobierno que fue el precursor de los “Estados

de la Iglesia”. Obligó al licencioso Felipe Augusto, rey de Francia

a que recibiese de nuevo a su esposa de quien se había divorcia-

do injustamente. Excomulgó al rey Juan sin Tierra (inglés), le

obligó a rendir su corona al legado papal y a recibirla de nuevo

como súbdito del papa. Inocencio III puede ser considerado co-

mo el mayor de los papas en poder autocrático; pero no hubiera

poseído su autoridad si Hildebrando no hubiese alcanzado la

grandeza antes que él.

Mientras que Europa salía del crepúsculo de la Edad Media y la

lealtad nacional se levantó para competir con la eclesiástica, la

decadencia del poder papal empezó con Bonifacio VIII (1303)

El tenía pretensiones tan elevadas como cualquiera de sus pre-

decesores, pero eran ignoradas. Bonifacio prohibió a Eduardo I

de Inglaterra a que decretase impuestos a la propiedad de la Igle-

sia y a las entradas o tesoros sacerdotales, pero se vio compelido

a ceder al rey, aunque en forma de arreglo por el cual los sacer-

dotes y obispos daban parte de sus entradas para las necesidades

del reino. Riñó con Felipe el Hermoso de Francia, quien le hizo

guerra, se apoderó del papa y le encarceló. Aunque fue liberta-

do, murió de tristeza poco después. Desde 1305, por espacio de

más de 70 años, todos los papas fueron escogidos bajo las órde-

nes de los reyes de Francia y eran subalternos de su voluntad.

El período de 1305 a 1378 es conocido como la Cautividad

Babilónica. Por el mandato del rey francés la sede del papado se

trasladó de Roma a Aviñón, al sur de Francia. Los papas se con-

virtieron en jefes nominales Sin verdadera influencia o poder

bajo el gobierno francés. Otros aspirantes al papado surgieron

en Roma y por doquier, papas y anti-papas en diferentes países.

Las órdenes papales eran desobedecidas libremente; las exco-

muniones eran ignoradas. Por ej., Eduardo III de Inglaterra, or-

denó al legado papal que saliera de su reino. En 1378 el papa rei-

nante, Gregorio XI, volvió a Roma y en 1414 fue celebrado el

IGLESIA MEDIEVAL 1ª Parte 103

Concilio de Constanza para decidir entre las reclamaciones de

cuatro papas. Todos fueron depuestos y se escogió uno nuevo.

Los papas desde 1378 han continuado morando en Roma alen-

tando pretensiones tan elevadas como siempre, pero incapaces

de poderlas poner en vigor.

Pregunta de Repaso Capítulo 12

1. ¿Qué hecho más prominente hay en la historia de la iglesia en la Edad Media?

2. ¿En dónde estaba la diferencia entre las reclamaciones del papa en los siglos

primitivos y durante la Edad Media?

3. ¿Cuáles fueron las tres épocas de este desarrollo?

4. ¿Entre qué años fue la primera época del poder papal?

5. ¿Con qué papas reinantes ocurrió?

6. ¿Cuál fue el papa llamado “el grande”?

7. ¿Cuáles fueron algunas de las cosas llevadas a cabo por él?

8. De cuatro motivos o causas para el desarrollo del poder papal.

9. ¿Cuáles fueron algunos de los fraudes denominados “píos” de esta época?

10. Defina y explique cada uno de esos fraudes.

11. ¿Qué pruebas demostraron más tarde su falsedad?

12. ¿Bajo qué papa se alcanzó la culminación de las reclamaciones papales?

13. Declare algunos hechos de este papa.

14. ¿Sobre qué gobernantes y en que eventos fue victorioso?

15. ¿Qué significa “ir a Canosa”?

16. ¿Qué otro papa efreció autoridad suprema y en qué época?

17. ¿Cuáles eran algunas de sus afirmaciones?

18. ¿Sobre qué gobernantes ejerció poder?

19. ¿Qué fue lo que condujo a la decadencia del poder papal?

20. ¿Qué papa demostró por su propia experiencia el cambio de asuntos?

21.¿Qué significa la Cautividad Babilónica, cuando ocurrió?

22. ¿Cómo se terminó este período de cautividad?

104 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

CAPITULO XIII.

LA IGLESIA MEDIEVAL.

SEGUNDA PARTE.

El Levantamiento del Poder Musulmán.

El movimiento que enseguida reclama nuestra atención es la

religión e imperio fundado por Mahoma al inicio del siglo VI,

que arrebató provincia tras provincia de los emperadores grie-

gos de Constantinopla, hasta su extinción final; trajo a la iglesia

oriental a una sujeción rayana en la esclavitud; y aun amenazaba

con la conquista de Europa. Luego de 13 siglos la fe mahome--

tana aún domina a más de doscientos millones de personas, y en

el continente de África, aún está creciendo.

Su fundador fue Mahoma, nacido en la Meca, Arabia, (570 dC)

Inició su carrera como profeta y reformador a los 40 años (610).

Al inicio ganó discípulos lentamente, pero su causa creció lo su-

ficiente para encontrar persecución. Huyó de la Meca (622) y su

fuga, la Hégira, proporciona la fecha por la cual se rige el calen-

dario mahometano. Tuvo éxito en poner bajo su religión y auto-

ridad a las tribus árabes esparcidas, y regresó a la Meca como

conquistador. Al morir, (632), era el profeta y gobernante acep-

tado por toda Arabia. Su religión es el islamismo, “sumisión”,

esto es, obediencia a la voluntad de Dios; y sus seguidores son

llamados musulmanes, pues nunca usan el nombre “mahometa-

no”. Los “artículos” de su fe, como ellos los exponen, son: Hay

un solo Dios, al que llaman Alá, siendo la palabra de origen co-

mún con la similar hebrea “Eloi”; que todos los eventos buenos o

malos han sido preordinados por Dios, y en consecuencia, en ca-

da acto están llevando a cabo la voluntad de Dios; que hay mul-

titudes de ángeles, buenos y malos, invisibles, y que sin embar-

go, tratan constantemente con los hombres; que Dios ha dado, su

revelación en el “Corán”, una serie de mensajes comunicados a

IGLESIA MEDIEVAL 2ª Parte 105

Mahoma por medio del ángel Gabriel, aunque no fueron reuni-

dos sino hasta luego de la muerte del profeta; que Dios ha envia-

do profetas inspirados a los hombres, de los cuales los cuatro

mayores han sido Adán, Moisés, Jesús y, sobre todos los demás,

Mahoma; todos los profetas bíblicos, apóstoles cristianos y los

santos que vivieron antes de Mahoma son reconocidos y adop-

tados como suyos; que en el más allá habrá una resurrección fi-

nal, el juicio, y el cielo o el infierno para todo hombre.

Al principio Mahoma dependía de las influencias morales al

predicar su evangelio; pero pronto cambió sus métodos y se hizo

guerrero, conduciendo a sus unidos y feroces árabes a la conquis-

ta de los incrédulos. Presentó a todo país o tribu la alternativa

entre el islamismo, el tributo, o la muerte para aquéllos que se

resistían a sus armas. Palestina y Siria fueron conquistadas; y

los lugares santos del cristianismo quedaron bajo el poder del

islamismo.

Provincia tras provincia el Imperio Greco-romano fue conquis-

tado, y pronto todo lo que quedó fue la ciudad de Constantino-

pla, de modo que todos los países del cristianismo primitivo fue-

ron hechos súbditos. Donde los cristianos se sometían, su adora-

ción les era permitida bajo algunas restricciones. Hacia el orien-

te el imperio de los califas se extendió más allá de Persia hasta

la India. Su capital estaba en Bagdad, en las márgenes del Tigris.

Hacia el occidente sus conquistas incluían a Egipto, todo el nor-

te de África y la mayor parte de España. Todo este vasto imperio

fue conquistado durante los cien años después de la muerte de

Mahoma. Pero su progreso en la Europa occidental fue conteni-

do al sur de Francia por Carlos Martel, quien unió a las tribus

discordantes bajo la dirección de los francos y obtuvo una vic-

toria decisiva en Tours (732). A no haber sido por la batalla de

Tours, es probable que toda la Europa hubiese sido un continen-

te mahometano, y la media luna hubiese tomado el lugar de la cruz.

He aquí una pregunta interesante: ¿Por qué triunfaron la reli-

106 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

gión y las armas mahometanas sobre el mundo oriental? Dare-

mos algunas de las causas. Los primeros creyentes en Mahoma

eran los fieros guerreros árabes, jamás conquistados por ningún

enemigo extranjero, y que seguían a su profeta con una sincera e

intensa fe que todo lo conquistaba. Creían estar ejecutando la

voluntad de Dios y que estaban destinados a triunfar. Todo aquel

que caía en la batalla con los incrédulos estaba destinado a en-

trar de inmediato a un cielo o deleite sensual. Contrario a este

espíritu invencible, viril y conquistador, estaba la naturaleza su-

misa y débil de los griegos asiáticos. Desde siglos remotos estas

tierras se habían sometido mansamente a los conquistadores. Su

gente había perdido el vigor, preferían rendirse a tomar la espada,

y pagar tributo en lugar de defender su libertad. Vastos números

de la población del Imperio Griego eran monjes y eclesiásticos,

listos para orar pero no para pelear.

La religión del Islam era muy superior al paganismo al cual

desplazó en Arabia, y en tierras al este de esa península; y, debe

admitirse, más fuerte que el tipo de cristianismo que encontró y

venció. La Iglesia Oriental, no como la Occidental, hacía mucho

había cesado en sus esfuerzos misioneros, había perdido su ener-

gía, y se inclinaba a la especulación en vez de al esfuerzo moral

o espiritual.

En la religión de Mahoma en su grado más elevado se encon-

traban, y aun se encuentran algunos aspectos favorables, elemen-

tos de valor al mundo. Uno era su sencillez de doctrina. Creía en

un Dios, al que era el deber de todo hombre obedecer implícita-

mente. No tenía un sistema de teología intrincado y misterioso,

que diera lugar a controversias interminables e inútiles. No ha-

bía necesidad de erudición para comprender los artículos de la

fe mahometana. Otro rasgo de la religión islamita era su oposi-

ción a la adoración de las imágenes. Por todo el mundo cristiano

las estatuas de los dioses y diosas antiguos de Grecia solamente

habían cedido su lugar a las imágenes y cuadros de la virgen Ma-

IGLESIA MEDIEVAL 2ª Parte 107

ría y de los santos, adorados en todos los templos. Los musulma-

nes los lanzaron afuera, destruyeron y denunciaron como idola-

tría toda adoración de imágenes, ya fuesen esculpidas o pinta-

das. Los musulmanes también rechazaban toda mediación sacer-

dotal y de los santos. La iglesia hacía que la salvación dependie-

se, no de la fe sencilla en Cristo y la obediencia a él como Señor,

sino en ritos sacerdotales e intercesión de los santos que habían

partido. Los mahometanos quitaron todo eso, y en su doctrina,

procuraban traer a toda alma directamente con Dios.

En todo el mundo musulmán se encuentra la regla de abstinen-

cia de bebidas embriagantes. La primer “sociedad de temperan-

cia” en la historia del mundo fue la de los nazareos de Israel; y

sus sucesores en mayor escala, los de la religión de Mahoma,

que prohibía a sus fíeles tomar vino o licor embriagante. Esto

todavía se tiene como un principio, pero no se pone en práctica

universalmente cuando los mahometanos viven en contacto con

los europeos.

En el período primitivo, bajo califas, tanto la literatura como

la ciencia adelantaron. Los árabes dieron la numeración arábiga

(1, 2, 3, 4…) que fue un gran adelanto con respecto al sistema

romano de numeración por medio de letras (I, V, X). En el cam-

po de la astronomía dieron a conocer una de las primeras clasi-

ficaciones de las estrellas. Las cortes de los califas de Bagdad

eran un centro literario. La España mahometana estaba más ade-

lantada en cultura y civilización que los reinos cristianos de ese

período en esa península. Pero todo el progreso intelectual cesó

cuando los turcos bárbaros sucedieron a los ilustres sarracenos

como jefes en el movimiento mahometano.

Para no hacer nuestro cuadro del islamismo más favorable de

lo que la verdad pueda ser, debemos fijarnos por otra parte en

aquello en que el mahometanismo ha fallado, sus errores y sus

males. Su primer mal a la humanidad, su método de esfuerzo

misionero por medio de la espada, promoviendo entre los hom-

108 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

bres el odio, en lugar del amor. Dondequiera que una ciudad re-

sistía su conquista, sus hombres eran muertos, las mujeres lleva-

das a los harenes de los victoriosos, y los niños eran educados

en la fe mahometana. Por espacio de muchos siglos los turcos

tenían la costumbre de tomar miles de niños cristianos, arreba-

tándolos de sus padres y criándolos en provincias distantes co-

mo musulmanes fanáticos.

En el antiguo concepto islamita el Estado y la Iglesia eran uno

absolutamente, y se esperaba que el gobierno emplease su poder

hasta donde fuera posible para el adelanto de la verdadera reli-

gión y supresión de la falsa. Antes de la Primera Guerra Mundial,

1914-1918, el sultán de Turquía, era también el califa (“sucesor

de Mahoma”). Cuando Turquía se hizo República, el sultán fue

destronado y el califato abolido. Otros cambios se han efectua-

do con la modernización de Turquía. Un hecho significante fue

la traducción del Corán al idioma vernáculo. En Estambul, en

1932, el Corán se leyó en la mezquita de Santa Sofía por vez

primera en el idioma turco.

El concepto mahometano de Dios se basa más en el Antiguo

Testamento que en el Nuevo Testamento. Para la mentalidad

árabe, Dios es un déspota oriental, implacable y temible, sin

amor para la humanidad fuera de los seguidores del Profeta.

El islamismo prácticamente deja a Cristo fuera de su sistema.

En el concepto mahometano no es el Señor del reino celestial, ni

el Hijo de Dios, el Salvador del mundo; sino que es reducido al

rango de un profeta judío, inferior en todo respecto a Mahoma.

Su concepto del cielo, la morada de los bienaventurados en la

vida venidera, es totalmente falto de espiritualidad y enteramen-

te sensual. La característica más rebajante de la religión maho-

metana es la degradación de la mujer. Las mujeres eran conside-

radas como meras esclavas o juguetes del hombre. La Turquía

moderna ha remediado esta condición y en 1930 se les dio a las

mujeres el derecho de votar y de ser electas en elecciones muni-

IGLESIA MEDIEVAL 2ª Parte 109

cipales. Pero fuera de Turquía el mundo mahometano tiene a la

mujer en poca estima.

En el terreno de la historia y la política, quizá el más marcado

fracaso del estado mahometano ha sido en el aspecto de la admi-

nistración nacional. Los mahometanos eran maravillosos, casi

milagrosos en sus conquistas, barriendo en irresistible torrente a

través de continentes, desde China hasta España. Pero no demos-

traron fuerza para establecer un gobierno sabio y justo en los

imperios que fundaban.

Los países islamitas eran los peor gobernados en el mundo.

Pongamos en contraste la historia de los turcos en este sentido

con la de los antiguos romanos, que demostraron que no solo

podían conquistar un gran imperio, sino también gobernarlo

sabiamente, trayendo prosperidad a todo país que conquistaban.

Pregunta de Repaso Capítulo 13

1. ¿Qué gran religión surgió en la Edad Media y cuál es el número de sus fieles?

2. ¿Quién fue su fundador y qué puede decirse de su vida?

3. ¿Qué significa “La Hégira”?

4. Nombre las seis grandes doctrinas de esa fe.

5. De un relato de sus primeros éxitos.

6. ¿Cuáles eran las alternativas que daban sus conquistadores a las naciones?

7. Nombre los países orientales invadidos por ellos.

8. ¿Qué países en Occidente fueron conquistados por ellos?

9. ¿En qué lugar y tiempo y por cual jefe fue impedido su progreso?

10. ¿Cuáles fueron los elementos de poder que dieron éxito a esa religión?

11.¿Cuál era la condición del mundo Oriental?.

12. Dé algunos buenos elementos morales en esa religión

13. ¿Cuál era la actitud hacia las bebidas embriagantes?

14. ¿En qué aspectos ha fallado como religión ejemplar?

110 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

CAPITULO XIV.

LA IGLESIA MEDIEVAL.

TERCERA PARTE.

El Santo Imperio Romano.

La Separación de las Iglesias Latina y Griega.

Desde el siglo IX al XIX existía en Europa una organización

política que demostró poseer distintas características en diferen-

tes generaciones. El nombre oficial de la organización era el

Santo Imperio Romano; aunque en forma común pero incorrec-

ta se la denominaba el Imperio Germano. Hasta su aparición, la

Europa situada al oeste del Mar Adriático estaba en desorden,

gobernada por tribus guerreras en lugar de ser gobernada por

Estados. Sin embargo, en medio de toda la confusión, el antiguo

concepto romano, de unidad y orden permaneció, la aspiración

de un imperio., a ocupar el lugar de aquél que, aunque caído aun

era tenida en veneración tradicional.

La última parte del siglo VIII levantó uno de los hombres más

grandes de todos los tiempos. Carlos (742-814), aclamado por

los germanos como Carlos el Grande, y por los franceses como

Carlo Magno. Era nieto de Carlos Martel, el vencedor en Tours

(732) y rey de los Francos, que era una tribu germana que domi-

naba una gran parte de Francia. Carlos se constituyó a sí mismo

en amo de casi todos los países en la Europa occidental, el norte

de España, Francia, Alemania, los Países Bajos, Austria e Italia;

un imperio en verdad.

Al visitar a Roma en la Navidad del 800, fue coronado por el

papa León III, como Carlos Augusto, emperador de Roma, y fue

considerado como sucesor de Augusto, Constantino y los anti-

guos emperadores romanos. Reinó sobre todo su vasto dominio

con poder y sabiduría; era un conquistador, reformador, legisla-

dor, protector de la educación y de la iglesia.

IGLESIA MEDIEVAL 3ª Parte 111

En teoría, su Imperio duró por mil años, pero sólo por corto

tiempo su autoridad sobre Europa fue real. La debilidad e inca-

pacidad de los descendientes de Carlo Magno, el desarrollo va-

riado de los distintos Estados e idiomas, y los conflictos de inte-

reses nacionales, hicieron que la autoridad del Santo Imperio

Romano o Germano fuese limitada en especial al oeste del Rin.

Aún en Alemania los estados menores llegaron a ser práctica-

mente independientes, guerreaban unos con otros y la mayor par-

te del tiempo estaba nominalmente bajo el dominio del Empera-

dor. El era reconocido como jefe titular del cristianismo europeo,

y en Francia, Inglaterra y los Estados Escandinavos, era honra-

do pero no obedecido. Por el hecho de que su autoridad se limi-

taba a Alemania y en pequeña escala a Italia, su reino ha sido

llamado “El Imperio Germano”.

Luego que los decadentes sucesores de Carlo Magno perdie-

ron el trono, el Emperador fue elegido por un electorado de 7

príncipes. De los 54 Emperadores podemos hablar de solo unos

cuantos de los más grandes posterior a Carlo Magno: Enrique I

“el Halconero” (919-936), empezó la restauración del imperio,

que había decaído, pero su hijo Otto I “el Grande”, aun cuando

no fue coronado como Emperador hasta el 951, es considerado

como el verdadero fundador del Imperio Germano, distinto del

romano. El reinado de Otto I se extendió hasta el 978. Federico

Barbarrosa “Barbarroja” fue uno de los más poderosos en la su-

cesión de emperadores. Participó en la Tercera Cruzada, pero se

ahogó en Asia Menor y su muerte llevó al fracaso la expedición.

Federico II, nieto de Barbarroja, ha sido llamado “la maravilla y

enigma de la historia; ilustre y progresista, el hombre más liberal

de su época”, en sus ideas de gobierno y religión; fue excomul-

gado dos veces por el papa pero en la Quinta Cruzada a sí mismo

se proclamó Rey de Jerusalén. Rodolfo de Habsburgo, fundador

de la Casa de Austria, recibió la corona imperial en 1273, cuan-

do no significaba mucho más que un título sin valor, pero obligó

112 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

a los príncipes y barones a someterse a su autoridad. Desde su

época, Austria era el Estado más poderoso en la confederación

Germana, y casi todos los Emperadores eran descendientes de

él, los archiduques de ese país. Carlos V, Emperador al principio

de la Reforma (1519-1556), era también gobernante hereditario

de Austria, España y los Países Bajos. Hizo lo mejor que pudo,

pero sin éxito, para sostener todos los países que estaban bajo su

dominio en la religión antigua. En 1553 abdicó voluntariamente

y pasó los últimos dos años de su vida en retiro.

Por muchos siglos durante la historia temprana del imperio, hu-

bo fuerte rivalidad y algunas veces guerra entre los emperadores

y los papas. Los emperadores lucharon por gobernar la iglesia.

Los papas lucharon por dominar el Imperio. Hemos visto como

el papa Gregorio VII (Hildebrando) en su época obligó la sumi-

sión de un Emperador y como Inocente III ponía y sacaba empe-

radores y reyes; pero la lucha fue menos vigorosa y cesó luego

de la Reforma, cuando las líneas divisorias entre la Iglesia y el

Estado al fin se fijaron.

Cuando el reino de Austria se hizo más importante, los Empe-

radores se ocupaban mucho más en sus dominios; hereditarios.

Los muchos Estados del Imperio llegaron a ser independientes,

hasta que el título de Emperador era poco más que un honor sin

significado. En el siglo XVIII, el ingenioso Voltaire dijo que “el

Santo Imperio Romano no era ni santo, ni romano, y menos un

imperio”. La sucesión de Emperadores acabó en 1806, cuando

Napoleón llegó a la cumbre de su poder. En ese año Francisco II

fue obligado a renunciar a ser “Emperador del Santo Imperio

Romano”, y asumió sólo el título de “Emperador de Austria”.

Las iglesias latina y griega se separaron formalmente en el si-

glo XI, aunque prácticamente se había efectuado mucho antes.

La relación normal entre papas y patriarcas por espacio de 100

años se había caracterizado por la lucha hasta que finalmente,

en el 1054, el mensajero del papa puso sobre el altar de Santa

IGLESIA MEDIEVAL 3ª Parte 113

Sofía en Constantinopla, el decreto de excomunión; y el patriar-

ca a su vez, expidió su decreto de excomunión a Roma y a las

iglesias que se sometían al papa. Desde ese tiempo las iglesias

latina y griega se han mantenido separadas, no reconociendo

ninguna la existencia eclesiástica de la otra. La mayoría de las

cuestiones de discusión que formaron las causas conducentes a

la separación, parecen casi triviales en nuestros días. Aún así,

por espacio de siglos fueron temas de violenta controversia, y a

veces de cruel persecución.

Doctrinalmente, la principal diferencia estaba en la doctrina

conocida como “la procedencia del Espíritu Santo”. Los latinos

repetían “el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo —en

latín “filioque”. Los griegos decían que procedía “del Padre”,

dejando fuera la palabra filioque. Sobre esa sola palabra se rea-

lizaron muchos debates, se escribieron libros en cantidades in-

decibles, y aun fue derramada sangre en amarga contienda.

En las ceremonias de la iglesia, distintos usos fueron costumbre

en Oriente y Occidente, y estas fueron formuladas en leyes. El

matrimonio de los sacerdotes fue prohibido en la iglesia Occi-

dental, pero sancionado en la Oriental. Al presente en toda la

iglesia griega, todo sacerdote de pueblo (que lleva el título de

“papa”, equivalente a “padre” entre los católico-romanos) debe

ser hombre casado. En las iglesias Occidentales la adoración de

imágenes se ha puesto en práctica por espacio de mil años, pero

en las iglesias griegas uno no ve estatuas, sino sol cuadros.

Pero los cuadros están en bajo relieve y son estimados con la

reverencia más profunda. En el servicio de la misa, “la hostia”

es usado en las iglesias romanas, más en la comunión griega se

distribuye pan común. Como protesta contra la observancia del

séptimo día judía, surgió la práctica de ayuno el sábado en Occi-

dente, pero nunca se observó en Oriente. El día de ayuno cató-

lico-romano fue cambiado al viernes, el día de crucifixión de

nuestro Señor.

114 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Pero más profunda fue la causa política de la independencia de

Europa del trono de Constantinopla, en el establecimiento del

Santo Imperio Romano (800). Aún luego de la caída del antiguo

Imperio de Roma (476) la idea imperial aún tenía fuerza; y los

nuevos reinos de los bárbaros: godos, francos y otras razas, de

forma vaga se consideraban teóricamente como bajo el Empe-

rador de Constantinopla. Pero cuando el Santo Imperio Romano

fue establecido por Carlo Magno, tomó el lugar del antiguo im-

perio, en forma separada e independiente de los emperadores de

Constantinopla.

El factor más intenso que condujo a la separación fueron las

continuas reclamaciones de Roma de ser la iglesia dominante, y

su papa de ser el “Obispo Universal”. En Roma la iglesia domi-

naba gradualmente al Estado; en Constantinopla la iglesia esta-

ba sumisa al Estado. De modo que era inevitable el cisma entre

las dos secciones con conceptos opuestos; y la separación final

de las dos grandes divisiones de la iglesia vino en el 1054 dC.

Pregunta de Repaso Capítulo 14

1. ¿Qué sistema de gobierno surgió en la Edad Media?

2. ¿Cuál era la condición de Europa antes de que apareciese y cuánto duró?

3. ¿Quién fue su fundador, cuanto vivió y cómo fue hecho emperador?

4. ¿Qué fue lo que causó una limitación de la autoridad imperial?

5. Nombres a seis de los Emperadores importantes y diga algo de ellos.

6. ¿Cuáles fueron las relaciones entre los Emperadores y los Papas?

7. ¿Qué condujo al decaimiento en el poder Imperial?

8. ¿Quién y qué dijo del Imperio, un ingenioso francés?

9. ¿Quién fue el último de estos Emperadores?

10- ¿Cómo se efectuó la división entre las dos grandes ramas de la Iglesia?

11. ¿Cuál fue la causa doctrinal para la separación?

12. ¿Cuáles son las cuatro costumbres legales diferentes entre ellas?

13. ¿Cómo condujo a la separación la reclamación de una iglesia?

IGLESIA MEDIEVAL 4ª Parte 115

CAPITULO XV.

LA IGLESIA MEDIEVAL.

CUARTA PARTE.

Las Cruzadas.

Otro gran movimiento en la Edad Media, bajo la inspiración y

bajo el mando de la iglesia, fueron las Cruzadas, que iniciaron al

final del siglo XI, y siguieron por casi 300 años. Desde el siglo

IV en adelante, aún hasta el tiempo actual, multitudes han hecho

peregrinaciones hasta la Tierra Santa. El número de peregrinos

aumentó considerablemente como en el año 1000 dC., cuando

se esperaba casi universalmente el fin del mundo y la venida de

Cristo; y aún después, cuando esos eventos no ocurrieron, las

peregrinaciones siguieron. Al principio, eran favorecidos por

los gobernantes musulmanes de Palestina, pero más tarde, los

peregrinos sufrieron opresión, robo y algunas veces la muerte.

Al mismo tiempo, el debilitado Imperio Oriental era amenaza-

do por los mahometanos, y el Emperador Alejo le pidió al papa

Urbano II que trajese a los guerreros de Europa para su ayuda.

Surgió el espíritu en toda Europa de libertar la Tierra Santa del

dominio musulmán, y de este impulso resultaron las Cruzadas.

Las Cruzadas principales fueron ocho, además de muchas otras

expediciones de menor importancia a las que se les dio este

nombre. La 1era

Cruzada fue proclamada por el papa Urbano II

en 1095 dC, en el Concilio de Clermont, donde una multitud de

caballeros tomaron la cruz como insignia y se alistaron contra

de los sarracenos. Antes de que la expedición principal fuese

bien organizada, un monje llamado Pedro el Ermitaño convocó

a una multitud indisciplinada, que se dice haber sido de 40.000

personas, y la condujo al Oriente, esperando ayuda milagrosa.

Su desprovisto y desorganizado populacho fracasó, muchos de

sus miembros fueron hechos esclavos y otros muertos. Pero la

116 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

verdadera 1era

Cruzada (1096) es iniciada con 275.000 de los

mejores guerreros de todo país de Europa, por Godofredo de

Bouillón y otros jefes 6

. Luego de muchos contratiempos, en

cuanto a la falta de disciplina y disensión entre los dirigentes,

tuvieron éxito en tomar la ciudad de Jerusalén y casi toda Pa-

lestina en 1099. Establecieron un reino sobre principios fueda-

les y como Godofredo rehusó el nombramiento de rey, fue he-

cho “Barón y defensor del Santo Sepulcro”. A su muerte, su

hermano Balduino asumió el título de rey; y el reino de Jerusa-

lén duró hasta 1187, aunque siempre en condición precaria, por

estar rodeado por todos lados por el Imperio Sarraceno, excepto

por el lado del mar, y estar distante de sus aliados europeos.

La 2da

Cruzada (1147-1149) es convocada por las noticias de

que los sarracenos estaban conquistando las provincias situadas

a poca distancia del reino de Jerusalén, amenazando esa ciudad.

Bajo la predicación de San Bernardo de Clairvaux, Luis VII de

Francia y Conrado III de Alemania, condujeron un gran ejército

para socorrer los lugares santos. Sufrieron muchas derrotas, más

finalmente llegaron a la ciudad. No pudieron recuperar el territo-

rio perdido, pero sí postergaron por una generación la final caída

del reino.

En 1187 dC. Jerusalén fue reconquistada por los sarracenos

bajo Saladino, y el reino de Jerusalén llegó a su fin, aunque el

título “rey de Jerusalén” se siguió usando por mucho tiempo.

La caída de Jerusalén despertó a Europa para la 3era

Cruzada

(1189-1191) que fue conducida por tres soberanos: Federico

Barbarroja de Alemania, Felipe Augusto de Francia, y Ricardo I

“Corazón de León” de Inglaterra. Federico, el mejor general y

estadista, se ahogó, y los dos reyes restantes se disgustaron.

Felipe Augusto se fue a su patria, y todo el valor de Ricardo no

6 La Historia de la Cruzada de Pedro el Ermitaño se basa sobre

fuentes inciertas de información, y algunos historiadores modernos la ponen en duda.

IGLESIA MEDIEVAL 4ª Parte 117

fue suficiente para llevar su ejército hasta Jerusalén. Concertó un

tratado con Saladino, por medio del cual los peregrinos cristia-

nos obtuvieron el derecho de visitar el Santo Sepulcro sin ser

molestados.

La 4ta Cruzada (1195-1197) fue peor que un fracaso, porque al

fin trajo gran perjuicio a la iglesia cristiana. Los cruzados desis-

tieron de su propósito de ganar la Tierra Santa e hicieron guerra

a Constantinopla, la capturaron, saquearon y establecieron su

propio gobierno sobre el Imperio Griego, que duró 50años, y

dejaron ese imperio tan indefenso que solamente era un insigni-

ficante baluarte en contra del creciente poder de los turcos; raza

guerrera, no civilizada, que siguió a los sarracenos como el

poder dominante mahometano después de la terminación del

período de las cruzadas.

La 5ta Cruzada (1228-1229) fue realizada por Juan de Brienne,

rey de Jerusalén y por Andrés II, rey de Hungría. Los monarcas

atacaron sin resultado a los sarracenos en Egipto y Siria.

En la 6ta

Cruzada (1248-1254) el emperador Federico II, aun-

que excomulgado por el papa, condujo un ejército a Palestina y

obtuvo un tratado por el cual Jerusalén, Jafa, Belén y Nazaret

fueron cedidas a los cristianos; y (como ningún eclesiástico

romano le coronaría, estando bajo la expulsión papal) Federico

se coronó a sí mismo rey de Jerusalén. Por este hecho el título

“rey de Jerusalén” fue usado por los emperadores germanos y

después por los de Austria hasta 1835. Pero por el disgusto entre

el papa y el emperador, los resultados de la cruzada se perdie-

ron; Jerusalén fue tomada de nuevo por los mahometanos en

1244; y desde entonces ha permanecido bajo su dominio.7

La 7ma

Cruzada (1270-1291) fue emprendida por Luis IX de

7 En diciembre 8, 1917, la ciudad de Jerusalén fue entregada al

ejército británico, y en diciembre 11, el general británico entró en la ciudad y tomó posesión oficial en nombre de su gobierno y de los poderes de los Aliados. El 14 de mayo de 1948, Israel se independizó

118 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Francia, conocido como San Luis. Invadió por el camino de

Egipto y aunque al principio tuvo éxito, fue derrotado y hecho

prisionero por los mahometanos. Fue rescatado por un gran

precio y fue a Palestina, permaneciendo allá hasta 1252 cuando

la muerte de su madre, a quien había dejado como regenta, le

obligó a regresar a Francia.

La 8ava

Cruzada (1270-1272) estuvo también bajo la dirección

de Luis IX, unido con el príncipe Eduardo Plantagenet de Ingla-

terra, después rey Eduardo I. La ruta escogida fue de nuevo por

África; pero Luis murió en Túnez, su hijo hizo la paz y Eduardo

regresó a Inglaterra a ocupar el trono; así es que esta, considerada

generalmente como la última cruzada, fracasó completamente.

Hubo cruzadas de menor importancia, pero ninguna merece

mención especial. En efecto, desde 1270 en adelante, cualquier

guerra emprendida en favor de la iglesia, fue llamada una cru-

zada, aun en contra de los “herejes” en países cristianos.

Las cruzadas fracasaron en libertar la Tierra Santa del dominio

de los mahometanos, y mirando retrospectivamente a ese tiem-

po, podremos ver las causas de su fracaso. Se notará un hecho

en la historia de cada cruzada: los reyes y príncipes que condu-

cían el movimiento estaban perpetuamente en discordia. Cada

jefe estaba más preocupado de sus propios intereses que de la

causa común; todos se envidiaban los unos a los otros, y temero-

sos de que el éxito pudiese promover la influencia o fama de su

rival. En contra del esfuerzo dividido y a medias de los cruza-

dos, estaba un pueblo unido, valiente, una raza siempre intrépi-

da en la guerra y bajo el dominio absoluto de un comandante, ya

fuese califa o sultán.

Pero la causa más profunda del fracaso fue por falta de un esta-

dista entre estos jefes. No poseían una visión trascendente y am-

plia. Todo lo que buscaban eran los resultados inmediatos. No

comprendían que para fundar y mantener un reino en Palestina,

a mil millas de sus propios países, se requería una comunicación

IGLESIA MEDIEVAL 4ª Parte 119

constante con Europa Occidental, una fuerte base de provisión y

refuerzo continuo. La conquista de la tierra era una intrusión, no

una liberación. La gente de Palestina estaba prácticamente escla-

vizada por los cruzados; como esclavos eran obligados a cons-

truir castillos, fortalezas y palacios para sus odiados amos; y da-

ban la bienvenida al retorno de sus primeros gobernantes musul-

manes, porque aunque su yugo había sido pesado, era más lige-

ro que el de los reyes cristianos de Jerusalén.

Sin embargo, a pesar del fracaso de tener un reino cristiano en

Palestina, Europa obtuvo ciertos buenos resultados de las cruza-

das. Después de las cruzadas los peregrinos eran protegidos por el

gobierno turco, y la persecución cesó. En efecto, la tierra pros-

peró más y las ciudades de Belén, Nazaret y Jerusalén aumenta-

ron en población y en riqueza, por causa del oleaje de peregri-

nos que llegaban a Palestina, bajo garantías de seguridad de los

gobernantes turcos.

Luego de las cruzadas, las agresiones musulmanas en Europa

fueron reprimidas. La experiencia de esos siglos despertó a Eu-

ropa al peligro del islamismo. Los españoles se atrevieron a ha-

cer guerra contra los moros que tenían la mitad de la península.

Bajo Fernando e Isabel, los españoles, en 1492, subyugaron el

reino moro y expulsaron a los mahometanos del país. En la fron-

tera este de Europa, Polonia y Austria estaban alerta, y en 1683

hicieron retroceder la marea de invasión turca en una gran bata-

lla ganada cerca de la ciudad de Viena. Esta victoria marcó el

principio de la decadencia del poder del Imperio Turco.

Otro resultado de las cruzadas fue un conocimiento mejor de

las naciones entre sí. No solamente los gobernantes y jefes, sino

los caballeros inferiores y aun los soldados de los distintos países

empezaron a conocerse los unos a los otros, y a reconocer los

intereses comunes. Entre las naciones surgió un mutuo respeto

y se concertaron alianzas. Las cruzadas contribuyeron grande-

mente al desarrollo de la Europa moderna. Dieron gran impulso

120 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

al comercio. Demanda de mercancía de toda clase: armas, pro-

visiones, y naves, aumentó la industria y el comercio. Los cru-

zados trajeron a Europa la noción de las riquezas del Oriente:

alfombras, sedas, joyas, y el comercio se desarrolló por toda la

Europa occidental. Los mercaderes se enriquecieron; surgió una

clase media entre los señores y los vasallos; las ciudades progre-

saron y acrecentaron su poder, y los castillos empezaron a per-

der la ascendencia que tenían sobre ellas. En los siglos siguien-

tes, las ciudades fueron centros de libertad y reforma, sacudien-

do el dominio arbitrario, tanto de príncipes como de prelados.

El poder eclesiástico fue aumentado al principio grandemente

por las cruzadas. Las guerras eran convocadas por la iglesia, y así

mostraba su dominio sobre príncipes y naciones. La iglesia com-

praba tierras o adelantaba dinero a los cruzados, quienes tenían

que ofrecer sus tierras como garantía. Fue así que la iglesia au-

mentaba considerablemente sus posesiones en toda Europa.

Y en la ausencia de gobernantes temporales, los obispos y los

papas ganaban dominio. Pero al final, la vasta riqueza, la ambi-

ción arrogante de los clérigos, y el uso sin escrúpulo que hacían

del poder, despertaron el descontento y ayudó a preparar el cami-

no para el cercano levantamiento contra la iglesia Católico Ro-

mana en la Reforma.

Pregunta de Repaso Capítulo 15

1. ¿Qué grandes series de guerras tuvieron lugar durante la Edad Media?

2. ¿Cuál fue la causa de estas guerras?

3. ¿Cuántas de estas guerras se mencionan?

4. Narre la historia y nombre los jefes de las dos primeras.

5. ¿Quién fue prominente y cuál fue el resultado en la siguiente?

6. Relate brevemente el resto de estas guerras enseñadas.

7. ¿Por qué fracasaron?

8. ¿Qué buenos resultados se obtuvieron de ellas?

9. ¿De qué modo se aumentó el poder eclesiástico con esta actividad?

IGLESIA MEDIEVAL 5ta Parte 121

CAPITULO XVI.

LA IGLESIA MEDIEVAL.

QUINTA PARTE.

El Desarrollo del Monacato.

La Literatura y el Arte Medievales.

Ya hemos visto el origen de la vida monástica en las cavernas

del norte de Egipto en el siglo IV. En Europa el movimiento al

principio se desarrolló lentamente, pero en la Edad Media hubo

gran desarrollo del espíritu monástico, tanto entre hombres como

mujeres. El número de monjes y monjas aumentó enormemente,

con resultados tanto buenos y malos. En el Oriente los primeros

ascetas vivían aparte, cada uno en su propia caverna o cabaña, o

sobre su pilar, pero en la Europa occidental formaban comuni-

dades y vivían juntos. Con el crecimiento de estas comunidades,

se hacía necesaria alguna forma de gobierno y organización, y

en el transcurso del tiempo surgieron cuatro grandes órdenes.

La primera de estas órdenes fue la de los benedictinos, funda-

da por San Benedicto en 529 dC., en Monte Casino, mitad de

camino entre Roma y Nápoles. Esta orden llegó a ser la mayor

de las comunidades monásticas de Europa, y en su primer perío-

do promovió la cristianización y civilización del Norte.

Sus reglas requerían obediencia al superior del monasterio, la

no posesión de bienes y la castidad personal. Esta orden era muy

industriosa. Talaba bosques, secaba y saneaba los pantanos, la-

braba campos y enseñaba al pueblo muchas artes útiles. Muchas

de las órdenes fundadas luego, fueron ramificaciones de la orden

de los benedictinos, o surgieron como consecuencia de ella.

Los cistercienses surgieron en 1098, procurando fortalecer la

disciplina benedictina que se estaba corrompiendo. Su nombre

viene de Citeaux, en Francia, donde la orden fue fundada por

San Roberto; pero en 1112 fue fortalecida y reorganizada por San

122 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

Bernardo de Clairvaux. Esta orden prestó gran atención al arte,

la arquitectura, y especialmente a la literatura, copiando libros

antiguos y escribiendo muchos nuevos.

La orden de los franciscanos fundada en 1209 por San Francisco

de Asís, uno de los hombres más santo, devoto y más digno de

afecto. De Italia se esparció por toda Europa, y llegó a ser la más

numerosa de todas las órdenes. Se dice que en la peste negra, la

plaga que se esparció por toda Europa en el siglo XIV, más de

124.000 de los monjes franciscanos perecieron mientras presta-

ban ayuda a los moribundos y enfermos. Por el color del hábito

llegaron a ser conocidos como los “frailes grises”.

Los dominicos era la orden española fundada por Santo Do-

mingo, en 1215, y se extendió por todos los países de Europa.

Estos se diferenciaban de las otras órdenes en que eran predi-

cadores que iban por dondequiera a fortalecer la fe de los cre-

yentes, y se oponían a las tendencias “herejes”, siendo más tarde

los más feroces perseguidores de los “herejes”. Eran conocidos

como los “frailes negros” por su traje. Estos, juntamente con los

franciscanos eran también llamados los “frailes mendicantes”,

porque dependían para su sostén de las limosnas que recogían

de puerta en puerta. Además de éstas, había órdenes parecidas

para las mujeres.

Todas estas órdenes de ascetas empezaron con los propósitos

más nobles, y fueron fundadas por hombres y mujeres que se

sacrificaban a sí mismos. Su influencia era en parte para bien y

en parte para mal. Al inicio, durante el primer periodo de cada

orden monástica, era un beneficio a la sociedad. Vamos a reco-

nocer algunos de los buenos resultados del monacato.

Durante los siglos de guerra, casi de anarquía, había centros de

paz y de quietud en los monasterios, donde muchos que estaban

en dificultad encontraban refugio. Los monasterios daban hospi-

talidad a los viajeros, a los enfermos y a los pobres. Tanto el

moderno hotel como el hospital se desarrollaron del hospicio o

IGLESIA MEDIEVAL 5ta Parte 123

monasterio. A menudo el monasterio o el convento eran el refu-

gio y protección de los indefensos, en especial, mujeres y niños.

Los primeros monasterios, tanto en Gran Bretaña como en el

continente promovieron la agricultura. Los monjes se dedicaron

al saneamiento y secado de los pantanos, la canalización del agua,

la construcción de caminos y el cultivo inteligente de la tierra.

En las bibliotecas de los monasterios se preservaron muchas

de las obras antiguas de la literatura, tanto clásica como cristia-

na. Los monjes copiaban libros, escribían la vida de hombres

distinguidos, crónicas de su propio tiempo e historias del pasado.

Muchas de las obras religiosas más preciosas, tales como los

cánticos de San Bernardo y la Imitación de Cristo, por Kempis,

han sido dadas al mundo por los monasterios. Sin sus escritos

históricos, la Edad Media hubiera sido en verdad un vacío. Los

monjes eran los principales maestros de la juventud, casi los úni-

cos maestros; casi todas las universidades y escuelas de la Edad

Media se levantaron en las abadías y monasterios.

En la expansión del evangelio los monjes fueron los primeros

misioneros. Encontraban a los bárbaros que venían y los conver-

tían a su religión. De éstos, San Agustín8 que fue de Roma a

Inglaterra (597 dC.) y San Patricio9, que empezó la evangeliza-

ción de Irlanda en 440 dC, fueron ejemplos entre muchos misio-

neros monásticos.

Pero si estos buenos resultados emanaron del sistema monás-

tico, también hubo malos resultados. Algunos de estos males

eran manifiestos aun cuando la institución estaba en su mejor

época, pero se hicieron más evidentes en los últimos períodos,

cuando el monacato degeneró y perdió su fervor primitivo, sus

8 San Agustín de Canterbury, (Nace en Roma 534 y fallece en el 604)

Monje benedictino y 1er arzobispo de Canterbury. Es venerado como

santo en las tres religiones: católica, anglicana y ortodoxa 9 San Patricio (nace en Escocia 377 y fallece en Down 464). Misionero

Introductor del cristianismo en Irlanda. Santo patrono de Irlanda.

124 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

ideales elevados y su estricta disciplina. Entre estos males esta-

ban los siguientes: El monacato presentaba la vida célibe como

la más elevada, lo cual es innatural y contrario a la Escritura.

Obligaba a adoptar la vida monástica a incontables millares de

hombres y mujeres más nobles de su época. Los hogares y las

familias eran formados no por los mejores hombres y las mejo-

res mujeres, sino por aquéllos de ideales inferiores. Recluían

multitudes para que no participaran solamente de familia, sino

también de la vida social, cívica y nacional. Tanto en la guerra

como en la paz, los hombres capacitados que se necesitaban en

el Estado, estaban ociosos en los monasterios. Se ha asegurado

que Constantinopla y el Imperio Oriental pudieron haberse de-

fendido de los turcos si los monjes y eclesiásticos hubiesen to-

mado las armas y peleado por su país.

El aumento de riqueza de los monasterios condujo a la falta de

disciplina, al lujo, a la ociosidad, y a la abierta inmoralidad. Mu-

chos de los conventos se convirtieron en lugares de iniquidad.

Cada nueva orden buscaba la reformación, pero sus miembros

degeneraban a los más bajos niveles de conducta.

Originalmente los monasterios eran sostenidos por la labor de

sus ocupantes; pero en los siglos siguientes su labor casi cesó por

completo, y los monjes y monjas se mantenían de las rentas de

sus propiedades que aumentaban constantemente, y por las con-

tribuciones que se imponían a la fuerza a familias ricas y pobres.

Todas las propiedades de bienes raíces de las casas monásticas

estaban exentas de contribución. Así, una carga que siempre au-

mentaba y que se hizo insoportable, se colocaba sobre la socie-

dad fuera de los conventos. Su rapacidad les llevó a la extinción.

En el principio de la Reforma, en el siglo XVI, los monasterios

en todas partes en el norte de Europa estaban tan degradados en

el concepto del pueblo, que fueron suprimidos universalmente,

y aquéllos que moraban dentro de sus paredes fueron obligados

a trabajar para su sostén.

IGLESIA MEDIEVAL 5ta Parte 125

Es costumbre llamar a este tiempo “Época del Oscurantismo”

sin embargo estos siglos dieron al mundo algunos grandes be-

neficios, bajo la influencia directa de la iglesia.

En la Edad Media se levantaron casi todas las grandes Univer-

sidades, establecidas por los eclesiásticos y se desarrollaron de

escuelas primitivas conectadas con catedrales y monasterios.

Entre éstas puede mencionarse la Universidad de París, que en

el siglo XI, bajo Abelardo, tenía 30.000 estudiantes; las Univer-

sidades de Oxford y Cambridge y de Bolonia —a las cuales asis-

tían estudiantes de todos los países de Europa.

Las grandes catedrales de Europa— esas maravillas de arqui-

tectura gótica, que el mundo moderno contempla sin poder igua-

lar, fueron trazadas y edificadas en el período medieval.

El despertar de la literatura empezó en Italia, con “La Divina

Comedia” de Dante, principiada en el 1303; y luego fue seguida

por los escritos de Petrarca (1340) y Bocacio (1360).

En Italia y en el mismo tiempo, empezó él despertamiento del

arte, con Giotto, en 1298, seguido por una serie de grandes pin-

tores, escultores y arquitectos. Recuerde que casi sin excepción,

los primeros pintores usaban su arte para el servicio de la iglesia;

y sus obras, aun cuando ahora están en galerías y exhibiciones,

se hallaban al principio en iglesias y monasterios.

Pregunta de Repaso Capítulo 16

1. Nombre los 5 temas ya considerados en el periodo de la Iglesia Medioeval.

2. Diga cuales son los tres temas contenidos en este capítulo.

3. ¿Cómo se originó el monacato?

4. ¿Cuál es la diferencia entre el monacato Oriental y el Occidental?

5. Nombre las cuatro Órdenes de monjes principales.

6. Relate brevemente cómo fueron sus orígenes y quienes sus fundadores.

7. ¿Cuáles fueron los beneficios y perjuicios del sistema monástico?

8. ¿Qué se construyeron y se desarrollaron en edificios, literatura y arte?

126 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

CAPITULO XVII.

LA IGLESIA MEDIEVAL.

SEXTA PARTE.

Principios de la Reforma Religiosa.

La Caída de Constantinopla.

Eruditos y Dirigentes.

En este tiempo y cerca a su ocaso, hubo destellos de luz reli-

giosa, presagios de la Reforma venidera. Cinco grandes movi-

mientos de reforma surgieron en la iglesia; pero el mundo no

estaba listo para ellos, y fueron reprimidos con sangrienta per-

secución: Los albigenses o cátaros cathari=“puritanos”, alcan-

zaron prominencia en el sur de Francia, en el 1170 dC. Repudia-

ban la autoridad de la tradición, circulaban el Nuevo Testamen-

to y se oponían a las doctrinas romanas del purgatorio, a adorar

imágenes y a las pretensiones sacerdotales. Tenían algunas ideas

extrañas asociadas con los antiguos maniqueos, y rechazaban el

Antiguo Testamento. El papa Inocencio III, en 1208 convocó una

“cruzada” en contra de ellos y la secta fue extirpada con el asesi-

nato de toda la población tanto católica como hereje.

Los valdenses salieron en el 1170, con Pedro Valdo, comercian-

te de Lyon, que leía, explicaba, predicaba y circulaba la Escritu-

ra, la cual apelaba en contra de las costumbres y las doctrinas de

los católico-romanos. Estableció una orden de evangelistas, “los

hombres pobres de Lyon”, que anduvieron por el centro y sur de

Francia, ganando adeptos. Fueron cruelmente perseguidos, pero

sacados de Francia encontraron albergue en los valles del norte

de Italia, y a pesar de los siglos de persecución han permanecido,

y constituyen una parte del grupo comparativamente pequeño

de protestantes en Italia.

Juan Wyclif empezó el movimiento en Inglaterra en favor de

IGLESIA MEDIEVAL 6ta Parte 127

la libertad del poder romano y de la reforma en la iglesia. Nació

en 1324 y se educó en la Universidad de Oxford, donde llegó a

ser doctor de teología, y el dirigente en los consejos que se lleva-

ban a cabo en dicha institución. Atacaba a los frailes mendicantes

y al sistema del monacato; rechazaba y se oponía a la autoridad

del papa en Inglaterra; escribió contra la doctrina de la transubs-

tanciación, considerando al pan y al vino meramente como sim-

bolos e instaba a que el servicio de la iglesia fuese más simpli-

ficado, de acuerdo con el modelo del Nuevo Testamento.

En otros países hubiese sufrido martirio, pero en Inglaterra era

protegido por el más poderoso de los nobles; y aun cuando algu-

nas de sus doctrinas fueron condenadas —por la universidad, se

le permitió retirar a su parroquia en Lutterworth, y permanecer

como sacerdote sin que se le molestase. Su mayor obra fue su

traducción del Nuevo Testamento al inglés, terminado en 1380;

el Antiguo Testamento, en el cual le ayudaron algunos amigos,

apareció en 1384, el año de la muerte de Wyclif.

Sus seguidores, llamados “lolardos” en un tiempo numerosos,

pero bajo los reyes Enrique IV y Enrique V fueron perseguidos

y finalmente exterminados. La predicación de Wyclif y su tra-

ducción prepararon el camino para la Reforma.

Juan Huss, en Bohemia (nació en 1369, martirizado en 1415)

fue lector de los escritos de Wyclif y predicó sus doctrinas en es-

pecial, proclamó la liberación de la autoridad papal. Fue rector

de la Universidad de Praga, y por un tiempo tuvo una influencia

dominante por toda Bohemia. El papa le excomulgó y puso la

ciudad de Praga bajo censura eclesiástica mientras él permane-

ciera allí. Huss se retiró, pero desde su lugar de escondite envia-

ba cartas afirmando sus ideas. Luego de 2 años consintió ir ante

el Concilio de la Iglesia Católico Romana en Constanza, Badén,

en la frontera de Suiza, habiendo recibido un salvo conducto del

emperador Segismundo. Pero el pacto fue violado, sobre la base

de que “la fe no se guardaría con herejes”. Huss fue condenado

128 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

y quemado en 1415, pero su suerte despertó el elemento de re-

forma en su tierra natal, y ha influenciado a Bohemia por todos

los siglos desde su día.

Jerónimo Savonarola (nacido en 1452) fue un monje de la or-

den de los dominicos en Florencia, Italia, y prior del Monasterio

San Marcos. Predicaba como uno de los profetas antiguos, con-

tra los males sociales, eclesiásticos y políticos de su tiempo; lle-

naba la gran catedral hasta rebosar con multitudes ansiosas, no

tan sólo de escuchar, sino de obedecer sus enseñanzas. Por un

tiempo fue el dictador práctico de Florencia y efectuó una mani-

fiesta reforma. Pero fue excomulgado por el papa; fue aprisiona-

do, condenado, colgado, y su cuerpo quemado en la gran plaza

de Florencia. Su martirio fue en 1498, solo 19 años antes que

Lutero clave sus tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg,

La caída de Constantinopla en 1453 ha sido fijada por los his-

toriadores como el punto de división entre los tiempos medioe-

vales y modernos. El Imperio Griego nunca recobró de la con-

quista de los cruzados en 1204; pero las fuertes defensas natu-

rales y artificiales, protegieron por mucho tiempo a la ciudad en

contra de los turcos, que sucedieron a los árabes como el poder

dominante mahometano. Provincia tras provincia del gran impe-

rio fue tomada, hasta que sólo quedó Constantinopla, y en 1453,

fué finalmente tomada por los turcos, bajo Mahoma el Segundo.

En un día el templo de Santa Sofía fue transformado en una

mezquita, y Constantinopla fue hasta 1920, la ciudad de los sul-

tanes y la capital del Imperio Turco. Angora fue declarada la

capital turca en 1923. La Iglesia Griega continúa con su patriar-

ca, despojado de todo, menos de su autoridad eclesiástica, con

residencia en Constantinopla (Estambul). Con la caída de esta

ciudad, 1453, termina el período de la Iglesia Medieval.

Vamos a mencionar muy brevemente algunos de los eruditos

y dirigentes de pensamiento en el período que hemos estudiado.

Durante los mil años de la Iglesia Medieval, se levantaron mu-

IGLESIA MEDIEVAL 6ta Parte 129

chos hombres, pero sólo citamos 4 de ellos como los dirigentes

intelectuales de su época.

Anselmo nació en 1033, en Piamonte, Italia, y al principio, co-

mo muchos otros, era un erudito que vagaba por muchos países,

pero se hizo monje en el Monasterio de Bec en Normandia, y

fue hecho abad en 1078. Fue nombrado arzobispo de Canterbury,

y primado de la Iglesia de Inglaterra en 1093 por Guillermo Rufus

pero luchó contra Guillermo y su sucesor Enrique I, por la liber-

tad y autoridad de la iglesia, y por un tiempo sufrió destierro.

Fue escritor de muchas obras teológicas y filosóficas, y ha sido

llamado “un segundo Agustín”. Murió en 1109.

Pedro Abelardo (1079 -1142), como filósofo y teólogo, fue el

pensador más valeroso de la Edad Media. Puede ser considerado

como el fundador de la Universidad de París, que fue la madre

de las universidades europeas. Su fama de profesor atrajo a los

estudiantes por millares de todas partes de Europa, y muchos de

los grandes hombres en la generación que le siguió fueron in-

fluenciados por su pensamiento. Sus intrépidas especulaciones

y opiniones independientes, le pusieron más de una vez bajo la

expulsión de la iglesia. Aun más famosa que sus enseñanzas y

escritos ha sido la historia romántica de su asunto amoroso con la

hermosa Eloísa, por quien dejó los votos monásticos. Se casaron,

pero luego se le obligó a separarse. Ambos entraron en convén-

tos; Abelardo murió siendo abad, y Eloísa, abadesa.

Bernardo de Clairvaux (1091-1153) era de una noble familia

francesa. Fue educado para la corte, pero la renunció por el con-

vento. En 1115 estableció en Clairvaux un monasterio de la or-

den cisterciense y fue su primer abad. Esta orden echó raíces en

muchos países y sus miembros eran conocidos comúnmente co-

mo bernardinos. Bernardo era una unión admirable del pensador

místico y práctico. Predicó y promovió la Segunda Cruzada en

1147. Un hombre de mente amplia y de corazón bondadoso, se

oponía y escribía en contra de la persecución de los judíos. Algu-

130 LA HISTORIA DE LA IGLESIA CRISTIANA

nos de sus himnos, como “Jesús, Sólo el Pensar en Ti”, y “Oh

Sagrada Cabeza Herida”, se cantan en todas las iglesias.

Solamente 20 años después de su muerte fue canonizado como

San Bernardo. Lutero dijo: “Si hubo en el mundo un monje san-

to y temeroso de Dios, fué San Bernardo de Clairvaux”.

La mentalidad más grande de la Edad Media fue la de Tomás

de Aquino, que vivió de 1226 a 1274 y fue llamado el “Doctor

Universal”, “Doctor Angélico” y “Principe de la Escolástica”.

Nació en Aquino en el reino de Napoles; y en contra de la vo-

luntad de su familia los condes de Aquino, entró a la orden de

monjes dominicos. Cuando era un estudiante joven era tan calla-

do que se le dio el apodo de “el buey mudo”; pero su maestro

Alberto Magno, decía: “Un día este buey llenará mundo con sus

mugidos”. Llegó a ser la autoridad más celebrada y más elevada

de todo el período medieval e filosofía y teología, y sus escritos

se citan aún, especialmente por los eruditos católico-romanos.

Murió en 1274 y fue canonizado como santo en 1323.

Pregunta de Repaso Capítulo 17

1. ¿Cuáles fueron los dos movimientos y tres pre-reformados que prepararon la

reforma de la Iglesia efectuadas en la última parte de la Edad media?

2. De un relato de cada uno de esos esfuerzos pre-reformados.

3. ¿Qué gran evento se considera como la conclusión del período medioeval?

4. Diga el nombre del que conquistó Constantinopla y el año en que ocurrió.

5. Haga un breve relato de ese evento.

6. De los nombres de los cuatro eruditos y dirigentes del pensamiento en la

Edad Media.

7. De un relato breve de cada dirigente mencionado.