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Hubo un tiepo, en es e lugar.�. Joan Canimas (Lic. en Filosoa) Camino de casa me encuentro a veces con un hombre que, apresurado, grita- "focJocJoc"(ego, fuego, fuego):Como nos cruzamos en la hora crepuscular y soy de letras, me·inspira un cierto encanto poético. Supongo que a las monjas del cercano convento benedictino, que lo oirán detrás de ias altas tapias, les sugiere compasión; que a los Testigos de jehová que algunas veces llaman .a mi puerta, apocalipsis; que a mi· vecina maestra, desestructuración y que al psiquiatra qe aúñ no me ha sido presentado, paranoia. Sin embargo, y si fuésemos convocados todos a un congreso, podríamos servirnos aún de un viejo nombre para entendernos, el que usa la viuda del final de mi calle: loco. Agarremos esta última cuestión: loco, locura, sirve aún para entender-nos (o si lo .pref ieren, para empezar a no en- tendernos: loco es . . . loco no es .. . locura abarca . . . locura no puede abarcar. .. ). Loco, locm:a son palabras que nom- bran, y nombrar no es fundamental- mente fijar nuestra atención (nuestro conocimiento) sobre algo, sino abrir ese algo a nuestra atención y conocimiento. Y esto, señor�s, tiene historia (aparición y desarrollo). Hubo un tiempo para nada, para cada cosa y para todo: la ausencia de voz y de atención. Loco fue el sabio y el poeta; la locura condi- ción necesaria para escuchar la palabra de Dios o la VZ de ultratumba; desor- den, síntomas de enfermedad, la enfer- medad misma . . . 11 S practica un loable ejercicio meta- físico que consiste en intentar anular el sujeto que conoce para llegar así a un objeto de conocimiento en su estado puro, huérfano del ser y del tiempo (en este caso llegar a conocer la locura, la enfermedad o e/rranstorno). Pero a pesar de sus enormes logros, sobre todo en el campo de la ciencia, parece que sus fracasos y limitaciones abren y hacen necesarias nuevas áreas de atención. L ruta más interesante para esta necesidad acaso no sea la que viene practicando desde hace años la filosofía de la ciencia, preqcupada en controlar a ese sujeto que conoce, sino la de una reflexión mucho más fundamental y originaria: aquella que piensa el nÍomento de encuentro, ese momento en el que sujeto, naturaleza y tiempo se entremezclan para dar lugar al conocimiento. El loco y la locura, como tantas otras cosas, se nos muestra. Y en ese mostrár- se-nos puede encontrarnos indiferentes o vigilantes, dispuestos así o asá a dar palabra y forma a su voz. La locura se muestra a nosotros (al ausente, al loco, al filósofo, al médico, al artista, a la vecina, al señor del siglo quince y al del siglo veinte) y en este mostrár-se-nos cobra realidad. Estar atentos a ese momento de apertura, ésa es aquí la cuestión. Algunos investigadores han dedica- do años de su vida a excavar esa apertura _de las palabras y las cosas en su vertiente histórica, y Michel Foucault es sin duda un gran maestro en este asunto. Es más, su obra Histoire de la folie a l·age classique entra de lleno en lo que aquí nos ocupa, pues. describe -y aun reflexiona- como y cuando fue escuchado el loco y como. se . consu·uyó y se desarrolló eso que venimos llamando locura. 111 La Historia de la Medicina otorga a Tuke y a Pinel el mérito de la inflexión . que a finales del siglo III se produjo en el tratamiento de la locura, y lo hace de una forma extraordinariamente auto- complaciente: por fin y gracias a ellos el conocimiento médico entra en los asilos para liberar a los locos de las cadenas que les aprisionaban, como si en ese "lib . erar de las cadenas a los locos" encontrase la ruptura con lo anterior y, lo que es más importante, el olvido del mismo aconte- 4 - NATURAMEDICATRIX Oto71o!Invieo 199213 (n.º 31) cer. Sin embargo el acontecer habla de · nuevo. El médico se encontró a los locos en el internado; los locos, o al menos esos objetos de conocimiento y trata- miento al que el médico dará voz médica, . ya estaban ahí, separados y dispuestos a su mirada. El acontecer, por tanto, subsiste y despliega sus preguntas. ¿Qué hacían los locos allí?; ¿eran locos lo que ahí había?; ¿junto a quienes estaban?; ¿habían estado siempre ahí?; ¿cómo y por qué f ueron separados y encerrados?; ·¿qué loco y qlocura nos descubre y nos conforma el saber médico?; ¿había locura antes? y si la había ¿cómo era?; el loco y el médico ¿se: encontraron o fueron llamados a encon- trarse?; ¿por qué no lo hicieron antes?; . ¿fue el médico y el saber médico quien liberó a los locos de las cadenas?. Y en . todo. este proceso ¿qué ha cambiado?, ¿por qué siguen ahí?; ¿no formarán parte del internamiento el médico y su saber- incluso el de aquellos que hablan contra el internamiento?; ¿qué se ha construido?; ¿por dónde andamos? IV -Bueno, ¿y todo esto a qué viene? Atareados como estamos en la resolución de problemas Reales cada vez más nume- rosos y complejos y en la ayuda y trata- miento de cada vez másperonas ¿·de qué . nos si e esto a nosots? Permítanse us- tedes, al menos por un momento, la duda, la sospecha e aquello que nos viene dado. En el quehacer e cada día, ya se sabe, no hay lugar ni tiempo para la eluda. -Mis pacient es ny.e piden que les ayude; mepaganpara que les cure; nece- sitan urgentemente un ttamiento . . . en· fin, no me venga usted con monsergas. sin embargo en este tren puesto �n marcha desde hace muchísimos siglos se instaló un vagón para la lectura y el pensamiento, para la reflexión y el diálo- go. Utilicémoslo; no es necesario apearse (los que lo hicieron ya no nos hablan, y

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Page 1: Hubo un tietnpo, en ese lugar. · 2020. 5. 14. · Hubo un tietnpo, en ese lugar. . Joan Canimas (Lic. en Filosofía) Camino de casa me encuentro a veces con un hombre que, apresurado,

Hubo un tietnpo, en ese lugar.�. Joan Canimas (Lic. en Filosofía)

Camino de casa me encuentro a veces con un hombre que, apresurado, grita­"focJocJoc"(fuego, fuego, fuego):Como nos cruzamos en la hora crepuscular y soy de letras, me·inspira un cierto encanto poético. Supongo que a las monjas del cercano convento benedictino, que lo oirán detrás de ias altas tapias, les sugiere compasión; que a los Testigos de jehová que algunas veces llaman .a mi puerta, apocalipsis; que a mi· vecina maestra, desestructuración y que al psiquiatra qlie aúñ no me ha sido presentado, paranoia. Sin embargo, y si fuésemos convocados todos a un congreso, podríamos servirnos aún de un viejo nombre para entendernos, el que usa la viuda del final de mi calle: loco.

Agarremos esta última cuestión: loco, locura, sirve aún para entender-nos (o si lo .prefieren, para empezar a no en­tendernos: loco es . . . loco no es . . . locura abarca . . . locura no puede abarcar . . . ) . Loco, locm:a son palabras que nom­bran, y nombrar no es fundamental­mente fijar nuestra atención (nuestro conocimiento) sobre algo, sino abrir ese algo a nuestra atención y conocimiento. Y esto, señor�s, tiene historia (aparición y desarrollo). Hubo un tiempo para nada, para cada cosa y para todo: la ausencia de voz y de atención. Loco fue el sabio y el poeta; la locura condi­ción necesaria para escuchar la palabra de Dios o la V<?Z de ultratumba; desor­den, síntomas de enfermedad, la enfer­medad misma . . .

11

St:; practica un loable ejercicio meta­físico que consiste en intentar anular el sujeto que conoce para llegar así a un objeto de conocimiento en su estado puro, huérfano del ser y del tiempo (en este caso llegar a conocer la locura, la enfermedad o e/rranstorno). Pero a pesar de sus enormes logros, sobre todo en el

campo de la ciencia, parece que sus fracasos y limitaciones abren y hacen necesarias nuevas áreas de atención. L'<l ruta más interesante para esta necesidad acaso no sea la que viene practicando desde hace años la filosofía de la ciencia, preqcu pada en controlar a ese sujeto que conoce, sino la de una reflexión mucho más fundamental y originaria: aquella que piensa el nÍ.omento de encuentro, ese momento en el que sujeto, naturaleza y tiempo se entremezclan para dar lugar al conocimiento.

El loco y la locura, como tantas otras cosas, se nos muestra. Y en ese mostrár­se-nospuede encontrarnos indiferentes o vigilantes, dispuestos así o asá a dar palabra y forma a su voz. La locura se muestra a nosotros (al ausente, al loco, al filósofo, al médico, al artista, a la vecina, al señor del siglo quince y al del siglo veinte) y en este mostrár-se-nos cobra realidad. Estar atentos a ese momento de apertura, ésa es aquí la cuestión.

Algunos investigadores han dedica­do años de su vida a excavar esa apertura

_de las palabras y las cosas en su vertiente histórica, y Michel Foucault es sin duda un gran maestro en este asunto. Es más, su obra Histoire de la folie a l·age classique entra de lleno en lo que aquí nos ocupa, pues. describe -y aun reflexiona- como y cuando fue escuchado el loco y como. se

. consu·uyó y se desarrolló eso que venimos llamando locura.

111

La Historia de la Medicina otorga a Tuke y a Pinel el mérito de la inflexión

. que a finales del siglo XVIII se produjo en el tratamiento de la locura, y lo hace de una forma extraordinariamente auto­complaciente: por fin y gracias a ellos el conocimiento médico entra en los asilos para liberar a los locos de las cadenas que les aprisionaban, como si en ese "lib

.erar

de las cadenas a los locos" encontrase la ruptura con lo anterior y, lo que es más importante, el olvido del mismo aconte-

4 - NATURAMEDICATR IX Oto71o!Invierno 199213 (n.º 31)

cer. Sin embargo el acontecer habla de · nuevo. El médico se encontró a los locos en el internado; los locos, o al menos esos objetos de conocimiento y trata­miento al que el médico dará voz médica,

. ya estaban ahí, separados y dispuestos a su mirada.

El acontecer, por tanto, subsiste y despliega sus preguntas. ¿Qué hacían los locos allí?; ¿eran locos lo que ahí había?; ¿junto a quienes estaban?; ¿habían estado siempre ahí?; ¿cómo y por qué fueron separados y encerrados?; ·¿qué loco y qué locura nos descubre y nos conforma el saber médico?; ¿había locura antes? y si la había ¿cómo era?; el loco y el médico ¿se: encontraron o fueron llamados a encon­trarse?; ¿por qué no lo hicieron antes?; . ¿fue el médico y el saber médico quien liberó a los locos de las cadenas?. Y en

. todo. este proceso ¿qué ha cambiado?, ¿por qué siguen ahí?; ¿no formarán parte del internamiento el médico y su saber­incluso el de aquellos que hablan contra el internamiento?; ¿qué se ha construido?; ¿por dónde andamos?

IV

-Bueno, ¿y todo esto a qué viene? Atareados como estamos en la resolución de problemas Reales cada vez más nume­rosos y complejos y en la ayuda y trata­miento de cada vez más per-sonas ¿·de qué

. nos sii-ve esto a nosotros? Permítanse us­tedes, al menos por un momento, la duda, la sospecha ele aquello que nos viene dado.

En el quehacer ele cada día, ya se sabe, no hay lugar ni tiempo para la eluda. -Mis pacientes ny.e piden que les ayude; me pagan para que les cure; nece­sitan urgentemente un tratamiento . . . en· fin, no me venga usted con monsergas. sin embargo en este tren puesto �n marcha desde hace muchísimos siglos se instaló un vagón para la lectura y el pensamiento, para la reflexión y el diálo­go. Utilicémoslo; no es necesario apearse (los que lo hicieron ya no nos hablan, y

Page 2: Hubo un tietnpo, en ese lugar. · 2020. 5. 14. · Hubo un tietnpo, en ese lugar. . Joan Canimas (Lic. en Filosofía) Camino de casa me encuentro a veces con un hombre que, apresurado,

si lo hacen nuestro recorrido ya no logra escucharlos).

Cuando fui invitado a hablar en las Primeras Jornadas Internacionales de Salud Mental y Ciencias Humanas -charla sobre la que Natura Medicatri.x me pide hoy que escriba algo- se suponía que un servidor se inscribía dentro del grupo de las llamadas Cien­cias Sociales y que como tal debía abor­dar la salud mental. Me propuse por tanto presentar la vieja obra de Foucault sobre la locura a la que antes me he referido, porque Michel Foucault es uno de esos autores que logra sorpren­der el pensamiento (en el sentido de trastocar la misma base sobre la que se asientan algunos de nuestros principios) y de hacerlo de una forma digamos seria. Y, atareados y asentados como estamos en nuestros principios y creencias, es eso precisamente lo que provoca la incertidumbre y a veces el "no me venga usted con monsergas", o ei "está muy bien pero no me sirve para mis preocupaciones diarias, que espero que en aquella ocasión no fue el caso.

V

Resumir la obra de un autor es amputada, y lo mejor, .ya saben ustedes, es leerla y hablarla. Hay sin.embargo un texto de la Histoire de la folie que me gustaría transcribir para quedarnos al menos con algo concreto. Dice así:

"Antes de tener el sentido medicinal que le atribuimos, o que al menos queremos concederle, el confina­miento ha sido una exigencia de algo m uy distinto de la preocupación por la curación. Lo que lo ha hecho nece­sario ha sido un imperativo de traba­jo. Donde nuestra filantropía quisie­ra reconocer señales de benevolencia hacia la enfermedad, sólo encontra­mos la condenación de la Ociosidad".

Cabe, efectivamente, un desacuerdo histo�iográfico sobre los imperativos que provocaron el confinamiento. Si no lo hubiera, entonc-es un "gracias a ello em­prendimos el camino" del qüe se sabe en el buen camino. Pero ninguna de las dos posiciones logra disipar las preguntas que desplie-ga el acontecer.

Pararnos a pensar ese momento en el que emprendimos el camino de separar a unas personas y encerrarlas, de las que resultaron unos locos y de ellos algunas enfermedades mentales sobre las que unos abogan por el tratamiento hospita-

!ario y otros por la deshospitalización. Es un camino que está repleto de enfermedaes para unos pero no para otros, repleto de tratamientos, · teorías, interpretaciones y curaciones. Pararse a pensar ese momento acaso sea una cuestión tan simple y elemental como saber por donde

· andamos . Lo que sí pa­rece claro es que nos agarramos al andar; a ese andar que algo o a lguien emprend i ó , hace mucho tiempo, en ese lugar, por nosotros. La historia (o al menos la visión teleo-1ógica de la historia que nos inva­de) viene de nuevo a consolarnos. y a recon­fortarnos; no se piensa ni discute seriamente el porqué se empezó a construir la Torre, lo importante es conti­nuarla para cumplir el objetivb que nos mar­cúon; llegar al cielo (a ese cielo que, a diferen­cia de nosotros, Jeremy Bentham parecía saber al menos donde se ha­llaba).

VI

' .

- Echo en falta una di­gestión de la obra de Foucanlt rriás allá de las murallas académicas de los Departamentos de Filosofía. Los médicos, los psiquiatras y los anti- · psiquiatras, los psicólo­gos, los maestros, los maestros y educadores, los abogados, en fin, esa nueva estirpe de cléri­gos no se han topado aún con las obras de Foucault que hablan de

PJCASSO ''El loco". 1904. ©\'.EGAP..Barc.elona.J993. ObmpertellecieJlfeai.;Y!ttseoPicassadeBarr<elqna.

ellos, si siquiera para tri-turadas. De esta calentura, creo yo, caoría esperar una buena decrecida. Es posible que sea poner el listón muy alto, o pedir peras al olmo, o a uno que cave su propia tumba. Sin embargo y a pesar de todo esto hay personas suficientemente aventure­ras en estas profesiones para esperar de

ellas que se embarquen en el viaje. Ave­riguar el por qué y el como salimos un buen día a nuestro encuentro con la locura, con esta locura que hoy se nos hace evidente en cada caso y en cada enfermo que tratamos, es, ya se ha dicho, aquí la cuestión. O

NATURA MWICATRIX Otol�o/lnviemo 1992/3 (n. º 31) - 5