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D “No se permite la copia, reproducción ni distribución de la obra, únicamente se autoriza el uso personal sin fines de lucro por el periodo comprendido de 12 de enero a 6 de mayo de 2015, para cualquier uso distinto al señalado anteriormente, se debe solicitar autorización por escrito al titular de los derechos patrimoniales de la obra.“Reproducción autorizada en los términos de la Ley Federal del Derecho de A utor, bajo licencia del CEMPRO (Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor) CP10-14 y procurando en todo tiempo que no se violen los derechos de los representados por CEMPRO y tutelados por la legislación de derechos de autor mexicana.” NOMBRE DEL CURSO/CLAVE: Teoría crítica y posmodernidad H4006 NOMBRE DEL PROFESOR TITULAR: NOMBRE DEL LIBRO: Dr. Dejan Mihailovic NOMBRE DEL AUTOR: Hardt, Michael y Negri, Toni NOMBRE DEL CAPÍTULO: EDITORIAL: Cap 5:Horkheimer y Adorno: El entrelazamiento de mito e ilustración EDICIÓN: NÚMERO DE ISSN/ISBN: 84-306-1290-4 FECHA DE PUBLICACIÓN: 1989 RANGO DE PÁGINAS: 135-162 TOTAL DE PÁGINAS: 27 El discurso filosófico de la modernidad Taurus

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    No se permite la copia, reproduccin ni distribucin de la obra, nicamente se autoriza el uso personal sin fines de lucro por el periodo comprendido de 12 de enero a 6 de mayo de 2015, para cualquier uso distinto al sealado anteriormente, se debe solicitar autorizacin por escrito al titular de los derechos patrimoniales de la obra.

    Reproduccin autorizada en los trminos de la Ley Federal del Derecho de A utor, bajo licencia del CEMPRO (Centro Mexicano de Proteccin y Fomento de los Derechos de Autor) CP10-14 y procurando en todo tiempo que no se violen los derechos de los representados por CEMPRO y tutelados por la legislacin de derechos de autor mexicana.

    NOMBRE DEL CURSO/CLAVE: Teora crtica y posmodernidad H4006

    NOMBRE DEL PROFESOR TITULAR:

    NOMBRE DEL LIBRO:

    Dr. Dejan Mihailovic

    NOMBRE DEL AUTOR: Hardt, Michael y Negri, Toni

    NOMBRE DEL CAPTULO:

    EDITORIAL:

    Cap 5:Horkheimer y Adorno: El entrelazamiento de mito e ilustracin

    EDICIN: 1

    NMERO DE ISSN/ISBN: 84-306-1290-4

    FECHA DE PUBLICACIN: 1989

    RANGO DE PGINAS: 135-162

    TOTAL DE PGINAS: 27

    El discurso filosfico de la modernidad

    Taurus

  • HORKHEIMER Y ADoRNO:EL ENTRELAZAMIENTO I)E MITO E

    ILUSTRACIN

    Los escritores sombros de la burguesa como Maquiavelo,Hobbes, Madenville, haban embelesado siempre a un Horkheimer conquistad por Schopenhauer. Sin embargo, eos pensado-res pensaban an constructivamente, a partir de ss estridenciaspodan trazarse todava lneas que conducan a la teora marxistade la sociedad. Los escritores negros de la burguesa, sobre todoel marqus de Sade y Nietzsche, rompieron esas conexiones. Deellos parten Horkheimer y Adorno en la Dialctica de la Ilustra-cin, su libro ms negro, para trer a concepto el proceso deautdestruccin de la Ilustracin. Segn sus propios anlisis.nada podan esperar ya de la fuerza liberadora del concepto.Pero llevados de la eperanza de los desesperados, que en Ben-jaminse torna irnica, no quisieron desistir, empero, del trabajodel concepto, que en sus manos se torna, pues, paradjico. Esteestad de nimo, esta ctitd ya no es la nuestra. Sin embargo,bajo el signo de un Nietzsche renovado en trminos postestruc-turalistas se difunden estados de nimo y actitudes que puedenconfundirse con aqullas. Lo que por mi parte pretendo es pre-venir tal confuin.

    La Dialctica de la Ilustracin es un libro curioso. Sus partesesenciales proceden de las notas que Gretel Adorno tom de lasdiscusiones entre Horkheimer y Adorno en Santa Mnica. Eltexto se concluy en 1944 y apareci tres aos despus en laeditorial Querido de Amsterdan. Ejemplares de esta primeraedicin pudieron adquirirse durante casi veinte as. La historiadel libro con que Horkheimer y Adorno influyeron en la evolu-cin intelectual de la Repblica Federal Alemana, sobre todo

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  • durante sus dos primeros decenios de existencia, guarda, pues,una curiosa relacin inversa con elE nmero de compradores.Curiosa es tambin la composicin del libro. Consiste en unartculo de algo ms de cincuenta pginas, dos excrsos y tresapndices. Estos ocupan ms de la mitad del texto. La forma deexposicin, ms bien intrincada, no permite reconocer a primeravista la clara estructura de la argumentacin.

    Por eso voy a explicar primero las dos tesis centrales (I). Dela valoracin de la modernidad se sigue el problema que a mme interesa en relacin con la situacin actual: por qu Hork-heimer y Adorno tratan de ilustrar radicalmente a la Ilustracinsobre s misma (II). El gran modelo de un totalizante sobrepu-jarse a s misma de la. crtica ideolgica lo constitua Nietzsche.La comparacin de Horkheimer y Adorno con Nietzsche no slonos informa acerca de las contrapuestas direcciones en que am-bas partes impulsan su crtica de la cultura (III), sino que des-pierta tambin dudas sobre esta repetida reflexivizacin de laIlustracin (IV).

    I

    En la tradicin de la Ilustracin el pensamiento ilustrado seconsider a la vez como anttesis del mito y como fuerza contrariaa l. Como anttesis, porque opone al autoritario carcter vincu-lante de una tradicin engranada en la cadena de las generacio-nes la coaccin sin coacciones que los buenos argumentos ejer-cen; como fuerza contraria al mito, porque su funcin es romperpor medio de ideas adquiridas por el individuo y convertidas enfuentes de motivacin el encantamiento que ejercen los poderescolectivos. La ilustracin contradice al mito escapando con elloa su poder1. A este contraste, de que tan seguro se siente elpensamiento ilustrado, oponen Horkheimer y Adorno la tesis. deuna secreta complicidad entre ilustracin y mito: Ya el mito esilustracin y la ilustracin se torna mitologa2. Esta tesis anun-ciada en el prefacio, es desarrollada en el artculo que da ttulo

    1 K. HEINRIcI-!, Versuch ber die Schwierigkeit Nein zu sagen, Francfort1964.

    2 Dialektik der Aufklrung, Amsterdam 1947, 10; citada en lo que siguecomo DA. Cfr. tambin mi eplogo a la nueva edicin, Francfort 1985.

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  • al libro y justificada en forma de una interpretacin de la Odisea.De la objecin filolgica que los propios autores anticipan de

    que, con la eleccin de esa tarda elaboracin pica de unatradicin mtica que el propio Homero , desde su punto de vista.pone ya a distancia, se est incurriendo en una petitio prircipii.los autores extraen una ventaja metodolgica: En las distintascapas del poema de Homero han ido precipitando los mitos; peroel relato que se hac de elk~,la unidad que se impone a esasdifusas sagas es a la vez la descripcin de la va por la que elsujeto huy de los poderes mticos. En las aventuras de Ulises,astUto por partida doble, se refleja la historia de una subjetividadqUe se arranca a s misma del poder de las potencias mtias. Elmundo mtio n es la patria, sino el laberinto del que hay queevadirse por mor de la propia identidad: La aoranza de lapatria es 1 que pone en marcha las aventuras por las que lasubjetividd, cuya prehistoria nos describe la Odisea, escapa delmundo primigenio. Que el concept de patria se oponga 1 mitoque obscenamente los fascistas qiren dar por patria, he ahcifrada la ntima paradoja de esta epopeya (DA, 96 s.).

    Ciertamente que las narraciones mticas llaman al individuoa una vuelta a los orgenes con ls que est genealgicamenteunido por la cadena de generaciones, pero los actos rituales aque las narraciones convocan, actos que tienden un puente ysalvan la culpable distancia a que han quedado los orgenes,ahondan an ms el abismo3. El mito del origen mantiene eldoble sentido del verbo alemn Entspringen, el estremecimien-to ante la prdida de races y el respiro de alivio tras el acto dehuida. De ah que Horkheimer y Ado:rno persigan la astucia deUlises hasta lo ms ntimo de los sacrificios; stos comportan unmomento de mentira en la medida en que los individuos seredimen de la maldicin de las potencias vengativas ofrendandoun sustituto cargado de valor simblico4. Esta capa del mitocaracterizala ambivalencia de una actitud de la conciencia, parala que la praxis ritual es a la vez real y aparente. De vital

    ~ K. HEINRICH, Dahiemer Vorlesung, BaseifFrancfort 1981, 22 S.~ ccPrimigenia tiene que ser la experiencia de que la comunicacin simblica

    con la divinidad a travs de la ofrenda, no es real. La representacin del oferenten la ofFenda, glorificada por los irracionalistas de moda, no hay que separarladel endiosamiento de lo sacrificado, del embste, de la racionalizacin sacerdotaldel asesinato mediante la apoteosis del elegido (DA, 66).

    I ~

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  • necesidad para la conciencia colectiva es la fuerza regeneradoraque posee el retorno ritual a los orgenes, retorno que garantiza,como Durkheim mostr, la cohesin social. Pero igualmentenecesario es el carcter meramente aparente de ese retorno a losorgenes, a los que el miembro del colectivo que es. la sociedadtribal, a la vez ha de escapar para formar su yo. As pues, lospoderes mticos, poderes que quedan santificados a~la vez quesobrepujados en astucia, ocupan ya, en la prehistoria de la sub-jetividad, una primera capa de ilustracin (DA, 60).

    Pero sta slo sera ilustracin lograda, si el alejamientorespecto a los orgenes significara liberacin. Mas el poder mticose revela como el momento retardante~que detiene la emancipa-cin apetecida, que prolonga una y otra vez una ligazn a losorgenes experimentada como cautiverio. De ah que Horkhei-mer y Adorno llamen ilustracin al proceso global que cuelga entreambos partidos. Y este proceso, el vencimiento de las potenciasmticas, fatalmente renueva en cada nueva etapa el retorno delmito. En cada nueva etapa de ilustracin, la ilustracin fatalmentese torna en mitologa. Tambin esta tesis tratan de confirmarla losautores analizando la etapa odiseica de la conciencia.

    Escudrian cada episodio de la Odisea para averiguar elprecio que el experimentado Ulises tiene que pagar por salir tanfortalecido y consolidado de las aventuras que arrostra, comosale el espritu de aquellas experiencias de la conciencia, de queel Hegl de la Fenomenologa nos informa con la misma inten-cin con que Homero, el pico, nos informa de las aventuras deUlise. Ls episodios nos informan de peligros, de astucia, deevasin, y de la renuncia autoimpuesta por la que el yo aprendea dominar el peligro, se alza con SU propia identidad, al tiempoque se despide de la dicha dl arcaico ser-uno cn la naturaleza,as con la externa como con la interna. El ant de las sirenasrcuerda una felicidad antaO otorgada por la fluctuante co~nexin con la naturaleza, Ulises se abandona a las seduccionescomo alguien que ya se sabe bien encadenado El dominio delhombre sobre mismo, que sirve de base a su y y lo funda, essiempre virtualmente la aniquilacin del sujeto por mor del cualtal dominacin se produce, pues la sustancia dominada, ometiday disuelta por la autoconservacin es nada menos que lo vivo enfuncin de lo cual habra que determinar las aportaciones a laautoconservacin, es nada menos que aquello que habra queconservar (DA, 71). Esta idea de que los hombres desarrollan

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  • su identidad aprendiendo . a dominar la naturaleza externa alpreci de la represin de la interna, sirve de patrn para unadescripcin bajo la que el proceso de ilustracin revela su doblehaz: el precio de la renuncia, de la ocultacin ante s mismo, dela ruptura de la comunicacin del yo con su propia naturalezainterna, que ahora se torna annima en forma de ello, esinterpretado como resultado de una introversin del sacrificio.El yo que antao haba superado en el sacrificio la astucia deldestino mtico, es atrapado de nuevo por ste en cuanto se veobligado a introyectar el sacrificio: Pero el yo firmemente idn-tico a s mismo que nace de la superacin del sacrificio, no repre-senta inmediatamente otra cosa que un ritual sacrificial endure-cido, fijo como una roca, que el hombre, aloponer su concienciaal plexo de la naturaleza, se celebra a s mismo (DA, 70).

    En el proceso histrico-universal de ilustracin la especiehumana se ha alejado, pues, cada vez ms de los orgenes y, sinembargo, no se ha. liberado de la compulsin mtica a la repeti-cin. El mundo moderno, el mundo plenamente racionalizado,slo est desencantado en apariencia; sobre l pende la maldicinde la cosificacin demnica y del aislamiento mortal. En losfenmenos de parlisis de una emancipacin que corre en vaco,se patentiza la venganza que los poderes del origen se cobrancontra aquellos que no tuvieron ms remedio que emanciparsey que, sin embargo, no lograron evadirse. La necesidad en quese ve el hombre de dominar racionalmente las fuerzas naturalesque le amenazan desde fuera, ha puesto a los sujetos en la vade un proceso de formacin que incrementa hasta el infinito lasfuerzas productivas por mor de la pra autoconservacin, peroque deja atrofiarse las fuerzas de la reconciliacin que transcien-den la pura conservacin. La dominacin sobre una naturalezaexterna objetivada y una naturaleza interna reprimida es el per-manente signo de la ilustracin~

    Con ello Horkheimer y Adorno hacen variaciones sobre unconocido tema de Max Weber, quien en el mundO moderno, trasel. dsencantamiento de las imgenes religiosas y metafsicas delmundo, ve levantarse de sus sepulcros a los viejos dioses queadoptando la forma de p.oderes impersonales vuelven a entablarentre ellos la irreconciliable lucha de los poderes primigenios5.

    ~ M~WEBER, Wissenschft ais Beruf, en Ges. Aufstze sur Wissen.~cchafts

    -

    lehre, Tubinga 1968, 604.

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  • El lector que no se deje avasallar por el carcter retrico dela exposicin, que d un paso atrs y tome en serio 1 pretensinde carcter integralmente filosfico del texto, puede obtener laimpresin:

    de que la tesis que en l se desarrolla no es menos arries-gada que el diagnstico que en trminos similares Nietzsche hizodel nihilismo;

    de que los autores son conscientes de este riesgo y de que,pese a las apariencias en contra, emprenden una consecuentetentativa de fundamentar la crtica que hacen de la cultura;

    pero de que en el desarrollo de esa tentativa practicanabstracciones y desdiferenciaciones que ponen en cuestin laplausibilidad de la empresa.

    Voy a examinar primero si esta impresin es correcta.La propia razn destruye la humanidad que posibilita sta

    tesis, de trascendental importancia, se prueba en el excurso pri-mero sealando, como hemos visto, que el proceso de ilustra-cin, dede sus mismos comienzos, se debe al impulso de unaautoconservacin que mutila a la razn porque slo se sirve desta en forma de una dominacin racional con arreglo a finesde la naturaleza y de los impulsos, es decir, slo se sirve de stacomo razn instrumental. Pero con ello todava no se ha mos-trado que la razn, hasta en sus ms recientes productos, comoson la ciencia moderna, las ideas morales jurdicas universalistasy el arte autnomo, permanezca sometida al dictado de la racio-nalidad con arreglo a fines. Es precisamente esto lo que tratande demostrar el artculo sobre el concepto de ilustracin, que dael ttulo al libro, el excurso sobre ilustracin y moral, y el apn-dice sobre la industria de la cultura.

    Adorno y Horkheimer estn convencidos de que la cienciamoderna cobra plena conciencia de s en el positivismo lgico yrenuncia a la pretensin de conocimiento terico para sustituirlapor la de utilidad tcnica: Entender como tal aquello con queuno se encuentra, no slo clasificar los datos segn Sus relacionesespacio-temporales abstractas en las que despus poder empa-quetarlos, sino pensarlos ms bien como superficie, como mo-mentos conceptuales resultantes de una mediacin, que slopueden plenamente sustanciarse desarrollando su sentido social,histrico, humano todo esto que constituye la genuina preten-

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  • sin del conocimiento, queda abandonado (DA, 39). La crticaque antes se haba hecho a la comprensin positivista de laciencia se agudiza y convierte en la objecin global de que lasciencias mismas han sido absorbidas por la razn instrumental.Valindose como hilo conductor de la Histoire de Juliette y de laGenealoga de la moral, Horkheimer y Adorno tratan adems demostrar que la razn ha sido expulsada de la moral y del derecho,porque con la destruccin de las imgenes religioso-metafsicasdel mundo habran perdido su crdito todos los criterios norma-tivos ante la autoridad de la ciencia, que es la nica reconocida:El no haber disimulado la imposibilidad de extraer de la raznun solo argumento de principio contra el asesinato, sino el ha-berla gritado ante el mundo, es lo que encendi la saa con quelos progresistas persiguen todava hoy a Sade y a Nietzsche(DA, 142). Y prosiguen: No pretendieron que la razn forma-lista guardara una relacin ms estrecha con la moralidad quecon la inmoralidad (DA, 141). La rtica que antes se habahecho contra las reducciones metaticas de la moral se torna enun asentimiento sarcstico al escepticismo tico.

    Con sus anlisis de la cultura de masas Horkheimer y Adornotratan, en fin, de demostrar que el arte, fusionada con la diver-sin, ve paralizadas sus fuerzas innovadoras, queda vaciada detodos sus contenidos crticos y utpicos: El momento en la obrade arte, por el que sta apunta ms all de la realidad, en elfondo no puede disociarse del estilo: pero no es que consista enla armona que logra, en la cuestionable unidad de forma ycontenido, de dentro y fuera, de individuO y sociedad, sino enaquellos rasgos en que hace aparicin la discrepancia, en elnecesario fracaso del apasionado afn de identidad. En lugar deexponerse a este fracaso en que el estilo de la gran obra de artedesde siempre se neg a s mismo, 1 fljo se ha atenido siemprea la similitud con los otrOs, a un sucedneo de identidad. Laindustria de la cultura, finalmente, eleva la imitacin a la cate-gora de absoluto (DA, 156). La crtica que antes haban hechoal carcter puramente afirmativo de la cultura burguesa se agu-diza en impotente rabia por la irnica justicia de esa sentenciasupuestamente inapelable que la cultura de masas ejecuta en unarte que siempre haba sido ya ideolgica.

    La argumentacin obedece, pues, a un mismo motivo en lotocante a la ciencia, la moral el arte: la propia separacin dembitos culturales, el hundimiento de la razn sustancial que

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  • antao encarnaron la religin y la metafsica, torna tan impoten-tes a los momentos aislados de la razn , privados ahora de suconexin recproca, que stos entran en regresin y se reducena una racionalidad al servicio de una autoconservacin que se havuelto salvaje. En la cultura moderna la razn queda definitiva-mente despojada de su pretensin de validez y asimilada al puropoder. La capacidad crtica de tomar postura ante algo con uns o con un no, de distinguir entre enunciados vlidos y novlidos, queda neutralizada, queda puesta en cuestin ante laturbia fusin de pretensiones de validez y pretensiones de poder.

    Pero si la crtica de la razn instrumental se reduce a estencleo, queda entonces clara la sorprendente simplificacin quela Dialctica de la Ilustracin practica en la imagen de la moder-.nidad. La dignidad inherente a la modernidad cultural radica enlo que Max Weber llam diferenciacin de esferas de valor, queen adelante obedece cada una a su propia lgica interna. Perocon esa diferenciacin la fuerza de la negacin, la capacidad dediscriminar entre el s y el no no queda paralizada sino msbien potenciada. Pues ahora las cuestiones de verdad, las cuestiones de justicia y las cuestiones de gusto pueden elaborarse ydesarrollarse conforme a su propia lgica interna. Bien es verdadque.con la economa capitalista y el estado moderno se refuerzatambin la tendencia a reducir todas las cuestiones de validez allimitado horizonte de la racionalidad con arreglo a fines desujetos que se conservan a s mismos o de sistemas que mantie~nen su patrimonio y organizacin internas. Mas con esta propen-Sin a una regresin social de la razn compite una nada despre-ciable coaccin: la inducida porla racionalizacin de las imge-nes del mundo y de los mundos de a vida, que obliga a laprogresiva diferenciacin de una razn que al cabo adopta unaforma procedimental. Con la asimilacin naturalista de preten-siones de poder y pretensiones de validez, con la destruccin dela capacidad crtica, compite el desarrollo de culturas de expertosen las que la interna articulacin de las distintas esferas de validezhace que las pretensiones de verdad proposicional, de rectitudnormativa y de autenticidad imponga su propio sentido espec-fico, aunque tambin hace que adquieran una vida propia, eso-trica, a la que la separacin respecto dela prctica comunicativacotidiana hace de nuevo peligrar.

    A causa de las simplificaciones que en este cuadro practica,la Dialctica de la Ilustracin no hace justicia al contenido racio-

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  • nal de la modernidad cultural que qued fijado en los idealesburgueses (aunque tambin instrumentalizado con ellos). Merefiero a la especfica dinmica teortica que empuja una y otravez a las ciencias, y tambin a la autorreflexin de las ciencias,por encima d la generacin de saber tcnicamente utilizable; merefiero tambin a los fundamentos universalistas del derecho yla moral que han encontrado tmbin encarnacin (por distor-siOnada e imperfecta que sea) en las instituciones de lo Estadoscntitcionale modernos, en los modos de formacin democr-tica de la vluntad colectiva, en los patrones individualistas dedesarrollo de la idntidad personal; me refiero, en fin, a laproductividad y fuerza explosiva de la experiencias estticasbsias que en el comercio y trato consigo misma hce unasubjetividad decentrada, emancipada de los imperativOs de laactividad racional con arreglo a fines y de las convenciones dela percepcin cotidiana experiencias que se tornan patentes enlas obras del arte de vanguardia, que advienen al lenguaje en lodiscursOs propios de la crtica de arte y que alcanzan tambin uncierto efecto iluminador o a 10 menos instructivo a efectos decontraste en los registros valorativos innovadoramente enri-quecidos de la autorrealizacin individual y grupal.

    Si se completaran lo bastante estos temas como para serviral propsito de mi argumento, podran apoyar la impresin in-tuitiva de (digmoslo con cautela): incompletud y unilateralidad,que obtiene el lector tras una primera lectura de este libro. Nosin razn, el lector se queda con la sensacin de que esa nivela-dora exposicin que caracteriza al libro pasa por alto rasgosesenciales de la modernidad cultural.

    Y si ello es as, urge preguntarse por los motivos que pudieronhaber movido a Horkheimer y Adorno a enfocar su crtica a laIlustracin en trminos tan radicales, que es el propio proyectode la Ilutracin el que queda en peligro; pues la Dialctica dela ilustracin apenas deja ya en pie perspectiva alguna desde laque poder escapar del mito de la racionalidad con arreglo a finesconvertido en poder objetivo. Para aclarar esta cuestin voy atratar de identificar en primer lugar el puesto que la crticamarxista de la ideologa ocupa en el proceso global de ilustra-cin, para averiguar despus por qu Horkheimer y Adorno cre-yeron tener que abandonar y sobrepujar a la vez ese tipo de cr-tica.

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  • II

    Hasta aqu slo hemos considerado el pensamiento mticobajo el aspecto del ambiguo comportamiento de los sujetos conlos poderes del origen, es decir, slo bajo el punto de vista dela emancipacin, el cual es central para la formacin de la iden-tidad. Horkheimer y Adorno entienden la ilustracin como la.malograda tentativa de desgajarse y huir de los poderes deldestino. El inconsolable vaco en que cae la emancipacin es laforma en que la maldicin de los poderes mticos logra anatrapar a los evadidos. Pero existe otra dimensin de la descrip-cin del pensamiento mtico y del pensamiento ilustrado de laque slo se habla en los escasos pasajes en que la va de ladesmitologizacin se define como transformacin y diferencia-cin de conceptos bsicos. El mito debe su fuerza totalizadoracon la que todos los fenmenos percibidos en la superficie que-dan ordenados en una red de correspondencias, de relaciones desemejanza y contraste, a conceptos bsicos en que queda cate-gorialmente unido lo que la comprensin moderna del mundono tiene ms remedio que separar. Por ejemplo, el lenguaje, esdecir, el medio de exposicin, no est todava tan diferenciadode la realidad, que el signo convencional pueda separarse porcompleto del contenido semntico y del referente; la imagenlingstica del mundo permanece entretejida con el orden delmundo. Las tradiciones mticas no pueden revisarse sin poner enpeligro el orden de las cosas y la identidad de la tribu, que sefunda en ese orden. Categoras d validez como verdadero yfalso, bueno y malo forman an una aleacin con concep-tos empricos como trueque, causalidad, salud, sustancia y capa-cidad. El pensamiento mgico no permite ninguna distincincategorial entre cosas y personas, entre lo inanimado y lo ani-mado, entre bjetos qu pueden manipularse y agentes a los queimputamos acciones y mnifestacione lingsticas. Slo la des-mitologizacin disuelve ese encantamiento, que a nosotros, losmodernos, no tiene ms remedio qu aparecernos como unaconfusin entre naturleza y citura. El proceso de ilustracinconduce a la desocializacin de la naturaleza y a la desnaturali-zacin del mundo humano; siguiendo a Piaget, ese proceso puedeentenderse como una decentracin de la imagen del mundo.

    La imagen tradicional del mundo. queda finalmente tempo-ralizada y, como interpretacin mudable del mundo, puede ser

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  • distinguida del mundo mismo. Este mundo externo se diferenciaen un mundo objetivo del ente y en el mundo social de las normas(o de las relaciones pesonales normativamente reguladas); ambosse diferencian del mundo interno, del mundo de vivencias sub-jetivas al que cada cual tiene un acceso privilegiado. Este procesocontina, como mostr Max Weber, en la raciOnalizacin de lasimgenes del mundo, racionalizacin que en sus aspectos dereligin y metafsica se debe por su parte a la desmitologizacin.Pero cuando la racionalizacin, como es el caso d la tradicinoccidental, tampoco se detiene ante las categoras religiosas ymetafsicas, la esfera de las relaciones de validez no solamentequeda purificada de adherencias empricas, sino que tambinexperimnta un proceso de diferenciacin interna .bajo los puntosde vista que sOn la verdad, la rectitud normativa y la veracidadsubjetiva o autenticidad, cada uno de los cuales tiene distintalgica interna6.

    Si el proceso colgado entre el mito y la ilustracin se lodesribe en estos trminos como proceso de formacin de unacomprensin decntrada del mndo, cabe sealar tambin eneste drama el lugar en que puede hacer su aparicin el procedi-miento caracterstico de la crtica ideolgica. Slo cuando se handiferenciado las relaciones de sentido y las relaciones objetivas,slo cuando las relaciones internas y las relaciones externas sehan separado; slo cuando la ciencia, la moral y el arte se hanespecializado cada una en una pretensin de validez, siguen cadauna. su propia lgica interna y quedan apuradas de escorias cos-molgicas, teolgicas o cultuales; slo entonces puede surgir lasospecha de que la autonoma de la validez que una teora, seaemprica o normativa, reclama para s, es pura apariencia porqueen sus poros se han introducido furtivamente intereses y preten-siones de poder no declarados. La crtica que se inspira en talsospecha tratar de demostrar que la teora sospechosa, en losenunciados para los que frontalmente reclama validez, expresaa tergo dependencias que no podra confesar sin perder la cre-dibilidad. La crtica se convierte en crtica ideolgica cuandotrata de nostrar qe la validez de la teora no se ha desligado lobastante dl contexto de emergencia, que en la trastienda de la

    6 ~ HABERMAS, Theorie des kommunikativen Handeins, Francfort 1981,tomo 1, captulo II.

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  • teora se oculta una impermisible mezcla de poder y validez yque es precisamente tal mezcla a lo que la teora debe su repu-tacin. La crtica ideolgica trata de mostrar cmo en un planopara el que es esencial una puntillosa diStincin entre relacionesde sentido y relaciones objetivas externas, precisamente esasrelaciones internas y externas se enmaraan y confunden y quese enmaraan y confunden porque las pretensiones de validezvienen determinadas por relaciones de poder. La crtica ideol-gica no es ella misma una teora que compita con otras; slo sesirve de determinados supuestos teorticos; apoyada en ellospone en cuestin la verdad de una teora sospechosa poniendo aldescubierto su falta de veracidad. Prosigue el proceso de ilustra-cin demostrando a una teora que en principio presupone unacomprensin desmitologizada del mundo, cmo en realidad sigueprisionera del mito; es decir, prosigue el proceso de ilustracin,siguiendo el rastro a un error o confusin categorial supuesta-mente superados.

    Con este tipo de crtica la ilustracin se torna por primeravez reflexiva; ahora se aplica a, y se cumple en, sus propiosproductos las teoras. Ahora bien, el drama de la ilustracinslo alcanza su clmax cuando es la propia crtica ideolgica laque cae en la sospecha de no producir ya verdades y la ilus-tracin se torna as por segunda vez reflexiva. La duda se ex-tiende entonces tambin a la razn, cuyos criterios la crtica delas ideologas los haba encotrado en los ideales burgueses, alos que se haba limitado a tomar la palabra. Este es el paso queda la Dialctica de la ilustracin autonomiza la crtica inclusocontra los propios fundamentos de la crtica. Por qu se vieronHorkheimer y Adorno obligados a dar ese paso?

    La Teora Crtica la desarrollaron los miembros del crculoque se form en torno a Horkheimer, en un intento de dar raznde los desengaos polticos que representaron el fracaso de larevolucin en Occidente, la evolUcin de la Rusia estalinista yla victoria del fascismo en Alemania; la Teora Crtica se propusoexplicar el fracaso de los pronsticos marxists, sin romper,empero, con las itenciones del marxismo. Sobre este trasfondoresulta comprensible cmo en los ciagos aos de la SegundaGuerra Mundial pudo cuajar la impresin de que de la realidadhaban hUido las ltimas chispas de razn, dejando fatalmentetras de s una civilizacin empeada en su propia destruccin.La idea de historia natural que el joven Adorno haba tomado

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  • de Benjamin pareca haberse realizado de manera imprevista7.La historia, en el instante mismo de su mxima aceleracin. sehaba congelado en naturaleza, se haba convertido en el calvariode una esperanza que resultaba ya irreconocible.

    Sin embargo, este tipo de explicaciones que recurren a ele-mentos psicolgicos o a la situacin de la poca slo puedenpretender ser interesantes en un contexto teortico si contienenreferencias a algn motivo sistemtico. Y en efecto, las expe-riencias polticas que hemos mencionado no pudieron menos deafectar a los supuestos en que durante los aos treinta el crculode los francfortianos haba apoyado todava su crtica, supuestosque eran los del Matrialismo Histrico.

    En uno de los bosquejos aadidos asistemticamente, queversa sobre filosofa y divisin del trabajo (en la ciencia), hay unpasaje que parece un fragmento de la poca clsica de la TeoraCrtica, que hubiera quedado a flote. La filosofa, se dice all,no conoce normas o fines abstractos que fueran practicables encontraposicin con los vigentes. Su libertad frente a la sugestinde lo existente radica precisamente en que acepta, aun sin poderdemostrarls, los ideales burgueses, sean stos tos que sus defen-sores, aunquedesfiguradamente, an proclaman, o los que pesea todas las thanipulaciones an rsultan reconocibles como sen-tido objetivo de las instituciones, ya sean stas tcnicas o cultu-rales (DA, 292). Con ello Horkheimer y Adorno rememoranaquella figura de la crtica de las ideologas de Marx, que partad que el potencial de razn expresado en los ideales burguesesy encerrado en el sentido objetivo de las instituciones ofreceuna doble haz: por un lado, presta a las ideologas de la clasedominante el engaoso aspecto de teoras convincentes; por otro,ofrece un punto de apoyo para una crtica de tipo inmanente deesos productos qu elevan a inters general lo que en realidadslo sirve a la parte dominante de la sociedad. La crtica ideo-lgica descifraba en las ideas utilizadas de ese modo un fragmen-to de razn existente oculto a s mismo, y lea esas ideas comouna directriz que podan poner por obra los movimientos socialesa medida que se desarrollasen fuerzas productivas excedentes.

    Los tericos francfortianos haban conservado en los aostreinta parte de la confianza que la filosofa de la historia haba

    T. W. ADORNO, Ges. Schriften, tomo I, Francfort 1973, 345 Ss.

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  • puesto en el potencial de razn de la cultura burguesa, potencialque habra de quedar liberado bajo la presin del desarrollo delas fuerzas productivas; en esa confianza se haba basado aquelprograma de investigacin interdisciplinar cuyos resultados que-daron recogidos en los tomos de la Zeitschriftfr Sozialforschung(1932-1941). Helmut Dubiel, analizando la evolucin de la pri-mera Teora Crtica, ha expuesto cmo este capital de confianzaestaba hasta tal punto consumido a principios de los aos cua-renta8, que Horkheimer y Adorno dieron por agotada la crticamarxista de las ideologas y dejaron de creer que la promesa dedesarrollar una Teora Crtica de la sociedad pudiera desempe-arse con los medios de las ciencias sociales. En lugar de eso,impulsan una radicalizacin y autosobrepujamiento de la crticade las ideologas, que tiene por objeto ilustrar a la ilustracinsobre s misma. El prlogo a la Dialctica de la Ilustracin em-pieza con la confesin: Aunque desde hace muchos aos vena-mos notando que en la moderna organizacin de las ciencias losgrandes hallazgos se pagan con una creciente destruccin de laformacin teortica, creamos, sin embargo, poder seguir ate-nindonos an a esa forma de hacer, limitando nuestras aporta-ciones preferentemente a la crtica o a la prosecucin de lasdistintas materias especializadas. Al menos temticamente, nues-tras aportaciones pretendan atenerse a las disciplinas tradicio-nales: a la sociologa, a la psicologa, y a la teora del conoci-miento. Los fragmentos que hemos reunido aqu muestran, sinembargo, que hubimos de abandonar aquella confianza (DA,5).

    Si la conciencia, ya cnica, de los escritores negros de laburguesa expresa la verdad sobre la cultura burguesa, a la crticade las ideologas no le queda ya nada a lo que poder apelar; ysilas fuerzas productivas entran en una fatal simbiosis con lasrelaciones de produccin a las que antao se supona debanhacer estallar, tampoco existe dinmica alguna en que la crticapudiera poner su confianza. Horkheimer y Adorno ven resque-brajados y agotados los fundamentos de la crtica de las ideolo-gas y, sin embargo, pretenden seguir ateindose al motivocentral de la ilustracin. Y as, lo que la ilustracin haba ejecu-

    ~ H. DuBIEL, Wissenschaftsorganisation und politische Erfahrung, Francfort1978, Parte A.

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  • tado en el mitO, lo aplican una vez ms al proceso de la ilustra-cin en conjunto. La crtica, al volverse contra la razn comofundamento de la validez de la crtica, se hace total. Pero cmohay que entender esta totalizacin y autonomizacin de lacrtica?

    III

    La sospecha de ideologa se torna total, pero sin mudar dedireccin. Se vuelve no solamente contra la funcionalizacinirracional de los ideales burgueses, sino tambin contra el po-tencial de razn de la propia cultura burguesa, afectando as alos fundamentos de una crtica ideolgica que pretendiera poderproceder en trminos inmanentes; empero sigue en pie la inten-cin de conseguir un efecto de desenmascaramiento. Queda enpie el tema o figura de pensamiento en que se inserta el escep-ticismo frente a la razn: ahora es la razn misma la que se hacesospechosa de una fatal confusin entre pretensiones de poder ypretensiones de validez, pero la sustanciacin de tal sospechaviene todava movida por una intencin ilustradora. Con el con-cepto de razn instrumental Horkheimer y Adorno pretendensacar las cuentas a un entendimiento calculante que ha usurpadoel puesto de la razn9. Ese concepto tiene tambin la funcin derecordar que la racionalidad con arreglo a fines levantada atotalidad borra la distincin entre aquello que reclama validez yaquello que es til para la autoconservacin, echando abajo lasbarreras entre validez y poder, anulando aquella distincin cate-gorial a la que la comprensin moderna del mundo crea deberuna definitiva superacin dl mito. La razn, en tanto que ins-trumental, se ha asimilado al poder, renunciando con ello a sufuerza crtica ste es el ltimo desenmascaramiento de unacrtica ideolgica aplicada ahora a s misma. Mas sta se ve enla precisin de describir la autodestruccin de la capacidad crticaen trminos asaz paradjicos, porque en el instante en que efec-ta tal descripcin no tiene ms remedio que seguir haciendo usode la crtica que declara muerta. Denuncia la conversin de la

    ~ Sobre tOdo, M~HRKHEIMER, Zur Kritik der instrumentellen Vernunft(1947), Francfort 1967.

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  • ilustracin en totalitaria, con los propios medios de la ilustracin.Adorno fue bien consciente de la contradiccin realizativa (per-formativer Widerspruch) que esta crtica totalizada comporta.

    En su Dialctica Negativa Adorno prosigue la explicacin depor qu es menester seguir dando vueltas a esta contradiccinrealizativa, de por qu hay que empecinarse en ella, de por qusolamente un insistente e incansable desarrollo de la paradojapuede mantener abierta la perspectiva de esa memoria de lanaturaleza en el sujeto, casi mgicamente conjurada, en cuyaconsumacin se cifra la desconocida verdad de toda cultura(DA, 55). En los veinticinco aos que median entre Dialcticade la ilustracin y Dialctica Negativa Adorno permaneci fiel asu inicial impulso filosfico y no huy el cuerpo a la paradjicaestructura de un pensar en trminos de crtica totalizada. Lagrandeza de esta consecuencia se nos torna patente cuando lacomparamos con la posicin de Nietzsche, cuya Genealoga dela moral haba constituido el gran modelo para a segunda re-flexivizacin de la ilustracin. Nietzsche hizo irreconocible oelimin esta estructura paradjica, explic la asimilacin de larazn al poder,consumada en la modernidad, con una teora delpoder que se remitologiza por libre decisin, y en vez de unapretensin de verdad slo mantiene ya la pretensin retrica delfragmento esttico. Nietzsche haba enseado cmo puede tota-lizarsela crtica; pero a la poStre resulta que para Nietzsche esaconfusin de validez y poder slo resulta escandalosa por ser unestorbo para una voluntad de poder, a la que Nietzsche glorifica,una voluntad de poder provista de las connOtaciones de la pro-ductividad artstica. La comparacin con Nietzsche muestra quela crtica, una vez que se vuelve total, no llev inscrita en su senosu propia dirccin. Antes bien, entre los imperturbables teri-cos del dsenmascaramiento es Nietzsche quien rdicliza lacontrailustracin10.

    La ctitud de Horkheirner y Adorno hacia Nietzsche es am-bivalente. Por un lado le reconoen el haberse percatado comoningn otro desd Hegel de la dialctica de la ilustracin~>(DA,59). Aceptan naturalmente la inmisericrde doctrina de la iden-tidad de dominacin y razn (DA, 143), es decir, el enf que

    lo Lo mismo que sus sucesores neoconservadores, Nietzsche se ufana ya deantisocilogo; cfr. H. BAlER, Die Gesellschaft em langer Schatten des totenGottes. en Nietzsche-Studien, tomo 10/11, Berln 1982, 6 ss.

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  • enderezado hacia un totalizante autosobrepujarse de la crtica delas ideologas. Pero por otro lado, no pueden pasar por alto queHegel es tambin el gran antpoda de Nietzsche. Nietzsche acabahaciendo de la crtica algo tan afirmativo, que incluso pierde suaguijn la negacin determinada, es decir, aquel procedimientoque Horkheimer y Adorno, cuando la razn empieza a tamba-learse, quieren retefler como nico ejercicio. La crtica de Nietzs-che acaba consumiendo el impulso crtico: Como objecin con-tra la civilizacin, la moral de los seores represent invertida alos oprimidos: el odio contra los instintos atrofiados y marchitosdnuncia objtivamente la verdadera naturaleza de los precep-tOres, qUe en sus vtimas aparece realmente en primer plano.Pero como gran poder y religin estatal, la mral de los seoresse vende por entero a los powers that be civilizatorios, a lamayora compacta, al resentimiento y a todo aquello contra loque antao se levant. Nietzsche queda refutado por su propiarealizacin, refutacin que ns hace a la Vez patente cmo pesea todo su dcir s a la vida fue en realidad hostil al espritu dela realidad (DA, 122).

    Esta dual atitud hacia Nietzsche resulta instructiva. Tambines una indicacin de que la Dialctica de l ilustracin debe aNietzsche bastnte ms que la strategia de una crtica de lasideologas vuelta contra s misma. Pues sigue sin aclarar esanotable depreocupacin, a que ya nos hemos referido, con queHorkheimer y Adorno tratan, digmoslo en tres palabras, lasadquisiciones del racionalismo occidental. Cmo pueden ambosilustradoreS, pus lo siguen siendo, menospreciar el contenidoracional de la modernidad culturl, hasta el punto de slo ver enella una aleacin de razn y dominio, de poder y validez7 ~,Noestarn dejndose inspirar tambin por Nietzsche en el aspectode extraer los criterios de la crtica que hacen a la cultura, deuna autonomizcicin de l experiencia bsica de la modernidadesttica?

    Por de. pronto, resultan sorprendentes las coincidencias dcontenido~.De la construccin que Horkheimer y Adorno po-nen a la base de su~prehistoria de la subjetividad puedenencontrarse punto por punto correspondencias en la obra de

    ~ Cfr. tambin P. PTz, Nietzsche im Lichte der kritischen Theorie, enNietzsche-Studien, tomo 3, Berln 1974, 175 Ss.

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  • Nietzsche. En cuanto los hombres, piensa Nietzsche, se vierondesposedos de sus descolgados instintos, hubieron de agarrar-se a la conciencia, es dcir, al aparato que les permita obje-tivar y controlar la naturaleza externa: Se vieron reducidos alpensamiento, a la inferencia, al clculo, a la combinacin decausas y efectos, pobres criaturas!12 Pero al mismo tiempo, losviejos instintos hubieron de domesticarse, y la naturaleza puisio-nal que ya no encontraba una salida espontnea, hubo de serreprimida. En este proceso de inversin de la direccin de losimpulsos y de interiorizacin, se form bajo el signo de la re-nuncia o de la mala conciencia a subjetividad de una natura-leza interna: Todos los instintos que no se descargan haciaafuera, se vuelven hacia dentro --a esto es a lo que llamo lainteriorizacin del hombre: slo entonces crece en el hombre loque ms tarde se llamar alma. Originalmente una fina capaentre dos leves pelculas, se diferencia y acrece, cobra profundi-dad, latitud y altura a medida que queda estorbada la descargadel hombreiiacia afuera13. Finalmente, el elemento de domi-nacin de la naturaleza externa y el elemento de dominacin dela interna se unen y consolidan en la dominacin institucionali-zada del hombre sobre el hombre: El hechizo de la paz y lasociedad descansa en todas las instituciones porque stas obli-gan al hombre a la renuncia: Aquellos temibles baluartes conque la organizacin estatal se protegi contra los viejos instintosde la libertad los castigos, sobre todo, pertenecen a esta clasede baluartes consiguieron que todos aquellos instintos delhombre salvaje, libre, vagabundo, se volvieran hacia atrs, sevolvieran contra el hombre mismo14.

    Asimismo, la crtica que hace Nietzsche del conocimiento yla moral anticipa una idea qite Horkheimer y Adorno desarrollanen forma de una crtica de la razn instrumental: tras los idealesd objetividad y las pretensiones de verdad d! positivismo, traslos ideales ascticos y las pretensiones de rctitud de la moraluniversalista se ocultan imperativos de la autoconservacin y ladominacin. Una teora pragmtica dl conocimiento y una teo-ra de la moral, que reducen conociminto y moral a l fuenteqUe tienen en las pasiones, desenmascaran a la razn terica y

    12 N., tomo 5, 322.~ Ibid.~ ibid.

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  • la razn prctica como puras ficciones en que las pretensionesde poder se buscan una vigorosa y eficaz coartada y ello conayuda de la imaginacin, del impulso a la formacin de met-foras, para el que los estmulos externos representan una simpleocasin de respuestas proyectivas, una simple ocasin para untejido de intrpretaciones tras el que desaparece todo texto15.

    En trminos distintos, ciertamente, que la Dialctica de ailustracin, Nietzsche subraya la perspectiva desde la que consi-dera la modernidad. Y es este ngulo de mira el que explica porqu la objetiVacin de la naturaleza y el carcter moral de lasociedad quedan rebajados a formas de manifestcin, que guar-dan ntre s recproca y cabal correspondencia, de un mismopoder mtico, ya sea ste la voluntad de poder pervertida o larazn instrumental.

    Esta perspectiva qued abierta con la modernidad esttica,con ese tenaz trabajo de autorrevelacin, expresamente buscadoen las obras de arte vanguardista, que efcta en el trato consigomisma una subjetividad decentrada, liberada de todas las limita-ciones del conocimiento y d la actividad racional con arreglo afines, de todos los imperativos del trabajo y de la utilidad. Nietzs-che no solamente es contemporneo y espritu congnere deMallarm6 no slo asimil el espritu tardo-romntico de Ri-chard Wagner; sino que tambin es el primero que trae a con-cepto la mentalidad de la modernidad esttica, incluso antes quela concincia vanguardista pudiera cobrar forma objetiva en laliteratura, la pintura y la msica del siglo xx y pudiera tornarseen Adorno en teora esttica. En la revalorizacin de que esobjeto lo transitrio, en las loas al dinamismo, en la glorificacind la actualidd y de lo nuevo se expresa una cOnciencia deltiempo de raz esttica, la aoranza de una actualidad pura quepor un instante se hubiera detenido a s misma. La intencinanarquista que anima al surrealismo de hacer explotr el continuode la historia de la cada est ya presente en Nietzsche. Lafuerza subversiva de un resistencia esttica que ms tarde nu-trir las reflxiones de Benjamin y aun las de Peter Weiss, brotay en Nietzsche de la experiencia de la rebelin contra todo lo

    15 J~HABERMAS, Eplogo a F. NIETZSCHE, Elkenntnistheoretische Schriften,Francfort 1968, 237 ss.

    16 Sobre esto llama la atencin G. DELEUZE, Nietzsche et la philosophie,Pars 1973, p. 36 ss.

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  • normativo. Es la misma fuerza que neutraliza tanto el bien moralcomo lo prcticamente til, que se manifiesta en la dialctica demisterio y escndalo, en el placer por el espanto y la profanacin.Nietzsche construye a Scrates y a Cristo, aquellos abogados dela fe en la verdad y del ideal asctico, como sus grandes contra-.dictores: son ellos los que niegan los valores estticos! Slo alarte, en la que precisamente se santifica la mentira, la voluntadde apariencia17, slo al terror de lo bello confa Nietzsche el nodejarse tomar preso del ficticio mundo de la ciencia y la moral.

    Nietzsche introniza el gusto, el s y el no del paladar8,como nico rgano de conocimiento allende lo verdadero y lofalso, allende el bien y el mal. Eleva el juicio ciel crtico de artea modelo del juicio de valor, de la estimacin valorativa. Ellegtimo sentido de la crtica es el de un juicio de valor que creauna jerarqua, que pondera las cosas, que mide las fuerzas. Ytoda interpretacin es valoracin. El s expresa, alta estima, elno baja estima. Lo alto y lo bajo definen la dimensin delas tomas de postura de afirmacin y negacin en general.

    Importa percatarse de la consecuencia con que Nietzschepriva de su genuino sentido a las posturas de afirmacin y nega-cin con que hacemos frente a las pretensiones de validez sus-ceptibles de crtica. Devala primero la verdad de los enunciadosasertricos y la rectitud de los enunciados normativos reduciendola validez y no validez a juicios de valor positivos y negativos:reduce p es verdadera .y a es correcta, es decir, las oracionesde segundo orden con las qe reclamamos validez para las ora-ciones enunciativas y oraciones de deber, a enunciados evalua-tivos simples con los que expresamos estimaciones valorativas,es decir, a estimaciones con que manifestarnos preferir lo verda-dero a lo falso yb bueno a lo malo. Nietzsche reinterpreta, pues,primero las pretensiones de valor como preferencias, y se planteadespus la cuestin siguiente: Dado caso que prefrirnos laverdad (y la justicia); por qu no preferir la no verdad (y lainjusticia)?19. Son juicios de gusto los que responden, pues, a lapregunta por el valor de la verdad y de la justicia.

    Ciertamente que tras estas estimaciones bsias podra ocul-tarse an una arquitectnica que, como antao en Schelling,

    17 N., tomo 5, 402.~ N., tomo 5, 158.19 N., tomo 5, 15.

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  • anclara la unidad de la razn terica y la razn prctica en lacapacidad de juicio esttico. Nietzsche slo puede. pues. practi-car una integral asimilacin de la razn al poder negando a losjuicios de valor todo status cognitivo y demostrando que en lastomas de postura de afirmacin y negacin que son esas estima-ciones valorativas no se manifiestan pretensiones de validez sinOpuras pretensiones de poder~

    Vistas las cosas desde un anlisis del lenguaje el siguientepaso en la argumentacin ha de tener, pues, por objeto asimilarlos juicios de gusto a imperativos, y lasestimaciones valorativasa manifestaciones de voluntad. Nietzsche se enfrenta al anlisisque hace Kant del juicio esttico, para probar la tesis de que lasvaloraciones son necesariamente subjetivas y no pueden vincu-larse a una pretensin de validez intersubjetiva20. La aparienciade placer desinteresado, al igual que la impersonalidad y univer-salidad del juicio esttico, sera slo una apariencia resultante dela perspectiva que el espectador adopta; empero, desde la pers-pectiva del artista productor nos percataramos de que las esti-maciones valorativas vienen inducidas por posiciones, por crea-ciones de valor innovadoras o La esttica de la produccin de-sarrolla la experiencia del artista genial que crea valores: desdesu punto de vista las estimaciones valorativas vienen dictadas poruna mirada creadora de valores21. La productividad creadorade valores es la que impone su ley a las estimaciones valorativas.Y as, en la validez que el juicio esttico reclama para s, slo seexpresa la excitacin de i.ma voluntad por lo bello. Una vo-luntad responde a otra voluntad, una fuerza se enseorea deotra.

    ste es el camino por el que Nietzsche, partiendo de lasposturas de afirmacin y negacin que las estimaciones valora-tivas representan, tras haberlas purificado de toda pretensincognitiva, llega al concepto de voluntad de poder Lo bello esel estimulante de la voluntad de poder. El ncleo esttico dela voluntad de poder es la capacidad de una sensibilidad que sedeja afectar de las maneras ms Variadas posibles22. Pero si el

    20 N., tomo 5, 364.21 N., tomo 5, 271..22 La funcin mediadora del juicio esttico en la reduccin de las tomas de

    postura de afirmacin/negacin frente a pretensiones de validez susceptibles decrtica a un s o a un no frente a manifestaciones de voluntad imperativas, se

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  • pocas pierdan su genuina faz en favor de una afinidad heroicade la actualidad con lo ms lejano y lo ms originario: lo deca-dente quiere, de un brinco, ponerse en relacin con lo brbaro.lo salvaje, lo primitivo. En cualquier caso la renovacin queNietzsche efecta del marco de los mitos del origen se acomodaa esa mentalidad: la genuina cultura hace ya mucho tiempo ques hundi. La actualidad est bajo la maldicin de su lejana delos orgenes; de ah que el advenimieto de esa autntica culturaaun pendiente, Nietzsche lo piense en trminos antiutpicos.como rgreso y retorno.

    Este marco o tiene simplemente un significado metafrico;tiene el sentido sistemtico de dejar espacio para la paradjicaempresa de una crtica exonerada de las hipotecas del pensamien-to ilustrado. Pues en Nietzsche la crtica de las ideologas, unavez convertida en total, se torna en lo que l llama crticagenealgica. Tras haber dejado en suspenso el sentido crticodel decir que no, tras haber neutralizado el procedimiento de lanegacin, Nietzsche recurre a esa dimensin del mito del origen,que permite una distincin que transiende todas las dems di-mensiones: lo ms antiguo es en la cadena de: las generacioneslo primero, lo ms prximo al origen. Lo ms originario seconsidera lo ms venerable, principal, entero, puro; en una pa-labra, lo mejor. Abolengo y origen sirven como criterio de jerar-qUa, tanto en sentido social como en sentido lgico.

    En este sentido Nietzsche basa su crtica de la moral en unagenealoga. Hace derivar la estimacin valorativa de carctermoral, que asigna a una persona o a una forma de accin unpuesto en una jerarqua formada conforme a criterios de validez,de la prosapia y, con ello, del rango social del que emite esejuicio moral: La indicacin del correcto camino a seguir me ladio la pregunta de qu es lo que propiamente significan ensentid etimolgico las designaciones de bueno acuadas porla diStintaS leguas: me di cuent d que todas sin excepcinremiten a una similar transformacin de conceptos, de que entodas partes el concepto bsico es el de principal y noble ensentido estamental, a partir del cual se desarrolla, casi con ne-cesidad, el oncept*de bueno en sentido de grandeza, no-bleza, superioridad de alma, alma privilegiada una evolu-cin que casi siempre discurre paralelamente a otra, en la quelo comn, popular, bajo, acaba dando el concepto de

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  • pensamiento ya no puede moverse en el elemento de la verdad,en el elemento de las pretensions de validez, la contradiccin yla crtica pierden su sentido23. Pues el contradecir, el decir queno, slo puede tener en adelante el sentido d querer ser deotro modo. Mas Nietzsche difcilmente puede contentarse conesto al ejercer su crtica de la cultura. Pues sta no ha de agotarseen agitacin, sino que ha de mostrar por qu es fals o incorrectoo malo reconocer el dominio de los ideales hostiles la vida quemueven a la ciencia y a Ja moral universalista. Pero tras haberquedado devaluados tods los predicados en que se expresabanaspectos de validez, tras haberse hecho patente que las estima-ciones valorativas slo expresan pretensiones de poder y nopretensiones de validez ---~,conformea qu criterio podr anpracticar la crtica distincin alguna? Pues a lo menos ha de poderdiscriminar entre un poder que merece estima y un poder quemerece desprecio.

    La solucin de esta apora corre a cargo de una teora delpoder que establece una distincin entre fuerzas activas yfuerzas meramente reactivas. Pero Nietzsche no puede admitiresta teora del poder como una teora que pudiera ser verdaderao falsa. El mismo se mueve, segn sus propios anlisis, n unmundo de la apariencia en que cabe distinguir entre sombras mclaras y ms oscuraS, pero no entre razn y sin razn. Se trta,pr as decirlo, de un mundo recado en el mito, en el que lospoderes mticos obran unos sobre Otros, pero sin que quedeningn elemento capaz de transcender la pugna de esos poderes.Quiz sea, por lo dems, tpico de la forma de percepcin ahis-tOnca que caracteriza a la modernidad esttica el que las distintas

    muestra tambin en el modo y manera como Nietzsche revisa, junto con elconcepto de verdad de los enunciados, el concepto de mundo inscrito en nuestragramtica: ~,Qunos Obliga a suponer que se da l,ina oposicin esencial entrelo ((verdadero y lo falso?, no basta con distinguir distintos grados de apa-riencia y, por as decirlo, sombras y tonalidades globales ms clara y oscuras enlo aparente, distintos valores, para utilizar el lenguaje de los pintores?, por quel mundo que a nosotros nos importa no podra ser una ficcin? Y si alguienpregunta: Pero esa ficcin tendr que tener algn autor, habra que responderlelisa y llanamente: Por qu? Ese tendr que, no pertenece quiz a la ficcinmisma? Pues, no est permitido empezar a ser un poco irnicos contra el sujeto,lo mismo qe contra el predicado y el objeto? No debera elevarse el filsofopor encima de la conflanza en la gramtica? (N., tomo 5, 53 ss.)

    23 G. DELEUZE (1973), 119.

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  • malo24. De esta forma la localizacin genealgica de los po-deres cobra un sentido crtico: las fuerzas ms prstinas y nobles,segn la descendencia, son tambin las activas y creadoras, mien-tras que en las fuerzas posteriores y ms bajas segn la, descen-dencia, en las fuerzas reactivas, se expresa una voluntad de poderpervertida.

    Con ello Nietzsche se hace con los medios conceptuales conque poder denunciar la implantacin de la fe en la razn y delos ideales ascticos, de la ciencia y. la moral, como una victoriade las fuerzas ms bajas, de las fuerzas reactivas, una victoriameramente fctica pero que es la que decide el destino de lamodernidad. Como es sabido, tales fuerzas surgen25 del resenti-miento de los ms dbiles, del instinto de proteccin y salvacinde una vida en estado de degeneracin26.

    IV

    Hemos seguido la crtica totalizadora, la crtica que acabaataando sus propios fundamentos, en ds variantes. Horkhei-mer y Adorno se encuentran a la postre en la misma perplejidadque Nietzsche: si no quieren renunciar al efecto de un ltimodesenmascaramient y quieren proseguir la crtica, tienen quemantener indemne al menos un criterio para poder explicar lacorrupcin de todos los criterios racionales. En vista de estaparadoja, esta crtica que acaba echndose a s misma por tierrapierde el norte. Tiene dos opciones.

    Nietzsche busca refugio en una teora del poder, lo cual esconsecuente, porque esa fusin de razn y poder, que la crtica

    24 N., tomo 5, 261.25 N., tomo 5. 366.26 Lo que me interesa en este lugar es la estructura del argumento. Tras

    haber destruido los fundamentos, de la crtica ideolgica mediante un uso au~torreferencial de sa crtica, Nietzsche slo puede reservarse la posicin de uncrtico desenmascardor recurriendo a la figura de pensamiento del mitO delorigen. Harina de otro cstal es el contenido ideolgico de La G neloga de laMoral y en general la lucha de Nietzsche contra las ideas modernas, por la quelos cultos entre los, menospreciadores de la democracia siguen mostrando unsorprendente inters: R. MAURER, Nietzsche und die kritische Theorie; G.ROHRMSER, Nietzsches Kritik der Moral, en Nietzsch Studien, tomo 10/11,Berln 1982, 34 ss. y 328 Ss.

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  • desenmascara, abandona el mundo, como si de nuevo se trararadel mundo mtico, a la irreconciliable lucha de los podere.s delotigen. Con toda razn, Nietzsche, por mediacin de GulesDeleuze, ha sido recibido y permanece presente en la Franciaestructuralista como un terico del podr. Tambin Folicault hasustitUido en sus trabajos ms recits l modelo represivo dela domiacin, desarrollado pr Marx y Freud en la tradicin dela Ilustracin, por un pluralismo d estrategias de podr que seentrcruzan entre s, que son consecuentes la unas a las otras.que se distinguen por el tipo d discurso a que dan lugar y porel grado de su intensidad, pero que a diferencia de lo que ocurraen Freud con su contrapOsicin entre elaboracin conscienteversus elaboracin iconsciente de ls conflictos no pueden en-juiciarse bajo aspectos de validez27.

    Tampoco la doctrina de las fuerzas activas y las fuerzas me-ramente reactivas ofrece una salida del atolladero que representaesta crtica que acaba atacando las baSes de su propia validez alo sumo abre el camino para evadire del horizonte de la moder-nidad. Como teora, carece de suelo, si es que la distincicategorial entre pretensiones de poder y pretensiones de validezes el suelo en que por fuerza ha de desarrollarse todo trabajoteortico. De ah que se transmute tambin el efecto de la reve-lacin o desenmascaramiento: no es el f lminante apercibimientode una confusin que amenaza la identidad lo que provoca elshock, al igual que en el chiste la carcajada liberadora es conse-cuente al entender dnde est el chiste, el shock queda cambiadode signo por el s a la desdiferenciacin, por el s al hundimientode aquellas categoras que podran permitirnos calificar una equi-vocacin, un olvido, una promesa, de errores categoriales ode arte de la apariencia que constituyen ua amenaza para laidentidad. Este giro regresivo pone incluso las fuerzas de laemancipaci al servicio de la,contrilustracin.

    Horkheimer y Adorno optan por algo distinto hurgonean ymantienen abierta la contradiccin realizativa de una crtica ideo-lgica que trata de sobrepujarse a s misma, pero no tratan yade superarla torticamente. Una vez que, aupados a tal nivel

    ~ H. FINK-EITEL, Michel Foucaults Analytik der Macht, en F. A. Krrr-LER (ed.), Austreibung des Geistes aus den Geistswissenschatten, Paderborn 1980,38 s.; A. HONETH, H. JOAS, Sziales Handein und menschlich Natur, Franc-fort 1980, 123 ss.

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  • de reflexin, comprueban que toda tentativa de desarrollar unateora no puede en realidad tenerse en pie, renuncian a la teoray practican ad hoc la negacin determinada, oponiendo as unatenaz resistencia a esa fusin de razn y poder que pretende tapary obstruir todos los desgarrones: La negacin determinada re-chaza todas las representaciones imperfectas de lo absoluto, losdolos, pero no al modo del rigorismo, es decir, ponindolesenfrente la idea con la que nunca pueden pretender medirse. Ladialctica revela toda imagen como escrito, y ensea a leer enlos rasgos de ese escrito la confesin de su falsedad, confesinque le arranca su poder y se lo dona a la vrdad. Con ello ellenguaje se convierte en algo ms que en un mero sistema designos. Con el concepto de negacin determinada Hegel destacun elemento que distingue a la ilustracin de la desintegracinpositivista en que l la incluye (DA, 36). El espritu de contra-diccin as practicado es lo nico que queda del espritu deintransigente teora. Y esta praxis se torna conjuro con que anse pretende torcer el fin que parece caracterizar a la barbariedel inmisericorde progreso (DA, 57).

    Quien en un lugar que antao la filosofa crey ocupado porsus tareas de fundamentacin ltima se empea en aferrars auna paradoja, no solamente adopt una posicin incmoda; slopuede mantener esa posicin si a lo menos puede hacerse plau-sible que no existe una salida de ella. Tambin tiene que estarcerrada la posibilidad de repliegue frete a esa paradoja, puesde otro modo habra un camino, justament el camino de vuelta.Y a mi juicio esto ltimo es el caso, es decir, existe tal camiode vuelta.

    Es instructiva la comparacin con Nietzsche en la medida enque nos llama la atencin sobre ese horizonte de experienciaesttica, que dirige y motiva la mirada que acaba en diagnsticode la poca. He mostrado cmo ese momento de la razn quese hace valer en el sentido especfico o lgica propia de la esferade valor esttico-expresiva, en especial en el arte y crtica de artevanguardistas, queda arrancada por Nietzsche del plexo que for-ma con los momentos tericos y prcticos de la razn, y cmoNietzsche, valindose como hilo conductor de una estimacinvalorativa empujada a lo irracional, estiliza la capacidad dejuicio esttico erigindola en capacidad d discernimiento allen-de lo verdadero y lo falso, el bien y el mal. Por esta va Nietzscheobtiene criterios para una crtica de la cultura que desenmascara

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  • a la ciencia y a la moral como formas ideolgicas de expresinde una voluntad de poder pervertida, de forma similar a comola Dialctica d la ilustracin denuncia esas formas culturalescomo encarnaciones de la razn instrumental. Esta circunstanciahace sospechar que Horkheimer y Adorno perciben la moderni-dad cultural desde un similar horizonte de experiencia, con lamisma sensibilidad subida de punto, y tambin con la mismaestrechez de visin, que los torna insensibles a los rastros yformas existentes de racionalidad comunicativa. Tal sospechaviene avalada tambin por la arquitectnica de la filosofa ltimade Adorno, en que la Dialctica negativa y la Teora esttica seapoyan mutuamente la primera, que desarrolla el paradjicoconcepto de lo no-idntico, remite a la segunda, que descifra enlas obras de arte avanzadas contenidos mimticos enmascarados.

    Es que el problema a que Horkheimer y Adorno se vieronconfrontados, a principios de los aos cuarenta no les dejabasalida lguna? Ciertamente que la teora en que hasta entoncesse haban apoyado, y el proceder en forma de crtica ideolgica,no daban para ms porque las fuerzas productivas ya no de-sarrollaban fuerza explosiva alguna; porque las crisis y conflictosde class no fomentaban una conciencia revolucionaria, ni engeneral conciencia unitaria algUna, sino una conciencia fragmen-tada; porque, en fin, los ideales burgueses parecan en suspenso,o revocados, o en todo caso adoptaron formas que no ofrecanflanco alguno de ataque a una crtica planteada en trminosinmanentes. Por otro lado, Horkheirner y Adorno no desarro-llaron en ese momento esfuerzo alguno tendente a, practicar unarevisin de la Teora Crtica en trminos de los paradigmas deciencia social vigentes, porque les pareci que el, generalizadoescepticismo contra el contenido de verdad de las ideas burguesaspona en cuestin incluso los criterios de la propia crticaideolgica.

    En vista de este segundo elemento Horkheimer y Adorno sedecidieron a dar el paso verdaderamente problemtico; se entre-garon, al igual que el historicismo28, a un desbocado escepticismofrente a la razn, en lugar de ponderar las razones que permitana su vez dudar de ese escepticismo. Por esta va tal vez hubiera

    28 H. SCHNDELBACH, ber historische Aufklrung, en AllgerneineZeitschrift f. Philos. 1979, 17 Ss.

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  • sido posible poner los cimientos normativos de la Teora Crticade la Sociedad29 a profundidad suficiente como para que no sehubieran visto afectados por la descomposicin de la culturaburguesa, que a ojos vista pareca entonces consumarse enAlemania.

    De hecho la crtica ideolgica prosigui tambin en un aspec-to la ilustracin adialctica que el pensamiento ontolgico repre-senta. Permaneci prisionera de la idea purista de que en lasrelaciones internas entre gnesis y validez se oculta un demonioque hay que exorcizar para que la teora, purificada de todaadherencia emprica, pueda moverse en el terreno que le espropio. De esta herencia no logr desembarazarse la crtica, nisiquiera cuando se hizo total. Pues es precisamente entoncescuando, en esa intencin de un ltimo desenmascaramientoque rompa de un golpe el velo que encubre la confusin entrerazn y poder, queda patente un designio purista similar aldesignio de la ontologa de separar categorialmente, por asdecirlo de un golpe, Ser y apariencia. Pero al igual que en lacomunidad de comunicacin de los investigadores acaece con elcontext of discovery y el context of jutification, esas dos esferasestn tan entretejidas entre s, que hay que spararlas procedi-mentalmente, por medio de un pensamiento mediado, lo quequiere decir: siempre de nuevo. En la argumentacin se entrela-zan siempre crtica y. teora, ilustracin y fundamentacin, auncuando los participantes en el discurso tengan que suponer quebajo los ineludibles presupuestos comunicativos del habla argu-mentativa slo puede regir la coaccin sin coacciones que ejerceel mejor argumento. Pero saben, o pueden saberlo, que la raznde que nos sea menester hacer tal idealizacin es que las convic-ciones s forman y acreditan en un medio que no es puro, queno est por encima del mundo de los fenmenos a la manera deideas platnicas. Slo un habla que sea capaz de confesarse estoa s misma, ser capaz an de romper el hechizo del pensamientomtico sin verse privada de la luz de los potenciales semnticosque el mito tambin conserva.

    29 Cfr. mi Theorie des kommunikativen Handeins, 2 tomos, Francfort 1981.

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