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LUCAS GRACIÁN DANTISCO

GALATEO E S P A Ñ O L

Texto preparado por ENRIQUE SUÁREZ FIGAREDO

2 LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL

LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL 3

A D V E R T E N C I A

STE Galateo español no es exactamente aquel Galateo, o tratado de costumbres que el sevillano Domingo de Becerra había publicado en 1585 (Venecia, por Giovanni Varisco) en traducción del Galateo, overo de'

costumi, de Giovanni Della Casa (1503-56), cuyo secretario Erasmo Gemini llegó publicar con posterioridad a su muerte (Venecia, 1558, por Nicolò Bevilacqua). Lucas Gracián lo advierte en su prólogo: «las reglas deste libro» son las que «para el tiempo de la juventud» seleccionó «traduciéndolas del Galateo italiano», suplidas con «otros cuentos y cosas que yo he visto y oído». A la hora de preparar esta sencilla edición digital del Galateo español me he decidido por seguir el texto de la estampada en 1593 en Tarragona por Felipe Roberto (el del Quijote de Avellaneda de 1614) para el librero barcelonés Noel Baressón (fall. 1594), quien la dedicó al Conseller Setantí (la fecha de la dedicatoria es 15 de junio). De cuantas ediciones del Galateo español tengo noticia, ésta es la más próxima a enero de 1582, cuando Lucas Gracián Dantisco (1543-87) dedicó su obra a Gonzalo Argote de Molina (1548-96).

Existe otra edición de 1593 (Zaragoza, por Lorenzo de Robles para Antonio Hernández), de texto «Agora de nueuo en esta impression añadido y emendado». En los preliminares se prescinde de tres de los cinco sonetos (los de Gálvez de Montalvo, Francisco de Campuzana y Gaspar de Morales), y al final se añaden (sin preámbulo alguno) dos breves relatos: la «Novela primera, de Geroncia, reina de Inglaterra» y la «Novela segunda, de Cosme Alejandrino y Marco César» (procedentes del Patrañuelo de Juan de Timoneda). De la licencia civil sabemos que el Galateo español «ya dos vezes a sido impresso, vna en Seuilla, y otra en Pamplona».

Más adelante, encontramos la de Mey en 1601 en Valencia para Baltasar Simón, que presenta un texto «Agora de nueuo corregido, y emendado», y luego la estampada en 1603 en Valladolid por Luis Sánchez para Miguel Martínez, en cuya portada se lee: «Agora nueuamente impresso, y emendado». Ambas ediciones coincidieron en prescindir de los dos primeros sonetos de los preliminares (los de Gálvez de Montalvo y Francisco de Campuzana).

No he compulsado la edición de Mey, pero sí las de Zaragoza y Valladolid. La de Zaragoza podría pensarse que fue paralela a la de Tarragona (las licencias civil y eclesiástica son de 28 y 29 de julio, y la dedicatoria del librero es de 1 de agosto); pero el examen de sus variantes lleva a pensar que copió a la de Tarragona, incluidas varias erratas manifiestas. Ahora bien, el texto ya contiene algunas de las novedades que se aprecian en la edición de Valladolid 1603 y que pasaron a las siguientes. El texto de Valladolid 1603 está bien puntuado, con menos erratas y

E

4 LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL

menos oscilaciones en la grafía. En mi opinión, y a falta de ejemplares de aquellas ediciones extraviadas, podría servir perfectamente como texto de referencia para este Galateo español, con sólo señalar y comentar las novedades textuales más relevantes. Alternativamente, cabe presentar el texto de Tarragona 1593 —como más antiguo— y comentar las novedades observadas en Valladolid 1603, y así es como he preparado esta edición. En la Tabla que sigue he incluido las diferencias más relevantes entre ellas. Las columnas «ZGZ» centrales indican cuál es la lectura en la edición de Zaragoza 1593.

E. S. F. Barcelona, febrero 2010

Referencias: Rafael Bellón: «Gracián Dantisco y el Galateo español: la versión española de un texto

cortesano», en: http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/NOTAS/RES0097.pdf

Reprod. facsímil de la ed. de Tarragona 1593 en:

http://books.google.es Reprod. facsímil de la ed. de Valladolid 1603 en:

http://saavedrafajardo.um.es/biblioteca/biblio.nsf

LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL 5

DIFERENCIAS TEXTUALES de cierta relevancia entre las eds. de

Tarragona 1593 y Valladolid 1603

Pág. Tarragona 1593 ZGZ Valladolid 1603 V r le tocare < les tocare Esto pues > Esta pues me quisiere hazer < me quisieren hazer VII v do se descubren … grandezas - - Do se descubre … Grandeza 1 r ê caminado > yo he caminado 2 r seluasticos animales < seluaticos animales v le tenian por sabio > se tenian por sabios de como siendo < como siendo niño? Seneca alço < niño Seneca? Alçò 3 r o saber bien administrar > ò a saber bien administrar v comienzo a darte este auiso de

como > comiençò a dar. Como

ZGZ: ‘comienço’ todas los virtudes > todas las virtudes 4 r quales se deuen elegir > quales se deuan elegir sentidos, a saber < sentidos, es a saber v Pues que seria señores < Pues que seria, señor cosa muy decente < cosa decente vee qual perro muerto > vee qual que perro muerto 5 v otras vezes meten > y otras vezes meten llegarsela al otro < llegarsela a otro que no lo vea < que no la vea 6 r ay pocos que se guardan < ay pocos que se guarden v da entender < da a entender 7 v el solo se a de beuer < el solo ha de beuer 8 r discreto, gentil hombre y cauallero

nobilissimo discreto, y gentil cauallero

ZGZ: ‘discreto, gentil y Cauallero’

v de quantos he visto > de quantos ha visto 9 r que de su defecto < que en su defeto v soplassen en la lumbre > soplassen la lumbre 10 v qualquiera otra cosa < qualquier otra cosa 11 r Aora pues hagamos < Hagamos pues aora v se de otro señal > se de a otro señal poco decente costumbre > poco gentil costumbre adonde honesta junta < adonde en honesta junta 12 r en passearse en tal sazon < ni passearse en tal sazon fiebre, o ececion > fiebre, o cecion

ZGZ: ‘cesion’ atabalear con los dedos < tabalear con los dedos 13 r salian los ciudadanos de Padua > solian los ciudadanos de Padua v como diriamos despues > como diremos despues 14 r quieran traer el cabello < quieren traer el cabello por el estremo muy atusado < por estremo muy atusado v sin asco < sin asseo frios ynutiles < frios ê inutiles

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15 r Aros de cedaços < haros de cedaço 16 r costales del saluado < costales de saluado v peyne, y tocadores > peynes, y tocadores 17 r les desembaraçassen la sala < les desembaraçasse la sala que tenia nueua para vestirse < que tenia nueuo para vestirse v no deue traer calças < no deue de traer calças 18 r ande como soldado > ande como el soldado Duque de Luco < Duque de Lorena Rey Manfredo

ZGZ: ‘Mamfredo’ < Rey Marfredo

v entrando en ellos > en entrando en ellos del señor la voluntad < la voluntad del señor 19 v otra qualquiera ocupacion < otra qualquier ocupacion Buen ora es < Buena hora es 20 r me llamaste esta mañana < me llamastes esta mañana el estimar a otros > el no estimar a otros que les muestran mas señorio < que les muestre mas señorio dar muestra de tener < dar muestras de tener v Por la qual es reprehendido > Por lo qual es reprehendido bofetones o porrazcos > bofetones o porrazos 21 r estan contrarios a los otros < son contrarios a los otros desechar de si este vicio < de echar de si este vicio pueda seguir verguença < pueda seguir daño ni verguença los amigos vsando con sus amigos < los amigos vsan con sus amigos v cada cosa que hagan < a cada cosa que hagan caricia que otro les haga < caricia que otros les hagan 22 r alguna de las sciencias < algunas de las ciencias antes se les tiene seruidumbre < antes se tiene seruidumbre v les nace luego querellas < les nacen luego querellas 23 r Esto digo pues > Esto pues digo errar el hablar < errar en el hablar se deue tomar < se deue tomar tema 24 r errar ni parecer grossero < errar ni parecer grosseros diuinos exemplos aduierten < diuinos exemplos y santa

cortesania nos aduierten v pudiendo el se la tomar > pudiendosela el tomar y al fin procura ser < y en fin, procura ser 25 r alli donde es menester > alli donde mas es menester se veen muchas vezes < se vee muchas vezes v oy dezir a personas fide dignas

ZGZ: ‘fidedigna’ oy dezir a persona fide digna

26 r quien estas impertinencias oye < quien estas impertinencias oya v infortunios, ni pestilencias < infortunios, ni pestilencia no nos està bien de entristecer < no nos esta bien entristecer 28 r ni ampolla, ni olla, ni pote > ni ampolla, ni olla, ni bote 29 r por la mayor parte se sueñan > por la mayor parte se sueña 30 r que despues que tiro < que despues tiro Algunos otros dizen la mentira < Algunos dizen la mentira 31 r Ay algunos otros mentirosos < Ay otros mentirosos v E antes que passemos < Antes que passemos 32 r se ayran y apitunan > se ayran y apitonan 34 v para los que alli venian > para los feligreses que alli venian 36 r y por estos los que > y por esto los que v y ellas toda via porfian < y ellos toda via porfian 37 v frasis nueuo, o manera de dezir < frasis nueua, o manera de dezir 38 r comer y regosijarse > comer, y regocijarse

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titulos y profertas < titulos y ofertas 39 r tres maneras, a saber < tres maneras: es a saber 41 r palabra que estè buena > palabra que sea buena gastandole en el seruicio < gastandole en seruicio v le pregunto o porque > le pregunto que porque 42 r Y ay costumbre

ZGZ: ‘Y a’ y es ya costumbre

v para auer si < para ver si con vn dezir < como vn dezir 43 r que dado tal baxa < que han dado tal baxa 45 r gentiles hombres Venecianos < los Gentilhombres Venecianos 46 v todo lo que es cumplmientos > todo lo que es cumplimientos les gastan sus tiempos < les gastan su tiempo 47 r dan aquel aplauzo > dan aquel aplauso vsan unos con otros < lo vsan unos con otros v Y quando … porfieys tanto < Y quando … no porfieys tanto 48 r Por esto los riosos < Por esto los curiosos 49 r Rey Theosio … delante de Theosio > Rey Teseo … delante de Teseo

ZGZ: ‘Theseo’ se fue derecho a cariciar < se fue derecho a acariciar v Esto es la era de agora < Esto la era de agora Otro destos dezia < Otro dezia 50 r con sola cobdicia

ZGZ: ‘codicia’ con sola la codicia

el dicho marido < que el dicho marido v vn serrar poquito de ojos > vn cerrar poquito de ojos 51 v muchedumbre de palabras < muchedumbres de palabras toda se gustasse < toda se gastasse no gustan della < no gustan dello 52 r assi le dio la respuesta < y assi le dio la respuesta gusto, a saber < gusto: es a saber v palabras, y mayormente se deue < palabras: mayormente se deue me parecio tuuo mora < me parecio que tuuo mora Pregunto vna < Preguntò vno 53 r quedo muy descansado y satisfecho

ZGZ: ‘quedo el’ quedo el muy satisfecho

se le dixo en su examen < se le dixo en su vexamen v vna ama que le seruia < el ama que le seruia Capa mundi < Mapa mundi aquí lo veras inclusiue > Aquí le veras inclusiuè virtualiter, y ansi > virtualiter, ya que no le veas

formaliter: y assi ZGZ: ‘ansi’

me falta la tinta < me falta tinta 54 r Ola < Ola, Ola como vna Monja > como vna monja hazia v tiempo, lugar y ocasion < tiempo, y lugar, y ocasion 55 v ni de sus casas < ni de sus cosas cauallo, que tira coses > cauallo que tira cozes los que aquellos tales nos dizen < lo que aquellos tales nos dizen 56 r se digustan muchas vezes el claro

amigo ZGZ: ‘disgustan’

< se disgusta muchas vezes el caro amigo

57 r amenazando la gente < amenazando a la gente v pues es en cierta manera < pues en cierta manera es reiyendose de lo que estan > riyendose de lo que estan 58 r Colesial Trilingue < Colegial Trilingue

8 LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL

v entendimiento, y < entendimiento, que les quepan en el, ni se saben detener de no las publicar luego. Y assí quien va ofreciendo su consejo, muestra tener opinion y confiança de si, que le sobre a el entendimiento, y

quiere hazer a su gusto < quiere hazer su gusto 59 r y por esso se deue dexar < y por esto se deue dexar v pues à auidos tales < pues ha auido tales lleuar tanto dulce amor < lleuar tanto dulze de amor 60 r estos befas y dichos > estas befas y dichos por esto quien lo hiziere prosupone > y por esto quien lo hiziere,

presupone ZGZ: ‘prosupone’

v no se les passe el enojo > no se les passa el enojo 61 r y no sere gracioso > y no sere yo gracioso v no os puede perjudicar > no os pueden perjudicar procura de ser bien quisto < procura ser bien quisto tomen tanta gulosina > tomen tanta golosina 62 r no aueys abierro > no aueys abierto nunca los tuuiessen < nunca la tuuiessen v no caer a desgracia > no caer en desgracia con vnos se suelen grangear < con vnos se suele grangear llamada Lauretas < llamada Laureta 63 r torpes de gruesso ingenio < torpes y de gruesso ingenio 64 v y como dixessen > y como le dixessen 65 v dando vn baxamen > dando vn vexamen

ZGZ: ‘bexamen’ en latin, a saber < en Latin, es a saber nobiles Iuuentus < nobilis iuuentus señores, miren vs. mds. < Miren Vs. mds. estauan a las ventanas > estauan en las ventanas 66 v en el hablar donayres en el hablar de donayre

ZGZ: ‘donayres’ 68 r en solo tres palabras < con solas tres palabras hablar, a saber < hablar: es a saber v o aquel respondio < aquel respondio 69 v y assi casos desta manera

ZGZ: ‘dessa’ Y assi cosas desta manera

el gusto que recibe < el gusto que se recibe 70 v como hizo en vna aldea < como hizo en vn aldea 71 r los estraños que no vimos > los estraños que no vemos v que puedan causar asco < que pueden causar asco 72 r repetirselo, el dicho < repetir solo el ditado 73 v no se la auer dado < no se le auer dado se le dilataria la cura < se dilataria la cura 74 r algunos de sus Baxas > algunos sus Baxaes muerto y herido algunos < muerto, y herido a algunos v toda via sospecharon < toda via sospechauan luego fue presentado < fue presentado 75 r este captiuo tenga contento < este cautiuo tenga contento a la camara de la Reyna < a la comida de la Reyna 76 r le dixesse quien era < la dixesse quien era con mucha confiança de su amor > con la mucha confiança de su

amor 77 r thesoro de su padre < tesoro del Soldan su padre v sangre de dragon > sangre de drago

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78 r auiendo ... tomando vna espada < auiendo ... tomado vna espada v venia hazia ellos con gran furia < venia a ellos con gran furia 79 v se fue arrodillar > se fue a arrodillar como a cauallero particular > como a vn Cauallero particular por mano del Obispo

ZGZ: ‘de’ por mano de vn Obispo

y su muger, y hijas > y su muger y hijos 80 r con el gozo que tenia > con el gozo que tenian v que gozasse el bien > que gozassen el bien tratado de casar el Principe < tratado de casar al Principe 81 r y de como el Principe < y como el Principe v muchos criados y officios < muchos criados y oficiales 82 r quedo como atonito > el quedò como atonito v quando les parecio ora < quando le parecio hora se estuuo peynando < estuuo peynandose diziendo que necessidad < diziendo, que que necessidad 83 v aunque le mato > aunque la mato ver estotro aparecia > ver estotro que parecia 84 r no se acordaua auerselo < no se le acordaua auersele 85 r le tengan por pesado < lo tengan por pesado no combidando siempre < no combidandose siempre meter palabras que sean fuera < metan palabras que sean fuera v Señora ama, aplicad < Aplicad la trayes guardada la traeys graduada

ZGZ: ‘trays’ segun se vsan en la tierra < segun se vsa en la tierra 86 r passo por vna Aldea < passo por vn aldea con la ocasión del vestido < con ocasion del vestido v trayes esse Cochiello < traeys esse cochiello 87 v exercicio de hablar en ello < exercicio de hablar en ella 89 r comprar vna despensa < comprar vna dispensa 90 r no lo pudo cumplir < no lo puede cumplir aunque sean cosas de ayre < aunque sea cosas de ayre son ocasionadas < son ocasionados v no les dieron las vezes … ellos

solos hablen no le dieren las vezes … el solo

hable ZGZ: ‘dieron’

91 r Y si a caso estando dos habladores < Y si a caso estan dos habladores essa misma passion < esta mesma passion 92 v estan tratando de poesia > estan tratando poesia tuuieres facultad en poesia > tuuieres tanta facultad en Poesia presteza que es menester > presteza y gracia que es menester 94 r vn consejo de vn lugar < vn Consejo de vn lugar en boz de pregonero < con boz de pregonero Dentro en consejo < Dentro en Concejo v a diez y seys el tocino > a deziseys tocino

ZGZ: ‘diez y seys’ 96 r que vienen los consonantes > que se me vienen los consonantes v y saluaros e > Y saluar vos he 97 r o hablan en vicio < ò hablan en vazio 98 r muchos le toman a mal > muchos lo toman a mal v mas esta razonando < mas estè razonando conuiene cada qual se guarde < conuiene cada qual guardar se y en tal caso es abrir < en tal caso, es abrir 99 r se deuian mesurar < se deuian mensurar reglassen los bultos < regulassen los bultos

10 LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL

v no se puede aprender < no se puede aprehender 100 r vnida, y corregida de vso vencida, y corregida del vso v seluasticos e indomitos < seluaticos, è indomitos muchos andan con mal trote > muchos andarian con mal trote y se sustentan a nuestra voluntad < y se sugetan a nuestra voluntad 101 r vienen a hazerse casi virtuosos < y vienen a hazerse casi virtuosos ella les ponga adelante > ella les ponga delante 102 r quando el hombre va caminando > y quando el hombre va caminando deuria tener en la barriga < deuia tener en la barriga enxaguassen las tripas < enxuagassen las tripas v mostrarse, y lo otro < mostrarse. Lo otro 103 r assi tambien porque > y assi tambien, porque tener en mucho mas < tener en mucho v la barua salida de fuera < la barba salida a fuera 104 r Por ventura, aquel pintor

ZGZ: ‘auentura’ Y por ventura aquel pintor

sentada a lauar paños < assentada a lauar paños 105 r el hombre sabio se deue vestir al

vso de los otros hombres < el hombre se deue vestir al vso de

los otros gente que ama de ser loada < gente que ama ser loada v aca llamamos el donayre

ZGZ: ‘llamanos’ < aca llamamos donayre

luxuria, y auaricia < luxuria, auaricia 106 v traydos ad descuydo > traydos al descuydo 107 r como parecerian mal al > como parecerian al v brodaduras y recamados > bordaduras y recamados 108 v mostra la lengua > muestra la lengua 109 r engendre Collipo > engendre çollipo enxaguarse … enxaguaduras < enxuagarse … enxuagaduras v parecen hombres muy > y parecen hombres muy tener la cucharra

ZGZ: ‘cuchara’ < traer la cuchara

110 r desprecies, o reprehendas < desprecias, o reprehendes 111 r Del qual cuenta < Del qual cuentan la falta que le hazia su negro < la falta que le haria su negro sus vestidos y ropa > sus vestidos v esta en tu casa > esta en su casa 112 r como cuenta la diosa > como cuentan de la Diosa

ZGZ: ‘cuenta’ v Y en la verdad hizo bien < Y a la verdad verdad hizo bien 113 r tus dichos mouimientos > tus dichos y mouimientos y ay algunos que menean > y algunos menean v por cada una destas cosillas, es un

pequeño error: antes > porque cada una destas cosillas es

un pequeño error, muchas juntas no sea mucho error, antes

ni mira en ella quien les haze ZGZ: ‘los’

ni mira en ello quien los haze

LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL 11

GALATEO Español.

* * * Dirigido al muy lllustre señor Gon

çalo Argote de Molina, Prouincial y justicia mayor por su Magestad de la sancta Hermandad del Andaluzia, Señor de las villas de los Veros y Dagançuelo, y de la torre de Gildo- lid, veynte y quatro de Seuilla.

Autor, Lucas Gracian de Antisco, criado de su Magestad.

Y de nueuo va añadido el Destierro de Ignorancia, que es Quaternario ; de A- uisos conuenientes a este

nuestro GALATEO.

C O N L I C E N C I A. En Tarragona , en casa de Felipe

Roberto. Año, 1 5 9 3. A costa de Noel Baresson Mer-

cader de libros : en Barcelona.

12 LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL

GO Petrus Torrens, Theologiae doctor, ex commissione Illustris, et admodum Reverendi

domini Gabrielis Marquet, Officialis, et Vic. generalis Tarraconensis legi hunc librum, cui titulus est Galateo Español, et nihil in eo inveni quod fidei Catholicae et bonis moribus repugnet, in cuius rei fidem hic me subscribo.

P. Torrens

V. Marquet, Vic. gnalis.

E

LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL 13

AL ILUSTRE SEÑOR

Joaquím Setantí, Conseller de la ciudad de Barcelona en orden primero,

ARECIÉNDOME que el documento deste librito llamado Galateo era muy acomodado para la institución y buena crianza de los mancebos, y

floreciendo agora en esta ciudad tantos y tan ilustres, y hallándose vuestra merced Primero Conseller o Regidor della, de cuya administración y del buen celo y cuidado de aprovechar a la república está la Patria muy satisfecha, he determinado de imprimirle, añadiendo a él un tratado, más pequeño, que se intitula Destierro de ignorancia, conteniendo en poco espacio muchos avisos útiles y curiosos para avivar el entendimiento. Recíbale vuestra merced debajo de su amparo; y aunque es pequeño servicio, la voluntad merece acogimiento, pues el deseo que tengo de servir a esta ciudad ilustre con el favor de vuestra merced me dará esfuerzo para emprender cosas mayores. Guarde nuestro Señor, etc. De Barcelona, a quince de Junio de 1593 años.

Ilustre señor B. las manos de V. M.

Noel Baresson

P

14 LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL

AL MUY ILUSTRE SEÑOR GONZALO ARGOTE DE MOLINA

Provincial y Justicia Mayor por su Majestad de la Sancta Hermandad del Andalucía, Señor de las Villas de los Veros y Daganzuelo y de la Torre

de Gildolid, Veinte y cuatro de Sevilla

A grande y particular amistad que con vuestra merced tuvo Antonio Gracián mi hermano (que éste en el cielo), del Consejo de su Majestad y Secretario del su Real persona, me

dejó obligado a reconocerla y estimarla como todos los buenos ingenios de esta edad lo estiman, considerando en la de vuestra merced los testimonios que ha dado, en armas, gobierno y letras, de su mucha virtud, grandeza de ánimo y claridad de ingenio; pues habiendo desde trece años dado principio a servir a su Majestad en las armas (y no olvidando el ejercicio de las letras, como vemos en las prendas que del ingenio de vuestra merced goza y espera España), en el gobierno de la Sancta Hermandad del Andalucía que vuestra merced tiene a cargo ha mostrado su valor de manera que en un año que ha que le sirve, sentenciado gran número a muerte y a galeras, ha asegurado aquella provincia que tan estragada estaba de salteadores. Y así, confío en la Majestad divina y humana darán a vuestra merced el premio que merecen estas obras. Las cuales justísimamente consideró mi Galateo para suplicar a vuestra merced le admita con la voluntad que le ofresco. Guarde nuestro Señor la muy ilustre persona de vuestra merced muchos años con acrecentamiento de más estado, como puede. De Madrid, a diez de Enero de 1582.

Muy ilustre señor B. las M. de V. M.

su servidor

Lucas Gracián Dantisco

L

LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL 15

A L L E C T O R

ABIENDO visto en el discurso de mi vida por esperiencia todas las reglas de este libro, me pareció aprovecharme de las más que para el tiempo de la

juventud pueden ser de consideración, traduciéndolas del Galateo italiano y añadiendo al propósito otros cuentos y cosas que yo he visto y oído, los cuales servirán de sainete y halago para pasar sin mal sabor las píldoras de una amable reprehensión que este libro hace; que, aunque va envuelta en cuentos y donaires, no dejará de aprovechar a quien tuviere necesidad de alguno destos avisos, si ya no tuviere tan amarga la boca y estragado el gusto que nada le parezca bien; pero los demás, si fueren tales que no se hallen en esta pintura retratados, gustarán mucho de su polideza y buen cuidado. Y si alguna cosilla déstas les1 tocare, quedarán advertidos della y corrigirán su defecto sin empacho de nadie con sólo haber leído y pasado este tratado. Bien sé que algunos dirán que cómo pasé yo por estas cosas y advertimientos tan mal y me hago maestro dellas; pero respondo con el mesmo Galateo, que dice que antes (como escarmentado de haber estropezado en ellas) las pone para que otros no caigan tan sin aviso como él cayó. Y ansí, yo quedo escusado dando por príncipal descargo el avisar con él a cosa mía tan propria y en tiempo que no le puede ser reprehensión, sino advertimiento para que cuando sea de edad se avise de lo que yo holgara me hubieran avisado; que, aunque he procurado vivir en gracia de todos, hubiérame guardado más. Ésta,2

pues, pretendo del curioso lector, pues mi intención es de servirle, sujetándome a recebir con amor la reprehensión que me quisiere hacer.

1 ‘les’ (Vr). 2 ‘Esto’ (Vr). Se refiere a la ‘gracia’.

H

16 LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL

DE GÁLVEZ DE MONTALVO

Soneto

El frasco natural solo, sin arte, es pedernal do el fuego está escondido, y es el arte eslabón, de quien herido, sus centellas clarísimas reparte.

Cada cual destos dones por su parte

suele ser mendigante conocido; mas, si se juntan, queda enriquescido cualquiera dellos con la amiga parte.

Nadie nace instruido ni enseñado,

porque el buen natural sin el consejo lo mismo es que sin el aire el ala.

El más vacío quedará colmado

si le ofrescieren este claro espejo Galateo y Gracián de gracia y gala.

LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL 17

DEL DOCTOR FRANCISCO DE CAMPUZANA

Soneto

Qué pez al descubierto anzuelo viene (y deja allí su libertad y vida) si el cebo no le engaña y le convida con la aparencia y el sabor que tiene?

La utilidad de lo que más conviene, cuando estuviere la dulzura unida, será de los sentidos acogida con el objecto dulce que entretiene.

Son los buenos consejos como anzuelo (según dice Nicandro); que pretenden asir por nuestro bien nuestro deseo.

Algunas veces con rigor ofenden; mas, si Lucas Gracián sirve de velo, podrá pescar las almas Galateo.

LOPE DE VEGA AL AUTOR

Soneto

Alegres nuevas, venturoso día, dichoso bien del Cielo enriquecido, albricias os demando, albricias pido de la nueva que traigo de alegría.

Los que buscáis recato y policía, perfecta gracia del cortés polido, sabed por cosa cierta que ha venido la curiosa princesa Cortesía.

Espejo de vivir claro dibujo, común provecho, aviso y noble trato ofrece en cuanto pida el buen deseo.

Llámase el cortesano que la trujo Gustoso, General Gracioso, Grato, Gracián, Galán, Gallardo, Galateo.

18 LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL

AL AUTOR

Soneto

La hermosa y muy discreta Gallardía hija del Cortesano buen deseo tuvo un hijo llamado Galateo que en virtud y valor resplandecía.

Mamó la leche de Cortesanía en su buen trato, celo, ornato, arreo. Su mucha gentileza y limpio aseo es tal, que el más galán por él se guía.

Éste se nos presenta, aventajado con otros ejemplares documentos por otro Galateo que le iguala.

¿Quién corrige defetos sin enfado? ¿Quién da gusto y placer con dulces cuentos? Gracián y Galateo: gracia y gala.

DEL LICENCIADO GASPAR DE MORALES

Soneto

Dichosa suerte, tiempo venturoso, edad felice, llena de alegría, do se descubren claro en este día grandezas de un ingenio milagroso.

Con larga mano el Cielo poderoso te dio valor, saber, cortesanía, la gala, discreción y gallardía con que tienes al mundo tan gozoso.

Pues hoy al ignorante haces prudente, al más grosero tornas cortesano, pones en perfeción al que no sabe.

Publícate por luz toda la gente y espejo en que se mira el mundo ufano, Gracián, de discreción perfecta llave.

LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL 19

E L A U T O R D I R I G E L A O B R A a un hermano suyo, avisándole de lo que debe hacer y de lo que se debe guardar en la común

conversación para ser bienquisto y amado de las gentes

OMO sea cosa cierta que tú comiences aquel viaje en que yo he la mayor parte de mi juventud gastado en esta mortal vida, por el amor que te tengo he propuesto conmigo mismo de mostrarte los pasos por los cuales he

caminado y estoy experimentado, para que cuando fueres por ellos sepas dejar lo malo y elegir lo bueno en la derecha vía de tu salvación. Y porque tu tierna edad no es suficiente ni apta a recebir estas reglas y consejos guardándolos para su tiempo, quiero comenzar a tratar de los que por aventura podrían parecer a algunos de poca sustancia; y es lo que yo estimo que se debe hacer para que, comunicando y tratando con la gente, seas bien acostumbrado y tengas trato y conversación apacible y agradable; que no es menos esto que virtud (o cosa semejante a ella, como lo sería el ser liberal, constante o magnánimo): saber el modo y manera de palabras y costumbres con que te has de gobernar. Y esta apacible conversación tiene fuerza de incitar y respectar3

3 Si no hay errata pr ‘despertar’, habrá que entender: ‘mantener’.

en tu loor y estima la voluntad y benevolencia de aquellos con quien hubieres de tratar y vivir; y, por el contrario, se debe desechar el término grosero, y descuidado, que podría causar odio y mala voluntad y desprecio tuyo. Y puesto que no haya pena puesta en las leyes para los que conversan torpe y groseramente (ya que la culpa no sea grave), básteles ser castigados con hacerse malquistos de las gentes; porque, verdaderamente, así como los hombres temen los fieros y selvásticos animales, aunque no hacen cuenta de algunos chiquillos, como son las avispas y moscas

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(de quien no tienen ningún temor), con todo eso, por el contino enojo y enfado que se recibe dellos, más a menudo se quejan déstos que de los otros grandes; y así acontece que la más de la gente quiere tan mal a estos desapacibles hombres por su descuido, como a los que son malos y perversos. Por esto nadie debe dudar que quien se dispone a vivir, no en las ermitas o partes solitarias, sino en las ciudades y cortes entre las gentes, que no les sea utilísima cosa el saber ser en sus costumbres gracioso y agradable, y de suerte que temple su conversación y trato, no tanto a su albedrío y voluntad cuanto al contento y agrado de aquellos con quien trata. Bien conozco que tu primera edad ha de ir por el camino trillado de la infancia, pasándola con sencillez y ejercicios pueriles, pues Séneca, siendo tan sabio como fue (desde su niñez), no los dejó; antes cuentan dél que, habiéndole ido a buscar a Córdoba (de donde dicen que era) dos embajadores romanos que le tenían por sabio, como le vieron entre los otros niños de su edad jugando al peón, se maravillaron mucho de cómo siendo tan sabio hacia aquello, y , no creyendo que lo fuese, se llegaron a él y le preguntaron:

Aguda respuesta de Séneca «Qué haces, niño?». Seneca alzó la cabeza y respondioles: «Aquí

estoy dando al tiempo lo que es suyo». Ellos quedaron confundidos mirándose el uno al otro, y no le osaron preguntar más.

Que cada edad guarde su punto Según esto, mal haría yo si pretendiese sacarte de tu curso; antes

soy de parecer contrario, porque ni al niño le está bien hacerse viejo, ni menos al viejo hacerse niño, sino que en cada edad se dé y guarde su punto. Pero bien gustaré que desde que comiences a tener uso de razón para entrar en el estado de juventud, tengas vistas y leídas estas cosas, de suerte que no enfades y sepas dar contento. Y esto se debe tomar medianamente, porque el que se deleita de asegundar mucho el placer del que le escucha puede ser tenido por juglar, o por ventura por lisonjero, antes que por modesto gentilhombre. Como también se podría llamar desapacible quien en el placer o desagrado del que le oye no tiene algún cuidado.

Que se atienda primero a su oficio que a la polideza Presupongo, primero y ante todas cosas, que se debe atender al

oficio, cargo o asiento en que cada cual ha de comer y vivir, o saber bien administrar su hacienda, y en esto preciarse mucho dél, porque

LUCAS GRACÍAN DANTISCO - GALATEO ESPAÑOL 21

sin ello no hay que hacer cuenta destas reglas y documentos; que para ser bienquisto y amado de la gente comienzo a darte […]4 este aviso de cómo le aconteció a un discreto ciudadano, que, trayéndole un casamiento para una hija que tenía, rica y hermosa, le informaron, lo primero de todo, de cómo era un gentilhombre de buena parte, gallardo, gracioso, discreto, y muy bienquisto (finalmente, cual yo pretendo figurar en este tratado). El cual, después de haber oído muy atento todas sus buenas propriedades, les dijo: «Señores míos, todo eso es muy bueno para después de comer y de cenar, pero no me decís de qué oficio vive y gana de comer, qué provecho tiene de su persona o en qué le pueden haber menester»; y ansí, quedaron atajados, con todas las5

Qué cosas se deben evitar

virtudes y buenas partes que habían referido. Pues así, agora, debajo deste presupuesto, en lo que es policía digo que nuestra manera de conversar es más deleitable teniendo mayor cuenta con el gusto de otros que no con el proprio nuestro.

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Malas propriedades que suele haber por descuido

Y si queremos investigar cuáles sean aquellas cosas que agradan generalmente a los más de los hombres y cuáles sean las que les

enojan, podremos fácilmente hallar en este tratado qué maneras se hayan de evitar en la conservación y cuáles se deben elegir. Digamos, pues, que cada acto que es de enojo o enfado a cualquíer de los sentidos, a saber, que sea contrario al apetito, aquello que puede representar a la imaginación cosas malas, torpes y asquerosas, no sólo no se debe hacer en presencia de la gente, pero ni aun nombrallas ni traellas a la memoria haciendo algun movimiento o ejercicio exterior.

Por lo cual se vee que es mala propriedad de los que cuando están con vos hablando os miran y os afijan tanto los ojos en el

rostro que parece que veen alguna maravilla; y hanse visto algunos que cuando están hablando con otro se le pegan tanto que le dan con el aliento en el rostro, pues es cierto que todos aborrecen el olfato de otros, puesto que no sientan en él mal olor. Pues ¿qué sería, señores, si este tal no tuviese buen olor de boca o rociase cuando habla?

4 Algo se extravió aquí (3v). En otras eds. (ya en la de Zaragoza 1593): ‘…comienço a

dar. Como…’. 5 ‘los’ (3v). 6 Suplo ‘1’ (4r).

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(como hacen algunos, que salpican a todos los circunstantes). Digo que sería bastante causa de ser aborrecido. Y yo he visto personas, cuando van encareciendo alguna cosa, bufar y resoplar tan recio que les pueden avisar que digan «¡Agua va!» antes que hablen.

También es malo que en presencia de los que no son muy familiares traigan las manos ocultas, y escondidas debajo de la

ropa; antes las deben tener descubiertas con cuidado, especialmente entre personas de respeto.

Tampoco sería cosa muy decente que, viniendo por la calle con otros, como suele acontecer, y vee cual perro muerto o alguna

cosa asquerosa, volver a sus compañeros y mostrársela diciendo: «¿Habéis visto cómo hiede aquel perro?», debiendo antes (ya que él miró) procurar que los que van con él no le vean ni reciban asco.

Asimismo es mala costumbre cuando, por haber comido mucho o resfriádose, les viene gana de regoldar, hacello con tanto

descuido y sonido que todos lo echen de ver; antes debe de ser tan disimulado que no se le entienda; y algunos hay tan advertidos que al tiempo que bostezan o regüeldan traen la mano por el rostro, como que igualan la barba, y tapan la boca en aquel punto, de suerte que no se echa de ver. Esto hacía bien al contrario un hombre que regoldaba con mucho ruido y afirmaba ser todo aquello salud, porque era evacuación del aire y frialdad del cuerpo; y loándose por esta vía de su sanidad, le respondió uno de la conversación, diciendo: «Señor mío, vuesa merced vivirá sano, pero no dejará de ser puerco».

También parece mal el no tener mucho cuidado con las narices, porque hay algunos que resuellan muy recio por ellas, y a veces

con las palmas las refriegan, y luego las manos una con otra; otras veces meten los dedos por las ventanas dellas y se están haciendo pelotillas de lo que sacan allí delante de todos; como también algunos suelen hacer fideos de la cera que cogen de los oídos. Y en esta suciedad y descuido hemos visto caer a muchos. Y mucho menos debe nadie usar el tomar en la mano alguna cosa que huela mal o pueda dar asco, y llegarsela al otro cerca del olfato para que

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vea cómo hiede, diciendo: «Por vida vuestra que veáis esto cómo huele mal», debiendo antes de procurar que no lo vea.

Pues así como todas estas cosas, y muchas otras desta manera, enfadan los sentidos del oler y del gusto mediante el de la vista,

así también el rugir de los dientes y el frisar piedras ásperas y el resfregar el hierro desplace a los oidos y parece que os da en las muelas, y débese el hombre guardar dello lo más que pudiere.

Debe también procurar el hombre honrado abstenerse de cantar (mayormente a solas) si no tiene la voz buena o bien entonada. De

lo cual hay pocos que se guardan, antes parece que naturalmente los que más malas voces tienen se recatan menos desto, y puédense alabar estos tales que cantan mucho, pero muy bellacamente. Son, pues, como aquellos que tosiendo o esternudando hacen tan gran ruido que atruenan los que allí están.

Hay otros que escupen alto y contra el aire, los cuales en semejantes actos, usándolos sin discreción, salpican la cara a los

circunstantes. Y hállase tal destos que bostezando suena o relincha como bestia, de manera que con la boca todavía abierta quiere hablar o proseguir su razón, y echa fuera aquella voz, o, por mejor decir, aquel ruido que hace el mudo cuando se esfuerza a decir algo y no es entendido, y ofende a todos. Antes debe el hombre bien acostumbrado evitar el mucho bostezar lo más que pudiere; allende de las cosas sobredichas, porque parece que tiene algun descontento, y el que tanto bosteza da a7

7 Suplo ‘a’ (6v).

entender que querría estar en otra parte antes que allí y que la conversación donde está y el razonamiento y manera della le desagrada. Y aunque es verdad que paresce que no esté en su mano dejar de bostezar, con todo eso, si tiene el pensamiento empleado en alguna cosa, ora sea de deleite o de otra cosa, no bosteza porque no se acuerda dello; pero si está ocioso luego piensa en ello, y por eso acontesce (como habremos visto muchas veces) que cuando alguno bosteza adonde hay personas ociosas, luego bostezan todos y anda una cierta conformidad y correspondencia de bocas abiertas que parece juego de tontos. Lo cual hubieran escusado si aquel tal no se lo hubiera traído a la

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memoria; y, en fin, tanto quiere decir bostezar, como estar trastocado o sin memoria, Hase, pues, de evitar esta costumbre tan desagradable a la vista, al oído y al gusto, porque usándolo damos indicio de tener el ánimo adormido y soñoliento, lo cual nos podría hacer poco amables de las personas con quien tratamos.

Hase visto asimismo otra mala costumbre de algunos, que suenan las narices con mucha fuerza y páranse delante de

todos a mirar en el pañizuelo lo que se han sonado, como si aquello que por allí han purgado fuesen perlas o diamantes que le cayesen del celebro.

También es mala costumbre cuando alguno mete la nariz en la vasija o taza del vino, o sobre la vianda que otro haya de

comer, por ocasión de oler o hacer la cata para dar su parecer; antes no querria yo que probase más de aquello que él solo se ha de beber o comer, pues podría caer algo de la nariz. De lo cual el otro tendría asco aunque en la verdad no cayese, pues hasta la imaginación es pesada cosa. Ni menos debe dar a beber a otro en el mismo vaso adonde él haya bebido, cuando no fuese muy familiar o criado suyo; ni dar a nadie la pera o manzana después de habella él mordido. Porque no guardarse bien de todas estas cosas, caso que parezcan de poco momento, en fin, las pequeñas heridas o golpes, si son muchos o muchas veces dados, pueden causar muerte.

Quiero, pues, contar al propósito desto lo que aconteció en Verona, ciudad de Italia, adonde hubo un Obispo muy sabio,

así de escritura como de policía, llamado don Joan Mateo Gilberto, el cual, entre otras sus loables costumbres, fue muy cortés y liberal, honrando en su casa a los gentileshombres pasajeros con aquella medianía de aparato que a su estado convenía. Acaesció, pues, que, pasando por allí un noble caballero llamado Conde Ricardo, posó algunos días con el Obispo y su familia (que todos eran curiosos, polidos y de costumbres loables), y como en el trato y comunicación hallasen al Conde discreto gentilhombre y caballero nobilísimo, le tenían en mucho precio y estima; pero solo le hallaron un pequeño defeto en sus costumbres (en el cual el Obispo y sus criados cayeron luego), y así. tomó acuerdo con ellos sobre cómo se lo dirían y avisarían de manera que no recibiese enojo. Pues, habiéndose de

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partir el día siguiente el Conde, despedido del Obispo y rendidas las gracias de la cortesía que con él había usado, llamó el Obispo un su discreto criado nombrado Galateo (de quien este libro tomó el nombre), y le mandó que saliese a caballo con el Conde, por vía de acompañarlo, y fuese con él algun trecho, y cuando le pareciese tiempo, con muy dulces palabras le avisase de aquel defecto que tenía. El cual lo puso por obra, y, acompañándole, ya que se quería despedir, con rostro muy alegre le habló desta manera: «Señor mío, el Obispo mi señor me mandó diese a vuestra Señoría de su parte las gracias de la merced que le ha hecho por haberse querido servir de su casa, y en recompensa de tanta cortesía me mandó que yo os hiciese un presente, y os suplica mucho le recibáis con ánimo agradable. Y el don es éste: vos, señor, sois el más discreto, gallardo y gracioso caballero de cuantos ha8 visto ni tratado; por lo cual, habiendo con buena atención examinado vuestra buena manera de proceder, no halla en vos otra cosa que sea sumamente digna de loor, fuera de un acto o ruido disforme que hacéis con los labios y con la boca, mazcando a la mesa, que es muy desapacible. Y os envía a suplicar recibáis en lugar de don esta amable reprehensión y advertimiento; y os hace cierto que no hay otro alguno en el mundo que tal ni tan buen presente os haga. El Conde, que en9

su defecto no había hasta entonces mirado, ni tenido quien se lo hubiese avisado, oyéndose reprehender, se paró un poco colorado; pero, como valiente hombre, tornando a tomar buen corazón, dijo: «Diréis al Obispo que si así fuesen todos los presentes que los hombres se hacen unos a otros como el suyo, ellos serían harto más ricos de lo que son. Y de tanta cortesía y liberalidad usada conmigo le daréis por mí infinitas gracias, asegurándole que de mi defecto me guardaré bien de aquí adelante». Y así se despidió dél.

Ora, pues, ¿qué creeriamos nosotros que hubiese dicho el Obispo y su noble familia a aquellos que vemos a manera de

puercos con el hocico en la comida, del todo metidos y sin alzar la cara ni revolver los ojos, y mucho menos las manos de la vianda, y con entrambos los carrillos llenos, que es como si tañesen trompeta o soplasen en la lumbre? Esto, por cierto, no sería comer, sino engullir.

8 ‘he’ (8v). 9 `de’ (9r).

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Los cuales emporcando las manos hasta las muñecas, ponen de tal manera las servilletas, que las rodillas de fregar quedan más limpias; con las cuales no tienen vergüenza de limpiarse muchas veces el sudor que por la priesa que se dan a comer les corre de la frente y de la cara y alrededor del pescuezo, y a vuelta desto se limpian también las narices. Verdaderamente los tales no merescerian ser rescebidos, no sólo en aquella polida casa del Obispo que dijimos; pero debrían ser echados de entre los hombres bien acostumbrados.

Que no se hagan porquerías en la mesa En las comidas y regocijos no te señales en ser asqueroso, como algunos que tienen por donaire hacer cosas sucias,

revolviendo los manjares y la bebida, mediendo los estómagos de los otros por el suyo; porque (aunque parece que se ríen y gustan dello) le han de acusar de sucio y grosero, y entre gente plática y polida parece mal. Y los curiosos sirvientes y criados que se ocupan en el servicio de la mesa no se deben en ninguna manera rascar la cabeza ni otra parte del cuerpo delante de sus señores, especial cuando comen, ni tener encubiertas las manos en el seno ni en otra parte; antes las deben tener descubiertas, y tan limpias que no paresca en ellas señal alguna de suciedad.

El cuidado que han de tener los que sirven Y aquellos que sirven los platos y la copa, diligentemente se abstengan de escupir en aquel tiempo, o toser, y mucho más

de esternudar, porque en los actos semejantes tanto vale y así enoja a los señores la sospecha como la certidumbre.

Y si acaso hubieres puesto peras o manzanas a asar, o pan a tostar sobre las brasas, no lo has de soplar para quitar la ceniza

que tuviere, porque se dice que no hay viento sin agua; antes lo debes sacudir ligeramente en el plato, o con argumento y maña, para desviar la ceniza. Lo mismo acontesce a los que para quitar alguna pajilla o cualquiera otra cosa están soplando el vino que han de beber sus amos, y suele ser ordinario de algunos, para templar el caldo que está quemando, estarlo soplando; pues no siendo mujer, o cosa propria de quien no se pueda tener asco, es cosa inconsiderada.

No ofrezcas a nadie tu lienzo de narices para que se limpie, por muy limpio y lavado que esté, porque aquel a quien tú le

ofreces no lo sabe y podría tomar asco dello.

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Todas estas costumbres y malas propriedades, y cualesquier otras a ellas semejantes, se han de evitar, porque pueden

enojar a alguno de los sentidos de aquellos con quien tratamos, como tengo dicho.

CAPÍTULO 2 De otras cosas contrarias al entendimiento y al gusto

HORA, pues, hagamos mención de aquellas cosas que, sin enojo de algún sentido, desagradan el gusto de las más personas en cuya presencia se hacen. Primeramente, debes saber que los hombres naturalmente apetescen y se

inclinan a diversas cosas, porque algunos quieren satisfacer a la ira y algunos a la gula, otros a la sensualidad y otros a la avaricia, y, finalmente, otros a otros deseos y pasiones. Para emienda de los cuales hay tantos remedios en nuestra sancta fee; y metiendo cada uno la mano en su seno verá cuál de estos apetitos le hace más guerra, para poner mayor resistencia al que con más fuerza le combate.

Parece, pues, que apetecen los hombres aquello que les puede conceder este acto del comunicar y conversar unos con otros, y

esto puede ser amor, honra y pasatiempo o alguna otra cosa a éstas semejante, pues no se debe decir ni hacer cosa por lo cual se dé a10

otro señal de poco amor, ni desprecio.

Por lo cual, poco decente costumbre es aquella que muchos suelen usar, como es dormirse ado en11

10 Suplo ‘a’ (11v).

honesta junta y conversación estén razonando, porque haciéndolo así por puro descuido, parece que no les estiman y que hacen poco caso de aquel tal razonamiento, demás de entender que el que duerme está descuidado, y tan a su sabor que suele muchas veces roncar o hacer alguna cosa desagradable al oído o a la vista, y muy a menudo se halla estar sudando, la boca entreabierta, con mucha fealdad. Es

11 ‘adonde’ (11v).

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también mala costumbre endrezarse, ni levantarse en pie adonde otros están asentados hablando, ni12 pasearse en tal sazón por el aposento; porque son como aquellos que se menean y se están brincando, y con desperezos bostezan revolviéndose a un lado y a otro; que parece que en aquel punto les toma la fiebre o ececión.13

Mal hacen también aquellos que, estando entretenidos en semejante conversación, sacan una carta o billete de la faltriquera

o del seno, y se la paran a leer allí delante.

Y peor los que con unas tijeras o cuchillejo se paran a cortar o raer las uñas; que es como si no tuviesen en nada aquella

conversación y que se paguen más de otro entretenimiento para pasar aquel tiempo.

No se debe tener tampoco aquella manera que algunos usan, como es cantar entre dientes o atabalear con los dedos, ni menear

las piernas, porque quien esto hace parece que no se cura de otro.

Ni se debe el hombre revolver, en el asiento o en pie, de manera que muestre a otro las espaldas, ni tener la una pierna sobre la

otra, ni tan alta que aquella parte que cubren los vestidos se pueda ver, especial persona eclesiastica. Y mucho más se deben recatar desto las mujeres, a quienes les está mejor el sosiego para no estar meneando los pies ni temblando las rodillas, tomándoselas con las manos.

Tampoco se debe estar de codos en la mesa, ni en las sillas muy recalcados y brincándose, porque semejantes cosas no se suelen

hacer sino entre aquellas personas que el hombre no respeta. Verdad es que si un señor hiciese esto delante de sus criados o en presencia de algun amigo de menor condición que él, no mostraría soberbia, sino amor, y amistad.

Debese el hombre tener sobre sí, y no apoyarse ni recostarse a otro; y cuando con alguno hablare no le ha de estar dando con el

codo o con la mano, como muchos suelen hacer a cada palabra, diciendo: «¿Qué digo?», «¿No es esto verdad?», «Oídme, señor

12 ‘en’ (12r). 13 O ‘ceción’: calentura.

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Fulano», y todavía les están sacudiendo con las manos en los pechos y asiéndoles de los botones. Y yo vi uno que tenía tal maña en esto que desabrochaba a cuantos hablaba. Finalmente, os están éstos siempre asiendo del sayo o capa, o de otra parte, para que les oigáis, sin jamás estar quedos ni saber hablar con reposo; que podéis decir cuando salís de sus manos que quedáis batanados y molidos.

Cómo debe ser el vestido Bien vestido debe andar cada uno, según su estado, y edad, porque de otra manera parece que en quererse señalar desprecia

la gente, y por eso solían14

los ciudadanos de Padua tomar pasatiempo cuando vían algun gentilhombre veneciano andar por su ciudad en sayo.

Y no sólo debe hombre vestirse de fino paño, seda o raja; pero hase de esforzar de allegarse lo más que pudiere al uso de los

otros ciudadanos y someterse a su costumbre, aunque al caso le parezca a él menos acomodada y polida que lo antiguo. Y si en toda la ciudad se usa traer atusado el cabello no debes traer cabellera; ni donde otros ciudadanos andan con la barba larga te la debes tú cortar, porque esto es contradecir a otros, y la contradición de usos y costumbres no se debe hacer sino en caso de necesidad como diremos15

después, porque esto nos puede hacer odiosos de la gente más que otra cualquiera mala costumbre.

No se debe nadie oponer o contradecir al común uso en cosas tales, ni solo seas el que en tu barrio traigas la ropa baja hasta

los pies adonde todos los demás la traen muy corta, poco más abajo de la cintura, porque ni más ni menos te acontecerá como al que tiene el aspecto y rostro feroz: que su natural tan feo hace que toda la gente se revuelva a mirarle como cosa extraordinaria. Lo mismo es en los que traen su vestido contra el uso ordinario, sólo conforme a su humor y voluntad, o que quieran traer el cabello y barba muy largo, o, por el estremo, muy atusado y corto, fuera de lo que se usa. Y que, siendo mozo, traiga la gorra muy llana y estendida, o un sombrero bajo, casi como de mujer, o las lechuguillas y guarniciones de sus camisas tan disformes de grandes y sin proporción; porque a

14 ‘salian’ (13r). 15 ‘diriamos’ (13v).

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estos tales todos se vuelven a mirarlos y a señalarlos, y ellos están desto muy ufanos, como aquellos a los cuales les parece que han querido vencer al uso común contra todo el parecer del pueblo.

Han de ser, pues, los vestidos muy asentados y que vengan bien a las personas; porque los que tienen vestiduras ricas y

nobles, pero mal entalladas y sin aseo,16

no parecen ser hechas a sus cuerpos, y dan a entender una de dos cosas: o que los tales no tengan ningún cuidado de sí, o que no conozcan lo que pueda ser gracia ni mesura, ni cumplimiento alguno con las gentes.

Tampoco, por el contrario, sería bueno ser tan demasiado curiosos en esto que gasten lo más del tiempo en sólo polirse y

ataviarse. Y hay algunos de tal manera, que ponen todo el gusto y su felicidad y cuidado en sus vestidos y compostura exterior, y por otra parte son fríos, inútiles y de poca sustancia en su trato y conversación; que no son más que para mirados o topados en la calle, y en las juntas adonde otros de su jaez se rien y huelgan y se descomponen (como es en el campo y otras holguras desta manera) están ellos tan mesurados y compuestos como si fuesen figuras de bulto muy pintadas. Y hallanse algunos déstos tan narcisos y satifechos de sí, que si como se miran en espejos se mirasen en agua, no dejarían de ahogarse. Éstos, pues, martirizan tanto los cuerpos apretándose y entallándose, que se ha visto algunos no asentarse en todo el día por no alhajar las calzas, y como van tan estirados y haciéndose pedazos, quedan tan cansados cuando se van a dormir como si hubiesen peleado todo el día.

En el tiempo que se comenzaron a traer calzas abultadas, algunos mancebos dieron en meter trapos y otras muchas

cosas en ellas, tanto, que hubo quien metió en sus follados aros de cedazos y otras invenciones, casi con tanta codicia de ensancharse como algunas mujeres tienen en este tiempo en traer sus verdugados anchos y pomposos. En la cual materia no me meto, por ser tan ancha y tan llena de coronistas que cada día dicen della; solo diré que el recato que las mujeres solían tener en los pies, después que usan verdugados se les ha subido a la garganta. Y juegan al trocado con el

16 ‘asco’ (14v).

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uso; porque si entráis a ver una dama que por caso esté revuelta o al descuido, si se halla sin aquel cuello tieso y postizo que ellas usan, aunque se le parezcan los pies por causa del verdugado, antes echa mano de la funda del pescuezo, para atapalle, que acuda a tapar los pies. Y en tiempos pasados no sólo no le cubrían en sus casas, pero llevaban descubierto cuello y pecho cuando salian fuera: otro estremo bien contrario de lo que usan.

Pero, tornando a los verdugados masculinos, que son la pompa y bayetas de las calzas,17

contaré aquí lo que aconteció a uno que quiso aventajarse tanto en esto que atestó de salvado un follado de terciopelo que traía, y, estando sentado en buena conversación delante de unas damas, adonde él deseaba mostrar su bizarría y polideza hablando algunas cosas, a su parecer, de donaire, con el mucho placer que tenía no sintió una pequeña herida que se le hizo con un clavo de la silla en el uno de sus dos costales del salvado (que, aunque fue el mal de calza, lo sintió después en el alma). Pues como él se fuese meneando y estirando con mucha gallardía, iba destilando el salvado poco a poco sin que lo echase de ver; pero las señoras, como estaban frontero y lo viesen (que parecía, con el movimiento, harina que salía de tolva), reíanse mucho desto mirándose unas a otras. Y el galan, pensando que su buena gracia, donaire y plática fuese favorecido, reíase a vuelta de las damas, y gustaba tanto que como se iba encendiendo más la conversación tanta más cantidad de salvado daba su molino. Crecía por momentos la risa, así de vele tan confiado como de la mucha sangre que le salía de la herida, hasta que de ver él mesmo el monton del salvado que había caído, cayó en la cuenta y, disimulando su corrimiento, se despidió y se fue a remediar su mal adonde pudiera ser hallado, como dicen, por el rastro de la sangré.

Mejor que éste se aprovechó de las bayetas de sus calzas un preso que, yéndose a visitar sobre cierto achaque que le

acusaban, como fuese en el tiempo que se había puesto premática sobre que no se pudiesen traer bayetas en las calzas y él llevase sus afollados muy atestados, le dijeron los alcaldes que cómo traía calzas contra la premática. El cual comenzó a dar su descargo desto

17 En el orig., este párrafo comienza en ‘Contaré…’.

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yéndose descargando poco a poco de lo que traía dentro, y así, sacó de las calzas dos sábanas y dos tablas de manteles, cuatro camisas y una escobilla y espejo, peine y tocadores, y otras cosas de su menester, diciendo (después de tener embarazada la sala con toda aquella munición): «Sepa vuestra Alteza que, como no tengo otro aposento más seguro, sírvenme estos muslos de recámara adonde guardar mi hacienda; que, según hay de estrechura en esta carcel, no es mal aposento; que aun hartos hay en él que le tienen por bueno». Y así, fue admitido y bien reído su descargo, y le mandaron que no mudase más la hacienda de sus aposentos, sino que les desembarazase18

la sala y lo guardase como le pareciese.

Pues, volviendo a los usos, digo que hay algunos tan amigos de su voluntad que, aunque parecen mal en su manera de

trajes, y conforme a su estado pueden andar bien, no lo quieren hacer por no se subjectar al uso común y ordinario. Así, a este propósito cuentan de un vecino de Salamanca que, con ser hombre de mucha hacienda, andaba vestido de viejo, pero traía debajo del brazo el paño y seda que tenía, nueva, para vestirse, para que viesen que no lo hacia por dejar de gastar (pues traía consigo la costa), sino por ver en qué paraban los trajes (que en aquella sazón andaban los usos por la posta). Hombres todos notados y rebeldes a lo que es policía y estima y buen cumplimiento.

Tus vestidos, pues, conviene que sean según la costumbre de los de tu tiempo, manera y condición, porque nosotros no

tenemos poder para mudar el uso a nuestro parecer y antojo; antes debemos andar con el tiempo. Bien es verdad que hay caso en que pueden tener licencia de no vestirse puntualmente al uso; como cuando uno tuviese las piernas muy largas y delgadas, o muy gordas fuera de lo ordinario: en tal caso podría alargar sus vestidos un poco más de lo que se usa. Y ansimismo, si alguno las tuviese tuertas o desproporcionadas, no debe traer calzas de color muy subida, por no convidar a los otros que vean su defecto; porque ni las vestiduras en el platico y curioso cortesano han de ser demasiado lucidas ni muy viejas y descuidadas. Ni es bueno quererse nadie señalar en los vestidos por diferenciarse de los demás, sino que cada cual vista

18 ‘desembaraçassen’ (17r).

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conforme su estado, por que el clerigo no ande como soldado, ni el soldado como el juglar.

Estando en Roma con Ludovico de Babero, Castrucio, Duque de Luco19

y Senador de Roma, cuenta que por bizarría y grandeza mandó que le hiciesen una ropa de camelote carmesí, y en el pecho, escrito con letras de oro, un mote que decía desta manera: Egli è come Dio vuole, y detrás, en las espaldas, otro que decía: E sarà come Dio vorrà. Ésta era ropa que me parece a mí que convenía más a su trompeta que al mismo Castrucio, pues los potentados no lo deben hacer aunque son libres de toda ley; ni alabaría yo al rey Manfredo en andar siempre vestido de verde. Por esto se debe tener cuenta siempre con lo que se usa, sin dar que decir ni causar admiración a nadie. Como procuraba hacer un discreto embajador, que, habiendo de ir con su embajada a un reino estraño y adonde le decían que había trajes muy bárbaros, envió delante, para que le tuviese hecho el aposento, a un su mayordomo, diciéndole: «Tenedme hechos vestidos y ajuar conforme al uso de la tierra. Y mirad que, si se usan albardas, me tengáis comprada la mayor del pueblo». Por esto se han visto embajadores ir con embajadas a reinos estraños y, entrando en ellos, vestirse al modo de la tierra, pues es manera para ganar del señor la voluntad y negociar mejor. Y ansí, concluyo, en esto de los trajes, que aquellos que tratan de hacer poca estima dellos son recebidos de mala gana y con poco amor en las conversaciones.

CAPÍTULO TERCERO De los que con hechos y obras son desabridos

BAMOS diciendo de los que procuran ser contrarios a los demás y mienten en los trajes, y al propósito hemos dicho lo mal que parecen los estremos; pero aun hay otros que pasan más adelante que la sospecha, que sus hechos y obras son tales que con ellos

no se puede estar ni durar en conversación; antes por su mala condición les parece siempre mal todo cuanto veen y oyen, y enfrían

19 Lucca. Se refiere a Castruccio Castracani (1281–1328).

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la conversación y el gusto de los que la tienen buena, y por la mayor parte la deshacen. Y hay tales déstos que cuando están con todos juntos asentados a la mesa para comer, las manos lavadas, o por aventura la vianda traída, detienen a los demás parándose a escribir alguna carta o procurando otra cualquiera ocupación de poca sustancia, o se pasean un poco, diciendo: «¡Buen hora es! Bien se puede esperar un poco. ¿Qué priesa es esta de hoy?». Y tienen toda la compañía desgustada, como aquellos que no tienen respecto a otra cosa sino a su voluntad, sin considerar el gusto de los demás que allí están.

Estos tales, allende de esto, quieren ser aventajados de todos recostándose en los mejores asientos y ser servidos primero que

los otros; a los cuales ninguna cosa les contenta sino lo que ellos dicen o hacen, torciendo el rostro o la boca a todo.

Algunos otros son tan estraños y rebeldes en subjectar su voluntad que ninguna cosa se puede hacer que sea a su modo, y

siempre responden haciendo mala cara a todo lo que les dicen, y no cesan jamás de reñir y dar voces amenazando a sus criados y pajes, y con esto tienen en continua tribulación la compañía toda, como quien dice: «¡A gentil hora me llamaste esta mañana!», «¡Mira qué bien limpiaste esto!», «¿Por qué dejaste de venir conmigo a la iglesia?», «¡Bellaco! ¡Bestia! No sé yo cómo no te rompo la cabeza». Maneras todas muy desapacibles para delante de nadie, y tales que, aunque el hombre tenga su ánimo lleno de humildad, usando esto no por malicia, sino por no mirar en ello o por mala costumbre, con todo eso, da muestras de soberbio en estos actos exteriores y se hace malquisto de la gente; porque la soberbia no es otra cosa sino el no20

estimar a otros sino a sí, pues es así que cada uno quiere ser estimado y bien tratado, por poco que nos parezca que valga.

Tampoco se debe hacer ninguna cosa delante de otras personas a quien desearíamos dar contento, que les muestran más señorío

que amistad; antes debemos dar muestra de tener alguna reverencia y mesura a la compañia con quien tratamos.

20 Suplo ‘no’ (20r).

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Por lo21 cual es reprehendido en semejante tiempo el reñir o decir malas palabras a los criados, y mucho más el castigallos con

bofetones o porrazos,22

que es como una manera de mandar y querer ejercitar su jurisdición. Lo cual no se debe hacer delante de aquellos a quien debemos hacer honra, porque se les da disgusto y águase mucho la conversacion, mayormente si están a la mesa, donde es lugar de placer y no de escándalo, y por esto no le conviene allí airarse. Y si acaso se enojare, no lo debe mostrar ni dar a entender su pesadumbre; y más si tuviere forasteros por convidados, porque habiéndoles traído para servirlos y dar contento, les están dando tormento; que es como cuando uno está comiendo alguna cosa muy agria y aceda, vemos que los que están mirando hacen también actos y visajes de acedía. Asimismo, el ver que otro se fatiga nos turba y da pena.

Puédese también decir que son hechos al revés aquellos que en todas sus cosas están contrarios a los otros; y así se puede ver qué

mala es toda contrariedad para los que desean volver a sí los animos de los otros y pretenden hacerse bienquistos, pues consiste solo en contradecir y oponerse al placer de los demás, lo cual no es trato de amigos, sino de enemigos. Y por esto se esfuerce cada uno de echar23

de sí este vicio, y más los que procuran ser amables a las gentes, porque en lugar de placer engendran odio y mala voluntad; antes conviene que nos sujectemos a la suya adonde no se pueda seguir vergüenza nuestra.

Tampoco se debe nadie hacer estraño y rustico, sino muy agradable y doméstico. Y débese saber que aquel se llama

apacible cuya conversación y manera es tal (en el común y uso y costumbre) cual los amigos usan24 con sus amigos, no acusándoles ni increpándoles a25

21 ‘la’ (20r).

cada cosa que hagan o palabras que digan; antes les deben sobrellevar los defectos que tienen y disimular con ellos; porque al que se estraña y aparta de la conversación le tienen por mal acondicionado y como estraño, y, por el contrario, los hombres

22 ‘porrazcos’ (20v) 23 ‘desechar’ (21r). 24 ‘usando’ (21r, ult. lín.). 25 Suplo ‘a’ (21v).

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domésticos y apacibles son tan bísenos cortesanos que dondequiera que van parecen conocidos y amigos de cada uno, con mucha loa de su buen término y trato apacible. Conviene, pues, que se muestren a saludar con buena crianza y hablar y responder por dulce manera, como si cada cual fuese de su tierra y conocido.

Esto hacen mal algunos, que son tan tristes y cetrinos que a nadie muestran buena cara y a cada cosa dicen de no. Estos tales no

reciben honra ni agrado ni caricia que otro les haga, y, como tan bárbaros, no quieren ser visitados, ni les dan contento ni se alegran con los motes y cosas de gusto; antes rehusan todos los ofrecimientos. Y si les dicen: «El señor Fulano me dijo que os saludase de su parte y os visitase», responden: «¿Qué tengo yo que hacer de sus saludes ni visita?». «Fulano me preguntó que cómo estabades?». «Venga él y tiénteme el pulso». Estos tales merecen ser poco amados de las gentes.

De los puntosos y delicados Tampoco es bueno ser nadie melancólico y triste, ni dallo a entender a los que comunica y trata, aunque esto se debe

comportar con algunos estudiosos o especulativos en alguna de las sciencias y artes liberales; y así, estos tales procuran pasarse a solas su tristeza.

Ni menos debe ser el hombre tan delicado y achacoso que sea menester andarle la gente guardando, como dicen, los tenores,

porque con los tales antes se26

26 ‘se les’ (22r).

tiene servidumbre que compañía. Y son algunos déstos tan vidriosos y puntosos que están mirando muy puntualmente qué título les distes, y si tantico os descuidáis con ellos, les nace luego querellas y enemistades, diciendo: «Vos no me llamastes señor ni vuesa merced, ni a la mesa me distes el lugar que yo merecía y me convenía». «No me habéis venido a ver a mi casa, habiendo yo ido a la vuestra»: esto no se había de hacer con un hombre de mis prendas», y otras muchas cosas semejantes a éstas, que no hay quien los pueda sufrir ni tratar; porque, como se aman tan fuera de mesura a sí mismos, quédales poco espacio y lugar para querer a otros, y ansí, con facilidad y por cosas de aire se deshace la amistad suya, como amistad cubierta con un velo delicadísimo, por

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lo cual no puede ser apacible, sino sumamente desagradable. Y esta tal ternura, delicadeza y trato se debe dejar a las mujeres, digo de algunas tan frágiles y achacosas que ponen su estima en cosas de puntillos y gastan más tiempo en averiguar sus niñerías de lo que sería menester por el celo y poca seguridad que tienen unas de otras. Esto digo, pues, sin perjudicar a las más y de mejor trato, y tan suave que haríamos harto en sabellas imitar.

CAPÍTULO CUARTO De la manera que se debe tener en el hablar

UÉDESE errar el hablar de muchas y varias maneras, y, primeramente, en la materia que se propone, la cual no debe ser fria, de poca sustancia, ni baja y vil, porque los que la oyen, en lugar de recrearse, escarnecen de la plática, y del

que la dice también.

Ni tampoco en la buena conversación se debe tomar muy sotil ni exquisita; porque con fatiga se deja entender de los más. Y debese

mucho guardar el que está hablando que no sea de suerte su plática y conversación que se pueda correr con ella alguno de los circunstantes, ni pararse colorado o recebir pesar y afrenta della.

Ni menos se debe hablar de alguna suciedad ni porqueria, aunque parezca agradable al auditorio, porque a las personas

honestas no les está bien estudiar de dar contento a otros sino en las cosas honestas y decentes.

Que se debe hablar con respecto en las cosas de Dios Y mucho más se debe cada uno guardar de hablar en las tales conversaciones sin consideración ni respecto de cosas sagradas, ni

hacer motes o pasatiempo dellas, porque el tal uso es de personas mal acostumbradas, y muchos hallarás tan discretos que se apartan luego de allí donde desenvueltamente y sin reverencia oyen hablar destas cosas.

Y no solamente se debe hablar sanctamente y con mucho respecto y consideración de cosas de Dios; pero debe el hombre

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curioso, en todo razonamiento, procurar que las palabras den testimonio de su vida y obras.

Pues cuando en las conversaciones de la gente de suerte y curiosa procuramos, para no errar ni parecer grosero, reglas y avisos

(mayormente delante de nuestros mayores y amigos poderosos, a quien debemos respecto y nos obligan a compostura y humildad, por mucho que seamos sus privados y favorecidos), cuánto mayor cuidado y vigilancia debemos tener en las iglesias y lugares sagrados, especialmente mientras se celebran los oficios divinos, materia es que se deja bien entender; y así, en esto no me quiero meter, pues para hacer lo que tanto nos conviene tenemos las manos llenas en la sagrada Escritura, de cuyos divinos ejemplos advierten27

De la quietud y cuidado con que se debe

los predicadores y ministros. Pero trataré solamente de cuánta cordura sea, aun para lo que es policía, estar en la iglesia de tal manera que no se dé nota a nadie.

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Por donde se vee que hacen mal los que parlan y están inquietos en semejantes tiempos y lugares: ni se deben hacer allí las reverencias con mucho ruido de pies, como en los palacios, ni al despedirse de los altares pretendan gallardía, sino humildad. También es cerimonia superflua lo que muchos usan por manera de crianza con sus iguales, que es tomar el agua bendita para echalla al que va con él, pudiéndo él se la tomar, pues la gracia que recibe ha de ser con su obra. Lo menos que allí se pudiere pasear ni volver las espaldas a las imágines ni recostarse, se procure, ni mirar con curiosidad los que entran o están en la iglesia. Ni hagas demasiados meneos y visajes cuando rezares, como hacen algunos,

estar en la iglesia

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alzando muy a menudo las manos y estendiendo los brazos como quien se despereza, besando los dedos, persignándose por todas las partes de su cuerpo que pueden alcanzar con la mano, y haciendo a este tono meneos exteriores, y tales que desasosiegan y se llevan tras sí los ojos de los circunstantes, pues más se sirve Dios de los corazones que no de las aparencias, y, al fin, procura ser antes el publicano en tal lugar, reconociendo tu bajeza, que no el fariseo.

27 En otras eds.: ‘…exemplos y santa costesania nos aduierten…’ (24r). 28 ‘deuen’ (24v). 29 ‘algunos algunos’ (24v-25r).

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Y si alguna cosa que vieres allí te moviere a risa, sea de manera que no impidas la devoción. Es verdad que se suelen ofrecer cosas

algunas veces allí, donde es menester la compostura, que hacen salir de quicio a los que la tienen. Al propósito desto no podré dejar de tocar, aunque de paso, algunas impertinencias que vemos, que por su buena intención se disimulan; y así, se vee30 muchas veces que algunas personas van rezando y componiendo sobre las palabras que oyen o pueden percebir del sacerdote, interpretándolas por el sonido solo, especialmente mujeres, que nunca cesan de hablar; y es muy común que cuando oyen Per Dominum nostrum, etc., dicen ellas: «Perdóname, Señor», y, cuando se vuelve al pueblo: «La vuelta del Spíritu sancto me venga», etc. Y se vio una vieja que cada vez qu’el clerigo decía Dominus vobiuscum, iba ella glosando: «Los Obispos, los Patriarcas, los Cardenales sean en mi ayuda». Así, a este propósito oí decir a personas fidedignas que, estando una mujer destas habladoras encomendando a Dios su casa, entre otras cosas que pedía, decía: «Suplícote Señor mío Jesucristo, que para Fulanica mi hija me des un marido rico, sabio y gentilhombre, que no sea jugador, mujeriego ni vicioso», y tras esto decía otras mil impertinencias, tanto que, cuando no se le acordaba más que pedir a Dios, pedía que mientra estaba allí en aquella oración no se le asurase31 ni derramase su olla, y cuando se fuese a su casa la hallase bien cocida y sazonada. De creer es que quien estas impertinencias oía32

no podía dejar de reírse y apartarse a otro cabo para no perder la devoción con estas cosas y otras semejantes. Por lo cual, si acaso al que las oye y vee le viene pasión de reírse con los que allí estuvieren, sea con tanto recato que no se eche de ver.

Volviendo, pues, con nuestro Galateo a lo que se debe hacer en la conversación, dije que es muy reprobado el hablar de cosas muy

contrarias al tiempo y a las personas que nos oyen. Que en las fiestas y comidas no se deben traer pláticas de tristeza

Antes, de aquellas cosas se hable que de suyo y a su tiempo dichas son buenas y aprobadas. Por donde en los regocijos y fiestas, ni en las comidas, no se deben contar historias melancólicas de

30 ‘veen’ (25r). 31 ‘aturasse’ (26r). 32 ‘oye’ (26r). Nótese que ‘oía’ se escribía ‘oya’, que aparece frecuentemente en el orig.

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plagas, muertes, infortunios, ni pestilencias, ni se haga memoria o recuerdo de materia dolorosa; antes, si alguno hubiese caído en contar algo desto, se debe por buena y dulce manera desviar aquella tal plática y ponelles en las manos otro sujecto más convenible y alegre. Aunque yo oí decir de un filósofo antiguo que afirmaba que para conservación de la vida humana es necesario que haya tiempo de llorar como de reír. Y por esta ocasión decía ser inventadas antiguamente las fábulas lastimosas que llamaban tragedias, por que, representadas en los teatros (como en aquel tiempo se acostumbraba), sacasen las lagrimas de los ojos a los que dello tenían necesidad, y así llorando guareciesen de sus enfermedades. Pero, comoquiera que sea, a nosotros no nos está bien de entristecer los ánimos de las personas con quien hablamos, mayormente adonde se trata de solazar y dar gusto; porque si fuese verdad que alguno enfermase por no echar lagrimas, ligero sería de remediar esto con la mostaza fuerte o con sufrir un poco de humo; y así, conviene huir en tales tiempos de pláticas melancólicas.

También nos debemos ir a la mano en lo que es estar hablando impertinencias y gastar en ellas mucho tiempo y palabras sólo por

nuestro propio gusto; como algunos que, cebados del amor que tienen a sus hijuelos, no hablan de otra cosa que dellos y de sus amas, diciendo: «El niño es tan bonito y me hizo ayer tanto reír, que no lo creeréis», «Mi chiquilla es la más agradable. Dice ya mama, taita» y otras muchas cosas desta manera. Y piensan que ansí como ellos gustan de aquello y se entretienen, que los que los oyen toman el mismo pasatiempo; porque cierto ninguno está tan en ello que guste de gastar su tiempo en oír siempre aquellas cosas, y más cuando los padres las traen fuera de propósito.

CAPÍTULO QUINTO De los que se ponen a contar sus sueños

AL hacen aquellos que se ponen a contar puntualmente sus sueños con tantas veras y haciendo tanta maravilla dellos, que es un desvanecimiento de cabeza el oíllos, si ya no fuese que el que los cuenta

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hallase en ellos alguna maravilla, o, por lo menos, tanto donaire en algunos dellos que conozca el gusto de los que le oyen tan aparejado que tomen pasatiempo dellos. Y puesto que algunos sabios dejaron antiguamente libros escritos de sueños, con mucho entendimiento y agudeza, no por eso nos conviene en la común conversación hacer razonamiento33

Sueño de ejemplo dellos.

Y de cuantos sueños yo he oido referir (aunque a pocos he dado oídos y a ninguno crédito) el que mejor me ha parecido fue uno

que contó haber soñado Micer Flaminio, gentilhombre romano, que no me pareció material, sino de mucha consideración. Al cual le pareció, durmiendo, estar sentado en la casa de un riquísimo boticario su vecino, y, sin saber cuál fuese la ocasión, veía que todo el pueblo, con grande ruido, robaba cuanto allí estaba, y quién tomaba un letuario, quién una confección, quién una cosa, quién otra, y comíala luego allí, de tal manera que ni redoma ni ampolla, ni olla ni pote hubo que no quedase vacío. Y entre éstos había una redomita pequeña llena de un lindísimo licuor, el cual todos olieron, pero no hubo quien le quisiese comer. Y no estuvo mucho que vio venir un hombre de grande estatura, antiguo y con venerable aspecto, el cual mirando los vasos y hallando cuál roto, cuál trastornado, y la mayor parte dellos quebrados, puso la vista en aquella redomilla que dije, y, poniéndosela a la boca, se bebió todo aquel licuor sin dejar gota, y luego se salió fuera, como habían hecho los otros. De lo cual le pareció a Micer Flaminio maravillarse mucho, y, vuelto al boticario, le preguntó: «Maestro, qué cosa es esta? Y ¿por qué causa ha bebido este hombre viejo con tanto sabor el agua de la redomilla que los otros han desechado?». A lo cual el boticario le respondió: «Hijo, aqueste hombre venerable es nuestro Señor, y el agua que él solo bebió (de los demás, como tú viste, desechada) es la discreción, de la cual los hombres no se quieren mantener por cosa del mundo».

Tales sueños como éste se pueden bien contar y ser escuchados, porque más tienen semejanza de buen pensamiento despierto que

no visión de sentido atormentado; pero los otros sueños sin sentido ni aparencia, como por la mayor parte se sueñan, así de hombres doctos como de indoctos, no se debe gastar el tiempo en ellos.

33 ‘razonomiento’ (27v).

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CAPÍTULO SEIS

De los mentirosos34

UNQUE nos parezca que ninguna cosa hay de menos momento que los sueños, con todo eso, vemos otra más vana y peor, como son las mentiras. Porque de lo que el hombre ha visto entre sueños todavía hay alguna sombra

y casi un cierto sentimiento; pero de la mentira nunca hubo sombra y imaginación alguna. Por lo cual menos se requiere tener embarazados los oidos y entendimiento de quien escucha mentiras que no con los sueños; porque éstas, siendo burlas, tienen este peligro, que algunas veces suelen ser recebidas por verdad. Aunque entre gente de bien tienen este pago los mentirosos, que después que les han caído en el chiste, no solamente no son creídos, pero ni aun escuchados, como palabras sin sustancia; y es, ni más ni menos, como si el que las está diciendo no hablase y se estuviese soplando y echando viento. Y sabe que hablarás a algunos tan amigos de decir mentiras, que las dicen sin tirar a ningún fin, de provecho ni de daño, sino sólo porque la mentira de suyo les aplace; como el bebedor de vino, que lo bebe muchas veces no por sed ni necesidad que tenga, sino sólo por la gula del beber. Y embriáganse tanto en el decillas, que, afirmando cosas imposibles, quieren ser creídos. Como oí contar de un mentiroso que afirmaba que un día, estando muy sediento, fue tan certero de arco que, tirando un bodocazo a un cántaro que estaba lleno de agua en una ventana alta, hizo un agujero redondo por donde bajó un caño de agua en el cual, poniendo la boca, bebió a su placer. Y como vio que hasta aquí le habían dado algun aplauso, prosiguió diciendo que después tiró35

34 ‘mentiroso’ (29r).

al mismo agujero otro bodoque tantico mayor y le dejó tapado tan justo que no se salia gota de agua. Y aunque fue bien reída la mentira, uno de los que allí estaban conociole el humor tan jactancioso, y, enfadado dello, le dijo: «Señor, vuesa merced gasta su tiempo en balde y nos cansa a todos; y quien esto nos quiere persuadir o nos tiene por inocentes o por enemigos». Otro le decía: «Señor mío, yo mentidores he visto; pero vuestra merced puede ser mentidor de el Papa».

35 ‘que tiro’ (30r).

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Algunos otros dicen la mentira por sólo su vanaglonia, contando haber hecho maravillas y ser grandes hombres de guerra y

gobierno, y quieren entretener la gente con cosas tan difíciles de creer que se les conoce la patraña desde una legua; y así, los circunstantes no les darán entrada en su crédito si no traen testimonio, por ver cómo vienen tocados de peste de vanagloria.

De los que mienten con sus hechos y obras 36

Puédese mentir también callando, es a saber, con sus hechos y obras de cada uno. Como algunos que, siendo de mediano estado

en sns personas y oficios, pretenden parecer mucho más, y usan tanta solemnidad y señorío como si fuesen duques y condes en su manera y trato. Éstos, pues, se ponen a hablar tan pomposamente, sentados, como dicen, por tribunal, pavoneándose y haciéndose cabeza adonde no son más que pies, procurando, como las monas, imitar a los poderosos en el aparato de sus casas, que es un tormento el ver que no conozcan su enfermedad ni se quieran sangrar de las vanidades de sus cabezas.

Hay algunos otros mentirosos en esta manera: que sobre vestidos no muy buenos se doran de cadenas y anillos y medallas

colgando de acá y de allá; que más parece que lo traen para vender que por gala. Y a estos tales se les conoce desde una legua su soberbia y vanidad; que ponen su valor en sola la corteza y aparencia: cosas bien desapacibles y desconformes de lo que es razón y buena costumbre.

Y debes saber que en muchas ciudades, y en las mejores y mayores, no se permite qu’el rico se vista muy diferenciado del

pobre en la mejoría de sus atavíos: porque los pobres parece que reciben ultraje, y más si son honrados y bien nacidos, cuando otros muestran esta diferencia en su vestir.

36 ‘3’ (30v).

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CAPÍTULO SIETE

De los juegos

antes que pasemos adelante, pues hablamos de lo que es tiempo mal gastado, trataré (aunque de paso) de otro más perdido y a veces más perjudicial que no los sueños y mentiras, como es el que se gasta en el juego..

Y por esto no se debe dar el que pretende ser Galateo y bienquisto a jugar con cobdicia de ganar, especialmente naipes,

pues se vee claro que quien consume su tiempo y hacienda en esto no le queda lugar para usar de la cortesía, trato y conversación amable, conforme al buen intento de este tratado. Pues si juega de precio se entiende que su intención no es otra sino ánimo de acrecentar su hacienda con pérdida de la de sus amigos; y así, el juego se ha de tomar por lo que suena, que es juego, y no veras tan pesadas como se han visto en los que en él solo se ejercitan y, en efecto, hacen vicio de lo que podría ser virtud, pues usando dél por sólo juego, moderando el precio y el tiempo, es una conversación para pasar el tiempo que tiene de vacante, bien sin perjuicio de nadie, especialmente los que no tienen oficios ni cargos ocupados, sino que, estando ociosos, están haciendo quimeras con el pensamiento. Y, habiendo de jugar por pasatiempo, ha de ser de poco y con los amígos y conocidos Y aquellos juegos que sean de mayor conversación, y no sabiéndolos muy bien, no debes aventurar precio, por poco que sea, ni jugar con los que son coléricos y mal acondicionados, sino con quien te puedas ir riendo y holgando; que hay algunos que quieren ser tan prestos, que se aíran y apitonan37

de no nada, dan golpazos con los naipes y dicen palabras desconcertadas, mirando en agüeros y abusiones.

Y aunque dicen de ordinario los jugadores, cuando pierden, que no lo hacen por el dinero, sino por el maldecir, 38

37 ‘apitunan’ (32r).

la verdad es que, por poco que sea, les pesa mucho de perder; y a estos tales, si la vez primera se les conoce el humor, no asegundar con ellos es lo mejor. Con esto, pues, daré remate a esta materia, y con un donaire que un

38 En el orig., este párrafo comienza en ‘La verdad…’.

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caballero dijo a unos que jugaban a la primera; y fue, que estando mohínos unos con otros, les preguntó por qué estaban tan enojados. Y respondió el uno dellos: «Señor, porque estamos aquí jugando. Necedades dice». «Si eso juegan, bien pueden envidar sin miedo y jugar largo, que resto tienen harto». Y con este gracioso mote recibieron éstos su reprehensión, y yo los dejaré en este estado para proseguir con mi curioso Galateo.

CAPÍTULO OCTAVO De la jactancia

AMPOCO es permitido al hombre cuerdo y de valor tratar luego de la nobleza de su linaje ni de su honra y riqueza, y mucho menos alabarse a sí mismo de los hechos y valentías suyas y de sus antepasados, ni traellos en plática a cada

ocasión, como muchos suelen hacer, que parece que quieren contender con los circunstantes; porque si acaso son de menor condición sería como abatillos y darles en cara con su miseria o bajez, lo cual desplace mucho a todos. Y en esta falta vemos que caen los que tienen poquito estómago y lo poco bueno que tienen no les cabe en el cuerpo.

Ni por eso se debe el hombre de abatir, ni menos ensalzar fuera de razón, y antes debe consentir que se pase (como dicen) por alto

alguna cosa de sus méritos que mostrar punto de arrogancia con sus palabras; porque aun lo bueno que tuviere en este caso, cuando es muy encarecido no contenta.

Vanagloria so color de humildad Y por otra parte entenderemos que aquellos que se aviltan,39

39 Se rebajan.

y abaten con palabras fuera de mesura y desechan las honras que manifiestamente les pertenecen, muestran en esto mayor soberbia que los que usurpan las tales honras que ellos no merecieron. Por lo cual dirá alguno que por aventura el sabio Giotto no mereciese el título que le daban de maestro por haberle él refutado, pues se sabe que en aquellos tíempos no sólo era maestro, pero el más singular de

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todos. Porque cierto es que quien se esquiva de llamar el título que merece y el que todos los que de su estado procurarían, muestra también despreciar a todos los otros; y así, el desechar la honra y gloria que tanto es estimada es un cierto gloriarse y ensoberbecerse sobre los demás; como sea verdad que ninguno de buen juicio refutaría las cosas tan amadas que por su virtud y estudio ganó, si no es aquel que las tiene muy sobradas y abundantes. Por lo cual no nos conviene vanagloriar de nuestros bienes y haciendas, como algunos que se pagan tanto de sí que con un poco de aplauso que les dan los circunstantes se paran a hacer cercos en el suelo y rayas con la espada o con otra cosa, y estando como suplicacioneros, metiendo parábolas en sus hechos y hazañas, figurando las ciudades y ejércitos, las más veces delante de los que nunca supieron de guerra. Como algunos que se paran a decir: «He aquí, señores, el fuerte. El enemigo vino por esta parte, los nuestros por esta otra. Yo iba marchando en la vanguardia», etc.

De los Charlatanes Pues ¿qué donaire es ver hablar desto aun hasta en las tabernas y

bodegones a los devotos y ordinarios dellas muy a rienda suelta, especial cuando han cargado bien del mosto? Métense en cólera y, echando fuego, con aquel hervor gobiernan el mundo. Y cuando alguno de estos charlatanes se vee recibido en esta presidencia no hay más que ver; porque solo él sabe regir y gobernar, y párase a decir: «Está, señores, el mundo perdido: no hay cosa con cosa. No me espanto sino cómo los Moros no se nos entran por las puertas. A fe de hidalgo, aunque pobre, que si en mi mano estuviera, que de otra manera nos cantara el gallo», y con esto se echa otra preparación a taza firme.

No puedo dejar de contar aquí de lo que fui testigo de vista en Valladolid, teniendo mi posada junto a la plaza, y adonde de

ordinario había taberna y una mesa para los40

40 En otras eds.: ‘los feligreses’ (34v).

que allí venían a ganar curso; en la cual, desde un tercero o sobrado que caía encima de la dicha taberna, se vía y oía todo lo que pasaba. Presidía, pues, en aquella sazón un sacamuelas llamado Castromocho, hombre docto y de los que mejor entendían un jarro de vino en aquel tiempo, el cual, estando allí con otros sus aliados y camaradas un día, después de

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haber comido y echado sus colañas, comenzó uno a dudar y preguntar desta manera: «Dígame agora el señor Castromocho y los demás caballeros que aquí están: ¿cuál es la más limpia yerba que se halla hoy día en el mundo?». Unos decían que el azucena, otros que el clavel, otros que la espadaña, y así desta manera otras muchas, cada cual dando su razón como mejor sabía. Pero Castromocho, estendiendo el brazo y pidiendo silencio, les dijo: «Agora bien, ninguno de vosotros acierta. Daos por vencidos. Sabed que la más limpia yerba que hay es la ortiga; porque con las demás os podéis limpiar y traer en la mano y donde os pareciere, y con la ortiga no, porque se defiende». Todos lo aprobaron, pero, acabada esta materia, pidió vino el sacamuelas, y todos, y los más se echaron otro refresco, tan desnudo de agua que se les echaba ya de ver en el mirar dulce de sus ojos. Y luego preguntó otro otra dificultad allí al común, desta manera: «Dígame agora el señor Castromocho y vuesas mercedes: ¿adónde va a parar el alma en saliendo de las carnes?». Castromocho respondíó diesen primero todos su parecer, que él absolvería la cuestión a la postre; y así, unos dijeron que al Cielo, otros al Infierno, otros al Purgatorio, conforme a las obras de cada cual; mas concluyó Castromocho con su declaración, diciendo: ¡Oíos ahí vosotros! Habéis de saber que el alma en saliendo de las carnes va a Sanctiago de Galicia derecha, salvantes si el tal no fuese despensero; que estos tales no van por este camino, sino por otro peor». Y con esto que dijo, y otra ruciada que se echó, se quedó dormido desgastando el humor, y así se acabó aquella ilustre y honrada conversación. Pero dejemos éste durmiendo, que él despertará si quisiere (quizá con diferente y contrario parecer del primero), y volvamos a los de capa negra, de quien tratábamos al propósito de la jactancia. Digo que debe cada uno callar en cosas de su loor lo más que pudiere; pero si acaso la ocasión y oportunidad nos forzase a decir de nosotros alguna cosa, es apacible costumbre decir la verdad blanda y remisamente, o con un cierto descuido, sin hacer en ello mucho estribo. Y por esto41

los que se deleitan de buena cortesanía se deben abstener desto; porque hay algunos que tienen costumbre de decir su opinión tan resolutamente sobre cualquiera cosa de éstas, dando sentencia difinitiva, que es enfado el oíllos, y más tormento el esperallos.

41 ‘estos’ (36r).

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Hay otra suerte de hombres que todo se les va en preámbulos y buena crianza, como si dijesen: «Señor, vuesa merced me perdone

si acaso no supiere significar esto, porque yo hablo groseramente, según mi poco saber. Estoy cierto que vuesa merced hará burla de mí, pero por obedecelle no dejaré de decir lo que se me manda». Y tanto se están en esto, que cualquiera cuestión, por sotil que sea, se podría determinar con menos palabras de las que gastan en hacer tanto circunloquio.

También son enfadosos y mienten con los hechos muchos en su conversación, o en el tomar de los asientos, mostrándose bajos y

humildes y abatiéndose en las partes donde les es debido el primer lugar y más alto, y ellos42

todavía porfían a ponerse en el último grado, que es una fatiga grande ver el tiempo que se gasta en hacelles pasar adelante. Y muchas veces estáis oyendo un sermon o otra cosa con mucho gusto y atención, y mientras el señor don rumor de buena crianza anda en pie os está dando pesadumbre su venida. Y ellos procuran vanagloriarse y tomar posesión de humildes con esta fingida hiprocresía, porque mientras más les ruegan más van ellos retrayéndose hacia tras su poco a poco, que no parecen sino rocines que se espantan y no quieren pasar adelante. Por esto los que son pláticos, viendo el daño que hace este su desasosiego, por no quebrar el hilo de la conversación les es de menos inconviniente tomar el lugar o asiento que se les ofrece, aunque sea el mejor, que no dar ocasión para aquel bullicio que por él se comienza a levantar. Y cuando entran o salen de las tales conversaciones, tienen ya por mejor crianza los pláticos no hacer ninguna, salvo entrarse o salirse de presto, aun sin descubrirse las cabezas ni despedirse de nadie, y no con solemnidad y nunca acabando, como algunos hacen.

42 ‘ellas’ (36v).

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CAPÍTULO NONO De las cerimonias

OR lo que hemos dicho, entenderemos que las cerimonias superfluas se deben evitar, las cuales fueron de los antiguos rnenos usadas que no ahora. Y a este vano uso (que parece semejante a las mentiras o sueños que arriba dijimos, por su

mucha vanidad) le llamamos impropriamente cerimonia, pues antiguamente las cerimonias se tomaban por aquella solemnidad que los sacerdotes usaban alrededor de los altares y en los divinos oficios acerca de Dios y de las cosas sagradas. Y hase usurpado este nombre después acá que los hombres se comenzaron a reverenciar unos con otros con artificiosos modos, inclinándose y torciéndose de lado con reverencias en señal de acatamiento, descubriendo sus cabezas y llamándose señores y otros títulos extraordinarios, besándose las manos como si las tuvieran sagradas o fueran sacerdotes. Y alguno viendo esta costumbre tan nueva y tan impertinente, la llamó cerimonia por frasis nuevo o manera de decir, así como llamamos también triunfar, por vía de burla, el beber y comer y regocijarse.43

Son, pues, las cerimonias, si queremos mirar la intención de aquellos que las usan, una vana significación de honra y

reverencia acerca de aquel a quien se hace acatamiento, y está puesta así en el semblante y meneo como en las palabras con títulos y profertas. Y digo vana en cuanto nosotros honramos con la vista y aparencia a aquellos que con el corazón no les haríamos acatamiento; y, con todo eso, la usamos por no salir de la costumbre, y a unos llamamos el ilustre, o el muy ilustre señor Fulano, y a estos nos ofrecemos por sus servidores y criados a los que no es nuestra intención de servir. Y así, no sólo tengo por mentira las cerimonias semejantes, pero por una cierta falsía y traición. Y andan de tal suerte estas tales en estos títulos de ilustres (y los demás cerimoniosos de quien íbamos diciendo), que sin mirar a los meritos ni a la nobleza, ni al estado y calidad, los vemos poner a cualquiera que sea, tanto, que los oficiales no se distinguen muchas veces en la manera del trato y crianza que se usa con ellos, de los nobles y calificados. Y así, como

43 ‘regosijarse’ (38r).

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sea verdad que antiguamente había títulos determinados y distintos del Papa o Emperador, para cada uno (los cuales no se podían dejar de decir sin hacer desacato al intitulado, ni menos se podían atribuir sin menosprecio a los que no tenían aquel privilegio), ahora en nuestros tiempos vemos que se pueden usar más liberalmente los tales títulos y signifícaciones de honra, porque el uso es más poderoso señor, pues los tiene más largamente privilegiados.

Este uso, que por defuera parece bueno, es por de dentro vano, y consiste en semblantes sin efecto,44

y en palabras sin significación, empero por eso no nos es licito mudarle; antes le debemos seguir, pues no es pecado nuestro, sino del siglo en que estamos, aunque se debe hacer discretamente. Para lo cual se ha de tener consideración que las cerimonias y cumplimientos se hacen de tres maneras, a saber: por utilidad, por vanidad, por obligación.

Por utilidad se entiende toda mentira que se dice por interés y provecho proprio del que la dice, y esta tal es fraude o pecado, y

deshonesta cosa, pues jamás se puede mentir honestamente. Y este pecado cometen los lisonjeros, los cuales, así como cuentan del camaleón que se transforma en la color del lugar que le ponen, así también estos tales se contrahacen en forma de amigos según nuestras voluntades, cualesquiera que sean: no porque nosotros lo queramos, sino para que les demos algo, y no por agradarnos, sino para engañarnos. Y aunque este tal vicio por aventura sea agradable para los que se dejan vanagloriar no deja por eso de ser acerca de sí abominable y dañoso, por lo cual no le conviene usar dél al hombre bien acostumbrado, porque sí estas tales cerimonias son mentiras y lisonjas, cuantas veces las usamos por manera de ganancia, tantas veces obramos como hombres malos y desleales. Y por esta ocasión ninguna cerimonia déstas se debe usar.

Segunda cerimonia, por vanidad La segunda cerimonia, que dijimos que se hace por vanidad, es

como la que arriba decíamos; que por hacernos bien criados (aunque no nos vaya más interés que nuestra vanagloria) damos a las gentes mayores títulos de los que se les debe, y pecamos por carta de más para que ellos hagan lo mismo con nosotros. Y estas tales son

44 Fingido.

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adulaciones claras y conocidas, de tal manera que aquellos que las dicen y hacen a este fin, allende de ser tan malas de suyo, son enojosas y desapacibles, por ser tan contra lo que es verdad.

Tercera cerimonia, por obligación La tercera manera de cerimonias, que son aquellas que se hacen

por obligación o por merecimiento, no se pueden escusar, porque quien las deja de hacer no sólo desplace, pero hace injuria, y muchas veces acaece por esto venir a reñir y enemistarse. Especialmente cuando un ciudadano deja de honrar a otro como es costumbre, no quitándole la gorra ni hablándole con crianza, hace mal en ello; porque la fuerza del uso es grandísima, y en semejantes casos se debe tener por ley.

Y ansí, quien llamase de vos a otro, no siendo muy más calificado, le menosprecia y hace ultraje en nombralle, pues se sabe que con semejantes palabras llaman a los peones y trabajadores; y aunque antiguamente, o en otras naciones, se podían llamar tan bajos títulos sin menosprecio de nadie, no debemos nosotros dejar de obedecer al uso moderno, como también estamos obligados a guardar la ley. Por lo cual es necesario que nosotros reconozcamos diligentemente los actos y palabras con los cuales el uso y costumbre moderno suele saludar y recebir o llamar en la tierra donde vivimos. Y aunque en tiempo del rey don Pedro de Aragon el Almirante le llamase muchas veces tu Majestad por ser costumbre de aquel tiempo, no por eso debemos nosotros llamar a nuestro Rey de aquella manera, ahora sea hablando con él, ahora sea por escrito; porque de la manera que guardó la costumbre aquel siglo el nuestro ha de guardar la suya. Y éstas llamo yo cerimonias debidas, pues no proceden de nuestra voluntad y libre albedrio, sino por ser puestas por ley y uso común. Pero si acaso se pudiesen dejar, no ha de ser tan del todo que se hagan rebeldes a lo que es buena crianza, como algunos hombres desagradecidos, que piensan que todo se les debe de fuero y no saben responder a nadie palabra que esté buena, y en esto huelgan de ser estremados y notados. Al contrario déstos hay otros, tan demasiado de bien criados que podemos decir que tanto es lo de más como lo de menos, y todo se les va en cumplimientos de buena crianza e impertinencias; y algunas cosas que en sí no son nada tardan tanto en agradecerlas que es enfado. Esto hacen de puro cerimoniosos, como decir: «Hame vuesa merced hecho tanta merced

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que me tiene obligadísimo a que le sirva toda mi vida. Plega a Dios me dé tiempo para ello; que por venturosísimo le tendría, gastándole en el servicio de vuesa merced», y cosas semejantes a éstas. Destos tales agradecimientos usó de industria un cierto capellán de un Ohispo, que, habiendo su amo dado ciertos beneficios y rentas a criados suyos, a este capellán (aunque le había servido mucho tiempo) le dio el menor beneficio, porque era de hasta ochenta ducados y servidero. Pues como los demás fuesen a dar las gracias de su renta, por haber sido premiados unos a quinientos ducados, otros a trecientos y a cuatrocientos, el de los ochenta hizo mayores agradecimientos, mostrando mayor contento que los demás. De lo cual el Obispo en cierta manera maravillado, le preguntó45

De los besamanos

por qué le daba mayores gracias, habiendo sido la merced que le había hecho la menor y de tan poca renta. Respondió que aquello estimaba él en más que si le dieran mil ducados, por ser tan acomodado a lo que él había menester, siendo, como era, tan colérico que ni podía sufrir amo ni tampoco había quien a él le sufriese; y no pudiendo con ella sustentar mozo, ni quedar con su Señoría, por ser el beneficio servidero, le daba tantas gracias por haberse librado de amo y da mozo. Así, pues, digo que en lo de las cerimonias unos dan cinco de largo, y otros de corto.

Y aunque el besar en señal de acatamiento conviene derechamente solo a cosas sagradas, reliquias y huesos de

cuerpos sanctos, si en la tierra donde estamos hay costumbre de decir: «Beso las manos de vuesa merced y téngame vuesa merced por su servidor», no hemos de esquivarnos de decirlo; antes en lo que es saludarnos y espedirnos, y en las cartas misivas o en los billetes que escribimos lo debemos usar y hay costumbre. Y no habemos de estar atenidos al uso antiguo ni maravillarnos desto, como algunos hombres inconsiderados y desabridos, que se ponen a decir: «¿Habéis visto a quién tengo yo de llamar señor? Y ¿de qué es señor? ¿Es por aventura el cura de la parroquia, que le tengo yo de besar las manos?», etc. Pues está claro que el otro que está acostumbrado de llamar y ser llamado señor, puede entender que tú le desprecias o que le haces afrenta. Y cuando tu estado y grado no es muy

45 ‘pregunto o’ (41v).

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aventajado de otro, haces mal si por hacer del caballero y señor pretendes usar de vanagloria en su menosprecio, regateándole la merced con rodeos, diciendo: «El señor Fulano bien hará esto»; y hay personas que aun pasan más adelante echándole un vos confitado para ver46

si le pueden pasar como píldora dorada, con un decir: «Señor mío, haced esto por amor de mí»; y a veces, con una falsa risa y una palmadilla que les dan en el hombro, se desmandan a echalles el vos a secas, diciendo: «A fe de quien soy que me habéis contentado mucho». Y todos son ardides de vanagloria.

Van algunos asimesmo tan llenos de cuidados en estas cerimonias, que hallan medio de nombrar entre el tú y vos y él y

vuesa merced, haciendo seis grados de cortesía; que ninguna nación alcanzó tantos, porque si miramos al Frances, con sólo el vos sustenta todos grados. Y no quiero tratar de lo que se puede decir desde el vuesa merced arriba, ni en los títulos mayores, porque sería meternos en un gran laberinto. Baste que han47

dado tal baja con el tiempo, que se han levantado la comunidad de gente ordinaria con los títulos de ilustres, con tanta fuerza y conjuración, que los pobres nobles y muy nobles, magníficos y muy magníficos que solian usar, andan ya huídos y desterrados de su antigua patria y nación. Y así, viendo esto la nobleza de caballeros y gente calificada, se han aprovechado de subirse un grado o dos más arriba para poderse diferenciar, especialmente en las cartas de esta generación, robadora de sus ilustres títulos.

Diré, pues, a este propósito lo que aconteció a un centilhombre cortesano, que, escribiendo a un particular una carta con el título

de Muy magnífico señor (que era el que le pertenecia, según su estado), le respondió (pareciéndole poco, por no haber puesto ilustre) que sabía poco de cortesía, pues le ponía aquel título. A lo cual replicando el cortesano con otra carta, le dejó la cortesía en blanco, diciendo: «Ponga vuesa merced en ese vacío la cortesía que fuere servido, que ya yo se la envío en blanco firmada de mi nombre».

Algunos otros hay que por hacerse humildes se pintan bobos, y tanta demasía de buena crianza quieren mostrar que se les conoce

46 ‘auer’ (42v). 47 Suplo ‘han’ (43r).

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el poco entendimiento en ella, y aun desde muchas leguas; si ya no lo hiciesen a sabiendas y por vía de donaire, como un recien casado que escribió a su mujer una carta de muchos donaires y concluyó poniendo en la cortesía de abajo, «Menor marido de vuesa merced, que sus manos besa, Fulano».

Otros algunos hay que, de puro descuidados, pecan por carta de más, y al que escriben le ponen (por sí o por no) dos o tres grados

más de lo que le conviene, mayormente cuando le han menester para algo, y llámanle Ilustrísimo y aun Serenísimo, que es cortesía de príncipes, si acaso no le pusiesen por donaire.

Del título Serenísimo Como48

un Caballero que, porque andaba su hijo de noche, le llamaba el Serenísimo. Preguntado por qué, respondió que, siendo tan amigo del sereno, había recogido tanto en la cabeza que no se podía llamar menos que serenísimo. No estaba tampoco bien con este título de Serenísimo un ciudadano que, habiéndole molestado un señor Gobernador de un estado, a quien todos llamaban el Serenísimo, aconteció que, como estuviese una noche parlando con unos amigos suyos sobre la molestia que le hacía el Gobernador, díciéndole, pues, ellos que se quitase del sereno, que le hacía mal, respondió: «Ahí verán vuesas mercedes: cuando el sereno me hace mal, ¿qué hará el Serenísimo?».

Tornando, pues, a nuestro propósito, digo que así como las cerimonias demasiadas se deben evitar, así también no se han de

dejar tan del todo que nos volvamos al uso antiguo, piies parecería mal; como algunos rusticos, que querrían que los que escriben a los reyes y grandes señores pusiesen: «Sí tú y tu hijo estáis buenos, bien está. También yo lo estoy», afirmando que así era el principio en las cartas de los filósofos latinos, que escribían al común de Roma.

Debense, pues, de saber y guardar algunos documentos y reglas para no errar en cosas semejantes; y primeramente se debe tener

consideración a la tierra donde el hombre vive, porque todo uso no es bueno en cualquiera parte, pues podríamos decir que, en Italia, lo que acaso usan los napolitanos (cuya ciudad abunda de hombres

48 En el orig., este párrafo comienza en ‘Que es cortesia…’.

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príncipales y de grande estado) no les vendría bien a los luqueses y florentines, los cuales por la mayor parte son mercaderes y hombres sencillos, sin haber entre ellos príncipes, marqueses ni barones. Y no porque los gentileshombres venecianos se acarician, y lisonjean mucho por ocasión de sus oficios, sería bien que los buenos hombres de Rovigo y ciudadanos de Asoli guardasen aquella solemnidad de reverenciarse los unos a los otros a cada cosa, pues esto es costumbre de aquella Señoría Veneciana, y, al fin, cada uno de voluntad sigue las pisadas de su señor y antigua patria, aunque sea sin saber por qué.

Así también, acá en España no menos debemos considerar esta solemnidad; porque, bien mirado, en los pueblos y lugares pequeños de labradores no sería bueno guardarla con aquel estilo que se usa en la Corte (mayormente en los palacios), que sería poner admiración al pueblo. Como cuentan de un señor de título destos reinos, que tenía por costumbre, cuando pedía de beber siendo de noche, venir cinco o seis de sus criados con dos hachas alumbrando delante de la copa. Pues como esto hiciese en una aldea, un hombre algo sencillo que allí se halló, como los vio venir descaperuzados y con tanto aparato, hincose luego de rodillas y comenzó a adorar la copa dándose fuertemente y con mucha devoción en los pechos. El señor, y los que con él estaban, con mucha risa le mandaron luego levantar, y, preguntado para qué hacía aquello, respondió que, como vio aquella cerimonia con tanta solemnidad, se había arrodillado pensando que le traían el sancto Sacramento, o, por lo menos, algunas reliquias sagradas; y así el señor se avisó con la ignorancia del otro de no usar más aquello en pueblos semejantes.

Allende también del lugar, se debe mirar al tiempo y a la edad y condición de aquel con quien usamos las cerimonias, y a la

nuestra; y con los pobres y gente menor cortarlas o, a lo menos, apuntallas y no espresallas del todo. Lo cual se hace bien en la Corte romana; pero en algunas otras partes son de mucho fastidio, especialmente para los ocupados que gastan tiempo en ellas. «Cúbrase vuesa merced» dice el juez bien embarazado y a quien le falta tiempo para los negocios; y el que le está hablando, después de haberle hecho muchas reverencias con gran ruido de pies, con mucha flema le responde: «Señor mío, yo estoy así muy bien»; y, tornándole

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a porfiar el juez, que se cubra, el otro, torciéndose por cada lado, inclinándose hasta el suelo, con mucha vanidad y pompa responde: «Yo suplico a vuesa merced me deje hacer mi deber en esto; que ésta es la obligación mía»; y dura tanto esta batalla y gástase tanto almacén, que apenas le queda tiempo para negociar. Y así, los que visitan a los jueces y ministros de oficios públicos embarazados en gobierno, deben procurar brevedad acortando todo lo que es cumplimientos49 y cerimonias, mayormente los señores y personas de calidad, a quien no se les puede decir con tanta libertad como a los demás que se vayan y les desocupen; antes acaece muchas veces estar los pobres negociantes aguardando su vez para poder informar de sus negocios, por ventura acechándoles desde afuera, contándoles las palabras; y con el deseo que tienen de vellos idos les están notando sus impertinencias, y algunos echándoles mil maldiciones, airados de ver que les gastan sus tiempos y pierden sus conyunturas, volviéndose desconsolados a sus casas sin haber hecho nada. Y hay algunos tan torpes y mal mirados que no lo saben conocer, ni las señales que veen en los ministros para que los desocupen, pues se conoce en el no responder a sus palabras con mucho cuidado, ni les escuchan ni dan aquel aplauso50 que les darían cuando gustasen mucho dellas y se hallasen desocupados: Y si acaso les dicen estos tales que les den lugar para cumplir con sus negociantes (aunque se lo digan por buen estilo y con llaneza),51

les salen murmurando, diciendo que se han ensalzado con el oficio, y les cobran enemistad y ponen fama de desabridos y mal acondicionados.

Ni aquellas mismas cerimonias convienen a los mancebos, que a los viejos y hombres graves, ni la gente menuda y mediana las

deben hacer de la manera que los señores y principales usan unos con otros. Por esto las personas de letras y virtud las procuran evitar cuanto pueden, como aquellos que de mala gana emplean su tiempo y pensamientos en cosas tan vanas. Ni los oficiales de oficios mecánicos ni personas de condición baja deben usar solemnes cerimonias con los señores y príncipales, antes con humildad y llaneza acudan y correspondan a lo que el señor les ha menester,

49 ‘cumplmientos’ (46v). 50 ‘aplauzo’ (47r). 51 ‘llanesa’ (47r).

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pues parece que más pretenden de los tales obediencia que honra que les puedan hacer. Y por esto yerra el criado que ofrece el servicio a su señor, como si al amo no le fuese propio el mandarle; ni es bien, cuando el señor está descaperuzado, mandalle vos cubrir; ni al que está en su casa en pie o paseándose le porfiéis vos, que venís de fuera y sois de menor condición, a que se siente (aunque él os mande asentar); ni52

cuando el señor príncipal, por haceros honra, os lleva a su lado derecho y gusta de aquello, porfiéis tanto que estéis rebelde al favor que os hace.

Pues digo, así, que entre las personas iguales o que se diferencian poco en las personas o en los oficios, esta manera

de buen cumplimiento y buena crianza se debe usar libremente; porque lo que hacemos algunas veces por hacer el deber es recebido por paga, y poca honra se le da a quien la merece; y por eso quien pasa un poco más adelante de aquello que es obligado parece que le hace alguna donación más de lo que es suyo, y es amado y tenido por magnífico y liberal; y así, solia decir un solemne hombre giego, que quien sabe tratar y acariciar las personas, con muy poco principal hace una gruesa ganancia. Por esto los curiosos53

por buena crianza usan el día de hoy de decir: «Mi señor Fulano» a sus amigos algo superiores; especialmente, cuando hablan con señoras y mujeres o hijas de sus iguales, las dicen: «Mi señora», y con este lenguaje se hacen gratos y benévolos a todos.

Tú, pues, harás de las cerimonias como hace el buen sastre del paño que corta para vestidos; que antes le echa un poco

sobrado que corto y escaso. Pero esto no ha de ser tanto que por cortar una calza sobre tanto paño que parezca un saco o costal. Y si tú usares en esto un poco de conviniente largueza acerca de aquellos que son un poco menos que tú, serás llamado cortés; y mucho más si fuere algo más que tú, porque serás tenido por bien acostumbrado y plático gentilhombre; pero al que se alargase en esto descompasablemente harían donaire dél y sería tenido por hombre vano. Y esta es la manera de cerimonia que atrás decíamos, la cual procede de nuestra voluntad y no del uso, pues naturalmente se

52 ‘Y’ (47v). 53 `riosos’ (48r).

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podía pasar la vida sin cerimonias, y en ellas se vee claro que todo lo que es fuera del uso es superfluo, y las que están recebidas en uso podemos decir que son burlas o mentiras lícitas, y fuera dél se podrían llamar vanidades; y para los ánimos nobles, que no se apacientan destas aparencias vanas, es cosa odiosa y desapacible el tratar dellas. Por esto los poderosos más se deben honrar de sus obras que no de las palabras de otros.

Hallo a este propósito que un rey llamado Edipo, siendo echado de su tierra, se fue a amparar del rey Teseo54

en Atenas para librarse de sus enemigos que le seguían, y, llegado delante de Teseo, oyó hablar una su hija muchacha: reconociéndola en la voz (como fuese ciego), no llegó a saludar a Teseo, antes con el amor de padre se fue derecho a cariciar la hija. Y, habiendo después mirado en ello, procuraba con Teseo escusarse rogándole le perdonase. El bueno y sabio Rey no le dejó hablar en ello, y díjole: «Confórtate Edipo, porque yo no honro mi vida con las palabras de otro, sino con mis obras»: sentencia de hombre sabio y que no se preciaba de lisonjas ni adulaciones; porque el lisonjero muestra claro que el que se paga de sus lisonjas sea vano y arrogante, simple y de poco ingenio, pues se deja conquistar y vencer de cosa tan liviana. Y las cerimonias vanas y superfluas son adulaciones claras y conocidas, de tal manera que aquellos que las dicen y hacen a fin de ganancia (allende de ser tan malas de suyo, por estar fundadas en pláticas falsas y fingidas), ellos quedan por enojosos y desapacibles, por ser contra lo que es verdad.

Otros déstos hay que consisten en hechos también fingidos con solas aparencias, de suerte que cuanto se les echa de ver es

mentir; y aunque parezca adorno suyo natural, no lo es en sí más de para engañar la vista, como los que pretenden hacerse gordos siendo flacos, y altos siendo chicos. Esto, en55

54 En el orig. se lee ‘Theosio’ y ‘Thesseo’ (49r).

la era de agora, por la mayor parte lo vemos en las mujeres; que todas o las más se disimulan. Por esto decía un estranjero que en España casi todas las mujeres eran altas, blancas y rubias, por su natural o por su artificio. Otro déstos decía que las españolas tenían hecho su fundamento en

55 ‘Esto es’ (49v).

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cumplimientos y aparencias solamente; porque cuando se casó le dieron una mujer blanca, rubia y bien dispuesta, y saliole no más de media mujer y sin ningún cabello, tanto que la noche de la boda vio que la mitad della era de corcho dorado y se la pusieron debajo de la cama;56 y la otra mitad de mujer que le quedó encima de la cama la halló a la mañana verdinegra, flaca, calva y descolorida, y por esto se llamaba a engaño en más de la mitad de su mujer. Pero dicen que se ha visto tal como ésta hallarse burlada, por haber descubierto hartos más defectos en el marido de los que ella pudo tener, por más chica y negra que fuese. Como oí contar de una déstas, que, habiéndose casado por poderes con sola cobdicia de la hacienda de el marido, vio, cuando se fue a acostar, que57

el dicho marido se quitó la nariz que traía postiza y un guante con que atapaba una mano manca, y, finalmente, echando mano a la boca, tiró della una sarta de dientes postizos; y así, en este juego de su desordenada cobdicia quedaron empatados estos dos amantes.

Pero, volviendo a nuestro próposito, aun hay otra manera de cerimoniosas personas, las cuales hacen desto arte y

mercancía, y tienen dellas su libro de caja, como es decir: «A tal manera de personas se le puede hacer cortesía o mesura con un cerrar58

poquito de ojos, bajada algo la cabeza»; y «A tal persona hablarla con cierta risa, bajando también un tantico la cabeza»; y «El más honrado se sentará en silla de respaldo, y el que es un poco menos, en silla rasa, y el inferior, en el banco»; como sea verdad que aquesta distinción de honra tan puntualmente puesta ha de ser enojosa, y por esto no debe nadie ser juez para determinar quién sea más noble o quién menos.

Tampoco es bueno que se vendan las cerimonias ni caricias para pagar con ellas lo que se debe a nadie, como hacen

algunos señores con los criados o inferiores a quienes ellos deben dineros; que con cerimonias les hacen pago, dándoles licencia para que delante de ellos estén las cabezas cubiertas, librándoles el salario que les deben en privanza y favor. Por esto podemos bien presumir

56 Porque usaba zapatos con plataforma. 57 Suplo ‘que’ (50r). 58 ‘serrar’ (50v).

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que los que se deleitan en el uso de estas cerimonias exteriores lo hacen por pompa y vanidad cuando salen del uso común dellas.

Otros hay también tan sin provecho y cerimoniosos que, sin decir cosa de sustancia, nunca cesan de hablar mucho y mal,

aunque con mucha crianza, tanto que por ella os obligan a que les estéis escuchando. Por estos tales dijo el que escribió la vida de la Corte.

Mitrídato hablador, muy puesto en ser bien criado; que el día que os coge el lado os deja con buen sudor, del martirio que os ha dado.59

Éstos, pues, ponen toda su diligencia y cuidado en estar con sus mazos de lenguas y muchedumbre de palabras tan

impertinentes bataneando la gente, por parecelles que con su buena crianza tienen un poco de razonable muestra; y en las cosas graves y de peso no se saben dar maña, y querrían que la conversación toda se gastase60

en estas aparencias de fuera, y si se levanta alguna platica de buen entendimiento no gustan della ni la entienden. Y destos impertinentes hombres hay infinito numero, que a la primera vista engañan y a la segunda enfadan; porque luego descubren su idiotecismo.

Iba uno destos Mitrídatos delante de una señora, acompañándola, y al entrar por una puerta angosta la estuvo

porfiando que entrase delante dél, pareciéndole que era buena crianza. La dama se detuvo, díciéndole que entrase él primero, que aquél era su lugar; el cual resistió la entrada por un rato, hasta que ya entró, diciendo: «Más quiero ser necio que porfiado». A lo cual la señora acudió tan presto, diciéndole: «Vaya vuesa merced, que todo lo es»; así, le dio la respuesta que él bien mereció.

Y para concluir en esta materia de cerimonias, digo que hay algunos otros que siempre tienen grande abundancia de

palabras de cumplimientos y actos de cortesía para suplir con esto a

59 J. Nicasio Gallego: Coplas en vituperio de la vida de Palacio y alabanza de aldea. 60 ‘gustasse’ (51v).

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su poca capacidad, avisándose que, según son de poca substancia y provecho en sus obras, si esto de las palabras y cumplimientos les faltase no les podría nadie sufrir. Por cuya ocasión abundan tantos de cerimonias superfluas, las cuales generalmente enfadan las gentes de buen entendimiento, pues por ellas se impide el vivir cada uno a su gusto, a saber: con libertad, la cual se estima más que otra cosa alguna.

CAPÍTULO DÉCIMO De las palabras afectadas

Que no se metan en conversación vulgar palabras latinas

AS afectaciones y demasías se deben evitar en los61 trajes y cerimonias, y mucho más en las palabras. Y mayormente se debe cada cual guardar de entremeter palabras latinas y extraordinarias adonde no hay latinos ni quien las entienda;

porque en este yerro caen muchos, que con un poco de Gramática que estudiaron meten vocablos latinos en cuanto hablan, tan fuera de propósito que en la propriedad de nuestro romance discordan y suenan tan mal, que no hay quien los aguarde, y entre buenos juicios hacen donaire y toman algunas veces pasatiempo dello. «¿Observó bien vuesa merced el eclipse pasado, que me pareció tuvo mora?», preguntó uno62

en una conversación a otro; el cual, como por vía de donaire, le respondió desta manera en el mismo Ienguaje: «No le observé la mora, porque deste ministerio suelen quedar adahalas de dolor de cabeza».

Acerca desto he visto solemnizar algunos vocablos dichos por elegancia, de los cuales solo quedan satisfechos los que los dicen,

y los oyentes se ríen muy de gana, De los que por decir elegancias dicen disparates

A este propósito, un cierto beneficiado que presumía de elegante en una aldea, convidando a almorzar a dos estudiantes conocidos, que a la sazón pasaban por allí, les dijo desta manera: «Señores míos, bueno será que al presente decapitemos la cólera, porque yo deseo

61 ‘lo’ (52v). 62 ‘vna’ (52v).

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scindilla máxime con tan buena sociedad»; a lo cual respondió el uno dellos: «Señor beneficiado, elegantes hablastes mente», y con esto quedó muy descansado y satisfecho de su elegancia

Conforme a esto contaré aquí un donaire que sucedió en Alcalá a un dotor y se le dijo en su vejamen,63 que aunque fue dicho por

burla y donaire (como se suele hacer), se entendió haberle acaecido, y fue así: que estando mirando un mapamundi que tenía pintado en una bola grande, se llegó a él una ama que le servía, diciendo: «¡Ay señor! Y ¿qué es esto tan redondo?». A lo cual le respondió: «Hermana, sábete que éste es el orbe, que quiere decir planisferio, mapamundi64 o globo. ¿No entiendes por ninguno de éstos? Pues sábete que es todo el mundo». Entonces ella, con más curiosidad, muy espantada de haber visto todo el mundo, le preguntó: «Pues, señor, Meco, mi lugar, adónde está?». Aquí lo verás inclusive (respondió el dotor). Y, si no, cátale aquí intensive, que extensive no puede ser, y, en fin, le has de ver virtualiter»,65

y ansí, se quedó su ama sin entendello y él sin sabello declarar por términos de romance.

Confiado estaba también de su retórico estilo otro, que para decir «No me puedo alargar, porque me falta la tinta», dijo: «Ceso,

porque ya el cornerino vaso no subministra el etiópico licuor al ansarino cálamo». Bien es verdad que esto del mezclar palabras latinas se suele hacer algunas veces por no poder más, como aconteció a un español que yo conocí, que, habiendo residido desde mochacho en Flandes en la Universidad de Lovaina, y envejecido allí, ni bien hablaba castellano, ni bien latín ni griego, ni bien francés; y así, entre otras muchas cosas que decía graciosas (por ir mezcladas), un día, por decir «¿No veis la gente de guerra cómo viene a asentar su real entre las matas de los escobares?», dijo desta manera. «¡Ola! ¿No veis los armígeros y catafractos66 cómo se vienen a castramentar entre las miricas?».67

63 ‘examen’ (53r).

Por lo cual hemos mucho de procurar que cuando se hubiere de hablar en romance no se hable en latín, como una monja, que para decir que le pintasen un San Pedro

64 ‘Capa mundi’ (53v). 65 Otras eds. (ya la de Zaragoza 1593) añaden: ‘…ya que no le veas formaliter’ 66 Caballería pesada. 67 Ginestas, retamas.

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haciendo penitencia, dijo: «Señor maestro, yo querría mucho que me pintase un Flevit amare68

que sea muy bueno». Así también, por el contrario, pareciera mal si lo que se ha de decir en latín se dijese en romance, como hizo un sacristán en unas Tinieblas, que al tiempo que había de salir cantando Ecce lumen Christi, no lo acertó a decir en latín (o fue que se le olvidó) y salió con la vela muy alta cantando: «He aquí el cirio encendido». Basten, pues, por aviso estos ejemplares cuentecillos para escusar palabras impropias y afectadas, sino que sean según la subjecta materia que se ofrece, considerando siempre el tiempo, lugar y ocasión, y los oyentes, para no poder errar ni dar que decir.

CAPÍTULO ONCE De los encarecimientos

O menos que las afectaciones suelen ser los encarecimientos mal rececebidos y malos para ser creídos, y en nuestro común hablar se deben dejar para los poetas y fabuladores; porque hay algunos tan

encarecedores en su habla y trato que se pueden llamar dichosos los que caen en su gracia, porque son ensalzados hasta las nubes, como también serán abatidos en su lengua los que no cayeron en ella; y así, andan por los estremos con harto peligro de su crédito, como si dijésemos lo que yo mismo oí a uno déstos en una conversación encareciendo la hermosura de una dama, diciendo que era tan en estremo hermosa, que por no deshacer a las otras hermosas de aquel pueblo no las queria ver, ni estar con ellas ni vivir en su calle, y que sus confesores la mandaban ir muy de mañana a misa, o muy atapada, por que no se desasosegase la gente. Ítem, que para poder retratalla se confesó y comulgó el pintor, por que no se perdiese y estorbase con tanta hermosura. Estos tales engolosinan la gente con sus encarecimientos, pero suelen hallar este pago, que por muy hermosa que sea la cosa que han loado, no parece tan bien cuando se vee, y quedan por hombres hazañeros y de poca sustancia.

Que no se debe decir mal de nadie, ni los motes y burlas sean pesadas

68 Lloró amargamente (Lucas, 22, 62; Mateo, 22,75).

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No se debe tampoco en la conversación decir mal de nadie, ni de sus cosas69 (aunque nos parezca que los que nos oyen toman

gusto dello y presten favorables oidos), lo cual suele acaecer mediante la envidia que por la mayor parte tenemos al bien y honra los unos de los otros, pues, al fin, cada uno se guarda del caballo que tira coces.70 Por esto las personas cuerdas huyen las lenguas de los maldicientes, considerando que lo71 que aquellos tales nos dicen de otros dirán también de nosotros en otra parte, y, como se dice, huye del que trae nuevas semejantes, que ése es el que las lleva. Y los que se oponen y contradicen a cualquiera platica, contrastando y haciendo cuistión della, dan muestra de no conocer bien el natural de los hombres; que cada uno ama la victoria y aborrece el ser vencido, no menos en las palabras que en las obras; cuánto más que el oponerse uno de su voluntad a contradecir a otro es obra de enemistad y no de amigos. Por lo cual el que desea ser agradable en el trato y conversación no debe estar tan presto armado en el decir: «Esto que decís no fue así, sino como yo os digo», ni el hacer luego apuestas sobre ello; antes se debe esforzar de allegarse a la opinión de los otros en cosas que le va poco, pues la victoria en semejantes casos se torna en daño; como sea verdad que, venciendo la frívola cuistión y de poca sustancia, se disgusta72 muchas veces el caro73

De los venceguerras y porfiados

amigo.

Y son estos venceguerras tan enfadosos a las gentes, que no osan tratar con ellos por no estar cada hora en rencillas sin provecho con las armas en las manos. Pero si alguna vez aconteciere que alguno dispute, convidado para ello, se debe hacer por término suave y no se ha de ensanchar con el gusto de vencer de suerte que se lo trague todo y atribuya a sí; antes conviene dejar a cada cual su parte. Y en la porfia la razón o sinrazón que cada uno tiene se ha de dejar el parecer de los más; y si fuere porfia demasiada, quédese a los más importunos, dejándoles el campo franco para que ellos se debatan, suden y fatiguen, porque son maneras odiosas para los hombres

69 ‘casas’ (55v). 70 ‘coses’ (55v). 71 ‘los’ (55v). 72 ‘digustan’ (56r). 73 ‘claro’ (56r).

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modestos y de loables costumbres. Ansí que desto no se granjea sino odio y enemistad; y como por la mayor parte la gente se quiere atribuir a sí la gloria, abaldona y desprecia el parecer de los otros por mostrarse cada cual sabio, gallardo y muy inteligente. Por esto algunos aconsejan, reprehenden, disputan y defienden a espada y capa, y a ningún parecer se ajustan sino al suyo proprio, y están tan ciegos y sujectos a su propria voluntad que no es bastante otra alguna razón para salir della. Y mientra estos tales no se rindieren al parecer de los amigos, no dejarán de errar.

Agoreros Hay otros que si os ponéis a hablar con ellos al tiempo que por descansar de vuestros trabajos estáis en conversación, no saben

sacar su plática de calamidades y desventuras y malos agüeros, amenazando la gente con los tiempos venideros; y cuando oyen alguna victoria y buen suceso lo deshacen todo, por ser tan amigos de agorar y de sola su opinión. Los cuales de pura fantasía y vanagloria se melancolizan, persuadiéndose que con aquel desabrimiento autorizan más su recia condición. Y algunos, a los cuales ya sus años les piden reposo, no hacen sino hablar calamidades, sin ser jamás otra su plática, diciendo que en su tiempo había otros hombres más valerosos, y no como los de agora, que no hay quien valga nada.

También está reprobado (y con mucha razón) en la conversación el pararse nadie a hablar al oido a otro, y especialmente el

apartarse dos o tres, ni estarse riendo mirando a los otros, ni querer estar tapados ni con rebozos donde los demás no lo están, pues es en cierta manera un hacer traición a aquel de quien hablan, y con razón se agravian muchos déstos, y cada cual está sospechoso y con recelo.

Hay otros de tal propriedad que cuando no están hablando se dejan llevar tanto de su pensamiento que, sin mirar lo que hacen, están puestos los ojos en otro, riyéndose74

de lo que están imaginando, sin acordarse de aquel a quien miran, y allí es cierta la sospecha, como dice un autor:

Si alguno me mira el gesto

74 ‘reiyendose’ (57v).

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y se ríe de otra cosa, paréceme que es de aquesto.

Deben, pues, estar advertidos que están en público y delante de gente, y no se han de descuidar tanto que sean notados: como los que están fijados los ojos en alguna parte cebándose solamente de su pensamiento.

Ni sería acertado, estando en semejante conversación, sacar un libro y pararse a leer a solas para su entretenimiento, aunque

gustase tanto de la letura como un colesial Trilingüe75 en Alcalá, que se averiguó tomar tanto pasatiempo de leer en Marcial, que cuando se quería ir a Guadalajara (quatro leguas de allí) se ponía su ropa larga de por casa y decía que le ensillasen76

De los que siempre andan aconsejando

un Marcial, y con él se iba leyendo, su paso a paso, sin sentir el trabajo del camino.

No ofrezcas tu consejo a quien no le pide, pues no es otra cosa que mostrar que eres más sabio que el que aconsejas; antes le das

en cara con su poco saber y le tienes por ignorante. Por lo cual, esto no se debe hacer con cualquiera conocido, sino sólo con los amigos muy estrechos o con las personas que nos tocan de gobernar, o cuando viésemos en algún peligro al que aconsejamos; pero en el trato común se debe hombre abstener de mucho aconsejar. En el cual error caen muchos, y más a menudo los que menos saben; porque a los hombres de grosero ingenio pocas cosas les ocurren al entendimiento […]77

y les falte a los otros. Y verdaderamente hay algunos que se precian tanto de su saber que cuando no siguen su parecer se enojan y quejan de los que no le toman, como quien dice: «¡Bien está! El consejo de los pobres no es admitido». «Fulano quiere hacer a su gusto y no me oye», y así otras cosas a este tono. Como que el pretender que otro obedezca tu consejo no sea mayor arrogancia que no querer él seguir el suyo proprio.

Semejante culpa tienen también los que reprehenden los defectos de los hombres, dando a cada cosa sentencia difinitiva y poniendo

75 Del Colegio Trilingüe de Alcalá de Henares. 76 ‘encillassen’ (58r). 77 Algo se extravió aquí (58v). En la ed. de 1603: ‘…al entendimiento, que les quepan en

el, ni se saben detener de no las publicar luego. Y assí quien va ofreciendo su consejo, muestra tener opinion y confiança de si, que le sobre a el entendimiento, y…’.

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a cada cual la ley en la mano: «Tal cosa no se debe hacer», «Vos dijisteis tal palabra, y no es bien dicha», «Guardaos del dormir a tal hora», «El vino que bebéis no es sano, antes ha de ser tinto», «Debéis usar de tal lavatorio,y no de esotros que hacéis»; y jamás cesan de corregir, que son como los que no hacen sino limpiar el jardín ajeno de cualquiera yerbezuela, y no miran que tienen el suyo lleno de ortigas y abrojos; y por eso se debe dejar este oficio a los padres y maestros.

Del menospreciar No se debe menospreciar a nadie ni tenelle en poco, aunque sea enemigo; porque mayor señal de desprecio se hace escarneciendo

que injuriando; que aun del injuriado se hace alguna estima, y del despreciado no tanta, y a veces ninguna. Es, pues, el escarnecer un tomar deleite de la vergüenza que hacemos tener a otro sin ningún provecho de nosotros mismos. Por lo cual en el común trato y conversación se deben abstener los curiosos de mofar de nadie; y así, hacen mal los78 que andan escudriñando y rechazando los defectos de otros (aunque los tengan), pues no es buen término para quitallos. Y entre personas cuerdas y de buen trato huyen del que murmura como del demonio, pues ha habido79 tales que, cuando no pueden decir mal con palabras, murmuran y contrahacen los defectos con meneos,80 risas y actos exteriores, y algunas veces hacen befas y toman solaz y pasatiempo de los defectos y miserias de otros, habiendo antes de lastimarse y dolerse dellos. Bien puede ser que en las conversaciones (como decía un cortesano) podría dar sabor un agrito de lengua y apetito grande para el entretenimiento humano, pero este agro ha de llevar tanto dulce de81 amor y amistad que se haga sin daño de barras, de suerte que el trato que se da a cualquiera sea de poco momento y que sin vergüenza lo pueda escuchar a quien se da, y así, aunque estas82

78 ‘a los’ (59v).

befas y dichos es un reírse y burlarse de las faltas y descuidos del que las recibe, con todo esto, estiman y aman al que las sabe bien decir; porque se conoce dél su intención tan sin ánimo de injuriar a nadie. Por lo cual los que saben motejar

79 ‘auidos’ (59v) 80 ‘menos’ (59v), 81 Suplo ‘de’ (59v). 82 ‘estos’ (60r).

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por dulce y amigable manera y sin perjuicio, sin duda son más amados que los que no lo saben hacer, y son recebidos de todos con los brazos abiertos, estimados y regalados; como, por el contrario, no lo son los que quieren seguir este estilo sin saber ni tener arte ni parte buena para ello. Por esto quien lo hiciere prosupone mucha habilidad, porque ha de tener cuenta con muchas cosas, pues en efecto (como digo) es tomar pasatiempo del defecto y error de aquel a quien debe amar y hacer estima.

De los que toman los motes por injurias De otra manera, mal se podrían diferenciar los motes de las injurias, especialmente que hay algunas personas tan delicadas

que reciben por injuria los motes y burlas semejantes, y son tan desabridos y de poco entendimiento, que, en lugar de tomar gusto y pasatiempo, se aíran y no se puede nadie burlar con ellos, ni tratallos. Porque hay algunos que quieren que les sufran sus necedades y pesadumbres, y si les decis alguna cosa, por liviana que sea, como no estén de humor, salen de quicio y revuelven con tanta pesadumbre que, aunque algunas veces se aplaquen con brevedad, aquello poco que les dura la bobería del enojo podrían topar otros de tal humor que se viniesen a perder. Pues ¿qué sería si son cabezudos y no se les pase el enojo aunque duerman sobre ello, y disimulan con la intención y ánimo dañado y el aparencia alegre? No hay más que decir déstos sino que, en cayéndoles en el chiste, les echemos calza, como a pollo, para ser conocidos de lejos. A este propósito, el dotor Villalobos,83

83 Se refiere a Francisco López Villalobos (1473-1549).

gran físico, según está en un Diálogo suyo y muy gracioso, habiendo dicho a otro médico un donaire delante del Rey, se le corrió y, por vengarse, dijo al Rey: «Sepa vuestra Majestad que yo me precio más de médico que de gracioso y chocarrero». A lo cual respondió Villalobos: «Señor dotor, muéstreme a ser necio, pues es tan maestro, y no seré gracioso». Y como fue tan de presto dicha la respuesta, fue allí bien recebida y el otro llevó el pago que merecía. Pues, así, acontece que el que es motejado por solaz y amistad suele afrentarse y recebir enojo dello, por ser inconsiderado. Y aunque sea así que los motes y burlas suelen ser bien recebidos, no le aconsejaría yo al plático gentilhombre se diese mucho a ellos: Ni debe procurar decillos a menudo y en todo tiempo y oeasión, porque, bien mirado,

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los motes no son otra cosa más que ardides y engaños sotiles, y así éstos como el estar siempre apodando débese dejar a los que viven dello, que aunque más os digan no os puede perjudicar; antes merecen ser premiados si dicen graciosamente; pero cuando el gentilhombre Galateo dice alguna agudeza, considere que a cada uno le duele de que le digan su falta ni error, Y así, por muchas causas parece que quien procura de ser bienquisto no se debe hacer maestro de befas, y mucho menos se precie de decir dichos satíricos y escandalosos, siendo, como son, perjudiciales, aunque sean más agudos y graciosos, ni tomen tanta gulosina que pierdan el amigo; y especialmente es reprobado el hacer burla del defecto natural de alguno.

Que no se digan motes con perjuicio Aunque se ha visto en este caso, los que tienen por qué callar,

decir a los otros y ser respondidos agudamente; como fue lo que cuentan que dijo un tuerto a un corcovado, que para llamarle corcovado dijo así: «¡De mañana habéis cargado, compañero!». A lo cual respondió: «Harto de mañana es, pues vos no habéis abierto84 más de la una ventana». Así que cada uno déstos llamó al otro el defecto que naturaleza les dio. Pero aun más en hondo entran estos dichos satíricos cuando se tocan en el linaje y en la honra, como hizo un cristiano nuevo a otro por motejalle de bujarrón;85 que como le viese ir caballero en un rocín muy al cabo, le dijo: «Compañero, ¿por qué subís tan a las ancas?». A lo cual le respondió: «Si subo tan atrás es por no matalle en la cruz»;86

84 ‘abierro’ (62r).

y así, se vengó motejándole de judío y empataron la traviesa. Por esto digo que si el agudeza y habilidad se emplea en dichos así perjudiciales, más valdría que nunca los tuviesen, porque no se puede esto hacer con seguridad de conciencia, si no fuese en las cosas que los hombres hablan sin perjuicio de su prójimo y con discreción y agudeza. Verdad es que para pasar esta trabajosa vida procuramos algún solaz y pasatiempo, y los motes y burlas suelen ser instrumentos de risa y recreación, por lo cual son amados los que saben solazar y decir bien sin agraviar a nadie; y son muy pocos los que esto saben hacer, porque han de estar advertidos

85 Sodomita. 86 Alude a la crucifixión de Jesucristo.

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de muchas cosas para no caer en87 desgracia, y acontece que lo que con unos se suele88

grangear ganándoles la voluntad se puede perder con otros. Y comúnmente, donde no ha lugar el reír y gustar se reprueba el motejar y burlar de nadie, porque no hay peor burla que la verdadera.

Por lo cual se debe saber que algunos motes hay que muerden y perjudican; otros, que no. De los primeros no hay para qué

tratar, baste una sabia comparación que dio una señora italiana, llamada Laureta:89

que los motes han de morder al que se dan como el corderillo y no como el perro; porque si mordiese como el perro no sería mote, sino villanía e injuria. Y bien así como por leyes es castigado el que dice injuria a otro, también lo debe ser quien por vía de mote dice cosas pesadas y de deshonra a su prójimo. A cuya causa los hombres discretos y bien acostumbrados deben considerar que la misma ley que dispone contra las injurias ha de disponer contra los motes mordaces, y así, cuando motejaren han de picar ligeramente.

También se ha de saber que el mote, ora muerda, ora no, si no es subtil y donoso no reciben dél ningún deleite los que le

oyen, antes se entibian y resfrían; y si acaso se ríen, no es del mote, sino del grosero motejador. Y porque ninguna otra cosa son los motes que engaños, y el engañar, así como es cosa artificiosa, no se puede hacer sino por personas de agudo ingenio (especialmente si son de improviso), mal conviene a los hombres torpes, y90

Motes naturales sin malicia

de grueso ingenio, si no fuese cuando hablando acaso con aquella simpleza dicen algunos dichos dignos de reír; que entonces se gusta más del que naturalmente dice el mote o apodo que no cuando es con artificio fingido.

Como91

87 ‘a’ (62v).

un labrador que, siendo preguntado por unos ciudadanos a qué venía, miró al uno dellos, que tenía la barba negra y espesa, y dijo: «Vengo a vender un cochino, hablando con perdon de las barbas honradas de este señor». El cual dijo al labrador: «Pues ¿por

88 ‘suelen’ (62v). 89 ‘Lauretas’ (62v). 90 Suplo ‘y’ (63r). 91 En el orig., este párrafo comienza en ‘Respondio. Porque…’.

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qué me pedís más a mí el perdon que a los otros?». Respondió: «Porque como su merced es tan repolludo y barbiespeso, pareciome en su barba pie de puerco por pelar». El dicho ciudadano no pudo hacer menos que reírse a vueltas de los otros, aunque se corrió un poco del mote. Otro vizcaíno, enviándole por un repollo, compró un gallo, pareciéndole que repollo era más que pollo. Y a este tono debe de haber infinito numero de motes, así naturales y sin malicia. Pero ni tampoco el motejar es concedido a todos los que tienen buen ingenio; porque es una especial gracia y promptitud con un movimiento de ánimo que no le alcanzan todos; por lo cual los hombres discretos se conocen mejor, y no miran en esto a su voluntad, sino al talento y disposición que tienen.

De los que dicen motes sin saberlo hacer Y cuando una o más veces han probado la fuerza de su ingenio en

vano conócense poco diestros y dejan de emplearse en semejante ejercicio, pues es un cierto donaire que pocos le saben dar su punto. Éste es propio de algunos, que para cada palabra tienen aparejado un mote o un dicho gracioso. Y debes saber que, sacados los motes y donaires de su original e inventor, no pueden ser tan graciosos trasladados y contados por boca de otros, ni puestos en escritura; y así, yo quedaré en parte escusado si los que aquí pusiere por vía de ejemplo no parecieren tan bien.

Maneras de motes Y de las maneras de motes, es una muy buena y graciosa jugar con un vocablo en diversa significación. Como un caballero

que, trayéndole loco a su tierra, preguntó al pasar por una aldea: «¿Qué lugar es éste?». Y como dijesen que se llamaba el Casar, respondió en este mote:

Quien pasa por el Casar, por todo puede pasar.

Diciendo una mujer vieja y fea a un señor de título desta Corte que se quería casar en Valdemoro, respondió: «No en

balde moro se tornaría quien con vos se casaría, señora Fulana».

Así también jugó de dos vocablos con dos sentidos bien contrarios en una misma letra, un gentilhombre en

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Valladolid,92 que, habiéndole dicho una dama fea ciertos desdenes y que no se podía persuadir que ninguna mujer quisiese bien a hombres, parece que, como ella viniese a las orillas93

de Esgueva (un riachuelo adonde acuden con las inmundicias del pueblo), la respondió con este soneto:

En medio del Esgueva, entre las flores que el turbio río a la94

(adonde de contino hay fruta nueva), Pisuerga lleva

estaban declamando dos pastores: ¡Oh Ninfa, en quien Amor no causa amores,

ni hay amador que solo amar os mueva! Siendo vos Ninfa de la estrecha Esgueva, ¿cómo podéis pasar sin servidores?

Agora estéis en puente, barca o vado, en medio de las flores asentada, gustando su licuor tan esmerado,

¡Que no es posible, oh Ninfa descuidada, que no haya algún pastor vuestro privado, siendo de todo el pueblo vos privada!

A este propósito, tomando sólo el sentido literal, hizo un catredático en Alcalá una graciosa interpretación dando un

vejamen;95

el cual habiendo de comenzar en romance (como es costumbre), dijo el preámbulo en latín, a saber: Amplissime Rector, gravissimi Doctores, nobiles Iuventus, que es como decir: Amplísimo Rector, gravisimos Doctores, noble Juventud. Pues como comenzó en latin, dieron muchos golpes y patadas en señal de que hablase en romance. É1 porfió a decillo así, diciendo: «Señores, miren vuesas mercedes que no suena tan bien en romance como en latín»; y viendo que pateaban tanto, comenzó con el sonido literal en esta forma: «Muy ancho señor Rector, pesadazos Doctores, noble mancebía» (echando los ojos a las mujeres que estaban a las ventanas del teatro). En la cual entrada tuvo donaire y agudeza en el interpretar el sonido solo, y así, fue recebido por mote y dicho gracioso.

92 ‘Valladolit’ (64v). 93 ‘orilias’ (64v). 94 ‘alla’ (65r). 95 ‘baxamen’ (65v).

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Algunos hay que quieren hacer esto y no saben, y dicen unas palabras frías y de ningún sentido; y96

Crédito en diferente y donoso sentido

esto con mucho desabrimiento, como es si les preguntan: «¿Adónde está Fulano?». Responden: «Adonde tiene los pies», o «entre cielo y tierra». Así que hablan de otra manera que se esperaba y sin ninguna sotileza. Y con semejantes frialdades pierden el crédito de cuerdos y bien hablados; si acaso no le tienen este crédito de la manera que le tenía un pobre hombre que apostaba con otros que le daban crédito en los bancos de más de treinta mil ducados.

Y97

preguntándole cómo era posible, siendo tan pobre y desmedrado, respondió así: «Claro está, señores, que si yo preguntase a cualquiera cambio: Señor Fulano, para estar yo rico y tener dos mil ducados de renta y mi casa alhajada, ¿no os parece que había menester treinta mil ducados? ¿No me dais crédito desto que digo?, el me respondería que sí, de razón. Y lo mismo los demás cambios. Luego, según esto, teniendo crédito de éstos para ser creído ya puedo decir que tengo crédito de treinta mil ducados». Desta manera probó éste su crédito tomándole en diferente sentido.

Algunos otros hay tan metidos en esta materia de motejar y burlar, que no se les entiende cuándo hablan de veras o de

burlas, y por la mucha continuación que tienen en el hablar donaires o disfraces, cuando acaso han de hablar de veras, como no son creídos, ayudanse de juramentos. Y así, para no venir a estos términos deben ser más las veras que las burlas.

Burlas pesadas Y si algunas burlas hicieres por vía de donaire, no sean pesadas, como es el tomar algo a tu amigo que le dé cuidado y

pesadumbre mientras no lo halla, y hacelle sospechar y andar desvanecido. Ni tampoco tengo por buenas las burlas a golpes y porrazos, pues por ellas se ha visto venir a enemistades.

En qué se conoce el buen mote Pero porque no es nuestro intento ahora razonar cuáles sean buenas o malas burlas y motes, ni traer más de los que son

96 Suplo ‘y’ (66r). 97 En el orig., este párrafo comienza en ‘Que apostaba…’.

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menester para comparación a cada propósito, lo remito a muchos tratados que hay de dichos graciosos y cuentecillos.

Baste que los motes tienen en sí cierto testimonio de su donaire y belleza, o de su frialdad y disgusto. Y para conocer

si es bueno o malo, no puede errar quien advirtiere en esto, y es, que el que moteja no sea muy confiado de sí mismo; porque se vee claro que cuando el mote es bueno y agradable se le pagan luego de contado solemnizándole con la risa y fiesta que le hacen; y cuando no es aprobado del gusto de los circunstantes se corre el que le dice y se guarda de no motejar más; como sea verdad que el defecto es suyo y no del que le oye: y no siendo así aprobado, ha de quedar convencido, como en sentencia difinitiva, pues no puede apelar para sí mismo.

Del responder agudamente y con presteza No menos que el saber decir un mote gracioso o un dicho agudo y breve es el saber responder con presteza a cualquiera

pregunta. Y hay algunos tan ingeniosos y dotados de gracia, que responden con tanta brevedad a una pregunta o aplican a lo que oyen un donaire tan ingeniosamente, que parece que le estuvieron pensando mucho tiempo para sacalle a luz.

Cuentan de aquel famoso Dante, que, buscándole unos sus contrarios, como no le conociesen en el rostro, le procuraron

conocer en la presteza y agudeza con que respondía a todo lo que le preguntaban; y así, tres dellos, que toparon con él, le preguntaron tres preguntas juntos, por ver si se confundía o no, diciéndole el uno: Dove venite?, y el segundo: Dove da l’aqua?, y otro tercero: Quanti son di Luna? (que es: ¿De dónde venís? ¿Adónde os dio el agua? ¿Cuántos son de Luna?) El cual en sólo tres palabras respondió a todos tres, diciendo: Da villa, al culo, in quinta (de la villa, a las ancas, cinco), y así, fue conocido por esta su presteza.

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CAPÍTULO DOCE

Del hablar continuado

ÁLLASE otra manera de dar entretenimiento puesta en el saber hablar, a saber, cuando el donaire no consiste en los motes y dichos graciosos, que por la mayor parte son breves, sino en el hablar continuado. Lo cual conviene

que sea con orden y bien expresado, de suerte, que el que hablare sepa representar propriamente el modo y uso, con los hechos y costumbre de aquel de quien habla, de tal manera que el que lo oye le parezca ver con los ojos las cosas que le va diciendo.

Del saber bien decir Y esto del saber bien decir ha de ser no haciendo diferencias y demasías de tonos, ni tampoco como hacen los que representan

comedias. Y para ello es menester tener bien en la memoria el caso, cuento o historia, y las palabras promptas y aparejadas para no hablar con bordón. Como hacen algunos, diciendo: «Así, señores, que, como digo», y «en fin, que aquel tal», o «el otro como se llama», «ayudadme a decillo», «acordadme el nombre», etc., que todas éstas son malas mañas y que molestan al cuerdo oyente. Y si se recitare un acontecimiento en el cual intervengan muchos nombres, no se debe decir «aquél dijo», ni «el otro habló» o «aquél respondió»; porque todos podemos ser aquél y el otro, y el que lo oye fácilmente se puede errar y no entender por quién se dijo. Y por esto conviene que el que razona ponga nombres y tenga cuidado que no se le olviden.

También suele acontecer a algunos tener tan poco cuidado que aquello que van hablando se les pasa de la memoria por dejarse

divertir en otras cosas, y preguntan: «Qué era lo que decíamos, que se me ha olvidado?». Esto no se puede hacer sin culpa del que así está hablando, como la tendría el que recita oración o alguna otra cosa sin tener cuenta de lo que está haciendo; porque parece que dejarse olvidar así es hacer poca estima de los que le oyen.

Allende de esto, se debe el hombre guardar de no decir cosas demasiadas y que no son de sustancia para lo que se va diciendo,

como acontece estar los que oyen esperando el suceso del cuento, y decir el que le cuenta: «Aquel tal, que fue hijo de Fulano, que iba

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muchas veces a casa de un tal Mercader, que fue casado con una flaca que llamaban la tal, ¿no le conocistes? ¿Cómo no? Antes no conocistes otra cosa: un buen viejo, muy derecho, que traía el cabello largo y peinado», y así casos desta manera; porque si no hacen mucho al caso, por demás es gastar el tiempo, pues atajan con ellas el gusto que reciben98

con lo que se va diciendo, y es de poco fructo para los que los escuchan, especial si son apresurados y deseosos de saber el paradero, y no se les debe dar pena en esto, cuando no se les da más que sea hijo de Pedro que de Juan.

Y para el contar novelas o cuentos, era de parecer un famoso retorico que cuando se hace en ellas relación de muchos, se deben

componer y ordenar primero con los nombres y sobrenombres, y después basta referir sólo los nombres, porque éstos son puestos según la voluntad de sus padres, y los sobrenombres, según la calidad y decendencia de las personas. Y si en la tierra donde estamos no hay persona muy conocida que nos viniese a cuento, se debe figurar el caso o comparación en otra tierra y poner el nombre como nos pareciere, para contar el cuento saborosamente y continuado, sin decillo a tolondrones y remiendos.

Del hablar con propriedad Desta manera se mueven los que nos oyen a mayor atención, y

nosotros quedamos satisfechos y ellos pagados. Y tiene tanta fuerza esta manera de hablar, así propia y distinta, que muchas veces acaece parecer bien el caso que de suyo no es muy gracioso; y así también, el que de suyo tiene mucho donaire puede ser contado con tanta frialdad que le destruya y eche a perder el que le cuenta. Y aunque en esto son necesarios los ademanes con aquella gracia que da la viva voz y es de mucho efeto, no por eso dejará de parecer bien y conocer la destreza de su propriedad en el que lo sabe poner bien por escrito y con buen estilo.

De las comparaciones Los ejemplos y comparaciones deben ser aparentes, que por ellos

se represente a la imaginación la cosa comparada como si realmente la viésemos: y no se ha de comparar nada diciendo o haciendo disparates, como algunos que meten en la danza de su cuento los que

98 ‘recibe’ (69v). El original repite la numeración de los fols. 67 y 68 y continuá así sin

advertir y corregir el descalabro. Cito por la numeración que correspondería.

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les están oyendo, diciendo: «Haga vuesa merced cuenta que es Fulano. Llegó el otro desta manera y sacudiole así»; y en lugar de comparación, dan tales porradas de brazos y lengua que no hay quien los aguarde. Hay otros también que dicen mil desatinos por comparaciones, con tanta impropriedad y grosería que dan que reír, como hizo en una aldea un sacristán, que para hacer unas amistades y persuadir a unos que se amasen y quisiesen bien, les dijo: «No os amásedes más que mi mula y el rocih de Antón de Madalena, que juntos se iban al prado y juntos pacían y juntos se volvían a casa. Pues cuando dos bestias se quieren y aman tanto, ¿por qué vosotros no tomáis ejemplo en ellas?». De manera que, para la propriedad de lo que se cuenta y compara, hallamos que con más gusto se suele escuchar y tener presente delante de los ojos aquello que se puede decir que aconteció a las personas que conocimos, que no lo que aconteció a los estraños que no vimos. Y es la razón que, como sabemos que aquel tal de quien se habla lo suele hacer así (por habelle visto, como cosa de presente), así lo que se cuenta de los estraños no es tan bien recebido.

Las palabras, así en el hablar continuado como en los otros razonamientos, quieren ser claras, de suerte que cualquiera de la

conversación las entienda fácilmente. Y en cuanto al sonido y su significado, buenas y hermosas;, porque si te puedes dar a entender, diciendo «la boca» o «el labio», mejor es que no decir «el hocico»; y mejor dirás «el vientre lleno» que no «la panza llena», y si puedes ser entendido diciendo el «vientre embarazado», mejor será que no «la barriga llena».

CAPÍTULO TRECE De las novelas y cuentos

LLENDE de las cosas dichas, procure el gentilhombre que se pone a contar algún cuento o fabula, que sea tal que no tenga palabras deshonestas, ni cosas sucias ni tan puercas que puedan causar asco a quien le oye, pues se

puede decir por rodeos y términos limpios y honestos, sin nombrar claramente cosas semejantes (especialmente si en el auditorio hubiese

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mujeres, porque allí se debe tener más tiento); y ser la maraña del tal cuento clara, y con tal artificio que vaya cebando el gusto, hasta que con el remate y paradero de la novela queden satisfechos y sin duda. Y tales pueden ser las novelas y cuentos, que, allende del entretenimiento y gusto, saquen dellas buenos ejemplos y moralidades, como hacian los antiguos fabuladores, que tan artificiosamente hablaron como leemos en sus obras. Y a su imitación debe procurar el que cuenta las fábulas y consejas, o otro cualquier razonamiento, de ir hablando sin repetir muchas veces una misma palabra sin necesidad (que es lo que llaman bordón); y mientras pudiere no confundir los oyentes ni trabajalles la memoria, lo procure escusando toda escuridad, especialmente de muchos nombres, de manera que si en la novela no hubiere más de un príncipe, o un rey, habiéndole nombrado al principio, basta después repetir sólo99

el dicho, como es decir: «El Rey», «el Príncipe», «el Capitán», «el Doctor». Y pues en todas las cosas deste tratado procuramos traer comparaciones y ejemplos al propósito, en este que se nos ofrece pondremos un cuento, del cual (por haber parescido bien a unos discretos cómicos) se hizo una hermosa tragicomedia. Y porque en este libro procuramos dar pasto a los más gustos, el de desto no le tuviere pase la novela, si le pareciere larga, y prosiga las demás cosas deste tratado.

NOVELA DEL GRAN SOLDÁN CON LOS AMORES DE LA LINDA AXA100

Y EL PRÍNCIPE DE NÁPOLES

N la gran Persia hubo un Soldán que por su esfuerzo y valor había conquistado mucha tierra, al cual habiendo faltado la vida de los ojos de un accidente que le sobrevino, sentía la

ceguedad más por no poder proseguir las empresas comenzadas que por el fastidio que le daba. Éste, pues, habiendo juntado todos los

99 ‘repetirselo’ (72r). 100 Probablemente se trate de ‘Aisha’, nombre de la esposa predilecta de Mahoma.

E

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físicos de su reino para que le aplicasen remedio a su enfermedad, sus vasallos, deseosos desto, le trujeron un muy famoso médico cristiano que por infortunios había venido en poder de un Bajá. Déste tenía esperanza el Soldán le daría remedio (como le había dado a otros sus vasallos en muy peligrosas enfermedades), y así, con grandes promesas que le hizo de libertad y riqueza, se puso en sus manos. El Físico hizo con muchas experiencias todo lo más que pudo; pero, no bastando remedio humano que le hiciese, se escusó con el Señor, suplicándole conociese su buen deseo y voluntad. La cual no fue con tal intención recebida; antes el Soldán tomó sospecha que por ser cristiano le encubría la salud, y mandole meter en muy cruel prisión, ordenando que si dentro de ocho días no le diese renedio bastante para cobrar la vista fuese despedazado de sus leones. Éste, pues, habiendo estado los siete días en una mazmorra, viendo la muerte tan cercana, determinó de buscar manera como alargar la vida entreteniendo al Soldán con fingidas esperanzas, y así, pidió le llevasen ante él porque le quería dar remedio. Puesto en su presencia, después de haberse escusado de no se le101

101 ‘la’ (73v).

haber dado antes, le dijo que una sola cura había hallado, pero que había de tener paciencia por algunos días, porque se le dilataría la cura. Aunque no mucho si con diligencia se buscase un mancebo de noble sangre, valiente, bien acomplisionado, hermoso, sabio y bienquisto; porque con la sangre y sustancia del corazón dél, mediante los polvos y yerbas que él pondría cobraría su vista, como le diesen a él lugar de buscar algunas yerbas para este efecto. El Soldán aceptando su consejo, le dio licencia que pudiese andar libre por su Real palacio, y con esta esperanza comunicó su contento con la Soldana y con la linda Axa su hija (doncella famosa por su estremada hermosura y valor). Despachó luego el Soldán algunos de sus Bajás por diversos reinos, para que le buscasen un prisionero cual convenía para su remedio, prometiendo grandes mercedes al que acertase con la empresa. Sucedió que, como uno de sus capitanes llegase con una galera a un puerto del reino de Nápoles y allí tuviese aviso que algunos caballeros mancebos andaban por aquella parte a montear, púsose en emboscada para haber la presa. Andaba en aquella sazón el Príncipe de Nápoles por aquella parte a caza, el cual

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en seguimiento de un corzo se había apartado de los suyos. Éste, pues, era mozo de veinte y tres años, dotado de todas las calidades que el Médico cristiano había pedido. El cual siendo salteado de los turcos, aunque se defendió como muy valiente caballero, después de haber muerto y herido algunos, con gran presteza fue preso y puesto en la galera y llevado al gran Soldán (que ya que no le conocieron por príncipe, todavía sospecharon ser caballero de alta suerte). Qué tal fuese la tristeza con que en aquel reino quedaron el Rey y la Reina sus padres, y vasallos, de la pérdida del Príncipe, bien se deja entender; y ansí, dejándolo para su tiempo, diremos de su viaje; que fue tal, que en breve llegaron a la gran Persia, adonde luego fue presentado al Soldán, el cual muy contento llamó al Dotor cristiano para que, siendo tal aquel caballero cual convenía para su salud, pusiese por obra el remedio. El Físico viéndose atajado y confuso, habló al Soldán aparte desta manera: «Gran Señor, yo no puedo negar que este mancebo no sea cual conviene para sanar vuestra ceguedad; pero él viene alborotado y lleno de coraje, y si los humores y complisión no están sosegados no tendrá virtud su corazón para nuestro efecto: es necesario que sosiegue algunos días, y se dé orden cómo este captivo tenga contento, aunque sea con vanas esperanzas de su libertad». Esto le pareció bien al Soldán, y luego lo comunicó con su mujer la Soldana y con la linda Axa su hija, y ellas se ofrecieron, si le dejaban en su servicio, de hacelle tales regalos y promesas de libertad que presto estuviese bueno y contento. Y así fue hecho: porque luego que fue llevado el Príncipe al aposento de la Soldana (que era muy hermoso cuarto, y salía a una ribera de un caudaloso río que entraba en la mar) fue empleado, por más favor, en el servicio de la hermosa Axa, la cual, de industria, y por mandamiento de sus padres, le había de regalar y mostrar mucho favor. Asimismo tenía orden el Dotor de entrar cuando quisiese a la cámara de la Reina y Princesa para dar aviso cuando el Cristiano estuviese en su punto y avisar al Soldán para hacer el sacrificio. Viendo el Príncipe el buen tratamiento que le hacían, no podía pensar de adónde naciese tanto regalo y tan de presto, aunque sospechaba ser la causa habelle conocido; y como él de suyo fuese tan agradable y perfecto galán, supo también agradecer y servir con tanta destreza y gallardía a su nueva señora Axa, que la voluntad fingida y de industria disimulada que ella mostraba se convirtió en

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un amor entrañable y verdadero. Éste le pagaba el Príncipe con otro tal, y así, se amaban secreta y recatadamente, tanto, que cuando se miraban les parecía estar en gloria. El Dotor, que en esta sazón no tenía los pensamientos ociosos, viendo la priesa que le daban, procuraba medio como poder huir, porque tenían aplazado que de ahí a cinco días había de ser el sacrificio del Cristiano, y, no saliendo con el remedio, él había de ser despedazado de los leones. En esta sazón, saliéndose un día sobre tarde paseando por la huerta la Soldana y su hija con el Cristiano, se apartó la Princesa y el Príncipe: puesta la mano en su hombro y mirándole muy tiernamente, le conjuró por el mucho amor que le tenía le dijese quién era, prometiéndole de se lo tener en secreto. El cual, con mucha confianza de su amor y en fuerza de la fe y palabra que su Señora le había dado, le contó la verdad: cómo era Príncipe y único heredero de Nápoles, suplicándola todavía no le descubriese por la mucha dificultad que habría para su rescate. Pues así como ella entendió quién era y el peligro en que estaba, comenzó a llorar amargamente, aunque por amor de su madre lo disimuló lo más que pudo. A este purito la Soldana hizo del ojo al Dotor, que se llegase y viese si estaba en buena sazón el Cristiano, diciéndole la buena maña que se daba su hija en engañarle para le tener bueno y contento, y ella se quedó a la mira, aunque algo distante, allí en la huerta. Pues como el Dotor llegase adonde estaban los dos amantes, la linda Axa le comenzó a maldecir disimuladamente y decille que diese orden cómo no se hiciese lo concertado y su padre sanase por otra vía; si no, que entendiese que si se hacía como había propuesto, aunque sanase, le había de hacer matar; cuánto más que ella entendía que todo era maraña para alargar la vida. Y, volviéndose al Príncipe, le dijo: «Ya, señor, no es tiempo de encubriros lo que pasa, sino que aquí tratemos del remedio». Contole la la sentencia que le estaba dada y todo lo que pasaba, de qué manera le tenían (por consejo de aquel Médico) la muerte aparejada; pero que no tuviese pena: que ella daría traza como se pudiese librar. Para lo cual se habían de poner todos tres, como estaban, en huida, en una barca que a la ribera estaba, encomendándose a su buena fotuna. Y allí le prometió de ser cristiana y le pidió palabra de esposo para que la llevase a su reino por princesa dél; y que mediante algunos hechizos que ella había deprendido de su madre, daría orden cómo poner sueño el día

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siguiente a la Soldana y a sus damas, para que en este medio se pudiesen ir todos tres con todo el tesoro de su padre (del cual ella tenía las llaves). El Príncipe quedó atónito cuando supo lo que pasaba, y mucho más de la destreza y habilidad de su Señora y del mucho amor que le mostraba, lo cual agradeció lo más y mejor que allí pudo. Y no viendo la hora que ver puesto por obra este negocio, se concertó para otro día en acabando de cenar la Soldana; y así, tomaron su acuerdo, conforme a la traza de la hermosa Axa. El día siguiente ella se metió en la cámara del tesoro de su padre, y allí apartaron en unos cofres las mejores joyas y piedras de valor que había, con toda la suma de oro, que todo era innumerable cosa y cuanto por el Soldán y sus antepasados estaba allegado de muchos años. Esto hecho, tuvo orden cómo tener prevenida una barca de las mejores de la ribera con achaque que la quería para holgarse ella y su madre y algunas damas, según otras veces solían hacer. Venida la noche y acabada la cena, la hermosa Axa, mediante los encantamientos y mágica que sabía, puso por la obra uno, que fue pegar una cédula escrita con sangre de dragón en un pergaminillo; el cual no le hubo prendido en la ropa de la Soldana cuando le vino un sueño profundísimo, y tal que quedó sin acuerdo hasta bien entrado. el sol del día siguiente. Luego mandó que se retirasen todas las mujeres y escondió al Príncipe y al Dotor en la misma cámara del tesoro; y cundo entendió que todos estaban recogidos durmiendo y que la Soldana no podía despertar, se fue muy alegre a su dulce esposo, y, finalmente, todos tres ayudándose muy bien, cargaron de toda aquella riqueza en cofres y poco a poco lo metieron en la barca, habiendo, entre las otras cosas de grande estima, tomado102

102 ‘tomando’ (78r).

una espada que (fuera de la pedrería que tenía) era de tal valor que por donde cortaba deshacía todos hechizos y encantamientos, y asimismo una sortija de memoria, toda de un diamante, así el cerco como la piedra, hecha en dos medias, que, cuando se juntaban, tenía virtud de acordarse quien la tenía de todo cuanto pudiese haber hecho y pasado por él hasta aquel punto. Con este tesoro y ricos vestidos que Axa recogió se fueron todos tres a la barca, que, ayudada de las velas y remos, se dieron tan buena maña que, metidos en la alta mar, con tiempo próspero iban caminando la

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vuelta de Nápoles, el cual reino descubrieron una mañana al amanecer. Era grande el gozo de todos tres, especial el de la hermosa Princesa, que con amorosas palabras solemnizaba su contento en haberse presto de ver cristiaña y en compañía de su amado Príncipe. En este punto vio Axa desde muy lejos asomar una barca que venía hacia ellos con gran furia, y, muy congojada, se volvió al Príncipe, diciendo: «¡Ay mi señor, que aquella barca que hemos descubierto es de la Soldana mi madre, que con su mágica y encantamentos nos ha de destruir sin resistencia!». El Príncipe la consolaba haciendo donaire que una sola mujer le pudiese conquistar; pero el mayor consuelo que ella tuvo fue acordarse de la espada que el Príncipe traía del Soldán; y así, aunque con gran miedo y muchas lagrimas, le aconsejó que no había otro remedio sino que con aquella espada cortase cualquiera cosa que a su barca pasase, y no la dejase arrimar, que serían perdidos. En este medio ya llegaba la Soldana con gran braveza, deshonrándolos y llamando de rufián y mala mujer y amenazándoles que ahora no se librarían de sus manos. Y avisándola el Príncipe que no llegase, si no quería ser muerta, ella, no curando de sus amonestaciones, se llegó cerca del bordo y, poniendo las manos aferradas en el de estotra barca103

103 ‘braca’ (79r).

para saltar en ella, el Príncipe (que estaba sobre el aviso) le cortó los dedos y cuanto había arrimado a la barca, y así, la hizo apartar por fuerza. La cual, cuando vio que por virtud de la espada se había defendido della, no pudiendo más, dijo a la hija con mucha rabia: «¡Pues calla, traydora; que aunque más fíes de tu rufián, yo haré que por la primera mujer que abrazare te olvide a ti!». Y con esto se volvió hecha una leona, sus dedos cortados. Ellos viéndose libres de este peligro y cerca de el reino de Nápoles, llegaron con gran contento al puerto, adonde el Príncipe, muy disimulado por no quererse dar a conocer por entonces, hizo llamar al Alcaide (al cual bien conocía) y, descubriéndosele a él solo aparte, el Alcayde, atónito de lo que veía, se fue arrodillar para besarle los pies y las manos; mas el Príncipe le hizo del ojo y le mandó que disimulase y le tratase como a caballero particular; que no se queria por entonces dar a conocer. Y así, mandando llevar todos los cofres, se fueron a descansar a su casa, adonde a sola su mujer y dos hijas que tenía se dio parte del gozo tan

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grande. Y bien se cree cuál sería, pues por la pérdida de su Príncipe andaban todos en aquel reino vestidos de sacos negros, con la mayor tristeza que se vio jamás. Pues, así llegados, lo primero que Axa hizo fue cristianarse por mano del Obispo (a quien también se descubrieron), y el Príncipe se desposó luego con su señora Axa. Y otro día, dejándola encomendada al Alcaide y su mujer y hijas, se partió él y el Dotor en traje de peregrinos a presentarse delante de su padre y ser el primero que ganase las albricias, prometiendo a su esposa y señora de venir luego con grandísimo recebimiento por ella. La cual, sospechando lo que podría suceder, le dio y puso en el dedo la media sortija de memoria de aquel diamante que dijimos, quedándose ella con la otra metad. Desta manera llegaron a la Corte, ado estaban el Rey y la Reina sus padres, y entraron en el Palacio, adonde al buen Príncipe se le iban las lagrimas, así del gozo que esperaba con sus padres como de la tristeza que por su ausencia había en el reino. Y diciendo que traía un negocio de importancia con el Rey, entró en la antecámara y, allí, después de haber hecho con los caballeros mil burlas y donaires con el gozo que tenía, se descubrió para que poco a poco dijesen al Rey su padre su venida, de suerte que la mucha alegría no le causase alteración. Lo cual fue hecho todo muy bien, hasta que allí padre y hijo con muchas lagrimas y abrazos se recibieron. Y estando el Príncipe contando al Rey todo el discurso de su prisión y cómo por industria de la linda Axa se había librado, llegó a la sazón la Reina, despavorida y alterada con el mucho placer, abrazándole con muchas lagrimas. El Rey entonces dijo a la Reina: «Por mi vida, señora, os soseguéis; que me va mi hijo contando la más linda historia de su peregrinación que se oyó jamás». Y, pidiéndole que prosiguiese y dijese adónde había quedado la linda Axa que decía, el Príncipe, todo desacordado, dijo, como maravillado de un nuevo accidente, que éI no conocia a Axa, ni sabía quien era ni tal había visto. Y mientras el Rey más se maravillaba desto más lo negaba el Príncipe, hasta que la Reina dijo al Rey que le suplicaba le dejase y no tratase más de Axa, pues el Príncipe no la conocía; que gozasen104

104 ‘gozasse’ (80v).

el bien que tenían. Y así, se divulgó luego la nueva y hicieron grandes fiestas por todo el reino. Y porque se había tratado de casar el Príncipe con la reina de Sicilia (que por su pérdida había

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cesado), enviaron luego sus embajadores a ella, con acuerdo y voluntad de su hijo el Príncipe, que, sin acordarse de su señora Axa, lo tuvo por bien. Pues como esto viese el Dotor, y como105

105 ‘de como’ (81r).

el Príncipe no sólo no iba con el gran recebimiento por su señora Axa, pero ni aun se acordaba della, muy lastimado se volvió adonde ella estaba. La cual no se alteró mucho, antes mostrando buen ánimo al Alcaide, le mandó que él y el Dotor se fuesen a la Corte y le aparejasen la mejor casa que hubiese fuera del Palacio, llevando mucho oro y dinero de aquel tesoro con facultad que gastasen en el aparato della grandísima cantidad. Y con esto envió un mensajero al Rey haciéndole saber que una Princesa de reino estraño venía a su Corte a un negocio de importancia; que su Majestad le mandase hacer el recebimiento que a su estado convenía. El Rey maravillado de quién podía ser tan grande señora, le mandó hacer recebimiento de los caballeros de su Corte, pidiendo se le descubriese quién era, por que él no quedase corto en la honra que se le debía. La linda Axa respondió que de su boca sabría su Majestad quién ella fuese. Y así, teniendo el Alcaide una gran casa adornada de brocados y doseles, con muchos criados y oficios (como para casa de reina convenía), dio orden para recebir a la linda Axa con grande aparato y ornamento de las calles por donde había de pasar, con las más invenciones, juegos y danzas que él pudo hallar. Desta manera entró vestida con la mayor riqueza que se vio reina ni princesa, y como su hermosura era la mayor del mundo, a todos lea parecía que fuese más que cosa humana. El Rey y la Reina estuvieron en parte donde la pudieron ver pasar de su palacio, y lo mismo el Príncipe, a quien al pasar quitó la gorra y ella le hizo su acatamiento mirándole mucho y tiernamente, como aquella que no estaba olvidada dél. El cual, puesto que le pareció la más linda criatura que hubiese visto, no se acordaba nada della, aunque notó cuán tiernamente le había mirado; con lo cual, y ser ella tan linda, quedó nuevamente aficionado. Desta manera entró la hermosa Axa con mucha maravilla de toda la Corte, haciendo grandes franquezas y liberalidades. Otro día de mañana el Rey la envió a visitar con su Mayordomo Mayor, el cual, aunque era muy gallardo cortesano, cuando la entró a hablar enmudeció de ver tanta belleza, sin acertar a dar el recado. Axa le mandó sentar y favoreció

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mucho, de lo cual quedó como atónito, sin saber despedirse ni salir de allí. La Princesa fingiendo quererle mucho y haberle contentado su buen término, le dio lugar a que comiese con ella; y con este favor llegó a tanta la ceguedad del Mayordomo, que pidió le dejase aquella noche dormir allí, aunque fuese sobre un banco, porque él no se acertaba a ir. A lo cual la hermosa Axa le dijo que no sólo donde él pedía, pero aun en su misma cama. El Mayordomo muy contento, lo aceptó, y cuando les pareció hora pidió un peine y un peinador para peinarse, diciendo a la Princesa que aquello usaba él siempre y en aquella tierra era costumbre, y dándosele la Princesa con su propia mano, se comenzó a peinar y ella se acostó bien segura; porque no hacia sino llamarle que se fuese acostar, y el bueno del Mayordomo escusarse que luego, en peinándose, iría; que le comía mucho la cabeza. Y así se estuvo peinando hasta la mañana sin poder hacer otra cosa. La Princesa se levantó y vistió, y le quitó el peine y peinador de la mano enviándole para majadero, diciendo qué necesidad tenía de peinarse, pues ella no se peinaba. Desta manera se fue muy corrido el pobre del Mayordomo adonde estaba el Rey, con el brazo hecho pedazos y la cabeza desollada de tanto peinar, quejándose del mal que la forestera le había hecho, que fue bien reído del Rey y Reina y Príncipe, los cuales no cesaban de burlarse dél, y mucho más el Mayordomo de la Reina, diciendo que para qué se peinaba, que a fee que no lo hubieran con él. Por lo cual la Reina le mandó que él fuese luego con el mismo recaudo, para ver cómo le iba. Fue, pues, muy contento; pero con toda su destreza le aconteció lo mismo que al primero, aunque por otra vía: porque después de haber comido y cenado y pasado por los pasos que el primero, queriéndole la Princesa dar el peinador y peine, él se escusó de peinar (pensando que en aquello iba la monta) diciendo que él no tenía necesidad de peinarse; pero tomole un antojo muy grande de querer matar la vela que allí ardía, y así, la fue a soplar luego, y aunque la106 mató tornósele a encender. Y, él a soplar y la vela a encenderse, se estuvo toda la noche soplando; que aunque le llamaba la Princesa, respondía: «Luego, mi señora, cuando107

106 ‘le’ (83v).

mate esta vela, que no ha de poder más que yo», de lo cual la Princesa y algunas de sus damas que allí estaban gustaban mucho. Y así se estuvo hasta la

107 `quanto’ (83v).

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mañana en este ejercicio y ella le envió muy corrido. Él se fue a la Reina y al Rey, que deseaba ver en qué paraba su tardanza: tanto fue el contento del otro Mayordomo peinado de ver que estotro parecía108

tener asma, que se le mitigó mucho el enojo, y más porque se hallaba mejor de sus peinaduras. Y estando así suspensos el Rey y Reina y el Príncipe de quién podía ser mujer tan hermosa y que tanto sabía, vino un recaudo della pidiendo al Rey audiencia sobre un negocio que traía, el cual se la dio y mandó que viniese luego. Y, subiendo al palacio, mandó la Reina a sus damas la recibiesen, y entró hermosísima y con gran riqueza sobre sí, pidiendo las manos a los Reyes, los cuales no se las quisieron dar hasta saber quién era y qué queria. Ella se les humilló y se las tomó por fuerza, diciendo que presto verían si se las podían dar de buena gana; y así, pidió al Rey le hiciese justicia en mandalle restituir medio anillo de memoria que le había robado el Príncipe, el cual era el que tenía en el dedo. El Príncipe, muy colorado, dijo que era verdad que le tenía; pero que no se acordaba habérselo tomado. Entonces la Princesa sacó el que ella tenía en su dedo, y, en poniéndole en el dedo del Príncipe, en el encaje del otro, el Príncipe volvió en sí como de un sueño, y, abriendo los ojos, como viese delanre de sí a su señora Axa, hincándosele de rodillas, la fue a abrazar, diciendo: «¡Oh mi señora y verdadera esposa y todo mi contento!». Y entonces acabó de contar al Rey y Reina sus padres, su discurso y lo mucho que debía a aquella hermosa princesa, los cuales la abrazaron y recibieron por hija. Y estando en este gozo entraron los embajadores que venían de Sicilia, diciendo que ya la reina se había casado con otro rey su comarcano, que al tiempo que la traían había salido con grande armada y la había llevado a su reino y casado con ella, de lo cual se holgaron mucho viendo cuán bien se había hecho todo. Y con muchas fiestas y regocijos reinaron con mucha paz y prosperidad, sucediendo en el Reino el Príncipe y la muy sabia y hermosa Axa.

Fin del cuento. Y prosigue el autor.

108 ‘ver estotro aparecia’ (83v).

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Debe también el que acaba de contar cualquiera cuento o novela como ésta, aunque sepa muchas y le oigan de buena gana, dar lugar a que cada cual diga la suya, y no enviciarse tanto en esto que le tengan por pesado o importuno, y109

no convidando siempre a decillas, pues príncipalmente sirven para henchir con ellas el tiempo ocioso.

Hase de guardar, así en esto como en todo lo demás que se habla, la propriedad y pureza de los vocablos, sin apartarse del común

uso y verdadero romance dellos, procurando antes llaneza que no artificio; de manera que si en el común y casero hablar podemos decir «el Sol», no hay para qué se diga «el Lucero del mundo», ni «estaba en el frontispicio de la casa» por decir «en la delantera», ni por decir que «tomaba el frescor de la mañana será bien decir, que «recibía el céfiro del Aurora»; ni en las cosas ordinarias meter palabras que sean fuera de aquel lenguaje; como algunos, que les parece que muestran grande habilidad ea traer palabras fuera del uso.

Pues ¿qué podíamos decir al propósito de las estudiantadas de algunos idiotas, que quieren hablar por metáforas y términos a su

parecer subidos y aventajados?

Habiéndose venido una Navidad a ver a sus padres y deudos un estudiante, estando con ellos alrededor de la lumbre,

pareciéndole que mostraba su habilidad hablando extraordinariamente, para decir: «Allegad esa leña al fuego, que me yelo los pies», dijo así: «Señora ama, aplicad esos materiales aquí al consumidor de todas las cosas, pues veis que el diente mordedor de la natura me supedita el temple de los ambulativos«. Acudió a esto su padre, que era plático y buen decidor: «Paréceme, hijo, que la necedad que llevastes en romance la trayes guardada en latín; y, mal por mal, más la quisiera en canto llano que no en contrapunto». Digo, pues, que deben ser las palabras lo más que ser puedan apropriadas y fáciles, según se usan en la tierra donde estuvieres, y no tan antiguas que se vuelvan (como dicen) rancias, pues se dirá mejor «tapiz» o «paño francés» que no «paramento», y mejor se dice

109 Suplo ‘y’ (85r).

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«enseñar» que «avezar», y «acostumbrado» que no (como algunos dicen) «estoy duecho a esto». Dejo aparte los labradores y aldeanos y otras gentes de lugares pequeños, que, aunque su lenguaje nos entretenga y sea de donaire para nosotros, a ellos les está bien, y si quisiesen salir de su ordinario nos parecería mal. Y, en su tanto, hay hombres de tan buen entendimiento que pueden dar quince y falta a muchos de los de por acá: pero por la mayor parte no hay que dudar sino que si viésemos lo que unos con otros pasan en sus concejos y plazas gustaríamos mucho dellos.

Caminando un curioso cortesano en traje de labrador, pasó por una aldea a tiempo que estaban en concejo, y así, con la ocasión

del vestido que llevaba se pudo llegar a ver lo que allí pasaba. Y en aquel punto vio que se levantó en pie un labrador de los que allí estaban sentados y, quitando su caperuza, dijo a los alcaldes: «Nobles señores, Juan Chamorro y Pedro García se quieren chapar por cohadres: si endilga, veldo». Respondió el más antiguo de los alcaldes: «No engeminéis tantos en la cohadría, que socederá engobello y no mos podremos determinar».

En otro lugar, más pequeño, dice que vio otro alcalde que, estando enojado, dijo desta manera: «Pasá aquí vos, Meculas de

Ana, y decí ¿por qué trayes ese cochiello?». A esto respondió Meculas de Ana: «Traerle puedo por mi defendimiento». A lo cual el alcalde, con enojo, respondió, puesto en el tribunal: «Pues quitádgele y tomádgele y de la picota colgádgele. Y vos, escribén, leyé que así lo sentencio y mando».

Volviendo, pues, a nuestro propósito, digo que las palabras quieren ser claras, y esto será sabiendo tomar aquellas que son

del propio origen y natural de su tierra, y no han de ser tan añejas que estén duras para el entendimiento y fuera de todo uso; como los trajes y vestidos antiguos, porque por haber ya tanto que se dejaron, si alguno saliese vestido a lo antiguo sería notado y se reirían dél. Por lo cual, el que dijese «membrose» por «acordose«, y «ome bueno» por «hombre bueno«, y «fincar» por «quedar» y otras semejantes a éstas, parecería muy mal.

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También deben ser las palabras lo más apropriadas que ser puedan a lo que se quiere mostrar por ellas, y menos comunes a

otras cosas y significados, como decir: «fue conocido en las faciones» es más proprio que no «fue conocido en la figura o imagen»; y mejor diremos «rechinó la puerta» que no «gritó la puerta», y más propriamente diremos «el temblor de la cuartana» que no «el frio», y otros muchos vocablos a este tono.

Ninguno puede bien hablar con quien no entiende la lengua en que habla, y por eso los curiosos, y especialmente estranjeros,

procuran saber latín, por ser lengua tan común en el mundo y que de industria la aprenden por arte a los que se les puede ofrecer peregrinar por reinos estraños; y, de mi parecer, los que pueden y tienen aparejo no la debrían dejar de saber para gozar del tesoro que hay en ella escrito. Y la razón por que en España no se habla de ordinario y bien, como en otros reinos, es porque en muchas partes la enseñan con muchos preceptos y usan poco el ejercicio de hablar en ella.110

Pero en el común uso nadie debe salir de su natural lengua si no tuviese mucha necesidad. Y si el español hablare con el italiano o latino (que sabe que entiende bien romance) no tiene para qué hablar en italiano. Ni el italiano o estranjero, que sabe que el español con quien habla le entiende, no tiene para qué hablar en romance para escusar de decir gazafatones. Y hase visto el italiano hablar en castellano por pompa y gallardía con el español, y el español con él en italiano, y ir reventando el uno y el otro; y con facilidad conocerán en entrambos que hablan mal, y cuando los oyese alguno reírse hía dellos viendo las impropriedades y tonterías que se dicen.

Estando, pues, en este término un español con un italiano su amigo, hablando cada uno la lengua del otro, como se

detuviesen tanto en sus razones, sin declararse bien, le dijo el español: «Paréceme, señor, que si no destrocamos lenguas no podemos pasar adelante. Por eso, vuélvame mi romance y tómese su italiano».

Puedo decir a este propósito que un buen bebedor llamó borracho a un cristiano nuevo, y el otro llamole judío; y

110 ’ello’ (87v).

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habiéndose acusado y dado queja el uno del otro, estándolo averiguándolo el juez, dijo el bebedor: «Señor, él confiesa haberme llamado judío y yo no niego habelle llamado borracho: váyase lo uno por lo otro y será pata.111

Y, si no, vuélvame mi borracho, que yo le volveré su Judío». Y así, el juez los dejó libres, haciéndolos amigos. Digo, pues, volviendo a mi propósito, que nos debemos guardar de hablar en esta lengua estranjera mientras no hubiere necesidad dello.

Debe también el discreto gentilhombre procurar que sne palabras sean castas y honestas y bien sonantes; quiero decir,

que tengan buen sonido, buena voz y buena significación; porque hay algunas palabras que lo son en el significado y no en el sonido, como cuando dicen «fuese reculando atrás» por decir: «fuese retrayendo»; que, en cuanto a la significación, mejor y más honestamente se dice «la amiga» que no «la ramera», y mejor «era amigo de una mala mujer» que no «era rufián de una su manceba», «ramera» o tal y peor vocablo. Y cuando con una palabra podemos darnos a entender en cosas desta manera, mejor es que con dos; como decir: «aprovechose y gozó della»; si ya no las trocase con el donaire que tuvo un aldeano que, viniendo por una dispensación, dijo a un curial: «Señor, acá me han endilgado para comprar una despensa del sumo Fontífice», y, preguntándole el notario si había tenido aceso o cópula, respondió: «Sí señor: ya hemos tenido enciencios y pópula, y está preñada; que, ¡loores a Dios!, no me podrán echar por omnipotente». A un letrado desta Corte le acaesció con otro labrador un caso gracioso: que, siendo su letrado, después de haberle tratado de su pleito, le dijo: «Señor licenciado, yo quiero, con licencia de vuesa merced, dar un par de nalgadas a la señora su mujer». El letrado estuvo algo alterado desto, hasta que prosiguió el labrador, diciendo: «Y en verdad que me atrevo a darselas porque el tocino es bueno». Y así fue, que por decir «lunadas» de tocino, las llamó «nalgadas».

Todas estas cosas se deben advertir en los razonamientos. Y queriendo tomar más ampla materia, se puede cada cual

aprovechar de las reglas y documentos de la Retórica; pero en lo que acá llamamos buena cortesía es necesario usar de palabras modestas,

111 La expresión “ser pata para la traviesa” equivale a ‘estar a la par’.

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gentiles y dulces, que no tengan ningún sabor amargo; y así, antes nos conviene decir: «yo no me declaré bien» que no «vos no me entendistes», «miremos bien si es ansí como vos decís» que no «vos os erráis» o «no es verdad» o «no lo sabéis»; porque es uso cortés y amable el desculpar a otro aun en aquello que tú entiendes que tiene culpa; antes se debe hacer común el error proprio de tu amigo y tomar primero una partecilla para ti y después reprehendelle a su tiempo, diciendo: «nosotros erramos el camino, y no se nos acordó de hacer esto», aunque sea verdad que la falta de memoria estuviese en el otro, y no en el que se mete en la culpa. Y si alguno te prometió alguna cosa y no lo pudo cumplir o se descuidó, no está bien decille: «vos me habéis faltado de vuestra fe y promesa», o «no tenéis palabra, no habéis hecho cuenta de mí», porque tales palabras punzan y tienen en sí alguna ponzoña de infamia y villanía, y los que acostumbran semejantes maneras de decir son tenidos por ásperos y de poco ingenio, y así, se huye dellos y de su amistad como quien se aparta de mezclarse entre zarzas y abrojos; que dos por tres (aunque sean cosas de aire) son ocasionadas para echaros a perder. Y ansí, no se debe jamás hablar sin que primero se haya formado en el ánimo lo que se ha de decir, para que tus razonamientos tengan buen parto y vayan concertados. No debes tampoco procurar de ser el hablador en las conversaciones, como tampoco parecería bien, cuando estás entre tus iguales, callar siempre; puesto que destos dos estremos menos se yerra callando. Como cuentan del Piovano (que fue en Italia un hombre muy gracioso y discreto), que, diciéndole uno muchas injurias y villanías, las oía y callaba; y siendo preguntado por qué no hablaba y volvía por sí, respondió que cuando se las decía consideraba que del haber callado jamás se arrepentió, y del haber hablado se había muchas veces arrepentido.

Verdad es que los que hablan bien y graciosamente sin perjuicio de nadie están desculpados; y, con todo eso, ha de

ser con tanta modestia que den lugar y entrada a otros que hablen, mientras no les dieren112

las veces para que ellos solos hablen. Pero en esto de el mucho hablar hay algunos tan apasionados que ponen todo su gusto y deleite en que les dejen hablar.

112 ‘dieron’ (90v).

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Y sí acaso están113

dos habladores en un corro de gente, por maravilla se hallan bien juntos, porque cada uno querría ser el

gallo de la conversación donde está. Como le aconteció a un caballero en esta Corte, muy grande hablador, que, habiéndose de ir a Córdoba, el día que se puso en camino recibió un lacayo que le acompañase, el cual en su tanto no era menos amigo de hablar que su amo. Y fue así que desde que salió de Madrid hasta que llegó al pueblo donde había de hacer su primera jornada, en cuatro leguas que habían caminado el amo no había cesado de hablar con el nuevo mozo, haciéndole preguntas y contándole cuentos, sin dalle entrada al criado para que pudiese hablar palabra. Por lo cual él se le despidió, diciendo: «Vuesa merced se cansa y no me hace la merced; porque vuesa merced habla mucho y yo tengo esa misma pasión de hablar, y como no me da entrada en el juego ni hago suerte, reventaría si desta manera, sin hablar, llegase de aquí a Córdoba». Y por esto no quiso ir con él por más que se lo rogó.

Pero si no tuvieres en poco estos avisos, yo te acensejo que cuando hablares tengas cuidado de entender la voluntad con

que es recebida tu plática, y mídela conforme al aplauso de los que te oyen.

No estés tan confiado que te vayas escuchando, digo, contentandote a ti mismo, haciendo visajes con la boca y

movimíentos con el cuerpo, dando siempre de manos y brazos como quien representa; porque hay algunos que de cuanto fabrican en el entendimiento hacen modelo de sus manos, jugando con todos los dedos dellas.

La voz no ha de ser ronca ni aspera, ni se debe hacer mucho ruido con ella por causa de risa ni de otro accidente, como

algunos, que rechinan con ella que parecen carros por untar. Ni se puede hablar mientras está bostezando, ni estar tan descuidados con la memoria que comiencen a decir la palabra y se estén tartamudeando un rato primero que la saquen del cuerpo. Y el que fuere tardo de lengua, o ronco, no quiera hablar mucho, sino corrija el defeto de su lengua con callar y oír; que aun se puede con algún

113 ‘estando’ (91r).

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estudio atapar el defeto natural. Tampoco parece bien alzar la voz como quien echa bando, ni se debe hablar tan paso que se deje de oír; y si no te hubieren oído la primera vez. debes la segunda alzar más la voz y no casarte siempre con un tono. Ni tampoco has de hablar a gritos porque no te oyeron cuando hablaste primero tan paso. Han de ser, pues, las palabras bien ordenadas según lo que es uso y costumbre, y no atadas ni revueltas aca y allá, ni entricadas, como algunos usan por gallardía; como es decir: «Mi lumbre se deslumhra en vuestra lumbre», que son maneras solamente convenientes a poetas, si no fuese cuando de acuerdo de todos y por donaire están tratando de poesía y echando versos; adonde, si vieres que los de tu profesión y edad se desenvuelven y entretienen en esto, no te debes tú de mesurar ni estrañar, sino decir algo de lo que supieres a las vueltas. Y si no tuvíeres facultad en poesía, sea poco, retrayéndote a su tiempo como buen esgrimidor; porque, al fin, semejante ejercicío no ha de ser ordinario, como ahora diremos.

CAPÍTULO CUATORCE De los que se dan a la poesía sin tener partes bastantes

ORQUE hasta aquí hemos tratado del saber bien decir y motejar, y de la presteza que es menester en esto, y asimismo de los que sin facultad de ingenio porfían a querer hablar y entretener la conversación por contentar a sí

mismos más que a quien los oye, trataré de la confianza que algunos tienen de sí en estas cosas de poesía.

Para lo cual daré por regla primera el recato con que el curioso gentilhombre ha de tratar desta materia, pues no le obliga su

policía y gentileza a que lo sepa ni gaste tiempo en ello cuando su natural no le ayudare mucho. Y aunque hay muchas reglas que saber, la príncipal es conocer cada uno el caudal y facultad que tiene para ello, porque la poesía, para poder parecer, ha de ser muy buena; que si en alguna cosa no se sufre medianía, es en esto. Verdad es que pocos componen metros que no estén muy confiados, y a su parecer piensan que son los mejores que han salido; y como los gustos y opinión de la gente sea tan diferente, siempre hallan quien les dé

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aplauso y oído, y por ventura quien los anteponga a poetas muy graves (con la novedad y diferencia que tienen de los pasados); como también hay personas tan templadas a los viejos que ningún metro moderno les contenta, aunque sea más subtil y elegante que los antiguos que ellos tomaron de memoria en su tiempo. Porque hay hombres que se calzan con un solo zapato, digo, que lo que primero oyen les hinche tanto el gusto que no dejan vacío en él para lo que puede venir, aunque sea mejor. Sólo se infiere que la bondad de la poesía vulgar puede ser una, así la que pasó como la que se usa; y porque no es mi intención hacer cancionero aquí, ni arte de poesía, me remito a lo mucho y muy bueno que hay escrito, antiguo y moderno. Sólo diré que el curioso gentilhombre conozca su talento; y, si diere en ello, haya visto y leído mucho, y no se rija por su proprio gusto, sino por el de los que desto entienden. Y en las cosas graves y de muchas veras, si no se halla prompto y facil, no se le dé mucho de reducillas a consonantes; que, no siendo muy subtiles, solo dan gusto al que las hace y enfado a quien las oye, mayormente quejas de amor, y penar y morir sin saber acabar. Y por eso las poesías que se hacen para tomar pasatiempo suelen ser bien recebidas, y si alguna faltilla hubiese se disimularía mejor que en las cosas graves y severas; como sería una cosa pastoril y de donaire poniendo la propriedad de lo que pasa en las aldeas, según hemos visto muchos sonetos y madrigalejos graciosos. De los cuales pondré sólo uno por comparación, que fue hecho a un consejo de un lugar que se había hecho villa.

SONETO

Rematose en voz de pregonero, Dentro, en consejo, el soto y el molino, siendo Alcalde el señor Pascual Merino y Pablos Berrocal su compañero.

A Aparicio quitaron ser porquero, y diéronlo a Lorenzo su vecino. Y macho a diez, y a diez y seis tocino,114

se obligó todo el año el carnicero.

Sobre el poner la encina y la bellota, y dar a mase Bras la barbería, se salió Marcos Gil de ayuntamiento,

114 ‘el tocino’ (94v).

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Tratose el adobar de la picota; por que dijo con saña Gil García: «¡Bien parece, a la mí fe, el Regimiento!».

Todas estas cosas de donaire que los buenos ingenios hacen aposta para risa y entretenimiento, le dan muy sin perjuicio de su buena reputación; que en este grosero estilo se manifiesta su buena habilidad y elegancia. Y no les suele estar mal a veces un disfraz déstos; como el buen músico, que cualquiera tonadilla que canta (aunque sea de las sin artificio y ordinaria) la hace parecer bien con su buena voz y gracia; pero quien no lo sabe hacer y porfía a querer componer y, confiado de sí solo, saca obras suyas en público, pónese a ser juzgado. Y estos tales, cuando cogen al amigo en su casa, le martirizan con sus metros y sonetos, y Dios nos libre de una obra o discurso de amores en estancias largas tan hondas y prolijas cuanto es su dueño pesado e importuno; que todo lo que os está leyendo en dos horas no ata ni desata, y aunque no queráis le habéis de oír por ser la primera vez que le vistes. Dicen, también, que para gustar mucho del metro no se debe buscar en él el medio (que en otras cosas es tan importante), sino los estremos. Por manera que ha de ser muy bueno para que dé gusto o muy malo para hacer reír con él.

De los muy buenos, así antiguos, como modernos, llenos están los libros y cancioneros, de poetas famosos y laureados, a los

cuales remito al discreto lector; pero de los muy malos, de bajo y grosero entendimiento, bien se pudiera hacer un cancionero de poetas modorros que no fuera mal desenfado y entretenimiento para los discretos. Sólo tocaré de paso poco desto malo, por ser gustoso.

Hemos visto y vemos cada día humores de hombres gustosísimos, que, pues nos han venido a las manos a este

propósito, no dejaré de poner un poco en esta ensalada. Y para nuestra música servirá de tocar una falsa, o, por mejor decir, para esta farsa, de entremés y pasatiempo.

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115 En el orig., este párrafo comienza en ‘Sepa v.m…’.

Habiéndose ido a esaminar a Toledo un ordenante en tiempo de Témporas, presumiendo mucho de poeta, dijo al esaminador,

pensando de ganalle con sus chistes la voluntad: «Sepa vuesa merced

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que entre las otras cosas que nuestro Señor comunica con los hombres, a mí (aunque indigno) me ha hecho gracia de darme vena, y así, yo siento en mí que vienen los consonantes de poesía a borbollones, con tanta abundancia que se atropellan unos con otros. Y traigo algunos villancicos a lo divino para esta sancta Iglesia». Y, comenzándolos a leer, decía el primero:

¡Alegrémonos, alegrémonos! Justo es que nos alegremos. ¡Alegrémonos, alegrémonos!

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Otras muchas dijo a este tono, que hicieron risa y donaire ver con las veras y confianza que las decía. Como también otro buen

hombre, noche de Navidad, que se ponía a cantar éste:

Ay, dedesme la mano, pecadores he, y salvaros he,

Y la letra decía:

¡Ay pecadores del cuerpo garrido! Dedesme la mano, y aun en escondido, y salvar vos he.

Y otras cosas desta manera, con las cuales se persuaden a decillas delante de gentes; que no suele ser mal entretenimiento, como sea

poco y naturalmente dicho.

Pero el que no ha de ser poeta y ha de ir continuando su plática, no sólo se debe guardar de las palabras que llevan consonantes;

pero aun del hablar pomposo y en tono como predicador. Porque, puesto que es mayor maestría y dificultad predicar que no hablar, con todo eso, se debe guardar a su tiempo; que sería como el que va por la calle: que no ha de bailar, sino andar (que es lo que todos saben); porque, puesto caso que el bailar o danzar es de más artificio, no por eso parecería bien ir danzando o bailando; que esto se ha de

116 Suplo ‘5’ (96r).

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guardar para las bodas y regocijos. Así que ni más ni menos te debes abstener de hablar haciendo tonos.

Procura asimismo guardarte de los que jamás cesan de hablar, como ya dijimos; porque se ha visto algunos tener esta voluntad

de tal manera que, acabada la materia de lo que han hablado, no por eso cesan; antes vuelven a referir las cosas dichas o hablan de117

vicio. Y si alguno sale con su razón, se la toman de la boca; que es como cuando un pollo trae algo en el pico, llega otro y se lo quita.

Y seguramente que no pueden dejar de dar disgusto a los que les quitan así las palabras; y ninguna cosa mueve tan presto a ira al

hombre como cuando de improviso le estorbaron su voluntad y placer, por mínimo que sea; que es como quien tiene alzado el brazo para tirar la piedra y súbitamente se le tiene el que está detrás.

Todas estas cosas se deben huir, pues antes en el hablar se ha de acudir al deseo de otro que impedirlo. Por lo cual, si alguno

estuviere contando algún suceso o caso, no es bueno extragársele o decir que tú le sabes; ni cuando fuere adelante con su historia entremeter alguna hablilla o donaire; ni zaherirle su razón con palabras ni señas, meneando la cabeza o torciendo los ojos (como muchos hacen) afirmando no poder sostener el amargor de tal plática. Ni, por el semejante, procures romper a otro la palabra de su boca; que es mala costumbre y desplace no menos que cuando el hombre ha comenzado a correr, y otro le detiene; ni cuando otro está hablando conviene hacer de tal manera que los que le oyen le dejen, por entretejer alguna novedad y revolver para sí la atención que le tenían a él, pues no le está bien despedir al que él no convidó, sino dejallo a los demás que le escuchaban.

Asimismo debe estar atento al que está hablando, por que no sea menester a cada credo, decir: «¿Qué?», ¿Cómo fue eso?»,

como hacen muchos, que no es menos disgusto al que habla que hacer estropezar en los cantos al que va andando.

Así que todo esto, y generalmente lo que puede detener y se puede atravesar en el curso de las pláticas del que razona, se

117 ‘en’ (97r).

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debe huir; y si alguno fuere perezoso en el hablar, no seas tú tan colérico que le pases adelante ni le digas las palabras, como que tú tengas riquezas y abundancia dellas y el otro no; que muchos le toman a mal, y especialmente los que piensan que saben bien hablar, porque se persuaden que no los tengas en lo que son y que les quieres socorrer en su misma arte. Como los mercaderes ricos, que reciben afrenta que otro mercader les ofrezca dineros, como que a ellos les falten y sean pobres y menesterosos. Y debes saber que a cada uno le parece que sabe bien decir, aunque por su modestia lo encubra.

Y no sabría yo adevinar de dónde esto proceda, que quien menos sabe más está razonando; y así, del mucho hablar

conviene cada cual se guarde, especialmente si sabe poco; porque sería cosa rara hablar mucho sin errar, pues paresce que el que habla sobrepuja en cierto modo a los que le oyen, como maestro a discípulos, y no le estaría bien atribuir a sí la mayor parte de aquesta mejoría.

Así como el mucho hablar da pesadumbre, también el mucho callar la daría, porque estar uno callando siempre adonde

otros parlan parece que no quiere meterse a la parte del escote. Y el hablar en118

tal caso es abrir un camino de amistad con quien te oye; y, por el contrario, el callar parece que es un quererse estar desconocido y encubierto.

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118 ‘y en’ (98v).

Y así, en esta materia del hablar y de sus estremos, concluyo procurando te sirva de modelo y regla de policía

para vivir bienquisto; porque, según se cuenta en una antigua corónica, hubo en la parte de la Morea un muy famoso escultor, llamado, por su gran fama, maestro clarísimo. Éste siendo ya de mucha edad, hizo un tratado en el cual puso todas las reglas y documentos de su arte (como quien bien la sabía), mostrando cómo se debían mesurar los humanos miembros para que tuviesen buena proporción y correspondencia, y este libro llamó régulo o regla para que (según él ponía) se midiesen y reglasen los bultos que de ahí adelante se hiciesen por otros maestros. Y para mostrar más

119 Suplo ‘15’ (99r).

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claramente su excelencia, hizo una estatua de un fino marmol tan buena y bien compasada que mostraba bien ser ejemplo y obra de su libro, y nombrola también la regla. La cual, juntamente con el libro, quedó para dechado perfectísimo a todos los maestros escultores que fuesen de ahí adelante. Ora, pues, caso que nuestro Señor haya permitido de otorgarme que este librito venga a ser la regla y medida que se puede tener para imitar un mancebo agradable y bienquisto, servirá de lo que servía el primer tratado del escultor. Porque la otra estatua de marmol, que fue segunda regla, la cual es el poner por obra estos documentos, no los puedo poner por ejemplo visible según hizo este gran maestro, como sea verdad que en las costumbres y manera de tratar de la gente no basta saber la sciencia y regla; pero para ponerlas por obra es menester el uso, el cual no se puede aprender en breve espacio de tiempo, sino en muchos años y poco a poco. Y en los que uno ha vivido puede enseñar al otro el camino en que él erró; y así, los que han caído y tropezado tienen mejor la memoria de los engañosos senderos y dudosos mucho más que quien no los ha visto por experiencia.

Y si en mi primera edad, cuando los animos están más tiernos y dóciles, hubiera yo tenido quien de todas estas cosas me

avisara tan particularmente, por ventura hubiera sido tan considerado cuanto ahora procuro lo seas. Y debes saber que, aunque la fuerza de un buen natural sea grande, no por eso deja de ser vencida120 y corregida del121

uso; y así, conviene que a este uso se le opongan y salgan al encuentro con buenas reglas y ejemplos antes que tome mucho poder y fuerzas; porque, como dicen: al enhornar se hacen los panes tuertos.

Esto las más personas no lo hacen, porque se van tras su voluntad y apetito, siguiéndole adoquiera que les lleva,

obedeciendo a su natural inclinación, como si la razón no fuese natural cosa en los hombres; antes esta razón tiene poder, como señora y maestra, de mudar los malos usos y de ayudar y sobrellevar a la naturaleza (aunque ella tropiece y caiga alguna vuelta). Y como nosotros por la mayor parte no la escuchamos, podemos bien decir

120 ‘v|nida’ (100r). 121 ‘de’ (100r).

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que en lo más somos semejantes a aquellos animales que Dios no la dio, como son las bestias; en las cuales obra algunas veces no su razón (porque de suyo no la pueden tener), sino alguna cosa de la nuestra; como se puede ver en los caballos, los cuales de su natural son selvásticos e indomitos, y el maestro dellos los vuelve mansos, bien acostumbrados, casi como si tuviesen saber; porque muchos andan con mal trote y el hombre les muestra a andar con suave paso, y a estar quedos y correr, parar y saltar, y ellos lo aprenden y se sustentan122

a nuestra voluntad y razón.

Pues si el caballo, el perro y las aves, y otros muchos animales aun más fieros que éstos, se someten a la razón de otro y la

obedecen, y alcanzan lo que su natural no sabía, sino que antes lo repugnaban, y123 vienen a hacerse casi virtuosos y cuerdos, no por naturaleza, sino por costumbre, ¿cuánto más se debe creer que nos aventajaríamos nosotros a ellos por las reglas y documentos que son sacados de nuestra misma razón, si les diésemos oídos? Pero los sentidos aman el deleite presente (sea cual fuere) y aborrecen lo que es enojo, y detiénenlo, y por eso124

122 Sostienen, mantienen.

se desecha la razón pareciéndoles amarga, como sea verdad que ella les ponga adelante no el placer muchas veces nocivo, sino el bien, amargo y congojoso al gusto estragado y vencido. Porque mientras viviéremos conforme al sentido seremos como el enfermo; que todo manjar, aunque sea delicado y suave, le parece malo y de mal sabor (y quéjase de quien se lo da, que no tiene culpa), pues él siente el mismo amargor de su lengua y no el provecho y suavidad del manjar. Así, la razón, que de suyo es dulce, nos parece amarga más por nuestro mal sabor que no porque ella lo sea, y, como tiernos y regalados, no la estimamos, y disimulamos y encubrimos nuestra culpa y flaqueza con decir que no hay espuelas ni freno con que poder resistir ni detener a nuestra naturaleza. Y cierto que si los bueyes y los irracionales hablasen no podrían dar más desconviniente ni peor sentencia que ésta. Nosotros, pues, seríamos siempre como niños, en nuestra madura edad y en la vejez, si no fuese por la razón que con el tiempo crece en nosotros, y, crecida, nos vuelve casi de bestias hombres, porque tiene fuerza y

123 Suplo ‘y’ (101r). 124 ‘esso no’ (101r)

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poder sobre los sentidos y el apetito, y así, el defecto es nuestro y por nuestra culpa, y no de naturaleza.

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Si ya no la culpásemos por vía de donaire, como referia en un teatro de mucho auditorio un gracioso italiano, diciendo

que madona naturaleza estaba errada en haber puesto en el hombre las piernas al contrario de como habían de estar. Porque la pantorrilla y talones (que habían de ir adelante) estaban atrás, cuando el hombre va caminando topa muchas veces en las espinillas y en los dedos de los pies (que es grandísimo dolor), lo cual no haría, ni le dolería casi nada, si la pantorrilla de la pierna fuese delante, especialmente al subir de las escaleras, si estropiezan y caen. Ítem, decía este mismo que el hombre debría tener en la barriga una puerta que se abriese y cerrase, para que cuando estuviese indigesto y embarazado el vientre, abriéndole aquella alacena le desembarazasen y enjaguasen las tripas, y no sería menester andar cañoneando la puerta falsa con tanta batería y munición de pistoletes medicinales como se usan.

Y también le serviría para que los galanes no pudiesen engañar a sus damas, sino que cuando les dicen: «Señora mía,

yo tengo aquí esculpida y retratada a vuesa merced en mi corazón», lo pudiese ella ver por los ojos abriéndole la dicha puerta; y desta manera ni ellos se atreverían a mentir ni las señoras estarían tan incrédulas.

Dejadas pues, estas burlas y tornando al propósito, digo que es falso y reprobado decir que contra la naturaleza no hay

freno ni maestro, porque antes vemos que tiene dos: el uno es la costumbre y el otro la razón; y esta costumbre no puede ir contra lo que se usa, y este uso es el hijo y mayorazgo de nuestro tiempo.

Por lo cual se debe desde niño comenzar a saber tener buen natural: lo uno, porque así tiene el hombre más tiempo de

aprender y de mostrarse, y lo otro, porque la tierna edad, así como pura y neta, más fácilmente se tiñe de otra cualquiera color; y126

125 ‘14’ (101v).

así también porque las cosas en las cuales desde niño se muestra el

126 Suplo ‘y’ (103r).

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hombre le suelen agradar siempre y durar en todo el discurso de su vida.

Allende desto, es de considerar que los hombres son apasionados de la hermosura y de la conformidad y medida,

y, por el contrario, enemigos de la fealdad y cosa disforme sin medida. Y éste es un especial privilegio nuestro del cual los irracionales no participan, ni saben conocer cuál sea la belleza ni medida; y por esto, como cosa que no es común con las bestias, sino cosa propia nuestra, lo debemos apreciar y tener en mucho127

por sí mismo, y mucho más los que fueren dotados de mejor entendimiento, como aquellos que están más promptos a conocerlo. Y aunque no se pueda especificar qué cosa sea belleza y su punto en que consista, con todo eso, para que se tenga algún conocimiento della, quiero que sepas que adonde se halla una conveniente medida entre las partes y el todo, aquésta es la hermosura, y aquella cosa donde se halla esta medida y buena proporción es la cosa perfecta y hermosa. Y según yo entendí de un docto hombre, quiere ser la hermosura un mejor cuanto ser pueda de lo que es más y así como tú ves que son los rostros de las hermosas y gallardas damas; porque las faciones de cada una dellas parecen criadas por un mesmo rostro muy bueno. Lo cual no es en las feas; antes al contrario, son muchas partes malas tomadas de muchas feas; porque puesto caso que una fea tenga los ojos gruesos y saltados, la nariz chica y ancha, las mejillas hundidas, la boca alta, la barba salida de fuera y el cuero negro, parece que aquella cara no sea de una sola, sino compuesta de muchas caras y hecha de pedazos, y no de sola esta una bien proporcionada que decíamos.

Por ventura aquel pintor famoso que tuvo delante desnudas todas las hermosas mozas calabresas, ninguna otra cosa hizo

sino reconocer las buenas partes, que muchas dellas hubiesen tomado de una sola, quién una cosa muy perfecta, quién otra, a la cual haciendo que todas le restituyesen lo que tenían tomado della, se puso a trazar imaginando que tal y así junta debiese ser la belleza de Venus:

127 ‘mucho mas’ (103r). La errata pudo producirse por el ‘mucho más’ que sigue.

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No quiero que pienses que esto se entienda de sola la hermosura de las buenas faciones y miembros o cuerpos

solamente, antes acaece en el hablar y obrar ni más ni menos que esto; que si tuvieses una noble y príncipal señora bien compuesta, sentada a lavar paños en el arroyo de una calle pública, aunque por otra cosa no te diese pena della, en aquello que la viste hacer te enfadaría, y también en que no se mostraría una, sino muchas, porque su ser y estado sería de limpia y noble señora, y sus obras de vil y baja. Y puesto caso que por esto no te viniese della olor ni sabor malo, ni sonido ni color desagradable, ni en alguna manera diese enojo a tu apetito, pero desagradarte hía por sí aquella desconformidad y baja manera, y obra tan apartada de lo que ella es y representa.

Conviénete, pues, guardar mucho de cualquiera desconformidad como de aquestas desconvenientes128

maneras y tratos, aun con mayor cuidado de no dar nota ni escándalo de ti a nadie y mucho más que de las demás cosas que hasta aquí te he dicho; porque más difícil es de conocer cuando uno yerra en estas cosas que no en las otras; como sea verdad que más agible cosa se vee que es el sentir que el entender; pero no por eso deja de acontecer muchas veces que aquello mismo que enfada los sentidos129

desagrade también al entendimiento. Pero esto no será por la misma ocasión, sino por diversa, como dije arriba mostrando que el hombre sabio se debe vestir al uso de los otros hombres y no a su humor por que no dé muestra que lo quiera corregir y reprehender, lo cual es enfadosa cosa al gusto de la demás gente, que ama de ser loada. Pero también desplace al juicio de los hombres entendidos; porque no sólo se debe el hombre contentar de hacer las cosas buenas, pero estudiar de manera que sean gallardas y hermosas; y no es otra cosa esta gallardía sino una luz que resplandece da la conveniencia y conformidad de las cosas que son bien compuestas, sin la cual medida aun el bien no es hermoso ni la hermosura dél es agradable.

128 ‘cesconuenientes’ (104v). 129 ‘sentidosj esagrade’ (104v),

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Y así como la vianda, aunque fuese buena y sana, si le faltase el sabor no daría gusto, así también130

son algunas veces las costumbres de las personas; que aunque en sí no sean nocivas y dañosas, con todo eso, serían simples y amargas si no se les diese la gracia y gallardía, o lo que acá llamamos el donaire. Por lo cual, en los vicios y pecados cada uno por sí conviene que desagrade, pues en sí es desconviniente cosa, y los ánimos compuestos y atentados sienten enojos de su desconviniencia; y ansí, en todas cosas quien ama de ser agradable a la gente en el conversar debe huir los vicios, y mucho más los que son más sucios, como lujuria y avaricia, crueldad y los demás. De los cuales algunos son viles, como el ser glotón y embriagarse, y cada uno déstos, por su mala propiedad, son desechados y aborrecidos de las personas como cosas deshonradas. Pero porque aquí no hemos de tratar de la naturaleza de los vicios ni de las virtudes, sino de las agradables y desapacibles maneras y descuidos en que caen las gentes, como fue la de aquel conde Ricardo y otros de quien he tratado, no me detendré en ellos. Sólo es mi intento decir lo que conviene a las personas pláticas y bien acostumbradas, que es tener cuidado con aquesta medida y buena proporción de las cosas que tengo dichas. De la cual debemos usar en sus hechos y dichos, en el andar y en el estar quedo y asentarse, en el traerse, en el vestirse, en las palabras, en el callar y en el reposar, y, finalmente en cualquiera cosa que se hiciere. Y por esto hallo que no se debe el hombre aderezar a manera de mujer, pues no ha de ser el ornamente uno y la persona otra, como se han visto algunos, que traen los cabellos encrespados con hierros calientes, ni lavarse con aguas adobadas.

Ni debe andar nadie sucio ni oloroso, porque lo uno es de poltrones y lo otro de afeminados: y lo que mejor le está al

gentilhombre es oler a nada, que ni es bien ni mal; que ésta es la mejor limpieza.

Podría algunas veces usar desta curiosidad con unos buenos guantes traídos a131

130 ‘tambiem’ (105r).

descuido, y lo que mejor parece al que se precia de galán es traer rociados los lienzos con aguas olorosas, y en

131 ‘ad’ (106v).

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todo lo que es ropa blanca mucho aseo y limpieza; que quien lo puede hacer y no lo hace ofende los ojos de sus amigos, pues la limpieza es virtud y la porquería vicio; como dijo bien un santo Arzobispo que fue de Granada, a un su capellán que, pensando ganarle la voluntad con ánimo de ser proveído más presto, se quiso diferenciar de los otros capellanes en andar sucio y desaseado, el pescuezo de fuera, sin parecérsele ningún genero de camisa, y muy cabizbajo. Cconociendo el cuerdo Arzobispo su hipocresía, le dijo: «Padre, ésa no es sanctimonia, sino sucimonia. Andad con aseo y limpieza; de otra manera no granjearéis nada conmigo». O, por el consiguiente, le pareciera mal a este Perlado ver en sus criados la demasía de polideza y atavio que algunos usan, apretándose tanto la garganta y de suerte que si han de volver la cabeza a un lado no pueden sino con todo el cuerpo, y en los abanillos y guarniciones no se diferencian de los que traen las mujeres que se precian de bizarras. Y ansí, toda desproporción parece mal, como parecería132 mal al plático cortesano, por el contrario, andar bajado y desaliñado, sin cuidado de abrocharse y entallarse bien. Y no con el vestido manido, como cuentan de un hijo segundo de un señor, que como nunca le diese sino el vestido que dejaba su hermano mayor, habiendo caído enfermos entrambos, al tiempo133

que les traían para que comiesen pollos, escogieron el más manido para el mayor. Viendo, pues, esto el hermano segundo, dijo a sus padres; «¡Cómo, señores! ¿El pollo duro, y el vestido manido?», Estimose el dicho, y cayoles tanto en gracia, que de ahí adelante le díeron de vestir tan de nuevo como al hermano mayor.

Tus vestidos, como tenemos dicho, conviene que sean según el uso de los otros de tu tiempo, y en las nobles conversaciones

de hombres graves mal parecerían las plumas y penachos que usan los soldados en la guerra, ni las bordaduras134 y recamados, y mucho menos las armas135

132 ‘parecerian’ (107r).

y mallas que en la guerra parecen bien. Antes los curiosos caballeros y soldados que son pláticos, cuando se hallan en las Cortes y ciudades se moderan de tanta bizarria, en la cual suelen aventajarse por la mayor parte los que nunca estuvieron en la guerra

133 ‘riempo’ (107r). 134 `brodaduras’ (107v). 135 ‘arma’ (107v).

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ni salieron de sus tierras. Y en las ciudades y pueblos pacificos, los que andan muy armados y llenos de penachos no parecen bien, porque son como las ortigas y amapolas entre las yerbas dulces y domesticas de los huertos, y ansí, son mal recebidos en las conversaciones136

de los ciudadanos, como diferenciados dellos y su traje.

No debe el hombre honrado correr por la calle ni aguijar demasiado, como quien anda de portante, que es más de

mozos de espuelas y peones de servicio que no gente de bien, y, allende de esto, se sudan y afanan sin propósito alguno, cuando no hubiese mucha necesidad.

Ni por eso se debe andar tan de espacio y menudo como mujer, ni con tanto reposo como si fuese novia; ni cuando

camina aprisa vaya meneando el cuerpo y haciendo melindres como las mujercillas.

Ni llevar las manos colgadas, ni echar los brazos que parezca que va sembrando con ellos.

Hay algunos que cuando andan alzan los pies como caballos que se espantan, y echan las piernas hacia fuera como si las

sacasen de alguna arca o media hanega; otros que sacuden tan recio el pie en el suelo que es poco mayor el ruido de los carros; y tal hay que echa el un pie hacia fuera, y otros que van blandeando las piernas o se van sacudiendo y pavoneando. Las cuales cosas todas desplacen y dan desgracia; porque si tu caballo por ventura trae la boca abierta o mostra la lengua, aunque no impida para su bondad y fortaleza, con todo eso, por aquella fealdad valdría menos. Pues si la polideza y gallardía se aprecia en los animales (que no son racionales) y también en las cosas que no tienen ningún sentido (como serían ejemplo dos casas hechas en un mismo sitio y con una misma costa, si la una dellas tiene mejor medida y parecer que la otra, y por eso vale mucho más), cuánto se debe esta medida y polideza procurar y preciar más en los hombres, bien se deja entender.

136 Suplo ‘conversaciones’ (107v, final de pág.).

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No es bueno cuando están a la mesa rascarse. Y debese el hombre en aquel tiempo guardar de escupir, y si se hiciere, sea

por buena manera, disimuladamente. Que yo he oído decir que se ha visto nación que nunca escupían, pero nosotros bien nos podemos detener por un breve espacio.

Debemos también guardarnos de tomar la vianda con tanta agonía que por ello engendre zollipo137

o otro desapacible acto, como hace quien se apresura de manera que le convenga resollar recio o resoplar, con pesadumbre de toda la conversación.

Ni le conviene allí refregarse los dientes con la servilleta o con el dedo, ni enjaguarse la boca y escupir las enjaguaduras della

de suerte que todos le vean. Ni después de levantado de la mesa llevar en la boca el

mondadientes o palillo con que se monda, a guisa de pajaro que lleva pajas a su nido, ni sobre la oreja, como barbero.

Y quien trae colgado del cuello el escarbador de dientes no lo acierta; porque, allende de ser un estraño arnés para verle

sacar del seno a un gentilhombre, es instrumento de sacamuelas, y138 parecen hombres muy prevenidos para el servicio de la gula; que, según esto, bien podría traer la cuchara139

atada también del cuello.

No conviene recostarse sobre la mesa, ni henchir la boca de vianda de manera que hinche los carrillos. Ni se debe hacer

acto alguno por el cual muestre a otro que le haya contentado mucho la vianda o el vino, que son costumbres de taberneros o de parleros bebedores. Ni convidar a los que están a la mesa: «Vos no comistes esta mañana», o «¿Vos no tenéis aquí cosa que os dé gusto?», «Comed desto», lo cual no me parece bien, aunque aquel a quien convida le tenga por muy familiar y de casa; que aunque parece que tiene cuidado dél, es ocasión muchas veces para que el convidado coma con poca libertad, porque le parece que tiene lástima dél. Y por esto, el presentar a otro nada de lo que él tiene en su plato no creo le estaría bien, si él no fuese mucho mayor en grado que el otro, de

137 Hipo. En el orig.: ‘Collipo’ (109r). 138 Suplo ‘y’ (109v). 139 ‘tener la cucharra’ (109v).

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suerte que el presentado reciba honra; porque entre iguales parece que el que da se hace en cierta manera mayor que el otro, y puede acontecer pesarle a alguno que el otro le dé nada. Ni por eso tampoco se debe refrenar, ni volver lo que te ha presentado, porque no paresca que le desprecies o reprehendas.

CAPÍTULO QUINCE Del brindarse

L convidar a beber (cuyo uso, con vocablo forestero, llamamos brindis, que es el brindarse) de suyo es mala y torpe costumbre; y aunque en nuestros reinos algunos la quieren usar y entremeter, se debe huir della. Y si alguno te

convidare, podrás no aceptar el convite y decir que tú te das por vencido, dándole las gracias y teniendo en mucho el vino por cortesía, sin bebello.

Este brindis dicen ser antigua costumbre en las partes de Grecia, de donde oí referir a algunos que allí tuvo fama desto del

brindarse un buen hombre de aquel tiempo, llamado Socrates. Del cual cuentan que le duró toda la noche el brindarse a porfía con otro gran bebedor, llamado Aristófanes, y la mañana siguiente hizo una linda medida de Geometría sin errar un punto. Adonde mostró que el vino no le hubiese hecho estorbo, y esto por la continuación que tenía de haberse muchas veces arriscado a beber a porfía. Y aunque muchos mostraron140

su valor en el beber mucho y sobre apuestas sin perder el sentido, la victoria que han ganado es tal que lo debemos tener por vicio pestilencial y pecado muy torpe.

No muestres inconstancia en lo que ya no tiene remedio, y si estuvieres arrepiso de alguna cosa que hubieres hecho, no lo des a

entender a nadie, por no mostrar tu flaqueza; aunque por vía de donaire lo dio a entender un galán en un mote que sacó y no le estuvo mal. Del cual cuentan141

140 ‘mostrauan’ (110v).

que, habiéndole mandado una dama que saliese a una justa vestido de azul, él se ofreció de salir; y como

141 ‘cuenta’ (111r).

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no tuviese dineros para la librea ni otra cosa de que se proveer, vendió un negro que él tenía en mucho. Y, habiendo sacado la librea azul, como le hubiese después pesado por la falta que le hacía su negro, sacó este mote:

Del negro saqué el azul con que yo agora me alegro; mas, ¡por Dios, bueno era el negro!

No se debe nadie despojar de sus vestidos y ropa delante de otro, especialmente el descalzarse; porque podría acontecer que la parte del cuerpo que más se suele cubrir se descubriese con vergüenza dél y de quien le mira; ni peinarse ni lavarse las manos delante de gente que sea de cuenta, pues se debe hacer a solas en sus aposentos y no en público, salvo que esto del lavar las manos se puede hacer delante de todos cuando se sientan a la mesa; antes, en este caso, aunque estén limpias, se las deberia cada cual lavar para que el que come con él esté cierto de su limpieza. No se debe parecer delante de gente con la cofia o paño de tocar que se acostó la noche antes, ni salirse atacando allí, ni decir al que ves que está en su142

casa lo que vulgarmente dicen muchos: «¡Oh, señor! ¿Acá está vuesa merced? Ni es bueno acostumbrarse a tocarse y apretarse la cabeza de noche, como se ha visto hacer a algunos con tanto cuidado como las mujeres, si acaso no hay mucha necesidad para ello.

Tenía esta curiosidad de tocarse un gentilhombre recién casado, el cual, como de suyo fuese lampiño y mozo sin barba ninguna,

estando con su mujer en la cama entrole a buscar un labrador que le traía un despacho, y como entrase allá y los viese tocados y tan143

sin barbas el uno como el otro, preguntó: «¿Cuál de sus mercedes es el señor a quien vengo encaminado, por que no me yerre?». Entonces el marido quitose el paño de tocar y propuso de no se lo poner más hasta que le saliese la barba.

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142 ‘tu’ (111v).

Hay algunos que tienen por maña de torcer muchas veces la boca o los ojos, o de hinchar los carrillos, o soplar o hacer con el

rostro diversos movimientos, y otros que se embebecen tanto cuando

143 ‘tam’ (112r). 144 Suplo ‘5’ (112r).

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hacen alguna cosa, que sacan un palmo de lengua mientras están en aquello. Estos tales conviene que del todo dejen estos actos, como cuentan de145 la diosa Palas, que se deleitó un cierto tiempo en tañer la cornamusa o corneta. Aconteció, pues, que, sonándola un día por su pasatiempo sobre una fuente, se miró en el agua y, viendo los nuevos actos y movimientos que sonando le convenía hacer con el rostro, tuvo vergüenza de sí y luego arrojó la corneta. Y en la verdad hizo bien, por no ser instrumento de damas; antes es también desconveniente a los varones, sino es a los que lo tienen por oficio. Y lo mismo que parece mal en el rostro ha lugar en todos los miembros; porque no parece bien mostrar los dientes sin risa ni escarbar mucho la barba, ni refregar las manos una con otra, ni suspirar mucho y estar afligidos y quejándose, como muchos hacen, más por costumbre que tienen que no por ocasión; ni estarse estendiendo y desperezando, ni dar gritos: «¡Eu me! ¡Ay de mí!», como yo he visto hacer algunos. Ni es bueno hacer ruido con la boca en señal que se maravilla de alguna cosa, o por desprecio contrahacer cosa fea; porque las cosas contrahechas no están muy lejos de las verdaderas. No se debe reír sonlocadamente, con disformes visajes, ni reirse por costumbre, mas que por necesidad; ni tú te pagues mucho de tus dichos y146

145 ‘cuenta’ (112r).

movimientos, que es una loa de ti mismo, pues el reír toca al que oye y no al que dice. Débese, pues, poner cuidado en el menear del cuerpo, mayormente hablando, pues acontece estar tan embebecidos en lo que hablan que no miran en otra cosa, y hay algunos que menean la cabeza o vuelven los ojos, o levantan las cejas hasta la metad de la frente, o las bajan mucho, y tal hay que tuerce la boca, y algunos otros escupen y salpican la cara a aquellos con quien están hablando. Hállanse también otros que mueven tanto y tan apriesa las manos hablando, que parece que están amosqueando; que todas estas propriedades son enojosas; y, como decía Píndaro, todo aquello que tiene en sí suavidad y gusto fue hecho por mano de la gallardía y conformidad. Ora, pues, ¿qué podré yo decir del que sale del escritorio entre la gente con la pluma en la oreja, o trae en la boca el lienzo, o del que mete debajo de la mesa la una de las piernas, o del que escupe entre los dedos, y de otras innumerables boberías que se pueden echar de ver? En la prueba de las cuales no me entiendo

146 Suplo ‘y’ (113r).

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meter ni alargar más, pues habrá muchos147 que dirán que las que se han dicho son demasiadas. Y ansí, concluyo diciendo que no pienses que por cada una destas cosillas es un pequeño error;148 antes, de muchos pocos se hace uno grande; y así, tanto cuanto son menores, tanto es menester tener más cuidado de quitallos, porque no se echan de ver ni mira en ello149

quien les hace; que son como el gasto menudo que por su continuación consume la hacienda sin sentirse. Así, también estas ligeras culpas con su mucho numero gastan la buena crianza. Por lo cual, siendo de tanto momento, no se debe hacer donaire dellas.

F I N

147 ‘muuchos’ (113v), 148 En eds. posteriores: ‘…que porque cada una destas cosillas es un pequeño error

muchas juntas no sea mucho error’. 149 ‘ella’ (113v).

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TABLA DE LOS CAPÍTULOS QUE EN ESTE LIBRO SON CONTENIDOS

APÍTULO primero, que avisa de lo que se debe hacer y de lo que se debe guardar en la común conversación para ser bienquisto y amado de las gentes. Contiene diez y ocho

párrafos y avisos de mucho provecho .................................................. 19

Cap. II. De cosas contrarias al entendimiento150

y al gusto. Tiene diez y nueve párrafos muy gustosos ....................................................... 27

Cap. III. De los que con hechos y obras son desabridos. Contiene nueve párrafos .................................................................................... 33

Cap. IIII. De la manera que se debe tener en el hablar. Tiene ocho párrafos ................................................................................................ 37

Cap. V. De los que se ponen a contar sus sueños. Contiene dos párrafos151

............................................................................................ 40 Cap. VI. De los mentirosos. Tiene cuatro párrafos ............................. 42

Cap. VII. De los juegos ............................................................................ 44

Cap. VIII. De la jactancia. Tiene cuatro párrafos ................................. 45

Cap. IX. De las cerimonias. Contiene tres cerimonias y veinte párrafos ................................................................................................ 49

Cap. X. De las palabras afectadas. Tiene cuatro párrafos .................. 61

Cap. XI. De los encarecimientos. Tiene veinte y tres párrafos .......... 63

Cap. XII. Del hablar continuado. Contiene seis párrafos ................... 75

Cap. XIII. De las novelas y cuentos. Tiene diez y ocho párrafos ...... 77 Novela del Gran Soldán .............................................................. 78

Cap. XIIII. De los que se dan a la poesía sin tener partes bastantes. Contiene treinta y nueve párrafos ................................................... 94

Cap. XV. Del brindarse. Tiene cinco párrafos .................................... 109

FIN DE LA TABLA

150 ‘entendimientos’. 151 ‘paffos’.

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