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1 Historia de España

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1H i s t o r i a d e E s p a ñ a

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S O L U C I Ó N D E L A P R U E B A D E A C C E S OAUTORA: Marta Monje Molina

Primera partea) Pueblos prerromanos. Conjunto de pueblos de la

Península Ibérica y las Islas Baleares que, durante la Edaddel Hierro y hasta la llegada de los romanos (entre lossiglos VIII y III a. C.), configuraron varias culturas indíge-nas con distintos grados de desarrollo y de relación conlos pueblos del Mediterráneo. Todos ellos terminaron, deun modo u otro, sometidos a la autoridad de Roma, aun-que asimilaron de forma diferente la cultura de los con-quistadores.

Los pueblos prerromanos pertenecían a tres grandesgrupos culturales: iberos, celtas y preceltas y celtíberos.Los iberos, procedentes del norte de África, formabanparte de un grupo de pueblos camítico-semíticos cuyoorigen se sitúa en el Cáucaso. Los celtas procedían deEuropa occidental y de la fusión de ambas culturas sur-gieron los pueblos conocidos como celtíberos. La natu-raleza, composición y distribución de estos pueblos esrelativamente bien conocida gracias a las fuentes grie-gas y romanas.

� Los iberos. Ocupaban la mitad oriental de la Penínsu-la Ibérica: este de los Pirineos, litoral mediterráneo,parte del Sistema Ibérico, La Mancha y el valle delGuadalquivir, incluyendo Sierra Morena. A este grupopertenecían diferentes pueblos como los turdetanosy túrdulos (valle del Guadalquivir); mastienos (litoralalmeriense); bastetanos (Murcia); oretanos (La Man-cha); contestanos e ilercavones (litoral valenciano);edetanos e ilergaones (este del Sistema Ibérico); lace-tanos, layetanos, indigetes, ilergetes y ceretanos(situados entre el bajo valle del Ebro y los Pirineos) ybaleáricos (Islas Baleares). Eran pueblos agrícolas, dis-ponían de alfabeto y habían desarrollado una lengua.Su organización social se articulaba en torno a unaaristocracia y jefes de tribu. Sus dioses no solían tenerforma humana, excepto la Gran Madre o Madre Tierra.Apreciaban los valores guerreros y heroicos. En Balea-res eran muy apreciados sus mercenarios (honderosbaleáricos). Entre los principales restos arqueológicosque se conservan de estos pueblos figuran el santua-rio del Cerro de los Santos (Albacete) y el santuario-palacio de Cancho-Roano (Badajoz); el toro con cabezahumana conocido como Bicha de Balazote (Albacete)y esculturas como la Dama de Baza (Granada) y laDama de Elche (Alicante).

� Los celtas y preceltas. Ocupaban la mitad occidentalde la Península Ibérica. Sus principales pueblos eranlos cinetes (al oeste del Guadiana), lusitanos (valle delTajo), carpetanos (Montes de Toledo), vetones y vac-

ceos (entre los cursos medios de los ríos Tajo y Due-ro), turmódigos (Submeseta Norte), berones (oestedel Sistema Ibérico), galaicos (Galicia), astures (Astu-rias), cántabros (Cantabria), autrigones, caristios, vár-dulos (costa del Cantábrico oriental) y vascones (entreel curso medio del Ebro y los Pirineos occidentales).Vivían de la ganadería y poseían asentamientos forti-ficados permanentes (castros). Probablemente esta-ban relacionados con la cultura de campos de urnasde Centroeuropa. Resistieron tenazmente la conquis-ta romana. Los restos arqueológicos más destacadosde esta cultura son los Toros de Guisando (Ávila), elcastro de Coaña (Asturias) y el asentamiento de Cela-da Marlantes (Asturias).

� Los celtíberos. Ocupaban una posición intermediaentre los dos grupos anteriores, en torno al curso altode los ríos Tajo y Duero y el curso medio del Ebro. Losprincipales pueblos de esta cultura eran, de norte asur, los pelendones, arévacos y celtíberos. Fueron coti-zados mercenarios, valorados por su devoción al jefe,su sentido del honor y de la hospitalidad y su valentíaen el combate. Famosos por su barbarie, salvajismo ysu tendencia al bandolerismo y al pillaje, sostuvieronencarnizados enfrentamientos con los romanos. Losrestos arqueológicos más destacados de esta culturase encuentran en Numancia (Soria).

A partir del año 750 a. C., las culturas indígenas de laPenínsula y de las Islas Baleares entraron en contactocon otros pueblos más desarrollados que procedían delMediterráneo oriental: los fenicios y los griegos. Estospueblos conocían el alfabeto y practicaban la escritura,realizaban unos ritos religiosos más sofisticados y sutecnología era más avanzada, pues empleaban ya el hie-rro, aún desconocido en Occidente.

Los fenicios eran un pueblo oriental de comerciantesprocedentes de ciudades estado situadas en el actualLíbano. Fundaron Gades o Gadir (Cádiz), probablementeen el siglo VIII a. C., Malaca (Málaga), Abdera (Adra) y Sexi(Almuñécar). Su influencia cultural fue importante enBaleares y en toda la Península, especialmente en el sud-este. De influencia fenicia, en la zona del Bajo Guadal-quivir, existía, al parecer, un país rico llamado Tartesos,del que se han encontrado restos relacionados con ritos,objetos y tecnologías orientales como la orfebrería finade oro del tesoro del Carambolo (Sevilla).

Los griegos llegaron hacia el siglo VII a. C. Eran focen-ses (originarios de Focea, en Asia Menor) y fundaronEmporion (Ampurias/Empúries) y, después, Rhode(Rosas). Junto con los fenicios, introdujeron la vid y el

Opción A

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olivo y las primeras monedas acuñadas en la PenínsulaIbérica.

Los cartagineses procedían de Cartago, ciudad nortea-fricana de origen fenicio; a partir del siglo VI a. C., se con-virtieron en la potencia hegemónica del área. Aparte debuscar metales, reclutaron mercenarios para sus guerrascon los romanos (guerras púnicas).

b) Reino de Pamplona. Denominación original del reinode Navarra que se mantuvo hasta mediados del siglo XII.Sus orígenes se remontan a las luchas que sostuvieronlos vascones por alcanzar la independencia frente a losmusulmanes y los francos. A lo largo del siglo VIII el valledel Ebro se sometió sin apenas resistencia a los musul-manes, quienes establecieron guarniciones en Pamplo-na, Huesca y Zaragoza. Sin embargo, los vascones, quehabitaban ambos lados de los Pirineos, mantuvieron laresistencia, como antes los habían hecho contra los visi-godos.

A mediados del siglo VIII, expulsaron de Pamplona a losinvasores islámicos y durante los años siguientes losjefes de las tribus vascas (Ibn Belascot, Jimeno el Fuerte)lucharon por mantener su independencia. Paralelamen-te, una estirpe de muladíes, los Banu Qasi, se hizo con elcontrol del valle del Ebro. A principios del siglo IX, uno desus miembros, al-Mutarrif, gobernaba en Pamplona, quefue ocupada poco después por Carlomagno. En 816, Íñi-go Íñiguez, miembro del clan de los Arista, se alió conMusa ibn Musa, perteneciente a los Banu Qasi, y expulsó alos carolingios de la ciudad. Se constituyó entonces elreino de Pamplona, que logró sobrevivir gracias a ladebilidad carolingia y a la alianza con los Banu Qasi fren-te al emirato de Córdoba.

La alianza con los Banu Qasi se rompió en 858, cuando losnormandos remontaron el valle del Ebro, alcanzaronPamplona y se apoderaron del rey García Íñiguez ante lapasividad de Musa ibn Musa. Liberado tras pagar un res-cate, García Íñiguez se alió al rey asturiano Ordoño I y en859 derrotó a Musa ibn Musa en la batalla de Albelda. Enrepresalia, los Banu Qasi permitieron el paso al ejércitodel emir de Córdoba, que tomó Pamplona y secuestró alhijo del rey, Fortún. A su regreso, Fortún Garcés I el Tuer-to, ocupó el trono del reino de Pamplona (870-905) ymantuvo la amistad con el emirato.

A principios del siglo X, se produjo un cambio de dinas-tía, cuando un miembro de la familia de los Jimeno, San-cho Garcés I (905-925), se hizo con el trono. Aliado al rei-no de Asturias, el monarca aprovechó la debilidad delemirato de Córdoba y avanzó hacia La Ribera y La Rioja.En 917 venció en San Esteban de Gormaz al emir cordo-bés, aunque este pudo vengar la derrota en Valdejun-quera tres años después. Pese al saqueo de Pamplonapor los musulmanes (924), Sancho Garcés I consolidósus avances territoriales y logró una posición de influen-cia en el reino de Asturias y el condado de Aragón. Laboda de su hijo, García Sánchez I (925-970) con Andre-goto Galíndez, hija del conde de Aragón Galindo II, hizoposible la anexión del condado de Aragón al reino de

Pamplona. Su sucesor, Sancho II, fue derrotado porAlmanzor en la batalla de Rueda (984). Tanto él como suhijo, García Sánchez II, hubieron de someterse al hayibandalusí.

Con Sancho Garcés III el Mayor (1004-1035), el reino dePamplona alcanzó su momento de mayor poder. Estemonarca incorporó al reino Sobrarbe y Ribagorza, yextendió sus posesiones por el valle del Ebro y el este deSoria. Intervino en el reino de León y se hizo con el con-trol del condado de Castilla. Favoreció la introducciónde las corrientes de pensamiento europeas a través dela orden de Cluni, bajo cuya observancia puso losmonasterios de San Juan de la Peña y de Leire, e impulsóel Camino de Santiago. A su muerte dividió sus domi-nios entre sus hijos Fernando (Castilla), Ramiro (Aragón),Gonzalo (Sobrarbe y Ribagorza) y García de Nájera(1035-1054), que conservó el reino de Pamplona.

Muerto García ante Fernando I de Castilla en la batallade Atapuerca, el reino de Pamplona perdió Álava, Vizca-ya y Santander. A la muerte de Sancho IV de Peñalén(1054-1076), el reino cayó en manos de Aragón. En 1134García Ramírez el Restaurador recuperó el trono dePamplona. Durante el reinado de su sucesor, Sancho elSabio (1150-1194), comenzó a utilizarse la denomina-ción de reino de Navarra.

c) Tribunal de la Inquisición. Institución eclesiástica cons-tituida en el siglo XIII para reprimir los delitos contra la fe.En Castilla y Aragón recibió un nuevo impulso a finalesdel siglo XV. El Consejo de la Suprema Inquisición fuecreado por los Reyes Católicos en los primeros años desu reinado con el objetivo de que todos sus súbditosprofesaran la misma fe. Isabel y Fernando considerabanuna obligación restaurar la unidad religiosa de la épocavisigoda y tener por súbditos a buenos y sinceros cristia-nos. En este sentido, la existencia de importantes mino-rías de judíos y mudéjares constituía un problema. Parasolucionarlo crearon una institución que persiguiese alos falsos conversos, es decir, aquellos que, pese a haberabrazado la fe cristiana, persistían en sus antiguos ritos ycostumbres religiosas. La Inquisición constituyó, ade-más, un importante instrumento político, ya que fue laúnica institución que se impuso en todos sus reinos,incluyendo Canarias y, más tarde, las Indias. En la Coronade Aragón existía un Tribunal de la Inquisición desde elsiglo XIII. Controlado por el papado y los dominicos, sumisión original de perseguir herejes había quedadoobsoleta. Isabel y Fernando decidieron darle un nuevosentido y crearla en Castilla.

Autorizado por el Papa en 1478, el primer Tribunal de laInquisición, a cargo de los dominicos, comenzó a funcio-nar en Sevilla dos años después. Más tarde, la Inquisiciónse implantó en el resto de Castilla y los demás reinos. Ensus primeros años, se empleó con un rigor máximo,especialmente contra los judeoconversos. En los siglossiguientes, amplió su campo de acción a moriscos,protestantes y a todos aquellos cuyas conductas se con-sideraban desviaciones morales (blasfemia, brujería,

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homosexualidad…). La Inquisición se mantuvo vigentehasta el siglo XIX. Las Cortes de Cádiz abolieron la institu-ción, aunque Fernando VII, a su regreso en 1814, la reins-tauró. La Inquisición se abolió definitivamente en 1820,durante el Trienio Liberal.

d) Expulsión de los moriscos. Acontecimiento políticoocurrido a principios del siglo XVII, que supuso la salidade los reinos de la monarquía hispánica de unos tres-cientos mil musulmanes convertidos al cristianismo(moriscos). Los musulmanes que quedaron en la Penín-sula tras la caída del reino de Granada (1492), es decir,los antiguos habitantes de al-Ándalus, se denominaronmudéjares («islámicos en tierra cristiana»). En principiosu vida, posesiones y prácticas religiosas fueron respeta-das, como había sucedido con las minorías musulmanasresidentes en los diferentes reinos cristianos peninsula-res. Posteriormente, en 1502 y tras varias sublevacionesde la población mudéjar en Granada, se ordenó quetodos los musulmanes de Castilla se convirtiesen al cris-tianismo o partiesen al exilio; en 1526 se dictó en Ara-gón una medida similar.

Los musulmanes convertidos al cristianismo fueron lla-mados moriscos. Pese a su conversión, mantuvieron suscostumbres y constituyeron una minoría diferenciada,que se dedicó fundamentalmente a la agricultura. A lolargo del siglo XVI, fueron objeto de una presión crecien-te por parte de las autoridades y de la Inquisición. Estapresión provocó el estallido de la revuelta de los moris-cos de Granada (Guerra de las Alpujarras, 1568-1570).Tras su derrota, la mayoría de los moriscos supervivien-tes (unos 80 000) fueron deportados y repartidos porCastilla.

El duque de Lerma, valido del rey Felipe III, decidió la expul-sión de esta minoría, que se llevó a cabo entre los años1609 y 1614. Es probable que esta decisión se tomara,en cierta medida, para apaciguar una sociedad descon-tenta en un período de crisis económica. Los moriscosconstituían una mano de obra servil muy útil a losnobles terratenientes, pero las presiones favorables a suexpulsión crecieron a medida que la crisis económicafue debilitando la influencia de este sector de la noble-za. Los eclesiásticos consideraban a los moriscos falsosconversos que se negaban a adaptarse a la sociedadcristiana; se adujo, además, el peligro que representabanpara la seguridad de los reinos por la posibilidad de quese aliaran con los turcos y por el bandolerismo protago-nizado por algunos de sus miembros. Finalmente, en1609 los moriscos de Valencia fueron expulsados, y unaño después los de Castilla y Aragón. En conjunto, repre-sentaban el 4 % de la población española en el siglo XVII,pero en Valencia sumaban un tercio de la población y enAragón alcanzaban el 20 %. Las economías agrarias deambos reinos se vieron profundamente afectadas por lamedida.

e) Guerra de Sucesión española. Conflicto armado libradoa principios del siglo XVIII entre los partidarios de instau-rar la dinastía de los Borbones en España y quienes

defendían al candidato de la rama austriaca de los Habs-burgo tras la muerte sin herederos de Carlos II el Hechi-zado. En su testamento, el último monarca de la dinastíade los Austrias dejó los reinos españoles a Felipe,duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y bisnietode Felipe IV. Sin embargo, existía otro candidato al trono,el archiduque Carlos de Habsburgo, hijo del emperadorde Alemania y descendiente de Felipe III de España. Lamayor parte de las potencias europeas no querían quelos Borbones ocuparan los tronos de Francia y España.Por esa razón, cuando Felipe de Anjou llegó a Madrid ytomó posesión del trono con el nombre de Felipe V(1701), los Habsburgo, las Provincias Unidas e Inglaterraformaron una Gran Alianza con Portugal, Prusia y elducado de Saboya. El enfrentamiento de ambos bandosdio inicio a la Guerra de Sucesión Española (1701-1715).

La guerra tuvo varios escenarios: las fronteras de Fran-cia, los territorios españoles de Milán y Flandes, las pose-siones franco-españolas de ultramar y la Península Ibérica,donde en 1704 desembarcó Carlos de Habsburgo. Cas-tilla se alineó con Felipe V, mientras Aragón, Cataluña,Mallorca y Valencia apoyaron a Carlos de Habsbur-go, quien llegó a ocupar Madrid en dos ocasiones. Sinembargo, chocó con la hostilidad de las clases popula-res. Por este motivo, convirtió Barcelona en su centro deoperaciones en la Península Ibérica. Las tropas de Felipe Vderrotaron a la Gran Alianza en Almansa (Albacete,1707), Brihuega y Villaviciosa (Guadalajara, 1710). Trasestas batallas solo Cataluña y Baleares quedaron fueradel control de Felipe V. La muerte sin descendencia delemperador de Alemania, hermano del archiduque Car-los, en 1711, obligó a este a asumir el trono imperial conel nombre de Carlos VI. Esta circunstancia favoreció lasnegociaciones de paz: por un lado, los países que com-ponían la Gran Alianza no estaban dispuestos a que losHabsburgo dominasen gran parte de Europa; y por otro,Felipe V renunció al trono francés. Ambos bandos firma-ron la Paz de Utrecht, constituida por los tratados deUtrecht (Países Bajos, 1713) y Rastadt (Alemania, 1714).

Los aliados abandonaron Cataluña y Baleares, que senegaron a aceptar a Felipe V. Barcelona cayó tras unduro asedio (1714), y las islas de Mallorca e Ibiza lo hicie-ron en 1715. El final de la guerra tuvo consecuencias deorden internacional. El Reino Unido se consolidó comopotencia naval y comercial: se apoderó de Gibraltar yMenorca, y obtuvo concesiones de Francia en ultramar.Además, recibió el derecho a participar en el comerciocon las Indias (navío de permiso) y se hizo con el mono-polio del tráfico de esclavos africanos (asiento denegros) en América. Por último, frenó la expansión fran-cesa hacia Italia y Flandes, y se convirtió en el árbitro deEuropa. Los Habsburgo controlaron el Imperio alemán yocuparon Flandes, hasta entonces una posesión españo-la. Además, se repartieron, con el ducado de Saboya, losdominios italianos de España. Portugal adquirió Coloniadel Sacramento, ubicada en el Río de la Plata, un centroimportante de comercio y contrabando con las Indiasespañolas. A nivel interno, la guerra supuso la desapari-

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ción de las instituciones propias de los reinos orientales(Aragón, Cataluña, Mallorca y Valencia) como conse-cuencia de la promulgación de los decretos de NuevaPlanta (1707-1716).

Segunda partea) El gráfico muestra el ritmo con que se construyó la red

de ferrocarriles en España entre los años 1850 y 1935. Setrata de un gráfico lineal. En el eje horizontal se sitúanlos años. En el eje vertical se ha situado una escala referi-da al número de kilómetros de vía instalada.

Un primer dato que se deduce de la lectura del gráficoes el retraso con que comenzó la construcción de la redferroviaria en España: en 1850 apenas se había iniciado.Desde entonces y hasta 1935, se superaron ligeramentelos 12 000 kilómetros. En el período pueden distinguirsedos fases: una primera de fuerte crecimiento entre 1850y 1900, durante la cual se alcanzaron los 11 000 kilóme-tros de vía (más del 90 % de la red ferroviaria); en lasegunda fase, entre 1900 y 1935, apenas se superaronlos 1 000 kilómetros. Dentro de la primera fase se obser-van a su vez cuatro períodos: un primer momento decrecimiento muy leve (entre 1850 y 1855), en el que nose llegó a los 500 km, seguido de otro de construcciónmuy intensa entre 1855 y 1865, durante el cual se insta-laron más de 4 000 kilómetros de vía y que fue conse-cuencia de la promulgación de la Ley de Ferrocarriles(1855); en el decenio siguiente (1865-1875) se puedeobservar una desaceleración con respecto al períodoanterior (1 500 km), que fue consecuencia de la crisiseconómica y la Tercera Guerra Carlista; entre 1875 y1900 se produjo una nueva aceleración del ritmo deconstrucción que, sin alcanzar los niveles del período1855-1865, se mantuvo constante hasta 1900. El creci-miento prosigue débilmente hasta 1905 y desde eseaño hasta 1925 la línea del gráfico se mantiene prácti-camente plana. A partir de 1925, el crecimiento vuelvea reactivarse ligeramente hasta alcanzar la cota de los12 000 km en 1930, que fue superada ligeramente a lolargo del lustro siguiente.

b) En España, los primeros proyectos para la construcciónde líneas férreas se elaboraron en la década de 1830, y alfinal de la misma tuvo lugar la inauguración de la prime-ra de ellas, aunque fuera del territorio peninsular, enCuba: la línea La Habana-Güines (1837), impulsada porlos industriales azucareros de la isla. España se convertíaasí en el séptimo país del mundo en establecer el ferro-carril, y Cuba en el primer territorio de Hispanoaméricaen disponer de este servicio.

Sin embargo, la construcción del ferrocarril se vio obsta-culizada por una serie de factores negativos. En primerlugar, una baja densidad demográfica, que hacía pocorentables las grandes inversiones que requería estemedio de transporte, más aún en un país como España,cuya orografía dificultaba notablemente la construcciónde líneas. A ello se sumó una situación política adversa,marcada por la Primera Guerra Carlista y el elevado défi-cit del Estado. Consecuencia de ello fue el abandono de

los proyectos iniciales para la construcción de las prime-ras líneas férreas.

Sin embargo, existía una clara conciencia de la necesi-dad de establecer una red de ferrocarriles que permitie-se superar las deficiencias del sistema de vías terrestres—agravadas por la falta de vías de transporte fluvial— yfavorecer la creación de un mercado nacional queimpulsara el desarrollo económico. Estos condicionantesmarcaron uno de los rasgos de los primeros años delferrocarril en España: el elevado peso del Estado y de lainversión extranjera en su construcción. La Administra-ción dio los primeros pasos a través de la Real Ordensobre Creación de Ferrocarriles (1844), que determinólas características básicas de la red ferroviaria española:distribución radial desde la capital hacia el resto delterritorio, sistema de concesiones, participación del Esta-do y ancho de vía propio —15 centímetros superior a lanorma europea para permitir la instalación de calderasde mayor tamaño en las locomotoras y superar las difi-cultades orográficas—. En los años siguientes se cons-truyeron las primeras líneas en territorio peninsular (Bar-celona-Mataró, 1848; Madrid-Aranjuez, 1851), aunque eldesarrollo de la red en esta época padeció enormesdeficiencias, tanto técnicas como de planificación. Ade-más, la Real Orden provocó un proceso especulativo yun aumento notable de la corrupción, que constituye-ron un factor importante en el clima de descontentoque condujo a la Revolución de 1854. En ese momentoapenas se había producido un desarrollo apreciable dela red ferroviaria. Aún no se habían alcanzado los 500 km.España llevaba un considerable retraso con respecto alas principales potencias europeas: Reino Unido y Ale-mania alcanzaron la cota de los 5 000 km antes de quefinalizara la década de 1840; Francia lo logró en 1855.

La llegada de los progresistas cambió la situación. Consi-deraban clave el desarrollo del ferrocarril para la moder-nización de la sociedad y la economía españolas. Un añodespués de su acceso al poder se aprobó la Ley Generalde Ferrocarriles (1855), que concedió importantes incen-tivos a la construcción ferroviaria. La nueva ley propicia-ba la formación de sociedades anónimas, facilitaba elpago de subvenciones, ofrecía garantías contra determi-nados riesgos y desgravaba la importación de materialferroviario. Además, se complementó con una legisla-ción financiera adicional —leyes de Bancos de Emisión yde Sociedades de Crédito—. Consecuencia de estasmedidas fue la entrada masiva de capital, especialmentede origen francés (Crédit Mobilier, familia Rothschild), yun aumento considerable en el ritmo de construcciónde la red ferroviaria. Entre 1855 y 1865 se completaron4 500 km de vía, aunque el proceso se llevó a cabodemasiado deprisa, lo que originó deficiencias técnicas.

Al final del período las expectativas de beneficio demos-traron ser falsas. Las compañías que explotaban el ferro-carril tuvieron numerosas dificultades de financiacióny no percibían ingresos suficientes. Se abrió ademásuna etapa de crisis económica internacional (Guerrade Secesión estadounidense, crisis del algodón), que se

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agravó en España con la quiebra del sistema bancario yuna serie de malas cosechas. Una de las consecuenciasde este ciclo recesivo, además de la caída de Isabel II, fuela ralentización en el ritmo de construcción del ferroca-rril. A partir de 1876, superadas la fase de inestabilidadpolítica del Sexenio Democrático y la Tercera GuerraCarlista, se dio un nuevo impulso a la construcción delíneas férreas. Fue clave la promulgación de la Ley Gene-ral de Ferrocarriles (1877). Con ella se pretendía, ademásde confirmar la legislación anterior y apaciguar a losinversores tras el último conflicto armado con los carlis-tas, completar la red ferroviaria mediante el tendido delíneas transversales y periféricas, la superación de puntosde especial complicación (puerto de Pajares) y la construc-ción de una red de vía estrecha destinada al transportede pasajeros a nivel comarcal y de determinadas mer-cancías. A la nueva legislación se unió el clima debonanza económica que caracterizó los primeros añosde la Restauración. Consecuencia de ambos factores fueuna fase de intensa construcción de la red ferrovia-ria, que pasó de los 6 000 km de longitud en 1875 a los11 000 aproximadamente en 1900, prácticamente eltotal del período 1850-1935. Algunas de las líneas cons-truidas en esta época fueron las de Bilbao-San Sebas-tián; Madrid-Cáceres-Portugal, y Huelva-Sevilla.

En esta época se produjo un proceso de reagrupamien-to de las empresas del sector. A finales de siglo teníanuna clara posición de predominio la Compañía de losCaminos de Hierro del Norte de España (Norte) y laCompañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza yAlicante (MZA). En 1900 las cinco mayores compañíasferroviarias controlaban el 86 % de las líneas. Construidala parte esencial de la red, las compañías se enfrentarona una serie de problemas que no pudieron superar a lolargo de las primeras décadas del siglo. Los escasos már-genes de beneficio provocaron una inversión insuficien-te en material y deficiencias en el mantenimiento de lared, pese a que se produjo un aumento importante deltráfico, tanto de mercancías (impulsado por la PrimeraGuerra Mundial), como de pasajeros. El ferrocarril sehabía convertido ya en aquella época en un serviciobásico, y los gobiernos del rey Alfonso XIII comenzaron atrazar planes para una mayor implicación del Estado ensu gestión. A lo largo de la década de 1920 se fue esta-bleciendo un consenso sobre la necesidad de nacionali-zar la red ferroviaria. En 1926 se constituyó la Jefatura dela Explotación de los Ferrocarriles por el Estado (EFE),organismo estatal destinado a gestionar las empresasferroviarias en dificultades. Durante la Segunda Repúbli-ca se aprobó una ley que permitía la intervención delEstado en consorcio con las empresas propietarias de laconcesión de líneas ferroviarias y se produjeron variasintervenciones de la Administración mediante la incau-tación o asunción de determinadas líneas como serviciopúblico. Pese a lo dicho, a mediados de la década de1930 un 72 % de la red ferroviaria seguía en manos pri-vadas. Tras la Guerra Civil, el gobierno de Franco promul-gó la Ley de Bases de Ordenación Ferroviaria y de los

Transportes por Carretera, por la que se constituyó laRed Nacional de Ferrocarriles Españoles (RENFE), socie-dad estatal destinada a la gestión y explotación de losferrocarriles de vía ancha.

El ferrocarril desempeñó un papel importante en el des-arrollo económico e industrial de España. Si bien inicial-mente buena parte del capital, la tecnología y la iniciati-va empresarial provino de Francia, la implantación delarancel de 1890 estimuló la demanda de la industriasiderúrgica y mecánica nacional (Maquinista Terrestre yMarítima). También impulsó el desarrollo de otros secto-res, como el maderero y el hullero. A medio plazo tuvoun efecto dinamizador de la economía española: fue unfactor de peso en la creación de un mercado nacional yen la superación del aislamiento entre las diferentesregiones españolas.

Tercera parteEl Bienio Reformista es la denominación que reciben losdos primeros años de la historia de la Segunda Repúblicaespañola. El período abarcó desde la proclamación del nue-vo régimen, el 14 de abril de 1931, hasta septiembre de 1933,y se caracterizó por los ambiciosos proyectos de reformaimpulsados desde el Gobierno. Puede dividirse en dos fases:la primera de ellas ocupa los ocho primeros meses del régi-men republicano, hasta la aprobación de la nueva Constitu-ción, en diciembre de 1931; la segunda está dominada porla figura de Manuel Azaña, presidente del Gobierno desdeoctubre de ese mismo año.

En la primera fase se produjo la formación, en medio delentusiasmo popular, de un Gobierno provisional tras eldesplome de la monarquía, provocado por los resultadosfavorables obtenidos en las elecciones municipales del 12de abril por la Conjunción Republicano-Socialista en lascapitales de provincia y en las grandes ciudades. DichoGobierno estaba compuesto por antiguos monárquicos —entre los que figuraba quien lo presidía, Niceto Alcalá-Zamora—, republicanos, regionalistas moderados y socialis-tas. Su principal tarea fue convocar elecciones a Cortesconstituyentes (junio de 1931). El 2 de mayo el cardenalSegura, primado de España, publicó una carta pastoral encontra del nuevo régimen. Unos días después estalló unmotín popular, provocado por la inauguración de un círculomonárquico en Madrid, que derivó en la quema de con-ventos y edificios religiosos en varias ciudades españolas(10-13 de mayo). La derecha hizo responsable al Gobiernode lo sucedido.

Las elecciones de junio dieron la victoria por una ampliamayoría a los partidos de la coalición en el poder (por esteorden: socialistas, radicales, radical-socialistas y AcciónRepublicana de Azaña). Durante los debates sobre el textode la Constitución se produjo una primera crisis de Gobier-no, al dimitir Alcalá-Zamora como consecuencia de la apro-bación de los artículos referentes a la cuestión religiosa(octubre). Le sustituyó Manuel Azaña, líder de una forma-ción minoritaria pero que gozaba de gran prestigio inte-lectual y estaba teniendo una actuación destacada comoministro de la Guerra.

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El 9 de diciembre de 1931 se aprobó la Constitución, por laque se implantaba en España un régimen republicano,democrático y parlamentario. El origen de la soberanía resi-día explícitamente en «el pueblo». La primacía la tenía elpoder legislativo, unicameral, representado por el Congresode los Diputados. Sometido a este se encontraban el poderejecutivo (el jefe del Gobierno y el presidente de la Repúbli-ca) y el Tribunal Supremo, cúspide del poder judicial. Enjunio de 1931 los diputados a Cortes constituyentes se eli-gieron mediante sufragio general masculino. En los siguien-tes comicios, celebrados dos años después, las mujerespudieron ejercer su derecho al voto por primera vez en lahistoria de España. El presidente de la República era desig-nado de forma indirecta a través de compromisarios.

En lo que respecta a la organización territorial, se contem-plaba la aprobación de estatutos de autonomía para lasregiones, para lo cual estas debían presentar un proyectoque se sometería a referéndum en su región y debía ser apro-bado en las Cortes. Se afirmaba además de modo tajante laseparación entre Iglesia y Estado y se establecía la igualdadde trato hacia las confesiones religiosas. Se terminaba conel subsidio al clero y se prohibía ejercer la enseñanza a lasórdenes religiosas, a las que también se privaba de inmuni-dad fiscal. Se admitía, asimismo, la posibilidad del divorcio.En la Constitución de 1931 también se recogía una extensaserie de derechos individuales (libertad de conciencia yexpresión, garantías procesales, etc.) y sociales (acceso a laSeguridad Social, protección del trabajo infantil y feme-nino, limitación de la jornada laboral, salario mínimo). Selimitó el derecho a la propiedad: esta podía ser expropiadapor motivo de utilidad social a cambio de una indemni-zación. Se estableció, asimismo, la posibilidad de naciona-lizar servicios de interés común o públicos (transportes,telefonía…).

Fue elegido presidente de la República Niceto Alcalá-Zamo-ra. Se produjo entonces una segunda crisis de Gobierno,provocada por la salida de los radicales liderados porLerroux, quien esperaba atraerse desde la oposición a la opi-nión pública republicana moderada. Azaña siguió al frentedel ejecutivo y mantuvo la política reformista iniciada por elGobierno provisional constituido el 14 de abril de 1931. Losprincipales aspectos de dicha política son los siguientes:

� Reforma agraria, con la que se pretendió realizar unaredistribución de la propiedad de la tierra para satisfacerla demanda de los jornaleros. La Ley de Reforma Agraria(septiembre de 1932) tuvo el inconveniente de que seaplicó en todo el país en lugar de ceñirse a los latifun-dios del sur, molestando a muchos pequeños y media-nos propietarios.

� Reformas laborales, promovidas por el socialista LargoCaballero, ministro de Trabajo, que crearon un nuevomarco de relaciones laborales. Destacan la Ley de Con-tratos de Trabajo y la Ley de Jurados Mixtos, y las de apli-cación exclusiva en el campo (leyes de Términos Munici-pales, de Laboreo Forzoso y de Accidentes de Trabajo enel Campo). Además, se impuso la jornada laboral deocho horas en la agricultura.

� Fortalecimiento del Estado civil y laico. A este campopertenecen las medidas impulsadas por Azaña comoministro de la Guerra. Sus objetivos eran reducir el enor-me número de oficiales, reorganizar la administración yla enseñanza militar, modernizar las escalas y someter lajurisdicción militar a la civil. Al ámbito del fortalecimien-to del Estado laico pertenecen las leyes de Congregacio-nes Religiosas (1933) y de Divorcio (1932), así como lasecularización de los cementerios. Estas medidas, junto a la expulsión del cardenal Segura y la quema de con-ventos y edificios religiosos de mayo de 1931, ademásde la tajante separación entre Iglesia y Estado del nuevorégimen, provocaron la oposición del clero (práctica-mente en bloque) y del catolicismo militante al Gobier-no de la Segunda República.

� Reforma educativa. El objetivo fue crear un sistema edu-cativo público y laico. Se estableció la coeducación y seprohibió a las asociaciones religiosas que ejercieran laenseñanza. Además, se mejoró la formación de los docen-tes y se construyeron nuevas escuelas primarias e insti-tutos. En el ámbito cultural destacaron las MisionesPedagógicas y otros experimentos de socialización de lacultura en medios rurales y obreros.

� Autonomías regionales. La acción del Gobierno se concen-tró en la concesión de un régimen autonómico para Cata-luña. En agosto de 1931 se votó un proyecto de Estatutode Autonomía —conocido como el Estatuto de Nuria—;tras un largo debate y diversas modificaciones para ade-cuarlo a la nueva Constitución, fue aprobado en septiem-bre de 1932. En noviembre de ese mismo año se celebra-ron las primeras elecciones al parlamento autónomo deCataluña, que fueron ganadas por Esquerra Republicana.Francesc Macià se convirtió en presidente de la Generali-tat hasta su muerte en 1933. Le sucedió Lluís Companys.

El Gobierno Azaña se enfrentó a numerosas dificultades:descontento en el Ejército (golpe militar fallido de agosto de1932), presión creciente de la derecha antiliberal (carlistas,monárquicos alfonsinos y derecha católica) e insurreccio-nes de los anarquistas de 1932 y enero de 1933. Durante lasegunda de estas insurrecciones se produjeron los incidentesde Casas Viejas (Cádiz), que provocaron un fuerte desgasteen el Gobierno y en el propio Azaña. A medida que transcu-rría el año 1933, el Gobierno comenzó a tener problemaspara mantener una mayoría favorable. La crisis económicaprovocó un aumento de la conflictividad, y la presión de losmilitantes del PSOE y UGT sobre los miembros de estas for-maciones presentes en el Gobierno era cada vez mayor. Ade-más, una mayoría de los parlamentarios republicanos desea-ba la salida de los socialistas del ejecutivo y lograron que elpresidente Alcalá-Zamora aprovechara una crisis de Gobier-no para retirar su apoyo a Azaña y encargar a Lerroux la for-mación de un gabinete basado en el apoyo del PartidoRadical (septiembre de 1933). Los radicales ensayaronvarias fórmulas de coalición y, finalmente, se convocaronelecciones para noviembre de 1933, que dieron la victoria alas candidaturas de centro y derecha. Se abrió entonces unanueva etapa: el Bienio Radical-cedista (1933-1936).

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Primera partea) Provincias romanas. Circunscripciones territoriales y

administrativas en que se dividió Hispania durante elperíodo de dominación romana. Su número y extensiónvarió a lo largo del tiempo. Entre 197 a. C. y el siglo I a. C.,Hispania se dividió en dos provincias: Hispania Citerior(vertiente mediterránea) e Hispania Ulterior (sur del lito-ral mediterráneo, valle del Guadalquivir). Su función eraeminentemente militar; al frente de cada una de ellas seencontraba un pretor. Entre los siglos I a. C. y III d. C., ladivisión territorial de Hispania se amplió a tres provin-cias: Bética (costa andaluza, valle del Guadalquivir, sur deExtremadura), Lusitania (mitad meridional de Portugal,parte de las actuales Extremadura y Castilla y León) yTarraconense (resto del litoral mediterráneo, territoriosdel interior, litoral cantábrico y noratlántico). Durante elBajo Imperio (siglos III-V) se estableció la diócesis, unidadadministrativa que englobaba varias provincias. La dió-cesis de las Hispanias agrupaba siete provincias: Gallae-cia (desgajada de la Tarraconense, comprendía aproxi-madamente los territorios de la actual Galicia), Lusitania,Bética, Cartaginense (litoral levantino, territorios de laMeseta), Tarraconense (vertiente norte del litoral medi-terráneo, valle del Ebro, mitad occidental del litoral can-tábrico), Baleárica y Mauritania Tingitana (territorios deÁfrica frente al estrecho de Gibraltar). Eran dirigidas porun vicarius (delegado).

b) Califato de Córdoba. Fase de la historia de al-Ándalus,que siguió a las etapas del emirato dependiente (711-756) y emirato independiente (756-929). El período seabrió cuando Abd al-Rahman III, emir desde el año 912,se proclamó califa en Córdoba (929). Abd al-Rahman IIIrestauró la unidad del Estado islámico y estableció lahegemonía de al-Ándalus sobre toda la Península Ibéri-ca. Promovió además el desarrollo artístico e intelectualen Córdoba y Madinat al-Zahra (Medina Azahara). Susucesor, Al-Hakam II (961-976), fue un notable erudito yun gran protector de la cultura. Continuó la política desu padre, consolidó el centralismo de los omeyas y man-tuvo la hegemonía militar de al-Ándalus sobre los reinoscristianos del norte de la Península Ibérica y en elMagreb. Tras la muerte de Al-Hakam II, los califas de Cór-doba se mantuvieron en el poder de forma simbólica.Aprovechando la minoría de edad del nuevo califa, His-ham II (976-1013), el gobierno efectivo pasó a manos delhayib o valido andalusí, Almanzor. Él y sus dos hijos, quele sucedieron en el poder, son conocidos como los ami-ríes. Almanzor controló la Administración y el Ejército, yemprendió expediciones de castigo contra los reinoscristianos del norte. En el año 1009 estalló una revolu-ción en Córdoba durante la cual fueron asesinados losamiríes. En el año 1031, una asamblea de notables decre-tó en Córdoba el final del califato.

c) Casa de Contratación. Institución a través de la cual la Corona de Castilla controló el comercio con las Indias.

Constituida en 1503, se eligió como sede del nuevoorganismo la ciudad de Sevilla, a la que se otorgó enrégimen de monopolio el comercio con las coloniasamericanas. Las razones de la elección de Sevilla fueronla seguridad militar que ofrecía su puerto fluvial y sucondición de territorio de realengo, a diferencia de otrospuntos alternativos situados en la costa dominados pordiferentes clanes aristocráticos. La Casa de Contrataciónintervino en todos los aspectos relacionados con el tráfi-co comercial con las Indias: organización de flotas, con-trol de las cargas fiscales, resolución de pleitos judiciales,enseñanza de técnicas náuticas, etc. En 1717 su sede setrasladó a Cádiz, donde se mantuvo hasta su disoluciónen 1790. La razón fundamental de su desaparición fue lapromulgación por Carlos III del Decreto de Libre Comer-cio (1778) con las colonias americanas.

d) Diputación del Reino de Navarra. Comisión permanen-te de las Cortes del Reino de Navarra constituida en1576, cuya función era ejecutar sus disposiciones mien-tras estas no estuviesen reunidas y vigilar la observanciade los fueros. A diferencia de las diputaciones de otrosreinos de la monarquía hispánica, que poseían atribu-ciones en materia fiscal, en Navarra esa función la ejercíala Cámara de Comptos, aunque al finalizar la EdadModerna la Diputación del Reino asumió muchas dedichas funciones.

La Diputación del Reino de Navarra se componía de sietemiembros, nombrados por los tres brazos de las Cortes:uno del eclesiástico, dos del militar y cuatro de las ciuda-des (que, no obstante, poseían dos votos). La presidía elobispo de Pamplona. Entre sus atribuciones políticasfiguraban la presentación al rey de los proyectos de leyelaborados por las Cortes para que los sancionara y lasolicitud de reparación de los contrafueros, es decir, losactos contrarios a los fueros. Para la salvaguarda deestos, el Reino de Navarra disponía del llamado derechode sobrecarta y el pase foral. El primero, instituido en1561, consistía en que todas las decisiones del Gobiernodel rey fuesen examinadas por el Consejo Real de Nava-rra. El pase foral, establecido en 1692, exigía la comuni-cación previa a la Diputación de todas las medidas delGobierno antes de ser presentadas al Consejo para elexamen de sobrecarta.

Durante los siglos XVII y XVIII, la Diputación del Reino fueganando importancia con respecto a las Cortes, ya queestas se reunieron con una frecuencia cada vez menor.Como consecuencia de la promulgación de la Ley Paccio-nada de 1841, la Diputación del Reino de Navarra fuesuprimida y sustituida por la Diputación Provincial, queposteriormente recibió el nombre de Diputación Foral.

e) Mercantilismo. Doctrina económica surgida entre lossiglos XVI y XVII, que estuvo vigente hasta la segundamitad del siglo XVIII, cuando empezó a ser rebatida pornuevas teorías (la fisiocracia y el liberalismo). Para los mer-

Opción B

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cantilistas, la riqueza era un bien limitado, que se medíapor la cantidad de metales preciosos que un reino eracapaz de atesorar en detrimento de otros estados. Portanto, los gobiernos debían impulsar la agricultura y laindustria de su país para, a través del comercio exterior,obtener la mayor cantidad posible de metales precio-sos. Era necesario, además, fomentar medidas protec-cionistas que obstaculizaran las importaciones y fomen-taran las exportaciones. De esta manera se lograría quela riqueza del propio reino se incrementara en perjuiciode otros. El mercantilista europeo más célebre fue elfrancés Jean-Baptiste Colbert, consejero de Finanzas ysecretario de Estado de Luis XIV.

Segunda partea) El texto recoge varios fragmentos de La tierra y la cues-

tión social, título de un conjunto de ensayos escritos porJoaquín Costa y reunidos en el volumen IV de la Bibliote-ca Económica de sus Obras completas. El volumen fuepublicado, póstumamente, en 1912. Se trata de unafuente histórica primaria de naturaleza jurídico-política.

Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, Joaquín Cos-ta (1846-1911) fue profesor de la Institución Libre deEnseñanza y mantuvo posiciones próximas al krausismoy al republicanismo. Desarrolló una intensa y ampliaactividad intelectual que le llevó a ocuparse de asuntosrelacionados con la historia, el derecho, la economía yotros muchos aspectos de la realidad española. En suobra destacan títulos como Colectivismo agrario en Espa-ña (1898) y Oligarquía y caciquismo como forma actualde gobierno en España (1901-1902). Costa fue uno de losideólogos del regeneracionismo, un movimiento inte-lectual y social crítico con el sistema político de la Res-tauración surgido tras la pérdida de las últimas posesio-nes del imperio colonial español.

El régimen político de la Restauración se instauró enenero de 1875. Supuso el regreso al trono español de ladinastía de los Borbones en la persona de Alfonso XII,hijo de la destronada Isabel II, y abrió una etapa de esta-bilidad política después de las incertidumbres vividasdurante el Sexenio Democrático (1868-1874). AntonioCánovas del Castillo, artífice del nuevo régimen, preten-dió dotar a la monarquía restaurada de un sistema polí-tico liberal que permitiera la alternancia pacífica en elGobierno de dos grandes partidos que no se margina-ran entre sí ni recurriesen a la insurrección para accederal poder. El edificio político canovista se sustentó en laConstitución de 1876, en el papel arbitral del rey y en la alternancia pacífica en el poder de los partidos Con-servador y Liberal, el llamado turno de partidos, oficiali-zado en 1885 por el Pacto de El Pardo.

A lo largo de la década de 1880 se establecieron unaserie de medidas de apertura (Ley de Asociaciones,1887; Ley del Jurado, 1888) que culminaron con la ins-tauración del sufragio general masculino en 1890. Sinembargo, el sistema estaba viciado por la corrupción delvoto («pucherazo») y el falseamiento de los procesos

electorales, que eran dirigidos desde el ministerio deGobernación y controlados a nivel local por una red de notables locales, los llamados «amigos políticos». Estesistema, conocido como caciquismo, fue más eficaz enlas zonas rurales que en las urbanas, donde la opiniónpública y los votos eran más difíciles de controlar. Tam-poco se produjo la integración de las fuerzas que opera-ban fuera del sistema (carlistas, republicanos, nacionalis-tas, movimiento obrero); algunas de ellas exigían unademocratización real del sistema político. A esto se uníala existencia de grandes bolsas de pobreza en el mediorural, situación que se vio agravada por la crisis queexperimentó el sector agrícola en el último cuarto desiglo. En las ciudades, sujetas algunas de ellas a un rápidoproceso de expansión como consecuencia de la indus-trialización, se concentró una población obrera que vivíaen condiciones de miseria y precariedad laboral.

El descontento y la apatía fueron extendiéndose en sec-tores cada vez más amplios de la sociedad durante ladécada de 1890 hasta que la pérdida de las últimascolonias españolas, episodio conocido como el desastredel 98, provocó el surgimiento del regeneracionismo. Setrataba de un movimiento intelectual y social que aglu-tinó a la pequeña y mediana burguesía, marginada delpoder y perjudicada por la política económica protec-cionista de los gobiernos de la Restauración y los efec-tos de la crisis. Desde 1892 Costa dirigía la Cámara Agrí-cola del Alto Aragón y había defendido una revisión delarancel proteccionista, que perjudicaba los productosagrícolas de exportación, el desarrollo de la vida munici-pal y la adopción de una política de obras públicas,especialmente en el sector hidráulico. En 1899 su movi-miento se unió a la Liga Nacional de Productores, queCosta pasó a presidir. Un año después la Liga se fusionócon la Asamblea de las Cámaras de Comercio de BasilioParaíso, formando la Unión Nacional, que se presentó alas elecciones de 1901 y obtuvo cuatro escaños. El movi-miento, sin embargo, se disolvió dos años después yCosta, tras ser elegido diputado por la Unión Republica-na (1903), se retiró de la vida política en 1904.

Algunos de los planteamientos políticos del regenera-cionismo (supresión del caciquismo, necesidad de unareforma social, recuperación de la grandeza económicade España) fueron asumidos por los partidos dinásticos.Los primeros en adoptar estos puntos de vista fueron lospolíticos conservadores, liderados por Francisco Silvela.Cuando este presidió el Gobierno (1899-1900), creó dosnuevos ministerios, separados del de Fomento, queencarnaban las reivindicaciones del regeneracionismo:el de Instrucción Pública (equivalente al de Educación)y el de Agricultura. La tarea política de Silvela fue conti-nuada por Antonio Maura (1903-1904; 1907-1909). Lospolíticos de la izquierda liberal también adoptaron elespíritu del regeneracionismo: Santiago Alba (que cola-boró con Costa), José Canalejas y Melquíades Álvarez seacercaron o se integraron en el ala izquierda del PartidoLiberal y fueron los impulsores de su renovación; estospolíticos proponían, además, la reforma del régimen

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monárquico desde la izquierda y se granjearon las sim-patías de muchos intelectuales liberales.

Las ideas de Costa mantuvieron su influencia a lo largode las décadas siguientes y se reflejaron en la preocupa-ción por la mejora de la situación en el campo y el impul-so de las obras públicas que caracterizó, desde diferentesplanteamientos, tanto a la Dictadura de Primo de Riveracomo a la Segunda República. Algunos aspectos de supensamiento (como la referencia al «cirujano de hierro»que el autor aragonés consideraba necesario para solu-cionar los males del país), fueron utilizados para propug-nar soluciones de carácter autoritario. Sin embargo, Cos-ta siempre se mantuvo en los límites del liberalismo.

b) La primera de las críticas que Costa hace al sistema de laRestauración es la falta de conexión entre las estructu-ras políticas del régimen y la realidad social, que losregeneracionistas expresaron como la existencia de unabismo entre la «España oficial» y la «España real». Elestablecimiento de una Constitución liberal, el sufragiouniversal y los derechos individuales no han supuestouna mejora en las condiciones de vida de amplios secto-res de la sociedad («[…] seguimos lo mismo que estába-mos: el pueblo gime en la misma servidumbre […] ¿Ysabéis por qué? Porque esa libertad no se cuidaron másque de escribirla en la Gaceta […]»).

Una segunda crítica a los gobiernos de la Restauraciónes que no impulsaron una política de reformas, especial-mente en el ámbito rural («[…] mejorando y universali-zando la instrucción… promoviendo una transformaciónhonda de la agricultura[…] »). Esa falta de prosperidad ypreparación, y esta es la tercera crítica, es la que ha for-talecido los mecanismos de control político del caciquis-mo («el que tiene la llave del estómago tiene la llave dela conciencia») y que son la causa de la corrupción elec-toral («[…] el que tiene el estómago dependiente […]no puede el día de las elecciones votar a quien quiere[…]»). Por esa razón el Régimen de la Restauración, enopinión de Costa, no era representativo («[…] la revolu-ción no pudo rendir fruto alguno, quedó estéril. »).

Tercera parte

El acercamiento a Francia, promovido por Godoy, y que seplasmó en los tratados de san Ildefonso, firmados en 1796y 1800, convirtieron a España en un satélite del Estadofrancés. La dependencia creció en los años siguientes y, enlos primeros meses de 1808, Napoleón cerró el cerco al quehabía sometido a Godoy y a Carlos IV. En virtud del Tratadode Fontainebleau, el Ejército francés penetró en la Penínsu-la al finalizar 1807 con el pretexto de tomar parte en la gue-rra con Portugal; meses después, quedó claro que el «pe-queño corso», además, pretendía acabar con la dinastía de los Borbones.

El 23 de marzo de 1808 las tropas francesas entraron enMadrid, donde fueron bien recibidas. Cuatro días antes, comoconsecuencia de la conspiración de Aranjuez, Carlos IVhabía cedido el trono a su hijo Fernando VII, pero al retrac-

tarse de su decisión poco después provocó una crisis dinás-tica en la que los franceses intervinieron con la intención deimponer su propio candidato. En abril, Fernando VII partióhacia Bayona (localidad situada en el sur de Francia) para,con el arbitraje de Napoleón, solucionar el conflicto que leenfrentaba a su padre. En lugar de eso, el emperador fran-cés obtuvo la renuncia al trono de ambos (abdicaciones deBayona, 5 y 6 de mayo). Antes de partir, Fernando VII habíanombrado una Junta Suprema de Gobierno con la misiónde gobernar en su nombre.

A lo largo del mes de abril, en Madrid se registraron cons-tantes incidentes entre la población y las tropas francesas,que se habían convertido en el auténtico poder político. El 2 de mayo, a la noticia de la salida de la familia real y elrumor de que los franceses iban a deponer al rey, siguióuna sublevación de las clases populares madrileñas, quecombatieron a los franceses en la Puerta del Sol. En losenfrentamientos también participaron soldados españoles,entre ellos los oficiales de Artillería del cuartel de Monteleón.Las tropas de Napoleón llevaron a cabo una represión muydura y fusilaron a un elevado número de madrileños en lasafueras de la ciudad.

El eco de la revuelta en Madrid y la noticia de las abdica-ciones provocaron que la sublevación se extendiera portodo el territorio español. Los insurrectos reclamaban elregreso de Fernando VII y, ante el vacío de poder existente,constituyeron juntas, organismos de ámbito local y provin-cial compuestos por ilustrados, militares, clérigos y otraspersonalidades elegidas por los ciudadanos. Dichas juntasactuaban en nombre del rey ausente, pero su única legiti-midad procedía del pueblo español. Se trataba, por tanto,de una auténtica revolución política. La necesidad de coor-dinarse política y militarmente obligó a formar juntas supre-mas provinciales y, más tarde, una Junta Suprema Centralen Aranjuez (septiembre de 1808). Esta constaba de 35miembros, la mayoría de ellos nobles reformistas; aunquesu presidente inicial era el anciano conde de Floridablanca,su figura más representativa fue, sin duda, Gaspar Melchorde Jovellanos. La Junta Suprema Central tuvo que estable-cerse en Cádiz, huyendo del ejército francés. A pesar de lasdiscrepancias, finalmente se adoptó la decisión de convocarunas Cortes con el objetivo de contrarrestar la asambleaconvocada por José Bonaparte y el Estatuto de Bayona. Laprimera sesión de dichas Cortes se celebró en Cádiz en sep-tiembre de 1810.

A diferencia de las Cortes medievales, divididas en esta-mentos, las de Cádiz reunieron en una misma asamblea atodos los diputados o representantes llegados de distintoslugares de España. Incluso las provincias que estaban some-tidas por el ejército invasor y no podían enviar diputados,estuvieron presentes a través de ciudadanos de esos terri-torios que se encontraban por entonces en Cádiz. Las Cor-tes funcionaron hasta septiembre de 1813; el número dediputados aumentó constantemente, pasando, en tres años,de cien a más de doscientos. En su mayoría eran clérigos,abogados, funcionarios o militares; había también algunosnobles y unos cuantos comerciantes y propietarios. Pue-

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de decirse, así, que la clase media urbana fue la protago-nista de las Cortes de Cádiz. Los diputados reunidos en lasCortes de Cádiz pertenecían a tres grupos ideológicos:

� En el ala izquierda, los liberales, partidarios de emprendercambios radicales y de dotar a las Cortes, como Asam-blea Nacional, de toda la soberanía. Entre ellos destacóAgustín de Argüelles. Fueron los auténticos triunfadores,ya que consiguieron imponer sus criterios.

� En el centro, los seguidores de Jovellanos abogaban porestablecer un compromiso entre la nación y el rey a tra-vés de unas Cortes estamentales. A la larga, su criterio seimpuso en el siglo XIX y en las constituciones futuras.

� En el ala derecha, los absolutistas, enemigos de las refor-mas y partidarios del sistema tradicional, en el que lasoberanía del rey emanaba de Dios. Esta teoría fue res-paldada por Fernando VII a su vuelta del exilio y por loscarlistas a lo largo del siglo XIX.

Las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de medidas quedesmantelaban gran parte de los fundamentos políticos,sociales y económicos del Antiguo Régimen. Entre las refor-mas políticas, la más importante fue la aprobación de laConstitución (marzo de 1812), una extensa norma que refle-jaba el programa de los liberales de la época (llamados doce-añistas en su honor). Se trata de la primera ley fundamentalaprobada por un Parlamento nacional en la historia deEspaña. Sus principios básicos, inspirados en la Constituciónde la Revolución francesa de 1789, fueron los siguientes:

� Soberanía nacional. La soberanía residía en la nación, la«reunión de todos los españoles», incluidos los habitan-tes de las colonias.

� División de poderes. El poder legislativo residía en lasCortes unicamerales, el poder ejecutivo lo ostentaba elrey y el judicial competía a los tribunales. El régimen polí-tico era, por tanto, una monarquía parlamentaria, es decir,el Gobierno en torno al rey era responsable ante la ley yante el Parlamento o Cortes. El poder del monarca estabamuy limitado, y la superioridad del poder legislativo eraevidente.

� Reconocimiento de los derechos individuales. Se incluíanderechos como la libertad, la propiedad, la igualdad jurí-dica y fiscal, la inviolabilidad del domicilio, las garantíaspenales y la libertad de imprenta, entre otros. Sin embar-

go, no existía una declaración explícita de derechos indi-viduales, como sucedió en la Revolución francesa.

� Proclamación del catolicismo como religión oficial delEstado. Se prohibía el ejercicio de cualquier otra. Se afir-maba, por tanto, la intolerancia religiosa.

� Adopción de un nuevo sistema electoral. Incluía un sufra-gio general masculino muy amplio (solo se excluía a los sir-vientes domésticos y los vagabundos) e indirecto (loselectores no elegían directamente a los diputados a Cor-tes sino a unos representantes que se encargaban, a suvez, de designarlos). Las mujeres tampoco podían votar.

� Democratización de la vida municipal. Las corporacionesmunicipales serían renovadas anualmente, y sus miem-bros (alcaldes y regidores o concejales), elegidos porsufragio general masculino e indirecto. Además, se crea-ba la Milicia Nacional, un cuerpo armado civil, indepen-diente del Ejército, encargado de defender la nación y,por extensión, la Constitución.

Otras medidas de carácter social y económico aprobadaspor las Cortes de Cádiz fueron las siguientes:

� Supresión del régimen señorial. Se abolieron los dere-chos feudales (1811), es decir, la dependencia personalque los campesinos tenían respecto de sus señores y, portanto, los señoríos jurisdiccionales: los señores dejaríande administrar justicia y de percibir rentas por ejerceresta función. Se mantuvieron los señoríos territoriales. Lapropiedad agraria apenas experimentó cambios.

� La nueva desamortización. Se aplicó (1813) a las propie-dades de los afrancesados, a las de las órdenes militaresdisueltas, a las de los monasterios destruidos por la gue-rra y a la mitad de las tierras municipales. Estos bienes(bienes nacionales) se venderían en pública subasta y seadmitirían los títulos de deuda pública como medio depago.

� Otras medidas adoptadas fueron la supresión de la Inqui-sición, de las aduanas internas y de los gremios.

Las reformas adoptadas por las Cortes apenas llegaron aaplicarse. A su regreso a España, Fernando VII las anulótodas, incluida la Constitución de 1812, y restableció las ins-tituciones del Antiguo Régimen. Sin embargo, las medidasaprobadas en Cádiz constituyeron durante décadas el pro-grama de los liberales españoles.