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1 José María Iraburu Hechos de los apóstoles de América Fundación GRATIS DATE Pamplona 2003, 3ª edición

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    Jos Mara Iraburu

    Hechos de losapstolesde Amrica

    Fundacin GRATIS DATEPamplona 2003, 3 edicin

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    Jos Mara Iraburu Hechos de los apstoles de Amrica

    Prlogo a la 1 edicin

    Desde el principio debo confesar que llevo en el cora-zn a la Amrica hispana. All pas los primeros aos demi vida de sacerdote, y all he vuelto una veintena deveces para dar cursillos o ejercicios espirituales. Aunquemi especialidad es la Teologa espiritual, que enseo enBurgos, en la Facultad de Teologa, hace ya muchosaos que vengo estudiando la evangelizacin de las In-dias en los antiguos cronistas o en escritos modernos,fijndome sobre todo en la espiritualidad de aquella ac-cin apostlica.

    Esto me ha llevado a componer esta obra, en la quesigo el modelo de San Lucas evangelista, el primer his-toriador de la Iglesia, en sus Hechos de los Apstoles. lcentra sus relatos en las figuras de los santos apstolesPedro y Pablo, no hace mucho caso de los personajesnegativos, como Simn Mago o Ananas y Safira, y nose detiene apenas a describir la organizacin progresivade la Iglesia naciente.

    De modo semejante, mi crnica centrar su atencinen los hechos apostlicos de Martn de Valencia,Zumrraga, Motolina, Montesinos, Toribio de Mogro-vejo, Francisco Solano, Pedro Claver, etc., y no descri-bir, como no sea ocasionalmente, la figura lamentablede otros personajes oscuros de su entorno, ni tampocola accin misionera de la Iglesia en sus complejos empe-os colectivos, en la organizacin de dicesis y parro-quias, doctrinas y provincias religiosas.

    Por otra parte, si San Lucas dedica once captulos delos Hechos a San Pablo y seis a San Pedro, no es porquepiense que aqul tiene doble importancia que ste en lahistoria del apostolado, sino porque fue compaero deSan Pablo y conoci mejor su vida y acciones. Tampo-co mi escrito, por las mismas razones, guardar unaproporcin estricta entre la importancia de cada apstoly las pginas que le dedico.

    Y no me alargo ms, pues tengo por delante una tareamuy amplia y preciosa: escribir los grandes Hechos delos apstoles de Amrica.

    Prlogo a la 2 edicin

    Al preparar la segunda edicin de esta obra que ape-nas aade a la primera, de 1992, algunos retoques deltexto y breves complementos bibliogrficos, sigo con-vencido de que el crecimiento de las Iglesias locales de

    Amrica ha de potenciarse con un conocimiento y unaestima cada vez mayores de sus propias tradiciones y desus gloriosos orgenes. En este sentido, dice Juan Pablo II:

    La expresin y los mejores frutos de la identidad cristiana deAmrica son sus santos... Es necesario que sus ejemplos de entregasin lmites a la causa del Evangelio sean no slo preservados delolvido, sino ms conocidos y difundidos entre los fieles del Conti-nente (ex. apost. Ecclesia in America 15, 22-1-1999).

    Los trabajos de los primeros evangelizadores de Am-rica, tantas veces ignorados o discutidos, estos empe-os que se narran en las presentes pginas, han de serjuzgados por sus frutos histricos. Ahora bien, no esacaso motivo de esperanza gozosa pensar que para fina-les de este milenio los catlicos de Amrica Latina cons-tituirn casi la mitad de toda la Iglesia? (Juan PabloII, 14-6-1991).

    Dios quiera concederle a esta segunda edicin de losHechos de los apstoles de Amrica una muy amplia di-fusin. La pedimos confiadamente al Seor, acudiendo ala intercesin poderosa de Nuestra Seora, la Virgen deGuadalupe. A Ella le rezamos ahora con Juan Pablo II(Mxico 23-1-1999):

    Oh Madre! T conoces los caminos que siguieron los prime-ros evangelizadores del nuevo mundo, desde la isla Guanahan y LaEspaola hasta las selvas del Amazonas y las cumbres andinas,llegando hasta la Tierra de Fuego en el sur y los grandes lagos ymontaas del norte...

    Oh Seora y Madre de Amrica! Salva a las naciones y a lospueblos del continente...

    Para ti, Seora de Guadalupe, Madre de Jess y Madre nues-tra, todo el cario, honor, gloria y alabanza continua de tus hijos ehijas americanos!

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    1 PARTE

    Descubrimientoy evangelizacin

    1. Descubrimiento y evangelizacin

    DescubrimientoLa palabra descubrir, segn el Diccionario, significa

    simplemente hallar lo que estaba ignorado o escondi-do, sin ninguna acepcin peyorativa. En referencia aAmrica, desde hace cinco siglos, ya desde los prime-ros cronistas hispanos, venimos hablando de Des-cubrimiento, palabra en la que se expresa una triple ver-dad.

    1. Espaa, Europa, y pronto todo el mundo, descubreAmrica, un continente del que no haba noticia alguna.Este es el sentido primero y ms obvio. El Descubri-miento de 1492 es como si del ocano ignoto surgierade pronto un Nuevo Mundo, inmenso, grandioso yvariadsimo.

    2. Los indgenas americanos descubren tambin Am-rica a partir de 1492, pues hasta entonces no la cono-can. Cuando los exploradores hispanos, que solan an-dar medio perdidos, pedan orientacin a los indios, com-probaban con frecuencia que stos se hallaban casi tanperdidos como ellos, pues apenas saban algo como nofueran leyendas inseguras acerca de lo que haba alotro lado de la selva, de los montes o del gran ro que leshaca de frontera. En este sentido es evidente que la Con-quista llev consigo un Descubrimiento de las Indias noslo para los europeos, sino para los mismos indios. Losotomes, por poner un ejemplo, eran tan ignorados paralos guaranes como para los andaluces. Entre imperiosformidables, como el de los incas y el de los aztecas,haba una abismo de mutua ignorancia. Es, pues, un grue-so error decir que la palabra Descubrimiento slo tienesentido para los europeos, pero no para los indios, ale-gando que ellos ya estaban all. Los indios, es eviden-te, no tenan la menor idea de la geografa de Amri-ca, y conocan muy poco de las mismas naciones veci-nas, casi siempre enemigas. Para un indio, un viaje largo atravs de muchos pueblos de Amrica, al estilo del que a

    fines del siglo XIII hizo Marco Polo por Asia, era del todoimposible.

    En este sentido, la llegada de los europeos en 1492hace que aqullos que apenas conocan poco ms que suregin y cultura, en unos pocos decenios, queden des-lumbrados ante el conocimiento nuevo de un continentefascinante, Amrica. Y a medida que la cartografa y lasescuelas se desarrollan, los indios americanos descubrenla fisonoma completa del Nuevo Mundo, conocen laexistencia de cordilleras, selvas y ros formidables, am-plios valles frtiles, y una variedad casi indecible de pue-blos, lenguas y culturas...

    Madariaga escribe: Los naturales del Nuevo Mundo no habanpensado jams unos en otros no ya como una unidad humana, sinoni siquiera como extraos. No se conocan mutuamente, no existanunos para otros antes de la conquista. A sus propios ojos, no fueronnunca un solo pueblo. En cada provincia escribe el oidor Zoritaque tan bien conoci a las Indias hay grande diferencia en todo, yaun muchos pueblos hay dos y tres lenguas diferentes, y casi no setratan ni conocen, y esto es general en todas las Indias, segn heodo [...] Los indios puros no tenan solidaridad, ni siquiera dentrode los lmites de sus territorios, y, por lo tanto, menos todava en lovasto del continente de cuya misma existencia apenas si tenannocin. Lo que llamamos ahora Mjico, la Nueva Espaa de enton-ces, era un ncleo de organizacin azteca, el Anahuac, rodeado deuna nebulosa de tribus independientes o semiindependientes, delenguajes distintos, dioses y costumbres de la mayor variedad. Loschibcha de la Nueva Granada eran grupos de tribus apenas organi-zadas, rodeados de hordas de salvajes, canbales y sodomitas. Y encuanto al Per, sabemos que los incas lucharon siglos enteros porreducir a una obediencia de buen pasar a tribus de naturales de muydiferentes costumbres y grados de cultura, y que cuando llegaronlos espaoles, estaba este proceso a la vez en decadencia y porterminar. Ahora bien, stos fueron los nicos tres centros de organi-zacin que los espaoles encontraron. Allende aztecas, chibchas eincas, el continente era un mar de seres humanos en estado pordems primitivo para ni soar con unidad de cualquier forma quefuese (El auge 381-382).

    3. Hay, por fin, en el trmino Descubrimiento un sen-tido ms profundo y religioso, poco usual. En efecto,Cristo, por sus apstoles, fue a Amrica a descubrir consu gracia a los hombres que estaban ocultos en las tinie-blas. Jesucristo, nuestro Seor, cumpliendo el anuncioproftico, es el Prncipe de la paz... que arrancar elvelo que cubre a todos los pueblos, el pao que tapa atodas las naciones (Is 25,7). Fue Cristo el que, all, porejemplo, en Cuautitln y Tulpetlac, descubri toda la bon-dad que poda haber en el corazn del indio Cuauh-tlatoatzin, si su gracia le sanaba y haca de l un hombrenuevo: el beato Juan Diego.

    As pues, bien decimos con toda exactitud que en elao de gracia de 1492 se produjo el Descubrimiento deAmrica.

    EncuentroEn 1492 se inica un Encuentro entre dos mundos suma-

    mente diferentes en su desarrollo cultural y tcnico. Eu-ropa halla en Amrica dos culturas notables, la mayo-azteca, en Mxico y Amrica central, y la incaica en Per,y un conjunto de pueblos sumidos en condiciones suma-mente primitivas.

    La Europa cristiana y las Indias son, pues, dos entida-des que se encuentran en un drama grandioso, que sedesenvuelve, sin una norma previa, a tientas, sin prece-dente alguno orientador. Ambas, dice Rubert de Vents,citado por Pedro Voltes, eran partes de un encuentropuro, cuyo carcter traumtico rebasaba la voluntad mis-ma de las partes, que no haban desarrollado anticuerposfsicos ni culturales que preparasen la amalgama. De ahque sta fuera necesariamente trgica (Cinco siglos 10).

    1 Parte Descubrimiento y evangelizacin

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    Jos Mara Iraburu Hechos de los apstoles de Amrica

    Quiz nunca en la historia se ha dado un encuentroprofundo y estable entre pueblos de tan diversos modosde vida como el ocasionado por el descubrimiento his-pnico de Amrica. En el Norte los anglosajones se limi-taron a ocupar las tierras que haban vaciado previamen-te por la expulsin o la eliminacin de los indios. Pero enla Amrica hispana se realiz algo infinitamente ms com-plejo y difcil: la fusin de dos mundos inmensamentediversos en mentalidad, costumbres, religiosidad, hbi-tos familiares y laborales, econmicos y polticos. Ni loseuropeos ni los indios estaban preparados para ello, ytampoco tenan modelo alguno de referencia. En esteencuentro se inici un inmenso proceso de mestizaje bio-lgico y cultural, que dio lugar a un Mundo Nuevo.

    La renovacin de lo viejoEl mundo indgena americano, al encontrarse con el

    mundo cristiano que le viene del otro lado del mar, es, enun cierto sentido, un mundo indeciblemente arcaico, cin-co mil aos ms viejo que el europeo. Sus cientos devariedades culturales, todas sumamente primitivas, slohubieran podido subsistir precariamente en el absolutoaislamiento de unas reservas. Pero en un encuentro inter-cultural profundo y estable, como fue el caso de la Am-rica hispana, el proceso era necesario: lo nuevo prevale-ce.

    Una cultura est formada por un conjunto muy com-plejo de ideas y prcticas, sentimientos e instituciones,vigente en un pueblo determinado. Pues bien, muchasde las modalidades culturales de las Indias, puestas encontacto con el nuevo mundo europeo y cristiano, vandesfalleciendo hasta desaparecer. Cerbatanas y hondas,arcos y macanas, poco a poco, dejan ya de fabricarse,ante el poder increble de las armas de fuego, que permi-ten a los hombres lanzar rayos. Las flautas, hechas qui-z con huesos de enemigos difuntos, y los dems instru-mentos musicales, quedan olvidados en un rincn antela selva sonora de un rgano o ante el clamor restallantede la trompeta.

    Ya los indios abandonan su incipiente arte pictogrfico,cuando conocen el milagro de la escritura, de la imprenta,de los libros. Ya no fabrican pirmides pesadsimas, sinoque, una vez conocida la construccin del arco y deotras tcnicas para los edificios, ellos mismos, superadoel asombro inicial, elevan bvedas formidables, sostenidaspor misteriosas leyes fsicas sobre sus cabezas. La des-nudez huye avergonzada ante la elocuencia no verbal delos vestidos. Ya no se cultivan pequeos campos, aran-do la tierra con un bastn punzante endurecido al fuego,sino que, con menos esfuerzo, se labran inmensas ex-tensiones gracias a los arados y a los animales de trac-cin, antes desconocidos.

    Ante el espectculo pavoroso que ofrecen los hom-bres vestidos de hierro, que parecen bilocarse en el campode batalla sobre animales velocsimos, nunca conocidos,caen desanimados los brazos de los guerreros ms va-lientes. Y luego estn las puertas y ventanas, que giransuavemente sobre s mismas, abriendo y cerrando loshuecos antes tapados con una tela; y las cerraduras, queni el hombre ms fuerte puede vencer, mientras que unania, con la varita mgica de una llave, puede abrir sin elmenor esfuerzo. Y est la eficacia rechinante de los ca-rros, tirados por animales, que avanzan sobre el prodigiode unas ruedas, de suave movimiento sin fin...

    Pero si esto sucede en las cosas materiales, an mayores el desmayo de las realidades espirituales viejas ante elresplandor de lo nuevo y mejor. La perversin de la po-

    ligamia con la profunda desigualdad que implica entreel hombre y la mujer, y entre los ricos, que tienen dece-nas de mujeres, y los pobres, que no tienen ninguna, nopuede menos de desaparecer ante la verdad del matri-monio monogmico, o slo podr ya practicarse en for-mas clandestinas y vergonzantes. El politesmo, los tor-pes dolos de piedra o de madera, la adoracin ignomi-niosa de huesos, piedras o animales, ante la majestuosaveracidad del Dios nico, creador del cielo y de la tierra,no pueden menos de difuminarse hasta una desaparicintotal. Y con ello toda la vida social, centrada en el poderde los sacerdotes y en el ritmo anual del calendario reli-gioso, se ve despojada de sus seculares coordenadascomunitarias...

    Qu queda entonces de las antiguas culturas indge-nas?... Permanece lo ms importante: sobreviven losvalores espirituales indios ms genuinos, el trabajo y lapaciencia, la abnegacin familiar y el amor a los mayo-res y a los hijos, la capacidad de silencio contemplativo,el sentido de la gratuidad y de la fiesta, y tantos otrosvalores, todos purificados y elevados por el cristianis-mo. Sobrevive todo aquello que, como la artesana, elfolklore y el arte, da un color, un sentimiento, un per-fume peculiar, al Mundo Nuevo que se impone y nace.

    ConquistaAl Descubrimiento sigui la Conquista, que se realiz

    con una gran rapidez, en unos veinticinco aos (1518-1555), y que, como hemos visto, no fue tanto una con-quista de armas, como una conquista de seduccin quelas dos acepciones admite el Diccionario. En contra delo que quiz pensaban entonces los orgullosos conquis-tadores hispanos, las Indias no fueron ganadas tanto porla fuerza de las armas, como por la fuerza seductora delo nuevo y superior.

    Cmo se explica si no que unos miles de hombressujetaran a decenas de millones de indios? En La crnicadel Per, hacia 1550, el conquistador Pedro de Cieza semuestra asombrado ante el sbito desvanecimiento delimperio incaico: Baste decir que pueblan una provincia,donde hay treinta o cuarenta mil indios, cuarenta o cin-cuenta cristianos (cp.119). Cmo entender, si no espor va de fascinacin, que unos pocos miles de euro-peos, tras un tiempo de armas muy escaso, gobernaranmillones y millones de indios, repartidos en territoriosinmensos, sin la presencia continua de algo que pudierallamarse ejrcito de ocupacin? El nmero de espaolesen Amrica, en la poca de la conquista, era nfimo fren-te a millones de indios.

    En Per y Mxico se dio la mayor concentracin de poblacinhispana. Pues bien, segn informa Ortiz de la Tabla, hacia 1560,haba en Per unos 8.000 espaoles, de los cuales slo 480 o 500posean repartimientos; otros 1.000 disfrutaban de algn cargo dedistinta categora y sueldo, y los dems no tenan qu comer...Apenas es posible conocer el nmero total de los indios de aquellaregin, pero slamente los indios tributarios eran ya 396.866 (Introd.a Vzquez, F., El Dorado). As las cosas, los espaoles peruanospudieron pelearse entre s, cosa que hicieron con el mayor entu-siasmo, pero no hubieran podido sostener una guerra prolongadacontra millones de indios.

    Unos aos despus, en la Lima de 1600, segn cuenta fray Diegode Ocaa, hay en esta ciudad dos compaas de gentileshombresmuy honrados, la una [50 hombres] es de arcabuces y la otra [100]de lanzas... Estas dos compaas son para guarda del reino y de laciudad, y por lo que se ve lucan sobre todo en las procesiones (Atravs cp.18).

    Se comprende, pues, que el trmino conquista, aun-que usado en documentos y crnicas desde un princi-pio, suscitar con el tiempo serias reservas. A mediados

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    del XVI desaparece cada vez ms la palabra y aun laidea de conquista en la fraseologa oficial, aunque algu-na rara vez se produce de nuevo (Lopetegui, Historia87). Y en la Recopilacin de las leyes de Indias, en 1680,la ley 6 insiste en suprimir la palabra conquista, y enemplear las de pacificacin y poblacin, atenindo-se as a las ordenanzas de Felipe II y de sus sucesores.

    La conquista no se produjo tanto por las armas, sinoms bien, como veamos, por la fascinacin y, al mis-mo tiempo, por el desfallecimiento de los indios ante lairrupcin brusca, y a veces brutal, de un mundo nuevoy superior. El chileno Enrique Zorrilla, en unas pginasadmirables, describe este trauma psicolgico, que ape-nas tiene parangn alguno en la historia: El efecto para-lizador producido por la aparicin de un puado de hom-bres superiores que se enseoreaba del mundo america-no, no sera menos que el que producira hoy la visitasorpresiva a nuestro globo terrqueo de alguna expedicininterplanetaria (Gestacin 78)...

    Por ltimo, conviene tener en cuenta que, como sea-la Cspedes del Castillo, el ms importante y decisivoinstrumento de la conquista fueron los mismos aborge-nes. Los castellanos reclutaron con facilidad entre ellosa guas, intrpretes, informantes, espas, auxiliares parael transporte y el trabajo, leales consejeros y hasta muyeficaces aliados. Este fue, por ejemplo, el caso de losindios de Tlaxcala y de otras ciudades mexicanas, har-tos hasta la saciedad de la brutal opresin de los aztecas.La humana inclinacin a hacer de todo una historia debuenos y malos, una situacin simplista en blanco y ne-gro, tiende a convertir la conquista en un duelo entreeuropeos y nativos, cuando en realidad muchos indiosconsideraron preferible el gobierno de los invasores a laperpetuacin de las elites gobernantes prehispnicas,muchas veces rapaces y opresoras (si tal juicio era acer-tado o errneo, no hace al caso) (Amrica hisp. 86).

    Luces y sombras de las IndiasA lo largo de nuestra crnica, tendremos ocasin de

    poner de relieve los grandes tesoros de humanidad y dereligiosidad que los misioneros hallaron en Amrica. Erantesoros que, ciertamente, estaban enterrados en la idola-tra, la crueldad y la ignorancia, pero que una vez exca-vados por la evangelizacin cristiana, salieron muy prontoa la luz en toda su belleza sorprendente.

    Estos contrastes tan marcados entre las atrocidades ylas excelencias que al mismo tiempo se hallan en el mun-do precristiano de las Indias son muy notables. Nos li-mitaremos a traer ahora un testimonio. El franciscanoBernardino de Sahagn, el mismo que en el libro II de sumagna Historia general de las cosas de Nueva Espaahace una relacin escalofriante de los sacrificios huma-nos exigidos por los ritos aztecas, unas pginas msadelante, en el libro VI, describe la pedagoga familiar yescolar del Antiguo Mxico de un modo que no puedemenos de producir admiracin y sorpresa:

    Del lenguaje y afectos que usaban cuando oraban al principaldios... Es oracin de los sacerdotes en la cual le confiesan portodopoderoso, no visible ni palpable. Usan de muy hermosasmetforas y maneras de hablar (1), Es oracin donde se ponendelicadezas muchas en penitencia y en lenguaje (5), De la confe-sin auricular que estos naturales usaban en tiempo de su infideli-dad (7), Del lenguaje y afectos que usaban para hablar al seorrecin electo. Tiene maravilloso lenguaje y muy delicadas metfo-ras y admirables avisos (10), En que el seor hablaba a todo elpueblo la primera vez; exhrtalos a que nadie se emborrache, nihurte, ni cometa adulterio; exhrtalos a la cultura de los dioses, alejercicio de las armas y a la agricultura (14), Del razonamiento,lleno de muy buena doctrina en lo moral, que el seor haca a sus

    hijos cuando ya haban llegado a los aos de discrecin, exhortndo-los a huir de los vicios y a que se diesen a los ejercicios de noblezay de virtud (17), y lo mismo exhortando a sus hijas a toda disci-plina y honestidad interior y exterior y a la consideracin de sunobleza, para que ninguna cosa hagan por donde afrenten a sulinaje, hblanlas con muy tiernas palabras y en cosas muy particu-lares (18)... En un lenguaje antiguo, de dignidad impresionante,estos hombres enseaban la humildad y conocimiento de s mis-mo, para ser acepto a los dioses y a los hombres (20), el amor dela castidad (21) y a las buenas maneras y polica [buen orden]exterior (22).

    Poco despus nos contar Sahagn, con la misma pul-cra y serena minuciosidad, De cmo mataban los es-clavos del banquete (Lib.9, 14), u otras atrocidades se-mejantes, todas ellas orientadas perdidamente por un sen-tido indudable de religiosidad. Es la situacin normal delmundo pagano. Cristo ve a sus discpulos como luz quebrilla en la tinieblas del mundo (Mt 5,14), y San Pablo lomismo: sois, escribe a los cristianos, hijos de Dios sinmancha en medio de una gente torcida y depravada, en laque brillis como estrellas en el mundo, llevando en altola Palabra de vida (Flp 2,15-16).

    La descripcin, bien concreta, que hace San Pablo delos paganos y judos de su tiempo (Rm 1-2), nos mues-tra el mundo como un mbito oscuro y siniestro. As era,de modo semejante, el mundo que los europeos hallaronen las Indias: opresin de los ricos, poligamia, religionesdemonacas, sacrificios humanos, antropofagia, cruel-dades indecibles, guerras continuas, esclavitud, tiranade un pueblo sobre otros... Son males horribles, que sinembargo hoy vemos, por as decirlo, como males excu-sables, causados en buena parte por inmensas ignoranciasy opresiones.

    Primeras actitudes de los espaolesCuales fueron las reacciones de los espaoles, que

    hace cinco siglos llegaron a las Indias, ante aquel cuadronuevo de luces y sombras?

    El imperio del Demonio.Los primeros espaoles, que muchas veces quedaron

    fascinados por la bondad de los indios, al ver en Amricalos horrores que ellos mismos describen, no vean tantoa los indios como malos, sino como pobres endemonia-dos, que haba que liberar, exorcizndoles con la cruz deCristo.

    El soldado Cieza de Len, viendo aquellos tablados delos indios de Arma, con aquellos cuerpos muertos, col-gados y comidos, comenta: Muy grande es el dominioy seoro que el demonio, enemigo de natura humana,por los pecados de aquesta gente, sobre ellos tuvo, per-mitindolo Dios (Crnica 19). Esta era la reflexin mscomn.

    Un texto de Motolina, fray Toribio de Benavente, lo expresabien: Era esta tierra un traslado del infierno; ver los moradores deella de noche dar voces, unos llamando al demonio, otros borrachos,otros cantando y bailando; taan atabales, bocina, cornetas y ca-racoles grandes, en especial en las fiestas de sus demonios. Lasbeoderas [borracheras] que hacan muy ordinarias, es increble elvino que en ellas gastaban, y lo que cada uno en el cuerpo meta...Era cosa de grandsima lstima ver los hombres criados a la ima-gen de Dios vueltos peores que brutos animales; y lo que peor era,que no quedaban en aquel solo pecado, mas cometan otros mu-chos, y se heran y descalabraban unos a otros, y aconteca matarse,aunque fuesen muy amigos y muy propincuos parientes (Histo-ria I,2,57). Los aullidos de las vctimas horrorizadas, los cuerposdescabezados que en los teocalli bajaban rodando por las gradascubiertas por una alfombra de sangre pestilente, los danzantes re-vestidos con el pellejo de las vctimas, los bailes y evoluciones decientos de hombres y mujeres al son de msicas enajenantes... nopodan ser sino la accin desaforada del Demonio.

    1 Parte Descubrimiento y evangelizacin

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    Jos Mara Iraburu Hechos de los apstoles de Amrica

    Excusa.Conquistadores y misioneros vieron desde el primer

    momento que ni todos los indios cometan las perversi-dades que algunos hacan, ni tampoco eran completa-mente responsables de aquellos crmenes. As lo entien-de, por ejemplo, el soldado Cieza de Len:

    Porque algunas personas dicen de los indios grandes males,comparndolos con las bestias, diciendo que sus costumbres ymanera de vivir son ms de brutos que de hombres, y que son tanmalos que no solamente usan el pecado nefando, mas que se comenunos a otros, y puesto que en esta mi historia yo haya escrito algodesto y de algunas otras fealdades y abusos dellos, quiero que sesepa que no es mi intencin decir que esto se entienda por todos;antes es de saber que si en una provincia comen carne humana ysacrifican sangre de hombres, en otras muchas aborrecen este peca-do. Y si, por el consiguiente, en otra el pecado de contra natura, enmuchas lo tienen por gran fealdad y no lo acostumbran, antes loaborrecen; y as son las costumbres dellos: por manera que sercosa injusta condenarlos en general. Y aun de estos males questos hacan, parece que los descarga la falta que tenan de la lumbrede nuestra santa fe, por la cual ignoraban el mal que cometan, comootras muchas naciones (Crnica cp.117).

    Compasin.Cuando los cronistas espaoles del XVI describen las

    atrocidades que a veces hallaron en las Indias, es cosanotable que lo hacen con toda sencillez, sin cargar lastintas y como de paso, con una ingenua objetividad, aje-na por completo a los calificativos y a los aspavientos. Aellos no se les pasaba por la mente la posibilidad de unhombre naturalmente bueno, a la manera rousseauniana,y recordaban adems los males que haban dejado enEuropa, nada despreciables.

    En los misioneros, especialmente, llama la atencin unprofundsimo sentimiento de piedad, como el que reflejaesta pgina de Bernardino de Sahagn sobre Mxico:

    Oh infelicsima y desventurada nacin, que de tantos y de tangrandes engaos fue por gran nmero de aos engaada y entenebre-cida, y de tan innumerables errores deslumbrada y desvanecida!Oh cruelsimo odio de aquel capitn enemigo del gnero humano,Satans, el cual con grandsimo estudio procura de abatir y envile-cer con innumerables mentiras, crueldades y traiciones a los hijosde Adn! Oh juicios divinos, profundsimos y rectsimos de nues-tro Seor Dios! Qu es esto, seor Dios, que habis permitido,tantos tiempos, que aquel enemigo del gnero humano tan a sugusto se enseorease de esta triste y desamparada nacin, sin quenadie le resistiese, donde con tanta libertad derram toda su pon-zoa y todas sus tinieblas!. Y contina con esta oracin: SeorDios, esta injuria no solamente es vuestra, pero tambin de todo elgnero humano, y por la parte que me toca suplico a V. D. Majes-tad que despus de haber quitado todo el poder al tirano enemigo,hagis que donde abund el delito abunde la gracia [Rm 5,20], yconforme a la abundancia de las tinieblas venga la abundancia de laluz, sobre esta gente, que tantos tiempos habis permitido estarsupeditada y opresa de tan grande tirana! (Historia lib.I,confutacin).

    Esperanza.Como es sabido, las imgenes dadas por Coln, des-

    pus de su Primer Viaje, acerca de los indios buenos,tuvieron influjo cierto en el mito del buen salvaje elabo-rado posteriormente en tiempos de la ilustracin y el ro-manticismo. Cristbal Coln fue el primer descubridorde la bondad de los indios. Cierto que, en su Primer Via-je, tiende a un entusiasmo extasiado ante todo cuanto vadescubriendo, pero su estima por los indios fue siempremuy grande. As, cuando llegan a la Espaola (24 dic.),escribe:

    Crean Vuestras Altezas que en el mundo no puede haber mejorgente ni ms mansa. Deben tomar Vuestras Altezas grande alegraporque luego [pronto] los harn cristianos y los habrn enseadoen buenas costumbres de sus reinos, que ms mejor gente ni tierra

    puede ser.Al da siguiente encallaron en un arrecife, y el Almi-

    rante confirma su juicio anterior, pues en canoas los in-dios con su rey fueron a ayudarles cuanto les fue posi-ble:

    El, con todo el pueblo, lloraba; son gente de amor y sin codiciay convenibles para toda cosa, que certifico a Vuestras Altezas queen el mundo creo que no hay mejor gente ni mejor tierra; ellos amana sus prjimos como a s mismos, y tienen una habla la ms dulcedel mundo, y mansa, y siempre con risa. Ellos andan desnudos,hombres y mujeres, como sus madres los parieron, mas crean Vues-tras Altezas que entre s tienen costumbres muy buenas, y el reymuy maravilloso estado, de una cierta manera tan continente que esplacer de verlo todo, y la memoria que tienen, y todo quieren ver,y preguntan qu es y para qu.

    As las cosas, los misioneros, ante el mundo nuevo delas Indias, oscilaban continuamente entre la admiraciny el espanto, pero, en todo caso, intentaban la evangeli-zacin con una esperanza muy cierta, tan cierta que puedehoy causar sorpresa. El optimismo evangelizador deColn no puede haber ms mejor gente, luego los ha-rn cristianos parece ser el pensamiento dominante delos conquistadores y evangelizadores. Nunca se dijeronlos misioneros no hay nada que hacer, al ver los malesde aquel mundo. Nunca se les ve espantados del mal,sino compadecidos. Y desde el primer momento predi-caron el Evangelio, absolutamente convencidos de quela gracia de Cristo iba a hacer el milagro.

    Tambin los cristianos laicos, descubridores y con-quistadores, participaban de esta misma esperanza.

    Si miramos escribe Cieza, muchos [indios] hay que han pro-fesado nuestra ley y recibido agua del santo bautismo [...], demanera que si estos indios usaban de las costumbres que he escrito,fue porque no tuvieron quien los encaminase en el camino de laverdad en los tiempos pasados. Ahora los que oyen la doctrina delsanto Evangelio conocen las tinieblas de la perdicin que tienen losque della se apartan; y el demonio, como le crece ms la envidia dever el fruto que sale de nuestra santa fe, procura de engaar contemores y espantos a estas gentes; pero poca parte es, y cada daser menos, mirando lo que Dios nuestro Seor obra en todo tiem-po, con ensalzamiento de su santa fe (Crnica cp.117).

    Evangelizacin portentosamente rpidaLas esperanzas de aquellos evangelizadores se cum-

    plieron en las Indias. Adelantaremos aqu slamente unoscuantos datos significativos:

    Imperio azteca.1487. Solemne inauguracin del teocali de Tenochtitln,

    en lo que haba de ser la ciudad de Mxico, con decenasde miles de sacrificios humanos, seguidos de banquetesrituales antropofgicos.

    1520. En Tlaxcala, en una hermosa pila bautismal, fue-ron bautizados los cuatro seores tlaxcaltecas, que ha-ban de facilitar a Hernn Corts la entrada de los espa-oles en Mxico.

    1521. Cada de Tenochtitln.1527. Martirio de los tres nios tlaxcaltecas, descrito

    en 1539 por Motolina, y que fueron beatificados porJuan Pablo II en 1990.

    1531. El indio Cuauhtlathuac, nacido en 1474, es bau-tizado en 1524 con el nombre de Juan Diego. A los cin-cuenta aos de edad, en 1531, tiene las visiones de laVirgen de Guadalupe, que hacia 1540-1545 son narra-das, en lengua nhuatl, en el Nican Mopohua. Fue bea-tificado en 1990.

    1536. Yo creo dice Motolina que despus que latierra [de Mxico] se gan, que fue el ao 1521, hasta el

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    tiempo que esto escribo, que es en el ao 1536, ms decuatro millones de nimas [se han bautizado] (HistoriaII,2, 208).

    Imperio inca.1535. En el antiguo imperio de los incas, Pizarro fun-

    da la ciudad de Lima, capital del virreinato del Per, unaciudad, a pesar de sus revueltas, netamente cristiana.

    1600. Cuando Diego de Ocaa la visita en 1600, afir-ma impresionado: Es mucho de ver donde ahora se-senta aos no se conoca el verdadero Dios y que estnlas cosas de la fe catlica tan adelante (A travs cp.18).

    Son aos en que en la ciudad de Lima conviven cincograndes santos: el arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo(+1606), el franciscano San Francisco Solano (+1610),la terciaria dominica Santa Rosa de Lima (+1617), elhermano dominico San Martn de Porres (+1639) es-tos dos nativos, y el hermano dominico San Juan Ma-cas (+1645).

    Todo, pues, parece indicar, como dice el franciscanoMendieta, que los indios estaban dispuestos a recibir lafe catlica, sobre todo porque no tenan fundamentopara defender sus idolatras, y fcilmente las fueron pocoa poco dejando (H ecl. indiana cp.45).

    As las cosas, cuando Cristo lleg a las Indias en 1492,hace ahora cinco siglos, fue bien recibido.

    El nosotros hispanoamericanoEl mexicano Carlos Pereyra observ, ya hace aos,

    un fenmeno muy curioso, por el cual los hispanos eu-ropeos, tratando de reconciliar a los hispanos america-nos con sus propios antepasados criollos, defendan lamemoria de stos. Segn eso, el peninsular no se dacuenta de que toma a su cargo la causa de los padrescontra los hijos (La obra 298). Esa defensa, en todocaso, es necesaria, pues en la Amrica hispana, en losambientes ilustrados sobre todo, el resentimiento haciala propia historia ocasiona con cierta frecuencia unaconciencia dividida, un elemento morboso en la propiaidentificacin nacional.

    Ahora bien, este resentimiento escribe Salvador deMadariaga contra quin va? Toma, contra lo espao-les. Seguro? Vamos a verlo. Hace veintitantos aos, unadama de Lima, apenas presentada, me espet: Ustedeslos espaoles se apresuraron mucho a destruir todo loInca. Yo, seora, no he destruido nada. Mis antepasa-dos tampoco, porque se quedaron en Espaa. Los quedestruyeron lo inca fueron los antepasados de usted.Se qued la dama limea como quien ve visiones. No sele haba ocurrido que los conquistadores se haban que-dado aqu y eran los padres de los criollos (Presente60).

    En fin, cada pueblo encuentra su identidad y su fuerzaen la conciencia verdadera de su propia historia, viendoen ella la mano de Dios. Es la verdad la que nos hacelibres. En este sentido, Madariaga, meditando sobre larealidad humana del Per, observa: El Per es en suvera esencia mestizo. Sin lo espaol, no es Per. Sin loindio, no es Per. Quien quita del Per lo espaol mata alPer. Quien quita al Per lo indio mata al Per. Ni el unoni el otro quiere de verdad ser peruano... El Per tieneque ser indoespaol, hispanoinca (59).

    Estas verdades elementales, tan ignoradas a veces, sonafirmadas con particular acierto por el venezolano ArturoUslar Pietri, concretamente en su artculo El nosotroshispanoamericano:

    Los descubridores y colonizadores fueron precisamente nues-tros ms influyentes antepasados culturales y no podemos, singrave dao a la verdad, considerarlos como gente extraa a nuestroser actual. Los conquistados y colonizados tambin forman partede nosotros [... y] su influencia cultural sigue presente y activa eninfinitas formas en nuestra persona. [...] La verdad es que todo esepasado nos pertenece, de todo l, sin exclusin posible, venimos, yque tan slo por una especie de mutilacin ontolgica podemoshablar como de cosa ajena de los espaoles, los indios y los africa-nos que formaron la cultura a la que pertenecemos (23-12-1991).

    Un da de stos acabaremos por descubrir el Medite-rrneo. O el Pacfico.

    Mucha razn tena el gran poeta argentino Jos Hernn-dez, cuando en el Martn Fierro deca:

    Ans ninguno se agravie; no se trata de ofender; a todo se ha de poner el nombre con que se llama, y a naides le quita fama lo que recibi al nacer.

    2. Cristbal Coln

    Los franciscanos y los ReyesUn conjunto de circunstancias adversas al proyecto

    del marino y gegrafo genovs Cristbal Coln (1451-1506) fue lo que hizo que su idea, tenida por descabella-da, triunfase finalmente mucho ms all de lo que l mis-mo haba soado. Su proyecto, rechazado en diversoslugares y cortes, haba de ser patrocinado por la mayorpotencia de la poca, la Corona espaola, cabeza de ungran pueblo, cuyas formidables energas iban a manifes-tarse sorprendentemente en las prximas dcadas. Pocoy malo hubiera sido el descubrimiento, si slo hubieradado lugar a unos enclaves comerciales en las costas.Poco hubiera sido el descubrimiento, si no se hubieravisto seguido de la inmensa accin evangelizadora ycivilizadora realizada por Espaa.

    Pues bien, el medio providencial para el encuentro deColn y la reina Isabel fueron unos humildes y cultosfranciscanos de la Rbida. En efecto, el rey Juan II dePortugal, centrado en la exploracin de las costas occi-dentales de Africa, no haba querido interesarse por lossueos de Coln, que pretenda llegar a las Indias na-vegando hacia occidente. Por eso, en la primavera de1485, en parte por despecho, y en parte por temor a que,descubiertas sus intenciones, pudiera ser apresado por elrey portugus, emprendi Cristbal Coln, con su hijoDiego, de ocho aos, un viaje a pie hacia Huelva. Aslleg, agotado y sin recursos, con su hijo, a las puertasdel convento franciscano de La Rbida, junto a Palos dela Frontera. Quiso Dios que all conociera a fray Antoniode Marchena, un franciscano de mente universal, quepronto se entusiasm con el proyecto colombino. Y qui-so Dios tambin que el superior del convento fuera frayJuan Prez, antiguo confesor de la reina Isabel la Catli-ca.

    1 Parte Descubrimiento y evangelizacin

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    Jos Mara Iraburu Hechos de los apstoles de Amrica

    Los franciscanos, pues, que haban de tener un prota-gonismo indudable en la evangelizacin de Amrica, fue-ron los que facilitaron a Coln el encuentro con la reina,y quienes le apoyaron despus en las arduas discusionescon los doctores de Salamanca y con los funcionariosreales. Finalmente, el 17 de abril de 1492, tras variosaos de tenaces gestiones, se formularon las Capitula-ciones de Santa Fe, en las que se determinaron las con-diciones de la expedicin en la que Coln iba a descubrirun Mundo Nuevo.

    Cristforo, el Portador de CristoEstudios recientes, como los de Juan Gil y Consuelo

    Varela, nos van dando un conocimiento cada vez msexacto de Coln y de su mundo interior y familiar, aun-que siempre su personalidad quede un tanto enigmtica.De todos modos, cuando Coln dice, por ejemplo, queel Paraso Terrenal est en tal lugar, o que los ReyesMagos partieron a Beln desde donde l sabe, o que tienevistos y localizados el Tarsis, el Ofir y los montes ureosde Salomn, o que descendientes de las Amazonas de laantigedad se refugiaron en una isla que l conoce, nohemos de pensar que estaba loco o que era un alucinado.Basta con estimar que los renacentistas, ignorantes ande muchas de las realidades de este mundo, eran todavaen estas cuestiones hombres medievales.

    Mucho ms notable es en Coln su profundo sentidoprovidencial de elegido para una misin altsima. A pesarde reconocerse pecador gravsimo, Coln sabe contoda certeza que en l se ha obrado un milagro eviden-tsimo, como era que Dios me puso en memoria, ydespus lleg a perfecta inteligencia, que podra navegare ir a las Indias desde Espaa, pasando el mar Ocano alPoniente (Fernndez de Navarrete, Coleccin I,437).Esta conciencia de elegido la tena ya antes del Descu-brimiento, y se ve confirmada cuando ste se produce.Al terminar su Tercer Viaje, comienza su relacin a losReyes diciendo: La santa Trinidad movi a VuestrasAltezas a esta empresa de las Indias y por su infinitabondad hizo a m mensajero de ello.

    Y en 1500 le escribe a Juana de la Torre: del nuevocielo y tierra que deca Nuestro Seor por San Juan en elApocalipsis..., me hizo a m mensajero y amostr aque-lla parte. En efecto, l, Cristbal, est elegido por Dioscomo apstol para llevar a Cristo (Cristo-ferens,Cristforo) a un Mundo Nuevo.

    No se puede negar que Cristbal Coln era un cristia-no muy sincero, profundamente religioso. El padreBartolom de las Casas dice de l que en las cosas de lareligin cristiana sin duda era catlico y de mucha devo-cin. Y la curiosa firma que usaba, de discutida signifi-cacin, era en todo caso expresin indudable de su reli-giosidad:

    .S..S. A. S.X M Y

    Xpo FERENS

    Esta religiosidad tiene constantes expresiones en elDiario de a bordo de sus cuatro viajes. Y es el padre LasCasas el que nos ha conservado en transcripciones losrelatos del Primer y Tercer viaje de Coln, cuyos origi-nales se perdieron. Del Segundo viaje slo tenemos elInforme que, unos meses despus de realizarlo, envi elAlmirante a los Reyes. Se conserva en cambio el relatodel Cuarto viaje. Por eso, al leer las citas siguientes, con-

    vendr recordar estos datos, para entender quin hablaen cada texto, si Coln o Las Casas.

    Parte en nombre de la TrinidadEl 3 de agosto de 1492, tras siete aos de innumera-

    bles negociaciones y conversaciones con nobles, frai-les, marinos y con los mismos Reyes, parte Coln final-mente del puerto de Palos. Parte, escribe Las Casas, ennombre de la Santsima Trinidad (como l dice, y assiempre sola decir) (III Viaje). Parte llevando a Cristoen su nao Santa Mara, que no hubiera podido llevarotro nombre la nave capitana del Descubrimiento.

    As cuenta Gonzalo Fernndez Oviedo la partida en sumonumental Historia General y Natural de las Indias:Coln recibi el sanctsimo sacramento de la Eucaris-ta el da mismo que entr en el mar, y en el nombre deJess mand desplegar las velas y sali del puerto dePalos por el ro de Salts a la Mar Ocana con tres cara-belas armadas, dando principio al primer viaje y descu-brimiento destas Indias. Y nosotros le acompaaremosen su Primer Viaje, siguiendo sus propios relatos.

    Marinos cristianos y marianosLa tripulacin de la nao Santa Mara y de las carabelas

    Pinta y Nia la componen unos 90 marineros, la mayo-ra andaluces (70), algunos vascos y gallegos (10), yslo cuatro eran presos en redencin de penas. No to-dos eran angelitos, pero eran sin duda hombres de fe,gente cristiana, pueblo sencillo. As, por ejemplo, solanrezar o cantar cada da la Salve Regina, con otras co-plas y prosas devotas que contienen alabanzas de Dios yde Nuestra Seora, segn la costumbre de los marine-ros, al menos los nuestros de Espaa, que con tribula-ciones y alegras suelen decilla (III Vj.).

    Llega el 12 de octubre del Primer Viaje. Y el Almiran-te tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual,cuando dijeron la Salve, que la acostumbraban decir ecantar a su manera todos los marineros y se hallan to-dos, rog y amonestles el Almirante que hiciesen buenaguarda al castillo de proa, y mirasen bien por la tierra.Dos horas despus de la medianoche pareci la tierra,de la cual estaran dos leguas. Era la isla de Guanahan,que l bautiz cristianamente con el nombre de El Sal-vador, en las actuales Bahamas.

    Entonces, con el escribano, dos capitanes y otros ms,Cristbal Coln toma con solemnidad, y segn los mo-dos acostumbrados, posesin de la dicha Isla por elRey y por la Reina sus seores. Y en seguida se juntall mucha gente de la Isla. Esto que se sigue son pala-bras formales del Almirante en su libro de su primeranavegacin y descubrimiento de estas Indias: Yo, dicel, porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocque era gente que mejor se librara y convertira a Nues-tra Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a al-gunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentasde vidrio que se ponan al pescuezo, y otras cosas mu-chas de poco valor, con que hubieron mucho placer yquedaron tanto nuestros que era maravilla. Y tras unabreve descripcin de aquella gente, la primera encontra-da, concluye: Y creo que ligeramente se haran cristia-nos, que me pareci que ninguna secta tenan.

    Lo primero, hacer cristianosEl 12 de noviembre, estando quiz en Borinque, Puer-

    to Rico, dijo que le haba parecido que fuera bien tomaralgunas personas para llevar a los reyes porque apren-dieran nuestra lengua, para saber lo que hay en la tierra y

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    porque volviendo sean lenguas [intrpretes] de los cris-tianos y tomen nuestras costumbres y las cosas de laFe, porque yo vi e conozco que esta gente no tienesecta ninguna ni son idlatras, salvo muy mansos... ycrdulos y conocedores que hay Dios en el cielo, y fir-mes que nosotros hemos venido del cielo, y muy pres-tos a cualquiera oracin que nos les digamos que digany hacen seal de la cruz. As que deben Vuestras Altezasdeterminarse a los hacer cristianos, que creo que si co-mienzan, en poco tiempo acabarn de los haber conver-tido a nuestra Santa Fe multidumbre de pueblos, y co-brando grandes seoros y riquezas, y todos sus pue-blos de la Espaa, porque sin duda es en estas tierrasgrandsima suma de oro, que no sin causa dicen estosindios que yo traigo, que hay en estas islas lugares adon-de cavan el oro y lo traen al pescuezo, a las orejas y a losbrazos.

    Lo segundo, hallar oroEvangelio y oro no son en el XVI cosas contrapues-

    tas, o al menos pueden no serlo. Cuando en 1511 elmilans Pedro Mrtir de Anglera describe cmo Colnpersuadi a los Reyes Catlicos para que apoyaran suempresa, dice que les convenci de que gracias a stapodra con facilidad acrecentarse la religin cristiana yconseguirse una cantidad inaudita de perlas, especias yoro (Dcadas I,1,2). Evangelio y oro. Las dos cosasjuntas.

    Esto nosotros no acabamos de entenderlo. Pero es quelos hombres del XVI hispano eran tan distintos de noso-tros que fcilmente interpretamos mal sus acciones eintenciones. As por ejemplo, les asignamos una avidezpor las riquezas del mismo gnero que la avidez actual. Yes un error. Sin duda el amor al dinero tena en el XVIaspectos tan srdidos y crueles como los tiene hoy en-tre nosotros, pero un conocimiento suficiente de los do-cumentos de aquella poca nos permite captar diferen-cias muy considerables en la modalidad de esta pasinhumana permanente.

    El caso personal de Coln puede darnos luz en estepunto. Difundir la fe cristiana y encontrar oro son en elAlmirante dos apasionadas obsesiones, igualmente sin-ceras una y otra, y falsearamos su figura personal si noafirmramos en l las dos al mismo tiempo. El confiesade todo corazn: El oro es excelentsimo; del oro sehace tesoro, y con l, quien lo tiene, hace cuanto quiereen el mundo, y llega a que echa las nimas al Paraso(IV Vj.). En esa declaracin, muy enraizada en el sigloXVI hispano, la pasin por el oro no se orienta ante todo,como hoy suele ser ms frecuente, a la vanidad y laseguridad, o al placer y la buena vida, sino que pretende,ms que todo eso, la accin fuerte en el mundo y lafinalidad religiosa. Como dice el profesor Elliot, en elXVI espaol el oro significaba poder. Esta haba sidosiempre la actitud de los castellanos con respecto a lariqueza (El viejo mundo 78). El oro significaba poder,y el poder era para la accin.

    Descubridores y conquistadores, segn se ve en lascrnicas, son ante todo hombres de accin y de aventu-ra, en busca de honores propios y de gloria de Dios, demanera que por conseguir stos valores muchas vecesarriesgan y tambin pierden sus riquezas y an sus vi-das. Y si consiguen la riqueza, rara vez les vemos asen-tarse para disfrutarla y acrecentarla tranquilamente. Ellosno fueron primariamente hombres de negocios, y pocosde ellos lograron una prosperidad burguesa.

    En Coln, concretamente, la fe y el oro no se contra-dicen demasiado, si tenemos en cuenta que, como l

    dice, as protest a Vuestras Altezas que toda la ganan-cia de esta mi empresa se gastase en la conquista deJerusaln, y Vuestras Altezas se rieron y dijeron que lesplaca, y que sin esto tenan aquella gana (I Vj. 26 dic).

    Plantar la CruzEn todas las partes, islas y tierras donde entraba deja-

    ba siempre puesta una cruz, y cuando era posible, unamuy grande y alta cruz (I Vj. 16 nov). Procuraban po-nerlas en lugares bien destacados, para que se vierandesde muy lejos. De este modo, a medida que los espa-oles, conducidos por Coln, tocan las islas o la tierrafirme, van alzndose cruces por todas partes, cobrandoas Amrica una nueva fisonoma decisiva. Las colocancon toda conciencia, en seal que Vuestras Altezas tie-nen la tierra por suya, y principalmente por seal de Je-sucristo Nuestro Seor y honra de la Cristiandad (12dic).

    Y as en todas las tierras adonde los navos de Vues-tras Altezas van y en todo cabo, mando plantar una altacruz, y a toda la gente que hallo notifico el estado deVuestras Altezas y cmo tenis asiento en Espaa, y lesdigo de nuestra santa fe todo lo que yo puedo, y de lacreencia de la santa madre Iglesia, la cual tiene sus miem-bros en todo el mundo, y les digo la polica y nobleza detodos los cristianos, y la fe que en la santa Trinidad tie-nen (III Vj.).

    Nombres cristianos para un mundo nuevoNos dice la Biblia que el Seor Dios model de arcilla

    todas las fieras salvajes y todos los pjaros del cielo, y selos present al hombre, para ver qu nombre les pona. Ycada ser vivo llevara el nombre que el hombre le pusie-ra. Y as el hombre puso nombre a todos los animalesdomsticos, a los pjaros del cielo y a las fieras salvajes(Gn 2,19-20). Esto significa que nombrando las cosasel hombre ejercita su natural dominio sobre ellas. Y laprimera nominacin del mundo la hizo Adn, sin teneran a Eva, su compaera.

    De modo semejante, en el Nuevo Mundo, tambincorrespondi a Coln y a sus compaeros sin ningunaeva que todava les acompaara, dar nombre a las tie-rras que fueron descubriendo en seal de dominio, de undominio ejercido desde el principio en el nombre deCristo y de los catlicos Reyes. En efecto, en carta aLuis de Santngel, escribano del Rey (14-2-1493), cuen-ta el Almirante:

    a la primera [isla] que yo hall puse nombre San Salvador, aconmemoracin de Su Alta Majestad [divina], el cual maravillosa-mente todo esto ha dado; los Indios la llaman Guanahan. A lasegunda puse nombre la isla de Santa Mara de Concepcin; a latercera, Fernandina; a la cuarta, Isabela; a la quinta, la isla Juana, yas a cada una nombre nuevo.

    El Almirante cumple con la familia real lo que la corte-sa le exige, pero aparte de otros nombres descriptivos punta Llana, golfo de las Perlas, isleta del Caracol, bocade la Sierpe, lugar Jardines, etc., impone sobre todonombres cristianos: Isla Santa, Isla de Gracia, cabo deGracias a Dios, islas de la Concepcin, la Asuncin,Santo Domingo, Santa Catalina... El primer asentamientoespaol fundado en tierra americana fue el llamado fuer-te de la Navidad (26 dic). Y a las aguas de ciertas islaspsoles nombre la mar de Nuestra Seora (13 nov).

    Ese bautismo cristiano de las tierras nuevas fue cos-tumbre unnime de los descubridores espaoles y por-tugueses. Ellos hicieron con Amrica lo mismo que lospadres cristianos, que hacen la seal de la cruz sobre suhijo recin nacido, ya antes de que sea bautizado.

    1 Parte Descubrimiento y evangelizacin

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    Jos Mara Iraburu Hechos de los apstoles de Amrica

    Un mundo slo para CristoEl 27 de noviembre Coln describe a los Reyes en su

    Diario, con particular emocin, las maravillas de aquelMundo Nuevo. Y en seguida aade como conclusin msimportante:

    Y digo que Vuestras Altezas no deben consentir que aqu trateni haga pie ningn extranjero, salvo catlicos cristianos, pues estofue el fin y el comienzo del propsito, que fuese por acrecenta-miento y gloria de la religin cristiana, ni venir a estas partes ningu-no que no sea buen cristiano.

    La primera peticin fue cumplida; pero la segunda eraimposible.

    Honradez con los indiosEl Almirante sola enviar al escribano para que no

    consintiese hacer a los dems cosa indebida a los in-dios, porque como fuesen tan francos los indios y losespaoles tan codiciosos y desmedidos, que no les bastaque por un cabo de agujeta y aun por un pedazo de vi-drio y de escudilla y por otras cosas de no nada les da-ban los indios cuanto queran, pero, aunque sin darlesalgo se los querran todo haber y tomar, lo que el Almi-rante siempre prohiba, y aunque tambin eran muchascosas de poco valor, si no era el oro, las que daban a loscristianos, pero el Almirante, mirando el franco coraznde los indios, que por seis contezuelas de vidrio daran ydaban un pedazo de oro, por eso mandaba que ningunacosa se recibiese de ellos que no se les diese algo enpago (22 dic).

    El mal en las AntillasDe su primer viaje trajo Coln una visin de los indios

    que servira de precedente a la del buen salvajeroussoniano: son las mejores gentes del mundo, diceen una ocasin.

    Fue en su segundo viaje donde comenz a desvelarseel misterio oscuro del mal en las Indias. Concretamente,el lunes, a 4 de noviembre [1493], segn cuentaHernando Coln, el Almirante sali de la isla Marigalantecon rumbo al Norte hacia una isla grande, que llamSanta Mara de Guadalupe por devocin y a ruego delos monjes del convento de aquella advocacin, a losque haba prometido dar a una isla el nombre de su mo-nasterio. Llegados a ella al da siguiente, tuvieron pri-mer conocimiento de los indios caribes.

    Seis mujeres indias insisten en ser acogidas en la nave, alegandoque aquellos indios eran muy crueles: se haban comido a los hijosde aqullas y a sus maridos; dcese que a las mujeres no las matanni se las comen, sino que las tienen por esclavas. All mismo lesfue dado ver en algunas casas muchas cabezas de hombres colga-das y cestas con huesos de muertos (Historia del Almirante, cp.47;+ Mrtir de Anglera, Dcadas I,2,3).

    El da 10 naveg el Almirante junto a una isla que llamde Monserrat, y supo por los indios que consigo lleva-ba que la haban despoblado los caribes, comindose lagente. Y el 14, tuvieron en otra isla un encuentro vio-lento con unos indios extraos:

    Estos tenan cortado el miembro genital, porque son cautivadospor los caribes en otras islas, y despus castrados para que engor-den, lo mismo que nosotros acostumbramos a engordar los capo-nes, para que sean ms gustosos al paladar (cp.48).

    Los espaoles comenzaban a conocer el poder de Sa-tans en las Indias.

    Confianza en la Providencia divinaEn todo ve Coln la mano de Dios providente. Ante un

    evento favorable, escribe: Nuestro Seor, en cuyas ma-nos estn todas las victorias, adereza todo lo que fuere

    su servicio (5 nov). No se trata, al menos siempre, defrases hechas, pues cambian mucho las expresiones. Yla misma confianza en la Providencia le asiste en lo ad-verso, tambin, por ejemplo, cuando encallan en Navi-dad; y as considera el lugar muy indicado para hacer unprimer asiento en el Nuevo Mundo: As que todo esvenido mucho a pelo, para que se haga este comienzo.Todo esto dice el Almirante. Y aade ms para mostrarque fue gran ventura y determinada voluntad de Diosque la nao all encallase porque dejase all gente (26dic).

    Advierte en otra ocasin que en Palos calafatearon muymal las naves.

    Pero no obstante la mucha agua que las carabelas hacan, confaen Nuestro Seor que lo trujo lo tornar por su piedad y mise-ricordia, que bien saba su Alta Majestad cunta controversia tuvoprimero antes que se pudiese expedir de Castilla, que ninguno otrofue en su favor sino El, porque El saba su corazn, y despus deDios, Sus Altezas, y todo lo dems le haba sido contrario sin raznalguna (14 en).

    En la gran tormenta del 14 de febrero, ya de regreso aEspaa, cuando se sentan perdidos, todos se confan ala Providencia divina. l orden que se echase [a suer-tes] un romero que fuese a Santa Mara de Guadalupe yllevase un cirio de cinco libras de cera y que hiciesenvoto todos que al que cayese la suerte cumpliese la ro-mera, para lo cual mand traer tantos garbanzos cuan-tas personas en el navo tenan y sealar uno con uncuchillo, haciendo una cruz, y metellos en un bonetebien revueltos. El primero que meti la mano fue el Almi-rante y sac el garbanzo de la cruz; y as cay sobre l lasuerte y desde luego se tuvo por romero y deudor de ir acumplir el voto. Y an sacaron otro romero para ir aSanta Mara de Loreto, en Ancona, y otro para que vela-se una noche en Santa Clara de Moguer.

    Despus de esto el Almirante y toda la gente hicieron voto de,en llegando a la primera tierra, ir todos en camisa en procesin ahacer oracin en una iglesia que fuese de la invocacin de NuestraSeora. Allende los votos generales o comunes, cada uno haca enespecial su voto, porque ninguno pensaba escapar, tenindose to-dos por perdidos, segn la terrible tormenta que padecan.

    Llegados a las Azores, dieron muchas gracias a Dios(18 feb), y en lo primero que se ocuparon fue en buscaruna iglesia, donde ir en procesin, y en hallar un sacer-dote que celebrara una misa en cumplimiento del voto(19).

    Accin de graciasColn entiende que cuanto va haciendo es gracias a

    Dios, como l siempre deca (III Vj.). Nunca ve elNuevo Mundo como una adquisicin de su ingenio yvalor, y siempre lo mira como un don de Dios. Al mismotiempo, l es consciente de que hizo con sus compaerosaquellos descubrimientos fabulosos por virtud divinal(ib.).

    Llegados a Lisboa con los indios que llevaban, eracosa de admiracin, y las maravillas que todos hacandando gracias a Nuestro Seor y diciendo que, por lagran fe que los Reyes Catlicos tenan y deseo de servira Dios, que su Alta Majestad los daba todo esto. Hoyvino infinitsima gente a la carabela y muchos caballe-ros, y entre ellos los hacedores del Rey, y todos dabaninfinitsimas gracias a Nuestro Seor por tanto bien yacrecentamiento de la Cristiandad que Nuestro Seorhaba dado a los Reyes de Castilla, el cual diz que apro-pinaban porque Sus Altezas se trabajaban y ejercitabanen el acrecentamiento de la religin de Cristo (6-7 mar-zo).

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    Cristbal Coln vio siempre las Indias como un donde Dios, y por eso en sus escritos rebosa continua-mente en accin de gracias. En carta dirigida a Luis deSantngel, dice:

    As que pues nuestro Redentor dio esta victoria a nuestrosIlustrsimos Rey y Reina y a sus Reinos famosos de tan alta cosa,adonde toda la cristiandad debe tomar alegra y hacer grandes fies-tas y dar gracias solemnes a la Santa Trinidad, con muchas ora-ciones solemnes por el tanto ensalzamiento que habrn en tomn-dose tantos pueblos a nuestra Santa Fe, y despus por los bienestemporales que no solamente a la Espaa, mas a todos los cristia-nos tendrn aqu refrigerio y ganancia (14-2-1493).

    Todo fue milagro de DiosEl 15 de marzo termina el Diario del Primer Viaje. Y

    as dice l que acaba ahora esta escritura, convencidode que su viaje slo se explica como un milagro de Dios,pues, fuera de los Reyes, tena a todo el mundo en con-tra. En efecto, l tiene intencin de ir a a ver a los Reyesa Barcelona, y esto para les hacer relacin de todo suviaje que Nuestro Seor le haba dejado hacer y le quisoalumbrar en l. Porque ciertamente, allende que l sabay tena firme y fuerte sin escrpulo que Su Alta Majes-tad hace todas las cosas buenas y que todo es buenosalvo el pecado y que no se puede abalar ni pensar cosaque no sea con su consentimiento, esto de este viajeconozco, dice el Almirante, que milagrosamente lo hamostrado, as como se puede comprender por esta es-critura, por muchos milagros sealados que ha mostra-do en el viaje, y de m, que ha tanto tiempo que estoy enla Corte de Vuestras Altezas con opsito y contra sen-tencia de tantas personas principales de vuestra casa,los cuales todos eran contra m, poniendo este hechoque era burla, el cual espero en Nuestro Seor que ser lamayor honra de la Cristiandad que as ligeramente hayajams aparecido. Estas son finales palabras del Almi-rante don Cristbal Coln, de su primer viaje a las Indiasy al descubrimiento de ellas.

    DEO GRACIAS.

    3. Reyes y telogos catlicos

    La Reconquista de Espaa, 1492Despus de sesenta aos de estudios medievalistas y

    de cuarenta vividos en Amrica, don Claudio SnchezAlbornoz quiso anticipar su homenaje al Quinto Cente-nario del Descubrimiento, presintiendo que ya no estarapresente en su celebracin, y public en 1983 una obraimpresionante, La Edad Media espaola y la empresaen Amrica.

    En ella afirma como verdad indestructible, que la Reconquistafue la clave de la Historia de Espaa y que lo fue tambin denuestras gestas hispanoamericanas (7). Repito lo que he dichomuchas veces: si los musulmanes no hubieran puesto el pie enEspaa, nosotros no habramos realizado el milagro de Amrica(70).

    En efecto, en los aos 711-725 los rabes musulma-nes ocupan toda la pennsula ibrica, salvo pequeos n-

    cleos cristianos en Asturias y los Pirineos, y en esos mis-mos aos, Pelayo en Asturias (718-737) un rey nuevoque reina sobre un pueblo nuevo, segn Ibn Jaldn, y enseguida Alfonso I (739-757), inician contra el Islam in-vasor un movimiento poderoso de reconquista que dura-r ocho siglos, en los que se va a configurar el alma deEspaa.

    Desde el siglo VIII en adelante escribe don Claudio, la histo-ria de la cristiandad hispana es, en efecto, la historia de la lenta ycontinua restauracin de la Espaa europea; del avance perpetuo deun reino minsculo, que desde las enhiestas serranas y los escobiospavorosos de Asturias fue creciendo, creciendo, hasta llegar al marazul y luminoso del Sur... A travs de ocho siglos y dentro de lamltiple variedad de cada uno, como luego en Amrica, toda lahistoria de la monarqua castellana es tambin un tejido de conquis-tas, de fundaciones de ciudades, de reorganizacin de las nuevasprovincias ganadas al Islam, de expansin de la Iglesia por losnuevos dominios: el trasplante de una raza, de una lengua, de una fey de una civilizacin (125).

    Aquellos ocho siglos Espaa luch, en el nombre deDios, para recuperarse a s misma, es decir, para reafir-mar su propia identidad cristiana. La causa de Cristo y lade Espaa, empujando hacia el sur espada en mano, conla cruz alzada, se haban hecho una sola.

    Y siempre en permanente actividad colonizadora, siempre lle-vando hacia el Sur el romance nacido en los valles septentrionalesde Castilla, siempre propagando las doctrinas de Cristo en lastierras ganadas con la espada, siempre empujando hacia el Sur lacivilizacin que alboreaba en los claustros romnicos y gticos decatedrales y cenobios, siempre extendiendo hacia el medioda laslibertades municipales, surgidas en el valle del Duero, y siempreincorporando nuevos reinos al Estado europeo, heredero de la anti-gedad clsica y de los pueblos brbaros, pero tallado poco a poco,por obra de las peculiaridades de nuestra vida medieval, en pugnasecular con el Islam (126).

    La divisa hispana en estos siglos fue lgicamente Plusultra, ms all, ms all siempre...

    Empresa popular y religiosaLa lucha contra el Islam invasor fue lo que, por enci-

    ma de muchas divisiones e intereses contrapuestos, unien una causa comn a todos los reinos cristianos penin-sulares, y dentro de ellos a reyes y nobles, clrigos yvasallos, oficios y estamentos. Todos empeaban la vidapor una causa que mereca el riesgo de la muerte. Y laReconquista iba adelante, con tenacidad multisecular,como empeo nunca olvidado.

    Un valle, una llanura, una montaa, una villa, una gran ciudaderan ganadas al Islam porque el Seor haba sido generoso; y comoproyeccin de la merced divina, castillos, palacios, casas, hereda-des... Se haban jugado a cara o cruz la vida, haban tal vez cado enla batalla padres, hijos, hermanos... pero despus, en lo alto de lastorres, el smbolo magno de la pasin de Cristo. Y nuevas tierrasque dedicar al culto del hijo de Dios. Y as un siglo, dos, cinco,ocho (104)...

    En seguida venan nuevos templos, fundaciones y do-nativos para monasterios fronterizos, conversin de mez-quitas en iglesias, organizacin de sedes episcopales,constitucin de municipios nuevos, pues slo poblandose poda reconquistar.

    En los audaces golpes de mano contra el moro, o enlos embates poderosos de grandes ejrcitos cristianos,todos invocaban siempre el auxilio de Cristo y de Mara,de Santiago y de los santos, alzando a ellos una oracina medias humilde y orgullosa: Sirvo, luego me debesproteccin (103), y ofrecindoles despus lo mejor delbotn conquistado, pues ellos eran los principales vence-dores. Tras la victoria, el Te Deum laudamus.

    En efecto, durante ocho siglos las victorias hispanaseran siempre triunfos cristianos: Fernando III vence en

    1 Parte Descubrimiento y evangelizacin

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    Jos Mara Iraburu Hechos de los apstoles de Amrica

    Crdoba, y hace devolver a Santiago las campanas arre-batadas por Almanzor, triunfa en Sevilla, y alza la santaCruz sobre la torre ms alta de la Alhambra granadina.Ni siquiera en tiempos calamitosos de crisis poltica ysocial, como en aquellos que precedieron al gran reinadorestaurador y unificador de los Reyes Catlicos, se olvi-daba el empeo de la Reconquista.

    El programa de gobierno de la reina Isabel al ascenderal trono de Castilla, en 1474, expresaba su intencin conestas sinceras palabras:

    el servicio de Dios, el bien de las Iglesias, la salvacin de todaslas almas y el honor de estos reinos. Finalmente, tras diez aos detenaz resistencia, caa en Granada el ltimo bastin rabe. En 1492.

    La Conquista de Amrica, 1493La Reconquista que Espaa hace de s misma no es

    sino una preparacin para la Conquista de Amrica, quese realiza en perfecta continuidad providencial. El mis-mo impulso espiritual que moviliza a todo un pueblo deCovadonga hasta Granada, continu empujndole a lasCanarias y a las Antillas, y de all a Tierra Firme y NuevaEspaa, y en cincuenta aos hasta el Ro de la Plata y laAmrica del Norte. La Reconquista dur ocho siglos, yla Conquista slo medio. Esta fue tan asombrosamenterpida porque Espaa hizo en el Nuevo Mundo lo que enla pennsula vena haciendo desde hace ocho siglos. Es-taba ya bien entrenada.

    Y del mismo modo, en continuidad con la tradicinmultisecular de avanzar, predicar, bautizar, alzar cruces,iglesias y nuevos pueblos para Cristo, ha de entendersela rpida evangelizacin de Amrica, esa inmensa trans-fusin de sangre, fe y cultura, que logr la total conver-sin de los pueblos misionados, fenmeno nico en lahistoria de la Iglesia.

    Sin los siglos de batallas contra el moro, enemigo del Altsimo,de Mara, de Cristo y de sus Santos, sera inexplicable el anhelocristianizante de los espaoles en Amrica, basado en la mismafrvida fe (106).

    En las Indias, otra vez vemos unidos en empresa co-mn a Reyes y vasallos, frailes y soldados, telogos ynavegantes. Otra vez castellanos y vascos, andaluces yextremeos, se van a la conquista de almas y de tierras,de pueblos y de oro. Otra vez las encomiendas y lascartas de poblacin, los capitanes y adelantados, las capi-tulaciones de conquista, las libertades municipales de nue-vos cabildos, los privilegios y fueros, la construccin deiglesias o la reconversin de los templos paganos, y denuevo la destruccin de los dolos y la ereccin de mo-nasterios y sedes episcopales.

    La Conquista, pues, teniendo la evangelizacin comolo primero, si no en la ejecucin, siempre en la intencin,era llegar, ver, vencer, repoblar, implantar las formasbsicas de una sociedad cristiana, y asimilar a los ind-genas, como vasallos de la Corona, prosiguiendo luegoel impulso por una sobreabundante fusin de mestizaje,ante el asombro de la esposa india, que se vea muchasveces como esposa nica y no abandonada.

    La Conquista de las Indias es completamente ininteli-gible sin la experiencia medieval de la Reconquista deEspaa.

    Concretamente, la poltica asimilista pero igualitaria de Castilla,nica en la historia de la colonizacin universal poltica que decla-r sbditos de la Corona, como los castellanos, a los indios deAmrica y que no convirti en colonias a las tierras conquistadassino que las tuvo por prolongacin del solar nacional, no podraexplicarse sin nuestro medioevo (128).

    Los religiosos en la Espaa del XVIOtro factor que tuvo influjo decisivo en la accin de

    Espaa en las Indias fue la reforma religiosa que, en lapennsula, anticipndose a la tridentina, se vena reali-zando ya desde fines del siglo XIV. Eso hizo posible que,en los umbrales del siglo XVI, las Ordenes religiosasprincipales y las Universidades vivieran una poca degran pujanza.

    Las ms importantes Ordenes religiosas haban experimentadoautnticas reformas, los jernimos en 1373, los benedictinos deValladolid en 1390. Los franciscanos, a lo largo del siglo XV, seafirmaron en la observancia; junto a sta crecieron nuevas formasde vida eremtica, ya iniciadas en los eremitorios de Pedro de Villacre-ces (1395), y en 1555 culminaron su renovacin con los descalzosde San Pedro de Alcntara (1499-1562). En cuanto a los dominicos,tambin durante el siglo XV vivieron intensamente el espritu derenovacin con Luis de Valladolid, el beato Alvaro de Crdoba, elcardenal Juan de Torquemada, o el P. Juan de Hurtado. La renova-cin cisterciense, por su parte, fue ligada a Martn de Vargas, laagustiniana a Juan de Alarcn, y la trinitaria a Alfonso de la Pue-bla.

    Los Reyes Catlicos, con la gran ayuda del francisca-no Cardenal Francisco Jimnez de Cisneros (1437-1517),arzobispo de Toledo, apoyaron y culminaron en su rei-nado la reforma de las Ordenes religiosas, ayudando asen grado muy notable a poner firmes fundamentos a larenovacin religiosa de Espaa en el siglo XVI. Esto que,como sabemos, tuvo una gran repercusin en el conciliode Trento, fue tambin de transcendencia decisiva parala evangelizacin de las Indias.

    Con todo esto, y con la expulsin de los judos y losrabes, obrada por un conjunto de causas, Espaa en elXVI es un pueblo homogneo y fuerte, que tiene poralma nica la fe cristiana. Las universidades de Salamancay Alcal, bajo el impulso de hombres como Cisneros oNebrija, se sitan entre las principales de Europa, unien-do humanismo y biblismo, teologa tomista y misticis-mo. Figuras intelectuales de la talla de Vitoria, Bez,Soto, Cano, Medina, Carvajal, Villavicencio, Valds,Lanez, Salmern, Maldonado, hacen de Espaa la van-guardia del pensamiento cristiano de la poca. Igualmenteen novela y teatro, poesa y pintura, Espaa est vivien-do su Siglo de Oro. En fin, el XVI en Espaa es sobretodo el siglo de un pueblo unido en una misma fe, queflorece en santos; pero de ello hemos de tratar en el prxi-mo captulo.

    Un pueblo fuerte,elegido para una empresa grandiosa

    Para conocer una historia es necesario, pero no sufi-ciente, conocer los hechos, pues es preciso tambin co-nocer el espritu, o si se quiere la intencin que animesos hechos, dndoles su significacin ms profunda.El que desconozca el espritu medieval hispano de con-quista y evangelizacin que actu en las Indias, y tratede explicar aquella magna empresa en trminos mercan-tilistas y liberales, propios del espritu burgus modernocree el ladrn que todos son de su condicin, ape-nas podr entender nada de lo que all se hizo, aunqueconozca bien los hechos, y est en situacin de esgri-mirlos. Quienes proyectan sobre la obra de Espaa en lasIndias el espritu del colonialismo burgus, liberal ymercantilista, se darn el gusto de confirmar sus propiastesis con innumerables hechos, pero se vern condena-dos a no entender casi nada de aquella grande historia.

    Oigamos aqu por ltima vez a don Claudio Snchezde Albornoz:

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    No, no fueron casuales ni el descubrimiento ni la conquista ni lacolonizacin de Amrica. El descubrimiento fue fruto de un acto defe y de audacia pero, adems, de la idiosincracia de Castilla. Otrohombre de fe y de audacia habra podido proyectar la empresa; esmuy dudoso que otro pueblo con otra histrica tradicin que elcastellano a fines del s. XV le hubiese secundado. Un pueblo debanqueros como Gnova o un pueblo como Venecia, de caracters-ticas bien notorias, difcilmente hubiese arriesgado las sumas que laaventuradsima empresa requera. Slo un pueblo sacudido por undesorbitado dinamismo aventurero tras siglos de batalla y de em-presas arriesgadas y con una hipersensibilidad religiosa extremapoda acometer la aventura...

    Pero admitamos lo imposible, que Amrica no hubiese sidodescubierta por Castilla; algo me parece indudable: slo Castillahubiese conquistado y colonizado Amrica. Por qu? He aqu elnudo del problema. La conquista no fue el resultado natural deldescubrimiento. Imaginemos que Coln, contra toda verosimili-tud, hubiese descubierto Amrica al frente de una flotilla de laSeora de Gnova o de naves venecianas; podemos adivinar lo quehubiese ocurrido. Se habran establecido factoras, se habran bus-cado especias, se habra pensado en los negocios posibles... Pode-mos imaginar lo que hubiese ocurrido, porque tenemos ejemploshistricos precisos (23).

    Si proyectamos el espritu de hoy, burgus y liberal,comercial y consumista, sobre la empresa histrica deEspaa en las Indias, la falsearemos completamente, yno podremos entender nada de ella.

    Roma confa Amrica a Espaapara que la evangelice

    Al regreso de Coln, los Reyes Catlicos ven inmedia-tamente la necesidad de conseguir la autorizacin msalta posible para que Espaa pueda cumplir la grandiosamisin que la Providencia le ha encomendado en Amri-ca. El Tratado de Alcaovas-Toledo, establecido con Por-tugal en 1479, haba clarificado entre las dos potenciasibricas las reas de influjo en la zona de Canarias, Afri-ca y camino del Oriente, pero nada haba determinadode posibles navegaciones hacia el Oeste.

    Por eso, en cuanto Coln regres de Amrica, rpidasgestiones de los Reyes espaoles consiguieron del papaAlejandro VI, antes del segundo viaje colombino, las Bu-las Inter ctera (1493), en las que se afirman unas nor-mas de muy alta transcendencia histrica.

    Sabemos, dice el Papa a los Reyes Catlicos, que vosotros,desde hace tiempo, os habais propuesto buscar y descubrir algu-nas islas y tierras firmes lejanas y desconocidas, no descubiertashasta ahora por otros, con el fin de reducir a sus habitantes ymoradores al culto de nuestro Redentor y a la profesin de la fecatlica; y que hasta ahora, muy ocupados en la reconquista delreino de Granada, no pudisteis conducir vuestro santo y laudablepropsito al fin deseado. Pues bien, sigue diciendo el Papa, con eldescubrimiento de las Indias lleg la hora sealada por Dios, paraque decidindoos a proseguir por completo semejante empresa,queris y debis conducir a los pueblos que viven en tales islas ytierras a recibir la religin catlica. As pues, por la autoridad deDios omnipotente concedida a San Pedro y del Vicariato de Jesu-cristo que ejercemos en la tierra, con todos los dominios de lasmismas... a tenor de la presente, donamos, concedemos y asigna-mos todas las islas y tierras firmes descubiertas y por descubrir avos y a vuestros herederos. Y al mismo tiempo, en virtud desanta obediencia, el Papa dispone que los Reyes castellanos hande destinar varones probos y temerosos de Dios, doctos, peritos yexpertos para instruir a los residentes y habitantes citados en la fecatlica e inculcarles buenas costumbres (A. Gutirrez, Amrica122-123).

    Roma, pues, enva claramente Espaa a Amrica, y enel nombre de Dios se la da para que la evangelice. Enotras palabras, el nico ttulo legtimo de dominio deEspaa sobre el inmenso continente americano reside enla misin evangelizadora.

    El profesor L. Surez, medievalista, recuerda aqu que ya Cle-mente V, hacia 1350, enseaba que la nica razn vlida para

    anexionar un territorio y someter a sus habitantes es proporcionara stos algo de tanto valor que supere a cualquier otro. Y es evidenteque la fe cristiana constituye este valor (La Cierva, Gran H 503).

    El Patronato RealEl Patronato real fue histricamente el modo en que

    se articul esta misin de la Corona de Espaa hacia lasIndias. El Patronato real sobre las Indias no fue sino unagran amplificacin de la institucin del patronato, desdeantiguo conocida en el mundo cristiano: por l la Iglesiasealaba un conjunto de privilegios y obligaciones a lospatronos o fundadores de templos o colegios, hospitaleso monasterios, o a los promotores de importantes obrasreligiosas. El Padroao de los Reyes lusitanos fue el pre-cedente inmediato al de la Corona espaola.

    Por el real Patronato, los Reyes castellanos, como de-legados del Papa, y sujetos a las leyes cannicas, asumie-ron as la administracin general de la Iglesia en las In-dias, con todo lo que ello implicaba: percepcin de diez-mos, fundacin de dicesis, nombramientos de obispos,autorizacin y mantenimiento de los misioneros, cons-truccin de templos, etc. Julio II, en la Bula UniversalisEcclesi, concedida a la Corona de Castilla en la personade Fernando el Catlico, di la forma definitiva a esteconjunto de derechos y deberes.

    Pronto se crearon las primeras dicesis americanas, ylas Capitulaciones de Burgos (1512) establecieron el es-tatuto primero de la Iglesia indiana. Cuando Roma viocon los aos el volumen tan grande que iba cobrando laIglesia en Amrica, pretendi en 1568 suprimir el Patro-nato, pero Felipe II no lo permiti. Poco despus, la Jun-ta Magna de Madrid (1574) fue un verdadero congresomisional, en el que se impuls la autonoma relativa delos obispos en las Indias para nombramientos y otrasgraves cuestiones. Las modernas Repblicas hispano-americanas mantuvieron el rgimen del Patronato hastael concilio Vaticano II, y en algunas todava perdura, enla prctica al menos de algunas cuestiones.

    Mal comienzoEspaa, en efecto, con la ayuda de Dios, era un pueblo

    bien dispuesto para acometer la empresa inmensa de ci-vilizar y evangelizar el Nuevo Mundo. Sin embargo, a loscomienzos, cuando todava no exista una organizacinlegal, ni se conocan las tierras, todava envueltas en lasnieblas de la ignorancia, el personalismo anrquico y laimprovisacin, la codicia y la violencia, amenazaron conpervertir en su misma raz una accin grandiosa. Paraempezar, Cristbal Coln, con altos ttulos y pocas cua-lidades de gobernante, fracas en las Indias como VirreyGobernador. Tampoco el comendador Bobadilla, que lesucedi en 1500, en Santo Domingo, capital de La Espa-ola, pudo hacer gran cosa con aquellos indios diezma-dos y desconcertados, y con unos cientos de espaolesindisciplinados y divididos entre s.

    Alarmados los Reyes, enviaron en 1502 al comenda-dor fray Nicols de Ovando, con 12 franciscanos y 2.500hombres de todo oficio y condicin, Bartolom de LasCasas entre ellos. En las Instrucciones de Granada (1501)los Reyes dieron a Ovando normas muy claras. Ellosqueran tener en los indios vasallos libres, tan libres ybien tratados como los de Castilla:

    Primeramente, procuraris con mucha diligencia las cosas delservicio de Dios... Porque Nos deseamos que los indios se convier-tan a nuestra santa Fe catlica, y sus almas se salven... Tendrismucho cuidado de procurar, sin les hacer fuerza alguna, cmo losreligiosos que all estn los informen y amonesten para ello conmucho amor... Otros: Procuraris como los indios sea bien trata-

    1 Parte Descubrimiento y evangelizacin

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    Jos Mara Iraburu Hechos de los apstoles de Amricados, y puedan andar seguramente por toda la tierra, y ninguno leshaga fuerza, ni los roben, ni hagan otro mal ni dao. Si los caciquesconocen algn abuso, que os lo hagan saber, porque vos lo castiga-ris. Los tributos para el Rey han de ser con ellos convenidos, demanera que ellos conozcan que no se les hace injusticia. En fin, silos oficiales reales hicieran algo malo, quitarles heis el oficio, ycastigarlos conforme a justicia... y en todo hacer como viredes quecumple al servicio de Dios, y descargo de nuestras conciencias, yprovecho de nuestras rentas, pues de vos hacemos toda la con-fianza (Cspedes del Castillo, Textos n.14).

    Ovando, caballero profeso de la orden de Alcntara,con gran energa, puso orden y mejor notablemente lasituacin Las Casas le elogia, ganndose el respeto detodos. Pero en una campaa de sometimiento, en la re-gin de Xaragu, avisado de ciertos preparativos belico-sos de los indios, orden una represalia preventiva, en laque fue muerta la reina Anacaona. La Reina Isabel alcan-z a saber esta salvajada, que ocasion a Ovando, a suregreso, una grave reprobacin por parte del ConsejoReal.

    El Testamento de Isabel la CatlicaLa reina Isabel vea que su vida se iba acabando, y con

    sta y otras noticias estaba angustiada por la suerte delos indios, de modo que mes y medio despus de hacersu Testamento, un da antes de morir, el 25 de noviem-bre de 1504, le aade un codicilo en el que expresa sultima y ms ardiente voluntad:

    De acuerdo a mis constantes deseos, y reconocidos en las Bulasque a este efecto se dieron, de ensear, doctrinar buenas costum-bres e instruir en la fe catlica a los pueblos de las islas y tierrasfirmes del mar Ocano, mando a la princesa, mi hija, y al prncipe,su marido, que as lo hayan y cumplan, e que este sea su principalfin, e que en ello pongan mucha diligencia, y non consientan ni denlugar que los indios, vecinos y moradores de las dichas Indias ytierra firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en suspersonas y bienes, mas manden que sean bien y justamente trata-dos. Y si algn agravio han recibido, lo remedien y provean.

    El terrible acabamiento de los indiosSe remediaron algunos de los abusos ms patentes de

    la primera hora, pero las cosas seguan estando muymal. De los 100 o 200.000 indgenas, o quiz un milln,de La Espaola, en 1517 slo quedaban unos 10.000. Enlos aos siguientes, aunque no en proporciones tan gra-ves, se produjo un fenmeno anlogo en otras regionesde las Indias. Cmo explicarlo? No puede acusarsesimultneamente a los espaoles de asesinos y de explo-tadores de los indios, pues ningn ganadero mata porsadismo el ganado que est explotando. Tuvo que haber,adems de las guerras y malos tratos, otra causa...

    Y la hubo. Hace tiempo se sabe que la causa principalde ese pavoroso declive demogrfico se debi a las pes-tes, a la total vulnerabilidad de los indios ante agentespatgenos all desconocidos. En lo referente, concreta-mente, a la tragedia de La Espaola, donde la despoblacinfue casi total, estudios recientes del doctor FranciscoGuerra han mostrado que la gran mortalidad de los in-dios, y previamente de los espaoles, se debe a una epi-demia de influenza suina o gripe del cerdo (La Cierva,Gran H 517). El mexicano Jos Luis Martnez, en sureciente libro Hernn Corts, escribe que el choquemicrobiano y viral, segn Pierre Chaunu, fue responsa-ble en un 90% de la cada radical de la poblacin india enel conjunto entonces conocido de Amrica (19).

    Por lo dems, no se conoce bien cunta poblacin te-na Amrica en tiempos del descubrimiento. Rosenblatcalcula que en las Indias haba al tiempo de la Conquis-ta 13.385.000 habitantes. Pues bien, cuarenta aos des-pus, en 1570, ella se haba reducido a 10.827.000

    (Zorrilla, Gestacin 81). Otros autores, como Jos LuisMartnez, siguiendo a Borah, Cook o Simpson, del gru-po de Berkeley, dan cifras muy diversas, y consideranque el nmero de 80 millones de habitantes en 1520descendi a 10 millones en 1565-1570 (Corts 19).Parece, sin embargo, que s hay actualmente coinciden-cia en ver las epidemias como la causa principal del tr-gico despoblamiento de las Indias, pues cadas demo-grficas semejantes se produjeron tambin entre los in-dios sin acciones blicas: Tal es el caso, escribe Alcina,de la Baja California que, entre los aos 1695 y 1740,pierde ms del 75 por 100 de su poblacin, sin que hayahabido accin militar de ningn gnero (Las Casas 54;+N. Snchez-Albornoz, AV, Historia de AL 22-23).

    Concretamente, el efecto de las epidemias en Mxico, al llegarlos espaoles, fue ya descrito por el padre Mendieta, a fines delXVI, cuando da cuenta de las siete plagas sucesivas que abrumarona la poblacin india (Historia ecl. indiana IV,36). La primera,concretamente, la de 1520, fue de viruela, y en algunas provinciasmuri la mitad de la gente. De esa misma plaga leemos en lasCrnicas indgenas: Cuando se fueron los espaoles de Mxico[tras su primera entrada frustrada] y aun no se preparaban losespaoles contra nosotros se difundi entre nosotros una granpeste, una enfermedad general... gran destruidora de gente. Algunosbien les cubri, por todas partes [de su cuerpo] se extendi... Muchasgentes murieron de ella. Ya nadie poda andar, no ms estabanacostados, tendidos en su cama. No poda nadie moverse... Mu-chos murieron de ella, pero muchos solamente de hambre murie-ron: hubo muertos por el hambre: ya nadie tena cuidado de nadie,nadie de otros se preocupaba... El tiempo que estuvo en fuerza estapeste dur sesenta das (Len-Portilla, Crnicas 122; +G. y J.Testas, Conquistadores 120).

    De todos modos, en los comienzos y tambin des-pus, la despoblacin angustiosa de los indios en todaAmrica, aunque debida sobre todo a las epidemias, tuvootras graves causas: el trabajo duro y rgidamente orga-nizado impuesto por los espaoles, al que los indios ape-nas se podan adaptar; la malnutricin sufrida con fre-cuencia por la poblacin indgena a consecuencia de re-quisas, de tributos y de un sistema de cultivos y alimen-tacin muy diversos a los tradicionales; los desplaza-mientos forzosos para acarreos, expediciones y labores;el trabajo en las minas; las incursiones blicas de con-quista y los malos tratos, as como las guerras que lapresencia del nuevo poder hispano ocasion entre lasmismas etnias indgenas; la cada en picado del ndice denatalidad, debido a causas biolgicas, sociales y psicol-gicas...

    El sermn de fray Antonio de Montesinos, 1511El primer domingo de Adviento de 1511 en Santo Do-

    mingo, el dominico fray Antonio de Montesinos, con elapoyo de su comunidad, predic un sermn tremendo,que reson en la pequea comunidad de espaoles comoun trueno, pues en l denunciaba con acentos apo-calpticos no era para menos los malos tratos que es-taban sufriendo los indios:

    Estos no son hombres? Con stos no se deben guardar ycumplir los preceptos de caridad y de la justicia? Estos no tenansus tierras propias y sus seores y seoros? Estos hannos ofen-dido en algo? La ley de Cristo, no somos obligados a predicrselay trabajar con toda diligencia de convertirlos?... Todos estis enpecado mortal, y en l vivs y mors, por la crueldad y tirana queusis con estas inocentes gentes.

    A todas estas exhortaciones y reprensiones moralesgravsimas, que quiz no eran del todo nuevas para losoyentes, aadi Montesinos una cuestin casi ms gra-ve: Decid, con qu derecho y con qu justicia tenis entan cruel y horrible servidumbre a aquestos indios? Conqu autoridad habis hecho tan detestables guerras aestas gentes, que estaban en sus tierras mansas y pacfi-

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    cas, donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragosnunca odos, habis consumido?. Las Casas nos cuen-ta de Montesinos que concludo el sermn, bjase delplpito con la cabeza no muy baja... (Cspedes, Textosn.15).

    Lo planteado por aquel fraile era sumamente grave:Con qu derecho estamos, actuamos y mandamos aqu?

    Un clamor continuo de protestasLa accin de Espaa en las Indias fue sin duda mucho

    mejor que la realizada por otras potencias de la poca enel Brasil o en el Norte de Amrica, y que la desarrolladamodernamente por los europeos en Africa o en Asia. Sinembargo, hubo en ella innumerables crmenes y abusos.Pues bien, la autocrtica continua que esos excesos pro-voc en el mundo hispano no tiene tampoco compara-cin posible en ninguna otra empresa imperial o coloni-zadora de la historia pasada o del presente. Por eso, alhacer memoria de los hechos de los apstoles de Amri-ca, es de justicia que, al menos brevemente, recordemoslas innumerables voces que se alzaron en defensa de losindios, y que promovieron eficazmente su bien, evitandomuchos males o alivindolos.

    Los Reyes Catlicos, cortando en seco ciertas ideasesclavistas de Coln o reprochando acerbamente aOvando su accin de Xaragu, van a la cabeza de la msantigua tradicin indigenista. De las innumerables denun-cias formuladas al Rey o al Consejo de Indias por repre-sentantes de la Corona en las Indias, recordaremos comoejemplo aquella carta que Vasco Nez de Balboa, en1513, escribe al Rey desde el Darin quejndose del maltrato que los gobernadores Diego de Nicuesa y Alonsode Hojeda daban a los indios, que les parece ser seo-res de la tierra... La mayor parte de su perdicin ha sidoel maltratamiento de la gente, porque creen que desdeac una vez los tienen, que los tienen por esclavos (Cs-pedes, Textos n.18). En todo caso, las denuncias sobreabusos en las Indias fueron formuladas sobre todo porlos misioneros.

    As, a finales del XV, llegaron a Espaa las acusaciones de losfranciscanos belgas Juan de la Deule y Juan Tisin (La Cierva, GranH 523). En 1511 fue la explosin del sermn de Montesinos. En1513, fray Matas de Paz, catedrtico de Salamanca, escribe Deldominio de los reyes de Espaa sobre los indios, denunciando elimpedimento que los abusos ponen a la evangelizacin, y afir-mando que jams los indios deben ser gobernados con dominiodesptico (Cspedes, Textos 31). Jos Alcina Franch hace unbreve elenco de varias intervenciones semejantes (Las Casas 29-36). El dominico fray Vicente Valverde, en 1539, escribe al Reydesde el Cuzco acerca de los abusos sufridos por los indios detantos locos como hay contra ellos, y le refiere cmo yo les heplaticado muchas veces diciendo cmo Vuestra Majestad los quie-re como a hijos y que no quiere que se les haga agravio alguno. En1541, tambin desde el Cuzco, el bachiller Luis de Morales dirige alRey informes y reclamaciones semejantes. Tambin son de 1541las graves denuncias que fray Toribio de Benavente, Motolina,hace en su Historia de los indios de la Nueva Espaa, contra losabusos de los espaoles, sobre todo en los inicios de su presenciaindiana, aunque tambin los defiende con calor de las difamacionesprocedentes del padre Las Casas.

    Ya desde los comienzos de la conquista, que es cuan-do los abusos se produjeron con ms frecu