hauser, arnold - sociología del arte 3. dialéctica de lo estético

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Cueto Pérez, Magdalena - Las nuevas formas de lo trágico, Blade Runner y la melancolía

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    Sociologa del rrrte~ 3. Dialctica de lo esttico

    Segunda edicin

  • Seccin: Ciencias sociales. Nmero: 242

    Otras obras de la misma secc1on: A. Hauser: Historia social de la literatura y el arte (P.O. 19,

    20 y 21). J. Soustelle: Los cuatro soles. Origen y ocaso de las culturas

    (P.O. 71). A. de Tocqueville: La democracia en Amrica (P.O. 74). L. Marcuse: Filosofa americana (P.O. 77). L. Strauss: Qu es filosofa poltica? (P.O. 91 ). M. Kidron: El capitalismo occidental de la posgu,rra (P.O. 1091. E. Ruiz Garca: Amrica Latina hoy (P.O. 114 y 115). f. Vogt: El concepto de la historia de Ranke a Toynbee

    (P.O. 116). J. de Castro: Geopoltica del hambre (P.O. 140 y 141). L. Bonilla: Las revoluciones espaolas en el siglo XVI (P.O. 148) J. P. Harroy: La economa de los pueblos sin maquinismo

    (P.O. 152). G. Duncan Mitchell: Historia de la sociologa (P.O. 144 y 164 ). H. Lefebvre: Marx (P. O. 172). :vi. Berthold: Historia social del teatro (P.O. 177 y 178). A. Hauser: Fundamentos de la sociologa del arte (P.O. 180) G. Gurvitch: Proudhorn> (P.O. 181). l. C. Jarvie: Sociologa del cine (P.O. 182). S. de Coster-F. Hotyat: Sociologa de la educacin (P.O. 184 ). R. L. Heilbroner: El porvenir humano (P.O. 191). M. Twain: Las tres erres (P.O. 192). D. Lacalle: Tcnicos, cientficos y clases sociales (P.O. 216). J. Maquet: El poder negro de Africa (B.H.A. 66). A. Hauser: Sociologa del arte. E. V. Schneider: Sociologa industrial. Relaciones sociales entre

    la industria y la comunidad. S. F. Nade!: Teora de la estructura social. J. Monnerot:

  • Arnold Hauser: Sociologa del arte

    3. Dialctica de lo esttico

    Ediciones Guadarrama Coleccin

    Universitario de Bolsillo

    Punto Omega

  • Ttulo original: Sociologie der Kunst Traductor: Vicente Romano Villalba Portada: Estudio R&S Printed in Spain

    Arnold Hauser Ed. esp. Editorial Labor, S. A. Calabria, 235-239, Barcelona-15, 1977. D~psito kgl: M. 3ll7-l9/7 ISBN: 84-335-0242-5 ISBN: 84-335-2970-6 (obra completa) Impreso en Grficas Iharra, S. A. Matilde HernnMADRID--19.

  • Tercera parte

    Dialctica de lo esttico

  • 1. Concepto de dialctica

    1. Arte y ciencia

    La dialctica gira en torno al problema fundamental de la filo-sofa: en torno al movimiento desde la simple percepcin a la expe-riencia diferenciada, del objeto inconsciente al sujeto consciente, de la mera naturaleza a la cultura y a la historia. Qu ocurre, se pre-gunta especialmente, cuando se alcanza el estado de cultura? Cmo avanza la historia? Qu es lo que motiva a los portadores de la evolucin a que continen el camino? En qu formas se efecta el transcurso ulterior y en qu estriba el objetivo de los procesos? La doctrina dialctica parte del principio de que es en las antino-mias en donde se revelan como deberes y exigencias las actitudes que se hacen dudosas y necesitan un cambio, las relaciones inter-humanas precarias y las convenciones supervivientes. Todo punto de vista y aspecto unilateral. todo inters y deseo de xito particu-lares, produce contradicciones y coloca al individuo ante alterna-tivas que impelen a tomar una decisin. Toda perspectiva nueva va unida a una visin contrapuesta o divergente que no debe quedar inadvertida. Cuanto ms numerosos sean los puntos de vista que se manifiesten en el conflicto de las actitudes, tanto ms favorable ser la posibilidad de establecer los motivos decisivos del comporta-miento finalmente prevalente entre los intereses antitticos. La meta del trabajo mental dialctico es la aproximacin ms profunda a la totalidad de las fuerzas en conflicto y la obtencin de una ima-gen lo ms exacta posible de la esfera de la que proceden ius consti-

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  • tutivos del complejo en cuestin. Naturalmente, en este contexto no es posible siempre ms que una totalidad aproximada. La inves-tigacin cientifica se extiende como una investigacin dividida en partes, en momentos de por si cada vez ms numerosos, siempre inagotables, y como el planteamiento dialctico se ampla continua-mente con el desarrollo, la totalidad de las respuestas posibles de-viene cada vez ms ilusoria. Tan slo la exposicin artstica con-centrada desde un principio, y encaminada a una totalidad inten-siva, puede hacer justicia a la diferenciacin y a la integracin simultnea del material objeto de configuracin.

    Mas para Hegel y Marx el arte no posee ningn carcter aut-nomo e inmanente, indicador o prometedor de una totalidad. Desde su punto de vista no constituye ms que un factor del curso total del desarrollo histrico-social. Como unidad global y nombre colec-tivo de todas las obras, formas y estilos que han podido ser y sern se convierte en mero estadio o fase, en un momento dialctico de la historia de la humanidad. Carece de la substancialidad que posee la obra de arte individual para la vivencia concreta. La totalidad intensiva de tal obra estriba esencialmente en que no es ni conti-nuable, ni revisable ni corregible. En cuanto categora general, el arte es, en cambio, por su imperfeccin extensiva, a menudo apto de desarrollo y de incremento tcnico, aunque cualitativamente no de perfeccionamiento. Sin embargo, la obra individual slo es cua-litativamente variable durante el proceso de creacin; una vez ter-minada, no est sujeta ms que a interpretaciones diversas, pero en substancia es invariable.

    Igual que la relacin entre individuo y sociedad, invencin y convencin, voluntad subjetiva de expresin y medios expresivos objetivos, es una relacin fundamentalmente dialctica, tambin lo es la existente entre los factores estticos inmanentes a la obra y las condiciones de produccin transcendentes a ella. Los elemen-tos mutuamente relacionados de la creacin artstica no slo se influyen recprocamente, tambin se constituyen unos a otros en dependencia mutua. Si se quiere saber cmo son, hay que saber tambin cmo se condicionan entre s. No slo se configuran la so-ciedad, su' instituciones y medios de comprensin de acuerdo con los distintos individuos, sus necesidades y deseos, tambien los su-jetos y su deseo de expresin son en parte producto de las formas expresivas disponibles. La dialctica es un proceso en donde no slo el trabajo es un producto del trabajador sino donde tambin

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  • el trabajador es la personificacin de su trabajo. Solamente a la luz de este conocimiento, adquiere la expresin marxista de que el hombre es creador de su historia y de s mismo su pleno sentido, a saber, el de que no modela su existencia, desarrolla sus capacidades y aumenta su poder en la lucha con la naturaleza, sino en medio y a travs de los medios, instrumentos y formas creados por l.

    La relacin interna entre fuerzas productivas y medios de pro-duccin, infraestructura y superestructura, economa e ideologa, no puede explicarse ms que en este sentido dialctico de la funcin mutuamente constitutiva. Para la ideologa dogmtica, antidialc-tica, en la que la significacin de los componentes de un estado de cosas es fija desde un principio, las partes integrantes de un complejo permanecen desde un principio rgidamente separadas e incompatibles entre s, como el cuerpo y el alma en el sentido de Hegel, por ejemplo, quien afirma que si se suponen ambas como abstractamente independientes entre s, son tan incompenetrables como cada materia contra otra '. Pero la dialctica slo hace jus-ticia a la penetracin recproca de circunstancias y puntos de vista antitticos cuando no se reduce a su influencia y adaptacin rec-procas. Esto es, no significa ni que uno se funde totalmente en el otro ni que uno vence por completo a otro, sino nicamente que, pese a su interdependencia, los dos conservan su particularidad. El principio fundamental al pensamiento dialctico se basa en el cono-cimiento de que determinaciones y actitudes opuestas no se excluyen mutuamente, sino que, por el contrario, van indisolublemente unidos entre s y no revelan su carcter sino a travs de su antagonismo, igual que el individuo y la sociedad o la forma y el contenido.

    El transcurso de toda la evolucin cultural se revela del modo ms claro y expresivo en el proceso de la dialctica, la perturbacin y sacudida del equilibrio entre los componentes de las constelaciones histricas, de la negacin de sus momentos positivos, de la trans-formacin de su esttica en dinmica, de la transformacin de todo lo tranquilo en movimiento. El estadio de la negatividad e intran-quilidad en que se enfrentan mutuamente condiciones contradicto-rias, relaciones de produccin anticuadas y nuevas fuerzas produc-tivas, necesidades subjetivamente progresivas y circunstancias obje-tivamente retardatarias, ideologas socialmente ms o menos fijas, lleva a travs de la negacin de la negacin al descubrimiento

    Hegel: Enciclopedia de las ciencias filosficas, pargrafo 389.

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  • de un nuevo equilibrio y de una nueva compensacin de los opues-tos. Tales procesos ocurren en todo medio histrico, pero del modo ms claro y revolucionario en el medio social. Las estructuras de grupo, las relaciones de propiedad, formas de dominio, normas jur-dicas, instituciones, usos y costumbres, nacen y cambian debido al encuentro de los individuos con las variables circunstancias mate-riales y la oposicin, desplazamiento o adaptacin que hagan valer frente a ellas. Una estructura social existe nicamente mientras permanezca equilibrado el dualismo de las condiciones y necesidades de la vida gracias a la imposicin o aceptacin. Tan pronto como las nuevas fuerzas productivas, materiales o espirituales, perturban el equilibrio entre produccin y consumo, servicio y retribucin, deseo de validez y posibilidad de xito, empieza la conmocin y so-cavacin del sistema.

    Para la comprensin de la dialctica se requiere la consideracin de la naturaleza heterogneamente condicionada del hombre, que no slo est ah, sino que tambin es consciente de su existencia, y que no slo es consciente de su existencia, sino que tambin quiere cambiarla. En Marx, este dualismo se manifiesta especial-mente en la doctrina de la indivisibilidad entre teora y prctica. Se defina e interprete como se quiera, la dialctica de la historia y de la cultura gira en torno a la unidad que se ha de establecer entre contrarios aparentemente incompatibles, y consiste en la dispu-ta entre las ideologas de la conciencia social y la idea de la verdad pura, el querer espontneo y el poder condicionado, el deseo de cambiar nuestra existencia y la inercia de la existencia, en breve, entre las necesidades, intereses y objetivos nuestros y las condicio-nes materiales de nuestra existencia. Se trata de un incesante movi-miento pendular en donde van indisolublemente unidos entre si progreso y regreso, intencin y supuesto, motivos conscientes e in-conscientes. Detener permanentemente este movimiento es algo ra-cionalmente inimaginable; significara el fin de la historia, y el anun-cio de su fin sera puro mesianismo. Cabe creer lo que se quiera o pueda; pero para el pensam;ento racional los lmites de la historia son los lmites de la humanidad. Habra que volver al estado natu-ral o poder vislumbrar un mundo utpico, redimido de toda divisin y alienacin, para poder transcender estos limites.

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  • 2. Estructura de la dialctica

    Etimolgicamente habra que definir a la dialctica como con-versacin, disputa o controversia. Sea como sea, slo tiene sentido y finalidad cuando los interlocutores representan opiniones, acti-tudes y deseos opuestos, y cuando mediante el desafo y la rplica, el ataque y la defensa, llegan a un conocimiento o decisin en donde ni uno ni otro tienen absolutamente razn, sino que ambos acceden a una solucin que ninguno de ellos conoca o consideraba alcan-zable antes como conducta correcta, pensamiento prcticamente adecuado o accin apropiada a las circunstancias. Tanto Hegel como Marx reconocieron el dominio del mismo principio dialctico en el pensamiento pragmtico y en la evolucin socio-histrica; para ellos, la dialctica era el lazo de unin entre las distintas esferas de la actividad humana. Y lo que Marx entenda especialmente por humanismo realista, por esencia de las tareas y exigencias que ha de realizar el hombre, estaba determinado, segn su conviccin fundamental, por el reflejo empiricamente correcto de la realidad, tanto en la accin prctica como en el pensamiento terico o la creacin artstica. La correccin de este reflejo, sin embargo, no significaba para l ni la determinacin absoluta ni exclusiva del proceder humano desde fuera. En el sentido del humanismo rea-lista, toda dialctica es ms bien determinada de modo inmanente en tanto que las contradicciones manifiestas en ella son determina-das por las condiciones externas de la existencia, pero el proceso dialctico sucede gracias a la dinmica interna y por medio de la capacidad de reaccin y la disposicin funcional de un aparato cate-gorial subjetivo. Los cambios decisivos determinantes del sistema respectivo no se efectan ni en las fuerzas productivas ni en las relaciones de produccin, ni en la infraestructura ni en la supra-estructura nicamente, sino en ambas al mismo tiempo. La infraes-tructura es su indispensable substrato, la supraestructura su nica expresin ordenada, comunicable y comprensible. No es sino en el plano de la supraestructura donde se tiene conciencia de la exis-tencia de contradicciones, crisis, conflictos y de la inevitabilidad de su solucin. Es aqu donde adquieren su sentido recproco los tr-minos tesis y anttesis, negacin y negacin de la negacin, aunque de ningn modo devienen puro producto mental, mera manipula-cin o interpretacin de la realidad. Pero por muy hondo que calen

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  • en la base material, en cuanto supraestructura adoptan una calidad que no existe en la infraestructura.

    El hecho fundamental al que se refiere todo pensamiento y vo-luntad realista estriba en la circunstancia de que el sujeto nunca se encuentra ante un mundo objetivo listo desde un principio, sino en que el yo y el mundo se hallan siempre sujetos en mutua depen-dencia. Ninguno de los dos factores es solamente producto o nica-mente productor. La inevitabilidad e inconclusin de la dialctica provienen de que la conciencia objetivadora se enfrenta en cada punto de su desarrollo con un elemento relativamente inerte y terco, una realidad alejada de la conciencia y extraa al sujeto, el hecho de un ser material crudo o una forma cultural ya autnoma, cuajada en forma objetiva, entra en tensin con esta materialidad bruta u objetividad culturalmente formada, entra en conflicto con una u otra, y, a fin de hallar un compromiso, procura transformar el conflicto dinmico en un equilibrio esttico, hasta que este estado de reposo se vuelve a perturbar tambin con la aparicin de una nueva resistencia dinmica, se pone en movimiento y llega a otro equilibrio anulador de tensiones mayores y ms diversas.

    En esta ensambladura recproca se revela uno de los rasgos ms caractersticos de la dialctica, su curso imprevisiblemente retorcido, incomparable con la direccin rectilnea de la evolucin biolgico-gentica. Visto bajo un aspecto dialctico, el proceso histrico no es claramente dirigido, derivable directa e ininterrumpidamente de su origen, sino el resultado paulatinamente obtenido y continuamente variable de unos factores que aparecen siempre de nuevo y crean siempre nuevas complicaciones. Cada fase del desarrollo puede re-presentar un momento creador, modificador y revalorizador de todas las etapas anteriores. Cada posicin de la que se parta choca en el curso de la evolucin con los contrastes ms diversos y se encuentra implicada en los conflictos ms insospechables, lo mismo que cada solucin o sntesis a que se llegue puede convertirse en tesis de in-numerables antinomias nuevas.

    En cuanto portador de todos estos rasgos, el proceso social es el proceso dialctico por excelencia. Ningn otro fenmeno refleja de una manera ms viva y completa el carcter conflictivo de los cambios histricos y la contradictoriedad inherente a sus formas. La particularidad de las formaciones sociales -grupos, asociaciones, estamentos, clases econmicas, capas instruidas- estriba en su uni-dad individualmente diferenciada y colectivamente integrada. Esta

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  • naturaleza doble condiciona su variabilidad dialctica. Lo tpico de la dialctica de las estructuras sociales es precisamente que el sujeto no deviene lo que es sino a travs de ella; la personificacin de la libertad individual de un ser social y de la vinculacin colectiva de un individuo.

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  • 2. El principio de contradiccin

    La doble verdad lmite como elen1en10 de lo lin1itado La idea de la doble verdad, aparecida por primera vez en con la disputa de los universales, es, en cuanto prin-del dualismo y del relativismo, anterior a la de la dialctica, menos de la dialctica real, aunque no anterior a la dialctica cor1cept11al. A la doble verdad corresponda, en la filosofa de la Media, un parecido aspecto doble en el arte de la misma El gtico se despleg ya bajo este signo. Pero tan pronto pareci posible representar las cosas Correctamente, sin su idea extraterrenal, la oposicin de las afirmaciones se en mera cuestin de las circunstancias y puntos de vista. validez absoluta de la verdad se puso en duda en ms aspectos, desde finales del Renacimiento clsico, a excepcin de cortas int:enru1dones, la solucin contradictoria de los problemas tericos prcticos se convirti en un fenmeno cada vez ms frecuente. Hegel y Marx tambin perdi su derecho de incontestabilidad principio de la falta de contradiccin en la lgica pura; la validez una afirmacin en ningn modo anulaba ya desde un principio de la afirmacin contraria.

    La dialctica hegeliana parta directamente del axioma de que A al mismo tiempo no-A y de que todo tiene un sentido doble, Se basaba en la decidida necesidad absoluta de la

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  • umon de ideas y normas, que segn la lgica formal figuraban como incompatibles e irreductibles entre s. La contradiccin de los valores de posicin se convirti en criterio de verdad. Ya no se poda afirmar solamente que conceptos complementarios, como, por ejemplo, arriba y abajo, derecha e izquierda, positivo y negativo, tienen sentido y relevancia en relacin mutua, sino tambin que categoras como yo y mundo, individuo y sociedad, o capitalismo y socialismo, se condicionan mutuamente ms que se excluyen. La autocontradiccin, mal vista por la lgica, se convirti en piedra angular de la teora dialctica. Juicios mutuamente contradictorios, como los de que las verdades y valores son histricamente condicio-nados y al mismo tiempo figuran como atemporales, que las evolu-ciones histricas representan al mismo tiempo procesos progresivos y regresivos o constituyen series continuas y discontinuas, le abrie-ron conexiones nuevas, desconocidas e insospechadas hasta enton-ces. Su vigencia simultnea no parecia ni absurda ni contraria a la experiencia, a lo sumo, y precisamente para ventaja suya, antipositivista.

    La justificacin ms evidente de la lgica dialctica estriba en que no slo supera el principio de no contradiccin de la lgica formal, en que ms bien transciende sus lmites supuestos. Cuando se afirma que A es al mismo tiempo no-A, no se dice que A y no-A son una misma cosa, sino nicamente que se incluye el concepto no-A cuando se dice o piensa A. Como lmite, A es sencillamente inimaginable sin el no-A. Si no hubiera ms economa que la de la libre competencia, ms tica que la del amor al prjimo, ms estilo artstico que el del clasicismo, entonces ni el capitalismo ni el cris-tianismo o el Renacimiento tendran sentido concretamente com-prensible. Todos estos conceptos adquieren verdadero sentido ni-camente en contraste con lo que no son. Pero Hegel fue ms all, al afirmar que cada cosa es ella misma y al mismo tiempo su con-trario. En la proposicin A =no-A, el no-A no es mero lmite, sino que

    es inherente al A y anticipado con l. Lo que es A, puede y, en determinadas circunstancias, tiene que convertirse en no-A; ah radica el paso primero y decisivo de la dialctica. Toda ecuacin encierra en s contradicciones latentes, ocultas, reprimidas o incons-cientes, que se hacen manifiestas ms tarde o ms temprano, y llevan a un conflicto y a la superacin de la contradiccin revelada. La ecuacin de A y no-A es el motor del movimiento. Su sentido se formul concretamente de esta manera, ms o menos: La socie-

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  • dad slo se convierte en problema ... para aqul que puede pensarla distinta a la existente; solamente a travs de lo que no es, se reve-lar como lo que es ... '.

    lnn1anencia ) transcendencia

    Hegel comprendi un rasgo esencial de la dialctica al establecer que el espritu quedara rncio, ciego. sin mundo, sin ponerse un limite ni crearse una resistencia en el mundo objetivo. Tambin reconoci que, como correlacin de este rasgo, el mundo de los objetos, objetivamente vlido y resistente a la subjetividad espon-tnea, es en parte la creacin del sujeto mismo. Debe sus formas especiales, su distinta objetividad segn las esferas. a las categorias racionales del sujeto; pero al cosificar el sujeto sus configurnciones y darles un sentido autnomo, las transciende al mismo tiempo. En general, donde se revela de la manera ms impresionante y fecunda este entrelazamiento de trttnscendencia e inn1anencia y con ello la paradoja de la dialctica es en el arte, cuyas creaciones per-tenecen y

  • 1 1

    dentemente a Hegel, que el astuto idealismo de la dialctica co-rrectamente entendida est ms prximo que el materialismo tonto. Pero el materialismo listo, a diferencia de los dos, transciende los lmites de los conceptos en que los piensa '. Para Hegel, el proceso dialctico consiste en la transicin de una antitesis a otra, en su unidad complementaria, llevando la direc-cin la contradiccin. Por ltimo llega todo al movimiento de un estadio ms primitivo a otro ms diferenciado. Lo que antes era uno, ahora es dos, y, al dividirse, produce de si mismo otro, uno nuevo. La antinomia creadora contiene la dialctica en germen. especialmente el principio segn el cual se anula la contradic-cin de la lgica formal y el negativo se transforma en positivo. La diversidad se convierte en el origen de una unidad nueva, ms compleja. El proceso parte de una tensin entre intereses, puntos de vista y aspectos contradictorios, de un desacuerdo entre condi-ciones de existencia y necesidades variables, de una diferencia que impele a la distensin y al equilibrio. Pero la armona lograda entre las fuerzas en desacuerdo es siempre solamente provisional; siempre se vuelve a perturbar y a restablecer tras ms o menos tlempo. Las tesis y actitudes mutuamente excluyentes vuelven a unirse, con lo que las superadas tampoco se destruyen necesariamente, sino que por lo general se conservan en la forma nueva, constituyendo un momento del proceso que ocupa histrica o mentalmente un nivel superior, que resume la evolucin ya efectuada y anticipa la si-guiente. En este sentido es la contradiccin y su reduccin, la negacin que se llena de contenido positivo, el principio fundamen-ta] y el elemento realmente creador de la dialctica. Meros contrastes del tipo de ambigedades, polaridades o re-ciprocidades no condicionan en y de por s ningunas tensiones ni conflictos en el sentido de contradicciones dialcticas. Y las am-bivalencias como amor y odio, presuncin y humillacin, agresi-vidad y servilismo, sadismo y masoquismo, cabe que sean insepara-bles, se perjudiquen o beneficien mutuamente, pero carecen de la caracterstica decisiva de la dialctica, la funcin constitutiva de un momento en la gnesis del otro. El odio no lo produce el amor, ni el sadismo el masoquismo, ni la petulancia la humillacin, aunque a veces lo ahonden y agudicen. Si, por otro lado, el indi-' ldem; Aspekte der Hegelschen Philosophie, 1967, p. 12.

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  • viduo deviene lo que es por la sociedad, el trabajo asalariado por la explotacin, la alienacin por la mecanizacin del trabajo o la espontaneidad por un sistema de convenciones, entonces ambos factores adquieren un elemento complementario, creador, impres-cindible, gracias a su relacin mutua: ya no es solamente que, por ejemplo, sin acumulacin no habra ninguna depauperacin, nin-guna coalicin combativa de los trabajadores y ningn socialismo, sino tambin que el capitalismo adquiere su completo significado y cumple su papel histrico debido a estas circunstancias. En las simples complementaridades, tales como claro y oscuro, joven y viejo, rubato y accelerando, un momento gana tanto como el otro pierde; siempre se trata de una compensacin. La anttesis del proceso dialctico, por el contrario, no repara ninguna prdida sufrida por la tesis. Designa ms bien una fuerza productiva recin salida, nuevos medios econmicos, progresos tcnicos, facultades individuales o disposiciones colectivas, gracias a las cuales quedan anticuados las relaciones de produccin, formas de dominio, vas legales, conceptos morales y normas existentes, gracias a las cuales se llega a una ruptura entre lo anticuado y lo nuevo y se hace necesaria otra conciliacin de las necesidades con las condiciones de vida.

    La renovacin de las fuerzas productivas, el cambio de los con-flictos de intereses y el intento de zanjarlos son rasgos permanentes de la evolucin histrica. El pensamiento dialctico viene determi-nado por la conciencia de este progreso y deriva de su necesidad absoluta los principios de una lgica dinmica, contraria a la va-lidez de normas ahistricas. Persigue la constante formacin, articu-lacin y organizacin de la realidad, desarticulada en su atempo-ralidad y necesitada de estructuracin. Expresa la razn de que toda afirmacin sobre el ser social es transitoria y ha de rebasar sus propios lmites; que todo conocimiento est vinculado a la situa-cin y vara con sus presuposiciones. Estructura e historia no se excluyen mutuamente; toda estructura es tambin un producto social, una forma que la historia condiciona al ser condicionada por ella. Teniendo presente una idea de este tipo define Engels el principio hegeliano en los trminos de que no ha de concebirse el mundo como un complejo de cosas terminadas, sino como un complejo de procesos, donde las cosas aparentemente estables efec-tan tambin un cambio constante del devenir y del pasar, al igual

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  • que lo hacen sus imgenes mentales en nuestra cabeza, los con-ceptos ... '.

    Resistencia y contradiccin

    La resistencia que encuentra la satisfaccin de las necesidades en las condiciones de la existencia determina en primer lugar la completa significacin y profundidad del efecto que parte de ellas. Cada rasgo de un proceso dialctico condiciona un rasgo contrario. Al impulso que mueve al sujeto como portador de una actividad, de una conducta o de una intencin, se enfrentan fuerzas resistentes a la subjetividad desde dentro o desde fuera, paralizadoras o modi-ficadoras del impulso originario. Con este momento de la negacin como segundo paso r la superacin de la resistencia como tercero terminan las tres fases clsicas de la frmula dialctica. Estas tres fases estn latentes en todo tipo de dialctica, aunque de ningn modo se revelan y manifiestan en la misma medid. El momento decisivo, aunque no el verdadero impulso, es la resistencia sin la cual no saldra de s misma ninguna intencin, ningn acto de voluntad ni ningn esfuerzo. Nada ilustra esto ms vivamente que la experiencia de la paloma de Kant, a la cual, ante Ja resistencia del aire se le ocurre que en un espacio sin aire volara mucho mejor que en el lleno de l. Pero no se le ocurre, de manera antidialctica, que es precisamente la presin de aire la que hace posible el vuelo. Los adversarios de la dialctica, para quienes la doctrina es un enigma y, por tanto, un fastidio, podan aprender del entendido en deportes que, en un partido de ftbol, intentaba explicar a un espectador decepcionado que cada equipo jugaba tan bien como le permita el contrario. Ninguna paloma vuela en el espacio sin aire, ningn equipo de ftbol ni nign grupo de hombres lucha contra muecos, con lo que su rendimiento no slo viene limitado por el despliegue de energas de los adversarios, sino que a veces tambin lo aumenta. El x!to del equipo A no depende solamente del juego del equipo B, no slo el resultado de la competicin sino tambin el juego se configura de acuerdo con su mutua dependen-

    cia. Cada uno de los grupos competidores juega contra un adversario creado por .; mismo. Este tipo de reciprocidad se revela tanto en

    3 Engels: Ludwig Feuerbach, en Obras escogidas de Ivlarx-Engels, II. pgina 1953 de la edicin alemana.

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  • todos los mbitos ele las actividades humanas que los xitos no slo aumentan con la excelencia de los adversarios, sino que tam-bin se menoscaban con su insuficiencia. Generalmente dos equipos excelentes juegan mejor uno contra otro que jugara cada uno ele ellos con otro equipo ms dbil. Vivimos, luchamos, trabajamos, creamos obras de arte y artefactos en cambio con fuerzas y facul-tades opuestas, desafos y rplicas, peligros posibles y medidas de-fensivas anticipadas. Cuando se afirma que una orquesta toca tan bien como se lo permite su director, habria que aadir que tambin el director dirige lo bien que se lo permite la orquesta. Ambas ,1firmaciones son correctas, pero slo lo son estando en relacin una con la otra; su correccin se basa en la relacin dialctica de dos funciones.

    Identidad

    La interpretacin confusa del princ1p10 de la negac1on dimana por lo general ele la confusin de los conceptos ele oposicin ~ con-tradiccin. Normalmente se consideran. si no como conceptos si-nnin1os, s con10 conceptos 1nutuan1ente subordinados, y se Yis-lu1nbran en uno o en otro la forma ms rigurosa, estrecl1a y radical de dos categoras ciertamente no idnticas entre si. pero tampoco absolutamente excluyentes. Mas lo esencial es que fenmenos opuestos pueden existir conjuntan1ente. mientras que puntos de vista y juicios contradictorios son incompatibles e insostenibles en conexin mutua. Racionalmente no puede afirn111rse que el agun es al mismo tiempo liquida v slida. que. en el mismo sentido, la percepcin sensible es al mismo tiempo obligatoria y no obligatoria. Eventualidades distintas de esta clase slo pueden ser ciertas en circunstancias diferentes. Por el contrnrio, bajo las mismas condi-ciones histricas y sociales existe a menudo una contradiccin de naturaleza dialctica entre circunstancias corno, por ejemplo, la burguesa liberal. de un lacio, y represiva, de otro, de la actividad artstica parcialmente espontnea y parcialmente convencional. el pblico artstico de una poca individualmente diferenciado y el reunido en clases, grupos profesionales y capas instruidas. La con-tradiccin lgica no requiere ninguna solucin y pern1anece ine-quilibrable; pero la contradiccin dialctica puede y tiene que ser

    superada. En la lgica formal la contradiccin es siempre total y J hay que rechazarla siempre, en la dialctica, nor el contrariu, slo 437

  • se ponen en duda, eliminan o modifican ciertos aspectos, relacio-nes, componentes y funciones de un estado de cosas, mientras que otros permanecen invariables. En trminos dialcticos existe, por lo que se refiere a la aplica-cin de las expresiones aposicin y contradiccin>>, una incon-secuencia evidente, en particular cuando se trata de averiguar a cul de las dos debe atribursele un significado ontolgico, desde el punto de vista de la dialctica real, y a cul un significado meto-dolgico, desde el de la dialctica conceptual. Desde el punto de vista puramente semntico se atribuira al trmino oposicin un carcter ms bien de ser gue de posicin, pero Marx, cuya atencin se dirigi casi exclusivamente a la dialctica real, habla casi siempre de contradicciones cuando hace mencin de los conflictos sociales. En contraste con los eleatas, Platn, Agustn, Descartes o Spinoza, se trata en l, como en la mayora de los representantes modernos de la dialctica, de evoluciones reales en las que el proceso en cues-tin no consiste en la sucesin de reposo y movimiento, ser y de-venir, existencia y cambio, sino en la simultaneidad de los momentos estticos y dinmicos, no en la tenacidad transitoria y en el cambio consiguiente sino en la contradiccin que condiciona la anticipacin del futuro por el presente. La dialctica marxista se encamina sobre todo a la descripcin y explicacin de este rasgo. El Manifiesto comurJista, por ejemplo, pone su mayor acento en la transformacin de la clase de los ci-toyens progresistas en la de los bourgeois conservadores, asi como en la inherencia de uno en el otro. La unin de los opuestos de este tipo encierra el germen de las simultaneidades ulteriores. La bur-guesa inherente en los ciudadanos progresistas ha disuelto la dignidad personal en el valor de cambio ... , ha colocado la explota-cin abierta, descarada, directa, a secas, en el lugar de la explotacin enmascarada con ilusiones religiosas y polticas. Y durante toda la duracin de la economa de libre competencia y trfico se mantie-nen estos contrastes y cambios histrico-dialcticos, las crisis eco-nmicas de la sociedad burguesa, aparentemente estable, las luchas salariales y el estado de nimo, crnicamente explosivo, de los trabajadores, supuestamente tutelados. La burguesa no slo ha forjado las armas que le acarrearn la muerte; tambin ha creado los hombres que manejarn estas armas, los obreros modernos, el proletariado. La manera en que funciona la dialctica de la his-toria, en que el movimiento produce movimiento, los movimientos

    438

  • constitutivos unos de otros, se revela del modo ms claro en fenmeno de la alienacin, que se manifiesta originariamente la despersonalizacin del trabajo mecnico, pero que fir,almente

    ""' tambin a la clase capitalista y se convierte en rasgo esencial la poca. Por tanto, la dialctica no estriba solamente en el cambio que

    una tesis, afirmacin o posicin bajo la influencia de anttesis, negacin u oposicin, ni siquiera en la mera accin

    de los intereses, puntos de vista y aspectos antitticos, que consiste principalmente en el hecho de que accin y reac-son inseparables entre s y se condicionan mutuamente, en una

    de que son impensables, una sin otra. En la gran compe-por la vida, cada cual juega lo mejor que el adversario le

    permite, juega segn las reglas que sigue el otro. El juego mismo el resultado, por ejemplo, sino la plataforma de la accin

    y las reglas del juego no surgen una tras otra ni una otra, sino que forman los principios simultnea y regularmente

    relevantes de un acuerdo tcito. El equilibrio de las tendencias antagnicas es ciertamente, tanto Marx como en Hegel, el sentido y la finalidad del proceso dialc-

    la identidad de los contrarios, ya sea del ser y no-ser, de la y del espritu, de las fuerzas productivas y de su efecto, en Hegel parece ser un resto puro y a menudo insignifi-

    de la heredada filosofa de la identidad. En Marx, sin embargo, en cuanto sntoma de la superacin de la lucha de clases y de la conciliacin de las tendencias sociales, no es ms que una ilusin

    esperanza, una utopa y profeca, la ilusin del premio de victoria, en modo alguno la moneda a embolsar de la dialctica. La con-tradiccin expresada en la negacin es y sigue siendo el rasgo primario del proceso; la llamada identidad de las antinomias no es ms que el premio puesto a la ejecucin de una operacin realizada con xito.

    La dialctica no se basa exclusivamente ni en el materialismo o idealismo ni en la supuesta identidad de ambos. Se cimenta en la unin de fenmenos qu_e permanecen fundamentalmente, en la continuidad de su dualismo y en la contradiccin ineliminable de sus principios, tan slo conciliables siempre de manera provisoria. La materialidad pura no puede vencer jams el absurdo y la inuti-lidad ciegos de la mera existencia. Hasta que no entra en contacto con el sujeto, con el principio humano, no se convierte en objeto

    439

  • del pensamiento y en substrato de la historia. Por eso habla siempre Marx de un materialismo dialctico. cuando sus partidarios y su-cesores doctdnarios hablan sencillamente de materialismo. La mera materia no lleva en s la dialctica, como tampoco la lleva el esp-ritu puro. Tan pronto como empieza a moverse v desarrollarse histricamente no es ya solamente materialista. La sola potencia-lidar'. del desarrollo es ms que la materialidad inerte en y por si. Pero en contraste con la doctrina de Hegel, tambin el espritu es en y por s ahistrico y antidialctico; igual que la materia bruta, inafectada, le viene dada en abstracto al principio de la historia, de la divisin, y al conflicto entre hombre y naturaleza, sujeto y objeto, cosa y forma. La esperanza de toda dialctica mira a la superacin de las contradicciones entre aspectos, conductas y objetivos aparecidos simultneamente y referidos a los mismos fenomenos. Toda cons-telacin histrico-social evoluciona tarde o temprano hacia un com-plejo insostenible de contradicciones, debido a los desplazamientos Jcurridos en la relacin entre los productores y los consumidores de la produccin. La salida aparente de esta situacin puede sig-nificar, en sentido humanista y social, un ascenso o un descenso y la correspondiente teora histrica puede ser ascendente o des-cendente. Mientras Hegel ve en la manifestacin el destino ineluc-table del hombre histricamente condicionado, su teura ele la evolucin es descendente. No cambia la descendencia en ascendencia hasta que no concibe el pensamiento de la dernlucin del espritu alienado, objetivo, a la intimidad del sujeto. Lo mismo que tampoco Marx salva realmente su sombra concepcin ele la historia, cargada con el concepto de la lucha de clases, del peligro ele la aceptacin desesperada de la rotacin eterna ele la relacin amo y esclavo, hasta que no se le ocurre la idea de la sociedad sin clases. Mas tanto la ascendencia como la descendencia no es ms que una solucin transitoria de las tareas impuestas por la contraclicto-rieclad ele las situaciones histricas. La historia no toma una posi-cin definitiva ni en una direccin ni en otra. En cuanto principio general de la historia, la dialctica carece de direccin. Unas veces es prometedora y otras desesperada en relacin con la situacin precaria en que siempre vuelve a encontrarse la sociedad. El destino ele la humanidad se forma segn principios contrapuestos, en donde se relevan momentos progresivos y conservadores, liberales y re-presivos, libertadores y vinculaclores. espiritualmente espontneos

    440

  • y znaterialmente inertes. Mas, en trrr1inos generales, la evolucin histrica carece de valor. Solamente las etapas individuales tienen ms o menos valor, segn su relacin con las necesidades actuales. La historia misma, igual que la vida en s, es ,inconmensurable; su valor se rige segn el us que se haga ele ellas en cuanto oportu-nclades para producir un rendimiento. Su interpretacin general, va sea en el sentido ele un progreso continuo o final, ya sea en el de un descenso inevitable. no es ms que un intento de estatuir consecuencia y necesidad donde, sin mistificacin. no puede .ha blarse de nada semejante.

    2. La divisin del proceso dialctico

    A primera vista, la dialctica describe un desarrollo gradual de tres 1niembros, semejante al silogis1no. Pero mientras el silogismo es una frmula metodolgica vaca. la dialctica responde a un proceso rec1l con un contenido concreto, del que hay que prescindir para conseguir un esquema indiferente. un mero morfos procedendi.

    L1 esencia de la dialctica estriba. desvindonos de su estructura clsica en tres partes, en un complejo de dos fases y actitudes opues-tas entre s: de un lado. en la negacin y abandono de una concep-cin o institucin predominante. en el rechazo de aspiraciones recln expresadas, debido a fuerzas recin surgidas o titulas ele de-recho recin elevados, y, ele otro bdo, en la supresin del antago-nismo resultante gracias a una unidad ms co1npleja, a una sn-tesis nueva, abarcadora de los contrnstes. La contradictoriedad de los puntos de vista es el origen. y su conciliacin la salida del proceso dialctico. Pero ni la articulacin tripartita ni la claramente limitada divisin bipartita es un momento necesario ele la estructura dialc-tica; su criterio decisivo es el antagonismo inismo.

    La dialctica es dilogo, pregunta y respuesta, desafo y rplica. tensin y distensin, disputa y fallo. Pero el proceso no llega a su terminacin, por ejemplo. mediante la destruccin de una u otra de las fuerzas o principios en disputa, sino mediante el cambio de su papel y significado. conservando en ello sus moment0s vivos, no totalmente anticuados. todava fecundos para la evolucin ul-terior. Hegel es el primero que obsen-a esta conservacin, o, como

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  • l la llama, anulacin de los elementos contradictorios, y acenta al mismo tiempo el proceso dialctico del modo ms porfiado y sin compromisos en el esquema de la trimembracin, insistiendo ms que nada en la frmula rgida de la tesis, anttesis y sntesis, es-tructura que result ya bastante angosta en Fichte, pero que hasta ahora no revel por primera vez su insuficiencia. La dialctica de Hegel se mueve a un ritmo mecnico, a cuyo comps temario tiene que bailar ahora todo, como no se ha dejado de observar. El an-lisis, por ejemplo, de la evolucin del amor en su Filosofa del de-recho, segn el cual la persona sola se siente falta de algo, se vuelve a encontrar luego en otra persona y finalmente se une moralmente a ella, muestra la habilidad de virtuoso con que es capaz de demos-trar el pulso de este ritmo en cualquier proceso. Todo se deshace en tres partes, en tres fases, en tres figuras de danza, a travs de cuyo ritmo estereotipado se transluce con tanta ms claridad la artificiosidad de la coreografa. Lo que sigue siendo inconfundible es que todo devenir, toda evolucin y cambio, puede reducirse a la oposicin de dos principios, la inercia de la realidad material, de las instituciones, convenciones y formas petrificadas de la cultura existente, por un lado, y la dinmica de incitaciones en la forma de energias recin descubiertas o aplicadas de manera nueva, de impulsos internos espontneos o de aptitudes hasta entonces sin igual, por otro lado. El proceso dialctico, como ya observ Lenin, no tiene por qu romperse necesariamente en tres fases: puede mos-trar ms o menos fases evolutivas. Su caracterstica principal no es en ningn caso el nmero de etapas. Lo esencial es la movilidad de las relaciones, el paso de un estado a otro, la solubilidad de los complejos histricos, su divisibilidad y componibilidad en el curso del desarrollo. Prescindiendo de la circunstancia de cuntos miem-bros incurran en el proceso, el aspecto global bajo el que constituyen una conexin los momentos en cuestin, es el objetivo de la dialc-tica. Lo antidialctico es una visin en la que aparecen unos in-dependientes de otros. La dialctica designa una forma de evolucin histrica que se repite con frecuencia, aunque no infaliblemente, inconfundible, pero desvinculada en trminos generales, una forma a la que no puede atribuirse una validez general ni una estructura permanente. Representa, ms bien, el principio de nna tipologa histrica, cuyos lmites son abiertos y vagos. Y as como la forma determinante del proceso dialctico del pensamiento y de la historia no consiste en

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  • la triada sino en la opos1c1on y contradiccin de los momentos envueltos, la sntesis tampoco resulta necesariamente de la unin y acumulacin de tesis y anttesis, sino en el abandono de deter-minados momentos, incompatibles entre s, y la conservacin de otros. A veces, en largos trayectos del proceso no se produce nin-guna sntesis calificable de solucin, sino que se mantiene en una oposicin precaria, transitoriamente insoluble, de los factores y, con ello, en una situacin en la que no se puede elegir ninguno de los caminos de la bifurcacin. Mas se efecte como se quiera la evolucin, lo decisivo es que, pese a la negacin inevitablemente resultante, manifiesta o latente, la posicin negada nunca se aban-dona totalmente en un decurso histrico ms o menos homogneo, sino que una parte de ella se conserva como un logro imperdible e insustituible. La posicin superada contiene momentos, unas veces ms importantes y otras menos, de la evolucin consiguiente y se anticipa en parte con su conservacin a la solucin del conflicto en cuestin, de suerte que no se trata ya ms que de la transforma-cin de una potencialidad en una actualidad. El paso dialctico decisivo consiste as en la negacin como origen de la nueva poten-cialidad, no en la actualizacin de una posibilidad que, mediante impedimentos imprevisibles, puede frustrarse o cumplirse.

    La negacin es la potencialidad todava incumplida, pero ya prometedora. El feudalismo problemtico e insostenible envuelve al capitalismo todava irrealizable, pero actualizado con la crisis del sistema feudal, as como la praxis del trabajo asalariado y de la economa de trfico. Mas el viejo sistema se hace problemtico porque los supuestos de la nueva economa y sociedad vienen ya dados con las fuerzas productivas libremente disponibles. El capi-talismo no es el producto de un cambio ejecutado inmanentemente en el espritu feudal, igual que el Renacimiento tampoco es el simple resultado del cambio de gusto y de pensamiento efectuado en el gtico. Pero el Renacimiento se presiente ya como negacin del gtico; las fuerzas, tcnicas, medios de produccin y organiza-ciones del trabajo necesarios para su realizacin, el individualismo y la nueva disciplina dominadora del individuo se dan ya antes de que aparezca el Renacimiento como herencia del gtico. S, slo tiene sentido como gtico negado, y, en cuanto tal, inherente a la negacin. nicamente bajo un aspecto como este resulta compren-sible la proposicin hegeliana de que A es al mismo tiempo no-A. Cabe que formalmente sea todava muy dudosa, pero desde el punto

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  • de vista histrico-heurstico es fundamental. Todo cambio abrupto. es enigmtico, pero el problema del cambio inmanente, aparente- mente automtico, de estilo y de modo de pensar es insoluble. La paradjica formulacin hegeliana de la contradictoriedad dimana de su renuncia a meditaciones adecuadas. En Kant la dialctica tena todava dos fases, siendo la primera la verdad tranquilizante y la certeza, y la segunda la fe y la mera apariencia. No vio ms que la desunin de los principios, y rechaz la dialctica como fuente de juicios sintticos. Sus sucesores declaran, por el contrario, que es el nico camino seguro para el descubri-miento de la verdad, la cual se inicia con la desviacin de la inmovilidad de la lgica y lleva al conocimiento de que las verdades lgicas tambin estn condicionadas histricamente y su-jetas a modificaciones dialcticas. No obstante, Kant vislumbraba ya en ms de un aspecto la constitucin antagnica de las disposiciones humanas, y citaba como ejemplo, entre otros, la insociable sociabilidad de los hombres. El hombre persigue la concordia, dice, pero la natraleza sabe mejor lo que es bueno para su naturaleza; ella quiere discordia. Con razn se ha visto el eco de este pensamiento en Tonnies, quien define la sociedad de suerte que los hombres no estn esencial-mente unidos en ella, sino esencialmente separados. Sin embargo, le estaba reservado a Fichte el gran descubrimiento de que el espritu se mira a si mismo en su acfr,-idad, y no solamente existe en s sino que tambin est para s en sus ideas y obras. De acuerdo con la dialctica de Fchte, el espritu deviene el no-yo, algo objetivo y ajeno; y su negacin radica en ese ser otro. Mas la obrn de arte no se convierte solamente en expresin y autoafirma-cin, sino tambin, en el sentido de Hegel, en enajenacin>> del artista, en forma autnoma e inmanente, en algo distinto a lo que deba ser originariamente. Tan pronto como observa y juzga obje-tivamente su obra, cosa que. adems, hace durante su trabajo una y otra vez y siempre ms desligado, no le pertenece sino en una medida limitada y cada vez ms reducida, el cordn umbilical entre l y su criatura espiritual se ha roto. Slo recupera su creacin a travs de la negacin de t1 negacin, cua_ndo vuelve a totnar su yo enajenado. En su calidad de receptor ha vuelto a reconquistar su obra alienada.

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  • a

    a )

    Dialctica e historicidad

    La dialctica deviene claramente un proceso ontolgicamente determinado, es decir, no slo una operacin metodolgica, con el reconocimiento de la historicidad de la cultura humana. Descartes, Leibniz y Kant son de pensamiento marcadamente ahistrico '; los representantes ele la filosofa alemana poskantiana fueron los pri-meros en comprender el condicionamiento histrico ele los procesos conscientes, y Hegel el primero que despleg su filosofa en cate-goras esencialmente histricas en lugar ele cientfico-naturales. Cier-to que segua siendo dudoso no poder hablar ele fenmenos como individuo y sociedad, forma y contenido, espontaneidad y conven-cin. sin pensar en una determinada articulacin y organizacin del material en cuestin. Pero al mismo tiempo era bien claro que tales estructuras no transcienden el tiempo ni la historia, y que ha-blar ele estructuras permanentes es tan absurdo como aceptar im-pulsos, disposiciones e inclinaciones anmicos invariables. Ambos factores resultan estar sometidos a la evolucin histrica y las nuevas incitaciones van necesariamente vinculadas a estructuras nuevas. Mas, en este sentido, el historicismo no slo es lo ms valioso que toma Marx de Hegel, la inherente doctrina ele la ascendencia, el mesianismo utpico y proftico, constituyen tambin la herencia romntica ms crtica que le cae. No slo comparte la conviccin hegeliana al haber descubierto la regla del desarrollo histrico gracias a la dialctica, sino tambin al creer hallarse ciertamente ~n la direccin ele su supuesta lnea ascendente.

    Sin embargo, en ninguno de ellos se revela con toda claridad el pensamiento ascendente. Hegel, que concibe la gnesis, desarrollo e incliviclualizacin ele las formas culturales, como procesos de ena-jenacin, alienacin y despersonalizacin del hombre, como prdida ele su subjetividad e intimidad, acta todava a las sombras ele este peligro cuando atribuye al hombre la capacidad ele salvar sus pro-ductos objetivados y desprendidos de l mediante su readmisin en el sujeto para el espritu absoluto. Y tambin Marx se debate entre su prdida en los productos objetivados del trabajo y la liberacin de la sociedad alienada y su cultura despersonalizada mediante la ausencia final de clases. Ambos se hallan dentro ele unos limites

    ' Cf. Robert Heiss: Wesen und Formen der Dialektik. 1959, pp. 52-53.

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  • cuyo paso anulara el princ1p10 de la dialctica, la opos1c10n de las fuerzas sociales, condicionantes del movimiento histrico. El fruto cientfico del pensamiento en las formas de la negacin y de contradiccin se muestra en innumerables variantes: en la teora del sicoanlisis acerca de los dos planos sobre los que se mueve el individuo, al racionalizar sus impulsos irracionales; en la sociologa cuyos sujetos, en cuanto miembros de un grupo, piensan y actan de manera distinta a como lo hacan en las dems conexiones; en la doctrina de la conciencia de clase, en cuanto concepcin totalmente diferente de la conciencia sicolgicamente manifiesta; en la teora del conocimiento, segn la cual el sujeto sabe ms de lo que percibe; en la filosofa de Descartes, basada en la contradiccin y conciliacin de la esfera ontolgica y de la cog-noscitiva; en la doctrina de las ideas platnica, en la que se con-templa ms de lo que se comprende; y en la sabidura de Scrates, quien sabe que no sabe. En todos estos casos trasciende el pensa-miento sus lmites lgicos o estira demasiado su fuerza; con lo cual no se quiere decir que se incluya en la irracionaldad. Tambin el pensamiento dialctico es lgico, aunque no de va sencilla. E igual que no son absurdos todos los planteamientos que permiten res-puestas contradictorias, muchas de estas respuestas son ms ins-tructivas que las claras. Slo se comprende el sentido de la dialctica y el significado que se le atribuye en ella a la negacin, cuando se piensa que esta puede contener un enriquecimiento de la mera afirmacin y la contiene indefectiblemente en el sentido de Hegel. El nuevo con-cepto negativo, el cual presupone el positivo, describe una fase del pensamiento ms alta y amplia que el concepto unilateralmente positivo. El descubrimiento de que toda posicin encierra en cierto modo la propia negacin, de que todo movimiento es puesto en marcha por ella y constituye as el verdadero motor del desarrollo, al que est sometido el ser como totalidad, contiene el origen de la filosofa crtica postkantiana, que se alza entonces a una nueva positividad, lo mismo que toda la vida social. El origen de la filo-sofa escptica, nacida de la ideologa de las desilusionadas capas sociales postrevolucionarias, alienadas de la burguesa dominante, es evidente. Con sus dudas y contradicciones, la dialctica moderna es la filosofa de estos grupos sociales, que ven puesta en tela de juicio la justificacin de su existencia y que ellos mismos ponen en duda a fin de llegar a una nueva autoafirmacin a travs de la lucha

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  • contra estos peligros, y, en cuanto negacin de la negacin, sacar la voluntad de renacimiento y de existencia continuada, aunque siempre amenazada de nuevo, de las ruinas de sus esperanzas rotas.

    La autoalienacin del sujeto en el proceso de la formacin de objetos, conciencia desafortunada por la prdida de su intimidad autosuficiente en contacto con el mundo exterior, la despersonali-zacin de los productores por la cosificacin del trabajo, el desin-ters del obrero en el producto de sus manos debido a la divisin del trabajo, el empobrecimiento del proletarido por la acumulacin de los medios de produccin en unas cuantas manos, la deshuma-nizacin de las ciencias como consecuencia de la especializacin y la del arte en relacin con el movimiento del arte por el arte, son meras formas de la misma negacin, de la misma desintegracin de la existencia y cultura humanas, pero al mismo tiempo son tam-bin el germen de una nueva integracin. La evolucin lleva de una forma de frustracin a otra, pero tambin a puntos de reposo, y en verdad no slo en formas de euforias despreocupadas, sino tam-bin en forma de resuelta acumulacin de fuerzas que separan entre s los perodos de intranquilidad, derrota y desesperacin.

    3. El anlisis dialctico

    El elemento humano y el objetivo El origen de toda dialctica real es la invalidacin de la corres-

    pondencia de factores que han perdido su relevancia o cambiado su funcin a consecuencia de la aparicin de nuevas fuerzas pro-ductivas, necesidades vitales y relaciones de produccin. El proceso dialctico estriba esencialmente en la sustitucin del equilibrio sa-cudido por los elementos nuevos por una relacin ms flexible y amplia. Comienza con la crisis del funcionamiento de las institucio-nes existentes, con el conflicto entre los deseos y las satisfacciones, con la amenaza hasta entonces imperceptible o inconsciente de una paz incierta, y tiene generalmente una conclusin ms o menos forzada y siempre solamente transitoria gracias a la conciliacin de las necesidades predominantes con las condiciones dadas. Pero la crisis y el conflicto no se hacen valer dialcticamente hasta que los hombres efectan la solucin de la disputa. La sociedad en que transcurre el proceso no es ningn autmata, ni los hombres so-

  • cializados tampoco son ruedas de maquinaria movidas desde fuer;i.. Cierto, el feudalismo es la negacin inevitable de la economa es-clavista, el trabajo asalariado la de la servidumbre, los trabajadores enzarzados en la lucha de clases la del proletariado todava incapaz de coalicin. Todas estas formaciones econmicas y sociales son, empero, obra premeditada del hombre, por muy necesarias que resulten tambin de sus supuestos histricos. Pues, como dijo Marx, una necesidad histrica es una necesidad a desaparecer , esto es, una regularidad cambiable por los hombres. Las diferentes for-mas sociales se hacen con el tiempo necesariamente problemticas, anticuadas e insostenibles, pero aquellas que ocupan su lugar mues-tran, por de pronto, contornos difusos y permanecen en parte fle-xibles, indecisas, es decir, no desprovistas de toda libertad.

    L'l relacin dialctica existe solamente donde los contrarios no existen sencillamente uno junto al otro, como norte y sur, atrac-cin y repulsin, electricidad cargada en sentido positivo y negativo, sino como momentos de un mismo estado de cosas, acto o proceso, son inseparables uno del otro; donde la tensin entre ellos cons-tituye el critero de su existencia y condiciona un estado que, car-gado de conflicto como est, es insostenible, aunque resulta elimi-nable mediante la reorientacin de las fuerzas conflictivas. Persiste as una relacin dialctica entre la voluntad de expresin y los medios expresivos del sujeto, la continuidad y discontinuidad de la evolucin cultural, el tradicionalismo y racionalismo de la actividad social. As es tambin la lucha interna entre las distintas tendencias, inherentes a todo trabajo creador, articuladas paulatinamente, lucha que permite, sobre todo, al proceso creador artstico convertirse en un proceso coherente, en donde se hace valer un momento tras otro o gracias al otro, como resultado de la superacin de uno por otro o como su conciliacin mutua.

    Mientras que los fenmenos meramente contrarios, polares o complementarios se producen en la naturaleza unidos entre s y se influyen mutuamente, pero no se condicionan, las oposiciones dia-lcticas representan no slo modificaciones diferentes de un principio variable, sino toda su esencia segn hechos interdependientes. Cierto, las fuerzas productivas existen objetivamente con indepen-dencia de las relaciones de produccin y muestran frente a ellas

    _; Marx:: Elenientos de econo1na poltica, borrador de 1857/58, p. 716 de la edicin alemana de 1953.

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  • una primaca ontolgica. Mas como condiciones eficaces de la existencia, prcticamente funcionantes, no se revelan hasta que ocurre un desplazamiento de las circunstancias y un cambio en la configuracin de las necesidades o de los rendimientos en ejecucin. Pero tales desplazamientos, variaciones y cambios no se notan hasta que no se insina ya la renovacin de las fuerzas productivas y de la productividad. Slo se puede hablar de la prioridad de estas fuerzas en el sentido de que se relevan continuamente en la forma de materiales de trabajo, fuentes de energa y mtodos de empleo recin descubiertos, mientras que las relaciones de pro-duccin y de propiedad una vez fijas, la praxis jurdica, la organi-zacin y aprovechamiento del trabajo, tienden al conservadurismo. Segn Marx, estas se convierten en cadenas de las fuerzas produc-tivas crecientes y en aplicacin de las oprimidas, llegndose asi a oposiciones, conflictos y luchas entre las instituciones existentes y los medios disponibles. Nuevo y viejo, tradicin y reforma, derecho tradicional y deseado, esttica y dinmica de las formas de vida slo constituyen, sin embargo, una oposicin interna en tanto el mismo sistema social es su portador, pero de ningn modo en el sentido, por ejemplo, de que su conflicto dimana del automovi-miento del sistema.

    El antagonismo dialctico se basa en el hecho de que en todo ser imaginable ha de pensarse tambin una determinada categora racional como forma constitutiva y en toda operacin racional ha de colocarse tambin como substrato una cosa ajena a todo lo ra-cional y conceptual, aunque no sea todava ningn objeto ter-minado. Del dualismo de esta no-identidad fundamental se deriva, desde Kant, toda crtica del conocimiento racional, empricamente dirigida. Pero casi toda. la filosofa postkantiana pretende soslayar esta no-identidad, y olvidar, como sobre todo Hegel, que un pensa-miento sin resistencia, por muy alto que sea el nivel al que se co-loque, es incompatible con el sentido de la dialctica y del conoci-miento. Hegel se opone a la separacin de las categoras racionales y a la objetividad desnuda, ntica, porque teme que las formas subjetivas puras y el algo objetivo puro perderan su calidad con-creta y adoptaran un carcter delicadamente abstracto. Sin em-bargo, cree salvar su vinculacin a la vida y el nexo con el mundo del pensamiento y de los sentidos al aferrarse a la identidad entre lo que es y lo que figura, lo particular y lo general, eL objeto y el sujeto.

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  • Mas la unin de estos principios no se garantiza con su supuesta identidad, sino mediante su indivisibilidad en toda forma cultural. Cuando se piensa en su carcter, hay que pensar tambin en su accin recproca, la cual los mantiene en tensin; si se quiere com-prender su funcin, hay que medir el papel de la resistencia que se ha de vencer para que se hagan valer. Su u.nidad no estriba en su identidad, sino en la circunstancia de que se imponen uno actu.

    En el concepto del hombre como Ser respondiente ' se con-tiene tambin este rasgo de su naturaleza dialcticamente condi-cionada. Responde al verse colocado ante alternativas objetivas y reaccionar a ellas estimulado por sus necesidades subjetivas. Sus respuestas no son ni puramente espontneas ni mecnican1ente condicionadas. Son el resultado de una disputa bilateralmente con-dicionada entre lo que ocurre dentro y fuera de l. Nuevas fuerzas productivas crean nuevas necesidades, que se articulan por primera vez con miras a su satisfaccin. Pero necesidades latentes, vagas e inconscientes, tambin pueden convertirse en fuerzas productivas y crear nuevas relaciones de produccin. El hombre consciente y racional se comporta tambin frente a los propios impulsos oscuros como ser respondiente, dialcticamente seleccionaor y juzgante, como un ser que produce algo enteramente nuevo y original de sus circunstancias, de las incitaciones y disposiciones que, en lo ms intimo, le son tan ajern1s como los objetos insensibles que yacen fuera de l. La respuesta que halla a las preguntas, desafos y tareas que se le presentan son su propiedad, su trabajo, su aportacin a la realidad que lo rodea y estimula y que es el supuesto de su exis-tencia en cuanto sujeto reaccionante.

    En el sentido del manuscrito de Marx de 1844, las facultades y aptitudes se convierten en lo que son al funcionar, es decir, a lo largo de su polmica, de su lucha con las dificultades e impedimen-tos hallados en el camino hacia el xito. Slo que no se sabe para lo que uno est capacitado al encontrarse con resistencias; las facul-tades se crean tambin cuando uno se enfrenta a tareas nuevas, desconocidas anteriormente. El rendimiento positivo ocurre gene-ralmente despus de haberle precedido una serie de intentos fallidos. La negacin contiene el germen de su superacin y es el momento ms fecundo de la evolucin por excelencia. Con ella se efecta el

    r. Gespriiche Georg Lukcs niit W. Abendroth, H. H. Holz und L. R "fler, edicin de Theo Pnkus. 1967, p. 05.

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  • llamado Cambio repentino, que introduce una nueva poca, una nueva organizacin social, una nueva direccin del gusto y del es-tilo. Ciertamente, el gtico surgi grano a grano, dice Paul Frankl, pero acaso tena ya el primero que coloc el' primer granito proto-rrtico la idea del montn, esto es, del gtico? ' Indudablemente el

    ~ambio al gtico sucede con una negacin, ya sea con el rechazo del ltimo granito romnico, ya sea con la insufieiencia del granito protogtico aislado y la necesidad del montn del g-tico. Pero cundo y cmo surge el montn de los grartitos? La pregunta es esencialmente sinnima de la pregunta ms general, a saber, cundo y cmo sucede en absoluto un cambio repentino en la historia, y depende de la pregunta ms fundamental de bajo qu circunstancias y en qu sentido se transforma una cantidad determinada en una calidad nueva. De hecho slo se puede afirmar que se efecta un cambio repentino del romnico al gtico en algn momento y en algn lugar, pero lo dudoso es que el montn de los granitos protogticos deja de ser en algn momento una simple suma de granitos. Fuera de la negacin, sin embargo, no hay nada semejante a una cisura entre los granitos del viejo estilo y el montn del nuevo. El comienzo de la disolucin del feudalismo, el naci-miento de la nueva burguesa urbana, la resurreccin de las ciu-dades, las cruzadas y su efecto moral, la secularizacin de la ins-truccin, el emocionalismo religioso, el desarrollo de ia concepcin nominalista del mundo y el inters inherente por lo individual y particular son meros granitos en el montn del cambio, pero no contienen prcticamente nada que permitiera deducir la particu-laridad cualitativa del gtico, su peculiar ideal de belleza, su acre-centada sensibilidad, su renuncia a rigurosa forma tectnica en in-ters de la diferenciacin, intimidad y afectacin. Los investigadores que afirman que en la historia .del arte slo puede hablarse de algo as como el nmero de granitos, tendran que admitir al menos que el verdadero cambio de estilo; es decir, el cambio por el que un m-petu estilstico se convierte en estilo, sucede en un punto indeter-minado, y que en la evolucin no puede transmitirse ninguna clase de corte, fuera de la negacin.

    ' Pau! Frankl: Der Beginn der Gotik, Wolfflin-Festschrift. 1924, p. 117.

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  • El cantbio de cantidad en calidad

    Si la contradiccin dialctica no significase nada ms que la circunstancia de que el proletariado fuese movido a indignacin sobre el conflicto entre su naturaleza humana y su situacin vital ', se quedara en la superficie la explicacin marxista del proceso his-trico. Pero las contradicciones son ms hondas y existen tambin all donde los antagonismos dimanan de la estructura interna de una sociedad ya insostenible. Se trata entonces de la contradictorie-dad de los principios de un mismo sistema: en la economa escla-vista, la servidumbre y el capitalismo, de la obtencin de fuerzas productivas que conducen a la destruccin o a la transformacin de la respectiva forma econmica. El hecho de que en la economa y sociedad de las postrimeras de Roma no pueda subsistir ms sin el trabajo esclavista, antes tan lucrativo, o que la moderna industria de mercancas tenga que cambiar su estructura bajo el dictado de los sindicatos y el peligro de la huelga paralizadora, es un momento mucho ms decisivo del dominio de clases en descomposicin que la conciencia de clase de los trabajadores, ms o menos manifiesta y operativa.

    En estas y parecidas condiciones, la explicacin de los desarro-llos sociohistricos no sucede sin la hiptesis de contradicciones internas en las estructuras sociales. La democracia ateniense era progresiva si se juzga por las normas de la aristocracia estatal fami-liar, pero muy conservadora si se mira desde el punto de vista plebeyo. El moderno capitalismo industrial es un ~rden social de la libre competencia para los capaces de competir y un escenario de combate con las mismas oportunidades de xito para los capaces de luchar. Pero es desde un principio selectivo y exclusivo al equi-par a los individuos y grupos, que vienen al caso para la competen-cia, con medios de lucha ms o menos adecuados. Y de esta suerte aparecen tambin los aspectos contradictorios de un arte como el de Versalles, llevando unas veces un carcter ms o menos formalista y mesurado y otras un carcter ms rebosante de expresionismo, segn el nexo histrico-estilstico en que se produzca, y el lugar desde el que se observe. Todo punto de vista antidialcticamente unilateral resulta falso o insuficiente frente a l. En los ejemplos

    " Marx: La sagrada familia, Primeros escritos editados por S. Landshut, 1953, p. 317 de la edicin alemana.

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  • de este tipo es evidente que los fenmenos histricos no representan ningunos estados de cosas claros, invariablemente fijos, definibles de una vez para siempre, sino formaciones en marcha y complejos de fuerzas en accin.

    Hegel era plenamente consciente de la dificultad resultante de pensar en contradicciones. Es ridculo decir, escriba en su Filo-sofa del Derecho, que la contradiccin no deja pensar. Lo correcto de esta afirmacin es nicamente que en la contradiccin no puede hallar su satisfaccin. Emst Bloch tiene que haber pensado en este pasaje cuando declar que, segn la dialctica, A puede ser al mismo tiempo no-A, pero no puede continuar sindolo'. Aqu ra-dica el contenido esencial de la filosofa hegeliana. A la contradic-cin pertenece su reduccin en sentido positivo: la negacin de la negacin. De lo negado dialcticamente se conserva algo positivo, mientras que lo insostenible se desecha. E igual que toda negativi-dad contiene algo positivo, el contenido semntico de una manifes-tacin o actitud encierra tambin elementos negativos. Dicho en otras palabras, el sentido de la inmanencia es tan inimaginable sin el de la transcendencia como es el de la transcendencia sin confron-tarlo con la idea de inmanencia.

    El criterio de la dialctica no estriba en el hecho de que el pro-ceso histrico y social se efecte en una serie ininterrumpida de contradicciones, y que su devenir y cambio no est garantizado por la concordia de sus factores. La dialctica se revela y mantiene por la circunstancia de que la negacin con que inicia su curso profundiza y ampla el sentido y el campo de validez de los elementos en vez de disminuirlo. La acumulacin capitalista conlleva su propia nega-cin y su destruccin mediante la coalicin de los obreros explotados al principio. Las consecuencias negativas pertenecen en la misma me.dida a la concrecin del progreso que a sus motivaciones positivas.

    Paradojas de la dialctica Innumerables estados de cosas, particularmente los de natura-

    leza espiritual, no son representables ms que en semejante forma paradjica. Kierkegaard, el pregonero ms porfiado de la paradoja como principio fundamental de la existencia humana, podra haber resumido su filosofa de la religin en la proposicin de que Dios,

    ' Ernst Bloch: Subjekt-Objekt. Erliiuterungen w Hegel. 1952, p. 117.

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  • esencia de la omnipotencia y omnisciencia, se decidi por revelarse en la limitada razn humana. De una manera paradjica seme-jante manifest Platn en su parbola de la cueva el enigma del conocimiento humano, Tertuliano la relacin entre saber y creer en el lema credo quia absurdum, la escolstica el problema de la con-tradiccin lgica en la doctrina de la doble verdad, Cusano la contradictoriedad de su concepcin del mundo en la coincidentia oppositorum y la docta ignorantia, Lutero la inconmensurabilidad de la salvacin y mrito en la doctrina de la predestinacin, Ma-quiavelo la discrepancia entre objetivos polticos y consideraciones humanas en el p~incipio de la doble moral, Descartes la relacin enigmtica entre ser y pensamiento en la doctrina del cogito ergo sum, Leibniz el abismo entre inmanencia y transcendencia en la nocin de la mnada sin ventanas, y toda la esttica perpleja ante la irracionalidad de la calidad artstica en la resignada admi-sin del je ne sais quoi. El ejemplo ms notable lo constituye, sin embargo, un producto del paradjico chiste judo. Como es bien sabido, el judo creyente se rodea de una santidad tan inaccesible que nunca pronuncia el nombre de Dios y siempre que lo cita en sus oraciones como Jahv, leer Adonai (Seor), a diferencia de la escritura efectiva. Slo una vez al ao, en la fiesta mxima, en el momento ms solemne del servicio divino, pronuncia el rabino la palabra Dios, echndose al suelo y cubrindose la cabeza con la capa de las oraciones, pero de manera que su voz, ahogada en el fuerte canto del coro y en la atronadora msica del rgano, re-sulta imperceptible para la comunidad. Ahora bien, estos mismos judos estn tan familiarizados con su Dios que se cuenta la historia siguiente. En la vspera de la mencionada fiesta, el dia de la peni-tencia y de la reconciliacin, el pobre aldeano judo habla al Todo-poderoso de esta manera franca y libre: Seor, escchame! Ah est nuestro buen y honrado carnicero, que no engaara a nadie en una perra chica, ni echara a ningn mendigo con las manos vacas, y a menudo ni siquiera l ni su mujer tienen un trocito de carne que llevarse a la boca. O nuestro zapatero, la decencia y ia devocin mismas, tiene que ver cmo su madre agoniza bajo los ms terribles tormentos. Y nuestro buen viador, medio ciego ya y ciego del todo pronto. Yo te pregunto en esta santa noche: Dios querido, es esto justo? Es justo? Pero sabes una cosa? Si nos perdonas maana, en tu da santo, tambin te perdonaremos noso-

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  • tros , ... Y lo mismo que aqui, donde se trata de cosas grandes, de cosas que seran dignas de saber y que debemos poner bien en claro, tambin nos expresamos a menudo en semejante manera paradjica y no clara, corriente en la comprensin humana.

    Tambin Marx lleg a una formulacin en cierto modo para-djica de su dialctica cuando dice que el pensamiento y el ser son ciertamente distintos pero al mismo tiempo en mutua unidad ", estableciendo asi, a primera vista, una tesis no menos desconcer-tante que Hegel con la proposicin de la racionalidad de todo ser. Pero la unidad en Marx no significa ninguna identidad. Si el pensamiento parece en l una funcin de la materialidad, le estuvo reservado al posterior marxismo vulgar calificar el espritu de pro-ducto de la materia. Pues incluso aunque se atribuya a la concien-cia una calidad ntica, en el sentido de Marx, habr de admitirse que representa un ser especial, intencional, cognoscitiva, emo-cional y volicionalmente dirigido, si bien es estimulado desde fuera a su intencionalidad, mientras que el mero ser material, al consti-tuir un elemento decisivo, sencillamente imprescindible, ele todos los prc,cesos vitales, tiene que ser mistificado para convertirse en origen ele una espontaneidad.

    Desde el punto de vista de la dialctica, hasta el medio del len-guaje, lo mismo que cualquier medio de expresin que utilice el artista, aparece como un momento de resistencia, como un obstcu-lo que hay que vencer y que se intercala entre la intencin artstica y el producto. De ningn modo es la obra triunfo completo ele la voluntad de expresin sobre los medios expresivos, sino ms bien un compromiso entre ambos. La dificultad de esta operacin no se puede ni eludir ni ocultar, pues ocurre lo que se dice en La ideologa alemana: El 'espritu' arrastra desde el comienzo la maldicin de ser 'prisionero' de la materia, que se presenta aqu en forma de caps de aire movidas, tonos, en breve, del lenguaje. El lenguaje es tan antiguo como la conciencia, el lenguaje es la conciencia prc-tica, existente tambin para otras personas, esto es, tambin para m la conciencia real existente, y el lenguaje, igual que la concien-cia, surge de .la necesidad, de la imperiosiclacl del trato con otras personas ". En este sentido, lenguaje significa todo medio de

    ' Cf. Leo Rosen: The /oys o/ Yiddish, 1970. p. 4. n Marx: Primeros escritos, p. 239 de la edicin alemana. t:! Marx-Engels: La ideologa aleniana, l 953, p. 27 de la edicin alemana.

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  • comunicacin que une al sujeto comunicante con el receptor, impi-diendo al mismo tiempo su contacto recproco.

    Automovirniftlto

    La gnesis inmanente de las diferencias de la que Hegel de-riva en ltima instancia la dialctica y que para l hace superflua y hasta absurda la explicacin de las distintas formas evolutivas como consecuencias de intervenciones externas, contradice no slo su afirmacin de que la dialctica no es ningn perpetuum mobile, sino tambin el principio fundamental dualista de toda concepcin dialctica del mundo, que puede muy bien ser esttica", y que no puede quedarse estancada en ningn monismo. Cierto, como cree Marx, el hombre no es en modo alguno incapaz de encontrar su paz, pero tampoco es ningn ser armnico ni conciliado consigo mismo . Y si el materialismo significase efectivamente una explica-cin del mundo por s slo '', el monismo materialista apenas sera compatible. con el principio dialctico. La dialctica es un dualismo orientado parcialmente hacia las condiciones objetivas de la exis-tencia y, en parte tambin, hacia las necesidades subjetivas de la vida; puede que en cuanto utopa transcienda ambos factores, pero en ningn caso se inicia ms all de su contradiccin. La existencia tiene que pensarse como una relacin conflictiva sujeto-objeto, an-tes de que pueda verse como una esfera de deseos libre de conflictos.

    Tanto la dialctica hegeliana como la marxista presuponen, de un lado, la descomposicin del complejo objeto de anlisis en sus motivos, y, de otro lado, la complementacin de los motivos en la totalidad de un nexo razonable sociohistrico. Se apoyan en la hiptesis de que semejante conexin consiste en una serie de rela-ciones tesis-anttesis, de que el anlisis lleva siempre a parejas de opuestos cada vez ms diferenciados, produciendo finalmente una visin global del complejo respectivo. La dialctica abriga la espe-ranza de que los momentos prcticamente dispares de una evolucin se encuentran idealmente en alguna parte. El movimiento que ga-rantiza el progreso de un estadio al otro, lo conceba todava Marx de una manera algo mstica como automovimiento, con su fuente inagotable en las llamadas contradicciones internas de las estruc-

    " Cf. Helmut Ogiermann: Materialistische Dialektik, 1958, p. 105. " Ernst Bloch: op. cit., p. 99.

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    turas sociales. Naturalmente, este movimiento, lo mismo que todo perpetuum mobile, es impulsado en realidad desde fuera, y el pro-ceso slo puede calificarse de interno en tanto que los procederes, interpretaciones y valores opuestos aparecen dentro de los mismos periodos histricos y a menudo de las mismas capas sociales. As, oues, las mismas condiciones que originan una tendencia pueden poner en peligro su continuacin. De los factores que transcienden el sistema depende el que prevalezca uno de los dos efectos que son posibles.

    La lgica dialctica se concentra en momentos del movimiento entre oposiciones que afirman su particularidad en el curso del proceso, por un lado, y los enriquecen con rasgos nuevos, por otro. Representa un devenir en el que se mantiene la unin de los fen-menos cambiantes. La lgica formal persiste, por el contrario, en las relaciones estticas y es incapaz de abarcar el movimiento de los conceptos como devenir. La filosofa kantiana salt sus limites al sustituir las substancias, en su calidad de esencias transcendentes, por substratos de categoras racionales inmanentes. La persecucin del movimiento entre inmanencia y transcendencia ocupa a toda la filosofa poskantiana desde Fichte a Hegel y Marx, bajo el domi-nio del principio de la dialctica. La misma pregunta se oye una y otra vez en versiones distintas: cmo se llega del sujeto al objeto? Cmo se configura la transcendencia, en y de por s desconocida, como substrato de la operacin, en y de por si incomprensible, de la razn? De dnde parte el movimiento? Qu le antecede como primaca? Y hasta qu punto puede hablarse en absoluto de una primaca en este contexto?

    En Kant, la formacin del objeto y lo que sus sucesores entien-den por objetivacin o alienacin, es un proceso ahistrico, en Hegel y ~n Marx, por el contrario, el proceso es sencillamente histrico. Para Hegel todo momento es un punto crtico y la existencia socio-humana un espectculo histrico ininterrumpido. Mas, en cierto modo, deshistoriza de nuevo la alienacin efectuada con toda for-macin objetiva al suponer que, por su hipottica inevitabilidad, no est vinculada a ningn momento ni lugar determinados ni a ninguna complicacin de las necesidades e impedimentos. En Marx, por el contrario, la ruptura entre el yo y el mundo resultante con la alienacin es siempre un acontecimiento histrico concreto que tiene siempre presuposiciones especiales y no se repite bajo condi-ciones subjetivas y objetivas cualesquiera. De esta suerte se aliena

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  • el obrero respecto del trabajo propio, de la sociedad y de s mismo, debido a la mecanizacin de la produccin, a la divisin del trabajo en la manufactura, a la acumulacin de los medios de produccin en pocas manos y a la relacin despersonalizada entre patrono y obrero en tiempos del cambio revolucionario del feudalismo al capi-talismo. Para Marx, historicidad es sinnimo de socializacin, pero el hombre y la sociedad no se encuentran en cada momento de su existencia ante decisiones vitales y cambios que hacen poca.

    En Kant, el sujeto cognoscente, sensible y agente es una entidad est ti ca, con sus categoras. El paso decisivo que lleva a la filosofa poskantiana y a su dialctica histrica, depende del reconocimiento de que el sujeto no representa ningn aparato categorial ahistrico, sino que comporta un carcter esencialmente variable, que cambia con su lugar. Cuando Hegel dice que la verdad no es ninguna moneda acuada que puede darse lista y embolsarse asi ', quiere decir precisamente que responde a un movimiento que se adapta a los procesos objetivos, se inicia siempre de nuevo, se niega y se anula en el sentido complejo de la palabra. Cambia de figura, pero en modo alguno desaparece del nexo de proposiciones vigentes. Hasta las verdades matemticas y cientfico-naturales cuya validez no se pone en duda ninguna, no se aplican siempre con claridad. Tambin ellas adoptan un carcter manipulable, tambin ellas se convierten en partes de ideologas y adquieren un peso variable segn stas.

    Tanto en Marx como en Hegel, la verdad y el conocimiento slo tienen sentido concreto y valor prctico dentro de un sistema hist-ricamente coherente. Mientras haya contradicciones entre los prin-cipios y doctrinas de la ciencia no se alcanza ninguna imagen del mundo global y homognea. Sin embargo, pertenece a la esencia dialctica de la historia y del pensamiento el hecho de que las concepciones homogneas e integradas del mundo resulten tambin sntesis nicamente transitorias y tarde o temprano insuficientes, aunque tanto Hegel como Marx rebasan este principio dialctico de una manera tan atrevida como prometedora con la utopa de la realizacin del espritu absoluto o de la sociedad sin clases.

    15 Hegel: La fenomenologa del espritu, edicin de Joh. Hoffmeister, 1952t1, pgina 33 de la edicin alemana.

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  • 4. El concepto de reduccin

    Logros histricos

    La dialctica se mueve entre el princ1p10 de negac1on, sin el cual no se pone en movimiento ningn desarrollo mental o hist-rico, y el de reduccin, sin el cual se quedara en la mera negacin. Pero lo mismo que la negacin no es ninguna respuesta sino nica-mente parte de una pregunta, la reduccin no es ningn paso ais-lado sino el resultado del proceso lgico o histrico. En el sentido positivo de este concepto tan complejo, representa el producto final de toda la operacin dialctica. La reduccin de un estado de cosas 0 de una posicin, de una forma social o ideolgica, puede suceder aniquilando, descomponiendo o destruyendo el sistema que se ha hecho insostenible, como desaparece, por ejemplo, la esclavitud con el principio del feudalismo, la fe en el geocentrismo con la apa-ricin del heliocentrismo, el arte campesino de las tierras bajas con la propagacin del arte de masas de la gran ciudad. Pero reduccin significa tambin la transposicin de una cosa a un nivel ms alto en sentido literal, como, por ejemplo, la ascensin de la produccin mecnica desde la fase de la manufactura a la de la fbrica. Por ltimo, la reduccin de un estado, en sentido estrictamente dia-lctico, significa su rebasamiento por una forma ms desarrollada en donde la ms primitiva desaparece y se extingue parcialmente, y en parte se conserva tambin, siendo incorporada en los bienes culturales permanentes de la sociedad.

    Mediante este viraje notable, que vincula el papel negativo de los pasos anteriores de la evolucin cultural con un paso positivo, el efecto disgregador de los procesos histricos con la adquisicin de bienes culturales permanentes, su problemtica incesante con la tradicin afianzada, la dialctica adquiere asi su verdadero sig-nificado, su propiedad de definir y resolver cometidos que no podran superarse de ninguna otra manera. De ningn otro modo puede quedar ocupado un puesto perdido o afirmarse la validez de una verdad abandonada. Slo dialcticamente se explica que un estilo artstico como, por ejemplo, el geometrismo o el clasicismo basado en el principio de la subordinacin pierda su papel determinante como criterio del gusto y contine siendo, a pesar de ello, un factor constitutivo de la evolucin ulterior. Pero el significado de los pro-ductos estilsticos consumados contina siendo dialctico no slo

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  • en el sentido de que el Renacimiento sera impensable sin el gtico, el barroco sin el Renacimiento, o el rococ sin el barroco, y de que cada uno de estos estilos est contenido en el siguiente, sino tambin en el sentido de que ningn estilo realmente creador transcurre sin dejar huella ni, en condiciones correspondierites, no pueda dar lugar a ningn renacimiento.

    El acto de la reduccin no constituye solamente la parte ms singular del proceso dialctico, sino tambin la ms fecunda. Cabe que la negacin sea un factor igualmente imprescindible del des-arrollo, como negacin de la negacin, pero si lo negado desapare-ciese totalmente del acontecer ulterior, la dialctica seria un proceso sin valor en y de por si, en vez de convertirse en el momento ms productivo de la formacin cultural. En el fenmeno de que los nexos y normas pierden su actualidad, pero conservan ms o menos su sentido y valor, se revela en todo caso la caracterstica ms no-table de los procesos histricos. Responde al conocimiento de que dos puntos de vista, aspectos u opiniones opuestos, no slo pueden ser correctos, pese a su contradiccin, sino que a menudo manifiestan precisamente gracias a su esencia contradictoria una verdad ms amplia que algunas afirmaciones sin contradiccin. Si se comprende que una forma econmica y de dominio mina su propia existencia al perfeccionarse y agudizarse y que en el sistema siguiente se man-tiene reducido, no obstante, lo anterior, se ha reconocido enton-ces la esencia de la dialctica, gracias a la cual se llega a conoci-mientos que no se alcanzaran de ninguna otra manera.

    La tesis de la que parte un proceso dialctico, la anttesis por la que se perturba su esttica, y la sntesis que elimina la perturbacin pueden pensarse independientes una de otra, pero lo que realmente importa al proceso es la repetida negacin y reduccin. Tesis y anttesis no son dos elementos que se suman o restan, partes separadas de una correlacin, y la sntesis no es nin-guna suma, sino una fusin en la que no se diferencian ya entre s los componentes. Fuera de la negacin y de la reduccin, todo lo dems no son ms que restos del gastado modelo escolar ele la dialctica. Lo esencial es que una misma cosa puede ser juzgada correctamente desde dos puntos ele vista distintos, y que ele uno de los dos aspectos pueden conservarse determinados mcJmentos. J El anlisis unilateral, ya sea aprobatorio o reprobatorio, resulta ser falso ante la mayora de los fenmenos histricos; su rostro no se revela sino a las dos luces ele la dialctica. Fen:menos 1

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  • como tradicin y convencin, formalismo estilstico y subjetivismo, intransigencia moral y tolerancia, tienen que ser considerados y juzgados dialcticamente si se quieren comprender correctamente. La actitud adialctica ante estas formas y modos de pensar no solo miope y confusa, sino que por lo general tambin es ideolgi-camente falaz y desconcertante. La dialctica no es precisamente asunto exclusivo de la lgica y de la crtica del conocimiento, sino tambin de la tica y de la poltica. Se trata de una filosofa huma-nista, que fundamenta y consolida la fe en la indestructibilidad de los valores sociales logrados, o al menos en su preservacin parcial, por encima de toda negacin o disminucin. En cuanto tal, tiende por principio al optimismo y se da por satisfecha, si no con la re-dencin de la humanidad, s con el posible renacimiento de culturas humanas.

    Como en la mayora de sus partidarios, la seguridad de Hegel en el futuro se manifiesta en la confianza de que nada se pierde en la historia y de que el espritu, como se dice en las Lecciones de filosofa de la historia, tiene en su profundidad actual los momen-tos que parece haber dejado atrs. La inherencia del pasado en el presente es el rasgo ms esencial de la evolucin histrica; es el re-sultado de la reduccin de los estadios superados por el porvenir. La oruga no est ya en la mariposa, por mucho qu!= lo asegure Hegel; mas el naturalismo del Renacimiento, por ejemplo, permaneci inolvidado y contina siendo recordable. Lo que acta aqu es el recuerdo selectivo de la sociedad, que no por eso funciona sin elec-cin, una facultad del medio social sui generis, medio relacionado slo difusamente con el individuo sicolgico aislado. El sujeto ele la reduccin es el grupo, en su calidad ele guardin y transmisor de los bienes culturales. De l depende que los logros o rendimientos se queden en meros monumentos culturales o se conviertan en fuerzas productivas del desarrollo, en estmulo ele renacimientos.

    La historicidad de los fenmenos estriba esencial