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hacia una cultura del agua estimulada por políticas educativas

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Page 2: hacia una cultura del agua estimulada por políticas educativas

Documento elaborado por:

Luz Nelly Zapata Villarreal

Gilberto Arenas Yepes

Sergio de Jesús Rojas

Olga A. Patiño Jiménez

Astrid Mejía Echeverri

Jaime Vergara Ramírez

Diego Aguirre Cardona

Grupo de Desarrollo de Salud y Ambiente

Facultad Nacional de Salud Pública

“Héctor Abad Gómez”

Septiembre de 2011

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CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

1. UNA REFLEXIÓN SOBRE EL RETO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN MATERIA AMBIENTAL Y

SANITARIA A PROPÓSITO DEL CUESTIONAMIENTO SOBRE CÓMO INFLUIR EN LAS NUEVAS

GENERACIONES FRENTE AL CUIDADO DEL AGUA.

2. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR CULTURA DEL AGUA?

3. ¿CÓMO SE CONSTRUYE CULTURA DEL AGUA?

4. ¿CÓMO SE CONSTRUYE CULTURA DEL AGUA Y CÓMO SE PROMUEVE LA ÉTICA EN SU USO?

5. ¿CÓMO ASIGNAR RESPONSABILIDADES PARA PROMOVER LA CULTURA DEL AGUA?

6. ¿QUÉ POLÍTICAS PÚBLICAS DEBEN ADAPTARSE PARA IMPULSAR LA CULTURA DEL AGUA?

BIBLIOGRAFÍA

LISTA DE CUADROS

Cuadro 1. Definiciones y categorías de la educación ambiental según distintos autores

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INTRODUCCIÓN

HACIA UNA CULTURA DEL AGUA DESDE LAS ORGANIZACIONES EDUCATIVAS

Los problemas del agua en Colombia, requieren desde el punto de vista educativo, niveles cada

vez mayores de información y conocimiento, sobre las características, usos y potencialidades de

los recursos hídricos del país, con el fin de plantear soluciones traducidas en currículos pertinentes

que propendan por el desarrollo humano y sustentable de los territorios, con equidad intra e

inter-generacional, a partir de la transformación de la cultura establecida.

En el siguiente documento se plantean algunas reflexiones, sobre cómo educar a las actuales y

futuras generaciones de ciudadanos y profesionales, en una cultura del agua enmarcada en un

modelo de desarrollo sostenible fuerte, en el que sean prioritarias, entre otras, la sustentación,

protección y conservación de la biodiversidad, la pervivencia de la civilización humana en

condiciones de vida digna.

En el territorio es frecuente que se presente una asimetría de la disponibilidad del agua frente a la

demanda. En Colombia, la oferta es mayor en las vertientes donde la población es menor y, al

contrario, es más escasa donde se encuentra la mayoría de los habitantes.

En esa perspectiva, para alcanzar un desarrollo humano sustentable equilibrado y equitativo, se

hace necesario, no sólo la acción educativa. Se precisa de iniciativas institucionales de las

organizaciones educativas en alianzas con otras instituciones, agencias y actores para asumir con

responsabilidad integral los retos de la gestión del agua.

Por lo tanto, es imperativo, desarrollar sistemas y redes de trabajo colaborativo y enfatizar en el

fortalecimiento de medios de comunicación y otras herramientas y estrategias como la

investigación, el debate social, técnico y científico, y en el fortalecimiento de la relación entre los

ámbitos universitarios, empresariales, sociales y de administración pública.

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1. UNA REFLEXIÓN SOBRE EL RETO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN MATERIA AMBIENTAL

Y SANITARIA A PROPÓSITO DEL CUESTIONAMIENTO SOBRE CÓMO INFLUIR EN LAS NUEVAS

GENERACIONES FRENTE AL CUIDADO DEL AGUA.

Si bien la pedagogía y la didáctica son de manera inminente campos interdisciplinarios, la práctica

de la educación ambiental y sanitaria debe asumirse transdisciplinaria, en tanto la naturaleza

compleja de los asuntos que son su objeto de enseñanza y aprendizaje y su objeto de

transformación: la salud pública y el ambiente como uno de sus más importantes determinantes;

en un marco más amplio, él reto se orienta hacia el desarrollo humano sustentable.

El ambiente y su ser humano, como sistemas de alta complejidad, interactúan en diferentes

esferas multidimensionales que definen distintos planos de realidad sobre los territorios que las

acciones antrópicas afectan de manera positiva o negativa. De dichas afecciones derivarán a su

vez, repercusiones sobre la salud de las poblaciones y sus posibilidades de generar desarrollo y

pervivencia en condiciones de vida digna.

En ese sentido, asumir la educación ambiental como tarea transdisciplinaria implica varias cosas,

entre las que se destacan dos: la primera, que los campos gnoseológicos de las disciplinas que

participan, se expanden más allá de los aportes particulares presentes en el acto educativo, luego

el proceso produce un excedente de conocimiento que debe ser sistematizado y aplicado de

manera oportuna a fin de innovar sobre los nuevos aprendizajes dentro y fuera del aula.

En segundo lugar, el proceso formativo ambiental en el aula, debe ser un continuo curricular que

atraviesa todo el plan de estudios y en el que todos aportan desde su rol de docente de

estudiante.

Para alcanzar sus metas, desde la perspectiva curricular, las instituciones de formación de

profesionales en ambiente y salud, deben apoyar sus desarrollos académicos y científicos en un

ejercicio hermenéutico permanente, que implica la lectura, análisis e interpretación del entorno.

La síntesis o currículo se materializa, como aporte de la comunidad académica en programas

pertinentes, líneas de investigación que anteceden la integración social y la gestión e innovación

del conocimiento. Esta última etapa, más con un enfoque crítico social por su perspectiva

liberadora, constructivista y participativa.

Page 6: hacia una cultura del agua estimulada por políticas educativas

Este ejercicio no sólo se realiza sobre un contexto complejo sino que él mismo también lo es. El

entorno involucra una cantidad indeterminada de variables y de interacciones en una dinámica

constante y cambiante.

Hacer la lectura e interpretación y alcanzar la síntesis constructiva, implica por tanto, una aptitud y

actitud gnoseológica y metodológica transdisciplinaria que permita descifrar el la forma en que

interactúan los aspectos socioculturales, económicos, tecnológicos, ontológicos y ecológicos,

puestos en perspectiva histórica, y que establecen las condiciones de desequilibrio entre el ser

humano y la naturaleza que se pretende restituir o mantener, a partir de la intervención de los

sujetos en formación o mediante otros procesos misionales como la investigación , innovación e

integración social del conocimiento en un acto de solidaridad social y trabajo colaborativo.

En esta óptica, la educación ambiental y sanitaria debe ser principal y prioritariamente formación

integral –re - construcción de la imagen del sujeto y por tanto posibilidad de transformación de la

cultura-, y en inherencia, emancipatoria, en función de la estructuración de sujetos para la acción

política ambiental y sanitaria.

Las prácticas del egresado ambientalista salubrista, no pueden ser ajenas a la función social y a la

tarea encomendada al Estado, y en ese sentido, la proyección política y social, entendida como

gestión social, es condición sine qua non del proyecto formativo.

En el marco de un sistema político de carácter democrático, la sociedad debe participar en tareas

de nivel estratégico, claves para que el Estado desarrolle funciones alineadas con las aspiraciones

de aquella, pero es importante, la organización social y el manejo efectivo de los mecanismos que

la Constitución y la Ley plantean para participar en la planificación del desarrollo humano y

sustentable del territorio, la formulación de normas y políticas públicas de impacto en la salud

pública y en el medio ambiente, en la toma de decisiones, la asignación de servidores públicos en

los que reposa la conducción y en el control de la gestión pública, entre múltiples aspectos más.

Son estos los retos que deben asumir con responsabilidad, conocimientos, acervo axiológico y

herramientas suficientes, las siguientes generaciones de profesionales ambientales y sanitarios

formados dentro de un enfoque social y de lo público compatible con la teoría y praxis

administrativa o de ingeniería, por mencionar dos.

Sin embargo, el compromiso universitario no fenece allí. La educación superior demanda de la

Institución una gestión pedagógica permanente y de amplio alcance.

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En particular en el tema ambiental y sanitario, una ciudadanía formada e informada, sensible

frente a los problemas del territorio que ponen en riesgo la salud pública, se torna en un factor

determinante de las directrices que en tal sentido, formulen y ejecuten el Estado y sus

instituciones, pero también en un dinamizador fundamental de una nueva cultura, en la que

sobresalgan rasgos favorables a la pervivencia de un sentido de vida digna y a las aspiraciones de

bienestar social congruentes con las limitaciones que tiene el medio ecológico para proveer las

materias primas y servicios ambientales que aquel demanda.

Por este motivo, la entidad de formación superior debe mantener activa su oferta de educación no

formal y canales permanentes de difusión y comunicación del conocimiento al público en general,

al mismo tiempo que mantiene y fortalece un liderazgo social mediante el cual materializa su

respuesta al encargo que la sociedad le hizo, cuando instituyó la Universidad como uno de sus

principales baluartes.

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2. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR CULTURA DEL AGUA?

En lo concerniente con el agua, distintas culturas han desarrollado representaciones sociales

diversas –creencias, saberes, valores y prácticas- que determinan su forma de relacionamiento con

un elemento imprescindible y vital para su sobrevivencia y desarrollo, por la íntima relación que

tiene con la salud, la vida y la posibilidad de permitir el despliegue de las actividades económicas

de las que deriva la sobrevivencia básica y el bienestar social.

En los dos últimos siglos, el crecimiento poblacional, el auge de la actividad productiva, y de forma

particular el modelo económico globalizado que estimula el uso desaforado de factores

ambientales y consumo excesivo de bienes y servicios que demandan gran cantidad de materias

primas, que contaminan o extinguen los sustratos de la vida, han instaurado patrones de relación

con el agua, que no incluyen valoraciones ni consideraciones sobre su vulnerabilidad como

recurso, ni las limitaciones de oferta de los diversos territorios, que consecuentemente han

derivado en una crisis inminente planetaria con resultados catastróficos inmediatos que amenazan

con empeorar.

En respuesta, en el marco de la sustentabilidad y sostenibilidad ambiental se promueve de manera

urgente, una denominada nueva cultura del agua, para cuya comprensión es necesario reflexionar

sobre los conceptos de identidad y cultura en general.

Si bien el ser humano y los pueblos construyen cultura de forma intencional o sin proponérselo, es

en la relación de adaptación y transformación de su entorno natural y en los tejidos y relaciones

sociales que despliegan para tal propósito, en que el hombre adquiere los planos culturales

primigenios y por tanto, un original sentido de identidad.

De forma común se concibe aquella como el “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una

colectividad, que los caracterizan frente a los demás” pero también como la “conciencia que una

persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás”1

Con menor frecuencia se tiene la claridad de que la identidad social implica el resultado de una

construcción colectiva cuyo fin es aumentar el acervo cultural y humano de un pueblo o grupo, de

forma permanente, como garante de su pervivencia y trascendencia en el tiempo y en la historia.

Dicha construcción implica un proceso complejo de re-creación intencional social al ritmo de la

cotidianidad y de la interacción, en la que los individuos participan de forma pasiva o activa, y que

permite la maduración y fortalecimiento de cada uno de los elementos y atributos característicos,

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de la estructura que les da soporte y que garantiza su permanencia, y de los principios sobre los

cuales se fundamentan las lógicas únicas que posibilitan el surgimiento de una cultura particular.

Ambas, cultura e identidad, serán transmitidas por las familias y otras instancias de la estructura

social, de acuerdo con la valoración y prioridad socialmente establecida.

Aquí juegan un papel primordial la educación y la comunicación como mediadora social, aunque

son importantes adicionales instrumentos de gestión como las políticas, la normatividad y la

investigación, entendida como generadora de conocimiento científico socialmente útil.

En particular, con la nueva cultura del agua se busca transformar el sentido y el significado

economicista que el agua ha tenido para las últimas generaciones y que ha sido causa de su mal

uso, contaminación y agotamiento.

Para lograr esta transformación es necesario integrar elementos como el uso racional, prioritario y

equitativo, la protección y conservación del factor, y la equidad intra e inter-generacional en el

acceso, a las representaciones sociales, de los pueblos en todo el planeta y a la agenda de sus

respectivos sistemas político-institucionales y económicos.

Por otra parte, es fundamental aclarar que la instauración de una nueva cultura del agua no se

decreta –aunque sea absolutamente necesario recurrir a la ley como herramienta-, ni puede ser

diferente de una cultura ambiental integral.

Si bien la contaminación de las fuentes superficiales y subterráneas tiene repercusiones

inmediatas por sus implicaciones en la salud pública, la salud animal, el medio ecológico general y

la actividad económica, la disminución de la oferta por agotamiento del recurso es grave, pues

implica importar el líquido de otro lugar a altos costos, restringir las aspiraciones y patrones de

desarrollo y crecimiento, emigrar o morir.

El ciclo hidrológico es clave en todos los procesos de la biósfera pero también en las actividades

humanas y a la vez es influenciado y amenazado por estas, en sus distintas fases.

Se podrían citar numerosos ejemplos: la quema de combustibles fósiles y la producción de gases

efecto invernadero, que repercuten en el calentamiento global, son fenómenos de origen

antrópico con consecuencias severas sobre el medio hídrico, al alterar los regímenes de lluvias y

los períodos de invierno y sequía, por tanto los patrones de recarga de los acuíferos y de la

escorrentía superficial y sub-superficial.

La disminución del caudal ecológico causa pérdida de los ecosistemas ligados a él, que a su vez

regulan el movimiento y la permanencia de aquella en el suelo.

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Por otra parte, depósitos de agua dulce que se encuentran en forma de hielo están

desapareciendo sin posibilidades de volverse a formar. El agua líquida se mezcla con el agua salada

de los océanos. Se afectan ecosistemas productores de agua en páramos y nevados de los cuales

se alimentan ríos y quebradas.

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3. ¿CÓMO SE CONSTRUYE CULTURA DEL AGUA?

La construcción de cultura de agua debe estar integrada a la erección y consolidación de un

modelo de desarrollo sustentable fuerte3 con enfoque humano pues sería absurdo inscribir las

aspiraciones de cambio dentro del modelo de crecimiento actual.

Un modelo de desarrollo orientado hacia lo humano y hacia la sustentabilidad ambiental, debe,

considerar varios asuntos que se consignan en el siguiente listado de enunciados:

• Es necesario comprender el desarrollo como inherente a la relación del ser humano con la

naturaleza y con sus pares de especie. En esta relación el ser humano se beneficia de los recursos

y servicios ambientales que provee la naturaleza y por tanto le corresponde a él, asumir mediante

actos volitivos, responsabilidad, racionalidad, sensibilidad y coherencia de sus actuaciones para no

transgredir los límites que ponen en riesgo la sustentabilidad de los factores y atributos ecológicos

y la sostenibilidad de su beneficio. En esa perspectiva el modelo de desarrollo es un constructo

que sólo es posible en un escenario concreto que lo demanda integral: el territorio, entendido

como un espacio-población histórico.

• Por otra parte, urge desplazar la esfera económica como centralidad del modelo de

desarrollo, para convertirla en un componente dialógico, integrado a otras dimensiones

territoriales y sociales, evitando que la sinonimia que ha adquirido con las ciencias financieras y

con el tema del mercado, continúe prevaleciendo en la práctica cotidiana de los pueblos y

comunidades.

• Asimismo debe redefinirse la perspectiva del concepto de tecnología que valora sólo el

conocimiento de carácter científico aplicado a maquinarias, equipos y software. Urge validar el

saber cultural y popular y reivindicar la aplicación del conocimiento de nuestros pueblos al diseño

de soluciones sociales, políticas y económicas en contextos de subdesarrollo, como conocimiento

socialmente útil de alto valor agregado.

• Se hace necesario establecer un cuerpo axiológico fundamentado en principios como la

vida y el respeto a ella, la transdisciplinariedad, la comunicación, el trabajo intersectorial, entre

otras variables, que den lógica diferente a un pacto político y social que sea más coherente con los

preceptos constitucionales y/o normativos, en que se amparan directrices como el derecho a la

vida, a la salud, y a un ambiente sano, el desarrollo sostenible y el saneamiento ambiental a cargo

del Estado.

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• Se debe trabajar fuertemente en la satisfacción de necesidades concebidas como

fundamentales, según la propuesta del Desarrollo a Escala Humana , dando un especial énfasis al

tema de las libertades, y la generación de opciones que permitan el despliegue de las capacidades

y potencialidades humanas y del territorio.

• Establecer un modelo de gestión político- administrativo fundamentado en una apuesta

por una gerencia social que permita re-significar la administración pública y promover la

educación e inclusión del ciudadano en el asunto público

• Desde la perspectiva humana, una gestión comprometida con un proyecto paritario (pares

humanos diversos), incluyente y equitativo. Capaz de entablar relacionamiento global sin perder

el rumbo frente al reto que presupone impulsar el desarrollo local en un mundo globalizado.

• Finalmente, considerar la estructuración de un proyecto educativo de formación integral

orientado, en el mediano y largo plazos, hacia el constructo de seres humanos capaces de

transformar positiva y racionalmente su entorno partiendo de su propia transformación. Más

aptos para vivir y convivir. Depositarios críticos del acervo cultural propio, dialógicos con la oferta

de otras culturas, y especialmente conscientes de la necesidad de mantener dentro de su sentido

de identidad los elementos que le permitan relacionarse de forma asertiva e inteligente con el

medio natural del cual hacen parte.

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4. ¿CÓMO SE CONSTRUYE CULTURA DEL AGUA Y CÓMO SE PROMUEVE LA ÉTICA EN SU

USO?

Dentro de los variados instrumentos de gestión que pueden incidir en la construcción de la cultura

del agua, la educación ambiental sería el único que se postula como medio de segura efectividad

para alcanzar la sostenibilidad del proceso.

Sin embargo, el carácter mismo instrumental que a menudo se le otorga, se convierte en uno de

los principales obstáculos para utilizarla como medio y herramienta clave de la cultura.

De hecho, hablando de educación no formal, basta mirar el portal de contratación nacional, para

evidenciar que son elevadas las sumas de dinero que anualmente se invierten en los municipios

colombianos en una dudosa educación ambiental que con frecuencia ser reduce a sencillas

jornadas de capacitación carentes de enfoques pedagógicos y didácticos, y cuyos objetivos

presentan también deficiencias en su planteamiento.

Para acabar de completar el cuadro, es usual que los mediadores o educadores populares no

cuenten con las competencias mínimas necesarias que tan importante tarea demanda.

En esa misma perspectiva, con respecto a la educación formal, dentro de la institucionalidad con

frecuencia se omite el contenido explícito e implícito, que de acuerdo con la ley debe configurar el

componente respectivo ambiental dentro del plan de estudios.4

La formación “ambiental” no es comprendida por los mismos docentes como formación para la

vida, y por tanto transversal con lo que ello implica, sino que se considera más bien otro contenido

adicional que se encarga al profesor que a juicio de la institución, tenga mayor afinidad con el

asunto: el maestro de biología, ciencias naturales y similares.

El resto no se siente convocado. Igual sucede con los Proyectos Ambientales Escolares –PRAES-5,

que a menudo se convierten en “más trabajo” para los profesores.

En algunas Instituciones Educativas es difícil verlos como una oportunidad didáctica para vivir una

verdadera experiencia formativa ambiental de índole transformadora.

De igual forma resultaría muy interesante conocer, cómo imprimen en la consciencia del

educando los elementos éticos ambientales –fundamentales en distintos tipos de competencias-,

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las instituciones de educación superior que forman para el trabajo, y que hoy tienden a ser

mayoría.

Lo dicho atrás no es porque se menosprecie el valor de la educación ambiental. Por el contrario,

es claro que la única y duradera esperanza que en materia ambiental puede tener la humanidad,

deriva de la posibilidad de que las actuales y futuras generaciones hagan elecciones diferentes a

las que han desencadenado la entropía actual.

Ello sólo es posible por la vía –dudosa- de la represión al límite o por un cambio de consciencia

colectiva que conduzca al ser humano a pensar y actuar de una forma diferente, sin que haga falta

el evidente y a veces infructuoso forcejeo que hoy se presenta, debido a las profundas

contradicciones que emergen del choque de discursos, principios, lógicas, entre otras variables de

la realidad social, política y económica, que en los escenarios territoriales locales, regionales y

globales, hacen muy complicado el respetar al ambiente – en abstracto- cuando ni siquiera se

respeta el derecho a la vida y a la salud de otros seres humanos –en concreto-.

Asimismo, es difícil considerar la protección y conservación de los ecosistemas cuando prevalece la

corrupción unida a la demanda inminente de rentabilidad financiera de carácter inmediato y a la

concentración de la tenencia del suelo y de todos los beneficios de su explotación.

Por otro lado está el problema de la pobreza. No es fácil despreciar la oferta natural bajo

condiciones extremas de riesgo, cuando se está en un estado de inminente necesidad de

supervivencia y de vulnerabilidad, no obstante existan presiones sociales o institucionales y se

posean los conocimientos sobre las consecuencias posteriores.

Finalmente, se torna muy complicado tomar decisiones correctas y actuar con coherencia, sino se

cuenta con conocimientos, valores y habilidades, especialmente adquiridos y desarrollados para

pensar y actuar distinto a lo tradicional.

De ahí de que hablar de tomar decisiones y obrar en consecuencia, no sean asuntos fáciles cuando

la cotidianidad del ser sucede en una realidad en la cual los tensores económicos y políticos

ejercen presión en sentido contrario a las fuerzas que propenden por la libertad, la democracia, la

equidad, el respeto por la vida - del otro (pares humanos) y de lo otro (la naturaleza) – por

mencionar algunos temas clave para el desarrollo sostenible de todos en el planeta y no

únicamente de las naciones industrializadas y de sus generaciones futuras.

De lo expresado, deriva la necesidad de pensar en educar para el desarrollo humano como

condición sine qua non del desarrollo sostenible o de cualesquiera áreas de interés. Al asumirlo

así, la educación ambiental cobra un sentido que trasciende el carácter instrumental para

posicionarse dentro de las aspiraciones prioritarias, aunque inherentes, de la formación integral.

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Ello implicaría, claro está, la formulación de respuestas a profundos cuestionamientos al papel que

cumple y a la forma como lo hace, el sistema socioeducativo, dadas las hondas crisis sociales que

enfrenta la humanidad en diferentes contextos.

Parte de estos cuestionamientos tendrían que incorporar la pregunta por el rol que vienen

cumpliendo, en el marco de un modelo productivo globalizado fundamentado en el crecimiento,

las tres principales instituciones a las que la sociedad encarga la “proyección” de su hombre y

mujer: la familia, la escuela (incluida la universidad) y el Estado.

En virtud de lo expuesto urge reflexionar en la necesidad de profundizar en la comprensión de lo

que significa educar y sobre cómo, cuándo y dónde hacerlo.

Para muchos la educación se asimila con instrucción y/o capacitación, pero si bien es cierto que el

proceso de educación ambiental requiere que los seres humanos adquieran conocimientos

científicos, estos solos no bastan. La formación integral del sujeto reconoce que la instrucción es

un eje fundamental pues acerca al ser al mundo de las ciencias y por tanto de la erudición

académica o científica.

Desde una perspectiva ambiental estaríamos hablando de los conocimientos necesarios para

problematizar el ambiente y la salud, y plantear soluciones técnicamente convenientes.

Sin embargo, la formación integral también propone que un segundo eje se enfoque en la

construcción de valores, maneras, actitudes y sentimientos, sobre cuyos resultados sea posible un

hombre y mujer educados y no sólo eruditos. Este aporta a la problematización y propuestas

anteriores, ingredientes éticos capaces de modificar las decisiones argumentadas sobre la base del

discurso de las ciencias denominadas duras.

Al respecto es interesante consultar al profesor Max Neef 6 o a Edgar Moran 7, sobre el asunto de

la transdisciplinariedad en la formación.

Proponen que en el abordaje de un problema complejo de la realidad, que para la academia es su

objeto de estudio – el medio ambiente y la salud lo son, la educación ambiental también-, las

distintas disciplinas tienen una tarea específica que deja reservada a la ética, la filosofía y la

política la posibilidad se señalar lo que el ser humano debe hacer.

Desde esta perspectiva, una educación que carece de postulados axiológicos y se centra sólo en el

conocimiento, está incompleta.

Finalmente, la formación sería inane, si el ser humano no desarrolla las habilidades de

pensamiento, axiológicas y de acción que son necesarias para vivir y convivir – no sólo para el

Page 16: hacia una cultura del agua estimulada por políticas educativas

trabajo como se predica hoy con frecuencia-, y para transformar de forma positiva la cultura y la

sociedad.

El proceso formativo así visto, implica inherencia al ciclo vital humano y de las sociedades mismas

al mismo tiempo que reclama la participación protagónica del sujeto en formación, que a medida

que crece ejecuta un acto de mayor apropiación de su existencia y rol social, haciendo de este un

acto de liberación, clave para el despliegue de capacidades concernientes con la toma de

decisiones de todo tipo, incluidas aquellas que determinan el desarrollo sostenible de los

territorios o la relación positiva con los denominados recursos naturales.

Para alcanzar un alto estado de eficiencia educativa en materia ambiental, las instancias del

sistema social más importantes en la formación del sujeto, debieran estar alineadas y a ellas el

proyecto educativo del Estado. Esto por supuesto sugiere una sólida cultura política y un contexto

de democracia instituido.

Dentro de las instancias o escenarios mencionados, se tiene que en la familia el ser humano realiza

procesos de socialización primaria, que contribuyen al desarrollo de los primeros planos de su

identidad y de su sentido de pertenencia a una sociedad y cultura específicas y por tanto a

normas, maneras y valores que van a definir quién será como sujeto.

Estos se reafirman en el proceso de socialización secundaria que continúa en la escuela y

posteriormente en las distintas instituciones en donde desarrolla su existencia.

A pesar de que siempre es posible re-aprender, es muy importante que en los primeros años el ser

humano reciba la información básica –sobre todo ética- sobre la cual fundamentará, por demás, su

relación consigo mismo, con otros seres humanos y con el medio ecológico.

Como se ve, la ciencia juega un rol trascendente, pero también la tradición y la cultura en contexto

dinámico y de transformación. De ambas, emanan los elementos necesarios para establecer un

marco axiológico y gnoseológico congruente con las aspiraciones de una sociedad humana y

ambientalmente sostenible.

El principal obstáculo en este planteamiento sería empezar, pues al igual que otras variables del

desarrollo, la educación es determinante pero también resultado del mismo.

Es complejo y muy poco factible que una sociedad como la nuestra, de forma súbita o en un plazo

razonable, dé lugar al cambio de un modelo que el sistema económico-político ha “tejido de forma

meticulosa y paciente”, al menos que algunos agentes y actores del desarrollo generen

mecanismos que aceleren la dinámica.

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En síntesis, la educación ambiental puede entenderse como un componente de la formación

integral que permite que en el proceso los individuos vayan construyendo una imagen de sí

mismos, a la que articulan las características propias de la cultura en la que se encuentran

inmersos conexos con los patrones de relacionamiento con el otro (sus pares humanos) y lo otro

(la naturaleza).

Es importante insistir en que el proceso educador, no cumple sólo funciones de transferencia de

información, conocimientos o principios, por mencionar sólo tres de importancia fundamental

para la pervivencia de la cultura pero insuficientes para su instauración o cambio.

La educación debiera ser, fundamentalmente un proceso emancipador que libera al sujeto y a la

sociedad, en tanto le permite participar en la construcción de su propio ser ético y político, para

transformarse y transformar la cultura misma de forma consciente, provocando su evolución

permanente.

En relación con lo ambiental y sanitario, la educación, como formación integral, plantea el reto de

construir sujetos capaces de relacionarse de forma respetuosa, inteligente y creativa con el medio

natural y humano, en tanto la consciencia sobre un sentido de pertenencia –distinto al sentido de

dominio del hombre sobre la naturaleza- y de obligada interdependencia, con las implicaciones

que sobre la salud y el desarrollo humano y social tiene un ambiente enfermo.

Ello implica que todo el sistema socio educativo trabaje para transformar las representaciones

sociales –imaginarios, creencias, percepciones y prácticas-, aportando la evidencia científica, que

nos impiden una “saludable” relación con el mundo del cual hacemos parte.

Al respecto en diferentes encuentros mundiales por el ambiente y la salud, se identifica y nombra

la educación ambiental como asunto clave, común y prioritario, en principio para el desarrollo

sostenible, y cada vez con mayor trascendencia, inherente a la formación del ser humano.

Haciendo un breve repaso de los diferentes encuentros internacionales ambientales en que se ha

aludido el tema educativo9, se percibe cómo el concepto ha evolucionado tornándose más

complejo –en el sentido sistémico- e interdependiente con los asuntos esenciales del desarrollo

sostenible pero también del desarrollo humano, lográndose con ello posicionar la educación

ambiental no sólo como instrumento o mecanismo sino como elemento clave de una necesaria

nueva cultura.

Los encuentros posibilitan que las discusiones allí planteadas y que responden a preocupaciones

pero también a construcciones de los participantes, cobren un carácter político tal, que les

permita influenciar los marcos normativos y de política de naciones, agencias y organismos.

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Mediante la reiteración de dichas acciones la educación ambiental como concepto, teoría y

práctica va ganando no sólo comprensión sino posicionamiento en las agendas ambientales

mundiales, y aunque subsiste el reto de convertirla en parte del proceso formativo mundial, ya ha

sido adoptada con la esperanza de que cumpla la función que su presencia anuncia.

Ver el cuadro 1.

Dentro de esta reflexión es vital incluir una disertación sobre el perfil del educador ambiental.

En un contexto de educación formal, tiene implícitos varios importantes requerimientos que

derivan en atributos deseables y necesariamente objeto de una efectiva administración por parte

de la institución educativa.

Ello, a no dudarlo, implica el manejo estratégico, más que de un docente, de un grupo de ellos,

concebidos como organización a la cual se le asigna una tarea de formación integral que debe ser

comprendida en toda su dimensión y complejidad, y, para cuya realización debe estar dotada con

competencias, pero también con herramientas que posibiliten una adecuada gestión.

El docente, parece obvio, debe ser un profesional solvente en saberes, pero sobre todo un

mediador del proceso de adquisición de maneras, sentimientos, ética y actitudes, lo cual implica

que él mismo se encuentre inmerso o lo haya estado, en una acción educativa que le haya

permitido desarrollar su propio paradigma y estrategia pedagógico-didáctica.

En el ámbito de la educación superior son varios los retos que deben superarse, sobre todo

cuando en el contexto actual se ha posicionado la formación para el trabajo como primera

prioridad de los programas de pregrado y postgrado, y si bien lo ideal sería que la universidad

colombiana asumiera el reto de incluir metas en materia de desarrollo humano y sustentable en

cualquier diseño curricular, se debe considerar que mucho de ellos deben hacerlo por obligación.

En efecto, numerosos currículos responden a problemas de la realidad conectados con el asunto

ambiental y sanitario de forma directa e indirecta. Para ellos los planteamientos anteriores sobre

la inclusión de los criterios y parámetros de un proyecto de formación integral son válidos y

pertinentes, de manera especial.

Por esta razón, tan importante es el papel de la tradición como el de la ciencia. Mientras que la

primera permite transmitir el saber cultural, la segunda pone al sujeto en contacto con el mundo

del conocimiento científico y por tanto con el método y la técnica.

Page 19: hacia una cultura del agua estimulada por políticas educativas

Acceder al mundo del conocimiento de carácter científico le permite al sujeto incorporar

elementos nuevos que dinamizan sus representaciones sociales y prejuicios tradicionales sobre el

tema ambiental y sanitario. De este diálogo de saberes, ciencia y tradición cultural, emergen las

posibilidades de transformación y de re-construir la cultura misma, en una perspectiva más

holística.

A este respecto, la investigación juega un rol crucial: el producto de la investigación tiene la

obligación de ampliar de forma progresiva las fronteras del conocimiento mediante explicaciones

que superen las creencias y percepciones que aún hoy son adversas a los propósitos de la

sustentabilidad ecológica, la sostenibilidad ambiental y el desarrollo humano de los territorios.

En esa dinámica la investigación como instrumento permite ampliar el conocimiento sobre la

naturaleza y los procesos ecológicos que posibilitan la vida sobre el planeta y la misma

sobrevivencia de la especie humana, que se pone en riesgo cuando la actividad antrópica genera

desequilibrios de los cuales, a menudo, se ignoran las consecuencias, precisamente por falta de

información sobre el asunto en cuestión.

Podrían citarse muchos ejemplos que aluden al hecho de actuar sin conocer las potenciales

consecuencias de las acciones, por carecer de estudios sobre aspectos del sustrato ecológico o el

medio social afectado o las características e implicaciones de las actividades humanas.

En segunda instancia la investigación permite desarrollar el proceso de lectura de contexto que se

requiere como condición irrenunciable para la formulación de un currículo pertinente y oportuno.

En particular en el caso de la escuela la investigación se propone como una competencia básica

que habilita al sujeto en formación para buscar respuestas siguiendo por lo menos, un

razonamiento lógico más o menos estructurado que se podría consolidar a medida que avanza en

el proceso formativo y que tendrá aplicaciones triviales a fundamentales durante toda la vida de la

persona.

Ello le posibilitará cuestionarse más allá de la cultura los asuntos de orden ambiental, y estructurar

criterios de actuación sobre bases científicas e incluso éticas, en tanto contribuye con la

cualificación de la capacidad de reflexión y de acción, no sólo individual sino colectiva, con lo cual

se logran establecer mojones para el trabajo interdisciplinario y la participación interinstitucional e

intersectorial –incluida la social, ciudadana y comunitaria-.

Estas reflexiones plantean un reto: que la investigación sea entendida como necesaria habilidad de

todo ser humano y como función substancial de la organización social a la que este pertenece

como garantía de la “organización que aprende” y de la transformación cultural-, en particular

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comunidades, grupos, empresas y sectores productivos, entre otras que incluyen la aspiración de

una sociedad de alta capacidad reflexiva y crítica.

Hay un ejercicio de articulación que debe proponerse, a fin de generar una complementariedad

entre una investigación científica de alta rigurosidad epistemológica -con independencia política y

ética de las influencias de los poderes económicos- y la investigación de la cotidianidad de las

dinámicas y de los contextos sociales o corporativos.

En el caso de la comunidad, enfoques cualitativos de corte crítico social, son propuestos por las

ciencias sociales como métodos donde el objeto de estudio se transforma en sujeto de su propia

experiencia, logrando de esta forma la incipiente emergencia social y política.

Su aplicación a la educación ambiental, aunque es reciente, ofrece un enorme potencial para que

la comunidad reflexione y formule preguntas sobre su realidad y contexto que deriven en

soluciones especialmente enfocadas a su propia necesaria transformación y conviertan los

territorios urbanos y rurales en escenarios pedagógicos, que se ajusten a la auto-denominación de

“educados” y / o “educadores”.

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5. ¿CÓMO ASIGNAR RESPONSABILIDADES PARA PROMOVER LA CULTURA DEL AGUA?

La promoción de una cultura del agua debe ser una gesta desarrollada de forma intersectorial,

interinstitucional y trans-disciplinaria, que involucra recursos e instrumentos diversos, dentro de

los cuales son clave las políticas públicas, la educación, la comunicación y la participación social y

comunitaria.

En Colombia la escisión sectorial ha redundado en que temas prioritarios como la salud pública,

los servicios públicos domiciliarios y el ambiente atiendan a directrices particulares, que a veces no

logran articular los intereses de todos los involucrados ni todos los temas prioritarios.

En el caso del agua es fundamental orientar la política hacia objetivos que permitan ejecutar una

gestión integrada del recurso hídrico, que considere aspectos como los mencionados y que

permita mediante el sistema de acciones intersectoriales y transdisciplinarias orientadas hacia la

explotación planificada y racional del factor hídrico, satisfacer con equidad la demanda humana y

social de forma indefinida en el tiempo, sin afectar el balance ecológico de los ecosistemas que

dependen del recurso, y que, paradójicamente, al mismo tiempo constituyen el garante de su

conservación y disponibilidad futura.

Dicha gestión integra niveles territoriales diferentes: locales, regionales y globales. Como recurso

común a todos los pueblos, los esfuerzos por el uso equitativo y sostenible y por su protección,

deben realizarse a diferentes escalas de forma coordinada, pues el agua en el planeta no se

encuentra distribuida de manera uniforme, y existen millares de seres humanos que hoy enferman

y mueren por su escasez o contaminación, mientras que otros explotan disfrutan de miles de

metros cúbicos diarios para satisfacer necesidades suntuarias.

En el contexto interno, en marzo de 2010, se emitió la Política Nacional del Recurso Hídrico, la cual

incluye lineamientos técnicos de orden diverso, que no obstante, su inminente intención de

articulación con las demás políticas ambientales, no tiene el alcance suficiente para lograr una

función estratégica de coordinación.

Lo mismo podría decirse de directrices programáticas que a su turno, enfocan aspectos que tienen

relación directa con el tema del agua, como las políticas de residuos sólidos, de educación

ambiental, de mercados verdes, entre otras, que son de más obvia relación que las políticas

sanitarias, de servicios públicos domiciliarios o de otros sectores como el agropecuario, el minero

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o el desastres que con frecuencia no incorporan con claridad los lineamientos de enlace

necesarios para hacerlas más efectivas.

Al respecto, es importante mencionar que la Constitución Política10 tiene como eje fundamental la

familia, pero los lineamientos y desarrollos programáticos que materializan el cumplimiento del

mandato, no incluyen la educación ambiental a pesar de la existencia de preceptos enunciados

como derechos en algunos casos: la vida, la educación, un ambiente sano.

En la práctica las políticas nacionales ambiental y de educación ambiental, han sido incorporadas

con cuestionable eficiencia a la directriz de educación general de educación.

Sin embargo, después de varios años, aún en muchas instituciones educativas del país, la

formación ambiental no trasciende una asignatura sobre ecología, a pesar de la obligatoriedad que

tiene el asunto, al ser definido por la Ley General de Educación de 1994 como proyecto

pedagógico transversal.

Se podrían citar aquí varios ejemplos más, que aportan evidencia sobre la existencia de

instrucciones de obligatorio cumplimiento y de herramientas para trabajar que, a pesar de los

esfuerzos no logran los fines propuestos debido a la incapacidad de integración del sistema de

gestión.

En particular, por el esfuerzo puesto en la corrección del problema de la falta de inter-

sectorialidad e inter-institucionalidad, vale la pena mencionar el CONPES 3550 de 2008, en el que

se consignan los lineamientos para una política de salud ambiental –el agua es uno de su

principales objetivos-.

La construcción de las directrices que consigna el CONPES 3550 respondió a un ejercicio de amplia

participación de las instancias de planificación del país, pero seguramente encontrará serios

tropiezos para que su implementación conserve las aspiraciones de trabajo coordinado entre

sectores y actores.

Plantear una lista de responsables y sus respectivos compromisos, como lo solicita la pregunta

orientadora, sólo implica una pesquisa de las normas colombianas, que aunque defectuosa puede

arrojar información para un buen comienzo.

Pero el reto va más allá: como se dijo al principio, se debe cerrar la brecha que existe entre temas

prioritarios de agenda política y social, que por su conexión deben trabajarse articulados aunque

ello implique pensar en un modelo distinto de la gestión pública y del sistema político institucional

a cuya lógica atiende.

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A no dudarlo dentro de un sistema de gestión integrada del recurso hídrico, la responsabilidad

mayor con el reto de cambio de la cultura es de aquellas estructuras, agentes y actores que se

encargan de la formación. Así, el primer convocado debe ser el sistema social formativo del cual

hacen parte la familia como escenario de socialización primaria y la escuela, entendida como

sistema educativo.

Sin embargo, su labor no será efectiva sin el concurso coordinado de los otros sectores y sin la

inclusión del tema ambiental y sanitario como un reto integrado de formación.

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6. ¿QUÉ POLÍTICAS PÚBLICAS DEBEN ADAPTARSE PARA IMPULSAR LA CULTURA DEL AGUA?

En coherencia con la anterior exposición, se sabe que en Colombia existen numerosas políticas

públicas de valiosos contenidos que pueden aportar al tema del agua y especialmente al

relacionado con la construcción de una cultura favorable a su uso racional y equitativo, protección

y conservación.

Entre ellas merecen ser parte de la lista de directrices que deben estudiarse con fines de

articulación, para mejorar su pronóstico de efectividad:

• La Política Nacional de Educación Ambiental de 2002

• La Ley 115 de 1994 o Ley General de Educación,

• La Ley 99 de 1994 por medio de la cual se crea el SINA

• La Política Nacional del Recurso Hídrico de 2010

• La Ley 373 de 1997 sobre uso eficiente y ahorro del agua.

• Política Nacional de Investigación Ambiental de 2001

• Política de Gestión Ambiental Urbana de 2008

• La Política Nacional de Salud ambiental que emane del CONPES 3550 de 2008

• El Plan Estratégico Nacional de Mercados Verdes.

• Política Nacional de Producción Más Limpia de 1997

• Política Nacional de Producción y Consumo Sostenible. 2010

Todas las anteriores incluyen, además del tema del agua, elementos relacionados con la educación

ambiental o la promoción de la cultura ambiental en diferentes escenarios, que incluyen los de

producción de bienes y servicios.

Es fundamental hacer notar que en un sentido práctico la política ambiental direccionada hacia la

sostenibilidad y sustentabilidad ambiental adquiere la fisonomía de la más importante política de

territorio, y en esa medida se convierte en una directriz compleja que demanda un sistema de

planificación integral e integrador de diferentes asuntos como el tema fiscal, económico,

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productivo y de mercado, el tecnológico, las relaciones internacionales o entre regiones o

municipios, la seguridad y soberanía alimentaria, entre otros, indispensables para la garantía a la

supervivencia, al bienestar y el desarrollo social equitativo, a los que debe ser transversal el reto

educativo y de transformación cultural.

Ello demanda un gran esfuerzo de carácter intersectorial y de coordinación entre las autoridades

competentes y los agentes y actores del desarrollo local que tiene asignadas las funciones de

ejecución de la política o de la ley. Igualmente la participación de gremios, sectores productivos,

científico y de la comunidad, representada en las diversa culturas asentadas en el territorio.

Cuadro 1. Definiciones y categorías de la educación ambiental según distintos autores

CONPES,(91-94), señala a “ La educación ambiental como estrategia fundamental para reducir las

tendencias actuales de destrucción y para el desarrollo de una nueva concepción de la relación

sociedad naturaleza, al igual que plantea mecanismos globales y locales para orientar los

procesos educativos y lograr los impactos deseados”

Conferencia de Educadores Africanos celebrada en Mombasa, Kenia, en 1968, elaboraron el

siguiente concepto de Educación Ambiental: "Para promover una toma de conciencia y de

comprensión de la evolución del medio social y físico en su totalidad, sus recursos naturales,

artificiales, culturales y espirituales, junto con el uso y la conservación racionales de esos recursos

para el medio"

Ley de los Estados Unidos de América, the enviromental Education Act, 1970, la define como:

"El proceso educativo que se ocupa de la relación del hombre con su entorno natural y

artificial, incluida la relación de la población, la contaminación, la distribución y el agotamiento

de los recursos, la conservación, el transporte, la tecnología y la planificación rural y urbana

con el medio humano total"

OEA, 1971, "La Educación Ambiental implica una enseñanza de juicios de valor que capacite para

razonar claramente sobre problemas complejos del medio que son tanto políticos, económicos y

filosóficos como técnicos".

(UNESCO, 1970, París), "La educación ambiental es el proceso que consiste en reconocer

valores y aclarar conceptos, con objeto de fomentar las aptitudes y actitudes necesarias para

comprender y apreciar las interrelaciones entre el hombre, su cultura y su medio biofísico;

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La educación ambiental entraña también la práctica en la toma de decisiones y en la propia

elaboración de un código de comportamiento con respecto a la cuestiones relacionadas con la

calidad del medio ambiente".

Torres 1995, la define “como el proceso que le permite al individuo comprender las relaciones de

interdependencia con su entorno, a partir del conocimiento reflexivo y crítico de su realidad

biofísica, social, política, económica y cultural para que, a partir de la apropiación de la realidad

concreta, se puedan generar en él y en su comunidad actitudes de valoración y respeto por el

ambiente”.

Múnevar, 2009, conceptualiza; “la educación ambiental constituye un agente que permite

apropiar, difundir y transferir el conocimiento, pues no basta con conocer y tener información

sobre la importancia del medio, ambiente y su legislación, es necesario desarrollar estrategias

didácticas que permitan transferir ese conocimiento mediante recursos educativos, para asegurar

la enseñanza de las normas para su efectivo cumplimiento”

MEN 1995, “La educación ambiental es el trabajo educativo integrado a la vida del barrio, a la

solución de problemas, a la cotidianidad de la familia”

Sepúlveda y Tobasura 1997, “la educación ambiental es formar ciudadanía consciente e

interesada en el medio ambiente total y sus problemas asociados, que tenga el conocimiento, las

actitudes, las motivaciones, el compromiso y las aptitudes para trabajar en forma individual y

colectiva hacia la solución de problemas actuales y la prevención de otros nuevos”

Sepúlveda y Tobasura 1997, dicen que: “La educación ambiental, más que el estudio cognoscitivo

de las relaciones ecológicas y ecosistémicas de los seres vivos, debe proporcionar a las personas

la oportunidad de incrementar su propia sensibilidad ante los problemas ambientales”

La UNESCO: “la educación relativa al ambiente se concibe como un proceso permanente, en el

cual los individuos y la colectividad toman conciencia sobre éste y sobre los conocimientos, los

valores, las competencias, la experiencia y la voluntad que les permiten actuar, individual y

colectivamente, para resolver los problemas actuales y futuros del ambiente”

UNESCO en 1993: “la educación para el desarrollo sostenible debe promover la utilización creativa y efectiva del potencial humano y de todas las formas de capital para asegurar un crecimiento económico rápido y más equitativo que reduzca el impacto ambiental”

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Torres, 96, “La Educación Ambiental debe ser considerada como el proceso que le permite al

individuo comprender las relaciones de interdependencia con su entorno, a partir del

conocimiento reflexivo y crítico de la realidad biofísica, social, política, económica y cultural, para

que, a partir de la apropiación de la realidad concreta, se puedan generar en él y en su

comunidad actitudes de valoración y respeto por su ambiente. Estas actitudes, por supuesto,

deben estar enmarcadas en criterios para el mejoramiento de la calidad de vida y desde una

concepción de desarrollo sostenible”

Michael COHEN 1989, citado MEN 1994, propone que “la educación ambiental debe ser un

proceso que permita desarrollar una sensibilidad hacia la naturaleza y un conocimiento de su

realidad a través de nuestros sentidos, buscando formar conciencia que nosotros hacemos parte

de ella”.

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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Proyecto: Incorporación de la dimensión ambiental en zonas rurales y pequeño urbanas del país.

Impreso en Colombia por Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas –JAVEGRAF. Agosto, de

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2. Congreso de la República de Colombia. Ministerio de Educación Nacional. Ley 115 de 1994.

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3. Congreso de la República de Colombia. Gobierno Nacional. Ley 99 de 1993. Santafé de

Bogotá, D. C.: 1993.

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Bogotá, D. C.: 1997

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Departamento Nacional de Planeación. Colciencias. Política Nacional de Investigación Ambiental.

Bogotá: 2001

8. República de Colombia. Ministerio de Medio Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial.

Viceministerio de Ambiente. Política de Gestión Ambiental Urbana. Bogotá D.C.: 2008

9. República de Colombia. Departamento Nacional de Planeación. Ministerio de Agricultura y

Desarrollo Rural – MADR- Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial – MAVDT-

Ministerio de Educación Nacional – MEN- Ministerio de Comercio, Industria, y Turismo – MCIT-

Ministerio de Minas y Energía – MME- Ministerio de la Protección Social – MPS- Ministerio de

Transporte – MT- Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales – IDEAM- Instituto

Colombiano Agropecuario – ICA- Instituto Nacional de Salud – INS- Instituto Nacional de Vigilancia

de Medicamentos y Alimentos – INVIMA- Colciencias. Consejo Nacional de Política Económica y

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Social 3550: Lineamientos para la formulación de la política integral de salud ambiental con énfasis

en los componentes de calidad de aire, calidad de agua y seguridad química. Bogotá, D.C.: 2008

10. Ministerio del Medio Ambiente. Plan Estratégico Nacional de Mercados Verdes. Bogotá.D.-

C.: 2002

11. Ministerio de Medio Ambiente. Programa de Producción Limpia. Política Nacional de

Producción más Limpia (Propuesta presentada al Consejo Nacional Ambiental) Santa Fé De

Bogotá.:1997.

12. República de Colombia. Ministerio de Medio Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial.

Viceministerio de Ambiente. Política Nacional de Producción y Consumo Sostenible. “Hacia una

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13. González A., Elvia María. Diferentes documentos de trabajo del “Diplomado en didáctica y

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Escala Humana. Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones Editorial Nordan-Comunidad. 1993

4 República de Colombia. Ministerio de Educación Nacional. Decreto 1860 de 1994. Santafé de

Bogotá D.C.:1994

5 República de Colombia. Ministerio de Educación nacional. Decreto 1743 de 1994. Santafé de

Bogotá D.C.:1994

6 Max – Neef, Manfred. Fundamentos de la Transdisciplinaridad. En Maestros gestores de nuevos

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7 Morán, Edgar. Carta de la transdisciplinariedad. Convento de Arrábida, noviembre de 1994.

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