gustavo diaz solis un arco secreto

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  • 5/28/2018 Gustavo Diaz Solis Un Arco Secreto

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    Gustavo Daz Sols:Un arco secretoAntonio Lpez Ortega

    El cuento en Venezuela, despus de su larga expansin, siguesiendo un gnero tan atractivo como enigmtico. Se le cultivacomo pocos, escritores mayores y menores, y sin embargo no hayinstr um en tos qu e reflejen esa fidelidad. La crtica y la academ ia seesfuerzan desde hace aos por desvelar ese apego, casi inconsciente, y al cabo de tantos esfuerzos poco se entiende que un formato de tanta luminosidad tenga mecanismos de recepcin que semantienen oscuros, como si la pulsin que anima a los mismosnarradores se transfiriera a lectores y receptores. De su vitalidadno podra haber duda alguna -t o d o na rrado r joven de este trpico absoluto, como dira Eugenio Montejo, se inicia por y a travs del cuento-, pero de su trascendencia son pocas las voces quela admiten. Gnero mayor de la tradicin literaria venezolanasegn muchos op inadores, quizs porqu e no desmaya en ningunade las dcadas del siglo pasado y mantiene a todas luces una saludinalterable en el que corre, queda an por determinar por qu lapulsin por la brevedad y la contencin conquista a tantas vocaciones emergentes. Hay quien admite que las fuentes podranestar en la extensa literatu ra folklrica, m ucha s veces oral, que nosprecede por varias centurias, donde los cuentos de camino abundan tanto c om o los aparecidos o los silbones. D e esta constitucincuentera mucho podramos especular, pero ms interesante seradeterminar, despus que el gnero en Occidente se afianza claramente en el siglo XIX, cundo entre nosotros se vuelve modernoporque en estudios recientes, al menos desde una trinchera crtica, la mencin a cuento poco vala en las postrimeras del siglomencionado. Para quien pasara, por ejemplo, las pginas de larevista El ojoilustrado y se encontrara con alguna pieza narrativa, motes c om o el de crnica, apostilla o cuad ro de co stum bres se

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    reconocan ms que aquel tan anodino y trillado de cuento, tancercano a la tierra y a las viejas tradiciones pueblerinas. Pero esacriatura que hacia 1900, digamos, careca tanto de progenitorcom o d e here dero s, en tan. slo c uarenta aos, lase bien, seencumbra hasta unos rangos de excelencia y universalidad pocasveces vistos en la evolucin de un gnero, Y es que la dcada delos aos 40, adonde llegaban escritores ya maduros como ArturoUslar Pietri , Enrique Bernardo Nez o Julio Garmendia, vetambin el surgimiento de una plyade de cultores cuyos rangosde excelencia rebasan cualquier pronstico: Guillermo Meneses,A nton io M rquez Salas, H um be rto Rivas Mijares, O sw aldoTrejo, Osear Guaramato o Alfredo Armas Alfonzo. Repasar tanslo los nombres, tanto de premiados como de finalistas, del concurso de cuentos que El Nacional instaura en 1946 no deja de serun c hoq ue de titanes: la m oder nidad del cuen to venezo lano ha llegado para quedarse.

    La reciente desaparici n de G usta vo D a z Sols 1920-2012) noviene sino a avivar la discusin sobre un gnero menor que sloentre nosotros puede considerarse mayor. Perteneciente tambina esa generacin que irrumpe en los aos 40, su caso cobra valoradicional porque toda su obra fue un gran ejercicio de contenciny perfeccionismo. Jos Balza lo lleg a caracterizar como uncuentista absoluto, pero quizs esa frase se quede corta ante elpanorama certero de unos veinte relatos, no ms, que este narrado r or iun do de G iria pub lic entre 1940 y 1968. Y es que siextremamos el anlisis, desde la aparicin de Marejada en 1940,podramos admitir que el libro de este maestro ha sido uno solo,variable y proteico, que en cada reedicin cambiaba de ttulo yagregaba una o dos novedades. As, a los tres relatos que incluyela edicin de Llueve sobre el mar en 1943 Lueve sobre el m ar ,El mosaiquito verde y Detrs del muro est el campo) seagregan otros cinco en la edicin de Cuentos de dos tiempos de1950 O phid ia , El ni o y el m ar, La efigie, Arco secretoy Hechizo). Igual operacin se plantea entre Cinco cuentos de1963 y Oph idia y o tras personas de 1968, pues a los cinco primeros agrega seis ms en esta ltima edicin. Los volmenes antol-gicos que circulan en reediciones constantes desde 1968 alternanlos ttulos entre Oph idia y otras personas y Arco secreto y otros

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    LOS OLVIDADOS

    cuentos pero en verdad son variaciones del mismo libro, especiede seleccin invariable que constata o confirma la perdurabilidadde piezas que son toda s mem orables.Si tuviramos que resumir en tres lneas de fuerza los referentes que animaron la cuentstica de Daz Sols, dira que una es laespacialidad m artim a tan clara en El ni o y el m ar) , otra larecreacin histrica Llueve sobre el mar o Hec hizo) y unatercera la refiguracin paisajstica o ambien tal con piezas tan he rmosas e intrigantes como Cchalo o El cocuyo). La primeraquizs tenga que ver con el referente biogrfico, pues la martimaGiria, situada a pocos kilmetros de la legendaria Macuro, primer punto continental que pisa Coln en su tercer viaje de 1498,

    ha debido de ser par a 1920 po co ms que un casero. La narracincasi minimalista, de precisin cinematogrfica, que despliega DazSols en El nio y el m ar, resp on de a sus vivencias de infante enun espacio sin fin, sin limitaciones, en el que cada nuevo da fijaba al azar una aventura distinta, un tejido de relaciones entreNatura y el infante silvestre. El nio simboliza en este hermosorelato la unicidad frente a la multiplicidad que puede representarel mar, la pequenez frente a un rostro de mil caras, finalmente laindividualidad frente a una o tredad que to do lo contiene: bellezay horror, armona y desazn, vida y muerte reconcentrados en elesfuerzo de un nio que slo aspira a cazar un cangrejo airado.La tensin que se logra en esta breve pieza, las imgenes de unmar que llega hasta olerse, la infinita soledad del infante frente asu propio empeo de afirmacin, lo convierten en una piezanica, memorable por sus imgenes irrepetibles y su minuciosidad descriptiva.

    En su segunda lnea de fuerza, que hemos llamado de recreacin histrica, Daz Sols no se distancia mucho de una obsesincompartida por muchos de sus compaeros de promocin. Lector asiduo de los viajeros de Indias y de los relatos de Conquista,esa pica distante y a veces cruel perm ea su cuen tstica, sobre to dola de los primeros aos, para dejar estampas memorables. EnLlueve sobre el mar, por ejemplo, se apela al expediente delcimarronaje y al acoso que se ejerce sobre el esclavo fugitivo,muerto finalmente bajo la noche enfunada; es curioso ver eneste caso cmo la descripcin de una m uerte paulatina el ho m bre

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    corpulento resiste los lanzazos y corre exhausto entre los matorrales) llega a ten er ribete s de belleza, en los que las heridas abiertas, la sangre, el sudor y un pensamiento trepidante se imponencomo manto esttico sobre la historia cruda y desesperanzada. EnHechizo, por el contrario, los polos se invierten y esta vez esuna comunidad indgena de sombras giles la que sacrifica a unsoldad o aven turero con esa otra luz du ra e instantnea de laespada. Pareciera al fin que los acosos guerr eros son vengado s atravs de extra os rituales, en los que salta a la vista qu e cualq uierincursin depredadora tiene su precio.

    La tercera y ltima lnea de fuerza, que hemos llamado de refiguracin paisajstica o ambiental, quizs constituye la ms perdurable del maestro. Se trata siempre de encuentros tensos, desafiantes o reveladores con la naturaleza. Peces, batracios, insectos ofiguras diversas del mar son excrecencias naturales que siemprepo ne n a pru eba a un individ uo, casi siempre solo, a veces en actitud de caza, como si tuviera que doblegar la adversidad antes deconocerla. El desafo po r dom inar o aban don ar la escena, la luchasiempre presente entre obsesin y temor, revela un trasfondo quees el del conocim iento. E n Cch alo, po r ejemplo, el acecho a unpez huidizo, que sabe esconderse bajo las piedras de un riachuelode aguas transparentes, termina convirt indose en una comprensin profunda de lo antagnico. Del cchalo llegamos a sabert odo : rutinas, recogimientos, aleteos, movimientos sinuosos; perotambin los ojos mviles, las manchas de la piel escamada, la colaque se paraliza. U na ve z que el nio pesca dor, despus de das deacoso, finalmente atraviesa la vara puntiaguda en el cuerpo delpez, un sentimiento de desazn todo lo embarga, como si en lavivacidad estuviera el centro de todo y no en los bajos sentimientos de una humanidad alicada, esclavizada por impulsos ciegos.En El cocuyo, la variante va por advertir en la luminosidadintermitente un principio de salvacin, de reconciliacin: unapareja que ha huido de aquel recuerdo doloroso para refugiarse en un pueblo ve en el insecto la otra realidad que necesitan paratrasponer un estadio que se asemeja a ceniza de sangre.

    Ms all de estas reconocibles lneas de fuerza, mencin apartemerecera Arco secreto, sin duda su obra mayor, un relato quees en s mismo una categorizacin, al punto de desbordar los pro-

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    pos parmetros narrativos de Daz Sols y anunciar un salto o unprecipicio que no termin de consumarse. Si Llueve sobre elmar guarda ciertas reminiscencias de literatura nativista, es innegable que en Ophidia estamos ante otro estadio de su apuestaexpresiva, aquel que confunde voces y personas narrativas por elsolo deseo de crear simulaciones. Un tercer salto en esa bsquedaincesante ensayaba una cristalizacin en Arco secreto -cuyoslo tratamiento del universo petrolero, de una relacin sordaentre amantes de mundos dispares y de un enfrentamiento entreun ser y su sombra, ya daban cuenta de una precocidad inexplicable-, pero el autor parece detenerse ante su propio asomo y noperseverar en ese caldo de dudas mentales, quiebres psicolgicosy sospechas sobre su propia individuacin. Al igual que el Gallegos de Canaima que en su descripcin de una lluvia torrencialatenta contra su propio programa novelesco, insinuando que lalluvia puede borrar la selva de palabras, Daz Sols quiebra todassus certidumbres anteriores y asoma en Arco secreto una relacin entre planos temporales, entre personajes irreales y entresom bra y vigilia francame nte nove dosa. Elarcode significacin essecretopo rq ue en definitiva no se sabe lo que un e o desu ne: la lectura nos deja en un estado de extraamiento realmente extremo.Quienes han querido ver en Arco secrreto un anticipo de loque luego sera una narrativa del petr leo, o quienes h an advertido la ruptura de un canon que hacia 1948 no terminaba de desligarse de claves nativistas o criollistas, olvidan que la tcnica deeste relato parece provenir de otra tradicin, ms bien anglosajona, a la que el maestro estuvo expuesto en sus aos de estudio.Sigue siendo un enigma cmo el narrador de este relato puedefusionar tres tiempos, tres instancias distintas, y generar relaciones entre ellas. El relato expone adems u n estado de zo zo br a p squica que est al borde de la locura, sobre todo en el duelo finalentre un hombre que no logra dormir y una sombra alada queparece un murcilago. Se dira que el relato recoge la experienciaextrema de una desadaptacin: de psique, de vida, de hogar, derutina, de ento rno . El personaje central que medita a tod o lo largode la narracin -si es que se trata de uno solo y no de tres- postula la incapacidad o imposibilidad de encajar en lo que ve, sienteo piensa. La subjetividad se crece frente a una tradicin que hasta

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    ese momento esconda una mirada colectiva o sociologizante, ytambin de espacios siempre abiertos y naturales saltamos depronto a espacios cerrados y urbanos, poco reconocibles en elcuerpo de los relatos que se escriban entonces. Arco secretoinstala un aire de modernidad, de tcnica narrativa, de quiebrestemporales o expresivos, de los que luego va a ser difcil escapar,sobre todo si tomamos en cuenta que la dcada de los aos 40 vaa intro duc ir un definitivo pu nt o de inflexin en el cue nto ve nez olano: ya no se escribir como antes.

    Un narrador que dedic aos enteros a sus piezas maestras,que cultiv un solo libro proteico, que fue ciegamente fiel al gnero cuento para expandirlo o subvertirlo, que no aspir a nada distinto a la perfeccin, en otra cultura o sistema de recepcin yasera un a utor digno de veneracin. Pero b astan la hum ildad au to-ral, por un lado, y la escasez de miras o falta de recepcin, por elot ro ,para que nadie se percate de que, generacionalmente hablan do, los hermanos de su muy particular familia continental hanpo did o ser Juan Rulfo 1917), Alvaro M utis 1923), Elena G arr o1920),Juan Jos A rrela 1918), Clarice Lispe ctor 1920) o A n to nio D i Ben edetto 1922), tod os tan diversos, dignos y trasce nden tes como nuestro traductor de Eliot y lector de Wordsworth.Acaso sin saberlo, Daz Sols cultiv un oficio secreto para producir un libro secreto mantenido con una escritura secreta. Serya la hora para tensar el arco del reconocimiento de un autormagistral? De los acorralados -gustaba de decir a GonzaloRojas- , es el Reino G

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