“GUÍA PARA FRUSTRADOS Y FRACASADOS ANÓNIMOS”

Marcelo Romero Hernández

PERSONAJES

EL HOMBRE, edad indefinida, él puede ser cualquiera, incluso tú.

ELLA, una sombra.

OTRAS SOMBRAS

ESPACIO ESCÉNICO: el lugar es irreal, ¿surrealista?; con diferentes luces, ¿sin ellas?;

un lugar perdido en el tiempo, donde la conciencia no existe, donde la cordura se ha

olvidado, donde la alegría es sólo un mito a punto de morir. Lo único cierto es la nada

actual.

ESCENOGRAFÍA: La que se vaya indicando pero puede enriquecerse aún más.

Al principio todo está en penumbras, se escucha melodía de vacío, de la vacuidad del

corazón. El Hombre está sentado recargado en la pared cantando y llorando, al girar la

cabeza hacia el público se seca las lágrimas y se presenta ante todos y para nadie.

HOMBRE: Hola a quien esté allá, de ese lado, a los que recuerdan lo que es la risa,

para ellos que aún ven color en el mundo. Mi nombre es Ernesto Carrillo Silva, ¿les dice

algo mi nombre? (Espera respuesta) ¿Nada? No me sorprende, aunado a que ese

nombre puede ser muy común, nunca hago nada trascendental, nada que valga la pena

como para recordar mi nombre… (asustado) ¿Cuál era? (Busca su nombre por todos

lados, debajo de las piedras, tras las nubes, hasta el fondo del pensamiento) ¡Maldita

sea, lo he perdido! ¡Perdí mi nombre! Pero creo que… no debió ser importante… si lo he

perdido. (A los otros) Soy actor fracasado, escritor pusilánime, traidor por convicción,

cantante y un soñador, por obvias consecuencias de lo último un pobre diablo que cree

que las cosas le pueden salir como él lo espera.

Transición, música, en una pantalla se proyecta con una toma de paneo, tumbas, el

movimiento de la cámara es lento. Todo es en blanco y negro. Durante esta proyección

todo estará oscuro, el Hombre desaparecerá. El video termina con la toma

degradándose lentamente, el Hombre aparece por otro lado del escenario, regresa con

un libro y un tintero, los deja sobre una mesa.

HOMBRE: Mi vida ha constado de fracasos accidentales y provocados, los accidentales

son los míos, los provocados (piensa un momento) cuando alguien se cruza en mi

camino; así es, no estoy loco, (sonríe) la locura es un lujo que no puedo pagar con mi

cordura; verán, cuando alguien se acerca a mí, tarde o temprano, provoco su fracaso, su

dolor, su sufrimiento agónico y angustia o cualquier cosa que se le parezca…poco a

poco me he quedado solo. Prueba de ello, lo que haré esta noche. (En el libro escribe un

momento mientras habla) Esta noche lloraré hasta quedarme dormido, sin fuerzas y sin

el aliento suficiente para despertar al día siguiente Esta noche la razón se impone a la

tensión y estipula a convertirse en mi magnitud sentimental, tal como si aquello tan frágil

se volviera una imponente pared de mármol, y entre sutilezas estará mi prioridad. (Para

de escribir y recapacita, piensa.) ¿Por qué será que las lágrimas son más fáciles de fluir,

mismas que a medida que el dolor crece se mezclan con gotas de sangre y van

terminando lentamente con mis ganas de vivir? ¿Por qué será que no quiero saber

más? Gritar, correr, huir para siempre y refugiarme dentro de las conformidades de un

ataúd. Eso sí que sería agradable sobremanera. (Camina por el escenario

perceptiblemente feliz) Esta noche la recibiré con los brazos abiertos, ha respondido mi

mensaje, en él le pedía que cumpliera su promesa de llevarme lejos y para siempre,

dormido entre sus brazos, cansado por llorar. Le pedí que me aleje al fin de esta

inmensa soledad. (Vuelve a escribir unas cuantas palabras y después se detiene en

silencio. Se dirige al público, lo ha vuelto a hacer) ¿¡Ven de lo que hablo!? Planeando

mis depresiones, (alterado) ¿quién en esta maldita realidad se muere por llorar? (Pausa.

Más tranquilo) Una pequeña niña judía, cuya grandeza fue truncada intempestivamente

durante la Segunda Gran Guerra decía, que un papel era más comprensible que un

hombre,… ¡qué razón tenía! Es cierto, un papel jamás te va a cuestionar sobre lo que

escribas. Es como si tuvieras la espalda de un persona completamente desnuda y te

dejará tatuarle con tinta la peor de las palabras, sin ningún tipo de reclamo. Así es el

papel con tus letras, o te molesta ni te cuestiona… (Va al libro y arranca una hoja, la

rompe lentamente) Pero tampoco te aclamará si lo que en él plasmas es una obra

maestra. Es sólo un recurso, un elemento mudo, lo mismo le da que escribas una mierda

o un tratado de física, lo mismo una carta de suicidio que de amor. (Tira los pedazos) De

ahí la necesidad del hombre de que el público conozca su trabajo, después de todo,

¿para qué se escribe sino es para pasar a la posteridad? (Decidido pero harto) Los

poemas, ahora son frustraciones de los poetas por ser impotentes ante todos los demás

géneros literarios; los cuentos, confesiones de desórdenes mentales de los autores,

incluso los Evangelios, la retribución no material que los apóstoles y otros eruditos más

se permitieron darse por verse privados de lujos materiales. Y de eso vivirán sus

memorias. El alimento del artista, el aplauso del monstruo de las mil cabezas, o como

muchos lo llaman: una buena gallina cacaraqueando sus huevos… extrañamente eso es

lo que me ha faltado: huevos. ¡Huevos para hacer lo que quiero y gritar lo que siento!

(En tono más alto, de alegría y liberación) ¡Huevos para salir a la calle como se me da la

gana, (sacando de algún lugar…) con maquillaje, tacones, vestido y… (mirando la

reacción de los asistentes y dándose cuenta que ha hablado de más, intenta

componerlo. En lo posible se debe evitar ser gracioso)… y…regalárselos a una señora

pobre que no tenga que ponerse. (Guarda las cosas. Del mismo lugar donde sacó las

cosas toma un pequeño bate de madera o aluminio, lo observa, y mira a los

espectadores diabólicamente) ¡Huevos, para partirles la cara a todos aquellos que me

dijeron “no puedes”…

Transición, se escucha una grabación con voces mezcladas que repiten frases

desmotivadoras: “no puedes”, “fracasado”, “eres un idiota”, “¿ha esto le llamas reporte?”,

“mi ex era mejor que tú”, “impotente”, “fuera de aquí”, “no te quiero”, “tú no eres mi hijo”,

“eres un hijo de la chingada”, ”no debes hacerlo”, “fracasarás, siempre lo haces”, etc., los

sonidos se mezclan en la cabeza del Hombre hasta hacerlo insoportable. Las voces se

apagan intempestivamente. Ahora el Hombre está derrotado y suelta el bate.

HOMBRE: Ellos, todos ellos para mi desgracia, tenían razón. (Se sienta) Simultáneo a

mis actividades y talentos artísticos me ha tocado buscar y aceptar algunos trabajos que

me dejaron algo de efectivo, ya que el arte no te da ni para cigarros. (Justificándose)

Pues de algún lado tendría que comer, ¿no? Mi mamá me decía: “¿no tienes para comer

hijo? ¡A ver, trágate tus libretos, cabrón!”. No se los recomiendo saben como… como…

(A alguien del público) Ándale, como a papel. El punto es que el año pasado, comencé

a trabajar para una empresa de comunicaciones… (En tono diplomático) Fue

interesante, remunerable económicamente, satisfactorio, rentable, fue… (se detiene a

pensar prolongando la conclusión) fue horrible, fue la peor experiencia de mi vida, no

quiero regresar, no quiero, ¡no deseo regresar! No quiero tener que ver nunca más con

ninguna maldita empresa. ¡Las odio, las odio!

Se coloca detrás de un mueble que simulará un mostrador de teléfonos celulares, irá

sacando sin que el público vea de dónde diferentes objetos: una linterna, medicinas

viejas, discos, papeles, alguna ropa, todo al parecer es basura, dirá el siguiente diálogo

mientras lo hace, indignado.

HOMBRE: ¿Es que acaso así es como muchos se ven en la vida? Trabajando

para un montón de idiotas incompetentes que no tienen más que una pinche

neurona en la cabeza, la cual únicamente les sirve para hablar y caminar y hasta

en eso la cagan, tanto que a mi jefe directo le regale dos medallas: una por

pendejo y otra por si la perdía. (Por último, saca del mostrador una máscara, muy

austera, de su mismo rostro, hecha con venda de yeso, aparece con ella ya

puesta, esto nadie lo verá pero será expedita esta acción) Yo, un artista nato,

¿recibiendo órdenes de un pobre diablo sin vida social que actúa mecánicamente

por mandatos de otro idiota más idiota que él, con la esperanza de que su

miserable sueldo quincenal le dé para sobrevivir hasta el próximo mes? Claro que

no, yo no nací para recibir órdenes (se quita la máscara) yo nací para darlas, para

que todos se callaran y me escuchara, hicieran las cosas que les digo sin chistar,

porque lo digo yo. (Transición) Pero descubrí que ellos no quieren que yo los dirija.

Ellos solo desean sacar sus frustraciones conmigo. (Enojado) Ahí fue donde

conocí en su máxima potencia la decadencia de la raza humana, conocí

intendentes que se creían licenciados, a choferes que se creían gerentes y a un

gerente que se creía princesa. Y cuando salí por fin de todo ese caudal de

fenómenos asalariado fue el 23 de marzo de (año actual), la semana pasada.

(Regresa a sentarse) Ni siquiera sé por qué estuve ahí, pudo haber sido dignidad,

quizá fue por orgullo, ¿amor? No lo creo, ayer mi novia me dejó, creo que ella

esperaba que hiciera lo que la mayoría de los hombres hacen cuando ellas

amenazan con irse. (De la parte de atrás sale una mujer con el rostro cubierto,

camina hasta quedar delante, en proscenio, él se hinca muy tranquilo detrás de

ella, suplicando) No, mi amor, no te vayas, no me dejes, por favor, te juro que voy

a cambiar, cásate conmigo, pégame pero no me dejes, (incorporándose) y no, no

lo hice. (La mujer permanece inmóvil en el mismo lugar) Lo único que hice fue

pararme frente a ella, crucé los brazos y le dije con la mayor indiferencia posible:

¿por qué? Después de eso, escuché su letanía: eres un pedante, prepotente,

creído, engreído, alzado, egoísta, narcisista, y cuanta madre se le ocurrió y para

terminar, (burlándose) me dijo: “eres un mentiroso”. (Ríe a carcajadas) Soy un

mentiroso. ¿Pueden imaginarlo? Decirme a mi mentiroso. Soy el que ríe cuando

se pudre por dentro. Lloro mientras la euforia se apodera de mí. Le miento la

madre a un estafador que vende un sentimiento fingido, ¡me miento la madre a mí

mismo! Los hago reír aunque los odie. Les alegro las vidas sin importar que la mía

esté hundiéndose. Soy el que miente y es sincero. El que se transforma y sigue

igual. El que conoce todos los sentimientos del hombre y el remedio para cada

uno. (Transición) En mi vida, soy el que soy, pero en escena soy todos aquellos

que mi imaginación permita. Mis angustias, quedan bajo los pies de aquel al que

encarno. Si me sirven subirán a escena conmigo y mi temperamento. Y si no,

estaré ahí hasta el momento en que escuche el aplauso del monstruo de las mil

cabezas. (Excelso) Soy un gran mentiroso, un hipócrita, un bufón hilarante, un

escenificador. (El Hombre se voltea a ver a la Mujer que aún permanece en

escena) Mi amor, ¿qué querías soy un actor? (Se carcajea. Se acerca de nuevo a

la mujer y con un tono enérgico y brutalmente sincero) Le miento a todo el mundo

ya deberías de estar acostumbrada, estúpida. (Ella gira hacia él, lo abofetea y sale

corriendo. Él ríe viéndola mientras sale de escena.) Creo que nunca la voy a

volver a ver. Mis ideologías de vida están claras y también son una de las razones

por las cuales ella cree que me sobrevaloro. Siempre lo he dicho, el ser humano

no comete errores. (Enfrenta al mundo) Lo que ustedes etiquetan como errores,

son para mí sólo lapsos de su vida con un vejo de arrepentimiento, y no te puedes

arrepentir de vivir. Porque todo te sirve, de todo aprendes, (melancólico) nunca me

he arrepentido de nada de lo que hecho, ahora menos que nunca.

La pantalla ahora se torna blanca, toda la iluminación por segundos en blanca

segadora, hasta hacerse insoportable. Oscuro intempestivo. Un cenital al Hombre,

rompe el oscuro, la luz entra muy despacio y nos deja ver al personaje sentado en

una banca de hospital, con un ligero abatimiento. La música es tranquila y serena.

Hoy fui a ver al doctor, con lo que me dijo cualquiera de ustedes se hubiese

echado a llorar… (se sienta en el piso) ¡Pero yo no! (Aunque es mentira. Respira

profundamente, recorre todo el espacio con la mirada y termina mirando fijamente

al público) Soy VIH positivo (ríe nervioso), no sé qué hacer, no quiero que nadie

me vea acabado, débil, no quiero llegar a etapa terminal. (Se reincorpora, no sin

dificultad) Fui grande, indomable, o como alguna vez lo escribí en alguno de mis

diarios… (regresa al libro dejado en la mesa, busca una página y lee) “soy como el

viento, sigiloso y tranquilo pero impasible y destructor cuando alguien osa tratar de

controlarme”.

Transición. Las luces se modifican, ahora aparecen diferentes sombras negras, a

medida que el Hombre dice su diálogo ellas ejecutarán, a manera de pantomima,

diferentes formas de suicidio: ahorcarse, dispararse, cortarse las venas, en fin.

Continúan hasta que se indique que paren. Música de fondo.

HOMBRE: Solo he escuchado dos cosas el día de hoy: “lucha por tu vida, sé

fuerte”, y la otra, “confía en Dios”. (Ríe) Soy fuerte y no tengo que luchar, por lo

menos no para esto. Siempre luché por muchas otras cosas. Luché por mi placer y

por mi bienestar. Luché para alejarme de las inmundicias del mundo. Luché por

estar lejos de todo… y de todos. Y lo logré, hasta ahora, lo logré. Así que no

quiero su compasión y sus falsos cuidados. Más vale marcharse antes, pero con

dignidad sabiendo que no les pedí ayuda a ninguno de ellos. Y, por supuesto,

nunca perdonarles el que me hicieran vivir en el mismo mundo que ellos. Lo

siento, pero no soy de los que ponen la otra mejilla. Soy de los que buscan

venganza lo más dolorosa y rápida posible.

Cada vez que una sombra se “suicide” se levantará, caminará hacia el Hombre, y

le entregará el objeto con que se dio muerte: pistola, palo, veneno, cuchillo, etc.

Una por una lo harán. Él tomará las armas, las mirará y las guardará en un costal

viejo. La última sombra viene hacia él y le entrega un crucifijo.

HOMBRE: ¿Y Dios? Por favor, (guarda el crucifijo) el hombre ha resultado víctima

de su propia obra y vive atormentado por viejitos con vestido que lo amenazan

constantemente con horribles penas eternas, le imponen y exigen una vida de

duros sacrificios si quiere conseguir el eterno premio del paraíso… y mientras

tanto, desaprovechamos lo que verdaderamente vale la pena, nuestra existencia

terrenal. (Pone el costal junto a la mesa con su libro, se sienta y fuma. Abandona

el crucifijo a su suerte.) La vida es bella pero el placer de vivirla se termina al ver

lo fugaz de nuestra existencia, al darnos cuenta de que no somos más que una

infinitesimal basura del universo del cual nos creíamos los señores. (Caminado

hacia el público.) La naturaleza prosigue impertérrita sus ciclos, ajena por

completo a nuestras miserias humanas y al sabernos inferiores a los demás seres

y cosas del mundo nos rebelamos inútilmente y entristecidos ante nuestra

impotencia, nos dejamos invadir por la desilusión y la melancolía. (Pausa. Sigue

fumando.) Soy VIH positivo, y no sé si quiero seguir… ¿Qué es lo que motiva a un

hombre a seguir, a hacer lo que hace?, ¿la casualidad, el deseo?, quizá el destino,

… (Reflexiona) no lo creo. Desde hace tiempo he tratado de comprender que

todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su

nacimiento, hasta el de su muerte, han sido prefijados por él y así toda negligencia

es deliberada, todo casual encuentro es solo una cita; toda humillación, una

penitencia; toda muerte se convierte en suicidio. (Sonríe) ¿Qué es lo que me

motiva a seguir? (Preguntando entre la gente del público) ¿Usted, es feliz? (A

alguien más) ¿Usted, realmente tiene todo lo que quiere? (A otro) ¿Conoce en

realidad la felicidad? (Pensando) Lo voy a explicar de manera más clara: el ser

humano pasa toda su vida esperando al gran amor, al que compartirá su vida,

amará, odiará, sentirá, luchará hombro con hombro y morirá si es necesario, ya

que son el uno para el otro. Desde hace ya un tiempo he tratado de entender el

por qué de la infelicidad de la raza humana, han buscado el placer carnal más que

el sentimental. Y así terminan su vida en busca del caliente amor, escogiendo la

compañía fría, en lugar de la tibia soledad. Desde hace tiempo analizo mi

existencia, (recoge una pequeña caja de la parte más oscura de la habitación)

¿qué es lo que me motiva a seguir? (Mientras abre la caja y saca una pistola) ¿A

caminar en línea recta sin cansarme, sin mirar atrás, nadar contra la corriente sin

dejarme arrastrar, comenzar un viaje sobre un camino empedrado de agujas y

espinas que va de ninguna parte hacia ningún lugar? El destino, la sociedad, los

tabúes, los señalamientos, la ignorancia de los demás es una monja con facha de

prostituta, (cierra la caja y pone la pistola encima) ¡ya no puedo más! Díganme…si

la felicidad la tengo de frente, ¿por qué no la puedo alcanzar? Siendo rechazado

así por todos, lo único que me cubre es una máscara, (toma la pistola y la carga)

Pero no me arrepiento, no hay remordimiento en mí, el remordimiento en la mente

del hombre (apuntándose en la cabeza con el cañón de pistola) es como un perro

mordiendo una piedra. (Suplicante y rotundo) Quiero ser feliz… (La luz se apaga y

se escucha un disparo. Se mantiene el oscuro por momentos mientras una nueva

música va invadiendo el lugar y lentamente, el personaje re-aparece abatido y

derrotado.) Al emprender el viaje lo dejo todo y lo cambio por nada, dejo olvidados

un par de sueños, dejo el más intenso amor, dejo un escenario vacío y un

micrófono abandonado. Dejo un testamento de lágrimas y dolor que heredo en

vida, mordiendo la lengua por jamás demostrar mi sentir, dejo una nota en el aire y

una melodía que aquí jamás, nadie, cantara otra vez. Dejo una botella de vino

intacta, si el regreso se concede, bien valdrá la pena brindar; dejo un frasco con

lágrimas que jamás supieron cómo salir y que al emprender el viaje, se enjugan

sin mayor razón que la nostalgia. Lo dejé todo y lo cambié por nada, deje un vacío

inmenso, lo dejé todo para trascender a la muerte y a la eternidad. (Ríe

estruendosamente pero delirante, como aquel que entiende que ahora está en un

infierno peor del que, supuestamente, escapó.) Hoy (puede decirse la fecha en

que se presenta el montaje) ya han pasado ocho años desde ese día, la estupidez

más grande de mi vida. Desde ese día estoy aquí, amo el escenario, los aplausos,

los amo a ustedes por escuchar. Y cada (dice la fecha del día en curso) mi alma

representa para los presentes la vida, la obra y la locura de Ernesto Carrillo Silva

su servidor, un fracasado y frustrado anónimo. Gente del público… descanse en

paz

FIN DEL ESPECTÁCULO