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  • Gritos de rebelda. Movimientos sociales (globales) en el siglo XXI1.

    NGEL CALLE COLLADO

    Universidad de Crdoba, Comunaria.net

    Los movimientos sociales canalizan descontentos y producen participacin frente a dinmicas de

    poder ejercidas desde arriba. Hacen y gritan en las calles, se coordinan, deslegitiman las lites y

    proponen otras formas de poder desde abajo. Innovan y renuevan la poltica: desarollan

    estructuras que permiten a comunidades o grupos sociales expresarse (creando formas de

    organizacin, conocimiento, redes de informacin), introducen discursos (ideas, mensajes) y

    visibilizan conflictos (demandas, motivaciones) desde valores que no son reconocidos de forma

    prctica en el actual orden social. Son, desde esta perspectiva, creadores de gramticas sociales de

    democracia2. Lenguajes no tericos, ni institucionales, ni acomodados a las actuales reglas de

    juego, como haran los grupos de presin. Por el contrario se encuentran arraigados y construidos en

    lo poltico, en lo ms sentido y cercano, donde se organiza cotidianamente la vida social. All, o

    mejor dicho desde all, los movimientos sociales proceden a descolonizar saberes y relaciones que

    han sido dominadas, mercantilizadas o apartadas de estrategias de supervivencia y bienestar3.

    Los movimientos sociales son, fundamentalmente, constructores de otras referencias vitales en

    nuestro hacer y en nuestro pensar, a la vez que desafiantes de las actuales estructuras y

    oportunidades polticas. Y, como veremos, su reconfiguracin de los territorios, conquistando

    espacios sociales o redefiniendo manejos de produccin y de metabolismo socioambiental, no nos

    permite verlos slo como creadores de instituciones o de valores, si no de lugares donde

    1 Publicado en Activismo digital y nuevos modos de ciudadana: Una mirada global. Coord: Jos Candn Mena y Luca Bentez, editado por el Institut de la Comunicaci de la Universitat Autnoma de Barcelona, 2016.

    2 Ver referencias para esta confluencia entre movimientos sociales y procesos de democratizacin social en los textos de: Donatella della Porta y Mario Diani, Los Movimientos Sociales, CIS/UCM, Madrid, 2011; Ibarra, Gom y Mart(coord. de Creadores de democracia radical. Movimientos sociales y redes de polticas pblicas, Icaria, 2002); Traugott (comp. Protesta social. Repertorios y ciclos de accin colectiva, Hacer, 2004); ngel Calle (Nuevos Movimientos Globales. Hacia la radicalidad democrtica, Editorial Popular, 2005).

    3 Los movimientos sociales no pueden ser encerrados (o vistos) como navos encerrados en y hacia direcciones polticas definidas: su objetivo y su huella social no es (necesariamente) la institucionalizacin (Calle 2007), si no la reconstruccin de otras aguas en las que navegar, siguiendo la metfora de Heller (1988). Re-hacen el campo de la poltica alterando el campo de lo poltico, por aproximarse a las concepciones de Bourdieu, produciendo otros habitus, otros esquemas de accin y de percepcin de nuestras prcticas. Ello termina alterando las reglas sociales del juego, en lo cultural, econmico y poltico, a lo que aadiramos lo ambiental, creando nuevos habitus para otraspersonas o grupos tambin partcipes del descontento. Para Tapia (2009), lo poltico es tiempo de constitucin, de articulacin de la forma de lo social; y all tiene lugar la poltica salvaje, es decir, el momento de dignificacin de los sujetos que experimentan en carne propia y a partir de su lucha especfica, el participar de demandas que tienen que ver con lo humano (Tapia, 2009: 112).

    1

  • acontecen determinadas formas o prcticas de democracia, de protagonismo social4.

    No es una democracia estrictamente entendida segn debates previos, academicistas o

    politolgicos. Es una apuesta por declarar que (de nuevo) es tiempo de reinventar el protagonismo

    social. Y ste toma diversas formas. Al menos, identifico tres como referencia de este emergente

    protagonismo social en pueblos, barriadas, calles o en nuestras economas. Como ocurre hoy, se

    reivindican en la poltica expresiones de democracias comunitarias alrededor de tradiciones vividas

    y asentadas en fuertes lazos sociales (Tapia 2009, Esteva 2006). Para el caso boliviano, por ejemplo,

    estas formas de autogobierno estaran en un proceso de disputa por arriba de paraguas

    institucionales (Estado, constituciones, parlamentos, autoridades, polticas de desarrollo) y estaran

    caracterizadas en su base por la predominancia de la asamblea sobre las autoridades (locales), la

    rotacin y la obligatoriedad en funciones de autoridad y la rendicin de cuentas y el control social

    en espacios cotidianos y asamblearios (Zegada y otros, 2011).

    Tambin, desde una crtica de la modernidad percibida como autoritaria y desperdiciadora de

    experiencias desde abajo (Sousa Santos 2003, 2011), los movimientos sociales intensifican las

    democracias y animan a la construccin de Estados movimentistas, en expresin del propio

    Santos, y que seran formas de democracia participativa que pretenden abrir las actuales

    instituciones. En dicha lnea se situaran las demandas de democratizacin del Estado,

    particularmente frente un capitalismo que gobierna autoritariamente el sistema formal de

    democracia representativa, especialmente en pases de la periferia econmica mundial, y buscando

    como alternativa popular instaurar o defender derechos e igualdades, tanto sociales como

    econmicas (Born 2003).

    Finalmente, desde mi aproximacin a los recientes ciclos de protesta y de rebelda en pases

    centrales, latinoamrica o la propia Turqua, tratan de instituir formas de democracia radical (Calle

    2013). Tres ideas centrales persiguen y animan esta idea de radicalizar la democracia. La primera

    que la democracia no existe slo donde las lites sitan la esfera de la poltica, principalmente

    parlamentos y representaciones sindicales, amn de otros espacios que definen agendas

    gubernamentales. La democracia acontece (o se pierde) en lo poltico, en lo vivencial, fluido y

    4 Mi perspectiva de anlisis se inclina ms hacia las escuelas constructivistas de entender la movilizacin social, donde las oportunidades polticas juegan un papel, pero no es el determinante para determinar, a su vez, la huella social de los procesos de movilizacin (Calle 2007, 2011). Aqu incorporo y exploro tambin la visin de movimientos como productores de lugares, territorios donde se territorializa y entremezcla la naturaleza de diversosconflictos: materiales (cmo sobrevivir? qu bienestar queremos?), expresiva (cmo decidimos? qu equidad demandamos?), de pugna por campos simblicos (qu entendemos por desarrollo o por convivir socialmente?) yde relaciones con la naturaleza (metabolismos).

    2

  • prximo, en lo marcado por nuestra cotidainidad. De ella emerge la poltica, los campos

    visibilizados y pblicos de nuestras relaciones econmicas, culturales y de gnero. En dicha poltica

    se fomenta (o no) la decisin y la implicacin social a travs de dispositivos de deliberacin,

    participacin directa, creacin de confianzas y lazos sociales o formas de expresin que permiten

    cuestionar las propias democracias autoritarias o de las lites. Una sociedad es democrtica si la

    sociedad en sus mltiples espacios cultiva la deliberacin, la solidaridad y el protagonismo social

    (Pateman 1970, Barber 2004). La democracia sucede (o se desvanece) en las fbricas, en las fincas

    y en las oficinas, en los medios de comunicacin, en la cultura que cultiva la deliberacin entre

    otredades, en las organizaciones que animan o desaniman la vida social. La segunda idea se inclina

    hacia la necesidad de promover constantemente prcticas de auto-gobierno como expresin de

    democracia, gobierno de los muchos que se enfrenta al gobierno de unos pocos5. Y la tercera incide

    en el para qu de la democracia, es decir, debe promover un bienestar, una inclusin, una equidad,

    una sustentabilidad social (y ambiental, necesariamente)6.

    La democracia, en los tres casos, no sera percibida como una regla cerrada si no como principio

    que estimula la justicia y la creacin de instituciones sociales que van de abajo hacia arriba, siendo

    ste abajo (respectivamente) lo comunitario, lo ciudadano que legitima constantemente una

    representacin o la deliberacin y la autogestin directa sobre nuestras necesidades. Frente a la

    instauracin de formas de democracia autoritaria, la radicalizacin del protagonismo social

    emparenta ambas propuestas y sirve, a su vez, de nexo de las actuales dinmicas de movilizacin

    social, sean demandas de territorio, de dignidad o de participacin poltica, como mostrar

    posteriormente.

    Democracia radical y participativa se enfrentan, no obstante, cuando la primera queda confinada

    en la democracia directa, limitndose a procesos de organizacin en asamblea directa y no

    considerando procesos de deliberacin, de institucionalidad social y de trabajo sobre problemas en

    comunidades ms amplias que implicaran un ir hacia arriba para organizarse socialmente,

    manteniendo el retorno del poder. Tambin se distancia de posibles nexos la reduccin de la

    democracia participativa al arriba que se abre al abajo. Desde matrices gramscianas en muchos

    casos, se aboga por una nueva hegemona por arriba que, si bien considera el empuje social por

    5 Siguiendo a Cornelius Castoriadis en su clsico La democracia como procedimiento y como rgimen, pero apoyndome en ideas de una democracia con un para qu, en este caso la produccin de muchos mundos sobre la base de prcticas sustentables de sociedades desde abajo, apuntando al gobierno de los muchos (ver Calle 2013 para una introduccin a este concepto).

    6 Conectando entonces nociones de desarrollo a escala humana, descolonizacin de saberes y desarrollo de gestin democrtica de los comunes vitales y sociales (en Democracia en la Tierra, por Vandana Shiva).

    3

  • abajo como necesario, establece que son las articulaciones o las equivalencias entre luchas la nica

    forma de cuestionar las agendas de las lites (ver Laclau y Mouffe 1987). Con todo, ambas

    perspectivas se distancian de la tendencia ms establecida en la arena politolgica de problematizar

    la democracia representativa como mero ejercicio de eleccin de candidatos o marcas electorales.

    La democracia sucede en muchos lugares y, ltimamente, acontece cada vez menos en los

    parlamentos, dada la presin externa de mercados, finanzas, medios e instituciones econmicas

    internacionales.

    Por consiguiente, bajo el actual ciclo de movilizaciones se invita a repensar radicalmente nuestras

    gramticas de democracia, en diferentes mbitos, y no slo la gramtica de la democracia. Dicho

    ciclo sirve como paraguas articulador de demandas concretas, entre ellas el derecho al auto-

    gobierno. No es cuestin de adjetivos, nos indican. Es cuestin de entender que la democracia es

    verbo y que se conjuga para satisfacer nuestras necesidades bsicas desde apuestas de auto-

    gobierno para decidir lo que nos afecta.7 La democracia se pone en marcha desde diversidad de

    culturas y segn necesidades que van siendo identificadas, que van haciendo tomar asiento a lo que

    puede considerarse como un legtimo e interesado protagonismo social, dispuesto a satisfacer

    necesidades humanas. Puede que en un momento ilusione una concepcin de la democracia. Pero

    caer en la medida en que emerjan nuevos reclamos de participacin, nuevas formas de

    protagonismo social, entendidas como eso: esferas y relaciones sociales que nos hacen

    protagonistas de la sociedad, de los lazos que nos dan la vida y nos condicionan a su vez.

    El reciente auge y la conexin global de formas de movilizacin social tiene su explicacin en la

    propuesta de nuevas gramticas de protagonismo social que, de una u otra manera, estn ligadas a

    una demanda general de radicalizacin de la democracia (Smith 2008, DellaPorta 2009, Calle

    2005y 2013). Estn ligadas, pero no supeditadas. Entre otras cosas porque el protagonismo social,

    como analizar ms adelante, puede tomar distintas expresiones: algunas ms comunitaristas y

    entendibles desde una ptica que entreteje fuertemente territorios y poltica, propias de

    movimientos indgenas o campesinos; otras ms clsicas e inclinadas a una reforma radical de las

    instituciones liberales para alcanzar un bienestar, incluso un buenvivir, desde expresiones de

    democracia participativa; y, finalmente, algunas ms en consonancia con jvenes iracundos, al

    7 Implcitamente estn aqu presentes tres concepciones intersecadas de la democracia: democracia como autogobierno (Castoriadis); democratizar para situar la vida y las economas solidarias (sociales, cuidados) en el centro de nuestras prcticas (feminismos, ver Orozco); y democratizacin como ejercicio de descolonizacin que alienta el protagonismo social para rescatar saberes alternos y prcticas ligadas a sostener la vida en territorios concretos (ver Escobar 2000)

    4

  • decir del antroplogo brasileo Darcy Ribeiro8, que se buscan en los nuevos movimientos globales

    a travs del desafo de la agenda neoliberal, las luchas en el terreno laboral, el cuestionamiento de la

    productividad insustentable y la impugnacin del patriarcado, principalmente.

    Tambin subrayar que las variables de oportunidad poltica y las matrices culturales son el terreno

    definitivo en el que la protesta toma su forma particular. As, el 15M como espacio poltico surgido

    de las acampadas iniciadas en la madrilea Puerta del Sol (mayo de 2011) no puede entenderse sin

    su contexto poltico. Entre las ventanas de oportunidad poltica destacan las elecciones

    municipales que iban a celebrarse una semana despus; as como el reguero de campaas que lo

    antecedieron (como malestar.org, V de Vivienda o movilizaciones frente al control de internet, la

    llamada Ley Sinde), incluida la plataforma Democracia Real Ya que convoc las manifestaciones el

    15 de mayo de 2011, las cuales explosionaran en los das siguientes en acampadas autnomas por

    todo el pas. Pero tampoco sin su contexto cultural, lo que hace que sea difcilmente practicable o

    exportable tal cual a pases del entorno europeo, incluso si son mediterrneos, como Francia o Italia,

    menos an Alemania. Las tradiciones localistas del Estado espaol, como son el anarquismo y sus

    actualizaciones libertarias, los nacionalismos perifricos (opuestos al nacionalismo espaol) y el

    hacer local propio de una pennsula atravesada por una diversidad cultural muy significativa, que

    llega a otorgar lenguas y tradiciones diferenciadas a cada una de sus comarcas o barrios de grandes

    ciudades, son el caldo de cultivo de insurrecciones de carcter asambleario, por lo general renuentes

    a subirse a procesos de organizacin que impliquen una centralizacin. Los sucesos revolucionarios

    desarrollados por movimientos o juntas locales frente a la ocupacin napolenica de la pennsula

    ibrica llamaron ya la atencin de Marx y Engels (1990: 31) por su nfasis en el hacer local y su

    escasa coordinacin. Acuden estos autores a una cita de un noble espaol para destacar que en

    Espaa no hay nada que se parezca a lo que en Europa se llama direccin social, lo que explicara

    las dificultades para la creacin de un centro revolucionario. Algo que, guardando una gran

    analoga con la gran capacidad puntual de movilizacin de las redes antiglobalizacin, a juicio de

    Marx y Engels (1990: 29) ofreca tambin sus ventajas: los franceses se desconcertaron por

    completo al descubrir que el centro de la resistencia espaola estaba en todas partes y en ninguna9.

    Francia o Italia, como digo, se encuentran permeadas por otras lgicas ms institucionales y de

    conquista del Estado a travs de organizaciones o revoluciones polticas, fruto de su propia historia,

    del triunfo de revoluciones burguesas y de resistencias frente a otros pueblos, respectivamente. Y a

    8 Expresin acuada por el antroplogo brasileo Darcy Ribeiro para los antisistema de los aos 70 en su libro Losdilemas de Amrica Latina.

    9 En Marx, Karl y Engels, Friedrich (1990): Espaa Revolucionaria, Madrid, Ediciones Vanguardia Obrera

    5

  • escala globlal, hace que aun manteniendo rasgos comunes y hermanamientos mediticos y de

    repertorios de accin (convocatorias sin organizaciones visibles, toma de calles, goras en plazas),

    las protestas que dan vida a los nuevos movimientos globales tambin se encuentren mediatizadas

    por el contexto cultural y poltico. El proceder del 15M est muy alejado, as mismo, de la constante

    propensin brasilea a la articulacin en forma de procesos muy amplios y diversos que tratan de

    salvaguardar la autonoma y la horizontalidad a base de propuestas pedaggicas (bien ilustradas por

    Paulo Freire) que permitan construir procesos de movilizacin tan amplios, y a la vez enraizados en

    distintos contextos, como son las luchas protagonizadas por los sintierra o en la actualidad el

    Movimento Passe Livre.

    Los nuevos movimientos globales

    Sin embargo, s podemos rastrear algunos elementos que nos permiten pensar conjuntamente, sin

    caer en la tentacin de suponerlos con una identidad o una praxis homogeneizadas, una multitud

    importante de procesos de movilizacin del siglo XXI. Es por ello que me permito hablar de la

    emergencia de un nuevo ciclo de movilizaciones, los nuevos movimientos globales, cuya globalidad

    residira en:

    i) su pensar planetario: ambientalmente, en trminos de repertorios y redes de protesta;

    ii) en su conexin de demandas: necesidades bsicas que se enredan fcilmente;

    iii) y en su pretensin de transformacin global utilizando el argumento y la prctica de la

    radicalizacin de la democracia.

    Los aos que van del 2011 al 2014 confirmaron el aldabonazo popular y meditico de protestas

    globales tanto en los pases del centro como en los llamados perifricos. Ms adelante habr tiempo

    de visitar las races de rebelda de estos jvenes iracundos, los cuales, ahora como en los aos 70,

    no slo se dirigen a cambiar el orden social, si no tambin la propia cultura poltica de contestacin

    que representa la izquierda clsica. Brasil contina siendo un buen ejemplo de este ciclo de

    movilizaciones que, al igual que antes, se conecta con lo nuevo (las protestas internacionales),

    pero tambin con lo viejo (las revueltas populares frente al neoliberalismo que anunciara el

    caracazo de 1989 en Venezuela). Brasil es un pas que a comienzos de este siglo, ascenda al trono

    de las potencias internacionales en el campo econmico, a la par que los gobernantes del PT se

    apresuraban a exhibir sus galardones competitivos envueltos en olimpiada y copa mundial de ftbol.

    Pero estos xitos eran contestados por quienes no vean el man caer en las ciudades si no, por el

    6

  • contrario, la subida de tarifas de transporte o la menor atencin prestada a asuntos como la

    educacin o la salud. El patrn FIFA de grandes inversiones para acoger el mundial de ftbol se

    exiga en las calles para la calidad de vida y los servicios que pretendera gozar el pueblo brasileo.

    De igual modo, el bipartidismo en torno a la agenda neoliberal como frmula de gobierno reciba

    una fuerte sacudida en las calles, de la mano de los jvenes iracundos del 15M en el Estado

    espaol, a partir de 2011. Fenmeno similar al protagonizado por las asambleas ciudadanas en

    Islandia, surgidas a partir de las protestas de 2008 tras el estallido de la burbuja financiera, aunque

    en 2013 llegaran de nuevo al poder los viejos partidos y quedaran como ms pasajeros las

    experiencias de partidos-ciudadana, de fuerte crtica a las organizaciones establecidos, como el

    Mejor Partido. En Mxico, donde la contienda pareca reducirse a un enfrentamiento entre lites

    polticas y rebeldes de distinto color territorial (Chiapas, Oaxaca, Atenco, entre otros), surga como

    crtica al proceso electoral en curso y al candidato del PRI, Pea Nieto, un movimiento social entre

    jvenes universitarios dispuestos a reproducirse desde los campus universitarios bajo el cdigo

    #YoSoy132. Tomaba forma aqu, entre jvenes desencantandos, bien formados educativamente y

    con un manejo resuelto de las nuevas tecnologas informticas, el lo llaman democracia y no lo es

    caracterstico de las plazas espaolas. Sera otra plaza, esta vez en Turqua, en Gezi, la que atraera

    a multitud de rebeldes ante la constatacin de la voracidad de las lites por sustituir espacios

    pblicos por escenarios de negocio: afectados por la especulacin urbanstica, mujeres en pie de

    lucha por sus derechos, jvenes universitarios buscando libertades, grupos contrarios al gobierno

    central turco (kurdos, socialdemcratas, sindicalistas opuestos a la agenda neoliberal, entre otros),

    etc.

    Asistimos a movilizaciones que responden, en gran parte, a expresiones culturales de ida y

    vuelta, dinmica caracterstica de procesos contemporneos de protesta (Tarrow y otros 2004). En

    la atraccin de descontentos en torno a Gezi, dispuestos a aunar esfuerzos de rechazo al bloque

    neoliberal-conservador en el poder, resuenan los ecos de las latitudes chiapanecas, con su lema los

    rebeldes se buscan. Cules seran las claves de esas idas y venidas, de estas influencias mutuas

    que parecen resonar globalmente? Como desgranar ms tarde, algunas son obvias, como la galaxia

    internet que sustituye a la verticalidad de la televisin, la radio o la imprenta. O una lite neoliberal

    que necesita gobiernos y agendas polticas que asuman la necesidad de vaciar la democracia (si es

    que se di en aquel territorio en su forma institucional) y que han decidido proceder con ms ahnco

    a depredar territorios y derechos sociales (dependiendo de los niveles conquistados por el pas,

    7

  • derivados en gran parte de su situacin como centro o periferia econmica de otros pases). Pero

    otros factores, que se irn exponiendo a lo largo del texto, tienen que ver ms con una remodelacin

    de las viejas lgicas de funcionamiento de la llamada izquierda o de los movimientos considerados

    emancipatorios en el pasado siglo, hablemos de movilizaciones indgenas, redes feministas o de

    la izquierda institucional con orientacin a la conquista de las urnas. En general, la idea de

    diversidad, inherente a un protagonismo social, aparece contenida en las nuevas formas de

    movilizacin y tambin en sus demandas, ms abiertas a incorporar la idea de proceso en espiral

    (circular, plural y aglutinante) como horizonte en el que ir resolviendo contradicciones o dicotomas

    (reforma/revolucin, poltica/economa, transformacin hacia fuera o desde el mismo proceso

    insurreccional, etc.) y que, nuevamente, los y las zapatistas tan bien lo ilustraran simblicamente en

    sus proclamas: detrs de nosotros estamos ustedes, caminamos preguntando, hacia un mundo

    en el que quepan muchos mundos. Aparecen aqu, implcitamente, ecos de otros postulados o

    reflexiones teorizadas sobre poltica y cambio social como: la creciente necesidad de practicar

    democracias de alta intensidad (Sousa Santos), de de-colonizar idearios capitalistas, ilustrados y de

    representacin estatal propios de la izquierda ms clsica (Escobar) o de conectar nuestras

    economas con la vida (Shiva, Mellor). Como segunda gran aproximacin, entiendo que los

    movimientos sociales, desde su hacer comolaboratorios polticos, son esferas de reflexin y puesta

    en prctica de dialcticas y debates en torno a derechos, territorios y gramticas de democracia ,

    como profundizar ms adelante10.

    Una globalizacin conflictiva

    Existen, por otro lado, procesos sociales y tecnolgicos que facilitan la interseccin global de los

    repertorios de protesta. Son porqus compartidos, fruto de una mundializacin que se refugia en

    expresiones benignas y utpicas (globalizacin), pero que aporta razones e instrumentos que

    facilitan la confluencia de movilizaciones. Destaco tres elementos comunes en esa conflictividad

    mundial-global:

    El ascenso de formas autoritarias de gobierno, sean Estados, instituciones internacionales o

    grupos multinacionales para los que no hay alternativa, que dijera Thatcher, a la agenda

    neoliberal marcada adems por un fuerte extractivismo y sacrificio de la biodiversidad tanto

    en el llamado Sur (minera, energa fsil, agrocombustibles, patentes sobre semillas, etc.)

    como en el Norte (minera, fracking, patentes). Este autoritarismo refuerza opciones de

    10 Ver Smith (2009), Calle (2005) y Porto Gonalves (2002).

    8

  • control y represin sobre emergencias o innovaciones sociales. A la par que supedita las

    formas de produccin y de relaciones laborales a los intereses de corporaciones

    transnacionales, y en ltimo caso, supeditando las economas reales a las economas

    financieras. En ese contexto, el Estado, all donde desempeara una labor de igualacin

    social desde derechos o servicios, deja de ser una ventanilla a la que pueden acudir la

    ciudadana o grupos afectados o marginados. Se posiciona abiertamente a favor del mundo

    financiero y de acumulacin material de una lite global. Adems, la tecnologa sirve para,

    con excepciones en el tema de la comunicacin e informacin, desarrollar sistemas

    expertos que se imponen a los individuos, que ven mediadas sus relaciones por un saber o

    un instrumental del que desconocen su funcionamiento, que les quita autonoma para decidir

    sobre ellas y les imposibilita para construir lazos sociales por abajo. El consumismo (va

    publicidad y educacin prctica en los centros comerciales), la complejizacin financiera

    de la economa (que se separa de la economa real, sentida por las personas y de relaciones

    con el medioambiente) o las sofisticadas herramientas informtica son aplicaciones de esta

    colonizacin por arriba de la vida humana en este planeta.

    Las lagunas de este control y la percepcin de conflictos compartidos son elementos

    aprovechados por las redes de protesta y las redes de construccin de un saber crtico para

    intercambiar acelarada y localizadamente muchas formas de resistencia. Algunos ejemplos:

    las llamadas cumbres antiglobalizacin, la creacin de observatorios sobre cuestiones

    sociales (desde la llamada sociedad civil), las convocatorias a manifestaciones en las redes

    de dilogo en internet, la difusin de herramientas o repertorios de protesta de marcado

    acento en el protagonismo social (goras virtuales, plazas como lugar de convergencias,

    consultas sobre minera o sobre endeudamientos), la desobediencia civil para la

    recuperacin de espacios de encuentro (reclaim the streets o reclama las calles desde los

    aos 90, ocupaciones o intentos de rodear espacios de reunin de las lites). Los rebeldes se

    buscan gracias a la oportunidad que ofrece la llamada globalizacin para compartir

    agendas de contestacin y responsables a los que acusar del descontento, as como a las

    formas de cooperacin que surgen ante el vaco que crean las instituciones representativas

    (neo)liberales.

    Finalmente, la combinacin de la galaxia internet con la emergencia de formas de

    contestacin ancladas en una radicalizacin de la democracia permite construir paraguas

    9

  • comunes. Por ejemplo, frente a la imposicin del neoliberalismo surge el grito lo llaman

    democracia y no lo es a finales de los 90, que retomara con fuerza el 15M espaol, y que

    se hermana con el caminamos preguntando zapatista y con las prcticas de celebracin de

    consultas frente a la imposicin de polticas extractivistas o de privatizacin de recursos

    como el agua en Amrica Latina. Las nuevas tecnologas han acelerado esos viajes de ida y

    vuelta, en lo que a herramientas se refiere. Y, a pesar del creciente control del mundo

    comunicativo por pautas de mercantilizacin o de espionaje, las democracias virtuales 2.0

    (prcticas de deliberacin haciendo uso de las nuevas tecnologas) son expresin de esa

    formacin de experiencias ms liberales o libertarias o de creacin de comunidades on-line

    que facilitan y dan legitimidad a todo lo que huela de democratizacin radical (ver Subirats

    2009, Candon 2013). As, el repertorio de contestacin y los procesos sociales que se

    ofrecen como respuesta llevan a la interpretacin de estas luchas como formas de

    recuperacin de soberana: energtica, territorial, comunitaria, alimentaria, de internet... y

    por supuesto, en la poltica desde el ejercicio de formas de democracia fuertes (Barber 2005)

    caracterizadas por la informacin, la deliberacin y la vinculacin desde sociedades

    inclusivas.

    Tres gritos que recorren globalmente las movilizaciones

    Desde estas mimbres, las calles y los caminos se estn llenando de demandas y protestas

    compartidas. Son nuevas visibilizaciones de, en algunos casos, viejos descontentos. Ahora la

    diversidad, el protagonismo social y la radicalizacin de la democracia ayudan a difundir estos

    gritos as como repertorios de accin y organizacin social. Las tres verbalizaciones a las que me

    refiero son: queremos decidir, queremos dignidad, queremos territorios habitables. Cada una

    enuncia, como expondr brevemente, una forma de entender la democracia. Entendimiento ligado al

    creciente auge de democracias autoritarias, tambin siguiendo pautas que atienden a su contexto, al

    papel que las lites y la historia ejercen como sombras que ayudan a tejer poderes y contra-poderes.

    La Unin Europea es hoy claro ejemplo de formas de dominacin en ascenso11. Una nueva

    institucionalidad econmica se levanta para asegurar que la agenda neoliberal sea la poltica real de

    los Estados: control sancionable de dficits, fiscalizacin de presupuestos, seguimiento obligatorio

    de planes de privatizacin y desposesin de derechos sociales, desregulacin de las relaciones

    laborales para construir un mercado humano, etc. Mientras, Amrica Latina se debate entre

    11 Ver para la Unin Europea el texto de lvarez y otros (2013); para un anlisis de la crisis global, desde un punto de vista civilizatorio consultar Fernndez-Durn (2011).

    10

  • neoliberalismos ms populares y formas de abrir la democracia a otros sujetos, a otras dinmicas de

    protagonismo social, sean los ejemplos de autogobierno comunitario en Venezuela, el

    plurinacionalismo formulado en Bolivia (con sus ms y sus menos para una reinvencin de los

    estados monoculturales) o las innovaciones en materia de protagonismo social que se dan en

    mbitos muy concretos en Colombia (territorios indgenas), Brasil (agroecologa), Cuba

    (cooperativismo econmico) o Argentina (medios de comunicacin)12.

    Estos tres gritos son autnomos, pero se refuerzan entre s. Los podremos situar ntidamente como

    provenientes de determinadas culturas polticas, algunas muy recientes. Tal es el caso de los nuevos

    movimientos globales y la radicalizacin de la democracia, el queremos decidir. Sus ejemplos ms

    recientes son las matrices junveniles de los ciclos de protesta despertados en Europa, Brasil o

    Turqua, junto con espacios que gritan Ya Basta! En Senegal Y en Marrre, o bajo la frmula de

    #YoSoy132 en Mxico. No hay programa que se ofrezca como alternativa cerrada, o no es un

    programa especfico, aunque s hay un detonante de la protesta bien concreto, un descontento que

    galvaniza al resto de descontentos hacia las calles. Se repiten las prcticas asamblearias desde

    sujetos que no se ven representados en organizaciones formales. Hay aires libertarios en el caso de

    Europa detrs de estas movilizaciones. Perspectivas ms comunitarias en Amrica Latina, donde

    tambin el queremos dignidad es un elemento importante como rechazo de la agenda neoliberal,

    prctica bien asentada en los ltimos aos. Dira que la democracia radical es expresin

    organizativa a la vez que reclamacin aglutinante de estas protestas. Hablamos aqu de sujetos ms

    difusos, sujetos que se empean en que otros sujetos se movilicen bajo paraguas autnomos. Es

    decir, se trata ms de espacios de movilizacin, productores de bienes y herramientas para la

    protesta (discursos, organizaciones, formas de hacer). Son conjuntos de accin (Villasante 2006)

    antes que movimientos clsicos buscando aglutinar en su interior todo el descontento y proponer

    una identidad cerrada bajo una organizacin visiblemente muy estructurada. Se enfatiza el cmo, y

    la reproduccin de esos cmos para la rebelda, antes que un fin determinado.

    Contaramos tambin entre estos mensajes que alientan sinergias entre movilizaciones (marcos

    maestro) con el queremos dignidad. Es una demanda ms tradicional, de races materialistas, en el

    12 Para una crtica del desarrollismo extractivista ver Ms all del desarrollo. Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo, Fundacin Rosa Luxemburg/Abya Yala, 2012. El libro plantea la tesis que desde el desarrollismo neoliberal en la Amrica Latina de los 90 se ha pasado a un desarrollismo popular (extractivismo e insercin en la globalizacin con apoyos sociales), pero no a explorar formas de desarrollo endgeno. Sobre el papel de Brasil en la potenciacin del marco desarrollista inserto en la globalizacin y sus demandas de materia yenerga, ver el texto de Zibechi, Brasil potencia. Entre la integracin regional y un nuevo imperialismo, Primera Edicin, Bogot, Ediciones desde abajo.

    11

  • sentido que s trata de operativizarse por una propuesta de cambio que sea experimentable y que

    pueda representar un modelo social. Las luchas contra las agendas neoliberales, por ejemplo, contra

    la deuda externa y por el derecho al trabajo en Argentina se equiparan aqu a las mareas de protesta

    contra el desmantelamiento de servicios pblicos y las redes por una auditora ciudadana de la

    deuda externa en Europa, y ms concretamente en el caso espaol. Reinventar las instituciones est

    en la agenda, con propuestas concretas. Algunas se sitan en la exigencia de volver a reglamentar la

    vida social desde las opciones que supuso el Estado del bienestar para los pases del centro, como

    en Portugal, Grecia o Espaa (derechos alcanzados, instituciones, presupuestos asignados). En otras

    surgen o se renuevan reclamanciones, como es el derecho a la ciudad en sentido amplio en las

    movilizaciones en torno al Movimiento Passe Livre en Brasil. Finalmente, dignidad supone tambin

    en los mundos andinos o en las sierras mexicanas la idea de descolonizarse de un Estado y de una

    nocin de desarrollo que se enmarca en un proceso directo de inclusin subordinada de un pas, y

    sobre todo de poblaciones consideradas marginales por las lites globales, dentro del actual proceso

    de globalizacin. Aqu las expresiones de democracia participativa (abrir las actuales instituciones

    al protagonismo social) ofrecen planteamientos ms radicales (como reformas constitucionales) o

    propuestas concretas en la (auto)gestin y recuperacin de servicios que garanticen derechos

    sociales. Por lo general la movilizacin arranca ya de sujetos fuertes, construcciones

    sociocomunitarias, ancestrales o tradicionales, de partida y no de destino: comunidades indgenas,

    campesinos, luchas sociales que disputan territorios, barrios y favelas, sectores de trabajadoras y

    trabajadores golpeados por la crisis o por la agenda neoliberal, grupos excludos en la ciudad o en el

    campo que se reconocen fcilmente en un nosotros frente a unas lites que organizan sus

    territorios sin compartir decisiones y beneficios, slo impactos sociales y ambientales.

    Sin ser una tercera opcin, pues como reflexionar ms abajo marca decididamente la agenda de

    los movimientos del siglo XXI, se torna cada da ms visible y relevante el queremos (nuestro)

    territorio. Este grito entiende el territorio como un triple haz:

    ecosistmico: nivel o dimensin donde se desarrollan luchas por la preservacin de

    recursos naturales y bienes comunes;

    como infraestructura de acceso (comn) a dichos bienes: espacio donde se disputa la

    propiedad o el manejo de la tierra, el control y tipo de tecnologa, la circulacin por la

    ciudad, la autogestin de medios bsicos de socializacin (dnde verse o encontrarse) o la

    soberana y la autogestin de semillas o de biodiversidad, etc.

    12

  • y finalmente, es reclamacin de un territorio social (o relacional): fuente de vnculos

    culturales (identidades, afectividades, lazos espirituales) donde se critica ampliamente las

    bases estructurales y la idea de desarrollo que subyace al paradigma neoliberal:

    cosificacin del territorio y creacin constante de mercancas (fsicas, simblicas,

    humanas o de trabajo) que sirvan para sostener procesos de acumulacin y legitimacin de

    las lites globales.

    Es un haz entrelazado y ello est facilitando la conexin de descontentos y la articulacin

    subsiguiente de (nuevos) movimientos sociales. Las luchas desatadas desde la infraestructura

    (apoyndome en el antroplogo Marvin Harris) seran manifestaciones colectivas de poblaciones

    afectadas por los cambios o mutaciones, cada vez ms perceptibles, de nuestros ecosistemas, sea

    por la accin local de transnacionales o por su accin globalizadora que ampla el vuelco climtico

    y reduce la biodiversidad en el planeta (Tanuro 2011). El ecofeminismo nos recuerda que no hay

    supervivencia si no hay una reproduccin de ecosistemas y de las economas de los cuidados13.

    Ambas perspectivas encontraran que el bienestar personal y colectivo se encuentra entrelazado (o

    supeditado) con el desarrollo de una conciencia de especie. La economa poltica, entonces,

    cobrara sentido como foco de estudio macrosocial de los conflictos en torno al capitalismo o al

    autoritarismo de matrices patriarcales, si dicho foco mira tambin, de forma sinrgica, hacia

    abajo, hacia el espacio que se asienta a su vez en un territorio: hacia las bases socioambientales

    que nos dan la vida y hacia las resistencias y formas de cooperacin que se dan en torno al

    sostenimiento de dichas bases.

    Las luchas en los territorios irrumpen en magnitud y extensin en funcin, pues, de los conflictos

    cada vez ms visibles y visibilizados que amenzan nuestra supervivencia; de las oportunidades

    polticas que permiten que otros saberes se reconozcan y desafen el paradigma universal de

    desarrollo o globalizacin; y la tradicin histrica de defensa de un territorio dado.

    Analticamente, el queremos territorio ha sido abordado desde enfoques muy diversos. Por citar

    algunas referencias contamos con el ecologismo de los pobres (en autores como Alier), la crtica

    feminista de la economa (las feministas Graham-Gibson), la economa moral frente a los

    cercamientos de las lites (el antroplogo James Scott) y las perspectivas que conceden a la

    ordenacin (fsica y simblica) del espacio una fuente primordial para la reproduccin del poder

    (Lefebre o Bourdieu), en particular de los procesos de acumulacin y desposesin capitalistas (el

    13 Siguiendo a perspectivas tanto esencialistas (Shiva, Mies) como constructivistas (Mellor, Puleo); ver Ecofeminismo. Para otro mundo posible, por Alicia Puleo (Ctedra, 2011).

    13

  • gegrafo marxista Harvey), as como del desplazamiento de la reproduccin vital como eje

    vertebrador del sentido de las prcticas en el territorio (las ecofeministas Mies y Shiva).

    Territorio, conocimiento, formas de vida y desafos colectivos estn imbricados. En tanto que

    saberes en marcha, los movimientos sociales garantizan y enfatizan la reproduccin del

    conocimiento como experiencia arraigada, un estar que premite e induce un mirar especfico

    atendiendo a las caractersticas del lugar (ver Escobar 2000). El territorio sera el espacio,

    desatendido hasta finales del siglo XX por tradiciones europeas y anglosajonas en la literatura de

    los movimientos sociales, ms tendentes a ver el poder como disputndose por arriba o en lo

    simblico por abajo. En el XXI comienzan a producirse textos donde el lugar cobra sentido como

    productor de cultura y como fuente de articulacin y movilizacin social. Hecho ms destacable an

    en en comunidades arraigadas, donde su supervivencia material y afectiva se liga directamente a las

    luchas por su espacio, sean campesinos reclamando tierra, indgenas hablando desde el lenguaje

    del territorio o pequeos extractivistas intentando sobrevivir bajo su forma de vida en una selva

    (Martnez Torres y Rosset 2013).

    Por todo lo anterior, entiendo que el territorio es un lugar privilegiado, hoy particularmente, para

    visibilizar los desencuentros y disputas entre los de arriba y los de abajo (Zibechi 2011): entre

    quienes producen innovaciones y quienes promueven paquetes tecnolgicos para el gobierno de un

    imperio econmico, especialmente ilustrado en la imposicin de regmenes agroalimentarios (Ploeg

    2011) y en las expoliaciones agroextractivistas (Svampa 2011); entre quienes pretenden hablar de

    cooperacin para la inclusin (economas sociales, de cuidados) y quienes obligan a una

    cooperacin con los de arriba, con los globalizadores, no con otros o con los que se tiene al lado o

    trabajando para el mismo fin (ver Coraggio 2011, Herrero y otros coord. 2011, Maran-Pimentel

    coord. 2012).

    La dinmica (des)arrolladora del capitalismo busca reorganizar espacios y desplazar (invisibilizar,

    dominar, mutar) a quienes quieren preservar otro sentido de vida y de reproduccin del territorio

    (Porto Gonalves 2002). Se enfrentan, en esta dialctica del poder sobre usos y entendimientos del

    territorios, habitus singulares (promovidos por movimientos sociales, nuevos rebeldes, economas

    endgenas) frente a las reclamaciones de materia, energa y circulacin de mercancas de ciertas

    lites locales en connivencia con lites globales (Sassen 2008, Harvey 2007). Los movimientos

    sociales nos proponen cambios de lugar, que son cambios de mentalidad y cambios de prcticas

    para recrear o recuperar sentidos de vida no contemplados por estas lites (globales) . Las nuevas

    14

  • situaciones sociales producen nuevas experiencias de vida en lo cotidiano. A partir de ah, sobre la

    base de conversaciones, roces y vivencias, se marca todo un nuevo saber, una nueva mirada (Heller

    1991). Se otorga un nuevo sentido a las prcticas de estar en el mundo, de entender cmo saciar el

    hambre, el amor, la libertad o las relaciones con la naturaleza14.

    Es decir, los movimientos sociales, al construir protestas y nuevos usos del espacio, modifican las

    relaciones espaciales, produciendo por tanto otros lugares cuyo destino hoy, al enfrentarse a

    prcticas depredadoras, se vincula furtemente a la construccin de territorios sustentables,

    ambiental y socialmente hablando. Las re-localizaciones implcitas en propuestas del buen vivir,

    del decrecimiento o de un desarrollo endgeno sustentable muestran hoy como el territorio vuelve a

    constituir un espacio privilegiado de luchas sociales por parte de distintos actores. Diversidad

    favorecida por los nuevos movimientos globales para captar el papel de mltiples sujetos que dan

    vida espacial a un lugar concreto, enmarcado en un ecosistema determinado.

    Esa pugna territorializada, en particular entre innovaciones para la democratizacin y paquetes

    sociotcnicos para reforzar depredaciones, se extiende a travs de dispositivos de poder (que dira

    Foucault) muy concretos. stos toman la forma de disposiciones y reglamentos jurdicos de acceso

    a tierra o uso de la ciudad, culturas e infraestructuras que ayudan a fortalecer un consumo o unos

    mercados globales; tecnologas que provocan un aumento de la dependencia de productores o

    comunidades locales, reduciendo la resiliencia social y ambiental de determinadas formas de vida;

    regmenes de verdad que se asientan en ideas de desarrollo que supeditan lo de abajo a lo global;

    medios educativos microcapilares que en escuelas, programas sociales, anuncios o festividades

    consumistas alientan una legitimidad de lo global producido por las lites (Fernndez Durn

    2011).

    Queremos (autogobernar nuestro) territorio cobra ms sentido desde prcticas y miradas que se

    dan en Amrica Latina, frente a lo que podamos observar en Europa15. En Bolivia o Ecuador, las

    organizaciones indgenas son el referente de cambios constitucionales de mayor calado en los

    ltimos dos siglos, con el reconocimiento, aunque sea formal, de los derechos de los pueblos

    indgenas o de la Pachamama (Svampa y Stefanoni 2007). Colombia y el paro campesino que

    14 Satisfactores, lugares y saberes para atender nuestras necesidades humanas estaran ntimamente relacionados. Aqula democracia consistira en un dispositivo de atencin de necesidades sociales encaminado al auto-gobierno por el cual pugnan los movimientos sociales (Calle y Gallar 2011).

    15 Como expresin de esa participacin latinoamericana en ciclos mundiales de protesta, y yo dira que como semilla de los nuevos movimientos globales, contamos con el excelente texto coordinado por Gohn y Bringel (2012) analizando tanto las nuevas dinmicas de movilizacin como los desafos terico-metodolgicos que plantea.

    15

  • paraliz el pas en agosto de 2013 frente la locomotora del Tratado del Libre Comercio que

    propone el gobierno de Santos, es un ejemplo en el que nos detendremos ms adelante para analizar

    su conexin con luchas globales16. Sin duda, el agroextractivismo est renovando e intensificando el

    despojo de territorios como no haba ocurrido antes, merced a tecnologas muy predadoras, lites

    globalizadas y lites locales en connivencia (ver www.ocmal.org) En Per encontramos un

    crecimiento exponencial de conflictos hasta contabilizarse cerca de 300 a finales de 2009, con el

    xito tras de s, de haber logrado la prohibicin de la megaminera en diversos municipios del pas.

    Igual ocurra cinco aos atrs en Argentina, en ciudades como Esquel, cuya rebelda cristalizara a

    base de pleibiscitos populares frente a los intereses transnacionales, al igual que ocurriera en Per

    (Cneo y Gasc 2013). Consultas que hablan, por tanto, del grito queremos decidir como parte de

    estos procesos, en el sentido de que la ciudadana o los habitantes de una determinada comunidad

    se involucran para intervenir en agendas, pero otorgando a la poblacin una voz negada por las

    lites. Lo que se disputa de manera global, ms all de las condiciones de expresividad para ejercer

    una participacin o las ms materiales ligadas a la dignidad, es el territorio concebido y practicado

    desde ese triple haz.

    Son movimientos sociales, adems, caracterizados por una politizacin de necesidades bsicas, sea

    el agua o el sustento que, frecuentemente, ha sido liderado por mujeres y ha permitido la entrada en

    la agenda de crticas al patriarcado, dentro y fuera de estos procesos (Zibechi 2011). Las propias

    protestas de matriz ms urbana, como los episodios de 2011 en adelante en el Estado espaol o las

    convocatorias a partir de 2013 en Brasil, o incluso disturbios en otras ciudades de centros

    econmicos (las banlieu parisinas, en la ciudad de los Los ngeles, Gezi en Turqua...) beben de ese

    derecho a la ciudad y la rebelin frente a formas de exclusin. Un territorio crecientemente asediado

    por especulaciones inmobiliarias, control y mercantilizacin del espacio urbano y malas

    condiciones de vida. Un territorio que lejos de servir de referencia, de inclusin, se convierte, bajo

    dispositivos de control y una puesta en escena de medidas de pacificacin y seguridad, como

    ocurre en Brasil, en un espacio de segregaciones humanas por razones econmicas, culturales o

    raciales (ver Davis 2001).

    La acumulacin por desposesin a travs de anclajes en el territorio que ordenan la circulacin de

    mercancas, energas, materiales, finanzas y decisiones polticas (como sealara Harvey 2007), se

    une a querellas histricas sobre (auto)gobierno poltico de territorios. Surge entonces una fuerte

    16 Ver El paro nacional agrario: Un anlisis de los actores agrarios y los procesos organizativos del campesinado colombiano, por Leonardo Salcedo, Ricardo Pinzn y Carlos Duarte [disponible en internet]

    16

  • alianza articuladora entre los tres gritos. Situamos aqu el eco, con opciones ideolgicas bien

    diferenciadas, del derecho a decidir que se establece como referente de una accin poltica en

    pases del centro (Catalua, Escocia) o de autonoma frente a la Unin Europea (Islandia). Miedo a

    una globalizacin frente a un prximo que ofrece ms seguridades, desafeccin poltica de las

    instituciones que se sienten lejanas junto con una recuperacin de reclamaciones histricas

    (nacionales, comunitarias) de pueblos sin Estado se alan para hablar del derecho a decidir (lema

    del movimiento independentista en Catalua) en clave de ms auto-gobierno. En ocasiones, estos

    movimientos de base entran en pugna con las propias lites que reclaman esos discursos a la vez

    que ejercen un papel de insercin del territorio en dinmicas globalizadora. Podra ser ste el caso

    de Catalua, donde la variable nacionalista se impone en el discurso formal de las propias lites

    sobre las apelaciones a dimensiones sociales, ambientales o de auto-gobierno de abajo hacia arriba,

    ms presentes en procesos polticos que provienen de plataformas y movilizaciones sociales (Procs

    Constituent, Trobada per la Unitat Popular).

    En otros casos, como sucede con el campesinado en Colombia, el grito de territorio, derechos y

    decisin acaba cuajando en propuestas que s apuntan a la transicin de los rebeldes, propuestas de

    cambios sistmicos radicales en lo econmico, laboral y ambiental (sobre la que volver ms

    adelante), tales como las zonas de reserva campesina17. Aqu las dimensiones territoriales de

    inclusin social, gestin agroecolgica y lgicas de auto-gobierno ms comunitario emergen por

    encima de propuestas de enfrentamientos entre nacionalismos conservadores o de reclamacin de

    espacios para el disfrute de una minora.

    No es balad la presencia de estos nuevos actores de marcado carcter territorial. Las postrimeras

    del siglo XX confirmaron que, si bien asistimos a dilogos de ida y vuelta, los vectores provenientes

    del llamado Sur (movimientos campesinos, indgenas y espacios barriales y de lucha frente a la

    exclusin en grandes ciudades) estn obligando a replantear esquemas y preguntas a las redes

    crticas del Norte. Aqu, de nuevo, internet es un altavoz, aunque no un generador por s mismo de

    este inters en un protagonismo social desde abajo. Ambos ejes (Sur que invita a caminar

    preguntando) y tecnologas (clave de una interaccin por abajo menos mediatizada por los de

    arriba) hace acercar los planteamientos de los tres gritos a los nuevos movimientos globales, sobre

    todo en los pases del centro. La reclamacin de soberana alimentaria, de la mano de La Va

    Campesina, el grito de que se vayan todos y los cacerolazos argentinos, o la ocupacin de plazas

    en la primavera rabe son elementos que fueron actualizados en las proclamas y las prcticas del

    17 Ver nota anterior

    17

  • 15M en el Estado espaol. Ello permite, a su vez, que el queremos decidir sea un protagonista

    constante de estas luchas, un gran nexo entre las mismas y el gran mensaje de radicalizar la

    democracia.

    Estos gritos no crean, y opino que no aspiran a hacerlo, un metarrelato que vincule las luchas. Pero

    s afirmo que, en presencia de los tres factores que precipitan la radicalizacin de la democracia (en

    sus acepciones participativa, ms directa o comunitaria), los gritos encuentran una predisposicin y

    una mayor facilidad para resonar conjuntamente. Por ejemplo la reclamacin de una sustentabilidad

    territorial autnoma se presenta bajo muy diferentes formas: en Chiapas (Mxico) y sus juntas de

    buen gobierno, en el Cauca (Colombia) por parte de campesinos e indgenas que reclaman sus zonas

    de reserva para preservar formas de vida, en los procesos sociocomunitarios que se dan al calor de

    fbricas recuperadas en Brasil o Argentina, desde propuestas de soberana alimentaria en diversas

    partes del mundo, includo los pases del centro, o a partir de la creacin de un sentimiento y unas

    prcticas comunitarias en la creacin de conocimiento en internet.

    Es ms, con amplitud enfatizo que no se trata de grupos de presin, sino de movimientos-sociedad:

    son embriones de nuevos satisfactores de necesidades bsicas contenidos en su hacer y no slo en

    sus demandas, como su idea de entender la participacin y el manejo de las nuevas tecnologas, el

    consumo y los sistemas agroalimentarios, las relaciones de gnero o sus prcticas econmicas.

    Retomando una expresin de Heller (1988), los movimientos sociales modifican las aguas de la

    poltica desde lo poltico, las sociedades desde necesidades sentidas, las necesidades generales

    desde prcticas cotidianas que se dan dentro y fuera de los procesos de protesta y organizacin

    social ms prximos.

    As mismo, destaco que los nuevos movimientos globales no tematizan su entendimiento de

    dignidad, como hiciera el movimiento obrero (en torno a los derechos laborales, la distribucin de

    renta) o los nuevos movimientos sociales en Europa (ecologismo, feminismo, etc.), si no que

    pretenden un cambio global, un mundo en el que quepan muchos mundos, de la mano de abordar

    cuestiones de poder conjuntamente en torno a la existencia de clases, de un capitalismo depredador,

    de un mundo financiero insustentable, de un patriarcado jerarquizante, de una colonizacin de

    formas de pensamiento favorable a los de arriba, etc. Son aspiraciones de cambio global, en el

    sentido de que son contemplados diferentes ejes de poder y distintas dimensiones y niveles de

    realizacin del mismo: se critica la poltica institucional de los Estados, pero tambin la esfera

    financiera mundial, como tambin los instrumentos que canalizaron en su momento determinados

    18

  • descontentos (partidos y sindicatos mayoritarios).

    Ansias de cambio global, sin embargo, que pueden quedar como aspiracin, alejndose de lo que

    otrora se consideraran sujetos revolucionarios que serviran de palanca para transformaciones

    unitarias del poder institucionalizado en un lugar. Aqu la apertura y la diversidad permite

    abrazar descontentos pero no, necesariamente, para articularlos bajo una direccin de cambio social

    compartidas. Tomemos el ejemplo del 15-M. Los diferentes discursos beben de la demanda inicial:

    democracia real ya: no somos mercanca en manos de polticos y banqueros. Y a partir de ah

    surgen propuestas en clave de democracia radical (deliberacin y consultas permanentes, soberana

    alimentaria, proteccin de libertades en internet, crtica del patriarcado en lo poltico y en la

    poltica, etc.), que se combinan con propuestas de democracia participativa o de abrir las agendas de

    las instituciones actuales (derechos sociales, acceso a empleo, redistribucin de riqueza, control

    social de mercados y clase poltica). Del 15-M surgieron mareas de protesta (sanidad, educacin,

    recortes laborales en sectores como limpieza y otros), reactivando un sindicalismo poco

    conestatario en las calles y en los lugares de trabajo. Sirvi ms como espacio de movilizacin que

    como proceso de transformacin de la poltica, de agendas o de las lites.

    Internet y la poltica del y

    Los diferentes usos de las nuevas tecnologas de informacin y comunicacin estn detrs (y no

    delante) del actual ciclo de movilizaciones: lo retroalimentan y lo amplifican, pero no lo crean, no le

    dan la vida. S lo nutre de manera decisiva pues, desde los aos 90, vienen siendo utilizadas

    ampliamente por los movimientos madrugadores. La reticularidad de internet como soporte para

    la movilizacin est correlacionada con una cultura de protesta que insiste en radicalizar la

    democracia, al facilitar encuentros entre diversidades, horizontalidad comunicativa y organizativa

    (Candn 2013, Calle 2013). No se comportan igual, ya que la cultura de protesta funciona con

    anclajes territoriales que condicionan social e histricamente el uso de los medios; ni tienen los

    mismos horizontes estructurales, pues las nuevas tecnologas son tambin presas fciles del mundo

    real de las corporaciones que controlan el hardware, el software o la jerarquizacin social a travs

    del consumo. Pero no hay duda de que las nuevas tecnologas han facilitado la eclosin de

    movimientos sociales.

    En efecto, conflicto visibilizado, legitimacin social y articulacin entre descontentos que ya estn

    activados (o detectados por la poblacin) son los tres lados del tringulo societario en el que

    funciona toda movilizacin social. E internet se mueve y ha ayudado a cristalizar esos tres lados

    19

  • bajo tringulos comunes, inclinando a ciertas audiencias hacia la movilizacin social, ya que:

    es una herramienta de confrontacin abierta al permitir la programacin de acciones

    directas (dentro y fuera de internet) y la organizacin de encuentros (sean asambleas o

    dinmicas en red) que alimentan las protestas;

    es una herramienta de legitimacin social al poder eludir el control de las lites y, sin estar al

    margen de dinmicas de poder (gestin por parte de transnacionales, espionaje y

    seguimiento en internet, reproduccin de desigualdades), facilitar el acceso directo a

    informacin proveniente de la ciudadana o de grupos activistas, alienta la creacin de

    goras virtuales en torno a problemticas que se vuelven virales en la red y permite

    acercar el protagonismo social como demanda y como medio de accin;

    y es claramente una herramienta para articular descontentos al favorecer el conocimiento de

    otras luchas sociales y, al mismo tiempo, tender puentes para la construccin y visibilizacin

    de demandas compartidas.

    Definitivamente, muchos procesos iniciados en los aos 90 encontraron su feliz aliado en internet.

    Y mediante dicha alianza dejaron su huella en los nuevos movimientos globales, tanto en lo que se

    refiere a la cultura del protagonismo social, como a la puesta en escena de ciclos de protestas que

    vemos dos dcadas ms tarde (Calle 2005). Las calles de ciudades de Brasil, sacudidas por las

    concentraciones en torno a los estadios de ftbol y otras ocupaciones de edificios pblicos, se

    parecen mucho a aquellas concentraciones de la mano de Reclaim the Streets frente a la

    Organizacin Mundial del Comercio, ocupaciones de espacios y manifestaciones llenas de

    desobediencia que daran el salto cualitativo en los eventos de Seattle, en 1999. Las campaas

    virales (de rpida y reticular expansin) en internet para impedir un (mayor) control de sus

    contenidos tienen tambin su similitud en las iniciativas que llevaron a la retirada en 1998 del

    Acuerdo Multilateral de Inversiones (acuerdo para otorgar una carta de derechos de los grandes

    inversores econmicos a escala mundial) como consecuencia de la rpida difusin entre redes

    activistas de esta propuesta de las lites globales. El lema de los rebeldes se buscan encontr ecos

    fsicos en los sucesivos encuentros Intergalcticos contra el Neoliberalismo y por la Humanidad

    (Chiapas en 1996, Estado espaol en 1997), imposibles de concebir, junto con la propagacin de

    comits de apoyo en pases de Europa, sin la existencia del correo electrnico y las pginas web.

    Ecos fsicos de buscarse y ocupar espacios, que encontrara en el nacimiento de Indymedia su

    20

  • revulsivo para la explosin de las protestas antiglobalizacin desde 1999 en adelante, frente al

    FMI, la Unin Europea, la OTAN, etc.

    Toda esta combinacin de tecnologas de la informacin y radicalizacin democrtica como base

    de la protesta, junto con los otros gritos de dignidad y queremos territorio, comenzaban a

    consolidarse como la referencia de muchos procesos de movilizacin en el mundo, all por los aos

    90. Hoy es una realidad encardinada en el ADN de los actuales procesos de movilizacin que

    resuenan en las protestas globales, y tambin en el despegue de los rebeldes que buscan y

    construyen otras economas, otros sindicalismos, otras formas ms comunitarias de satisfacer

    necesidades bsicas, defender territorios y exigir protagonismo social. Ejemplos sobran al analizar

    las herramientas de protesta y difusin que siguen y auspiciaron la primavera tunecina, el 15M en

    Espaa o la acumulacin de descontentos en la plaza Gezi en Estambul, por poner unos ejemplos.

    Pero todo esto, ya vena sucediendo, me atrevo a afirmar (y a documentar). La cultura de

    radicalizacin democrtica, del derecho a decidir, estaba recombinndose con el queremos

    dignidad, frente a una globalizacin percibida como amenazante y autoritaria. Berln, 1988: el

    movimiento okupa protagoniza la oposicin a la cumbre oficial del Fondo Monetario Internacional

    y del Banco Mundial, al grito de impidamos el congreso. Toronto, ese mismo ao: la oposicin al

    G-7 toma forma de cumbre alternativa (TOES: The Other Economic Summit). Ro de Janeiro,

    1992: emerge la contracumbre ms meditica hasta entonces como contrapunto de la Cumbre de la

    Tierra auspiciada por la ONU en Ro de Janeiro: El Foro Global. Madrid, 1994: la ciudad asiste a la

    celebracin de los 50 aos del Banco Mundial, pero empaada por un foro plural en sus debates y

    contestatario en las calles que proclama que 50 Years is Enough! (50 aos Bastan). Diversidad,

    reticularidad, contestacin de los poderes autoritarios, articulacin entre debates y toma de calles,

    invitacin a la ciudadana a participar (ms all de un sujeto histrico concreto) son elementos que

    percibimos aqu y en los nuevos movimientos globales. Y progresiva presencia de internet. En torno

    al 1% de la poblacin del Estado espaol tena acceso a internet en 1994. Pero, a pesar de tan escaso

    porcentaje, diversas organizaciones estaban ya madrugando en su utilizacin como articulador de

    descontentos. As, la contracumbre del Banco Mundial servira de lanzamiento para uno de los

    proyectos comunitativos ms emblemticos del panorama en este pas de la informacin alternativa

    y de los servicios en internet para colectivos sociales: Nodo50 (ww.nodo50.org).

    Desde entonces, el despegue de las protestas llamadas antiglobalizacin, las manifestaciones

    contra la guerra y la construccin de foros alternativos irn trabajando los gritos de democracia y

    21

  • dignidad. A ellos se sumara o los pondra en otro escenario, las voces provenientes del llamado Sur.

    En efecto, los movimientos indgenas de Amrica Latina (1992 contestando la celebracin de los

    500 aos del descubrimiento) y la red internacional de La Via Campesina (a partir de 1993, y su

    discurso de soberana alimentaria desde 1996) constituirn piezas claves del puzzle que teje

    articulaciones frente a la globalizacin. El mundo no es una mercanca se proclama. Mundo-

    territorio, planeta herido, donde el sistema-mundo capitalista es a la vez depredador social, va

    mercantilizacin de espacios, deseos y relaciones : no somos una mercanca en manos de polticos

    y banqueros es el lema con el que el 15M contestar la falta de democracia y las consecuencias

    sociales de la agenda neoliberal.

    El auge de las nuevas tecnologas como goras virtuales, herramientas de accin y confrontacin o

    que facilitan la articulacin de descontentos reside, a su vez, en el despegue de la poltica del y.

    Denomino la poltica del y a aquella cultura de organizacin de la protesta que enfatiza la

    agregacin, la diversidad y la horizontalidad, permitiendo procesos a la vez que dificultando

    sedimentaciones. Desde el fortalecimiento de expresiones comunitarias hasta la agregacin puntual

    a campaas de protesta o ejercicios de desobediencia civil, esta cultura poltica se enmarca

    simblicamente en el lema zapatista de los rebeldes se buscan. Es expresin a su vez, de una

    disconformidad con patrones cerrados, de abajo hacia arriba y donde el proyecto colectivo ahoga la

    diversidad. De alguna manera, intenta desmarcarse de la poltica del o. La poltica del o es ms

    propicia o caracterstica de la diferencia, de la identificacin con un tema o siglas de actuacin, ms

    propia del movimiento obrero pero tambin presente en las corrientes de protesta surgida en los 60

    y los 70 que enfatizaron fuertes perfiles identitarios en las luchas sociales.

    Como sealo, no se trata de una cultura mejor o peor para construir una estrategia de

    emancipacin, aunque ciertamente sito la poltica del o ms cerca de vicios eurocntricos y

    patriarcales en la defincin de una verdad en forma de progreso universal, materialista y con ansias

    de homogeneizacin.

    La poltica del y marca nuevos tiempos de rebelda frente a dinmicas autoritarias y satisfactores

    que no pueden sostenerse sin niveles cada vez ms altos de violencia a favor de una minora.

    Nuevos tiempos que, a su vez, ofrecen nuevos retos polticos y derivados de la transicin

    socioambiental. Lo y es tambin limitante para la emergencia de escenarios alternativos. En lo

    poltico, la agregacin es favorecedora de culturas lquidas e individualizadoras (Z. Bauman),

    limitando procesos de cooperacin estables (R. Sennet en Juntos. Rituales, placeres y polticas de

    22

  • cooperacin). Se obstaculiza as la construccin de estructuras o procesos que puedan ser referencia

    para mayoras: cmo pasar de necesidades (diversamente) sentidas a necesidades generales?

    cmo construir articulaciones estables ms all de temticas e identidades siempre provisionales?

    cmo contemplar, a su vez, la confluencia entre lo viejo y lo nuevo, entre proyectos que buscan

    radicalizar la democracia y estrategias de emancipacin asentadas en derechos e instituciones

    pblicas que han emanado de los Estados que dan la mano hoy a las democracias autoritarias? La

    poltica del y, de la misma manera que la galaxia internet, arroja sombras sobre el paso de lo

    poltico y ms vivencial-prximo (Rendueles 2013), a la poltica, que se asienta en la vivencia y

    construccin de la sociedad que va ms all de mi cotidianeidad y de las relaciones puntuales que

    establezco en un gora, en un barrio o en una acampada de protesta. La visibilizacin y el trabajo

    sobre estas contradicciones emanar, a buen seguro, de las propias dificultades que afronten los

    movimientos sociales para seguir caminando, mientras se preguntan por nuevos horizontes. No

    olvidemos que los movimientos sociales son laboratorios, poltica prefigurativa, agentes de cambio,

    constructores de otras gramticas sociales de emancipacin.

    Y en lo ambiental, las formas de movilizacin ms lquidas se enfrentan tambin al dilema de

    los tiempos y de las magnitudes de los cambios necesarios ante escenarios como el cambio

    climtico, las luchas contra la prdida de biodiversidad y las transiciones hacia nuevos sistemas

    productivos y energticos (Heinberg 2006). Los tiempos hablaran de urgencia, y la radicalizacin

    de la democracia requiere asentar procesos, cambiar conciencias, desarrollar otras memorias para la

    emancipacin. La magnitud de transformaciones para una recuperacin de la conciencia de especie,

    para un metabolismo que nos permita seguir habitando con dignidad el planeta, requiere incorporar

    la sustentabilidad extensa (social y ambiental) en todos nuestros procesos econmicos frente a un

    consumismo creciente y una intensificacin de mercados globales fuertemente depredadores.

    Internet, por tanto, se presenta como aliado de la poltica del y en la medida en que se haga eco

    virtualmente de transformaciones y encuentros reales. La construccin de sociedad, de

    sociabilidad, requiere esfuerzos, confianzas, conflictos, actitudes, espacios, hbitos, valores, etc. E

    internet pudiera ser, no un aliado, si no un dinamitador de estas rutas donde las otredades se hacen

    relaciones. Ya sea por el fenmeno pecera mercantil (estructuras que lo mercantilizan, Sdaba y

    otros 2013; Ippolita 2012); o por la creacin de una virtualizacin de lo social, donde individuos

    vidos y necesitados de lazos buscan consumir relaciones pero no construirlas vivencialmente

    (Rendueles 2013).

    23

  • Es necesario, sin embargo, clarificar en este corto texto las relaciones entre socializacin y las

    nuevas tecnologas. En primer lugar, toda sociedad, como revel el nacimiento de la escritura o la

    evolucin de la agricultura, es en parte hija de su tecnologa; tambin de sus fracasos cuando, por

    ejemplo, los sistemas de riego que salinizaron las tierras de Mesopotamia hicieron naufragar todo

    un Estado arcaico: las tecnologas pueden alentar la creacin de civilizaciones ecocidas18. Nada

    nuevo pues, con las comunicaciones, aunque la intensidad de la esfera virtual es de tal

    microcapilaridad que genera transformaciones macrosociales en un breve lapso de tiempo: desde las

    protestas globales hasta el re-descubrimiento del uso de nuestro dedo pulgar en las aplicaciones

    de telfonos mviles.

    En segundo lugar, las relaciones entre internet (I), tomada como referencia de las nuevas

    tecnologas comunicativas-informativas, el desarrollo de una protesta (P) y la sociedad (S) son

    diversas. Tenemos ejemplos de la combinacin P-I-S: Media Ninja para las protestas en Brasil

    (Narrativas Independientes, Periodismo -Jornalismo en portugus- y Accin) se crea en 2011 y es

    parte del xito de la difusin de las protestas de 2013 con motivo de la Copa FIFA Confederaciones,

    de la misma manera que Indymedia (Independent Media) lo sera para el carrusel de protestas

    antiglobalizacin a partir de 1999. Otra posibilidad es S-I-P: grupos sociales se organizan,

    utilizan la red y despus generan una protesta: sta es la relacin de los grupos creados por DRY

    (Democracia Real Ya) que dieron lugar a las acampadas 15M. Tambin tenemos P-I-P: el 15M se

    extendi y auto-organiz merced a la replicacin de modelos, patrones y posibilidad de engrosar la

    participacin y deliberacin desde nuevos cauces abiertos en internet para tal fin: twits como #15M

    o #acampadasol galvanizaron las acampadas en dos das; espacios como n-1.cc sirvieron para la

    organizacin (al margen de facebook) de comisiones y asambleas; webs y videos en internet

    dinamizaron los espacios locales del 15M partiendo de direcciones propias como tomalaplaza.net.

    El verdadero limitante en internet es cuando la comunicacin insiste en un I-I: las noticias, quejas y

    demandas virales que se mueven en la red virtual sin que supongan un esfuerzo para una

    sociabilidad real, aunque s crean el caldo de cultivo al dar credibilidad a diagnsticos que, en

    ocasiones, podrn saltar a la calle en forma de presin ciudadana.

    Por todo ello, me parece pertinente abordar la movilizacin como parte de una transicin ms

    amplia, que llamo la transicin de los rebeldes. Son estas nuevas rebeldas, estos nuevos jvenes

    iracundos, pero tambin mayores y nuevos sin (sin derechos, sin trabajo, sin territorio, sin18 Civilizaciones que insistieron en reproducirse desde tencologas que imposibilitaron su reproduccin ecosistmica,

    ver Franz Broswimmer, Ecocidio. Breve historia de la extincin en masa de las especies, Pamplona, Editorial Laetoli, 2005.

    24

  • palabra), embarcados en los gritos de queremos decidir y queremos dignidad, los que

    retroalimentarn el sentido y la base social de estas protestas.

    La transicin de los rebeldes: ms all de la protesta

    Los nuevos o renovados gritos de movilizacin, por tanto, no nacen de las novedades tecnolgicas.

    Utilizan la tecnologa para reclamar otros satisfactores, polticos y expresivos, pero tambin de otras

    necesidades humanas. Pueden verse como un collage, pero insisto en asociarlos a un proceso de

    transiciones inaplazables (Calle 2013, cap. VI): fin de ciclos polticos en clave global como

    consecuencia de la primaca de la agenda neoliberal; entrada en una era post-fsil y profundizacin

    de un vuelco climtico que alterar las bases estructurales del capitalismo, introduciendo

    relocalizaciones y deslegitimando propuestas econmicas globalizadoras (por ejemplo, tratados

    de libre comercio a favor de multinacionales); y revisin de culturas de emancipacin a travs de

    nuevas dinmicas de movilizacin. Es la transicin de los rebeldes que apuestan por transiciones

    humanas.

    No slo la protesta nos da la medida de las nuevas rebeldas en la calle. Es una de las patas, pero

    hay otras tres conformando esta mesa en la que los rebeldes y las rebeldes se estn buscando. La

    mirada desde una sociologa de la protesta, y de la accin colectiva en general, debe acompaarse

    de una mirada de otras formas de accin disruptiva que plantean o dibujan otras sociedades, y que a

    grandes rasgos consisten en:

    la emergencia de iniciativas de economas sociales, especficamente de economas para los

    bienes comunes, donde lo comn son elementos naturales (agua, tierra, semillas, etc.), as

    como espacios y tecnologas que facilitan compartir el conocimiento y desarrollar

    cooperacin social para la satisfaccin inclusiva de necesidades;

    la contestacin de las formas de actuacin y de organizacin del sindicalismo clsico,

    mayoritario por lo general en cuanto a afiliados se refiere, que encuentra su crtica a partir

    de un renovado sindicalismo desarrollado desde una mayor auto-organizacin y ms all del

    lugar del trabajo;

    la construccin de alternativas polticas bajo la forma partidos-asamblea o partidos-

    ciudadana, los cuales incorporan el protagonismo social como referente de accin (partidos

    abiertos continumente a la participacin ciudadana); o se consolidan como actores

    dispuestos a intervenir en las instituciones locales (municipalismo democrtico). Pretenden

    25

  • construir una agenda poltica (bloques crticos) que, conectndose a movilizaciones en las

    calles, constituya un freno a las agendas neoliberales, a las prcticas depredadoras

    extractivistas, proponiendo el derecho a tener derechos sociales o la gestin ms autnoma

    (co-gestin o autogestin) por parte de la ciudadana de satisfactores clave para nuestras

    necesidades en torno a salud, educacin, conocimiento, alimentacin.

    Son tambin una amalgama de contestaciones que, si bien presentan patrones muy especficos (por

    territorio, oportunidades polticas o cultura poltica que lo anima), no podemos dejar de leerlas, al

    igual que los ciclos de protesta internacionales, en claves compartidas de: protagonismo social,

    contestacin de la agenda neoliberal y articulaciones desde una poltica del y. En gran medida, los

    nuevos movimientos globales y los ciclos de protesta internacionales desarrollados al calor de l

    (las cumbres antiglobalizacin desde mediados de los 90, contra la guerra de Irak a principios del

    2000, ms recientemente la convocatoria Occupy en 2011), han servido para llevar mensajes y

    formas de organizacin social frente a conflictos cada vez percibidos como ms compartidos, ms

    globalizados. Y eso hace que, en la actualidad, las cuatro dimensiones de la rebelda estn

    conectadas entre s, y tambin se conecten internacionalmente, dando lugar a manifestaciones

    econmicas, polticas o sindicalistas que viajan entre pases, a la par que las propias convocatorias

    de protesta.

    Los acontecimientos dirn si estos nuevos rebeldes pueden ofrecer una alternativa a la transicin

    dolorosa, aquella que aumenta la exclusin, para convertirla en transiciones humanas, sustentables

    en el sentido social y ambiental. Pero esta duda pertenece al maana, aunque no por mucho tiempo,

    ni tampoco parece un escenario favorable a las lites tras la irrupcin de estos nuevos movimientos

    globales.

    26

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