graffíti un arte entre tres vertientes
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FACULTAD DE ARTES DE LA UNIVERSIDAD AUNTÓNOMA DE CHIHUAHUA
MAESTRÍA EN ARTES
Graffíti: Un arte entre tres vertientes
Hugo Fernando De León Flores
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“Imagina una ciudad en la que el graffíti no es ilegal. Una ciudad en la que todo el mundo puede pintar donde quiera.
Donde cada calle está inundada con millones de colores y pequeñas frases. Donde esperar el autobús nunca ha sido aburrido.
Una ciudad viva que pertenece a todos, no solo al estado y a los dueños de grandes negocios. Imagina una ciudad así y no te acerques demasiado a la pared, está recién pintada”
Banksy
Introducción
El arte urbano como manifestación artística está plagado de diferentes estilos y
condiciones para su desarrollo. Podríamos distinguir dos principales corrientes,
una de ellas es la que centra su forma de representación por medio de objetos
ajenos al entorno urbano, y en ocasiones pertenecientes a él, en los cuales se
modifica su estructura, con el fin de descontextualizarlo de su entorno y llevar a
la mente del espectador a un a codificación distinta a la habitual, esta corriente
la llamaremos instalación.
La otra corriente (íntimamente ligada a la anterior) es el graffíti, en el
cual centraremos el desarrollo de este ensayo, y para su mayor comprensión lo
dividiremos en tres vertientes. En la primera veremos el graffíti desde su
carácter de representación plástica, analizando el concepto de pieza, como
parte de una corriente de expresión pictórica así como los factores que
intervienen en el proceso de elaboración. En segunda instancia, analizaremos
el graffíti como instrumento de protesta, las cualidades del esténcil dentro del
entorno urbano y la mímesis que tiene entre los anuncios publicitarios. Por
último abordaremos el impacto de las nuevas tendencias dentro del ámbito
comercial, y como es que varios graffiteros saltan del anonimato al mundo de la
normatividad de las galerías, poniendo en el centro de la controversia su
trabajo, el cual, los más fieles representantes de la trasgresión urbana
consideran un arte vendido.
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El graffíti: su valor estético
Cada pared a lo largo de las calles se convierte en el espacio ideal para la
expresión artística, este entorno, en el que convergen sujetos de todas las
clases y gustos, es ideal para exhibición de la obra plástica. Desde tiempo
ancestrales el ser humano ha convertido de las paredes un medio de
expresión, ahí se plasma todo tipo de ideas que van desde lo meramente
documental, hasta su carácter expresivo. Hoy en día, esta idea no es ajena a
los artistas del bote, miles de jóvenes alrededor del mundo han adoptado al
graffíti como su medio de expresión.
Los variantes estilos hacen que el graffíti navegue en la delgada línea
que hay entre actividad plástica y contaminación visual. Dentro de sus
diferentes manifestaciones, la que nos compete es la que se encuentra dentro
de la ley, esto no significa que el graffíti en su carácter vandálico carezca de
valor plástico. Estar dentro de la ley significa contar con los permisos
necesarios para su realización. En primera instancia, podemos apuntar que el
graffíti hecho de manera legal es una mínima parte del acervo callejero, ya que
los puristas afirman que al momento en el que se concede permiso al artista
para plasmar su obra en la calle, la obra se priva de su razón de ser, ya que se
considera que la clandestinidad es parte inherente a ella.
Es justo la clandestinidad lo que hace que la sociedad vea a este
movimiento como sinónimo de vandalismo y delincuencia. Visto de esta
manera las manifestaciones pictóricas nacidas bajo el amparo de la cultura hip
hop están en constante lucha para su aceptación dentro de la sociedad,
Gardner (1998) declara que “las actividades creativas sólo son conocidas como
tales cuando han sido aceptadas en una cultura concreta” (p. 53).
Las pautas marcadas por los variados estilos de graffíti determinan su
valor estético dentro de la cultura, si bien los denominados tags son los que
más abundan en las calles, su calidad de obra plástica está lejos de ser
aceptada por la sociedad. Los factores determinantes para que la pinta sea
considerada arte, van más allá de una simple firma en la pared, es necesario
un proyecto complejo donde interactúen diversas técnicas con el propósito de
ampliar el mensaje. La elaboración de una propuesta estética recae en la
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maduración propia del graffitero. Consideramos pieza a la manifestación más
elevada dentro del mundo del graffíti, tal concepción está relacionada
directamente con la evolución del artista, aquí se adentra mas a la elaboración
sistemática del mensaje por medio del bocetaje previo, para una adecuada
distribución del espacio y una correcta selección de color. Este proceso implica
factores no contemplados en el trabajo ilegal, una pieza clandestina se erige
con límite de tiempo, al momento de entrar al ámbito de lo legal el artista pude
hacer gala de su técnica sin la presión que la ilegalidad precede.
La representación formal de una pieza está constituida por diversos
procesos, estrictamente el primero de ellos es la idea, Eisner (2004) menciona
que “la representación puede empezar, y con frecuencia empieza, con una idea
o imagen huidiza y a veces evanescente” (p.22). De la idea nace la obra, una
vez tenida la concepción de la imagen, esta pasa al papel, que constituye el
primer borrador en la que la obra se sujeta a correcciones, para así, dar el salto
a la barda.
El significado en la obra varía según su contexto y la experiencia del
autor, lo motivos para realizar una pieza pueden solo el de tener fama o la
simple necesidad de expresar algo, ya sea por fama o por expresión, el
carácter plástico de la obra queda documentado en el paisaje efímero y
cambiante de las calles.
Al igual que el expresionismo abstracto, el grafiti se aleja de la
uniformidad estilística y permite adoptar diferentes estilos para su
representación, aun cuando se recurre a un estilo en específico, cada artista
imprime su estilo personal, lo que hace que reconocible su obra a los demás.
La deformación tipográfica característica del wildstyle no tiene por objetivo
comunicar una idea de manera concreta, de lo que trata es la de la trasmisión
de sensaciones por medio de los trazos relacionados intuitivamente, las letras
se retuercen en el espacio e invitan a espectador a dar un recorrió a lo largo y
ancho de la obra.
Por otro lado conforma una labor deconstructiva inteligente, en la que la
descomposición de los rasgos formales del tag aparece como un
proceso complejo de desvinculación y disgregación formales. El nombre
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aparece así como inmerso en un caos real y constante del que se forma
y del que surge en una dialéctica constante (De Diego).
Las palabras se convierten en formas ilegibles lo que dificulta la
trasmisión clara del mensaje explicito, las significaciones son diversas y van
más allá de lo escrito. Según Eisner (2004) la representación está precedida
por alguna forma que surge del significado del lenguaje -en el caso del graffíti
el lenguaje escrito- sin embargo ésta no es la única manera de representación.
“Las formas que atraen nuestro sentido de la vista también son modos básicos
de comunicación y lo han sido desde que los seres humanos inscribieron
imágenes hace unos diecisiete mil años en las paredes de las cuevas de
Lascaux” (p.25).
La obra comunica un estado de ser y de sentir, a la vez es condicionada
por el contexto que la rodea. La composición, armonía de color, la forma el
punto y la línea, están manifiestas en la cultura del aerosol, la obra queda
expuesta en la calle donde pronto será borrada pero una mas ocupara su lugar.
El graffíti, gritos de protesta Sin dejar de lado su valor estético, el graffíti es una forma de arte contestatario
universal, su cualidad de insurrecto y subversivo le han logrado una gran
adopción de adeptos alrededor del globo. A un poco más de 40 años de su
proliferación, el graffíti sigue siendo estandarte en las luchas sociales, y
representación importante de las inconformidades colectivas.
El graffíti francés del 68 no se interesa por la imagen sino por la palabra,
que lanza al viento para transformar el mundo. Sus máximas recorrerán
pronto los campus universitarios de 50 países, que se revuelven contra
el poder con clara intención de acorralarlo (López).
La ilegibilidad como expresión plástica y personal del artista pierde
sentido ante la protesta, el mensaje se representa de una manera clara, su
función de comunicación directa entre la idea y el espectador incurre en el
espacio urbano y le da voz a las paredes. Las consignas son mordaces y
precisas el tag pasa de ser la firma del autor a una manifestación de
inconformidad ante condiciones especificas de represión o calidad de vida.
Parte de la expresión plástica del graffíti se desarrolla en el marco de la
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ilegalidad, su carácter contestatario y subversivo se platea totalmente dentro
de la clandestinidad, “el graffíti posee de manera inherente un sentido de
protesta contra el control gubernamental y corporativo del espacio urbano”
(Fairey citado en Flores, 2004, p.15).
La lucha por el espacio es constante, cada artista busca su momento de
gloria entre la saturación de imágenes que se ven por las calles de las
ciudades, para que el mensaje sea efectivo, se tiene que recurrir a la repetición
constante del mismo. Probablemente el graffíti de protesta no tenga sentido si
lo vemos desde un punto de vista plástico, pero eso no demerita su valor como
medio de comunicación por parte de las minorías que quieren ser escuchadas,
el espacio público es el marco ideal para la representación grafica de sus
consignas, cada zona representa diferentes grupos, que potencialmente verán
el mensaje.
Al salir de su espacio de confort (como puede ser el barrio) el graffitero
expone directamente su mensaje y obliga a una mayor diversidad de
transeúntes a verlo. La variedad de estilos hace más, o menos atractiva la
expresión. Dentro de esta rama de graffíti contestatario lo más común es ver el
clásico tag, el cual por su rapidez de ejecución propicia una rápida
propagación, teniendo como soporte una variedad de diferentes superficies, no
solo el muro es parte del lienzo urbano, al igual que en sus inicios en Nueva
York, el graffíti toma por asalto cualquier superficie apta para llevar el mensaje,
desde las alturas como pueden ser anuncios espectaculares y rascacielos,
como también soportes móviles como el metro, autobuses, trenes y autos.
El tag logra el objetivo base, que es llevar un mensaje concreto, de una
manera rápida, a un público determinado, pero la saturación de rayas es un
problema que imposibilita la emisión clara del escrito, es por esto que la
representación de la raya no se limita solamente al tagging, esta busca
maneras diferentes de hacerse ver entre el mundo grafico de las calles.
A finales de los 90 e inicios de la primera década del siglo XXI se
produjo una efervescencia creativa en el espacio público, desde la
confluencia de agentes de muy distinto perfil u origen, surgiendo
etiquetas como Postgraffiti, Neograffiti o Arte Urbano. Las calles fueron
escenario entonces de un rebrote de las pegatinas y los carteles, así
como del graffíti con plantillas (Figueroa, 2007, p. 121).
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Estilos como el esténcil y el cartel, exigen al artista un trabajo
multifacético, ya no se trata sólo de rayas escritas en la pared, el lenguaje
madura y se mimetiza entre la variedad de carteles publicitarios distribuidos en
el entorno urbano. El mensaje es acompañado de una imagen que refuerza la
comprensión y refleja la personalidad del artista.
Las aplicaciones del esténcil dentro de la señalética urbana están
ligadas al diseño grafico, la cual busca sintetizar la imagen, con la función de
organizar, dirigir o informar. La universalidad del esténcil de debe a la adopción
de iconos culturales reconocibles en la sociedad y la mezcla con la estética de
los mensajes publicitarios, pero, en espacios no destinados para la propaganda
comercial, fuera del permiso que representa realizar una pieza artística, el
esténcil se apropia del entorno de forma ilegal, lo que deriva en un distribución
arbitraria del mensaje por diferentes puntos, en los que la publicidad formal no
puede llegar.
Me interesa que la gente se encuentre con otra iconografía más allá del
consumo habitual. La idea es dejar huellas en la ciudad que nos hagan
resignificar [sic] el espacio donde vivimos, utilizar el mismo recurso de la
publicidad pero apelando a otro tipo de percepción y construyendo otro
tipo de mensaje (Candela, 2009, p.15).
Las aplicaciones clandestinas del tag, del cartel y del esténcil en el
paisaje urbano se inclinan en contra de lo establecido y divide las opiniones,
entre si es arte, o solo vandalismo.
De la calle a lo comercial El graffíti, antes de poder ser considerado arte, debemos decir que está
inmerso y es parte de una cultura, la cultura hip hop, la cual día con día gana
muchos adeptos, desde la música, las pintas y aquellos que se identifican con
la cultura urbana. Es por esta razón que el graffíti ha tenido una enorme
proliferación en los medios de comunicación y en el ámbito artístico de las
galerías. El número de artistas del aerosol que exponen su trabajo de una
manera formal, aumenta.
El graffíti contemporáneo se encuentra difuso en su sentido, si bien por
un lado sigue siendo contestatario e ilegal por otro lado se ve representado
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cada vez más en los medios de comunicación. Se convierte en estandarte de
corporaciones y campañas, que revaloran su valor estético, y el impacto que
esta tiene para las nuevas generaciones. Casos como el de Shepard Fairey
que siendo un artista callejero conocido por bombardear las ciudades de
Estados Unidos con imágenes de André el Gigante. Salta a la fama con la
imagen de Obama, la que al poco tiempo se convierte en un icono
norteamericano de la cultura pop.
La aceptación del graffíti normativo dentro de la sociedad, se debe en
gran parte a la nueva concepción estética que grandes corporaciones tienen de
él, estas marcas de alta confiabilidad para el sujeto, implantan las tendencias
aceptables en la elaboración de mensajes publicitarios, por esta razón muchos
graffiteros ven en la publicidad un medio de adquirir ingresos por sus obras,
como también el reconocimiento de las mimas. Sus obras se adaptan a las
tendencias contemporáneas en diversos ámbitos del mundo comercial, “el que
pretende crear ha de ser consciente de la tradición y modos de pensar de cada
época” (Rodríguez, 2002, p. 20).
De la calle a la galería hay un proceso de maduración en la técnica, a
diferencia del arte plasmado en la calle, la galería ofrece un espacio en el cual
el artista se expone a un público que asiste con la intención de ver la obra. La
reputación está precedida por el trabajo callejero, teniendo como factores
influyentes, la calidad, el mensaje, el número de obras y las zonas (entre más
prohibido mas valioso es). De esta manera cuando el artista llega a la galería
ya está hecho de un nombre reconocible dentro del ámbito, la calle sirve de
plataforma en la imposición de nuevas tendencias estilísticas, adecuadas a los
lugares formales de exposición. “Una persona no puede ser creativa en un
campo en el que no ha sido iniciada” (Csikszentmihalyi, 1998, p.47). Todo
empieza con la experimentación en el barrio, que a lo largo del desarrollo del
artista y la maduración de su obra, salta a las calles concurridas de las
ciudades, y de ahí algunos llegaran al mundo del arte formal y de la publicidad.
Para un escritor tradicional pintar fuera del ámbito de lo público no es
graffíti, sino otra cosa, una pintura que ha sido realizada con esta
estética pero nada más. […] Los escritores de exposición se alejan
progresivamente de su actividad en la calle y las que realizan acaban
por convertirse en verdaderas performances donde acuden críticos,
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estudiosos, fotógrafos, curiosos, etc. con el propósito de inmortalizar el
suceso para su posterior estudio y exposición (De Diego).
Banksy es un ejemplo de la comercialización que puede llegar a tener el
arte callejero. Si bien, Banksy, es considerado por algunos como un vendido,
su trabajo de galería no rebasa el éxito que tiene su obra clandestina, es un
referente importante al momento de referirnos al graffíti como arte
contemporáneo, y definir que en esta manifestación urbana, los términos ilegal
y arte, se entrelazan con un mismo fin, hacer que las paredes hablen.
Conclusión La capacidad que tiene el graffíti de modificar el entorno es indiscutible, lo que
se pone en tela de juicio es si en efecto es una manifestación artística. Su
carácter vandálico hace que se le considere sólo como una forma de
contaminación visual.
A medida que el graffíti evoluciona en sus diferentes estilos, deja ver su
valor plástico aportando una nueva estética a las urbes, que en su rincón más
bajo, lo ve nacer como la voz de los que gritan por medio de las paredes, ¡aquí
estamos! Por medio de la mas mínima expresión como el tag, hasta las
complicadas e intrincadas formas la pieza wildstyle. Todas ellas nos reflejan
una necesidad de expresión por parte de sectores específicos de la sociedad,
en los cuales la cultura hip hop llego para quedarse.
El debate entre puristas y sus contrarios estará en la mesa, con la
intención de esclarecer si la comercialización y la exhibición en galerías del
graffíti, le resta credibilidad y lo aleja de su propósito de tomar por asalto las
calles a la irónica luz de la clandestinidad, que es testigo de la fugacidad de la
obra, que cubierta bajo la pintura espera que pronto otra ocupe ese lienzo
urbano, en palabras de Skool 77 “el hip hop nació, creció, y morirá en la calle”.
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Referencias citadas Candela, X. Conversación mural: stencil y graffíti. Revista de ciencia y técnica
de la Universidad empresarial siglo 21. 2 (2). Recuperado el 22 de enero del 2011 de, http://www.21.edu.ar/descargas/institucional/ciencia_tecnica/valdez.pdf
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