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    Durante el ltimo cuarto de siglo, la crisis africana de finales de la dca-da de 1970 se ha venido transformando en lo que con razn se calificacomo tragedia africana1. En 1975 el PNB per cpita del conjunto del

    frica subsahariana alcanzaba el 17,6 por 100 del PNB per cpita mun-dial; en 1999 haba cado hasta el 10,5 por 100. Con respecto a las ten-dencias genricas del Tercer Mundo, los niveles de salud, mortalidad yalfabetizacin del frica subsahariana se han deteriorado de forma pare-

    cida. La esperanza de vida en el momento del nacimiento est ahora encuarenta y nueve aos y el 34 por 100 de la poblacin de la regin estsubalimentada. La tasa de mortalidad infantil africana era de 107 por ca-da 1.000 nacimientos en 1999, frente a la cifra de 69 para el sur de Asia

    y de 32 para Amrica Latina. Cerca del 9 por 100 de la franja de poblacinsubsahariana entre quince y cuarenta y nueve aos vive con VIH/SIDA,cifra que supera con mucho la de otras regiones. Hay 121 casos de tubercu-losis por cada 100.000 habitantes, mientras que las cifras correspondien-tes para el sur de Asia y Amrica Latina son 98 y 452.

    La finalidad principal de este artculo consiste en situar esta transforma-cin en la perspectiva del sistema-mundo capitalista, ubicando la expe-riencia del frica subsahariana en el contexto de la bifurcacin ms gene-

    1 Este artculo presentado inicialmente en la conferencia sobre The Political Economy ofAfrica Revisited, Institute for Global Studies, Johns Hopkins University, abril de 2002 pro-viene de un proyecto conjunto con John Saul, destinado a evaluar nuestros escritos sobre laeconoma poltica de frica treinta aos despus de su publicacin. En la preparacin deesta versin del artculo me han ayudado mucho Ben Brewer, Jake Lowinger, Darlene Millery Cagla Ozgur, as como los comentarios sobre versiones anteriores de John Saul, BeverlyJ. Silver y Jos Itzigsohn. La calificacin de tragedia africana se debe a Colin LEYS: Con-fronting the African Tragedy, NLR1/204 (marzo-abril de 1994), pp. 33-47.2 Vase el Programa de Desarrollo de la ONU, Human Development Report 2001, pp. 144,165, 169. Las cifras de ese informe estn tomadas de la propia ONU, la OMS y la FAO.

    ARTCULOS

    GIOVANNI ARRIGHI

    LA CRISIS AFRICANA

    ASPECTOS DERIVADOS DEL SISTEMA-MUNDO

    Y ASPECTOS REGIONALES

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    ral de los destinos del Tercer Mundo que se abri en torno a 1975. Eseenmarque sirve a su vez a un doble propsito. Por un lado, pretende eva-luar hasta qu punto se habran podido prever la crisis y la tragediaempleando el tipo particular de economa poltica que introdujimos3JohnSaul y yo a finales de la dcada de 1960. Por otro, pretende remediar loque retrospectivamente me parecen las deficiencias ms sobresalientes,

    no slo de nuestra (vieja) variante de economa poltica, sino tambin,muy especialmente, de la nueva variante introducida en la dcada de1980 por los tericos de la eleccin racional como respuesta a la crisis.

    Proceder del siguiente modo. Plantear primero las principales tesis quepropusimos Saul y yo antes de que se iniciara la crisis y las compararcon las proclamas de la nueva economa poltica. A continuacin anali-zar resumidamente la evolucin de la crisis africana para mostrar que losaos en torno a 1980 constituyen un punto de inflexin importante en

    cuanto al destino del frica subsahariana en la economa poltica global;luego ofrecer una explicacin sumaria centrndome en el cambio radi-cal acontecido en el contexto general del desarrollo del Tercer Mundoentre 1979 y 1982. En los ltimos apartados del artculo intentar plan-tear una explicacin ms elaborada, atendiendo al impacto extremadamen-te desigual provocado por el cambio del contexto global sobre diferentesregiones del Tercer Mundo, dedicando una atencin especial al agudocontraste entre los destinos de frica y del este asitico; y concluir conuna breve evaluacin de lo que podran haber hecho las elites y gobier-

    nos africanos para evitar la tragedia africana o al menos neutralizar susaspectos ms destructivos.

    I. Economa poltica de frica, nueva y vieja

    Durante los ltimos veinte aos la interpretacin dominante de la crisisafricana la ha atribuido a una supuesta propensin de sus elites y gruposdominantes al empleo de malas polticas y pobre gobernacin. La defi-nicin de stas, as como las razones de la supuesta adiccin africana aellas, ha ido variando, pero la idea de que la responsabilidad fundamen-tal de la tragedia africana corresponde a sus elites y gobiernos es com-partida por la mayora de las interpretaciones. Como veremos, en los lti-mos aos esta idea ha sido puesta en cuestin por algunas investigacionesmuy serias sobre los determinantes del comportamiento econmico delos pases del Tercer Mundo. Ese cuestionamiento, sin embargo, no hapasado de ser implcito y ha tenido poco impacto sobre la interpretacinpredominante de la crisis.

    ARTCULOS

    3 En una serie de artculos aparecidos ms tarde en Giovanni ARRIGHIy John SAUL, Essays onthe Political Economy of Africa, Nueva York, 1973. En ellos, como en ste, el trmino fricase refiere siempre al frica subsahariana.

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    El texto ms influyente en el lanzamiento de la interpretacin estndar fueun documento del Banco Mundial de 1981 conocido como Informe Berg4.Su evaluacin de las causas de la crisis africana era muy internalista ymuy crtica hacia la poltica de los gobiernos africanos por haber socavadoel proceso de desarrollo destruyendo los incentivos que habran permitidoa los productores agrcolas incrementar la produccin y las exportaciones.

    Monedas nacionales sobrevaluadas, menosprecio de la agricultura cam-pesina, industrias altamente protegidas y excesiva intervencin estatalfueron sealadas como las malas polticas fundamentalmente responsa-bles de la crisis africana. Devaluaciones sustanciales de la moneda, des-mantelamiento de la proteccin industrial, incentivos a los precios para laproduccin y las exportaciones agrcolas y sustitucin de la empresapblica por la privada no slo en la industria, sino tambin en la pres-tacin de servicios sociales fueron las buenas polticas recomendadaspara salvar al frica subsahariana de sus infortunios.

    Los diagnsticos y pronsticos del Informe Berg coincidan con los deotro texto muy influyente publicado tambin en 1981, que pronto adqui-ri la categora de clsico como exposicin tanto de la nueva economapoltica como de los peligros de la intervencin estatal en los pases sub-desarrollados5. En opinin de Bates, los funcionarios pblicos de los pasesafricanos recin independizados utilizaron los poderosos instrumentos decontrol econmico que haban heredado de los regmenes coloniales parabeneficiar a las elites urbanas y en primer lugar y sobre todo a s mismos.

    Al destruir los incentivos con que contaban los granjeros para incremen-tar la produccin agrcola, esas polticas minaban el proceso de desarro-llo. La respuesta de Bates al problema desmantelar el poder pblico ydejar libre al campesinado para aprovechar las oportunidades del merca-do era semejante a la defendida por el Banco Mundial en el InformeBerg y en otros posteriores6.

    Sin embargo, su interpretacin de la crisis era a un tiempo ms pesimis-ta y ms radicalmente antiestatal que la del Banco Mundial, ya que la eva-luacin que haca ste de la situacin se basaba ostensiblemente en unadoble suposicin: supona que una causa importante de las malas pol-ticas era que los gobiernos africanos no haban comprendido sus efectosnegativos, y que los efectos positivos de las buenas polticas, una vez

    ARTCULOS

    4 BANCO MUNDIAL, Accelerated Development in Sub-Saharan Africa: An Agenda for Action,Washington DC, 1981.5 Robert BATES, Markets and States in Tropical Africa: The Political Basis of AgriculturalPolicy, Berkeley, 1981. En cuanto al surgimiento de la nueva economa poltica para fricaen la dcada de 1980, vase, entre otros, Carol LANCASTER, Political Economy and PolicyReform in Sub-Saharan Africa, en Stephen COMMINS (ed.), Africas Development Challengesand the World Bank, Boulder, 1988.6 Vase en especial BANCO MUNDIAL, Toward Sustained Development in Sub-Saharan Africa:A Joint Programme of Action, Washington DC, 1984, yFinancing Adjustment with Growthin Sub-Saharan Africa: 1986-1990, Washington DC, 1986.

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    que se pusieran en prctica, generaran un apoyo generalizado en favorde su mantenimiento. Lo nico necesario (o lo principal) para resolver lacrisis, por lo tanto, era persuadir a los gobiernos africanos de que el cam-bio de una mala poltica a una buena era algo que les beneficiara a ellosmismos y a sus poblaciones. Al introducir consideraciones histricas ysocioestructurales los potentes instrumentos de dominacin que haban

    heredado del dominio colonial las elites africanas; los conflictos por elpoder entre clases y grupos tnicos, regionales y econmicos, la nuevaeconoma poltica (de aqu en adelante NEP) era mucho ms escpticaque el Banco Mundial acerca de la posibilidad de convencer a los gobier-nos africanos de que cambiaran sus malas polticas por otras buenas yde que las mantuvieran si optaban eventualmente por ellas7. Implcitamente,al menos, el antiestatismo de la NEP no slo pretenda liberar a las fuer-zas del mercado de las restricciones y regulaciones gubernamentales,como defenda el Banco Mundial. Tambin tenda a socavar la legitima-

    cin de las coaliciones sociales que controlaban el Estado, fuerzas quecaba considerar irremediablemente comprometidas con la mala polticacomo medio eficaz de reproduccin de su propio poder y privilegios.

    Los diagnsticos internalistas y estatominimalistas del Banco Mundial yla NEP no dejaron de suscitar crticas. La principal provino de los propiosgobiernos africanos. En un documento publicado el mismo ao que elInforme Berg, pero firmado en 1980 en una reunin en Lagos, los jefesde Estado de la OUA atribuan la crisis a una serie de impactos externos,

    entre los que se encontraban el deterioro de los trminos de intercambiopara los productos del sector primario, el creciente proteccionismo de lospases ricos, los elevados tipos de inters y el agobiante servicio de ladeuda. El Plan de Accin de Lagos como acab siendo conocido veala resolucin de la crisis, por lo tanto, en una mayor dependencia, no delos mecanismos del mercado mundial, sino de la capacidad de los Estadosafricanos para movilizar los recursos nacionales y promover una mayorintegracin y cooperacin econmica8. Su insistencia en la autoayudacolectiva mediante la creacin de un mercado comn continental refleja-ba la influencia que lleg a tener en la poca la teora de la dependen-cia, as como la sensacin de poder que los Estados africanos extraan dela casi total descolonizacin formal del continente. Pero ni la influenciade la teora de la dependencia ni aquella sensacin de poder duraronmucho tiempo.

    Poco despus de la promulgacin del plan, cuando la situacin econ-mica ya se iba deteriorando rpidamente, la sequa del Sahel y el ham-bre golpearon con una creciente virulencia que alcanz su culminacinen 1983-1984. Al ao siguiente se convoc una nueva cumbre de la OUA

    ARTCULOS

    7 Vase Lancaster, Political Economy and Policy Reform in Sub-Saharan Africa, cit., pp. 171-173.8 OUA, The Lagos Plan of Action for the Economic Development of Africa 1980-2000, Gi-nebra, 1981.

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    en Addis Abeba con la finalidad especfica de preparar una propuesta deaccin sobre los problemas econmicos y sociales de frica, que debapresentarse en la sesin especial de la Asamblea General de la ONU. Lacumbre produjo un documento, Africas Priority Programme for Econo-mic Recovery, 1986-1990(APPER), que insista una vez ms en el papel delos impactos externos en la profundizacin de la crisis y en la necesidad

    de una mayor autoayuda a fin de superarla. Sin embargo, en abierto con-traste con el plan de Lagos, reconoca sin rodeos las responsabilidades delos gobiernos africanos en la crisis y las limitaciones de cualesquiera accio-nes emprendidas por los Estados africanos por s solos. En lnea con esereconocimiento, aceptaba poner en prctica varias reformas polticas acor-des con el Informe Berg y peda a la comunidad internacional que empren-diera acciones para aliviar la carga aplastante de la deuda externa africana

    y para estabilizar y aumentar los precios pagados por sus exportaciones.El resultado fue un pacto entre los Estados africanos y la comunidad inter-

    nacional para una accin conjunta hacia la resolucin de la crisis, explici-tado en el Programa de Accin de Naciones Unidas para la Recuperaciny el Desarrollo Econmico de frica, 1986-1990 (UNPAAERD)9.

    Fantu Cheru, sealando que los Estados africanos se atuvieron en granmedida a su compromiso en el pacto, mientras que las potencias occi-dentales no lo hicieron, caracteriza el UNPAAERD como una simple reen-carnacin del Informe Berg10. Esa caracterizacin es en gran medidajusta, pero embellece los cambios que se produjeron en la posicin del

    Banco Mundial. A medida que un creciente nmero de Estados africanosse someta a los programas de ajuste estructural del FMI y el BancoMundial, con resultados cuando ms mediocres, tanto la NEP como elBanco Mundial comenzaron a revisar sus prescripciones neoutilitaristas yestatominimalistas y a insistir en el papel de las instituciones y el buengobierno11. En 1997 el Banco Mundial haba abandonado a todos losefectos prcticos la concepcin minimalista del Estado. En su Informesobre el Desarrollo Mundial de ese ao, las anteriores preocupacionespor el tamao del aparato del Estado y la amplitud de la intervencinpblica en la economa quedaron completamente eclipsadas por el lla-mamiento a lograr burocracias eficaces y Estados activos en la puesta enprctica de los planes de ajuste estructural. Esos nuevos imperativos, sinembargo, descargaban una responsabilidad an mayor sobre los hombrosde las elites y gobiernos africanos, tanto por el fracaso de sus economas

    ARTCULOS

    9 Akilagpa SAWYERR, The Politics of Adjustment Policy, en Adedeji, Rasheed y Morrison (eds.),The Human Dimension of Africas Persistent Economic Crisis, Londres, 1990, pp. 218-223.10 Fantu CHERU, The Silent Revolution in Africa: Debt, Development and Democracy, Londres,1999, pp. 15-16.11 Robert BATES, Beyond the Miracle of the Market: The Political Economy of Agrarian Deve-lopment in Kenya, Cambridge, 1989; vase tambin BANCO MUNDIAL, Sub-Saharan Africa:From Crisis to Sustainable Growth. A Long-term Perspective Study, Washington DC, 1989, yBANCO MUNDIAL, Governance and Development, Washington DC, 1992.

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    en la recuperacin como por los desastres sociales que acompaaron esefracaso. Los brotes de optimismo basados en una mayor integracin de

    frica en la economa mundial, la liberacin de los mercados del controlgubernamental y mayores oportunidades para la empresa privada estoes, el sometimiento africano a las prescripciones del FMI y el Banco Mun-dial fueron seguidos a corto plazo por evaluaciones cada vez ms pe-

    simistas sobre la capacidad de los gobiernos y las elites africanas pararesolver su larga crisis12.

    Al releer nuestros Essays on the Political Economy of Africa, me llaman laatencin tanto las semejanzas como las diferencias entre nuestras aseve-raciones y las de la NEP, que se hicieron predominantes en las dcadasde 1980 y 1990. Nuestro anlisis anticipaba la mayora de las crticas hacialas elites africanas que Bates planteaba trece aos despus. Mucho antesde que se iniciara la tragedia africana, fuimos de los primeros en sealar

    que los grupos dominantes de la poca, fueran cuales fueran sus inclina-ciones ideolgicas, eran probablemente parte del problema ms que dela solucin del estado de subdesarrollo del frica subsahariana. En unartculo publicado inicialmente en 1968 argumentbamos que el msimportante de esos problemas era un modelo de absorcin del exceden-te que fomentaba el consumo ostentoso de las elites y subelites buro-crticas urbanas y la transferencia al exterior de beneficios, intereses, divi-dendos y retribuciones de diversos tipos. Al restringir el crecimiento de laproductividad agrcola y los mercados domsticos, ese modelo perpetua-

    ba la dependencia de las economas africanas con respecto al crecimien-to de la demanda mundial de materias primas. A menos que cambiara elmodelo, sealbamos, es muy improbable una aceleracin del crecimien-to econmico del frica tropical en el marco de la economa poltica exis-tente, ycuando acabe la fase de fcil sustitucin de importaciones lo quecabe esperar de hecho es una ralentizacin.

    Por otra parte, un cambio en el modelo de la absorcin del excedentecapaz de estimular la productividad agrcola requera un ataque a los pri-

    ARTCULOS

    12 Vase Ray BUSHy Morris SZEFTEL, Commentary: Bringing Imperialism Back In, Review ofAfrican Political Economy80 (1999), p. 168. Dos artculos de portada de The Economistdantambin buena muestra de ese giro. Tres aos despus de haber proclamado en un artcu-lo de portada que el frica subsahariana est en su mejor momento en toda una genera-cin, en su nmero del 13-19 de mayo de 2000 The Economistdeclaraba desde su portadaque frica era Un continente sin esperanza. Al criticar ferozmente la exigua cosecha delderes africanos, quienes, personalizando el poder, han erosionado las instituciones nacio-nales en vez de estimularlas y convertido sus pases en Estados huecos adornados con los

    oropeles de la modernidad, pero cuyo ncleo est vaco, la revista se preguntaba: Tienefrica alguna deficiencia de carcter inherente que explique su secular atraso y que la hagaincapaz de acometer el desarrollo? Observando el contraste existente entre las dos historiasde portada, el Financial Mail, una revista de negocios de Johannesburgo, replicaba: Tienenlos editores de The Economistalguna deficiencia de carcter inherente que les haga inca-paces de emitir opiniones coherentes?: vase The Hopeless Continent, World Press Review(octubre de 2000), pp. 24-25.

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    vilegios de las mismas clases que constituan la base del poder sobre laque descansan probablemente la mayora de los gobiernos africanos. Porconsiguiente, caracterizbamos el desarrollo econmico del frica tropi-cal en la dcada de 1960 como un crecimiento perverso; esto es, uncrecimiento que socava ms que vigoriza las potencialidades de la eco-noma para el crecimiento a largo plazo. En una poca de optimismo

    generalizado sobre las perspectivas del desarrollo econmico en frica, yespecialmente sobre el papel en ese desarrollo de las elites africanas,nosotros ramos bastante escpticos sobre uno y otro. De hecho seal-bamos incluso que el carcter de la competencia entre las elites en el

    frica contempornea, y en particular el ascenso de los militares a unaposicin de especial relevancia, muestra la amplitud de las fuerzas queimpulsan la situacin en una direccin contrarrevolucionaria13.

    Pese a las coincidencias de ambos diagnsticos, nuestra variante de eco-

    noma poltica difera radicalmente de la NEP en dos aspectos: concedamucha ms atencin al contexto global en el que se desplegaban losesfuerzos desarrollistas africanos y era mucho ms neutral sobre el papelde los Estados en los procesos de desarrollo. El contexto global propor-cionaba un marco sombro a nuestra visin de la situacin. A diferenciade la NEP, atribuamos un papel fundamental al capitalismo mundial enla configuracin y restriccin de los esfuerzos desarrollistas y sus resulta-dos a escala nacional. El modelo de absorcin del excedente que mina-ba el potencial crecimiento a largo plazo de las economas africanas

    incluido el consumo de lujo de las elites urbanas y los niveles relativa-mente altos de consumo de masas de distintos tipos de aristocraciasobreras deba tanto al menos a la integracin de esas economas en loscircuitos globales del capital como a la poltica de las elites africanas des-tinada a apropiarse de la mayor porcin posible del excedente econmi-co. Adems, como muestra un prrafo citado ms arriba, nos dbamoscuenta de que la fase de fcil sustitucin de importaciones dara lugar aun refuerzo de las restricciones impuestas por el capitalismo mundial aldesarrollo nacional en frica.

    Como veremos, se trataba de una economa poltica capaz de predecir yexplicar la crisis africana de la dcada de 1970. Aun as, no ofreca nin-guna gua para una comprensin de las fuerzas que iban a convertir mstarde la crisis en tragedia. No ramos conscientes de la incipiente turbu-lencia del capitalismo mundial, y todava menos del impacto particular-mente desastroso que iba a tener sobre la economa poltica en frica, enagudo contraste con sus beneficiosos efectos sobre otras regiones delTercer Mundo, en particular el este de Asia. Para poner de relieve y tra-tar de reparar esas deficiencias, comenzar mostrando lo que previmos ylo que no previmos sobre la crisis africana.

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    13 G. Arrighi y J. Saul, Essays on the Political Economy of Africa, cit., pp. 16-23, 33, 34; cur-siva aadida.

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    II. Desarrollo desigual de la crisis africana

    Pese a la disposicin generalizada a tratar el frica subsahariana como undesastre uniforme en cuanto al desarrollo, en el subcontinente ha habidotambin muchas historias afortunadas. En su estudio sobre las experien-cias de desarrollo econmico sostenido en frica entre 1960 y 1996, Jean-

    Claude Berthlemy y Ludvig Soderling presentan hasta una veintena detales experiencias, cuatro en el norte de frica y las diecisis restantes enel frica subsahariana14. Se trata de comportamientos extraordinarios quese pueden comparar muy favorablemente con las economas milagrosasdel este de Asia, con lo que proporcionan pruebas conclusivas de que,diga lo que diga el Economist, los pases africanos, en comparacin conotros pases de baja renta, no tienen un defecto caracterstico que leshaga incapaces de mantener un crecimiento sostenido. Para nuestra fina-lidad actual, no obstante, el inters principal de esas experiencias reside

    en su distribucin temporal.

    En el Cuadro 1 he clasificado las diecisis historias de los xitos sub-saharianos segn los aos en que comenzaron y en que concluyeron.Como se puede ver en este cuadro, la mayora de esas historias (12 de 16)se acumulan en dos grupos: un grupo mayor de experiencias (8) quecomenz en la dcada de 1960 y concluy en la de 1970, y un grupo mspequeo (4) que comenz en la dcada de 1980 y no haba concluidotodava en 1996. Con la excepcin de Isla Mauricio, demogrficamente

    insignificante, el grupo ms pequeo consiste en pases que tuvieronexperiencias desarrollistas desastrosas en aos anteriores. Dado que suposterior crecimiento no compensaba su contraccin anterior, su xitoera en gran medida ficticio. El grupo mayor, por el contrario, consiste en

    verdaderas historias de xito y proporciona fuertes pruebas circunstan-ciales en apoyo de nuestra afirmacin en 1968 de que el crecimiento eco-nmico experimentado por los pases africanos de la poca era perver-so, esto es, un modelo que socavaba ms que promova su potencialpara el desarrollo a largo plazo. De hecho, todas menos una de las ochohistorias de xito iniciadas a comienzos de la dcada de 1960 concluye-ron en la dcada siguiente y la nica que se prolong ms all (Kenia)termin a comienzos de la dcada de 1980. Adems, ninguno de los pa-ses que experimentaron esos tempranos xitos aparece de nuevo en elgrupo posterior.

    ARTCULOS

    14 Una experiencia de desarrollo econmico sostenido se define como un perodo ininte-

    rrumpido de diez aos o ms, durante el cual el crecimiento promedio a lo largo de cadaintervalo de cinco aos se mantiene por encima del 3,5 por 100. Las diecisis experienciassubsaharianas que satisfacen esa definicin duraron un promedio de 15,4 aos y mantuvieronun crecimiento medio anual del 7,1 por 100. Vase Jean-Claude BERTHLEMY y LudvigSODERLING, The Role of Capital Accumulation, Adjustment and Structural Change for EconomicTake-Off: Empirical Evidence from African Growth Episodes, World Development2 (2001); lospromedios mencionados se han calculado a partir de su Cuadro 1.

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    Hay sin embargo un aspecto de la distribucin temporal en el Cuadro 1

    que nuestro diagnstico de 1968 dejaba en gran medida sin explicar. Setrata del precipitado declive en el nmero de historias exitosas iniciadasen sucesivos subperodos: ocho en 1960-1964, tres en 1965-1969, una en1970-1974, ninguna en 1975-1979. Ese declive se puede atribuir en partea la dinmica del crecimiento perverso. Su amplitud, sin embargo, apun-ta a un cambio importante en las condiciones de desarrollo africano, estoes, un cambio que redujo drsticamente la probabilidad no slo de quelas experiencias de fuerte crecimiento sostenido se prolongaran, sino tam-bin de que se iniciaran otras nuevas. La idea de que algo ms que el

    crecimiento perverso formaba parte del deterioro de las condicioneseconmicas del frica subsahariana a finales de la dcada de 1970 quedaconfirmada por el comportamiento general de la regin. El Cuadro 2, acontinuacin, muestra el PNB per cpita de diferentes regiones y pasesdel Tercer y el Primer Mundo, como porcentaje del PNB per cpita mun-dial, mientras que el Cuadro 3 muestra los cambios porcentuales en los

    ARTCULOS

    Cuadro 1: xitos subsaharianos, 1960-1996

    Inicio delperodo de Fin del perodo de crecimientocrecimiento

    1970-1974 1975-1979 1980-1984 19851989 1990-1994 1995-1996

    1960-1964 Etiopa Costa de Marfil KeniaSudfrica Malaui

    Togo NamibiaTanzania

    1965-1969 Gabn Camern Botsuana

    1970-1974 Lesoto

    1975-1979

    1980-1984 Ghana Mauricio

    1985-1989 Mozambique Uganda

    Poblacin total (en miles de habitantes) en el ao 2000:

    Botsuana 1.541 Malaui 11.308Camern 14.876 Mauricio 1.161Costa de Marfil 16.013 Mozambique 18.292Etiopa 62.908 Namibia 1.757Gabn 1.230 Sudfrica 43.309Ghana 19.306 Togo 4.527Kenia 30.669 Tanzania 35.119

    Lesoto 2.035 Uganda 23.300

    La poblacin total del frica subsahariana en el ao 2000 era de 650.946.000 habitantes.

    El perodo de crecimiento se mantena ms all de 1996.

    Fuente: Construido a partir de Jean-Claude BERTHLEMYy Ludvig SODERLING, The Role of Capital Accumula-tion, Adjustment and Structural Change for Economic Take-Off, p. 325.

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    valores del Cuadro 2 para los perodos seleccionados y para el perodo1960-1999 en su conjunto15.

    Considerados conjuntamente, estos dos cuadros proporcionan un pano-

    rama sinttico de los xitos y fracasos comparados de distintas regionesdel mundo. Hay tres rasgos principales que exigen algn comentario. Enprimer lugar, aunque el frica subsahariana es con mucho la peor situa-da entre las regiones del Tercer Mundo, ese registro negativo es casi porcompleto un fenmeno posterior a 1975. Hasta ese ao el comportamien-to africano no era mucho peor que el de la media mundial y s mejor queel del sur de Asia y hasta que el de las ms ricas regiones del PrimerMundo (Estados Unidos). No es hasta 1975 cuando frica experimenta un

    verdadero colapso, un hundimiento seguido por un continuo declive en

    las dcadas de 1980 y 1990, que explica fundamentalmente el comporta-

    ARTCULOS

    15 Las cifras del PNB per cpita relativo del Cuadro 2 resultan particularmente adecuadaspara evaluar las diferencias en la renta y la riqueza nacional, as como los avances o retro-cesos en la jerarqua mundial de naciones y regiones por renta y riqueza. Como veremosms adelante, reflejan sin embargo muy imperfectamente las diferencias en bienestar.

    Cuadro 2: PNB regional per cpita como porcentaje del PNB mundial per cpita

    1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 1999

    frica subsahariana 19 18 17 18 16 13 12 11 10 Amrica Latina 71 65 65 73 76 66 59 61 60

    Oriente Prximo ynorte de frica 31 25 31 35 37 36 36 34 34

    Sur de Asia 6 6 6 5 5 6 6 7 7

    Este de Asia* 7 7 7 9 11 13 17 23 25

    Tercer Mundo* 16 15 16 17 18 18 19 22 23

    Norteamrica 443 329 416 326 433 333 469 334 489

    Europa occidental 328 439 353 416 384 462 411 468 417

    Australasia 339 338 331 375 321 393 317 406 357

    Japn 282 355 500 535 578 640 715 719 704

    Primer Mundo 359 374 397 413 431 456 479 475 486

    Tercer Mundo como% del Primer Mundo 4 4 4 4 4 4 4 5 5

    Fuente: clculos basados en BANCO MUNDIAL, World Tables, vols. 1 y 2, 1984, y BANCO MUNDIAL, WorldDevelopment Indicators, CD ROM, Washington DC, 2001.

    * Incluida China.

    PNB mundial=100. He excluido del clculo del PNB mundial per cpita a la antigua URSS y al este deEuropa, as como a algunos pases africanos, asiticos y latinoamericanos, debido a la ausencia de datoscomparables para uno o ms de los aos mostrados en la tabla. Sin embargo, los pases incluidos en elclculo para 1999 alcanzaban aproximadamente el 96,7 por 100 del PNB mundial. El PNB mundial percpita utilizado para calcular los porcentajes del cuadro 2 constituye por tanto una aproximacin muycercana al de la totalidad del planeta.

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    miento comparativamente pobre del perodo 1960-1999 en su conjunto.Aqu tambin, el crecimiento perverso puede ayudar a explicar el colap-so pero difcilmente da cuenta de su profundidad.

    En segundo lugar, el colapso africano de 1975-1990 formaba parte de uncambio importante en la desigualdad interregional del comportamiento eco-nmico del Tercer Mundo. En ese perodo se produjo una notable bifurca-

    cin entre el comportamiento cada vez peor del frica subsahariana, AmricaLatina, y en menor medida Oriente Prximo y el norte de frica, por un lado,

    y el comportamiento cada vez mejor del este y el sur de Asia, por otro (vaseel Cuadro 3). El colapso africano fue una manifestacin particularmenteextrema de esa divergencia. Cabe plantear entonces la pregunta de por quocurri esa bifurcacin cuando lo hizo y por qu fue particularmente nocivapara frica y particularmente beneficiosa para el este de Asia.

    Finalmente, tanto el colapso africano como la bifurcacin interregional

    estaban asociados a un importante cambio de tendencia en el PrimerMundo. Como muestran las anteriores cifras, el comportamiento compara-do de las regiones del primer mundo desde 1960 se ha caracterizado portres tendencias principales. Una de ellas es la mejora muy sustancial, hasta1990, de la posicin de Japn y su relativo estancamiento desde entonces.Otra es la mejora, menos sustancial, de la posicin de Europa occidentalhasta 1990 y su estancamiento menos marcado en la dcada iniciadaentonces. El tercero es el deterioro de la posicin norteamericana hasta1975 y su mejora a partir de ese momento16. Se plantea entonces la pre-

    ARTCULOS

    16 Un cuarto rasgo sobresaliente es el de las oscilaciones mutuamente contracclicas entrelos valores de Estados Unidos y Europa occidental del Cuadro 2. Un anlisis de esa ten-dencia cae fuera del alcance de este artculo. Las oscilaciones se tienen no obstante en cuen-ta en la identificacin de tendencias que viene a continuacin.

    Cuadro 3: Cambios porcentuales en el PNB per cpita en relacincon el PNB per cpita mundial

    1960-1975 1975-1990 1990-1999 1960-1999

    frica subsahariana -5 -33 -17 -47

    Amrica Latina 3 -19 2 -15

    Oriente Prximo y norte de frica 13 3 -6 10Sur de Asia -17 20 17 17

    Este de Asia 29 89 47 257

    Tercer Mundo 6 12 21 44

    Norteamrica -26 44 4 10

    Europa occidental 27 -1 1 27

    Australasia 11 -15 13 5

    Japn 90 34 -2 150

    Primer Mundo 15 16 1 35

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    gunta de cmo se relacionan entre s estas tendencias y si los colapsosafricano y latinoamericano de la dcada de 1980 estn relacionados dealgn modo con el cambio simultneo de la posicin norteamericana.

    En resumen, lo que convirti en tragedia la crisis del frica subsahariana,con consecuencias desastrosas no slo para el bienestar de sus pueblos

    sino tambin para su statusen el mundo, fue el colapso econmico de laregin en la dcada de 198017. Aunque excepcional en cuanto a su seve-ridad, ese colapso formaba parte de un cambio de tendencias ms amplioentre las regiones del Primer y el Tercer Mundo. La tragedia africana debeexplicarse, por lo tanto, analizando las fuerzas que propulsaron esa trans-formacin y las que hicieron particularmente grave su impacto sobre

    frica. Es decir, debemos ofrecer respuestas a las dos siguientes pregun-tas bsicas: primera, cmo se explica el cambio de tendencia de lasdiversas regiones del mundo a finales de la dcada de 1970? Y segunda,

    por qu afect positivamente ese cambio al comportamiento de algunasregiones del Tercer Mundo y negativamente al de otras, y mucho msnegativamente al comportamiento del frica subsahariana que al de cual-quier otra regin del Tercer Mundo?

    III. La coyuntura del sistema-mundo y la crisis africana

    Buena parte de la respuesta a la primera pregunta reside en la naturale-

    za de la crisis que sufri el capitalismo mundial en la dcada de 1970, yen la respuesta frente a ella de la potencia hegemnica, Estados Unidos.Esa crisis global fue al mismo tiempo una crisis de rentabilidad y de legi-timidad18. La primera se debi ante todo a la intensificacin a escala mun-dial de las presiones competitivas sobre todas las empresas en general, ysobre las firmas industriales en particular, derivada de la gran expansindel comercio y la produccin mundiales durante las dcadas de 1950

    y 1960. En cierta medida, la crisis de legitimacin fue consecuencia de lacrisis de rentabilidad. Las polticas e ideologas que haban desempeadoun papel esencial en el despegue y mantenimiento de la expansin mun-dial del comercio y la produccin durante las dcadas de 1950 y 1960 elllamado keynesianismo, entendido en sentido amplio se volvieron con-traproducentes, tanto social como econmicamente, en cuanto la expan-sin intensific la competencia por recursos cada vez ms escasos, tantohumanos como naturales. Pero la crisis de legitimidad se debi tambina los crecientes costes sociales y econmicos del recurso estadounidense ala coercin para afrontar el desafo comunista en el Tercer Mundo.

    ARTCULOS

    17 Sobre las implicaciones sociales del colapso africano, vase Mary CHINERY-HESSE, Diver-gence and Convergence in the New World Order, en Adebayo ADEDEJI (ed.), Africa Withinthe World: Beyond Dispossession and Dependence, Londres, 1993, pp. 144-147.18 Vase mi libro El largo siglo XX, Madrid, Akal, 1999 [1994]; y G. ARRIGHI, Beverly J. SILVERet al., Caos y orden en el sistema-mundo moderno, Madrid, Akal, 2001 [1999].

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    La respuesta inicial de Estados Unidos a la crisis retirada de Vietnam yapertura a China, manteniendo no obstante la adhesin al keynesianismotanto en el mbito domstico como en el exterior slo consigui empeo-rarla, provocando un declive precipitado del poder y prestigio estadou-nidenses. De ese declive formaba parte un desencanto generalizado (par-ticularmente agudo en frica) con respecto a lo que Philip McMichael ha

    llamado el proyecto desarrollista lanzado bajo la hegemona estadouni-dense19. Esto no se debi a un deterioro de la situacin econmica delTercer Mundo, ya que en un primer momento la crisis global parecamejorar las perspectivas econmicas de esos pases, incluidos los de

    frica. A comienzos de la dcada de 1970 los trminos de intercambioespecial, pero no exclusivamente, para los pases productores de petr-leo mejoraron para ellos. Adems, la crisis de rentabilidad en los pasesdel Primer Mundo, combinada con la inflacin de las rentas del petrleodepositadas rutinariamente en bancos occidentales y mercados financie-

    ros extraterritoriales, cre una liquidez sobreabundante. Ese exceso deliquidez se recicl a su vez como prstamos de capital en trminos alta-mente favorables para los pases del Segundo y Tercer Mundo, incluidoslos africanos, lo que hizo que a comienzos de la dcada de 1970 mejora-ra en todo caso la situacin de todas las regiones del Tercer Mundo excep-tuando el sur de Asia (vase el Cuadro 3). Pero fue en esa poca cuandolos pases del Tercer Mundo, cada vez ms impacientes con el proyectodesarrollista, intentaron renegociar los trminos de su incorporacin a laeconoma poltica global mediante el establecimiento de un nuevo orden

    econmico internacional. Haba al menos tres buenas razones para ello.

    La primera fue que, aun en las regiones del Tercer Mundo con mejor com-portamiento, el progreso econmico quedaba todava muy lejos de lasesperanzas despertadas por la descolonizacin y la industrializacin omodernizacin generalizadas. Como muestran los Cuadros 4 y 5, referi-dos a los pases del Primer Mundo, todas las regiones del Tercer Mundoincrementaron su grado de industrializacin (medido por el porcentajedel sector industrial en el PNB) y la urbanizacin (medida por el porcen-taje no rural de la poblacin total) en mayor medida que su PNB por cpi-ta. Hablando comparativamente, en otras palabras, los pases del TercerMundo soportaban los costes sociales de la creciente industrializacin yurbanizacin sin compartir los beneficios econmicos que haban espe-rado cosechar sobre la base de la experiencia histrica de los pases delPrimer Mundo.

    Una segunda causa de la crisis del proyecto desarrollista, relacionada enparte con la primera, fue que el crecimiento econmico hizo poco por ali-

    viar la pobreza del Tercer Mundo. Ya en 1970, el presidente del BancoMundial, Robert McNamara, haba reconocido que, aun alcanzando altas

    ARTCULOS

    19 Philip MCMICHAEL, Development and Social Change: A Global Perspective, Thousand Oaks,California, 1996.

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    tasas de crecimiento del PNB, en los pases pobres la mortalidad infantilsegua siendo alta, la esperanza de vida baja, el analfabetismo genera-lizado, el desempleo endmico y creciente y la distribucin de renta yriqueza gravemente sesgada20. Aunque durante casi toda la dcada de1970 la renta de muchos de los pases del Tercer Mundo se incrementen trminos absolutos y relativos, el bienestar de sus poblaciones siguimejorando lentamente, si es que lo hizo en algo21.

    Finalmente, las mejoras en la situacin econmica de las regiones del Tercer

    Mundo, o al menos de algunas de ellas, comparadas con las del Pri-mer Mundo, parecan quedar lejos del desplazamiento comnmente per-cibido en el equilibrio mundial del poder poltico que sigui a la debacleestadounidense en Vietnam, la derrota portuguesa en frica, las dificultadesisraeles en la guerra de 1973 y la entrada de la Repblica Popular Chinaen el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Los dos primerosshockspetrolferos fueron en parte causa y efecto de ese cambio percibi-do en el equilibrio mundial de poder. Tambin fue as en cuanto al cre-cimiento de los flujos de capital norte-sur, tanto privados como pblicos.

    ARTCULOS

    20 Robert MCNAMARA, The True Dimension of the Task, International Development Review1(1970), pp. 5-6.21 Dudley SEERS, The Birth, Life and Death of Development Economics, Development andChange(octubre de 1979).

    Cuadro 4. Porcentaje de sector manufacturero respecto al PIB de la reginen comparacin con la media mundial

    1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1998

    frica subsahariana 55 65 65 72 71 76 87 75

    Amrica Latina 100 99 98 114 115 122 112 101

    Oriente Prximo ynorte de frica 39 39 44 40 41 57 69 69

    Sur de Asia 49 52 53 65 71 74 81 76

    Este de Asia* 63 69 83 96 115 117 124 149

    Tercer Mundo* 77 80 81 94 100 105 107 114

    Norteamrica 99 100 90 89 88 85 83 90

    Europa occidental 102 99 101 104 101 98 96 93

    Australasia 90 92 88 84 80 76 67 65

    Japn 123 120 131 120 120 126 126 115Primer Mundo 103 103 103 101 100 100 99 97

    Tercer Mundo como% del Primer Mundo 75 78 78 92 99 106 108 118

    Fuente: idemCuadro 1.* Incluida China.

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    Las demandas de un nuevo orden econmico internacional por parte delTercer Mundo pretendan aumentar y al mismo tiempo institucionalizaresa redistribucin incipiente de los recursos22.

    El Plan de Accin de Lagos, firmado por los jefes de Estado africanos en 1980,expresaba todava la sensacin de poder de los gobiernos del TercerMundo derivada de la crisis de la hegemona estadounidense. Pero eseplan reflejaba tambin circunstancias rpidamente cambiantes, que eranen parte efecto del descenso en la produccin y el comercio mundiales,

    que a partir de 1975 condujo a un empeoramiento de los trminos deintercambio para la mayora de los pases del Tercer Mundo no produc-tores de petrleo. El factor decisivo, sin embargo, fue la respuesta radi-calmente nueva dada por parte de Estados Unidos al declive continuo desu poder y prestigio, que alcanz su nadir a finales de la dcada de 1970con la revolucin iran, un nuevo aumento de los precios del petrleo, lainvasin sovitica de Afganistn y una nueva y seria crisis de confianza enel dlar estadounidense. Fue en este contexto, en los ltimos aos de laadministracin Carter y luego, con mayor determinacin, bajo Reagan

    cuando se produjo un cambio drstico en la poltica estadounidense.

    ARTCULOS

    22 Stephen KRASNER, Structural Conflict: The Third World Against Global Liberalism, Berke-ley, 1985.

    Cuadro 5. Porcentaje de poblacin no rural en comparacincon la media mundial

    1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1998 1999

    frica subsahariana 51 54 59 64 67 69 72 76 79

    Amrica Latina 149 154 161 168 170 170 168 166 164

    Oriente Medio yNorte de frica 91 98 105 110 111 117 121 126 128

    Sur de Asia 51 51 53 56 59 59 59 60 61

    Este de Asia* 51 53 52 53 57 64 71 74 77

    Tercer Mundo* 64 66 69 71 75 79 82 84 86

    Norteamrica 212 207 207 202 194 186 178 172 168

    Europa occidental 206 204 206 205 199 191 183 178 173

    Australasia 242 237 237 234 224 213 201 192 185

    Japn 190 193 200 207 200 191 183 177 172Primer Mundo 206 204 206 205 198 190 182 176 171

    Tercer Mundo como% del Primer Mundo 31 33 33 35 38 41 45 48 50

    Fuente: idemCuadro 1.

    * Incluida China.

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    Militarmente, el gobierno estadounidense comenz a evitar el tipo debatalla sobre el terreno que le haba llevado a la derrota en Vietnam,optando en su lugar por la guerra mediante agentes interpuestos (comoen Nicaragua, Angola y Afganistn), confrontaciones de valor meramentesimblico (como en Granada y Panam) o bombardeos desde el aire,donde su maquinaria blica de alta tecnologa contaba con una ventaja

    absoluta (como en Libia). Al mismo tiempo, Estados Unidos inici unaescalada en la carrera de armamentos con la Unin Sovitica mucho msall de lo que sta poda afrontar. Y lo que es ms importante, el gobier-no estadounidense comenz a recurrir a polticas econmicas una con-traccin drstica de la oferta monetaria, tipos de inters ms elevados,impuestos ms bajos para los ricos y libertad de accin prcticamenteirrestricta para la empresa capitalista que liquidaron no slo el legadodel New Dealdomstico, sino tambin, y muy especialmente, el Fair Dealpara los pases pobres lanzado por Truman en 194923. Mediante esa bate-

    ra de medidas polticas, el gobierno estadounidense comenz a comba-tir agresivamente por el capital a escala mundial y a financiar un crecientedficit comercial y por cuenta corriente en su propia balanza de pagos,provocando as un fuerte incremento en los tipos de inters reales a esca-la mundial y una reversin importante en la direccin de los flujos decapital global.

    Estados Unidos, que en las dcadas de 1950 y 1960 haba constituido lafuente ms importante de liquidez mundial y de inversin directa, se con-

    virti as en la de 1980 en el principal deudor del mundo y en el mayorreceptor de capital extranjero. La amplitud de este giro radical puede cali-brarse observando el cambio producido en la balanza de pagos estadou-nidense por cuenta corriente24. En el perodo de cinco aos entre 1965 y1969 sta registr todava un supervit de 12.000 millones de dlares, queconstitua casi la mitad (el 46 por 100) del supervit total de los pasesdel G7. En el quinquenio 1970-1974 el supervit se contrajo a 4.100 millo-nes de dlares (el 21 por 100 del total de los pases del G7). Entre 1975 y1979 se produjo un dficit de 7.400 millones de dlares. Desde entoncesel dficit creci hasta niveles anteriormente inimaginables: 146.500 millo-nes de dlares en 1980-1984; 660.600 millones en 1985-1989; 324.400 mi-llones de dlares en 1990-1994, y 912.400 millones de dlares en 1995-1999.Como consecuencia de ese creciente dficit estadounidense, la salida totalde capital de los pases del G7, que fue de 46.800 millones de dlares en ladcada de 1970 (medida por sus supervit en cuenta corriente consolidadapara el perodo 1970-1979), se convirti en un flujo de entrada positivode 347.400 millones de dlares en 1981-1989, y de 318.300 millones dedlares en el perodo 1990-199925.

    ARTCULOS

    23 Vase Ph. McMichael, Development and Social Change, cit.24 Dejando a un lado errores y omisiones, los supervit por cuenta corriente reflejan lassalidas netas de capital y los dficit las entradas netas.25 Todas esas cifras provienen de datos del FMI.

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    Esa reversin, de proporciones histricas, reflejaba una capacidad extraor-dinaria, absoluta y relativa, de la economa poltica estadounidense paraatraer capitales de todo el mundo. Es probable que se trate de la causams importante del cambio producido en el devenir econmico de EstadosUnidos y de la bifurcacin en los itinerarios econmicos recorridos pordistintas regiones del Tercer Mundo, ya que la reorientacin del flujo de

    capitales hacia Estados Unidos hizo crecer su demanda e inversin efec-tivas, al tiempo que las haca disminuir en el resto del mundo. Por otraparte, esa reorientacin permiti a Estados Unidos afrontar grandes dfi-cit en su balanza comercial que crearon una demanda expansiva para lasimportaciones de los artculos que las empresas estadounidenses no con-sideraban ya rentable producir. Dado que las presiones competitivas sehaban hecho particularmente intensas en el sector manufacturero, esosbienes importados solan ser ms bien industriales que agrcolas.

    Estos efectos distintos tendieron a separar las regiones del mundo en dosgrupos. Por un lado estaban aquellas que, por razones histricas y geo-grficas, contaban con grandes ventajas en la competencia por una partede la expandida demanda estadounidense de productos industriales bara-tos. Esas regiones tendieron a beneficiarse del giro que se haba verifica-do en el flujo de capitales, ya que la mejora en su balanza de pagos ami-noraba la necesidad de competir con Estados Unidos en los mercadosfinancieros mundiales. En el otro extremo estaban las regiones que, porrazones histricas y geogrficas, se vean particularmente desfavorecidas

    en la competencia por una parte de la demanda estadounidense. Estasreas tuvieron que afrontar dificultades cada vez mayores en su balanzade pagos vindose en la situacin desesperada de tener que competirdirectamente con Estados Unidos en los mercados financieros mundiales.En lneas generales, ste me parece el origen fundamental de la bifurca-cin que se produjo entre las regiones del Tercer Mundo a finales de ladcada de 1970 y que se materializ plenamente en la de 1980.

    Una causa secundaria pero aun as significativa de la bifurcacin fue elllamado Consenso de Washington que acompa el cambio de la polti-ca estadounidense en los campos militar y financiero; lo que John Toyeha llamado con justicia la contrarrevolucin en la teora del desarrollo26.El Informe Berg y la serie de informes del Banco Mundial que le siguie-ron, as como la NEP, formaban parte de esa contrarrevolucin. El rgi-men favorable hacia el desarrollo de los treinta aos anteriores qued ofi-cialmente liquidado, y a los pases del Tercer Mundo se les invit a jugarcon reglas totalmente diferentes, abriendo sus economas nacionales a losfros vientos de la intensificada competencia del mercado mundial, y arivalizar entre s y con los pases del Primer Mundo creando en sus res-

    ARTCULOS

    26 John TOYE, Dilemmas of Development: Reflections on the Counter-Revolution in Develop-ment Economics, Oxford, 1993.

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    pectivas jurisdicciones la mayor libertad posible de movimiento y accinpara las empresas capitalistas. En frica, sobre todo, esa nueva estrategiade ajuste estructural se present como el antdoto para el modelo esta-talista, cada vez ms desacreditado, que haba prevalecido durante lostreinta aos anteriores. En la prctica, la cura result a menudo muchopeor que la enfermedad27. Pero si bien la nueva estrategia no cumpli sus

    promesas en cuanto al desarrollo, s consigui consciente o inconscien-temente inducir a los pases del Tercer Mundo a adaptar sus economasa las nuevas circunstancias de la acumulacin a escala mundial creadas porla reorientacin de los flujos de capital hacia Estados Unidos28. ElConsenso de Washington contribuy as a consolidar la bifurcacin quese haba abierto entre los destinos de unas y otras regiones del TercerMundo.

    IV. Una perspectiva comparada de la crisis africana

    Por qu, sin embargo, consigui en esas condiciones el este de Asia yen menor medida el sur de ese mismo continente un comportamientomucho mejor que el de Amrica Latina y sobre todo que el del frica sub-sahariana? Parte de la respuesta, al menos, es que a lo largo de la dca-da de 1970, Amrica Latina y el frica subsahariana se hicieron msdependientes del capital extranjero que el este o el sur de Asia. A medi-da que la reorientacin del flujo de capital hacia Estados Unidos ganaba

    impulso, esa dependencia se hizo insostenible. Cuando la bancarrotamexicana de 1982 revel dramticamente lo inviable que se haba hechoel modelo anterior, el diluvio de capitales que haban experimentado enla dcada de 1970 los pases del Tercer Mundo (y en particular los de

    Amrica Latina y frica) se convirti en la repentina sequa de la dca-da de 1980. En el caso de frica, la sequa real del Sahel empeor lascosas considerablemente. Deberamos tener presente, sin embargo, que

    ARTCULOS

    27 Vase, entre otros, Yusuf BANGURA y Bjorn BECKMAN, African Workers and Structural Adjustment: The Nigerian Case, y Richard SANDBROOK, Economic Crisis, Structural Adjust-ment, and the State in Sub-Saharan Africa, ambos en Dharam GHAI (ed.), The IMF and theSouth: The Social Impact of Crisis and Adjustment, Londres, 1991; A. Sawyerr, The Politicsof Adjustment Policy, cit.; Paul MOSLEYy John WEEKS, Has Recovery Begun? Africas Adjust-ment in the 1980s Revisited, World Development10 (1993); Susan GEORGE, Uses and Abusesof African Debt, en Adebayo Adedeji (ed.), Africa Within the World; Ademola ARIYO yAfeikhena JEROME, Privatization in Africa: an Appraisal, World Development, nm. 1, 1998;Sarah BRACKING, Structural Adjustment: Why It Wasnt Necessary and Why It Did Work,Review of African Political Economy80 (1999); y Jake LOWINGER, Structural Adjustment andthe Neoclassical Legacy in Tanzania and Uganda, artculo no publicado.28 Vase mi World Income Inequalities and the Future of Socialism, NLR1/189 (septiembre-octubre de 1991); Ph. McMichael, Development and Social Change, cit.; S. Bracking, Struc-tural Adjustment: Why It Wasnt Necessary and Why It Did Work, cit.; y Manfred B IENEFELD,Structural Adjustment: Debt Collection Device or Development Policy?, Review (FernandBraudel Center) 4 (2000).

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    la versin mexicana de la crisis financiera golpe a frica antes, redu-ciendo considerablemente su capacidad de afrontar los subsiguientesdesastres, tanto naturales como originados por el hombre.

    La mayor dependencia previa del capital extranjero puede explicar porqu Amrica Latina y el frica subsahariana resultaron ms vulnerables

    que el sur y el este de Asia al drstico cambio que se haba verificado enla economa-mundo capitalista en torno a 1980. Pero difcilmente puedeexplicar por qu, en esas nuevas circunstancias, el sur y el este de Asiase vieron mucho ms favorecidos que antes de 1980. Tampoco explicala persistencia de la mejora del sur y el este de Asia frente al deteriorolatinoamericano y especialmente africano. Creo que para entender porqu ese cambio del contexto global tuvo un impacto tan persistentemen-te desigual sobre unas u otras regiones del Tercer Mundo, debemos con-siderar a stas como individuos geohistricos con una herencia preco-

    lonial, colonial y poscolonial especfica que les otorg diferentes recursospara afrontar el cambio.

    Pero es ms fcil decirlo que hacerlo. Retrospectivamente, una de lasprincipales debilidades de nuestros artculos sobre la economa polticade frica es que prcticamente no prestaron atencin ni a las dotaciones derecursos ni a las configuraciones poltico-econmicas que el frica sub-sahariana hered de las pocas precolonial y colonial, en comparacincon las heredadas por otras regiones del Tercer Mundo. Mientras las rela-

    ciones entre distintas regiones del Tercer Mundo fueron mayormente nocompetitivas, como suceda hasta principios de la dcada de 1970, esadistinta herencia tena importancia, desde luego, pero no tanta como laque comenz a tener cuando esas relaciones se fueron haciendo cada vezms competitivas, como sucedi durante las dcadas de 1980 y 1990.

    Aqu me limitar a ilustrar esa cuestin con algunas observaciones sobrelas dos regiones con las que estoy ms familiarizado, el este de Asia y el

    frica subsahariana, que por otra parte resultan ser la mejor y la peor tra-tadas por el perodo en cuestin. Me concentrar en tres cuestiones dis-tintas pero estrechamente relacionadas: fuerza de trabajo, empresariado yformacin de la economa nacional-estatal.

    El argumento clsico de Arthur Lewis de que las regiones subdesarrolla-das se caracterizan por una oferta ilimitada de fuerza de trabajo nuncase aplic realmente a frica, donde la fuerza de trabajo parece haber sidosiempre escasa29. La forma primaria de interaccin del frica subsaharia-

    ARTCULOS

    29 Arthur LEWIS, Economic Development with Unlimited Supplies of Labour, ManchesterSchool2 (1954). Vase mi Labour Supplies in Historical Perspective, reimpreso como cap-tulo 5 de G. Arrighi y J. Saul, Essays on the Political Economy of Africa, cit. Ese artculo erauna crtica no tanto de Lewis (quien era consciente de la limitada aplicabilidad de su teoraa frica) como a la aplicacin de la teora de Lewis a Rhodesia meridional realizada porW. L. BARBER en The Economy of British Central Africa, Londres, 1961.

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    na con el mundo occidental en los tiempos precoloniales la importacinde armas y la exportacin de esclavos empeor indudablemente cualquierescasez estructural de fuerza de trabajo en relacin con los recursos natu-rales que pudiera haber existido en la regin antes de esa interaccin.Como indica Eric Wolf, incluso antes de que se estableciera el trfico deesclavos, frica no era [...] un rea con exceso de poblacin [...]. El factor

    ms escaso [...] no era la tierra sino la fuerza de trabajo30

    . La subsiguientedespoblacin y alteracin de las actividades productivas, asociadas directao indirectamente con la captura y exportacin de esclavos, dej comoherencia una baja densidad de poblacin y pequeos mercados locales queen muchas reas de frica se mantuvieron durante la era colonial31.

    Bajo el colonialismo creci la oferta de fuerza de trabajo, pero tambin lohizo la demanda en la medida en que creca la explotacin de los recur-sos naturales africanos. En las reas urbanas haba con frecuencia gran-

    des excesos de poblacin, fcilmente disponibles para el empleo en lascondiciones reinantes en los sectores formales. Sin embargo, estas condi-ciones solamente se daban para la minora de la fuerza de trabajo que losempleadores pblicos o privados decidan incorporar de forma estable asus organizaciones, constituyendo as las condiciones de un mercado detrabajo interno. Aunque de hecho haba un excedente de fuerza de tra-bajo, en las condiciones reales del mercado de trabajo externo la ofertatenda a caer normal y persistentemente por debajo de la demanda32.

    Durante y despus de la descolonizacin la escasez subyacente de fuer-za de trabajo se vio reproducida en parte por una demanda de los recur-sos naturales africanos que permaneci muy activa hasta mediados de ladcada de 1970, y en parte por los esfuerzos de los Estados recientementeindependizados para modernizarse e industrializarse. No fue hasta des-pus del colapso de la dcada de 1980 cuando el dficit estructural defuerza de trabajo del frica subsahariana se convirti en un excedentede fuerza de trabajo, evidente en el abrupto incremento de la emigracinen la mayora de los pases subsaharianos, pese al colapso de los mer-cados de trabajo internos urbanos y la disminucin de la diferencia derenta entre las reas rurales y urbanas. Baste mencionar que, a finales dela dcada de 1980, la poblacin de las ciudades africanas estaba creciendoen un 6-7 por 100 anual, frente a slo un 2 por 100 para las reas rurales 33.

    El este de Asia, por el contrario, hered de los tiempos precoloniales y

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    30 Eric WOLF, Europe and the People Without History, Berkeley, 1982, pp. 204-205.31 Vase, entre otros, Bade ONIMODE, A Political Economy of the African Crisis, Londres, 1988,pp. 14-15; y Walter Rodney, How Europe Underdeveloped Africa, Washington DC, 1974, pp. 95-113.32 Vase G. Arrighi y J. Saul, Essays on the Political Economy of Africa, cit., pp. 116-129.33 Vali JAMAL, Adjustment Programmes and Adjustment: Confronting the New Parameters ofAfrican Economies, en Vali JAMAL (ed.), Structural Adjustment and Rural Labour Markets inAfrica, Nueva York, 1995, pp. 22-23.

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    coloniales unas condiciones de subdesarrollo que se aproximaban al tipoideal de Lewis ms que cualquier otra regin del Tercer Mundo, en cual-quier caso ms que el frica subsahariana, Amrica Latina, Oriente Prximo

    y el norte de frica, y al menos tanto como el sur de Asia. La abundan-cia estructural de fuerza de trabajo en el este de Asia en proporcin a losrecursos naturales tena mltiples orgenes. En parte se deba al predo-

    minio en la regin de la cultura material del cultivo del arroz; en parteera consecuencia de la explosin de poblacin centrada en China queacompa y sigui a la intensificacin de los intercambios comerciales yde otro tipo con el mundo occidental en los siglos XVI yXVII. En parte sedeba tambin a la obsolescencia y gradual abandono de las tcnicasintensivas en fuerza de trabajo en las industrias tradicionales, precipitadapor la incorporacin de la regin a las estructuras del sistema-mundo cen-trado en Europa a finales del siglo XIXy comienzos del XX.

    A lo largo de las dcadas de 1950 y 1960, la abundancia estructural defuerza de trabajo barata en proporcin a los recursos naturales de laregin qued preservada por la tendencia general de los esfuerzos desa-rrollistas a emplear las tcnicas intensivas en capital y recursos naturalestpicas de la industrializacin occidental. No fue hasta la dcada de 1980

    cuando esos esfuerzos se hicieron ms intensivos en fuerza de trabajo yms exitosos cuando comenz a verse absorbido el excedente de fuer-za de trabajo. Hablando comparativamente, sin embargo, el excedente defuerza de trabajo en el este de Asia sigue siendo uno de los mayores entre

    las regiones del Tercer Mundo. En China, especialmente, el crecimientoeconmico sostenido ha estado asociado con una intensificacin de losflujos migratorios hacia los centros de expansin que, en nmeros abso-lutos, sobrepasa de lejos a los procesos similares del frica subsahariana.

    La primera de esas diferencias fue crucial, ya que, en las condiciones dela creciente competencia entre regiones del Tercer Mundo vigente en ladcada de 1980, la disponibilidad de una oferta de fuerza de trabajoamplia, flexible y de bajo coste se convirti en el principal factor deter-

    minante de la capacidad de un pas para cosechar los beneficios en lugarde soportar los costes de la nueva coyuntura. Igualmente importante, sinembargo, fue la presencia de un estrato empresarial indgena capaz demovilizar esa oferta de fuerza de trabajo para la acumulacin de capitaldentrode la regin y de expandir su participacin en el mercado mun-dial y en la liquidez global. Afortunadamente para el este de Asia, y desa-fortunadamente para el frica subsahariana, la diferencia entre los recur-sos empresariales locales heredados del pasado colonial y precolonial eratambin mucho ms favorable para el este de Asia. A este respecto, de

    hecho, la dotacin con que contaba el este de Asia era verdaderamenteexcepcional. La ms antigua y ms extensa, con mucho, de las redes em-presariales de la regin era la asociada a la dispora china. Se trataba deuna red que haba dominado la regin durante siglos; sigui hacindolohasta verse superada por los rivales occidentales y japoneses, que crecie-ron bajo la coraza de sus respectivos imperialismos en la segunda mitad

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    del siglo XIX. Tras la Segunda Guerra Mundial la propagacin del nacio-nalismo econmico restringi la expansin de todo tipo de empresariadotransnacional en el este de Asia. Pero en muchos casos foment, como en uninvernadero, la formacin de nuevas capas empresariales a escala nacional.

    Adems, la abundancia estructural de fuerza de trabajo en proporcin a losrecursos naturales sigui proporcionando un entorno favorable para el surgi-

    miento de tales capas en el comercio y la industria. Pero las mayores oportu-nidades para que viejas y nuevas capas aprovecharan la movilizacin dentroy a travs de las fronteras de la oferta regional de fuerza de trabajo aparecie-ron precisamente cuando la crisis de la dcada de 1970 y la respuesta esta-dounidense convirtieron la oferta amplia, flexible y de bajo coste de fuerza detrabajo en una potente palanca en la competicin por una participacin en lacreciente demanda estadounidense de productos industriales34.

    En el frica subsahariana no haba nada parecido. Por el contrario, la

    escasez estructural de fuerza de trabajo en la regin en proporcin a losrecursos naturales creaba un mbito poco propicio para el surgimiento yreproduccin de capas empresariales en el comercio y la industria. En lapoca precolonial, el comercio de esclavos no slo haba intensificado laescasez de fuerza de trabajo y empresarial, sino que tambin haba orien-tado los escasos recursos empresariales hacia la industria productora deproteccin, por emplear la afortunada expresin de Frederic Lane35. Enla poca colonial, las actividades productoras de proteccin cayeron enmanos de la administracin y el ejrcito colonial, mientras que las fun-

    ciones empresariales en el comercio y la produccin fueron ejercidas pri-mordialmente por extranjeros; los africanos, de hecho, quedaban a menudoexcluidos de la direccin de cualquier tipo de negocio36. Como indicabaBates, los pueblos indgenas de gran parte de frica se orientaron rpi-da, vigorosa y hbilmente hacia la produccin para mercados coloniales,

    y los miembros de las sociedades agrarias indgenas solan defender lacausa de la propiedad privada. Paradjicamente, sin embargo, los agen-tes primordiales del capitalismo en la regin los gobiernos de las poten-cias coloniales a menudo se oponan a esas tendencias defendiendo y

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    34 Sobre la movilizacin a travs de las fronteras de la oferta regional de fuerza de trabajoen el este de Asia, vase Giovanni ARRIGHI, Satoshi IKEDAy Alex IRWAN, The Rise of East Asia:One Miracle or Many?, en Ravi PALAT (ed.), Pacific-Asia and the Future of the World-System,Westport 1993; y mi The Rise of East Asia: World-Systemic and Regional Aspects, Interna-tional Journal of Sociology and Social Policy 7 (1996). En cuanto a la vitalidad de la disporachina como capa empresarial transnacional en las pocas precolonial, colonial y poscolonial,vase Giovanni ARRIGHI, Po-keung HUI, Ho-Fung HUNGy Mark SELDEN, Historical Capitalism,

    East and West, versin revisada de un artculo presentado al Instituto de Estudios Globalesde la Universidad Johns Hopkins en diciembre de 1999.35 Vase Frederic LANE, Profits from Power: Readings in Protection Rent and Violence-Con-trolling Enterprises, Albany, 1979.36 John ILIFFE, The Emergence of African Capitalism, Minneapolis, 1983.37 Robert BATES, Some Conventional Orthodoxies in the Study of Agrarian Change, WorldPolitics2 (1984), pp. 240-244.

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    poniendo en vigor derechos de propiedad comunales37.Tras la independencia, el nacionalismo econmico ya fuera capitalista oanticapitalista hizo desaparecer gran nmero de pequeas empresas noafricanas sin crear en compensacin cierta cantidad de empresarios afri-canos. A finales de la dcada de 1970, el frica subsahariana se encon-traba as en desventaja en la incipiente lucha competitiva, no slo por su

    escasez estructural de fuerza de trabajo flexible y de bajo coste, sino tam-bin debido a la escasez de empresarios locales capaces de movilizar ven-tajosamente cualquier oferta de aquella que existiera38. Queda por ver sila mayor abundancia de fuerza de trabajo flexible y de bajo coste gene-rada en el frica subsahariana por el colapso de la dcada de 1980 crea-r con el tiempo un entorno ms favorable para el crecimiento de unaclase empresarial indgena. Por el momento, al provocar una aguda con-traccin de los mercados domsticos, el colapso ha empeorado ms quemejorado la perspectiva de tal eventualidad.

    Finalmente, las ventajas competitivas del este de Asia y las desventajas delfrica subsahariana se combinaron con los muy diferentes legados quecada una de ellas hered en el terreno de la formacin del Estado y laintegracin econmico-nacional. Contrariamente a lo que se suele creer,a lo largo del siglo XVIII el este de Asia estaba por delante de cualquierotra regin del mundo, incluida Europa, en ambos aspectos. Esa ventajainicial no impidi, sin embargo, en el XIX, la incorporacin subordinadadel sistema de Estados y economas nacionales centrado en China a las

    estructuras del sistema centrado en Europa. Pero aun as no se borr laherencia histrica del sistema sinocntrico, sino que ms bien se produ-jo un proceso de hibridacin entre las estructuras de los dos sistemas que,tras la Segunda Guerra Mundial (y especialmente tras la crisis de la dca-da de 1970), cre condiciones particularmente favorables para la acumu-lacin de capital39.

    En agudo contraste con el este de Asia, el frica subsahariana hered delos tiempos precoloniales y coloniales una configuracin econmico-pol-tica que dejaba poco margen para la construccin de economas nacio-nales viables o Estados nacionales vigorosos. Los intentos de construirlospese a todo no llegaron en general muy lejos, aunque gozaron de una

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    38 C. Lancaster, Political Economy and Policy Reform in Sub-Saharan Africa, cit., pp. 174-175.39 Vase G. Arrighi, P. Hui, H. Hung y M. Selden, Historical Capitalism, East and West, cit.40 No estoy de acuerdo con la afirmacin de Pierre ENGLEBERT de que los Estados de bajalegitimacin no son privativos de frica, pero su concentracin en el continente s es nica

    entre todas las regiones del mundo y da cuenta en parte de las diferencias en comporta-miento econmico entre frica y el resto del mundo (State Legitimacy and Development inAfrica, Boulder, 2000, p. 6). Sospecho que cualquier indicador vlido y fiable de legitima-cin estatal que por lo que yo s todava no se ha establecido mostrara que en el momen-to de la independencia no caba observar tal concentracin y que cualquier disminucinsubsiguiente en la legitimacin relativa de los Estados africanos fue consecuencia ms quecausa del bajo comportamiento econmico relativo de frica en la dcada de 1980.

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    considerable legitimacin al alcanzarse la independencia40. En aquel mo-mento, como ha insistido Mahmood Mamdani, el ncleo de la agenda delos los nacionalistas africanos consista en tres tareas bsicas: desraciali-zar la sociedad civil, destribalizar la autoridad nativa y desarrollar la eco-noma en el contexto de unas relaciones internacionales desiguales.Mientras que los regmenes nacionalistas de todas las persuasiones pol-

    ticas lograron grandes avances en la desracializacin de la sociedad civil,hicieron poco o nada por destribalizar el poder rural. En opinin deMamdani, sa es la razn de que la desracializacin no fuera sostenible

    y de que el desarrollo fracasara en ltima instancia41. La argumentacindesarrollada aqu sugiere que los Estados africanos habran fracasadoeconmicamente incluso si se hubieran destribalizado con xito. Sin embar-go, el hecho de que las elites africanas necesitaran destribalizar las estruc-turas sociales que haban heredado del colonialismo, si queran crear Estadosnacionales viables, constitua otro obstculo al que tuvieron que enfren-

    tarse en el entorno intensamente competitivo creado por la crisis globalde la dcada de 1970 y la respuesta estadounidense.

    Habra que aadir que el trato preferencial que Estados Unidos acord asus aliados del este asitico en los primeros momentos de la Guerra Framagnific antes de la crisisla discrepancia entre los potenciales de desa-rrollo de ambas regiones. Como han subrayado muchos observadores,ese trato preferencial desempe un papel crucial en el despegue delrenacimiento econmico de la regin. La guerra de Corea, seala Bruce

    Cumings, funcion como un Plan Marshall japons. Los aprovisiona-mientos de guerra propulsaron a Japn por la va de su inigualable flo-recimiento industrial42. En conjunto, en el perodo de veinte aos com-prendido entre 1950 y 1970, la ayuda estadounidense a Japn alcanz unpromedio de 500 millones de dlares anuales43. La suma de las ayudas aCorea del Sur y Taiwn fue an mayor. En el perodo 1946-1978, la ayudamilitar y econmica a Corea del Sur alcanz los 13.000 millones de dla-res (600 dlares per cpita) y la ayuda a Taiwn los 5.600 millones dedlares (425 dlares per cpita). Las autnticas dimensiones de esta muni-ficencia se ponen de manifiesto al comparar los casi 6.000 millones dedlares de la ayuda econmica estadounidense a Corea del Sur entre 1946

    y 1978 con los 6.890 y 14.800 millones concedidos a toda frica y toda

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    41 Mahmood MAMDANI, Citizen and Subject: Contemporary Africa and the Legacy of LateColonialism, Princeton, 1996, pp. 287-288.42 Bruce CUMINGS, The Political Economy of the Pacific Rim, en Ravi PALAT (ed.), Pacific-Asia and the Future of the World-System, cit., p. 31.43 William BORDEN, The Pacific Alliance: United States Foreign Economic Policy and JapaneseTrade Recovery 1947-1955, Madison, Wisconsin, 1984, p. 220.44 Bruce CUMINGS, The Origins and Development of the Northeast Asian Political Economy:Industrial Sectors, Product Cycles, and Political Consequences, en F. C. DEYO (ed.), ThePolitical Economy of New Asian Industrialism, Ithaca, Nueva York, 1987, p. 67.

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    Amrica Latina, respectivamente, en ese mismo perodo44.Y lo que es igualmente importante, Estados Unidos concedi a las exporta-ciones de sus aliados del este de Asia acceso privilegiado a su mercado inter-no, al tiempo que toleraba su proteccionismo, el intervencionismo del Estado

    y hasta la exclusin de las multinacionales estadounidenses en una medidaque no tena paralelo en las prcticas estadounidenses en ningn otro lugar

    del mundo. As, las tres economas polticas del nordeste asitico [Japn,Corea del Sur y Taiwn] dispusieron en la dcada de 1950 de un raro respi-ro, un perodo de incubacin permitido a pocos otros pueblos del mundo45.

    A las economas polticas de frica no se les concedi ese respiro. Por el con-trario, la pieza maestra de la Guerra Fra estadounidense en frica fue la sus-titucin del gobierno democrtico de Lumumba por el rgimen depredadorde Mobutu en el mismsimo corazn del continente. Cuando se inici la cri-sis econmica mundial de la dcada de 1970, la Guerra Fra habra incre-mentado as la probabilidad de que el este de Asia triunfara y de que frica

    fracasara en las batallas competitivas de las siguientes dos dcadas.

    V. Mala suerte y buen gobierno

    De este anlisis se deduce que, contrariamente a los postulados delConsenso de Washington (ymutatis mutandisde la mayor parte de lasteoras del desarrollo nacional), no existen polticas que sean por s mis-mas buenas o malas en cualquier momento y lugar. Lo que es bueno

    en una regin puede ser malo en otra en el mismo momento o en esamisma regin en otra poca. Resulta de inters sealar que el distinguidoeconomista del Banco Mundial William Easterly ha llegado recientemen-te a conclusiones muy parecidas a partir de otras premisas. Easterly habapublicado ya a comienzos de la dcada de 1990 un estudio, junto a otrosautores, titulado Buena poltica o buena suerte? Crecimiento nacional eimpactos externos, que mostraba que el comportamiento econmico dedistintos pases variaba considerablemente con el tiempo a pesar de quesus gobiernos mantuvieran el mismo tipo de poltica. El buen comporta-miento econmico pareca depender as ms de la buena suerte que dela buena poltica46. En un artculo reciente, Easterly ha llevado esa posi-cin ms lejos mostrando que una significativa mejora de las variablespolticas existentes en los pases en desarrollo desde 1980 esto es, unamayor adhesin a la agenda del Consenso de Washington se ha vistoasociada, no con una mejora, sino con un notable deterioro de su com-portamiento econmico; la tasa media de crecimiento de su renta per

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    45 Ibid., p. 68.46 William EASTERLY, Michael KREMER, Lant PRITCHETT y Lawrence SUMMERS, Good Policy orGood Luck? Country Growth Performance and Temporary Shocks, Journal of MonetaryEconomics32 (1993).47 William EASTERLY, The Lost Decades: Developing Countries Stagnation in Spite of PolicyReform 1980-1998,Journal of Economic Growth6 (2001).

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    cpita ha cado del 2,5 por 100 en 1960-1979 al 0 por 100 en 1980-199847.Easterly no cuestiona explcitamente los mritos de la poltica defendidapor el Consenso de Washington. Aun as, las dos explicaciones principalesque ofrece para su fracaso en cuanto al cumplimiento de sus promesasconstituye una crtica devastadora de la propia idea de que haba polticasbuenas en un sentido absoluto, como mantenan sus propagandistas. En

    primer lugar, sugiere que estaban sometidas a la ley de los comportamien-tos decrecientes: si determinado pas las llevaba ms all de cierto punto, ouna cantidad cada vez mayor de pases las emprendan al mismo tiempo,dejaban de proporcionar buenos resultados. Aunque un pas puede crecerms rpidamente que el vecino si su tasa de escolarizacin media-superiores ms alta que la de ste, el crecimiento propio no aumenta necesariamentepor elevar tal tasa de escolarizacin. La segunda explicacin, que desde elpunto de vista de Easterly es la ms importante, es que factores mundialescomo el aumento de los tipos de inters, la mayor carga de la deuda, el

    menor crecimiento del mundo industrializado y el cambio tecnolgico favo-rable a los perfiles de formacin de la fuerza de trabajo pueden haber con-tribuido al estancamiento de los pases en desarrollo48.

    Aunque no la formulara especficamente para los pases africanos, paranuestro propsito lo ms sobresaliente de esa explicacin dual es que seacerca mucho ms al diagnstico sobre la crisis africana que subyace alPlan de Accin de Lagos que al ofrecido por el Informe Berg y la NEP. Suexplicacin es un inequvoco, aunque implcito, reconocimiento de la

    falta de justificacin factual de la afirmacin del Banco Mundial y la NEPde que las causas principales de la crisis africana eran las malas polti-cas y el mal gobierno de las elites africanas. Sugiere por el contrario quela crisis se ha debido principalmente a procesos estructurales y coyuntu-rales de la economa global, algo en lo que habran estado totalmente deacuerdo los firmantes del Plan de Accin de Lagos.

    Los procesos estructurales de la economa global corresponden grossomodo a la primera parte de la explicacin de Easterly, que apunta alhecho de que las polticas y actividades asociadas con cualidades desea-bles como la riqueza, el bienestar y el poder nacionales pueden estarsujetas, y a menudo lo estn, a un problema de composicin. Su gene-ralizacin puede generar una competencia que socava sus objetivos ori-

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    48 Ibid., pp. 135, 137, 151-155.49 Para un temprano anlisis de ese tipo de procesos, vase Giovanni ARRIGHI y Jessica

    DRANGEL, The Stratification of the World Economy: An Exploration of the SemiperipheralZone, Review(Fernand Braudel Center) (verano de 1986), y mi Developmentalist Illusion:A Reconceptualization of the Semiperiphery, en W. G. MARTIN (ed.), Semiperipheral Statesin the World-Economy, Westport, 1990. Para un anlisis ms reciente, vase Giovanni ARRIGHI,Beverly J. SILVER y Benjamin BREWER, Industrial Convergence and the Persistence of theNorth-South Divide, versin revisada de un artculo presentado a la International StudiesAssociation en febrero de 2001.

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    ginales49. Los procesos coyunturales de la economa global, en cambio,corresponden a la segunda explicacin de Easterly, ya que por impor-tantes que puedan haber sido los procesos estructurales en el desenca-denamiento de la crisis global de la dcada de 1970, el repentino cambiode las circunstancias del sistema-mundo capitalista ocurrido en torno a1980 fue el resultado ante todo de la respuesta de Estados Unidos a esa

    crisis. Fue esa reaccin, ms que cualquier otra cosa, lo que provoc elaumento a escala mundial de los tipos de inters, la profundizacin de larecesin global y la creciente carga de la deuda para los pases del TercerMundo. La mejora de las variables polticas promovida por las agenciasdel Consenso de Washington no sirvi en absoluto para contrarrestar lasrepercusiones negativas de esos cambios en los pases del Tercer Mundo,

    y es muy probable que reforzara su tendencia a aumentar el poder yriqueza estadounidenses.

    Esa posibilidad ha aparecido hasta en las columnas del New York Times.Su corresponsal informaba recientemente de la Conferencia Internacionalde Naciones Unidas sobre Financiacin y Desarrollo celebrada en Monterrey,Mxico:

    Dejando a un lado quizs a China, el nico pas que parece haberse bene-ficiado inequvocamente de la tendencia hacia la apertura de mercados aescala mundial es Estados Unidos, donde el enorme aflujo de capital hapermitido a los estadounidenses gastar ms de lo que ahorran e importar

    ms de lo que exportan. La tendencia de la globalizacin es que el capi-tal excedente se mueve desde los pases de la periferia hacia el centro, quees Estados Unidos, dijo George Soros [...], [que] vino a Monterrey a con-

    vencer a los dirigentes de que respaldaran su idea de crear un fondocomn de 27.000 millones de dlares [...] para financiar el desarrollo, espe-cialmente cuando se seca el flujo de capital privado. El gobierno esta-dounidense es de la opinin de que los mercados siempre tienen razn,dijo el seor Soros. En mi opinin, los mercados casi siempre estn equi-

    vocados, y hay que hacerles acertar50.

    En cuanto a las vctimas de la llamada globalizacin, en primer lugar yante todo para los pueblos del frica subsahariana, el problema no es quelos mercados estn casi siempre equivocados y haya que hacerles acer-tar. El problema real es que algunos pases o regiones tienen la posibili-dad de hacer que el mercado mundial funcione en su beneficio, mientrasque otros no la tienen y deben soportar los costes. Ese poder correspon-de en gran medida a lo que Easterly y sus colaboradores llaman buena

    suerte. Desde la perspectiva desarrollada aqu, lo que aparece en cual-quier momento dado como buena o mala suerte tiene de hecho profun-das races en una herencia histrica particular que sita a un pas o una

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    50 Globalization Proves Disappointing, New York Times, 21 de marzo de 2002.

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    regin favorable o desfavorablemente en relacin con los procesosestructurales y coyunturales activos en el sistema-mundo capitalista. Si eseso lo que entendemos por suerte, entonces la tragedia africana se hadebido efectivamente a una gran dosis de mala suerte, esto es, a unaherencia precolonial y colonial que ha lastrado gravemente la regin enel entorno global intensamente competitivo engendrado por la respuesta

    estadounidense a la crisis de la dcada de 1970. Sin embargo, ni las res-ponsabilidades estadounidenses por el cambio en la coyuntura mundialni la mala suerte africana en cuanto a su mal equipamiento para compe-tir en las nuevas condiciones absuelven a las elites africanas de su fraca-so en llevar a cabo lo que estaba en su mano para hacer menos severoel colapso de la dcada de 1980 y aliviar sus desastrosas consecuenciassociales.

    Permtaseme exponer brevemente los que, en mi opinin, son los tres fra-

    casos ms sobresalientes de stas. En primer lugar, aunque es muy pocolo que los grupos dominantes de frica podran haber hecho para impe-dir el cambio de circunstancias sistmicas que precipitaron el colapsoeconmico de la regin en la dcada de 1980, podran no obstante haber-la mitigado si hubieran sido ms realistas en cuanto a la sostenibilidad delanterior modelo de crecimiento econmico de la regin. Eso podra haberllevado a mayores restricciones, no slo en el consumo de lujo, sino tam-bin, y especialmente, en la asuncin de niveles de deuda externa quemagnificaron la vulnerabilidad de la regin frente al cambio de clima sis-

    tmico. A ese respecto, el llamamiento del Plan de Accin de Lagos a unaautoayuda colectiva era acertado. Desgraciadamente lleg demasiado tarde

    y, lo que es peor, no propici ninguna iniciativa.

    En segundo lugar, una vez que se haba producido el cambio, probable-mente habra sido menos daino negarse a satisfacer la deuda externaque renegociarla bajo las condiciones dictadas por el Banco Mundial. Acorto plazo el colapso habra sido ms severo, pero se habran evitado los

    efectos negativos a largo plazo de las buenas polticas impuestas por lasagencias del Consenso de Washington. A este respecto, el UNPAAERD fueuna mala negociacin para frica desde el comienzo, tanto ms cuantoque los Estados africanos se atuvieron a sus compromisos en la negocia-cin mientras que los pases ricos y sus agencias no lo hicieron.

    En tercer lugar, y ms importante, aun suponiendo que no hubiera nadaque los grupos dominantes de frica pudieran hacer para prevenir o miti-gar el colapso econmico de la dcada de 1980, s era mucho lo que

    podran haber hecho para aliviar el impacto sobre el bienestar de sus ciu-dadanos. Eso nos lleva a la cuestin de las relaciones entre riqueza nacio-nal y bienestar nacional. A lo largo del ltimo medio siglo se ha hechocada vez ms evidente que la jerarqua global en la riqueza, medida porel PNB per cpita relativo, es muy estable. Con pocas excepciones, lospases de baja renta tienden a seguir siendo pobres y los pases de ele-

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    vada renta tienden a seguir siendo ricos, del mismo modo que los pasesintermedios tienden a permanecer en esa situacin51. Al mismo tiempo,se ha hecho tambin evidente que en el interior de cada estrato existenconsiderables diferencias en el grado de bienestar disfrutado por los ciu-dadanos de los distintos pases (medido por todo un conjunto de indica-dores sociales).

    De ah se sigue que, aunque sea poco lo que la mayora de los Estadospueden hacer para mejorar sus economas nacionales en la jerarqua glo-bal de la riqueza, siempre hay algo que pueden llevar a cabo para aumen-tar (o disminuir) el bienestar de sus ciudadanos en un determinado nivelde pobreza o riqueza52.

    En el contexto africano, el tipo de destribalizacin que defiende Mamdanihabra proporcionado probablemente mayores beneficios que cualquier

    otra estrategia. Desde ese punto de vista, la mayora de los grupos domi-nantes africanos han hecho probablemente mucho menos de lo que po-dan haber hecho. Pero no est en absoluto claro si y en qu medida hanpodido ser en conjunto ms deficientes que los grupos dirigentes de otrospases y regiones, incluido Estados Unidos. De hecho, si tenemos encuenta las diferencias en riqueza y poder, parece probable que stoshayan hecho comparativamente an menos que aquellos.

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    51 Vase G. Arrighi y J. Drangel, Stratification of the World Economy, cit.; y Roberto PatricioKORZENIEWICZ y Timothy Patrick MORAN, World-Economic Trends in the Distribution of

    Income, 1965-1992, American Journal of Sociology4 (1997), pp. 1.000-1.039, especialmen-te el Cuadro 5.52 Peter EVANS ha subrayado recientemente esa posibilidad haciendo referencia explcita a lasexperiencias de Kerala, India y Porto Alegre (Brasil) en Beyond Institutional Monocropping:Institutions, Capabilities, and Deliberative Development, artculo no publicado. Vase tam-