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Las palabras de la noche

Algunos crticos consideran que ninguna escritora ha posedo, como Natalia Ginzburg, una mirada tan sutil y precisa. Y su inocencia, una gracia tan fina as como deliciosamente incorprea. Las palabras de la noche, llevada al cine por el director espaol Salvador Garca Ruz en 2004 con el ttulo Las voces de la noche, es un ejemplo emblemtico de esa manera tan delicada de narrar que posee esta singular autora, por lo dems poco traducida a nuestra lengua.

Natalia Ginzburg Las palabras de la noche

Ttulo original: Le voci della seraNatalia Ginzburg, 1961Traduccin: Andrs Trapiello

Una nota muy breve

El reconocimiento y la gratitud hacia Natalia Ginzburg estn en el origen de la traduccin de esta maravillosa y extraordinaria novela, traduccin que jams habra llevado a cabo si no me hubiera asistido el consejo de Jos Muoz Millanes, a quien los lectores espaoles deben, en parte, las pginas de Lxico familiar y, desde ahora, Las palabras de la noche, que l ha velado para que fuesen, como en su origen, puras, felices y memorables. Es decir: fieles.A. T., Madrid, 2-24 de julio de 1993

A Gabriele

En este relato los lugares y los personajes son imaginarios. Los unos no se encuentran en los mapas y los otros no viven ni han vivido nunca en parte ninguna del mundo. Y ya lo siento, porque he llegado a amarles como si fuesen reales. (Nota de N. G.).

HABA acompaado a mi madre al mdico; volvamos a casa por el camino que bordea el bosque del general Sartorio y sigue por el alto y musgoso muro de Villa Bottiglia.Era octubre, comenzaba a hacer fro; en el pueblo, detrs de nosotras, haban encendido los primeros faroles y el globo azul del Hotel Concordia iluminaba la plaza desierta con una luz irreal.Dijo mi madre: Noto como un pipo en la garganta. Al tragar, me duele.Dijo: General, buenas tardes.El general Sartorio haba pasado junto a nosotros, levantando el sombrero sobre la cabeza plateada y llena de rizos, el monculo en el ojo y el perro de la correa.Mi madre dijo: Qu pelo tan bonito, todava, a esa edad!Dijo: Has visto cmo se ha puesto de feo el perro?Ahora noto en la garganta como un sabor a vinagre. Y el nudo, no deja de dolerme.Cmo me habr encontrado la tensin alta? Yo la he tenido siempre baja.Dijo: Gigi, buenas tardes.Acababa de pasar el hijo del general Sartorio, con el montgomery blanco sobre los hombros; bajo un brazo llevaba una ensaladera cubierta con una servilleta y el otro lo tena escayolado y doblado por fuera.Desde luego ha sido una mala cada. A saber si volver algn da a usar ese brazo dijo mi madre.Dijo: Qu llevar en esa ensaladera?Se ve que tienen una fiesta dijo despus. En casa de los Terenzi, seguramente. Todos los que van, tienen que llevar algo. Ahora es lo que se estila.Dijo: Pero a ti ya no te invitan nunca?No te invitan dijo, porque encuentran que te das muchos humos. Tampoco has vuelto al Club de Tenis. Si uno no se deja ver un poco, empiezan a decir que se da pisto y dejan de buscarle. En cambio, a las chicas de Bottiglia las invita todo el mundo. La otra tarde estuvieron bailando en casa de los Terenzi hasta las tres. Haba gente de fuera, incluso un chino.A las chicas de Bottiglia las llambamos nias en nuestra casa, aunque la ms joven tena ya veintinueve aos.Dijo: No tendr arterioesclerosis?Dijo: Ser de fiar este nuevo mdico? El anterior era viejo, claro, y no le interesaba nada. Si uno le deca que tena una molestia, l contestaba diciendo que l tambin la tena. ste lo anota todo, te has fijado cmo lo anota todo? Has visto qu fea es su mujer?Dijo: Pero es posible que no se pueda cambiar contigo una palabra, el milagro de una palabra, siquiera por una vez?Qu mujer? dije.La mujer del mdico.La que sali a abrir dije, no era la mujer. Era la enfermera. La hija del sastre de Castello. No la reconociste?La hija del sastre de Castello? Qu fea es!Y cmo no llevaba la bata puesta? dijo. Le har de criada, no de enfermera, eso es.No llevaba la bata dije, porque se la haba quitado, porque estaba a punto de irse. El mdico no tiene criada ni mujer. Est soltero y almuerza y cena en el Concordia.Soltero?Inmediatamente mi madre me cas con el mdico en su imaginacin.Dnde se encontrar mejor, aqu o en Cignano, donde estaba antes? Mejor en Cignano, seguramente. Ms gente, ms vida. Tendremos que invitarle a dar un paseo. Con Gigi Sartorio.En Cignano dije, tiene novia. Va a casarse en primavera.Quin?El mdico.Tan joven y ya comprometido?bamos por el camino de nuestro jardn, tapizado de hojas; se vea la ventana iluminada de la cocina y a nuestra criada Antonia que bata un huevo.Mi madre dijo: Ahora que el nudo en la garganta se me ha secado del todo, no va ni para arriba ni para abajo.Suspirando, se sent en la entrada y frot uno contra otro los chanclos para quitarles el barro; mi padre sali a la puerta de su despacho, con la pipa y la vieja chaqueta de lana del Pirineo que usaba en casa.Tengo la tensin alta dijo mi madre con un poco de orgullo.Alta? dijo la ta Ottavia, en lo alto de la escalera, mientras se recoga las dos pequeas y negras trenzas, que parecan de lana como las de una mueca.Alta. No baja. Alta.La ta Ottavia tena una mejilla roja y otra plida, como cada vez que se quedaba dormida en el silln junto a la estufa, con un libro de la biblioteca Selecta.Han venido de Villa Bottiglia dijo Antonia en la puerta de la cocina, a buscar harina. Apenas les quedaba y tenan que hacer unos bign.[1] Les di un buen plato.Ms todava? Siempre les hace falta harina. Podan dejar de hacer bign. Por la noche son pesados.No son tan pesados dijo la ta Ottavia.Son pesados.Mi madre se quit el sombrero, el abrigo y un forro de pelo de gato que llevaba siempre debajo del abrigo, y luego el chal que prende en el pecho con un imperdible.Claro dijo, han hecho los bign para la fiesta que debe haber donde los Terenzi. Hemos visto incluso a Gigi Sartorio con una ensaladera. Quin ha venido a pedir la harina? Carola? No te dijo nada de una fiesta?A m no me dijo nada contest Antonia.Sub a mi habitacin. Mi habitacin est en el ltimo piso y da al campo. Por la noche se distinguen, a lo lejos, las luces de Castello y las pocas luces de Castel Piccolo, en alto, sobre una joroba de la colina; de ese lado de la colina est la ciudad.Mi habitacin tiene una cama empotrada, con las cortinas de muselina; una butaquita baja, de terciopelo color gris ratn; una cmoda con espejo y un escritorio de cerezo. Hay tambin una estufa de maylica, color marrn, y algn leo en un cesto; y una estantera giratoria, con un lobo de escayola encima, hecho por el hijo de nuestro hortelano, que est en el manicomio; y colgadas en la pared una reproduccin de la Virgen de la Silla, una vista de San Marcos y una bolsa para las medias, grande, de encaje con nudos de amor celestes, regalo de la seora Bottiglia.Yo tengo veintisiete aos.Tengo una hermana un poco mayor que yo, casada en Johannesburgo; mi madre lee siempre los peridicos para ver si dicen algo de Sudfrica, inquieta siempre por lo que sucede all abajo. Por las noches, se despierta y le dice a mi padre:Pero donde est Teresita, no se toparn con los Mau Mau?Tengo un hermano, un poco ms joven que yo, que trabaja en Venezuela; en casa siguen todava, en el armario del guardarropa, su careta de esgrima, sus gafas de bucear y sus guantes de boxeo, porque, de muchacho, era deportista; y cuando uno abre el armario de par en par, los guantes de boxeo se le caen a una en la cabeza.Mi madre se queja siempre de que tiene los hijos lejos; y a menudo se va a llorar a casa de su amiga, la seora Ninetta Bottiglia.Tambin son lgrimas que le gusta derramar; porque son lgrimas que la halagan mucho, lgrimas en las que se mezcla el orgullo de haber enviado su polen a lugares tan remotos y peligrosos. Pero el disgusto ms punzante para mi madre es que yo no me caso; es un disgusto que la mortifica, aunque, de momento, le consuela el hecho de que ninguna de las Bottiglia, con treinta aos, se haya casado todava.Durante mucho tiempo, mi madre acarici el sueo de que yo me casara con el hijo del general Sartorio; sueo que se disip cuando le dijeron que el hijo del general Sartorio es morfinmano y no se interesa mucho por las mujeres.A veces, sin embargo, se acuerda; se despierta, por la noche, y le dice a mi padre:Habr que invitar a comer al hijo del general Sartorio.Y dice: T crees que se ser un pervertido?Mi padre contesta: Cmo voy a saberlo?Lo dicen de muchos y seguramente lo habrn dicho tambin de nuestro Giampiero.Es posible dice mi padre.Es posible? Cmo posible? Te consta que lo haya dicho alguien?Cmo lo voy a saber?Quin habra podido decir una cosa as de mi Giampiero?Vivimos en este pueblo desde hace muchos aos. Mi padre es el contable de la fbrica. El abogado Bottiglia es el administrador de la fbrica. Todo el pueblo vive en funcin de la fbrica.Es una fbrica de tejidos.Echa una peste que llena todas las calles del pueblo, y cuando hay siroco llega casi hasta nuestra casa, a pesar de que est en medio del campo. A veces es un olor como a huevos podridos, a veces como a leche cortada. No tiene solucin, mi padre dice que es por culpa de ciertos cidos que usan.Los dueos de la fbrica son los De Francisci.Al viejo De Francisci lo llamaban el viejo Balotta, el viejo pelotilla. Era pequeo y gordo, con una barriga completamente redonda que le rebosaba de los pantalones, y tena unos grandes mostachos amarillos por los puros, que morda y chupaba. Cuenta mi padre que empez con un pequeo barracn, como de aqu a ah de grande. Andaba en bicicleta, con un viejo macuto de soldado, donde guardaba las provisiones, y coma al sol, apoyado en un muro del patio, se pona perdida la chaqueta de migas y trasegaba el vino de la misma garrafa. Aquel muro existe todava y lo llaman el muro del viejo Balotta, porque l, por la tarde, despus de trabajar, se estaba all con la gorra echada hacia atrs, echando un puro, de chchara con los obreros.Mi padre dice: Cuando viva el viejo Balotta, no pasaban ciertas cosas.El viejo Balotta era socialista. Sigui siendo socialista toda la vida; aunque, al llegar el fascismo, perdi la costumbre de decir en voz alta lo que pensaba, y en los ltimos aos se le puso un humor bastante melanclico y torvo; por la maana cuando se levantaba ola el aire y le deca a su mujer, la seora Cecilia:Qu tufo!Y deca:No lo soporto.La seora Cecilia deca:Ya no soportas el olor de tu propia fbrica?Y l deca:No, no puedo soportarlo ms.Y deca:No soporto ms esta vida.Lo importante es que haya salud deca la seora Cecilia.T deca el viejo Balotta a su mujer, dices, como siempre, cosas nuevas y originales.Despus tuvo una enfermedad de vescula; y dijo a su mujer:Ya ni salud, no aguanto ms.Se vive hasta que Dios lo manda dijo la seora Cecilia.Qu Dios ni qu ocho cuartos! Faltara ms que metieras a Dios en esto!Estaba siempre apoyado en el patio, en su muro; y aquel muro y aquel ngulo del patio es todo lo que queda del viejo barracn; el resto es un edificio de cemento armado, tan grande casi como todo el pueblo. Pero ya no coma aquellas hogazas, el mdico le haba mandado una dieta de verduras hervidas, que no tena ms remedio que tomar en casa, sentado a la mesa; y tambin le haba prohibido el vino, el puro y la bicicleta: lo llevaban a la fbrica en automvil.El viejo Balotta cri a un muchacho, pariente lejano suyo, que se haba quedado hurfano; hizo que estudiara con sus hijos. Se llamaba Fausto, pero todos lo llamaban el Purillo, el rabillo, porque llevaba siempre una boina de las que tienen rabillo calzada hasta las orejas. Con el fascismo, el Purillo se hizo fascista; y el viejo Balotta dijo:Natural, porque el Purillo es como la mosca verde: slo se posa donde hay mierda.El viejo Balotta caminaba por el patio de la fbrica, con las manos atrs, la gorra escurrida casi hasta la nuca, y enrollada al cuello su bufanda mugrienta y gastada, como un cordel; y se plantaba delante de Purillo, que entonces ya trabajaba en la fbrica, y le deca:Purillo, hay que ver lo cardo que eres. No te aguanto. Purillo ensayaba una sonrisa, arqueaba su boca pequea de dientes ingenuos y blancos, alargaba los brazos y deca:No le puedo caer simptico a todo el mundo.Eso es verdad deca el viejo Balotta; y se alejaba con las manos a la espalda, con aquellos pasos suyos estevados, arrastrando las zapatillas.A pesar de eso, cuando empez a enfermar, nombr a Purillo director de la fbrica.La seora Cecilia no se resign a aquella afrenta que se le haca a sus hijos, y deca:Por qu el Purillo? Por qu no Mario? Por qu no Vincenzo?Pero el viejo Balotta deca:T no te metas. T mtete en la cocina. Purillo es muy inteligente. Tus hijos no valen un pimiento. Purillo es muy inteligente, aunque yo no pueda aguantarlo.Y deca: Da igual, todo se ir a pique con la guerra.Purillo haba vivido siempre con ellos en Casseta, la Casita, como se llamaba a la casa del viejo Balotta; la haba comprado por poco dinero, todava en tiempos de la primera guerra; era, cuando la compr, una casa de pueblo, con huerta, frutales y via; despus la haba agrandado y mejorado, con terraza y galeras, y conservaba algo, sin embargo, de su aspecto rstico. Purillo, de siempre, viva con ellos; pero, en un momento dado, el viejo Balotta lo ech de casa. Purillo se fue a vivir a Le Pietre, Las Piedras, una casa en la otra vertiente de la colina, que el viejo Balotta haba comprado para sus dos hermanos, Barba Tommaso, y Magna Maria; un lugar que el viejo Balotta consideraba como una especie de confn, adonde enviaba desterrados a sus hijos por algn tiempo si le molestaban demasiado. Pero cuando envi all a Purillo, resultaba evidente que aquello era algo definitivo; y la tarde que se fue, la seora Cecilia, en la mesa, lloraba, no tanto porque sintiera un afecto especial por Purillo, como porque le daba la impresin de que no volvera a tenerlo en casa, porque lo haba tenido siempre, desde nio. Pero el viejo Balotta dijo:Supongo que no querrs malgastar tus lgrimas en Purillo? A m, sin su fea cara delante, me sienta mejor la cena.Ni a Barba Tommaso ni a Magna Maria les preguntaron si estaban contentos de tener con ellos a Purillo; por otra parte, a ninguno de los dos peda jams el viejo Balotta una aprobacin o una opinin sobre nada.Deca:Mi hermano Barba Tommaso, con todos los respetos, es un calzonazos.Mi hermana Magna Maria, con todos los respetos, es una retrasada.Y ni tampoco, por supuesto, le pregunt nadie a Purillo si estaba a gusto con Barba Tommaso y con Magna Maria.Por otra parte, l, Purillo, estaba muy poco con estos dos viejos. Haca las comidas con ellos; y despus de la comida sacaba una pitillera forrada con piel de serpiente, con sus iniciales en oro.Un cigarrillo, Barba Tommaso?Un cigarrillo, Magna Maria?Y no se tomaba la molestia de decir nada ms.Se calzaba la boina y se diriga a la fbrica.Barba Tommaso y Magna Maria le tenan miedo y respeto. No osaron decirle nada cuando colg en el comedor una fotografa suya bien grande en camisa negra y con el brazo tieso, entre los jerarcas que haban ido a visitar la fbrica.Barba Tommaso y Magna Maria no tuvieron jams una opinin poltica. Pero cuchicheaban entre ellos:Si un da viene aqu Balotta, qu vamos a hacer?Por otra parte era una eventualidad improbable, porque el viejo Balotta jams apareca por Le Pietre.Despus vino la guerra. Los hijos de Balotta fueron a la guerra, pero Purillo se libr, porque era estrecho de pecho; y haba tenido una pleuritis de pequeo, y se le oa todava, en un costado, un silbido.Despus del 8 de septiembre, Purillo fue una noche a Casseta a despertar a Balotta y a la seora Cecilia. Les dijo que tenan que vestirse rpido y escapar, porque los fascistas queran venir a detenerlos. Balotta protestaba; l no se movera; deca que en el pueblo todo el mundo le quera mucho y que ninguno se atrevera a hacerle dao. Pero Purillo, con un semblante duro como el mrmol, ech mano de una maleta. Se puso las manos en la cintura, y dijo:No perdamos tiempo. Ponga un poco de ropa, que nos vamos.Entonces el viejo Balotta se dio por vencido, y empez a vestirse; trasteaba los botones de los tirantes con sus manos pecosas y cubiertas de ensortijados pelos blancos.A dnde vamos? pregunt.A Cignano.A Cignano, a Cignano! A casa de quin?Ya ver.La seora Cecilia, asustada, daba vueltas por la habitacin recogiendo lo que se encontraba por medio, algn jarroncito que meta en el bolso, cucharillas de plata y camisetas viejas.Purillo les hizo subir al coche. Conduca sin decir una palabra, con su larga y encorvada nariz, como pico de pjaro, sobre el bigotito hspido y negro, su pequea boca cerrada, la boina calzada hasta las orejas.Purillo dijo el viejo Balotta, puede que me salves la vida. Pero me sigues cayendo gordo, y no te trago.Purillo esa vez dijo:No tengo por qu caerle simptico a usted.Es verdad dijo el viejo Balotta.Purillo al viejo Balotta lo trataba de usted, porque Balotta jams le haba dicho que le tratara de t.En Cignano, alquil para ellos un pequeo apartamento. Pasaban los das en la cocina, donde estaba la estufa. Purillo vena a verlos casi todas las tardes.Los fascistas fueron en efecto a Casseta, rompieron los cristales, y destriparon a bayonetazo limpio los sillones.La seora Cecilia muri en Cignano. Se apag dulcemente, estrechando la mano de la duea de la casa, con la cual haba hecho amistad. El viejo Balotta haba salido a buscar un mdico. Cuando volvi con el mdico, su mujer haba muerto.No se lo poda creer, y segua llamndola y sacudindola, crea que slo estaba desmayada.En el funeral no estaban ms que l y Purillo, y la duea de la casa. Barba Tommaso y Magna Maria estaban enfermos en Le Pietre, con fiebre.Fiebre de miedo dijo el viejo Balotta.Despus Purillo tambin dej de aparecer. Balotta estaba tan solo que casi lo echaba de menos. Preguntaba a la duea de la casa a todas horas:Pero dnde se ha metido Purillo?Se supo que Purillo se haba escapado a Suiza y que haba estado amenazado de muerte tanto por los fascistas como por los partisanos. La fbrica cay en manos de un viejo aparejador, un tal Borzaghi. Pero al viejo Balotta la fbrica le importaba ya un bledo.La memoria empez a flaquearle un poco. A menudo se adormilaba sentado en una silla de la cocina, con la cabeza baja. Se despertaba sobresaltado, y preguntaba a la duea de la casa:Dnde estn mis hijos?Se lo preguntaba con aire amenazador, como si ella los tuviese escondidos en el armario de la despensa.Los hombres, los mayores, estn en la guerra deca la duea de la casa, ya no se acuerda que estn en la guerra? Y Tommasino, el pequeo, en el colegio. Y las mujeres, Gemmina en Suiza, y Raffaella en el monte, con los partisanos.Qu vida! deca el viejo Balotta.Y se volva a adormilar, inclinado, sobresaltndose cada poco y mirando al retortero con los ojos apagados, como el que no acaba de saber dnde se encuentra.Despus de la liberacin, vino Magna Mara en coche con el mecnico para llevrselo. Reconoci al mecnico, que era hijo de un obrero suyo; y lo abraz. A Magna Maria le tendi dos dedos flccidos, y la mir atravesado.Dijo:No vinisteis nadie al entierro de Cecilia.Tena cuarenta de fiebre dijo Magna Maria.Lo llevaron a Casseta. Magna Maria haba barrido de enmedio los cristales y arreglado un poco las habitaciones con ayuda de la guardesa, pero ya no quedaban colchones ni sbanas ni cubiertos ni platos. El jardn era una pura devastacin, justo all donde en un tiempo se haba visto pasear a la seora Cecilia entre las rosas con el delantal azul, las tijeras atadas a la cintura, la regadera en la mano.El viejo Balotta se fue a Le Pietre con Magna Maria. All estaba Barba Tommaso, siempre igual, sonrosado, con su camisa limpia y los pantalones de franela blanca.El viejo Balotta se sent y rompi a sollozar sobre el pauelo, como un nio.Dijo: Menos mal que Cecilia est muerta y no puede ver todo este desastre.Magna Maria le acariciaba la cabeza y no haca ms que repetir:nimo, nimo, hay que tener valor, tienes que ser valiente.Barba Tommaso dijo:Fui el primero que vio llegar a los partisanos. Estaba en la ventana con mi catalejo, con el general Sartorio, y los vi llegar por la carretera. Y les sal al encuentro con dos botellas de vino, porque pens que tendran sed.Y dijo:En la fbrica, los alemanes se llevaron la maquinaria. Pero no importa, porque ahora la maquinaria nueva nos la darn los americanos.El viejo Balotta dijo:T calla, que siempre has sido un calzonazos.Borzaghi se port como un valiente dijo Magna Maria. Los alemanes lo haban detenido tambin a l, pero se tir del tren en marcha, y se rompi un hombro.Sabes que mataron a Nebbia?A Nebbia?Pues s. Lo detuvieron los fascistas y lo mataron justo ah detrs, en aquellas rocas. Era de noche y omos gritar. Por la maana, la criada encontr la bufanda, las gafas rotas y el sombrero, aqul de pelo que l llevaba siempre.El viejo Balotta miraba el sol del ocaso, en aquella pendiente de rocas que est detrs de la casa, que por eso se llama Le Pietre, Las Piedras, y los bosques de pinos, que cubren aquella vertiente de la colina, y ms all de la colina, las montaas, con los picos en punta y nevados, y los neveros de largas y azules sombras, y una cumbre blanca y redonda, como un pan de azcar, que se llama Lo Scivolo, El Resbaladero, a donde iban sus hijos, los domingos, de excursin con los amigos.Al da siguiente vino el alcalde a llamarlo, que hiciese un discurso para celebrar la liberacin. Lo llevaron al balcn de la Casa Consistorial, hubo mucha gente y se llen la plaza. Haba tal gento en la calle, que estaban encaramados a los rboles y a los postes de telgrafo. l vea caras que conoca, obreros suyos todos: por eso mismo le daba vergenza hablarles. Se apoy con la mano en la barandilla, y dijo:Viva el socialismo!Luego record a Nebbia. Levant la boina, y dijo:Viva Nebbia!Reson un aplauso, fortsimo, como el rumor de un trueno; y l no sinti sino un ligero espanto, y poco despus un gran placer.Luego quiso seguir hablando, pero no supo qu otra cosa decirles. Jadeaba y enredaba con los dedos en la solapa de la chaqueta. Le quitaron del balcn, porque adems tena que hablar el alcalde.Mientras volvan a casa, Barba Tommaso le dijo:Nebbia no tena nada de socialista. Era comunista.Qu ms da! dijo el viejo Balotta. Y t calla la boca, que siempre sers un calzonazos.En casa, Magna Maria mand que lo metieran en la cama, porque estaba rojo, acalorado y se cansaba al respirar.Se muri esa noche.En el pueblo dijeron:Qu mala suerte, se ha muerto el viejo Balotta! Ahora sus hijos quin sabe dnde habrn ido a parar, y la fbrica pasar a manos del Purillo.Tantos hijos y ninguno cerca, en el momento de la muerte.Un da despus de que muri, lleg su hija pequea, Raffaella, que haba estado en el monte y haba sido partisana. Llevaba pantalones, un pauelo rojo atado al cuello y una pistola en la funda.Estaba ansiosa de que su padre la viera con la pistola. Lleg a Le Pietre y encontr a Magna Maria en la verja, con un velo negro en la cabeza; se puso a llorar y dijo:Qu desgracia, qu desgracia!Luego la abraz, y no haca ms que repetir:Qu valiente eres! Qu valiente eres!Y dijo:Esa pistola, no se ir a disparar?Durante la guerra nos evacuaron primero a Castello, y luego a Castel Piccolo, por miedo a que bombardearan el pueblo, por culpa de la fbrica. En Castello mi madre tena pollos, pavos y conejos. Incluso haba preparado una colmena. Pero deba tener algn defecto, porque las abejas se murieron todas, con la nieve.En Castel Piccolo ya no quiso tener animales. Deca que cuando los asista, se encariaba con ellos, y luego no poda cocinarlos.Ahora tenemos algunos animales en nuestra granja, que se llama la Vigna, la Via; est hacia el bosque de Castello, ms o menos a un kilmetro de aqu. Mi madre va dos o tres veces a la Via por semana, pero no hace ya migas con los bichos, y los cuida la guardesa; Antonia los mata, les quita las plumas o los desuella, y mi madre les da vueltas en la cazuela sin inmutarse, porque no se para a pensar que tenan antes plumas o pelos.Despus de la liberacin, le propusieron a mi hermana que fuera intrprete, porque saba bien ingls. Se enamor de ella un coronel americano, se casaron y se marcharon a Johannesburgo, donde l tena, de civil, una empresa.Yo fui a la universidad en la ciudad. Viva, junto a la menor de las Bottiglia, en el Hogar Protestante. Giuliana Bottiglia termin magisterio y yo me licenci en letras; luego volvimos las dos al pueblo.Voy a la ciudad dos veces por semana, ms o menos, con una u otra excusa: cambiar los libros de la ta Ottavia en la biblioteca Selecta; comprarle a mi madre los ovillos para bordar o los bizcochos de avena; o comprarle a mi padre un tabaco ingls especial para pipa.Voy, normalmente, en el autobs, que sale a las doce y media de la plaza, y me bajo en la ciudad en la avenida Piacenza, a dos pasos de Via dello Statuto, donde est la biblioteca Selecta.El ltimo autobs sale a las diez de la noche.Me tumb en la butaca, y pegu las manos en las paredes de la estufa; luego, cuando empezaba a abrasarme, las quit y me las puse en la cara; luego volv a ponerlas en la estufa. As se pas una media hora.Entr Giuliana Bottiglia.Llevaba medias negras, que entonces estaban de moda, guantes negros de gamuza, un impermeable blanco muy corto y un pauelo de seda negra en la cabeza.Molesto? dijo.Se sent, se quit los guantes, el pauelo, y comenz a marcarse las ondas con un peine. Despus se dio un toque en el pelo, que era negro y lo llevaba peinado hueco, con algunos rizos sobre las sienes.Hoy dijo, estuve en el cine, en Cignano.Qu daban?Tinieblas de fuego.

Y por qu eran de fuego las tinieblas?Porque l era un ingeniero que se qued ciego dijo. Y ella era una mujer de la calle, pero l no lo saba y la crea pura, y se casaron. Alquilaron un apartamento precioso. Pero l empez a tener sospechas.Sospechas de qu?Porque ella le haba dicho al principio que era pobre, y, en cambio, l descubre que no era tan pobre, porque tena joyas. Lo descubre porque se lo dice una camarera, que la haba visto con un aderezo de alhajas.Antes?S, antes. Y l oye una tarde, en la terraza, que ella est hablando con uno. Es un banquero muy enamorado de ella, que conoce su pasado y la chantajea. Le dice que o se acuesta con l o que si no, va donde el ciego y se lo cuenta todo. El banquero es Yul Brinner.Ese que no tiene pelo?S. Entonces el ingeniero acepta hacerse una operacin, que o muere o recobra la vista. Le operan y ve, al principio todo borroso, y luego claro, y ella est all guapsima, con un abrigo de armio. Entonces l la abraza con abrigo y todo, y llora.Llora?S. Despus se van de vacaciones a una villa, pero Yul Brinner tambin va. Y por la noche Yul Brinner la busca y la encuentra por fin en un saln muy bonito, lleno de libros, una especie de biblioteca. Y quiere besarla. Entonces llega el ingeniero y los encuentra juntos.Y qu pas entonces?Pues entonces que Yul Brinner huye, y el ingeniero detrs, y terminan en la cornisa, fuera de la ventana. Y tambin ella sale a la cornisa, para salvar al ingeniero, pero se cae abajo.Muerta?S.Y el ingeniero?El ingeniero dispara al banquero, que se muere, pero antes de morirse en el hospital le dice al ingeniero que ella era pura como una santa. Y el ingeniero se vuelve otra vez ciego.Se vuelve otra vez ciego?S.Por qu se vuelve ciego?Porque tena los ojos todava muy delicados, y se ve que se le desprende la retina, de la emocin.Es una estupidez.No creas. Trabajaban bien.Y fuiste hasta Cignano slo a verla?A Cignano, s.En autobs?En bici, con mi hermana Maria y con Maria Mosso.Era agradable el chino?Qu chino?El del baile en casa de los Terenzi.No era chino, era hind, y tena por lo menos setenta aos. Lo llev Gigi Sartorio.Alis parsimoniosamente los guantes sobre el regazo, con los ojos bajos y la cabeza un poco ladeada; y dijo:Estaba Tommasino.Dnde?En el baile de los Terenzi.Estaba?S que estaba.Y qu?Nada. Slo eso.Continu alisndose los guantes, sin mirarme; y dijo:Ya no me cuentas nada. Antes yo era tu amiga.Revolv la ceniza en la estufa. Dije:Ya no te cuento nada?Vengo aqu y hablamos estupideces. Te aburro, lo s.No me aburres en absoluto. Me he divertido con la historia del ingeniero.Te aburro, lo s.Se puso los guantes, se ajust el cinturn de la gabardina.Tengo que irme.En la puerta me dijo sin volverse:Te han visto.Cmo?Que te han visto con Tommasino.Quin?Mi hermana Maria y Maria Mosso. Os vieron en un bar.Y qu?Nada.Giuliana! Qu fiesta hay donde los Terenzi? grit mi madre al pie de las escaleras.No lo s.Porque vimos a Gigi Sartorio con una ensaladera.No iba a casa de los Terenzi, iba a la de los Mosso, a llevarles unas natillas, porque hicieron tantas que les sobraban. A nosotros tambin nos dieron.Pero cuntas hicieron? Una cuba? dijo mi madre.Y dijo: Qu ocurrencia poner las natillas en una ensaladera.Y dnde tenan que ponerlas? dijo la ta Ottavia.En una fuente de cristal, naturalmente!Nosotros dijo Giuliana, como las natillas no nos gustan solas, hemos hecho unos pocos bign.En cambio a nosotros, por la noche dijo mi madre, nos gusta una cena ligera.En su cara se lea la pena por haber sido excluidos de la fiesta de las natillas.Los hijos de Balotta son cinco.La mayor es Gemmina. Ahora ya tiene ms de cuarenta aos. No se cas y vive en Casseta. Al volver de Suiza, dijo:Casseta no me la quita nadie.Sus hermanos quisieron ir a vivir all, cuando volvieron al pueblo, pero ella no se cansaba de repetirlo:Casseta era de mam y pap, y no me la quita nadie.Intil hacerla entrar en razn de que mam y pap eran tambin mam y pap para los dems hermanos y no slo para ella.Gemmina se qued en Casseta, sola, con una mujer de servicio, una vieja nodriza que haba criado a todos sus hermanos, uno tras otro.A aquella mujer tambin la quisieron Vincenzino y Mario como nodriza para sus hijos.Pero Gemmina dijo:El ama no me la quita nadie. El ama est conmigo, y ay de quien me la toque.Gemmina es alta, delgada, con el pelo teido con agua oxigenada y corto, con una cara larga y estrecha, toda mentn, y un color de cara manchado y marcado por un viejo sarpullido, que le ha dejado como cardenales.Lleva, en invierno, un abrigo casentino, un gorro con los pelos de punta y pantalones de esqu. Tiene siempre cosas que hacer y va de arriba abajo, en su topolino, de Castello a Cignano y de Cignano a Castello. En Castello abri una clnica y en Cignano una tienda de objetos de artesana. Se ven, en el escaparate, zapatillas de punto, jarrones de madera tallada y cuadros de tema alpino.Al pasar, compra las manzanas para la clnica en Soprano, que son ms baratas.Lo que ms le gusta organizar son ts benficos. Pone en movimiento a ocho o diez chicas y enva una a Magna Maria a por nueces, porque en Le Pietre hay muchas; luego las pone en los panecillos de queso; a la otra la manda al panadero a Cignano a pedirle las sobras de los bizcochos que se puedan moler en el molinillo de caf, para luego hacer una pasta con polvo de cacao: los pastelillos que salen no estn nada buenos, pero se pueden comer.Es avara, y si fuera por ella, no tirara nada, ni dinero ni nada. Pero consigue que todo el mundo d para su clnica y para los dems negocios ropa y dinero.Todo lo ms, se desprende, para loteras y cotillons, de trastos que tiene en casa con los que no sabe qu hacer, unos huevos de Pascua de cartn, forrados de seda, unos sacacorchos en forma de corazn, unos acericos.Cuando abri la clnica, estaba all desde por la maana vigilando los trabajos, con su abrigo casentino, con la nariz colorada como un saban y las manchas de la cara que, con el fro, se le pusieron ms moradas todava, y las botas de montaa y el cigarrillo en la boquilla de nice.Le gustan las recepciones y las fiestas. Entonces se pone muy elegante, con el abrigo de pieles, las joyas y unos trajes de noche que se los hace en la ciudad una modista muy buena.En esas fiestas le gusta encontrarse con las condesas, porque es snob.Est todo el da de arriba para abajo, desde por la maana hasta por la noche. Se para a charlar con todos, porque conoce a todo el mundo de por all. A todo el mundo le dice, con los ojos bajos y resoplando:Estoy agotada.Vuelve a casa tarde, por la noche, se tira en el sof con una almohada debajo de las piernas, para favorecer la circulacin de la sangre.Dice:Estoy agotada.Y se queda con los ojos cerrados, tratando de relajarse y no pensar en nada, porque ley en una revista que relajarse es muy bueno para el cutis.Ama, la bolsa caliente y el libro de cuentas.Y entonces llega el ama, gorda, encorvada, con los andares dulces, con el delantal blanco tieso y almidonado, la cara siempre enfurruada, arrugada y oscura, que parece un pellejo curtido.Gemmina se pone a hojear el libro registro. Es donde lleva las cuentas de sus negocios, las complicadas operaciones del debe y el haber.El viejo Balotta no la encontraba nada tonta, y deca que estaba hecha para los negocios. Slo deca:Lstima que no es nada femenina. Y luego ese color de cara tan horrible. Lstima que no haya heredado eso de su madre, que era, de joven, fresca como una rosa.Gemmina estuvo enamorada de Nebbia.Fue una pena, porque se puso, por culpa del amor, mucho ms fea y delgada. Para gustarle, se pintaba las mejillas y los labios con un rojo escarlata. Se pintaba mal, sin gusto, porque aprendi a maquillarse mucho ms tarde, en Suiza, donde tiene una amiga que trabaja en un saln de belleza. Usaba unos polvos demasiado oscuros, casi marrones, para disimular las manchas de la piel. Lo esperaba a la salida de la fbrica, cada tarde, y todos saban que esperaba a Nebbia; el nico que no se haba enterado era Nebbia, porque en las cosas del amor era un ingenuo, un estpido que no se daba cuenta, y un despistado.Nebbia sala con sus orejas de soplillo, siempre rojas, con las gafas de concha y su boca grande y seria.Qu hace aqu? le deca. Su padre se fue hace un rato.Ella le deca:Me lleva?l la haca subir en la barra de la bicicleta, y la llevaba a casa. La dejaba no muy lejos de Casseta, al pie de la cuesta, y volva a montar en el silln.Ella le deca:Vamos el domingo a la montaa?Por supuesto.Iban a veces solos, a veces con los hermanos de ella o con Purillo o con algunos otros empleados de la fbrica. Ella haba dado clases de montaismo, un verano, en los Dolomitas. Estaba orgullosa de ser valiente, de no tener jams miedo, de no quedarse nunca atrs, de no tener vrtigo.Tiene una resistencia de caballo le deca Nebbia.Iban, a veces, solos; una vez les sorprendi la tormenta, en alta montaa, y tuvieron que refugiarse en una roca y pasar la noche all.Se pusieron toda la ropa que llevaban. l tena, en la mochila, una tela impermeable, y se cubrieron con ella las piernas. Bebieron un poco de coac, y Nebbia se durmi profundamente.En cambio, ella no logr pegar ojo, oa los truenos, el viento que silbaba en el glaciar y de vez en cuando algn alud de piedras. Y miraba a Nebbia dormido, con su cara larga, aquella boca suya tan grande y seria, agrietada por el fro y untada de vaselina.Por la maana haca sol, y l se puso a recoger las provisiones sobrantes, las cuerdas, los crampones. Dijo:Vamos para abajo, que los suyos estarn preocupados.Ella se senta destrozada, helada, y habra querido llorar. Pero no dijo nada, se puso los guantes de lana, soplndolos por dentro para que se calentasen.l le at la cuerda por la cintura, se la at a su vez, se puso la mochila y empezaron a bajar.Pasadas las peas, se lanzaron a la carrera por los prados, con las mochilas bailndoles en la espalda.Encontraron la patrulla de socorro, mandada por Balotta, en su busca. Estaba tambin Vincenzino, Mario, Purillo. La seora Cecilia, creyndoles muertos, se haba quedado en Casseta.Gemmina se zambull en un bao de agua caliente. Oa a su madre, en la habitacin de al lado, que deca:No vuelvo a dejar ir sola a Gemmina con Nebbia. La expone demasiado a cosas peligrosas. Adems, el pueblo habla, siempre solos de excursin ella y Nebbia.El viejo Balotta dijo:Ahora son as las cosas, no tiene nada de extrao. Ahora un chico y una chica van solos, de viaje, al campo, a cualquier parte. Es la moda, son los tiempos. No se puede ir contra los tiempos.Y dijo:A los dos les entusiasma la montaa. Vers como se casa con ella. Ahora bien, no me va a hacer ninguna gracia que se case con ella.Gemmina, en bata y sobre el taburete del bao, lloraba. Porque haban pasado la noche juntos, ella y Nebbia, en un palmo de terreno, y l no le haba dado ni siquiera un beso.Los suyos la vieron llegar a la mesa con los ojos hinchados de haber llorado, y creyeron que era, por el susto y el cansancio, un desmoronamiento nervioso.Nebbia vena, a veces, a cenar con ellos. Discuta cosas de la fbrica con el viejo Balotta y nunca le daba la razn, porque Nebbia no se someta a nadie en el mundo. Luego Balotta se iba a la cama, porque estaba acostumbrado a acostarse temprano, y Nebbia se quedaba con Gemmina y la seora Cecilia, que hacan punto; pero tambin l se iba quedando dormido, poco a poco, con su cara larga y colorada en el respaldo de la poltrona y la boca grande que, a veces, en el sueo, sonrea vagamente.Nebbia era famoso por dormirse despus de cenar.Perdonad si me he dormido un poco deca arreglndose los cabellos rizados, mientras coga el abrigo y el impermeable.Gemmina lo acompaaba hasta la cancela, y l montaba en la bicicleta, y enfilaba hacia el Hotel de la Concordia, donde estaba a pensin.Una noche que Gemmina y Nebbia se quedaron solos, porque Balotta se haba ido a acostar ya y la seora Cecilia se haba quedado a pasar la noche con Raffaella en la ciudad, Gemmina dej la labor, se despej los cabellos de la frente, y dijo:Nebbia, creo que me he enamorado de usted.A continuacin ocult la cara con las manos, y se puso a llorar.Nebbia se qued estupefacto, con las orejas encendidas, y tragaba saliva, con aquella boca grande y curva, casi siempre un poco agrietada por el fro.Dijo:Lo siento.Despus se hizo un largo silencio y Gemmina sigui llorando, y l sac su pauelo, grande, arrugado, un poco sucio, y le sec la cara.Dijo, con una voz mnima y ronca:La tengo a usted por una buena amiga. Pero no la quiero; lo siento.Todava siguieron all sentados un rato, sin decirse nada ms. Gemmina se morda la ua del pulgar y de vez en cuando se le escapaba un sollozo. Pero de pronto lleg Balotta, en pijama, que quera el peridico, y Nebbia se meti deprisa el pauelo en el bolsillo y Gemmina volvi a tomar las agujas de punto.Luego Nebbia se puso la gabardina, se calz en la cabeza su sombrero de pelo largo que pareca un guiapo, y se fue.Poco tiempo despus, se prometi con la hija del farmacutico de Castello, una muchacha que se llamaba Pupazzina, la Muequita. Tena slo diecinueve aos y era muy pequea, rellenita, con una cabeza llena de rizos; iba vestida siempre con unas blusas abultadas, ceida con un cinturn ancho de charol negro, y vacilaba sobre los altsimos tacones. Un da se le antoj un coche, porque quera drselas de seora; y una casa con los muebles ms modernos y cactus en los alfizares. No soportaba la montaa, ni en invierno ni en verano, y no aguantaba el fro. Apenas saba andar en bicicleta. Le gustaba el baile, y se cas con Nebbia que no saba bailar.El viejo Balotta siempre le guard rencor a Nebbia, porque se haba casado con aquella oca, y no haba querido a ninguna de sus dos hijas, ni a Gemmina ni a Raffaella.Gemmina decidi irse a Suiza. En Suiza tena una amiga, y encontr trabajo en una agencia de turismo.Slo volvi despus de la guerra. Pupazzina, con los dos hijos que haba tenido de Nebbia, se fue a vivir a Saluzzo.Gemmina nunca quiso ir a ver, en la ladera detrs de Le Pietre, el lugar donde asesinaron a Nebbia.A veces, mientras conduce su topolino, Gemmina canta una cancin. Es una cancin que dice: Oh, Linda, Linda, amor, mi amado bien,mientras t ests en casa, yo, al sereno;mientras ah dentro ests, comiendo un buenfilete, aqu me tienes, de pie, sobre la escarcha!Oh, Linda, Linda, amor, mi amado bien,mientras ah dentro ests, al sereno me ves!

Esta cancin la cantaban a coro ella y Nebbia y Vincenzino y Purillo, en el autocar, cuando volvan de la montaa.Nebbia cantaba desafinado. Todava le parece estar oyndole. Cuando canta esa cancin, encuentra toda su juventud, las alegres tardes en que volvan todos juntos de la montaa, el cansancio, el olor de la lana y del cuero, la nieve derretida en las botas, los hombros doloridos por los tirantes de la mochila, el chocolate, todo estrujado en el papel de plata, y las naranjas, el vino.Jams ha vuelto a la montaa. Conserva todava, en una caja, un vaso de latn, completamente abollado. Es en el que ella y Nebbia bebieron juntos, la noche de la tormenta.Despus de Gemmina, Vincenzino. Luego Mario, Raffaella y, el ltimo, Tommasino. sos son los hijos de Balotta.Vincenzino era un chico pequeo, gordo, rubio, rizado como un cordero. Iba siempre sucio y desarrapado, siempre con los tufos demasiado largos en el cuello, los bolsillos de la gabardina llenos de folletos y peridicos, los zapatos desatados, porque apenas saba hacerse el lazo, y el bajo de los pantalones lleno de barro, porque andaba por el campo.El viejo Balotta deca:Parece un rabino.Iba por el campo solo. Se quedaba, a veces, parado delante de un muro o junto a una verja, donde no se vean ms que matas de ortigas o penachos de helechos; y miraba y miraba no se saba qu.Caminaba despacio, sacando del bolsillo de vez en cuando un peridico o un libro, que se pona a leer caminando, un poco gacho, con la frente fruncida. Cuando abra un libro pareca que se lo iba a meter por las narices.Le gustaba la msica y tena en su habitacin innumerables instrumentos de viento. Al llegar el crepsculo, se pona a tocar el oboe o el clarinete o la flauta.Sacaba un lamento tristsimo, quejumbroso y feble, como un balido. El viejo Balotta deca:Pero se puede saber por qu tengo que orlo balar siempre as?En la escuela, Vincenzino no fue bien. Se pasaba el ao haciendo repescas, y le suspendan siempre. Purillo y Mario, ms jvenes, iban por delante, y l se quedaba atrs.No se entenda bien por qu, ya que lea muchos libros y saba un montn de cosas.Siempre hablaba en voz baja, con un murmullo confuso. Y a las preguntas ms sencillas responda con razonamientos confusos y prolijos, que devanaba despacio, sobre la onda triste de aquel murmullo.Su padre deca:No lo aguanto.Y deca, oyendo, al atardecer, el lamento de la flauta:Si sigue balando as, lo mando a Le Pietre.Y lo enviaba a Le Pietre un tiempo. Luego lo mandaba volver, porque quera verlo de nuevo y saber cmo era.Y no debe de ser tonto del todo deca a su mujer.Lo llevaba a la fbrica, lo pona delante de las mquinas. Vincenzino miraba, sombro, luntico, un poco encogido, frunciendo el ceo.Miraba fijamente y remangaba las narices, lo mismo que cuando miraba, en la carretera, un muro, un rbol o una mata de ortigas.Estudi en Salice, en un colegio. Despus, hecho el bachillerato, fue a la ciudad, a la universidad.Su padre quera que se matriculase en la facultad de econmicas, como Mario, que iba ya en segundo curso. Sin embargo, se matricul en la escuela de ingenieros, como el Purillo.En eso no dio el brazo a torcer. Balotta se encogi de hombros, y dijo a su mujer:Jams va a terminar la carrera. Demasiado difcil. Que se las apae. Yo con l no razono. Est loco, y con los locos no se razona.Vivan l, Purillo y Mario, en un apartamento amueblado, con una mujer que iba a cuidarles.Purillo se tiraba a la asistenta. Una mujer que ya no era joven, gorda y pesada. Cuando Vincenzino estaba en su cuarto, oa, al otro lado de la pared, la risa limpia de Purillo y los maternales y torpes exhortos de ella.Vincenzino detestaba a Purillo.Conoci, en el politcnico, a Nebbia, o sea, Niebla. Se vean en clase. Empezaron a hablar una tarde, en el tren que los devolva a casa, un fin de semana. La familia de Nebbia tampoco viva en la ciudad.Vincenzino empez a hablar, con su voz queda. Cont que tena un primo, Purillo, con el que viva, al que odiaba. Cont cmo era Purillo, cmo se lavaba y cmo coma, cmo se tiraba a la criada, cmo haca gimnasia, por la maana, en calzones de elstico negro.Nebbia escuchaba, aguzando la oreja, aquel largo murmullo melanclico. Se rea, divertido por aquel odio que no tena ningn motivo real, ya que aquella manera de masticar, de rascarse los sobacos o aquel brusco doblarse arriba y abajo en calzones y camiseta, eran slo un pretexto.Conoca de vista a Purillo. Despus lo conoci ms de cerca y le pareci del todo inofensivo. Por lo dems, Nebbia era por naturaleza sociable, ingenuo, tranquilo y distrado, y todos le queran.Vincenzino estrech lazos con Nebbia y fue su primero, ltimo y nico amigo.Nebbia lo llev a su casa, en Borgo Martino, y le present a sus padres, el padre mdico titular y la madre maestra de escuela, y a los hermanos y hermanas.Por su parte Vincenzino lo llev a Casseta. Nebbia le pareci simptico al viejo Balotta; incluso le prometi, para cuando hubiere terminado el politcnico, un puesto en la fbrica.Un domingo fueron a la montaa todos juntos, Nebbia, Vincenzino, las hermanas de Nebbia, Gemmina y Purillo. Vincenzino caminaba despacio, y se quedaba atrs, los dems se impacientaban y tenan que esperarlo. Tambin le gustaba encerrarse en los refugios, cerca del fuego encendido, para balar con la flauta y mirar las llamas.Conoci, un verano, en San Remo, a una chica brasilea, que estudiaba msica. l haba ido al mar por prescripcin del mdico, porque haba tenido unas anginas, pero no se baaba ni se expona al sol en la playa, pues tena la piel tan blanca que mucho sol le daba fiebre; sin contar con que odiaba el sol, la arena, las sombrillas y el gento. Por eso se quedaba leyendo bajo un rbol, en el jardn del hotel; y se puso a hablar con la brasilea, que tampoco tomaba los baos, y se quedaba all con las gafas de sol y con un sombrero grande, y tena con ella a su madre, la mamita, una viejecita pequea como una mona, con el pelo teido de rojo.Vincenzino volvi a Casseta, despus del mar, completamente restablecido. Puso en la mesa de su cuarto un retrato. Se vea a una chica de pie, de perfil, vestida de noche, con un collar de perlas, el cuello largo, un chignon grande y negro, y una boa de plumas.Dijo:Mi novia.Balotta dijo a su mujer:Ese bobo es capaz de haberse prometido.Iba a ver el retrato, cuando Vincenzino estaba fuera.Caramba, qu cuello tan largo deca.Por la maana, apenas despierto, le deca a su mujer:sa lo va a llenar de cuernos, de los pies a la cabeza y de la cabeza a los pies.Vincenzino escriba largas cartas dirigidas a Sao Paulo y a su vez reciba otras tantas, largas, tupidas, con una caligrafa grande y picuda, difciles de leer porque estaban escritas por las dos caras.Hacia Navidad vino a la ciudad la chica con la mamita, el papito y el Fifito, que era un hermano de doce aos. Queran que les llevasen a Casseta a conocer a la familia de Vincenzino.Haban bajado al hotel y Vincenzino les llevaba por ah para ver la ciudad.Una noche Purillo, al volver, se encontr a Vincenzino sobre la cama, plido, como un guiapo, vomitando en una palangana. Estaba temblando con un telele nervioso.Haba comprendido que estaba hasta la coronilla de la mamita, del papito, del Fifito y de la chica, pero no saba cmo librarse de ellos.Purillo fue a llamar a un mdico y a Nebbia. Se pasaron toda la noche, l y Nebbia, cuidando a Vincenzino, dndole cafs cargados y enjugndole el sudor.Por la maana fueron al papito y la mamita y dijeron que Vincenzino estaba malo, muy enfermo, con los nervios destrozados, y que por el momento no poda pensar en casarse.La mamita se ech a llorar. Despus pidieron dinero. Haban hecho unos gastos, viajes, y a la hija le haban comprado un costoso ajuar.Obtuvieron todo lo que queran, y regresaron al Brasil.Hay que reconocer que Purillo dijo Vincenzino a Nebbia no se ha portado mal.Pero Vincenzino no senta ningn agradecimiento hacia Purillo. Al contrario, por el hecho de que le hubiera visto de aquella manera, lo odiaba ms todava.Purillo, al contarle lo sucedido al viejo Balotta, estuvo educado y serio. Pero se escapaba de su voz un soplo de incontenible alegra. l, Purillo, cortejaba a las muchachas decentes y se acostaba con las putas y las criadas. Pero jams les haba dado un problema, nunca le haba tocado al viejo Balotta soltar dinero para sus historias de faldas.Mandaron a Vincenzino de nuevo al mar, porque se haba quedado mal, pero en esa ocasin fue con l Gemmina, para vigilarlo y que no hiciese ms tonteras.Dej el politcnico, sin examinarse de muchas asignaturas, y se matricul en ciencias empresariales.Mientras tanto Nebbia se haba licenciado haca tiempo y trabajaba en la fbrica. Tambin se licenciaron Purillo y Mario, y tambin se pusieron a trabajar all.Luego a Vincenzino le toc hacer el servicio militar. Lo mandaron a Pesaro. Estaba siempre arrestado porque era totalmente incapaz de ser puntual y de hacer las cosas. Se dej crecer la barba y las mejillas se le cubrieron de una pelambre rizada y rojiza, como una vegetacin salvaje que creciese en una ribera abandonada.Al final, despus de la mili, termin la carrera.El ltimo en llegar fue el Patizambo dijo el viejo Balotta. Pero estaba contento y lo mand a Amrica un ao, para que viese mundo y aprendiese ingls.Cuando volvi de Amrica, Vincenzino haba cambiado mucho. Estaba otra vez sin barba. Haba aprendido a lavarse, a estar derecho y a hablar ms alto.Cuando le presentaban a alguien nuevo, echaba los hombros hacia atrs y le clavaba una mirada aguda, penetrante, clara, como un relmpago fro.A veces soltaba una risotada rpida, furtiva, que le descubra los dientes pequeos y blancos, y que se extingua de improviso.En Amrica haba estado visitando fbricas. Y tena ideas nuevas, quera echar abajo su vieja fbrica y levantarla toda nueva, con cristaleras y una zona de casas para los obreros.Haba ledo libros de psicoanlisis, y descubri que tena el complejo de Edipo y que haba tenido un trauma en la infancia, una vez que vio al Purillo matando un perro a pedradas.Volvi a Casseta y comenz a trabajar en la fbrica. Trabajaba hasta muy tarde por la noche, preparando proyectos.Su padre deca:Antes no se interesaba nada por la fbrica. Y ahora se pasa. La nica ventaja es que ya no tiene la flauta y que ya no bala.Sin embargo, todava iba Vincenzino a pasearse solo por el campo. Y todava se paraba a mirar, inmvil, un muro o un rbol, arrugando la frente y remangando la nariz.Se cas con una chica de Borgo Martino. Era una amiga de las hermanas de Nebbia, y la conoca desde haca mucho. Se cas despus de una complicada y confusa declaracin de amor. Se cas deprisa, porque le dio miedo cambiar de idea.Mario y Vincenzino no se parecan mucho. Mario era un chico alegre, vivaracho, mundano, y todo le resultaba fcil.Alto, desenvuelto, elegante, reparta muy bien su tiempo entre el trabajo y el descanso. Despus de la fbrica, volva a Casseta para cambiarse, y se iba a la casa de los Sartorio a jugar al tenis en pantalones y chaqueta azul de botones dorados.Igual que Barba Tommaso. Esperemos que no sea un calzonazos deca el viejo Balotta.Las noches, Mario las pasaba jugando al poker en casa de los Sartorio, de los Parego o de los Bottiglia. Contaba muy bien los chistes, muy serio, sin mover una sola pestaa. Saba muchsimos, que lea en revistas, italianas o extranjeras, a las que estaba abonado, y siempre tena mucho xito.Slo a veces, en las pocas en que se encontraba un poco fatigado, le acometa una charla rpida, nerviosa, balbuciente, como imparable, y no haba manera de callarlo. Contaba chistes, haca proyectos para la fbrica. Se le pona entonces una cara gris, de desenterrado, como un haz de msculos demasiado tensos, y apareca por encima del pmulo, justo debajo del ojo izquierdo, un pequeo temblor. En esas temporadas no poda dormir, y se pasaba las noches fumando en su cuarto, o bien se marchaba al pueblo e iba andando hasta Le Pietre y despertaba a Barba Tommaso y a Purillo con sus historias.Entonces lo enviaban al mar o a la montaa, para que descansase, y cuando volva estaba como nuevo, y se le haba pasado el insomnio y la parlanchinitis.En un momento dado pareci que iba a prometerse con la mayor de las chicas Bottiglia, porque la acompaaba a todas horas. Sin embargo, fue a pasar unos meses a Mnich en viaje de negocios, y all se cas.El viejo Balotta se puso furioso cuando se enter de que se casaba. La chica era pintora y escultora, una rusa, de una familia que haba huido de Mosc cuando la revolucin. Era hurfana y estaba en Mnich con unos tos. El viejo Balotta estaba convencido de que deba de ser una aventurera o una espa.Envi a Purillo a Mnich a enterarse. Purillo le hizo saber que no haba nada que hacer, Mario se haba enamorado, se iba a casar y no entraba en razones.Hizo tambin algunas averiguaciones. Los tos tenan una pequea tienda de discos. Apenas se saba ms.Mario se instal en Casseta con su mujer. Era una muchacha pequea, delgada, enfermiza, con la cara maquillada y empolvada, un sombrero de fieltro negro y guantes negros.Cuando se quit los guantes, aparecieron dos manos macilentas, delgadas y llenas de cicatrices. Mario explic que se haba quemado con unos cidos, mientras preparaba los colores, porque le gustaba prepararse sus propios colores.No hablaba una palabra de italiano. Hablaba un francs incierto, trufado de alemn y ruso, con una voz sumisa, un poco ronca. Se llamaba Xenia.El viejo Balotta estaba desconsolado. Haba previsto que Mario se casara con una de las hijas de su viejo amigo el abogado Bottiglia. Y, en cambio, tenan delante a aquella desconocida, salida de Dios sabe qu vida oscura, que hablaba en francs, lengua de la que ni l ni su mujer tenan la menor idea.Balotta concibi por Xenia una antipata fiera, imparable y ciega. Vincenzino comparti aquella antipata. Por primera vez en muchos aos, Vincenzino y su padre estaban de acuerdo.Entre tanto, tambin Vincenzino se cas: de la mujer de Vincenzino, en cambio, clara, simple, relimpia, se saba todo, y que su pueblo era Borgo Martino.Mario y Xenia recorrieron de arriba abajo el pueblo, buscando una casa que comprar. Visitaron muchas. Xenia miraba, con sus ojos opacos, grandes, pintados, con los prpados cados: bisbiseaba algo en francs y quedaba claro que aquella casa no le gustaba.Por fin compraron Villa Rondine, Villa Golondrina, un gran palacete rojo, rodeado de rboles, en lo alto de la colina.Los hijos de Balotta saban desde haca tiempo que eran ricos; y vean que con los aos cada vez eran ms ricos. Sin embargo, sus costumbres no cambiaban mucho. Se vestan siempre de la misma manera y coman siempre las mismas cosas. La seora Cecilia, con ayuda de su criada Pinuccia, daba la vuelta ella misma al abrigo del invierno anterior. Incluso si quera un vestido nuevo, llamaba a la modista del pueblo, Sestilia.En Casseta se servan buenas comidas, sustanciosas, sanas, y haba mucha abundancia de todo. Pero el mantel estaba un poco rado con no pocos rotos, y los vasos de diario eran los de la mermelada Cirio, y la quesera tena la campana tan rota y pegada que la seora Cecilia deca siempre: Tendra que comprar otra quesera.En Casseta tenan dos coches, uno ms viejo, grande y oscuro, y uno pequeo, descapotable, que usaba ms que nadie Purillo, cuando tena que ir a la ciudad. Tenan muchas gabardinas, muchos bales y maletas, muchos plaisds escoceses, muchos pares de esqu. No reparaban en gastos de viaje, vacaciones, reconstituyentes, mdicos. Cuando lleg Xenia, se dieron cuenta de que ninguno de ellos saba lo que era llevar un gran tren de vida, y Xenia, en cambio, eso lo conoca.Se descubri que aquellos vestidos suyos, con un aire siempre un poco ajado y polvoriento, eran carsimos y se los mandaban de una famosa casa de modas de Pars.Al pasar por Pars despus de la boda, encarg todos aquellos vestidos, todas aquella pieles, todos aquellos zapatos.Se instal en Villa Rondine, despus de haber amueblado las habitaciones con muebles pesados y un poco fnebres, de talla solemne. En las ventanas puso cortinas oscuras, porque le gustaba la penumbra.Contrat gran cantidad de servicio, mayordomos y doncellas, mozos y criadas, y no se saba cmo haca para mandarles a todos, hablando slo francs y con aquel hilo de voz.Encargaba la carne en Cignano, donde era mejor, pero ms cara. Mandaba a por fruta a Castello, muy temprano, con el chfer. Mandaba a Castel Piccolo a por fresas, a Soprano a por queso fresco, a Torre, a por colines.Ella, en cambio, coma poqusimo: una hoja de lechuga, un sorbo de caldo. Se haca traer de la ciudad pias, que apenas probaba, un bocadito en la punta del tenedor.Era sumamente delgada y, sin embargo, pareca que estaba gorda. Haba mandado poner, en uno de los baos, una caldera especial, para los baos de vapor. Sala de esos baos ms flaca y desmejorada que nunca.Tena su estudio en una gran habitacin de la planta de abajo. Se pasaba all, en pantalones de terciopelo negro, pintando, esculpiendo, amasando sus cermicas y cocindolas luego en un horno grande, que le haban enviado de Holanda.Jams bajaba al pueblo. Paseaba por el jardn, a pasitos, con sus dos perros pequeos. Eran dos chuchos todos rizados, de un gris casi rosa.Jams pona los pies en Casseta. Pero en Navidad o en Pascua les mandaba a todos unos regalos principescos.Por la noche se quedaban solos, ella y Mario, en el saln principal, poblado de cuadros sombros, porcelanas preciosas y espejos. Haba encendida alguna vela, en los candelabros de plata, y sa era toda la iluminacin. Se daban la mano, jugaban con los perrillos. As les encontraba a veces Purillo, la nica persona que acuda a Villa Rondine, alguna noche.Con las velas deca la seora Cecilia, por lo menos ahorran luz elctrica.Pero no era verdad, pagaban cuentas astronmicas incluso de luz, seguramente porque el horno de Holanda era elctrico.Se compraron un gran automvil, negro y lustroso, que pareca una carroza fnebre. Acompaada por el chfer, bajaba a la ciudad dos veces por semana, sepultada en el fondo del coche, con las gafas negras, la cara plida sumergida en el cuello del abrigo de pieles. Iba a tomar los baos turcos, porque los otros vapores no le bastaban.Le contagi a Purillo las ganas de gastar dinero. Purillo se compr un Issotta-Fraschini. Se compr una cama abatible, como la que hay en los sanatorios, para estar ms cmodo cuando lea por la noche, antes de coger el sueo. Y se hizo, junto a su cuarto, un lujoso bao con la baera empotrada, aprovechando el tabuco donde tena Magna Mara colgados antes los jamones.Cuando Xenia fue a tener el primer hijo, Mario mand llamar a un gineclogo de Suiza. Al ao siguiente tuvieron otro nio. Tenan una nurse suiza, con la toca azul. Tambin tenan una nodriza vneta. Xenia cay enferma despus, y le quitaron el tero. Se puso buena y volvi a esculpir, a pintar, a pasear con los perritos.Se le pusieron muy pronto todos los cabellos grises, y no se los ti quin sabe por qu.El viejo Balotta, las raras veces que la vea, en los cumpleaos de los nios, deca despus a su mujer:Has visto cmo ha envejecido Xenia? Has visto qu fea es? Cmo har Mario para irse con ella a la cama?Vincenzino lo explicaba todo con el psicoanlisis. Deca que Mario tena complejo de Edipo, y se senta protegido por Xenia, que tena un temperamento autoritario, y lo dominaba y gobernaba.De vez en cuando en el viejo Balotta, y tambin en Vincenzino, resurga la duda de que fuese una espa. No se saba nada de ella, nada de lo que haba hecho antes de llegar al pueblo. Las raras veces que se topaban con ella, hablaba muy poco, y siempre en francs, porque no se preocupaba de aprender italiano.Nebbia deca:Para nada es una espa. Slo es tonta, y para no revelar lo tonta que es, se rodea de misterio. Como algunos gusanos, que se construyen como una funda con la saliva, para que nadie les pueda coger.Mario, entre tanto, engord un poco, se iba a acostar pronto y jams volvi a tener aquellos desarreglos de insomnio y de locuacidad.Vincenzino y su mujer se fueron a vivir a Casa Mercanti, o de los Comerciantes. Era una pequea casa, justo al final del pueblo, que tena delante un amplio prado con dos o tres perales y detrs un huerto cercado, con coles.La mujer de Vincenzino se llamaba Cate. Era alta, guapa, robusta, con una melena de pelo rubio que peinaba a veces en dos trenzas, finas y aplastadas sobre las orejas, a veces en un moo hueco y sin gracia, torcido y apuntalado en lo alto de la cabeza.Tena una cara llena, atezada por el sol, con algunas leves pecas, con los pmulos levantados y salidos, y los ojos verdes un poco rasgados, hacia las sienes.En el pueblo la recordaron durante mucho tiempo, cuando volva del ro adonde iba a baarse, con el viento que azotaba la falda en las piernas desnudas, torneadas, doradas por el sol, el pelo chorreando y enmaraado sobre la frente, y la toalla mojada sobre los hombros, toda llena de arena.La recordaban cuando bajaba de la colina con la boca manchada de moras, alta, hermosa, rubia, con sus hijos pequeos, rubios tambin.Cuando iba al ro en verano llevaba un vestido azul, con una cinta blanca en el bajo de la falda. Llevaba un pauelo con lunares blancos y azules, con el que se recoga el pelo. Y cuando en invierno iba a esquiar, llevaba un jersey blanco, con el cuello vuelto. Y en las tardes frescas de otoo, cuando se sentaba en el jardn, se echaba sobre los hombros un viejo chal negro, como de pobre.Se haba casado con Vincenzino sin estar enamorada. Pero pens que era una buena persona, quizs un poco melanclico, aunque seguramente muy inteligente.Pens tambin que l era rico y ella no.Al principio, cuando se fueron a Casa Mercanti, le entr una tristeza infinita. Se quedaba all tardes enteras, mirando el huerto de coles de detrs de la casa. Le pareca que el mundo estaba lleno de coles. Y se echaba a llorar, porque le entraban muchas ganas de volver con su madre.Borgo Martino no estaba demasiado lejos, pero ella no intentaba siquiera ir, porque a su marido no le habra gustado.En Borgo Martino, en su casa, tena a su madre viuda, que era la duea de una pequea papelera. Y tena tres hermanas todava pequeas, que iban a la escuela, y en casa siempre haba mucha alegra y alboroto.En Casa Mercanti, por el contrario, reinaba siempre el silencio. Ella trajinaba en la cocina, para pasar el rato, hablando con Pinuccia, la criada que su suegra, la seora Cecilia, le haba trasferido. Le contaba a Pinuccia de su casa, de las alocadas risotadas que daban ella y sus hermanas. Pinuccia escuchaba pelando patatas y frotndose de vez en cuando la nariz con su mano ruda.Vincenzino volva tarde, y ella, esperndolo, se dorma en el sof.Vincenzino se haba casado con ella sin estar enamorado. Pens que era sana, sencilla, que era una buena chica.Pens incluso, de aquella manera suya un tanto embrollada, que una boda as tena que gustarle a su padre. Porque se pareca de alguna manera al matrimonio del propio Balotta, quien tambin haba elegido a Cecilia en un pueblo cercano, y la eligi porque era rubia, pobre y sana.Pero cuando se cas con ella, Vincenzino comprendi que no tena nada que decirle. Pasaban las veladas en silencio, uno enfrente del otro en sendos sofs, en el saln.l lea un libro, metindose los dedos en la nariz. De vez en cuando la miraba hacer punto, con la cabeza rubia inclinada, bajo la luz rosada de la lmpara. La encontraba muy guapa, pero pensaba que no era su tipo, porque a l le gustaban las morenas, y las rubias no le decan nada.A ella, por las tardes, le daban unas grandes lloreras, encerrada en su cuarto, junto a la ventana desde donde se vean las coles. Cuando l volva, la encontraba con la cara hinchada y los ojos rojos. Entonces, tena el detalle de pedirle que fuese, al da siguiente, a ver a su madre a Borgo Martino.Poco a poco, se acostumbr a montar en bicicleta. Montaba en bici casi a diario; a veces, incluso, las tardes del domingo. Despus de todo, Vincenzino, el domingo, pasaba la tarde durmiendo, leyendo o estudiando proyectos de la fbrica, y no quera saber nada de salir.Vincenzino, solo en casa, daba vueltas en pijama por las habitaciones. Todas las habitaciones eran frescas y estaban en penumbra, y reinaba un reposado silencio. Pinuccia sala tambin. l se serva un whisky doble, con hielo y agua mineral. Haba aprendido en Amrica a beber whisky. Se sentaba en el silln del saln, con un libro y al lado el vaso.Le gustaba estar completamente solo. Senta profundo consuelo y alivio.Despus, tuvieron los nios. Naci un varn, luego una nia, y luego otra vez un varn. En el prado de delante de su casa se agitaban al aire los paales en una cuerda atada entre dos perales, y en la hierba se vean bolos y cubos pequeos. Vino una campesina de Soprano a cuidar de los nios y la vistieron con delantales azules. Cate estaba muy ocupada y dej de llorar. Y tampoco iba casi nunca a Borgo Martino.Pero en el pueblo no le gustaba nadie. Encontraba a la seora Cecilia aburrida, una vieja bergianna, palabra que usaban en su casa, en Borgo Martino. Significaba algo as como una vieja cotorra. Con Gemmina tena una relacin fra, haba sido una relacin fra desde que ella se haba casado con Vincenzino. Tal vez Gemmina tuviese celos, porque la encontraba guapa; tal vez pensaba que se haba casado con Vincenzino por dinero, sin estar enamorada.Purillo tampoco le gustaba. Xenia le pareca una loca. Nebbia le gustaba bastante, porque era de Borgo Martino; en cambio Pupazzina, la mujer de Nebbia, no le gustaba en absoluto, encontraba que era un escuerzo, y que no se ocupaba de sus hijos, que iban siempre sucios y no los sacaba nunca de paseo.Con Raffaella, la hermana ms joven de Vincenzino, iba a veces a baarse al ro. Pero al poco tambin se aburri de Raffaella. A sus dieciocho aos, Raffaella era como un muchachote desmaado. Se liaba a jugar con los nios, y les obligaba a hacer juegos demasiado ruidosos y peligrosos, les obligaba a zambullirse en los sitios donde la corriente era ms rpida, y a subir a las rocas ms altas.Cate prob a gastar dinero, en vista de que tena mucho. Se encarg algunos vestidos en la ciudad. Se encarg tambin un abrigo de pieles de rat musqu negro; pero no se lo pona casi nunca, porque le pareca que le daba un aire, como decan en su casa de Borgo Martino, de vieja cangura. Una palabra que significaba, en la jerga de las hermanas, una seorona.Se compr, copindoselos a Xenia, unos pantalones estrechos, de terciopelo negro. Pero Nebbia le dijo que no le sentaban bien, porque le hacan ms anchas las caderas. Ella se enfad y dijo a Vincenzino que le dijese a Nebbia que no se metiera donde no le llamaban, y lo mismo a su mujer, que iba siempre con unos trapos ridculos.Haca traer los colines de Torre. Y mandaba a Pinuccia a comprar las fresas a Castel Piccolo. Pinuccia volva, acalorada y sudorosa por la cuesta y el solazo, sin fresas, ya que se haban quedado con todas, a primera hora, los de Villa Rondine.A veces iba a Casseta a ver a la seora Cecilia. La seora Cecilia le enseaba sus hortensias, sus claveles y sus rosas, y tambin un rosal de rosas aterciopeladas, conseguidas de una semilla que le haba trado Purillo de Holanda.Iba a veces a Le Pietre. Barba Tommaso le sala al encuentro a la verja, y le besaba la mano, y aprovechaba para que la mano rozase ligeramente su mejilla de viejo, muy bien afeitada y roscea: le gustaba que se dijese que era un libertino y que todava, a los setenta aos, echaba los tejos a las mujeres bonitas.Magna Maria estaba all con su pelo gris muy bien peinado, su nariz roja y larga, y en la nariz una verruga, como un guisante de grande; le ofreca un platito de albaricoques y un vaso de mistela; y la abrazaba y la volva a abrazar, y deca:Cmo ests? Ests bien? Estupenda, estupenda! Y los nios? Estupendos, estupendos! Y tu madre? Estupenda, estupenda, pero qu estupenda eres!Tampoco Magna Maria resultaba nada divertida.Cogi la costumbre de ir, cada domingo, a la montaa a hacer montaismo en verano y a esquiar en invierno, con Nebbia, Purillo y Raffaella.Nebbia deca que no esquiaba bien, porque no tena estilo ninguno y se caa como un saco. Ella y Nebbia discutan siempre un poco, desde que se conocieron de nios.Raffaella se comportaba siempre como una gamberra, haca los descensos gritando como un salvaje y con sus manos duras como el plomo daba unas palmadas brutales en la espalda de todo el mundo. Cuando estaba en la montaa, al aire libre, se liberaba ms que nunca. Sobre todo se diverta gastndole bromas a Purillo, al que le pasaba el jabn cuando le peda queso, o queso cuando le peda jabn. O bien le meta por el cuello el erizo de las castaas, que traa a propsito de su jardn. Purillo, pacientemente, se desenredaba aquellos erizos de la lana del jersey. Eran bromas inocuas, un poco tontas, de colegio.A Purillo todos le tomaban el pelo, porque era muy fascista, y le hacan coplas cuando reciba a los jerarcas en la fbrica y se le disparaba el brazo con el saludo romano.Purillo sonrea arqueando su pequea boca, y apartaba la mano de Raffaella que le propinaba, dura como el plomo, un puetazo en el estmago.Hacia la noche, descansaban en el refugio, beban vino caliente y cantaban: Oh, Linda, Linda, amor, mi amado bien,mientras t ests en casa, yo, al sereno.

Era la cancin de Nebbia.Pero Nebbia quera siempre volver cuanto antes a casa, si no, encontraba a Pupazzina de morros. Cate entonces le tomaba el pelo porque tena miedo de Pupazzina.Dejaban el coche en Alpette, un pueblecito junto a la carretera. Era siempre el coche de Nebbia, porque Purillo guardaba su Issotta-Fraschini entre algodones.Cate encontraba a Vincenzino todava levantado, leyendo con el vaso de whisky. Ella probaba un pequeo sorbo, y pegaba un respingo, porque no estaba acostumbrada a aquel sabor tan fuerte.Cmo ests, encanto? deca l.Y segua leyendo. Ella iba a cambiarse, sacaba un camisn de la cmoda. Tena muchos camisones, le gustaban bonitos, finos, de seda bordada, de chiffon.Qu camisn tan bonito! deca Vincenzino, y se iba tambin l a cambiarse.Ella deca:Cuando era joven, mi madre me obligaba a llevar unos camisones de franela con flores, con las mangas largas, que no los poda soportar.Y deca, ya medio dormida:Despus de todo Purillo no es tan malo.Porque estaba contenta, y se senta muy tolerante, y amiga de todo el mundo.Despus empez a ir a las fiestas, a los bailes. A veces la acompaaba Vincenzino. Si no, la acompaaba Purillo.En el pueblo empezaron a decir que ella era la amante de Purillo. Ella lo saba, porque se lo haba contado su criada Pinuccia. Se lo cont a Vincenzino riendo:Yo con el Purillo!Desde entonces el viejo Balotta, cuando ella vena a Casseta, la miraba torvo, y dijese ella lo que dijese, l le llevaba la contraria.A veces venan a verla desde Borgo Martino sus hermanas, unas pollitas ya. Se quedaban tambin a dormir, y metan mucho ruido con los nios despus de la cena. Pero ella sola estar invitada esas noches, y se vesta impaciente.Vincenzino le deca:Por qu no te llevas contigo a tus hermanas?Ella deca, ponindose los pendientes:No, son demasiado jvenes. Y adems no las han invitado.La verdad es que no quera llevarlas, por miedo a que las encontrasen un poco vulgares.Deca:Adems, tampoco tienen qu ponerse.Vincenzino deca:Pues cmprales t maana un vestido.A veces Nebbia vena a pasar con ellos la velada. A Pupazzina la dejaba en casa porque Cate y Pupazzina no se podan soportar. Nebbia discuta con Vincenzino de cosas de la fbrica; ellos dos estaban de acuerdo, en contra del viejo Balotta, que tena ideas anticuadas.Ella se aburra y esperaba que la conversacin diese un giro a algo ms divertido.Deca:Qu aburridos sois!Calla un momento le deca Nebbia.Se trataban de t, porque eran amigos de la infancia.La vida dijo ella una noche a Nebbia, es precioso. Aquella tarde se haba divertido mucho en un t que dieron en Villa Rondine. Haba conocido a un violinista, amigo de Xenia, que se alojaba aquellos das en Villa Rondine, un tipo bajito al que todos llamaban all maestro, excepto Xenia, que le trataba de t.La vida dijo Nebbia es hermosa para m y para Vincenzino, que tenemos cosas que hacer. Pero para ti debe ser una lata, sin hacer nada en todo el da.Yo no hago nada? dijo ella.Bueno, qu haces? dijo Nebbia.Y tu mujer? Qu hace tu mujer? dijo ella.Mi mujer dijo Nebbia tampoco hace nada. Para los nios y la casa, contis con las muchachas de servicio. Sois burguesas y vivs aburridas, como todas las seoras.Yo no soy una seora! No soy una burguesa! No s por qu, pero yo no soy una burguesa, ni soando!Vincenzino solt la carcajada.Y adems dijo ella, aunque fuese una burguesa, no me importara. Y no me aburro, porque me lo paso muy bien. Y de los nios, aunque tenga niera, me ocupo yo, y los saco fuera, haga fro o calor. En cambio Pupazzina no los saca nunca, porque tiene miedo de que se resfren. Adems estn palidsimos. A los mos jams les ha dolido la garganta.Haba hablado sin parar, y se qued sin aliento. Pero Nebbia no quera que se tocase a su Pupazzina.Dijo: Deja en paz a Pupazzina. Qu te ha hecho?A m nada dijo ella, y se encogi de hombros.Y luego dijo: Hoy estuve en Villa Rondine. Ahora han puesto, en la entrada, dos angelotes grandes, de madera dorada. Los encontraron en un anticuario de la ciudad. Son horrendos.Nosotros dijo tendremos que mudarnos de casa, porque aqu estamos algo justos. Ni siquiera hay un cuarto de plancha y hay que planchar en la cocina. En Villa Rondine tienen un cuarto de plancha grande, con armarios empotrados en la pared, con toda la ropa blanca ordenada. Y adems hicieron nueva la cocina, con el suelo de mrmol, una preciosidad.No pienso para nada cambiar de casa dijo Vincenzino, estoy muy bien aqu.Esta discusin sobre la casa la tenan un da s y otro no.Xenia dijo ella no es en absoluto antiptica. Conmigo es siempre muy amable.Mientras tanto Nebbia, como no le interesaba aquella conversacin, se haba quedado dormido, con la cabeza sobre el respaldo del silln, y se le escapaba, mientras dorma, una lnguida sonrisa.Para qu vendr, si despus se duerme? dijo Cate. Qu aburrido se ha vuelto este Nebbia. Es un plomo.En cuanto Nebbia se march, ella se fue a acostar; y mientras tanto Vincenzino daba vueltas todava por la casa, coga un libro, lo abra y husmeaba en l.Ella pensaba en el violinista que haba encontrado donde Xenia; y que se haba quedado sentado todo el rato junto a ella en un taburete, y le haba dicho que tena una cabeza muy interesante y que se pareca a la Primavera del Botticelli.Se llamaba Giorgio Tebaldi. Era muy corto de estatura, con el pelo gris, y al hablar cantaba un poco con la voz.Era tan pequeo que ni siquiera le llegaba a ella a los hombros; y con tantas canas no deba ser ya nada joven.No le gustaba. Sin embargo, habra querido quedarse all eternamente, en el saln de Villa Rondine, oyendo aquella voz tan dulce, cantarina, que la acunaba.Al recordarla, aquella voz le haca como un maullido dentro, un maullido que la irritaba, aunque tambin la turbaba.Vivir es maravilloso, maravilloso! Pero qu arriesgado! Desde luego es arriesgado, pero qu maravilla!, pens.Yo no soy para nada una burguesa dijo a Vincenzino, que se haba acostado junto a ella, Nebbia no entiende nada. Su mujer s que es una verdadera burguesa. Pero yo no.No, cario dijo Vincenzino.Y se durmieron.Al da siguiente Xenia le avis para que acudiese de nuevo a Villa Rondine; Xenia y aquel violinista estaban en el jardn, bebiendo zumo de pomelo en unos vasos verdes.Tenan que hablar en francs por Xenia, pero Cate se desenvolva mal con el francs, y le daba vergenza.Despus fueron al saln y Xenia se sent al piano. l se puso un pauelo en el hombro, apoy la barbilla en el violn, tens los msculos de la cara y toc El Vals Triste de Sibelius.Xenia lo acompaaba al piano, con una mirada entre somnolienta e irnica de aquellos ojos suyos grandes, sin gracia, sombreados, y murmuraba la msica con los labios cerrados.Luego se fueron los tres a pasear al bosque, siguiendo a los perritos.Al da siguiente, l vino a buscarla y fueron, ellos dos solos, en autobs, a la ciudad, al anticuario, porque ella le haba dicho que le gustaban aquellos angelotes dorados, y quera unos iguales.Pero no era verdad que le gustaban, lo haba dicho para ser amable con Xenia, y porque estaba contenta.En el anticuario no quedaban ms angelotes de aqullos, pero haba en cambio una cabeza de negro, y l le dijo que era bastante bonita.Ella la compr.El anticuario qued en envirsela. Fueron despus a un caf. Era un caf lbrego, vaco, se sentaron en un ngulo, al fondo, y l la miraba. Ella no saba qu decir y retorca, entre las manos, la bufanda.Se senta atrapada en su mirada, como en las mallas de una red; y senta un deseo, como unas ganas enormes de escapar y, al mismo tiempo, de quedarse para siempre all.l dijo, con aquella voz suya tan acariciante:Para m es muy hermoso haberte encontrado.Ella dijo, estpidamente:No debe tratarme de t.De pronto se avergonz de haberlo dicho. Mir el reloj y dijo que era la hora del autobs y haba que irse.Como el autobs iba lleno, slo pudo sentarse ella, y l se qued de pie, junto a la ventanilla.Ella lo miraba un poco de lejos: pequeo, con su pelo gris, un abrigo claro demasiado amplio, la mano en el bolsillo con pinta de abstrado y un poco triste.Entonces pens que todos los hombres, si se los observaba un poco atentamente, tenan aquel aire indefenso, solitario, absorto, y eso a una mujer le produce lstima; y pens que eso era muy arriesgado.l le pidi si poda subir un momento con ella, a tomar una taza de t.Mientras tomaban el t en el saln, lleg Vincenzino. Como siempre que le presentaban una persona, Vincenzino ech los hombros hacia atrs, y puso aquella mirada suya aguda, un relmpago fro.Se sent y habl de msica, mirando al vaco: un largo, interminable murmullo. Al poco rato, Giorgio Tebaldi se despidi.Ella se fue a su cuarto, se ech sobre la cama; le entraron unas ganas enormes de rerse, y, al mismo tiempo, senta terror.Qu pequeo es, qu pequeo es, qu pequeito! se deca, y rea para adentro. Y no es nada guapo, es feo, est mejor Vincenzino, incluso Nebbia y Purillo.Lo vea cuando se pona el pauelo en el hombro, apoyaba la barbilla en el violn y tensaba los msculos de la cara; y entonces no saba por qu le daba lstima, con aquel violn, con aquel pauelo.Ella le haba llamado maestro una sola vez; y se haba sentido ridcula, porque no estaba acostumbrada a llamar as a la gente.Al da siguiente lleg la cabeza del negro; la puso en el saln, en un estante. Vincenzino la encontr muy fea, y Nebbia la encontr horrenda. Pero Vincenzino le dijo, sin embargo, que, si le gustaba, poda dejarla all, en el saln: l no fiscalizaba adornos ni cachivaches.Al da siguiente, de nuevo Giorgio Tebaldi vino a buscarla, y fueron a pasear al campo.De esa manera se hicieron amantes.Dur pocos das; luego l se march. Le mand dos postales: una de Verona y una de Florencia, slo con la firma. Le haba pedido permiso para escribirle alguna vez a la Lista de Correos, pero ella le haba dicho que no.No ha sido nada, nada pensaba ella. Les sucede a muchas mujeres, a muchas. Y no es nada, no se ha enterado nadie, debo comportarme como si no hubiese sucedido.Pero se cans de la cabeza del negro, y la puso en el tabuco de los zapatos. Tambin se aburri de ir por Villa Rondine. Todava volvi alguna vez, pues Xenia empez a dar frecuentes ts y recepciones, y a ella le pareca descubrir una sonrisa vagamente irnica en sus ojos cansados, sin gracia, mientras le pona zumo de fruta en un vaso verde, como aquel da ya lejano.Una noche, mientras regresaban de Villa Rondine, dijo a Vincenzino:Sabes? Me enamor un poco de aquel violinista.Qu violinista? le dijo.Giorgio Tebaldi.Ah!Despus de un largo silencio, le dijo:Te acostaste con l?No dijo ella.Pero senta una losa en el corazn, por haber mentido.A veces, cuando estaba sola, se pona a llorar y deca: Por qu soy tan desgraciada?.Y deca: Si Vincenzino no fuese tan raro! Si me hablase, si fuese distinto! Si fuese distinto, ms como todo el mundo! Entonces yo misma sera una mujer distinta, ms buena!.Despus comenz a acostarse con todos los que se le ponan por delante. Incluso se acost con Purillo. Con Nebbia no, no se acost nunca, porque no se le pasaba por la cabeza acostarse con Nebbia, porque l le tena apego a Pupazzina.Vincenzino lo saba todo. Y ella vea bien que supiese todo; y lo odiaba, porque lo saba y, sin embargo, segua siendo el mismo de siempre, pasendose solo, bebiendo whisky, escribiendo proyectos para la fbrica y leyendo libros en los que sepultaba su nariz.Despus de la guerra, Vincenzino y Cate se separaron. Los nios los tenan en Roma, en un colegio.Durante el tiempo que dur la guerra, Cate y Xenia, con sus hijos, estuvieron en Sorrento. La idea de Sorrento la tuvo Xenia; una idea feliz, porque de hecho la guerra no pas por all.Luego Cate y Xenia discutieron por unas sbanas. Pero era un pretexto, porque sus relaciones se haban deteriorado de un tiempo a esa parte por motivos inescrutables.Cate dej Sorrento y alquil, en Roma, una casa en la avenida Parioli.Mario volvi de la crcel de Alemania con los pulmones hechos trizas y enfermo del estmago. l y Xenia volvieron a Villa Rondine. Xenia hizo venir de Suiza a un mdico homepata; lo tuvo fijo, en la casa, para que curase a Mario.Ese mdico lo trataba con dosis minsculas de un polvo verde, y luego con unas pldoras blancas, y le haba prescrito una dieta de hortalizas crudas, que Xenia trituraba en un molinillo elctrico que se haba puesto de moda y que se llamaba Gog.Mario estaba contento.Sin embargo, muri a los pocos meses, siempre contento y lleno de fe en el mdico, con el cual se pasaba el da jugando al ajedrez. El mdico, los ltimos das, se asust y le llev a una clnica de la ciudad, donde muri.Xenia dej Villa Rondine, a donde se vino a vivir Purillo. Xenia se qued en la ciudad con sus hijos y se cas con el mdico suizo, aunque todava sigue llevando luto y manda a buscar docenas y docenas de huevos al pueblo, porque los de ciudad no le parecen lo suficientemente frescos.Raffaella, que estuvo de partisana, no consegua habituarse de nuevo a vivir de una manera tranquila. Se afili al partido comunista, y daba vueltas por el campo en bicicleta, cargada de panfletos. Tommasino estaba en el colegio en Salice, y volvi al pueblo al acabar el liceo, un chico alto y delgado, con sus dieciocho aos.Tommasino y Raffaella se fueron a vivir juntos a un pequeo piso en el centro del pueblo, detrs de la fbrica. Coman en el restaurante de la Concordia. Pero Purillo les dijo que podan hacerse una buena casa.Raffaella no quera y deca que ese dinero no era en absoluto de ellos, sino de los obreros.Sin embargo, Raffaella y Tommasino se hicieron una casa. Una casa muy moderna, completamente redonda, con el techo plano, con una escalera exterior circular, como la de los barcos. Est all, sobre Villa Rondine, en la cima de la colina.Raffaella se compr un caballo, porque tena la mana de los caballos desde pequea.Tommasino se matricul en la facultad de agrcolas y viva en la ciudad. Vena al pueblo el sbado. Raffaella dej el partido comunista y se afili a un pequeo partido de comunistas disidentes, que tena slo tres militantes en toda la zona.Vincenzino, en cambio, era de la izquierda cristiana.Vincenzino haba hecho la guerra en el frente griego, lo hicieron prisionero y lo llevaron a la India. Volvi a Italia ms de un ao despus de acabada la guerra. Cate y los nios estaban en Roma.Mandaron a los nios a un colegio. Ahora ya eran unos mozos. Cate y Vincenzino se pusieron de acuerdo en no volver a vivir juntos.Cate en esa poca se haba cortado el pelo y lo llevaba muy corto, cepillado hacia atrs. Se le haba puesto una cara afilada, dura, con la boca un poco plegada hacia abajo.Vincenzino segua lo mismo. Lo nico es que llevaba gafas, para leer, porque tena vista cansada.Llegaron juntos al pueblo. Cate se qued en el Concordia, y l se fue a dormir a Casa Mercanti. En ese momento ya no se consideraban marido y mujer. Eran muy educados uno con el otro; slo de vez en cuando, y con el menor pretexto, estallaban y discutan.Raffaella fue al Concordia a buscar a Cate.Cate quiso ir al cementerio a llevar flores a Balotta, a la seora Cecilia. Fueron ella y Raffaella. Balotta y su mujer estn enterrados all los dos, en una tumba con una cpula, casi una pequea villa, rodeada por rboles. Balotta haba comprado aquella tumba haca mucho, cuando se puso malo de la vescula.Cate lloraba, sonndose fuerte la nariz en un pauelo muy pequeo. Su madre tambin haba muerto, durante la guerra, en Borgo Martino. Las hermanas, casadas, vivan fuera. La papelera desapareci y en su lugar pusieron un garaje.Fueron luego a Le Pietre. All estaba Barba Tommaso, siempre fresco, sonrosado, lustroso, pero chocho del todo. No reconoci a Cate y le preguntaba a voces a Raffaella:Quin es, quin es?Magna Maria estaba en la cocina, con Pinuccia, la criada, que entonces estaba con ellos.Cate y Pinuccia se abrazaron.Magna Maria le sac la mistela y unos higos, mientras deca:Te has cortado el pelo? Ests estupenda, ests estupenda.Lo deca, pero con menor firmeza que antes.A la vuelta, Cate pidi a Raffaella que le dijese el sitio, en Le Pietre, donde haban asesinado a Nebbia.Fueron. Hay una roca grande, alta, picuda, manchada de lquenes. Lo haban matado all mismo.Cate lloraba. Y lo acariciaba todo, la roca, los rboles del alrededor y la mata donde haban encontrado el sombrero. Miraba, lo acariciaba todo y lloraba.No tena ganas de ver ni a Gemmina ni a Purillo. Por eso volvieron por la carretera principal, evitando pasar por Casseta, a lo largo del bosque de Villa Rondine.Cate segua llorando. Raffaella dijo:Hija, cunto lloras! Pareces una fuente!Sin embargo, la llev a su casa, le dijo que se echase en la cama y le trajo una bolsa de agua caliente y una aspirina.Cate dijo:Por qu se ha echado a perder todo, todo?Qu es lo que se ha echado a perder? dijo Raffaella.Quiso llevarla a la cuadra a ver el caballo, antes de que se fuese. Pero Cate entenda poco de caballos. Sin embargo, lo mir sonriendo, por complacerla, y dijo que tena un color de pelo muy bonito. Le roz la cola con un dedo. Pero el caballo hizo un extrao, golpe el suelo con la pata, y ella se asust.Siempre fuiste muy miedosa dijo Raffaella. Te acuerdas cuando bamos a la montaa y te temblaban las piernas al bajar y Nebbia se enfadaba?S dijo Cate.Y cuando bamos al ro con los nios y yo quera que se zambulleran, y t tenas miedo?S dijo Cate, y empez otra vez a llorar.Basta, por el amor de Dios dijo Raffaella.En eso lleg Vincenzino a buscarla; ella se limpi la cara, se despidi de Raffaella y se alej por el camino que llevaba a Casa Mercanti.Qu pueblo tan horrendo! dijo Cate. Es horrendo! Un pueblo tan estpido! No me explico cmo pude vivir aqu tantos aos.Tenan que inventariar los muebles, vaciar los armarios, contar las cosas que eran de l y de ella, contar los cubiertos, los platos.Vincenzino se puso las gafas y comenz a apuntar en una libreta.Cate, arrodillada en la alfombra, se puso a contar los tenedores, las cucharas.Estas cucharas me importan un bledo dijo de repente.Pues ya ves a m, menos an dijo l.Entonces para qu las contamos?Porque hay que hacerlo dijo l.Ella dej escapar un suspiro, y volvi a empezar.Qu hars con la casa? le pregunt ella. Vendrs a vivir con alguien?No lo s dijo l.Es una casa preciosa le dijo ella, aunque a veces no me gustaba, cuando vivamos aqu, y quera buscar otra y t no queras. Te acuerdas?S.Era estpida dijo ella, era estpida porque era joven, slo por eso.Me pona muy triste dijo ver todas esas coles desde la ventana de nuestra habitacin. Ahora en aquel trozo de tierra ya no hay coles, qu es lo que han empezado a construir, una nave o qu?All, sentado en aquel sof, por la noche, estaba Nebbia dijo. All estaba, parece mentira, tenerlo all, adormilado, y ahora sin que podamos tenerlo ms!La felicidad le dijo l siempre parece mentira, es como el agua, y se comprende slo cuando se ha perdido.Es verdad le dijo ella. Se qued pensativa, y dijo:Incluso el mal que hacemos, es as, parece mentira, parece una tontera, agua fresca, mientras lo hacemos; si no, la gente no lo hara, tendra ms cuidado.Eso es verdad dijo l.Ella le dijo:Por qu lo hemos echado a perder todo, todo?Y se puso a llorar.Dijo: No puedo irme de esta casa! Aqu crecieron mis hijos y aqu he pasado muchos, muchos aos! No puedo, no puedo irme!l le dijo:Te quieres quedar entonces?Y ella dijo: No.Y al da siguiente se fue.Vincenzino se qued solo.Durante un tiempo se qued en Casa Mercanti; luego se mud a la casa donde vivan Tommasino y Raffaella, en la cima de la colina.Iba a Roma una o dos veces al mes, en coche, a ver a sus hijos. Cate estaba en Roma, en su apartamento del paseo Parioli. No se vean jams.Llevaba a sus hijos dulces y regalos. Una vez les llev tambin una flauta. Pero a ellos nos les interesaba la msica y, en cambio, les gustaba la mecnica, los motores.La izquierda cristiana se disolvi y l ya no perteneca a ningn partido. Escribi un libro sobre el tiempo que estuvo en la crcel en la India, y obtuvo un xito clamoroso.Se qued sorprendido, y tambin contento; pero en ese mismo momento dej de pensar en ello.En ese momento, en la fbrica, mandaba l solo. Tena las manos libres, poda hacer lo que le diera la gana. Tena muchos proyectos en la cabeza y poda llevarlos a cabo. Tena en la cabeza un mundo de cosas.Estaba siempre igual, siempre con sus rizos rubios, espesos y tupidos como una alfombra. No tena ni una sola cana. No obstante, se volvi una persona muy segura, un poco cansada, seria, de esa clase de hombres que gusta a las mujeres.Podra incluso haber tenido todas las que hubiese querido. Pero no quera ninguna.Cuando iba a la ciudad, a veces acababa en casa de Xenia, para pasar la velada. Jugaba al ajedrez con el mdico suizo con el que se haba casado Xenia; y beba whisky. Ese mdico le daba consejos para el hgado, que se estaba echando a perder a fuerza de whisky, y le daba, en unos sobrecitos, minsculas dosis de aquel polvo suyo verde.En el pueblo, a veces, pasaba las tardes con Purillo, y se extraaba de que le gustase pasar el rato as, con sus viejos enemigos: Xenia y Purillo.Purillo, despus de que volvi de Suiza al acabar la guerra, sigui teniendo mucho miedo; tanto, que antes de volver esper un tiempo, sin terminar de decidirse. Al principio se quedaba encerrado en Villa Rondine, y no pona jams los pies en la fbrica. Estaba delgado, consumido por el miedo, y se quedaba en casa con la boina calada y el abrigo puesto, pues en Villa Rondine el agua de los radiadores se habla helado y las cal