garcía moreno, luis a. - historia de españa visigoda

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7/26/2019 García Moreno, Luis A. - Historia de España visigoda http://slidepdf.com/reader/full/garcia-moreno-luis-a-historia-de-espana-visigoda 1/379 Luis A. García Moreno HISTORIA DE ESPAÑA VISIGODA CATEDRA

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    Luis A. Garca Moreno

    HISTORIA

    DEESPAA VISIGODA

    CATEDRA

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    HISTORIA DE ESPAA VISIGODA

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    HISTORIA

    DEESPAA VISIGODA

    Luis A. Garca Moreno

    CTEDRA

    HISTORIA MAYOR

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    ' Luis A. G a r c a M orenoEdiciones Ctedra, S. A., 1989

    Josefa Valcrcel, 27. 28027 Madrid

    Depsito legal, M. 16.313. 1989ISBN: 84-376-0821-X

    Printed in SpainArtes Grficas Benzal, S. A. Virtudes, 7. 28010 Madrid

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    A Elena, que no le gustan los godos

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    Introduccin

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    F u e n t e s d e l a h i s t o r i a h i s p a n o v i s i g o d a

    De las fuentes existentes para el estudio de las Espaas durante la Antigedad

    Tarda (siglos v-vn) podran hacerse dos grandes grupos. Uno de ellos estaraconstituido por todas aquellas fuentes que, en un sentido lato, pueden considerarse como literarias: obras de carcter narrativo, potico, legales y diplomticas.Mientras que en el segundo grupo se incluiran todas aquellas que, en una u otramanera, pueden relacionarse con la prospeccin arqueolgica: incripciones, monedas y excavaciones arqueolgicas en sentido estricto.

    Dentro de las que hemos quedado en llamar fuentes literarias convendra co

    menzar con aqullas de carcter eminentemente narrativo. De entre estos escritosnarrativos podemos destacar un grupo compuesto por obras que de una u otra manera fueron realizadas con el objetivo principal de conservar la memoria de acontecimientos histricos, aunque para servir, y esto es indudable en uno u otro grado, a finalidades polticas del momento presente. La llamada crnica de Hidacionos permite seguir bastante bien, sobre todo para las regiones occidentales, losacontecimientos de los atormentados setenta primeros aos del siglo v. Por contra, el ltimo cuarto del siglo v y los dos primeros tercios del vi presentan gravsimas lagunas faltas que desgraciadamente se corresponden tambin, como luego

    veremos, con las de otras fuentes literarias de enorme inters, slo subsanablespor los pauprrimos restos de la llamada Crnica de Zaragoza o las muy breves ydistorsionadas noticias de la Historia Gothorumde San Isidoro. Mucho mejor conocidos nos son los acontecimientos del ltimo tercio del siglo vi, al menos hasta el590 y no slo por este tipo de narraciones; a la detallada enumeracin cronstica de Juan de Biclara tenemos que unir bastantes prrafos de la Historia Francorumde Gregorio de Tours con datos recogidos de testigos presenciales, aunque noexentos, ciertamente, de fuertes deformaciones ideolgicas. Una nueva poca de

    enorme sequa en lo tocante a escritos de estricto carcter histrico se extiende, encambio, desde finales del siglo vi hasta el comienzo del reinado de Wamba(672-80); lagunas que malamente cubren noticias de la Historia isidoriana

    hasta mediados del reinado de Suitila y de la tarda Continuatio Hispanadel 754,a las que habra que aadir unas muy escuetas noticias, para Sisebuto y Chindas-

    vinto, transmitidas en el pseudo-Fredegario, cuya verdadera procedencia sigueaun presentando problemas. Mejor representados estn, sin duda, los ltimostreinta y tantos aos del reino visigodo. En especial el comienzo del reinado de

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    Wamba nos es muy detalladamente conocido, por lo que tal vez sea la ms originaly elaborada obra historiogrfica visigoda: la Historia Wambae regisde San Julin deToledo. Para los reinados siguientes hasta el fin del reino contamos con las noticias de la Continuatio Hispanadel 754, que son ahora ya ms amplias, e incluso conalgunos datos transmitidos por fuentes hispanorabes que, aun siendo de poca

    bastante ms tarda, han podido basarse en relatos del siglo vm. De carcter engran medida eminentemente histrico tal como definimos al principio este concepto, habra que considerar dos escritos que pertenecen a un mismo gnero literario bastante bien definido: nos referimos a los de viris illustribusde Isidoro de Sevilla e Hildefonso de Toledo. Si el de Isidoro nos da importantes noticias prosopo-grficas que ayudan a colmar en parte las grandes lagunas de la primera mitad delsiglo vi, el del toledano hace lo mismo para la primera mitad del siglo vn; ofreciendo ambos datos de sumo inters para historiar el ascenso en el poder del episcopado. El ltimo, adems, se vio continuado por San Julin y Flix de Toledo,

    ofrecindonos de esta forma mayor conocimiento sobre la aristocracia eclesisticade la segunda mitad del siglo v i l

    La literatura de la Antigedad Tarda entre sus grandes novedades ofrece ungnero de enorme importancia y significacin cultural: el de las vidas de santos ohagiografa. Aun reconociendo lo mucho que hay de topoipropios del gnero enparte derivados de su antecedente inmediato: la novela grecolatina de poca imperial, estas vidas de santos ofrecen para el historiador datos de enorme inters.En ellas se suele reflejar cuadros sacados del entorno social circundante de gran vi

    veza y colorido, permitiendo de esta forma una entrada ms segura y directa en lascondiciones reales de existencia de la sociedad que otro tipo de fuentes, tales comolas legales. Y esto sin desconocer adems que la hagiografa, al constituir un poderoso medio de propaganda, poda estar al servicio de ideologas y finalidades polticas muy concretas. Desgraciadamente, la hagiografa hispnica de esta poca noes en modo alguno tan numerosa como la de las Galias, pero las muestras que tenemos son de un enorme inters. Las Vitae Sanctorum Patrum Emeritensiumescritas amediados del siglo vn tienen el enorme inters de permitirnos observar las condiciones de vida desde un punto de vista eminentemente eclesistico de una

    gran ciudad, Mrida, durante buena parte de ese siglo vi, en gran parte tan desconocido. La vida de San Milln, escrita por San Braulio hacia el segundo tercio delsiglo vn, nos ofrece datos de enorme inters sobre las condiciones de vida en el siglo vi de un rea eminentemente rural y marginal: el alto valle del Ebro y la Rioja.Al ltimo cuarto del siglo vn pertenecen, en cambio, la vida de San Fructuoso, famoso monje y obispo de Braga, de mediados del siglo vn, as como los escritos autobiogrficos de Valerio del Bierzo, celebrado eremita del ltimo cuarto del siglo v i l Dichas obras nos ofrecen observaciones directas sobre la sociedad del occidente peninsular, y sobre todo de la regin rural del Bierzo, en la segunda mitad

    del siglo v i lLos escritos de tipo dogmtico abstraccin hecha de la documentacin conciliar, a la que nos referiremos despus y religioso pueden aportarnos tambin

    valiosos datos para el conocimiento de las formas sociales y econmicas. Entreellos ocupan ciertamente un lugar destacado las Etimologiasde Isidoro de Sevilla,que debieron escribirse hacia mediados de la dcada de los 20 del siglo vn. El problema que plantea la obra isidoriana para su utilizacin como fuente histrica es el

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    de saber hasta qu punto las noticias que transmite se refieren a prcticas contemporneas del autor o son mera recopilacin erudita de pocas y situaciones muy di

    versas. Es indudable que una contestacin global a este problema es imposible; solamente se podrn dar soluciones para cada caso concreto tras un minucioso examen del contexto y su posible corroboracin por otras fuentes contemporneas.

    Por todo ello consideramos rechazable, como a veces se ha hecho, una reconstruccin de la vida econmica de la Pennsula en el siglo vn sobre la base de una utilizacin indiscriminada y global de los datos isidorianos. De inters considerable estambin la obra dogmtica y disciplinaria de San Martn de Braga. En especial suDe correctione rusticorumnos informa de las mentalidades y actitudes de las masas rurales del rea marginal del noroeste hispano en un periodo tan carente de fuentescomo mediados del siglo vi. Y de enorme importancia son las varias reglas monsticas de poca visigoda llegadas hasta nosotros. Si la de Isidoro de Sevilla nos informa de la organizacin econmica de un monasterio tpico peninsular a princi

    pios del siglo vil, las varias reglas propias de las fundaciones monsticas de Fructuoso Regula monachorumy Regula communis hacen lo mismo, pero con especialesdetalles de una zona tan particular, tanto por sus propias condiciones geogrficascomo por su diferenciada tradicin histrica, como es el noroeste en la segundamitad del siglo v i l Reglas a las que habra que adjuntar dos breves escritos relacionados uno con los ambientes monsticos propios de la regla isidoriana perocuya redaccin habra que situar un poco antes, y otro con los monasterios delBierzo a finales del siglo vil; nos estamos refiriendo, naturalmente, a la homila demonachis perfect is y al opsculo Valeriano De genere monachorum.

    En fin, dentro de este grupo de obras de carcter literario ms o menos estricto, no se podra olvidar la epistolografa. Esta nos ofrece datos tomados directamente de la realidad circundante, cogidos de puntos geogrficos diversos y con lagran ventaja de ser particularmente abundante para los ltimos aos del siglo vi yla primera mitad de la sptima centuria, momentos en que, como ya dijimos anteriormente, la escasez de fuentes es particularmente sentida.

    Pero sin duda el mayor volumen de documentacin para historiar en generalesta poca es de carcter legal o cannico. La documentacin de tipo cannico estconstituida por la muy nutrida serie de concilios peninsulares reunidos en la llamada Coleccin Hispana. Este material conciliar puede dividirse en varios grupos enatencin a su poca de celebracin, lo que a su vez determina grandemente su carcter y significacin. Un primer grupo de 6 concilios celebrados en la primeramitad del siglo vi, sera de carcter provincial y pertenecientes casi todos ellos

    salvo el de Toledo II, de difcil datacin a Catalua y Levante; para su correctacomprensin hay que tener en cuenta la total separacin entonces entre jerarquacatlica y poder estatal visigodo. Un segundo grupo muy definido es el constituidopor los dos primeros concilios Bracarenses (del 561 y 572), que representan el in

    tento de reorganizacin eclesistica sobre bases territoriales en el noroeste peninsular en el seno de un estado catlico que acta muy compenetrado con la jerarqua episcopal. Un nuevo grupo abarcara el gran Concilio III de Toledo con otrosseis de carcter provincial fundamentalmente de la Tarraconense que cubriran el decenio del siglo vi, a los que cabra aadir los un tanto errticos de la Cartaginense del 610 y de la Tarraconense del 614. Todos ellos representan el granmomento reorganizativo de la Iglesia hispnica con motivo de la nueva confesio-

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    nalidad catlica del Estado visigodo, lo que trae consigo las primeras mixtificaciones entre ambos poderes o estructuras administrativas y aristocracias laica yeclesistica. Un nuevo grupo podra hacerse con el provincial de la Btica del 619y los tres generales del 631, 636 y 638; grupos que pudiramos denominar isidoria-nos aunque Isidoro slo estuvo presente en los dos primeros y cuya significacin mayor es la de representar un paso decisivo en la politizacin de los concilios

    generales, intentndoseles configurar como suprema instancia arbitraria del Estado. Un nuevo conjunto comprendera tres concilios generales y uno de la Cartaginense entre el 646 y el 656, representando un nuevo paso ms en la politizacin delas asambleas conciliares, que la configuran ya en parte como posibles rganos legislativos para el derecho pblico. Los choques de intereses que esta politizacinde los concilios produjo tuvo posiblemente como consecuencia la falta de nuevosconcilios generales durante bastantes aos: entre el 657 y el 680 solamente tenemos constancia de tres concilios provinciales Mrida, Toledo y Braga de carcter puramente eclesistico. La definitiva politizacin de los concilios generalesque se configuran ya plenamente como suprema cmara poltica del Estado ypor tanto, como el gran ringde la lucha entre los diversos grupos e intereses estrepresentada por los grandes concilios celebrados entre el 681 y 694. Todo esteabundantsimo material conciliar contiene una gran cantidad de datos para el estudio de la propiedad eclesistica: formacin de patrimonio eclesistico y ataquecontra l, relaciones de produccin principales que se dan en el seno de la propiedad de la Iglesia, y constitucin de su fuerza de trabajo. Y no se olvide que la propiedad eclesistica fue un elemento fundamental en la vida econmica de la Pe

    nnsula en esta poca, cuya importancia fue a ms segn iba transcurriendo eltiempo.Como ya hemos dicho, el otro componente esencial de datos para el estudio de

    la economa y sociedad nos es ofrecido por las fuentes de ndole legal. Estas fuentes pueden subdividirse en dos grandes grupos: a) las leyes propiamente dichas;b) documentacin de carcter diplomtico. Si exceptuamos algn caso aislado al queluego me referir, prcticamente la totalidad de leyes que afectaron a la Pennsulaen esta poca se encuentra contenida en el llamado Liber Iudicum.Este cdigo, oconjunto de leyes reunidas en libros y ttulos segn criterios de ordenacin temti

    ca, fue por vez primera promulgado por Recesvinto muy posiblemente en la segunda mitad de los aos 50 del siglo vn, para sufrir despus una nueva revisincon Ervigio (680-87), a la que posteriormente se le aadiran varias novelaehastaprincipios del siglo vm. Sin embargo, es evidente que en este Cdigo se reunimaterial legal de muy diversa procedencia y pocas. Si exceptuamos la legislacinpostrecesvindiana, que viene bien datada con referencia a los sucesivos reinados,el resto forma dos grandes grupos: a) leyes antiquae,b) leyes de Chindasvinto o deRecesvinto. Con el apelativo de antiquaeparece ser que se aglutin un gran material legislativo anterior a la ferviente labor legislativa y seguramente preparato

    ria para el nuevo Cdigo de Chindasvinto. Si exceptuamos unas pocas leyes quevienen asignadas a Recaredo I (586-601) o a Sisebuto (612-21), es muy posible queel resto se tomase o bien del llamado Breviariumde Alarico II resumen con inter-

    pretationesdel Codex Theodosianusyhechas en las Galias durante el siglo v, o biendel llamado Codex Revisusde Leovigildo. Es evidente que en este ltimo se acogiun gran nmero de textos legales provenientes del llamado Cdigo de Euri-

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    co (466-84). Ahora bien, si descontamos las directamente testimoniadas por los fragmentos del palimsesto de Pars, resulta siempre extremadamente subjetivo poderllegar a distinguir cules, entre el resto de las antiquae, son de origen euriciano oposterior, sobre todo si se tiene en cuenta que se produjeron bastantes aadidos yenmendaciones. En cuanto al periodo y modo de aplicacin de todo este material

    legal en la Pennsula, es evidente que se trata de un problema ntimamente ligadoal de la progresiva dominacin del territorio peninsular por la monarqua visigoda, as como al muy debatido problema de la personalidad o territorialidad de losprimeros momentos legislativos del Estado visigodo. Sin nimo de entrar en estaltima espinosa cuestin, es preciso sealar que hoy parece hacerse casi general laidea de la aplicacin general y por ende territorial de la legislacin real visigoda desde tiempos de Leovigildo, cosa que, por lo dems, parece coincidir con todolo que sabemos de su poltica. Epoca que coincide indudablemente, como ya observamos, con la de la definitiva instauracin del poder del Estado visigodo en la

    mayor parte del territorio peninsular. Dado, pues, el carcter tan heterogneo delos materiales reunidos en el Lber Iudicum,consideramos requisito imprescindiblepara su utilizacin en cualquier reconstruccin histrica el tener muy en cuentalas pocas diversas de las leyes all reunidas, de tal forma que puedan construirseseries cronolgicamente homogneas que al confrontarse entre s puedan descubrir la indudable evolucin de la realidad sociopoltica del periodo. Es indudableque de utilizar de una forma indiscriminada todo el material all reunido puedellegarse a obtener cuadros bastante falseados y en lo esencial faltos de la imprescindible en historia coordenada temporal. Junto con el material del Lber, hay que

    contar con dos importantsimas epstolas de Teodorico el ostrogodo a sus lugartenientes en la Pennsula, que nos ofrecen datos de gran importancia sobre la situacin social y econmica de la Pennsula en un momento muy concreto (523-26) yfalto adems de casi todo tipo de documentacin.

    Y por ltimo, tenemos la documentacin de carcter diplomtico. Estetipo de textos tiene la enorme importancia de permitirnos penetrar de formadirecta en concretas y reales relaciones econmicas y sociales; pueden emplearse como un sano contrapeso a la documentacin reunida en los cdigos legales y en los concilios, al permitir observar en qu medida las disposiciones all dictadas se llevaban o no a la prctica, as como la extensin misma de los hechos quela legislacin intentaba coartar. Correctivo tanto ms necesario en una pocacomo la que nos proponemos estudiar, que est poseda por hondos movimientostransformativos en el seno de crisis profundas, en la que se debaten antiguos moldes administrativos y polticos por subsistir ante unas condiciones sociales y econmicas cambiantes. No obstante, parece evidente que todava queda mucho porhacer en el anlisis de la documentacin diplomtica de la Pennsula en esta poca: aunque ciertamente las primeras piedras ya han sido puestas gracias al trabajo

    indito de A. Mundo y al de A. Canellas. Gracias a la infatigable labor del primerautor, se pueden conocer ya cinco diplomas originales y uno de ellos procedentede la cancillera regia en pergaminos del siglo vn provenientes de la parte costera de la Tarraconense. Pero si el mal estado de conservacin es tal vez un obstculopara su total anlisis y valorizacin documental, no pasa lo mismo con otros dosdocumentos diplomticos que han llegado hasta nosotros a travs de una tradicinmanuscrita. El primero de ellos se refiere al testamento del obispo Vicente de

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    Huesca (557-76?), en el que se incluye adems una anterior cesin de bienes al monasterio fundado por San Victoriano en Asn (Huesca). Este documento, de cuyaautenticidad parece hoy difcil dudar, nos permite el estudio de la composicin yestructura de una gran propiedad rural en la segunda mitad del siglo vi, en una regin adems muy marginal de la Pennsula como es la mitad septentrional de la

    actual provincia de Huesca. Pensamos que hasta este momento no se ha sabido valorar suficientemente la gran importancia y significacin de este documento parael estudio de la sociedad y economa rural. El otro texto al que antes nos referamos es de carcter pblico y se refiere a las disposiciones tomadas por los obisposde la actual Catalua en orden a la percepcin del impuesto directo la antiguacapitatio-iugatio para el ao 592. Este importantsimo documento nos permiteadentrarnos en las realidades de las prcticas fiscales a finales del siglo vi; prcticasfiscales cuyo conocimiento, como muy bien demostr S. Mazzarino, resulta imprescindible para la comprensin de la realidad socioeconmica de la Antigedad

    Tarda. Un nuevo grupo de documentacin de tipo diplomtico concreto estaraconstituido por las famosas pizarras visigodas. El nmero de stas es ciertamenteabundante y por sus caractersticas son en gran parte asimilables a las famosas ta blillas Albertini, cuyo descubrimiento y estudio represent una verdadera revolucin en nuestros conocimientos sobre el Africa vndala. Aparecidas en varios lugares de las provincias de Salamanca y Avila principalmente, solamente han sidopublicadas en parte fundamentalmente las de Diego Alvaro (vila), siendo sucronologa desde finales del siglo vi por todo el siglo vn. No obstante, las enormesdificultades paleogrficas y su mal estado de conservacin, as como el no siempre

    seguro examen que de ellas se ha hecho, han originado el que prcticamente se hayan dejado de lado en cuantos estudios histricos sobre la poca se han realizado.Al tratarse, sin duda, de los restos de archivos privados de algn gran propietariorural, hace aumentar an ms estos defectos en su estudio. Afortunadamente, dichos textos han sido objeto de un riguroso y completo estudio reciente por la doctora Isabel Velzquez Serrano, que esperamos vea pronto la luz. Y por ltimo, tendramos que tratar de otro tipo de documentos que, sin referirse a ningn acto legal econmico concreto y datado, tienen un evidente carcter diplomtico; nos estamos naturalmente refiriendo a lasformulaenotariales. Bajo el nombre deformulae

    Wisigothicaese conoce un conjunto de cuarenta y cinco modelos de documentos notariales del periodo visigtico conservados en un viejo cdice mandado escribir enel siglo xi i por el famoso prelado ovetense Pelayo, hoy perdido. Es muy probableque dicho conjunto se formase con material que, aunque proveniente de pocas diferentes, se encontraba en uso a finales del periodo visigodo, o principios del mozrabe, en algn escritorio cordobs.

    Ahora pues, convendra que nos refiriramos brevemente a aquellas fuentesque denominamos, asignando un significado muy amplio al trmino, de tipo arqueolgico: epigrficas, numismticas, y excavaciones arqueolgicas. Es evidenteque la resea que a continuacin vamos a realizar tiene un cracter mucho msaleatorio y provisional que la de antes, hecha con referencia a las llamadas fuentesde tipo literario. En primer lugar, no se trata de un conjunto cuasi-cerrado comoen el caso de las fuentes literarias, sino que est expuesto a previsibles ampliacio

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    nes. Y en segundo lugar, el por desgracia an escaso volumen que presentan lasprospecciones arqueolgicas de la Antigedad Tarda peninsular tanto en cantidad, como en profundidad hace que su significacin en el conjunto de la documentacin existente para el anlisis de los objetivos propuestos en este trabajo nopueda considerarse como decisiva.

    Tal vez sean la Epigrafa y la Numismtica en donde estos problemas a los queantes aludimos se muestren con menos fuerza. Es indudable que ya en esta pocalas inscripciones, fundamentalmente las funerarias y cvicas, han dejado de ser tannumerosas como en los buenos das del Imperio. Por otro lado, adems de ser muchos menos los datos que de ellas se pueden obtener, tal vez sean de menor inters:la prdida de los tria nominahace prcticamente imposible el establecer lazos de parentesco y, por tanto, el anlisis de las estructuras familiares y de su incidencia enel conjunto poltico-social. Una ventaja que suele presentar, por el contrario, laepigrafa de este periodo consiste en poderse datar con bastante frecuencia con fe

    chas absolutas, merced a la utilizacin cada vez ms generalizada de la era hispnica. La epigrafa, en fin, nos presta valiosos datos en lo tocante a la formacindel patrimonio eclesistico por medio de donaciones de laicos, as como sobre lapaulatina cristianizacin en profundidad de las capas dirigentes. La Numismtica

    visigoda y sueva ha sido objeto de numerosos y continuos estudios, que se han visto facilitados, adems, al contar desde una fecha bastante temprana con un repertorio o corpusde tipo general. En la actualidad contamos con corporade monedassuevas y visigodas ordenadas tanto por criterios tipolgicos como topogrficos ycronolgicos: nos referimos, naturalmente a los de G. C. Miles y W. J. Tomasini.

    Sobre la base de stos se ha podido realizar algn intento de anlisis metrolgico, ylo que es ms importante an, apoyndose en anteriores anlisis concretos de tipologa y topografa de hallazgos monetarios realizados por O. Gil Farrs y F. Mar-teu y Llopis, recientemente X. Barra! y Altet, siguiendo la gida de ios estudios de

    J. Lafauria para la Francia merovingia, ha publicado un meritsimo estudio sobrela circulacin de las acuaciones suevas y visigodas. Pero, no obstante el gran acopio de material y de erudicin de que hace gala el autor, al historiador de la economa le es imposible no ocultar sus dudas sobre algunas de las conclusiones alcanzadas. Y ello fundamentalmente por el todava escaso nmero de hallazgos realiza

    dos, y lo mal analizados de muchos de ellos que hacen dudar de la validez de cualquier conclusin de tipo cuantitativo.

    Para finalizar este breve repaso a las fuentes existentes para el estudio socioeconmico de la Pennsula ibrica en la Antigedad Tarda tendramos que referirnosa la prospeccin arqueolgica propiamente dicha. La prospeccin arqueolgicasera sin duda uno de los indicadores mejores para conocer los modos del habitatrural, estructura de las explotaciones rurales, avances o retrocesos de los cultivos,despoblacin o renovacin de las ciudades, extensin de las reas habitadas de lasciudades, nivel de vida de la poblacin y los gustos de las clases dirigentes. No obstante, es an mucho lo que queda por hacer e incluso en un nivel como es el delanlisis de laboratorio de los materiales menores es mucha la distancia que separaa la Pennsula de la obra tan admirable por mltiples conceptos como es la deE. Salin. Slo las grandes muestras de la arquitectura han merecido estudios ms continuos, pudindose ofrecer ya obras de sntesis como las de E. Camps Cazorla,P. Palol, J. Fontaine y H. Schlunk. Pero faltal sobre todo excavaciones en conjuntos

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    arqueolgicos completos, fundamental para el estudio de la demografa y del paisaje rural; los tilsimos ndices redactados hace ya algunos aos por P. Palol, consideramos dan suficiente noticia de lo superficial y escaso de nuestros conocimientos sobre ellos. Y las artes menores siguen estando, no obstante algunos meritorios trabajos, en las primeras etapas de clasificacin y seriacin tipolgica y crono

    lgica.

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    PARTE PRIMERA

    De la invasin del 409 a la del 711. La dialctica de los acontecimientos

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    C a p t u l o p r i m e r o

    El periodo de las Invasiones (409-507):de las Espaas teodosianas a las de los Baltos

    El periodo de tiempo que se extiende entre la penetracin de suevos, vndalosy alanos en Espaa, hacia el verano del 409, y la batalla de Vouill, librada en laprimavera del 507, se presenta particularmente confuso desde el punto de vista dela tradicional historia poltica o, como suele decirse ltimamente, con un galicismo de gusto dudoso, evemencial. Ese siglo ver la total extincin en Espaa delpoder del gobierno central del Imperio romano, lo que supona poner fin a un captulo de nuestra historia peninsular iniciado haca ms de seis siglos antes. La in

    dudable confusin de la poca obedece en buena medida a la misma naturaleza denuestras fuentes. Salvo unas cuantas noticias fragmentarias, y en la mayora de loscasos llegadas a nosotros a travs de intermediarios bastante alejados en el tiempoo en el espacio de los hechos, nuestro principal apoyo lo constituye el obispo galaico Hidacio. Las particulares circunstancias en que le toc vivir hicieron que Hida-cio prestase una singular atencin a los turbulentos acontecimientos que en aquellos aos se desarrollaron en la por fuerza ms marginal zona noroccidental de laPennsula. Adems, la narrativa del obispo de Chaves se interrumpe bruscamenteen el 469. Y precisamente sera en esos aos subsiguientes cuando debieron darselos pasos decisivos y definitivos en el derrumbe del poder del Imperio en Espaa ysu fundamental sustitucin por el visigodo de los reyes de Tolosa.

    Porque no cabe duda que, a pesar de la citada confusin y turbulencia blica, elperiodo visto retrospectivamente muestra una lnea evolutiva muy clara: la progresiva sustitucin del poder imperial romano por el del Reino visigodo sudglico.Frente a este fenmeno se nos presentan como mucho ms marginales los intentospor mantener localmente una autonoma frente a cualquier poder externo, protagonizados por provinciales de las zonas ms urbanizadas de la antigua Espaa ro

    mana, o, en el otro extremo, por las poblaciones peor romanizadas y urbanizadasde las marginales y montaosas reas del norte peninsular, en Galicia, Asturias,Cantabria o zonas vasco-navarras. Y esto porque, liderados la mayora de ellos porelementos de la antigua aristocracia senatorial tardorromana, cuando no por epgonos de la antigua aristocracia tribal prerromana en aquellas zonas norteasantes mencionadas, o incluso motivados en la ms pura y simple causa del estallido y revuelta social ante cualquier forma de organizacin estatal que supusiera

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    una opresin fiscal y social para los grupos ms humildes de la poblacin, mostraban como su principal caracterstica la dispersin y el cantonalismo, careciendo detodo proyecto poltico de futuro alternativo a un Imperio romano, de hecho yainexistente en Espaa, o la pura regresin a estadios de organizacin sociopolticaya muy superados y de un neto carcter marginal en el concierto poltico del Occi

    dente contemporneo. En todo caso, el intento de crear una organizacin polticaautnoma en la mitad noroccidental de la Pennsula, el llamado Reino suevo, tendra unas limitaciones excesivas debidas al carcter poco homogneo y la mismadebilidad demogrfica del grupo invasor, as como tambin la atormentada geografa del noroeste peninsular y a la heterogeneidad social del elemento provincialall asentado. Factores unos y otros que produciran un difcil, y excesivamente dilatado en el tiempo, proceso de acomodamiento entre el elemento invasor germnico y el provincial hispanorromano y la autntica incapacidad del primero de superar el rea marginal de dominio de su primer asentamiento, no obstante la ine

    xistencia de fuerzas militares opositoras de una cierta importancia en el resto de laPennsula durante algunos momentos del siglo v. Hasta el punto que dicho Reinosuevo no superara la centuria sino a costa de reconocer una cierta supremaca delReino visigodo de Tolosa, cuyo poder mientras habra suplantado por completo aldel Imperio en las ms o menos precisas fronteras orientales de los suevos.

    Por tanto, si el hilo conductor del proceso poltico del siglo no es otro que lapaulatina suplantacin del poder imperial romano por el visigodo, se comprendeperfectamente que el periodo se termine con aquel hecho de armas que significun fundamental quebranto para el edificio poltico visigodo en las Galias. A partirde Vouill dicho poder gtico pasara a tener su asentamiento principal en las tierras peninsulares, hasta entonces consideradas no otra cosa que un rea de expansin. Acontecimiento que decidira la historia peninsular hasta la invasin islmica del 711. La presencia de un poder visigodo reconstituido con la ayuda militarde sus primos ostrogodos, bajo la gida de los Amalos, decidira la cuestin de launidad poltica peninsular de un modo positivo. Problema, como hemos sealado, fundamental de la quinta centuria y cuya resolucin pareca entonces todavade signo dudoso.

    L a s i n v a s i o n e s y e l I m p e r i o r o m a n o

    Las grandes invasiones que se abatieron sobre el Imperio romano y de modoparticularsimo sobre su Pars Occidentis, que aqu ms interesa a partir de finalesdel siglo iv, representan un problema histrico multifactico, difcil de reducir aunas mismas causas y resultados en todos los casos. La muy rica historiografa moderna que a stas se ha dedicado,grosso modoha obedecido a una doble lnea analti

    ca. Pero desgraciadamente no siempre se ha realizado la imprescindible conexinentre ambos niveles de anlisis. Estos seran, por una parte, el estudio del desarrollo militar de las invasiones; y, por otra, el de las consecuencias de stas sobre laspoblaciones del Imperio. Lo primero constituye, sin duda, el aspecto mejor reflejado en nuestras fuentes de informacin, principalmente en la literatura de la poca,y el ms llamativo para los modernos. Sin embargo, es el segundo el que ms puede interesar a una historiografa como la actual, ms atenta a los fenmenos de

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    tiempo largo, a los cambios estructurales, que a lo puramente actual. No podemos dejar de decir que el primer aspecto prima el papel histrico de los invasores,considerados como autnticos protagonistas nicos del cambio histrico, al valorarlos positivamente por su sola superioridad militar. Por lo que no puede extraar que dicha tendencia de estudio fuese la preferida de lahistoriografa alemana

    del pasado siglo y de principios del actual. La segunda lnea de investigacin, porel contrario, centra su atencin en la determinacin del cambio estructural acontecido en las sociedades provinciales romanas invadidas, en la reaccin de la romanidad ante unos grupos humanos invasores de una muy evidente debilidad demogrfica, en la inmensa mayora de los casos. Por ello era natural que dicha problemtica fuese el objeto de anlisis predilecto de las historiografas modernas delos llamados pases latinos, y que a la vista de algunos resultados pudieron llegarhasta negar la misma significacin histrica de las, por otros pretendidas, grandesinvasiones.

    Debemos posiblemente al gran medievalista francs Marc Bloch la definitivaruptura de dicha dualidad de tendencias investigadoras y valorativas y el primerintento de articulacin dialctica de ambas; y ello a pesar de que no podamos hoyen da considerarnos igualmente cmodos con la totalidad de sus conclusiones,que exigiran cuando menos una mucho mayor matizacin, tanto en lo regionalcomo en la excesiva oposicin estructural otorgada por el malogrado historiador alos invasores y a los invadidos. Es as que actualmente toda investigacin regional

    como la que pretendemos exponer en las pginas que siguen sobre el fenme

    no de las invasiones exige un complejo cuestionario, que en lo esencial podramosreducir a lo siguiente: grado de desarrollo sociopoltico de los pueblos invasores;conexiones de los grupos dirigentes de los invasores con las autoridades imperialesy con sus congneres provinciales; objetivos perseguidos por tales dirigentes invasores o por sus conglomerados populares, en la medida en que coincidan o diverjan entre s o con los de los diversos sectores sociales de las provincias romanas invadidas; y relaciones diversas entre el gobierno y poder imperial central y los grupos dirigentes provinciales, o entre los humildes provinciales y los dos anteriores.Por todo ello, antes de centrarnos en la experiencia ibrica al respecto, convendra

    que contestsemos brevemente a algunas de las anteriores cuestiones en la medidaque afectan al fenmeno general de las invasiones de finales del siglo iv y del v.Respuestas que no pueden venir sino de las tendencias de la moderna investigacin sobre el Volkenvanderungszeit, que consideramos ms acertadas y, tambin,de una mayor aplicacin posterior al concreto caso hispnico que aqu nosinteresa.

    Uno de los principales problemas que plantean las grandes invasiones es sinduda el de sus causas, profundas y tambin inmediatas. Por una parte deben tenerse en cuenta las mismas debilidades de los invadidos, el Imperio romano, que,

    cuando menos, facilitaron mucho las cosas. Un bajo nivel demogrfico mal endmico agudizado tras las catstrofes de finales de la segunda centuria y de la tercera y una mala administracin y consiguiente malestar social, son cosas que sehan solido resaltar especialmente por cuantos han querido ver en el fenmeno delas invasiones algo revolucionario. Por nuestra parte, preferiramos tambin acentuar la importancia de la falta de solidaridad en los elementos dirigentes del Estado imperial. Mal entendimiento en momentos crticos como fueron las prime

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    ras dcadas del siglo v entre los gobiernos de Ravena y Constantinopla,como frecuentemente se ha sealado; pero tambin creciente italianizacin del gobierno de la Parte Occidental y consiguiente movimiento centrfugo de las potentes aristocracias senatoriales sudglicas e hispnicas, todo ello acentuado tras lamuerte de Valentiniano III (455), ltimo representante en el trono de Occidente

    de la casa de Teodosio, que siempre cont con fuertes lealtades entre el elementosenatorial de la Prefectura glica. En fin, como ha sealado agudamente PeterBrown, tanto la aristocracia senatorial como la Iglesia ntimamente interrela-cionadas ambas en la Prefectura glica se sintieron cada vez ms ajenas a la suerte e intereses de los grupos militares dominantes en el gobierno imperial, considerando en muchos casos preferible pactar directamente con los dirigentes de los in

    vasores el mantenimiento de sus privilegios socioeconmicos y de control ideolgico, al margen de un aparato estatal cada vez ms distante y costoso. Y, por otrolado, no debe olvidarse que los mismos cuadros superiores del ejrcito imperial

    y, por tanto, tambin las familias de los emperadores en Occidente desde haca tiempo se encontraban unidos por lazos de sangre y camaradera con los principales caudillos brbaros de bastantes agrupaciones populares invasoras.

    Para un correcto enjuiciamento del suceso de las grandes invasiones, tampocopodemos perder de vista que el fenmeno invasor de pueblos transrenanos y trans-danubianos sobre el Imperio romano no constituye un hecho aislado y de sbitaaparicin. Cimbrios y teutones ya protagonizaron a finales del siglo n a. C. los primeros intentos migratorios de grupos germanos hacia las tierras mediterrneas.Slo la conquista de las Galias por Csar habra impedido una transgresin renana

    por los germanos, al derrotar al peligroso impulso expansivo protagonizado por lapotente confederacin sueva acaudillada por Ariovisto. La conquista romana delas tierras alpinas y danubianas, as como del estratgico punto de unin de losCampos decumates desde el Meno al Altmhl con la consiguiente constitucin de un fuerte limes sobre el Rin y el Danubio contuvieron durante bastantetiempo cualquier nuevo intento migratorio por parte de los pueblos germnicos.Los desequilibrios y movimientos migratorios que sacudieron a todos los llamadosgermanos orientales, y que se especifican fundamentalmente en la gran migracingtica desde las orillas del bajo Vstula hasta las llanuras de Rusia meridional, acabaran tambin presionando sobre los grupos populares de los germanos occidentales. Entre los cuales, durante los dos primeros siglos de vida del Imperio romano, se haban producido cambios socioeconmicos conducentes a la formacin depotentes confederaciones guerreras bajo un ms centralizado caudillaje militar,como sera el caso de la liga alamnica formada a comienzos del siglo m a lo largo del curso del Elba y el Saale, para de inmediato presionar hacia el suroeste yla algo posterior franca en el bajo Rin. Las poblaciones germanas de las regionescosteras del Mar del Norte pudieron sufrir por esa misma poca una radical dismi

    nucin de sus terrenos aprovechables como consecuencia de la llamada transgresin dunkerquiana, as como de los aportes de emigrantes venidos de la Germaniaseptentrional del Bltico. Como consecuencia de todo ello, desde el reinado deMarco Aurelio (161-180) y hasta la constitucin de la Tetrarqua con Diocleciano(284-305) el limesdel Rin y del Danubio habra sido roto en numerosos puntos yen varias ocasiones por la presin brbara, que en sus penetraciones de pillaje y piratera alcanzara hasta la misma zona costera mediterrnea, afectando entre otras

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    Familia brbara en un carro. Trofeo de Trajano. Museo Adamklissi (Rumania)

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    regiones a toda la Galia y la mitad septentrional de la Pennsula ibrica. Tras unnuevo intervalo y de claro predominio de las armas romanas en todos los frenteseuropeos producto del reforzamiento de la estructura militar romana, con lamultiplicacin de sus efectivos y la creacin de un ejrcito de lite de maniobradistinto del tradicional de defensa esttica de la frontera, de nuevo se producira

    un segundo y definitivo asalto en la Pars Occidentisa partir del ltimo tercio del siglo IV .Cules eran las causas profundas de estas peridicas pulsaciones migratorias

    de los pueblos de la Europa septentrional y central sobre el territorio del gran Imperio mediterrneo? Los investigadores modernos han aducido causas climticas,demogrficas y sociolgicas, movimientos y presiones sobre ellos de otros pueblosnmadas y jinetes de la estepa euroasitica, principalmente los hunnos. Todos estos factores debieron y pudieron tener su influencia en uno u otro grado. Algunosde ellos han sido ya sealados en las lneas superiores; otros lo sern en su momen

    to oportuno ms adelante. Pero cada vez resulta ms claro que, tanto en el caso delos llamados germanos orientales como occidentales, tuvieron una importanciadecisiva cuando menos como condicin sine qua non, unos fundamentales cambios sociopolticos y econmicos, con aplicacin inmediata a la misma tecnologablica, que en ellos se produjeron durante los primeros siglos de nuestra era. Lamayor parte de tales cambios tendran su origen ms o menos inmediato en instituciones y condiciones de vida observadas por dichos pueblos germanos de sus vecinos clticos e iranios, y sin duda se veran acelerados por el creciente contactocon el Imperio romano a travs de una extenssima frontera muy permeable y jalo

    nada de formaciones polticas brbaras en un grado avanzado de aculturacin.En efecto, toda una serie de indicios, tanto de ndole arqueolgica como litera

    ria, nos sealan cmo durante los siglos n y m d. C. las poblaciones que habitabanla libera Germaniaexperimentaron un proceso evolutivo desarrollado en un claroprogreso sociopoltico y econmico. En ese orden de cosas se producira una tendencia general a la creacin de agrupaciones polticas ms amplias de tipo confederal, con la creacin de instancias de poder centralizado de mayor estabilidad, noobstante seguir teniendo una principal especializacin blica; al tiempo que se observa una mayor homogeneidad de sus estructuras sociales y econmicas, acortando la distancia que les separaba de las propias del mundo grecorromano mediterrneo. Las razones de dicho proceso fueron fundamentalmente de orden interno.Se concretan en la extensin inusitada de un tipo de explotacin agrcola que losarquelogos alemanes conocen como propia de los Haufend'rferyy en el gran fortalecimiento socioeconmico y poltico de una nueva clase dirigente de grandesseores de la tierra ligados entre s por lazos de parentesco y de asistencia mutua.Los arquelogos han sealado la aparicin profusa de las primeras tumbas principescas (.Frstengraber),delatoras de esta nueva y potente aristocracia, en Pomerania

    entre el 50 y el 150, para extenderse posteriormente, ya en el siglo m, al otro ladode la lnea Oder-Neisse, avanzando hacia Sajonia-Turingia y el Meno por la rutadel Elba-Saale y desde Halle en direccin sudoeste; las ligas alemnica y franca generalizaran tales tumbas entre los ms atrasado y pobres germanos trans- y cisre-nanos en los siglos iv y v respectivamente. Lo que se ha interpretado como indiciode la generacin de las nuevas circunstancias sociopolticas entre los germanos deleste, debindose su extensin a la progresin occidental de grupos tales como vn

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    dalos y burgundios. Dichos germanos orientales habran tomado del vecino mundo nmada de la estepa euroasitica, caballeros alanos y srmatas principalmente,elementos innovadores en la tecnologa blica una espada larga de doble filo(,spatha),un escudo oval o redondo, picas, arcos y flechas, especialmente til a

    una aristocracia de jinetes que encontraba en la guerra el mejor medio de acrecentar sus riquezas y su predominio social y poltico. Ha sido mrito principal de lallamada Nueva doctrina (Die neue Lehre)en los estudios de antigedades germnicas el demostrar cmo las instituciones tenan un claro tinte aristocrtico en lapoca inmediatamente anterior a las grandes invasiones, aunque no en todos loscasos se pueda hablar todava de una autntica nobleza de sangre (Geburtsadel)conprivilegios polticos y judiciales reconocidos y distintos a los del comn de los libres populares. Pero, en todo caso, era ya esta aristocracia la que determinaba lasuerte futura de cada una de las agrupaciones populares germanas, al tiempo que

    sus intervenciones se convertan en decisivas en las antiguas asambleas tribales delos hombres libres en armas (Wehrgemeinde).Es doctrina comnmente aceptada que la base del poder poltico de tales prn

    cipes era la concentracin en sus manos de un dominio territorial sobre el queejercan su plena soberana en calidad de seores de la casa (Hausherren). Entrelos sometidos a dicha soberana domstica se encontraban gentes de condicin jurdica y econmica muy diversa. Adems de esclavos, se inclua sobre todo a ungrupo bastante amplio de semilibres, denominados liteso laten. Los prncipes germanos utilizaban a tales grupos de dependientes no-libres no slo para el trabajo

    de sus tierras, sino tambin para la realizacin de acciones blicas por su propiacuenta y en su provecho. Una cierta semejanza funcional con tales clientelasbasadas en un fuerte lazo de obediencia de raigambre cltica tena la institucin que se conoce con el nombre de Gefolge(squito). En virtud de la cual gentesde condicin libre, y con frecuencia noble, se unan a tales prncipes mediante unlazo de fidelidad y mutua ayuda. Resulta evidente que tanto los clientes servilescomo los semilibres (.Knechts-kriegery Dienstmannen)y miembros de dichas comiti

    vas en su funcionalidad militar tenan unas enormes posibilidades de desarrollo yevolucin en pocas tales como la de las grandes invasiones y fundacin de los rei

    nos germnicos en territorio imperial.Los lazos que unan a los miembros de una Gefolgecon su jefe o caudillo estaban

    a mitad de camino entre los propios de los clientes semilibres con su seor y el delos guerreros libres y un caudillo prestigioso al que voluntariamente optaban seguir en una campaa militar (Heerhaufen).La reciente investigacin ha credo veren tales caudillos militares de prestigio el origen de las nuevas realezas germnicas.Estos reyes del pueblo en armas (Heerknig)intentaran frecuentemente convertir sus guerras privadas en luchas que interesasen tericamente a todo un pueblo oestirpe germnica. A tal fin acentuaran el componente gentilicio particularista,propio de sus orgenes tnicos, que se convertira en elemento de cristalizacin delos dems elementos populares ms diversos, procedentes tanto de fuera como dedentro de las fronteras del mismo Imperio romano. En todo caso, no se puede sinoafirmar que fue la institucin monrquica uno de los grandes vencedores dela poca de las invasiones, pues sta se benefici en grado sumo de la particinde tierras, del proceso de etnognesis de grupos brbaros fragmentados, de laestructuracin de estos ltimos con vistas al ejrcito, y del contacto con las

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    concepciones monrquicas y con el aparato administrativo del Bajo Imperio.Un ltimo hecho a destacar, en lo relativo a la organizacin interna de los ger

    manos en el momento de las invasiones, es sin duda el mecanismo de formacinde las grandes unidades populares, o nacionales, en esa etnognesis a la que antesnos referamos. Dicho proceso es conocido por la erudicin en lengua alemana

    como Stammesbildung. No cabe duda que siempre ha sorprendido la facilidad conque aparecen en el escenario histrico grandes agrupaciones populares con unosnombres y una cultura nacionales muy definidos; as como, por otro lado, la facilidad con que pueden desaparecer sin dejar el menor rastro ante los primerosdescalabros militares. La explicacin ms satisfactoria de estos fenmenos es, sinduda, la ideada por el historiador de Gottinga Reinhard Wenskus. De acuerdo conella, la mayora de los pueblos (gentes)germnicos habran comportado una realezaen la mayora de los casos de clara funcionalidad militar (Heerkonigtum) , encuyo entorno se habra adherido con fuerza un ncleo reducido portador del nom

    bre y de las tradiciones nacionales de la estirpe (gens, Stamm).La agrupacin popular habra salvado su unidad y existencia mientras dicho ncleo hubiera podido resistir. Pues, aunque sufriese severas prdidas por reveses militares o por fraccionamiento de grupos menores bajo liderazgo aristocrtico, segn el mecanismo delas guerras privadas y de las clientelas y comitivas, continuamente podra iraglutinando y dando cohesin a nuevos elementos populares, por heterogneo quepudiera ser su origen nacional o incluso tnico. Teora sta que, adems, resuelveotro problema de nuestras fuentes escritas: la exigidad de las patrias otorgadaspor la historiografa antigua a la mayora de los grandes pueblos de la poca de lasinvasiones, y la gran importancia que pudieron alcanzar en el apogeo de su carrera.

    En lo que podramos llamar en sentido estricto la historia militar de las grandes invasiones se distinguen claramente varias etapas u oleadas. La primera deellas sera protagonizada en lo fundamental por pueblos germanos de los llamadossticos godos, vndalos, burgundios, aunque con frecuencia se les unieron ensu migracin fracciones ms o menos numerosas de nmadas sarmticos o iranios(alanos) de las llanuras del sur de Rusia o del Danubio central y oriental, que ms o

    menos tarde acabaran por diluirse en el seno nacional de la estirpe germnica ala que se juntaron. Se caracteriz por la amplitud de los movimientos migratorios,desde las orillas del Mar Negro a la Pennsula ibrica y el norte de Africa, y por haber dado lugar a la aparicin de los primeros Estados brbaros en suelo del Imperio romano. La segunda, mucho menos aparatosa, sin embargo fue de resultadosbastante ms duraderos. Pues si la primera afect a grupos minoritarios de inmigrantes brbaros en comparacin con los provinciales invadidos, entre los que estaban condenados a diluirse a corto o medio plazo, con la excepcin de los visigodos, y ninguna de sus funciones estatales pas la barrera de mediados del si

    glo vi, la segunda signific la penetracin continuada y en masas bastante cerradasde grupos germanos en las Galias, Baviera y Gran Bretaa. Fue protagonizada fundamentalmente por germanos occidentales, cuya etnognesis primera era bastantereciente y en la inmensa mayora de los casos era el resultado de agrupamientos defragmentos de diversas anteriores estirpes: francos, alamanes, bvaros, anglos y sajones. Una tercera oleada habra tenido como resultado principal el establecimiento de los lombardos en Italia y el dominio de las estepas y llanuras de Europa cen

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    tral y oriental por los varos, un pueblo no germano, posiblemente de origenmongol. Esta tercera participara de las principales caractersticas sealadas comopropias de la primera. De una manera paralela y contempornea sobre todo a lasdos primeras, se habran producido movimientos migratorios menores protagonizados por los que podramos llamar brbaros interiores del propio Imperio ro

    mano. Seran las penetraciones y presiones de grupos berberes sobre las zonas llanas y costeras del Africa romana; la progresin si no resurgencias de sustratosanteriores indgenas ahora reforzados por nuevos aportes provenientes de reasms marginalesde grupos euskaldunes en la zona del alto y medio Ebro y en ladepresin vasca hispnicas y en la Novempopulania de la Galia sudoccidental; olas migraciones martimas de los britanos celtas desde la Gran Bretaa e Irlanda alcercano continente, a la Bretaa gala y, posiblemente, tambin a nuestra Galicia; olas razzias y posterior asentamiento de irlandeses (escotos) en toda la costa orientalde la gran isla vecina, sobre todo en su mitad septentrional o posterior Escocia.Migraciones estas dos ltimas que eran la otra cara de la moneda de las incursionesde germanos ribereos del Mar del Norte por toda la fachada atlntica europea, yainiciadas en el siglo m.

    L a s i n v a s i o n e s e n l a P e n n s u l a i b r i c a

    La primera de las grandes oleadas invasoras tuvo como puntos claves en su desarrollo blico la batalla de Adrianpolis, en Tracia, en el 378, y el paso sobre el

    Rin helado a la altura de Estrasburgo en la Navidad del 406. El protagonista victorioso de la primera ancdota fue el pueblo godo, ms concretamente en su ramaconocida como visigodos. El de la segunda lo fue un conjunto popular mucho msheterogneo, compuesto tanto por germanos sticos (vndalos asdingos y silingos)como occidentales e incluso gentes de estirpe irania (alanos). Participantes populares en una y otra acabaran por invadir nuestra pennsula. Por ello convendraque nos detuviramos algo en los antecedentes de una y otra invasin. Para ello,entre otras cosas, tendremos tambin que acudir a la observacin de lo que estabaocurriendo en ese trasfondo de la libera Germaniade los romanos que eran las gran

    des y abiertas estepas y llanuras centroeuropeas y euroasiticas.Los antecedentes y posterior desarrollo de la rota de Adrianpolis, actualEdirne, podran recibir una rbrica como sta: la epopeya goda, de las orillas del

    Vstula al bajo Llobregat. Porque tales fueron los puntos extremos de una largusima migracin popular iniciada a finales del siglo n y terminada a principios del iv,cuyo recuerdo ltimo y persistente en la tradicin nacional fue por la va del cantar de gesta o sagaligado a determinados linajes aristocrticos. Siguiendo las trazasdel fundamental trabajo de R. Wenskus, recientemente el medievalista austracoHerwig Wolfram ha analizado con precisin las diversas etapas de esta largusima

    migracin. A cada una de ellas habra correspondido una particular denominacin nacional para el pueblo gtico, lo que sera la ms plstica expresin de haberse producido una nueva etnognesis, al unirse nuevos y tnicamente heterogneos fragmentos populares al ncleo atesorador de las tradiciones nacionales,compuesto por los jefes y representantes de los ms esclarecidos clanes familiares(Sippen), cuyos orgenes la Sagagtica hara derivar de los dioses, probando su ca-risma en la brillantez de sus xitos militares cantada por ella misma.

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    Sin negar la posibilidad de que un pequeo ncleo portador de tradiciones nacionales se hubiese transferido del sur de la pennsula de Escandinavia o de algunaisla bltica como quiere la tradicin recordada por Jordanes en el siglo vi, parece que la autntica etnognesis del pueblo conocido a los etngrafos grecorromanos comoguiones se habra producido en el primer siglo de nuestra Era en lazona comprendida entre el medio Oder y el Vstula. En opinin de Wolfram, parece tambin bastante posible que dicho pueblo de los gutones hubiese formado

    parte de la importante amfictionia lugio-vndala. Pero el momento decisivo en laetnognesis gtica se habra producido posteriormente a la gran migracin quecondujo a importantes grupos de gutones hasta las orillas del Mar Negro. La emigracin, comenzada desde mediados de la segunda centuria, sera un proceso relativamente lento y realizado por etapas. En ellas quedaran al margen de la migracin general fragmentos populares gticos, pero se les podran unir otros de origen tnico diverso. Todas estas etapas intermedias serviran en el futuro para marcar un espacio cultural (Kultsraum)gtico desde los bordes blticos de la Germaniaoriental hasta las orillas de la Pntide. Por ella circularan elementos sarmato-

    iranios asimilados por los godos de la Escitia, pero tambin nuevos aportes populares germanos vndalos, hrulos, yutos, etc. prestos a aglutinarse al ncleonacional gtico. Si los gutones del Oder-Vstula ya destacaban, al decir de Tcito,por la fortaleza de su realeza confederal y dinstica, con una funcionalidad fundamentalmente militar y basada en su poderoso entorno clientelar, esta prolongadamigracin llena de xito en su proceso de asentamiento final no hara ms que re

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    forzarla. Sera entonces cuando se cimentara la particular facilidad gtica paraconvertirse en un pueblo en armas bajo la jefatura de un rey, capaz de aglutinar entorno suyo, y de su pueblo, fragmentos politnicos mltiples.

    La estancia de los godos en las llanuras escticas entre el Don y el Danubio tendra particular importancia en la etnognesis gtica. All se cimentara una pro

    funda sarmatizacin del elemento germano godo, que tendra indudable importancia en la tecnologa militar de los godos, como ya anteriormente sealamos.Aunque posiblemente la sarmatizacin total gtica en el sentido defendido porG. Vernadsky, no se lleg a dar, lo cierto es que hubo una intensa conexin y cooperacin entre las aristocracias sarmtica y alana y la goda. De los primeros, los godos aprenderan las maneras de entrar en contacto, violento y pacfico al mismotiempo, con las muy helenizadas ciudades de la costa pntica. A partir del 238, yhasta los duros castigos inflingidos por los emperadores Claudio el Gtico (268270) y Aureliano (270-275), un potente reino godo unificado tratara de romper

    las fronteras del Imperio, tanto en los Balcanes como mediante sangrientas incursiones por todo el mbito del Egeo, hasta muy el interior de Asia Menor. Las derrotas inflingidas finalmente por las armas romanas seran causa muy decisiva enla divisin del pueblo godo en dos grandes grupos populares, con consecuencias deescisin poltica, que habra de tener amplias secuelas para el resto de la historia goda. Los grupos godos asentados al este del ro Dniester pasaron a denominarse greutungos y ostrogodos, permaneciendo gobernados bajo una estructuramonrquica que la tradicin posterior hizo monopolizar por el clan de los Amalos, segn ella herederos de la anterior realeza gtica unificada. Por su parte, los

    grupos gticos situados entre el Dniester y el Danubio bajo el apelativo de tervin-gios o vesos adoptaran formas de gobierno ms abiertas y autnomas, rechazandola realeza, bajo el caudillaje de poderosas familias aristocrticas, entre las que latradicin y la historia visigoda posterior destacara a los Baltos. Merece la pena sealar tambin que, por su misma situacin geogrfica y estructura sociopoltica elgrupo tervingio-vsico, tena un carcter politnico mucho ms amplio que sushermanos orientales. Por otro lado los tervingios-vsicos estaran sometidos a unafuerte influencia cultural romana a todo lo largo del siglo iv, constituyendo un importante reservorio de buenos soldados para los ejrcitos imperiales. Sera a consecuencia de esta influencia como les llegara la religin cristiana bajo su formulacin arriana, de la mano del obispo microasitico de origen gtico Ulfila, lo quesin duda dotara a estos grupos gticos de una inmensa mayor cohesin y personalidad cultural, tanto frente al resto del mundo germano-srmata como frente aRoma, sobre todo a medida que el arrianismo fue perdiendo terreno entre los habitantes del Imperio.

    Pero toda esta situacin de relativo equilibrio y muy favorable para Romase derrumbara como consecuencia de la gran invasin de los hunnos, un pueblo

    de jinetes nmadas posiblemente de origen hngaro y procedentes de las estepas dela Siberia occidental, en torno a la gran cuenca del Obi. Este pueblo, hasta entonces desconocido de las fuentes clsicas, tras derrotar y destruir al reino de los alanos tanaitas en el 375, hara otro tanto con el poderoso de los greutungos-ostrogodos, tras haber perecido en la batalla su rey Ermanerico. La desaparicinde ste signific la de buena parte de la aristocracia ostrogoda. La continuidad delos ataques hnnicos hacia el oeste acabara afectando tambin a la sociedad ter-

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    vingia, que sufrira tambin importantes prdidas en su aristocracia. La mayorparte del elemento popular ostrogodo y otras muchas fracciones populares que haban girado en su torno aceptaran la soberana de los hunnos, que les permitiranmantener una cierta personalidad bajo el encuadramiento de algunos descendientes del clan real de los Amalos, todo ello dentro del caos politnico que comenzaba

    a ser la especie de imperio hnnico. Pero otros fragmentos populares ostrogodos yla mayor parte de los antiguos tervingios optaban por escapar al dominio de loshunnos y pedir permiso del emperador Valente para pasar la frontera del Danubioy asentarse en Tracia, lo que conseguiran algunos grupos de tervingios encuadrados a las rdenes de jefes militares electos como Alavivo y Fritigerno. Al poco, estos godos dediticios de Tracia acabaron representando un peligo para la seguridaddel Imperio, al amenazar con una latente rebelin en gran parte motivada por laexplotacin de que eran objeto por parte de los traficantes y funcionarios romanos y permitir el paso del Danubio a los grupos de tervingios, ostrogodos, taifa-

    les y alanos que all se agolpaban presionados por las continuas penetraciones delas bandas hnnicas y de las fracciones populares a ellas unidos. Una mal calculadaaccin del gobierno imperial para descabezar a los godos de Tracia acab de precipitarlo todo. Unidos los rebeldes godos de Tracia a sus congneres del otro ladodel Danubio y otros grupos alanos, invadieron todos juntos y en profundidad laDicesis trcica, encontrando un cierto apoyo en otros brbaros all asentados desde antes y en las capas ms humildes de la sociedad provincial, corno podan serlos trabajadores de las minas. Finalmente, cuando temerariamente, sin esperar losrefuerzos de Occidente, el emperador Valente trat de hacerles frente se vio derrotado en la gran batalla de Adrianpolis (9-8-378), en la que l mismo perdi la

    vida. Decisivo en la victoria gtica habra sido el ataque de la caballera ostrogoday alana comandada por Alateo y Safrac.

    El nuevo emperador Teodosio (379-95) seguira con respecto a los grupos gticos y aliados invasores una poltica distinta y decisiva en la evolucin histricaposterior del Imperio y de los godos. De momento la incapacidad de los brbarospara apoderarse de las grandes ciudades provistas de importantes obras de fortificacin y la explotacin hbil de las discordias entre los diversos caudillos brbaros

    principalmente entre los vesios Atanarico y Fritigerno, y la actuacin conjunta del ejrcito romano occidental con los restos del oriental permitiran llegar a unacuerdo de paz, mutuamente satisfactorio para los godos y el Imperio, hacia enerodel 381. En el 380 el gobierno de Graciano haba obtenido tambin la paz con otrafraccin brbara asentando a los ostrogodos y alanos de Alateo y Safrac como soldados federados en las provincias de Mesia I y Panonia II, anteriormente invadidas por los mismos. Ahora Teodosio optaba por integrar a los grupos vesios comofederados del ejrcito imperial; segn el acuerdo de paz del 3 de octubre del 382, sereconoca al pueblo vesio como federado y amigo del Imperio romano, en el inte

    rior de cuyas fronteras se le permita vivir en contraprestacin a su servicio militaren el ejrcito imperial. En ste la mayora de los vesios se integraron en unidadescomitatenses comandadas por sus propios jefes, elevados al oficialato imperial, yacantonadas aparte; solamente una minora sera establecida como soldados campesinos, con un estatuto como el de los tradicionalesgentiles.

    El tratado de paz del 382 y el consiguiente acuartelamiento en unidades cerradas de los antiguos vesios resultaran decisivos en la etnognesis visigoda, cuyo co

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    mienzo podemos datar ciertamente de este momento y que finalizara con el establecimiento en Aquitania de un reino federado visigodo en el 416. Teodosio debaser muy consciente del peligro de rebelin y secesin constante que resida en elmantenimiento de grupos compactos de visigodos en Mesia. Por ello fue avaro enla entrega de tierras y, sobre todo, trat de aprovecharse de las naturales disensio

    nes entre los miembros ms conspicuos de la nobleza goda, negndose en todomomento a reconocer una realeza o caudillaje comn y nico para todos sus federados visigodos. Sobre todo a partir de la revuelta de los federados visigodos del389 al 391, la desconfianza entre Teodosio y la nobleza visigoda se hizo cada vezms patente; no atrevindose el primero a utilizar a sus federados sino en campaas a gran distancia de los lugares de acuartelamiento de los segundos. Pero la prudencia de Teodosio a la hora de entregar tierras a sus federados godos tena un altoprecio fiscal, a travs de sueldos y raciones de annona. Cualquier reticencia en suentrega ocasionada por deseo explcito del gobierno imperial o por los mismos

    defectos y corrupciones de la pesada maquinaria burocrtica poda ser un motivo de revuelta, fcilmente aprovechable por un audaz caudillo godo, dispuesto aimponer su supremaca de forma incontestable sobre el resto de sus competidoresnobles, para lo que era absolutamente necesaria la perspectiva de realizar una grancampaa militar en pos de un objetivo fcilmente identificable como comn portodos los grupos populares godos. Ese noble ambicioso sera Alarico: el pretexto,la supuesta o previsible supresin de las entegras de sueldos y annonas (consuetadona)por parte del nuevo gobierno de Arcadio (383-408), tras la muerte de su padre Teodosio (17-1-395) dirigido por el poderoso Prefecto del pretorio Rufino,burcrata conocido por su germanofobia; el objetivo comn, el deseo de conseguirde una vez por todas un regnumdonde vivir autnomamente a la manera anterior ala catstrofe hnnica, pero en el interior de las ricas y seguras tierras del Imperioromano. Esto ltimo con ms razn, cuando que en el invierno del 395 los hun-nos iniciaban una nueva y sangrienta invasin de la Dicesis trcica.

    Alarico perteneca a la noble familia de los Baltos. Es muy probable que susantepasados directos gozasen de una posicin continuada de mando a todo lo largodel siglo iv entre los tervingios del otro lado del Danubio. El mismo Alarico se ha

    ba destacado en acciones blicas en los aos anteriores, con frecuencia en una posicin de desafo frente al gobierno imperial. La eleccin como rey de Alarico porla inmensa mayora de los grupos de federados visigodos de Tracia ha sido considerada por la moderna historiografa como uno de los casos ms claros del Heerk-ningtumal que nos referimos con anterioridad. Como consecuencia de ello las fuentes de la poca sealan una cada vez ms estrecha unin entre los grupos gticos enarmas y su rey Alarico; unin que se cimentara en lazos de estructura clientelar,determinara una drstica reduccin de las clientelas de otros nobles godos, y seapropiara de la exclusiva representacin de lagens (Stamm) de los visigodos. Ci

    miento de tal unin deba ser la promesa de conseguir un asentamiento establedentro del Imperio para su pueblo, as como la entrega regular de aprovisionamientos por parte del gobierno imperial. A cambio de ello, Alarico ofrecera alImperio, al emperador legtimo, su ayuda militar como tropas federadas contracualquier enemigo. Personalmente, Alarico deseaba el reconocimiento por el gobierno imperial de su estatuto de rexgothorum, lo que en la imprecisa teora del Derecho pblico tardorromano significaba el reconocimiento de completa y exclusi

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    va autonoma en el gobierno de sus sbditos gentiles. Adems Alarico no renunciaba a reforzar su poder mediante la asuncin de una alta dignidad castrense imperial, que le diese una cierta capacidad de gobierno sobre los provinciales romanos del rea de estacionamiento de su pueblo, le asegurase el cumplimiento de lasobligaciones imperiales de aprovisionamiento a su pueblo, y le permitiese influir

    decisivamente en la movediza poltica de la Corte imperial en pro del mantenimiento de su reconocimiento como rey gentil.No es este el lugar apropiado para exponer cmo Alarico llev a la prctica

    todo este programa desde el momento de su rebelin y proclamacin real en el 395hasta su muerte a finales del 410. Sin embargo, s conviene sealar algunas caractersticas esenciales y hechos que pudieron ser decisivos. En primer lugar conviene decir que Alarico fracas en su empeo principal de crear un reino gentil ensuelo del Imperio y reconocido por ste. Posiblemente porque Alarico trat de hacerlo en zonas que eran demasiado vitales para el Imperio, desde un punto de vista

    estratgico y de los mismos intereses de la oligarqua dominante en Roma; tal erael caso del Ilrico, disputado por los gobiernos de Constantinopla y Ravena. Poreso, posiblemente el ltimo intento de Alarico sera pasar con su pueblo al nortede Africa, una regin separada por el mar de cualquier gobierno imperial, slofrustrado por la impericia marinera de los godos. Resulta evidente que Alarico intent aprovecharse de las desavenencias entre los gobiernos de Ravena y de Constantinopla durante el periodo de predominio de Estilicn. La desaparicin de esteltimo, en agosto del 408, supuso el predominio en la corte de Honorio de partidarios de una poltica radical de rechazo a cualquier exigencia brbara; desechan

    do el intento grato a Estilicn de integrar a unos godos y a un Alarico debilitadosen la estructura militar del Imperio. Postura que el mismo Alarico ayudara a radicalizar con sus medidas inmediatas: nombramiento de un antiemperador en lapersona del senador romano Atalo en diciembre del 409, mantenimiento como rehn de Gala Placidia, la hermana de Honorio, y por ltimo el terrible saqueo de laCiudad Eterna entre el 24 y el 27 de agosto del 410. A partir de este momento loque haban sido discrepancias en el seno del gobierno imperial en lo relativo a lapoltica a seguir con unos federados rebeldes y con exigencias desmesuradas setransform propagandsticamente en el dilema de elegir entre la salvacin de laRes Publica, identificada en la suerte de su emperador legtimo, Honorio, o el triunfo de un rey y un pueblo presentados como la encarnacin radical de la furia brbara. Porque la verdad es que el fracaso de Alarico tambin se debi a las dificultades de encontrar en la Corte de Ravena a un interlocutor vlido, con puntos devista constantes, sobre todo tras la desaparicin de Estilicn. Con excesiva frecuencia las decisiones ora negociadoras, bien de oposicin radical a las exigencias de Alarico del gobierno de Honorio se vieron dictadas por los factores de lacoyuntural fortaleza o debilidad militar o de las disensiones en el seno de la alta

    oficialidad del ejrcito occidental. Incluso en el caso de esta ltima se entrecruzaban los autnticos intereses del Estado romano con los particulares de algunos generales de origen germano, incluso gtico, que vean en Alarico a un antiguo enemigo de clan, a un competidor por la supremaca entre las clientelas brbaro-gticas, y a un peligroso contrincante por el mando en la jerarqua militar romana.

    Tal vez Alarico se equivoc en su tctica de presin sobre el gobierno de la

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    Pars Occidentis.Su invasin del corazn del Imperio, Italia, le hizo tener que enfrentarse a ejrcitos numerosos y bien avituallados. Cuando el gobierno de Ravenapudo reunir un ejrcito de maniobra para enfrentarse a los godos de Alarico, la

    victoria siempre estuvo del lado romano. Sin embargo, al gobierno de Honoriosiempre le falt la superioridad militar suficiente como para reducir a la impoten

    cia a Alarico y sus godos. En unos casos la razn de ello haya tal vez que buscarlaen una falta de inters poltico en conseguirlo. Estilicn, quien ms cerca estuvode la victoria militar completa, es posible que nunca haya desistido de utilizar enbeneficio de un ejrcito imperial, siempre falto de nuevos reclutas, a unos godosfederados y a un Alarico capitidisminuido y resignado a completar una carrera militar ms o menos brillante bajo las guilas de Roma. En otros momentos el gobierno de Ravena habra tenido que utilizar su brazo militar en diversos escenariosblicos y ante otros enemigos: invasin de Radagaiso y sus godos en Italia en el406, invasin politnica de la Galia en el 406, y usurpacin de Constantino III enel 407, afectando en tres aos al conjunto de la Prefectura glica. Y en todo caso,porque, no obstante las gravsimas prdidas inflingidas en las filas de Alarico porlas armas romanas, ste pudo equilibrarlas con creces al recibir en el curso de susdos invasiones itlicas la unin de importantes contingentes humanos de procedencia tnica diversa. Hasta el punto que sera en Italia donde se producira uno delos ltimos actos y decisivos en el largo proceso de la etnognesis visigoda.

    En su marcha sobre Italia en el 401 es posible que se unieran a Alarico gruposde ostrogodos (greutungos) establecidos por el gobierno imperial como federados

    en Panonia. Tras la desaparicin de Estilicn en el verano del 408, se le pudieronunir hasta unos 30.000 brbaros, entre ellos los 12.000 soldados de lite que Estilicn haba escogido de entre el ejrcito vencido de Radagaiso, por lo que cabe suponer que en su mayora fuesen de origen ostrogodo. Poco despus, durante el primer asedio de Roma, se unira al ejrcito visigodo un nmero elevado, aunque indeterminado, de esclavos de las reas itlicas circunvecinas a la capital. Y finalmente, en el 409, se le uni su cuado Atalfo al mando de una poderosa clientelade jinetes gticos y hunnos procedentes de Panonia Superior. Con lo que el nmero total de los efectivos de Alarico podra haber llegado a superar los cien mil

    hombres. Un hecho a destacar es el origen greutungo-ostrogodo de la mayor partede estos refuerzos, lo que significa una creciente supremaca de la caballera en elejrcito visigodo; arma precisamente que era la que ms se haba echado en faltacuando las derrotas de la primera campaa itlica frente a los soldados de Estilicn y sus hunnos federados. Esta ecuestrizacin de los godos de Alarico no dejarade tener consecuencias sociopolticas, tales como un refuerzo de la estructura nobiliaria y clientelar godas. En todo caso, significaba como una vuelta a los orgenes, una nueva nomadizacin, y una igualacin con sus hermanos ostrogodo-greutungos de los en otro tiempo fundamentalmente campesinos e infantes ter

    vingios. Con la llegada de Atalfo culminaba el proceso de metamorfosis vsica delos visigodos histricos.

    A la muerte de Alarico le habra sucedido como rey su cuado Atalfo, posiblemente en virtud de algn tipo de eleccin. Para ello debieron resultar determinantes la fuerza de las clientelas de los Baltos Alarico debi morir sin descen

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    dencia apta para el trono y del mismo Atalfo. Como tuvimos ocasin de sealar anteriormente, Alarico haba dejado a sus godos sin resolver ninguno de susproblemas histricos fundamentales: la integracin en el seno del Imperio o laconstitucin de un Regnum gtico en su interior; en definitiva la adquisicin deunapatriaque asegurase al pueblo visigodo su subsistencia con un cierto nivel de

    vida y dignidad. Los aos que van de la muerte de Alarico en el 410 a la firma deldefinitivofoedusdel 416por Valia vern los esfuerzos de los diversos soberanos visigodos por resolver tan fundamental problema en un sentido o en otro, con mayor o menor radicalidad. Dilema que se encontraba ntimamente relacionado ensu resolucin con la actitud a adoptar frente al gobierno romano. Por lo que se hapodido hablar para estos aos de la lucha en el seno de los grupos dirigentes visigodos de dos partidos; prorromano uno, romanfobo el otro. Evidente exageracin y anacronismo. Pues en realidad ambas posturas no fueron sino las dos carasde una misma moneda, medios y actitudes diferentes de presionar al gobierno romano para la consecucin de los objetivos prioritarios antes sealados. En verdad,

    Alarico haba sido el inaugurador de esa misma doble poltica segn en qu ocasin. Lo que, efectivamente, no se volvera a repetir sera el error de Alarico depresionar al gobierno romano de Occidente directamente en su corazn, Italia; loque se haba demostrado frustrante y hasta contraproducente para los autnticosintereses visigodos. As, la usurpacin del galo Jovino que cont con abundanteapoyo brbaro ofreci la oportunidad a Atalfo de presionar al gobierno de Honorio a aceptar sus servicios militares para vencer al usurpador en suelo glico. El

    fracaso final delfoedusdel413

    , firmado entre Atalfo y Honorio en un tal sentido,como consecuencia de las desconfianzas del cada vez ms poderoso magister militumConstancio, oblig al rey visigodo a un ltimo esfuerzo, tratando de sustituir al gobierno imperial de Honorio por otro favorable a sus intereses y que le asegurase al y a su familia una posicin preminente en el futuro del Imperio. Para ello, apoyara nuevamente al antiguo usurpador Atalo y contraera matrimonio a la romana con Gala Placidia, hermana del emperador Honorio, en enero del 414en Nar-bona. Pero la firme intransigencia de Honorio y su poderoso general Constancioarruinaran los planes del visigodo. Acosado militarmente, Atalfo se vera forza

    do al saqueo de los provinciales sudglicos y del noreste hispnico. En este ltimohabra penetrado por vez primera el ejrcito visigodo a finales del 414 , huyendosin duda de la peligrosa vecindad del grueso de las tropas de Constancio, fuertes en

    Arles, capital de la Prefectura glica. En la ciudad hispnica de Barcino acabarapor arruinarse la posibilidad de xito de la poltica emprendida por Atalfo. Lamuerte del hijo tenido de Gala Placidia que llevaba el significativo nombre de

    Teodosio fue el fin de cualquier esperanza de llegar a un entendimiento con Honorio. Poco despus, en agosto o septiembre del 415, Atalfo era asesinado por unmiembro de su ejrcito, que vengaba as la muerte de su antiguo patrn.

    La desaparicin de Atalfo trat de ser aprovechada por grupos nobiliarios visigodos contrarios a la prepotencia alcanzada por el linaje de los Baltos. Para loque pudieron hacer valer ante el pueblo el fracaso de la poltica seguida por Alarico y Atalfo. Lo cierto es que sera elegido rey Sigerico, miembro del poderoso linaje de los Rosomones, rival de los Baltos. El nuevo monarca godo, sin embargo,no durara ms de una semana; corto espacio en el que slo pudo dar muestras decrueldad hacia la familia de su predecesor y poco amistosas para con el gobierno

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    imperial. La subsiguiente muerte de Sigerico a manos de nobles visigodos y la inmediata eleccin para sucederle de Valia, posiblemente se debiera a la lgica reaccin del todava poderoso grupp popular y nobiliario situado en torno al linajeBalto. Porque lo cierto es que no parece que el nuevo rey godo y sus valedores pretendiesen un cambio de la poltica de Sigerico en relacin con el Imperio. En todo

    caso, el firme acoso a que les segua sometiendo el magisterConstancio no pareceque dejase a los visigodos otra salida. De este modo se comprende que Valia intentase una vez ms llevar a la prctica el ltimo proyecto de Alarico: pasar al nortede Africa, regin lo suficientemente alejada del ejrcito de maniobra occidental ybien provista de recursos alimenticios. Pero nuevamente la impericia marineragoda desbaratara el intento de alcanzar el continente africano, esta vez a travs delestrecho de Gibraltar. Este fracaso y el control de los pasos pirenaicos por el ejrcito glico de Constancio colocaron a Valia y al grupo nobiliario que le apoyaba enuna situacin extremadamente peligrosa, bloqueados en una Espaa cuya desorga

    nizacin administrativa y saqueo de haca ya ms de seis aos de duracin dabanmalas perspectivas de avituallamiento y posible establecimiento para la masa popular goda. Ante el fundado temor de una paulatina desintegracin de la misma

    gensvisigoda, Valia y sus adlteres no tendran ms remedio que llegar a un pactocon el gobierno imperial, representado por su generalsimo Constancio.

    Elfoedusfirmado en la primavera del 416 entre el Imperio y los visigodos deValia pareca retrotraer a stos a la situacin de haca ms de veinte aos, anteriora la rebelin de Alarico en el 395. Los visigodos se comprometan ahora a integrarse como soldados federados estables del Imperio en Occidente; y de momentose les asignaba la peligrosa tarea de eliminar a los grupos de brbaros suevos,vndalos y alanos que tenan infestadas las provincias hispnicas. A cambio deello, Valia no consegua ningunapatriani regnumpara su pueblo, ni para l ningnmagisterio militar. El gobierno de Honorio slo se comprometa a la entregaanual durante el tiempo de campaa, de provisiones para poco ms de unos quincemil guerreros gticos, algo muy inferior a cualquiera de las anteriores exigenciasde Alarico, incluso en sus peores momentos. Adems, los nobles visigodos se comprometan a la entrega de rehenes garantes del tratado. Con razn el magisterCons

    tancio poda considerarse vencedor; personalmente iba a contraer matrimoniocon Gala Placidia, entregada por los godos, entrando as a formar parte de la familia imperial, cosa que haba intentado intilmente el linaje de los Baltos. Obligados a luchar para fortalecer el Imperio, con una monarqua nacional debilitada, ysin haber encontrado todava un territorio donde asentarse autnomamente, elgobierno imperial, en el 416, poda esperar una posterior integracin de los visigodos en la normal estructura militar del Imperio, desintegrando el aparato cliente-lar anudado por los Baltos y sus colaboradores. El curso posterior de los acontecimientos, tanto por obra de los propios visigodos y de su grupo dirigente como por

    parte de terceros agentes, variara radicalmente el panorama. Sin duda que un factor decisivo en ello sera la victoria alcanzada por Valia y sus godos en Espaa.Pero hora es ya de que pasemos a ver cmo haban penetrado suevos, vndalos yalanos en la Dicesis de las Espaas.

    Los acontecimientos que desencadenaron la gran desbandada gtica del 375

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    debieron en una u otra medida forzar la ya tradicional presin germana sobre el li meso frontera del Rin, que en los aos inmediatamente anteriores haba sido protagonizada por los francos y, sobre todo, por los alamanes. Por otro lado, a principios del nuevo siglo la frontera renana deba encontrarse especialmente debilitadaen sus defensas. A las prdidas ocasionadas por las incursiones germanas del 401 se

    uni el vaciamiento de tropas inmediato ordenado por el gobierno de Estilicnpara reforzar los efectivos del ejrcito itlico con que hacer frente a la primera expedicin de Alarico en Italia en el 402 y, posteriormente, al peligrossimo ataquede Radagaiso en el verano del 406. Sera precisamente aprovechando esta particularsima coyuntura favorable cuando se producira la definitiva ruptura del limesrenano. Hacia el 31 de diciembre del 406 un heterogneo y amplsimo conjuntopopular brbaro pasaba el Rin helado en su estratgica confluencia con el Meno,posiblemente hacia la altura de las plazas fuertes romanas de Maguncia y Argento-rato (Estrasburgo), que seran las primeras en sufrir los desagradables efectos de la

    invasin. Nuestra mejor fuente al respecto es una conocida carta de San Jernimoescrita unos tres aos despus de los hechos y remitida a una correspondiente suyagalorromana, que deba tener una muy buena informacin al respecto. Segn el asceta belenita, habran pasado el Rin y procedido a invadir la Galia los siguientescomponentes populares: quados, vndalos, srmatas, alanos, gpidos, hrulos, sajones, burgundios, alamanes y panonios rebeldes (?). De dnde procedan estasgentes?, cmo haban llegado hasta aqu? La verdad es que unas respuestas taxativas a tales preguntas no sea cuestin fcil, siendo asunto de aguda discusin todava. Lo que digamos seguidamente no puede pasar de una hiptesis; eso s, muycoherente con la manera de actuar de estos conglomerados brbaros en esapoca.

    La irrupcin hnnica que destruy el gran Reino ostrogodo no se par en loslmites de la llanura ukraniana. Como vimos, avanzadillas de jinetes hunnos y desus nuevos aliados vasalladizados iniciaran una serie de penetraciones hacia Occidente. Estas migraciones hnnicas, siguiendo seguramente la ruta del Dnieste y elBug, debieron afectar en el momento del cambio de siglo al importante pueblo delos vndalos hasdingos. Desde mediados del siglo ii los hasdingos se haban asen

    tado firmemente en la cuenca del Tisza, aunque seguan manteniendo sus contactos con sus anteriores establecimientos en la Pequea Polonia (regin de Cracovia) y Galitzia. En su progresin meridional habran terminado por chocar por laposesin de la Transilvania occidental con sus antiguos conocidos godos, renovndose as una antigua enemistad y una alianza con los gpidos; mientras quegrupos de vndalos derrotados por los godos pudieron ser asentados por Constantino el Grande como colonos-soldados en Panonia. La presin hnnica y ostrogoda posterior habra acabado por poner en movimiento a una gran parte de los hasdingos extrarromanos, que en su retroceso hacia Occidente penetraran en el terri

    torio de los quados. Estos ltimos en el siglo iv se encontraban situados en las actuales Moravia y Eslovaquia, hasta ms all del valle del Ipoly; habiendo protagonizado en la segunda mitad del siglo iv varios ataques sobre el limesdanubiano,para lo que contaron con la ayuda de los srmatas transdanubianos. Tras un largoperiodo de paz, con posterioridad a las victorias de Valentiniano I, los quados habran protagonizado en el 401 una incursin en las provincias del Nrico y Retia IIen colaboracin con marcomanos y silingos. Los segundos eran la rama menor

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    de los vndalos, y se encontraban asentados en la Alta Silesia, en torno a la actualciudad de Wroclaw (Breslau). Por su parte, los marcomanos eran en esta poca yaun pueblo menor y escasamente peligroso para el Imperio, habindose visto presionado hacia el sur por la progresin de los pueblos de Sajonia-Lusacia y delOder-Vstula. Aunque su principal asentamiento estaba en la regin de Praga, en

    Bohemia, muchos contingentes marcomanos haban sido admitidos en el Imperio, situndoseles como soldados lticos y limitneos en Panonia I y Valeria. Losextrarromanos se habran visto profundamente influidos por los silingos, con losque pudieron realizar campaas blicas conjuntas a principios del siglo v. Porqueprecisamente la profunda vandalizacin cultural es una de las caractersticas predominantes de marcomanos y quados del siglo iv. Dos pueblos de la antigua estirpe o mbito cultural suevo, cuya importancia poltica, de todos modos, haba disminuido enormemente con respecto a siglos anteriores. La otra caracterstica comn a estos epgonos suevos y a ambos grupos vandlicos era su profunda aristo

    cratizaron. Desde el siglo m y por todo el iv la Arqueologa revela en sus diversaspatrias una proliferacin en nmero y riqueza de las llamadas tumbas principescascon un caracterstico ajuar.

    Tal era el ambiente popular brbaro en el que hay que situar la formacin deun vastsimo plan de inmigracin hacia el interior de las fronteras del Imperio hacia el 405-406. Posiblemente el detonante para ello pudo ser el temor a una mayorpresin de las avanzadillas hunnas y gtico-hnnicas, as como la llegada de grupos populares ostrogodos y alanos, que se negaban a una vasallizacin por loshunnos. Sera en ese momento cuando, aprovechando la debilidad de las defensasromanas, como consecuencia de la expedicin de Alarico, dos grandes grupos oconglomerados brbaros atravesasen el Danubio en el lmite entre Panonia II y

    Valeria. Uno de ellos, compuesto fundamentalmente de ostrogodos, bajo elmando de Radagaiso, intentara la aventura italiana. El otro, ms heterogneo

    silingos, hasdingos, marcomanos, quados, gpidos, srmatas, alanos y bajo la direccin principal del rey alano Respendial y del hasdingo Godegiselo, se mantendra algo ms a la expectativa. Posiblemente la llegada de noticias sobre el desast