gabriela mistral,seleccion

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Biblioteca Fundamental “Biografías de escritores españoles e hispanoamericanos” Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila Godoy Alcagaya. Nacida en Vicuña en 1889, educada con esfuerzos y autodidacta, desde su formación dada después de adquirir el grado de profesora básica en Chile. Mientras estudiaba su carrera docente ya se dedicaba a escribir versos. Con ellos gano la Flor Natural (distinción máxima) en los juegos Florales de Santiago en 1914, los poemas que concurso fueron los “Sonetos de la muerte”. 1922 Publica su primera recopilación de poemas en un libro que titula “Desolación”, luego le sigue en 1925 “Ternura” cuya temática principal le sigue a la primera, aunque con una renovada pureza expresiva. En 1938 publica “Tala” donde llega a una plenitud verbal que fielmente reflejó en “Todas íbamos a ser reinas”. Recibe en 1945 el Nobel de Literatura. En este mismo año se publica Lagar, en el cual vuelve al tema del amor, a la tierra y a los hombres. Mas tarde se radica en LA, EE.UU donde compuso otros poemas que se han publicado póstumamente resumidos en “Poema a Chile“Historia de la Literatura española e Hispanoamericana” R.D. Peres La chilena Gabriela Mistral (1889-1957) consiguió el Premio Nobel con una breve producción lirica en la que esta presente el amor y donde se produce un hecho modernista, la búsqueda pura de la belleza, una belleza que actuara como eje fundamental de la vida de Gabriela, para quien eso no es solo simple contemplación estética: “tu belleza se llamara también misericordia y consolara el corazón de los hombres .” Es decir, la estética es aplicada directamente a la vida, sobre todo en sus últimos libros presididos por la idea cristiana. Pero su mejor obra es el poemario Desolación (1922) que versifica la historia de su amor por un modesto empleado de ferrocarril que se suicido en 1909. A partir de esta anécdota, Mistral va desangrando su sentimiento: “En estos cien poemas queda sangrando un pasado doloroso, en el cual la canción se ensangrentó para aliviarme”. Primero hay un análisis del desprecio que el hombre, enamorado de otra, le prodiga; luego, su amor frustrado, que alcanza cimas de erotismo místico (“Cuando tu me miras yo me vuelvo hermosa”) y tras el suicidio y la brutal separación de una sombra, a la que al menos amaba, vienen los poemas del hijo ansiado y nunca tenido: La mujer que no mece un hijo en el regazo, Cuyo calor y aroma alcance en sus entrañas, Tiene una laxitud de mundo entre los brazos, Todo su corazón congoja inmensa baña. Además de Desolación, publico Ternura y Tala, libro hermético, cerebral, abstracto, fruto de un sentimentalismo que, aunque de refilón, ha pasado por las vanguardias. Si Tala es modernista lo es por el lenguaje que, en su sencillez, resulta paradójicamente antimodernista y nada grandilocuente por salir de un corazón simple y límpido.

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Page 1: Gabriela Mistral,Seleccion

Biblioteca Fundamental “Biografías de escritores españoles e hispanoamericanos”

Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila Godoy Alcagaya. Nacida en Vicuña en 1889, educada con

esfuerzos y autodidacta, desde su formación dada después de adquirir el grado de profesora

básica en Chile. Mientras estudiaba su carrera docente ya se dedicaba a escribir versos. Con

ellos gano la Flor Natural (distinción máxima) en los juegos Florales de Santiago en 1914, los

poemas que concurso fueron los “Sonetos de la muerte”.

1922 Publica su primera recopilación de poemas en un libro que titula “Desolación”, luego le

sigue en 1925 “Ternura” cuya temática principal le sigue a la primera, aunque con una

renovada pureza expresiva. En 1938 publica “Tala” donde llega a una plenitud verbal que

fielmente reflejó en “Todas íbamos a ser reinas”. Recibe en 1945 el Nobel de Literatura. En

este mismo año se publica Lagar, en el cual vuelve al tema del amor, a la tierra y a los

hombres. Mas tarde se radica en LA, EE.UU donde compuso otros poemas que se han

publicado póstumamente resumidos en “Poema a Chile”

“Historia de la Literatura española e Hispanoamericana” R.D. Peres

La chilena Gabriela Mistral (1889-1957) consiguió el Premio Nobel con una breve producción

lirica en la que esta presente el amor y donde se produce un hecho modernista, la búsqueda

pura de la belleza, una belleza que actuara como eje fundamental de la vida de Gabriela, para

quien eso no es solo simple contemplación estética: “tu belleza se llamara también

misericordia y consolara el corazón de los hombres .” Es decir, la estética es aplicada

directamente a la vida, sobre todo en sus últimos libros presididos por la idea cristiana. Pero su

mejor obra es el poemario Desolación (1922) que versifica la historia de su amor por un

modesto empleado de ferrocarril que se suicido en 1909. A partir de esta anécdota, Mistral va

desangrando su sentimiento: “En estos cien poemas queda sangrando un pasado doloroso, en

el cual la canción se ensangrentó para aliviarme”. Primero hay un análisis del desprecio que el

hombre, enamorado de otra, le prodiga; luego, su amor frustrado, que alcanza cimas de

erotismo místico (“Cuando tu me miras yo me vuelvo hermosa”) y tras el suicidio y la brutal

separación de una sombra, a la que al menos amaba, vienen los poemas del hijo ansiado y

nunca tenido:

La mujer que no mece un hijo en el regazo,

Cuyo calor y aroma alcance en sus entrañas,

Tiene una laxitud de mundo entre los brazos,

Todo su corazón congoja inmensa baña.

Además de Desolación, publico Ternura y Tala, libro hermético, cerebral, abstracto, fruto de un

sentimentalismo que, aunque de refilón, ha pasado por las vanguardias. Si Tala es modernista

lo es por el lenguaje que, en su sencillez, resulta paradójicamente antimodernista y nada

grandilocuente por salir de un corazón simple y límpido.

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Mistral y las Vanguardias .Por Carmen Mora

Es un texto muy importante que cita bibliografía de autores también recomendados por la

profesora Prado, tales como Concha, Jaime: 1987. Gabriela Mistral, Madrid: Júcar (Colección

Los poetas, 68) y Goic, Cedomil: 1992. Los mitos degradados. Ensayos de comprensión de la

literatura hispanoamericana, Amsterdam-Atlanta, GA: Rodopi.

Gabriela Mistral figura en la historiografía literaria dentro de la generación posmodernista

junto con un heterogéneo grupo de escritores que se sitúan entre el modernismo y los

movimientos de vanguardia: los mexicanos Ramón López Velarde, José Juan Tablada y Alfonso

Reyes; el cubano Regino E. Boti; el puertorriqueño Luis Llorens Torres; los colombianos Porfirio

Barba Jacob y Luis Carlos López; el venezolano José Antonio Ramos Sucre; los peruanos

Abraham Valdelomar y José María Eguren; los chilenos Manuel Magallanes Moure, Carlos

Pezoa Veli y Pedro Prado; los argentinos Evaristo Carriego, Baldomero Fernández Moreno,

Enrique Banchs y Rafael Alberto Arrieta; los uruguayos Delmira Agustini y Carlos Sabat Ercasty.

Se conoce también por el nombre de generación mundonovista o de 1912, y sus rasgos más

destacados son el rechazo del cosmopolitismo modernista extranjerizante mediante el retorno

a lo autóctono (a la tierra y los motivos locales) y la búsqueda de un lenguaje poético

despojado de la afectación esteticista del modernismo, basado en la sencillez y próximo a la

lengua hablada. Situados entre dos movimientos de largo alcance, el modernismo y el

vanguardismo, es normal que estos escritores no permanecieran inmunes a sus influencias.

Gabriela Mistral, en los primeros años del vanguardismo, dio muestras de simpatía e interés

hacia la nueva poesía y salió en defensa de su compatriota Huidobro ante quienes lo atacaban.

No obstante esta apertura, no quiso acogerse a las propuestas poéticas que ofrecían los ismos:

«Yo me siento incapaz de orientarme en esta batahola magnífica. Gozo aquí y allá una

metáfora virgínea, una síntesis felicísima, sin conseguir que la secta a que pertenece un poema

me muestre contorno claro y me deje fijarla como una línea climatérica en un mapa» (Figueroa

1933:192).

El desinterés de Gabriela Mistral por adoptar fórmulas vanguardistas en sus poemas se explica

porque para ella la sensibilidad, la lengua poética y el repertorio de temas tenían que estar

enraizados en lo propio para ser auténticos; la sujeción incondicional a normas estéticas

foráneas era símbolo de inautenticidad. Conforme pasan los años se acentúa su escepticismo

con respecto a los logros estéticos vanguardistas, sobre todo el artepurismo de la imagen.

Aceptando, pues, la singularidad e independencia estéticas de Gabriela Mistral no es imposible

rastrear en ella algunas huellas vanguardistas. Cedomil Goic ha reconocido los rasgos

distintivos de la poesía nueva en una serie de poemas publicados entre 1919 y 1922. En

particular, identifica algunos rasgos del creacionismo de Huidobro en el poema «Cima»

de Desolación (1922). Pero no es el único. Hay toda una sección en Desolacióndenominada

«Naturaleza», dedicada a los paisajes de la Patagonia, donde se encuentran momentos

poéticos, imágenes y situaciones que pueden relacionarse con la primera vanguardia

hispánica, con el creacionismo y el ultraísmo. En particular, la táctica tan común en Huidobro y

en Borges de trasladar al paisaje y a los objetos las emociones subjetivas, una de cuyas

concreciones retóricas es la hipálage. Dice la segunda estrofa de Desolación: «El viento hace a

mi casa su ronda de sollozos / y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito. / Y en la llanura

blanca, de horizonte infinito, miro morir inmensos ocasos dolorosos». Y la séptima: «Miro el

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llano extasiado y recojo su duelo, / que vine para ver los paisajes mortales. / La nieve es el

semblante que asoma a mis cristales: / ¡siempre será su albura bajando de los cielos!». En «La

montaña de noche» un paisaje expresionista poblado de criaturas fantasmagóricas representa

los temores nocturnos del hablante poético. En «La lluvia lenta»: «El cielo es como un inmenso

corazón que se abre, amargo. / No llueve: es un sangrar lento / y largo». Las coincidencias no

van más allá. Gabriela Mistral es en Desolación una poeta interior y subjetiva que tiñe los

elementos de la Naturaleza con sus propias pasiones y así lo recomienda el mandamiento

octavo de su «Decálogo del Artista»: «Darás tu obra como se da un hijo: restando sangre de tu

corazón». Sin embargo, en el «Voto» que cierra Desolación pide perdón por haber buscado

alivio a su dolor en la poesía y anuncia un giro en su poética: «Yo cantaré desde ellas las

palabras de la esperanza, sin volver a mirar mi corazón: cantaré como lo quiso un

misericordioso, para “consolar” a los hombres». Este voto se verá cumplido en la temática más

objetiva y externa de Tala(1938), considerado por muchos la obra cumbre de la autora.

No es Desolación el único libro de Gabriela Mistral que se ha asociado con el vanguardismo.

Según Jaime Concha, esta primera obra todavía conserva un anclaje posmodernista,

pero Tala (1938) pertenece con pleno derecho al movimiento de los años veinte. Aunque el

crítico puntualiza y rectifica esta afirmación: «Talapertenece a una vanguardia endógena, casi

indígena habría que decir, en el sentido de ser autóctona»(1987: 99-100). Más acertada nos

parece la valoración de Cedomil Goic, para quien la obra «está de lleno dentro de las formas

de la poesía contemporánea con rasgos absolutamente inconfundibles […] una poesía cuya

lengua poética se mueve cerca de la invención, de la contradicción y la imagen alejada, fuerte

o visionaria» (1992: 30). El libro se publicó en beneficio de «los niños españoles dispersados a

los cuatro vientos» en los años de la Guerra Civil española. Consta de once secciones entre las

que destaca la primera, con los poemas motivados por la muerte de su madre, que, según

confesó la autora, era su única amarra con Chile. En «Materias» funde su yo con la sustancia

de las cosas más elementales: el pan, la sal, el agua y el aire. Pero nada tienen que ver estos

poemas con las Odas nerudianas, precisamente por la presencia de la subjetividad del

hablante. Con los himnos americanos, en cambio, Gabriela Mistral quiso incorporar el tono

épico mayor al tema indigenista y telúrico, más acorde con los tiempos, y adoptó una voz

colectiva, aunque, a veces, surge entre los versos la primera persona del hablante poético.

Entre ellos se encuentran el «Sol del trópico», en honor de las grandes civilizaciones indígenas;

«Cordillera», dedicada al paisaje andino y a las culturas y pueblos albergados en él, y «El maíz»

(un canto al maíz del Anáhuac); himnos donde se funden indiscriminadamente los viejos mitos

americanos con los europeos. Esta veta telúrica culmina con el canto a los accidentes

geográficos del territorio chileno. En Tala cambia la musicalidad de los versos con respecto a

los primeros libros, y está más a tono con una búsqueda poética basada en el retorno a los

orígenes, a la unión sagrada del hombre con la tierra: aumenta la rima asonante y se libera de

formas literarias del gusto modernista que todavía prevalecían en aquellos; despreocupándose

de ciertos criterios retóricos, conserva a veces rimas internas que surgen de forma espontánea

y recurre a expresiones arcaicas recuperadas del habla rural que aprendiera en su infancia.

Gabriela Mistral comparte aquí la voluntad americanista y el interés por las civilizaciones

precolombinas con otros grandes nombres del siglo veinte, entre los que figuran Pablo Neruda

y Miguel Ángel Asturias. Cierran el libro los «Recados», poemas que hacen las veces de cartas

dirigidas por distintos motivos a amigos de diversos países que había visitado, amigos que en

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su imaginación quedaban asociados al paisaje del lugar. Intencionalmente los coloca «en los

suburbios del libro» por el tono coloquial tan ajeno a otros poemas del libro. Sin embargo, la

autora reconoce en ellos una parte muy íntima de su decir poético, el «dejo rural» que la

acompañaría a lo largo de su vida.

Para concluir con los aspectos vanguardistas de la poética mistraliana cabe hacer una breve

referencia a la importancia de la canción popular en su poesía. A partir de 1927, coincidiendo

con el tercer centenario de la muerte de Góngora, se produjo una celebración del barroco y de

la poesía popular que cristalizó en dos nuevas corrientes vanguardistas: el neobarroco y el

popularismo. Esta vertiente, con matices variados en Hispanoamérica según los países,

presenta perspectivas distintas en Gabriela Mistral. EnTernura se manifiesta sobre todo a

través de las canciones de aliento popular, principalmente las «Canciones de cuna»

o meceduras orales, como las llamaba la autora, y las «Rondas», rastreadas en la poesía

popular española, en la provenzal y en la italiana del medioevo, que ella transformaría con

empeño criollo. En Tala discurre a través de un criollismo paisajístico y de valorización de las

viejas culturas indígenas. Por último, el uso preferente de los versos de arte menor,

característico de la poesía popular castellana y actualizado por posmodernistas y

vanguardistas, se impone en Desolación y Lagar.

Gabriela Mistral y la identidad tensionada de nuestra Modernidad. Escrito por Olga Grandon

Lagunas. (Recomendada por Dra. Marcela Prado)

La vinculación problemática de la prosa mistraliana con el desarrollo de la Modernidad literaria

en América Latina es reconocida por numerosos autores. Bajo el pretexto de esta obra,se

intenta desarrollar un ejemplo del modo con que los escritores latinoamericanos de comienzos

del siglo XX han asimilado la Modernidad europea, específicamente, estudiando la literatura

en prosa de Gabriela Mistral. Esto significa responder cuáles son las condiciones de esta

apropiación, cuáles son sus límites, cuál es su organización, sus continuidades y

discontinuidades.

Así, finalmente, es esta presencia de tensiones –muchas veces contradictorias–, que a su vez, se resuelven en su propio interior tensionado, lo que manifiesta una característica esencial en la obra de Gabriela Mistral. Esta peculiar forma –pero no ajena a sus circunstancias históricas– de constitución del sujeto y de su escritura, lo reitero, es una característica fundamental, tanto en el plano de las significaciones (como he comentado) como en el plano formal, lingüístico y retórico, que procedo a reseñar brevemente.

En estos textos en prosa, e incluso en la propia poesía de Mistral, se manifiesta con fuerza la huella del habla típicamente rural chilena, demostrada en su preferencia por el dicho o refrán popular, el uso de hispanoamericanismos, regionalismos y coloquialismos en su discurso, la preferencia por la creación de palabras (neologismos) o el empleo corriente de otras en desuso (arcaísmos). Sólo como ejemplos, en su “Recado sobre los Tlálocs” hay algunas muestras de este lenguaje: “el cultivar el maíz, el algodón y el magüey, que dan el pan de comer, el tejido arropador y la bebida de la calor...” (Mistral 1992, T. II: 328) o expresiones como “la tierra guardada de Tlálocs verdeaba siempre” (Mistral 1992, T. II: 328), tienen remembranzas campesinas orales, como la atribución del artículo femenino a calor, que hace

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el campesino con frecuencia. Además, el uso reiterado de la conjunción “y” o el uso de diminutivos: “les echaba, a lo zumbón, una miradita verde por las ramas” (Mistral 1992, T. II: 329). Otros diminutivos empleados en los recados, como padrecito, hombrecito y carnita, también remiten al habla campesina; este último tratamiento suele connotar una relación de cariño e intimidad con los personajes y cosas retratadas. Nótese que esta recurrencia no excluye el procedimiento inverso, la hipérbole, que suele dar una característica anafórica al discurso y que también evoca el habla campesina en cuanto al uso de adverbios adjetivados: “Los Tlálocs eran muchos en la mucha tierra de México” (Mistral 1992, T. II: 328). Además, destaco la tendencia frecuente al uso de pronombres clíticos redundantes, por ejemplo, en “Pequeño mapa audible de Chile”: “Yo me gocé y me padecí las praderas patagónicas en el sosiego mortal de la nieve y en la tragedia inútil de los vientos...” (Mistral 1992, T. II: 22).

Sobre el problema de la oralidad como tensión-resistencia, lugar cultural de los pueblos autóctonos, frente a la imposición de la escritura del invasor, cabe observar que una parte significativa de lo que se llama la originalidad expresiva de Gabriela Mistral proviene del carácter de lenguaje hablado en su escritura, o de lo que ella defendía como la “lengua conversacional” en una conferencia titulada “Cómo escribo” (Mistral 1992, T. II: 553). Es ella misma quien caracteriza sus textos titulados, significativamente, recados, “como los que llevan el tono más mío, el más frecuente, mi dejo rural con el que he vivido y con el que me voy a morir” (Mistral 1938: 280).

Sostiene Carlos Pacheco que en “las comarcas orales” se dan las características siguientes: “regiones rurales aisladas”, “economías agropecuarias”, “culturas predominantemente orales” y “formas dialectales populares o lenguas indígenas” según la zona geográfica. Estos elementos están en permanente tensión con los “centros metropolitanos” y con sus “economías industriales” y, asimismo, con su “cultura letrada modernizada” en que dominan las normas canónicas del español o el portugués según la región. En este contexto, la presencia de las “comarcas orales” en la literatura latinoamericana aparece como una suerte de resistencia frente a la invasión de la cultura colonizadora, siendo esto característico en el “proceso histórico y cultural” latinoamericano del mestizaje (Pacheco 1992: 59).

Entonces, y a modo de conclusión, las tensiones constantes entre identidades relacionadas a elementos colonizadores (por ejemplo, la identificación con los conquistadores españoles en su función de “maestros”) con otras más vinculadas a elementos autóctonos (por ejemplo, la identificación con las mujeres indígenas en su función de preservadoras de la cultura aborigen), revelan la conflictiva relación entre las identidades masculinas y femeninas, con la ligazón que respectivamente tienen éstas con el ámbito de lo público y de lo privado, de lo aborigen latinoamericano y lo europeo, de lo primigenio con lo moderno. Estas tensiones identitarias se vinculan finalmente con la problemática de la transculturación (Rama 1982), según la cual, “luego de la ‘desculturación parcial’ que se produce en el comienzo de cada oleada modernizadora y a través del ejercicio doble de la ‘selectividad’ y la ‘invención’, la amenaza aculturante cambia de signo y se transforma en motor de una ‘neocultura’” (Rojo 2001: 147). Esta problemática, entonces, muestra el permanente conflicto entre modernización y autoctonismo.

Con estas lecturas se produce un complemento perfecto para la evaluación de este

viernes. Ojala les guste la recopilación, esta hecha con libros en casa y material de la web.

Isidora Gómez, Pedagogía en Castellano, Upla.