gabinete bah celtas e iberos

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  • ENTRECELTAS E BEROS

  • Esta edicin forma parte del Programa de colaboracin de laREAL ACADEMIA DE LA HISTORIA con las FundacionesBANCO BILBAO-VIZCAYA, RAMN ARECES y CAJA MADRID

    REAL ACADEMIA DE LA HISTORIAI.S.B.N.: 84-89512-82-5

    CASA DE VELZQUEZI.S.B.N.: 84-95555-10-7

    Depsito Legal: M. 4.808 - 2001Fotocomposicin e impresin:TARAVILLA Mesn de Paos, 6. 28013 Madrid

    Portada: Plano de las ruinas de Numancia, realizado por D. Manuel Anbal lvarez.

    ENTRE Celtas e beros. Las poblaciones protohistricas de las Galias e Hispania/ editado por Luis Berrocal-Rangel y Philippe Gardes. Madrid : Real Aca-demia de la Historia : Casa de Velzquez, 2001. 248 p. : il. ; 30 cm. (Bibliotheca Archaeologica Hispana ; 8).

    Actas de la Mesa Redonda organizada por la Casa de Velzquez y laUniversidad Autnoma de Madrid los das 12 y 13 de enero de 1998.

    D.L. M. 4.808-2001.

    1. Celtas - Civilizacin - S. VIII-I a.C. - Congresos y asambleas. 2. beros -Civilizacin - S. VIII-I a.C. - Congresos y asambleas. 3. Antropologa cultural ysocial - Europa - S. VIII-I a.C. - Congresos y asambleas. I. Berrocal-Rangel, Luis.II. Gardes, Philippe. III. Real Academia de la Historia (Madrid). IV. Ttulo.V. Serie.III. CDU 930.85 (364) -08/-01 (063)III. CDU 930.85 (365) -08/-01 (063)III. CDU 39 (4) -08/-01 (063)

    CASA DE VELZQUEZ

  • BIBLIOTHECA ARCHAEOLOGICA HISPANA 8

    ENTRECELTAS E BEROSLAS POBLACIONES PROTOHISTRICAS

    DE LAS GALIAS E HISPANIA

    por

    LUIS BERROCAL-RANGELy

    PHILIPPE GARDES

    REAL ACADEMIA DE LA HISTORIACASA DE VELZQUEZ

    MADRID2001

  • REAL ACADEMIA DE LA HISTORIACOMISIN DE ANTIGEDADES

    Presidente: Excmo. Sr. D. FERNANDO CHUECA GOITIAVocales: Excmos. Sres. D. JOS M.A BLZQUEZ MARTNEZ, D. JOS M. PITA ANDRADE

    y D. MARTN ALMAGRO-GORBEA

    PUBLICACIONESDEL

    GABINETE DE ANTIGEDADES

    BIBLIOTHECA ARCHAEOLOGICA HISPANA

    CONSEJO CIENTFICO

    Presidente:Prof. Dr. JOS MARA BLZQUEZ MARTNEZ, de la Real Academia de la Historia

    Secretario y editor:Prof. Dr. MARTN ALMAGRO-GORBEA, Acadmico Anticuario de la Real Academia de la Historia

    Vocales:Dr. JOS MARA LVAREZ MARTNEZ, Acadmico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Director del Museo Nacional

    de Arte Romano, MridaDr. MIGUEL BELTRN LLORIS, Acadmico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Director del Museo de ZaragozaProf. Dr. MANUEL BENDALA GALN, Catedrtico de Arqueologa de la Universidad Autnoma de MadridProf. Dr. GERMN DELIBES DE CASTRO, Catedrtico de Prehistoria de la Universidad de ValladolidProf. Dr. GUILLERMO FATS CABEZA, Acadmico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrtico de Historia Antigua

    de la Universidad de ZaragozaProf. Dr. FRANCISCO JAVIER FERNNDEZ NIETO, Acadmico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrtico de

    Historia Antigua de la Universidad de ValenciaProf. Dr. LUIS A. GARCA MORENO, Acadmico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrtico de Historia Antigua

    de la Universidad de Alcal de HenaresProf. Dr. MAURO HERNNDEZ, Catedrtico de Prehistoria de la Universidad de AlicanteProf. Dr. MARC MAIER, Acadmico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrtico de Lengua Latina de la Universidad

    de BarcelonaProf. Dr. JOS REMESAL, Acadmico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y Catedrtico de Historia Antigua de la

    Universidad de BarcelonaProf. Dr. GONZALO RUIZ ZAPATERO, Catedrtico de Prehistoria de la Universidad Complutense de MadridDr. MANUEL SANTONJA, Director del Museo de Salamanca

  • NDICE

    Pginas

    PRESENTACIN ................................................................................................................................................. 9por M.A ROSARIO LUCAS PELLICER y PATRICE CRESSIER

    INTRODUCCIN ................................................................................................................................................ 11por LUIS BERROCAL-RANGEL y PHILIPPE GARDES, Coords.

    I. DEMOGRAFA, TERRITORIALIDAD Y POBLAMIENTO DE LA EUROPA PROTOHISTRICA .. 17

    MANUEL BENDALA GALNProcesos de poblamiento, urbanizacin y evolucin social en Iberia ................................................... 19

    PATRICE BRUNchelles dintgration politique et contrle des moyens de production en Europe ............................... 29

    MARTN ALMAGRO-GORBEAAproximaciones a la demografa de la Celtiberia .................................................................................. 45

    JESS R. LVAREZ-SANCHS / GONZALO RUIZ ZAPATEROCementerios y asentamientos: Bases para una demografa arqueolgica ............................................. 61

    JAVIER DE HOZAlgunas reflexiones sobre fronteras tnicas y lingsticas ..................................................................... 77

    LUIS BERROCAL-RANGELAproximaciones metodolgicas a la demografa protohistrica ............................................................ 89

    II. PROCESOS DE URBANIZACIN Y COMPLEJIDAD SOCIAL EN LA EUROPA PROTOHIS-TRICA ........................................................................................................................................................ 107

    OLIVIER BUCHSENSCHUTZHabitat et socit celtique: la tentation urbaine ..................................................................................... 109

    PHILIPPE GARDESHabitat, territoires et volution sociale en Aquitaine ............................................................................. 115

    PATRICE ARCELINTerritoires et habitats dans lvolution de la Gaule Mditerranenne .................................................. 137

    JOAN SANMART / CARMEN BELARTEUrbanizacin y desarrollo de estructuras estatales en la costa de Catalua ....................................... 161

  • 8 LAS POBLACIONES PROTOHISTRICAS DE LAS GALIAS E HISPANIA

    Pginas

    HELENA BONET / CONSUELO MATAOrganizacin del territorio y poblamiento en el Pas Valenciano .......................................................... 175

    FRANCISCO BURILLO MOZOTAEtnias y poblamiento en el rea ibrica del Valle Medio del Ebro ........................................................ 187

    CONCEPCIN BLASCO BOSQUEDEl poblamiento en las cuencias de los ros Duero y Tajo ....................................................................... 201

    VIRGILIO H. CORREIAO povoamento do Noroeste no 1.o Milnio a de C. ................................................................................. 213

    CARLOS FABIOO povoamento do Sudoeste peninsular: continuidades e rupturas ........................................................ 227

  • PRESENTACIN

    El 20 de septiembre de 1995, la Casa de Velzquez y la Universidad Autnoma de Madrid, represen-tadas en las personas de su director D. Joseph Prez y de su rector D. Ral Villar, formaron un conveniobilateral cuyo objetivo era el de brindar un marco institucional para la cooperacin entre nuestras dosinstituciones. De hecho, varias actividades comunes haban sido llevadas a cabo con xito a lo largo delos aos precedentes aunque fue la organizacin de un encuentro de arqueologa romana lo que permitidar un paso decisivo en esta colaboracin. El iners de los resultados obtenidos y la calidad de los lazosestablecidos en aquella ocasin entre investigadores y docentes de una y otra institucin animaron a susresponsables a dar continuidad a esta positiva experiencia (continuidad mantenida gracias a los sucesi-vos responsables institucionales). Hasta la fecha han sido cinco los encuentros coorganizados por la Casade Velzquez y el Departamento de Prehistoria y Arqueologa, y otro est previsto para el ao 2001. Sepublican las actas del tercero en el presente volumen.

    Desde el momento mismo en el que surgi el proyecto de encuentro promovido por los Dres. LuisBerrocal Rangel y Philipe Gardes se hizo palpable la voluntad de estos investigadores de no restringir eldebate cientfico al estrecho marco de una disciplina o de un perodo concreto, o mejor dicho, gracias ala determinacin de su reflexin metodolgica y a una apertura al conjunto de Europa occidental, dehacerlo accesible a investigadores procedentes de horizontes muy diversos. Uno de los firmantes de estaslneas, medievalista, puede dar fe de lo fructfero de su asistencia a estas jornadas para la interpretacinde cuestiones similares planteadas para al-Andalus (nacimiento de un nuevo urbanismo y de un nuevoconcepto de organizacin espacial, fenmenos de aculturacin o de resistencia a los nuevos esquemas,etc.). Las mismas observaciones se podran hacer sin duda para otras pocas y desde otros campos de lahistoria.

    Tal fue sin duda la opinin del Dr. D. Martn Almagro Gorbea cuando propuso que la publicacinde las actas fuera resultado de una colaboracin entre la Casa de Velzquez y la Real Academia de laHistoria. Le agradecemos este gesto de confianza en la validez de unos planteamientos cientficos y en lanovedad de los resultados logrados.

    Las lneas que anteceden, escritas por el Dr. Patrice Cressier, condensan con maestra la larga re-lacin cultural hispano-francesa y los lazos tendidos entre esta Universidad y la Casa de Velzquez.

    El Departamento de Prehistoria y Arqueologa se beneficia bianualmente de unas Jornadas, acicatepara los profesores que, en sana competencia, proponen los temas a debatir y son enriquecimiento disci-plinar para nuestros alumnos, que beben directamente del magisterio de tantos y tan bien elegidos inves-tigadores franceses y espaoles. Durante unos pocos das, que siempre se hacen cortos pese a la inten-sidad del contenido y del ritmo, la presencia en la Universidad Autnoma o en la propia sede de la Casade Velzquez de estos profesionales, adscritos a distintos centros de investigacin y magisterio, es unaoportunidad nica para plantear cuestiones novedosas y transmitir a los alumnos de Tercer Ciclo (Doc-

  • 10 LAS POBLACIONES PROTOHISTRICAS DE LAS GALIAS E HISPANIA

    torado), con la fuerza que da el conocimiento directo de los protagonistas, las innovaciones investigado-ras, la grandeza y la miseria de nuestras fuentes arqueolgicas, y los titnicos esfuerzos por renovarobjetivos y mtodos y convertirlas en Historia.

    Metafricamente se puede decir que la Arqueologa da Vida a la Muerte, realidad que se cumple sinpaliativos en el contenido de este libro, resultado de unas Jornadas dedicadas a la Demografa y alPoblamiento protohistrico. Sus pginas, ms que valoraciones cuantitativas de censos o de cifras, insis-ten en interpretar, explicar y comprender el funcionamiento de la poblacin y su estructura social, lasclaves en la ocupacin del territorio y la marcha demogrfica inscrita en los vectores del Espacio y delTiempo. Por esta razn, la variabilidad de factores que intervienen en los mecanismos de ocupacin deun territorio y en el comportamiento demogrfico, sea a nivel micro (valoracin domstica o familiar),meso (nivel de asentamiento y estructura social), o macro (valoracin cultural y diacrnica de un terri-torio) bajo diferentes perspectivas, se desgranan en la conjuncin de las distintas intervenciones que,obligadamente, permiten a su vez otras valoraciones ms all de las teoras demogrficas.

    El titnico esfuerzo por renovar los mtodos de anlisis y por convertir en sntesis logros y dudasqueda bien reflejado en la segunda parte de esta obra. Geografa y recursos, la bondad o restriccin de latierra, el clima, tcnicas de explotacin e intercambio... imponen diferencias regionales y convergenciasinterregionales. El tendente desarrollo del proceso social, cada vez ms complejo, acorta las distancias.

    La conclusin, una realidad argumentada, no es inesperada. En la Europa Occidental, los territo-rios actuales de Francia, Portugal y Espaa Galia e Hispania de los romanos estn separados apa-rentemente por la barrera geogrfica de los Pirineos y por la divisoria de las aguas, pero a lo largo deltiempo, y mucho menos cuando las comunicaciones y el entretejido social y econmico avanzan, ningunode estos accidentes del relieve ha sido obstculo insalvable, bien al contrario, en ellos se han aprovecha-do y abierto otras tantas puertas, que han permitido el fluir constante de los hombres y la permeabilidadde las culturas, renovando y recreando la Historia.

    El final de estas lneas slo puede ser de agradecimiento a quienes hicieron posible, con sus afanesy luchas administrativas y econmicas, la realidad del encuentro cientfico, fugaz como todo hecho oralque slo permanece en tanto cala en la formacin y en la memoria. Los organizadores no cejaron en suempeo y, materializado en letra de imprenta el buen decir de los ponentes, queda para la posteridadeste Libro que ana otros tantos esfuerzos de autores, organizadores, patrocinadores y editores. A la Casade Velzquez, representada en este prlogo por el Dr. Cressier, y a la Real Academia de la Historia, enla persona de su Anticuario Perpetuo Dr. Almagro-Gorbea, slo resta manifestar, en nombre de la Uni-versidad Autnoma de Madrid, a travs de todo el Departamento de Prehistoria y Arqueologa, nuestroagradecimiento por tan estrecha colaboracin con el ferviente deseo de que siga creciendo y floreciendonuestra relacin. Gaudeamus igitur.

    M.A ROSARIO LUCAS PELLICERUniversidad Autnoma de Madrid

    PATRICE CRESSIEREHEH-Casa de Velzquez

  • Tras unas dcadas de avances incuestionables en la investigacin de campo, el conocimiento arqueo-lgico sobre el Perodo Protohistrico en Europa Occidental va aportando nuevas perspectivas de inter-pretacin que se basan, y a la vez exigen, nuevos planteamientos de actuacin metodolgica.

    Esta situacin, resultado lgico de un proceso de maduracin cientfica y de la mayor disponibilidadde medios tcnicos y econmicos, ha favorecido la aparicin de otros enfoques, a menudo soterrados porla Historiografa tradicional europea. Sobre las posibilidades abiertas por el convenio UAM-Casa de Velzquez(Ministre de lducation Nationale, Francia), los editores del presente libro consideramos la convenien-cia de realizar una mesa-redonda en la que se debatiesen y definiesen los principales problemas abiertosen la investigacin francesa, espaola y portuguesa, y se propusiesen soluciones a conseguir. Dicho colo-quio, con el ttulo de Entre Celtas e Iberos. Fenmenos demogrficos y procesos de urbanizacin en elOccidente europeo (ss. VIII-I a.C.), tuvo lugar los das 12 y 13 de enero de 1998 bajo los auspicios delDepartamento de Prehistoria y Arqueologa de la UAM y de la misma Casa de Velzquez, y de su reali-zacin se han derivado las presentes actas, afortunadamente publicadas gracias al mecenazgo de la RealAcademia de la Historia y a su Anticuario Perpetuo, Prof. Dr. Martn Almagro-Gorbea.

    En Francia, la aplicacin de tcnicas elaboradas a partir de bases crticas sobre la Nueva Arqueolo-ga define gran parte del panorama investigador del momento; en Espaa, desde una integracin msprofunda con dichas bases, aparecen sugerentes y originales propuestas teorticas; y en Portugal, condesarrollos interpretativos iniciales, se debate sobre la manera de adecuar de dichas interpretaciones alregistro arqueolgico.

    Ms all de los lmites de meras tipologas de materiales, pero sobre la base ms slida que puedanaportar, el acceso a tales niveles de anlisis supone la realizacin de un ejercicio de reflexin sobre losresultados primarios obtenidos del tratamiento e interpretacin del registro arqueolgico. Por todo ello,creemos de inters abordar el anlisis de fenmenos de larga duracin y extensin, especialmente a tra-vs del estudio y definicin del desarrollo demogrfico y su reflejo en horizontes de poblamiento.

    Para que dicho estudio parta de criterios conceptuales homogneos, en la medida de lo posible, laorganizacin de este encuentro ha considerado, en primera instancia, un acercamiento metodolgico ha-cia los procesos de complejidad poblacional, ya sean de naturaleza demogrfica (p.e., crecimiento, reno-vacin generacional, expansin/depresin), ya socioeconmicas (inflacin/deflacin, distribucin/explota-cin) o culturales (caracterizaciones lingsticas, estticas, religiosas, etc.), de forma que desde tales basesmetodolgicas se facilite un debate coherente e integrado de los horizontes de poblamiento en la Proto-historia de Europa Occidental.

    Plantear el estudio de la Demografa prehistrica es, cuando menos, una empresa arriesgada por sertema de fcil tergiversacin, de consideraciones superficiales y, en general, proclive a un cierto rechazo

    INTRODUCCIN

  • 12 LAS POBLACIONES PROTOHISTRICAS DE LAS GALIAS E HISPANIA

    por parte de la Investigacin, que ha llegado a evitarlo, a marginarlo o, lo ms frecuente, a olvidarlo enel tratamiento de las poblaciones protohistricas europeas. Sin duda tales razones explican que slo tresde las diecisis ponencias contempladas hayan enfocado su aportacin hacia cuestiones demogrficas enprimer trmino (en realidad, durante el Coloquio, las ponencias fueron dos, debidas a M. Almagro-Gorbea,G. Ruiz Zapatero y J. lvarez Sanchs, la primera; y a L. Berrocal-Rangel, la segunda).

    En nuestra opinin, esta situacin ha sido motivada, al menos, por factores metodolgicos intrnsecosa la misma condicin y naturaleza cientfica de la investigacin en Prehistoria, con escasa confianza ensu capacidad para abordarlo eficazmente y lograr conclusiones objetivables; y con razonable temor acaer en manipulaciones ideolgicas; adems del inconveniente de arrostrar un, no escaso, riesgo al des-crdito y al fracaso.

    Sin embargo, en los ltimos tiempos, la necesidad de dar respuestas a diversos temas de la Prehisto-ria europea, tan importantes como poco claros todava, y el conocimiento y aplicacin de novedosas tc-nicas pluridisciplinares, han favorecido la realizacin de generalizaciones, a veces cuestionables y un tantoalarmantes, cuyo desarrollo teortico paralelo no slo no ha acabado con los seguidores de las explica-ciones tradicionales invasionistas y rupturistas del Cambio social, sino que, por el contrario, hanpotenciado una corriente interpretativa continuista que, por su comodidad (terica y prctica), es aceptadapor un gran nmero de prehistoriadores. Este continuismo, excesivo en ocasiones, puede conducir a con-clusiones tan exacerbadas como las manifestadas por las posturas invasionistas ms radicales. Y, sinduda, porque ambos planteamientos parten de una visin demogrfica reduccionista, la Investigacin tie-ne el deber de analizar, matizar y ponderar sus interpretaciones desde enfoques ms eclcticos e integradores.Como principales razones para evitar el continuismo interpretativo consideramos la propia naturalezasocial, conformada por entes vivos y, por lo mismo, cambiantes, y la magnfica justificacin para nefas-tos intereses de grupo que, el concepto continuista, brinda en manos de ciertos planteamientos polti-cos contemporneos.

    De esta manera, las aportaciones de este Coloquio han sido planteadas como serios intentos de crearun cuerpo epistemolgico para el estudio de las poblaciones prehistricas, ofertando diversas vas de aproxi-macin metodolgica, ya desde enfoques etnogrficos aplicados a la Arqueologa (M. Almagro-Gorbea),como desde el anlisis demogrfico que los modelos antropolgicos (L. Berrocal-Rangel) y territoriales(G. Ruiz Zapatero y J. lvarez Sanchs) pueden facilitar para la comprensin del, muy escaso dato, ar-queolgico. Otras aportaciones, como la debida a J. de Hoz, pretenden enriquecer dicho proceso me-diante lneas de estudio complementarias, como la utilizacin de la Lingstica como elemento de dife-renciacin tnica y cultural.

    Todas estas propuestas no pretenden recusar unas u otras posturas sin ms. Quieren servir para jus-tificar la necesidad de dar una respuesta menos manipulable y, por lo tanto, ms coherente con una rea-lidad objetivable. Y tal respuesta slo parece alcanzable desde un conocimiento ms profundo y genricode los fenmenos demogrficos y sociales de las antiguas poblaciones europeas. Es necesario, por tanto,conocer el desarrollo vital de la poblacin para cuestionarse como, este conocimiento, se corresponde alos restos dejados por las sociedades europeas pre- y proto-estatales.

    En suma, aprovechando las ideas de G. Ruiz Zapatero sobre la cuestin de las migraciones, la Inves-tigacin debera procurar el desarrollo de un cuerpo terico y metodolgico sobre el estudio de las din-micas demogrficas y su reflejo a travs de sus restos materiales; el incremento de la cantidad y la ca-lidad del registro arqueolgico; y el establecimiento de relaciones slidas pluridisciplinares encaminadasal conocimiento genrico de la Demografa histrica y de la Sociologa de la poblacin. En realidad,slo las interpretaciones basadas en el conocimiento adecuado de la Antropologa, Etnografa, Lingsti-ca, Economa y Arqueologa estarn capacitadas para ofrecer avances honestos y evitar manipulacionesdel Pasado y del Presente. Se precisa, por ejemplo, tratar de desarrollos poblacionales, en forma de cre-cimientos y deflaciones, que pueden ir acompaadas de migraciones o de estabilidades demogrficas, porqueno pueden separarse conceptos que la realidad presenta ntimamente unidos. Pero, para dejar claras lasposturas que han promovido este debate, es necesario, previamente, hacer explcitas ciertas premisas, estavez, en palabras de Jes Martens (1989, 62-63): 1. Ninguna teora migratoria (o continuista, aadiramos)

  • 13ENTRE CELTAS E BEROS

    ni concepto tnico puede justificar reivindicacin poltica o histrica, ni derecho tnico alguno. 2. La iden-tificacin de pueblos conocidos por la Historia es muy difcil porque las unidades tnicas (o poblaciones)son variables en el tiempo, en el espacio y en sus formas de expresin. 3. Las explicaciones invasionistas,migratorias si se quiere, han sido populares en funcin de la naturaleza mutable de los sistemas socio-econmicos mundiales. (Y los desarrollos continuistas, aadimos, son populares a causa de las pretensio-nes de inmutabilidad de los mismos sistemas socio-econmicos). 4. El cambio, o la suplantacin total, deun grupo poblacional por otro es un hecho muy infrecuente, porque lo normal es la mezcla de poblacio-nes autctonas y recin llegadas. 5. Los grupos migratorios, o invasores, pueden considerarse militar ypolticamente fuertes, pero suelen presentar una manifiesta debilidad cultural. Por tal motivo, muchas desus invasiones y conquistas dejan escasos y poco significativos restos arqueolgicos.

    Con estas bases metodolgicas se ha procedido a analizar, en profundidad, la naturaleza del poblamientoprotohistrico de Europa, como el nacimiento y desarrollo de un proceso de complejidad social que, apartir de la Edad del Bronce, es una dinmica comn a gran parte del territorio europeo y, si bien pue-den observarse diferentes tipos de dinmicas regionales, las convergencias y sincronismos son igualmentenotables.

    El estudio de fenmenos de larga duracin, tales como la urbanizacin y la complejidad social, pre-senta una merma notable en su inters y capacidad cientfica si no establecen dentro de un sistema cronolgicoms preciso, elaborado a partir de datos tipo-cronolgicos. Esta necesidad de desarrollar un cuerpo deconocimientos cronolgicos ms slido y preciso ha reclamada por la mayora de los participantes, conpropuestas de definicin de horizontes de poblamiento tanto para la Galia del interior (O. Buchsenschutz),el Mid francs (P. Arcelin), y el Suroeste galo (Ph. Gardes), como para el corazn de la Meseta caste-llana (C. Blasco), el Valle del Ebro (F. Burillo); el Levante ibrico (H. Bonet y C. Mata), o el Pas cata-ln (J. Sanmart y C. Belarte). En el coloquio se trataron tambin las problemticas del Interior andaluz(A. Ruiz Rodrguez) y del mbito costero colonial del Golfo de Cdiz (D. Ruiz Mata).

    De las sntesis dedicadas al anlisis de la evolucin del hbitat, integradoras de los avances ms re-cientes, se han podido concluir interesantes interpretaciones. As, la ocupacin del suelo durante el Bron-ce Final se caracteriz por un amplio abanico de pequeos poblados emplazados en llano y sin defensasde importancia, caracterizados por sus construcciones de tierra y madera, y por el amplio rango cronolgicoen el que se emplazan, desde la Europa Central a la Pennsula Ibrica, pasando por el Mid Francs yAquitania. La mayora de los intervinientes ponen estos asentamientos en relacin con una economa agrcoladominada por el pastoreo y no del todo sedentaria (J. Sanmart, C. Blasco, P. Arcelin). Ms an, la exis-tencia de un sistema de hbitats diferente, estable y dominando las alturas, parece hablar de una claradivisin funcional del trabajo, de actividades ganaderas y actividades metalrgicas, y de un sistema deintercambios a larga distancia que permite proponer la existencia de un proceso de sedentarizacin msconsolidado en otras zonas, como la Cuenca parisina, Aquitania o el Valle del Ebro (P. Brun, Ph. Gardes).

    La arquitectura evolucion rpidamente a lo largo de la Primera Edad del Hierro, especialmente des-de el paso del siglo VI al V a.C. La utilizacin de la piedra se generaliz en las regiones ms apartadasde la franja mediterrnea. Esta evolucin se acompaa de la aparicin de grandes poblados en altura,con numerosas hectreas de extensin y, frecuentemente, fortificados. En la Europa templada se perfec-cionan las tcnicas de construccin sobre madera, a la vez que emergen los principales yacimientos ar-queolgicos (Vix, La Heunenburg,...). En adelante, estos lugares asumirn el papel de controlar territo-rios cada vez ms vastos.

    La tendencia se reafirma con rapidez al inicio de la Segunda Edad del Hierro. Este perodo se con-funde a veces con la consolidacin de las principales entidades tnicas, aquellas que se enfrentarn a laslegiones romanas entre los siglos III y I a.C. En todo caso, se pueden distinguir diferentes escenarios,segn las regiones. En la franja mediterrnea, ciertos asentamientos parecen verdaderos ncleos urba-nos, por las tcnicas de construccin desarrolladas, por el espacio y la definicin de barrios con funcio-nes especializadas (P. Arcelin, J. Sanmart, H. Bonet, A. Ruiz). La influencia itlica es patente a travs dela difusin de la domus, sobre todo en la Pennsula Ibrica (F. Burillo). En un nivel inferior, aparecennumerosos emplazamientos rurales de tipo granja, cada da mejor conocidos sobre todo gracias a las

  • 14 LAS POBLACIONES PROTOHISTRICAS DE LAS GALIAS E HISPANIA

    excavaciones de urgencia recientemente desarrolladas, como por ejemplo en Catalua. En el dominiocontinental, las actuaciones de urgencia han facilitado, de igual forma, una importante renovacin denuestros conocimientos sobre el hbitat. As, unas aglomeraciones importantes, establecidas la mayor delas veces en llano, son emplazadas en la fase de La Tne C. Pero no son los nicos centros de poder,porque otras excavaciones recientes han demostrado la existencia de diferentes asentamientos en llano,como las granjas aristocrticas (O. Buchsenschutz). La jerarquizacin del hbitat se seala de la ma-nera ms clara al final del perodo. Unas autnticas entidades polticas centralizadas, que pueden serasimiladas a protoestados, o a estados arcaicos, se conforman en diferentes puntos de la Europa Cen-tral, particularmente en el interior de la Galia. Aquellos que se estructuran alrededor de centros de po-der, los llamados oppida, revelan los primeros signos de urbanizacin. Y, a una escala menor, se encuen-tran oppida secundarios, completando un espacio ocupado por un denso tejido de pequeos establecimientosagrcolas de tipo granja (P. Brun, O. Buchsenschutz).

    La problemtica de la complejidad social y del proceso de urbanizacin ha sido objeto de discusin ydebate en las diferentes comunicaciones. Para numerosos intervinientes, el trmino proto-urbanizacin(M. Bendala, J. Sanmart) podra ser aplicado a la situacin observada en los contextos ibricos a partirdel siglo VII (Tartessos), o del VI d. C. (Catalua). Los argumentos avanzados en apoyo de esta teora sonde diversa entidad: la generalizacin de la arquitectura en piedra, la regularizacin de los esquemas deimplantacin, el desarrollo de la jerarquizacin social y de los intercambios con las factoras fenicias ygriegas (J. Sanmart). Este punto de vista no es compartido por A. Ruiz y F. Burillo, quienes consideraninapropiada esta terminologa. Para ellos, el proceso de complejidad social engranado desde el BronceFinal se debe entender como un fenmeno general, revestido de formas muy diferentes segn las regionesdonde se manifiesta, sin que deba entenderse como una emulacin de las civilizaciones del MediterrneoCentral y Oriental. Su anlisis debe partir desde los trminos del paso de las sociedades tribales de latransicin Bronce/Hierro hacia las formas de organizacin centralizadas, de tipo estatal (sociedadesestamentales). En el Valle del Guadalquivir, por ejemplo, la evolucin tuvo lugar a lo largo de un pero-do de casi cinco siglos, traducidos en una tendencia hacia la concentracin de poblaciones dispersas sobreun nmero reducidos de oppida (a partir del siglo VI a.C.) y, estos mismos, integrados posteriormente enentidades territoriales mucho ms amplias (a partir del siglo IV a.C.). A. Ruiz precisa que pudieron suce-derse rupturas a lo largo del proceso, sin que por ello se rompa la tendencia general. F. Burillo retomael debate sobre la importancia de las diferencias entre las sociedades primitivas (gentilicias) y las estatalizadas(estamentales), y sobre ellas se inclina por defender la aparicin de la polis en los contextos indgenasceltibricos. Para ello parte de una constante: la ciudad est atestiguada entre los celtberos desde elsiglo III a.C., segn las Fuentes escritas greco-latinas, aunque parece que se confunde bajo su nombre yconcepto a un grupo tnico y a su territorio colindante, lo que a veces es conocido como una etniamononuclear. A lo largo del siglo II a.C., y probablemente a raz de las Guerras Celtibricas, se obser-va una tendencia a la acumulacin de entidades tnicas, formando vastos ensamblados polticos, domina-dos por una ciudad-capital (etnias estatalizadas).

    Pero este sistema tocaba a su final y desaparecer progresivamente, bajo la organizacin administra-tiva de la Hispania romana, a lo largo del siglo I a.C.

    Estas conclusiones parecen coincidir en parte con las formuladas por P. Brun para el resto de la EuropaCltica, donde se propone un modelo desarrollado en tres fases. El fin de la Edad del Bronce y el iniciodel Hierro (1350-530 a.C.) estn marcados por una organizacin de jefaturas sencillas, que constituanuna red de pequeas entidades polticas. Su transformacin y desarrollo se fundamenta en la inestabili-dad de las redes de intercambio, que no permiten el tiempo suficiente para favorecer la consolidacin delos poderes polticos en entidades superiores. En efecto, el paso a la jefatura compleja no parece reali-zarse ms que gracias a la instalacin de las factoras fenicias y griegas sobre el litoral del extremoOccidente. Y, stas, sern en adelante quienes asegurarn un aprovisionamiento regular y harn posiblela formacin de vastos territorios polticos (530-400). Un perodo de perturbaciones se abre con el sigloIV, pero sus efectos no se perciben por igual en todas partes. En ciertas regiones, se observa una vueltaa formas de organizacin de jefaturas sencillas, aunque en otras el sistema acaba por mantenerse. Seacomo fuere, a la salida de la crisis, el panorama ha cambiado radicalmente. Los territorios han gana-do en importancia y se organizan en redes de oppida estructurados en torno a un gran asentamiento central.

  • 15ENTRE CELTAS E BEROS

    Entre los mbitos ibrico y cltico, territorios como Aquitania y el Suroeste de la Pennsula, parecenseguir una evolucin paralela (Ph. Gardes, C. Fabio, L. Berrocal-Rangel). Pese a compartir un dbilestado de los conocimientos referidos al poblamiento, se subraya en ambas zonas una clara especializa-cin tcnica y funcional desde el final de la Edad del Bronce, con vocaciones ganaderas y metalrgicasclaramente compaginadas. Aunque no puede hablarse de residencias principescas, propiamente dichas,en estos territorios se van a emplazar o reforzar a partir del siglo VII y, sobre todo del VI a.C., estable-cimientos de importancia social y econmica, ocupando posiciones dominantes y, a veces, fortificadas, entorno a las que gravitan otros emplazamientos productivos, no menos complejos, testimonios de una ver-dadera fase de auge agrcola (Ph. Gardes, C. Fabio). Esta evolucin se debe entender como una conse-cuencia ms de los intercambios a larga distancia, desde los focos fenicios en el Suroeste peninsular ydesde los griegos en Aquitania. Y, reflejo de tal dependencia, el siglo IV a.C. supone en ambos territoriosun claro perodo de crisis, con efectos ms o menos perceptibles en sus comarcas como por ejemplo enlos valles del Garona y Guadiana, donde las vas naturales de comunicacin son evidentes, que se tra-ducen en el debilitamiento de los intercambios y en el abandono de sitios tan paradigmticos de la faseanterior como Cancho Roano. Pero, tambin en este perodo de cierta confusin, surgen nuevos emplaza-mientos cuya complejidad, pese al posible retroceso social, se hace patente como primer signo de estataliza-cin: la aparicin generalizada de los oppida, el afianzamiento de la jerarquizacin social, el posteriordesarrollo de la circulacin monetaria, etc...

    Desde el principio, el debate ha destacado el emplazamiento occidental de las tierras en estudio conreferencia al Mediterrneo y al Continente europeo. Pero esta consideracin no hace justicia a las tie-rras ms occidentales de Europa, aquellas que, emplazadas en el Finisterrae, configuraron la Gallaeciaromana. Su desarrollo, tras la aportacin de sntesis de V.H. Correia, no concluye en pautas diferentes,aunque el ritmo vital es claramente divergente del resto, por su modernidad y por su dependencia delelemento invasor romano. No obstante, las investigaciones ms recientes buscan aclarar el verdadero papelque, las presencias mediterrneas (cermicas, fundamentalmente), van descubriendo entre poblaciones,tradicionalmente, consideradas atrasadas en trminos de desarrollo social. De ellas, y de la confirmacinde otras pautas internas como la construccin de fortificaciones complejas en piedra, depender una posiblemodificacin de esta imagen por parte de la investigacin venidera.

    En suma, esta reunin ha permitido confrontar diferentes aproximaciones metodolgicas al proceso decomplejidad social en marcha durante el ltimo milenio antes de Jesucristo. Pese a las divergencias demtodo y a la diversidad de los procesos regionales, los participantes definieron una evolucin social continuay global, aunque sometida a ritmos irregulares y alterada por componentes de causa-efecto puntuales,como ocurrir en el siglo IV a.C.

    LUIS BERROCAL-RANGEL / PHILIPPE GARDES (Coords).

  • IDEMOGRAFA, TERRITORIALIDADY POBLAMIENTO

    EN LA EUROPA PROTOHISTRICA

  • PROCESOS DE POBLAMIENTOURBANIZACIN Y EVOLUCIN SOCIAL EN IBERIA:

    UNA INTRODUCCIN

    MANUEL BENDALA GALNDepartamento de Prehistoria y Arqueologa, Universidad Autnoma de Madrid

    ABSTRACTThe author proposes a general point of view about the roots and evolution of urbanism in Hispania, with the results of

    recent improvements in Archaeology, both Iberian and Hispano-Celtic ones. He stresses the importance of the Phoenicianand Greek settlements and the roll played by the Tartessian culture of southwestern Spain for the development of urban so-ciety in Iberian and Turdetanian territories.

    RESUMENEl presente trabajo es una introduccin al origen y desarrollo del urbanismo entre las poblaciones prerromanas de la

    Pennsula Ibrica, destacando las contribuciones recientes de la investigacin arqueolgica aplicada tanto a los conocimien-tos sobre las poblaciones ibricas como hispanoclticas. Se otorga una importancia especial al papel jugado por la presen-cia fenicia y griega desde sus establecimientos costeros y a la configuracin de la cultura tartsica, fundamental en el naci-miento y desarrollo de la sociedad urbana en los territorios iberos y turdetanos.

  • 20 LAS POBLACIONES PROTOHISTRICAS DE LAS GALIAS E HISPANIA

    Hace casi exactamente una docena de aosel 27 de Febrero de 1986, tempus fugit!nos reunamos en esta misma Casa, con elcopatrocinio del entonces Ministerio de Cultura, paratratar de los asentamientos ibricos ante la romanizacin(AA.VV., 1987). La maduracin de los estudios arqueo-lgicos en los aos ochenta haba dado un gran im-pulso al conocimiento de la cultura ibrica, despusde una dcada prodigiosa, la de los setenta, entre otrascosas por el regalo de hallazgos espectaculares: la Damade Baza, el monumento de Pozo Moro, las esculturasde Porcuna. El progreso de la investigacin y la for-tuna de los hallazgos haban incidido muy particular-mente en la posibilidad de abordar una cuestinmedular: la determinacin del carcter autntico de lacultura ibrica, el reconocimiento de su nivel urbano,con las consecuencias que ello comporta en la consi-deracin o valoracin de todos sus rasgos, de todassus manifestaciones, sean las internas, sean las re-lacionadas con sus nexos con el exterior.

    Porque la vida urbana implica muchas cosas, tan-to a la hora de entender la organizacin interna, lasrelaciones entre los miembros de una misma comuni-dad, como las que se establecen con otras comunida-des, las pertenecientes a la misma rbita cultural opoltica, y las ajenas a ella, de todo lo cual se deri-van rotundas particularidades de la cultura material,en las que se apoyan fundamentalmente nuestros es-tudios arqueolgicos. Es lo que ocurre igualmente conla especial relacin con el medio de las sociedadesurbanas, su incidencia en el paisaje, en su antropizacin,en la modelacin del mismo que hace de las organi-zaciones urbanas un paradigma de sociedades demir-gicas, creadoras, cuando llegan a su madurez, de uncosmos a su medida, que es su principal aspiracin yla ms contundente manifestacin de la verdaderamentenueva especie que Aristteles denomin zoon politikn,el animal urbano, el urbanita.

    Creo no equivocarme si considero que aquella re-unin en la que participaron muchos de los convo-cados a esta de ahora, contribuy a asentar mejorla valoracin de la dimensin urbana de la cultura ib-rica, y con ello entender en mejores condiciones elproceso de la romanizacin, que era objetivo princi-pal del encuentro cientfico; y se comprueba que laspropuestas contenidas en sus actas han sido profusa-mente incorporadas al debate cientfico desde enton-ces de estas cuestiones.

    Ojal que ahora logremos dar otro paso adelante ms,un paso que matice y an supere lo que entonces es-tbamos en condiciones de afirmar y que abra nuestramirada a otras cuestiones, como de hecho pretende consu enunciado y con el acercamiento a la problemticadiferenciada que puede plantearse, en el mbito penin-sular hispano, entre las culturas ibricas y las corres-pondientes a la Hispania indoeuropea o cltica.

    He tenido el honor de ser invitado a presentar unaintroduccin a nuestro tema, que quisiera cimentar en

    la ponencia presentada en el coloquio de 1986 juntocon Carmen Fernndez Ochoa, Angel Fuentes y Lo-renzo Abad (Bendala et alii, 1987). El ttulo de estaintroduccin, tal como reza en la cabecera, me pare-ce, si bien se mira, algo ms que excesivo, y ya avi-so que apenas superar el marco de lo que su finalsugiere: que se trata de una mera introduccin. Entreotras cosas porque no querra repetirme ms de lacuenta, y me remito a lo expuesto en el coloquio yen no pocos trabajos coetneos o posteriores en losque he tratado de estas cuestiones.

    Y para entrar ya en materia, nada me parece msoportuno que traer a colacin, como punto de parti-da, un par de pasajes de Estrabn, cuya obra, comoel conjunto de la literatura antigua, puede ser remiradacon nuevas posibilidades gracias al progreso de lainvestigacin en todos los frentes, entre ellos y muysealadamente, por cierto el que corresponde a laArqueologa.

    En el conocido pasaje 3,1,6 de su Geografa, diceEstrabn a propsito de los turdetanos: Estos son lostenidos por ms cultos (softatoi) de entre los iberos,puesto que no slo utilizan la escritura, sino que desus antiguos recuerdos tienen tambin crnicas hist-ricas, poemas y leyes versificadas de seis mil aos,segn dicen 1. Sin entrar en polmicas sobre la exac-titud de la referencia estraboniana, es claro que conella est haciendo referencia a la vieja politea de losturdetanos, que arranca con el sustrato tartsico quele es propio, como bien sabemos por multitud de an-lisis lingsticos, arqueolgicos y, en suma, histricos.

    El citado pasaje se prestara, por s solo, a unainteresante glosa por menudo, en relacin, por ejem-plo, con la importancia dada a la posesin de escritu-ra, y de una historia mantenida como recuerdo, ate-sorada sin duda en una tradicin oral que hubo de seringrediente importantsimo en la fijacin por escritomucho despus en tiempos helensticos y romanosde las tradiciones locales conocidas ahora a retazos.Bien se sabe que la historia es un referente impres-cindible para las sociedades urbanas (cf. Bendala, 1989:128), y la escritura una de las consecuencias propiasde su desarrollo, una expresin caracterstica de lamaduracin del mismo.

    En cualquier caso, esta vieja politea, que otorgaa los turdetanos la primaca en la integracin en la vidaurbana respecto de los otros pueblos ibricos, es unfenmeno bien probado arqueolgicamente. Sobre labase de precedentes que para todo el mbito medite-rrneo tienen una decisiva fase de progresiva compleji-zacin de las estructuras sociales, econmicas y pol-ticas en el segundo milenio antes de la Era, en buenaparte alentada por el desarrollo y la expansin de lacivilizacin micnica, los pueblos de la Pennsula Ib-rica inician su definitiva incorporacin a estructuras

    1 Segn traduccin de M.a J. Meana y F. Piero, en Biblioteca ClsicaGredos, 169, Madrid, 1992, p. 42.

  • 21ENTRE CELTAS E BEROS

    organizativas de nivel urbano con el desarrollo de lacultura tartsica en el medioda de la misma (Bendala,1989). Sera la base del arraigo y la progresiva ex-pansin de los modelos organizativos urbanos de ins-piracin fundamentalmente mediterrnea al conjuntode la Pennsula, en un proceso relativamente lento, enlo que hace a la totalidad de la misma, y beneficia-do, entre otras cosas, por el hecho de constituirse encharnela de conexin entre las activas culturas meta-lrgicas del Bronce Atlntico, y los ambiciosos esta-dos coloniales de la rbita mediterrnea 2. El mundoturdetano significa una facies con personalidad y con-notaciones propias 3 en el proceso de maduracin eirradiacin de la cultura tartsica en el nuevo e im-portante captulo que representan las culturas ibricas,en las que se suman, respecto de aqulla, los fenmenosde continuidad y los de cambio y renovacin con nue-vos horizontes.

    Sin entrar por menudo en el anlisis y la discu-sin de estos hechos bien asentados en el estado ac-tual de los conocimientos, aunque con bastantes facetasproblemticas, por ejemplo, la determinacin de lagnesis misma de la cultura tartsica, es una reali-dad que la maduracin de las culturas del Bronce delmedioda hispano durante el segundo milenio conflu-y con la llegada de las primeras oleadas hasta elextremo occidental del mediterrneo de los efectos dela economie-monde, dicho en los conocidos trmi-nos braudelianos, agitada por las grandes culturas ur-banas desde el otro extremo del Mediterrneo 4. Lasconexiones con el Mediterrneo oriental, propuestasdesde hace tiempo y muy debatidas, cobraron cuerpocientfico definitivo con el hallazgo de cermicas mi-cnicas en Montoro (Crdoba), en pleno hinterlandtartsico.

    Tartessos signific la puesta en marcha de una es-tructura urbana a partir del medioda hispano desde unaetapa precolonial, en un proceso de rpida maduracinque, si se quiere y como en todos los casos, arrancade estadios que pueden considerarse o denominar-se protourbanos, una etapa inicial que suele ca-racterizarse por la modestia o el escaso desarrollo delos aspectos urbansticos y arquitectnicos. Es lo quecorresponde a la facies del Bronce Reciente Tartsico,que a m me gusta llamar desde hace algn tiempoperodo geomtrico, segn una propuesta cargada designificacin 5, por cuanto sugiere, como pretende, cone-

    xiones con el mbito mediterrneo y egeo o griego(geomtrico) en etapas anteriores a las colonizacioneshistricas; es una propuesta debatida y debatible pre-cisamente por esas implicaciones, que a otros espe-cialistas le ha parecido tambin oportuna y significa-tiva 6.

    La extraordinaria importancia de Tartessos se ex-plica cuando se la contempla situada en el extremooccidental del primer crculo de la economie-mon-de mediterrnea, o en la transicin entre el primeroy el segundo crculos (Brun, 1987:185). Tartessos seanticipa cronolgicamente en el desempeo del papelintermediario que en los siglos del arcasmo maduroy del clasicismo tendrn las culturas clticas del cen-tro de Europa en las relaciones entre el mundo medi-terrneo y la Europa interior y atlntica. Los ingre-dientes atlnticos, presentes en lo tartsico e integradosen algunas de sus manifestaciones culturales ms pro-pias y caractersticas por ejemplo en el armamentoo en las famosas producciones de orfebrera, en cos-tumbres y en determinadas prcticas rituales, etc. sonconsecuencia de ese papel intermediario, y son impor-tantes aunque no sean, en mi opinin, los determinantesde la cultura tartsica, como proponen algunos inves-tigadores.

    En Tartessos es lo esencial esa integracin en laeconomie-monde mediterrnea, con sus mltiples con-secuencias en el terreno cultural e incluso en el pura-mente tnico (limitadamente y sin que haya que su-poner, como es lgico, la dependencia del poblamientode la integracin en la koin cultural, organizativa oeconmica que la incorporacin a los crculos com-portaba). Incluso el perfil legendario de Tartessos noes otra cosa que la expresin de su excepcionalidad,de la precocidad de esa integracin, y de ocupar enella un lugar tan extremo, tan lejano, y a la vez tancargado de consecuencias, no slo para la propia evo-lucin, sino para la de las grandes culturas que liderabanel orden social y econmico que dio lugar a la crea-cin de esos grandes crculos culturales. Porque, comobien se sabe, tampoco se entiende el desarrollo de lasculturas orientales fundamentalmente la fenicia y lagriega sin contar con su actividad colonial, sin suproyeccin a este extremo del mundo entonces cono-cido, ni en las realidades econmicas, ni en cuestio-nes ms sutiles y complejas, pertenecientes al mundode las mentalidades y las formas de vida 7.

    Pero me interesa sobremanera hacer hincapi en loque habra de significar la aparicin de este antiguoy extremo foco de vida urbana en el medioda penin-sular como catalizador de una nueva y peculiar din-mica interna y externa en las diferentes culturas de la

    2 Se dispone de numerosa doctrina sobre el particular, con puntos de vistadiversos, en obras colectivas recientes y significativas del estado dela cuestin, editadas por M.a E. Aubet (1989), D. Ruiz Mata (1995) yC. Aranegui (2000).

    3 Una discusin reciente sobre la cuestin, en: J. Fernndez Jurado,P. Rufete y C. Garca Sanz, ed., 1997.

    4 No hace falta advertir que sigo en sto propuestas derivadas de unaprovechosa lectura de las fecundas ideas de F. Braudel, y su aplica-cin a los fenmenos de la Protohistoria europea realizada reciente-mente por investigadores como nuestro compaero en esta mesa re-donda, Patrice Brun (1987).

    5 Un tratamiento relativamente reciente de la cuestin, con detenimientoparticular en los problemas de la indicada denominacin, en: Bendala,1995, p. 259.

    6 Como, entre otros, M. Almagro-Gorbea, 1996, p. 38; una denomina-cin y unas razones a las que ya apuntaba J. de M. Carriazo a razdel descubrimiento del tesoro de El Carambolo y de las hermosascermicas decoradas con diseos geomtricos halladas en la excava-cin del yacimiento (cf. Carriazo, 1970, pp. 33 ss.)

    7 Una reflexin personal, en Bendala, 2000, passim, y fundamentalmentelos captulos 1 a 3, pp. 17-151.

  • 22 LAS POBLACIONES PROTOHISTRICAS DE LAS GALIAS E HISPANIA

    Pennsula desde entonces. La vida urbana, aparte desus expresiones ms o menos impactantes como eldesarrollo de formas artsticas de gran poder de su-gestin, la creacin de poderosas formulaciones ideo-lgicas y religiosas, acompaadas de complejas expre-siones rituales, que proporcionan imprescindibles mediosde cohesin social a colectivos cada vez mayores; ytantas otras cosas tiene una de sus facetas ms im-portantes en que se convierten en focos de agitaciny aceleracin del ritmo histrico, de los procesos cul-turales, con un acmulo enorme de consecuencias parala vida interna de la propia sociedad urbana y para suentorno, por lo dems cada vez ms vasto, ms ex-tenso.

    La vida urbana significa importantes incrementosdemogrficos y, por tanto, necesidades crecientes dematerias primas, tanto para la cubricin de las propiasnecesidades como para la obtencin de excedentes convistas al comercio. Las apetencias y necesidades nue-vas se encadenan, con una imparable dinmica que hacecambiar la condicin propia de las sociedades queprotagonizan las nuevas formas de vida, pero que tam-bin condicionan y, a la postre, transforman la de lasgentes de su entorno. Adquieren stas, sin en princi-pio haber dado pasos que signifiquen una mudanza desus hbitos culturales, una decisiva y nueva condicin:la de estar en la periferia de un organismo urbano;o, dicho quiz ms exactamente, la de ser su peri-feria, porque este hecho cambiar profundamente supropia existencia, en cuanto que quedarn envueltosen una dinmica nueva que tambin los condicionarirremediablemente.

    Una de las tareas ms sugestivas, desde el puntode vista cultural e histrico, es analizar el tipo derelaciones que se establece en un territorio determi-nado, escenario de unas tambin determinadas cultu-ras, cuando por procesos de desarrollo desigual, unascomunidades alcanzan niveles organizativos comple-jos de tipo estatal o urbano, y se diferencian y despe-gan de las que, en su vecindad, no han alcanzado esosniveles. La relacin entre las estructuras urbanas y superiferia da lugar a fricciones que determinan calen-tamientos de los procesos culturales e histricos conimportantes consecuencias para los agentes de ambasorillas de la divisoria organizativa y cultural.

    Las entidades urbanas tienden a la expansin, de-sarrollan sistemas de colonizacin, de control directoo indirecto de territorios cada vez ms amplios paraatender a sus crecientes necesidades. Tanto para lograrsus objetivos como para defender sus logros frente alos dems, desarrollan formas de poder y de coercinque hace progresivamente acusada la dimensin mili-tar o guerrera de las sociedades desarrolladas, conconsecuencias bsicas en la organizacin interna, de-rivada de la importancia de la guerra, de la fuerza, parala supervivencia de la comunidad y el ejercicio delproyecto emprendido. La asuncin por los individuosy grupos dominantes del papel de dirigentes de la

    guerra, se traslada a la propia estructuracin social, ala acumulacin de poderes y privilegios que son con-sustanciales a las jerarquizadas sociedades urbanas. Sien relacin con culturas mediterrneas mejor conoci-das, como la griega, se comprueba una jerarquizacinsocial basada en las capacidades militar y de acapa-racin de bienes la tierra fundamentalmente, ambasntimamente entrelazadas, en el mbito cultural queahora nos interesa se observa esa misma exaltacin delcarcter guerrero de los dirigentes, de los ocupantesdel ms alto estrato en la jerarqua social tartsica, enlas renombradas estelas de guerreros. No ha de extra-ar que la parca proyeccin artstica de los primerostartesios concentre sus esfuerzos en la mostracin deuna poderosa casta militar, receptora de una comple-ja ritualidad y de un simbolismo que la investigacinva aclarando con creciente xito 8.

    Los pueblos de la periferia sufren el impacto delas ambiciones de los desarrollados organismos urba-nos a la bsqueda de tierras, de riquezas, de manode obra sometida o esclava, en los que pueden en-contrar tambin un horizonte de progreso, sea por inte-gracin en su propia estructura en la medida en queello sea posible en cada caso por desplazamientos,equiparacin cultural, etc., sea por la va de lasrazzias, un medio rpido y eficaz de hacerse con losbienes excedentarios y acumulados por las comunidadesdesarrolladas, una actividad de larga solera en todoslos encuentros desiguales de los estados y sus perife-rias, bien atestiguada en el caso hispano, hasta el puntode constituir uno de los temas estrella de nuestra histo-riografa 9.

    El desarrollo, pues, de una organizacin urbana enun territorio determinado, que inicialmente no englobani implica a todas las sociedades o culturas existen-tes en l, determina formas de relacin sintetizablesen la idea de una dinmica en equilibrio inestable, quese erige en catalizador principal de la evolucin delconjunto de las sociedades implicadas, de una mane-ra o de otra, en la nueva situacin. La tendencia na-tural o cultural, que supone, en cuanto tal, un ar-tificio a cuya particular naturaleza hay que adscribirla orientacin en la direccin propia a que se refiereesa apelacin a lo natural o lgico ser buscarun equilibrio estable por integracin de todos, con losmatices o las diferencias insalvables que proceda, enlas mismas formas de organizacin cultural.

    En Hispania, la coexistencia y la colisin, por tanto,de formas de vida urbanas y no urbanas se inicia de-finitivamente en los tiempos tartsicos y, tras un lar-go y complicado proceso, vivido a lomos de las indi-cadas relaciones de equilibrio inestable, llegar a unequilibrio estable con Augusto. El Sebasts Kasar

    8 La bibliografa sobre el particular, como bien se sabe, es amplsima,y me limitar aqu a remitir a mis propias y ms recientes considera-ciones Bendala, 2000, pp. 66-82, con la bibliografa indicativa in-cluida en el libro de referencia.

    9 Recurdense los trabajos pioneros de A. Garca y Bellido (p.e., 1945).

  • 23ENTRE CELTAS E BEROS

    como escriba Estrabn se presenta precisamentecomo instaurador del nuevo equilibrio entre puebloshispanos, acabando con los ltimos reductos, en tie-rras de Cantabria, de roces entre ciudades y zonas ci-vilizadas y sus vecinos brbaros, dados a la prc-tica ya tradicional del bandidaje (Estr. 3,3,8).

    En el origen de este proceso, la cultura tartsicamuestra desde sus etapas iniciales la comentada ca-pacidad de irradiacin de los organismos urbanos, ar-queolgicamente detectable en la singular expansinde las estelas de guerreros o de sus productos mscaractersticos, como las cermicas bruidas y otroselementos. Sorprende en sto la fuerte penetracin enel interior peninsular, por el camino de occidente quecuajar en la famosa Va de la Plata y, desde aquy por diversas rutas, hacia la Meseta, sin olvidar lainfluencia en el sudeste y el levante hispanos a tra-vs, entre otras vas, de la que remontaba el curso delro Guadalquivir y se consolidara como la ms ilus-tre arteria de la Espaa antigua, la Va Heraklea, des-pus Va Augusta. La bsqueda de metales el esta-o, la plata, el oro, de mano de obra, de tierras quecultivar, estn en el origen de una expansin que serevela para su poca como verdaderamente asombro-sa, otra de las facetas extraordinarias de Tartessos, yuna manifestacin bien a la mano de la comentada vi-talidad de las sociedades estatales y urbanas.

    La expansin tartsica hacia la alta Andaluca, sudes-te y levante en fases maduras de su evolucin pusolas bases del personal desarrollo de las culturas ibri-cas 10 y cerr los dos brazos de la tenaza o la pinzaque incorpor definitivamente el mbito hispano a lacitada economie-monde: el fenicio y el griego. Dela precocidad y la fuerza de ese proceso expansivo delmundo tartsico hacia la alta Andaluca y el sudeste,y de su importancia en la configuracin tambin pre-coz de la cultura ibrica, se tienen abundantes testi-monios, entre los que habra que contar, para la fasemadura de la poca orientalizante, un monumento tanextraordinario, problemtico y excepcional como elmausoleo de Pozo Moro. Muy conocido, y muy de-batidas las claves de su significacin y de su ubica-cin ambiental y cronolgica en lo que no cabe entrarahora quiz tengamos en l la ms contundente ex-presin de la necesidad de dotarse, cmo y en cuntoera posible, de poderosos signos de prestigio con losque expresar y asegurar su poder las cada vez msasentadas jerarquas urbanas que el mundo tartsicoorientalizante representaba. Por los circuitos comercialesy culturales establecidos en el marco de la economa-mundo mediterrnea circularan apresurada e inten-samente, acuciados por la demanda incesante de lasminoras aristocrticas que iban configurndose casi

    clnicamente por todos los rincones del Mediterrneo,los conocidos bienes culturales de un comercio y unaproduccin que, por aprovechamiento inmediato de laeficacia como bienes de prestigio puesta de manifies-to en las culturas de oriente que hacan de vanguar-dia del nuevo orden mundial, eran trasladadas y co-piadas a todas partes. As se forjaron las conocidaskoins culturales, muy penetrantes y homogneas desdela importantsima orientalizante, de la que fueronagentes principales los fenicios y que, como no hacefalta argumentar, significan mucho ms que una merasintona en las modas y las costumbres.

    Eran en ese proceso fundamentales los prstamostecnolgicos, que en materia de ingeniera o urbans-tica tienen manifestaciones tan antiguas y sealadascomo el muro de aterrazamiento del cabezo de SanPedro de Huelva, construido en fecha seguramente noposterior a los comienzos del siglo VIII a.C. (Ruiz Mataet alii, 1981). Y para enlazar con el ejemplo trado acolacin de Pozo Moro, uno de los vehculos de trans-misin de los componentes de las koins culturales,sobre todo en realidades propias de las llamadas ar-tes mayores, hubieron de ser los talleres peregrinos.La aparicin de una plstica mayor orientalizante alservicio de las maduras aristocracias centromediterrneasy, en la misma trayectoria, las tartsicas, hubieron dedeber mucho a talleres siracos expertos en la talla dela piedra, que por caminos no fciles de precisar, peros de entender, pudieron trabajar al servicio de diri-gentes con intereses conectados por los hilos de la tanmencionada economie-monde. A ellos ha de adjudicarsela aparicin de esculturas de sabor orientalizante ysiraco en Etruria hacia la segunda mitad del siglo VIIa.C., o en la propia Tartessos en fechas cercanas, consu expresin en el problemtico mausoleo albacetense,para todo lo cual hay que ir definitivamente descar-tando la hiptesis tradicional que supona el paso a laescultura mayor mediante una simple ampliacin deescala de los prototipos menudos en marfil, bronce uotros soportes allegados por el intenso comercio deentonces 11.

    En cualquier caso, el gran desarrollo del mundotartsico orientalizante y su expansin peninsular, desdeel punto de vista interno, el impacto colonial de feni-cios y pnicos y el de los griegos en su particularescala, determinaron un proceso de maduracin y di-ferenciacin de las culturas urbanas en el medioda yel levante hispanos, que tuvo en el siglo VI a.C. unafase clara de inflexin, de adopcin de nuevos rum-bos. El protagonismo de lo tartsico y su ms o me-nos generalizada homogeneidad dar paso a procesosdiferenciados por un cambio de coyuntura que tienesu ms acusada expresin precisamente en la crsis deTartessos, que manifestndose a la postre como unaverdadera crisis de crecimiento, tendr como resulta-10 Su estudio en los ltimos aos ha revolucionado el conocimiento de

    las mismas y generado una ingente literatura cientfica. Me limitara citar los estudios de conjunto de Ruiz y Molinos (1993) y los tra-bajos reunidos en dos obras recientes editadas por Aranegui (1998) yAranegui, Mohen y Rouillard (1998).

    11 Un comentario personal sobre la cuestin, en Bendala, 1994, pp. 88-90. En el mismo lugar, Chapa (1994).

  • 24 LAS POBLACIONES PROTOHISTRICAS DE LAS GALIAS E HISPANIA

    do el afianzamiento de las personales culturas ibri-cas, con todo lo que tienen de comn y de diferente.

    Es una realidad bien conocida, que cabra comen-tar aqu trayendo a colacin, en funcin de nuestrosobjetivos, algunos factores o elementos determinantesde carcter cultural y tnico. Sin entrar en muchosmatices tnicos, tan difciles de determinar 12, podradecirse que la alta Andaluca y el sudeste configura-ron su evolucin cultural sobre una base poblacionalde vieja tradicin prehistrica, con una evolucin di-ferenciada que ira cristalizando en las etnias o pue-blos, ms o menos claramente diferenciados, de los quedan noticia bastante imprecisa casi siempre los tex-tos antiguos 13; hubieron de darse aportes de la Hispaniainterior en el flujo alimentado por la dinmica enequilibrio inestable mencionada poco ms arriba, yseguramente procedentes tambin de la regin nucleartartsica y de origen mediterrneo por diversas vas,con algn peso el feniciopnico, de lo que se tienenexpresivos indicios en las fuentes literarias que hanvenido prcticamente a corroborar las investigacionesarqueolgicas recientes 14; y elementos griegos, incor-porados en cantidades poco significativas numricamen-te, pero mucho culturalmente, a asentamientos ibri-cos 15. En lo que hace a la cultura, est bien comprobadoel influjo tartsico orientalizante, el directamente orien-talizante vehiculado por fenicios y pnicos, ingredientesgriegos en importancia creciente, y contenidos menos

    significativos, ante el empuje cultural de todo lo an-terior, de la Espaa indoeuropea o cltica.

    Hacia el norte, todava en el marco costero levantinoy ascendiendo hacia el valle del Ebro y las tierras dela actual Catalua, se debilitan los aportes fenicios,sobre todo los tnicos, aunque tengan algn relieve losculturales, y aumentan los griegos, por la consabidapresencia colonial de los focenses en Emporion yRhode; su limitado peso numrico tiene como contra-partida una gran influencia cultural, especialmente sen-sible en la franja costera. El sustrato poblacional co-rresponde en trminos generales al mbito de lo ibrico,aunque con rasgos propios por una mayor incidenciao presencia de gentes correspondientes al mundo eu-ropeo o continental, asociadas tradicionalmente a losllamados campos de urnas 16.

    En el mbito tartsico, que a partir de ahora desdela raya del siglo VI a.C. puede denominarse ms pro-piamente turdetano, se producen fenmenos de grancomplejidad cultural y tambin en lo relativo al pobla-miento. El sustrato tartsico, arraigara tambin en latradicin prehistrica, con un notable incremento ge-neralizado desde el Calcoltico, como consecuencia dela maduracin de las sociedades agrarias. La definiti-va configuracin de Tartessos pudo significar es unade tantas cuestiones polmicas y discutidas hasta elcansancio la llegada de gentes forneas, a las quecabe atribuir un papel de estimulante principal en laconsolidacin de las evolucionadas formas de su or-ganizacin social, econmica y poltica. Pudieron serde raigambre indoeuropea y tener tanto origen medi-terrneo como continental o atlntico, segn hipte-sis bien conocidas y muy debatidas en las recientespublicaciones y reuniones cientficas sobre Tartessos,en las que he tenido ocasin de argumentar mi creen-cia acerca de la preeminencia de las vinculacionesmediterrneas 17. Pero no querra abrir demasiados fren-tes en la polmica cientfica.

    S parecen bastante probados dos fenmenos im-portantes en relacin con la evolucin del poblamientoy las tendencias culturales en la regin nuclear delmundo tartsico y sus inmediaciones. En primer lu-gar una fuerte penetracin de fenicios y pnicos enel interior, en los territorios que fueron inicialmentetartsicos. Aparte de la importante presencia de feni-cios y pnicos en una amplia franja costera con apo-yo fundamental en las conocidas y numerosas colo-nias y factoras, se va comprobando arqueolgicamenteuna importante presencia de colonias de fenicios eno junto a asentamientos tartsicos 18, como en el casode Carmo (Carmona, Sevilla), donde se percibe una

    12 Algunos aspectos bsicos, deducidos del estudio de los etnnimos,antropnimos y topnimos y del estudios de las lenguas y las escri-turas paleohispnicas, han sido tratados abundantemente por los es-pecialistas, con obras entre las que cabe destacar las de Untermann(1965 y 1993) y Albertos Firmat (1983). Una aproximacin generala los pueblos antiguos de Hispania, teniendo en cuenta todos las fuentesde informacin, se tiene en la obra colectiva editada por M. Almagro-Gorbea y G. Ruiz Zapatero (1993), sin olvidar los estudios clsicosde Caro Baroja (1946/1976).

    13 Para una consideracin actualizada de los conceptos de etnia y gru-pos culturales, y una aproximacin a los pueblos de las regiones in-dicadas, puede acudirse a los artculos de A. Ruiz, M. Pastor, J. Carrascoy J. A. Pachn, A. Gonzlez Prats y L. Abad, en M. Almagro-Gorbeay G. Ruiz Zapatero, ed., 1993, pp. 101-166.

    14 En la Ora Maritima de Avieno se dice que los fenicios fueron losprimeros habitantes de la regin del Segura o de la costa levantinade forma ms general: Ista Phoenices prius loca incolebant (O.M. 459-460). Es quiz una referencia a que ellos debieron de ser los prime-ros habitantes extranjeros de la zona, anteriores a los griegos quetambin colonizaran estas costas, como se ha subrayado recientemente(en J. Mangas y D. Plcido, ed., 1994, pp.125-128). La arqueologa,a los datos sobre la presencia de una cultura orientalizante de influenciafenicia en yacimientos como Vinarragel (Castelln), Los Saladares(Orihuela, Alicante) o Pea Negra de Crevillente (Alicante), ha veni-do a sumar el hallazgo de un importante asentamiento amurallado, quese tiene por fenicio, bajo la rbita de Guardamar del Segura (Alican-te), en el lugar tambin conocido como La Fonteta (cf.: Gonzlez Prats,1991 y 1999; Azuar et alii, 1998)

    15 Algo que se intuye por la caracterizacin de numerosas manifestacionesde la cultura ibrica, entre ellas su arte mayor, o la concepcin y latrama de un yacimiento tan adscrito a frmulas urbanstica griegas comoel recientemente excavado en La Pcola (Santa Pola, Alicante: Moretet alii, 1996), pero que se hace patente por fenmenos de conviven-cia que estn en la base de la adaptacin de la escritura grecojonia ala lengua ibrica, como hicieron los contestanos en los siglos V y IVa.C. (cf. de Hoz, 1987 y 2000), y puede tener una prueba directa enla alusin a griegos emporitanos establecidos en una ciudad ibricade nombre Saiganthe que debe de ser Sagunto, segn reza en unacarta comercial de fines del VI a.C. hallada en Ampurias (Sanmart ySantiago, 1988).

    16 Remito a los trabajos de J. L. Maya y J. Barber, J. Padr y E. Sanmart,F. Burillo y G. Fats, en M. Almagro-Gorbea y G. Ruiz Zapatero (ed.),1993, pp. 167-223.

    17 Es un debate imposible de reproducir en estas pginas, para lo queremito a las publicaciones editadas por Aubet (1989) y Ruiz Mata(1995).

    18 Hace ya algunos aos que Gonzlez Wagner y Alvar (1989) propu-sieron la existencia de una colonizacin agrcola fenicia.

  • 25ENTRE CELTAS E BEROS

    slida presencia cohesionada en torno a un lugar sa-cro que ha proporcionado importantes vestigios, sobretodo extraordinarios recipientes orientalizantes de gransignificado religioso (Beln et alii, 1997).

    Esta presencia fenicia hubo de suponer un revul-sivo cultural de primer orden en la evolucin de losasentamientos tartsicos en todos los sentidos, con unatrascendencia en la configuracin del poblamiento quealcanza a la determinacin del origen o la caracteri-zacin definitiva de ciudades tan importantes como lamisma Spal (la Hispalis romana, Sevilla), lo que ex-plicara, entre otras cosas, la existencia de topnimosvinculables a la tradicin fenicia, como el mismo deSpal (Pellicer, 1997; Beln y Escacena, 1997). Es unflujo que debi de acrecentarse con la crisis de Tartessosy la consolidacin de la presencia pnica en el me-dioda, y afirmarse definitivamente con la conquistade los Barca 19. Es una cuestin ampliamente tratada,que corrobora o anticipa un conocido pasaje de Es-trabn, que afirma taxativamente que los turdetanosllegaron a estar tan completamente sometidos a lospnicos que la mayor parte de las ciudades de la Turde-tania y de los lugares cercanos estn hoy habitadas porellos (Estr. 3,2,13).

    Al peso cultural y poblacional de los pnicos hade atribuirse el apartamiento del mundo turdetano delresto de las culturas ibricas, las particularidades deuna personalidad cultural que no sigue los derroterosque aquellas siguieron en sus costumbres funerarias,en el uso o desuso de la escultura y otras for-mas de expresin artstica, como la misma alfarera,en tantas cosas que tienen una capacidad singular deexpresar adscripciones culturales, como ocurre con elarmamento 20. Es, por otra parte, el peso en la deter-minacin de un sustrato cultural que dar todava pode-rosas seales de vida en plena poca romana, comotuve ocasin de subrayar hace aos en el estudio dela necrpolis de Carmona y se ha seguido comprobandoen numerosos estudios posteriores, propios y ajenos 21.

    El segundo de los fenmenos importantes a los queme refera es el gran impacto cltico, tnico y cultu-ral, experimentado por la misma regin tartsica, par-ticularmente en su sector occidental, que tuvo entresus principales consecuencias la configuracin de laBeturia Cltica, centrada en la mesopotamia que se-

    para el Guadiana del Guadalquivir (Berrocal-Rangel,1998), y manifestaciones tan expresivas como la exis-tencia de una ciudad junto al Guadalquivir de nom-bre Celti (en Peaflor, Sevilla).

    En los ltimos aos se ha prestado a esta cuestinuna gran atencin, y se ha progresado extraordinaria-mente en el alumbramiento de su realidad cultural ehistrica. Algunos de los convocados a este encuentrocientfico se cuentan entre los principales agitadoresde esta beneficiosa oleada de estudios, algo que me eximede entrar con detenimiento en una cuestin que otrospueden evocar con mayor competencia. Slo comen-tar cmo hace tiempo, las races del celtismo meri-dional eran buscadas ya en la vieja Tartessos, y presti-giosos investigadores, como mi maestro Antonio Blanco,crean ver una manifestacin de la infiltracin de gentesdel norte en la tosca cermica a mano, con decora-cin de cordones y digitaciones, que se constataban comomuy comunes en los contextos orientalizantes tartsicos(Blanco et alii, 1969). Hace tiempo que, en relacincon este fenmeno, vengo pensando y escribiendo quela penetracin cltica en el suroeste fue una de tantasconsecuencias de la crisis de la cultura tartsica a par-tir del siglo VI. La presin ejercida de antiguo, desdela formacin misma de la famosa civilizacin, frutode la dinmica en equilibrio inestable propia de loscontactos desiguales de que se habl ms arriba, se contuvoo se absorbi sin mayores repercusiones en tiempos debonanza, pero la crisis agriet el dique que la conte-na, y adquiri redoblados bros desde el siglo V a.C.una penetracin que cambiara en no mucho tiempo elpanorama tnico y cultural de un amplio sector de loque fueron las comarcas occidentales del mundo tartsico,nucleado en torno a la Beturia descrita por Plinio.

    La dinmica cultural de la zona hasta entoncesqued modificada en bastantes extremos, lo que secomprueba en los cambios en la cultura material, enel modelo de poblamiento, en el signo de las acti-vidades econmicas 22. Esta realidad, en fin, vienea conectar con el segundo pasaje de Estrabn de quehablaba para tomarlos como punto de partida de misreflexiones. Dice el gegrafo griego, en 3.2.15, trastratar significativamente de la prosperidad tartsica,lo siguiente:

    Con la prosperidad del pas les vino a los turdetanosla civilizacin y la organizacin poltica to; hmerovnkai to; politikon; y, debido a la vecindad, o, comoha dicho Polibio, por el parentesco, tambin a los cel-tas, aunque en menor medida, porque la mayora vivenen un sistema de aldeas.

    19 Remito a una amplio tratamiento de la cuestin por mi parte, enBendala, 1994b y 1999.

    20 Si la falcata sirve de smbolo de la cultura ibrica, su prctica inexis-tencia en la Turdetania es una expresin de su personal decantacincultural, que en este terreno tiene su explicacin por el uso aqu, en-tre otras armas registradas arqueolgicamente, de las flechas de ar-poncillo de tradicin pnica. Se dispone para el caso del esplndidoestudio de Quesada, 1997.

    21 Recordar, sin ser exhaustivo, mi trabajo de 1976 y el reciente deconjunto de Lpez Castro (1995). Las cecas pnicas del medioda his-pano y su significado han sido una de las preocupaciones y lneas deinters desveladas en buena medida por M.a P. Garca-Bellido, quienadvierte, a travs del estudios de las monedas, que el flujo de gentespnicas sigui siendo importante en poca del dominio romano (p.e.,1993 y 1999; y puede tambin consultarse el estudio de conjunto deAlfaro, 1998)

    22 Sera muy largo, e innecesario, hacer relacin pormenorizada de es-tas manifestaciones, y bastara a ttulo de mera evocacin mencionarla presencia de cermicas a mano, con impresiones y caractersticossistemas de decoracin que se apartan de lo tartsico-turdetano; elperdominio de un hbitat de pequeas aglomeraciones; el predomi-nio de la ganadera en el mbito de las actividades econmicas. Eslo que ponen de relieve estudios arqueolgicos recientes que, tambina ttulo de ejemplo, pueden representar: Rodrguez Daz, 1990; Berrocal,1992 y 1994.

  • 26 LAS POBLACIONES PROTOHISTRICAS DE LAS GALIAS E HISPANIA

    Estos fenmenos de vecindad, de parentesco, dediferenciacin organizativa son abordados por la in-vestigacin con creciente xito, de lo que seguro seruna prueba ms de progreso en la misma direccin estareunin. Se tiene bien comprobado que, entre otrascosas, con diferencias y tempos peculiares, el mundocltico o, en general, la cultura castrea del interior,fue abrindose paso por los caminos que conducan alas formas ms complejas de las sociedades estatalesy urbanas, primeramente arraigadas en el mundo me-ridional y mediterrneo. Va agotndose el contenidorazonable de esta introduccin y, tambin por razonesde reparto de tareas y de competencias como he di-cho poco antes, parece inapropiado reunir aqu las ideaselaboradas por quienes han ido dibujando en los aosltimos el panorama de un interesante proceso de acer-camiento de una periferia interior y atlntica de lmi-tes imprecisables hacia los modelos estatales y la apa-ricin de oppida que sustituyen o se superponen a laorganizacin tradicional de estas tierras en pequeosy casi autrquicos castros 23. La investigacin va po-niendo de relieve elementos del parentesco cultural quesugiere el mismo Estrabn, a menudo oculto por unatradicin historiogrfica alimentada por autores anti-guos que, en funcin de las necesidades ideolgicasde Roma, aliment una visin brbarizada de pue-blos y regiones porque convena a los propsitos deenaltecer el papel civilizador de los nuevos dueosdel mundo. Pero la arqueologa, y los mismos textosantiguos crticamente examinados, dejan ver que, porejemplo, el mundo que abanderaba un Viriato no es-taba tan al margen de la vida civilizaba de sus veci-nos, ni se opona a Roma por puro bandolerismo, niestaba impulsado por el primitivo espritu saqueadorde una cultura de rsticos pastores (cf.: Garca More-no, 1989). Los miles de soldados de sus ejrcitos ysu misma capacidad militar, las civitates de las queaqullos procedan, los detalles de su famosa boda conla hija de Astolpas, los fastuosos funerales que hon-raron su muerte, pintan ms bien la imagen de un jefeo un rgulo de la Beturia, rebelde frente al poder deRoma en la misma trayectoria que represent la su-blevacin del 197 a.C. de ciudades pnicas (comoMalaca y Sexi), o fuertemente punicizadas (Carmo yBardo), y de la misma Beturia, tambin inserta, conotra gradacin, en la misma rbita.

    Sera igualmente interesante para los propsitos deesta introduccin recordar el muy novedoso panora-ma que ofrece la actual Portugal, igualmente ilumi-nada por una extraordinaria oleada de fructfera inves-tigacin. Su vertiente atlntica se presenta ya, ms quecomo una periferia distinta y distante respecto de lastierras incorporadas de antiguo al mbito de la ciudadde inspiracin mediterrnea, como uno de sus horizontesms propios de precoz expansin, hasta el punto de

    aparecer a nuestros ojos a la manera de uno de losbrazos de la tenaza de la accin progresivamente homo-geneizadora de una civilizacin orientada por la van-guardia mediterrnea. Sobre la base del activo y per-sonal Bronce Atlntico, las relaciones con Tartessos y,sobre todo, la oleada orientalizante bati fuertementesus costas y afect profundamente a las comarcas prxi-mas a ellas. La investigacin arqueolgica de los pro-cesos culturales de la casi totalidad de la regin cos-tera portuguesa y un amplio hinterland sobre todoen el medioda, un territorio que puede extenderseal menos desde el medioda hasta el Mondego, a laaltura de la clebre Conimbriga, demuestra una tem-prana incorporacin a la rbita meridional y medite-rrnea, en lo que jug un papel importante una pre-sencia fenicia mucho ms notable de lo que no hacemucho se sospechaba 24. Una incidencia esperable enel medioda, se hace sin embargo sorprendente, por loacusada, en la regin de Lisboa y la desembocaduradel Tajo, con un proceso que arranca de episodios an-tiguos y cobra carta de naturaleza a partir del sigloVII a.C. 25; y lo es an ms en territorios ms septen-trionales en una oleada que llega con fuerza a la ci-tada Conimbriga y su regin, muy influida en su de-curso histrico por una posible presencia directa defenicios en la desembocadura del Mondego, en SantaOlaia (Correia, 1993). Esta incorporacin al mundo me-ridional o mediterrneo tiene su reflejo o su demos-tracin en la serie de ciudades portuguesas que Ptolo-meo (2,5,1-7) incluy entre las turdetanas, que lleganhasta la regin de Lisboa Balsa (Tavira), Ossonoba(Faro), Myrtilis (Mrtola), Pax Iulia (Beja), Salacia(Alccer do Sal) y Caitobrix (Setbal), o la exis-tencia de ciudades con sufijo en -ipo, de solera tartsico/turdetana, como la propia Olisipo (Lisboa) o la msseptentrional de Collippo (en S. Sebastio de Freixo,junto a Leiria), sin olvidar la conocida existencia deunos turduli veteres en esta misma regin, al sur delDuero.

    En este marco se desenvolvern procesos evoluti-vos que van acercando los sistemas polticos y eco-nmicos de zonas que fueron afectando a la generali-dad de los territorios peninsulares, acentuando losintercambios culturales y la movilidad de sus agentes,y caminando en una direccin, en definitiva, que laconquista romana y la romanizacin no vendran sinoa incentivar y, con todos los matices que son de su-poner, a ultimar. De todo ello se hablar con prove-cho en esta reunin, a la que pretende servir esta in-troduccin que cierro ya con dos ideas finales queenlazan con lo sostenido en el coloquio de 1986.

    23 M. Almagro-Gorbea, en un esplndido trabajo de sntesis reciente (1995),reune lo principal de esta ideas, con amplia bibliografa.

    24 Una visin general del fenmeno puede verse en los trabajos reuni-dos en el monogrfico sobre Os fenicios no territorio portugus, dela revista Estudos Orientais (vol. IV), Lisboa 1993.

    25 Debi entonces de fundarse la factoria fenicia de Abul, en Alccerdo Sal, y tener una gran repercusin en los asentamientos en torno ala desembocadura del Tajo, incluida la propia Olisipo (Lisboa), cuyaregin qued en conjunto teida por sus vinculaciones con el mundomediterraneo: cf. Cardoso, 1995.

  • 27ENTRE CELTAS E BEROS

    Asentada la idea de la existencia de formascomplejas y variadas de organizacin urbana en laProtohistoria hispana, es preciso insistir en la im-portancia de la conexin entre ciudad y territorio yla valoracin de los asentamientos desde una pers-pectiva ms general. La pregunta habitual, ante laproblemtica que plantea determinado asentamiento,suele ser si se trata o no de una ciudad; pero debe-ra ser si pertenece o no a una estructura urbana y,en caso afirmativo, qu papel juega en ella: centroprincipal, secundario... Porque muchas escalas sonposibles y necesarias en la estructuracin urbana deun territorio. Suele ser frecuente que conozcamos mejorasentamientos menores, porque no han sido apoyoscontinuos de la organizacin urbana de su territo-rio, que los principales por su continua remodelacinen un proceso histrico en el que participan msduradera e intensamente 26.

    Se est caminando firmemente en la caracteri-zacin del modelo de urbanismo y de urbanstica decada mbito cultural, pero se hace preciso insistir enesta lnea de indagacin, que deber aprovechar la po-sitiva renovacin en los mtodos y en los planteamien-tos tericos que orientan la investigacin moderna. Todonos emplaza en la esperanzadora situacin de sentir-nos cada vez ms capaces de hacer, de hacernos, laspreguntas adecuadas.

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  • 28 LAS POBLACIONES PROTOHISTRICAS DE LAS GALIAS E HISPANIA

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  • CHELLES DINTGRATION POLITIQUEET CONTRLE DES MOYENS DE PRODUCTION

    EN EUROPE AU COURS DU IER MILLNAIRE AV. J.-C.

    PATRICE BRUNCNRS, Nanterre

    ABSTRACTThe author compares different systems of social organization, during the first millenium B.C., mainly in north-alpine Celtic