fundamentos racionales de la astrología

Gustavo Fernández

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PREDICCIONES 2004

Astrológicas y

Parapsicológicas

MES POR MES SIGNO POR SIGNO

© Centro de Armonización Integral Paraná – Entre Ríos – Argentina

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ÍNDICE

• Fundamentos racionales de la Astrología. • Introducción. • ¿Puede usarse la Astrología en particular y estas disciplinas en general para

acertar en los juegos de azar? • Cómo fue confeccionado este Anuario de Predicciones.

SIGNO POR SIGNO, MES POR MES:

Signo Desde Hasta Página

ARIES 21 de marzo 20 de abril 15 TAURO 21 de abril 21 de mayo 20 GÉMINIS 22 de mayo 21 de junio 25 CÁNCER 22 de junio 22 de julio 30 LEO 23 de julio 22 de agosto 35 VIRGO 23 de agosto 22 de setiembre 39 LIBRA 23 de setiembre 22 de octubre 44 ESCORPIO 23 de octubre 22 de noviembre 49 SAGITARIO 23 de noviembre 21 de diciembre 55 CAPRICORNIO 22 de diciembre 20 de enero 61 ACUARIO 21 de enero 19 de febrero 66 PISCIS 20 de febrero 20 de marzo 73

SOBRE EL AUTOR...............................................................................78

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FUNDAMENTOS RACIONALES DE LA ASTROLOGÍA

ADVERTENCIA AL LECTOR: Considero oportuno comenzar la lectura de esta obra teniendo muy en cuenta las siguientes observaciones para un mejor provecho de su contenido. Sé que apenas cuente usted con este material a su alcance se abocará a leer las predicciones propias y de sus seres queridos; después de todo, para ello es que se escriben estos Anuarios. Pero permítame un consejo: a lo largo del año, en la medida que disponga de algún tiempo libre, léalo completo. Porque si bien es cierto que puede argumentar que nada le afecta de un signo que no es el suyo ni de los suyos, ni siquiera siendo su ascendente, concebí este trabajo como un verdadero “Manual de Vida”; no se trata sólo de predicciones, sino de consejos y ejemplos edificantes que, en última instancia, sirven para todos. Por ello y de modo alegórico, sepa que los doce signos, después de todo, también están en usted. Recuerde que además de existir un Destino (hay cosas que no podemos elegir, como cuándo o dónde nacer) existe un Libre Albedrío (o “Albedrío” a secas, que significa, precisamente, libre elección, con lo cual “libre albedrío” sería una redundancia) es decir, la capacidad de influir en nuestras vidas. Los astros inclinan pero no obligan, supo escribir Shakespeare. Esto lo comprenderá mejor si acepta que lo que llamamos “destino” en realidad son las Tendencias Dominantes, es decir, lo que pasaría de no hacer usted nada por evitarlo. Pero a partir del momento en que decide cambiar algo —por ejemplo, una predicción negativa— puede comenzar a escribir una nueva historia. No tiene ningún valor espiritual anticipar algo que no se puede cambiar: si es una mala noticia, le condenaríamos a sufrirlo en cómodas cuotas por anticipado, y si es buena, “desactivamos” la felicidad que de otro modo sobrevendría cuando ello ocurriera.

Estas predicciones “signo por signo” son tal vez un tanto generales para su gusto, pero suficientes para un buen gobierno del navío de su vida. Si desea análisis más detallados, sepa que puede solicitarnos su:

v Carta Natal: Con todos los hechos y momentos relevantes de su vida futura,

una amplia descripción de su personalidad y las herramientas para poder concretar sus objetivos.

v Revolución Solar: El análisis detallado del año que va de fecha de cumpleaños a fecha de cumpleaños, discriminando mes por mes los acontecimientos salientes en los distintos planos de su vida.

v Sinastría: Compatibilidades (e incompatibilidades) entre dos Cartas Natales o dos Revoluciones Solares. Ideal para matrimonios (existentes o por

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concretarse), sociedades comerciales, ingresantes a reparticiones, empresas, instituciones, etc.

Recuerde que una Carta Natal puede hacerse tanto sobre una persona como sobre

un comercio, una institución, una carrera universitaria, etc. Por otra parte, para la realización de estas predicciones me he valido de las

siguientes herramientas: técnicas astrológicas convencionales, uso del péndulo radiestésico, lectura del I Ching (obvio, a la hora de sugerir cursos de acción) y meditación indo tibetana. Para una fácil comprensión he agrupado los resultados, para todos los casos, signo por signo. El autor.

Para consultas personales o información ampliatoria, pueden comunicarse con Gustavo Fernández

a: [email protected]

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Introducción

Una de las razones habitualmente esgrimidas por los escépticos para denostar a la ciencia astrológica es, aunque parezca un mero juego de palabras, precisamente lo que emana de las líneas que anteceden, es decir, que ningún concepto de cientificismo puede compatibilizar con las propuestas astrológicas. De hecho es extremadamente difícil encontrar, por lo menos en los estratos académicos del “establishment” científico, un profesional que acepte dedicar cierta dosis de duda racional —o debería decir “razonada”— a esta disciplina, y si bien el primer pecado de tales denostadores pasa por su absoluto desconocimiento de textos, fundamentos, filosofías y técnicas astrológicas, se suele decir que el mismo despropósito de su existencia invalida cualquier merecimiento de atención que pudiera brindársele.

En realidad, deberíamos convenir que sólo merece considerarse una actitud

respetable —intelectualmente hablando— el rechazar una propuesta cuando la misma ha sido debidamente examinada y se han señalado, más allá de toda duda posible, sus errores metodológicos. Y, en consecuencia, sólo quien se haya especializado en una determinada técnica tiene derecho a señalar los errores —reales o supuestos— de la misma, precisamente porque la conoce hasta sus mínimos detalles. Consideremos, como ejemplo, otra rama del saber cualquiera: por ejemplo, la Medicina. Si de hablar de sus desaciertos se trata —y, en lo que respecta a la occidental y alopática, vaya si los tiene— seguramente estaría muy mal visto que se dedicara a criticarla un astrónomo, un botánico o un físico. Sólo los médicos tienen derecho a hablar (bien o mal) de la misma. Es obvio.

¿Es obvio?. Con la Astrología vemos que ello no ocurre, ya que astrónomos, matemáticos,

médicos, cualquier doctorado se cree habilitado para opinar —generalmente en forma pésima— sobre la misma. Y si se me permite, no creo que realmente aquellos sepan mucho sobre el tema.

Tomemos el caso de los astrónomos. Su conocimiento de las características

físicas y comportamiento mecánico de los astros no los habilita para incursionar en un terreno netamente esotérico —en el buen sentido de la palabra— como es el que nos ocupa. Ya que si bien algunas de sus afirmaciones son ciertas poco le hace a la Astrología correctamente entendida.

Es cierto, como ellos suelen señalar, que las constelaciones no son las mismas

hoy que hace cinco mil años por lo que, por ejemplo, el Aries de aquél entonces corresponde estelarmente al Tauro de hoy y así sucesivamente, como consecuencia natural de la precesión de los equinoccios. También es cierto que los planetas —salvo el Sol y la Luna, el primero por su masa y la segunda por su proximidad— no influyen ni gravitatoria ni energéticamente en los seres humanos; bien decía Carl Sagan que, en el aspecto gravitatorio, seguramente influía en un recién nacido más la masa del médico obstetra que la de Marte, por caso. Y que aun en el caso de la influencia de un planeta cualquiera sobre el ser humano, determinadas condiciones planetarias deberían afectar a todos loas hombres exactamente por igual, y no favorablemente a unos y desfavorablemente a otros, según el momento y lugar de nacimiento de cada uno. Así, si

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Marte —para seguir con el ejemplo— está “mal aspectado” debería estarlo por igual para todos los seres humanos, si de influencias físicas o energéticas se trata, y no acentuadamente para tal o cual signo.

Pero en realidad debemos convenir que tales críticas sólo son aceptables si se

desconocen los verdaderos fundamentos de la Astrología cosa que por cierto es en la que incurren muchos supuestos cultores de esta disciplina; lo que quizás explique los graves errores que en nombre de aquella se cometen reiteradamente. Claro que, al igual que en muchos otros campos del saber humano, en esta ocasión la culpa no es de la Astrología sino de los astrólogos. O, al menos, de algunos de ellos.

Esto se comprenderá más fácilmente en el momento de explicar que la filosofía

hermética de la arcana Astrología enseña que cuando se habla de Marte, Luna, Mercurio, etc., en realidad no se está hablando de los cuerpos físicos que conocemos astronómicamente con tales nombres, sino de sus correspondencias simbólicas expresadas —si ustedes gustan de los términos psicologistas— en el Inconsciente Colectivo de la humanidad, basándose en el Principio de Correspondencia, piedra basal de la estructura intelectual ocultista.

Según el mismo, como escribiéramos anteriormente, el Universo es una

multiplicación de sucesiones holísticas; lo que es lo mismo que decir que la parte de un Todo es igual, microcósmicamente hablando, a ese Todo. Así, como he analizado en otra parte (1), toda la naturaleza tiende a demostrar que cada elemento se refleja en mayor o menor proporción en el sistema que le rodea pero del cual es también parte indivisible: la palma de la mano refleja su vida, su carácter y su salud, esta última también visible en la planta del pie (“reflexología”) o en el pabellón de las orejas (“auriculoterapia”) y, a fin de cuentas, así como el sistema en el que vive el hombre (la Tierra) es un setenta por ciento agua y un treinta por ciento materia sólida, él mismo es también un setenta por ciento líquido y el resto materia sólida.

Como la moderna Psicología ha demostrado, el Inconsciente Individual de cada

habitante del planeta, más allá de acumular y reflejar las vivencias particulares de cada persona, forma parte de un gigantesco entramado que conocemos como Inconsciente Colectivo. La Ley de Correspondencia enseña que no sólo los arquetipos del Inconsciente Colectivo se reflejan —corresponden— con los del Individual, sino que también todo lo que existe físicamente en el Universo debe existir en otros planos, tales como el astral —sobre cuya hipotética realidad hemos discutido en otro punto (2)— el energético y —atención— el psíquico. De manera tal que el Inconsciente Colectivo contiene también imágenes arquetípicas, simbólicas, que se corresponden con la naturaleza —esotéricamente hablando— de Marte, Mercurio, etc.

Esto se comprenderá mejor si retornamos al evidente ejemplo de los cuatro

elementos constituitivos del mundo: Aire, Agua, Tierra y Fuego. Según enseñaban los antiguos Maestros, todo cuanto conocemos se compone de cuatro elementos y sólo esos cuatro ya indicados. Podemos cometer el grosero error de pensar que esos filósofos creían que la tierra, el agua, el aire y el fuego formaban al mundo, y así caeremos en el olvido de que ellos en realidad se referían a categorías en las cuales esos elementos llamados “tierra” (si pensamos en la que pisamos), “agua” (la que fluye por los ríos), “fuego” (el de la hoguera) y “aire” (el que respiramos) no son en realidad sino la expresión más grosera, más material, de unos cuatro primeros principios elementales de

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los que esos gases, líquidos o materias son apenas una de sus manifestaciones. Así, cada elemento representa en realidad un conglomerado de conceptos o, más correctamente, entes teleológicos. Por ejemplo, al “fuego” se asocia, sí, el fuego de los fósforos, pero al “fuego” corresponde también el abstracto concepto de “peligro”, algunos signos zodiacales (Aries y Leo, por ejemplo), el color rojo, ciertas notas musicales, etc. De esta manera, el Marte al que se refiere la Astrología en una circunstancia dada, es a la correspondiente simbólico-astrológica propia del Inconsciente Colectivo y proyectado microcósmicamente en el Inconsciente Individual del sujeto de referencia, del Marte astronómico.

En el momento del nacimiento, la carta natal establece cuál era el aspecto del

cielo en ese punto del continuum espacio-temporal que es original y con características propias e irrepetibles pues, por caso, habrá sólo un Juan Antonio Pérez nacido en Buenos Aires el 17 de setiembre de 1944 a las 05:33 Hs y sólo uno. Habrá otros Juan Pérez, u otros individuos nacidos en ese lugar o ese momento, pero sólo uno que reúna todas esas características.

En consecuencia, la matriz astrológico-simbólica inmanente al Inconsciente

Colectivo (reflejo correspondiente y microcósmico, recordemos, de los aspectos físico-astronómicos que el Universo que nos rodea va adoptando en ese momento) coexistente en ese punto, se proyecta holísticamente al Inconsciente Individual del bebé. En consecuencia, las variaciones sidéreas del cosmos provocarán variaciones semióticas en el Inconsciente Colectivo y las correspondiente en el Inconsciente Individual de cada hombre, modificadas por la variable particular de la matriz astrológica del momento de nacimiento, redundarán en conductas (provocadas obviamente por motivaciones, aunque en este caso no de índole vivencial personal) diferentes para cada sujeto. De allí otra correspondencia: si bien idénticos signos tienen, a “grosso modo”, posibilidades parecidas (como las biotipologías humanas indican respuestas psicológicas similares), los detalles de un horóscopo (situación de la Luna, aspectaciones, planetas retrógrados, etc.) implican eventos con apreciables diferencias (como la educación, el arrastre cultural y otros contenidos hacen que dos biotipologías no discurran necesariamente por los mismos caminos).

De todo esto se desprende la clave fundamental de la Astrología que no supo ser

comprendida, insisto, aun por muchos astrólogos: nuestro campo de estudio se alimenta de datos astronómicos, pero concluye sobre procesos simbólicos y psicológicos.

En este sentido, entonces, hasta los aspectos más burdamente criticados de la

Astrología adquieren la fuerza de la verdad: es egocéntrica en una época donde este concepto ptolemaico está completamente caduco y es correcto que lo sea ya que para el hombre, psicológicamente hablando, él es el mismo centro del universo. Es determinista en la medida en que, como enseña la Psicología, los impulsos y vivencias básicas del individuo inclinan su existencia en un determinado sentido, requiriéndose un esfuerzo no menor al necesario para variar la presión de las estrellas para oponerse a su tendencia.

Por otra parte, la crítica enunciada al principio, en el sentido de la retrogradación

de las constelaciones zodiacales, carece de aplicación en el tema que nos interesa ya que, aunque este dato importantísimo sea ignorado aun por la mayoría de la gente (defensores o detractores), signo zodiacal y constelación zodiacal no son la misma cosa.

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En efecto, mientras que una constelación es un agrupamiento hipotético de estrellas que conforman (con mucha imaginación, ciertamente) una figura en el cielo, y es dicha constelación zodiacal cuando se ubica sobre la circunferencia de la eclíptica (o ruta aparente del Sol en el cielo), un signo zodiacal es un espacio vacío de treinta grados a ambos lados del eje de rotación del plano de la eclíptica. Las constelaciones, en consecuencia, pueden variar, retrogradar por el movimiento de precesión de los equinoccios, cambiar su configuración o su cantidad. De hecho, es lo que ocurrió recientemente con el “descubrimiento” de una nueva, la Araña, y que llevó a que los improvisados de siempre hablaran y escribieran sobre la “hecatombe de la Astrología a la que al haberle aparecido un nuevo signo, echa por tierra las especulaciones sobre los otros doce” y que, como vimos, nada tiene que ver con los signos clásicos, ya que estos, al ser espacios “en blanco” en el firmamento, permanecen constantes. El hecho de que constelaciones y signos lleven los mismos nombres se debe a la coincidencia espacial que tuvieron en los albores de esta disciplina, seis mil años atrás, y que facilitaba su identificación.

Indudablemente, reconsiderar las enseñanzas, métodos y conclusiones de la

Astrología a la luz de estas consideraciones modificaría, susceptiblemente, el punto de vista habitualmente escéptico y dogmático con que la comunidad científica observa estos conocimientos.

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¿Puede usarse la Astrología en particular y estas disciplinas en general para acertar en los juegos de azar? En numerosas ocasiones se me han acercado algunos contertulios, generalmente escépticos de estas temáticas, ha hacerme la consabida, poco original y errónea desde el vamos observación: “Pero después de todo, si tan útiles dicen ustedes que es la Astrología, o la Parapsicología, ¿por qué no las emplean para ganar la lotería, en el casino o cualquier otro juego de azar, y no necesitan dictar clases, o tomar consultas personales o hacer tantas cosas para ganarse la vida?”. Y nuestro interlocutor se marcha entonces, satisfecho de sí mismo y de lo que cree ha sido un brillante acto de agudeza intelectual. Y no es más que —otra vez— la soberbia nacida de la ignorancia.

Porque, por un lado, no cualquiera obtiene fáciles resultados en los juegos de azar. Seguramente ustedes conocerán personas que sueñan con un número, prestan atención a la matrícula del primer automóvil con el que se cruzan por la mañana y obtienen de esos pálpitos jugosos dividendos, mientras que habemos otros —entre ellos, un servidor— que no ganamos jamás ni un mísero plato de plástico en una feria parroquial. La a veces excesiva “buena suerte” en los juegos de azar de algunos y la sempiterna “mufa” de otros tiene, ciertamente, una explicación astrológica.

Todas y cada una de las actividades humanas suelen estar mejor o peor

aspectadas en cada Carta Natal. De hecho, siempre decimos que los arianos son buenos exploradores, los taurinos buenos explotadores agropecuarios o los geminianos buenos periodistas. Lógicamente cada uno es libre de elegir la profesión que prefiera, pero esa analogía entre lo astrológico y la actividad redunda en facilidades o dificultades a la hora de implementarlas.

Pues bien, los juegos de azar también son una actividad humana. Y como todas,

susceptible de estar bien aspectada —o no— con lo astrológico. Así, habrá personas cuya configuración astral en el nacimiento las predispondrá para lo lúdico, y otras no, lo que explica la mayor o menor afinidad que con ese campo tenga tal o cual persona.

Pero hay otro aspecto quizás más importante aún. A todos les agrada contar con

dinero fácil, generalmente si es bien habido; nadie miraría para otro lado si las circunstancias de la vida le permiten tener a su alcance unos dinerillos extras. Pero lo que jamás debemos olvidar —pues siempre tendrá en uno u otro sentido alguna repercusión en nuestra vida— es que los juegos de azar son, por definición, la actividad más antiespiritual de todas, pues se trata de ganar más a cambio de nada. En este contexto, poco importa si es “legal”, ya que, desde el punto de vista espiritual, lo legal no es igual a lo moral. Y entonces, se generará una consecuencia kármica, de donde hay que deducir que si bien el ganador en lo lúdico se considera un agraciado, no necesariamente lo es en lo espiritual y aunque no le importe —especialmente mientras disfruta ese dinero así habido— lo cierto es que tarde o temprano repercutirá de alguna seguramente leve pero no inexistente forma, en su vida cotidiana. En lo personal he notado que la gente con más facilidad para los juegos de azar es la que más dificultades tiene para manejar adecuadamente lo espiritual y lo afectivo.

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Este año —es interesante la observación— por ejemplo, Libra, como podrán observar si hacen la lectura correspondiente, es quizás el signo con más connotaciones espirituales. Pero al mismo tiempo, es el signo con mejor predisposición para los juegos de azar. ¿Puede ser esto casualidad?. Yo estoy seguro que no. Creo que en realidad se trata de un desafío, de una prueba que la Vida, Dios o la Conciencia Cósmica —llámenle como prefieran— pone, por ejemplo, en el camino de los librianos y librianas para ver cómo actúan, cómo reaccionan. ¿Se encogerán de hombros ante lo espiritual y enfocarán el de las ganancias fáciles de dinero?. Si así hicieren, las consecuencias kármicas pueden llegar a ser terribles. ¿Comprenderán que las oportunidades lúdicas sólo tienen sentido de ser empleadas si sus resultados se subordinan a objetivos de orden superior?. Si optan —y sin hipocresías, claro— por este camino, entonces las bendiciones se derramarán sobre ellos.

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Gustavo Fernández


Cómo fue confeccionado este Anuario de Predicciones Todo este introito explicativo de lo astrológico podría llevar a mis lectores a la errónea sensación de que este anuario es uno más de los miles que, hechos exclusivamente por astrólogos, invaden librerías y puestos de venta de revistas todos los meses de diciembre. Y sin embargo, existe una marcada diferencia. Porque, como muchos saben, mi actividad principal es la Parapsicología. Por ende, desarrollé con éxito —y vengo aplicando desde mi primer Anuario, en 1998— un sistema que consiste, sí, en guiarme por referencias astrológicas, pero sólo como marco de otras dos técnicas en las que soy idóneo. Una de ellas, la Radiestesia —o empleo del péndulo— que, como explicara largamente en mi libro “El correcto uso del péndulo y la pirámide” (Ediciones Siete Llaves, Buenos Aires, 1998) puede usarse en consonancia tanto con preguntas como con plantillas astrológicas. El segundo, mis viejas y queridas cartas de Tarot Marsellés, de donde mis habituales consultantes conocen la eficiencia de trabajar sobre las mismas, especialmente en lo que ha determinación de períodos temporales se trata. Así, para cada signo efectuaba una “tirada piramidal” por mes, y los resultados los ajustaba luego con el penduleo radiestésico de las Tablas Astrológicas. Finalmente, y antes de acometer la lectura de estas Predicciones Astrológicas y Parapsicológicas 2004, una observación fundamental: distintas personas de un mismo signo acusarán seguramente diferencias eventuales en sus vidas. Siempre desde la lectura esotérica, ello se debe a que distintos son sus Ascendentes (hora de nacimiento), la posición de los diversos planetas en su Mapa Astral, la disposición de sus Casas Astrológicas (localización geográfica de nacimiento) y una constelación de factores. Por consiguiente, estas predicciones deben entenderse como una humilde generalización, invitando a mis lectores a tomar su consulta personal o encargar su Carta Natal o Revolución Solar con vistas a un análisis descriptivo más detallado de su vida inmediata.

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