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ISSN 1018-1563 Tercera Época / N° 37 Año de 1999 Costo: B/. 3.00 Director: Coordinación de Difusión Cultural Universidad Tecnológica de Panamá Enrique Jaramillo Levi Corresponsales Internacionales: Jaime García Saucedo (Colombia) Carmen Naranjo (Costa Rica) Carlos Meneses (España) Dante Liano (Italia) Fernando Burgos (Estados Unidos) José Roberto Cea (El Salvador) Martín Jamieson Villiers (Argentina) Portada: Acuarela de Roberto Fajardo Diseño Gráfico: Pablo Menacho Un esfuerzo editorial sin fines de lucro Una Coedición: Universidad Tecnológica de Panamá (U.T.P) Fundación Cultural Signos Diseñado y Construido por: Red Académica de Investigación y Desarrollo (PANNet) Fundado en Marzo de 1984 EDITORIAL HOMENAJE A JAIME SABINES Tres poemas / Jaime Sabines La imprecación que no cesa / Evodio Escalante La poesía es un destino (entrevista) / Ana Cruz MISCELÁNEA El amor a pesar de las máscaras / José Luis Najenson Antes del fin (Fragmentos) / Ernesto Sábato La casa muda (cuento) / Dimas Lidio Pitty Dos poemas / José Manuel Bayard Lerma La violencia como recurso monopolizador en la novela Un día en la vida, de Manilo Argueta / Ana Yolanda Contreras de Glenn Caracol y otros gérmenes / Armando Cruz Alquimia (cuento) / Raúl Leis Siete poemas breves / Elva Macías Para leer Bolívar Aparicio, nuevo cuentista panameño / Enrique Jaramillo Levi Dos cuentos breves / Álvaro Menén Desleal PREMIO CENTROAMERICANO DE LITERATURA < <ROGELIO SINÁN> > 1998 - 1999 Fallo del Jurado Datos generales del Premio Centroamericano de Literatura < <Rogelio Sinán> > 1998 - 1999 < <Poeta es lo único que pude haber sido en este mundo> >, entrevista a Miguel Huezo Mixco / Enrique Jaramillo Levi Cinco poemas del libro Comarcas / Miguel Huezo Mixco Poemas de Hugo Gutiérrez Vega / Tres poemas / José Franco Tres poemas / José Guillermo Ros-Zanet Poesía moderna de México / Hugo Gutiérrez Vega HOMENAJE A ADOLFO BIOY CASARES Datos Biográficos de Adolfo Bioy Casares El caso de los viejitos voladores / Adolfo Bioy Casares El lector como personaje/ José Javier Coz Hernández TALLER Dos poemas / Salvador Medina Barahona Máscara/ Roberto Henríquez Jr. Tres poemas / Katia Chiari PAPELES DE LA MAGA Felicitaciones de Maga por su número 35 / Rafael Pernett y Morales Presentación de la revista Maga N°. 36 / Nivia Herrera Guillén < <En Panamá prevalece la idea del escritor bohemio> >: Jaramillo Levi / César Güemes RESEÑAS Borges biografiado/Martín Jamieson Eros, Gaudio, Avenimiento o la experiencia de la lectura / Erasto Antonio Espino Barahona La escritura de la alegría (Sobre Ojitos de ángel, de Ramón Fonseca Mora) / Erasto Antonio Espino Barahona El gran libro de América judía / Horacio Peña Es cara musa: Poemas de Alfonso Kijadurías / Norma Pérez Matín

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Page 1: Fundado en Marzo de 1984 EDITORIAL HOMENAJE A ...Macías, mexicanos; y Alvaro Menén Desleal, salvadoreño). En el segmento dedicado a la tercera versión del Premio Centroamericano

ISSN 1018-1563 Tercera Época / N° 37

Año de 1999 Costo: B/. 3.00

Director: Coordinación de Difusión Cultural

Universidad Tecnológica de Panamá Enrique Jaramillo Levi

Corresponsales Internacionales:

Jaime García Saucedo (Colombia) Carmen Naranjo (Costa Rica) Carlos Meneses (España) Dante Liano (Italia) Fernando Burgos (Estados Unidos) José Roberto Cea (El Salvador) Martín Jamieson Villiers (Argentina)

Portada: Acuarela de Roberto Fajardo

Diseño Gráfico: Pablo Menacho

Un esfuerzo editorial sin fines de lucro Una Coedición:

Universidad Tecnológica

de Panamá (U.T.P)

Fundación Cultural Signos Diseñado y

Construido por:

Red Académica de Investigación y Desarrollo (PANNet)

Fundado en Marzo de 1984

EDITORIAL HOMENAJE A JAIME SABINES Tres poemas / Jaime Sabines La imprecación que no cesa / Evodio Escalante La poesía es un destino (entrevista) / Ana Cruz

MISCELÁNEA El amor a pesar de las máscaras / José Luis Najenson Antes del fin (Fragmentos) / Ernesto Sábato La casa muda (cuento) / Dimas Lidio Pitty Dos poemas / José Manuel Bayard Lerma La violencia como recurso monopolizador en la novela Un día en la vida, de Manilo

Argueta / Ana Yolanda Contreras de Glenn Caracol y otros gérmenes / Armando Cruz Alquimia (cuento) / Raúl Leis Siete poemas breves / Elva Macías Para leer Bolívar Aparicio, nuevo cuentista panameño / Enrique Jaramillo Levi Dos cuentos breves / Álvaro Menén Desleal

PREMIO CENTROAMERICANO DE LITERATURA < <ROGELIO SINÁN> > 1998 - 1999 Fallo del Jurado Datos generales del Premio Centroamericano de Literatura < <Rogelio Sinán> > 1998 -

1999 < <Poeta es lo único que pude haber sido en este mundo> >, entrevista a Miguel Huezo

Mixco / Enrique Jaramillo Levi Cinco poemas del libro Comarcas / Miguel Huezo Mixco Poemas de Hugo Gutiérrez Vega / Tres poemas / José Franco Tres poemas / José Guillermo Ros-Zanet Poesía moderna de México / Hugo Gutiérrez Vega

HOMENAJE A ADOLFO BIOY CASARES Datos Biográficos de Adolfo Bioy Casares El caso de los viejitos voladores / Adolfo Bioy Casares El lector como personaje/ José Javier Coz Hernández

TALLER Dos poemas / Salvador Medina Barahona Máscara/ Roberto Henríquez Jr. Tres poemas / Katia Chiari

PAPELES DE LA MAGA Felicitaciones de Maga por su número 35 / Rafael Pernett y Morales Presentación de la revista Maga N°. 36 / Nivia Herrera Guillén < <En Panamá prevalece la idea del escritor bohemio> >: Jaramillo Levi / César Güemes

RESEÑAS Borges biografiado/Martín Jamieson Eros, Gaudio, Avenimiento o la experiencia de la lectura / Erasto Antonio Espino Barahona La escritura de la alegría (Sobre Ojitos de ángel, de Ramón Fonseca Mora) / Erasto

Antonio Espino Barahona El gran libro de América judía / Horacio Peña Es cara musa: Poemas de Alfonso Kijadurías / Norma Pérez Matín

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Fundado en Marzo de 1984 EDITORIAL

Por más buena voluntad que se tenga, no siempre es posible cumplir puntualmente con las metas planteadas; incluso en los casos en que ya es tradición. Los proyectos y las actividades de divulgación cultural no escapan, tampoco, a los imprevistos. Así, lamentablemente, razones de fuerza mayor impidieron publicar a tiempo el número de MAGA correspondiente al periodo mayo-agosto del presente año. Este tipo de altibajos no le es extraño al difícil quehacer de una revista literaria que, una y otra vez, lucha por sobrevivir. En todo caso, lo importante es que hemos retomado el camino, y con nuevos bríos seguimos adelante ofreciendo una ecléctica mirada al panorama de las letras en Panamá y en otros ámbitos. Este es un número doble (37-38), rico en textos de una gran diversidad temática, estilística y generacional; en él recogemos buena parte del material previsto para los meses anteriores -MAGA aparece cada cuatro meses desde que su impresión se realiza en los talleres de la Universidad Tecnológica de Panamá -, además del que se recopiló para el último cuatrimestre de 1999. Obviamente, las páginas adicionales nos han obligado a ser incluso más rigurosos y selectivos que otras veces con el material que ya nos desbordaba. Si la creación literaria es auscultamiento e interpretación artística de la realidad, así como puede ser desahogo que a menudo conduce a la comprensión profunda -a esa revelación gradual o súbita que algunos denominan «epifanía» -, la difusión de sus mejores frutos es una grata obligación que desde 1984 nos hemos impuesto en las democráticas páginas de ella revista, mezcla de solidaridad gremial y de rigor crítico necesario. Este número doble es un nuevo esfuerzo editorial de la Universidad Tecnológica de Panamá y de la Fundación Cultural Signos por entregar a sus exigentes lectores una publicación que nunca desmerezca en calidad de contenidos ni en imagen. Esto, a sabiendas de que el modesto termómetro del quehacer literario panameño y latinoamericano que somos apenas mide una mínima porción del amplísimo panorama creativo existente. Desde nuestras secciones se rindo homenaje, mediante textos de y sobre su obra, a grandes escritores latinoamericanos recientemente fallecidos: Jaime Sabines (1926-1999), poeta mexicano de profunda raigambre popular; y Adoffo Bioy Casares (1914-1999), fino novelista y cuentista argentino. Hay una sección miscelánea que presenta poemas, cuentos y ensayos de autores nacionales destacados (Dimas Lidio Pitty, José Manuel Bayard Lerma, Raúl Leis y Enrique Jaramillo Levi); y extranjeros (José Luis Najenson, israelí; Emesto Sábato, argentino; Ana Yolanda Contreras de Glenn, latinoamericana radicada en los Estados Unidos; Armando Cruz y Elva Macías, mexicanos; y Alvaro Menén Desleal, salvadoreño). En el segmento dedicado a la tercera versión del Premio Centroamericano de Literatura «Rogelio Sinán» (1998-1999), el lector encontrará un selecto muestrario de poemas, tanto del ganador de este certamen, el salvadoreño Miguel Huezo Mixco, como de los tres jurados: Hugo Gutiérrez Vega (mexicano), José Franco y José Guillermo Ros Zanet (panameños), entre otros textos alusivos. También reaparece la sección «Reseñas», que esperamos sea permanente a fin de ofrecer ceñidos juicios críticos en tomo a libros de reciente aparición, ahora con los comentarios del panameño Erasto A. Espino B., del nicaragüense Horacio Peña y de la argentina Norma Pérez Martín. Y, por supuesto, no podía faltar el tradicional segmento «Taller» en el que siempre procuramos incluir textos breves que, sin ser perfectos, a nuestro juicio revelan indudables cualidades literarias en nuevos autores nacionales; en esta ocasión: poemas de Kaba Chiari y de Salvador Medina Barahona, y un cuento de Roberto Henriguez Jr. Esperamos entonces que, como otras veces, MAGA cumpla a cabalidad con las expectativas de nuestros asiduos lectores; y que esta propuesta, igual que no pocas veces ocurre con los buenos libros, abra un mágico camino en la conquista de nuevos catadores de la escritura artística que nuestras páginas ponen al alcance de ojos, cerebro y corazón.

E.J.L. Panamá, 15 de septiembre de 1999.

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Fundado en Marzo de 1984 HOMENAJE A JAIME SABINES

Jaime Sabines (1926-1999) Homenaje

Tres poemas Aprendí que el pueblo no tiene un hombre, sino muchos nombres, no tiene una cabeza sino muchas cabezas, el pueblo se llama Pedro López, Baldemar, José Luis, Guillermo, Carlos, Donato, Arturo, Toño, Eliseo, Lurias, Anita, Rosa, Pepito, Donaciano, Carmelita, Don Rafa, Manuel Ángel, Armando; se apellida Gutiérrez, Castellanos, Rojas, Esquinca, Ruíz, Estrada, Gómez, Rodríguez, Pastrana y es Ernesto Gonzáles, Valentín Palacios, Jaime Fernández, Juan Tamayo, Gente de carne y hueso, con su casa, con sus sueños, sus hijos, su trabajo, sus manos, su ternura, el pan que busca y el que está en su plato. El pueblo tiene dirección y nombre, cocina, oficio, corazón, zapatos. En Primera Poniente, se encuentra el pueblo, en la calle del cerro o en el patio. Se le conoce porque siempre tiene unas ganas enormes de dar algo. Lo importante de experimentar sería experimentar la muerte, cerrar todas las puertas e introducirse en lo obscuro y no regresar. Yo tengo la certeza de que podría en un momento detener mi corazón, morirme, casi he llegado a hacerlo pero antes de dar la orden definitiva, me salta el miedo y ¿quién va a indicarle latir de nuevo? Hay otro camino más activo y espléndido, ejercitarse en la pasividad, en la sensación total, romper de algún modo y salirse de la órbita normal del pensamiento humano. La muerte es una ide,a

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llegar a la anti-idea, ver en la obscuridad, respirar el vacío, hablar sin articular palabra, atravesar los muros normalmente, algo así. Descubrir que lo extraordinario, lo monstruosamente anormal es estar breve cosa que llamamos vida.

Dibujo de Roberto Fajardo

Tú eras mi otro licor del que solía beber mi corazón de día. Eras mi otro destino, mi otra suerte, aquella emparentada con mi muerte. Tu boca me servía para el agua, tus manos para tocar las cosas, en tus ojos sentía la luz que dan las rosas. Éramos sólo una locura, sólo un sueño, o como andar fatigándose en la una o ser humo en un leño. Nada nos era extraño de los dos, nos conocimos con todos los tentáculos del cuerpo, la saliva, la voz, la sangre, el alma. Éramos un rebaño de impurezas fecundas pastoradas por un Dios en calma. A la yerba asistimos, jugamos al arroyo, bautizamos al pájaro y al mirto, éramos la corteza y el cogollo del mismo alucinante sacrificio. Inventamos la flauta y enmudecimos en el tiempo encerrado en un carrizo, y tu cuerpo y el mío nos quedaron como un signo. Herederos del agua y de la tierra, del fuego tutelar, del aire antiguo, horneamos nuestro pan y en nuestras venas hicimos nuestros hijos. Los Universitarios, UNAM, 4ª época, 3 de septiembre de 1997. Poemas inéditos de Jaime sabines, leídos el 25 de octubre de 1996 en el programa Personajes y Escenarios, de Canal 22, México, D.F.

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Fundado en Marzo de 1984 HOMENAJE A JAIME SABINES

La imprecación que no cesa

Evodio Escalante Manrique, García Lorca, Miguel Hernández, Gorostiza ... todos los poetas asomados a las preguntas sin respuesta sobre la muerte, deben haber recibido a su compañero de temas, sinceridad absoluta y perfección formal en los umbrales del gran sueño de Dios. En este luminoso ensayo, Evodio Escalante sasoma a ese túnel para avivorar la luz que está al final.

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Desde su título, Algo sobre la muerte del mayor Sabines, el poema deja entrever el tipo de relación que se ha establecido entre él y su autor. Se trata de una relación extraña, que trasmina un aire de distancia, de extranjería. En lugar de los términos convencionales, "elegía', "treno", “cantata fúnebre”, el autor anota "algo". No estarnos ante un poema sino ante la grisura de "algo", una suerte de obiect trouvée que en realidad no pertenece a Jaime Sabines, aunque él haya merecido el hallazgo. Una realidad superior, una potencia acaso incomnensurable, le ha dictado estos versos. Ráfagas de inspiración que pueden ser desiguales entre sí y que a veces parecen atropellarse, pero unidas todas por el hilo del sufrimiento. Subyace a ellos un grito de dolor como no se había escuchado antes en la literatura mexicana. El desgarramiento es tal, que se convierte en una suerte de confrontación entre el autor del poema y el creador de todas las cosas, esa presencia invisible que algunos llaman Dios. Algo sobre la muerte del mayor Sabines es una imprecación de la que no se salva nadie, en primer lugar Dios, y que incluye por supuesto a sus devotos lectores, a quienes va dirigida la bofetada: “¡Maldito el que crea que esto es un poema!” Mi problema como lector y como crítico literario es que esta maldición me afecta por partida doble, y muy evangélico pongo la otra mejilla para recibir el sopapo. Leer y volver a leer este poema de Sabines es experimentar, como si acabara de surgir, un grito de dolor que es capaz de desarticularlo todo, que desborda literalmente las letras que lo circundan y que parece sumir al universo en el caos original, pero que la conciencia del lector reconstituye, no como grito desnudo sino como uno de los poemas extensos más poderosos que se han escrito en nuestro siglo. Algo sobre la muerte del mayor Sabines es un poema que se permite todos los excesos y que se sobrepone a ellos por la fuerza endemoniada de su rigor. Desde cierto punto de vista, se diría que el poema es una mescolanza de estilos, un carnaval de reminiscencias donde están la Biblia, por supuesto, con su gusto por los paralelismos, pero también José Gorostiza (uno de sus autores de cabecera), César Vallejo, el romancero tradicional español, Miguel Hernández... Secciones construidas en verso libre se mezclan con otras donde predomina el soneto. Aunque abre y cierra con secciones en versos de arte mayor, acaso siguiendo el ejemplo de Gorostiza, la parte media del poema retorna el modelo del romancero, desplegándose con una suerte de letanía en versos de arte menor. El aliento lírico, de factura impecable ("Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,/ por eso es que este hachazo nos sacude"), convive sin problemas con la maldición callejera, de proceder rasposo: “¡A la chingada las lágrimas!, dije, /y me puse a llorar/ como se ponen a parir.” Así como Gorostiza organiza en Muerte sin fin una suerte de confabulación cósmica por la cual animales, plantas, piedras, en fin, todos los elementos de la tierra involucionan hacia su forma primigenia, en una suerte de viaje desaforado hacia Dios, que es también un viaje hacia la Nada, Sabines asocia la muerte de su padre con una conjura que involucro al mar, a la tierra, a algunas rocas, a la sal, a los huesos, a la lluvia y, por supuesto, a Dios, que ríe de modo incomprensible ante la tragedia que él mismo ha provocado, como si se tratara de un viejo desmemoriado que no sabe que está acabando con uno de sus hijos.

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Esta carcajada de un Dios amnésico y ciego, que no sabe lo que hace y que si lo sabe, se regocija, es lo que provoca la rabia del autor del poema. Nunca se había insultado tanto y tan amorosamente a Dios en un texto literario como lo hace Sabines. Lo llama “manco de cien manos”, “viejo sordo, sin hijos”, lo nombra “ciego de tantos ojos”. El remolino de la muerte viene de los huesos, del hígado, del llanto, pero también viene "de Dios riendo". ¿No es esto el colino del sarcasmo? En lugar de padecer por la muerte de sus hijos, se diría que el creador se alegra como un bufón de mala entraña, al que le gustara jugar con ellos, y a sus expensas, una broma siniestra. No, Dios no ha muerto, podría contestar Sabines a los filósofos del nihilismo: se ríe soberanamente de nosotros desde su escondite celeste. De aquí el coraje y la rebelión del poeta. No quiere escribir un poema. No quiere contribuir con una sola silaba al trabajo de Dios. Se avergüenza hasta los pelos – dice - por tratar de escribir estas cosas. Por cebarse en la muerte de su padre como un pájaro carroñero. Se resiste a ser el "padrote de la muerte", el "alcahuete", "el pinche de Dios", el colaborador de su sucio trabajo. Y, sin embargo, no puede dejar de involucrarse. De contribuir con sus lágrimas al portentoso parto de la muerte. Por eso asegura al padre que acaba de enterrar: “Voy a volverme un llanto subterráneo/ para echarte mis ojos en tu pecho.” Ese muerto, desde su catafalco, habrá de "crecer igual que un feto". Ya desde ahora el autor, es decir, el hijo, colabora con este crecimiento hipotético. Va a echarle sus ojos de hijo en el pecho, para que el feto crezca, y acaso para que se vea crecer a sí mismo, en su sepultura. ¿Esta imagen de un "río subterráneo" formado por una hilera de ojos que desembocan en el pecho del padre, es una imagen surrealista? Puede ser, y la verdad no importa. El texto acepta todas las rnixturas. En este poema hay, además de rabia, una desoladora impotencia y hasta una inusitada reversión de los papeles. En un momento dado, uno siente que el que se muere no es el padre del poeta, sino el poeta mismo, dispuesto a canjear su muerte por la vida del padre. Así, los contrarios se funden, parecen desvanecerse las fronteras entre las polaridades enemigas. Por un lado, una urgencia vital hace decir al poeta, como invocando una posible resurrección antes de tiempo: “Saca tu cuerpo viejo, viejo mío, / saca tu cuerpo de la muerte”, mientras que, por el otro, confiesa impotente: Estoy llamando, tirándote la puerta. Parece que yo soy el que me muero ¡padre mío, despierta! En la desesperación, hasta los tiempos versales parecen tropezarse. El poeta tiene que corregirse de inmediato: "Te has muerto cuando menos falta hacías,/ cuando más falta me haces, padre, abuelo..." ¿Qué es lo que separa al padre y al hijo? Todo y nada. Vuelve otra vez la imagen intangible de Dios, quien ahora adquiere una configuración pétrea, fría, inconmovible. La imagen deshumanizada de una pared: "Una pared caída nos separa, / sólo el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo.” La muerte había sido primen "una espada escapada de la boca de Dios". Termina siendo una pared caída. Gorostiza parece a todas luces más lírico (y más amoroso) cuando habla de Dios como un ser inconmensurable que juega acaso a las escondidas con sus criaturas y que nunca deja que nadie vea su rostro, aunque es posible mirarlo, sin verlo a Él, en todo aquello que anda escondido a sus espaldas: el tintero, la silla, el calendario. El Dios de Gorostiza puede ser incluso un personaje tímido, que no se deja ver, que regatea su presencia, pero a quien sin embargo conocemos, como se lee en Muerte sin fin, en la forma de una transparencia acumulada, de “un coagulado azul de lontananza”, oculto quizás al ojo pero fresco al tacto, el cual de alguna manera puede percibirlo. Los recursos teofánticos de Sabines son en este punto declaradamente brutales. Mientras que Gorostiza puede hablar de “un circundante amor de la criatura”, dando a entender que Dios abraza con su amor a quienes no son sino sus hechuras, Jaime Sabines sólo alcanza a hablar del “manco de cien manos”, y del “ciego de tantos ojos”, o sea, de un Dios deslumbrado de claridad hasta la ceguera, que termina convirtiéndose -lo cual es todavía peor- en una inhóspita pared interpuesta de modo irrevocable entre dos cuerpos. De nada vale golpear “las paredes de Dios”: nadie habrá de responder al llamado. Se impone una tremenda desolación, de la que al parecer no puede escaparse nadie, pues no hay nadie aquí para contestar, para aportar el bálsamo de una mirada. Se diría que los últimos versos de Algo sobre la muerte del mayor Sabines son declaradamente pesimistas: Pasó el-viento. Quedaron de la casa el pozo abierto y la raíz en ruinas. Y es en vano llorar. Y si golpeas las paredes de Dios, y si te arrancas el pelo o la camisa, nadie te oye jamás, nadie te mira. No vuelve nadie, nada. No retorna el polvo de oro de la vida.

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Estos versos traducen, a su modo, una desolación parecida a la de Job, y no sería difícil establecer de modo más fino las analogías entre el texto bíblico y el de Sabines, pero le agregan, como sin querer, un rizo positivo. Con pesadumbre se sabe que no retorna el polvo de oro de la vida, así es, pero la vida fue ese polvo. Y es un polvo glorioso. El más desgarrado de los gritos sólo se grita desde la vida - y como un acto de vida, habría que agregar. Las maldiciones que Sabines reparte a diestra y siniestra en su gran poema, adquieren otra dimensión cuando se piensa que del tono imprecatorio el autor pasa sin solución de continuidad, a la esperanza escatológica. Todo reproche cesa cuando el hijo se refiere a su padre muerto en una sola frase de avasalladora ternura: cuando lo llama “larva de Dios, semilla de esperanza”. En este momento - que es el momento de la promesa - el poema restituye el horizonte de un tiempo cíclico que con tanto énfasis había tratado de negar. No puedo apartar de mí, en este momento en que concluyo, la imagen juguetona de un Ave Fénix que resurge de sus cenizas y emprende otra vez el vuelo.

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Fundado en Marzo de 1984 HOMENAJE A JAIME SABINES

Entrevista a Jaime Sabines

La poesía es un destino Ana Cruz

Una de las últimas entrevistas hechas "de cuerpo presente " al gran poeta chiapaneco fue la que realizó Ana Cruz en el programa Personajes y Escenarios para Canal 22, de México. La primera transmisión fue hecha el 25 de octubre de 1996; en ella, Sabines leyó dos poemas inéditos. El tono nostálgico, la visión cansina y la añoranza de algo perdido sin saber definir bien qué - tal vez, la vida - cierran el círculo que va de Horal, su primer poemario Poemas rescatados, el último, el que no alcanzó a reunir porque siempre falta tiempo, aunque en algunos, como en Sabines, sobre vida. De cuerpo presente el poeta es un hombre cálido y amoroso. Sonríe fiel y deja de sonreír pronto. Camina con dificultad. Se apoya en las muletas que tanto odia y que tanto necesita. Desde un principio es cordial, aunque nos reprocha la insistencia de venir a visitarlo. Sólo alcanzo a darle las gracias, esperando que perciba nuestra grata emoción por estar ahí. Sensible, nos abre su intimidad sin regateos. Pasamos a la sala donde le gusta sentarse a leer. Jaime muerde la boquilla que sustituye al cigarro. Extraña el sabor, el olor y el humo del tabaco. Me quedo mirándolo y simplemente dice: “El médico me tiene prohibido fumar, pero hay vicios que son terribles.” Después de unos minutos continúa: “estoy listo, puede preguntar lo que quiera”, me dice, con gesto de aprobación y mirándome a los ojos. JAIME SABINES: ¿Va a empezar con las preguntas fáciles o con las difíciles? ANA CRUZ: ¿Cuáles prefiere usted, don Jaime? - Me da igual. -Entonces, ¿qué le parece si comenzamos con una de las fáciles?, ¿qué significa la poesía para usted? Me mira de reojo y responde siguiendo la broma. -¿Ésa se le hace de las fáciles ... ? Pues es muy difícil, porque es una pregunta a la que puedo responder de muchas maneras. No hay una sola respuesta para cierto tipo de preguntas. Le puedo dar todas las respuestas del mundo, pero le daré la que me parece más verdadera en mi caso: la poesía es un ejercicio necesario, absolutamente necesario; inevitable, diría yo. En alguna ocasión dije que era como un destino. Más que una vocación, la poesía es un destino. En ella se encuentra un cincuenta o sesenta por ciento de oficio, de rigor, de disciplina. Lo demás es lo que antiguamente se llamaba inspiración, aunque actualmente ya no es una palabra muy aceptada. Hay quienes prefieren hablar del subconsciente o cualquier otro término de la psicología moderna. Pero se refiere a lo mismo, es la facilidad con la que al poeta se le dan los poemas, como algo natural. -¿Al poeta se le dan los poemas por inspiración? ¿Considera que es un privilegiado que goza de más momentos de inspiración que el resto de los creadores? -No, yo no diría que los poetas tienen más momentos de inspiración, pero sí que tienen más sensibilidad para percibir las cosas que los rodean. Un poeta es una gente “descarnada”, es decir, una persona que va por el mundo sin piel, con la carne viva. Por lo tanto, las cosas que suceden le afectan más que a otros. No tiene nada que lo cubra, que lo proteja, y entonces, como respuesta a la vida, se le da la poesía. Nacido en Tuxda Gutiérrez, Chiapas, en 1926, Jaime Sabines rebasa ya las cinco décadas como poeta. Su vida de escritor se inicia muy joven; sin embargo, no es hasta que su poesía madura cuando se decide a publicar, por ello se desconocen muchos de sus versos de adolescencia y juventud. Su primer poemario, Horal, sale a la luz en 1950, seguido por La Señal, que se publica en 1951 y Adán y Eva, editado en 1952. Producto de un escribir infatigable, imperioso, obsesivo, Sabines

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considera que "la poesía ocurre como un accidente, un atropello, un enamoramiento, un crimen... " -Don Jaime, háblenos de sus primeros años de poeta, de esos tiempos en los que usted se da cuenta de que posee el don de la poesía. ¿Cuándo descubre realmente eso que llama "su destino"? -Bueno, eso que yo llamo mi destino lo descubrí ya tarde. No fue en los años de juventud, ni en la adolescencia, tenía como 45 ó 50 años. En las primeras experiencias uno juega con la poesía como con cualquier otro entretenimiento. En mi caso, llego a la poesía porque en mi casa me enseñaron a redactar, muchas veces lo he dicho, recitaba todos los poemas del Declamador sin maestro, me los sabía de memoria y era un acto social, un acto de comunicación, pero más que nada social. -¿Cuándo empieza a tomar en serio la poesía y por qué? -En realidad empecé a tomarla en serio cuando me vine, a estudiar medicina a la ciudad de México en 1945. Aquí, desgraciadamente, la soledad de esta gran urbe resultó para mí un ambiente bastante cruel. Yo cm un muchacho de provincia al que le asustaba la ciudad; entonces, como una forma de huir de mis miedos, me echaba encima de las libretas a escribir todas las noches, desaforadamente, compasivamente. -¿Dónde quedaron esos escritos? ¿Alguna vez pensó en publicarlos? -Si le contara... Sabines se acomoda en la silla, pasa la mano por la nuca todavía adornada con abuindante cabellera, vuelve a sonreír con la boquilla en la boca. Recuerda aquellos años de su vida con cierta nostalgia, su voz suena serena. Nos habla de una época en la que lo la soledad y el descubrimiento. -En aquella época sólo escribía como desaforado, no analizaba mi obra ni se me ocurría que podía publicar algo de lo que escribía. Años después, concluí que nada de aquello valía la pena para la poesía y rompí todo lo que había escrito. No fueron años perdidos, sin embargo: fue entonces cuando me hice realmente poeta, sin escribir un buen poema. -¿No se arrepiente de haber roto aquellos poemas? -Cuando lo hice estaba convencido de que no valían la pena. Fue después de haberlos destruido cuando pude empezar a escribir cosas mejores. En 1949, cuando entré a la Facultad de Filosofía y Letras, después de dejar la carrera de Medicina en la que estuve inscrito por tres años, comencé a leer a los grandes poetas del mundo hispano y, gracias a su lectura, siento que mis poemas suenan ya diferente. Aunque le advierto que en esa época recibí muchas influencias, sobre todo influencias formales que me impulsaban a escribir parecido. Escribí a la manera de Neruda durante seis meses, a la manera de García Lorca otros seis meses, de Juan Ramón Jiménez otra temporada y así imité a todos los grandes poetas del 27, sin pretender conscientemente escribir como ellos. Sobre todo, Pablo Neruda me influyó mucho. -¿Se daba cuenta de las influencias que se apoderaban de su escritura o no las percibía? -¡Claro que me daba cuenta de que esos poemas no eran míos! Son obras de García Lorca o son obras de Neruda, me decía a mí mismo. Pero poco a poco empecé a escribir cosas diferentes... fui notando que ya era una voz propia que se iba abriendo paso entre tantas influencias. -Las influencias son necesarias e inevitables, a veces hasta deseables pero ¿cómo logra usted liberarse de ellas y ser usted mismo? ¿Se es más libre cuando se han sacudido las influencias? -La libertad se adquiere, paradójicamente, con el mayor rigor y la mayor disciplina. Así es la creación poética. Alguna vez dije que era un ejercicio impúdico, en el que el hombre se tiene que desnudar para escribir. El poeta tiene que darse totalmente en cuerpo y alma. Entonces hay que dejar muchísimo para escribir. No es cuestión de que le dicten a usted todos los poemas. Hay que tener el oído bien despierto, alerta los ojos y toda la piel al descubierto, y escribiendo aprender a escribir, como el nadador que quiere llegar a nadar bien y tiene que meterse al agua todos los días; ése es el hecho de escribir, el ejercicio de escribir, la disciplina de escribir. Sólo a través de muchos años se van obteniendo resultados, únicamente cuando se ha hecho una buena siembra se van cosechando productos consistentes. Vuelvo a fijar mi mirada en sus ojos y por unos instantes no decimos nada; Jaime corresponde con la vista al silencio y murmura: Uno apenas es una cosa cierta que se deja vivir, morir apenas

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y olvida cada instante, de tal modo que cada instante, nuevo, lo sorprenda. -Maestro, háblenos de Horal, su primer libro de poemas. ¿Cómo es que surge y cómo publica por primera vez? -Bueno, Horal es mi primer libro, lo escribí en 1949. Fue cuando le digo que sentí que ya tenía una voz propia, porque ya había escrito cientos de páginas que se fueron a la basura, pues afortunadamente siempre tuve un sentido bastante crítico y muy exigente. Cuando empecé a escribir Horal me di cuenta que por ahí podía venir mi primer libro; ya tenía 23 años y fui muy afortunado en publicarlo en 1950. Originalmente había reunido en ese libro 62 poemas, pero recuerdo que cuando ya se aproximaba la fecha de entrega del manuscrito al gobierno del Estado de Chiapas -porque fue editado por el gobierno de mi tierra-, unos días antes de irme a Tuxtla, lo dejé en 32 poemas. Más tarde, cuando ya estaba en la imprenta lo moché y lo dejé en 18 poemas y así apareció publicado. Pero antes de Horal ya había colaborado en alguien revistas en la Universidad Nacional, aquí en la Ciudad de México y también en Chiapas, así que decidí guardar más de 40 poemas para otra ocasión. -La soledad está muy presente en sus poemas. En los amorosos, por ejemplo, escribe usted... “son los insaciables, los que siempre -¡qué bueno!- han de estar solos”, pero también nos dice en alguno de sus versos que la poesía es un intento de acabar con la soledad. ¿La poesía siempre se queda en el intento? ¿Nunca logra vencer a la soledad? -El hecho de escribir es ya el hecho de romper esa soledad; ese instante en que usted escribe es un instante de comunión con las personas y con la vida. Hasta con los muebles y las cosas. Escribir es el verdadero sentido de la vida. En lo personal, para los poetas es una especie de catarsis. Recuerdo que cuando la muerte de mi padre, escribí todos esos poemas, noche tras noche a medida que iba transcurriendo la enfermedad y, más tarde, cuando su muerte, el entierro, el luto. Después de escribir en 1961 Algo sobre la Muerte del Mayor Sabines, guardé silencio durante tres años, porque ya estaba harto de hablar de la muerte, pero no podía quitármela de la cabeza. Al fin, el tema de la muerte me vence de nuevo y me doy cuenta de que no podía salir de aquello mientras no lo enfrentara decididamente. Así, resolví escribir la segunda parte del poema de El Mayor Sabines en 1964, más o menos. Escribir me ayudó a salir de mi soledad. Muchas veces, cuando uno se está muriendo o se muere un ser querido, escribir es todo lo que importa. Hijo del Mayor Julio Sabines y de doña Luz Gutiérrez, el poeta hereda, de su padre, la tradición libanesa y la férrea disciplina, y de su madre, el orgullo y la generosidad. Sus días de infancia transcurren en Tuxtla como los de cualquier otro niño, pero su habilidad para recitar lo convierte en el orador oficial de la escuela. En la poesía, Jaime encuentra la posibilidad de comunicarse, de expresar públicamente sentimientos, anhelos, tristezas y amarguras, la experiencia de vivir y morir. -En ese sentido, ¿la poesía es liberadora? ¿Nos ayuda a aceptar a la muerte? -En ese sentido y en muchos otros la poesía es liberadora, sobre todo de las tensiones humanas. Creo que uno es como una caldera que está ardiendo y que va aumentando la presión cotidianamente, hasta que explota o hasta que se le abren las válvulas. La poesía es una de las válvulas que tenemos para liberar la caldera de la presión que vivimos, tanto de la alegría como del dolor. -Hablemos de Tarumba, que es realmente muy distinto a Horal; es un canto a la vida y un poemario que ha sido inspiración para muchos otros artistas y pensadores. -Es un canto a la supervivencia más que a la vida. Tarumba fue escrito en las condiciones más adversas para un poeta.

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Fue cuando me acababa de casar y tenía que vivir de algo, sacar adelante a mi esposa, porque albergaba la idea de tener hijos y de darles lo necesario. Pero cuando me preguntaba: ¿con qué vamos a comer? o ¿con qué voy a mantener a mi familia?, la poesía no me resolvía el problema. Entonces, mi hermano Juan, que tenía una tienda de ropa, me dijo: “ahí está la tienda, si quieres quédate con ella”, porque él se venía a la Ciudad de México a ser diputado federal. A Juan le gustó siempre la política. Esto fue a fines de 1952. Yo me quedé a trabajar la tienda de ropa en Tuxtla. “¿Cuánto voy a ganar?”, le pregunté a mi hermano Juan. “Tú ponte el sueldo”, me contestó. “Entonces voy a ganar mil pesos mensuales”, le dije yo. Pero al año y medio ya no aguantaba con los mil pesos y le volví a decir: “me voy a aumentar el sueldo”. “Pues auméntatelo”, me contestó, pero ése es otro aspecto. El dinero nunca me ha importado. El caso es que, de pronto, estaba yo en una tienda de ropa, viviendo del oficio más antipático del mundo: el comercio. ¿Qué hace uno después de estar vendiendo mantas, camisas y suéteres? ¿Qué hace uno? -Sin embargo, es una época muy fructífera para su poesía. ¿Escribía de día en la tienda o en las noches después de cumplir con su trabajo? -En la tienda me pasaron cosas tremendas. De pronto me di cuenta de que ya llevaba como seis meses trabajando de comerciante y que no había escrito ni media palabra. Y me dije: voy a hacer poesía de sombra, como los boxeadores; voy a escribir un soneto diario para aflojar la mano nada más, sin ninguna otra pretensión. Me eché un soneto diario durante treinta días, claro que después los leí y los rompí todos. Era como hacer poesía de sombra, lograr que la mano estuviera acostumbrada a escribir. No sé cómo, pero de algún modo me sirvió, porque al mes y medio empecé a escribir Tarumba. -¿Se angustiaba al ver pasar los días sin escribir? ¿Se angustia actualmente cuando no escribe? ¿Sigue haciendo poesía de sombra? -Antes sí me angustiaba mucho, ahora ya no. Me he acostumbrado a que tengo periodos de sequía enormes, muy justificados por tantas operaciones quirúrgicas, tanta cama, tanto médico y tanto dolor. Habitualmente, mis libros han salido cada tres o cuatro años, con excepción de los tres primeros, que se publicaron año tras año: Horal, La señal y Adán y Eva fueron escritos con un año de diferencia. Pero pasaron cinco años para escribir Tarumba, y después me tomó cuatro o cinco años para escribir el Diario Semanario, y así ocurrió con los libros sucesivos. Siento que hay tiempo de sembrar y tiempo de cosechar. Bien dice la Biblia que existe tiempo de frío, tiempo de calor, tiempo de vivir, tiempo de morir, Y lo mismo es en la poesía. Hay tiempo de sequía y tiempo de lluvia. -¿Cómo es su relación con el lenguaje, con las palabras? ¿Usted las busca, las persigue o ellas llegan? -¡Ellas llegan! -nos dice Sabines disfrutando su respuesta. - ¡Muchas veces ellas llegan aunque no las llame, pero me doy cuenta al momento de escribir! Escribo casi como va a quedar el poema definitivo y siempre corrijo en el momento de escribir, el de la corrección es un acto simultáneo al de la escritura. Tengo muy pocas correcciones. El otro día me vino a visitar Carlos Monsiváis y le enseñé mis libretas de hace veinticinco o treinta años. Se quedó pasmado y me dijo: “¡Si no corriges! ¡Escribes a la primera!” Y es verdad, en general si usted observa esas libretas no se ven tachaduras ni enmendaduras, arreglos o aumentos. Por lo general la corrección es mínima, es decir, en una línea hay una palabra que sobra y la quito. En el poema puede haber líneas que sobran también, pero ésas, muchas veces en el mismo momento de escribir, las voy corrigiendo. Esta es una receta que no le recomiendo a nadie, es sólo mi manera de hacer poesía. Algún día de estos voy a publicar un libro que se va a llamar Poemas rescatados, porque a muchos poemas que escribí tiempo atrás no les hice caso, no los metí en ningún libro ni nada. Ahora que los vuelvo a leer, después de treinta años, hay muchos que valen la pena de ser rescatados. -¿Qué tantos poemas podrían ser rescatados para publicarse? -Me alcanzan para todo un libro, como ésta tengo muchas libretas. Mire, aquí estoy viendo esto que no había vuelto a mirar desde hace años, es una metáfora bastante buena, escuche: Me olvido de ti a cada rato, [¿qué más quieres? Lo único que me salva de ti [eres tú misma. Ríe, mientas continúa rescatando poemas. Se mete en sus libretas y se olvida de nosotros. Lee en voz alta en un acto íntimo,

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para sí mismo. La poesía de Sabines se nutre de la calle, del hombre común y la mujer de la palabra del viejo, del niño, de la abuela, del padre. Recoge la lengua de las ciudades y las expresiones del campo. Cree en el sentimiento humano sin fronteras, en la vida que, corre como poderoso río en el poeta que es testigo del hombre. Puerto seguro para los que aman, su poesía se adueña del “corazón del hombre que sueña y anda solo en la tierra”.

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DOS POEMAS

José Manuel Bayard Lerma "Los que acampan cada día más lejos del lugar de su nacimiento, los que arrastran su barca cada día hacia otra orilla, conocen cada día mejor el curso de las cosas ilegibles; y remontando los ríos hacia su frente, entre las verdes apariencias, son alcanzados de pronto por ese resplandor severo donde toda lengua pierde su poder." Saint John Perse. Vasto reino del sueño I. INDICIOS Hay días que corren fragmentados bajo pieles enfermas de penumbras y no bastan los refugios que albergan ciertas cosas para encontrar la inexistente arcadia Qué sólo se amanece drenado hasta el cascajo arrasados los ojos por relieves que no existen Con qué lágrimas puedo pedir perdón a las luciérnagas si apenas amanezco por noches que nunca se oscurecen Oh sequedad que cubres las planicies del reino en qué paisajes he dejado el alma II. Obstinado voy hacia la caza de andrómedas fugaces apenas sostenido por un hilo de sueños y miro alrededor imanes que siempre tienen hambre estuarios momentáneos donde andan cometas para siempre Y mi pequeño cuerpo ante la desmesura pastorea lejanos pensamientos que se escapan hacia el fondo, no sé si del olvido o hacia un estanque violento de mil soles Me estoy volviendo loco por las noches escapan de mis poros bengalas de sangre se acercan las tundras a mi cama y golpean las ventanas con rotundas ventiscas que estimulan la fiebre y los delirios En donde estoy rota la gravedad al mismo tiempo

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del tiempo a la deriva tratando de alcanzar islas de brumas escancio el tiempo en breve copa la muerte en mí nada consume se acerca en medio de sus ventiscales a ciertos lugares conocidos para que mis hermanos por su centro bailen sin más indumentarias que unos cocos dispuestos como cielos abiertos. III. Qué razones pregunto me atan a su extenso reinado terca voluntad me aferra a su presencia omnímoda No sé si Ahab la espera o la persigue como alguien tocado por un breve relámpago abisinio Alguien en una esquina llora alguien sobre inquieto felino escudriña en la matriz del agua la ruta de la furia alguien que bajo el vientre lleva arrasados relieves que nadie reconoce Alguien despliega en torno de sí mismo simientes giratorias Y al despertar olvida que vivió en sus sueños la batalla porque despierta sacudido de una guerra que libró en la noche y se levanta en dirección al día jamás tocado por palabra alguna Alguien en una esquina en estos momentos ignora que gira alrededor de un laberinto del breve dormitorio sale andrómeda a la calle el día inicia el ascenso hacia vectores de insólito estallido. IV. Sólo sobre la rosa nace un trébol de caminos y crece accesible a mis sentidos Quién ha escanciado del color y de la forma terribles armonías que operan mayúsculas fronteras cuando alguien dormido se desvela porque sueña con ella sin saber su nombre La toca el veredicto del invierno cuando apenas despierta el apetito de los besos y flagrante escapa de las manos de la boca que sólo la menciona del oído que jamás la escucha del paladar que no sabe el sabor de sus rocíos.

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Dibujo de Roberto Fajardo Quién la trepa mejor sino la espina quién le ofrece a su color sentido sino la sangre. Quién la aprecia mejor sino la herida que para siempre queda con inocente dolor trenzado por la espina. V. LA PÉRDIDA DEL REINO ... La utopía es un pasado feliz que ya jamás se recupera N. Rockfeller. Qué haré con este cuerpo mientras le dicto lágrimas al tiempo y me conformo a sus sueños de temporadas nuevas y otras voces He ganado la cima de un insomne tigre de almenara a su tierna lascivia me remito goloso de delirios para pelearle al tiempo sus edades habito las señales de un discurso feliz que nunca ha transgredido el siglo diecinueve me mata el optimismo de su falso entusiasmo Mujer de medio día Espejo de la danza móvil transparencia de la tierra a la nube transferido a un copo de murmullos por la densa exhalación de la mirada Su vuelo es la escritura astro que define al Universo que ensimismado viaja por su tiempo en infinita soledad Y Dios hizo la luz del sueño para darte prisionera al mundo y que crecieras como alada cauda en la sed que por tu sangre viaja Serás relieve incierto dunas o tundras de un desierto sin nombre una patria de pobres sobre el limo o una moneda que cae del infinito

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Caracol y otros gérmenes

Armando Ortíz Enrique Jaramillo Levi, Caracol y otros cuentos, Editorial Alfaguara, México, 1998. Desde que en 1973 Enrique Jaramillo Levi (Colón, Panamá, 1944), publicara su volumen de cuentos Duplicaciones, ha logrado lo que pocos escritores centroamericanos: destacar con un estilo propio. Sin embargo, no ha sido el suyo un estilo que se haya estancado en reiteraciones obsesivas o redundancias efectistas; la literatura de Jaramillo Levi ha ido evolucionando a medida que su oficio de escritor se intensifica. Desde la publicación de ese extraordinario cuento fantástico titulado Germinación (1973), hasta la publicación de Caracol (1998), se advierte esa honda preocupación del autor por encontrar nuevas diversidades estéticas y argumentases. Caracol y otros cuentos es un ejemplo de esta diversidad. Publicado en el año de 1998, incluye además, a decir de su contraportada, " los mejores relatos de Fisuras (1993-1995) y Tocar fondo (1993-1995), las dos antologías más recientes que hacen de Jaramillo Levi uno de los puntales del género corto..." En este libro, el autor sigue participando de esa densidad que es una constante en su obra, densidad que hace de la exploración de su escritura una experiencia no gratuita pero sí satisfactoria. Asimismo, el autor insiste en esas evocaciones eróticas que se mantienen ya como parte de su lenguaje, evocaciones sugerentes que van desde el más descarado erotismo -como se advierte en Regreso, un cuento posmoderno que bien pudiera haber sucedido en Panamá o en Miami-, hasta las eróticas fantasías incestuosas que se describen en El inédito y en Tocar fondo, que ya se vislumbraban en Germinación (el hecho de que un hermano convertido en planta acaricie los senos y le penetre el tronco transformado por la boca a la hermana, es una imagen harto erótica lo mismo que incestuoso). En este campo el autor avanza donde otros no se atreven, sin titubear, seguro del ten-eno que está pisando, sin caer en lo grotesco.

Dibujo de Roberto Fajardo

Cierto que la unidad de este volumen de cuentos no se debe a los temas, sino al lenguaje; cuando Jaramillo Levi se decide a narrar, es un deleite leer la descripción de esas sensaciones internas, como la que se encuentra en Fisuras, la historia magnificada de una venganza: "La comprensión, fulminante como larga había sido la amnesia, es otra dócil vertiente del pánico, nueva trampa urdida con toda la saña del mundo por la soledad, su más antigua compañera." Pero es en este aspecto donde el autor corre el mayor de sus riesgos. Inoportunamente, siente que debe seguir describiendo, que la atmósfera debe hasta asfixiar al lector; él mismo (si acaso lo escrito en verdad debe atribuírsela al autor y no sólo al personaje que lo narra), en uno de los cuentos de este volumen: "Ojalá pudiera yo escribir así, con... Economía de lenguaje, dicen los críticos." La figura del padre también se encuentra presente en este libro, sobre todo en La ilusión, cuento de estupenda hechura, que narra la historia de la narración que estamos leyendo, proponiendo un juego circular en el que el lector forma parte de la estructura del cuento; pero es en El inédito donde Jaramillo Levi hace una apología de la figura del padre, lo mismo que del escritor; apela a nuestro sentimentalismo sin artificios ramplones, se apega a la historia y, sin excusas, narra, simplemente

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narra. La última ola es el testimonio íntimo del autor ante la terrible batalla que tiene que sostener frente a la página en blanco, página hostil que nos reta y en ocasiones nos vence. La última ola es el más posmodemo de los cuentos aquí elaborados. La historia se da en diversas voces: a veces hay un narrador omnisciente, a veces el que narra es una primera persona, pero, omnisciente o primera persona, el autor se reconoce en su tribulación de escritor, de creador, de hombre, y por eso se da licencia para escribir lo siguiente: "En la vida como en la literatura, seguir vivos sin dejar de ser auténticos, es el más grande desafío." El último de los cuentos de este libro es acaso el más significativo de la colección. El vendedor de libros es un cuento en donde el autor real hace una intromisión a la ficción; ya en La ilusión se ve este aspecto de la narración, pero es en El vendedor de libros donde más se evidencia este hecho, donde sentimos una narración doble, gemela, paralela. Es la historia de un hombre, vendedor de libros, que después de muchas vicisitudes que nos comparte, decide escribir un libro de cuentos titulado El vendedor de libros. El lector, a decir de mi propia experiencia, está de acuerdo en que, después de tantos problemas, finalmente le vaya bien al pobre vendedor. Sufrimos una experiencia empática que nos permite condolernos y al mismo tiempo alegramos de la suerte del pobre hombre pero, al final, el autor, el verdadero autor del libro, Enrique Jaramillo Levi, nos saca de este trance y nos coloca a cada uno en su lugar, explicando en las últimas páginas del cuento, a manera de epílogo, que la historia es un cuento dentro de otro que él mismo nos narra. Sin embargo, Jaramillo Levi nos recupera cuando establece que en todo libro debe germinar la esperanza. Es esta última frase la que resume el esfuerzo del autor, un autor que no permanece estéril sino que germina, que florece, que fructifica.

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Para leer a Bolívar Aparicio, nuevo cuentista panameño

Enrique Jaramillo Levi

I Escribir es plasmar en secuencias de palabras significativas, diversas versiones de la realidad. El absurdo, el sinsentido, incluso lo grotesco cotidiano, forman parte de la vida y a menudo tratocan sus manifestaciones creando fisuras por donde se escapan o en donde se estancan libre albedrío y felicidad. En todo caso, escribir cuentos es comprometerse a fondo con una historia y unos personajes y una manera particular de narrar, sin sacrificar la brevedad anecdótica, la consición lingüística ni un cierto sentido necesario del misterio cuyos pliegues hay que develar. Un buen cuento engancha al lector desde las primeras frases; lo va metiendo en el fluir lento o pasmoso de la narración, creándole expectativas que sólo habrán de resolverse en el desenlace; aunque no necesariamente debe ocurrir en ese orden. Todos estos elementos o características están presentes en el primer libro de Bolívar Aparicio (1962): La mujer de papel y otros cuentos (Editorial Univeritaria, Panamá, 1998) - integrado por 7 cuentos breves -, que mereció el Primer Premio en el Concurso <<Darío Herrera>> de la Universidad de Panamá; en 1996. El mismo año obtiene una Mención Honorífica en el Premio Nacional de Cuento <<José María Sánchez>> de la Universidad Tecnológica de Panamá; con otro pequeño volumen, que permanece inédito: El elefante blanco. A Bolívar lo conocí en un Taller de Cuento que impartí en el INAC en 1996, y en donde descubrí su especial sensibilidad para este difícil género. Le he publicado cuentos en 2 ocasiones en la Revista MAGA, y lo acabo de incluir en la antología Hasta el sol de mañana (50 cuentistas panameños nacidos a partir de 1949) (Fundación Cultural Signos, 1998). Evidentemente, entonces, me entusiasma su talento literario; y por ello he procurado promoverlo en la medida de mis posibilidades. Los cuentos de Aparicio rezuman naturalidad, a pesar de las situaciones absurdas o fantásticas que permean sus muy ceñidos andamiajes. A veces se intuye en ellos una irrevocable sensación de fatalidad que nos recuerda la tragedia griega y nos remite al concepto de "justicia poética" sin caer en solemnidades ni en el melodrama. Sus relatos son auténticos gajos de vida articulados con precisión quirúrgica, y nada en ellos sugiere una actitud complaciente. Por el contrario, la literatura que ha ido creando en los 3 últimos años, a veces caústica, pero escrita con gran sencillez, despliega premisas soprendentes, pero rotundas en sus consecuencias, las cuales no hacen concesiones al lector. Lo único que es indispensable recomendarle a Bolívar, y sin lo cual podría retratarse su merecida entrada a mediano plazo al anfiteatro de los grandes cuentistas de Panamá, es un mayor cuidado en el importantísimo uso adecuado de la puntuación, así como en el de los consabidos guiones que es necesario colocar delante de lo parlamentos que en sus relatos a veces dan lugar a brevísimos y concisos diálogos, si duda manejados con destreza como buen teatrista que es. El escritor, como todo artista, debe aspirar a la imposible perfección. Si bien es cierto que la puntuación suele ser cuestión de estilo, aquella debe además corresponder íntimamente a los ritmos interiores de las secuencias anecdóticas; a las implicaciones conceptuales que subyacen en cada situación, en cada formulación del pensamiento, en cada textura emocional. Debe, por tanto, haber una correspondencia exacta, endógena, armónica, entre contenidos, formas de expresión y tono. A veces, sobre todo cuando todavía no se tiene mucha experiencia en el oficio - recuérdese que La mujer de papel y otros cuentos es apenas el primer libro de Aparicio, y que la creación literaria es ardua labor de toda una vida - al autor de un texto le resulta difícil percibir como tales estos pequeños desajustes o desequilibrios en la elabnoración de la forma. En ese sentido, un buen taller literario, en el que los aparentemente exiguos detalles formales se discutan y valoren con igual relevancia que las propuestas conceptuales, ayuda muchísimo; y a la larga propicia la acertada y necesaria autocrítica.

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Igualmente, la lectura asidua de autores consagrados, tanto clásicos como contmporáneos, es de enorme provecho. Sin embargo, pese a su importancia, se trata sólo de aspectos de carpintería, elementos que se aprenden, que más que nada tienen que ver con la experiencia que resulta de un continuo fogueo en la escritura. Algo que sin duda la enorme sensibilidad de Aparicio le hará comprender mejor a partir, quizá, de este fraternal "jalón de orejas". Lo fundamental, en todo caso, es el talento fabulador que revela La mujer de papel y otros cuentos; su acertada puesta en escena de historias que, por bien concebidas y mejor logradas, nos conmueven o impactan. Por supuesto, ¡no es poca cosa!.

Dibujo de Roberto Fajardo II Un buen cuentista sabe iniciar con maestría su narración. en el cuento Fórmica -enigmático título-, Aparicio abre con el siguiente párrafo certero, intrigante, compacto: "Al mirarme al espejo, vi una cara de hormiga trasnochada. El carna- val transcurrió, con su batahola de disfraces y risas. Al intentar quitarme la máscara, no pude, la tenía pegada al rostro, era natural. el alcohol y los excesos de la noche anterior me habíanedematizado el rostro". (p. 19) Obviamente, también debe el buen cuentista desarrollar su historia de manera interesante, creando en pocas pero certeras pinceladas atmósferas y personajes verosímiles, incluso dentro de parámetros poco convencionales como los suyo en términos de "la norma" o de los referentes "reales". Aparicio también logra este cuento con acierto. Vemos crecer la situación anómala que se anuncia al principio, pero curiosamente, no causa tanta sorpresa la metamorfosis del personaje en hormiga como su nueva fuerza física como estibador que se gana la vida descargando frutas en un barco. Trabaja bien, demasiado bien, y deja mal parados a sus compañeros. No habrán de despedirlo por ser una hormiga gigante, sino por trabajar demasiado, lo cual da mal ejemplo en el Sindicato y sienta precedentes laborales inaceptables. Así, tras veinte años en la empresa lo botan porque -dice el narrador- personaje "... mi actitud trabajdora, es demasía, afectaba la estabilidad de los trabajadores ..." Él lo toma con naturalidad, después de todo "veinte años ... no son nada - como diría Gardel." Ya después, en su casa, tras andar "zigzagueante por la calle" porque "los buses no me querían llevar", se le precipita el instinto animal: "Al mirar por la ventana, vi las begonias de la vecina, un fuerte deseo de probarlas me embargó. A la primera la mordí con didimulo, pero me entró un arrebato feroz y las devoré hasta los tallos." El absurdo ha pasado a constituirse más aún en "lo natural" en esta magistral escena: "Lamentablemente la vecina salió, me increpó horriblemente mientras rociaba un insecticida sobre mí. Traté de explicarle que tenía hambre, pero ella, inexorablemente, seguía atacándome con esa cosa. Huí, despavorido, casi no podía ver, ni respirar. Pasado el efecto me tendí. Jadeante, limpié mis antenas. Si hay gente loca en esta mundo, pensé. Desde entonces, sólo visito el jardín de mi vecina en las noches." (p. 20) La violencia y el irrespeto a la "propiedad privada", aunque pueda no serlos para quien tenga hambre -hombre o insecto-, como es de esperarse genera a su vez reacciones violentas en quienes se consideran con el derecho a defender lo suyo. Sin embargo, con la misma naturalidad y coherencia aprendida sin duda en su maestro Kafka, la hormiga enorme de Aparicio nos narra en otro párrafo muy bien logrado cómo se ha vuelto ahora un recolector: "Por el piso y las paredes ha acumulado hojas, palos, pedazos de pan, galletas, azúcar, pétalos, etc. En medio de este humus tan agradablr vivo" - dice. En los dos últimos párrafos - todo el cuento tiene una extensión de sólo dos páginas y media -, Aparicio modifica la

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estrategia narrativa. El descenlace se cuenta ahora en tercera persona gramatical, como tomando distancia escénica, pero al mismo tiempo lográndose así una focalización más objetiva y exacta del combate desigual que las "fuerzas del orden" están por librar contra esta ser innominado, atípico, diferente, "peligroso", que debe ser desalojado a toda costa de su madriguera. Pero no hay pánico ni rencor en él. "Salió del capullo con mucho cuidado y se asomó por la chimenea, había luces que daban vueltas, un tractor y mucha gente como hormigas guerreras. (Nótese la ironía) a través de un altoparlante, una voz le ordenó al monstruo que se entregara. Selló la entrada para que no fueran a entrar las hormigas guerreras y se sumió en un profundo sopor mientras escuchaba plácido todas las voces de la tierra." (p. 21) Un final, como el inicio del cuento, magistralmente logrado dentro de su difícil sencillez semántica y anecdótica. Un cuento que, por supuesto, puede leerse en por lo menos dos niveles: el alegórico y el de un realismo fantástico, ambos de antigua estirpe. Pero, en todo caso, un cuento que, junto con la mayoría de los otros que hasta ahora ha escrito, la auguran a Bolívar Aparicio un sitio de honor entre las nuevas generaciones de cuentistas panameños si persevera en su oficio de escritor y no se torna complaciente con sus lectores, que sin duda serán muchos.

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Fundado en Marzo de 1984 PREMIO CENTROAMERICANO DE LITERATURA < <ROGELIO SINÁN> > 1998 - 1999

<<Poeta es lo único que pude haber sido en este mundo>>

Entrevista a Miguel Huezo Mixco

(Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán 1998-1999)

Enrique Jaramillo Levi 1. ¿Qué significado tiene para ti, para tu carrera u oficio de escritor, en lo emocional, haber ganado el Premio Centroamericano de Litratura <<Rogelio Sinán>>?

MIGUEL HUEZO MIXCO, poeta

salvadoreño gandor del Premio Sinán 1998-1999, durante el

recital ofrecido el 21 de abril de 1999 en la Galería Artegma.

Lo que se premió en Panamá es un resultado de aquel esfuerzo. Escribí Cormarcas entre 1994 y 1998. Esta colección de poemas estaba lista en el momento que supe de la convocatoria del Premio <<Rogelio Sinán>>. Me pareció que participar era oportuno, especialmente porque el Premio supone la publicación del libro ganador, y no hay mucha gente ahora interesada en publicar poesía. Como puedes ver, todo esto tiene algo azaroso y eso siempre es emocionante. 2. ¿Semejanzas y diferencias de concepción, de intencionalidad y forma entre tus poemarios anteriores y Comarcas, la obra premiada? Creo que coherencia entre entre Comarcas y mis anteriores cuatro libros de poesía. Debo aclararte que yo no escribo <<libros>> de poesía, en sentido estricto, sino más bien mis libros son colecciones de poemas. Comarcas también es una colección de poemas que giran alrededor de la idea del viaje, visto como un aventura del lenguaje. A partir del Premio y de la difusión que ha tenido el libro, algunas personas se han cautivado por la idea, que está presente a lo largo del poemario, de un personaje que hacen un viaje primero por barco y luego por tierra, entre el puerto de Veracruz (México) y Granada (Nicaragua). Pero el argumento es absolutamente secundario. Uno no va y dice simplemente: <<voy a escribir un poema sobre esto o aquello>>. Sucede que uno comienza un poema con una idea, pero todo poeta sabe que en el camino el contacto con esa materia sublime, el lenguaje, lo irá obligando a descender más y más, a tocar fondo no sólo en la economía de las palabras, sino también en la penetración del propio espíritu. El poema surge justamente de eso que logra resolverse, sin que uno sepa exactamente cómo. Si existe alguna diferencia entre Comarcas y mis libros anteriores, es que con este poemario he tenido más tiempo para escribir, reflexionar y desechar lo inservible. 3 Háblanos de la relación que existió entre tu actividad en la guerrilla salvadoreña durante diez años y tu trabajo periodístico y literario. Me incorporé al movimiento armado un poco antes de que comenzara la guerra civil. Aunque era muy joven, yo participaba

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con cierto reconocimiento en el mundo literario de El Salvador, y había publicado en periódicos de mi país. Soy, por sobre todo, un poeta. Mi participación inicial en la lucha revolucionaria fue como un apoyo a los sindicatos obreros en la redacción de sus comunicados y manifiestos. Mi incorporación al frente de guerra se produjo en 1981, y fue un poco la continuación de eso mismo, ya que mi misión fue montar junto a otro grupo de jóvenes una estación de radio. Nos tocó enfrentar situaciones muy difíciles bajo fuego enemigo. Logré mantener algunos contactos con escritores dentro y fuera del país, y pude publicar en San Salvador no sólo artículos relacionados con la literatura, sino también dos libros con mis poemas. 4. ¿Por qué decides participar en el FMLJV?¿Cómo fíe tu vida en el frente de guerra? Incorporarme al movimiento armado fue la idea más loca y al mismo tiempo la más importante de mi vida. Cuando tú ves y vives en carne propia la exclusión y la represión contra la disensión política, como ocurría en mi país bajo los regímenes militares, llega un momento en el que o tratas de ignorarlo (algo que nunca se consigue realmente) o simplemente estás ansioso por pelear contra todo eso. Llegar hasta el frente de guerra fue, además, consecuencia de mis propias palabras. Si yo había dicho que era necesario pelear, no podía echarme atrás a la hora que se me pidiera dar un paso adelante. Recuerdo que yo leía en ese momento el Diario florentino, de Rilke, y encontré con sorpresa que el poeta había escrito: <<El arte es también justicia. Y si ustedes quieren ser artistas, deben dejar a todas las potencias el derecho de exaltarlos y rebajarlos, de encadenarlos y liberarlos. Tal es el juego, no teman>>. Aquellas palabras, en las circunstancias en las que yo me encontraba, cobraron un sentido muy claro: debía dejarme llevar por el viento que soplaba en una dirección que me parecía inevitable, aunque eso significara una especie de encadenamiento a una disciplina, a una causa o a un esquema que aparentemente me alejaba de mi trabajo como escritor. Siempre tuve la sospecha de que el poder político, para citar una frase de Salarrué, es en realidad una forma rudimentaria de poder Por eso mismo, siguiendo el pensamiento de Rilke, estaba seguro de que no debía temer, porque esas mismas potencias que me empujaron en aquella dirección iban en su momento a liberarme. Esto tiene un inevitable aroma místico, pero esa fue la mejor manera de asumir sin lastres la experiencia de vivir diez años en guerra... Puede decirse con razón que al tomar partido, mi papel como escritor tuvo como dreno un lenguaje ideologizado. Pero yo puedo asegurar que en la poesía de aquellos años podemos encontrar otra corriente del lenguaje, una corriente que hasta ahora, precisamente por las lecturas ideologizadas, ha sido completamente pasada por alto. 5. ¿Qué aporta esa experiencia vital al quehacer posterior del poeta? ¿Cómo se refleja de manera evidente o subliminal en las obras que escribes durante o después, sin que la aportación humana y el logro estético se vean empañados por el aspecto coyuntural de propaganda? Creo que la ganancia personal que obtuve fue fortalecer mi capacidad para asumir desafíos de todo tipo. Te lo ilustro con una anécdota. Allá por el año 1985 yo acababa de pasar por una nueva experiencia de pérdida. En 1981 " primera esposa había sido desaparecida y luego asesinada. Aquel año 1985 mi compañera en ese momento murió mientras le practicábamos una transfusión de sangre. Me sentí tan agobiado que pedí a mis superiores una autorización para salir del frente por algunos meses a descansar un poco y, por supuesto, para ponerme a escribir. Mi jefe, que era entonces la mayor autoridad de nuestra organización, me preguntó: <<Tú dices que eres un poeta>>. >>Sí, lo soy<<, le respondí. <<Yo no lo creo. Jamás he visto un poema tuyo, nunca he leído nada de lo que has escrito>>, me contestó. Y agregó: <<Tú dices que eres un revolucionario>>. Respondí: <<Lo soy>>. <<Eso sí lo creo>>, me respondió, <<porque yo te he visto aquí luchando>>. Entonces agregó algo que nunca olvidaré: <<Si tú dices que eres un poeta, tendrás que serio aquí, en esta guerra, y no encerrado en un cuarto. Cuando se publiquen tus libros y yo pueda leerlos, entonces diré: en verdad éste es un poeta, pero antes no, así que no tienes nada que ir a hacer fuera del frente>>. Obviamente, no salí a mi anhelado descanso. En realidad, yo apenas había publicado un librito, una de esas ediciones de autor, que nadie conocía. Aquella respuesta, aunque no dejó de parecerme cruel, me sirvió como un aguijón para volcarme todo lo que pude a la poesía, en medio de los ataques y las maniobras militares. Como es de esperarse, el escenario de la guerra está presente en los libros que publiqué en aquel momento. Pero creo que también es fácil encontrar en ellos algo de las preocupaciones humanas de los hombres y mujeres en guerra, y estoy seguro que aquella experiencia no desaparecerá, como tampoco desaparecerán otras cosas, de mi poesía. 6. ¿Cultivas otros géneros literarios? Sí, especialmente el ensayo sobre temas relacionados con la literatura y la cultura. Este año se publicará miú segundo libro de ensayos, que contiene aproximaciones a la obra de autores muy importantes en mi formación, tales como Alberto Guerra Trigueros, ltalo Calvino y los poetas, René Char y Joseph Brodsky. También hago periodismo. Después de la guerra fui corresponsal de una agencia internacional de prensa. En 1994, con un grupo de periodistas y escritores fundamos el semanario Primera Plana, del cual fui su Redactor jefe. Fue un proyecto libertario, vital, destinado o al éxito o al fracaso más rotundos. Nosotros fracasamos. Para mí el periodismo es una especie de polo a tierra, y trato de no dejar de ejercerlo en alguna de sus muchas expresiones. Desde hace tres años mantengo una colaboración sistemática con La opinión, el mayor periódico en español de los Estados Unidos, que se publica en la ciudad de Los Ángeles, donde tengo espacio para escribir sobre lo que más me interesa: literatura, libros, autores, o crónicas sobre la vida en San Salvador. 7. Entiendo que eres editor en tu país. Háblanos de tu trabajo en este oficio.

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Desde hace casi tres años soy el Director de la casa editorial del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte. Allí hemos desplegado una actividad en varios planos. Primero, en la reedición de autores y obras fundamentales para la cultura salvadoreña. Hemos publicado en este período un millón de libros, de los cuales una buena porción está destinada a las Casas de la Cultura (hay más de cien en todo el país) y a las bibliotecas públicas de comunidades de pocos recursos. De la misma manera, dentro de nuestras posibilidades, estamos enviando nuestros libros a las bibliotecas de las universidades donde existe interés por la literatura en lengua española. En segundo lugar, hemos abierto una línea destinada a la publicación de los autores salvadoreños contemporáneos, muchos de los cuales salieron al exilio durante el período de la guerra. La editorial se fundó en 1953 y nuestro catálogo tiene autores latinoamericanos muy relevantes. En tercer lugar, hemos reanimado la publicación de la revista Cultura, fundada en los años 50. Obviamente, está destinada a un público muy especializado. Pero no creas que todo es color de rosa. Con todo y lo bien que se oye, se trata de un oficio odioso; y es que por la posición clave que ocupa en la publicación de las obras, el editor suele jugar un papel preponderante (que no es el suyo) en el establecimiento de la calidad, o el valor del trabajo de los escritores. Un editor puede equivocarse al elegir publicar una obra y desechar otra -y lo primero que me viene a la memoria es el conocido caso de Gide que por sus prejuicios rechazó publicarle a Proust una auténtica obra maestra-. Adicionalmente, toda editorial genera en su derredor un círculo de autores, que por amplio que sea suele ser visto como un odioso club. El <<club>> de nuestra editorial ha hecho participar a más de un centenar de intelectuales y artistas gráficos, y hemos pagado cantidades récord en el país en concepto de derechos de edición; pero, con todo, no conseguimos escapar a la crítica de ser excluyentes. El trabajo de editor es muy absorbente, y devora tiempo muy valioso que podría dedicarle a mi propia obra. 8. ¿Cuál es el momento actual de la poesía y la narrativa salvadoreñas? Creo que es un buen momento, especialmente para la narrativa. Tenemos un conjunto de narradores nuevos muy bien dotados. Los mejores son Horacio Castellanos, Jacinta Escudos y Rafael Menjívar Ochoa. Todos viven fuera de 13 Salvador. Su tradición va más allá de los autores salvadoreños y centroamericanos. Están influidos por la novela policíaca norteamericana, la literatura centroeuropea y lo mejor de la literatura latinoamericana. En relación a la poesía, creo que nuestra tradición nacional cuenta en este siglo con tres nombres cimeros: Claudia Lars, Roque Dalton y Alfonso Quijada Urías, y eso es un lujo para cualquier país. La poesía ha sido el género favorito de los salvadoreños, pero la guerra y la confrontación indujeron la producción de cierta poesía de emergencia, muy poco cultivada, muy poco dotada. Creo que ese es un accidente de los tiempos que debemos esforzarnos por trascender lo más rápido posible. 9. ¿Conoces algo de literatura panameña? ¿Conoces algo de Rogelio Sinán? Debo ser franco: Conozco muy poco. Estoy familiarizado con nombres como Rogelio Sinán. 10. ¿Qué escribes ahora? ¿Qué proyectos te rondan el alma? Mi proyecto es el mismo de siempre: leer todo lo que pueda y sobre todo escribir, ensayos y poesía, pero no puedo adelantarte nada. 1os últimos seis meses han sido vertiginosos. En enero y febrero estuve en Francia, trabajando un ensayo sobre Joseph Brodsky, en una residencia de escritores en el puerto de Saint-Nazaire; en marzo concurrí a un encuentro con artistas salvadoreños en la ciudad de Los Ángeles y después a la Conferencia sobre literatura centroamericana, en Phoenix, Arizona. Acababa de desempacar cuando me llamaste desde Panamá con la noticia del Premio. En lo inmediato tengo entre manos la publicación de un nuevo libro de ensayos y artículos, y la publicación de Comarcas en Panamá, también sigo con atención la publicación de una colección de mis poemas al francés, que aparecería el año 2000. Tengo algunos compromisos con publicaciones de Francia, México y España, para las que preparo algunas muestras de los poetas de mi país. 1l. ¿A qué escritores admiras más y por qué? ¿Qué obras influyeron en tu quehacer literario? Admiro a muchos escritores. La lista sería enorme. Para mi formación fueron muy importantes los franceses René Char, Blaise Cendrars y Guillermo Apollinaire, así como el antillano Aimé Cesaire. Creo que al escritor que más he leído desde joven es a Joseph Conrad. Para mí, Conrad es algo más que un escritor, es uno de mis héroes favoritos. Pero no sólo él: entre mis libros preferidos está, por ejemplo, Cándido, de Voltaire, una novela que nadie debiera dejar de leer. Te he hablado de mi predilección por la poesía nicaragüense, a la que podría comparar con la poesía griega contemporánea a la que tanto debo, especialmente a Giorgos Seferis. Los ensayos de Sefeiris sobre Eliot y Kavafis me enseñaron mucho más sobre poesía que todas las conferencias de mis profesores en la universidad. En los últimos años he tenido la suerte de tomar contacto con la poesía de Derek Walcott y Joseph Brodsky, y debo reconocer que han sido encuentros que han cambiado mi manera de ver las cosas en muchos sentidos. Ambos son, además, notables ensayistas. Todos estos son escritores que han influido e influyen en mi trabajo, pero no solamente eso. Yo tengo una formación <<libresca>>, en el sentido de que los libros y los escritores constituyen una autoridad trascendental en mi vida. Hay libros que fueron importantes en determinado momento y que luego dejaron de serio. Es el caso de El lobo estepario, de Hesse, que yo leí siendo adolescente pero que luego, al releerlo durante la guerra, perdió todo el magnetismo. No es el caso de la novela Mascaró, el cazador americano,

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del argentino Haroldo Conti. Ese fue uno de los grandes hallazgos de mi juventud, una historia que sigue sorprendiéndome y encantándome. En lo referente a mis lecturas, debo expresar especial gratitud por mis amigos y amigas, en España, Estados Unidos, México, Costa Rica, que todos estos años me han enriquecido con nuevos libros y autores. 12. Las definiciones tienden a ser superficiales, así que más que una definición te pido una reflexión en torno a lo que para ti significa ser escritor, poeta. Es sencillo. Es lo único que yo pude haber sido en este mundo. Soy conciente de que pertenezco a una minoría y que mi trabajo fundamentalmente consiste en escribir bien. No tengo otra opción. 13. ¿Qué experiencias o percepciones, de diversos órdenes, te deja tu breve estancia en Panamá? Gratas experiencias, por supuiesto. La recepción que tuvimos aquí fue espléndida. He hecho aquí nuevos amigos. He conversado con poetas, periodistas, artistas, empresarios y diplomáticos, y todo ha sido sumamente provechoso. Particularmente especial fue la relación que mantuvimos con el poeta mexicano Hugo Gutiérrez Vega, que fue uno de los jurados del Premio. No puedo ignorar que detrás de todo ello existe un trabajo tesonero de personas como tú, empeñadas en dar a la literatura centroamricana el apoyo que necesita. Panamá la ha dado el primer reconocimiento internacional a mi poesía y siempre tendré para este país un enorme sentimiento de gratitud.

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Fundado en Marzo de 1984 PREMIO CENTROAMERICANO DE LITERATURA < <ROGELIO SINÁN> > 1998 - 1999

5 poemas

del libro Comarcas (PREMIO CENTROAMERICANO DE LITERATURA <<ROGELIO SINÁN>> 1998-1999)

Miguel Huezo Mixco

Cielo de Ática Al morir Platón la superchería cundió en Atenas y el universo fue un lugar enmarañado El viejo habría escrito que el año perfecto ocurre cuando los planetas retornan a su punto de partida, Entonces predijo renacerán los hombres de oro y hierro de Hesíodo El oficial Lemuel Gulliver volverá a la diminuta república de Liliput Aquiles de nuevo irá a Troya En la proa de mi barco mirando el azulísimo cielo de Ática el alma de un antepasado entrará en mi alma para decirme que esto lo he vivido Y otra vez la verdad será una flor extraña como la mirada de un ciego Lebreles Nunca hubo una idílica estación cuando los hombres tomaban del mundo nada más lo necesario La fruta El paseo del ojo entre la hierba La paz nunca rompió las ásperas ligas del mundo Siempre un gesto de violencia al desprender el tallo y pronunciar la O rotunda, del hambre sobre la pulpa El cazador apostado el ojo móvil perfumando la flor de sangre de la presa No tuvimos que esperar el mundo dividido para escuchar puñales trizando el alba Ahora mismo Dios tiene necesidad de un ángel

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¿No escuchas el corno de caza el tropel de la caballada y los ladridos? Estás en el coto del rey ¿No te das cuenta? Es a ti a quien persiguen los lebreles Lanzar un zapato El poema de esta tarde es un sordo rumor que trepa en las esquinas de esta mujer alerta bajo el árbolfrondoso de los cables las lámparas de mercurio las sirenas de los fuegos ¿De dónde vendría el ánimo como un potro a echarse a mis pies vuelto un perro de mirada seria? ¿O el águila afilada que resplandece en el costado de esa máquina que brama y salpica las buenas conciencias? Es como lanzar un zapato a la otra orilla apoyado en un pie descalzo sin camisa Al evocar el rumor de la ciudad que celebra la nueva noche agarrada a las raíces echadas en silencio vive mi pasión en el centro de una rosa Y escribo un poema secreto donde evoco su aparición y canto mi fortuna La Edad del Hielo El poder de la, palabra nunca lo aspiro en el olor que sube del arroz que se prepara La zanahoria amistada al grano arrojada de manera arroz sobre el aceite en carne viva Escucho el retintín de los vasos en jabón y el hielo que cruje aplastado en la bandeja de mi aurícula derecha entre el duro cristal que lagrimea sobre la servilleta Tiene un ojo suplicante la cuchara y el otro se refleja plano v largo en el cuchillo Esta rosa desvaída es la esperanza en su lejano campamento

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La partida Nuestro sol declina formando una cúpula en el espacio ¿Por qué las sombras son grises apariciones convocadas al alba fardo de ceniza arrojado contra el agua? Sombras Así recuerdo bajo las velas bogando la rebosada panza de agua la quilla enredada con los reflejos salados batidos por los aletazos de los peces Podría ser Odiseo de vuelta con Medusa tras la pesca la noche de un día difícil la red sin una sola altizeja Soy nada más el hombre a solas que contempla este pequeño barco RECUERDO DEL, PUERTO DE VERACRUZ antiguo mensaje en una botella llegado intacto hasta mis islas ¿Por qué mi choza tiene máscaras que cuelgan del techo y pronuncian sus voces remotas cual si invitaran a la memoria a lanzar sus guijarros contra el oleaje? ¿Por qué no encontré antes el instante que rasga el espejo de la memoria abriendo una grieta al agua? Tenso el arco donde el sol declina tenso como una linga de acero sobre un abismo tenso sobre la combustión de una playa donde habita la flor de las arenas La historia dobla cada página como una débil mariposa Cada invierno cada verano son reales y amenazan con ser los últimos pero su belleza seguirá Ahora que los hijos nos empujan y el cuadro anudado con cinta tras la puerta recuerda que el amarillo es sólo el color de la mañana me siento a gozar privilegios de dolor y felicidad reunidos en esa pequeña tachuela que sostiene la gavia de mi barco Soy un hombre con el lecho roto bajo los rayos del porvenir que ruge un pedazo de arcilla, que quisiera su flor y voy a donar mi libertad para que el bien v el mal se trencen en mi lecho como aquellos que sin conocerse se besan desesperadamente