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Frontera Poesía y periodismo sobre la ruta del narcotráfico Belisario Sangiorgio Trogliero

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Poesía y periodismo sobre la ruta del narcotráfico

Belisario Sangiorgio Trogliero

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Diseño de cubierta e interior: Maia Jakubowicz

Foto de tapa: Alejandro Ahuerma

Impreso en La Imprenta Digital. Melo 3711 Florida, Buenos Aires, Argentina. Septiembre de 2012

El material de este libro es de libre difusión y reproducción, siem-pre y cuando se cite la fuente.

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A mi familia.

Al zurdo Hernán

“Cuando el espíritu se desvanece, aparece la forma”. Henry Charles Bukowski.

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Bebés paregóricos del mundo, únanse. No tenemos nada que perder, sólo nuestros traficantes.Y no son necesarios.Mirar, mirar bien el camino de la droga antes de viajar por ély juntarse con malas compañías.

William S. Burroughs

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Felipe Bogliaccino Torres, periodista, nació en un pequeño pueblo rural del litoral. Fue concebido por una secretaria ejecutiva y un ofi-cial del Ejército en una fría tarde de invierno. Soñó con ellos, como cada julio, cuando el almanaque se acerca al día de su cumpleaños. Despertó por los ruidos. Tras la puerta de madera casi podrida, es-cuchó las voces de los contrabandistas; apilaban bolsas y bolsas de mercadería proveniente de Bolivia. Miró el techo resquebrajado del residencial donde había alquilado una habitación. Intentó con-ciliar nuevamente el sueño, no pudo. Encendió la televisión. Sobre la pantalla brillante pudo ver una cucaracha caminando lentamen-te. Aún en la cama, y en la oscuridad, estiró la mano derecha hasta el bolsillo de su campera y tomó el paquete de cigarros. Encendió la luz y calculó que afuera la temperatura debía rozar los treinta grados. Retuvo el humo, mientras pudo, en sus pulmones: las pa-labras son el único medio para redimir los errores de la existencia, pensó. Antes de que la idea desapareciera por la ventana enrejada, mató al insecto, tomó un papel y escribió:

Anotación primera: Idea

Recomiendo que huyas a los ruidosde vida en carroña y no soloa los que vuelven claustro tu sueño.

Imagino que muero cercado,con la cara en tu sexo y la presiónen la nuca. Entonces,

Desaparezco. Con mi triste voluntad de amor,en un mundo plagado de alaridosy de guerra.

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Bogliaccino soltó la birome con bronca sobre la mesa. Su vista persiguió la lapicera hasta que se detuvo junto a una pila de libros viejos. Eran las 16 30. Tomó una toalla del armario y caminó hasta el baño compartido. Atravesó el patio central de la pensión y, mien-tras andaba, se detuvo a escuchar sólo el eco de sus pisadas. Dos viejos tomaban mate en la puerta de la habitación seis. Balbucea-ron y apenas levantaron la mano para saludarlo. El olor a mierda que salía del tacho de basura dispuesto para arrojar el papel higié-nico era insoportable. Felipe giró un grifo y saltó hacia un costado para evitar que el agua fría de la ducha le salpique los pies. Reguló, también, la salida del agua caliente. Detestaba compartir el ino-doro, la ducha, las canillas. Tocaba cada parte del baño con asco, como si el interruptor de la luz o la cadena pudieran transmitirle una enfermedad infectocontagiosa a través del simple contacto. A mi me criaron para vivir como argentino y no como inmigrante, solía repetir cuando debía apoyar su jabón en la estantería que todos los pasajeros de aquel hotel utilizaban. Dejó que el agua corriera desde el centro de su cabeza hasta cualquier parte del cuerpo: mis abuelos y bisabuelos debieron soportar cosas peores cuando lle-garon desde España o desde Italia, hasta aquí.

Cuántas cosas debieron de haber soportado. Esto no es nada, yo no soy nadie, repetía. Abrochó el último botón de su camisa celeste. La introdujo dentro del pantalón azul oscuro y ajustó el cinturón que su madre le había regalado cuando abandonó la casa paterna por primera vez: Estoy cada vez más gordo…pero…eso, eso no es nada comparado con cruzar el Atlántico y criar una familia en algún país desconocido. Echó llave a la habitación. Y caminó hacia la ca-lle con los ojos apuntando al piso. Vivía a seis cuadras del periódico en el que lo habían contratado.

-Hasta luego, Felipe - lo despidió el viejo tuerto que regenteaba aquel residencial.

El sol de aquella tarde lo encandiló durante todo el trayecto. Mal-dijo hasta alcanzar las sombras. Somos átomos, somos átomos aislados, reflexionó durante el camino al trabajo. Tocó el timbre del edificio donde funcionaban la planta de impresión, las oficinas

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administrativas y la redacción. Hola Felipe, dijo la secretaria. Hola, Estela. ¿Sabías que somos átomos, aislados? Sin una estructura orgánica pocas veces logramos sobrevivir. La vieja lo miró descon-certada. ¿Alguna novedad?, preguntó Bogliaccino para sacarla de su perplejidad provinciana. Ninguna, nada, hoy, nada. Subió las es-caleras. Saludó a los compañeros de la sección Locales y, con un cigarrillo colgando en la comisura derecha de sus labios, comenzó con el artículo de aquel viernes:

El caso de la narco-ambulancia

El sol todavía no había asomado sobre las Sierras de Ipaguazú, en el departamento San Martín, al Norte de Salta. Fue entonces cuando efectivos de Gendarmería Nacional, pertenecientes al Es-cuadrón 54 de Aguaray, detuvieron sobre la Ruta 34 a una de las tres ambulancias que tiene en actividad el hospital de la localidad Salvador Mazza. En la parte trasera del vehículo había 25 kilogra-mos de cocaína de máxima pureza. Adentro iban el chofer Bruno Chávez, la enfermera Berta de Ibáñez y un supuesto paciente que debía ser intervenido de urgencia en el hospital de Tartagal por una apendicitis. Los tres fueron esposados cuando los primeros rayos de luz alumbraban el paraje de Cuña Muerta, donde se realizó el operativo.

La temperatura apenas rozaba los diez grados centígrados. Los teléfonos del Hospital Salvador Mazza no dejaron de sonar hasta entrada la noche de ayer. Este diario confirmó que gran parte del personal del Escuadrón Aguaray se encontraba afectado a los tres operativos que fueron desplegados en la frontera con la localidad boliviana de Pocitos, como consecuencia de la incautación de la droga en la ambulancia. Por entonces, Enrique Heredia, ministro de Salud de la Provincia, en comunicación con la prensa local ase-guró que todos los que participaron del hecho serían destituidos de sus puestos de trabajo. A su vez, indicó que “el narcotráfico ya ha alcanzado todos los sectores de la sociedad, desde políticos y policías hasta trabajadores de la salud, en este caso”.

La prensa nacional reprodujo con gran velocidad el suceso que, a primera hora y por orden del Juzgado Federal N° 3, ya había sido bautizado como Paciente blanco. El vehículo donde se trasladaba

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la droga es una camioneta Ford F-100 acondicionada, que fue do-nada dos años atrás por la Nación al Ministerio de Salud Pública de Salta. Cuando el reloj indicaba las 19 horas de ayer, la ambulancia ya se encontraba prestando servicios otra vez.

Carolina Campos, Gerente del nosocomio, aseguró: “Es lo que ha-bitualmente ocurre en la frontera. No debería sorprendernos tanto que se usen los vehículos, normalmente, para transporta cosas, como cosas que no son legales, y bueno, lamentablemente nos toco que sea la ambulancia del hospital”. Luego, en comunicación telefónica con este medio, Yolanda Espósito, Gerente Administra-tiva, consultada sobre las conductas del personal detenido por Gendarmería, indicó que “no presentaban, para nada, conductas sospechosas”. Además, agregó que “por lo menos yo nunca escu-ché ni siquiera comentarios respecto a la vinculación de personal del hospital con el tráfico de drogas, es la primera vez que sucede”.

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Era jueves y la mayoría de las personas que viajaban en aquel co-lectivo iban sonrientes. Pronto serían las 12 del mediodía, el sol de altura se mete por los cristales. Bogliaccino saltó hacia la vereda. El ómnibus de línea se detiene todas las mañanas a 100 metros de la ex Comisaría del Menor, actualmente Centro de Atención a Jóve-nes en Conflicto con la Ley Penal. Un cerco perimetral con alambre de púas contornea el edificio.

Que difícil debe ser estar detenido. Nunca en su vida Felipe había subido a un patrullero. Lo más cerca que estuvo, fue esposado en el capó de algún móvil policial. Ni quiero estarlo, decía. Bastaba, para su conciencia pequeñoburguesa, recrear la escena de una violación en las celdas, la imagen de la muerte pululando por los pabellones. Uniforme azul, rodete en la nuca, pelo tirante, lo recibe una suboficial del Servicio Penitenciario. Pide nombre y apellido. Le entrega la credencial del diario. “Me espera Mariel”, dijo.

Entonces se abrió el portón, y sonó el chirrido de la libertad. Otros agentes tomaban mate en la casillita de guardia, un interno se ocupaba de recortar el pasto. A la derecha, oficina del fondo. Ma-riel Agüero era directora de Justicia Penal Juvenil de la Provincia de Salta. Tras su escritorio había fotos sin marco, impresas en la computadora y anexadas al concreto con cinta de embalaje: Néstor Kirchner, Eva Perón, Martín Miguel de Güemes y Manuel Belgrano. Felipe miró las imágenes con detenimiento. Giró la vista algunos centímetros a la derecha. Se detuvo en los anteojos de la directora. Recordó cómo la había conocido, en la misma oficina, hacía tres meses. Pidió permiso, prendió el grabador. Miró la lista de pregun-tas (que tenía anotada en una servilleta) y comenzó con el cuestio-nario.

-¿Cuán relacionado está el consumo de drogas a las causas por las que son detenidos los menores? – indagó Bogliaccino.

-Mucho. Hay un vínculo casi directo entre la situación de consumo compulsivo respecto de la comisión del delito. Los chicos, muchos de ellos, están en situación de calle largas horas del día y de sus noches. Eso hace que el consumo de la pasta base sea compulsivo,

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no lo puedan parar. Constantemente buscan con qué financiar ese consumo. Por lo tanto, a veces, sacan cosas de sus propias casas – respondió la directora.

-¿El paco se presenta como la droga más problemática en este sentido?

-Es prácticamente la única a la que tienen acceso los chicos. Por ahí, alguno consume marihuana. Pero paco es lo que más se con-sume. Es difícil calcular cuántas dosis consumen diariamente. Es muy difícil, también, que ellos quieran hablar de esto. Tienen perio-dos de mucho consumo y fuman cada 20 minutos, cada 30 minutos. Son etapas fuertes.

-¿Hay menores que llegan detenidos por causas vinculadas al trá-fico de drogas?

-Pocos. Han sido pocos chicos. No es habitual. Las veces que su-cede ellos cumplen el rol del perejil, del pasador. Y se reconocen como perejiles.

-¿Cómo es el síndrome de abstinencia de los jóvenes detenidos que llegan por un delito y, además, son consumidores de pasta base?-Es muy fuerte. Están irritables, muy dispersos, mental y emocio-nalmente. Después suben de peso en forma compulsiva, por la for-ma más disciplinada de vida. Por otro lado, las mismas familias muchas veces los denuncian por esta situación, que en realidad es de salud. Y los lleva al delito. En muchos de estos chicos la situa-ción delictiva tiene que ver con el robo que hacen a su familia, de elementos de la casa para poder venderlos o entregarlos por dosis. Además tenemos las condiciones de desprotección de la familia, de abandono, chicos que no tienen figuras de referencia. Abandono de la escuela, falta de un régimen de estudio. Bueno, la pobreza estructural.

-¿En los barrios la droga está legalizada de hecho?

-Circula. Y es un secreto a voces. Circula por todos lados y no hay una forma de detenerla. No hay metodología.

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Transcurrían días difíciles en el diario oficialista Nuevo Tiempo. La ciudad de Salta capital oscilaba entre el frío que congela y el calor que derrite. Acababa de fracasar la intentona del cuerpo directivo por reducir la cantidad de descansos, y desde la sección Locales pusieron en funcionamiento “de hecho” un sistema de francos, contra la voluntad de los soplones patronales.

El director del periódico, un viejo peronista de derecha integrante del Grupo Reconquista (que tuvo activistas vinculados a la AAA), mantenía a sus empleados bajo constante amenaza. Las condicio-nes objetivas de trabajo no eran malas a comparación del mercado regional. Pero los redactores y diseñadores, enmarcados también en la pobreza estructural del Noroeste, debían someterse a jorna-das sin horario delimitado, con parte del salario en negro, y a la violación sistémica de los acuerdos sindicales.

Esa mañana de junio, Alfredo Figueroa, director del diario, recibió en su casa un petitorio colectivo a través del cual el ochenta por ciento de la planta permanente solicitaba un aumento de sueldo. Felipe llegó a la redacción temprano. Vestía un jean, zapatillas, una remera y la camisa abierta. Encendió la computadora. Aún nadie había llegado. El jefe de la sección Deportes pasó caminando rum-bo a la planta de impresión. Se miraron preocupados.

-Quieren volver a suspender los francos, Bogliaccino - dijo Aníbal, el periodista encargado de las noticias sindicales.

- Así parece – respondió Felipe.

-Hay que organizar un nuevo plan de lucha, así no se puede, ¿qué pasa si despiden a alguien? - insistió Aníbal.

El silencio se apropió del lugar. Llegó el gordo Juan, de Sociedad.

-¿Es verdad que nos van a cagar otra vez con los francos?, preguntó a los otros dos.

-Hay que esperar, gordo, no te exaltes – quiso calmar un soplón de

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los patrones.

-No me calmo nada, carnero. Nosotros tenemos estos francos por-que pusimos las bolas. Si sabés algo de los despidos hablá, marica – dijo Juan.

-Eso quieren, meter miedo – acotó Felipe - Pero, ya está, ya no se puede. Los descansos se los ganamos.

El hermano del jefe, compañero de la muchachada en Locales, no respondió. Hubo otro silencio, más largo. Se podía escuchar el ta-baco de los cigarrillos incinerándose, el humo subiendo, algunos gritos de los niños que jugaban en el patio de la escuela vecina. Apareció Faustino, impulsor del petitorio y jefe de la sección Dia-gramación.

-¿Cómo le habrá caído el petitorio al facho este? - preguntó.

-Dicen que va a haber despidos – apuró Aníbal.

-Si me rajan los voy a seguir hasta la tumba para que me paguen mis 20 lucas – dijo Faustino mientras entraba al pasillo que conec-ta Diagramación con el resto del diario - ¡Y si no, que me chupen bien la pija – gritó desde su escritorio.

Bogliaccino tuvo que refritar algunos partes de prensa. Aquel día no le pidieron ninguna nota especial. Salió de la redacción rozando las 22. Bajó lentamente las escaleras, sumido en la más profunda reflexión y se detuvo ante el letrero de la puerta. Lo Leyó: “Se pro-híbe la entrada a poetas y cobradores del Estado”. Recordó que le correspondía el descanso del otro día. Caminaron con Aníbal y es-pecularon acerca de las medidas que podría tomar la patronal. Nos van a rajar a la mierda, se repetían. Buscaron interpretar el silencio de los jefes frente al petitorio colectivo. No les da para echar, si son unos muertos, reflexionaba Aníbal en voz alta.

En la plaza principal fumaron un último cigarrillo. Estrecharon sus manos y se separaron, caminando rumbo a diferentes destinos. Felipe enfiló hacia la zona roja. Entró a un cabaret donde se sentía a gusto para pensar mientras veía a las mujeres bailar en el caño.

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Hoy elijo por la costumbre, pensó. Se sentó en la misma mesa de siempre y dejó que su mirada naufragara en las piernas de aquella morocha moviéndose por el escenario. Pidió una servilleta, sacó la lapicera del bolsillo.

Anotación decimoctava: Esclavos

Se hizo de inviernoen esta noche.

El ladrillo a la vistauno arriba del otro

foquitospelados

que me hacen acordar a las calles de La Paz.

Si las caras aindiadasme rozan el brazo derecho,

el jolgorio de haber sobrevividome toca el izquierdo

para avisarque se hizo de inviernoen esta noche.

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Lo despertó el llamado del jefe: ¡Renuncie! ¡Renuncie hoy mismo, Bogliaccino! ¡Dígame donde está y le mando al contador con la gui-ta! ¿Entiende? Felipe no respondió. ¡No va a haber ningún aumen-to! ¡Y hoy viene a trabajar, a la mierda con su franco! ¿Entiende? … Entiendo, jefe, contestó. El viejo Figueroa cortó la comunicación. Ahora sí que estoy jodido, pensó el joven periodista. Subió a un taxi y fue hasta el diario. Otros dos compañeros habían recibido el mis-mo llamado. Nadie hablaba. El jefe de redacción llegó tarde aquel 16 de junio. Uno de sus soplones custodiaba el cierre de la edición. Bogliaccino entregó su nota y abandonó el lugar. El artículo es el siguiente.

Las bocas de expendio nunca se cierran: entrevista a Néstor Ruiz de los Llanos, director de la Agencia Anti Drogas de Salta.

-¿Cuán amplia es la perspectiva de trabajo sabiendo que los veci-nos de los diferentes territorios denuncian la mano de la policía en la venta de droga?

-Es un tema que siempre va a preocupar el que no haya efectivos policiales involucrados. Lo que se va a hacer son auditorías inter-nas para controlar el trabajo policial. Tenemos un seguimiento, a través de la información que nos provee Drogas Peligrosas, de que se vayan cumpliendo las investigaciones de las cuales tenemos co-nocimiento.

-¿En los barrios de Salta la droga está legalizada de hecho?

-Está despenalizada de hecho por el fallo “Arriola” de la Corte Su-prema de Justicia de la Nación. Cuando es evidente que la tenen-cia es para consumo, ese chico no queda detenido y se lo termina sobreseyendo. Eso no quiere decir que como Poder Ejecutivo no hagamos cumplir la ley vigente que es la 23.737 y demoremos a la persona que esté consumiendo en la vía pública o tenga en su poder material estupefaciente para consumo. Hay que proceder a demorar a esa persona y hacer la consulta judicial.

-¿Cuál es el balance de las denuncias, qué dicen los vecinos, cómo

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es el circuito de la droga en Salta?

-Hay un mecanismo de pequeñas PyMES instaladas. Parece que las bocas nunca se cierran y van cayendo detenidos distintos miembros de las familias y la posta la agarra el primo, el hermano, el sobrino. Otro problema se presenta cuando el adicto es utilizado como vendedor. La persona permanece detenida corto tiempo por tener poca sustancia encima y pasa a ser una tenencia simple en vez de un comercio.

-¿Los vecinos dan referencias territoriales de los focos de venta?

-Hay barrios que tienen una mayor cantidad de personas que ven-den, no quiere decir que sean los barrios que más se consuman. Y los tenemos bien identificados. Para dar un ejemplo, Villa San An-tonio, es una zona muy conflictivo porque es difícil entrar a hacer inteligencia, por cómo está estructurado. Para el policía es difícil conseguir las pruebas que pide el juez, que son fotos o filmaciones. Pero los lugares donde más se vende están identificados. No sólo los barrios sino también las manzanas.

- Usted reconoce un proceso de propagación de las bocas de ex-pendio. ¿A qué responde?

-Esto es como todo comercio, responde a necesidades económi-cas. Hay gente que saca provecho de esto. Hay personas que de-mandan cada vez más, por eso destacamos que es importante tra-bajar en la prevención. La lectura puede ser que se trabaja más, por eso se desbaratan más bocas de expendio. O realmente hay más bocas de expendio creándose. Va un poco de la mano con la situa-ción que atraviesa Salta. Cada vez más droga entra y se queda acá.

- ¿El vecino, desde el anonimato no tiene miedo de denunciar? ¿Dice nombre, dirección, todo acerca de los focos de venta?

-No tienen miedo. Pero es difícil llegar con este mensaje. Les cues-ta, porque si se llegan a enterar quién denuncia pueden sufrir he-chos de violencia y represalias fuertes.

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Había transcurrido una semana desde la entrega del petitorio por aumento de sueldo. Era lunes. Bogliaccino despertó en la pensión. Tengo que mudarme, no puedo seguir viviendo como inmigrante, dijo en voz alta. Caminó hasta la ducha. El silencio. Uno de los vie-jos de la habitación contigua había muerto de un paro cardíaco. El que quedaba vivo ya no saludaba. Felipe volvió al dormitorio. Se mantuvo quieto en el centro de la habitación. Miraba cada uno de los diarios desparramados por todo el lugar. ¿Qué carajo voy a ha-cer yo con tanto diario, para que sirve, acaso puedo pagar el alqui-ler con papel prensa? Recogió de la mesa un retazo de papel pro-lijamente recortado. Bogliaccino avanzó presuroso hasta el último párrafo y encontró una frase que nunca pudo olvidar: El fanatismo ama el lumpenaje.

Terminó con la lectura, encendió la radio y se recostó en el viejo colchón que yacía sobre el piso. Sonó el teléfono. Un compañero de trabajo. ¿Tengo una nota, querés venir? Estoy en la puerta de tu casa. Bogliaccino se vistió rápido – pues aún estaba en calzones – y salió. ¿Qué hora es?, preguntó mientras subía al auto. Las ocho de la noche, dijo el otro. Vamos a entrevistar a Martha Pelloni. ¿Quién es? Su compañero lo miró en silencio, manejaba con los ojos fuera de la calle. Dejó pasar el claxon de un camión y respondió: Herma-na religiosa, avocada al servicio de los adolescentes y sus proble-máticas, impulsora de las marchas de silencio en la provincia de Catamarca y luchadora en el terreno de problemas sociales como el abuso sexual infantil, la trata de personas y la violencia de géne-ro. Excelente, dijo Bogliaccino.

Entraron en un hotel periférico de medio pelo. Pero con baño pri-vado. Martha Pelloni descendió lentamente por las escaleras que conectaban con el piso superior. Sus hábitos religiosos rozaban la alfombra. Estaba cansada. Saludó con una sonrisa en la cara y esto fue lo que dijo.

-Con el correr del tiempo usted ha asimilado una gran cantidad de datos y ha escuchado una gran cantidad de experiencias de personas que han desaparecido, sobre todo desde la vuelta de la democracia ¿Por qué cree que en Argentina no hay cifras oficiales

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acerca de la cantidad de personas, de mujeres, que están desapa-recidas? – preguntó Felipe.

-Efectivamente, son desapariciones en democracia. Nosotros no somos investigadores así que no tenemos estadísticas. Pero pue-do asegurar que el negocio es muy grande, y con fines muy tristes como es el tráfico de órganos, la explotación sexual comercial, la pedofilia, el turismo sexual, sobre todo el turismo sexual de chicas y de menores. La trata deja mucho dinero y va aparejado con la dro-ga, ya que para someter a los esclavos prostituidos de la trata, de todo tipo de trata, se necesita la droga. El comercio de la trata ocu-pa el primer lugar en las mafias del crimen organizado. La droga se vende una vez, pero a las personas se la venden muchísimas veces, por eso existe el trafico nacional, internacional, la trata interna y la trata externa.

-¿Cuál es el análisis que usted puede hacer de los patrones que se repiten en provincias de frontera con relación a la trata de perso-nas?

Las decisiones políticas, de que es un tráfico que tiene zonas li-beradas como son los puertos de fronteras, las aduanas y migra-ciones. Estamos hablando de todas las provincias de frontera. Yo hablo sobre testimonios que pude apreciar en personas, yo lo vi, no me lo contaron. Por ejemplo, el trabajo esclavo en niños de 9 años llevando bolsas cargadas en las espaldas. Ver el ofrecimiento de canje de sexo por celulares y de los mismos mercaderes de los puertos, que canjean sexo por mercadería.

-¿Cuáles son las metodologías de seducción que usan estas orga-nizaciones criminales?

-Hay muchísimas.

-Usted hacía referencia a zonas liberadas por funcionarios y auto-ridades policiales ¿Son ellos los que ejercen, además, el control en los lugares prostibularios?

-Tan fuerte es la organización criminal de estas mafias que no pue-den funcionar si no tienen el aparato judicial, policial, de gobierno,

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estancieros y de grandes empresarios. Con esto se financian cam-pañas políticas en muchas ciudades.

-¿Por qué considera que estos prostíbulos ilegales donde explotan y secuestran a los menores se fueron posicionando a lo largo de las rutas como la del petróleo o de la soja?

-Porque todo es dinero fácil, todo el blanqueo de dinero pasa. Por ejemplo en el caso de Botnia. Fuimos a dar una capacitación a Gualeguaychu, Entre Ríos, y pudimos constatar la presencia de menores que venían de Paraguay para asistir sexualmente a los trabajadores de la planta. Hay mucha plata en juego. La justicia siempre esta entrampada con el poderoso que pone dinero. No hay decisiones políticas y judiciales. La corrupción institucionalizada no permite que se pueda hacer frente a estos graves problemas, ni siquiera para conocer cifras.

-¿Cuál es el destino o los destinos principales de los niños que son secuestrados?

-Se sabe y no se sabe. Muchos son para pedofilia. Todo lo que es la trata y reclutamiento tiene tráfico de alguna manera. Las personas en general se venden varias veces, porque eso es lo que reditúa. Yo creo que el turismo sexual infantil, la pornografía infantil, tráficos de órganos y la pedofilia son los principales destinos.

-¿Qué pasa con esas mujeres cuando finaliza la vida útil que los pederastas le dan?

-Las descartan. Es tan condenable cuando se trata de una mujer pequeña como de una grande. Cuando entran a un allanamiento y les preguntan a las mujeres si están por su voluntad, muchas con-testas que están porque quieren, pero es un consentimiento vicia-do. Las mujer está explotada de tal manera que no puede decir otra cosa. Toda mujer, por más que haya ido por propia decisión, es ex-plotada porque hay compra de sexo. Esto no podemos permitirlo, porque somos un país abolicionista, la explotación sexual es escla-vitud de la persona, sea hombre o sea mujer.

-¿Es grande el número de mujeres que mueren estando adentro de

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los prostíbulos?

Las mujeres generalmente mueren cuando se dan cuenta de que el negocio lo hacen los llamados “fiolos” y ellas quieren abrirse. Mu-chas de ellas, cuando se quieren independizar y salen a las calles, mueren en las rutas, las liquidan. Una vez que cayeron en manos de una mafia es imposible que salgan.

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Archivo 1: La Nación – 22 de mayo de 2012

Narcotráfico

Escándalo en Formosa por un caso que implica a una concejala

Hallan 2 kilos de cocaína en una camioneta suya, que conducía un sobrino

Un escándalo de proporciones amenaza con estallar en Formosa tras la detención de un sobrino de la concejala oficialista de la ca-pital provincial Blanca Denis cuando circulaba en una camioneta todo terreno de la vicepresidenta del cuerpo legislativo acompaña-do por dos supuestos asesores de la edil con más de dos kilos de cocaína en su poder.

Aunque el procedimiento se produjo el viernes, la polémica se en-cendió ayer, cuando la noticia saltó de los medios locales a los nacionales. Denis salió ayer a responder las versiones, y aunque admitió que la camioneta efectivamente es de ella y de su esposo, el también arquitecto Hedgar Pérez -administrador del Instituto de Asistencia Social-, defendió a su familiar y sostuvo que es ino-cente: “Es mi sobrino y mi hijo del corazón, y es mi camioneta. La prensa amarilla ya juzga y condena antes. Confío plenamente en la Justicia”, dijo, en declaraciones reproducidas por el diario formo-seño El Comercial.

“Muchos van a tratar de darle sentido político al caso”, dijo Denis. La realidad pareció darle la razón ayer mismo: el bloque de conce-jales de la Unión Cívica Radical impulsará hoy en el Concejo Deli-berante una iniciativa para pedir que Denis y su esposo sean sepa-rados preventivamente de sus respectivos cargos públicos hasta tanto se esclarezca su relación con el hecho, según publicó en su edición digital el diario Opinión Ciudadana.

El caso trajo a la memoria otro reciente: el del hallazgo de 701 kilos de cocaína en el campo del ex concejal peronista de Estanislao del Campo Héctor Hugo Palma, el 18 de diciembre pasado. El ex edil sigue detenido con prisión preventiva ratificada por la Cámara Fe-deral de Resistencia, Chaco.

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Los hechos

Todo empezó cuando el sobrino de la concejala, que conducía una camioneta Toyota de alta gama acompañado de dos personas, in-tentó eludir un control de la División de Drogas Peligrosas de la policía formoseña en el centro de la capital provincial, el viernes pasado durante la tarde.

Tras una breve persecución, los efectivos lograron interceptar el vehículo, en el que encontraron 2,5 kilos de cocaína de máxima pu-reza y medio ladrillo de marihuana.Los tres jóvenes quedaron de-tenidos y su identidad no fue revelada, aunque a las pocas horas se conoció que se trataba de un sobrino y dos presuntos asesores de la concejala.

“Lo mandé a cargar nafta”, dijo ayer Denis, quien afirmó que su so-brino es inocente. La edil desmintió además que las otras dos per-sonas trabajaran para ella.Los familiares y abogados de los otros dos detenidos afirmaron también que esos jóvenes son inocentes. Aunque dijeron que acompañaban al sobrino de la concejala a reti-rar un paquete en la casa de otro importante político de Formosa, que hasta anoche no había sido allanada.Los detenidos, el vehículo y la droga secuestrada se encuentran a disposición del juez federal subrogante de Formosa Marcial Mántaras

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Sonó la puerta.

-Una carta para usted, señor Felipe - dijo el tuerto de la pensión.

Bogliaccino abrió en calzones y el novato del correo le entregó un telegrama de despido. Quiso golpear al cartero municipal. Se de-tuvo en medio de la pulsión. Apenas lo empujó pero el adolescente de piel morena y acné quedó atrincherado contra la puerta de la habitación ocho. Temblaba. Felipe lo ayudó a levantarse y le pidió disculpas. Esperá un cachito, le dijo. Entró a la pieza y sacó un bi-llete de veinte pesos.

-Perdoná, loquito, acá tenés para tomarte un tinto – dijo Felipe, mientras estiraba la mano con el dinero.

-Usted es un loco de mierda, un jodido y puto loco de mierda – dijo el muchacho del correo mientras se escapaba con los veinte pesos.

-Cuánta razón tenés, soy un enfermo inservible – murmuró Felipe mientras volvía a la habitación.

Se recostó en el viejo colchón. Encendió un cigarrillo. Recordó el olor de la redacción, sus paredes blancas, la falta de fondos. ¿La-varán guita negra en ese diario de mierda? ¿Llevarán droga en la repartija matutina por los puestos de diario? ¿Qué será de la vida de los compañeros, correrán la misma suerte? Las preguntas inva-dieron su cerebro. Quiso escribir, no pudo. Mejor será cuando des-pierte. Volvió a cerrar los ojos.

El reloj sonó cuando ya era de noche. Poco ruido entraba por la ventana: algún perro, algún travesti, tacos altos, penas varias. Los despidos pueden ser traumáticos, le habían dicho durante una reunión con la secretaria general del gremio. ¡Qué mierda!, pensó. ¡Qué gran mierda los sindicalistas kirchneristas! ¡Bazofia! ¡Estoy más feliz que nunca, con esta plata me voy a ir al caribe y probable-mente publique mis poesías! ¡Ah, poesía! Quiero escribir una, dos, miles. Voy a escribir una ahora, pero antes voy a comprar una cer-veza, para brindar por los peronistas feudales que matan de ham-

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bre a mi gente, para brindar por ellos y por su muerte que, si Dios quiere, llegará pronta e ineludible.

Bogliaccino se vistió despacio. El kiosco quedaba al lado del resi-dencial. Caminó unos pocos metros y volvió hasta la pieza con dos bebidas. Se instaló en la desvencijada mesa de madera. ¡Qué mag-nífica poesía podré escribir hoy! ¿Acaso servirá para algo? ¿Sirven para algo tantas palabras vendidas como tomates y bananas en el mercado de las redacciones? ¿Alguien lee tus mentiras? ¡La gen-te necesita tus mentiras! ¿Quién es la gente? Yo no quiero ser la gente, por eso escribo poesía. ¿Pero, sirve más la poesía que el pe-riodismo? ¿Y la literatura? ¿Y la mezcla de todo? ¿Sirve? ¡No me im-porta, y por eso no soy la gente, por eso escribo, por eso me llamo Felipe Bogliaccino!

Le golpearon la pared para que deje de gritar – callate hijo de puta mentiroso, dijo alguien tras los muros- . Encendió la radio. La apa-gó. Tomó un trago, dos, tres. Miraba la hoja en blanco. Luego, es-cribió:

Anotación vigésimo primera: Horas

Inclusive con el paso del tiemposobre el presente sientocaer la guillotina que dejó una construcción anónima.

Sobrevuela el revés de ansiedadla condena del futurose anticipa, terca,sobre los que resistimos.

Y, allí, digo: pobre, pura, putaporque puedo, todavíaprocurar parir

los días que no fueronsin los díasque hoy son.

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Anotación décimo segunda: Manchas

Autodeterminación al caminodel calvario.

Dedos de mierda decoran los azulejos.

Las manchas, como flores purpúreas, abaten mi cuerpo.

Autodeterminación innecesariade comparecer desperdigado,

muerto mil esquirlasy más pircas.

Flexiono mis rodillas,ante el racconto de los enfermos.

Altar de penumbras y vericuetos,un vidrio taja el lado izquierdo de mi cerebro.

Velas, cenizas, de decisiones que arden, aún los dedos sangran mierda,

nafta, fósforos, azulejos,pasillos, sombras.

Y no creo que dejen de hacerlojamás.

Felipe salió a la calle para tomar aire. Asomaba una nueva madru-gada: ¿A dónde encuentro la cura de mi desvelo? Afuera las hienas se apresuran sobre el abatido, y adentro el abatido clama por la muerte, pensó: mis ánimos del habla se desvanecen, pronto ya no voy a querer escribir. ¿Qué será de mi cuando las manos no quieran

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moverse y siga, aún inútil, en este desierto de selvas? A veces dudo de la veracidad del sentido. ¿Hay alguno? Todas las mañanas naz-co y agradezco. Pero al mismo tiempo padezco ensangrentado una nueva tortura. Quiero suponer la realidad de agravios que no han de detenerse, la calidad de un mundo que no ha de existir, más allá de la reciprocidad personal. Si tan sólo la bala o la daga apagan la lla-marada del problema ¿vale de algo tamaño imaginario? ¿Mutarán los días por el hecho de asumirlos con buena cara? El final aparece implacable, sea quien sea.

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Bogliaccino sacó toda la ropa del armario. La arrojó presuroso so-bre la cama, aún desecha. El vaho a humedad era insoportable. Fe-lipe rascaba su nariz cada dos o tres segundos por la alergia que aparecía, siempre como calculada, en los lugares con poca corrien-te de aire. Digitó el armado de la valija como la construcción de un edificio: cuatro camisas, cuatro chombas, dos pantalones, zapati-llas, zapatos, medias, calzones, campera sport y campera elegan-te. Con la mochila al hombro, caminó hacia la recepción.

-Mirá que te dejo todo lo de valor, tuertito - dijo al conserje.

-Usted no se preocupe, Don Felipe, los coyas somos buena gente – respondió el viejo, mientras caminaban juntos hasta la vereda.

Apoyado en su bastón de caña, el anciano chifló para detener un taxi. El auto se acercó lentamente. Metieron el bolso en la cajuela. “¿No me querés llevar en el baúl?”, dijo el tuerto a modo de broma. “Me encuentran con vos, y voy detenido sin mediar palabra”, dijo Bogliaccino. Cerró la puerta con vehemencia y bajó el vidrio para estrechar la mano del tuerto. El taxista encendió el motor. Hasta la terminal, indicó Felipe.

El viaje demoró quince minutos. Atravesaron el parque central. Las familias jugaban fútbol en el mismo pasto donde travestis y pros-titutas se venden o son vendidas. Todo transcurría con absoluta normalidad. El silencio de las vidas corroídas en simultáneo deco-ró los oídos del periodista durante aquella tarde. Los gritos mudos de la muerte, que no se escucha ni siquiera cuando los unos y los otros caminan hacia ella. Ya en la estación de ómnibus sacó un bo-leto rumbo a Pichanal, al norte de Salta, muy al norte de Argentina. Conocía aquel pequeño poblado rural instalado a pocas horas de Bolivia. Había estado allí, hacía tiempo, para realizar una crónica sobre las muertes por desnutrición. Metió su mano en el bolsillo derecho y sacó un viejo papel: aquella nota. Eran la 1:30 am. Se acercó a la barra de la moderna terminal y pidió un whisky doble. Estiró el artículo y lo contempló hasta que los altoparlantes indica-ron la partida de su colectivo.

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Hambre sobre la ruta del tráfico

El sol comienza a esconderse tras el monte. En el famoso cruce de Pichanal se despierta la noche del sábado. Una cantina al lado de la otra, los borrachos se suceden casi muertos a la vera de la esqui-na donde se cruzan la Ruta Nacional 50 y la Ruta Nacional 34. Por las vías del Belgrano Cargas se llega a la Misión San Francisco, el núcleo indígena más grande de Salta y uno de los más importantes en el país. Tiene 42 hectáreas y viven allí 7 mil personas. Cerca de 6 mil guaraníes, 156 coyas, 832 criollos y 257 bolivianos. Son 1800 los jóvenes cursando sus estudios en las escuelas de la zona.

Por una calle de tierra ancha y dividida en dos manos, presentan a la comunidad las casitas bajas construidas tablón a tablón, los cer-cos de madera a media altura, todos iguales, y las puertas abiertas de los hogares. El silencio de la naturaleza se impone frente a al-guna cumbia que suena vieja, anunciando una larga noche, en los asentamientos vecinos. Al lado de la iglesia, uno de los pocos es-pacios verdes que quedan por el hacinamiento, da refugio a diez niños que juegan al fútbol. Los lotes tienen 12 por 14 metros. En algunos, viven hasta 20 personas. Los gritos de los changuitos se hacen eco en las cúpulas de la iglesia, principal centro de reunión en la misión. Amparado bajo la sombra de un árbol tan grande como viejo aparece el cura Roberto Velázquez, franciscano y referente de la iglesia Católica Apostólica Romana en el territorio, desde hace siete años.

No se asusta, ni por cerca, frente al grabador. Se le agotaron los sustos con las ambulancias que están a 2 kilómetros en el hospital de Pichanal, pero tardan en llegar, con suerte, una hora. Saca una carpeta llena de folios y papeles, prolijamente ordenados. “Este informe se hizo con la comunidad el año pasado para presentar la situación en diferentes temas, agua, tierra, cultura, deportes, sa-lud. Cuando organizamos la asamblea armamos pequeñas comi-siones que trabajaron por tema específico. Después, se reflexionó y luego se pidió informes a los hospitales, a las escuelas y eso se combinó con el censo”, comienza.

“Pasa a la otra hoja”, dice. Entonces, perfectamente detallada, se presenta la realidad en materia sanitaria. En la Misión San Francis-

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co viven 863 niños de entre 1 y 5 años, además de los 164 menores de 1 año. Son 52 los menores con déficit alimentario y 84 los que se encuentran bajo lo que nadie quiere escuchar, riesgo nutricional. Si bien el riesgo nutricional puede ser moderado, medio o grave, esas instancias técnicas pueden sucederse de forma muy veloz, frente a la pobreza estructural del norte salteño. En San Francisco, durante 2008, 9 actas de defunción certificaban: desnutrición. En 2009 fueron 7 y en 2010 fueron 6. Obviamente, sin contar las actas de defunción registradas como “paros cardíacos” o “neumonía”.

La situación no es diferente en el resto de la provincia. En 2011 fue-ron 11 los muertos. Y, a principios de 2012, el ministro de Salud, Enrique Heredia, dijo a la prensa: “siguen existiendo altos índices de desnutrición en un 10% de la población infantil de entre 1 a 6 años, y de un 4% en la franja etárea de 0 a 1 año. Las políticas im-pulsadas desde el gobierno provincial y nacional profundizaron la lucha contra la desnutrición, lo que llevó a disminuir índices, pero aún el desafío está por delante”.

Los datos aportados a Nuevo Tiempo por la secretaria de Nutrición, Cristina del Valle Lobo, indican que en toda el área operativa de Pichanal hay 675 chicos menores de 1 año controlados. Del total, 522 tienen un peso adecuado, con déficit alimentario leve son 28, con déficit alimentario moderado son 6 y grave no hay ninguno. Por otro lado, en la franja comprendida entre los niños de 1 a 5 años, hay 3137 controlados. Del total hay 2400 con el peso adecuado. En lo que respecta a los cuadros de desnutrición, son 340 los casos leves, 19 los moderados y ninguno grave.

Parches, hambre y aprietes

“Con el hospital de Pichanal veníamos trabajando con el tema des-nutrición. Pero en la última reunión, de fines de marzo, me pidieron reserva en los datos sobre la cantidad de niños desnutridos, y con otras instituciones experimentamos un silencio cómplice de parte de los representantes y dirigentes”, dijo el padre Roberto Veláz-quez a la prensa en abril de 2011. Entonces, las cámaras amari-llistas llegaron en un santiamén, ínfimo a lado de las largas horas que las familias pasan en las terapias intensivas de los hospitales regionales.

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Entonces, Velázquez se fue a Buenos Aires, para evitar a la prensa porque “su función es acompañar a la comunidad”, dice él, Por los aprietes y amenazas, dicen los vecinos. Sin embargo, el silencio no lo resguarda, y por eso no calla. “Aumentaron los agentes sa-nitarios y se amplió la salita de la misión pero, además, no hubo aumento en la acción de ningún área del Estado”, asegura.

La ruta de la droga

En diálogo con este diario, Roberto Velázquez aseguró: “Al comien-zo, un tema pendiente como comunidad era el tema de la venta del alcohol. Después nos dimos cuenta que el tema del alcohol es mí-nimo frente a la venta de droga que hay en todos los lugares y, tam-bién, en la misión. Nosotros trabajamos con los jóvenes haciendo encuentros, jornadas y demás. Yo conocí la droga acá, tenerla en la mano, ayudar a los chicos con el tratamiento, llevarlos a Orán, a Salta. Esto va en aumento. Todos saben quién es el que vende y quién no vende. Pero no se hace absolutamente nada en ese senti-do. Uno se siente atado de manos. Qué más podés hacer, se hacen denuncias y todo. Pero uno sabe que la policía está prendida, es muy problemático. Antes se veía como un lugar de paso, hoy tran-quilamente agarran a un vecino con no sé cuántos kilos. El tema es que en la misión se nota, hay muchos jóvenes metidos, muchos. Y son los pibes que vemos todos los días, en la escuela, en la iglesia”.

“Una chica con poca o ninguna oportunidad de ser feliz fue la Ye-senia Marcela Ayllón que a la edad de 21 años resultó ultimada por su pareja y papá de cuatro hijitos nacidos desde sus quince años de mamá niña”, narra el periódico policial de Orán, Fuera de la ley, respecto al último brutal femicidio que tuvo lugar en la Misión. En relación a la violencia que crece en vez de disminuir, Roberto Velázquez aseguró: “Se da la violencia. Tiene que ver mucho con el alcohol, con la droga. Generalmente es eso. Eso se da y llega el hombre y golpea, maltrata. Se intenta trabajar con los jóvenes, se va haciendo un camino. Lo que se visualiza y se muestra es que no son padres ni madres tan jóvenes, eso es un avance. Pero, si no, abandonan el estudio, van a la finca y la finca representa todo un mundo de otras cosas. Del trabajo, del alcohol, de la junta, se dan todos los temas. Y, después, la cantidad de chicos. Hay familias que tienen doce hijos. En la zona, casos de desapariciones forza-

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das de mujeres, más allá de lo que se escucha alrededor, no conoz-co. Lo que si hay es prostitución. Es básico acá. Es una cuestión laboral porque no tienen alternativa. Y, si desaparecen, tiene que ser una familia muy especial para que busque a su hija o a su hijo. Por lo general, se fue, viajó, a dónde, no sé. Hay gente que ni siquie-ra conoce la ciudad que está a media hora de aquí”.

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Como la claustrofobia, las voces vuelven en las noches de pesadi-llas. Cada vez hay que ir más lejos para olvidar los trastornos que genera el testimonio ajeno, el dolor impropio, pensó Bogliaccino. Se recostó en el asiento del colectivo. No podía dormir los sueños, la realidad, todo se distorsiona. Tenía fiebre, le dolía la garganta. Buena onda para empezar este trabajito enfermo, pensó. Entre las alucinaciones que genera la elevada temperatura corporal, brilló un momento de blanca lucidez. Recordó aquella tarde. Los recordó a ellos. Son cuatro jóvenes. Duermen y viven en una parte fuera de funcionamiento del canal que divide San Antonio, conocido como El Bajo, en dos partes.

Algunos colchones, chatarra, encendedores vacíos, las manos ne-gras, los pies negros, el coraje ultrajado y los ojos vacíos. Viven, aún. “Yo tomaba alcohol etílico, era alcohólico, y después me cru-cé a la droga y acá estoy. Qué te puedo decir del funcionamiento del circuito, las bocas de expendio son volteadas apenas son cono-cidas, porque no a cualquiera se le vende. Yo en su momento ven-dí droga, estuve preso tres años y seis meses. Hice rehabilitación, intenté recuperarme, pero en vano fue todo. Hace veinte años que estoy consumiendo. En los menores de edad el problema de la pas-ta base crece cada vez más. La droga no distingue clase social, para nada ni por nadie. Antes estaba más sumido en el Bajo Chico, pero salí de ahí. El consumo es mucho menos, pero sería lindo dejar del todo. El Bajo Chico es un mundo, saliendo de ahí es otro. Te reinte-grás a la sociedad, pero de una forma muy diferente. Aguantaderos ya no hay porque los reventaron a todos, hay controles constantes. Pero del Bajo Chico no salís, si tengo que dar un consejo a alguien es que no suban, porque no se bajan más”.

Desde un hueco de la construcción de concreto, por donde so-lían pasar los desechos de toda una barriada, aparece otro joven. “Fumo porque es rico, porque ya me lo he agarrado, fumo todos los días. No sé quién fuma o quién no, yo hago la mía. Procuro para lo mío. Es un problema para todos, para el sector bajo, para el alto, si el mismo gobierno sabe donde hay droga, la policía, todos esos sa-ben. Saben donde están los vendedores, es un negocio de ellos. Yo sí fumo, no sé, ya hice varios tratamientos y nunca dejé. Depende

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de uno mismo. Acá se manejan así, ellos saben. ¿Por qué a la gente que anda tirada como nosotros la acusan que roban, que andan ro-bando? Nosotros estamos acá porque andamos infelices, viene la policía y nos para, nos llevan a Ciudad Judicial y nos tenemos que volver caminando”.

Interviene un tercero, que al principio no quería hablar: “¿Sabés cuál es la diferencia entre nosotros y los que tienen plata? A ellos no les salta la ficha porque la plata tapa todo, ellos estudian, tra-bajan y tienen dinero porque no consumen constantemente, capaz que lo hacen de tarde, de noche. Pero aunque no lo creas hay gente, chabones, minas que están buenísimas, que no entran con el auto para no quemarse, pero vienen en remis. Quisiera que vos vengás y veas lo que es esto de noche. Pero que no vengan a decir que por-que nosotros andamos infelices estamos choreando. Nosotros pe-dimos, laburamos legal, cortamos pasto, lavamos camiones. Pero acá viene la policía y nos dan vuelta todo como si fuésemos delin-cuentes”.

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Archivo 2 – Clarín – 27 mayo de 2011

Narcotráfico

Salta: detienen a un alto oficial de policía con más de 50 kilos de cocaína

Lo atraparon tras perseguirlo en el patrullero, luego de que elu-diera sospechosamente un control policial con su auto. Otros dos hombres fueron capturados junto a él.

El jefe en el área de Inteligencia Criminal de Tartagal de la Policía de Salta, Carlos Gallardo, fue detenido junto a otros dos hombres con más de 50 kilogramos de cocaína en un procedimiento realiza-do en la localidad salteña de General Güemes por efectivos de esa fuerza provincial.

Fuentes policiales informaron a la agencia de noticias Télam que el hecho comenzó cuando personal policial de la División Protección al Medio Ambiente realizaba un control de prevención sobre la ruta provincial 8, en inmediaciones del paraje El Algarrobal.

Cuando efectivos identificaban a los ocupantes de un Volkswagen color gris, vieron que el conductor de un Fiat Uno que llegaba de-trás, giró imprevistamente en “U” con intenciones de huir cuando se dio cuenta del control. Allí comenzó la persecución.

Al llegar al kilómetro 45 de la ruta, el conductor del Fiat perdió el control del auto tras sufrir algunos desperfectos, lo que permitió a los policías alcanzarlo. Voceros informaron que el conductor era Gallardo.

En tanto, el primer vehículo que había sido parado en el control por la policía también escapó, por lo que se realizó un rastrillaje hasta localizarlo. El auto fue encontrado varado en el Río Mojotoro, en el paraje El Algarrobal, sin rastro de sus ocupantes.

Durante ese procedimiento, se observó que había un tercer auto, un Volkswagen Bora gris, cuyos ocupantes también intentaron huir al ver personal policial. Los dos hombres, de 29 y 43 años, fueron

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alcanzados y detenidos por la policía.

Durante un rastrillaje realizado en la zona por la que se moviliza-ron los autos sospechosos, los policías hallaron escondidas entre los matorrales dos mochilas que contenían en total 49 paquetes de cocaína.

La Justicia dispuso la detención de Gallardo y los otros dos hom-bres de apellido Giménez (que investiga si son hermanos de otro jefe policial). Además, se secuestraron los tres vehículos junto a los paquetes de cocaína, por un peso aproximado de 50 kilos.

El Juzgado Federal 1 de Salta, a cargo de Julio Bavio, tomó inter-vención en el caso y dispuso además una serie de diligencias in-vestigativas.

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Archivo 3 – El Tribuno – 24 de agosto de 2012

Caso Narcopolicías

“Saravia nos pidió que fuéramos a matar a Bolivia”

En su extensa declaración manuscrita ante el juez Bavio, Gabriel Giménez -cuyas acusaciones, de ser comprobadas, abrirían la puerta a un escándalo insospechado- asegura que las pinchaduras de teléfonos a terceros y la consecución de las sábanas de llama-das de estos con sus contactos también les eran solicitadas por al-tos jefes de la fuerza “tales como el actual jefe de Policía, comisa-rio general Néstor Cardozo; comisario general Simón Pistán, quien fuera en ese momento director de Drogas Peligrosas; comisario general Néstor Hugo Méndez, quien fuera director de Seguridad y su ayudante, oficial Velázquez; el jefe de la Brigada de Investiga-ciones 1, Juan Carlos Míguez; el comisario Flores, jefe de la brigada de Orán y actual jefe de la 1; el comisario general Marcelo Lami, que en aquel tiempo era jefe de Inteligencia” y menciona a otros, sin dar nombres.

“Dejo expresamente aclarado que no existían órdenes judiciales para tales actividades y que tanto el ministro (Pablo Kosiner) como el secretario de Seguridad tenían pleno conocimiento de las mis-mas...”.“En reiteradas ocasiones Aldo Rogelio Saravia me citaba a su ofi-cina y me daba órdenes no compatibles con una persona racional: que ingresáramos clandestinamente a la República de Bolivia y matáramos a los individuos que cometían delitos del lado argen-tino, ya que su pensamiento era que si se sacaba del camino (ma-taba) a un par de ellos se produciría un efecto de temor sobre los delincuentes. Esas órdenes, las cuales no cumplíamos porque eran de una locura, lo enfurecían de una manera tal que amenazó con corrernos de la Policía o amenazarnos la vida. Hoy me doy cuen-ta, con el torbellino de presiones que sufrí, que Aldo Rogelio Sara-via cumplió sus amenazas valiéndose de su poder y apoyo político para causarme daño...”.

Giménez continúa su exposición asegurando que eran tantas las presiones, que “me dieron carpeta médica psiquiátrica y que las

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constancias constan en Simela y el doctor que me trataba, Roque Almada, tiene pleno conocimiento de lo que me sucedía y le co-mentaba sobre las cosas que me pedían, como es el caso de los te-léfonos, quien si se lo cita podría corroborar lo que estoy diciendo”.

Giménez expone también lo que ya fue publicado por El Tribuno en el sentido que fue convocado por un ingeniero (Elio del Frari y un legislador de nombre Pablo y de apellido Ruiz o Díaz) y luego por el entonces diputado Fredy Petrón, para que realizara más escuchas ilegales y espiara al entonces candidato a gobernador Alfredo Ol-medo y su entorno. Que, cansado de todo esto, pidió asesoramien-to al abogado del gobernador, Horacio Aguilar, a quien le exhibió su computadora con toda la información de acciones ilegales rea-lizadas, ya que allí tenía “cargado el informe de la investigación del Sr. Alfredo Olmedo, el que había obtenido por intermedio del cabo Rolando Rodríguez, quien solo daba los formatos de los informes por su conocimiento en informática y en estos se veían las sábanas de llamadas de los diferentes números telefónicos del Sr. Olmedo y demás investigaciones, a lo que el Dr. Aguilar se sorprendió con dicha información y me dijo que el gobernador estaba de viaje y que cuando regresara le contaría las acciones de Saravia...”.

“Por alguna circunstancia Saravia supo que yo estaba solicitando ayuda por lo que estaba haciendo... por lo cual, en el procedimiento de fecha 25 y 26 de mayo de 2011, vio su gran oportunidad y en com-plicidad con efectivos policiales de jerarquía “plantaron’ la droga que fue hallada en el lugar de tránsito casi 24 horas después”.Un desafío bravo

“Para comprobar la veracidad de mis dichos y del informe que hago referencia, al mismo se lo puede extraer de mi computadora por-tátil secuestrada, la cual para su acceso tiene una clave personal; que en este mismo acto solicito que la traigan a los efectos de pro-ceder a buscar el archivo de referencia” (No se accedió a esa de-manda).

“Asimismo, hago saber que en caso de que el archivo hubiera sido borrado, existen formas de lograr su recuperación mediante pro-gramas y aparatos para obtener la información eliminada como así también determinar las veces que se accedió a partir del 25 de

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mayo de 2011 a la máquina, solicitando, en caso de ser así, que di-chas pericias sean realizadas por la Gendarmería o la Policía Fede-ral Argentina, quienes poseen los elementos para tal fin. Que dicha información también estaba contenida en un DVD que se hallaba en un sobre blanco dentro de un cajón de mi placard, al igual que un pendrive, que fueron secuestrados de mi casa, en Los Inciensos 70 de esta ciudad, elementos que también sean traídos en este acto”.

“Pudieron ver este informe el Dr. Aguilar, que trabajó en la Justicia Federal; el cabo Rolando Rodríguez, quien le dio el formato; el cabo Sergio Quiroga, quien consiguió las sábanas de llamadas y realizó otras investigaciones sobre el Sr. Olmedo y se entrevistó varias ve-ces con el ingeniero enviado de gobierno (Elio del Frari), de quien poseía su número de teléfono; el cabo Dante René Armella, quien sabía toda la actividad y observó y filmó -con cámara oculta en una lapicera de Inteligencia Criminal-, junto al cabo Rolando Rodríguez, la última reunión que se realizó en la estación Shell de la terminal”.

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La luz solar reflejó en la terminal de Pichanal cerca de las 7:30. Bo-gliaccino dormía con los brazos cruzados sobre una mesa, espera-ba la hora para contactar a su fuente. Lo despertó una adolescente con varias decenas de rosarios en sus brazos. Cómpreme, cómpre-me unito. Felipe sacó unas cuantas monedas del bolsillo y se las entregó. Caminó hasta la barra, igual que unas horas antes, y pidió un café. Se lo llevamos a la mesa, señor, le dijo la mujer que aten-día el restaurante. Siempre, alguien sirve a alguien, otro arruina a otro. ¿Cambiarán mis líneas la realidad de alguien? ¿Su significa-do logra trascender al punto final? Las preguntas arremolinaban cada hora una vez más. Mientras esperaba el desayuno, quiso hilar algunas preguntas, pero terminó en el “inesquivable camino de la desdicha”, como solía decir:

Anotación decimoséptima: Basuras

La metrópoli dispara catástrofes de humoy nadie quiere ser demasiado pesimista en los textos o en el mitin.¡Ni siquiera en el mitin!

Los soles del progreso,y también sus noches,han inundado la gran urbe con ofertasy nacieron raros desmesurados.

Que caminan sin nada que perder.Porque lo que no se pudre se quema.

La metrópoli dispara catástrofes de humo,y se ha fundido en los subsuelosel deshecho resinoso que vaciló todo por dentro.

Porque se quema lo que no se pudre,la metrópoli muere hecha catástrofes de humo.

Tapados ya los andamios de suelo puro,sus personas premiadas con la soledad,

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con el aislamientocon la quietud de la llanura insonora

morirán cinco o diez minutos, despuéscomo mártires,que caminan sobrevivientes Sin nada que perder. Naciente el reflejo del colapso en ambos ojos.

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Todas las calles de Colonia Santa Rosa son de tierra. En temporada, la localidad ubicada a una hora de la frontera con Bolivia, alberga cerca de 20 mil habitantes. No hay un edificio a la vista en muchos kilómetros. Solo hectáreas sembradas con citrus, hortalizas, soja y caña de azúcar. Bogliaccino avanza lentamente entre las arterias principales. Llega hasta la plaza central y divisa una antena de casi cuarenta metros. Allí tiene que ir, al patio de Javier Guerrero: pe-riodista y artesano que fabrica camas, parrillas, puertas, mesas, conexiones eléctricas, levanta paredes y construyó su propia radio, bautizada como Cadena Noa.

Tiempo atrás, al aire, Guerrero denunció irregularidades en el pago de salarios a los funcionarios municipales, y la existencia de capi-tal destinado a los postulantes peronistas (ñoquis) que se candi-dateaban para ocupar cargos en las elecciones. El 18 de abril de 2012, el aspirante a intendente Guido “Chiqui” Céspedes (FPV), se presentó en la puerta de la emisora con un matón armado. Querían ejecutar a Guerrero. El periodista no atendió la puerta. Le tiraron una bomba en el patio de su casa. Pocos días después, lo atrope-llaron cuando ingresaba a su taller.

En el estudio de la radio hay un cuadro de Fidel Castro, justo arriba de la consola de operaciones. Uno del Che, frente a los micrófo-nos. Guerrero se mete unas hojas de coca en la boca, luego toma un trago de cerveza y comienza a hablar para el grabador de Felipe Bogliaccino, quien está sentado justo en frente.

“En toda la Provincia se ha intensificado el problema del narcotrá-fico y la evidencia está en las noticias, es lo que viene ocurriendo. Otro indicador del aumento del tráfico de droga es el consumo en los menores de edad. Afuera de las escuelas ofrecen la droga. Las instituciones están involucradas, queda a las claras cuando detie-nen a altos jefes de inteligencia de la policía local, federal o Gen-darmería con cargamentos de droga. Esto está pasando. Colonia Santa Rosa no es la excepción, alguien las venden, alguien las pro-vee. No se puede desconocer la realidad”.

-Hay otra problemática que es el trabajo esclavo y en negro en las

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fincas… - interrumpe Felipe.

-El ochenta por ciento de los trabajadores rurales no cobran se-gún su convenio y todo es en negro. Se los lleva un camión jaula donde, teóricamente, van animales. Van a la finca y les pagan 60 pesos por diez horas de trabajo. A las mujeres les pagan un sueldo inferior sólo por su condición femenina. No me quiero olvidar que los patrones de las fincas hacen traer personas indocumentadas desde Bolivia para explotarlas aquí, con un sueldo muy inferior. Llevan adelante la práctica de la retención de documentos, pagan cada quince días, y cuando termina la temporada les devuelven las identificaciones.

-Si trafican personas pueden traficar cualquier cosa…

-Esto lo sabe todo el mundo. No existe la remota posibilidad de que el Estado desconozca esto puesto que tienen elementos de últi-ma generación para saber hasta cuántos tomates se saca de una finca o para saber cuántos trabajadores se necesita en una finca. Cuando van los inspectores, se dan con que una finca que produce como loco tiene unas pocas personas en blanco. Hay patrones que esconden a los trabajadores en el monte cuando llegan los inspec-tores.

-Y si esconden personas pueden esconder pistas de aterrizaje clandestinas…

-Las aeronaves que transitan el espacio aéreo de la zona lo hacen con total libertad.

-¿Las personas callan la situación del tráfico de personas o el tra-bajo esclavo?

La realidad económica de Colonia Santa Rosa impone el silencio. La gente tiene miedo de perder lo poco que tiene. Si denuncian se quedan sin los sesenta pesos que ganan en la finca. Si dicen algo se cagan de hambre. El año pasado los trabajadores rurales protago-nizaron una lucha impresionante, con tres o cuatro cortes de ruta. Hace un año atrás se cobraba 35 pesos por diez horas de trabajo. Después se logró que pagaran 50 pesos. Por miedo a que se reac-

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tive la lucha los patrones han llevado el salario a 60 pesos diario. Y los que encabezaron esa lucha no tienen trabajo actualmente.

-¿Cómo se convive con la corrupción?

-Como miembro de esta localidad yo no tengo miedo. No quisiera estar en el zapato de los que callan para no perder lo que tienen. No debe ser la mejor vida. Hay mucha corrupción. Yo no soy arquitecto ni nada de eso, pero entiendo de construcciones y de cuánto puede salir un presupuesto. Para arreglar una plaza, poner un par de fie-rros, focos y pintar gastaron 160 mil pesos, por ejemplo. La gente se caga de risa por no cagarse de bronca.

-¿Reciben denuncias de los vecinos en la radio?

Mi programa de radio se llama La otra cara de la moneda, porque todas las emisoras responden al estado municipal. Entonces la problemática local no quedaba en evidencia. Las personas no te-nían a dónde recurrir. Cuando empezamos, salieron a la luz muchas cosas. La radio no recibe pauta. La sostengo con mi trabajo de arte-sano. No cobramos ni una publicidad de diez pesos. La gente quie-re al programa porque es la caja de resonancia de la problemática local. Aunque estar al aire genere problemas con las personas que pretenden manejar el poder. Con el oficialismo y con la oposición. Todos tiran a matar. Tener un medio en una localidad como esta, con la realidad social que acontece, es un problema económico, un problema familiar y un problema personal. Es muy jodido meterse en las problemáticas de la sociedad en una región como esta.

-Más de una vez deben haber dicho “Javier Guerrero está loco”…

-Y no creo que estén muy equivocados, porque enfrentar todo esto significa estar un poco loco.

-¿Cómo ves a la juventud de la localidad?

-Acá viene avanzando muchísimo la caña de azúcar y la soja. Los diputados que representan a las grandes corporaciones de la pro-vincia, avalados por el gobernador Urtubey, han presentado pro-yectos que van en contra de la sociedad. Por ejemplo, lograron que

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no se le cobre el impuesto inmobiliario a todo aquel productor que cultive soja o caña para el bio-combustible. Es un proyecto que va a la Seabord Corporation, del ingenio El Tabacal.

-El mismo Tabacal que está sospechado de tener pistas de aterri-zaje clandestinas en sus hectáreas…

-Es propietario de miles y miles de hectáreas. Pueden tener cual-quier cosa ahí adentro. Y el Estado les compra a ellos todo el Etanol que puedan producir. Les garantizan la rentabilidad permanente. Así es fácil ser empresario y eso está pasando. No obstante, se los beneficia con el no cobro del impuesto inmobiliario. Estos bio-combustibles se los produce con la soja o con la caña de azúcar. Entonces todo este cúmulo de garantías para El Tabacal le ha per-mitido tener una capacidad económica enorme. Por eso avanzan sobre otros cultivos como el citrus o las hortalizas. Esto ha provo-cado masas inmensas de trabajadores que se quedan sin ocupa-ción y se van a ser explotados en las provincias. Los hijos de esos trabajadores, volviendo a la pregunta de la juventud, están conde-nados a un futuro como el que te comento. Es un futuro oscuro, se van a tener que ir, no van a tener trabajo acá.

-Una juventud que no ha recibido educación queda expuesta a la falta de trabajo y a la droga.

-Por eso avanza la droga, porque los chicos no visualizan ningún futuro promisorio y como escape utilizan la droga. Como la oferta es mayor, se presenta una salida. Por eso, también, aumenta la de-lincuencia. Veo que esta situación se ha ido agudizando. Antes po-díamos dormir con la puerta abierta. Ahora en Colonia Santa Rosa tenemos, proporcionalmente, una de las tasas más complicadas de asesinatos y delincuencia en la Provincia. Esto es por el narco-tráfico, la falta de trabajo. Creo que Salta se está colombianizando. No nos tenemos que olvidar de los muertos a manos de los narcos durante los últimos años. La realidad es muy triste, muy sombría.

-¿Hay un cerco mediático?

-El Estado, en sus niveles provinciales, nacionales y municipales utiliza todos los recursos para que la gente no se informe. Y cuando

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hay medios independientes que sacan a la luz la realidad los tratan de ahogar con amenazas y atentados, primero. Con asfixia econó-mica, después. Desde que fui amenazado extremé las medidas de seguridad. Aunque no creo que sean tan loquitos de meterse acá en mi casa para hacer lo que quieren hacer. Pero, hoy en día, no se puede andar así como así por la calle.

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Durante su estadía en la región de frontera, Bogliaccino pudo vi-sualizar los peores gestos de su conducta y la prisa de sus cortos 22 años. Sobre todo, gracias a la justa palabra de un periodista lo-cal con el que compartió algunas investigaciones y un ciclo radial. Cada vez que Mariano Arancibia le advertía “estás decadente”, Fe-lipe reculaba y comenzaba a trabajar otra vez, procurando no aban-donarse. Arancibia nació y vive en un barrio obrero, es un militante trotskista de base y un excelente investigador.

“El gran problema de la juventud es que se dedica poco tiempo al cultivo de las ideas. A mi me salvó la música, yo no iba a bai-lar. Cuando era más chico me quedaba en casa y escuchaba punk rock”, solía repetir Arancibia que, por otro lado, inspiraba mucho respeto en Bogliaccino e, inclusive, un grado elevado de admira-ción por la capacidad de Mariano para forjar el temple y el espíritu. Juntos, redactaron notas como esta:

El ejercicio de la prensa en un nuevo mapa: sicarios y aprietes

El sentido común señala que es menos peligroso, para los perio-distas, informar en regímenes democráticos que en dictatoriales. Ser conscientes de las diferencias entre las dos formas en que se ejerce la profesión es fundamental pues, sino, se podría caer en engaños y fusiones indefectiblemente incompatibles.

Sin embargo, la realidad muestra que el respeto por la libertad de los periodistas no es una de las cualidades de la actividad en Salta por los tiempos que corren. Aprietes, amenazas (pesadas y sutiles) y atentados, por parte de matones y hasta de miembros de los di-ferentes poderes provinciales y comunales son moneda corriente y muestran el cuadro poco democrático y peligroso, si alguien se pasa de lo permisible. Un repaso ligero sobre algunos casos que salieron a luz lo demuestra.

El 14 de abril de este año Daniel Barboza, comunicador radicado en la localidad de Joaquín V. González, recibió amenazas de muerte en su teléfono celular, y en el de algunos miembros de su familia. En las comunicaciones lo apuraban para que desista de una in-

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vestigación que abordaba irregularidades en el pago de salarios a funcionarios de su municipio. “El periodista ya interpuso la denun-cia ante la comisaría 50 de la Unidad Regional 5 de J.V. González y pidió garantías para su seguridad y la de su familia, y que se tomen las medidas legales del caso lo antes posible, por cuanto no volverá a su lugar de trabajo hasta tanto no obtenga respuesta de quiénes son los causantes y responsables, aclarando que este es su único medio de subsistir y darle de comer a su familia”, (Infórmate Salta 16/04/2012).

Días antes, el 31 de marzo, Samuel Heredia, periodista de la ra-dio FM Red de Rosario de la Frontera y redactor del semanario la Verdad del NOA, recibió un mensaje de texto anónimo que decía: “Gordo hijo de puta cerrá el pico porque sino te vamos a tocar lo que más querés, a tus nietos”. Inmediatamente, Heredia, alertó a la ciudadanía y en un comunicado consideró que las amenazas lle-garon luego de cuestionar, en una reunión vecinal, a la intendenta Rómula Montero.

Al día siguiente de denunciar los aprietes, recibió una carta de la municipalidad donde le informaban el retiro de la pauta municipal que en total apenas alcanzaba los $ 1500. “El Municipio no es una empresa privada que elige con quién quiere hablar o no, es un orga-nismo público, y el derecho a la información también es uno de los pilares de la democracia. Estos dirigentes, que tiene costumbres arbitrarias propias de la dictadura, me dan mucha vergüenza. Los periodistas somos como la piedra en el zapato de quienes están del lado del poder, yo no pienso cambiar mi línea editorial para confor-mar los caprichos de nadie”, señaló Heredia. Y, además, aseguró que José Roldan, secretario de Hacienda municipal, lo amenazó en la puerta de su casa.

Otro de los casos recientes sucedió en Cerillos. El viernes 25 de noviembre de 2011 un grupo de personas incendiaron parte de las instalaciones donde funciona FM San Miguel. En el mismo inmue-ble vive la familia del periodista Santos Segundo Ramos, quien encabezaba la Junta Promotora Vecinal que se oponía al aumento del 25% de los impuestos municipales. A pesar de que atrás de la vivienda se encuentra la comisaría de Cerillos ningún efectivo se enteró del ataque (Norte Social 25/11/2011).

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Narcos, funcionarios y policías

Muchos periodistas del norte salteño coinciden en que el aumento del narcotráfico condujo a una reducción notable del caudal in-formativo. En Oran, por ejemplo, son conocidas las movilizaciones donde se denuncia el impune accionar de grupos narcos. El vier-nes 30 de septiembre de 2011 los periodistas oranenses Claudio Ruiz y Gloria Secco, ambos trabajadores de Radio Ciudad FM 99.6, denunciaron públicamente haber sido amenazados por sicarios, luego de entrevistar al juez federal Raúl Reynoso. En la charla los periodistas preguntaban sobre la velocidad con la que habían sido liberados unos traficantes detenidos en la frontera con Bolivia. “Asesinos a sueldo nos amenazaron rodeando nuestra vivienda en el barrio 20 de Febrero para hacernos saber quién manda en Orán. Aquí no están dadas las condiciones de seguridad para ejercer el periodismo”, (Infórmate Salta 30/09/11) dijeron en comunicación con la prensa.

Por lo que se conoce, los aprietes vienen del narcotráfico o por cuestiones políticas. El viernes 18 de abril de este año, Javier Gue-rrero, comunicador de Colonia Santa Rosa de Radio Cadena NOA fue amenazado por un patotero que se encontraba armado. “Me querían ejecutar afuera de mi casa y como no salí me tiraron una bomba que reventó adentro de mi domicilio. Responsabilizo a la justicia, a la policía, a los hermanos Céspedes y al gobierno de Ur-tubey que encubren a estos nefastos personajes”, contó Guerrero sobre la jornada en la que fue amedrentado para que desista de sus denuncias sobre el poder político. En esa ocasión, el matón acom-pañaba al candidato a intendente de esa localidad, Guido “Chiqui” Céspedes, conocido dirigente del Partido de la Victoria por la zona y cercano a dirigentes oficialistas de la capital, como el diputado nacional José Vilariño.

En julio de 2009, el periodista de Cadena NOA, Samuel Huerga, re-cibió en su celular 5 mensajes de texto y 3 llamadas con amenazas de muerte relacionadas con su investigación en torno a la desapa-rición de un trabajador del ingenio El Tabacal en un conflicto sindi-cal del 2006. En 2011, las amenazas llegaron desde la intendencia de San Ramón de la Nueva Oran. “Si tengo una ametralladora les vuelo la cabeza”, lanzó Marcelo Lara Gros, jefe comunal, en una

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comunicación con FM Ciudad de Oran, cuando hablaban sobre las denuncias de periodistas en relación a los gastos municipales y el crecimiento patrimonial de sus funcionarios. Ese mismo año el Intendente de General Mosconi, Isidro Ruarte, atacó y descalificó verbalmente a Rafael Bruno, trabajador de Video Tar. “Mataco de mierda”, dijo entre otras cosas, el jefe comunal al periodista tarta-galense.

Nada es nuevo. Tampoco la prepotencia de la brava policía de Salta con el periodismo de la capital. Sin ir más lejos; el 27 de abril de 2010 detuvo y amenazó al fotógrafo Rolando Díaz, del Nuevo Diario, cuando trabajaba en la cobertura de un incendio en la calle Sar-miento al 700. “Ya vas a ver lo que te va a pasar”, le dijeron los efec-tivos, cuando el reportero gráfico se resistía a retirarse sin tomar las imágenes, como los agentes le exigían (Apes 30/4/11). También el fotógrafo Alejandro Ahuerma fue víctima en varias ocasiones de hostigamiento por parte de la policía.

Uno de los casos más violentos fue el de Darío Illanes, allá por el 2007, cuando el periodista fue encerrado en un calabozo de la ex Comisaria del Menor y molido a golpes. “Me trabé como jugador de rugby para recibir menor cantidad de golpes. Tengo lesiones. Sentí un plantazo en el hígado. Tengo una marca en la espalda de 15 cm de largo por 3 de ancho (Salta 21, 3/8/07)”, declaró. Se manejan tres versiones sobre los motivos del ataque. La oficial considera que la violencia policial fue desatada por una sensación de impuni-dad, por lo tanto, advierte que hubo una deficiente formación. “Es-tamos profesionalizando la policía”, respondía Víctor Brizuela, por aquellos tiempos en la función de Ministro de Gobierno. Otra taba señalaba que era un episodio dentro de una interna policial vieja y que buscaba golpear a Gustavo Ferraris, ex secretario de Seguri-dad; pero lo que más se murmuraba era que desde la patronal de El Tribuno habían llegado las órdenes para que golpeen a Illanes como advertencia para que no siga adelante en la creación de un nuevo sindicato. Dicho en otras palabras: los Romero, nuevamente, habían recurrido a su fiel amiga, la policía para defender su poderío económico en la provincia.

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Dime quién te banca y te diré qué informas

Conviene destacar que la principal amenaza para la libertad de expresión, hoy por hoy en la provincia, es el Estado y el personal político que lo administra; ya que éstos financian a la mayoría de medios, por tanto, presionan e implícitamente censuran y condi-cionan a los periodistas en sus opiniones. Entonces, los posibles caminos de investigación se cierran, pues ¿cómo informar e inves-tigar sobre mi patrón, aquel que paga mi sueldo? Para salir en los medios hegemónicos, hay que ser como ellos: no hablar de lo que pasa en los medios, llevarse bien con los funcionarios y respetar a los líderes de opinión. O por lo menos intentarlo.

Esta situación resalta el individualismo de la profesión, la deses-tabilización y, sirve como base sobre la cual se sostiene la idea de que es posible liberarse individualmente a través de conseguir la pauta oficial; en efecto, ésta lógica (individualista) se opone a la defensa de la identidad periodística colectiva y allana el camino para que el simple trabajador de prensa (no el periodista- empre-sario) quede frágil e indefenso en un entramado dominado por el dinero del Estado y por grupos privados.

Como caras distintas de una misma moneda, de un lado, las res-tricciones del Estado y del mercado; del otro, los ataques directos hacia periodistas. Se sabe que muchos casos no se hacen públi-cos por temor a represalias comerciales, laborales o físicas, sin embargo, numerosas son las denuncias que ponen en el tapete la precariedad actual de este (bello) oficio basado en el aprehender del transcurso del tiempo, separando concienzudamente lo impor-tante de lo superficial, para acercarle información a personas que, probablemente, nunca conozcamos.

Salta, la linda para los aprietes

Según la última edición del Monitoreo de la Libertad de Expresión, un compendio sobre los ataques que sufre la prensa nacional, rea-lizado por el Foro de Periodismo Argentino (Fopea), sin tener en cuenta la Capital Federal ni el gran Buenos Aires, Salta es la provin-cia que registra la mayor cantidad de agresiones, además de “ser el escenario de alguno de los casos más graves”.

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En todo el país, durante 2011, fueron registrados 122 ataques; un 10% más que el año anterior. Según el relevamiento realizado por el Centro de Estudios en Libertad de Expresión y Acceso a la In-formación (CELE) entre 1998 y 2008, Argentina ocupó el 7° puesto regional en cantidad de denuncias por ataques a la libertad de ex-presión.

Del total de las agresiones registradas por FOPEA 24 ocurrieron en la Ciudad de Buenos Aires y 17 en la provincia de Buenos Aires. En tanto, el resto, es decir 81 denuncias, tuvieron lugar en el interior del país. Del 25,2% del total se desconoce el agresor. Encabezando las agresiones sigue la policía (11,8%) y después los funcionarios municipales (11,2%)

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El desamparo y la descomposición social producto del narcotráfico reina en casi todos los lugares de San Ramón de la Nueva Orán, localidad cabecera del departamento de Orán, que en total suma 138 mil habitantes. La ciudad está ubicada sobre la Ruta Nacional 34, apenas a una hora de Bolivia. Bogliaccino intentó detenerse en cada detalle de cada puesto en cada feria. Caminaba tranquilo.

Motivado por la nota que escribió junto a Arancibia, llegó hasta la radio Cadena Noa. Allí lo recibió el director: Samuel Huerga, de 36 años, tiene seis hijas y montó la emisora en su propia casa. Viste una camisa, jeans y zapatos negros. Alto y gordo. Tiene el aspecto de un tipo rudo, pero por las calles de Orán todos lo saludan, respe-tan y hasta le invitan el whisky en el bar amigo.

Su radio es la única en la región abiertamente opositora al pero-nismo. La retransmiten en pueblos y parajes rurales cercanos. No recibe ni un peso de pauta oficial. En el estudio, Huerga se estira suavemente sobre la mesa para bajar el sonido de un transmisor. Acomoda la silla donde transmite a diario, su lugar en el mundo y, aún de pie junto al micrófono, con el cartel de AIRE ya apagado, accede a responder algunas preguntas de Felipe.

-¿Asistimos a la agudización del proceso que Argentina recorre rumbo a la cartelización?

-Sí. Hay cuestiones de infraestructura que lo permiten. El prin-cipal problema que tenemos es la ley de blanqueo de capitales. Porque permite que una persona deposite dinero y, pagando una cierta cantidad de impuestos, ese dinero queda blanqueado. Con la excusa de recuperar plata, la ley permite que el dinero sea legal. Puede ser que el dinero venga de buena fe, del narcotráfico o de la trata de personas. He tenido un diálogo personal con el Juez Fede-ral de Orán Raúl Reynoso y me dijo que esa ley es un impedimento que ellos tienen para investigar determinadas cuentas bancarias, de determinadas causas. En más de una ocasión, no han podido avanzar. Por lo tanto, nacionalizar la banca sería una medida para impedir esto. Mientras la banca esté extranjerizada, en Argentina están dadas las condiciones para la cartelización. Nadie va a poner

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un millón de pesos en tomates si no hay garantías para venderlos. Y si los vende, no hay garantías de poder cobrarlo. Y si los cobra no hay garantías para sacarlos del país. Me voy a Uganda a vender un millón de kilos de tomate y si no hay garantías no invierto. En Argentina circula tanta droga porque existe la posibilidad de sacar el dinero que produce la venta. Para sacar ese dinero se utilizan los bancos. Mientras la banca extranjera opere con total libertad en el país, esto se puede hacer. Esa es la primera cuestión macro, según mi humilde visión, que permite operar en la zona a los carteles co-lombianos, brasileros, peruanos.

-¿Cómo caracterizas el nuevo mapa en el que se desarrolla el ejer-cicio de la prensa en la región de frontera?

-Está muy complicado. No están dadas las condiciones para po-der realizar una tarea de investigación. Podemos dar información, recibimos partes de prensa y los reproducimos por el micrófono, hacemos de locutores. Y, a quienes nos gusta el trabajo de investi-gación, lo podemos hacer, por ejemplo, en cuestiones de la admi-nistración pública y hemos encontrado cosas que han terminado, por ejemplo, en el allanamiento de la municipalidad. Pero no pode-mos avanzar con el tema del narcotráfico. Porque, si avanzamos, del otro lado hay poderes políticos, jurídicos, la policía, gendarme-ría. Si avanzamos en la investigación, sabiendo que vamos contra jerarcas de las instituciones, en algún momento ponemos en riesgo nuestra integridad física o la del medio. Nosotros lo hemos hecho y terminamos con las antenas de la radio caídas.

-¿Cómo fue ese suceso?

-Tuvo lugar en 2009, cuando planteábamos que la inseguridad en Orán tiene que ver con el narcotráfico. ¿Hoy podemos decirlo? Ob-vio. Todos lo dicen. Pero en aquel momento asegurábamos que la mayoría de los robos tenían que ver con el consumo, que el consumo tiene que ver con el negocio de la noche, que el negocio de la noche están relacionados a funcionarios políticos, que esos funcionarios van a ser candidatos en las elecciones. Entonces decíamos, seño-ra, señor: no voten a los candidatos de la droga. Esa publicidad sa-lía por la radio. Un día llegamos a los estudios, un domingo, y nos encontramos con que no teníamos las antenas. Que miden, cada

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una, un metro y aquí necesitamos para funcionar, mínimamente, entre cuatro y ocho. Y las antenas están a cuarenta metros de al-tura. No es que vieron luz y subieron. En ese momento funcionába-mos en una galería, propiedad del actual diputado Marcelo Astún, cuyo hermano estuvo detenido por causas ligadas al narcotráfico. Le alquilábamos un local y la antena estaba en el patio interno de la galería, que tenía una reja para que no entre nadie. Evidentemente alguien entró ese domingo, subieron 40 metros y nos robaron las antenas. Nosotros hablamos con Astum y dijo que estaba muy eno-jado. “Vayan a hablar de droga a la mierda”, nos respondió. Nego-ciamos para que nos devuelvan los equipos que eran necesarios para transmitir, hoy valuados en seis mil pesos. No quiso devolver los equipos, pusimos la denuncia federal, se hicieron todos los pe-ritajes, testigos. Lo han llamado a Astum para que se presente a hacer careos y nunca se presentó, ahora amparado en los fueros legislativos. Cada vez que recordamos este tema nos ataca con epítetos personales, acusándonos de violentos y plantando denun-cias falsas. Siempre que le queremos hablar de este tema se pone como loco, muy nervioso. Queda la pauta de que estos son temas que, de alguna forma, tienen un amparo. Si fuera por la justicia, nosotros no estaríamos al aire desde 2009. No tenemos publicidad oficial, no vino el ejecutivo municipal a solidarizarse. Tuvimos que hacer un esfuerzo sobrehumano para comprar la antena otra vez. Pudimos salir una semana después al aire con muchísimos proble-mas y recién el 17 de marzo de este año pudimos dejar la señal en buen estado. -La semana pasada ejecutaron a tres personas en la frontera de Salvador Mazza. Ustedes sufrieron, también, amenazas por abor-dar diferentes causas. ¿En el momento en el que entrás a tu casa y te percatás de una presencia amenazante qué ideas te atraviesan en ese momento?

-Nosotros tenemos limitaciones técnicas e intelectuales, pero no es fácil poner una radio como esta en el Norte. Hemos publicado la información de una persona muy influyente económicamente en la zona, candidato del peronismo y cercano a la Iglesia Católica, que fue detenida por tráfico dos veces. La primera vez que lo de-tuvieron y mencioné el caso, recibí una amenaza directa, cosa que también comenté al Juez Reynoso. Ahora, cuando lo detuvieron por

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segunda vez, ningún medio de la zona dio la información. Y este hombre me hizo llegar las amenazas diciéndome que cuando sal-ga va a ajustar cuentas conmigo, por dar el dato de que lo habían detenido. En frente de mi casa, no hay viviendas. Sólo locales co-merciales. A la noche se vacía de autos. En esos días posteriores a la denuncia notamos la presencia en mi domicilio de vehículos, camionetas de alta gama, que llegaban a las once de la noche y se iban a las seis de la mañana. ¿Puedo hacer la denuncia? Sí, pero no confío en la policía. Porque está involucrada en muchos hechos del narcotráfico. ¿Le digo a Gendarmería? También tienen gente involucrada. Lo que hice fue volverlo público. Hice trabajos de in-vestigación para el Nuevo Diario de Salta capital sobre automóviles detenidos, ocultos, en canchones que aparentemente guardaban droga. Viendo cómo está el ambiente, con gente muy peligrosa, no quiero hacer el trabajo de investigación porque no están dadas las garantías. ¿Le da miedo? Y, sí. Me da temor arriesgar la vida por un trabajo de investigación. Sabemos que las fuerzas de seguridad están vinculadas al narcotráfico. No hace falta más que ir a Aguas Blancas, al Río Bermejo, donde está el paso totalmente liberado. En tus propias narices. La gente pasa ropa, calzado, pero en medio de eso, también pasan droga. Y, sino, tenés los camiones de gran porte. Y, sino, tenés las avionetas que tiran los paquetes desde el cielo. Hagamos de cuenta que ponen un radar y descubren los aviones. ¿Le tiramos con una mandarina? ¿Con una caña de azú-car? Todo esto lo sabe Gendarmería, la Policía de Salta, la Policía Federal, los diputados, el Gobernador, los concejales, los jueces. Y lo sabe la comunidad, también. Al aire no decimos nada nuevo, y nos ponemos en serio peligro. Lo que hicimos fue tener mucha precaución, y denunciamos con la misma precaución. Yo milito en el Partido Obrero y eso me da respaldo para tomar partida en deter-minadas investigaciones o denuncias. Pero no somos superhéroes. No puedo exponerme a una situación de mucho riesgo. Si no fuera por la militancia, por la tutela del partido, no existiría más la radio. Y yo tampoco existiría. Cuando en 2009 decíamos que la inseguri-dad viene del narcotráfico, muchos decían que éramos exagerados o catastrofistas. Los que nos cuestionaban, hoy lo titulan en los diarios. Hay hipocresía de parte de los funcionarios que encubren lo que existe. Como periodistas no sabemos más que el vecino, sa-bemos por lo que nos pasa, pero vamos más allá que un vecino. Indudablemente, caminamos a una situación como la de Méjico.

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Luego de la entrevista, Felipe caminó hasta el residencial donde alquilaba. Todos son iguales. Suciedad, sin mantas, cucarachas. Nuevamente, los contrabandistas no lo dejaban conciliar el sueño. Algunos pasos en el techo, desde aquí para allá. La ventana de la habitación daba a la calle. Una mujer gorda pasaba cada dos o tres minutos, hacia fuera, con envoltorios plásticos en la mano. Volvía a su habitación, hasta que le chiflaban o se oía el ruido de un celular. Entonces, la gorda pasaba otra vez con la sustancia que activaría la noche de alguien.

Eran las 23:30. Por los pasillos de aquella vieja casona devenida hotel de pasajeros pululaban diferentes señoritas. Algunas severa-mente castigadas por años de consumo, con sus grandes ojeras y manchas en la cara. Otras, todavía relucientes y siempre esquivas. Golpearon la puerta. Felipe abrió. Le traían una frazada. ¿Puedo pasar?, preguntó una joven de 21 años. Parecés más grande, atinó a decir Bogliaccino. Soy la desterrada, contestó ella y luego, al ad-vertir que Felipe no pagaría por sexo, se retiró sin mediar palabra.

¿Habrá encontrado el amor? ¿Lo habrá perdido tal como hice yo?, se preguntaba el periodista. De tanto en tanto, Felipe se veía ava-sallado por no tener pareja. No lloraste nunca a ninguna mujer, pero has llorado por no llorar a una mujer, decía a menudo en voz alta: “Cuando termine esta recorrida tengo que hacerme ver el trastorno obsesivo nunca diagnosticado que me ofrece la certeza, permanente, de que pronto moriré. Y, por si acaso así sucediera, mejor escribir un poema”:

Anotación vigésimo sexta: Regocijo

Éxodo catapulta, nos vamos todos,singlo el disfrute.

Mujer: a todas he prometidovolverlas palabra a cambio de sexo.Puedo apostar, puedo empezarcada vez como un plenode a 0,10 céntimos

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¡puedo apostar mi riqueza entera, dije!

A la certeza de que ningún hombre comería tu cáscara. Sin embargo, no.

Meto mis monedas en el bolsillo mientras piensoque cerraré los oídosy apostaré a que esto sea, simplemente, un susto con sangre.

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Bogliaccino despertó y, aún en la cama, quiso repasar mentalmen-te los casos que conocía y servían para caracterizar el funciona-miento de las fuerzas de seguridad locales. Soy argentino y ten-go que preocuparme por mi policía, de que ellos no me maten, es vergonzoso, se repetía. Realmente vergonzoso. Cómo puede haber complicidad de las fuerzas con crímenes tan aberrantes como la prostitución infantil, asesinatos, droga, es simplemente vergonzo-so, pensó. Entonces, hurgó entre sus papeles y encontró una cróni-ca realizada junto a Mariano Arancibia, algunos meses atrás.

Caso Rojas: asesinato, causa cerrada, persecución y secuestros ilegales

“Un mes antes ya lo habían amenazado a Eduardo, fue un mucha-cho de 20 de junio, que trabajaba de gomero y se llama Dante Ni-colás Alfonso. Una vez lo salvo un matrimonio que paso cuando le querían quitar la bicicleta y las carpetas. Y cuando hubo reuniones en el colegio nunca nos dijeron que esas barras andaban por ahí”, comienza Verónica Cardozo, madre de Eduardo Rojas.

Durante la década de los 90, Verónica vivió con su familia en villa Estela donde, además, tenía una peluquería. A principios de 2000, se mudó junto a sus hijos a una vivienda del barrio Constitución. En ese entonces su hijo Eduardo, quien compró la casa donde habi-taban trabajando de albañil, cursaba sus estudios secundarios en la escuela 2 de abril, atrás de los talleres de la empresa Veloz del Norte.

“Esa noche – continúa Verónica mientras reconstruye el 4 de julio del 2000 - los tipos lo esperaron, unos que habían sido expulsa-dos del establecimiento. Estaban desde las 4 de la tarde tomando afuera. Yo estaba acostada y me quede dormida un rato, y de re-pente sonó al teléfono y me dicen: a tu hijo lo mataron, esta en el hospital San Bernardo. Entonces yo me desvanecí por la noticia y no podía reaccionar”.

A Eduardo lo ultimaron de dos balazos, uno en el pecho y otro en la cabeza durante una noche de invierno. Cayó tendido sobre la vere-

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da de la calle Obispo Romero, a una cuadra del colegio 2 de abril. “Esa noche agarraron a uno”, explica Verónica, madre de Eduar-do. Con el correr de los días, serían más. La responsabilidad del crimen pesa sobre, los aún prófugos Diego Delgado, Luis Delgado, José Paz Carlos Ferreyra, Marcos Guillermo Rivadera, Daniel Rojas, Diego Figueroa, Ezequiel Arandía. Todos tienen el pedido de captu-ra dictado por la Cámara I del Crimen.

Al comenzar el juicio, Dante Alfonso se negaba a declarar, final-mente lo hizo y el Presidente de la Cámara, Guillermo Alabila, soli-citó también la detención de José Paz y Luis Miguel Delgado. “Una sola vez me reuní con el juez que ahora esta a cargo de la causa, Luis Agüero Molina, y me dijo que venga la próxima semana y nunca mas me recibió. Recién, en marzo de este año bajaron el expedien-te para verlo”.

Hostigamiento y persecución

Doce años después del asesinato, la casa de villa Constitución si-gue en el mismo lugar. La peluquería ya dejó de funcionar. En la planta baja de la vivienda ubicada sobre una calle de tierra quedan, solamente, un viejo sillón para cortar el pelo, un espejo tapado con fotos de Eduardo, imágenes de la virgen de Urkupiña, un secador y otras cosas que no funcionan.

Verónica tuvo que ocuparse de buscar a su hijo y dedicar largas ho-ras de sus días a recorrer las calles de Salta. Siguió pistas que ella misma recolectó, en su mayoría ignoradas por la Policía de Salta, para dar con el paradero de los prófugos. “Yo hacia el trabajo de la policía de salir a buscar los asesinos de mi hijo”, asegura. En el trajín, conoció a miembros de la Brigada de Investigaciones y ellos también la conocieron.

Tal como sucedió en el caso de Marcela Mamaní, al igual que en el de Cintia Fernández o en el de Maximiliano Zapana, la Policía de Salta protagoniza episodios que muestran su prepotencia contra los familiares, lejos de bregar por el esclarecimiento de las des-apariciones y crímenes impunes.

El último contacto cercano de la familia de Eduardo Rojas con agen-

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tes de la fuerza fue el 6 de agosto del año pasado. Su madre Veróni-ca lo relata, aún con temor: “Yo he sido privada de mi libertad, con mi hermano y mi sobrino. Fui con ellos a Aguas Blancas a comprar ropa y a pasear. Un auto blanco con vidrios polarizados y cuatro personas adentro nos siguió durante el viaje de vuelta. Cuando lle-gamos al peaje de acceso a Salta, nos dicen que la camioneta en la que viajábamos estaba mal y que tenían que revisarla”.

“Se bajaron con armas largas y cortas y dicen que apaguemos los celulares, pero no daban ninguna explicación, nos hicieron dar va-rias vueltas y nos tuvieron incomunicados. Nos detuvieron una casa como cualquiera. Desde las 17 hasta las 23. Nos trataron como pe-rros. Nadie se identifico”, recuerda.

Se produce un silencio en el relato. El cuadro con la foto de Eduar-do vestido de traje para ingresar a la Escuela de Suboficiales del Ejército vigila desde arriba de la puerta. Verónica permanece ca-llada. Entonces, Sergio Cardozo, su hermano, interrumpe. Trae en-tre sus manos un sobre con fotos de aquel día. De cómo quedó su camioneta después de la requisa policial. También lleva imágenes del frente de la vivienda donde estuvieron detenidos. Paredes sin pintar, la común camioneta blanca del Ministerio de Seguridad y algunos autos descacharrados forman el cuadro de la instantánea.

El 21 de diciembre de 2011, Sergio Cardozo presentó un Hábeas Corpus ante la secretaria del Juez Federal Nº 2, Miguel Medina, donde detalló que personal policial identificado como miembros de la División de Drogas Peligrosas lo retuvo sin motivo aparente, durante seis horas, en un inmueble ubicado sobre la calle Bolívar al 2000. Respecto al momento en el que fueron detenidos sobre la Ruta Nacional Nº9, Verónica recuerda: “Ahí adentro sabían del caso de mi hijo. No encontraron nada en la camioneta, ellos dicen que buscaban droga… la casa estaba vacía”.

Conexiones y reclamos de justicia

Cuando habla Verónica, por momentos, se la ve asustada. O cons-ciente de lo peligrosas que son las personas a las que cuestiona. Los sucesos se conectan y tiran abajo el sentido común de la ca-sualidad. A su hermano le quemaron la camioneta estacionada en

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la puerta de su casa durante el verano. Días después entraron a robar a la vivienda, se llevaron cosas de valor, sin embargo, los de-lincuentes decidieron no llevarse dos armas de fuego que estaban a la vista sobre un aparador.

“Alfonso, el único que estuvo preso por el crimen de mi hijo, tiene contactos con la central de policía, dicen que su tío trabaja ahí y que es apodado Orteguita. La última vez, cuando fui a ver el expe-diente y bajé del colectivo un tipo se me para adelante y me miraba y hablaba por teléfono, como diciéndole a alguien que ahí estaba yo. Después cruzó y me hacía señas desde en frente”.

Verónica pide el esclarecimiento del crimen de su hijo desde hace doce años, marchó por el centro y por algunos barrios de la Ciudad. Comenzó sola, ahora camina junto a otros familiares de víctimas los viernes por la tarde alrededor de la plaza 9 de Julio. El epicentro de la puesta en escena de Salta, la linda.

“Vamos bien con las marchas del viernes, pero hasta ahora las au-toridades no nos dieron soluciones, prometieron soluciones. En mi caso en particular, la Ministra de Derechos Humanos, María Pace mandó gente a hablar conmigo. Pero llegaron y me preguntaron si era verdad que me lo habían matado a mi hijo. ¿Cómo me van a preguntar si es verdad? Me dijo que iba a volver pero nunca mas me habló”, asegura.

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Otro suceso que da cuenta de los vínculos nefastos entre el poder político, las fuerzas de seguridad y las redes delictivas que operan en la frontera es la desaparición de Marcela Mamaní. En una cróni-ca, Arancibia y Bogliaccino titularon: Caso Mamaní, sin luces y con muchas sombras. Luego, la bajada: Pasaron más de dos meses de la desaparición de Marcela Mamani. Hasta el momento las líneas de investigación son poco claras; hay datos pero no avanza la cau-sa. El principal sospechoso recupero la libertad. Aquí el relato de su madre, Carmen.

“Ya son dos meses. Ninguna autoridad del gobierno se acercó. No tengo ningún rastro, y yo creo que Javier Aramayo tiene la culpa: él me la vendió o la mató a mi hijita”, dice Carmen González apenas comienza la entrevista. Su hija, Marcela Mamaní, fue vista por últi-ma vez el 16 de febrero cuando caminaba por una de las calles del barrio Pablo Saravia cerca de la casa de su pareja, Javier Aramayo, conocido como “El Indio”. Solía andar por esos lugares, a pesar de los problemas que tenia con sus familiares, quienes estaban can-sados de los maltratos que sufría la joven y la presionaban para que finalice con la relación.

En diversas ocasiones había intervenido la policía, y en 2010 tras varias denuncias por violencia acumuladas en la comisaría de San Remo, se le prohibió a Aramayo acercarse a menos de 300 metros del domicilio de su novia. Sin embargo se seguían viendo. Los gol-pes, insultos y maltratos eran moneda corriente, pero la relación seguía. Según vecinos, Marcela estuvo toda la tarde del 16 en la barriada de zona sur; después nadie la vio, ni escucho su voz. Des-de ese momento el misterio en torno a su desaparición envolvió la ciudad.

En las calles angostas de Villa Asunción todavía quedan charcos de la lluvia que cayó la noche anterior. Pasa una patrulla, después pasa otra. Los perros de la siesta copan la vereda. La conversación es en el patio, atrás del portón de chapa y madera, que resguarda el frente de la casa del Lote 4. “Esperate un cachito que estoy ocu-pada”, dice Carmen a un vecino que entraba al patio para buscar una bicicleta.

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Carmen González es una mujer de perfil bajo y tímida. Sus 58 años se le notan en el rostro, un poco cansado por el paso del tiempo y el trabajo tedioso de hacer cintos de cuero para ganarse unos pesos que le permitan vivir. Nació en San Salvador de Jujuy y desde hace más de 30 años vive en una humilde casilla, en el oeste de la capital de Salta.

Junto a su marido, José Mamani, tuvo siete hijos. Entre las cinco mujeres que dio a luz, una fue Marcela Del Carmen, que vivió en su casa de forma regular hasta que comenzó la relación amorosa. Antes de cumplir los 20 años Marcela, que trabaja como empleada doméstica, conoció a Javier Aramayo y las cosas marcharon bien; ella había retomado sus estudios en el BSPA del barrio y se la nota-ba entusiasmada. Sin embargo, al poco tiempo sus padres comen-zaron a sospechar de su pareja. Marcela volvía con golpes y tenía ganas de dejar de estudiar. “Siempre le pegaba a mi hija. Si ella iba a trabajar Aramayo le decía que deje, que para qué iba a ir. Cuan-do iba al BSPA tuvo que dejar porque Aramayo la iba a molestar”, relata.

“Cuando él estaba borracho mi hija tenia que saltar la tapia por-que seguro la golpeaba. En el 2010 nosotros comenzamos con las denuncias porque todo se ponía peor: Aramayo me llamaba insul-tándome, a veces a altas horas de la madrugada, entonces una vez hable con el padre de Aramayo y le dije que eduque a su hijo por-que siempre llamaba insultando a mi casa, por lo que su padre me dijo que vaya y que ponga la denuncia porque no me quedaba otra”, agrega.

Últimos pasos

“El último día que la vi a Marcela – continúa - fue el 14 de febrero, cerca del mediodía y le pregunté a dónde iba. Y ella me contesto que ya venía. Entonces yo le dije que se quede en la casa porque su hermana iba a tener familia. Marcela no fue al hospital los días que nació su sobrina. Y se iba a la casa de Javier Aramayo. Volvió el 16, pero yo no la vi. Dejó unas chancletas para su chiquito y se fue. Después no volvió más”.Por momentos no levanta la cabeza para hablar, pero se la escucha segura cuando señala que en la comisaría de San Remo no le qui-

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sieron tomar la denuncia por la desaparición de su hija. “Como no sabíamos nada de ella fuimos a la policía de San Remo y nos dije-ron de que no nos podían tomar la denuncia porque ella era mayor de edad. De ahí nos fuimos para la comisaría de villa Asunción y nos tomaron la denuncia, recién el 26 de febrero”, asegura.

Pasillos de la burocracia

No es nuevo que las comisarías de Salta, y en este caso la de San Remo, protagonicen acontecimientos que rozan de cerca a la negli-gencia y a la complicidad como, por ejemplo, extraviar sábanas con pruebas, en casos como el de Cintia Fernández. Carmen recuerda la inoperancia de los efectivos: “El fiscal Eduardo Barrionuevo se comunicó con la comisaría de San Remo y Asunción y les llamo la atención a los policías porque no habían tomado la denuncia como corresponde. Yo personalmente me reuní con el fiscal y le comen-tamos todo lo sucedido”.

Una tarde de verano, a principios de marzo, la Policía de la Provin-cia allanó junto con el fiscal Eduardo Barrionuevo la casa de Javier Aramayo, ubicada en la calle Mar Tirreno 986. En una de las pie-zas, encontraron pelos arrancados aparentemente a la muchacha y ropa interior. “La casa de Aramayo parece del diablo, es horrible, yo pasé con la policía y la Brigada. Detrás de una puerta tiene una imagen de San La Muerte. También, tiene una cabeza de chivo con astas en su dormitorio; el fondo como adelante parece que está abandonado, estaba todo lleno de yuyos. Él le preparó una trampa y eso es casi seguro”, sentencia Carmen.

Pese a la movilización de la Policía de la Provincia junto la Brigada de Investigaciones, la Comisaría Nº 15 de San Remo, Caballería, la División Canes, Bomberos y Aspirantes todavía no hay certezas sobre el paradero de la joven. “Hasta ahora esto esta muy raro. Él tiene que decir la verdad, esta mintiendo. En su casa tenia que aparecer una campera de mi hija y no estaba, además yo me entere por una señora que en la casa de Aramayo encontraron una chica atada. Yo no se porque en el ultimo tiempo Aramayo la vestía como cocinera a mi hija; él tiene que explicar porque la vestía así a mi hija en la intimidad, creo que la vendió o la mato”.Sobre el final del encuentro, aparece entre sus recuerdos, el hijo de

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Marcela. “Se fue a trabajar lejos”, responden sus tíos y su abuela cuando el pequeño pregunta por su mamá. Carmen le contesta y no llora, porque en la dura batalla cotidiana, por la supervivencia, aprendió a tolerar.

El tiempo que pasa es la verdad que huye

Si bien Marcela Mamani fue vista, por vecinos del barrio Pablo Sa-ravia el 16 de febrero, las dos veces que declaró José Javier Arama-yo lo negó. El principal sospechoso recalcó que la última vez que estuvo con ella fue el 15 de febrero y que jamás le podría haber he-cho daño. Al respecto de las prendas encontradas en su domicilio admitió que eran de Marcela pero contó que estaban ahí por había realizado un rito a San La Muerte. Esto lo dijo ante el juez Martin Pérez, titular del Juzgado de Instrucción Formal 1, quien a princi-pios de abril permitió que Aramayo recupere la libertad.

Un dato llama la atención: el acta por la averiguación del paradero de Marcela se escribió en la comisaria de Villa Asunción el 26 de febrero. Casi diez días después de que su madre pase por la poli-cía de San Remo para alertar sobre la desaparición. “Nos dijeron de que no nos podían tomar la denuncia porque ella era mayor de edad. Después yo me entero que los policías ahí nomas fueron, sin orden del juez, a decirle a Aramayo que nosotros estamos por po-ner la denuncia”, asegura Carmen González.

En el caso las pistas son pocas. Si la policía de San Remo hubie-ra tomado la denuncia, rápidamente tendrían que haber salido a buscar a la muchacha. Y la posibilidad de borrar pruebas o pistas seria menor. Además la madre denuncia que efectivos policiales mantuvieron charlas informales con Aramayo. Eso revela un pro-cedimiento irregular que huele a podrido.

El Juez Federal Nº2, Miguel Antonio Medina, pidió una copia del ex-pediente que se tramita en la justicia provincial porque sospecha que la desaparición puede ser un caso de trata de personas. No obstante, todavía no hay pruebas que hayan salido a luz.El caso avizora tener un final similar al de otros: sin responsables y con una desorientación de las fuerzas de seguridad. Hasta la ac-tualidad la investigación manejó varias hipótesis: desde una fuga

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de hogar voluntaria, pasando por un ritual satanico y hasta una red de trata de personas. Por el momento la policía provincial carga en su espalda con el estigma de poco profesionalismo y de buscar a cualquier culpable a como de lugar.

Media Información

El caso recibió un tratamiento similar en la mayoría de medios de información. Entre las hipótesis que informaron la idea que más gravito fue la de un rito satánico. Hasta un diario de tintes pro-gresistas como Tiempo Argentino mantuvo la atención en San La Muerte igualándose al tratamiento dado por el conservador-popu-lista El Tribuno o El Intransigente. “Creen que una mujer desapa-recida fue víctima de un ritual satánico” (Tiempo Argentino, 11/3); “(el) sospechoso posee una enfermiza adoración por el culto paga-no a San la Muerte, (en su casa) se hallaron prendas de vestir de la chica, una trenza realizada supuestamente con sus cabellos, ropa interior de ella y prendas de él manchadas con sangre” (El Tribuno 5/03). “Continúa la desesperada búsqueda de Marcela Mamaní, su novio adorador de San La Muerte continúa detenido” (El Intransi-gente 9/03).

Otro dato contradictorio y que fue informado por el diario de mayor tirada es que Marcela estuvo en un boliche bailable y que le gusta-ba la parranda. El titulo dice: “Testigos vieron a Marcela en un boli-che”. El copete: “Planearon juntarse cuando terminara el baile en la casa de Javier Aramayo, pero cuando fueron ella no estaba”. Y en el desarrollo de la nota agrega: “Con los avances de la investigación se logró establecer que Marcela Mamaní, desaparecida hace más de 20 días, frecuentaba los boliches S’kombros y Pecas, le gustaba la noche y que en ocasiones volvía a su casa después de tres días” (El Tribuno 8/03). Cabe preguntarse: ¿Alguien por salir a bailar se-guido puede desaparecer? Ningún medio destacó que Marcela nunca recibió atención por par-te del estado: un considerable número de denuncias dan cuenta de las golpizas que recibía y una acción judicial de dos años atrás prohibía que se acerque Aramayo.

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Otra investigación, en este caso realizada sólo por el periodista Mariano Arancibia, refuerza la hipótesis de que las fuerzas de se-guridad son, en algunos casos, el brazo ejecutor y, en otros, el bra-zo protector de las redes delictivas. La crónica, titulada “¿Una deu-da de la democracia?”, refiere al asesinato de una joven: La muerte de Cintia Fernández conmocionó a Salta. Indicios llamativos en la causa marcan cruces entre el poder político y la policía. La voz de su madre, quien se convirtió en un símbolo de la lucha contra la impunidad en la Provincia.

Tras once meses del asesinato de su hija, Ana Fernández (*) conti-nua exigiendo justicia. En el camino vivió de todo. Desde persecu-ciones hasta problemas personales, sin embargo hasta ahora nada la detiene. Cuarto Poder dialogó con ella sobre el caso, las vincula-ciones de la policía, la prensa y las marchas de los viernes.

Espanto y horror

¡Qué carajo le hiciste a mi hija!, gritó Ana Fernández a su yerno tras encontrar el cuerpo sin vida de Cintia, su hija. Y enseguida se des-vaneció ante la terrible escena que miraba: Cintia, casi desnuda, estaba tirada en la cama con una bolsa sobre la cabeza y su alre-dedor la sangre se desparramaba por todos lados.

Varios días antes, Ana, había intentando comunicarse con ella pero no obtuvo respuestas. Por esto, el martes 3 de mayo del año pa-sado, salió hacia el departamento de barrio Parque la Vega don-de vivía Cintia desde hace dos meses. La acompañaba el novio de su hija, Federico Condori. Cuando llegaron al departamento D del block 18 las primeras señales no daban indicios de que algo malo había sucedido: estaba todo en su lugar. Sin embargo un olor nau-seabundo que recorría todo el ambiente, la hacía pensar. Luego de dar una rápida mirada por el living se dirigió a la habitación donde dormía la muchacha, al ingresar vio lo peor. En medio de un estado de nervios llamó al servicio de emergencias 911 para dar aviso de lo sucedido y entre llantos salió del lugar.

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Desprolijidades

“En un primer momento estuvo a cargo la Brigada de Investigacio-nes, entre ellos la oficial Gimena Núñez junto a un grupo de po-licías. Ellos cometieron muchas desprolijidades, desde limpiar el departamento hasta mentir y encubrir. En el traslado del cuerpo tardaron más de un hora y veinte desde Parque la Vega hasta la morgue, según ellos dicen, pasaron por la comisario de San Remo donde el médico Pablo Alanis sacó la sabana en la que estaba en-vuelta mi hija y le pusieron una colcha; así llego a la morgue, ahí estaba mi hermana, y casualmente la sabana de mi hija estuvo per-dida mucho tiempo. Además, Condori es detenido a las doce de la noche y es incomunicado; pero se comprobó que a las tres de la mañana hizo llamados a sus familiares y amigos quienes después fueron a declarar”, manifestó a Cuarto Poder, Ana Fernández, la madre de la joven.

“Cuando llegó el cuerpo de mi hija a la forense de apellido Nieto, le dijeron que mi hija se había suicidado, y por clara presión de la policía la forense señalo que se suicido, sin embargo después de un análisis exhaustivo se da con que fue un crimen”, contó.A la vez consideró que Cintia “fue masacrada ya que tenia destro-zado el cráneo y estaba golpeada en ambos pómulos” y remarco: “Era evidente que una persona no se va golpear el cráneo y después se va a poner una bolsa”.

Sospechosos

A pesar de que los acusados (Federico Condorí y Raúl Puca) nega-ron ante el juez del Juzgado de Quinta Nominación, Antonio Pas-trana, tener relación con el hecho, la madre de Cintia Fernández asegura que Condori es uno de los responsables del crimen.”El principal sospechoso es el policía Federico Condori, él es la punta de este ovillo. Se hizo amigo de mi hija y fue quien estaba ayudando a pintar el departamento de ella. Él aprovecho que Cintia se fue a vivir sola, tenia llave del departamento y cuando yo la encontré no estaba forzada la cerradura y no hubo robos ni nada, o sea que la persona que entro y salió tenia llave”, opinó.

“El que sabe es Federico Condori de la policía de Trata de Personas

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pero no quiere hablar y pienso que el comisario Néstor Piccolo sa-bia, y también Gimena Núñez, la oficial que estuvo a cargo de la in-vestigación, que cuando fue a declarar repitió los mismo dichos de Condori. Esto cuando supuestamente estaba incomunicado, ella hizo unos comentarios sobre mi hija cuando Cintia estaba muerta ¿Cómo sabia aspectos psicológicos si estaba muerta?”, agregó.

Para Fernández el caso es tan delicado que pone al desnudo un entramado corrupto entre la policía y el poder político provincial. “La muerte de Cintia es la punta de una red de trata, casualmente Piccolo iba a aportar en el caso de mi hija pero fue silenciado”, ase-veró y apuntó contra el ex secretario de Seguridad. “Aldo Rogelio Saravia estaba en la morgue cuando llegó mi hija y alguien que no se anima a hablar me dijo que fue suya la orden de señalar que fue un suicidio en primera instancia”.

Amenazas y denuncias

Luego del sangriento crimen, las cosas no mejoraron para la ma-dre de la joven universitaria; en un primer momento fue víctima de persecuciones y luego señalada como culpable de la muerte por parte del periódico de mayor tirada local. “Hice una denuncia por persecuciones, porque si bien no recibí amenazas telefónicas, sí era seguida por una camioneta 4x4 negra sin patente con vidrios polarizados, esto fue después de que comencé con las marchas”, aseguró.

“Mis abogados presentaron una denuncia ante el juez Pastrana para resguardar mi protección física. Pastrana lo derivo al fiscal Barrionuevo quien le dio curso a esto, sé por intermedio de mi abogada que el ministro Troyano admitió que existía la camioneta negra y que iban a investigar quien la manejaba en el gobierno”, completó.Asimismo, la mujer indicó: “En enero, después que paso la feria, diario El Tribuno saco unas notas aberrantes sobre el crimen de mi hija, inclusive imputándome en la muerte. Yo le inicie una denuncia penal al periodista Julio Nakhle porque en vez de cumplir su fun-ción de informar la verdad, hicieron notas falaces donde siembran dudas”.

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Pedido de justicia

Desde el 12 de agosto del 2011, un grupo de familiares de crímenes y desapariciones impunes lleva adelante movilizaciones alrededor de la plaza 9 de julio reclamando justicia; Ana Fernández es una de las referentes e impulsora del movimiento. “Venimos marchando todos los viernes, con lluvia o sin lluvia y pese a que nos trataron de boicotear de diversas formas nosotros seguimos firmes, porque es la única forma de decirle al estado que queremos justicia”, declaró.

Agregó que cada viernes se suman más casos a las marchas. “Los viernes se suman mas casos que se animan a salir y que en mu-chos casos fueron amenazados por jueces y policías. La ciudadanía toma conciencia sobre la impunidad, toda la población tiene que acompañar esta lucha”, explicó.

Para terminar informó que vendrán tres médicos forenses de Bue-nos Aires, especialistas en criminalística para estudiar la autopsia y señaló que a 36 años del golpe militar todavía existe impunidad en Argentina. “En el marco del 24 de marzo, es importante advertir que hay crímenes de lesa humanidad en democracia, hay represión e impunidad, falta de justicia y desapariciones”, finalizó.

(*)El 27 de junio de 2012 Ana Fernández, quien reclama justicia y el fin de la impunidad por el asesinato de su hija Cintia, radicó una denuncia penal en contra de Federico Mario Condori, quien se des-empeña en la Policía de la Provincia porque según asegura la mu-jer, fue amenazada. “Yo tengo el poder, te voy a hacer mierda hija de puta, no te das cuenta que el poder me protege”, dijo el policía sospechado por el asesinato de la joven licenciada en genética.

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Archivo 4

Clarín - 28 de enero de 2011Formosa

Destituyen al concejal del PJ que tenía 700 kg de droga

El Concejo Deliberante de la localidad formoseña de Estanislao del Campo destituyó ayer al edil justicialista Héctor Hugo Palma, quien se encuentra detenido junto a dos familiares en el marco de una causa que investiga el hallazgo de más de 700 kilos de cocaína en un campo de su propiedad.

La destitución de Palma se produjo tras la recepción por parte del Concejo Deliberante de la Municipalidad de Estanislao del Campo del informe girado por el juez Eduardo Valiente sobre la detención del concejal. La sesión extraordinaria del cuerpo estuvo presidida por el titular del Concejo, el justicialista Alfredo Ivanisevic.En el escrito, el juez Eduardo Valiente sostuvo que Palma perma-nece detenido junto a un hermano y un primo a raíz de una inves-tigación penal por acopio de estupefacientes con fines de comer-cialización.

La suspensión del concejal había sido reclamada días atrás por el concejal radical Diego Dos Santos, pero sus pares del justicialismo habían rechazado esa posibilidad.La trascendencia nacional de la actitud de los concejales del PJ de no avanzar en la suspensión o destitución de Palma provocó que el gobierno provincial, a través del diputado Armando Cabrera, advir-tiera que si no se tomaban “medidas urgentes” el Concejo Delibe-rante podía ser intervenido.

Palma fue detenido en la localidad correntina de Saladas luego de darse a la fuga en diciembre cuando supo que Gendarmería Nacio-nal había allanado, el 18 de ese mes, un campo de su propiedad en el paraje Ranero Cue, donde efectivos de la fuerza encontraron en el monte 701 kilos de cocaína de máxima pureza. Los gendarmes encontraron en el monte una franja de terreno limpio y acondicio-nado como pista de aterrizaje, que al parecer fue utilizada en dos oportunidades para transportar la droga hasta el predio.

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Aún en la habitación Bogliaccino quiso leer un cuarto archivo titu-lado: Incipiente cartelización. Recordó el día en que escribieron la nota con su compañero. No pudo más que emocionarse un poco. “Estamos haciendo lo que vinimos a hacer”, solía decir Mariano. Leyó la bajada: Los últimos crímenes perpetrados en la frontera salteño-boliviana, las amenazas a los periodistas que investigan las causas vinculadas a la droga y la formación de pequeñas orga-nizaciones armadas que operan del lado argentino cristalizan una nueva etapa en el proceso de cartelización nacional. La frontera de Aguas Blancas y la de Salvador Mazza se presentan como zonas liberadas o incontrolables para las fuerzas de seguridad. En esta nota, datos claves para comprender el narcotráfico en Salta.

A continuación, se posó sobre el primer párrafo de la nota: Mar-cel Torres nació en el departamento de Orán y decidió, en algún momento de su vida, instalarse con su mujer Yolanda Tastaca en el corazón de la frontera. Trabajó como remisero en la localidad boliviana de Bermejo, hasta que fue secuestrado el 12 de junio. Un grupo conjunto de Gendarmería Nacional y efectivos de seguri-dad bolivianos lo encontraron el 10 de julio en un descampado de Tarija. Según revelaron las autopsias publicadas un mes después del hallazgo, al hombre lo ejecutaron de dos tiros y se encontraba atado de pies y manos. Junto a él yacía otro cadáver, con un solo balazo.

Bermejo, la ciudad donde trabajaba Torres, es un punto clave en la ruta de la droga. Limita, separada sólo por el cauce del río Berme-jo, con Aguas Blancas, un pequeño poblado salteño atravesado por los pies de la yunga. El mismo se encuentra ubicado a más de 300 kilómetros de Salta capital y pertenece al municipio de San Ramón de la Nueva Orán.

La viuda del remisero, y también su madre, comenzaron a recibir llamadas telefónicas desde el 12 de junio. Una voz anónima exigía un rescate de 80 mil dólares por el remisero. Aludían a que Torres había mejicaneado 40 kilos de cocaína. La transacción, presumen los vecinos, habría fallado del lado argentino. Los familiares de To-rres no pudieron pagar el dinero. Y, pese a que el código mafioso

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indica que “cliente muerto no paga”, con el secuestro instalado en los medios provinciales, no tuvieron más remedio que ejecutarlo.

Para cruzar la frontera hay que atravesar las aguas del río por el puente internacional, o a través de lanchas improvisadas, llama-das chalanas en el uso diario. Ambos pasos están controlados por gendarmería, a un lado, y por la Policía Militar de Bolivia, al otro. El cruce en chalana cuesta dos pesos. Hay un solo puerto legal, que funciona desde el alba hasta el atardecer. Durante más de diez horas el flujo de personas, camiones y mercaderías es constante en el casco urbano de la localidad salteña, que apenas alberga a unos 1500 habitantes. Un comerciante oranense aseguró a Cuarto Poder: “El paso ilegal está a cien metros de Gendarmería Nacional. Ahí existe una junta, hay alcohol y se pasa droga. Yo le dije a la poli-cía que en algún momento ahí se van a robar un bolsito entre ellos y van a salir a los tiros y la primer pared es la de mi casa. Porque está calzada esa gente. Ese sector es tierra de nadie”.

El caso del remisero cristaliza el incipiente proceso de carteliza-ción al que asiste el Noroeste argentino. En la región donde fue asesinado Torres (a ambos lados de la frontera) cualquier habitan-te reconoce la formación de pequeños grupos armados; preferen-temente comandados por alguna familia, que tienen el control de los puertos ilegales y el conocimiento sobre los incontables pasos clandestinos. Los lugareños comentan que las cargas grandes de droga llegan al país, por Aguas Blancas, a través de embarcaciones que escapan al control del Estado o por medio de avionetas que descargan los paquetes entre la vegetación tropical. Sobran oca-siones, y persecuciones a través del monte, donde los “pasadores” se enfrentaron a tiros con las fuerzas de seguridad.

El negocio de la droga también genera migraciones. En una reunión que tuvo lugar en Buenos Aires, el 25 de mayo de 2012, se encon-traron el Juez Federal de Orán, Raúl Reynoso y la ministra de Segu-ridad de la Nación, Nilda Garré. Allí, el magistrado salteño reveló: “En el año 2004 y 2005 teníamos detenidos a ciudadanos bolivia-nos, colombianos, peruanos y, en escasas circunstancias, brasile-ros. Luego, en los años posteriores, tuvimos españoles, franceses, italianos y belgas. En 2009 empezamos a tener detenidos turcos, serbios, croatas, lituanos, búlgaros y húngaros. Y a fines de 2010

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tuvimos, inclusive, detenidos de nacionalidad rusa”.

Sobre la ruta del tráfico, Reynoso asegura: “Ingresa desde Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Cuando es poca cantidad, queda para ser distribuida en la zona del norte, porque ya hay un alto grado de consumo. Cuando son grandes cantidades van para los puertos de Buenos Aires, Mar del Plata o Rosario para ser embarcadas ha-cia EEUU” (El Tribuno 22/03/12). Sin embargo, el magistrado olvidó mencionar dos destinos clave: Europa y Asia.

Otro indicador de la incipiente cartelización es la falta de garantías y seguridad que tienen los periodistas que informan sobre el narco-tráfico en la zona. Un ejemplo testigo sucedió el viernes 30 de sep-tiembre de 2011. Los periodistas oranenses Claudio Ruiz y Gloria Secco, ambos trabajadores de Radio Ciudad FM 99.6, denunciaron públicamente haber sido amenazados por sicarios, luego de entre-vistar al juez federal Raúl Reynoso. En la charla los periodistas pre-guntaban sobre la velocidad con la que habían sido liberados unos traficantes detenidos en la frontera con Bolivia. “Asesinos a sueldo nos amenazaron rodeando nuestra vivienda en el barrio 20 de Fe-brero para hacernos saber quién manda en Orán. Aquí no están dadas las condiciones de seguridad para ejercer el periodismo”, (Infórmate Salta 30/09/11) dijeron en comunicación con la prensa.

Salvador Mazza

Miraban unos pastizales. Gonzalo Guzmán y Oscar Araoz tenían las manos esposadas; habían recibido una paliza y estaban arrodilla-dos sin ofrecer resistencia, cuando dos balazos terminaron con su vida. Era la mañana del jueves 12 de julio en una finca, propiedad de Guzmán. El peón encargado de cuidar aquel par de hectáreas es Juan José López. Aquel día, el trabajador despertó temprano. Puso el agua para unos mates y se sentó; aún no eran las 8 de la mañana. En esos momentos, Guzmán y Aráoz, quienes aparente-mente mejicanearon una importante carga de cocaína, llegaron en una camioneta Kangoo del primero, que trabajaba como carnicero. “Los saludé y me fui a dejar a mi hija a la escuela porque ya eran las 8.30. Cuando volví, después de las 9, fui a darles maíz a las ga-llinas, en la parte de atrás, y los encontré muertos”, recordó López (El Tribuno 13/07/12). Habían pasado sólo ocho días del asesinato

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del remisero salteño Marcel Torres, en Tarija...

El mismo día que el peón encontró los cuerpos, la Policía de Salta sitió la ciudad y comenzó una cacería para encontrar al culpable. Como suele ocurrir, buscaron responsables a como de lugar. En esa intentona, prepotentemente, las fuerzas de seguridad lo-cales secuestraron a Juan Chávez, cabo segundo de la Armada Ar-gentina, de 24 años, y a su hermano Diego, de 26. En una charla con Cuarto Poder que tuvo lugar en su casa del barrio Ferroviario, Juan denunció: “Estaba yendo a una confitería con mi hermano y de repente nos interceptó una camioneta. Nos apuntaron con un revólver, no se identificaron y querían que nos hagamos cargo de las ejecuciones. Nos pusieron el revólver en la cabeza, eran como ocho o nueve. Yo ni siquiera sabía lo que había pasado, porque re-cién llegaba de Buenos Aires. Nos han pegado cuarenta minutos y después nos llevaron a la comisaría 40 de Salvador Mazza. Si te ha-ces cargo del delito te dejamos de pegar, nos decían. Pedí un mé-dico y no me quisieron atender. A mi hermano también le pegaron y le quemaron la espalda con cigarrillos, después nos encerraron. Y recién ahí nos dijeron que eran de la brigada. Cuando salí quise hacer la denuncia y no me la tomaron. Así que me fui a la fiscalía en Tartagal”.

El 14 de julio, sobre un angosto pasaje del barrio Pueblo Nuevo, cayó detenido uno de los principales sospechados de acabar con la vida de Guzmán y Aráoz. Se apellida Bamba y continúa tras las rejas en el Juzgado Federal Nº2 a cargo de Fernando Mariscal. Es el líder de un grupo llamado “Los Bembas” que opera en la zona fronteriza conocida como Pocitos. A ese lugar se llega a través de la Ruta Nacional 34, viajando más de 400 kilómetros desde la ca-pital hacia el norte. Para cruzar a Bolivia hay un puente interna-cional, y cientos de pasos ilegales en el monte. El Oficial Principal Omar Desalot, de Policía de Salta, a cargo de la comisaría del barrio Alto Verde, confirmó a Cuarto Poder que es habitual ver como las bandas vinculadas al delito utilizan caminos clandestinos rumbo a Bolivia. Señaló que los pasos llamados El Chorro, Pacará y Sector 5 admiten la circulación de vehículos pero, también, destacó que existen otras alternativas para cruzar a pie y en motocicleta. El flujo de personas y de dinero en Salvador Mazza es permanente. Llegan, principalmente, comerciantes desde provincias argentinas

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y bolivianas. Por los comedores y los lugares para tomar un trago también se ven colombianos y peruanos. El engranaje económico que da trabajo a la mayoría de los habitantes se sostiene en la acti-vidad comercial: camiones de gran porte que trasladan alimentos, ropa y electrodomésticos, entre otros. Cada jornada de trabajo es de diez horas y la principal ocupación es trasladar mercaderías. Las calles de tierra presentan un sinfín de depósitos y albergues informales, que son utilizados como lugar de paso por traficantes. La extensión de la frontera caliente supera los 30 kilómetros.

En la madrugada del 8 de septiembre de 2011, el Escuadrón 20 de Gendarmería Nacional realizó seis allanamientos, en Tartagal, Sal-vador Mazza y General Mosconi. El operativo llegó hasta el barrio Armada Argentina de Salvador Mazza. Un grupo especial irrumpió en la vivienda del Comandante Principal Miguel Ángel Salcedo, se-gundo jefe del Escuadrón 54, por entonces ubicado justo en el lími-te con Bolivia. La denuncia fue realizada por el jefe del Escuadron 52 Tartagal, Gabriel Hinze. Las tabas investigativas apuntan a que Salcedeo, y un grupo de oficiales que cayó con él, se quedaron con un cargamento de droga incautado durante un procedimiento en la localidad de Acambuco. Durante el allanamiento encontraron 20 kilos de cocaína en el Casino de Oficiales del Escuadrón 54.

Otro antecedente. Las diferentes formas de traficar la droga de un lado al otro de la frontera se repiten sucesivamente en las páginas policiales de los matutinos locales. El lunes 21 de mayo de 2012, en el barrio San Martín, una patrulla de Gendarmería intentó de-tener a una persona que circulaba en una motocicleta 110cc, con dos paquetes a cada lado de su cuerpo. Los bolsos tenían estam-pas infantiles. El conductor se dio a la fuga ante la alarma de los efectivos pero, a los pocos metros, perdió el control de la moto en un bache y fue a parar al suelo. Transportaba más de 33 kilos de cocaína valuados en 1.400.000 pesos.

Según el ex comisario Miguel Sosa, responsable de la Comisaría 40 de Salvador Mazza hasta 2008, “en el año 2.000, un depósito judicial de armas fue saqueado en Tartagal. En esa oportunidad, más de 700 pistolas fueron secuestradas y trasladadas a la zona de de frontera”

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Tanto Aguas Blancas como Salvador Mazza son dos lugares estra-tégicos en el mapa que las redes narco trazan sobre Salta. Ambas localidades están atravesadas por el narcotráfico, la pobreza y la descomposición social. Las personas que transitan a diario los pa-sos clandestinos y subsisten gracias al pasaje de droga provienen, en su mayoría, de los sectores más empobrecidos. El poder de las incipientes organizaciones armadas que controlan el negocio cre-ce vertiginosamente. La región asiste a instancias cada vez más agudas en el proceso de cartelización nacional: llegaron para ins-talarse, producir la droga en Argentina y exportarla a Europa, Asia y Estados Unidos.

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Cuando terminó de repasar las crónicas, Bogliaccino quedó un poco aturdido. Bebió un trago de la petaca de coñac que estaba so-bre el escritorio. Bebió otro más. Quiso comprender el dolor de una madre, el bazar de las pérdidas humanas. Una sombra atravesó la ventana. Ya era el mediodía. Tomó la birome e intentó descargar su bronca en un pedazo de papel marchito, en un claustro que jamás se agote.

Anotación vigésimo quinta: Valor

Empequeñece, querida ilusiónsin sonido a desaparecer.

Camina junto a aquel tristepor pasajes donde avanzan las hojas doradas.

Cambia el murmullo bajopor ofertas que asciendan

Hasta la cumbrede lo innecesario.

Fabrica entre las nubes una avalanchade trastornos prematuros

Y escúpela en el ojo de aquel burócrata,

para que llegue sin escalas hasta el cerebrode su familia.

Luego, destruye estas cuatro paredes de simposios y periplos huecos aventando profetas contra ellas.

Y vete en paz, querida ilusión, sin sonido a ruptura.

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Archivo 5 - La Nación 20 de diciembre 2011 – 10:20 am

Narcotráfico

Hallaron 1000 kilos de cocaína: la mayoría iba a la costa atlántica y a Uruguay

Una tonelada de clorhidrato de cocaína fue incautada esta mañana durante un operativo realizado en la ruta nacional 9, a la altura de la localidad bonaerense de Lima, informaron fuentes policiales. Se trata de uno de los operativos positivos más importantes del año, e infrecuente en los últimos meses .

El hallazgo se produjo en el kilómetro 96 de la mencionada autovía, cuando personal de la Superintendencia de Investigaciones de Trá-fico de Drogas Ilícitas de la Policía Bonaerense detuvo un camión Scania con acoplado cargado con resmas de papel. Las resmas eran utilizadas para ocultar 19 bultos con ladrillos de cocaína con un peso total de mil kilogramos.Según los investigadores, el destino de la droga era Capital Fe-deral, Gran Buenos Aires, la costa atlántica y Europa a través de Uruguay. Además de la droga incautada, personal policial detuvo a cuatro hombres que viajaban en el camión. Investiga el caso el titu-lar del Juzgado Federal en turno del Departamento Judicial Zárate-Campana.

El comisario general Rubén Lobos, titular de la Dirección General de Drogas de Policía Bonaerense, confirmó el secuestro de la im-portante cantidad de cocaína, que consideró “uno de los mayores decomisos de los últimos cinco años”. Según el comisario, “la ruta de la droga incautada era Bolivia, Salta, Jujuy, Buenos Aires, Capi-tal Federal y la Costa Atlántica”.El hallazgo del cargamento se produjo en sintonía con la decisión del gobernador Daniel Scioli de renovar la Policía Bonaerense, en medio de una fuerte tensión entre el gobierno nacional y La Plata por la política de seguridad. De hecho, una de las “promociones”, que se produciría hoy es la del propio comisario Lobos , que de jefe de “Investigaciones de Tráfico de Drogas Ilícitas” pasaría a Super-intendencia de Investigaciones.

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El ministro Casal, que también enfrenta fuertes cuestionamientos desde el ultrakirchnerismo , reveló esta mañana que la cocaína es-taba fraccionada y lista para ser distribuida, principalmente en los centros de veraneos. Asimismo, contó que el camión era seguido desde el norte del país -con el producto ilícito originado en Bolivia y Perú- y que tuvo una parada por un desperfecto en Rosario. Fi-nalmente, ratificó que fueron tres las personas detenidas, uno el chofer y dos personas peruanas que actuaban como “apoyo”.

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Archivo 6 - La Nación 20 de diciembre 2011 – 20:52 pm

Encontraron ahorcado en Montevideo a Iván Heyn, subsecretario de Comercio Exterior

Era economista y presidente de la Corporación Puerto Madero; había sido designado subsecretario de Comercio Exterior hace pocos días

Iván Heyn , funcionario del gobierno nacional, economista de La Cámpora y presidente de la Corporación Puerto Madero fue en-contrado muerto esta mañana en Montevideo, donde había viajado junto a la presidenta Cristina Kirchner para participar de la cumbre del Mercosur. Según pudo saber LA NACION, el joven de 34 años fue encontrado ahorcado en su habitación del hotel Radisson de la capital uruguaya, donde se hospedaba.

La Embajada Argentina en Uruguay informó el fallecimiento y co-municó que las autoridades uruguayas iniciaron los procedimien-tos legales “ante esta lamentable circunstancia”.El juez uruguayo Homero Da Costa ya trabaja en la hipótesis de sui-cidio, según publicó el diario local El Observador. “Aparentemente es un suicidio, recién comenzamos la investigación”, dijo el magis-trado, al retirarse del lugar.

Según publicó el periódico uruguayo, Heyn estaba solo y con la puerta cerrada. El funcionario atendió a los llamados telefónicos para asistir a una reunión, por lo que ante la demora, sus compa-ñeros solicitaron autoridades del hotel que abrieran la puerta. Así, a las 14:25 se hallaron con el funcionario ahorcado. Hayn estaba alojado en la habitación 1062 del hotel Radisson, junto con toda la comitiva argentina.

Desde poco después de las 16, una decena de policías y autorida-des judiciales trabaja en el lugar para determinar la causa de la muerte, retirar el cuerpo y disponer su traslado a Buenos Aires.En el décimo piso, donde está la habitación se respira un clima de congoja y preocupación y no se permite ingresar a la prensa.

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Archivo 7 – La Nación – 28 de dieciembre de 2011

Hallan muerto en Bolivia a un cónsul argentino

Antonio Deimundo Escobal tenía 55 años; se habría ahorcado

La policía boliviana investiga la muerte del cónsul adjunto argenti-no en la ciudad de Yacuiba, Antonio Deimundo Escobal, de 55 años, que ayer fue hallado sin vida en su residencia oficial.

Al funcionario argentino lo habrían encontrado ahorcado, aunque hay versiones que informan que podría haber sufrido una sobredo-sis de pastillas.Por medio de un comunicado, la Cancillería argentina confirmó el hecho e indicó que “las autoridades del Estado Plurinacional de Bolivia iniciaron todos los procedimientos legales necesarios ante esta lamentable circunstancia”.

A su vez, el ministerio que conduce Héctor Timerman informó que se está coordinando con los familiares del diplomático la “pronta repatriación” de sus restos a la Argentina. La Cancillería no aportó datos de los motivos del deceso del funcionario, pero, según infor-mó la agencia AFP, Escobal se ahorcó en uno de los dormitorios de la casa donde funciona el Consulado, en esa ciudad fronteriza.

“Hoy [por ayer] se lo ha encontrado a eso de las 10 de la mañana, estaba en el tercer piso de la casa donde está el consulado, en un dormitorio”, afirmó el policía Christian Vargas a la agencia inter-nacional de noticias AFP. “Estaba ahorcado, colgado”, agregó el oficial.

Según Vargas, el fallecimiento de Escobal se habría producido “hace dos o tres días”. Además, trascendió que el cuerpo del cón-sul fue encontrado colgado con una sabana en las escaleras de la casa. Una mujer encargada de la limpieza fue la que primero re-portó el hallazgo a la policía boliviana. Hasta la tarde de ayer, el cuerpo del cónsul se encontraba en la morgue del pueblo, mientras la policía hacía sus investigaciones.

“Escobal también habría ingerido una importante sobredosis de

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pastillas”, informaron fuentes oficiales que dialogaron con allega-dos a la víctima.

Escobal, que ya cumplió funciones en el consulado de Curitiba, Brasil, había asumido hacía sólo una semana en Yacuiba, una loca-lidad de unos 80.000 habitantes que limita con la provincia de Salta y es uno de los principales pasos fronterizos para el comercio y el turismo, así como un importante paso de tráfico de drogas entre Bolivia y la Argentina.

Según pudo saber La Nacion de fuentes de la Cancillería, Escobal había sido designado con anterioridad embajador en la India, pero por un problema familiar fue enviado al vecino país.

El deceso del diplomático se conoce una semana después de la muerte del subsecretario de Comercio Exterior, Iván Heyn, que par-ticipaba en una cumbre presidencial del Mercosur en Montevideo. El martes 20, Heyn fue encontrado ahorcado en la habitación que ocupaba en el hotel donde se hospedaba la comitiva que encabezó Cristina Kirchner.

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-Son 6 pesos – dijo el chofer del colectivo, estirando su mano iz-quierda con el boleto entre el índice y el pulgar. – Llegamos a Aguas Blancas en una hora – completó. Bogliaccino agradeció inclinando levemente su cabeza hacia abajo y caminó hasta el último asiento. Sacó el cuaderno y un recorte de diario cayó al piso: Todo tiene que ver con todo. Narcotráfico y poder político. “Existen varios casos que muestran los cruces entre el poder político y el narcotráfico en Salta – comenzaba el texto - . Los sucesos descriptos a conti-nuación revelan una red de vínculos entre el personal político del Estado y grupos narcos. Los últimos operan desde hace décadas y no podrían desarrollarse sin el amparo y la impunidad que les otor-gan los primeros. O sea que forman parte orgánica de un negocio millonario.

A mediados de la década del 80, un avión que transportaba 200 kg de cocaína se estrelló en San Antonio de los Cobres. La avio-neta pertenecía al ex gobernador Roberto Romero. Ese hecho dejó marcada a la familia. Según informes de la DEA, Romero sería un eslabón imprescindible en la producción y traslado de cocaína jun-to a una mafia italo-yanke. Además, se especula que tuvo alguna relación con la desaparición de la profesora de inglés Thelma Elisa Edwards y la veterinaria Graciela Ingrid Kuhn en 1986. Edwars era traductora de ingles del ex mandatario Roberto Romero y se presu-me que se enteró de movimientos turbios alrededor de la venta de droga, por lo que fue “borrada” de la Provincia.

El nombre de los Romero apareció nuevamente en el 91, en el mar-co del caso que la prensa tituló “Yomagate”, donde estaba invo-lucrada Amira Yoma, cuñada del entonces presidente Menem. En esta oportunidad fue sindicado de ser una de las personas que entregaba paquetes con cocaína al secretario personal de Eduar-do Duhalde, Alberto Bujía que luego se vendían en la provincia de Buenos Aires. “El Negro, como era conocido Bujía, era considera-do un peso pesado de la derecha peronista. Desde que comenzó a trabajar para Duhalde en 1982, era el enviado que llevaba extraños paquetes a las familias Romero y Saadi, en las provincias de Salta y Catamarca (…) Bujía solía frecuentar la finca Don Alejo, propiedad de los Romero en Salta, donde en 1984 fue descubierta un pista de

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aterrizaje a la que llegaban aviones desde Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. El 16 de marzo de 1992 Bujía falleció cuando conducía su motocicleta y un camión lo atropelló de frente, según testigos del hecho. Aún así, su muerte pasó a la historia como un accidente por ebriedad” (Salta 21, 28/2/11).

Durante el 2006, un asesinato conmovió a Salta. En la noche del 21 de septiembre Liliana Ledesma fue apuñalada en un puente de Sal-vador Mazza. Su boca estaba tajeada de arriba abajo, en un claro mensaje mafioso de los narcos de la zona. Un mes antes Ledesma había visitado la capital denunciando a los medios y a legisladores del PO el cierre de caminos vecinales con el objetivo de liberar el paso para el tráfico de drogas. Señalaba como responsable al por entonces legislador del PJ Ernesto Aparicio, cercano a los Romero e integrante de una red de trafico. Por el crimen fueron juzgados María Gabriela Aparicio, hermana del ex diputado justicialista, Lino Moreno, Casimiro Torres, y Aníbal Tárraga.

El 19 de octubre de 2011 Gendarmería Nacional desbarató una or-ganización internacional de narcotraficantes que tenía 356 kilogra-mos de cocaína negra disimulada en carbón. La droga estaba lista para ser exportada a Europa. El procedimiento denominado Carbón Narco incluyó seis allanamientos en la ciudad de Joaquín V. Gonzá-lez y nueve más en las ciudades de Tucumán, Clorinda (Formosa) y Buenos Aires. Detuvieron a 9 personas. Entre ellos se encontraba Luis Arturo Cifre, presidente del Concejo Deliberante de Joaquín V González, referente local del Frente Para la Victoria y mano dere-cha del intendente, Gerardo Orellana. Ahora, procesado.

El 27 de julio, efectivos de Gendarmería Nacional encontraron un camión frigorífico propiedad del carnicero Gonzalo Guzmán, ejecu-tado una semana y media antes. El vehículo estaba estacionado en un galpón de Tartagal, a 61 km de donde fue hallado el cuerpo. Lo llamativo es que el inmueble donde se encontraba el rodado es propiedad de Manuel Pailer, diputado por el frente Salta Somos To-dos, dirigido por Alfredo Olmedo. El legislador dijo desconocer las actividades de Guzmán.

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Los campesinos de las fincas subían y bajaban en cada paraje. Al-gunos no alcanzaban a permanecer, ni siquiera, diez minutos arri-ba del ómnibus. Otros miraban a Bogliaccino extrañados. Su barba rubia o sus ojos verdes, quizás. Todos eran argentinos, pero a las claras diferentes. Castigados, castigados de una forma diferente, pensó Felipe. Un poblado pequeño apareció entre la vegetación, luego apareció un río cortándolo por el flanco izquierdo con la habi-lidad de un carnicero que separa un animal por partes con apenas cuatro tajadas. Puso un pie sobre la calle de tierra y los mosquitos se adhirieron a su piel. Cruzó el río Bermejo en las chalanas rumbo a Bolivia. Del otro lado, caminó hasta la fila de taxis.

Tomó un auto compartido rumbo al mercado central. Suben tres bolivianos. Borrachos en ese viernes por la tarde. Nadie saluda. Uno abre la billetera para pagar y tiene adentro cuatro billetes vio-letas con la cara de Julio Argentino Roca. Se bajan. Felipe sigue viaje. Se baja. Entre las construcciones de ladrillo a la vista y las paredes de colores llamativos, están la radio y el canal de televi-sión Cristo Viviente. Su director, Nilo Jerez Ruiz, fue criado como campesino, el menor de doce hermanos. Cosechó uvas en Mendo-za y estudió música en Sucre, durante la dictadura de Luis García Meza. Ahora, reparte su tiempo entre los emprendimientos comer-ciales y la misión evangélica en los parajes rurales ubicados sobre la línea de frontera.

-¿Hay problemas relacionados a la seguridad en la localidad boli-viana de Bermejo? – pregunta Bogliaccino a Nilo.

- En Bolivia tenemos problemas como el mundo entero. Pero, más que todo, en las zonas fronterizas. Hay una frontera muy amplia con Argentina y tenemos hechos delictivos que nos asombran. Mientras no se pueda dar con los delincuentes, no podemos decir si son argentinos o bolivianos, si cruzan la frontera o si no cruzan la frontera. Usted vio al cruzar en las chalanas, donde hay tres o cua-tro puertos. Recién ahora se está empezando a querer controlar. Ambos gobiernos están haciendo los esfuerzos para poder tener un solo embarcadero. Más allá de eso se puede ver que los ríos, tanto el Tarija como el Bermejo siguen su rumbo hacia la junta San Anto-

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nio y no sé cuántos miles de gendarmes y policías se necesitarían para poder velar nuestra frontera.

-Que es puro monte…

-Todo monte. Y no sólo eso. El problema es que hay muchos caña-les, de caña de azúcar, donde hay accesos que nosotros llamamos callejones. Por ahí entran los vehículos a sacar la cosecha y, bueno, son caminos que llegan al río, cruzan el río y falta poder controlar eso. Creo que se necesitan muchos recursos humanos y logísticos para poder controlarla. Es una frontera muy amplia que nunca se puede controlar en su totalidad.

-Desde el momento en el que se instaló en Bermejo, hasta hoy, us-ted decía que hay un crecimiento en los hechos delictivos ¿Cuán relacionado está ese aumento al narcotráfico?

-Si hablamos del narcotráfico, pues ya hay un dicho: no podemos tapar el sol con los dedos. Al tener una frontera tan grande, bueno, es difícil que haya control. Usted sabe que el narcotráfico es más peligroso que cualquier mal. Una persona que está involucrada tie-ne sangre fría y si no mata, lo matan. Este año pude ver que las au-toridades bolivianas trabajan con mucha eficiencia y han detenido a muchas familias en el ilícito, no le puedo decir cuántas porque es incalculable.

-¿Hay un aumento en el consumo local?

-Efectivamente. Tenemos esos problemas, eso está avanzando a pasos agigantados. Ahora comienza a verse el consumo de mari-huana en las escuelas, por ejemplo. Como crecemos en habitan-tes, crecemos en estudiantes y en los males que aparecen. Los pa-dres, cuando se enteran que sus hijos están involucrados en esto, se desesperan. Hoy en día hay psicólogos que dicen que no hay que tocar a los hijos. Pero el que ama al hijo es el que temprano lo co-rrige. Hay que educar a los hijos, ver con quienes se frecuentan. Eso ya no se hace más y por eso llega el problema del consumo. Por dejar los principios del control. El objetivo se va a lograr si vol-vemos a ser como antes, con horarios para salir, horarios para vol-ver. Yo agradezco no haberme desviado. Cuando el padre castiga

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al hijo con amor por sus desobediencias es correcto. No hay que castigar con odio, con bronca. Hay hijos que dicen que son borra-chos o drogadictos por sus padres, que nunca se preocuparon o los atendieron. Hay padres que creen que por poner televisor en cada dormitorio están amando a sus hijos. No es así. Con una mano es el amor y con la otra la corrección.

-¿Qué rol juegan los políticos con la problemática de la droga y el tráfico?

-Creo que están haciendo todo lo posible, pero se vuelve incontro-lable porque nos falta personal de seguridad. Sufrimos la falta de equipamiento, de infraestructura, de vehículos para hacer rastri-llajes. Pero aún respiramos algo de tranquilidad.

-¿Todavía no es una zona ganada por los carteles de droga?

-No, gracias a Dios. Pero depende en gran parte de los habitantes. Que no encubramos, que sepamos denunciar. Y controlar a los que velan por nuestra seguridad. Pero si no hay compromiso ciudada-no, avanzamos hacia males mayores.

- ¿Hay miedo de denunciar?

-Eso es un fenómeno que se ha ido dando. Le dan la venia a la au-toridad para que roben, mientras hagan algo. Eso es lo que se está aplicando. Porque se teme la represalia, la venganza. Hay muchos casos que no se denuncian por temor, por miedo de los hijos. Mu-chas veces, la gente aconseja a quienes sufren el delito que se ha-gan a un costado porque corre peligro la vida. Hoy nadie quiere ser testigo. Pero hay que denunciar, hay que decir. Sino el temor nos va a ganar del todo. Nosotros teníamos sólo programación evan-gélica en el aire, pero decidimos abrir el juego. Porque vemos el problema de los contratos publicitarios. De que el dinero calla a las personas. Si vemos que hay corrupción o sobreprecio en las obras, hay que decirlo. Vimos esa necesidad, y hace ya un año tenemos la programación abierta. No podemos sobrevivir alrededor de irregu-laridades, droga, corrupción.

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Cuando caía la noche, Felipe regresó al lado argentino. Los pasos legales de lanchas estaban cerrados, los clandestinos seguían en funcionamiento. Bogliaccino cruzó por el punte, que tiene la mitad de las barandas de seguridad pintadas de celeste y blanco y la otra mitad de rojo, amarillo y verde. Se detuvo justo en el medio. El agua del Bermejo corría tan cristalina que se podían ver las piedras. La vegetación ocultaba inmensos cerros. Quiso tener una cámara de fotos para documentar su paso por aquella bella quebrada…pero recordó aquel consejo de que, allí, no se sacan fotos ni en los cum-pleaños. Caminó hasta la esquina principal de Aguas Blancas. Allí debía encontrarse con un comerciante radicado en la zona desde 2002. Entró al local que le habían señalado. Alejandro Guzmán ac-cedió a la entrevista, le sirvió un vaso de gaseosa y acercó una silla para cada uno.

¿Cómo es el funcionamiento de los pasos clandestinos? – pregun-tó Bogliaccino.

-Yo no me quiero tirar en contra a la gente que usa el paso ilegal, que está a cien metros de Gendarmería Nacional. Ahí existe una junta, hay alcohol, se pasa la droga. Yo le dije a la policía que en algún momento ahí se van a robar un bolsito entre ellos y cuan-do salgan a los tiros la primer pared es la de mi casa. Porque está calzada esa gente. Ojalá que no se dé. No soy futurista. Pero va a pasar tarde o temprano. Ese sector es tierra de nadie. Pero no es-tamos como Salvador Mazza, allá está caliente. Acá se puede dejar la puerta abierta, es un pueblo pacífico. No hay inseguridad, no hay fusilamientos.

-El narcotráfico no trajo problemas serios…

-No, salvo el último caso del comerciante que fue secuestrado aquí y ejecutado en Bolivia. Eso no es moneda corriente aquí.

-¿Se camina hacia ese lugar?

-Despacito, pero vamos a llegar si se sigue permitiendo todo esto.

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Los que no hacen nada son las fuerzas de seguridad. Al hacer pre-vención eso se evita. Pero cuando cierra el paso de chalanas los gendarmes ven que hay gente que baja con tremendos bultos y no pasa nada. Pueden ser zapatillas o ropa que en el medio, tranquila-mente, llevan 20 kilos de droga. ¿Por dónde crees que pasan? ¿Qué se meten al monte? No. Lo pasan por ahí, al lado de gendarmería.

-¿El consumo ha crecido en la región?

-Es mínimo, pero igual de peligroso. Porque se contagia rápido.

-¿Algo más que quieras agregar?

-Cuando se habla de Aguas Blancas, siempre se habla de ilegalidad y de contrabando. Pero no se habla de nosotros, de los comercian-tes que estamos en la frontera haciendo patria, vendiendo produc-tos nacionales. No debemos ni una moneda. Nosotros abastece-mos a Bolivia y a Argentina. Estamos regidos por una resolución de aduana y tenemos cupo de mercadería. Desde el año 2008. Uste-des los periodistas siempre hablan de la droga. Y nosotros estamos obligados a tener la tiquetera fiscal, no podemos hacer factura a mano. Tenemos que hacer declaraciones juradas por la mercadería que entra. Estamos auditados todos los días del año.

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Felipe regresó a San Ramón de la Nueva Orán para dormir. Alquiló una habitación por treinta pesos en el Hotel Los Cafetaleros. Mo-desta, pero confortable. Más aún cuando aparecieron por el pasi-llo sus tres vecinas de veinte años. Habían alquilado la habitación contigua. Provenientes de un pueblo cercano, llegaron a la ciudad para festejar el día del amigo. Los cuatro juntos bebieron algunas cervezas y conversaron banalidades.

-¿Te molesta si sube un amigo? – preguntó una de las chicas al cabo de media hora.

-Para nada – dijo Felipe, ocultando tras las líneas de su cara el in-disimulable gesto de la derrota.

-Hola, ¿qué tal? – dijo el moreno tosco, de pelo corto y robusto, que apareció tomando del brazo a la joven.

-Buenas, buenas – dijeron todos.

El invitado permanecía de pie. Con su campera abrochada hasta el mentón y en silencio. Apenas balbuceaba algunas cosas. Oculta-ba tras las líneas curtidas de su rostro el indisimulable gesto de la victoria.

-¿Qué andás haciendo por acá? – dijo, rompiendo el silencio y ob-servando a Felipe.

-Soy periodista, vine a hacer un laburo a la radio de un amigo –.

-Ahhhh…mirá vos. ¿Cuál radio?

-¿Qué sos, policía o gendarme vos? – retrucó Bogliaccino.

El moreno calló. “Es gendarme, trabaja en el puesto 28 de Aguas Blancas”, interrumpió una de las chicas. Entonces, Bogliaccino, siempre hábil, dejó pasar unos segundos. Bebió un trago de cerve-za y le pasó la botella al milico.

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-No, gracias, estoy con medicamentos, estuvimos como tres días en el monte y me enfermé – dijo el gendarme.

-¡Waaaau! ¡Qué bueno ser gendarme! Yo soy hijo de militares, fui al Liceo San Martín cuando era chico-.

-¿Ah, si? – respondió el milico.

-Si, si. ¿Estás contento acá? Es un buen destino…por lo menos vas a poder recaudar bien. ¿Qué grado tenés?-.

-Cabo.

-¿Y, mucha droga en la zona?

-Muchísima. Pero no todos estamos prendidos en ese negocio. Hay mucha gente honesta en la fuerza. Las personas piensan que so-mos corruptos, pero no todos.

-Me imagino.

Al cabo de veinte minutos, Felipe estaba solo, de nuevo, en la pie-za de un residencial barato. Mejor así, dijo. Abrió la computadora portátil que le habían prestado. Aún le quedaba un litro de fresca cerveza rubia. Se dispuso a escribir poesía. Pensó en su hermana. Ahora grande, ya toda una mujer.

Anotación décimo primera: Porcelana

A Paulita

Porcelana duerme entre las grietas empedradasde cada barrio donde despierta relatos inconclusoscon su andar suficientemente intransigente para nubes de sueño.

En medio de la tragedia onírica, su virginidadcambia pero nadie sabe si llega o si se retira,solo notan un silencio tan rígido como silencio

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Que trepa palma a palma y grillo a grilloentre las enredaderas de las rejas de los círculos,pegajosos sobre la almohada.

Renace juventud en cada anillo de baba suspirado,en los pecados de esos gritos que dio al medio díacontra la humedad de las conchudas relaciones.

Claro que se quiebra, quién sería tan estúpidode suponer que en su corta y filosa como lengua vida ella no ha desmayado voluntariamente las neuronas.

Porcelana estalla cuando recuerda el pelo hasta los hombrosy la madera de los arrayanes patagónicos transformando ambas piernas en combate.

Llora con los gritos huye de los golpes y transforma a los sonámbulos en lecturasde insultos hacia la pared del dormitorio.

Cae, como cualquier humano, en la voracidad del abismo, el comienzo de la caridad, el fin de la justicia, la ebullición de las ideas que serán críticas.

Sus espectadores se paran en el lugar mismorelegan la comodidad, el almohadón, los dolores de espaldasacuden el aire.

Sus espectadores tapan un ojo esperanlas astillas como alfileres que penetrarán los tejidospara traer el dolor de un femicidio a los órganos.

Porcelana deja de ser Porcelana. Se rompe efectivamente da vida, para desilusión del show, a una real mujer que será tantas mujerescomo monedas haya en el mundo.

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En la recepción la emisora FM Ciudad, la productora gorda de tez morena y pelo negro recibe a cinco personas y escucha con un au-ricular el programa central, que va desde las seis de la mañana hasta las doce del mediodía. Por los parlantes del hall se escucha la transmisión. Una mujer denuncia que su hijo fue detenido ilegal-mente por Gendarmería Nacional. Termina la entrevista. La pareja de conductores lee algunos saludos que llegan por mensaje de tex-to y saludan para cerrar la edición. Felipe espera recostado en los sillones para las visitas. El dolor de garganta lo molestaba otra vez.

Cuando comenzaba a pensar en salir unos minutos y comprar un medicamento, el programa terminó. Claudio Ruiz y Gloria Secco salen del estudio. Son marido y mujer. Están al frente de la radio hace cinco años. El viernes 30 de septiembre de 2011 denunciaron públicamente que sicarios armados merodeaban su vivienda, luego de cuestionar, durante su programa radial, la velocidad con la que habían sido liberados unos traficantes detenidos en la frontera con Bolivia. Acceden sin dudar a la entrevista propuesta por Bogliacci-no. Claudio es quien responde las preguntas.

-¿Fueron amenazados otra vez?

-No, para nada. Fue la única y no se volvió a repetir. Como tampoco nos llevaron a declarar. Nunca nos citaron, a pesar de que se hicie-ron denuncias en el foro ordinario y en el federal. Pero nunca nos citaron.

-¿Cuáles son las principales características que usted puede se-ñalar de este nuevo mapa para el ejercicio del periodismo en la zona de frontera?

-Depende de la editorial. Si sos un medio complaciente, en un ra-tito la gente percibe hacia dónde va tu opinión. Nosotros tenemos contacto con el interior y hay muchos periodistas preocupados por lo que nos toca vivir. Marcamos una línea de opinión y dirigimos un mensaje a la comunidad para luchar contra la droga, a alentar al vecino a que se manifieste pacíficamente. Ayer le quisieron quemar la casa a un dealer en barrio libertad, de la Zona Norte. No alenta-

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mos esas cosas. Pero hoy hay vecinos que dicen que hicieron la de-nuncia hace ocho meses y nunca se hizo nada. El mensaje es ese: vaya y utilice las herramientas legales, haga valer sus derechos. Después caeremos sobre el funcionario, para ver si el procedimien-to se hace o no se hace. Ese es el primer mensaje de nuestra radio.

-¿Es común que los vecinos llamen para presentar su reclamo so-bre sucesos que tienen lugar en el marco de los márgenes interna-cionales con Bolivia, Paraguay?

-Es muy común. Con la zona de Aguas Blancas, con la zona del Río Bermejo o de las montañas que están al Oeste. Es muy común. La gente utiliza el medio porque dicen que no creen que su reclamo prospere en la justicia. Pero tampoco prospera si denuncian sola-mente en la radio. Volvemos a lo mismo. Les decimos: denuncie y traiga los datos. Con el número de expediente nosotros averigua-mos. Esta radio recibe muchas denuncias todos los días. Inclusive, tiempo atrás hicimos una recopilación de todos los lugares donde los habitantes denuncian que se vende droga. Y ese listado lo acer-camos a la Fiscalía Federal. Pero no sabemos qué se hizo.

-¿Entonces las personas tienen más seguridad para denunciar en una radio que en las comisarías?

-Totalmente.

-¿Cuándo denuncian a través del medio se atreven a hablar de la mano de las fuerzas de seguridad en el narcotráfico?

-En algunos casos sí. Hay personas que perdieron el miedo a ha-blar. Hay muchos que se resguardan y otros tantos que se animan. Lo que es muy bueno para nosotros y para la sociedad.

-¿Están dadas las condiciones de seguridad para el pleno ejercicio del periodismo en la región?

-No, no están.

-¿Por qué?

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-Cuando hicimos aquella denuncia gravísima de que teníamos si-carios rodeando nuestra vivienda, no hubo ninguna manifestación, no nos llamaron a declarar, nos pusieron una guardia ambulatoria de un par de días y después están nuestros hijos que van al colegio y nos quedamos con el Jesús en la boca. Esta es una ciudad que no deja de ser pueblo. Nos conocemos todos y por ahí te encontrás con personajes fuleros, de los pesados y que pueden llegar a vos tranquilamente. Nadie decide preservar a los medios de comuni-cación, que son los que fortalecen la democracia. Acá nadie dijo absolutamente nada. Acá todo el mundo hizo silencio. Hicimos una marcha de seis mil personas y quedó ahí. Me pregunto dónde está la gente que debe cuidarnos.

-¿Cuando terminaron de recopilar las denuncias con los focos de venta denunciados por los vecinos, qué análisis te permitió hacer ese material?

-Esa información decía que han invadido Orán. Desglosando el mapa ves que están en todos lados. Hay barrios de la Zona Sur donde hay cuatro puntos de venta en una cuadra. Eso es gravísi-mo. Lo más triste son los asentamientos. Acá hay asentamientos que son pueblos enteros. Ahí están metidos. Vive gente laburadora, pero también son guarida de delincuentes, de todo. Son los lugares elegidos por los narcotraficantes para vender y para guardar. Pero el mapa dice que están en todos lados.

-¿Se escucha acerca de las cocinas?

-Nunca se habló ni se cayó sobre ninguna, en ningún procedimien-to. Pero en algún lado tienen que estar. Existen.

-Dicen que Orán es la principal capital de Salta por la plata que se mueve.

-Así es. Hemos dejado de ser un lugar de tráfico. No estoy diciendo nada que no se conozca, por ahí uno tiene el coraje de decirlo por-que lo vivimos. Nuestro programa empieza a las seis de la mañana y le ponemos la voz todos los días. Podemos mirar a los funcionarios a la cara y decirle las cosas. Acá hay gente que no puede justificar ni siquiera la camioneta que tiene o el caserón que se hizo. Cuando

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vas a verificar dónde trabajan no hay respuesta oficial. Pero todos la sabemos.

-¿Al ser esta la verdadera capital reciben también denuncias de regiones aledañas?

-Sí. De la Ruta 81 que va a Paraguay llegan muchos datos, denun-cias. Desde este estudio de radio salieron datos que luego Gen-darmería tomó para investigar. No somos loquitos de la guerra que vamos a andar inventando cosas. No es necesario. Algunos están acostumbrados a tirar bombas y no explota ninguna. Nosotros no hacemos eso. Simplemente basta con hacerse eco de las denun-cias de los vecinos. Las personas se cansaron de ver los desmedi-dos crecimientos patrimoniales. Hay gente que se rompe el alma yendo a las fincas a las cinco de la mañana o abrir un local para ganar dos monedas. Ellos se identifican con nuestro discurso por-que es lo que no pueden decir o tienen miedo de decirlo. Acá vos sabés quién es quién y qué hace. Como se dice en la calle, muchos andan en la renga.

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Archivo 8

Clarín – 5 de febrero de 2011

Narcoavión: la droga se cargó en Morón, sin controles y de a poco

Intercambio de mensajes de texto. Viajes y paranoia. En las dos semanas previas al viaje a España, Gustavo Juliá modificó varias veces el itinerario. No estaba seguro. Eso lo confirmaron desde que este diario comenzó la investigación del caso, distintas fuentes que tuvieron trato con los hermanos Juliá, en los días previos al 1 de enero, cuando el Challenger 604 partió rumbo a Barcelona con 944 kilos de cocaína de máxima pureza en sus entrañas. Ahora, de la reconstrucción de esos días, esas mismas fuentes sostienen que los Juliá cargaron la droga por partes y de manera minuciosa.En el aeródromo de Morón aseguran no haber visto nada extraño. En los tribunales desfilaron decenas de testigos. Nada.

Nadie vio movimientos que quiebren la rutina del lugar, ni gente sospechosa . Nada de nada. Las hipótesis son varias, pero Morón está en el centro de la escena. Para la Justicia, la principal teoría es que Morón fue el escenario que los hermanos Juliá eligieron para trabajar sobre el avión y planificar en cada uno de los detalles del viaje que los llevaría a un complejo futuro judicial. Las revelaciones lo confirman. Mientras tanto, en el Gobierno Nacional, nadie asume las responsabilidades por la falta de controles. El 17 de diciembre, Eduardo y Gustavo Juliá llegaron a Morón por separado. Eduardo lo hizo en un BMW 330I Exclusive, patente FLH-444 y Gustavo llegó manejando su lujosa camioneta Audi Q6. Piluso, como le dicen a Eduardo, estacionó su auto muy cerca a las escalinatas del avión.

Su hermano colocó la camioneta a un costado del hangar de la es-cuela de vuelo Flight Center, con la trompa hacia la plataforma. Las imágenes que ilustran esta nota fueron sacadas ese día y todavía no están en mano de la Justicia.Clarín accedió a ellas en exclusiva. Según el Registro de Propie-dad del Automotor, el BMW está a nombre de Federal Aviation, la otra empresa de los Juliá, con domicilio en Hipólito Yrigoyen 785, 2º F.Los vehículos ingresaron al aeródromo por el puesto “Charly” , custodiado por la empresa de seguridad USS. Los controles en ese

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lugar eran débiles.

No siempre se registraban los autos y eso es lo que intenta com-probar la Justicia. De acuerdo a fuentes de la escuela de vuelo que hablaron con este diario, tanto el BMW, como la 4X4 Audi, entra-ron y salieron de Morón sin control durante los casi dos meses que estuvo el avión en esa plataforma . Las fechas permiten armar un mapa. El 16 de diciembre, Gustavo Juliá le mandó un mensaje de texto al ingeniero aeronáutico, Alejandro Boffa. “Llego mañana, nos juntamos con mi hermano así ya le mandamos toda la info. Pero no te asustes que no pasa nada. Un abrazo. Gustavo”. Tal como ade-lantó Clarín en su edición de ayer, Boffa es quién aconsejó a los hermanos en la compra del avión y era el encargado técnico del lea-sing. Ese mensaje de texto fue registrado en el informe “Operación Volare” que la Justicia española le envió a las fuerzas de seguridad argentinas. Para poder distribuir la droga del avión y no alterar los pesos de la nave, los Juliá necesitaron de la orientación de un es-pecialista.

Un día después de ese mensaje, Eduardo y Gustavo estuvieron en Morón y descargaron cosas del BMW. Para hacerlo sin levantar sospechas, colocaron el auto de cola, muy cerca de la escalera. Así, es casi imposible determinar qué se sube o baja al avión. El 18 de diciembre, 24 horas después de esos movimientos, el Challenger realizó su primer viaje de prueba . En plan de vuelo del aeródromo, ese despegue y aterrizaje quedó registrado como “Morón-Morón”. Ese vuelo se registró a nombre de la empresa Federal Insurance. Una empresa fantasma radicada en los Estados Unidos. El 30 de diciembre, antes de despegar rumbo a Ezeiza, realizaron otro vuelo de prueba . “Los vuelos de prueba son pistas. Ese avión no los ne-cesita”, confirmó a Clarín un piloto que tuvo contacto con los Juliá. Conocedores del mercado aeronáutico sostienen que en esos dos viajes, los Juliaprobaron el desempeño del avión con una eventual carga .A treinta cuadras del aeródromo, Gustavo Juliá alquiló un galpón para hacer “trabajos de tapicería para aviones”. Esa fue la escala antes de visitar el avión. Ahora, en ese lugar, no hay pistas.

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Tartagal es una de las ciudades más importantes de Salta, ubicada sobre la Ruta Nacional 34, a 55 kilómetros de Bolivia y a 103 de Pa-raguay. El petróleo de la zona, colonizada a fines del Siglo XIX, re-presenta cerca del 25 por ciento de la producción total del país. En 1992, con las privatizaciones, cerca del 90 por ciento de los traba-jadores que YPF empleaba en la localidad fueron despedidos. Hoy, a pesar de ser una de las zonas minerales más ricas de Argentina, los niños mueren de hambre. Y sus cuerpos son enterrados bajo la misma tierra donde yace Aníbal Verón, ejecutado en la antesala de las revueltas populares del argentinazo.

Bogliaccino caminaba perdido por el centro. Acababa de llegar, era de noche y buscaba un lugar para comer. Por casualidad, se en-contró con Fernando, de 22 años, en una calle oscura. Fernando iba solo, sin plata para volver al pueblo de General Mosconi, donde trabaja como radio operador de una remisería. Felipe le preguntó si sabía dónde podía comer un menú de quince pesos. Recorrieron algunos restaurantes, sin entrar a ninguno. Fernando lo acompañó gustoso, porque quería que el periodista le pague un plato. Pero Bogliaccino apenas le dio para el colectivo, y le pidió que no gaste la plata en pasta base.

-Yo no fumo – le dijo Fernando.

-¿Hace cuanto? – quiso saber Bogliaccino.

-Desde anoche, pero quien dice la verdad no merece castigo – res-pondió el joven, que luego preguntó a Felipe los motivos de su visita en la zona.

-Soy periodista – respondió, y Fernando solito, sin que nadie le haga ninguna pregunta, pidió a Bogliaccino que grabe la conver-sación.

- Yo te voy a decir algo, si acaso es verdad que sos periodista: Tar-tagal es zona roja, tenés que andar tranquilo, no confíes en nadie. Y más que nada tené cuidado con la gente. Acá están, como se dice, los reyes de la movida. Los que mueven, porque de acá va para Bue-

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nos Aires. Tenemos la frontera con Bolivia, límite doble con Jujuy. Acá la droga mueve a la gente. Cómo quisiera que veas a los chicos, la forma en la que andan acá.

-¿Cómo andan?

-Mal, mal. Más que nada tendrías que ver a las chicas. Yo tengo hermanitas, sobrinas. Tendrías que ver como la pasta base des-truye a las personas, el daño físico, moral y mental que causa. Les hace tanto daño y mientras tanto hay personas que quieren des-penalizar la droga. Ese va a ser el error más grande de la Argen-tina. Así tu hijo va a poder fumar, el mío también. Está bien lo del matrimonio igualitario, lo del género. Pero la juventud va de mal en peor. Esta mierda te entumece, te perjudica el alma. La última generación limpia es la de nuestros abuelos. Cuando ellos se vayan esto va a ser un desastre.

-¿Crees que hay un aumento de consumo en la región por la insta-lación del narcotráfico?

Exactamente. Acá hay una mafia. Policía, Gendarmería, suboficia-les, ex oficiales. Caen todos. Pero los que andan así, adictos, ne-cesitan tratamiento, no son delincuentes, son personas enfermas. No se merecen estar presos y detenidos por consumir. El video que vimos sobre las torturas en las comisarías es moneda corriente. Es legal acá. Lo que no se ve el video se lo ve cuando estás adentro. Te ponen corriente en los genitales. Eso es cruel. Y Tartagal es una ciudad que necesita una ayuda. Hace falta más policía. Acá hay pi-las de pasta base, a rolete. Parecen golosinas por como caen los pibes. No personas de 18, 19. Caen criaturas de 12 años. Se apro-vechan de nosotros, que somos el futuro de la sociedad. Yo estuve en Buenos Aires, en la Villa 31, lo que te venden allá es pura gilada. Acá está la pura.

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- Vinieron unos señores preguntando por usted. Querían saber si era periodista, parecían policías, pero yo dije que usted era co-merciante de antigüedades – le advirtió la mujer del hotel céntrico donde Felipe se alojaba. Muchas gracias, señora, voy a guardar las cosas y, si vuelve, les dice que me fui a Salta capital. Bogliaccino abrió la puerta de su dormitorio. Miró su mano: temblaba. El gra-bador yacía en el mismo lugar donde Bogliaccino lo había dejado. La ventana permanecía abierta. A través de ella se podía escuchar el mundo, todavía despierto. Aún, pese a las trivialidades, los se-nos, las caderas desnudas, la droga. Aún así la tierra giraba. Las muertes se desencadenan una tras otra, porque debe ser de esa forma. Sonó la alarma.

Bogliaccino tenía pactada una entrevista con el profesor y licencia-do en psicología Carlos Castañeda. Un hombre de 58 años que llegó a la región de frontera hace casi veinte. Instalado allí, integró y di-rigió centros de prevención y tratamiento de adicciones que luego fueron cerrados. Escribió cuatro libros, tres de ellos relacionados con la droga, el consumo, la corrupción y el narcotráfico. Recibió a Felipe cuando las calles se vaciaban por las amenazas del sol de la siesta. Dos perros, panza arriba, dormían en la puerta de los con-sultorios. Castañeda apareció con paso firme y la espalda erguida. Ambos se reconocieron instantáneamente. Sin mediar palabra, es-trecharon sus manos. Esta fue la conversación que mantuvieron en el despacho del psicólogo.

-¿Cree que atravesamos un proceso de cartelización? – preguntó Bogliaccino.

-No creo. Por la idiosincrasia de nuestro país y por el trabajo de las fuerzas de seguridad, que no se lo ve pero es muy fuerte. Eso lo va a impedir. Que hay consumo es una realidad. Donde entra el paco el consumo es inmediato. Hay sustancias que el receptor específico a nivel neuronal se activa a posterior. En cambio, usted fuma paco, que está hecho de porquería, y produce una dependencia inme-diata. No se puede salir, porque produce uno de los síndromes de abstinencia más espantosos que puede haber. Lo que impide que una persona pueda dejar cualquier sustancia psicoactiva es el sín-

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drome de abstinencia. Que, en algunas sustancias, es más suave. Pero en otras, con demasiadas impurezas, es tremendo. Entonces la persona cuando quiere dejar no puede porque se presentan los síntomas que lo llevan a un estado de desesperación. Allí se empie-za a destruir la sociedad, porque la persona en ese estado va a salir a robar o a cualquier cosa. Ahora hablar de carteles, no. Le puedo asegurar que se trabaja mucho.

-¿Qué rol juega la pobreza estructural en los niveles de consumo de pasta base?

-Es muy barato. Entonces las personas acceden como cualquier ser humano, por ejemplo, a la comida. El proceso es el mismo. Cuando usted como activa un receptor específico, ante la falta de comida el organismo demanda. El sistema es exactamente igual. Cuando no hay recursos para comer, se busca lo más barato. Allí, el narcotrá-fico trabaja muy bien para generar sustancias accesibles. En este momento el consumo de marihuana es muy alto y todos creen que la marihuana no hace daño. Es una droga accesible. Y el paco, que antes se lo tiraba, y ahora se lo vende a precios que están dema-siado al acceso de cualquier persona. Pero no cualquiera entra a la droga. Para eso tiene que haber dos variables. Una es la predispo-sición, que tiene que ver con hogares desestructurados, con falta de afecto, con la falta de motivación, con la falta de proyectos, con el ocio. Y la otra variable son los límites. Con límites los hijos no entran a las drogas. Yo empecé a trabajar con el tema de drogas en el año 1985, en ese tiempo comenzaban los primeros casos. Y en ese momento no hubo políticas de prevención. No se suministra ni un peso para tareas preventivas. Hay personas muy capacitadas pero no se le da un valor ni se la toma para esos trabajos. Es una necesidad la prevención. Los chicos están ávidos de estas tareas. Falta un elemento clave que es la prevención primaria, encarar el problema antes de que suceda el hecho.

-¿El trabajo de prevención en la región se ve limitado por la conni-vencia de las redes de narcotráfico con el poder político?

-Eso terminamos certificándolo. Yo vine al Norte porque el progra-ma social y comunitario que dirigía el sacerdote Martearena decide construir un centro de rehabilitación. En principio iba a ser en la lo-

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calidad de General Mosconi, pero pusieron mil impedimentos para usar un ex pabellón de YPF donde hoy funciona un hostal. Pedimos otros pabellones que está más arriba y tampoco se dio. Pedimos una comunidad abandonada de YPF, a 70 kilómetros de Pichanal, donde solían vivir 500 personas. Estuvimos reunidos con muchos políticos, locales y nacionales. Nunca se pudo hacer. Nunca se destinó un peso para eso. Es muy difícil cuando ciertos estamentos ponen limitaciones. Nosotros tuvimos que cerrar centros por falta de presupuesto. -¿Qué otras características evidencian esta connivencia?

-Que el consumo va a ser cada vez más grande, que la delincuencia va a adquirir proporciones cada vez más drásticas porque, desgra-ciadamente, el delito genera situaciones de mayor violencia. Por ende, en un efecto dominó, va a crecer la inseguridad. Va a llegar un momento en el que las personas van a recluirse en sus hoga-res porque las calles van a tener dueño. Hoy las calles son de las personas que venden droga. Porque tienen un control, que muchas veces no se analiza. Son dueños de tu privacidad, de la vida y de la muerte. Pueden hacer lo que quieren porque tienen un ejército de personas que necesitan de la droga.

-¿Ese proceso se agudiza?

-En todo el país y en todo el mundo. No somos una isla. Fíjese Juá-rez, donde todo empezó muy suavecito y hoy está descontrolado. Hay que evitar que la violencia se descontrole. Si se pierde el con-trol sobre el consumo de drogas estamos fritos. Los que proponen liberar la droga, legalizar, quizás tienen buenas intenciones. Pero desconocen la profundidad de un tema muy complejo. Si el espec-tro político que brega por la legalización mira desde afuera va a tener una perspectiva. Pero si lo viera desde adentro tendría otra.

-¿En los territorios, teniendo en cuenta la complejidad a la que ha-cía referencia, cuáles fueron los cambios más radicales que perci-bió en la región del Norte?

-En ese tiempo yo manejé un centro de prevención y tratamiento de adicciones en la localidad de Tartagal desde 1995. Recuerdo a

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un chico de un barrio que desde Tartagal viajaba a la localidad de Embarcación para iniciar a los chicos en el tráfico. Con el efecto árbol, uno inicia al otro y sucesivamente. Ellos lo hacen para pro-veerse de la droga. El narco les da diez dosis, venden ocho y se quedan dos para consumir. De esa forma se extiende el descontrol. Ese joven que yo le digo fue el que inició a los primeros vendedores de paco de Embarcación. Ese proceso se inicia dentro de las es-cuelas. Las instituciones educativas están muy vulnerables. Entra uno y les vende a los compañeros y los compañeros se lo pasan a la noviecita y a los amigos y así se extiende. Antes, no había paco. Dónde se hace ese salto. Hace cinco años. Cuando empieza a haber paco significa que las cocinas de cocaína están dentro de nuestro territorio. Antes no había, y los residuos quedaban afuera. Del otro lado. En cambio, cuando las cocinas, donde se procesa la cocaína, se establecen en territorio argentino, los residuos comienzan a ser vendidos. Donde hay paco hay cocinas, nadie importa paco. Ahí es donde hace un salto abrupto y donde el consumo se generalizó. El consumo se generalizó, también, por la llegada de marihuana ba-rata desde Paraguay. Los pibes que no podían acceder a la droga, consumían poxirrán. Los chicos morían por consumir el Tolueno, se le pegaban los pulmones.

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Era domingo. Quizás, con suerte, pueda realizar una o dos entre-vistas, pensó Bogliaccino. Un contacto le facilitaba otro contacto y, de esa manera, recorrió la región de frontera. El reloj marcó las 14. Felipe caminó hasta la cuadra señalada. Preguntó por la casa. Le indicaron. Tocó timbre. En pijama, y con paso lento, abrió la puerta Víctor “Chala” Serrano, un hombre sencillo, que comenzó a ejercer el periodismo a los 19 años en el diario El Litoral, de Santa Fe. Lue-go fue a Buenos Aires, y volvió a Tartagal en el año 1977. Mantuvo el mismo oficio toda su vida. Es productor del noticiero nocturno en Videotar, el canal de televisión más importante de la región de frontera. Una vez en el living, la hermana de Serrano sirvió vino con empanadas. Mientras el domingo se escapaba, Bogliaccino y Víctor comenzaron a dialogar. Felipe interrumpió.

-Disculpe, voy a prender el grabador.

-Adelante – dijo Serrano.

-¿Aumentaron la cantidad de ilícitos en la región por el avance del narcotráfico? – preguntó Felipe.

-Eso pasa en Salvador Mazza, donde hay bandas mixtas de ar-gentinos y bolivianos que operan con el tema de la droga. No son carteles, son pequeñas organizaciones, muchas de ellas familia-res. Siempre, cuando cae alguien, también hay hermanos, padres, primos. No constituyen carteles. Esto se ha agudizado en el último tiempo. Es más, hay grupos armados que se han enfrentado a tiros con Gendarmería, con la policía. Creo que ha crecido de una forma impresionante. Del lado argentino hay muchas personas detenidas por el narcotráfico. Y del lado boliviano hay bandas peligrosas. Allí son comunes los crímenes por el pago de factura. Ocurrió hace po-quito que mataron a un carnicero y a su ayudante, que según di-cen los vecinos, estaban implicados en la droga hace tiempo. Esta gente es la paria de la droga, porque transportan cinco kilos, diez kilos. Es insignificante al lado de toda la droga que pasa por avión, algunas veces por camiones de gran porte, de una tonelada para arriba. En pequeñas cantidades nadie gana mucho dinero. Ocurre que los que negocian con narcotraficantes más grandes y se que-

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dan con algún vuelto terminan con esa clara señal del narco, de de-cir que no se puede traicionar. Y el que traiciona paga con la vida. A nosotros, en Tartagal, no nos salpica. Y ojalá que no llegue. Porque estamos a cuarenta kilómetros. Pasa siempre donde hay droga. México, Brasil, Paraguay. Acá, lo que sí, la policía cometió muchos abusos con la gente, es una policía golpeadora, hay una cantidad impresionante de apremios ilegales. Pero siempre ocurre adentro de las comisarías. Es peligrosa la policía. Tienen una torpeza que no se puede entender, porque se les paga a los ciudadanos para cuidarlos. Se supone que en la escuela le tienen que enseñar dere-chos humanos, respeto por la población. Acá, ese es un tema muy importante porque nosotros lo sufrimos en las rebeliones popula-res del 2000, cuando mataron a Verón. Actualmente hay una con-cepción, bastante razonable, del todos roba. ¿Quiénes son los que más roban? Los que gobiernan. Y nunca van presos. Entonces, esto ha generado una cultura. Si desde arriba no hay un buen ejemplo, hay impunidad, los que se están formando saben que viven en una sociedad injusta. Donde van presos los ladrones de gallinas. No se puede omitir que hay una falta de presencia policial en todos lados. Nadie quiere que maten un tipo que fumo paco y robó una bicicleta. Pero falta prevención.

-¿En la región de frontera la corrupción se presenta como uno de los problemas más graves?

- Nosotros tuvimos varios intendentes corruptos. En la provincia no hay más de siete intendentes que fueron presos, tres eran de acá. Ha habido otros hechos, que siempre están con juicio político. Es el lugar a donde la gente mira. Esto forma parte de esa concep-ción del todos roban. Han pasado muchas cosas por las que nadie fue preso. No se castiga a los responsables del delito, a los políti-cos, a los funcionarios. Eso perjudica a muchos chicos. Tartagal no es una ciudad insegura. Pero la gente está sofocada hace más de diez años por la protesta social, que violenta a la población. Acá los viernes seguro que hay cortes. Porque los viernes van a recaudar en la Municipalidad. Los cortes de ruta han dividido mucho. Ahora son también una herramienta de las comunidades aborígenes, que jamás se quejaron de nada. Ahora tomaron conciencia de su condi-ción social, de su postergación. Aprendieron que movilizándose se consiguen cosas.

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-¿Cuál es la principal característica de los crímenes que usted se-ñala por ajuste de cuentas?

-Cuando hay un hecho nosotros vamos hasta Yacuiba, a hablar con abogados, familiares, que nos dan información. Estos crímenes tienen una particularidad: enseguida se conoce quién fue el autor. No hay mucho misterio. Se sabe quién es socio, quién comercializa. Enseguida señalan qué grupo pudo matar, por qué. En la frontera hay parias, los carteles están en Santa Cruz.

-¿Ha escuchado acerca de la instalación de cocinas?

-Sí, hay cocinas. El paco deja en evidencia que han aparecido un montón. El tema de las cocinas es una cosa muy seria. El bajo cos-to genera que cualquiera puede consumir paco. Que se fuma com-pulsivamente y por eso se incrementan los niveles de consumo. Lo que hay de sobra son bocas de expendio. Aparentemente hay orden de combatirlas, por lo menos acá. Acá se han cerrado kioscos his-tóricos. Antes se perseguía al consumidor y no al narcotraficante. Parece que eso está cambiando. La gente dice que hay connivencia entre los vendedores y la policía o gendarmería. Siempre va a ha-ber vendedores de droga.

-¿El vecino denuncia?

-Permanentemente. Porque le genera muchas molestias. Porque entran bicicletas, autos, motocicletas, que entran. Ese tránsito los vuelve locos. Y después aparecen los grupos de otros barrios que llegan a consumir hasta la boca de expendio, que siempre están en los asentamientos. Estos son datos que la policía maneja. Por eso los vecinos se preocupan. La droga va de la mano con el robo, con la violación. Hay un ejemplo muy importante en una comunidad abo-rigen de acá que se llama Misión Cherenta. Cuando los vecinos se dieron cuenta que muchos de los chicos empezaron a consumir, se juntaron en asamblea. Luego de hacer la denuncia, decidieron ex-pulsar a los vecinos que vendían droga. En su concepción cultural no entendían que alguien destruya a sus hijos, en su propio terri-torio. La droga tiene mucho que ver con la pasividad de los grupos familiares que niegan la realidad. No sé si por vergüenza o por qué. Los vecinos saben de todo esto y muchas veces no hacen nada. Es

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un tema integral, de todos, más allá de los políticos y las fuerzas de seguridad.

-Pese al avance del narcotráfico, el hambre sigue ocupando un lu-gar prioritario en la discusión local…

-Sí. Aunque la situación ha mejorado un poco. Las comunidades originarias han sufrido una postergación tremenda. Ahora notamos que muchas personas de las etnias aborígenes ahora se visten me-jor, llegan a comprar cosas. Antes nadie sabía de qué se alimenta-ban. Las comunidades están bordeando la localidad. Su cena era el mate con pan, pero ahora avanzan en la escala social. Los pla-nes sociales no son una solución definitiva, pero ahora las nuevas generaciones quieren ingresar al sistema. Esta es una zona muy caliente, nosotros engendramos el término piquetero. Aquí han pa-sado cosas que anticiparon la situación nacional. Como la caída de Fernando de la Rúa. Nosotros sufrimos el desguace de YPF, fuimos los primeros. Tres mil personas quedaron en la calle. Este era un indicador clarísimo, que empezó acá, con saqueos, con muertos en represión. Hay una historia de lucha. En el año 1989, cuando se pri-vatizó YPF, acá marcharon 20 mil personas contra la privatización.

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Varias decenas de niños jugaban en la plaza central de Tartagal. La calma pasa permanente a través de la cotidianeidad, y vicever-sa. Enjambres dispersos de vejetes aparecen como detenidos en el tiempo, sorbiendo café de a traguitos en las confiterías que rodean al epicentro de la ciudad. Algún auto pasa con la cumbia al palo: “Mirá como está la vagancia en este baile, todos re mamados, con las manos en el aire”. Bogliaccino sigue al Renault 12 con la mira-da. Pasa una motocicleta, pasa otra, el eco de los motorcitos se retuerce con la noche que aparece. La luna rebosaba de luz, aún en territorio del día. Así estaba Felipe, con los ojos al cielo, en un banco de madera, el brazo extendido sobre el respaldo. Abrazaba alguno de sus trastornos en la salud mental.

-¿Felipe Bogliaccino? – dijo alguien. Felipe se asustó, quiso rein-corporarse velozmente y dejó caer el teléfono sin querer.

- ¿Rafael Bruno? Te estaba esperando -.

El joven periodista de la FM Sol del Norte y del noticiero televisivo de la localidad de General Mosconi vestía una blanca camisa ele-gante y zapatos con punta recién lustrados. Se apresuró a estre-char la mano de Felipe. Caminaron juntos hasta una estación de servicio. Los adictos al juego refunfuñaban en la puerta del casi-no. Los dos periodistas observaron la escena sin acotar. Llegaron hasta los surtidores de combustible y entraron en un pequeño café lindero. La televisión estaba sintonizada en un canal musical. Ra-fael hablaba en un tono bajo, muchas veces con la mano cerca de su boca. Como si quisiera disimular cada una de sus declaraciones con las letras pop que escupía la radio del lugar. Luego de las for-malidades, Rafael calló y miró fijo los ojos de Bogliaccino. Le indi-caba que era el momento de la primera pregunta.

-¿Están dadas las garantías de seguridad para empezar una inves-tigación sobre el narcotráfico?

-No, ahora no. Antes se podía hablar del tema, había una apertura del trabajo. Con todo esto que está pasando, ahora no. Simplemen-te hay que limitarse y esperar que la policía o gendarmería hagan

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oficial la información. Más allá de los datos que podemos tener extraoficialmente. Uno de esos datos que llega de forma extraofi-cial es que los que se encargan del trabajo sucio son los peruanos, que están operando en la zona. De los dos ejecutados en Salvador Mazza, algunos hablan de peruanos. La policía dice colombianos. Yacuiba es una zona donde siempre hay ejecuciones por el narco-tráfico, y es una ciudad separada de Argentina por escasos tres ki-lómetros. Allí hay antecedentes recientes. Pero todos decían “eso pasa en Bolivia”, más allá de que hay una línea invisible de frontera repleta de pasos clandestinos. Ahora está cambiando, pasa tam-bién acá. En Tartagal no tenemos aún hechos de esas característi-cas, pero estamos a cincuenta kilómetros.

-¿Los vecinos denuncian la connivencia de las redes de narcotráfi-co con las fuerzas de seguridad?

-A veces sí. Pero de forma superficial en la mayoría de los casos. Es la protesta común de la zona: “Gendarmería sabe y no controla”. Pero no sucede que alguien venga e identifique a un sector de la fuerza con el narcotráfico y presente pruebas. Yo creo que porque la gente tiene miedo de lo que puede generar, o a las represalias.

-¿El silencio se apodera de la región?

-Sí, es evidente. Se nota. Por ejemplo, acá en la localidad de Tarta-gal no había tantas bocas de expendio. Hay lugares donde hay tres, cuatro en cada cuadra. Hasta se pelean por quién vende más para quedarse con el sector. Los operativos que se hacen no alcanzan.

-¿Cómo ves a la juventud local?

-Lamentablemente no tienen un futuro sano, hay mucha droga en la zona. No se entiende. La policía, supuestamente, hace operati-vos todos los días. Los pibes están jugando a la pelota en la can-chita y se drogan en el banco de suplentes. Los espacios de con-tención son muy pocos. Si bien hay algunas actividades, no hay un marco de contención adecuado. Algo inter-barrial. Son cosas muy aisladas. No se hace.

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-Y también hay un problema muy grave que es la escasez de trabajo…

-De todos los problemas es lo más complicado. En Salvador Mazza no hay más trabajo que el bagayeo, llevar mercadería de un lado a otro. La otra es el transporte, la descarga de camiones y el nar-cotráfico. Los comerciantes están muy hostigados, no hay creci-miento. Los ingresos son mínimos para la mayoría. Ahora, pasas al otro lado y los bolivianos avanzan en construcciones, comercios. De nuestro lado hay pobreza. Del otro lado, el Estado se encarga mucho. A la frontera boliviana llegan regalías del petróleo, no son zonas abandonadas. Por eso realizan obras magníficas. Acá no hay ni siquiera un complejo deportivo. Yacuiba tiene dos piletas olím-picas climatizadas, estadio de atletismo. Por ejemplo, de nuestro lado, está la localidad de Aguaray. Que es zona petrolera, pero está muerta. Si no sos municipal y no enganchas en alguna de las pocas privadas, poquísimas, estás muerto. Es una zona campesina, la gente sobrevive porque sabe trabajar la tierra y administrar el ga-nado para la subsistencia. Es zona petrolera y hay argentinos que no tienen ni luz ni agua ni baño.

-¿La corrupción está arraigada en la región?

-Sí, sí, sí. Se les niegan viviendas a las personas y se las entregan a los familiares de los funcionarios. Eso es muy común. La gente busca la forma de conseguir una vivienda digna en un marco de po-breza estructural y no consigue nada. Hay casos de familias a las que el Estado asegura haberles garantizado una vivienda y están en un lote sin piso y sin techo. Desvían el presupuesto para cons-truirles a los amigos.

-¿Escuchas acerca de cocinas de cocaína en la zona?

-No. Pero si hay mucha circulación. Se escuchaba, por operativos que se realizaron, de las cocinas en el chaco salteño.

-¿Y entrada y salida ilegal de aviones?

-Ese es el secreto a voces. Aviones que van y que vienen y que ate-rrizan en fincas privadas. Se sabe que hay pistas en las fincas de las empresas. Se saben que están pero no se puede acceder por-

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que son terrenos privados.

-A su vez esta es una región golpeada, también, por los muertos de hambre.

-Todo tiene que ver. Por eso, para muchos del Norte, Juan Carlos Romero es mala palabra. Quedamos muy desprotegidos durante mucho tiempo. Se dice que el aborigen enferma porque quiere. Que mueren porque quieren. Pero no se le acercan médicos a la comu-nidad. Ahora, medianamente se hace. Todo va acompañado. La fal-ta de asistencia, los negociados.

-Hay un marco perfecto para que se instale el que quiera a trabajar ilegalmente…

-Claro. Es una región con una frontera muy amplia y permeable. Es fácil acceder en cualquier vehículo. Independientemente de los controles, abundan los pasos clandestinos. Los conoce el habitan-te común y corriente de la zona. Gendarmería debería tener más personal en la frontera. El hecho de que trasladaran en Escuadrón 54 desde Salvador Mazza hasta Aguaray generó una preocupación en las personas. Cada vez entra más droga, es evidente que algo no se está haciendo bien.

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Marcelo Torres ejerce el periodismo en la localidad de Tartagal desde 1983. Actualmente, tiene su programa radial en la FM Sol del Norte. Cuando terminó de responder a las preguntas realizadas por Bogliaccino, se levantó de la mesa que ambos ocupaban en un bar céntrico y se sentó en otra, ubicada a pocos metros. Allí, tomaban cerveza y comían una picada cuatro oficiales de Gendarmería Na-cional que ocupaban cargos de jefatura en la zona, según el propio entrevistado consignó. Esta fue la conversación que Torres y Felipe mantuvieron.

-¿Cómo caracteriza la seguridad en la localidad de Tartagal?

-Creo que es perfectible como todo sistema. Está por encima de la media de la provincia. Hay problemas propios de la actualidad como robos, arrebatos. No tenemos que perder de vista que es-tamos a escasos kilómetros de la frontera y, en ese contexto más amplio, observo un leve deterioro de la seguridad. Hay que ser claro y preciso para la gente que no lo entiende. El habitante normal de la zona puede ser víctima de un robo. Y observo como testigo asom-brado muchas veces, involuntario casi siempre, de lo que pasa en torno a la droga. Los que están en ese mundo viven esa inseguri-dad. Cualquier ciudadano de Tartagal no creo que sea víctima de un sicario. Pero si está prendido en la porquería esa seguro que sí. Es necesario diferenciar esos dos aspectos. Tendría que mejorar la seguridad de los ciudadanos porque lo exige la realidad. Pero hay que exigirle a la Nación la seguridad correspondiente a la zona de frontera. -¿Hay un avance marcado del narcotráfico en la región?

-Se dan más casos que hace diez años, eso es seguro. Pero no creo que sea un avance tan desmesurado como se ve en los medios. Hubo dos ejecuciones la semana pasada, y ocupó lugar en los me-dios y llamó la atención. Pero no hubo dos ejecuciones más a la siguiente semana. Son cosas que pasan y llaman la atención por el modo en el que suceden.

-Se puede hablar de un avance, pero lento…

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-Todo el mundo sabe que Estados Unidos ha encabezado acciones en los países productores de droga intentando controlar el narco-tráfico. Eso produjo que los que se dedican a este desgraciado y violento negocio fugaran de Bolivia, Perú, Brasil, Colombia y bus-caran lugares más cómodos. Dicen que están en Argentina, hay no-ticias que parecen dar prueba de ello. Es de esperarse que si salen de otro lado al menos pasen por acá. Lo triste sería que se asien-ten. Hasta hoy, Tartagal no es zona de operaciones de grandes nar-cotraficantes. Eso sí lo sé, porque manejo la información, uno tiene sus fuentes, sus relaciones. Los que saben dicen que cada vez hay más necesidad del negocio. Por eso la droga circula cada vez más por acá y por todos los lugares. Antes se pagaba al lugareño, para ayudar al narco, en efectivo. Ahora se paga con especias. Enton-ces eso hace un coctel complicado. El tipo que hace un laburo, por ejemplo, en el monte, para pasar un cargamento, recibe como par-te de pago droga. En muchos casos base o cocaína. Y para recupe-rar su trabajo la tiene que poner en circulación.

-¿Cómo es el trabajo de la prensa en ese marco?

-Hay que ser responsable. Sinceramente, no sé cómo hacen los co-legas de Salvador Mazza. Conozco algunos y no me gustaría estar en sus zapatos. No sé cómo hacen para vivir ahí y convivir con la noticia. Es complicado. Conozco algunos periodistas que tuvieron que cambiar la metodología de trabajo porque no era seguro para ellos. Viven ahí, conviven, es todo un drama.

-¿Hay un vínculo directo entre el avance de la droga y la corrupción arraigada históricamente en la región del Noroeste?

-Lamentablemente. Esto es como la historia del huevo o la galli-na. Corrupción en las fuerzas hubo siempre. Como el comercio de la droga va creciendo, también crece paralelamente la corrupción. Por eso se conocen los casos que se conocen. De gendarmes, po-licías, involucrados. La corrupción está y crece de la mano con el narcotráfico.

-¿Hay connivencia con el poder político?

-Se han dado algunos casos. Pero es proporcional. Es decir, el po-

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lítico representa a la sociedad y el narcotraficante está inserto en la sociedad. No creo que sea una metodología del accionar del nar-cotráfico. El Norte está plagado de mitos de todo tipo, de creencias populares. Y a veces somos propensos a multiplicar ese comenta-rio antes que propagar la verdad. Esto no es el lejano oeste, pero estamos atentos.

-¿Qué otra problemática seria identifica en la región?

-Puede tener que ver con la educación, con lo cultural, con la for-mación de los dirigentes. No podemos pedir que salgan cosas bue-nas de una sociedad que no vela por su propia salud. Hay un défi-cit de índole social, de compromiso con los centros vecinales, los clubes de barrio. Acá hay dos maneras para buscar soluciones en Tartagal. La gente se encadena o va a un medio de comunicación. Un chango me decía que se iba a encadenar, que ya le había avisa-do al comisario. Antes de encadenarse pide una solución, le avisa a la policía.

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Mario Andreani es director de la señal televisiva Canal 4 Videotar. Sobre su escritorio hay una foto enorme de José Luis Cabezas. Son las 19 horas de un martes. Poca gente recorre el canal a esa hora. Bogliaccino abrió la puerta de la oficina lentamente.

-Pase, pase – le dijo Andreani.

-¿Cómo le va? Un gusto, soy Felipe Bogliaccino. Estoy haciendo una investigación en la zona y me gustaría hacerle algunas preguntas.

-Claro, diga nomás – accedió el director.

-Desde su puesto de director en el canal de televisión más impor-tante en la región de frontera ¿percibe un avance de las redes de narcotráfico sobre la región? – preguntó Felipe.

-El tema del narcotráfico siempre fue un tema latente. No podemos obviar que tenemos una frontera extensa y, en muchos casos, sin el control adecuado. Bolivia es uno de los principales productores de cocaína, entonces, para nadie de esta región es sorprenderte observar los movimientos económicos que no se condicen con la realidad de la comunidad. El avance del narcotráfico es un hecho constante que, de vez en cuando, muestra su cara con secuestros o desapariciones de personas vinculadas. De vez en cuando muestra su cara más descalificadora y sería demasiado inocente decir que no hay movimientos de este tipo.

-¿Existe un vínculo directo entre estos movimientos y la corrup-ción históricamente arraigada en el Norte argentino?

-Indudablemente, siempre se presentan hechos que hacen sospe-char eso. Se sospecha que muchos aportes a campañas políticas vienen de esos sectores. Tampoco creo que sea un hecho particular de la región. Eso ha sucedido en muchos países de América Latina. Es indudable que el narcotráfico busca inmiscuirse en los secto-res de poder. No debería llamar la atención que los puntos donde busca avanzar el narcotráfico estén en el ámbito político, el ámbi-to jurídico y de todo tipo. Ni siquiera los medios de comunicación

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estamos exentos de que esa influencia crezca hacia los sectores dominantes de una sociedad.

-¿Hay reticencia por parte de la población a denunciar los ilícitos vinculados al narcotráfico?

-El ciudadano común no se involucra en demasía con este tema. Hemos visto mayor compromiso de los sectores más desprotegi-dos: comunidades de pocos ingresos, misiones aborígenes. En las últimas el daño que produjo el ingreso de la droga ha sido brutal. Ellos mismos lo dicen. Nosotros tenemos declaraciones de los lí-deres de las etnias y padres de las barriadas más pobres que seña-lan la droga como uno de sus principales problemas. Y denuncian a los vendedores en forma pública, se manifiestan con marchas. Piden, por favor, ayuda. Eso tiene un correlato en aspectos de la vida cotidiana, como la seguridad, por ejemplo.

-¿Cómo ve a la juventud?

-El Estado no hace todo el esfuerzo necesario, o no tiene la capa-cidad, para contener a los jóvenes que puedan estar afectados por la droga. Hay un centro que se llama Puente Norte, que tiene ca-pacidad mínima y funciona con enormes dificultades, y ha tenido muchos problemas para pagar los sueldos. Un padre que tiene un hijo adicto, muchas veces, si no tiene recursos propios, está en un callejón sin salida. No hay una respuesta adecuada del Estado.

-¿En materia de prevención el trabajo también es flaco?

-Sí. No hay una política objetiva en áreas como el deporte. Nos quedamos sin centros o clubes que puedan cooptar a la juventud. Falta una política de Estado dirigida hacia los menores. No sólo de-portiva sino también cultural.

-Ustedes han recibido presiones por investigar a funcionarios y políticos…

-Si, siempre. Hemos tenido presiones por investigar la administra-ción pública, en un contexto donde la información sobre los actos del gobierno es escasa, y hay que buscarla por fuera de los canales

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habituales. Un ciudadano o un periodista pide información y el Es-tado no la suministra. No existe transparencia y, en muchas oca-siones que investigamos, sufrimos amenazas, presiones, intimi-daciones, principios de juicios. Eso condiciona a la prensa, porque no hay correlato en la justicia. Si hubiera verdadera independencia entre el poder político y el Poder Judicial, sería mucho más fácil la vida. Si vos observás que ambos funcionan como la misma cosa, cualquier esfuerzo va a ser meramente reclamativo. En la realidad no se ve.

-¿Por qué cree que hay un cerco mediático?

-Alguna vez leí que el periodismo es sacar a la luz lo que alguien quiere esconder. Si existe un cerco es porque no quieren que se in-forme, no quieren que se vea. El dinero es público y no se dan a co-nocer las operaciones. Porque si lo vemos, nos vamos a llevar más de una sorpresa. La información se esconde para poder manejar con discrecionalidad los fondos públicos. Es una ecuación muy simple.

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Felipe abandonó el canal y caminó hasta la esquina. Se detuvo en el puesto de diarios. Compró un pasquín local de dos pesos y con-tinuó con paso firme rumbo a la parada de remises ilegales. “¡Sal-vador Mazza, Salvador Mazza, falta uno, Salvador Mazza!”, gritaba un conductor. “Vamos”, dijo Bogliaccino. Entró al auto por la puer-ta derecha. Adentro, iban otras tres personas.

-Lindo día, ¿eh? – dijo un señor elegantemente vestido.

Nadie respondió. Entonces el chofer puso un disco de cumbia a todo volumen. Con alguna dificultad, Felipe abrió el diario que había comprado. “Mandaba a sus hijos a vender droga a la escuela. Lle-vaban la cocaína en medio del cuaderno”, decía un título de tapa. El artículo, redactado con un tinte indiscutiblemente policial, decía: “Personal de la División de Drogas peligrosas realizó allanamientos en una humilde vivienda y pudo detener sus ocupantes y determino que utilizaban a sus hijos menores para el transporte y venta de sustancias ilegales en la Escuela Che Sundaro. Un hijo de 12 años al momento de producirse la irrupción a la morada regresaba de la escuela con un cuaderno de tareas portando en medio del mismo envoltorios de cocaína, consignó la Policía esta mañana”.

En el siguiente párrafo concluía: “La incursión de la fuerza policial en el barrio de Misión Cherenta fue en dos viviendas. Como resul-tado del procedimiento en la vivienda ubicada en Misión Cherenta se procede a la detención de diez personas masculinos y femeni-nos entre ellos dos menores de edad entre personas investigadas y compradores de sustancias y al secuestro de cuarenta y cuatro envoltorios de papel conteniendo sustancia blanquecina y la suma de $ 1.537 en la primer vivienda, en tanto en la segunda casa, se-gún indicaron fuentes policiales, se procedió a la detención de seis personas masculinos y femeninos entre ellos dos menores entre personas investigadas y compradores de sustancia; y al secues-tro de noventa y ocho envoltorios de papel conteniendo sustancia blanquecina, la suma de $ 2.475.90. También elementos para frac-cionar la droga y celulares varios”.

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En la puerta de la Municipalidad de Salvador Mazza, Bogliaccino esperaba a su fuente. Fumó un cigarrillo, fumó dos, fumó tres. Nin-guna persona aparecía. Envió un mensaje de texto. “Voy”, respon-dieron. Al cabo de quince minutos un auto azul se detuvo frente a él sobre la calle de tierra. Una mujer de pelo negro le hizo señas. “¿Felipe?”, preguntó. “Así es”, respondió él, mientras se disponía a ingresar al vehículo. La periodista Natalia Camacho, directora de la revista Actualidad Noticias y cronista de Radio Mágica FM 98.9 iba sentada en el asiento del acompañante, su marido conducía. Con el motor a baja velocidad, atravesaron el barrio Ferroviario, seña-lado por la prensa como el refugio de los primeros colombianos y peruanos que se instalaron en la zona. Mientras tanto, conversa-ban respecto a la coyuntura local y a las recientes ejecuciones por ajuste de cuentas.

-Me decías que hay poco flujo de información en lo que respecta a causas por narcotráfico… - dijo Bogliaccino.

-Claro, es limitado. Es más, cuando consultas por detalles que te permitan hacer una crónica de la información, remiten al secreto de sumario y antes de que nosotros sepamos sobre las cosas que pasan aquí, en Salvador Mazza, ya las saben los periodistas de Sal-ta capital. A punto de detalles. No se explica como la información puede ir para afuera primero, y después nos enteramos nosotros, los afectados de la localidad.

-¿Los vecinos dan referencia en los medios de comunicación de actividades vinculadas al tráfico?

-Algunos. No todos suelen manifestarse a través de los medios de comunicación. El vecino espera llegar a un punto grave para mani-festar lo que le puede pasar. Aquí, la cultura, la idiosincrasia de la localidad tiende a ser bastante reservada. A no mostrar lo que te pueda pasar. Debe responder a algo apremiante para que lo hagan público. -Esta no es una ciudad manejada por los carteles de droga, pero hubo un crecimiento de las actividades vinculadas a la droga…

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-No te lo puedo confirmar. Puede ser que antes haya habido más que ahora y no se hayan presentado apariciones de muertos o de cuerpos sin vida, que nadie sabe a qué responden. La semana pa-sada se vieron algunas situaciones. Pero hay un diario provincial que sacó una nota muy sensacionalista. Las personas están eno-jadas, porque muestran una imagen catastrófica de lo que es Sal-vador Mazza. Fijate que la gente recorre sin temor las arterias de la localidad. Hacen su rutina sin temor. Responde al dicho: Quien anda mal, mal termina. O a otro que dice: Quien nada debe, nada teme. Es una comparación absurda equiparar Salvador Mazza con Ciudad Juárez. Para hacer esa comparación hay que desconocer cuál es la situación de Juárez, de México, donde aparecen 20, 30, 40 cuerpos en un día. Acá nunca pasa. Eso es sensacionalismo que trata de captar la atención del lector.

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El marido de Natalia se detuvo en una esquina. Bogliaccino y la joven periodista descendieron del vehículo. Allí esperaba Eulogio Antesana, concejal por el partido Salta Somos Todos. Felipe sacó el grabador y, cuando su colega le dio el guiño de arranque, disparó la primera pregunta al edil.

-¿Cómo evalúa la seguridad en Salvador Mazza, qué cosas le preocupan?

-La inseguridad está instalada en toda la Provincia. El hecho de que hayamos tenido tantos hechos de inseguridad desde que se fue Gendarmería Nacional nos preocupa. Antes veíamos cosas que pasaban por la televisión y ahora la vemos en nuestra localidad.

-¿Considera que en el último tiempo, y más desde que se retiró Gendarmería, ha habido un avance del narcotráfico en la región?

-El narcotráfico está instalado en Colombia, Bolivia, Argentina. Pero la inseguridad crece no sólo por el narcotráfico, sino por el hecho de que se ha retirado a Gendarmería de la localidad con la promesa de dejar aquí doscientos efectivos. Pero la realidad no dice eso. Queremos saber si está, efectivamente, esa cantidad de efectivos. Porque cuando se retiró a Gendarmería dijeron que sólo se iban las oficinas con los empleados administrativos, que eran 25 o 26. Y que el resto se quedaba acá, pero la realidad dice otra cosa.

-¿Qué argumentaron en aquel momento desde el Gobierno local y nacional?

- Gendarmería se retiró, más que nada, por la cercanía que había a la frontera. Había hechos de corrupción dentro de la misma fuer-za. Se pillaron gendarmes llevando droga. Para tratar de ampliar el área operativa, argumentando que Aguaray era un lugar estratégi-co, trasladaron el Escuadrón 54 a esa localidad. Pero, como te digo, era lo mismo. Esta es una zona caliente, desde hace años. Ahora la necesidad de trabajo, y la falta de apoyo del gobierno nacional y el provincial, está golpeando mucho en Salvador Mazza. No con-tamos con un gabinete psicopedagógico, dentro del municipio, no

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contamos con un centro de orientación para jóvenes. Acá lo que pasa es que se recibe plata y el intendente se la gasta a mansalva. ¿Me entendés? Ya están hechas las denuncias ante la justicia, por-que esto está apoyado por alguien a nivel provincial.

-¿Cuántos gendarmes había antes de que se produzca el traslado?

-250, en la localidad, y decían que iban a quedar 200, pero no lle-gan a 70.

-¿Los vecinos manifiestan su malestar?

-Se hicieron marchas para pedirle a Nilda Garré que no realice el traslado de las fuerzas. Pero ya estaba todo decidido. Entonces, directamente, las notas y firmas que fueron levantadas por vecinos de la localidad llegaron como un vaticinio de lo que iba a suceder. Le robaron la camioneta al cura de la comunidad. Al no haber segu-ridad los delincuentes operan con más tranquilidad. Por eso esta-mos pidiendo una reunión con las fuerzas de seguridad, cada una tiene su área, pero pueden colaborar igual.

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El auto de Natalia Camacho volvió a frenar. Esta vez, al margen del arroyo Guancarenda, en el barrio Villa Las Rosas. Un puente col-gante desvencijado flotaba sobre la vegetación alta que custodia el curso de agua. “Acá la mataron a Liliana Ledesma”, dijo la periodis-ta a Bogliaccino. Primera, segunda. El auto avanza y vuelve a dete-nerse unos cien metros adelante. “Y ésta era su casa”, agrega Na-talia, mientras señalaba el inmueble, con paredes despintadas y el pasto crecido en el callejón que conduce al fondo de la propiedad. Bogliaccino bajó del vehículo. Aplaudió. No había nadie en la casa. Un perro vecino quebraba el silencio con esporádicos ladridos. Vol-vieron al automóvil. En silencio, el esposo de la periodista condujo hasta la intersección principal de Salvador Mazza, a pocos metros de la frontera con Bolivia. Los tres se despidieron. El auto se alejó entre un tumulto deforme de personas que trasladan mercadería. Felipe entró en una cantina y pidió algo para comer. Acompañó con medio litro de vino tinto. Esperó el plato leyendo una vieja crónica publicada en Página 12 el 5 de octubre de 2006, titulada “Droga y política”. El texto decía:

Una pequeña productora salteña fue asesinada hace diez días, luego de denunciar que el referente del gobernador Juan Carlos Romero en la localidad de Salvador Mazza había cerrado caminos vecinales para crear una zona liberada al contrabando de sustan-cias estupefacientes en la frontera con Bolivia. La boca de Liliana Ledesma, quien integraba la Asociación de Pequeños Productores de Madrejones, fue tajeada de arriba abajo, en señal de silencio para quienes la habían acompañado en un viaje a Salta. En la ca-pital provincial habían denunciado al diputado provincial justicia-lista Ernesto José Aparicio. Una hermana del legislador, Graciela Aparicio, fue detenida como posible entregadora, luego de caminar junto a la víctima hasta el lugar en que dos hombres la atacaron a puntazos en la espalda, el abdomen y el pecho.

Aparicio afirma haber trabajado con el ex gobernador Roberto Ro-mero y ahora milita en la facción de su hijo, el actual gobernador Juan Carlos Romero. El Nuevo Diario de Salta informó que la po-licía busca como supuesto autor del crimen a quien sindica como cuñado de Aparicio, Ani Párraga. El episodio adquiere repercusión

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política nacional, porque la periodista que entrevistó a los produc-tores rurales, Marta César, es hermana de la diputada nacional kir-chnerista bonaerense Nora César, quien puso los hechos en cono-cimiento del ministro del Interior Aníbal Fernández. Marta César y el director de la radio Noticias de Salta, Sergio Poma, llegarán hoy a Buenos Aires para ampliar las denuncias sobre el legislador rome-rista y sus actividades. Poma es el periodista que en 1997 denunció al entonces secretario de Seguridad de Salta, el gendarme Sergio Nazario, como uno de los torturadores del campo de concentración El Olimpo, a raíz de lo cual Romero le pidió la renuncia. Nazario está detenido desde agosto de 2002, en la causa por los crímenes cometidos por el ex Batallón de Inteligencia 601.

Ledesma había viajado a Salta junto con otro pequeño productor de la zona fronteriza, Sergio Rojas. Ambos explicaron que el cie-rre de los caminos vecinales impedía a treinta familias llevar a sus animales hasta el abrevadero habitual. También dijeron que Aparicio, quien preside la Comisión de Medio Ambiente y Recur-sos Naturales de la Legislatura, había realizado un desmonte ilegal de mil hectáreas. Según Rojas, Aparicio estaría comprando títulos imperfectos de poseedores antiguos próximos a la frontera, con el propósito de construir una gran propiedad con pista de aterrizaje. Durante la entrevista radial con Marta César, Ledesma dijo que su esposo, Gilberto Gil Villa Gómez, había sido asesinado en 1998, de once balazos, también por encargo del diputado Aparicio. Cuando la periodista le preguntó la causa del crimen, Ledesma dijo que su esposo reclamaba una deuda, contraída por Aparicio cuando Gil Villa Gómez trabajaba con él “en la droga” (sic). Al referirse a la colocación de tranqueras en caminos vecinales, Liliana Ledesma y Sergio Rojas dijeron que era para impedir que fuerzas policiales y de Gendarmería controlaran la frontera, entre las propiedades de Aparicio y la República de Bolivia. “Vamos a defender las tierras con nuestras vidas, pero no queremos entregar las vidas”, dijo Ser-gio Rojas, quien señaló que los hombres que trabajan para el legis-lador siempre iban armados. Al terminar la entrevista, Marta César felicitó a Rojas y Liliana Ledesma por su valentía.

Entrevistado por Poma a raíz de su candidatura a la presidencia de la Cámara de Diputados provincial por el sector de Romero y del vicegobernador Miguel Angel Wayar, Aparicio admitió que en 1991

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había sido detenido por tentativa de contrabando pero que había sido sobreseído. Dijo que se trataba de chicles y pilas pero Poma informó que según la Gendarmería eran estupefacientes. Según un alto jefe de la Gendarmería, cuyo nombre Poma se reservó, una de las dos esposas del legislador había sido detenida en febrero de 2002 cuando cruzaba la frontera con un kilo de cocaína en la car-tera y una cédula de Aparicio. Explicó que la mujer, con la que dijo que Aparicio tenía un hijo, llevaba la sustancia de regreso a Bolivia para reclamar por su baja calidad: habría pagado por 90 por ciento de pureza y la sustancia sólo tenía 20 por ciento. Poma dijo que en el registro de catastro provincial Aparicio figuraba como titular de 36 propiedades y entrevistó a su colega Roberto Belmont, de la radio FM Pocitos, de Salvador Mazza, quien dijo que Aparicio había sido detenido tres veces. Según Poma, funcionarios del gobierno provincial retiraron hace pocos días el libro de ingresos a la cárcel provincial de Villa Las Rosas. Belmont contó que había leído al aire el expediente judicial de una de esas detenciones y que Aparicio habría comentado ante personas que no identificó: “Para qué se gasta éste, si todos saben que soy el primer narco de la ciudad y el operador de Romero”. Agregó que conocía al legislador desde la infancia y que nunca tuvo ingresos como empresario o comerciante que justificaran su actual ostentación de riqueza. “Heredó un ase-rradero de su abuelo, pero en ruinas y quebrado. Tampoco puede decir que la fortuna es de su mujer, porque se casó con la hija de un jubilado de YPF. Cuando ingresó al Partido Justicialista sólo tenía un Citroën viejo”. Belmont dijo que Aparicio había mandado matar a tres personas y que él había hablado con las viudas, pero tampo-co identificó a esas personas. Dijo que Aparicio lo había amenaza-do de muerte.

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Cuando terminó de comer, Bogliaccino cruzó a Bolivia. Tal como había escuchado, allí estaba el control displicente de Gendarme-ría Nacional. “Pasa, pasa”, le dijo un milico cuando Felipe mostró el documento en una mesa de migraciones. Compró dos remeras y volvió. Abordó un taxi rumbo a la radio más escuchada de la loca-lidad. Allí lo recibió Edith, apodada Coca por su familia. En el año 2005, la mujer de 52 años fundó la emisora Activa FM 99.9. Actual-mente, además de dirigir su medio periodístico, es maestra de gra-do en diferentes misiones guaraníes. Primero habla off the record y, luego, accede a responder las preguntas de Bogliaccino.

-¿Percibe a la juventud local, por la falta de trabajo, más expuesta a diferentes problemáticas, como por ejemplo la droga?

-Si, claro. Todo lo que respecta a ellos está muy dejado. No hay opción. No hay trabajo, no hay diversión. El que chico que se quiere despejar tiene que irse a Bolivia, con los peligros que eso signifi-ca. Han baleado a un vecino de acá en un boliche de Yacuiba, por ejemplo.

-¿El Estado garantiza alguna clase de actividad de contención?

No. Acá hay un club que se llama Sportivo Pocitos y son ellos los que tratan de contener a los jóvenes. Después hay un grupo de adolescentes que se llaman Los Linces, hacen hockey, pero jamás recibieron ayuda del gobierno. Todo a pulmón. Hace muchos años atrás había un intendente que, por lo menos, mandaba gaseosas, alguna camiseta, pero nada más. Los chicos se arreglan como pue-den. No hay cosas para que la juventud haga. Hay algunas cositas, como academias de folclore, pero a nivel privado. Si no tenés plata no las podes hacer.

-¿Percibe un deterioro en el nivel curricular de las escuelas?

-Está bajo, bajo. Menos riguroso, no se puede sancionar a los chi-cos. Los niveles de jóvenes desaprobados van creciendo cada vez más. Se ha perdido la cultura del estudio, con las computadoras que les dan, lo último que hacen es estudiar. Chatean, escuchan

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músicas, pero los menos estudian.

-Los medios se ocupan mucho de la droga, pero en Salvador Mazza hay otras problemáticas igual de serias…

-Muy serias.

-¿Ha crecido el consumo de drogas en la región durante los últi-mos años?

-A la radio mandan muchos mensajes de texto, muchas denuncias de aguantaderos o puntos donde la gente se junta para drogarse y delinquir. Pero nosotros no somos la Ciudad Juárez. Acá muchos nos ganamos el peso día a día. Hay gente, como en todo el mundo, buena y mala. Hay periodistas buenos, periodistas malos. Maes-tros buenos, maestros mediocres.

-¿Es más peligroso Yacuiba, Bolivia o Salvador Mazza, Argentina?

-Del otro lado se trabaja muchísimo con la juventud. El gobierno boliviano le da medios a la sociedad. Plazas, plazoletas. Ven un baldío y hacen un playón, un paseo. Hay muchísima contención para la juventud.

-¿Por qué los medios quieren transformar a Salvador Mazza en Ciudad Juárez?

-Porque tienen diferencias con el Gobernador actual. De esa ma-nera lo castigan. Pero también nos castigan a nosotros. Gente que llega de afuera nos identifica por el dengue, la droga, el cólera. No estamos enfermos, muertos, tirados. Somos más oscuritos de piel, pero igual de civilizados que en la capital.

-¿A pesar de que esto no es Salvador Juárez usted cree que, si el control de la frontera sigue siendo deficiente, caminamos hacia ese lugar?

-Claro. Lo que pasa es que nosotros teníamos acá 600 gendarmes. Y no sé con qué criterio la ministra Garré los sacó y los llevó a Agua-ray. Y a la policía mucho respeto no le tienen. Son muy jovencitos

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y son de aquí, nacidos aquí. No los respetan. El gendarme no se siente ni es respetado. No sé por qué se los llevaron a 22 kilóme-tros, si la frontera está acá. Para pasar droga hay muchos pasos alternativos donde pueden ir.

-La frontera tiene una gran extensión…

-Incontrolable. Pero cuando dicen que la policía no hace nada, hago una analogía con nosotros, los docentes, o los médicos. Ganamos monedas. En la escuela rural, somos mamá, enfermera, sacerdote. Yo no sé si la policía y gendarmería no ven, miran para otro lado. Se sabe quien anda y quien no anda en el narcotráfico. A veces nos preguntamos por algunas personas: cómo pueden tener tanto po-der adquisitivo si no hacen nada. Pero, la mayoría de las personas aquí somos gente de trabajo, porque la situación económica no es buena. Y eso es culpa de los políticos de la región. Está feo. No hay presencia del Poder Ejecutivo Nacional, ni de la Provincia.

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La guardia del Hospital San Bernardo está colapsada, como mu-chas noches de la semana. Teléfonos suenan sin que nadie contes-te, médicos circulan como si salieran o entraran a ningún lugar. So-bre el vidrio de la mesa de entradas hay pegado con cinta scotch un artículo de El Tribuno. En la bajada de la nota dice que las demoras, por lo general, son de incontables horas. Un enfermero gordo, uno de los tantos que dan batalla en medio del derrumbe estructural que le toca a la salud pública argentina, dice que no sabe a quién busco, que ahí se manejan por nombre y apellido, que recuerda al campesino herido de bala, que por ahí hay un pariente y cierra con un “dígame señora qué anda necesitando”. Al volver la mirada en un paneo general, la sala de espera se desintegra en tristeza y des-amparo. Mientras la televisión repite la insulsa intervención de la firma televisiva.

Dos semanas atrás, empleados de la agropecuaria Servicios y Ne-gocios SA habían irrumpido en tierras comunitarias santiagueñas, que limitan con Salta. Néstor Palacios es oriundo de allí, de Villa Matoque. Estira la mano izquierda para saludar. La derecha esta inmovilizada por un agujero de bala, veintidós milímetros, segura-mente. El orificio de entrada es del tamaño de una canica y el de sa-lida tiene las dimensiones de un bulón metálico. Los pacientes de las camas contiguas se levantan y comienzan a escuchar la charla. “Claro que conozco a los que me dispararon, Alonso Santillán es secretario de la Comisión Municipal. Yo andaba en el trabajo, po-niendo postes. En ese momento ellos han llegado, se han peleado con mi hermano. Pero yo no ví porque estaban lejos. Me los tope y me dice a vos te voy a matar, me dice. Matame, le he dicho. Y atrás venía otro, que me ha hecho un disparo al lado de los pies. Y más atrás venía el hijo del Alonso y el también dice que me va a matar. Matame le he dicho. Y ahí agarro y me metió el tiro”.

“Nosotros -continúa- no teníamos problemas. Hace poco que es-tán queriendo pasar a nuestras tierras. Yo vivo ahí hace 43 años, ahí vive mi padre mi madre. Mis abuelos han nacido y se han criado ahí. Hay otras familias que están en conflicto. Ellos han venido y han alambrado, los empresarios. Debe ser que quieren hacer pas-turas, sembrar soja será. No hay soja. Recién están entrando las

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empresas. Es un lugar donde se puede cultivar. Nosotros la tierra no las tenemos con ánimos de dueño, venimos trabajando hace años. Somos 27 familias que vivimos en la comunidad Mistolito. Estamos todos de acuerdo en defender las tierras. Los problemas aparecen cuando ellos llegan, sino entre vecinos no hay problema”, concluye Néstor, que se levanta para la despedida como si nunca hubiera recibido un disparo de muerte en el pecho. Su hermano, Ariel Palacios, de 45 años, podía caminar y no se encontraba pre-sente, aunque llegó al mismo San Bernardo con un garrotazo en la cabeza. La doctora que estaba a cargo de esa habitación de hom-bres, y de las camillas dispuestas sobre el pasillo, jamás levanto la vista y no pudo percatarse de la entrevista. Duerme.

Afuera, la sala de espera y la noche se desangraban con mayor ve-locidad, para resucitar mañana, cuando haya que ponerle el pecho a la explotación. En los puestitos de comida que descansan sobre la vereda del nosocomio, todos los familiares de los internados lle-van puesta la cara de querer tragarse a ellos mismos, antes que una hamburguesa. El taxi se detiene con el chiflido. El taxista con-versa, porque aquí los choferes son considerados personas. Escu-cha la historia de los hermanos Palacios (él también es un hermano Palacios), se calla, pone primera, pone segunda, escupe un palillo de coca y apenas mueve los labios, para decir que “acá, así es con el poder”.

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Más confundido que antes Bogliaccino fue hasta la casa de su tío, hermano de la madre, donde siempre disponía de una habitación. Tras cenar en familia y comentar algunas cosas del viaje, se retiró al dormitorio. Sobre la mesa de madera estaban sus pertenencias y el obsoleto paso del tiempo. La deambulante memoria testimo-nial, y los rostros. Uno tras otro. Los de ayer y los de siempre. Quiso desgrabar las entrevistas pero no pudo. Simplemente, dejó fluir las manos y escribió.

Anotación vigésimo cuarta: Sobres

¿Quién podría impedirlo?Si aquí, ahicito,la medida esa sangre quien sangre.

Olvidá el asunto de que la humedadvive en vos un naranjadomesticado como reflejo de metal.

¿Nos han criado?Transita la cárcel tras haber violadouna niñita o avanza por la junglasin tus condenadas piernas.

Nadie jamás te visitaríaen prisión o en un loqueroporque, verás, no puedes visitara alguien estacionado tras los mismos alambres.

Resulta absurdo con los brazos cortadosenfrentar al bárbaro pero sólo con aguayo pretendo obrar en bien.

Olvida el asunto,abro las ventanas para verun negro domesticado quema pasto seco.

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Podríamos usar, entonces, la palabra convivir. Pero eso es como hablar ahogándoseo matar sin querer. ¿Podrías impedirlo? ¿Quién?¿Aquí?

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Despertó en medio de la noche por los sonidos de una pesadilla. Allí estaban, siempre a su lado, la birome y el papel.

Crueldad

¿Puede un desengaño ser tan voraz como para deglutir los ciclos de la felicidad?Entre los oasis y el desierto de la existenciarecorre los suburbioslenta epifanía.Tiene lugar en las fogatas a orillas de un cauce contaminadodonde sólo fue prohibido el baño. ¿Puede un desengaño ser tan inoportunoy llegar cuando las ahora partes disciernen sobre la sangre?El charco se expande, persigue las sombrasque escapan montadas en calles. Tras las rejas frías, tras un balcón, tras los vidriosvierte la cara aparecida gotas de verdad. ¿Es mi generación capaz de comprender al desengañocomo luz y no como gritos dementes?

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Volvió a despertar cuando el reloj señalaba las ocho de la noche. Aún agotado, se visitó despacio y caminó rumbo a la calle. Espero pacientemente el colectivo. Iba a encontrarse con el padre Sergio Ariel Chauque, referencia de la Iglesia Católica Apostólica en una jurisdicción parroquial de 42 mil personas, donde desarrolla las ac-tividades secundado por otros tres sacerdotes. Su área de trabajo está en la capital de Salta e incluye a los barrios Castañares, Par-que Belgrano, Universitario, Martín Miguel de Güemes, Villa Lata, Manuel Castilla, Los Profesionales y El Huaico. Todos en la Zona Norte, quizás la más castigada, tanto por los medios como por el narcotráfico.

Chauque estira los brazos sobre el escritorio que tiene en un pe-queño despacho al costado del enorme templo. Acaba de terminar la misa del domingo. Sus ojos son negros y grandes, cada dos o tres segundos se desvían sobre el hombro derecho de Bogliaccino para mirar por la puerta hacia los pasajes del barrio. Los niños to-davía corren y gritan en el predio de la parroquia, custodiados por monoblocks de un lado y por casas que pertenecen a un plan de viviendas del otro. “Nosotros – arranca el cura - trazamos un pro-yecto pastoral y lo hicimos sobre un diagnóstico que hicimos junto con la Universidad Católica de Salta y un equipo de encuestadores que han ido casa por casa. En primera instancia, chequeando el estilo de vida de la parroquia y lo cruzamos con el censo. Eso nos ha permitido encontrar muchas luces y muchas sombras. Entre las sombras, lo más doloroso es el consumo de drogas, en jóve-nes, grandes y también en niños. Como segundo dolor tenemos la violencia familiar de la cultura machista prendida en nuestros co-razones y en tercer lugar el hacinamiento. En cada casa viven dos o tres familias, los hijos no han tenido capacidad de abandonar la casa de sus padres”. -Si tuviéramos que tomar una muestra de cualquier barrio de Ar-gentina, las 42 mil personas que aquí viven son suficientes para reflejar la realidad social del país y sobre todo de los sectores más castigados ¿Cuál es la situación de la juventud con respecto a la droga? – preguntó Felipe.

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-Percibimos que la droga les quita a los jóvenes los proyectos de vida y los sueños. Es el dolor más grande de las generaciones jó-venes. No se ven, dentro de 20 años, con un título universitario. No se ven con un terciario o un oficio bien definido. Las drogas han hecho que vayan midiendo a cortas y cortísimas etapas. Hay chicos que no saben dónde van a estar la semana que viene. Perdieron la visión de futuro. El consumo los lastima físicamente y les quita potencialidades. La falta de proyectos afecta el caminar cotidiano, porque no tienen razones para vivir. Podrían entrar en una sobre-dosis hoy y no hay problema ya que mañana no hay nada que hacer. Eso es doloroso, más que peligroso. A la vez, hay jóvenes en nues-tras comunidades que son como una flor en el pantano. Estudian, trabajan, ayudan a la familia, practican deporte, se destacan. Para nosotros es una buena noticia. Porque siembran valores en el ba-rrio, muestran un estilo de vida distinto cuando salen a tomar el colectivo a las seis de la mañana.

-¿Qué tan grave es el problema de consumo en los niños?

-Hemos comenzado a ayudar a familias que tienen pequeños que empiezan a consumir paco. Empezaron para formar parte de un grupo de pertenencia. Los changos más grandes se reúnen, consu-men, forma parte de su día a día. Y los más chicos que se van acer-cando, de 11, 12 años, para ser aceptados también fuman. Al tener menos desarrolladas sus potencialidades se les aferra más rápido. Se duermen en la escuela, llegan con olor a paco, a poxirrán. Pero los vemos más rápido porque vienen a las actividades, porque la madre puede salir a buscarlos. Transitan instituciones que pueden percibir la situación y rescatarlos. Si los más grandes son incapa-ces de cuidar a los más chicos nuestros niños corren peligro. Por ejemplo, antes, cuando vos querías entrar a la barra los grandes no te daban de fumar o de tomar. Aceptando vos formas parte del grupo, lo que es muy importante para los niños. Por eso potencia-lizamos la red de instituciones, para que la contención esté sobre los menores. Como no han perdido el respeto a la madre, a la auto-ridad, ayuda mucho.

-Los efectos del consumo en los mayores están a las claras, pero ¿qué produce el consumo de drogas duras en la cabeza, en la per-sonalidad, de un niño de 10, 11 o 12 años?

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-Sueño y pachorra, seguro. Pero, sobre todo, una actitud agresi-va. Confrontan permanentemente. Después, hay una vuelta a sí mismos. Se los ve encapuchados, muy encerrados en su propia experiencia. Tal vez pensando o divagando. Perdiendo el sentido comunitario. Pierden el ritmo de estudios. Su cabecita ha perdi-do facultados, hay una alteración en el sentido del discernimiento. Pierden ritmo, pierden peso, pierden la constancia de la alimenta-ción, quedan expuestos a las enfermedades pulmonares, a engri-parse más rápido. Su cuerpo sufre un golpe inesperado, que va en detrimento de su desarrollo como persona.

-¿Se atrevería a decir que se ha instalado, durante los últimos años, una droga de exterminio en los barrios?

No sé si está puesta para exterminar. Pero se instaló como una ne-cesidad social de algo que no está resuelto. Ni desde lo más alto de la política, ni desde lo más cotidiano de la familia. Hay una necesi-dad real que no ha sido atendida ni en ningún proyecto institucio-nal. Yo no conozco ningún proyecto complejo, ni políticas, frente a las adicciones. No conozco la cantidad de presupuesto que se invierte para esto y también se que las familias no hablan. Frente a ese silencio, los jóvenes encuentran una salida a un dolor social. No sé si está puesta para exterminar, pero los está lastimando. Se de muchos, muchos, muchísimos chicos que en estado de inconscien-cia, por la droga, se quitaron la vida. Mientras haya una institución, uno afuera del paco, un club que quiera enfrentar esta realidad, no van a lograr exterminarlos. Siempre va a haber una antorcha que rompa la oscuridad. Si ahora es una droga de exterminio, al lado tiene un grito que pide la conservación de la vida. Cuando se habla de defender la vida, los niños se involucran, necesitan que alguien se lo diga, por la realidad de muerte en nuestras comunidades.

-¿Es fuerte la presencia del Estado o el aparato está rebasado por la situación actual?

-La presencia del Estado en nuestras villas, nuestros barrios, se da por la ayuda a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG). Hay muchas que llegan hasta acá a traer sus proyectos, que no son autogestionadas sino subvencionadas, pero no es una presencia firme. Acá llegan, por ejemplo, quince chicos que quieren dar cla-

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ses de apoyo, al otro mes llegan siete que van a hacer educación física, dos días después llegan algunos psicopedagogos, después llegan dos que quieren hacer cine. Convendrían que traigan un pro-yecto institucional serio, abrir un centro de apoyo, donde esté todo. Se necesita un andamiaje, una iniciativa, para juntar fuerzas y que el Estado sepa que cuando el chico sale de la escuela al medio-día, come en su casa y va a ir a algún lado, que va a tener apoyo sistemático para la educación. Sino los jóvenes vienen con buena onda, dan siete clases y tienen que rendir, tienen su familia. En-tonces comienzan a dejar de venir, abandonar el barrio y la ayuda real del Estado se vuelve no palpable, no sostenida. Por otro lado, sí se ve que llegan los subsidios para las familias en sus diversas proyecciones. Pero son ayudas, nada más. No tienen proyección de futuro. Hay muchísima gente en nuestras comunidades que reci-ben la asistencia. Lo cual también es peligroso porque la changada ha perdido la cultura del trabajo, de ganar el pan con el sudor de la frente. El Estado debería tener un equipo ejecutivo que analice la realidad de los barrios obreros y trace políticas eficaces. En ese marco nosotros hemos dejado de entender a la iglesia como un es-pacio de contención espiritual para entenderlo como un espacio de contención humana. Buscamos que nuestra labor misionera pue-da encontrarse con cada persona para ofrecerle un camino.

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Al día siguiente, Felipe pactó otra entrevista. El lugar acordado fue un bar sobre la peatonal conocida como El paseo de los poetas. A la vera del canal que citó el Cuchi Leguizamón sobre su piano, Alejandro Ahuerma apareció caminando por una esquina. Llegaba tarde a la entrevista, con una cámara Cannon colgando en el hom-bro izquierdo. Nació en “la aldea”, como gusta definir a la ciudad de Salta hace más de cuarenta años, y es profesor de fotografía en la Universidad Nacional. El domingo recién comenzaba, entre el olor a empanadas y los pájaros colgados de algún lapacho rosado. Eran las doce del mediodía y en el restaurante sonaba una zamba triste.

-¿El último caso de los narco policías deja al descubierto los vín-culos del poder político con el narcotráfico, teniendo en cuenta que el subcomisario detenido era un hombre cercano al actual di-putado nacional Pablo Kosiner, cuando cumplía el rol de Ministro de Seguridad? – preguntó Bogliaccino.

- Pero por supuesto. Ésta es una provincia manejada por el narco-tráfico, todo el tiempo el poder político tuvo vínculos con el narco-tráfico.

-Usted ha recorrido el interior como fotógrafo ¿Cuáles son las ma-nifestaciones sociales de estos vínculos?

- El interior es más callado, se nota en algunas diferencias sociales y en rumores de vínculos de poder. Sabemos que cuando uno anda por, qué se yo, General Ballivián, donde hay cinco comunidades que no tienen agua potable y los chicos se mueren de hambre y te das con una mansión en el medio de los pueblos queda la sospecha. Si es de un narco o un productor de soja. Siempre queda la sospecha de si la soja no sale con cocaína para afuera. Basta recorrer la ciu-dad, sin ir más lejos, y se ven las torres que se están construyendo en los barrios. Te preguntás de dónde sale tanta plata, porque vas al Parque Industrial y hay algunas pocas empresas funcionando.

-¿Cómo responde la prensa al proceso de instalación de carteles internacionales de droga?

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Cambió el mapa. Se han instalado narcotraficantes grosos. Por acá pasa toda la droga que va a Europa. Nadie habla puntualmen-te, o no se animan. Creo que estamos atravesados y siendo parte de un mapa de instalación de capos de la droga. Es posible con la aprobación del poder político. Antes, sabíamos que ciertas fa-milias eran las que estaban ligados al tráfico, porque era de paso, hoy están acá personas de afuera, que se están instalando y que si no tuvieran el visto bueno del Estado, no pasarían la cantidad de droga que pasan.

-En Salta no hay un gran marco industrial…

No es una ciudad que tenga industria pujante como para que se invierta tanto en construcciones o se justifique el andar de las cua-tro por cuatro y autos de alta gama. Hay muchas cosas que dan indicios de que acá se está lavando plata, y de hecho los operativos policiales donde se detiene a dealers que venden paco o marihuana no hacen más que querer mostrar una seguridad que es falsa. To-dos saben que, si hay paco, hay cocinas de cocaína. Nadie trafica paco de Bolivia para acá y, sin embargo, nunca se lee que se desba-raten cocinas o se caiga sobre narcotraficantes pesados. Creo que hay un vínculo de convivencia permanente del narcotráfico con la policía y el poder político.

-También hay una explotación minera y sojera que no tienen otras regiones, pero las personas se empobrecen cada vez más.

-Rosario de la frontera tiene más del 60 por ciento de desocupa-ción y es la principal ciudad sojera y donde surgió la crisis de los suicidios por el paco. Es lo de siempre. Repartirse el poder y la ri-queza para unas cuantas familias, un permanente seguro de futuro para pocos, acaparar todo y lo lamentable es que, los que no tienen nada, están sobornados por algún favor pequeño que apenas los ayuda a sobrevivir. Acá no hay casi reclamo. Las excepciones fue-ron la huelga docente, huelga de médicos y paremos de contar. No hay reclamos o protestas fuertes. El hecho de pensar que a ellos no les va a pasar. ¿Cuánta gente da vuelta a la plaza pidiendo la apari-ción con vida de las mujeres desaparecidas o el esclarecimiento de los crímenes? Son veinte. Es una vergüenza.

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-¿Tuviste problemas por decir esto en Salta?-El primer problema es el aislamiento social al que te condenan. He aprendido a cuidarme. Pero se encargaron de hacer sentir que yo soy un loquito, inclusive en boca de familiares de desaparecidos o gente ligada a los derechos humanos, cuando hice la denuncia, junto con el periodista Agustín Poma, por una fosa común donde tiraban gente desde los camiones del ejército. Tenemos el testimo-nio filmado del enterrador que ratificaba la denuncia. Se negaron a abrir la fosa. Pero logramos que abran 16 nichos NN. Por radiogra-fías y sin adn negaron que sean desaparecidos. Desde ese tiempo hicieron correr el rumor de que fabulamos, de que el enterrador fabulaba, aunque ratificó frente a un juez su declaración. Decidí quedarme en Salta porque creo que las cosas se pueden cambiar, sino me quedaría en casa con el sueldito de la universidad y piola. No tengo necesidad de andarme jugando la vida. Mi necesidad es vivir en una ciudad donde no estén las ratas sueltas. Cuando vi el cuerpo de mi tío Martín Salazar asesinado en 1975, con diez días de descomposición…ese día aprendí que no iba a dejar pasar a ningún fascista, ni de derecha ni de izquierda.

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El barrio porteño de Retiro recibió a Felipe con el característico y nauseabundo olor de cada regreso. Recogió su bolso en el maletero del ómnibus, le dio dos pesos de propina al joven que descargaba los equipajes y enfiló rumbo a la salida. Allí estaba, imponente, la plaza San Martín, el cenotafio de nuestros héroes de Malvinas, la Avenida del Libertador. Chifló por un taxi. Se dirigió a una vieja pen-sión de Constitución. Pagó por adelantado un mes de alquiler. Dejó el bolso sobre la pestilente cama y se sentó en la mesa junto a la ventana. Se puso de pie y permaneció un largo rato en silencio. Aún vivo mal, pero alternando los lugares. Eso es como aceptar el tro-pezón, y justificarlo con el parecido de las piedras desperdigadas por todo el destino, se dijo. Luego, palpó el bolsillo de su campera.

Tenía un fajo de billetes que en total sumaban cerca de ocho mil pesos: la indemnización, el precio de la cotidianeidad de un hom-bre cualquiera. Abandonó el lugar rápidamente y abordó un colec-tivo rumbo a Pompeya. Volvió una hora después, con cuarenta pa-peles de pasta base, un atado de cigarros y la botella de vino que anhelaba tomar. La ciudad estaba en ebullición. Se detuvo unos segundos antes de volver a ingresar al residencial. Quizás sea la última vez que vea la ciudad.

Pacientemente, caminó cada escalón hasta el reducto del quinto piso donde viviría, al menos, un mes más. La puerta quebró el silen-cio del pasillo a sus espaldas. Volvió a la mesa junto a la ventana. Mezclo el tabaco con el paco y armó el primer cigarro mixto. Bo-gliaccino pasaría una semana encerrado en la habitación, saliendo sólo para comprar vino, cigarrillos y algún alimento. Esto fue lo que escribió durante los siete días.

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1. Crueldad

Mis pulmones se tuestan mis alvéolos son carne.

El cañón ha venido a disparar en sentido retaguardiaintroyectando las sombras y

desperdiciandola luz.

Ella yace al lado, reducida a cenizas blancas.La ebullición del suelo gira indisimulable.

Miles de varas asesinas están dispersas en el inmueble.Ahora la soledad creció hasta donde la has visto.

Sorpresivas estelas de deshonrainundan los crueles lauros.

Gracias a mis santos, todo concluirá sin extensa agonía.

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2 . Caída

Aún ahora, la mañana en los vidrios cerrados,la luna sigue observando con crueldadel canje de los días al escuadrón de ladrones.

Sólo no puedo con tanta basura en mi alma, basura que no se de donde ha venido, cómo ha entradoo cuándo se irá.

Pensé terminado este proceso de roces que no deseamos, artimañas del Señor para desbaratar la nuca. Todo es desidia y encierro.

Quien no quiera estar en los vericuetos del mundo a pedazosdeberá resguardarse en camas sin hacer, en colchonesdestripados por vino blanco.

Porque todo se ha vuelto tolerablemenos la agonía de quien asume responsabilidad frente al ciclo de la destrucción

Nadie en la casa detesta saber el escritorio poblado de abortos. Y tiemblo,sin saber hasta dónde.

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3. Datos

Potenciaprolíficopobreperdedorpendenciero. -Perdón.

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4. Tumbas

Conducir significa responder por la vida de.El desvelo mantiene relaciones carnales con las cabezas de un referente.

La ignorancia gana en un acopio ideológicoDe rosas sin marchitar durante años

En la puerta de un libro encontrébalas en vez de flores.

En la alacena de un color pude hallar virtudes del inescrupuloso, que pensaba teñidas de blanco.

Esquina de la estación Constitución y los paredonesconforman un muro de rieles trashumantes.

Armo un deshueso de papeles,diario, ilustración, gramaje de la carne.

Conducir significa responder por la muerte deun colorque se ha marchitado sin florecer las balas.

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5. Anotación decimoquinta: Los desmuelados

A Máximo Nesta Oscilaciones lentas entre decisión de mala muertey decisión de mala muerte.Todas conducen a la agonía del no vidente no enamorado. Las iluminadas se opacan con el deseo que ha difuminado mi sangre tambiénmis dientes y mi celo.

Todas y cada una de ellas me han asexuado. Al punto de convertirmeen una ficha de ajedrez importada. Porque entiendo que jamás gozaré un privilegio semejante a llamarme tablero o equipo.

Y allí radica el dolor más grande que apenas es dolor. Con la masturbación y los polvos de treinta pesoslas calles perdieron acomplejados. Para atestarse de insaciables demonios personificados en estilos que no dicen más que el vacío.

Oscilaciones lentas o rápidas siempre esquivas. El punto que no cambia es el punto al que jamás llegamos. O llego, o llegué, en último caso. Porque me han enseñado que incluirte en el plural es corto de frente.Y en la eternidad nadie se anda con pequeñeces.

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6 . ieve

Incesantes llegan las glorias a mi tumba de aire,como la voz media de los griegos vuelven todas las acciones que trascienden al pasivo y al activo.

Quieto ante un sarcófago de yunga y ante el espejoelevo plegarias de promesas que serán cotidianeidadcuando lo efímero se vuelva fin al fin, cuando nazca el agujero cavado hacia arriba,el nicho de la pureza en mi.

Quieto, dudo de las cientos de nuevas concepciones,sospecho que esos travestiscortan el preservativo con sus uñas filosas

mientras simulan un agujero, entre índice y pulgar,el nicho de la pureza en mi. La desconfianza no tiene que ver con los haraposvencidos sobre perchero de prostíbulo. Esta reflexión fue la misma cuando masticando un pedazo de pechugaque emergió de mi muela,sentado en el inodoro supe que moriría adentrodel sistema. No por maricón. Sino porque no existe“afuera del sistema”, aunque muchos maricones mueranfirmes en esa postura,sentados en su inodoro,

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cavando un hueco hacia arriba,fornicando el nicho de la purezaen mi.

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7 . Vuelta

No existen dudas.Al abandonar esta formade percibir la vidame abandonarás también.

Espero en el deseocomo un cayodesarmándose

En piel los peces cual rocas.

Desde el fondo, un lago, espero

Estos idiomas no hablantus golpes que conozco.

Como una tela se rajan,ilógicos y

poco cambiamientras él se ahoga.

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8. Dijo

Mi amor, que ya no es. Puedes practicar con esta lluvialas cosas que dijiste no sabrías hacerpara olvidarme.

Mi amor, que yafue, el momento vaticinado por tu paranoiavive bajo esta primera noche de otoño. Disfrutalo, porque acabará en una semana.

Mi amor, que volveráste pido esperes lo suficiente. Para que esta insulsa faceta adolescenteque ni los mayores pueden esquivar

desaparezcaJunto con tu antigua persona. Porque evidente en el zaguán el cambiote traerá de placer.

Mi amor, no demoreshasta el invierno, pues los seres humanosbuscamos cobija fácilaún cuando nos cueste hijos, muerte, vida, relojesy versos.

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9. Sordera

Como el destino de aquella moscapende de mi voluntad tu araña.

Dos ronchas permanentes son entre el pubis y la panza.

Comienza el veneno a deambular por los circuitos de la noche impoluta.

Como el destino de aquella moscapende una certeza de tus pechos.

Las picaduras jalan estas piernasdesde la puerta enrejada.

Dios mediante los soles siguen la creciente.Interceden en la aparición de anotaciones, que llevan días extra-viadas.

Negra arenilla de barro con la lluvia eternalos ríos se hacen en la calle, el barro, el pie, del cerro.

Dos cascos transparentes,por la ignorancia generalizada, por sus vacíos de hambre.

Pende de la necesidad, esta deuda:tu carga con culpa.

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10. Cristal

A mi primo Santiago

La virginidad tonta simulapero no cabe duda de que los ángelesse convocan frente a cada improperio de futuro,a conocidos precios del aprendizaje.

Una mano se moja bajo un derrame de aguay revolotean los poros respirados.Diamantina se revuelve esta luz no violentapara opacar aún más la sombra del esqueleto.

No pudo disimularla, llamaron. Recordemos la oreja y los agujeritos de plástico para escuchar por teléfono,esta noticia: un voluntarioso se ha ido al maso de Camus.

La virginidad se torna simulaciónlos ángeles vuelven obsoleto el intento de asimilar,congelados frente al hielo que vendrá.No arriesgan.

Una mano reposa y decanta en el hombro:como apariciones ensambladas bajo huesos de piedra preciosa y espinillas en las palmas de la sombra.

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11. Renacer

Disipase la duda sólo con claridadgolpes y síntesis.

No suponemos corajehasta que el infantilismoarruinó ya los postes de la vida.

Ahora las sirenas suenantras una ventana, la humedad de la piezay las arañas en el tragaluz del baño.

Hay quienes dicenque postergar los placeres es signo de juventud, hay quienes jamás podrán racionalizarlos.

Veo el futuro a través de la tecnología,percibo su olorque subecomo una llamarada de interés ardiendo.

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12. Recuerdos

Llevo en mi desnudouna puntada exentade cicatrices.

Los inviernos ennegrecieroncada última coincidencia.

Y en el desvelo veohartos pecados vivos,tuyos, ajenos.

La pereza desató sin temoreste presente falaz y

trajo a mi desnudootra cicatriz exentade puntadas.

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Tres golpes sonaron en la puerta. Bogliaccino no sabía qué día era. Despertó lentamente. Tres golpes más: “Soy Laura, abrime, pe-lotudo”, dijeron. Caminó hasta la entrada del dormitorio y giró el picaporte. Una joven elegante, con zapatillas, pantalón ajustado y camisa entró violentamente al lugar.

-¿Cómo estás? – preguntó Felipe a su vieja amiga, una prostituta que había conocido cuando trabajaba como redactor tercerizado para Clarín.

-Bien, tanto tiempo. ¿Y vos? – dijo ella, ya cerca de la ventana, hus-meando en las hojas desparramadas sobre el escritorio.

- Y, como se puede. Llegué hace unos días. Estuve encerrado es-cribiendo…

- Y fumando esta mierda – acotó Laura, mientras tomaba en su mano algunos papeles de pasta que estaban tirados sobre la cama.

-¿Vos no me querías ver muerto? Bueno, ahí tenés -.

- No cambiás más, vos, pelotudito. ¿Qué escribís? -.

- Nada serio, desgrabo algunas entrevistas que, como todas las co-sas, no creo que sirvan para mucho – respondió Bogliaccino.

-¿Tomamos una cerveza? – preguntó Laura.

-Será un placer.- dijo Felipe. Bajaron hasta la botellería y volvieron a la habitación con la bebida.

-¿Cómo te fue? – Quiso saber ella.

-Nada fuera de lo normal. La vida transcurre entre las penas. Creo que los pequeños momentos de alegría apenas opacan la oscuri-dad ya opaca. Pienso mucho en las personas que quedan. ¿Enten-dés? Esos que cruzás y capaz mañana mueren, o pasado, alguna enfermedad, un tiro. Pero vos no sabés, nunca vas a saber qué ca-

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rajo fue de su vida.

-No podés vivir sufriendo por los demás – dijo ella.

-Vos sufrís por mi.

- Es verdad. Quizás allí haya una contradicción. Pero a lo largo del camino no son más que dos o tres esos puntos de quiebre. La fami-lia, mayoritariamente, y algún ser extraño que engendre confianza. Falsa, en la mayoría de los casos – completó Laura, mirando la dro-ga sobre la mesa.

-¿Querés fumar uno? – preguntó Felipe.

-Estoy limpia hace un año – dijo ella – Esa cagada me arruinó la vida, cuando recuerdo las locuras, las imágenes, las fisuras…me agarran escalofríos, Feli. Le llamo los escalofríos de la vergüenza. Más asco que vender mi cuerpo me da arruinarlo. A veces me pre-gunto cómo fui capaz de robar o de hincarle una puñalada a cual-quier gil sólo para fumar esa basura -.

-No sientas vergüenza, linda. Sólo tenés que sentir miedo. Porque las deudas se pagarán en la tormenta que nos salve de toda esta basura.

-¿Cuál basura? – preguntó Laura.

-Toda, esta. Aquella, vos, yo. ¿O acaso seguís pensando que tie-ne sentido alguno de todos los pasos que damos? ¿Le encontraste sentido a vivir? – preguntó Bogliaccino.

-Le encuentro sentido en la medida que se viva para obrar en bien, para entender que somos inferiores a cualquier creación.

-¿Sos inferior a un mosquito, por ejemplo? -.

-Cuando quiero decidir por su vida, sí – respondió la joven.

-En esa respuesta hay algo lógico. Hay que despojarse del senti-miento altruista, ese de la vida propia como máximo valor. Siempre

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compartimos aquel viejo concepto de que la pobreza simboliza a la real libertad – acotó Felipe.

-Exacto, y eso es diferente a sentir un fetichismo por la marginali-dad. Digo, liberarse de los bienes y de los preceptos occidentales significa caminar hacia la muerte…

-La real libertad.- interrumpió el periodista. - ¿y el dinero no te hace libre? -

-No, simplemente te condena. – dijo ella.

-¿Te enamoraste de algún cliente en todo este tiempo? – quiso sa-ber Felipe.

-Dejé la prostitución.

-¿Por qué?

-Me acerqué a Dios.

-Mirá que interesante. ¿Lo podés escuchar? – volvió a preguntar Bogliaccino.

-Lo escucho cada día que pasa. A través de las personas, de las escrituras…a través del aire.

- ¿Y que fue lo último que te dijo?

-“Has sanado, pero no vuelvas a pecar o te sucederán cosas peores”.-

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Laura abandonó la habitación sin saber que aquel era el último encuentro. Se abrazaron y Felipe la vio alejarse por el pasillo de aquella vieja pensión. Volvió a la mesa, preparó el papel, la birome y un paco. Caía la noche en la Capital Federal cuando comenzó a escribir otra vez.

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13. Pastillas

Detesto pelear.Mi cerebro,desequilibradamente estimuladopor el fuego de la historia,no es el mismoya.

Pero,

Qué hay si no cumplí.Las expectativassólo son prácticas engañosasal lado de las tardes que jugamos(nunca con tiempo para descansar)sobre tus rodillas.

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14. Brillo mañana

Así, aprender a deslumbrarsepor cualquier cosa como remedioa los filos camuflados del hoy,hoy, significa vivir a diezaños de la década del veinte.

Símbolo de cualquier síntoma socialme aburren los síntomasson el real valorde la permanente retaguardiade salida.

Así, misios por siemprefrente a decir que noes mejor morir incinerado en napalm de bolsillolacerar los tejidos

Símbolos de cualquier dibujo externovertientes locuaces atravesaráncon moscas, víboras, peces, mosquitos,picaduras, sangre, raspones,y enumeraciones obsoletas esta carnecon tal de rectificar:única vía paradeslumbrarse.

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15. Imbéciles

Si los lamentos noson papeles muchosperejiles quedarán conincontables cansanciosde grito atravesado.

Faringes ignífugasmiles de presentesatormentados en luna, una persiana, el quela abra, el quela cierrael que la entra, el que la saca. Mi vereda, un obrerosimultáneos, colectivos,talleres, choferes, arrollados.

Vagones, cables y emisorasde mugre, por antena picandoal éter.

Locutores, cronistas, redactoresUn invierno más sobrela escarcha microcentro. ¿A dónde están los suicidas?¿En qué lugar marrón se guardan para evitar guiarnos en la curvade la salvación?

¡Iconoclastas! Temenvolverse yeso inmortal

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entre maderas de santuario promiscuo. ¿Dónde están los que accedieron?Vuelvanporque sucumben:

Perejiles, albañiles, mozospersianas subterráneos.Oficinistas, tristes, papelesfaringes: Ni el aguani la fuentehan venido a nutrireste aviso con oro.

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Felipe Bogliaccino Torres sacó del cajón la pistola Bersa nueve mi-límetros que heredó de su padre, un oficial del Ejército Argentino. Vestía el traje que le compró su madre, una secretaria ejecutiva nacida en Salta. Llevó hacia atrás la corredera del arma. Oyó la bala entrando en la recámara. Se posó de cara a la ventana. Llovía y las palomas se refugiaron en las cúpulas de los edificios. Llevó el fie-rro a su cien, lo sostenía con la mano derecha. Con la izquierda dis-có mi número telefónico en su celular. “Tengo la biblia en la mano. El que cree en Él no morirá jamás”, dijo. A través del altavoz pude sentir el metal del arma erosionando la piel, desacomodando su cabello rubio. “Te dejo un poema sobre la mesa”, agregó. Luego jaló del gatillo. En la pensión, nadie escuchó nada. Eran las cuatro de la mañana, la puerta de la habitación estaba abierta. Crujió cuando la empujé con la calma del miedo. La sangre se esparcía lenta sobre la madera del piso, escurriéndose por las viejas grietas guardianas de pasos. Caminé hasta la mesa. El cuerpo estaba al lado, despa-rramado. Tomé el poema, que reposaba junto al material que com-pone este libro, y lo leí en voz alta, mientras los dueños del hotel se acercaban azorados a contemplar la escena.

Anotación decimonovena: Frutos

Tres de las cuatro tortugas que sostenían esta masa uniforme de vidahan desaparecido. O, al menos, eso dicen los monopolios de la televisión. Yo las he visto, vivas, entre nosotros. Hundiéndose en el Apocalipsis de barro,en los agujeros mineros de la cordillera latinoamericana,

en los océanos atestados con la mierda diarrea de los sidosos y con las llagas estomacales del cólera; en el humo explosivode las centrales nucleares y de las procesadores de pescado podrido,dibujadas, allí están. Una cuarta mantiene su posición barroca y en el final de los confinesalardea, con adjetivos inmortales. No reposa en la misma esquina donde durmió estos milenios com-partidos.Llora, en el centro. Sufre el equilibrio del trapecista y sangra las go-

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tas del mar. Y no miento. Puedo probarlo. Porque he contraído la muerte, la llevo en mis nódulos, desde hace poco, en mis arterias desmenuza-das y en cada articulación que cruje. No fue casual, claro. La contrajepor terror a quedar solo,mecanografiando entre hebraslos textosque Dios dicta.

FIN

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