fray athelstan 01 - la galeria del ruiseñor

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Paul Harding Galera del Ruiseor

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Paul Harding Galera del Ruiseor

La

PAUL HARDING

LA GALERA DEL RUISEOR

En 1376 muere el Prncipe Negro de una terrible enfermedad, y al poco tiempo le sigue su padre, Eduardo III, ya anciano y amargado. La corona de Inglaterra queda en manos de un muchacho, el futuro Ricardo II, quien pronto se ve amenazado por los grandes nobles encabezados por el duque de Lancaster, regente y to de Ricardo. Comienza una terrible lucha por el poder, en la que se ven implicados los prelados de la Iglesia y los poderosos prncipes Mercaderes de Londres. La investigacin del horrible asesinato de uno de stos a los pocos das de la muerte del rey se encomienda a sir John Cranston, forense de la ciudad, que cuenta con la ayuda de fray Athelstan, un monje dominico que trabaja en los suburbios como penitencia.

INTRODUCCIN El anciano rey estaba muriendo. El viento agarr con fuerza el rumor y lo arrastr por el Tmesis. Los barqueros lo hicieron correr y las barcazas de gruesa panza que van al mar se lo llevaron lejos, hacia la costa.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Eduardo se debilitaba. El gran conquistador de Francia, el de dorada cabellera, el nuevo Alejandro de Occidente, se estaba muriendo. Era ya demasiado tarde para los que haban incurrido en su desgracia. Sus cabezas, con los cabellos desgreados y cubiertas de sangre, colgaban empaladas sobre la entrada del Puente de Londres y sus mejillas, blancas como el mrmol, se tornaban negras a medida que los cuervos escarbaban en ellas en busca de sabrosos bocados. El gran rey o el gran bastardo, segn se mire, se resista a que su cuerpo envejecido y apestoso rezumara el alma. La corte se haba trasladado a Richmond cuando los vientos cambiaron a sudoeste y trajeron el calor de los ridos desiertos cercanos al Mediterrneo, haciendo que se adelantara aquel verano de 1377. La peste haba hecho su aparicin en Londres. Hombres y mujeres haban ido cayendo al hinchrseles las bubas en las axilas y cuando, con los vientres hinchados, haban escupido su sangre vital. El rey se asust cuando la Muerte, como un criminal, se desliz al interior de su corte. Eduardo la desafi. Intent pintar su cara cetrina y mantener la boca cerrada para esconder unos dientes descompuestos y ennegrecidos. Se visti de tafetn plateado y blanco con adornos de oro y se arregl su otrora dorada cabellera, aunque colgara en mechones revueltos y sudados sobre sus hombros huesudos. Pero la Muerte no se aplac. El calor y los malos humores del ro envolvieron con sus pegajosos dedos su cuerpo debilitado pero, aun as, el rey se neg a ceder. Acaso no haba aplastado a los ejrcitos de Francia en Crcy y en Poitiers? Y acaso no haba tomado cautivo al rey para que cabalgara tras l cuando, como un nuevo Csar, haba vuelto a Londres para enorgullecerse de su hazaa? Eduardo estaba sentado sobre cojines en uno de sus grandes aposentos retirados y rechazaba comida y medicamentos. Un sacerdote se escabull por las paredes, como una araita negra, ofrecindole el menos deseable de los consuelos. Su Alteza ha de acostarse insisti. Eduardo se gir como un viejo zorro y sus labios, retorcidos por un ataque, mostraron una mueca de desagrado. Vete, hombrecito silb. La Muerte nunca se me llevar! Se qued donde estaba, mirndose fijamente el dedo del que haca poco haban serrado el anillo de coronacin, otrora tan profundamente clavado en su carne. Su matrimonio con el reino haba muerto. Haba sostenido el cetro durante cincuenta aos y ahora deba entregarlo a otro. Sacudi la cabeza con desaprobacin y ech una mirada a sus dedos. Pareca que los rodearan anillos de fuego. La Muerte, suavemente calzada, se acercaba arrastrando los pies por los pasillos. El gran corazn de Eduardo dio una sacudida y la rechaz. Se aguant de pie valerosamente, tal como haba hecho en Crcy treinta aos antes. Sonri al recordar cmo el viento le besaba la cara mientras sus capitanes gritaban disparen! y los arqueros enviaban sus negras nubes de muerte viviente sobre las hordas de los franceses que avanzaban. Se quedara de pie como haba hecho entonces. La Muerte no se lo llevara si se quedaba de pie. As permaneci durante quince horas antes de hundirse en el suelo

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Paul Harding La Galera del Ruiseor cubierto de cojines con el puo apretado en su boca. Los sacerdotes lo llevaron a su cama. La histeria se apoder de la corte y el aire se volvi denso de tristeza y terror. Los cortesanos hicieron correr seales y presagios. El Tmesis, con las aguas crecidas, se desbord en Greenwich e inund el palacio. Un pez gris y enorme, del tamao de un Leviatn, qued varado en las costas del norte. El cielo enrojeci a medioda y se vieron extraas criaturas en los sombros bosques del norte. Se oyeron voces gritar en las calles oscuras y trompetas fantasmales sonaron roncamente desde las almenas de la Torre de Londres y del castillo de Windsor. Una de las damas de honor vio una carta del tarot, con la figura negra de la Muerte, clavada en una silla real. Otra entrevi el espectro del poder del rey moribundo bajo la figura de un caballero enigmtico que avanzaba por la galera, bajo la luz de la luna, hacia la gran puerta del palacio. Eduardo III, el Len de Inglaterra, se mora. Los ancianos recordaban que sus padres les haban contado cmo el Len, de joven, le haba arrebatado el trono a su madre, Isabel, y a su amante Mortimer. Ahora los das del Len haban terminado. El rey haca esfuerzos. Pidi msica y una joven con vestido rojizo y velo ribeteado de encaje toc la viola. El rey volvi al pasado cuando los fantasmas se reunieron junto a su lecho. Su padre, Eduardo II, muerto en Berkeley. Su madre, Isabel, hermosa y apasionada. Felipa, su mujer, de piel morena y ojos tiernos de gacela, llevaba muerta ocho aos. Y un fantasma ms: su hijo ms querido, Eduardo, el Prncipe Negro jefe de los ejrcitos, un Pompeyo digno de un Csar. El general que haba llevado los estandartes de Inglaterra al otro lado de los Pirineos, hasta Navarra, y que lo nico que se trajo fue una enfermedad que le pudri el cuerpo. Todo haba acabado! Su hijo haba muerto. Le volvieron a traer las proclamas de sucesin y el rey supo que estaba muriendo. Pusieron los sellos. Se iba. Sus partidarios desaparecieron. Acaso no queda fe en Israel?, susurr Eduardo. El palacio de Sheen se convirti en un mausoleo. El rey fue abandonado a yacer en su propio sudor y en su propia suciedad con nadie ms que Alicia Perrers, su amante. Esta entr majestuosamente en la cmara mortuoria. Llevaba los dedos adornados con alambre de oro y un rico vestido rojo grabado con piedras preciosas. Ella, la de lengua zalamera y bello rostro, a quien no le importaba nadie porque no importaba a nadie, se sent junto a su seor y amante moribundo mirndolo con ansia. El rey se despert de un sueo y vio sus penetrantes ojos negros y sus labios voluptuosos. Mi seora Sol susurr. Perrers sonri. Sus dientes blancos brillaron al recordar cmo haba cabalgado hasta Cheapside vestida con tela de oro, la cabeza erguida y los odos sordos a los gritos de puta!, alcahueta! y ramera!. Ahora estaba sentada junto al rey como una leona mirando a su presa. Un viejo sacerdote franciscano, Juan Hoccleve, entr pero Perrers silb y lo ech. El rey cerr los ojos. Su respiracin era dbil, un horrible estertor se inici en su garganta. Perrers no esper ms, lo desnud de las galas que le quedaban y huy.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor El viejo franciscano volvi. Agarrando la mano del rey y aguantando alto un crucifijo ante sus ojos apagados enton el Dies Irae y cuando lleg al verso Y qu he de implorar yo, hombre dbil, si incluso los justos necesitan clemencia? el rey abri los ojos. Queris la absolucin?susurr Hoccleve. Oh, Jess! le contest el rey murmurando mientras apretaba dbilmente la mano del franciscano. Por ello te absuelvo dijo el sacerdote... de tus pecados en el nombre del... continu mientras suba la voz a medida que el estertor de la muerte sonaba en la garganta del rey como el redoble de un tambor. El rey se volvi con los ojos abiertos. Una ltima boqueada y su alma desapareci en las tinieblas. Hoccleve acab la oracin y baj la mirada hacia la cara gris y demacrada recordando la poca dorada en que el rey haba desfilado glorioso. Inclin la cabeza, apret su frente contra la mano del rey muerto y llor porque todo aquello se haba acabado.

Pocas horas despus en el palacio de Westminster, Juan de Gante, duque de Lancaster e hijo mayor vivo del rey muerto, se sentaba solo ante una gran chimenea con campana. En cuclillas, con el jubn abierto y despatarrado se calentaba los fros muslos y la entrepierna con las llamas de los troncos ardiendo. El duque haba odo la noticia cuando volva de cazar, calado hasta los huesos despus de una tormenta repentina. Su padre haba muerto y l era regente, pero no rey. Juan gru para s al tiempo que apretaba el puo enjoyado. El deba ser rey. Era un hombre nacido para reinar y con pretensiones a los tronos de Castilla, Francia, Escocia e Inglaterra. Y el nico obstculo en su camino? Un muchacho de diez aos de edad y cabellos dorados. Su sobrino Ricardo de Burdeos, hijo del hermano mayor de Gante, el temido y temible Prncipe Negro. Slo a un latido de distancia! murmur Gante. Slo un leve aliento entre l y la corona del Confesor.* Gante desperez su gran cuerpo musculoso, que cruji y se tens de la rabia interior. Regente pero no rey! Sin embargo, el pas necesitaba un soberano duro. *Eduardo III de Wessex, el Confesor (10031066), rey de los anglosajones. Fue canonizado en 1161. (N. del T.). Los franceses saqueaban las costas del sur. Los escoceses se estaban concentrando en las fronteras del norte. Los campesinos estaban descontentos y exigan el fin de los continuos impuestos. Y los Comunes, encabezados por su portavoz, eran injuriosos y estridentes cuando se reunan en la capilla de San Esteban en Westminster. Gante se acarici el bigote y la barba bien arreglados. Dara el paso? Lo hara? Se mordi los labios y consider las posibilidades. Sus hermanos menores resistiran. Los grandes seores del consejo se veran apoyados por los obispos, que aunque blandos eran poderosos, y tomaran las armas invocando la ira divina. Y a Ricardo, al plido Ricardo de ojos azules, qu le pasara?

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Gante tembl. Record la antigua profeca: cuando el viejo gato muere, los ratones no deben alegrarse pues los nuevos garitos se convertirn en un monstruo an ms terrible! Gante, que no tema nada, reconoca que su silencioso sobrino de cara seria guardaba terrores especiales para l, como si los ojos seculares de esa cara de diez aos leyeran y entendieran sus pensamientos ms secretos. Tambin la Cmara de los Comunes lo vigilara y Gante haba sido imprudente. Haba intentado obtener dinero y la prueba la tenan a pedir de boca. Los Hijos de Dives lo tenan en sus garras. Los secretos que guardaban jams deban ser revelados. Gante se cambi de posicin en la silla. De qu tena miedo? Los demonios de su infierno particular se movieron y resucitaron del oscuro pozo del recuerdo. Crimen! Mir alrededor. La amplia estancia estaba desierta, slo sombras bailaban en silencio sobre las paredes cubiertas de tapices. Criminal! Pareca que la acusacin saltaba de las llamas y Gante prorrumpi en un sudor fro. El demonio se alz retorciendo su corazn y el duque sorbi con avidez de la copa de vino, esperando que su zumo prpura se llevara a los demonios en su denso vapor. Gante haca bien en ser precavido. Despus de todo, el Crimen no era desconocido en Londres. Acechaba en las calles, con sus ojos ciegos como la noche buscando vctimas desventuradas. El Crimen se mova a paso ligero por los callejones cubiertos de mierda y por las calles de Southwark, se deslizaba como niebla fra a travs de las puertas entreabiertas de las tabernas de ambiente cargado y caluroso y se agazapaba con la mirada helada mientras los hombres se acuchillaban entre s. El Crimen rondaba la puerta de la mugrienta casa del boticario, donde se podan comprar venenos: matarratas, diamantes triturados, belladona y arsnico. A veces el Crimen se haba topado con las murallas de la ciudad y se haba ido escabullendo por los caminos del campo, detrs de la Torre. Pero aquella noche haba escogido una presa ms apetecible y haba acampado en la elegante mansin de sir Thomas Springall, en la zona del Strand. Era un autntico palacio, con tejado, madera grabada en negro, yeso blanco brillante y un escudo recin pintado con las armas del orfebre: barras de plata, trboles de oro y broches de oro y seda. La casa estaba en silencio. En la noble sala para banquetes el fuego se haba extinguido convirtindose en carbonilla que saltaba y ceniza que arda sin llama. Haca tiempo que se haban apagado las velas aunque el aire an contena la fragancia de cera olorosa. Pesados tapices con incrustaciones de oro colgaban de las paredes y se movan levemente con la fresca brisa nocturna que se colaba por los resquicios que dejaban los cristales en las ventanas con parteluz. En la mesa maciza quedaban los restos de un banquete y el mantel de linn blanco, con huellas de grasa y manchas prpura, an reluca bajo la tenue luz del fuego. Los platos de plata haban sido recogidos pero quedaban las fuentes cubiertas con restos de estofado y de cordero, as como huesos de oca, de pavo y de pollo. Junto a stos estaban las copas hondas con restos de malvasa, burdeos y vino blanco. Una gran rata de larga cola, ojos rojos y brillantes y vientre pesado y lleno, rondaba entre los platos con tanta pereza que apenas chill cuando el rojizo gato de la casa se abalanz sobre ella y su

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Paul Harding La Galera del Ruiseor cuerpo hinchado cruji entre las mandbulas. Abajo en la sala, un perro oy el ruido y se movi levantando su cabeza desgreada y soolienta. En el piso de abajo los criados dorman con los estmagos llenos y los cerebros embotados por los restos de comida y de vino que haban tragado. En una habitacin estaba acostada una sirvienta con el dobladillo de la falda recogido en la boca mientras se retorca con pasin muda bajo el lomo penetrante y apasionado de un joven mozo. Hubiera podido gritar tranquilamente. Las anchas escaleras por encima de ella estaban desiertas, as como la galera recubierta en madera que lleva a los dormitorios del amo. En uno de ellos un hombre y una mujer yacan entrelazados y el sudor haca que la piel les brillara mientras se giraban y se retorcan bajo el baldaqun azul y escarlata de la cama con dosel. Un candelabro de plata colocado sobre una mesa de sobre embaldosado en rojo y blanco daba a la habitacin un resplandor dorado que se reflejaba en el precioso hilo plateado de las colgaduras de la pared, as como en las ropas de costosa seda y de encaje esparcidas por el suelo. Siguiendo ms all por la galera, en la gran habitacin del amo de la casa, sir Thomas Springall, el Crimen incubaba en su rincn fantasmal. Sir Thomas no se lo esperaba. Oh, no! No conoca las palabras del predicador: En medio de la vida hallamos la muerte. Al igual que el rico de la Biblia, Springall planeaba destruir sus viejos graneros y construir otros nuevos, como corresponda a un comerciante que estaba metido en todo. Sir Thomas yaca entre sus sbanas de seda ribeteadas de oro y gozaba de su riqueza. Se alegraba de que el rey hubiera muerto. Ahora, un nio llevaba la corona. Ay del reino en que un nio es el rey! susurr sir Thomas y ri suavemente. Gracias a Dios! murmur. El regente necesitaba de l y Springall prosperara todava ms pues conoca los secretos de Gante. Sir Thomas se relami los labios rojos. Fij la mirada en la oscuridad hacia la mesa donde los sirios, su precioso juego de ajedrez, brillaban bajo la luz de la luna que entraba por la ventana. Vendra ms riqueza. Springall tendra entrada en las cmaras del tesoro del reino. Las claves para tales riquezas? El libro del Apocalipsis 6, versculo 8. Y el otro? Gnesis 3, versculo 1. Springall sonri, se gir hacia un lado y fij la mirada hacia abajo en los postes de la cama sabiamente tallados. Pens en su mujer, la de los rizos castaos, piel dorada y ojos azules como el cielo en primavera. Pero Springall deseaba otra carne. Agarr la ropa de cama y entonces supo que pasaba algo. Se cogi la garganta pero ya era demasiado tarde. El Crimen cay sobre l.

Captulo IFray Athelstan estaba sentado en un plinto de piedra, ante la reja que separa el coro de la nave en la iglesia de San Erconwaldo, en el barrio de Southwark. Mir con desespero hacia el gran agujero que haba en el teja7

Paul Harding La Galera del Ruiseor do y despus hacia el sucio charco de agua de lluvia que reluca en las baldosas, a dos yardas de sus sandalias. Se acarici la cara bien afeitada y mir el rollito de pergamino que tena en las manos. Sabes, Buenaventura dijo murmurando, y esto es como una confesin as que no lo repitas si apareciera, pero los comentarios del padre prior acerca de mi pasado hieren como dardos. Dobl el pergamino en un cuadrado perfecto y lo introdujo en la cartera de piel curtida que llevaba en el cinturn. Yo expo mis pecados cada da continu diciendo. Observo lo ms estrictamente la regla de santo Domingo y, como ya sabes, paso tanto el da como la noche atendiendo almas. Bien sabe Dios, pens Athelstan golpeando las baldosas con sus pies, que la cosecha de almas era grande. Los callejones asquerosos, los arroyos llenos de orines y las pobres casuchas de su parroquia albergaban gente destrozada a quien la opresiva pobreza haba herido y envenenado la mente y el alma. A los grandes y ricos del pas no les importaba un bledo, se ocultaban tras palabras vacas, falsas promesas y una falta de compasin que hara ruborizar al mismo Herodes. Athelstan ech una mirada por la iglesia vaca, fijndose en las paredes sucias, las columnas peladas y el fresco de san Juan Bautista. Athelstan sonri con sorna. Saba que el Bautista haba sido decapitado pero no mientras predicaba! Alguien haba fregado la pintura quitando la cabeza de san Juan as como las de sus atentos oyentes. Has visto mi casa, Buenaventura? No es ms que un cobertizo encalado con dos habitaciones, una puerta de madera y una ventana que no cierra bien. Philomel tal vez ya sea un caballo de batalla viejo pero come como una lima y corre menos que un gato lento. Athelstan sonri . No es mi intencin ofender tal compaa pero es que me deja la bolsa seca. Bueno, no es que me queje, tan slo menciono estas cuestiones para recordarnos cul es nuestro estado. As puedo informar a mi prior de que sus crticas paternales no son necesarias. Athelstan suspir y se dirigi hacia el pequeo pupitre tallado en la piedra junto a la capilla de Nuestra Seora, donde haba estado escribiendo su respuesta al padre prior. Cogi la pluma, pens un rato y empez a escribir. Tal como he dicho, reverendo padre, mi bolsa est vaca, encogida y seca como el alma de un usurero. Me han robado las huchas de las colectas y la reja del presbiterio est en mal estado. El altar est lleno de marcas y de manchas, la nave de la iglesia a menudo se llena de enormes charcos de agua ya que nuestro tejado es ms un colador que una proteccin. Dios sabe que expo mis pecados. Me siento empapado de crimen, horroroso y sangriento, y eso me pone a prueba la mente y me recuerda mi propio crimen, tan horrible. Hace ya seis meses que sirvo a esta gente y que he asumido tambin los deberes que usted me asign, ser escribano forense de sir John Cranston, el forense de la ciudad de Londres. Una y otra vez me lleva con l a sentarme junto al cuerpo de algn hombre, alguna mujer o algn nio lamentablemente asesinados. Ha

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Paul Harding La Galera del Ruiseor sido asesinato, suicidio o accidente?, pregunta l y entonces empiezan las horribles historias. A menudo la muerte es resultado de la estupidez: una mujer olvida lo peligroso que es que un nio juegue fuera en la calles adoquinadas, bailando entre los cascos de los caballos herrados con acero o entre las chirriantes ruedas de los enormes carros que suben productos desde el ro, y como incluso un nio es mortal, su pequeo cuerpo queda aplastado, magullado y marcado mientras su joven alma sube para encontrarse con Cristo. Pero, reverendo padre, hay muertes ms horrorosas. La de los hombres que beben en las tabernas y con los vientres inundados de cerveza barata y las almas muertas y negras como la noche ms oscura se golpean unos a otros con espada, pual o garrote. Siempre tomo buena nota. Sin embargo, cada palabra que oigo, cada frase que escribo, cada vez que visito el escenario del crimen, vuelvo a aquel campo sangriento a luchar por Eduardo el Prncipe Negro. Yo, monje novicio que rompi sus votos y se llev a su hermano menor a la guerra. Cada noche sueo con aquella batalla, con la multitud de hombres vestidos de acero y las picas en alto, con sus chillidos y sus gritos. Cada vez el sueo es como una niebla que se va despejando y me deja a m solo arrodillado junto al cadver de mi hermano y gritando en la oscuridad para que vuelva su alma. Y s, reverendo padre, que nunca volver. Athelstan examin las palabras que haba escrito, dej la pluma junto a la carta y volvi a la reja del presbiterio. Mir hacia Buenaventura, que se levant y se desperez elegantemente. No pretendo ofender, Buenaventura dijo Athelstan Lo que quiero decir es que sir John, a pesar de su cuerpo corpulento, su cara de ciruela roja, su calva y sus ojos vidriosos, tiene, y en eso estars de acuerdo, buen corazn. Un oficial honesto, un tipo bien raro que no se deja sobornar sino que busca la verdad, siempre prudente al declarar la verdadera causa de una muerte. Pero por qu tengo que acompaarlo siempre? Athelstan volvi a sentarse ante la reja que separa el coro de la nave. Qu utilidad tena listar los horribles asesinatos y las escenas de violencia de las que haba sido testigo? Qu sacara el padre prior de ellas? Almas enviadas a la oscuridad antes de tiempo, no preparadas y sin confesin. Hombres con los ojos arrancados, los cuellos cortados y los genitales desgarrados. Mujeres aplastadas bajo los andamios o asesinadas horriblemente en cualquier callejn apestoso. Si Cristo viniera a Londres, pens Athelstan, seguro que se dirigira a Southwark, all donde la pobreza y el crimen se sentaban como dos hermanos peligrosos o vagaban por las calles cogidos de la mano dispersando su hedor. Buenaventura se levant y se dirigi hacia l suavemente. Athelstan mir fijamente al gato. Buenaventura, quizs debera hablarle de ti al padre prior dijo mientras admiraba el cuerpo negro y lustroso del gato callejero que haba adoptado y se fijaba en el morro y las garras blancas, la oreja rasgada y el ojo medio cerrado. T eres un mercenario continu diciendo al tiempo que le acariciaba suavemente la cabeza. Pero mi feligrs ms fiel. Por

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Paul Harding La Galera del Ruiseor un plato de leche y unas sobras de pescado te sentaras pacientemente mientras te hablo y estaras de lo ms atento en misa. Athelstan salt al or un sonido detrs. Mir alrededor de la reja del presbiterio y se dio cuenta de lo oscura que estaba la iglesia, siendo la nica iluminacin la luz de una vela ante la estatua de la Virgen. Bostez. No haba dormido la noche anterior. No le gustaba cerrar los ojos a los sueos en que vea la cara de su hermano blanca como el mrmol y vidriosa con los ojos mirndolo fijamente. Por eso en lugar de dormir haba subido a la torre de la iglesia para observar las estrellas, ya que el movimiento del cielo siempre le haba fascinado desde que haba empezado a estudiarlo en el observatorio del prior Bacon en el Folly Bridge de Oxford. Se haba sentido cansado y tambin haba tenido algo de miedo ya que Godric, un conocido asesino, haba implorado derecho de asilo en la iglesia. Desde su llegada, Godric haba estado durmiendo acurrucado como un perro en la esquina del sagrario, recuperndose de su cansancio. Se haba comido la cena de Athelstan, haba dado su opinin y se haba acomodado para pasar la noche durmiendo. Cmo es posible que hombres como ste puedan dormir tan bien?, murmur Athelstan. Godric haba matado a un hombre, lo haba derribado en el mercado, le haba cogido la bolsa y haba huido. Haba credo que podra escapar pero haba tenido la mala suerte de encontrarse con un grupo de oficiales de la ciudad con sus criados, quienes haban gritado contra l y lo haban perseguido hasta la iglesia de San Erconwaldo. Athelstan haba estado arreglando la reja del presbiterio y lo dej entrar despus de que aporreara la puerta. Godric lo haba rozado al pasar, jadeando, agitando la daga an manchada con la sangre del crimen y haba recorrido la nave gritando: Asilo, asilo!. Los oficiales que lo perseguan no haban entrado en la iglesia pues haban supuesto que Athelstan, escribano forense de sir John Cranston, se lo entregara. Pero Athelstan se haba negado. Esta es la casa de Dios! haba exclamado. Protegida por la Santa Madre Iglesia y por real decreto! As que los haban dejado solos a l y a Godric, aunque haban situado un guardia en la puerta y haban jurado que mataran al asesino si intentaba huir. Athelstan se asom en la oscuridad. Godric an dorma. Athelstan prepar el altar para la misa, dispuso el misal cuarteado y dos ciriales tan torcidos que apenas se sostenan. Coloc sobre el mantel inmaculado un cliz de plata dorada abollado, la patena y las pequeas vinajeras de cristal con el agua y el vino. Athelstan entr en la hmeda sacrista, se puso la capa pluvial blanca y escarlata, se santigu y sali para comenzar la magia de la misa, el sacerdote ante Dios ofrecindole a Cristo al Padre bajo las formas de pan y vino. Athelstan se santigu al entonar el salmo introductorio: Entrar en el altar de Dios, hasta Dios que le da alegra a mi juventud. Godric sigui roncando ajeno al drama que se desarrollaba unas yardas ms all. Buenaventura se desliz hasta el pie de las escaleras que llevan al altar. El gato se lami los labios y sacudi la cola pensando en un gran bol de leche cremosa, la recompensa de su inters y de su paciencia. Athelstan, llevado entonces por la msica de las palabras de la misa, se

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Paul Harding La Galera del Ruiseor extendi en las lecturas de la Epstola y del Evangelio y lleg al Ofertorio, momento en que mezcl el agua y el vino. Al fondo de todo de la iglesia se abri una puerta y una figura encapuchada se desliz hacia el interior avanzando sin hacer ruido por la oscura nave hasta arrodillarse junto a Buenaventura, a los pies de las escaleras. Athelstan hizo esfuerzos para mantener los ojos bajos mirando el crculo blanco de pan sobre el que haba susurrado las palabras de la consagracin y que lo haban transformado en el cuerpo de Cristo. Terminada la consagracin enton la oracin del Seor: Pater Noster, qui est in caelis. Su voz reson fuerte y clara en la nave vaca. Hizo una pausa, tal como dictaba el canon de la misa, para rezar por los muertos. Record a Fulke el conejero, miembro de su parroquia muerto haca cuatro noches en una revuelta en la taberna. Despus, a sus propios padres y a su hermano Francisco... el fraile cerr los ojos cuando se le llenaron de lgrimas al aparecer las caras de su familia claras y precisas en su imaginacin. Dios les d eterno descanso susurr. Se qued tambaleando frente al altar, preguntndose por ensima vez por qu se senta como un asesino. Ah, en Francia haba matado hombres mientras luchaba para el Prncipe Negro, el hijo mayor del anciano rey que quera unir las coronas de Francia y Castilla con la de Inglaterra. Athelstan haba lanzado flechas tan reales como las de los dems. Recordaba el cadver de un joven caballero francs con los ojos azules como el aciano mirando ciegamente hacia el cielo, el cabello rubio enmarcando su cara como un halo, y la flecha con lengeta de Athelstan profundamente clavada en su garganta, entre el yelmo y la gola. El fraile rez por este caballero desconocido aunque no se senta culpable. Era la guerra y la iglesia enseaba que la guerra era parte de la condicin pecadora del hombre, el legado de la rebelda de Adn. Oh Dios, soy acaso un asesino? susurr para s. Athelstan pens una vez ms en cmo siendo novicio en los dominicos, cerca de la muralla oeste de la ciudad, haba roto sus votos y haba huido a la granja de su padre en Sussex. Le haban llenado la cabeza de sueos de guerra y haba animado a su hermano menor con fantasas similares. Se haban enrolado en uno de esos alegres grupos de arqueros que andaban por los caminos soleados y polvorientos de Sussex hacia Dover y cruzaban el mar resplandeciente para alcanzar la gloria en los verdes campos de Francia. Mataron a su hermano y Athelstan haba llevado la terrible noticia a la granja de Sussex. Sus padres haban muerto de dolor. Athelstan haba vuelto al convento de los dominicos para echarse sobre las fras baldosas del suelo de la Casa Capitular. Haba confesado su pecado, haba pedido la absolucin, y haba dedicado su vida a Dios en compensacin de los graves pecados que haba cometido. Una culpa mayor que la de Can haba sealado el padre prior a los hermanos reunidos en la Sala Capitular Can mat a su hermano. Athelstan es responsable de romper sus votos y, al hacerlo, de ocasionar la muerte de toda su familia! Padre!

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Athelstan abri rpidamente los ojos. La mujer que estaba arrodillada en las escaleras lo estaba mirando con su bello rostro arrugado por la preocupacin. Padre, pasa algo? No, Benedicta, lo siento. La misa continu, despus del Agnus Dei sigui la comunin. Athelstan le llev una sagrada forma a la mujer que aguardaba y ella inclin la cabeza con los ojos cerrados, los labios rojos abiertos y la lengua fuera, esperando que Athelstan colocara all el cuerpo de Cristo. Se detuvo un momento admirando la belleza perfecta: la suave piel de color dorado ahora estirada por los pmulos, las pestaas largas como las alas de una mariposa negra, cerradas y parpadeantes, los labios separados dejando ver unos dientes blancos y perfectamente formados. Incluso si deseas con la imaginacin... record Athelstan. Coloc la sagrada forma suavemente en la boca de la mujer y volvi al altar. Vaci el cliz, dio la bendicin final y termin la misa. Godric, en su pequeo hueco, eruct, resopl y se revolvi mientras dorma. Buenaventura se desperez maullando suavemente. Pero la viuda Benedicta segua arrodillada con la cabeza gacha. Athelstan despej el altar. Cuando volva de la sacrista, el corazn le dio un brinco al ver a Benedicta an arrodillada all. El fraile fue a sentarse junto a ella en las gradas del altar. Estis bien, Benedicta? Los ojos negros se llenaron de risa burlona. Estoy bien, padre. Ella se volvi, acarici a Buenaventura suavemente en el cuello y el gato ronrone con placer. La mujer mir con picarda hacia Athelstan. Una viuda y un gato, padre. La parroquia de San Erconwaldo nunca se har rica! Su cara se puso solemne. En misa estabais distrado. Qu pasaba? Athelstan desvi la mirada. Nada murmur. Slo que estoy cansado. Vuestra astrologa? Sonri burln. Ya haban tenido esa conversacin antes. Se acerc lentamente. La astrologa, Benedicta empez l con pomposidad burlona, es la creencia de que las estrellas y los planetas afectan a los humores y acciones de los hombres. El gran Aristteles aceptaba la teora de los antiguos caldeos segn la cual el hombre es un microcosmos de todo lo que hay en el universo. De acuerdo con esto, cada uno de nosotros est relacionado con las estrellas. Los ojos de Benedicta se abrieron fingiendo admiracin por su erudicin. Ahora bien, la astronoma continu Athelstan es el estudio de los planetas y las estrellas en s mismos. Estir las manos. Hay dos escuelas de pensamiento dijo mientras levantaba su mano izquierda Los egipcios y algunos de los antiguos creen que la tierra es un disco plano con un cielo encima y un infierno abajo. Athelstan estir entonces el brazo derecho con la mano rgida como una garra Sin embargo

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Ptolomeo, Aristteles y los clsicos creen que la tierra es una esfera en el interior de un universo esfrico. Cada estrella, cada planeta, es un mundo en s mismo. Benedicta se apoy en los talones. Mi padre contest ella speramente me dijo que las estrellas son luces de Dios en el firmamento, colocadas all por los ngeles en el inicio de los tiempos. Athelstan se dio cuenta de que se estaba burlando de l. Vuestro padre tena razn respondi l mientras se encoga tmidamente. En el Exeter Hall de Oxford estudi a los grandes pensadores. Al final sus explicaciones palidecan frente a la maravilla creadora de Dios. Benedicta asinti, con los ojos serios, dando por terminada la broma. Entonces por qu os pasis tantas horas all, padre? Arriba de todo de la torre de la iglesia, por la noche. Vemos vuestra linterna. No lo s murmur Athelstan mientras negaba con la cabeza Pero si en una clara noche de verano observas la oscuridad aterciopelada y miras el movimiento de los planetas, la luz brillante de la estrella vespertina, te pierdes en su inmensidad. La mir con severidad. Es lo ms que se acerca el hombre a la eternidad sin pasar por la puerta de la muerte. Cuando estoy all, dejo de ser Athelstan, sacerdote y fraile. Soy simplemente un hombre, liberado de preocupaciones. Benedicta baj la mirada y toc suavemente el peldao desmoronado del altar con la punta de los dedos. Esta noche har lo mismo, padre murmur la mujer Observar el cielo, saber qu es morir sin morir. Se levant rpidamente, hizo una genuflexin ante la lmpara del sagrario que centelleaba y se fue de la iglesia caminando lentamente. Athelstan vio cmo se cerraba la puerta tras ella y volvi junto a Buenaventura que esperaba su recompensa. El fraile entr en la sacrista y sali con el esperado tazn de leche. Se sent y mir cmo el gato lama con glotonera la espuma blanca como el encaje con su lengua estrecha y rosa. Sabes, Buenaventura murmur Athelstan, cada vez que se va la quiero llamar. Viene aqu a rezar por el alma de su marido, otra baja de la guerra del rey, pero a veces me engao creyendo que viene a hablar conmigo. El gato alz la cabeza magullada, bostez y volvi hacia la leche. El maestro tena razn continu Athelstan. El fraile record de repente a su viejo maestro de novicios, el padre Bernardo, que haba sido el responsable de la educacin espiritual de Athelstan durante su noviciado en los dominicos. La vida de un sacerdote, Athelstan empez una vez el padre Bernardo, tiene tres grandes terrores. El primero los deseos de la carne! Plagarn tus sueos de visiones de cuerpos suaves, miembros sedosos como el satn, labios llenos de sensualidad y cabellos brillantes como el oro bruido. Sin embargo, desaparecern. La oracin, el ayuno y el inicio de la vejez eliminarn a este enemigo del campo de batalla. El viejo maestro de novicios se haba inclinado y haba agarrado a Athelstan

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Paul Harding La Galera del Ruiseor por la mueca. Entonces aparece el segundo terror, la absoluta soledad del sacerdote que destruye su alma: sin mujer, sin hijos, la ausencia total del abrazo de cuerpecitos clidos y de brazos que se agarren al cuello. Pero murmur el padre Bernardo, esto tambin desaparecer. El tercer terror es ms horroroso. Y Athelstan record los ojos del anciano sacerdote llenos de lgrimas Existe la creenciasusurr el maestro de novicios de que cada persona ha nacido destinada a amar a otra. A veces nosotros, los sacerdotes, tenemos suerte y en nuestro peregrinar no nos encontramos nunca con esa persona. Pero si te la encuentras, entonces s que experimentars realmente los horrores de la oscura noche del alma. El maestro hizo una pausa. Te imaginas, Athelstan, darte cuenta de que amas pero que ests obligado por ley divina a no expresarlo nunca? Si lo haces rompes tus votos de sacerdote y la Iglesia te condena a ser enterrado en el infierno. Si permaneces fiel a tus votos de sacerdote, te entierras a ti mismo en un infierno propio ya que nunca la olvidars. Buscas su cara entre las multitudes, ves sus ojos en los de cada mujer que te encuentras. Ella plaga tus sueos. No pasa un da sin que ella aparezca en tus pensamientos. Athelstan pens en Benedicta y entendi lo que haba querido decir el maestro. Oh dulce Cristo! murmur. Se levant y se sacudi el hbito. Buenaventura, que haba acabado la leche, caminaba y miraba hacia arriba. Catlico o gatlico, Buenaventura? Athelstan se ri de su propio chiste. Acaso me est gastando una broma el padre prior? murmur . Ya he pasado las veintiocho primaveras y voy de la Ceca a la Meca. Tal vez sus superiores lo estaban probando al enviarlo de la austeridad del noviciado a las glorias acadmicas de Exeter Hall para despus hacerlo volver a los deberes serviles de los dominicos y finalmente a trabajar como escribano del forense y prroco de San Erconwaldo. El fraile se arrodill, se santigu y empezaba a recitar suavemente un salmo cuando oy un revuelo al fondo de la iglesia. Se levant alarmado pensando que quizs las autoridades de la ciudad haban enviado guardias para llevarse a Godric. Incluso en aquellos barrios bajos de Southwark, Athelstan se daba cuenta de que viva en una poca turbulenta. Eduardo III haba muerto y su heredero, Ricardo II, no era ms que un muchacho. Los buitres nobles y poderosos todava hacan lo que queran. Athelstan tom un cirio, lo encendi con la vela que arda frente a la Virgen y baj rpidamente chapoteando entre los charcos que haba dejado la tormenta de lluvia unos das atrs. Abri la puerta, sac la cabeza y sonri. Los guardias de la ciudad, despertados de su sueo, estaban enzarzados en una violenta discusin con sir John Cranston, quien lanz un trueno tan pronto vio a su escribano. Por el amor de Dios, padre, decidles a estos zoquetes quin soy! Cranston dio unas palmaditas en el cuello de su enorme caballo y mir airadamente alrededor. Tenemos trabajo, hermano. Otra muerte, un crimen en Cheapside! Uno de los grandes del pas. Venga, no hagis caso de estos idiotas!

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Ellos no saben quin sois vos, sir John respondi Athelstan. Vais por ah ms embozado y encapuchado que un monje. El juez hinch sus grandes mejillas, se quit la capucha y rugi a sus torturadores. Soy sir John Cranston, forense de la ciudad y vosotros, caballeros, estis perturbando la paz! Y ahora, fuera! Los hombres retrocedieron como mastines apaleados, con las caras encendidas por una mezcla de rabia y de miedo. Venga, Athelstan vocifer Cranston mientras miraba a los pies del fraile. Y apartad ese maldito gato! Lo odio. Buenaventura, sin embargo, pareca considerar a Cranston como un gran amigo. El gato se escurri por las escaleras abajo y se sent junto al caballo del juez, mirando cariosamente al grueso hombre como si llevara un cubo de leche cremosa o una bandeja del pescado ms sabroso. Cranston simplemente gir la cabeza y escupi. Dejad estar a Godric advirti Athelstan a los guardias de la ciudad . No podis entrar en mi iglesia. Los guardias asintieron con la cabeza. Athelstan cerr la puerta con llave y se dirigi a su casa junto a la iglesia. Llen sus serones de piel cuarteada de pergamino, plumas y tinta, ensill a Philomel y se reuni con sir John. El juez estaba de buen humor, plenamente satisfecho de su altercado con los guardias de la ciudad pues odiaba la burocracia. Maldijo a voz en grito a los guardias, adems de a los orfebres, los curas y, mirando a Athelstan con malicia, a los monjes dominicos que estudiaban las estrellas. Athelstan no le hizo caso y atiz a Philomel. Vamos, sir John. Dijisteis que tenamos trabajo. Pero Cranston ya estaba entonces muy irritado. Insult una vez ms a los guardias, le arre al caballo y se dirigi ruidosamente hacia Athelstan. Supongo que no habris pegado ojo la pasada noche, hermano? Entre vuestras malditas estrellas, vuestro condenado gato, vuestros rezos y vuestras misas! Siempre hacia el cielo contest sarcsticamente Athelstan. Vos tambin deberais mirar al cielo y estudiar las estrellas. Por qu? pregunt Cranston bruscamente Vos no creeris esa tontera de que los planetas y los cuerpos celestes gobiernan nuestras vidas, verdad? Incluso los padres de la Iglesia lo condenan. En tal caso respondi Athelstan, condenan la estrella de Beln! Sir John eruct, agarr la siempre presente bota de vino que colgaba de su silla de montar, ech un buen trago y levantando el trasero dej ir un pedo sonoro. Athelstan decidi no hacer caso a los sentimientos de sir John, verbales o de cualquier otro tipo. Saba que el forense tena buen corazn y buenas intenciones. Qu nos lleva a Cheapside? pregunt. Sir Thomas Springall contest Cranston. Mejor dicho, el difunto sir Thomas Springall, antes orfebre y mercader poderoso. Ahora est ms muerto que aquella rata. Cranston seal un montn de porquera, una mezcla de excremento animal y humano y ollas rotas, todo ello coronado por una asquerosa rata de cuerpo blanco y rojizo, hinchado y corrompido.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor As que ha muerto un orfebre? Lo han asesinado! Al parecer el ciudadano Springall no agradaba a su criado, Edmundo Brampton. La pasada noche, Brampton dej una copa envenenada en la habitacin de su amo. Sir Thomas fue encontrado muerto y posteriormente se descubri que Brampton se haba colgado de una viga en uno de los desvanes. As, hemos de ir ahora? No inmediatamente respondi Cranston Primero, el magistrado supremo Fortescue desea vernos en su casa Alphen House en Castle Yard, a las afueras de Holborn. Athelstan cerr los ojos. El magistrado supremo Fortescue estaba entre las primersimas personas que no quera ver. Un cortesano poderoso, un juez, corrupto, un hombre que se dejaba sobornar y haca recados para los que eran ms poderosos que l. La crueldad del magistrado supremo era la comidilla entre los pequeos maleantes de Southwark. As pues interrumpi alegremente Cranston, nos encontramos con el magistrado supremo y luego vamos a examinar la muerte de Cheapside. Mercaderes asesinados por sus criados! Criados que se cuelgan! Vaya, vaya! Dnde iremos a parar? Slo Dios lo sabe respondi Athelstan. Cuando los forenses beben y se echan pedos y hacen comentarios sarcsticos sobre hombres que a pesar de sus debilidades son hombres, ya sean curas o mercaderes... Sir John ri, acerc su caballo a Athelstan y le dio unas palmaditas en la espalda. Me gustis, hermano dijo con un rugido. Pero, sabe Dios por qu vuestra orden os envi a Southwark y vuestro prior os orden ser el escribano de un forense! Athelstan no contest. Ya haban hablado de esto anteriormente. Sir John acusaba y l se defenda. Athelstan decidi que algn da le dira toda la verdad a sir John, aunque sospechaba que el forense ya la conoca. Es una expiacin? pregunt Cranston. La curiosidad contest Athelstan puede ser un pecado grave, sir John. El forense ri de nuevo y con habilidad llev la conversacin por otros derroteros. Avanzaron por las calles estrechas y apestosas siguiendo el ro hacia el Puente de Londres y abrindose paso por entre los mercados donde las casas se levantaban tapando el sol naciente. Cerca del puente se encontraron con unos grandes lores jactanciosos que cabalgaban, sobre sus feroces caballos de batalla herrados, en medio de un resplandor de seda y pieles, con las cabezas altas, orgullosas, arrogantes y tan crueles como los halcones que llevaban. Athelstan los estudi. Sus mujeres no eran mucho mejores, tenan las cejas depiladas y las caras enharinadas, vestan sus cuerpos suaves y sensuales con linn y brocados de seda y llevaban las cabezas cubiertas con profusin de velos de encaje. l saba que a slo un paso de all habra una mujer plida y esqueltica sentada canturrendole a su beb moribundo y mendigando algo para comer. Athelstan sinti que el alma se le apagaba y se oscureca de tristeza. Pens que Dios debera enviar fuego o un lder que hiciera que los pobres

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Paul Harding La Galera del Ruiseor se levantaran. Se mordi la lengua. Si predicara lo que pensaba, sera acusado de sedicin y el prior le haba hecho someterse al solemne voto de silencio. Servir pero no quejarse. Cranston y Athelstan tuvieron que detenerse y esperar un poco. La entrada al puente estaba colapsada con gente que se preparaba para atravesar hacia la parte norte de la ciudad, hacia el gran mercado y las tiendas de Cheapside. Athelstan se puso la capucha y se tap la nariz para evitar el olor de una cloaca abierta llena de cagarros de los vecinos de la zona, de restos de las tintoreras y lavanderas y de carroa podrida que se haba descargado all. La zona estaba cargada con el olor asqueroso de las chozas derruidas donde los curtidores y otros trabajadores de las pieles ejercan su oficio. Cranston le dio un codazo y le seal hacia donde la investigacin de un cerdo muerto quedaba aplazada, y dos guardias con toga rayada se escabullan tratando de descubrir si haba alcahuetas o fulanas por la zona para detenerlas. Hay por aqu baos o casas de citas frecuentadas por mujeres lascivas? pregunt uno de los guardias con la cara roja y sudorosa. S respondi Athelstan, aqu estn todas. La mayora son de mi parroquia. Estaba observando cmo un lechero, con los cubos colgados de los hombros, suba deseoso de hacer clientes, cuando desvi la mirada al ver que Crim, hijo de Watkin el recogedor de estircol, se acercaba con sigilo y sin ser visto escupa en uno de los cubos. El gamberro le hizo recordar de repente los deberes que haba abandonado al apresurarse a reunirse con sir John Cranston. Crim! grit Athelstan. Ven aqu! El nio se acerc corriendo, con su cara delgada, plida y sucia. Athelstan busc en su bolsa y lanz un penique a la mano que le extenda el nio. Ve y dile a tu padre, Crim, que estoy del otro lado del Puente de Londres con sir John Cranston. Tiene que darle de comer a Buenaventura. Que se asegure de que la puerta sigue bien cerrada. Si Cecilia la cortesana est ah sentada dile que se mueva. Me has entendido? Crim asinti y huy, veloz como una flecha. La multitud se dispersaba y Cranston arre al caballo. Athelstan lo sigui. Siguieron por el Puente de Londres, abrindose paso entre casas construidas tan pegadas que apenas quedaba espacio para un carro. Odiaba aquel lugar. Las casas se levantaban a ambos lados, algunas de ellas sobresalan ocho pies por encima del ro, que corra con sus turbulentas aguas de marea bajo los diecinueve arcos. Sir John le empez a explicar la historia de la vieja iglesia de Santo Thomas Overy que acababan de pasar. Athelstan escuchaba a medias. Se santigu cuando pasaron por la capilla de Santo Toms Becket y slo levant la mirada cuando sir John mand parar para meter los caballos en una cuadra en la taberna de las Tres Cubas. Hay demasiada gente coment sir John. Llegaremos antes a pie. Pag a los mozos de cuadra para que se llevaran los caballos y con Athelstan a su lado caminando a grandes pasos se dirigieron hacia Fish Hill, pasada la iglesia de San Magnus el Mrtir y hacia Cheapside. El buen

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Paul Harding La Galera del Ruiseor tiempo haba sacado a la gente a la calle. Aprendices y mercaderes, con los puestos ya instalados para negociar, trajinaban con fardos de tela, pellejos, bolsas, serones, jubones. Apilaban todo en los puestos, ansiosos de tener un buen da de trabajo. El suelo era una mezcla de barro, excrementos humanos y despojos de animales y estaba todava hmedo a causa de la tormenta. Resbalaban y se escurran, aguantndose el uno al otro. Cranston iba profiriendo una mezcla de maldiciones y avisos, Athelstan no saba si protestar o sonrer ante el semblante morado de sir John y sus violentas imprecaciones. Los carros de excrementos haban salido a recoger la basura del da anterior. Los fornidos carreteros de cara roja envueltos en andrajos chillones gritaban y renegaban, dejando sus juramentos colgados en el aire denso y caliente. Cuando Cranston y Athelstan pasaron, oyeron cmo uno de los recogedores mandaba detener el trabajo pues un cadver haba salido rodando tras el contrafuerte de una vieja casa. Athelstan se detuvo. Vislumbr de forma difusa los cabellos blancos, el rostro lleno de muerte y los dedos esquelticos de una mujer mayor. Cranston lo mir y se encogi de hombros. Est muerta, hermano dijo. Qu podemos hacer? Athelstan traz la seal de la cruz en el aire y dijo una oracin para que Cristo, all donde estuviera, recibiera el alma de la vieja. Pasaron por el Standard y la crcel abierta de Conduit donde se estaban durante un da los cortesanos y las patronas de burdel que haban sido cogidos ejerciendo su oficio por la noche y a quienes cualquier ciudadano que pasara por all poda arrojar porquera e insultar. Cranston le hizo una pregunta y Athelstan estaba a punto de contestar cuando la peste de los puestos de aves le hizo venir nuseas: ese horrible olor de carne pasada, menudillos podridos y sangre reseca. Athelstan dej a Cranston seguir charlando mientras l contena la respiracin con la cabeza gacha mientras pasaban el callejn Scalding, donde se limpiaban y lavaban en grandes cubas de madera con agua hirviendo los cuerpos destripados de las aves de caza. A la altura de la taberna de la Rosa, en la esquina de un callejn, se detuvieron para dejar pasar a un polica de barrio, que encabezaba un grupo de criminales nocturnos que iban con las manos atadas a la espalda y con sogas alrededor del cuello. Estos desgraciados eran conducidos al Poultry Compter, la mayora de ellos an iban borrachos y medio dormidos despus de sus juergas y jaranas nocturnas. Los prisioneros resbalaban y se empujaban los unos a los otros. Un joven gritaba cmo los guardias le haban cogido sus botas y sus pies se haban llenado de cortes y cicatrices. Athelstan se compadeci de ellos. En la crcel hace tanto calor murmur el fraile, que los despejar o los matar antes de vsperas. Cranston se encogi de hombros y sigui su camino como un gran barco de gruesa panza. Siguieron caminando ms all de Old Jewry hasta Mercery donde las calles estaban ms atestadas de gente. All las mujeres se movan cautelosamente, barriendo el barro con las faldas y cogidas del brazo de galanes que callejeaban en busca de tal clientela, vestidos con sombreros de copa, capas de tafetn, calzas de colores y camisas de encaje con los bordes sucios.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Los caminos se hacan ms confusos bajo los pies dado que la alcantarilla que corra por el centro haba comenzado a rebosar, totalmente obstruida por las basuras all vertidas por los vecinos que limpiaban la suciedad nocturna de sus aposentos. La calle se haca ms estrecha al pasar por Soper Lane. Las grandes casas de varios pisos estaban ms juntas. Los perros ladraban y perseguan frenticamente a los gatos que cazaban entre las pilas de basura amontonada al exterior de cada puerta. Ahora la multitud se amontonaba en amalgama de colores. Los azules, oros, amarillos y escarlatas de los ricos contrastaban fuertemente con el marrn de los hbitos, con las batas rojizas y los sombreros negros y mugrientos de los granjeros que iban de mercado en mercado tirando de sus carretillas. El ruido se volvi un alboroto tremendo. Los aprendices estaban ocupados vociferando y gritando en busca de clientela. Las tabernas y tiendas de comida estaban abiertas y el olor a cerveza negra, a pan tierno y a comida condimentada atraa a los clientes hacia el interior. Cranston se detuvo y Athelstan se quej suavemente. Oh, sir John le rog, no iris a tomar algo tan pronto? Ya sabis lo que pasar. Una vez dentro, no habr quien os saque! Athelstan suspir aliviado cuando el forense movi la cabeza con pena y siguieron adelante. Apareci un grupo de hombres del alguacil, ataviados con las bandas de su cargo y con largos bastones blancos que utilizaban para abrirse paso entre la multitud. Rodeaban a un hombre que llevaba un jubn de cuero negro y calzas. Sus manos estaban atadas y los extremos de la cuerda cogidos a las muecas de dos de sus captores. El jubn del prisionero estaba rasgado y dejaba ver una camisa andrajosa. Su cara sin afeitar era una masa de magulladuras de la frente a la barbilla. Alguien cuchiche brujo! hechicero!. Un aprendiz cogi unos puados de barro y se los lanz y entonces los bastones blancos le dieron unos golpes en los hombros. Abrid paso, abrid paso! Cranston y Athelstan siguieron por los astilleros ya llenos de bellacos: un vendedor ambulante, un criado cogido mientras cometa lujuria, un timador y dos rateros. Al fin dejaron el camino de Holborn hacia Castle Yard. Un lugar tranquilo, ya que haba menos casas y ms espaciadas, cada una de ellas envuelta en una rosaleda de suave perfume y en huertos llenos de rboles. La casa de Fortescue era la ms majestuosa, elevndose entre sus propios jardines, con una estructura maciza de madera negra, gruesa y ancha como el roble, dorada y grabada al relieve con motivos complicados. Entre las vigas negras, el yeso blanco brillaba como verdadera nieve. Cada uno de los cuatro pisos sobresala ligeramente sobre el que reposaba y tena ventanas con parteluz y cristal, reforzadas con tiras de plomo. Cranston levant el aldabn de cobre en forma de guantelete de caballero y lo baj con fuerza. Un criado contest y cuando Cranston espet quines eran los acompa desde la puerta hacia una sala oscura revestida de madera con alfombras de lana en el suelo y colgaduras teidas de oro en la pared. Athelstan se fij en lo fresco del lugar, cuando fueron llevados arriba por una escalera de roble y hacia una larga galera, tan oscura que se haban tenido que encender las velas en sus soportes de plata.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor El criado llam a una de las puertas. Adelante! La voz era suave y cultivada. El interior del aposento era de forma rectangular, las paredes estaban pintadas de rojo con estrellas de plata y el pulido suelo embaldosado estaba cubierto de alfombras. Tambin all relucan velas porque haba poca luz y la ventana con parteluz, arriba en lo alto del escritorio, era pequea. Las velas baaban la zona alrededor del gran escritorio de roble, formando un charco de luz. El magistrado supremo Fortescue, entronizado detrs, apenas se movi cuando entraron. Una mano llena de anillos sigui tamborileando el sobre del escritorio mientras la otra revolva unos documentos. Como todos los de su clase, Fortescue era un hombre alto, severo, completamente calvo, con rasgos afilados como un cuchillo y ojos duros como la piedra. Dio a sir John Cranston una clida, aunque forzada bienvenida, pero cuando Athelstan se present y dijo cul era su oficio, el magistrado supremo sonri framente y lo desde con un parpadeo. Es de lo ms inusual murmur que un fraile est fuera de su orden y ejerciendo un oficio tan bajo! Cranston resopl con grosera y hubiera intervenido si Athelstan no lo hubiera hecho. Magistrado supremo Fortescue contest, mi trabajo es asunto mo. Vos me convocasteis aqu, no fui yo quien pidi audiencia. Cranston eruct sonoramente en seal de aprobacin. Cierto, cierto! murmur Fortescue Pero este encuentro ha sido dispuesto por alguien ms poderoso que yo. Sonri tristemente y cogi un cuchillo que utilizaba para cortar pergamino y lo balance delicadamente entre sus manos. Vivimos tiempos difciles, hermano. El anciano rey ha muerto y por primera vez en cincuenta aos tenemos nuevo rey, y resulta ser un muchacho. Son tiempos peligrosos. Enemigos dentro y fuera! Baj la voz. Algunas personas dicen que se necesita un hombre fuerte para gobernar el reino. Como vuestro patrn, Su Excelencia Juan de Gante, duque de Lancaster? interrumpi Cranston. Como Su Excelencia el duque de Lancaster respondi Fortescue imitando a Cranston El es el regente, as proclamado por deseo del rey fallecido. Regente! prorrumpi Cranston. No rey! Algunos dicen que debera serlo. As pues, algunos solt Cranston son granujas y traidores! Fortescue sonri como si hubiera intentado seguir por un camino y se diera cuenta de que estaba cortado. Por supuesto, por supuesto, sir John murmur. Nosotros nos conocemos bien. Pero Gante es regente, necesita amigos y aliados. Otros lores desean su muerte. En la Cmara de los Comunes se murmura sobre conspiraciones, sobre gastos, sobre la necesidad de firmar la paz con Francia y con Espaa. Ponen objeciones a los impuestos que son necesarios. La Cmara de los Comunes quiz tenga razn respondi Cranston speramente.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Respecto a otros continu Fortescue, tal vez, pero la lealtad del regente hacia el joven rey es firme y busca apoyo de sus amigos y aliados. Hombres como Springall, sir Thomas Springall, orfebre, mercader y concejal de la ciudad. Springall est muerto respondi Cranston, as que el duque ha perdido a un amigo poderoso. Exacto! Athelstan vio cmo los ojos de obsidiana del magistrado supremo miraban airadamente al juez e intervino antes de que causara ms dao. Sir John era un jurista del Middle Temple* y haba sido designado por el rey fallecido, una designacin confirmada por la Cmara de los Comunes y por los poderosos mercaderes del Ayuntamiento; poda pasarse de la raya. *Uno de los cuatro grandes institutos jurdicos o facultades de derecho. Los otros tres son: Lincoln's Inn, Gray's Inn e Inner Temple. (N. del T.) Mi seor de Gante debe lamentar la muerte de Springall? pregunt Athelstan. En efecto. Fortescue se levant y fue hacia una mesita en el rincn sobre la que haba algunas copas. Las llen hasta el borde y se las llev. Athelstan no la acept, era demasiado pronto por la maana para ese tipo de bebida, pero Cranston qued bien por los dos; vaci una copa y la otra en su cavernosa garganta de un trago sonoro y largo. Cuando hubo acabado, Cranston dej las copas dando un golpe sobre la mesa que tena delante, cruz sus gruesos y robustos brazos y mir fijamente al magistrado supremo. Sir Thomas Springall sigui Fortescue era un buen amigo del duque. Un socio ntimo. La noche pasada ofreci un banquete en su casa en la zona del Strand. Yo estuve all, junto con mi mujer, su hermano sir Richard y otros colegas. Me march despus de la puesta de sol, cuando las campanas de Santa Mara Le Bow tocaban a queda. Fue una noche agradable, la conversacin as como la comida, de lo ms apetecible y excitante. Por lo que me ha dicho sir Richard Springall, sir Thomas se retir justo antes de medianoche. Aunque estaba casado dorma en su propia habitacin. Dese las buenas noches a su mujer, a su hermano y a sus socios y se fue hacia arriba a su aposento y, como de costumbre, cerr la puerta con llave y ech el pestillo. Ahora bien, sir Thomas era un hombre sensual. Como a usted, sir John, le gustaba un buen vaso de clarete. Cada noche mandaba que su sirviente Brampton le dejara una copa de vino en la mesa, junto a su cama. Esta maana, el capelln de Springall, padre Crispn, fue a despertarlo y no obtuvo respuesta. Avis a otras personas y, en fin, abreviando, se forz la puerta. Sir Thomas Springall fue encontrado muerto sobre su cama con la copa junto a l medio vaca. Avisaron al mdico local. Este examin el cadver as como el contenido de la copa de vino y declar que sir Thomas haba sido envenenado. Se inici inmediatamente un registro. Fortescue hizo una pausa y se lami los finos labios. El aposento de Brampton estaba vaco pero cuando vaciaron su cofre encontraron frascos con veneno,

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Paul Harding La Galera del Ruiseor escondidos bajo la ropa del fondo. Despus, una hora ms tarde Brampton fue encontrado colgado en un desvn de la casa. Fortescue dej ir un suspiro. Al parecer Brampton y sir Thomas se haban peleado a lo largo del da y la discusin haba llegado a su punto culminante a primeras horas de la tarde. Brampton se guard el enfad. Debi comprar el veneno o ya lo tena, llev la copa a la habitacin de su amo, le puso el veneno y se march. Sin embargo, al igual que Judas, tuvo remordimientos. Subi al desvn de la casa y, como Judas, all se ahorc. Es extrao dijo Cranston pensativo y apret los labios. El qu, sir John? Tenemos un sirviente que se ha discutido con su amo y echa pestes. Sin embargo, no olvida sus deberes y sube la copa de vino. Si el vino no hubiera sido envenenado respondi secamente Fortescue, habra sido una atencin. Pero, sir John, un hombre que ofrece un cliz envenenado no es un amigo. Dnde est pues el misterio? Fortescue sonri levemente. Ah, eso lo habis de descubrir vos. Mi seor Gante cree que s lo hay. Recordad que Springall dej dinero a la corona. Hay razones para ver en la muerte del mercader un obstculo para el regente. Fortescue se encogi de hombros. Su Excelencia no me ha revelado sus pensamientos ms ntimos pero cree que con esto su regencia se ve amenazada. El magistrado supremo cogi un rollo de pergamino atado con una cinta escarlata y se lo entreg a Cranston. Athelstan vislumbr los sellos prpura del regente. Vuestro nombramiento dijo Fortescue secamente, autorizacin legal y permiso para proseguir con este asunto. El magistrado supremo se levant indicando que la reunin haba terminado. Por supuesto, todos los gastos se han de entregar al funcionario de Hacienda. Se frot las manos secamente. Aunque los barones cuestionarn cualquier exceso de comida o de bebida. Cranston se levant. Mis minutas sern justas, como siempre lo son, y tomar lo que necesite. Despus de todo, mi seor, cuando uno escucha a algunos hombres, sus mentiras se le pegan a uno en la garganta y dan una sed terrible. El forense cogi su capa y Athelstan agarr su bolsa de piel con el material de escritorio y sigui los andares pesados de Cranston hacia la puerta. El fraile no se atrevi a levantar la mirada y tuvo que hacer esfuerzos para mantenerse impvido. Sir John! El forense se detuvo. Los Hijos del Rico Epuln? pregunt Fortescue. Los conocis? Cranston neg con la cabeza. No, acaso debera? Son un grupo secreto contest Fortescue malhumoradamente. Su naturaleza y sus intenciones son un misterio, pero segn me han sealado

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Paul Harding La Galera del Ruiseor mis espas, sir Thomas estaba relacionado con ellos. El Rico Epuln no os dice nada? Era un juez de los Evangelios, no? Rico y corrupto que dejaba que los pobres murieran de hambre a las puertas de su casa. Fortescue sonri y mir a fray Athelstan. Es cierto, fray Athelstan dijo de repente, que estis expiando la muerte de vuestro hermano? Es ese el motivo de que vuestra orden os haya enviado a la iglesia de San Erconwaldo y os haya hecho escribano del aqu presente sir John Cranston? La sonrisa burlona del magistrado supremo se agrand. Deberais sentaros a sus pies, hermano. Sir John os ensear las leyes. Os dir todo lo que sabe. Seguro que no le llevar mucho tiempo! Cranston se gir. Pareca que su mechn de cabello gris como el acero se erizaba de rabia y que sus ojos negros se llenaban del espectro de la burla maliciosa. Se acarici la barba y el bigote. Eso har, mi seor dijo lentamente. Instruir a fray Athelstan en lo que respecta a las leyes y estoy seguro de que no me llevar mucho tiempo. Despus, obviamente, le ensear lo que sabemos ambos, vos y yo, y estoy seguro de que no me llevar mucho ms! Cranston gir sobre sus talones y con Athelstan corriendo detrs y conteniendo la risa, salieron de Alphen House hacia Castle Yard de vuelta a Holborn. Bastardo!, granuja!, libertino!, cretino! Cranston solt un resumen sucinto de lo que pensaba del magistrado supremo. Athelstan simplemente movi la cabeza, atrapado entre la admiracin de la honestidad de Cranston y el deseo de romper a rer por el modo en que haba tratado al magistrado supremo. Se detuvieron en una esquina de la calle que va a Holborn para dejar pasar traqueteando a un carro de ejecucin, con sus ruedas metlicas retumbando en el pavimento. En el interior un verdugo enmascarado de negro y un sacerdote con la cara cetrina cubierta por el sudor vigilaban a un pirata cogido, as deca un cartel prendido con alfileres a la carreta, haca dos das en la desembocadura del Tmesis. A pesar de que llevaba un letrero alrededor del cuello, el tipo iba riendo y bromeando con el grupito de personas que los seguan a ambos lados, entonando una cancin propia de los das de ejecucin: Poneos el guardapolvo el lunes. Al condenado pareca importarle un bledo su muerte inminente. Estaba ms interesado en cortar su capa escarlata y su jubn de tafetn y repartir los trozos entre los espectadores. De vez en cuando levantaba la vista y sonrea al verdugo. No os repartiris mi ropa! grit. Vine desnudo al mundo y me ir desnudo! Y con alegra, sabiendo que no os queda nada mo! La muchedumbre estall en risas ante tal ocurrencia y cuando el carro subi rodando hacia el gran cadalso de tres brazos en Elms se puso a cantar. Parece ms una boda que una ejecucin! musit Cranston. El verdugo descorrer el nudo. Este tipo bailar durante un buen rato antes de morir.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Atravesaron el sendero lleno de surcos hacia la parte sombra de la calle, ya que el sol brillaba entonces con ms fuerza y los golpeaba con intensidad. Cranston se enjug la cara sudada y empuj a Athelstan al interior de la acogedora sombra de la taberna del Cerdo del Obispo. El interior de la cervecera era oscuro y fresco, con un techo alto de maderas negras que dejaba circular el aire que vertan las grandes ventanas abiertas del fondo. Cranston y Athelstan se sentaron all y el fraile se sorprendi por la constante necesidad de sir John de tomar algo. El forense coma y beba como si fuera a acabarse el mundo. Como era habitual, sir John qued bien pues pidi dos grandes jarras de cerveza negra y espumosa, un pastel de anguila y un plato de verdura. Todo ello desapareci en la boca abierta del forense, mientras segua maldiciendo a Fortescue. Finalmente, se le agot el rencor, se limpi los labios, se reclin sobre la pared y mir hacia el fraile. Athelstan, absorto en sus asuntos de la iglesia, se dio cuenta de que a sir John le haba vuelto el buen humor y que ahora se concentraran en el problema en cuestin. Tena razn el magistrado supremo? Respecto a qu? pregunt Athelstan. A vos y a vuestro hermano? Athelstan hizo una mueca. En cierta medida dijo la verdad, pero no creo que al magistrado supremo le interese ese asunto. Fue ms con la intencin de hacer dao. Cranston asinti y apart la mirada. A l no le gustaban los sacerdotes. No le gustaban los monjes. Y ciertamente no le gustaban los frailes, pero Athelstan era diferente. Mir la cara morena del fraile, su cabello negro tonsurado con cuidado. Ms como un soldado, pens, que como un monje. Suspir mientras se limpiaba el sudor de su garganta. Cada hombre tena sus secretos y Cranston tena los suyos. Este asunto dijo. La muerte de Springall. Vos creis que hay algn misterio? Athelstan se inclin hacia adelante y apoy los codos sobre sus rodillas. Hay algo extrao musit. Un mercader es asesinado por su criado, quien despus se suicida. Una muerte muy limpia, ordenada. Todos los cabos atados como en un paquete, un embalaje, un regalo para la Noche de Reyes. Sin duda hay dos misterios. El primero, el de la limpieza de las muertes; el segundo, el inters que mi seor de Gante ha demostrado en ellas. S, sir John, creo que hay un enigma, pero slo el buen Dios sabe si lo resolveremos! An hay ms, no es as? dijo Cranston, satisfecho de que sus pensamientos se vieran confirmados. Desde luego respondi Athelstan mientras se incorporaba y se desperezaba Parece que Gante tenga miedo de que Springall haya muerto, como si esa muerte supusiera una amenaza personal. Ha de ser as; de otro modo, por qu iba a hacer que el magistrado supremo se entrevistara con nosotros? Para convencernos de la importancia del asunto? Para probar nuestra lealtad y darnos una comisin especial? Se levant. Si ya est bien, sir John, tal vez ya es hora de que averigemos algo.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Cranston se levant, cogi su capa y se la colg del brazo. Se ajust el gran cinturn de la espada. De l colgaba una daga galesa larga y fina metida en una vaina de piel cuarteada, era la espada ms grande que Athelstan haba visto. Una vez ms forz los labios para esconder una sonrisa. Cranston se iba contoneando por la taberna y se despeda a gritos del dueo y de su mujer, que andaban atareados entre las barricas al fondo de la sala. El buen humor del forense se haba restablecido y Athelstan se prepar para un da excitante. Caminaron de vuelta hacia Cheapside. Era ya primera hora de la tarde y los comerciantes andaban ocupados. Buenos sombreros! grit uno. Alfileres!, puntas!, ligas!, guantes espaoles!, cintas de seda! grit otro. Venid cacare una mujer desde una puerta, dejaos almidonar la gorguera!, linn fino! Los gritos se elevaban como un coro demoniaco. Los carros retumbaban, ya vacos despus del negocio de una maana, con sus propietarios deseosos de abandonar la ciudad antes del toque de queda. Un grupo de concejales, ataviados con largos trajes ricamente adornados de pieles, era objeto de grosera burla por parte de un grupo de galanes resplandecientes vestidos con ropa de oro y satn, bisutera y un perfume barato que cargaba el aire. Un grupo de jinetes vena trotando de los campos, con los halcones en sus muecas. Los feroces pjaros, que ya haban satisfecho su sed de sangre, iban sentados tranquilamente bajo las capuchas. Cranston se detuvo junta a una barbera al tiempo que se pasaba los dedos por la barba y el bigote, pero una mirada a la sangre humeante que haba en unos cuencos junto a la silla le hizo cambiar de opinin. Siguieron de vuelta hacia Cheapside. Conocis la casa, sir John? Cranston asinti y seal con el dedo. All es, la mansin Springall. Athelstan se detuvo y cogi a Cranston por el codo. Sir John, esperad un momento. Empuj al perplejo forense hacia una puerta oscura. Qu sucede, monje? Soy un fraile, sir John. Recordadlo, por favor. Un miembro de la orden predicante fundada por santo Domingo para trabajar entre los pobres y educar a los ignorantes. Cranston sonri. Me doy por corregido. As, qu pasa, fraile? Sir John, los documentos. Deberamos examinarlos. El forense hizo una mueca y sac los rollos que le haba entregado Fortescue. Rompi los sellos y los abri. No hay gran cosa musit mientras los lea rpidamente. Nos dan plena autoridad para investigar los asuntos relacionados con la muerte de sir Thomas Springall y obligan a todos los sbditos leales a contestar a nuestras preguntas con toda fidelidad. Mir bruscamente a Athelstan. Me pregunto si eso incluye a los Hijos del Rico Epuln. El fraile se encogi de hombros.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Vos conocis la ciudad mejor que yo, sir John. Cada oficio tiene su gremio y cada gremio su patrn. Sospecho que los Hijos del Rico Epuln es un ttulo creado para cubrir los asuntos ms sucios de algunos de los mercaderes ms ricos de la ciudad. No traman traicin sino lucro. Cranston sonri y sali de la puerta. Venga, vamos, dominico fiel, descubramos ms!

Captulo IILa casa era un edificio bonito, muy parecido al de lord ^ Fortescue, aunque hoy grandes banderas negras, del ms caro tejido, colgaban de las ventanas del piso superior y el amplio escudo del orfebre, sobre la puerta principal, se esconda bajo damasco negro. Un sirviente mayor, vestido como la propia Muerte, atendi la puerta. Su rostro estaba empapado en lgrimas y sus ojos enrojecidos de llorar. Sir John Cranston, forense de la ciudad de Londres, y fray Athelstan anunci en voz baja el fraile. El sujeto asinti con la cabeza y los condujo por un corredor oscuro hasta el gran saln de banquetes, tambin con colgaduras negras. Mientras atravesaban el suelo a cuadros blancos y negros, como un tablero de ajedrez, Athelstan sinti como si entrara en el valle de las sombras. Telas negras tapaban los tapices y las pinturas de las paredes. El aire se notaba denso y pesado, no a causa del calor y el bochorno del da sino debido a algo ms que le haca sentir un picor en el pelo de la nuca y le haca temblar. Cranston, sin embargo, caminaba pesadamente, con los ojos nublados fijos en un grupo de gente sentada alrededor de la mesa que haba sobre la tarima, al fondo del saln. En el centro un gran salero plateado centelleaba como la luz de un faro bajo el resplandor de las brillantes velas. La ventanita del mirador, por encima de la mesa, dejaba entrar algo de claridad, pero Athelstan no pudo distinguir claramente las figuras. Parecan esconderse entre las sombras, hablando en voz baja. La conversacin se detuvo as que vieron el enorme cuerpo de Cranston dirigindose torpemente hacia ellos. En qu os puedo servir? Cranston se detuvo sbitamente, casi chocando con Athelstan cuando se giraron para mirar al interlocutor. Una joven que estaba sentada en el alfizar de la ventana se levant y se dirigi hacia ellos. Quin sois? pregunt Athelstan. La esposa de sir Thomas Springall contest la mujer framente, poniendo el pie en la luz. Dios Santo, pens Athelstan, era preciosa. Su rostro un sueo de belleza, con ojos negros y cara de ngel como los que estn pintados en las ventanas de la abada. Su fino cuerpo estaba moldeado con exquisitez, su piel era oro bruido. Su cabello era oscuro, de color rojo sangre y sus labios carmes y tan exuberantes como una rosa primaveral. La viuda de sir Thomas? pregunt Cranston discretamente. S. La voz son spera Y vosotros, seores, que hacis aqu?

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Cranston ech una ojeada al grupo de personas que permanecan sentadas y en silencio alrededor de la mesa sobre la tarima y se quit el sombrero como un borracho. Sir John Cranston, forense del rey. Y ste seal con la mano detrs es mi fiel Mefistfeles, fray Athelstan. La mujer pareca desconcertada. Mi escribiente articul con dificultad Cranston. Seora interrumpi Athelstan, que Dios tenga a vuestro marido en la Gloria, pero est muerto. Sir John y yo tenemos rdenes de examinar el cuerpo para determinar la causa real de su muerte. Sentimos inmiscuirnos en vuestro dolor. La mujer se acerc y Athelstan se dio cuenta de lo plida que tena la cara y que sus ojos se haban enrojecido de llorar. Se fij en que los puos de sus mangas del vestido negro de encaje estaban mojadas de lgrimas. La mujer les hizo una seal con la mano y las personas sentadas en la tarima se levantaron. Todas vestan de negro y pareca que detrs taparan a un hombre ancho de pecho, gordo y elegante, calvo, nariz carnosa, ojos y boca duros como el pedernal. Quines sois, seores? cruji. Yo soy sir Richard Springall, hermano y albacea del fallecido sir Thomas! Cranston y Athelstan se presentaron. Y por qu habis venido aqu? A peticin del magistrado supremo. Cranston entreg su nombramiento. Sir Richard deshizo la cuerda de seda roja, desenroll el pergamino y ech una rpida ojeada al contenido. Dirigi seales extensivas hacia la mesa. Podis uniros a nosotros. Tenemos asuntos que discutir. La muerte de sir Thomas es un gran golpe. Athelstan pens que sir Richard pareca ms un mercader ansioso que un apenado hermano, pero tomaron asiento y sir Richard present a sus compaeros. Eh el extremo de la mesa se encontraba el padre Crispn, sacerdote de la cancillera y capelln de la familia Springall. Era un hombre joven, de cara demacrada, ojos negros, bien afeitado y cuyo cabello no estaba tonsurado sino que colgaba en bucles sobre sus hombros. Su hbito oscuro era caro y se anudaba al cuello con un broche de oro y lazos de plata. En el otro lado, se sentaba Edmundo Buckingham, empleado de sir Thomas, de la misma edad que el padre Crispn, pero ms moreno, con rostro cetrino, ojos penetrantes y labios finos. Un escribiente o secretario nato, un contador de balas y telas, ms apropiado para poner cuentas en limpio y guardar pergaminos que para perder el tiempo hablando. Tamborileaba con fuerza sobre la mesa con los dedos, mostrando su desagrado respecto a lo que l consideraba una intrusin injustificable. Los dos restantes miembros del grupo, Allingham y Vechey, eran los clsicos mercaderes vestidos con jubones de brocado de seda oscuro, cadenas de oro y anillos de plata en los carnosos dedos. Esteban Allingham era alto y desgarbado, de rostro severo y picado de viruela y grasiento cabello pelirrojo. Los dientes superiores le sobresalan, lo que le haca parecer un conejo asustado; sus dedos, con las uas llenas de porquera, no dejaban de moverse junto a su boca como si estuviera

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Paul Harding La Galera del Ruiseor intentando recordar algo. Teobaldo Vechey era bajo y gordo, cara hinchada y blanca como la masa, ojos como botoncitos negros, nariz algo ganchuda y boca bien apretada con amargura. Despus de las presentaciones sir Richard mand traer unas copas de vino blanco. Dios mo!, rog Athelstan, ms no! Sir John, con los ojos ya pesados, sonri ampliamente. Un sirviente trajo una bandeja con copas. Sir John vaci la suya de un sonoro trago y mir con glotonera la de Athelstan; el fraile suspir y asinti. Sir John ri y se la bebi, insensible a las miradas de sorpresa de los que le rodeaban. Athelstan vaci su bolsa de piel, alisando las arrugas del pergamino y colocando las plumas y el tintero plateado en su tablero de escribir. Sir John, ya restaurado, dio una palmada y se inclin, mirando hacia sir Richard en la cabecera de la mesa. El codo de Cranston resbal y se tambale peligrosamente. Athelstan oy cmo el joven escribiente se rea disimuladamente y atisbo una burla silenciosa en los bellos ojos de lady Isabel. S, perfectamente bram Cranston. Sir Richard, vuestro informe? Vuestro hermano ha sido asesinado. La pasada noche empez sir Richard tuvo lugar un banquete. Todos nosotros estbamos presentes, junto con sir John Fortescue, el magistrado supremo. l se march hacia las once, antes de medianoche. Sir Richard se chup los labios y Athelstan se pregunt por qu razn el magistrado supremo haba mentido respecto a la hora en que se haba ido de la casa. Mi hermano continu sir Richard nos dese buenas noches aqu en el saln y subi hacia su aposento. Lady Isabel interrumpi Cranston, tenis habitacin separada? S. La seora mir hacia atrs framente. Mi marido as lo prefera. Por supuesto sonri Cranston. Sir Richard? Fui a desearle buenas noches a mi hermano. Iba vestido para meterse en la cama y las cortinas estaban corridas. Vi la copa de vino en la mesa, junto a su cama. Me dese un buen sueo. Cuando me iba, o cmo cerraba con llave y con pestillo. Athelstan dej la pluma. Por qu lo hizo? Sir Richard movi la cabeza. No lo s, siempre lo haca. Le gustaba la intimidad. Y entonces? A la maana siguiente empez el padre Crispn, inclinndose, fui a despertar... No! interrumpi lady Isabel. Yo envi a mi criada Alicia. Llam a la puerta de la habitacin de mi marido minutos despus de que se hubiera retirado y le pregunt si quera algo. Alis la mesa frente a ella con sus dedos largos y elegantes. Mi marido grit que todo estaba bien. Athelstan mir de reojo a Cranston. Los ojos de pesados prpados del forense se cerraban. Athelstan le dio un puntapi bajo la mesa. Ah, s, por supuesto. Cranston se incorpor, eructando suavemente . Padre Crispn, decais?

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Paul Harding La Galera del Ruiseor A prima, s, ms o menos entonces, tocaron las campanas de Santa Mara Le Bow. Era una hermosa maana y sir Thomas haba pedido que se le despertara pronto. Sub a su aposento y llam. No obtuve respuesta. As que fui a buscar a sir Richard. Tambin l intent despertar a sir Thomas. La voz del joven sacerdote se apag. Y entonces? Forzamos la puerta respondi sir Richard. Mi hermano estaba tumbado sobre la cama. Primero pensamos que le haba dado un ataque y mandamos llamar al mdico de la familia, Pedro de Troyes. l examin a mi hermano y vio que su boca estaba manchada, tena los labios negros. Oli la copa y declar que contena droga, probablemente una mezcla de belladona y arsnico rojo. Suficiente para matar a todos los de la casa! Quin puso la copa all? pregunt Athelstan, dndole un codazo a Cranston para que despertara. Mi marido gustaba de tomar una copa del mejor burdeos en su habitacin por la noche, antes de retirarse. Brampton siempre se la suba. Ah, s, Brampton llev una copa de clarete! Cranston chasque los labios. Deba de ser un buen criado, un buen tipo! Sir John lady Isabel chill con rabia, l envenen a mi marido! En que os basis para decir eso? l subi la copa. Cmo lo sabe? Siempre lo haca! Entonces por qu se ahorc? Por remordimiento, supongo. Dios bendito grit, y yo qu s? Sir John... El padre Crispn levant la mano con gesto apaciguador ante el deliberado arrebato de sir Richard en defensa de lady Isabel. El mercader estaba furioso y con el rostro tan enrojecido que Athelstan pens que le iba a dar un ataque. Lady Isabel est muy turbada continu el sacerdote. Brampton subi la copa, de eso estamos seguros. Estuvo l en el banquete la pasada noche? pregunt Athelstan. No. Sir Richard neg con la cabeza El y mi hermano se haban peleado con violencia a primeras horas del da. Por qu motivo? Sir Richard mir nervioso hacia Vechey y Allingham. Sir Thomas estaba furioso: acus a Brampton de registrar sus documentos y memorandos. En la habitacin de mi hermano hay unos cofres. Encontr que la tapa de uno haba sido forzada y junto a l un botn plateado del jubn de Brampton. Por supuesto Brampton neg los cargos y la pelea se alarg casi todo el da. As que Brampton se qued enfadado en su habitacin, no atendi el banquete y se retir a dormir, no sin antes haber llevado la copa de vino a la habitacin de su amo? Eso parece. Cranston estaba ahora echando una cabezada, con la cabeza ladeada, y sus suaves ronquidos indicaban que haba tenido un buen da de bebida. Athelstan no hizo caso de las miradas divertidas de los dems, separ la bandeja escritorio e intent imponerse.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Hay algo que yo no entiendo dijo. Brampton se pelea con sir Thomas, quien le ha acusado de registrar sus documentos personales. Sasinti sir Richard, mirndolo con cautela. Brampton echa pestes, pero despus sube la copa de vino. Un buen detalle? No si estaba envenenado! chill Allingham. La copa estaba envenenada, rociada con una pcima mortal. Athelstan se vio atrapado en una cinaga. Los que escuchaban alrededor de la mesa se burlaban de l, despreciando a Cranston por borracho y a l por fraile ignorante. Quin estaba presente pregunt cuando se encontr el cuerpo de sir Thomas? Yo respondi sir Richard Y por supuesto el padre Crispn. El seor Buckingham tambin subi. Yo tambin dijo Allingham. S, es verdad aadi sir Richard. As, vos mandasteis llamar al mdico? S, ya lo he dicho. Y entonces? Yo vest el cuerpo seal el padre Crispn. Lo lav, hice lo que pude, y le administr los ltimos sacramentos, ung sus manos, su rostro y sus pies. Vos debis recordar, fray, que algunos telogos, los dominicos el sacerdote sonri finamente, afirman que el alma no deja el cuerpo hasta transcurridas unas horas despus de la muerte. Ruego a Dios que se apiade de su alma. Sir Thomas necesitaba clemencia? Era un hombre bueno respondi secamente el padre Crispn Fund capillas, daba dinero a los pobres, reparta comida, cuidaba de viudas y hurfanos. Estoy seguro de que el buen Dios se apiadar de su alma murmur Athelstan Respecto a Brampton, lo buscasteis? Scontest sir Richard enrgicamente. Sospechamos que estaba involucrado, as es que registramos su habitacin. Encontramos un frasquito con tapn en un cofre, bajo algunas ropas. Un criado se lo llev a Pedro de Troyes y ste declar que contena la misma mezcla que haba en la copa de vino de mi hermano. Fuimos entonces en busca de Brampton. Yo encontr el cadverinterrumpi Vechey. Me di cuenta de que la puerta que da al desvn estaba medio abierta, as es que sub. Trag saliva Brampton estaba all colgado. El individuo se estremeci. Fue horroroso. El desvn estaba vaco y haca fro. Ola muy mal. El cuerpo de Brampton colgaba all, como una mueca rota, el juguete de un nio, el cuello ladeado, el rostro ennegrecido, la lengua colgando hacia afuera! Ech un trago de vino. Cort la cuerda, lo baje y afloj el nudo, pero estaba muerto, era ya un cadver fro y hmedo. Mir hacia sir Richard suplicante. El cuerpo an est all. Hay que retirarlo! Decidme pregunt Athelstan, todos vosotros vivs aqu?

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Paul Harding La Galera del Ruiseor S contest sir Richard. El seor Allingham es soltero. El seor Vechey es viudo sonri, aunque todava le interesan las mujeres. Esta mansin es grande, tiene cuatro pisos, est construida en ngulo recto alrededor de un patio. Sir Thomas no vea por qu sus socios no deban compartir la misma casa. Viviendas, propiedades, su valor ha aumentado, y con los impuestos reales... Su voz se apag. Athelstan asenta comprensivamente, intentando esconder su frustracin. All no haba nada. Nada en absoluto. Un mercader haba sido asesinado, su asesino se haba ahorcado. Al mismo tiempo Athelstan detectaba algo. Esta gente era pomposa, arrogante, segura de s misma. Callejeaban orgullosos como gallos, seguros de sus riquezas, de su poder, de sus amigos en la corte y en Hacienda. Sir Thomas trataba bien a Brampton? pregunt Athelstan Era un buen amo? No encontrara caballero ms corts respondi Allingham Sir Thomas daba limosnas generosas a los pobres de la parroquia de San Bartolom, al gremio y termin con desprecio a frailes como usted! Entonces por qu se pele tan violentamente con Brampton? Haba sucedido anteriormente? Allingham se detuvo, desconcertado. No murmur. No, en absoluto. Slo se trataba de una ria. Lady Isabel pregunt Athelstan, vuestro marido andaba inquieto o preocupado por algo? Sir Richard dio unas palmaditas en la mueca de lady Isabel indicndole que l contestara. Estaba preocupado por la guerra y por el aumento de la piratera en los canales de la Mancha y de San Jorge. Hace poco perdi dos barcos en manos de piratas de la Liga Hansetica. Se resenta de las crecientes demandas de prstamos por parte del anciano rey. Y Brampton era un buen mayordomo? S respondi rpidamente Lady Isabel, s lo era. Qu tipo de persona era? Ella hizo una mueca. Tranquilo, amable y criado leal. Sus ojos se ablandaron. Lo vi justo despus de la pelea con mi marido. No haba visto nunca a Brampton en tal estado; irritado y preocupado, tan enfadado que apenas poda sentarse tranquilo. Vuestro marido mencion la pelea? Dijo que investigara el asunto. Ms que enfadado estaba sorprendido. Dijo que no era propio de l. La dama hizo una pausa Durante el banquete mi marido espit una cuba de su mejor burdeos. Yo le envi una copa a Brampton en seal de paz. Estis segura de que sir Thomas tena a Brampton en mucha estima? Estoy segursima. Lady Isabel movi la cabeza y baj la mirada hacia la mesa. Qu os parece si avanzamos hacia otras cuestiones? El banquete de la pasada noche. Cranston se ech un pedo suavemente. Sin embargo, el ruido son en la sala como una sonora campana y lady Isabel desvi la mirada con asco.

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Paul Harding La Galera del Ruiseor Sir Richard mir airadamente hacia el rincn mientras a Athelstan le suban los colores de vergenza ante la risa disimulada y las carcajadas de Buckingham. Cul era el motivo del banquete de la pasada noche? La coronacin del joven rey respondi sir Richard Cada gremio debe preparar su desfile. Estuvimos discutiendo los planes que tena el Gremio de los Orfebres para el espectculo. Y por qu estaba el magistrado supremo Fortescue? No lo sabemos dijo Allingham con voz aguda. Sir Thomas dijo que el magistrado supremo vendra. A menudo haca tratos con l. Sonri con afectacin. Fortescue le deba dinero, al igual que muchos jueces y lores de la ciudad. A qu son debidas todas estas preguntas? pregunt sir Richard suavemente. El asunto est claro. Incluso un nio mir con desprecio hacia sir Johnlo vera! Mi hermano fue asesinado, su asesino fue Brampton. Por qu tenemos que examinar estas cuestiones, tan turbias, que no causan ms que pena y dolor? Nosotros somos hombres ocupados, fray Athelstan. Vuestro amigo puede seguir durmiendo, pero nosotros tenemos asuntos que atender. El cadver de mi hermano yace fro en el piso de arriba. Hay que preparar el funeral, hay asuntos que arreglar, hemos de ponernos en contacto con compaeros de negocio. Extrao! Cranston se movi y abri los ojos Lo encuentro muy extrao. Athelstan dirigi la mirada sobre la mesa y sonri para s. Una de las cosas que no poda entender, pero con la que ms disfrutaba, era cmo el grueso y gordo forense poda dormitar y estar atento a la conversacin que se desarrollaba en torno a l. Qu es extrao? solt lady Isabel, haciendo evidente su aversin por el forense. Bien, mi seora Cranston se chup los labios, vuestro marido tiene un criado, Brampton. Brampton es leal y obediente, como el buen sirviente del evangelio. Por qu deseara revolver en los papeles de vuestro marido? Qu tena que esconder vuestro marido? Lady Isabel simplemente mir hacia atrs. Supongamos que lo hizo continu Cranston respirando profundamente. Supongamos simplemente que lo hizo y que hubo una pelea, con seguridad no sera ese el motivo para causar un asesinato o un suicidio? Vos habis dicho, seora, lo tranquilo y plcido que era Brampton. No era un hombre de humor peligroso o de carcter impetuoso que pudiera cometer un acto tan horroroso y despus arreglarlo quitndose la vida. Cmo sucedi entonces? pregunt sir Richard con dureza. Bien dijo Cranston, pudiera ser que Brampton subiera la copa de vino a su amo en seal de paz? No hizo caso de la risa burlona que haba en la cara de Vechey. La colocara sobre la mesa y se marchara? Y? pregunt lady Isabel. Otra persona subiera durante el banquete y pusiera veneno en la copa. O bien Cranston se frot sus gordas manos, acogiendo su idea con entusiasmo, cmo sabemos que sir Thomas no tuvo ninguna visita

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Paul Harding La Galera del Ruiseor despus de retirarse? Alguien que subi las escaleras y continu por la galera, se desliz en la habitacin de sir Thomas, tal vez entabl conversacin con l y mientras lo haca, verti secretamente el veneno en la copa. Levant la mano para acallar el murmullo. Slo estoy teorizando, tal como dicen los telogos, especulando sobre la naturaleza de las cosas. Pues, seor, sois idiota! Cranston, Athelstan y la dems gente se giraron asombrados y recorrieron el saln con la mirada. En la puerta haba una mujer mayor vestida completamente de negro como una monja. Su cabeza se cubra con un grueso velo de linn recogido en un grin pasado de moda, que enmarcaba su rostro de limn agrio entre el encaje ne