foucault, m. - el orden del discurso

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MICHE.L FOUCAULT EL ÜRDEN DEL DISCURSO F A BUL A S �CHOR

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El orden del discurso - Foucault

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Page 1: Foucault, M. - El Orden Del Discurso

MICHE.L FOUCAULT

EL ÜRDEN DEL DISCURSO

F A BUL A TUSÍ\UETS �CHORES

Page 2: Foucault, M. - El Orden Del Discurso

MICHEL FOUCAULT

En 1970 Michel Foucault sucedió a Jean !:!yppolite en el College de France, ·donde se hizo cargo de la cátedra de historia de los sis­temas de pensamiento. El orden del discurso fue su lección inaugural. Preocupado siem­pre por las complejas relaciones entre el sa­ber y el origen del poder, Foucault resumió en este texto el núcleo de sus investigªciones y adelantó todo un programa futuro de tra­bajo. A través de un minucioso análisis de las variadas formas de acceso (o de las prohi­biciones y tabúes) a la palabra, de la margi­nalidad de determinados discursos (la locu­ra, la delincuencia) o la controvertida volun­tad de verdad de la cultura occidental, este opúsculo consigue poner de manifiesto la inquietante fragilidad de categorías filosófi­cas aparentemente sacrosantas, como las de sujeto, conciencia e historia. A casi treinta años vista, este polémico y ejemplar «discur­so» mantiene toda la espontaneidad creado­ra de una auténtica obra filosófica.

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Michel Foucault

El orden del discurso Traducción de Alberto González Troyano

F A BUL A TUSílUEfS "'<!!X!CfilS

Page 4: Foucault, M. - El Orden Del Discurso

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Título original: L'ordre du discours

l.ª edición en Marginales: 1973 3.• edición en Marginales: marzo 1987 l.ª edición en Fábula: octubre 1999 2.• edición en Fábula: enero 2002

© Michel Foucault, 1970 Traducción de Alberto González Troyano, 1973

Diseño de la colección: Pierluigi Cerri

Ilustración de la cubierta: ilustración de Xavier Vives a partir de una idea de Clotet-Tusquets. © Xavier Vives, 1999

Reservados todos los derechos de esta edición para

Tusquets Editores, S.A. - Cesare Cantu, 8 - 08023 Barcelona

ISBN: 84-8310-654-X Depósito legal: B.197-2002 Fotocomposición: Foinsa - Passatge Gaiola, 13-15 - 08013 Barcelona

Impresión y encuadernación: GRAFOS, S.A. Arte sobre papel Sector C, Calle D, n.º 36, Zona Franca - 08040 Barcelona Impreso en España

El orden del discurso

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Lección inaugural pronunciada en el College de France el 2 de diciembre de 1 970.

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1 :, 1i.:

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1 En el discurso que hoy debo pronunciar, y en

todos aquellos que, quizá durante años, habré de pronunciar aquí, habría preferido poder desli­zarme subrepticiamente. Más que tomar la pala­bra, habría preferido verme envuelto por ella y transportado más allá de todo posible inicio. Me habría gustado darme cuenta de que en el mo­mento de ponerme a hablar ya me precedía una voz sin nombre desde hacía mucho tiempo: me habría bastado entonces encadenar, proseguir la frase, introducirme sin ser advertido en sus inters­ticios, como si ella me hubiera hecho señas que­dándose, un momento, interrumpida. No habría habido por tanto inicio; y en lugar de ser aquel de quien procede el discurso, yo sería más bien una pequeña laguna en el azar de su desarrollo, el punto de su posible desaparición.

Me habría gustado que hubiese detrás de mí con la palabra tomada hace tiempo, repitiendo

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de antemano todo cuanto voy a decir, una voz que hablase así : «Hay que continuar, no puedo continuar, hay que decir palabras mientras las ' haya, hay que decirlas hasta que me encuentren, hasta el momento en que me digan -extraña pena, extraña falta-, hay que continuar, quizás, está ya hecho, quizá ya me han dicho, quizá, me han llevado hasta el umbral de mi historia, ante la puerta que se abre ante mi historia; me extra­ñaría si se abriera».

Pienso que en mucha gente existe un deseo semejante de .no. tener gue empezar, un deseo se­mejante de encontrarse, ya desde el comienzo

.. del juego, al otro lado del discurso, sin haber tenido que considerar desde el exterior cuánto podía tener de singular, de temible, incluso qui­zá de maléfico. A este deseo tan común, la ins­titución responde de una manera irónica, dado que hace los comienzos solemnes, los rodea de un círculo de atención y de silencio y les impo­ne, como si quisiera distinguirlos desde lejos, unas formas ritualizadas.

·

El deseo dice : «No querría tener que entrar en este orden azaroso del discurso; no querría tener relación con cuanto hay en él de tajante y decisivo; querría que me rodeara como una transparencia apacible, profunda, indefinida-

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mente abierta, en la que otros respondieran a mi espera, y de la que brotaran las verdades, una a una; yo no tendría más que dejarme arrastrar, en él y por él, como algo abandonado, flotante y dichoso». Y la institución responde: «No hay por qué tener miedo de empezar; todos esta­mos aquí para -mostrarte que el discurso está en el orden de las leyes, que desde hace mucho tiempo se vela por su aparición; que se le ha preparado un lugar que le honra pero que le desarma, y que, si consigue algún poder, es de nosotros y únicamente de nosotros de quien lo obtiene».

Pero quizás esta institución y este deseo no son otra co�ue dos réttlicas opuestas a una misma. inquietud: inguietud con respecto ª' ldr _gue és el dis��rso e!_! su reálidad'maforié:1Lde'cosa1 pfün11ndada o escrita� inquietud con respecto a esta existeµcia transitoria destinada sin duda a desaparecer, pero según una duración que no nos pertenece, inquietud al sentir bajo esta acti­vidad, no obstante cotidiana y gris, poderes y peligros difkiles de imaginar; inquietud al sospe­char la existencia de luchas, victorias, heridas, dominaciones, servidumbres, a través de tantas palabras en las que el uso, desde hace tanto tiem-po, ha reducido las asperezas.

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1.

1 Pero ¿gué hay de tan peligroso en el hecho

de que la gente hable y de gue sus discursos pro­liferen indefinidamente? ¿En dónde está por tan-­to el peligro?

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. -.___ 10 "" He aquí la hipótesis! que querría proponer, \ � 3 d 1 fi d bl 1 1 . ___ �'- ,'� esta tar e, con e m e esta ecer e ugar -o , , ' : t \ quizás el muy provisional teatro- del trabajo

" . � ", que estoy realizando: supongo que en t9da socie� }; � ' --

.� ,� "-� dad 'la producción del discurso está a la vez corl., ·d !�� troladiJ. selecdortacia>y•.--redistribuida __ pot ciert@ --\!' "l · rtúÍftero de 0procedimientc)s que tienen por futi� ;;

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ci6n coniura'.f-sus . poderes y peligro� dominar eF =t�·­��ónfo€ímiento'_aleatori0'.y _esgúivar .su ,pesada 1 témibfo :iuaterialidadf

En una sociedad como la nuestra son bien conocidos los procedimientos de exdusiórd El más evidente, y el más familiar también, es ldJ prohibidofUrio sabe que no tiene derecho a dd cirlo todo� que no se puede hablar de todo�_!ft cualquier·.· circunstancia, que cualquier'. en fin, rio puede hablar._ de cualquier cosat1 Tabú deF objeto� ritual de lá circunstancia� derecho exch1* sivo o privilegiado del sujeto que hablát! he ahí el juego de J:res tipos de prohibiciones que se

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cruzan, se refuerzan o se compensan, formando una compleja malla que no cesa de modificarse. Resaltaré únicamente que en nuestros días, las _regiones en las que la malla está más apretada, allí donde se multiplican las casillas negras, son _las regiones de la sexualidad y la política: como si el discurso, léjos de ser ese elemento transpa­rente o neutro en el que la sexualidad se desar­ma y la política se pacifica, fuese más bien uno de esos lugares en que se ejercen, de manera pri­vilegiada, algunos de sus más temibles poderes. Por más que en apariencia el discurso sea po�3 cosa, las prohibiciones que recaen sobre él reve­lan muy pronto, rápidamente, su vinculación con el deseo y con el poder. Y esto no tiene nada de extraño, pues el discursd-el psicoanálisis nos lo ha mostrado- noes simplemente lo que .manl fiesta (o encubré) el deseo; es también el objet@ del deseof pues -la historia no deja de enseñár­noslo- el discurso no es. simplemente aguelloi que traduce las fochas o los sistemas de doml� -:\ . nadón, sino aquello por lo que, y por medio d� -.:; Jo cual se luchá� aquel poder del que quiere uno · f\

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adueñarse. � -.._\ ,,

Existe en nuestra sociedad otro principio de �-<." exclusión: no se trata ya de una prohibición sino de una separación y; un rechaz'oJ Pienso en V

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la oposición· entre razón y locud: Desde la más alejada Edad Media� el loco es aquel cuyo di� curso no puede circular como el 4�JQLQ!!"OS1� llega a suceder que su palabra . es . considerad� nula y sin valoF1 que n<) contiene ni verdad n� importancia�; que no prtede< testirnogi�:t: __ �nte lq: justiciai no puede autentificar una partida o un contrato, o ni siquiera, en el sacrificio de la misa, permite la transubstanciación y hacer del pan un cuerpo; :en catnbicY suele ocurrir también que se le confieréf opuestamente a cualquier otra per­sona, · extraff-ós pódetes como el de enunciar un' verdac.f :ocultá, �el de'ph�decir el potvenit¡ el d� v�ri en su ;J?lená"ingenil.idad .fo que Ja �abidurí� de los ofros ri6,j?Uécle p�rdbir/ Resulta curioso constatar que en Europa, durante siglos, la· pala­bra del loco no era escuchada o si lo era, recibía la acogida de una palabra portadora de verdad. O bien caía en el olvido -rechazada tan pronto como era proferida- o era descifrada como una razón ingenua o astuta, una razón más razo­nable que la de la gente razonable. De todas for­mas, excluida o secretamente investida por la razón, en un sentido estricto, no existía. A tra­vés de sus palabras se reconocía la locura del loco; ellas eran el lugar en que se ejercía la sepa­ración, pero nunca eran recogidas o escuchadas.

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_Nunca, antes de finales del siglo XVIII, se le ha­bía ocurrido a un médico la idea d�_querer saQer lo que decía (cómo lo decía, por qué lo decía) en estas palabras que, sin embargo, originaban la diferencia. Todo ese inmenso discurso del loco regresaba al ruido; y no se le concedía la pa­labra más que simbólicamente, en el teatro en que se le exponía, desarmado y reconciliado, puesto que en él desempeñaba el papel de ver­dad enmascarada.

Se me puede objetar que todo esto actual-_mente ya está acabado o está acabándose; que la palabra del loco ya no está del otro lado de la línea de separación; que ya no es considerada algo nulo y sin valor; que más bien al contrario, nos pone en disposición vigilante; que busca­mos en ella un sentido, o el esbozo o las ruinas de una obra; y que hemos llegado a sorprender esta palabra del loco incluso en lo que noso­tros mismos articulamos, en ese minúsculo des­garrón por donde se nos escapa lo que decimos. Pero tantas consideraciones no prueban que la antigua separación ya no actúe; basta con pen­sar en todo el armazón de saber, a través del cual desciframos esta palabra; basta con pensar en toda la red de instituciones que permite al que sea -médico, psicoanalista- escuchar esa pa-

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labra y que permite al mismo tiempo al pacien­te manifestar, o retener desesperadamente, sus pobres palabras; basta con pensar en todo e5to para sospechar que la línea de separación, le­jos de borrarse, actúa de otra forma, según líneas diferentes, a través de nuevas instituciones y con efectos que en absoluto son los mismos. Y aun cuando el papel del médico no fuese sino el de escuchar una palabra al fin libre, la escucha se ejerce siempre manteniendo la cesura. Escu­cha de un discurso que está investido por el deseo, y que se supone -para su mayor exalta­ción o para su mayor angustia- cargado de terri­bles poderes. Si bien es necesario el silencio de la razón para curar los monstruos, basta que el silencio esté alerta para que la separación per­sista.

Qyizás es un tanto aventurado considerar l� oposición entré lo verdadero y lo falsodcomo un tercer sistema de exclusión, junto a aquellos de. los que acabo de hablar. ¿Cómo van a poder com­pararse razonablemente la coacción de la verdad con separaciones como ésas, separaciones que son arbitrarias desde el comienzo o que cuando menos se organizan en torno a contingencias históricas; que no sólo son modificables sino que están en perpetuo desplazamiento; que están

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sostenidas por todo un sistema de instituciones que las imponen y las acompañan en su vigen­cia y que finalmente. no se ejercen sin coacción y sin cierta violencia? .

Desde luego, si tino se sitúa eu el nivel dé! :yna proposición, en eL It1terior de un discurso� la sepa.ració1f enti:e fo. verdadero y lo falso no est ni arbitfarfa:, rti modificable; niinstitilcional, n! vi0lenta�d?er();si:t1n(:fse's1t\$�:,eb. otra escala, si sef pfaht�i·hicÚ.é.stió11·.de'·sabercciállí�·sido•y ci1álf e� .i:qnsfaiitefoente�· a .través ;ele· nu��tros·• .. discu1-sos; es� vólunfad de.V:etdél.ci qP:é:ha,·'�tt�\l:esadef tantos siglos·. de 11uestráhistq:_ria, o. cuáles el) slfí forma general.eLtipo de separaéión qlle rige nues� tra .volul).t(ld de sabel, es entonces, quizá, cuan­. do se ve dibujarse algo así como un sistema de exclusión (sistema histórico, modificable, insti­tucionalmente coactivo).

Separación hjstóricamente constituida, sin duda alguna. Pues todavía en los poetas grie­gos del siglo VI, el discurso verdadero -en el más intenso y valorado sentido de la palabra-, el discurso verdadero por el cual se tenía respe­to y terror, aquel al que era necesario someter­se porque reinaba, era el discurso pronunciado por quien tenía el derecho y según el ritual requerido; era el discurso que decidía la justicia

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y atribuía a cada uno su parte; era el discurso que, profetizando el porvenir, no sólo anuncia­ba lo que iba a pasar, sino que contribuía a su . realización, arrastraba consigo la adhesión de los hombres y se engarzaba así con el destino. Aho­ra bien, he aquí que un siglo más tarde la ver­dad superior no residía ya más en lo que era el discurso o e� lo ��e hada, sino que residía en

. lo ql1e

.. decía: 1H�g?)i�tút ciíá en:9ueJ�-y�rclad·.sl

l!��f �il�?i!�i�«::B��i�� r�fef¿nda� Entre Hesíodo y Platón se establece cierta separación, disociando el discurso verda­dero y el discurso falso; separación nueva, pues en fo· sucesivo el disctn:sd Verdadero ya no serk eldis<::ursoptecibso y deseabfo, pues ya no será e; discursó ligado al. ejercido del poder� El sofista ha sido expulsado.

Sin duda, esta separación histórica ha dado su forma general a nuestra voluntad de saber. Sin embargo no ha cesado de desplazarse: lasi _grandes mutaciones científicas>I quizá pueda� veces leerse como consecuencias de un descu-.

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brimiento, pero pueden leerse''.ftambién como 1� aparición de· formas nuevas de la vol�-¿� vel"dadY Hubo sin duda una voluntad de verdad

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en el siglo XIX que no coincide ni por las formas que pone en juego, ni por los tipos de objetos a los que se dirige, ni por las técnicas en que se apoya, con la voluntad de saber que carac­terizó la cultura clásica. Retrocedamos un poco: en ciertos_ momento.§ d�_lºs sig!Q�JfVI i_xvn_(Y etl. fo:giatettª· $óbré>tcido). apareció tina voluntad7 dt�:abe!·• qu�;·,.!l�!i�!l?���9s:�.J:1 .. S,�S, S:()l];��J?:�qos� _a�fµ�J�§} · _8�ktft�!?.�cJ?la.P.�;�: .. 14() __ 29i�ff>S,SR9,si\?!e�, . obsehi-�J:il�_s,: fu�.4fül�iLsJAsjfisª1?J��:i::�l!�.�-i:vº!9i1 -tad.·.ae • sáber núe irnnonfa.ál su1etc>· . . Eónóce:ddt -(;;··¿r�·-;1���a.-;��;��!.��-�-�It6�ú�·-��P.����ti�i�1 una cierta ·posición, una cierta fort11a de mirail i:.�R�jI�i-.ti�t�ª�:i§i.i.i�ir:::ni.�i�5i��)�-�!�i�!!fr� . c_a;t p:iA��-9.cl!� c9ttj�ntª_tJ;_: l}!l:ª Y<?ll}!1 !ª� 9e

_ s_'!!?_�ít _Cll1�,Pr�scribía (y_ge lln iµ9gg_!P:_:is g�J:!�i:al._ql}� cualnliier·.otro instrumento determinado) .el ni+

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Pues· está voluntad. de verdad corno los otros --····---·· .. ·-·· .... '' .. ............ ...... ... . ' ....... ,., ) . ... . . , . ... . . • .. ..... -· '· sistem�L,�:t-��x.�X�si.()_11:�:. s� .. apoya . en . . una·-·bas� ínstitucionat_estMa la vez jéfqti�'1�q a��mpa¡f: ñad�o_!:_J!º=�Ld�.!?:�� _s.�r.i.� .. 4�. _práctica1·�-¡;�o la pedagogía, el sistema de libro;: l� edición, las bibliotecas, las sociedades de sabios de antaño ' lo� }�b?�atorios actuales. -f efo_js.;i�g�a�adit t�P,J:b�éng nlás profimdarnente :in . d�da, _por.JI

iti1il���I�i�fi��t�r�:; Recorde�;��-J;títiJl¿;-�I-rnbÓII��-J�icanien­

te, el viejo princ1p10 griego: que la aritmética puede muy bien ser objeto de las sociedades de­mocráticas, pues enseña las relaciones de igual­dad, pero que la geometría sólo debe ser ense­ñada en las oligarquías ya que demuestra las proporciones en la desigualdad.

• _ . . ..

Finalmente, �reo que ��§t���yqluritád de'veij . ����}_ti���'t11��Zl1lf1i����:1:; _cqrsos� -hablo siempre de nuestra sociedad-uh� �s_pec�-.9-�� R!�§.igp:�Yª�]?Q��!··de.· coacció¡J. Pienso en cómo la literatura o¿cid�rrt�f ha de­bido buscar apoyo desde hace siglos sobre lo natural, lo verosímil, sobre la sinceridad, y tam­bién sobre la ciencia -en resumen, sobre el 22

discurso verdadero-. Pienso igualmente de qué manera las prácticas económicas, codificadas corno preceptos o recetas, eventualmente corno moral, han pretendido desde el siglo XVI fun­darse, racionalizarse y justificarse sobre una teoría de las riquezas y de la producción; pien­so además en cómo un conjunto tan prescriptivo corno el sistema penal ha buscado sus cimien­tos o su justificación, primero naturalmente, en una teoría del derecho, después, a partir del siglo XIX, en un saber sociológico, psicológi­co, médico, psiquiátrico: f,9""�9.{_sJl::J:.�:@�f:}:�:tt:'l:_gtiS� ma§ de la ley 'nó'-'nJ.fdiese'>estar 'aiitE>riZad� ·· .·en ··lluesrra::socíedia:,nfts -�q�·::�l�4�ói�F.<:ü�dti��ó·•a;-1, �;;ard.19··-·--'-··- · ' ·· ··-·· ·· · · · · ··· .... ..... " .......... ir:.. ····•·· · · · ····-· · ·· ·· ·• · · •· ----· -·

-�De los tres •grandes sistemas de exclusión 'nu� afecfari al "<li$�����-·r� -p�f�b;�·-���h�bid��,,T�:J� p�·;;d�Q=�� .. faJ�s�ra y la �Qfii.�.!i�L�e �-�!dad, es del tercero del que he hablado más exten,­sarnente. Y el motivo es que, desde hace siglo�, losc"priineros no han. cesado de derivar-hacia él -·-- . - ----··--�------·---------·-·-··----------·-·------ � .... �-

y porgue cada vez más él intenta tornarlos a slli �amó� p�ra_!llüa1[�;.ii¿;5-yf�h

..

vez-fün<lamen f _tarlos1,'Y porque J2§_9:�_.P!i_!!ler_9�.!!.2_4�htn de hacerse cada vez más frágiles, más inciertos en T�-��9.!pa

__ �Q ... 9�����(�ii���!�ª.r.s.�_<l:h()r�_§lt!�Y.esa­dos .P2!)_a vol�_!?-.!ª�·-4� .. s_�Q�!L�-�!::i_.Pg!_ �Lc:21:ltra-

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1.

riQ no cesa __ d_e,_r�f<?.r�él!§�_y de hacer.s� XIJ:ª�- pro­

fund�-1!!�..§_inso?.lélYél�le. . Y, sin emJ>arg_QL�?._c!e ellél d� Ja _ql1_e. _ _pie,nos

se habla. Como si para nosotros la voluntad de verdad y sus peripecias estuviesen enmascaradas por la verdad misma en su necesario despliegue. Y la razón puede que sea ésta: si. el discurso¿� ve�[<!9�f2.Yél 11<?_ es;� en efecto, desde lo;gri�gos,

��1�/:f ��1����¿s�}';tJ�:f ;¿��f�{��,.� de,deétir: ese discuTso \rerdadetb _,(qué es por. tarl#

l!i�ít������f ii��:i�if �: pliede tecónócer 1a�vo!!!Q��-<i--��-�f1#�ª�s1ue le> atfavie$a� y la voluntad de verdad que se nos ha

. impuesto desde hace mucho tiempo es tal que no puede dejar de enmascarar la verdad que quiere.

Así no aparece ante nuestros ojos más que una verdad que sería riqueza, fecundidad, fuer­za suave e insidiosamente universal. E _�g_Qoramos por el contrario J-ª ... �2�!:!�!.�Q ___ s!_e, __ _y_e,r.�.él��- _c:omo prodigiosa mag_uip.a!i�_q_e,_�_!!g_�g� � __ excluir. Todos aquellos, que punto por punto en nuestra histo­ria han intentado soslayar esta voluntad de ver­dad y enfrentarla contra la verdad justamente

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allí donde la verdad se propone justificar lo pro­hibido, definir la locura, todos esos, de Nietzs­che a Artaud y a Bataille, deben ahora servirnos de signos, altivos sin duda, para el trabajo de cada día. .

Existeñt evidentemente, ótrO� muchos_fff,Q��º� ;� dlffl_ieJ1tos' .de contro1_2!,delimita�iqQ __ 4e.LªiscuF- :�,,

s01 Eso��'.19�aj�.he-�fodid�:r:;tl)te�;se eje1\:el1 en -·- -� --·-.. �-�: �·�-::�-·-.:-.------:-.:�-�--:�:-:�-'·�·--'- ·--.----'-- ----�----- ,�:: cierta manera'des_t:le€,l'exferior'� funcionan como. , sistemas de e�}6-n; .crjfi¿í�rñ..�ti?sin-dud'.a aJaV ' · 2 parte .deL-�iss11!�9,�"61i��i}:it\ditego<el•p�

.,, ·'; y .e[,'deS'eof - -- Creo que �ued� también 'áts'�Ks�!!'2,:g!YJ?.91· � ,, Prnceg_ill)[email protected].� i�_ter._I)g§.,�p.clf��!Q_H,11e._�QgJQ§ qjl 1,) · �:J _c�_r-�_!__!nistp._ps. lo�qu�_ ejer�e.!!..§�J-�E.QPi9-

___ �_<?._t!� ri trol' procedimient�__cgi!�j��g�nf un tanto .. �!! "�

s��dad de prif!s!Pio���:_sl��i.fü=:él.c:.ic)]]_, de ,g!:_d�· .

nación, de·distribución, como si se tratase en este -��so ��de . d�-i-b.Irtar · otr-�-c·<l11hen�ió�·--¿�r<lI;z�-�soi: -d4ucli��If�'.:1:�--g_i�J�gó�!��ii���f-���i?·--- ···-----

En primer lugar, · el·,comentaiío�� Supongo, �) aunque sin estar muy seguro, que apenas hay sociedades en las que no existan relatos impor­tantes que se cuenten, que se repitan y se cam-

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bien; fórmulas, textos, conjuntos ritualizados de discursos que se recitan según circunst�ncias bien determinadas; cosas que han sido dichas una vez y que se conservan porque se sospe-cha que esconden algo como un secreto o una riqueza. En resumen, puede sospecharse que hay%1 regular­mente en las sociedades un,a especie de nive;f­ladón.� e�tre discuts�s: Tos-d.1�����;�--que «Sf _stí�eii>�_�n_ eL-chho>,<:1�.fo��ªi��j:'.4�--¡��=���vers� Ci,§!I�:�tj�'.�g��-L����E�s�J1���9�:��!X��!�: __ !Pis111q)

--��t�0!��'.�ti,._•g!�������ºa���--���i�l!����= -�#eyqtg�-P�l�l?k��q�'"eJps re�l}·14�q��?J2� tran§i--�����-d����,��K����l�ftt�;1t����: láii6ir;;S:<.in}i/k�b�,- peiro<lnec�D.;dkhós,. y_ estáli -tÓdaVf�--pOr déc::i' Los co;oce��-en ���st�o sis­tema de cultura: son los textos religiosos o jurí­dicos, son también esos textos curiosos, cuando se considera su estatuto, y que se llaman «lite­rarios»; y también en cierta medida los textos científicos.

Es cierto que esta.'diferériciátio es nFeéstabl� _ni_��I!�!_G!_nt��'�!_lf-a���ij!�{N�xiste-� -p"Or - un lado, la categoría dada ya de una vez para siem"' pre, de los -�lj���f�g�J1:!!!.�.i�-�11!�1��-.2 __ �!.�<:tc.fgrd� y después, por otro, la masa de ag_l_l�l_lg_�_9.__l_l� �-�!91 26

_E.�pit�_n; g!e_��ng __ c::o��-�tan� Bastantes textos im­portantes se oscurecen y desaparecen, y ciertos comentarios toman el lugar de los primeros. P��2 .. E91 má� gu�-�E�!!!?:!<?�--c.!�.--ªPh�-�s:.!{>_J;l;<:;antL bie11., - la función petrrtaq�.f�i�_y _ __ �LPÚ_l!:�_i_pLo de cie!!_Q._ desfase no d�_<:'-___ Q�_P2.!!�!.5-�_c_Q_J}!i.!.1��men-te _en juego.

- - ... -f;-d�;;;parición radical de este desnivel no puede ser nunca más que juego, utopía o angus­tia. Juego al estilo de Borges, de un comentario que no fuese otra cosa más que la reaparición palabra a palabra (pero esta vez solemne y es­perada) de lo que comenta; juego también de una crítica que hablase infinitamente de una obra que no existiese. Sueño lírico de un dis­curso que renaciese absolutamente nuevo e ino­cente en cada uno de sus puntos y que reapa­reciese sin cesar, en toda su frescura, partiendo de los sentimientos, de los pensamientos o de las cosas. Angustia de ese enfermo de Janet para quien el menor enunciado era como una «pala­bra del Evangelio» que encerraba inagotables tesoros de sentidos y que merecían ser indefini­damente reconsiderados, reanudados, comenta­dos: «Cuando pienso», decía en el momento en que se ponía a leer o a escuchar, «cuando pien­so en esta frase que va a irse hacia la eternidad

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1.

y que quizá todavía no he ·comprendido com-pletamente».

._

Pero ¿no se observa que se trata de ·anular cada vez uno de los términos de la relación y no de suprimir la relación misma? Relación que no deja de modificarse a través de los tiempos; rela­ción que en una época dada adquiere formas múltiples y divergentes; la exégesis jurídica es muy diferente (y esto desde hace bastante tiempo) del comentario religioso; una sola y misma obra li­teraria puede dar lugar simultáneamente a tipos de discursos muy diferentes: la Odisea como pri­mer texto es repetida, en la misma época, en la traducción de Berard, en infinitas explicaciones de textos, en el Ulises de Joyce.

Por el momento, quisiera limitarme a indicar que �I!_l(). gu_� s._�Jl_a_f1:1:é:l�gl_()�é:lh��1:1!� 11n

.. co�eDQ _!<:1.!.Í()i �J:_q�s.fas.t:_.�_P:tr� �l _ _¡:�r�µiet y_� �L s�g_ll?._dQI texto· represetltél dos cometidos solidarios� Po, una, parte,permiti-��n�trii1i (e :irtd�·firiídamente» �vos ilis�ursos1��C4��pi_��-i--4�[p�!��� t��to, �!:!E!.(:lQ��j�t .. ?.1::1:_�-�!?..!1:1.!<:>.Ae..A!.�S_1:1.r.sq sie� p_!e _r._�é:l�!.1:1.<.l:JizaQJe, el_�en_ti� múl_tü�!�--�--?-��!!� .d.� -��'l!_par���.S.�!P()��-e..9._c:>!�J<l_,!�!i<:=�P:-�ié:l.Y.la_�i9��­�<!_�senc;_i_'l� .. 9.!:!.�-�J_e

_ _5-�p()_1?:��--t<:>�.2.<:�_() __ fu��ª--�n� :.Pº.5-ipj_li9_é:l_C.L é:l���!!'l. 9.�J�é:lblar. · Per_2, pot _�!!�.l?.é:li _t:�1_5tl_C:Q1!1.�P:!é:l!i.? �9.. _!��--P9..! _C()�_e..!i�(),_ �yaf 28

lesgUiera' qúe sea.11.l!ls t¿cnicas. utilizadas, _más! g�e'_�LCl���[t�tJtzJd_ hl!e·· ��$!���--�fil��l�ªQ�§!t��J ciosame11!e allá. le.Jos� Q�b�_s.eg�_!l _ _ �P_é:l __ Eé:lEªdoja que siempre desplaza pero a la cual nunca esca--pé:l,_ ��h E�!�Pli��ra v�i-=�g��ff9�:q��-��L� em� bargo había sido ya dichüi. El cabrilleo indefini--dO-de los comentarios es activado desde el interior por el sueño de una repetición enmascarada: en su horizonte, no hay quizá nada más que lo que era su punto de partida, la simple recita­ción. El' comentario C()njµra el ·azar ciel discursó) al · ten�Hó-eri;-:¿U-�tij_�:-:�p�tttr{t�l·d�-�ii�"Q!f��-cosaY ·-ªp,;�t&��reFtext� nrisrno� p�rd cC>11li condició&'· -d.�.-ti�e-����-ilii�m�·Je�t2;�(l�ii,�e,.:fügé:l¡-_y, erl'' cierta forma, el que se realice'! Lél: multiplicidad[ -ábietta y el azar. __ s��-j·����[��fª���-E9i��(p!ind� pio del comen.úu;io, de aquello que podría sef ·cffch.0�1°6�Bl-e-er�rti-er0�-tríórn1a;Ta-ináscara, lci -tit-tu.n.stáncia d�' la repeticióa:-10-n:U:evo'-no está\j �fi' l;:}-_ g1:1_�_5.�-ª-�e,

·. si�g-�n el. a_�og te�1�1�ii�q de

su retornot7 -- Creo que existe ..2!tQ · prin_dQ!9:; c!�---��_rareci- ,l;· miento de un discurso. Y hasta cierto punto es �

- c�-�ple���tari�··del primero. Se refiere al __ �utori'._ 6) Al -autor no considerado; desde luego, como ef:: -·

. i11:sl_i��_c!_l!_� __ g_y�_p.a_Qfu_y_q!!�J.ia J1IQP:��-¿ti�9��q1 -�ss:rito UQ_ tex!g.L�!gg"al autor �2!B9. pri11c.ip�2.4�!

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�grup(;lcióll:_c!e.! di_sc:urso, comou11icJad y oriK��g' de�µs_�igQ_ific:aciones, cºrgº _fo�() _ge_ S\l �qh�i. rencia¡ �ste principio no actúa en to�as partes .P.! _de for111;;i_ c:9gstante: alrededor �<: __ _!1<:)�9tros, exLs_!�!!.Q��!9:.!!t��--�j�<::\l!�QS_q\l_e._c:irc�l����i!!.9l1!: §l! se!l�ido o su, eficacia_ tengéln que venir ªvala-do_� _p_Q�_!:!Q __ (;l!:!!2!_(ll c:ual se les _atribuiría: por ejemplo, conversacio;,_e; cotidI�ii�s, inmediata­mente olvidadas; decretos o contratos que tienen necesidad de firmas pero no de autor, fórmulas técnicas que se transmiten en el anonimato. Pero �3P._J_g�-�.!!�..!!º��ep�L��-g!!_e.Ja._�tri Q_�c:ióJí a unaútor es indispensableI-literatura, filosofía, - ci��ci�;_-�-¿��ªfi�ii�- �ci�f�E� _i?bs��---�fe�p�e. 111 mism_<t�fu_r.i_c:_ión} en el orden del discurso cien­tífico, la atribución a un autor era, durante la Edad Media, un indicador de su veracidad. Se consideraba que una proposición venía justifi­cada por su autor incluso para su valoración científica. Desde el siglo XVII, esta función no ha dejado de oscurecerse en el discurso científico: apenas funciona más que para dar el nombre a un teorema, a un efecto, a un ejemplo, a un síndrome. Por el contrario, en el orden del dis­curso literario, y a partir de esa misma fecha, la función del autor no ha hecho sino reforzarse: a todos aquellos relatos, a todos aquellos poemas,

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a todos aquellos dramas o comedias que se de­jaban circular durante la Edad Media en un anonimato al menos relativo, he aquí que aho­ra, se les pide (y se les exige que digan) de dón­de proceden, quién los ha escrito; se pide que el autor rinda cuenta de la unidad del texto que antepone a su nombre; se le pide que revele, o al menos que manifieste ante él, el sentido ocul­to que lo recorre; se le pide que lo articule, con su vida personal y con sus experiencias vividas, con la historia real que lo vio nacer. El autor es quien da al inquietante lenguaje de la ficción sus unidades, sus nudos de coherencia, su inserción en lo real.

Sé bien que se me va a decir: «Pero usted habla del autor, tal como la crítica lo reinventa después, cuando ya le ha llegado la muerte y de él no queda más que una masa enmarañada de galimatías; entonces se hace necesario poner cierto orden en todo eso; imaginar un proyec­to, una coherencia, una temática que se pide a la conciencia o a la vida de un autor, quizás en efecto un tanto ficticio. Pero esto no impide que haya existido este autor real, ese hombre que hace irrupción en medio de todas las palabras usadas, proyectando en ellas su genio o su des­orden».

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' 1 ' 1 ,'¡ ,, �" .

Serfa. absurdo! desde luego, 'negatJá eX:istenJ di :clel-Trilfi�b, gue; éstribe e -ifi;�úita; ,Per� �ris6�que ;-al me;��-d��d�-h���- �lgitn-·tiem-. po- el ÍJJ.dkvid._�g/ql!:�:�.�c:._pgne .� . �����bir._:_1::11n texto�! en cuyo horizonte merodea una posible obra, '. vudve�!:���Y:!1!j:r.sJª_<fl1115!<?n'. ��K�_tgoF.� lo que escribe y lo que no escribe, lo que perfila, incluso en calidad de borrador provisional, como bosquejo de la obra, y lo que deja caer como declaraciones cotidianas, todo ese 'juego de diferencias está prescrito para la función de autor, tal como él la recibe de su época, o tal como a su vez la modifica. Pues puede muy bien alterar la imagen tradicional que se tiene del autor; es a P.é!!!!t.��-�1.1<l: .. 1?:�-�Y�- pg_s�ción.: __ 4eJ autor como podrá hacer r�-�-�J!��'

--c:l� __ t_'?c:l'? __ l'?_9�<:.

. habría podido d���_r.� _ _cl�!��-()_ �!1.�P.:!()_�.i�-� .. !��()S 19.� _ _cl_í.él�L�-�--!9A.9J!1J_!�P.:_!�,,-�1 .. 2�d�L�_c:l_�yí�_ya.:ci­, lante de su obra. ---- --:E[--;é)�áild 'li:rriífalBa·'\el·.·azat del. discurs@ RbiI�!�dio ·cklj�egó slr·Un��'.I?¿'fr??��B��-�eti_-dría· fa.formíl delá repe#¡;i(Jné.y.•de lo·•mismo. l�U ·

:QtI�sTP.T��4�.L�9.f 2r,•-Ji�g�Te}�·�'rnI��.()•· .ti�i:[i.1?'�-�� juego de. una identida4 que tiene Ja fonná de 1a indivriludii'fl�l:Y�dcl.·y-;;�--- · --·-· ·---·-· · -- ········· ·· --·· · · · ······· ·- · ··

�rí;-nec�s-ario. reconocer también, en lo que �) se llama no las ciencias sino Ja.:_s�-��4!��ip!}nas>�

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_<?!f.9_Pr.i!1_'=-ipjg_��Ji.!!!!t.élción. Principio también relativo y móvil. Principio que permite cons­truir, pero sólo según un estrecho margen.

L� ·orgánizadóir. de las disdp·.· linas se. ·onone tan:f 6,. af'.'hiiriti'p' 'T8·:aef·éóiri�rif�ri�-· -��fü6:--tf · de:I lt!t�Jij��4�C�uíót--P����¡:��i=-�1�,��lf��-�s� define·· por ··trn. '.árnbitd de •',.objetos, ' ·un .·cónjünt&

_ cle··:fP'.�tt?.4�fa, __ ���:���9��;·;��EP��P���Ii������i�ón:! sit;1·€1'ádas. v�tdáder�$, ;utf·juego :d� reglas. y 'de;�· · defi�icidn�s;-Je:i�Ziüt�-¡�:d¡instrtiiheritos;.• tinl �'e�ie\ de ; s1stema.·a:i].Ónirno/ a· 'dispÓsicióh;/ dé' ril:1ie�-:q' \ti.e.t.;. ;::;[·:dg,.,_.q·.,_··�feJ;p·�ti:�-d.��-s-. �tv.irsé:.'.�d:e. ·.· ·e'lif .::r: '' , . . ' ' . . . . . ' . . •' ¡ - . ·'·' . : ' - . . : . . '

si�-q��5·�- ·s-�nt!<lü·-; -5�-�aii<l��--�Síéri-IIg.ac:fbs ·-�

aquel que ha dado en ser el inventor. Pero el princi�io de la . disciplina .s<(��porie1 también ai

itiiiflillii!i� .es ·Jo :qq��·.S€'.{'f��1e)!�:·J:?¡¡i;:1J::1Aaic;:Q11struc�1onde, 11u� vós .• _ énuii�iá4�s.If����l!�.:h�J�::�is�hlitl�.l��L!l�1 cesari6>que haya posibi1idadd'e formular/de. fon'! -rt1i�TaE111defillidamerit'� ntie�af:p-�cip"-ci51bíütre.§e

-----------·-------·--···----· - ------ ---·

Pero aún hay más; y hay más, sin duda, para que. haya menos: una disciplipá no es la'.sumci'. cletodo lo que ,puede ser dic:ho de-�ierto a-p-rÓ� _iió-sitb-cie ·a1�ñ�có�i�Y_ri�L-��-QE�-9hli���f -�.ón�

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¡ � ' r

.;!�i�tzi�!�;��;ii�!�fil� -��d}�1-n� ---n.�-- está -����tit�id-� -¡;-��- �r total de cuanto puede decirse de cierto sobre la enfer­medad; la botánica no puede ser definida por la suma de todas las verdades que conciernen a las plantas. Y esto por dos razones: primero porque la botánica o la medicina, como cualquier dis­ciplina, están construidas tanto sobre errores como sobre verdades, errores que no son residuos o cuerpos extraños, sino que ejercen funciones positivas y tienen una eficacia histórica y un papel frecuentemente inseparable del de las ver­dades. Pero además, Jl_ará· que una :.2I91?2JclÓt} pe�e�ezca#a __ la botá�ica º . ª la .patología/eáL11.ec�

iil!iiiilfl� ¿��f����rr�--p�rti�---d�--finales d�l sigi�XV!i�- -¡;�� ejemplo, para que una proposición fuese «botá- -nica», era necesario que concerniese a la estruc­tura visible de la planta, el sistema de similitu­des próximas y lejanas, o la mecánica de sus fluidos (y no podía seguir conservando, como sucedía todavía en el siglo XVI, sus valores sim-

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bólicos, o el conjunto de virtudes o propiedades que se le reconocían en la Antigüedad). Pero, �l.!! pertenece�----ª U1?:� disc!J�_lina, una· proposj_c:;_�Q!]. debe utilizar instrumentos conceptuales o téc-.ni·¿� de �-tipo bie�d�fini<l;·;-·�--p,;�ti;-·d-el si-glo XIX, una proposición dejaba de ser médica, caía «fuera de la medicina» y cobraba el valor de un fantasma individual o de imaginería popular si empleaba nociones a la vez metafóricas, cua­litativas y sustanciales (como las de obstrucción, de líquidos recalentados o de sólidos desecados); podía, debía recurrir por el contrario a nociones también metafóricas, pero debían estar construi­das según otro modelo, funcional o fisiológico en este caso (como en la irritación, la inflamación, o la degeneración de los tejidos). Es más,_Har� per� tertec�i<�,��füi ,�i�:BJI!!P:�i:_ ·!4��-�P!9P2é��i�n�c!eb<! nocl�tiitiscribirse,•·en.:tf�.J{t6:tino'-de··ho.rizonte teó'# rlt�-ifl;;;te �or:;���;J;r� q�:·¡�-i��-��tig;�ió�-- de la lengua primitiva, que fue un tema perfecta­mente admitido hasta el siglo XVIII, era suficien­te, en la segunda mitad del siglo XIX, para hacer caer no importa qué discurso no digo en el error, pero sí en la quimera, en la ensoñación, en la pura y simple monstruosidad lingüística.

En el interior de sU.slímit�s;.·cada discínlina� ----���51�-º-���r¿;posi�i:;-��-����fa��t�li_f�i§��;j{��:,

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et:p:P_l!i�-h��!_a �l ottQ_ lad9 _ ck §11§ mªrgenes todjl _una tetél�_�logíaAel _ saber. '.1 El exterior de un� _ciencia está más y menos poblado de lo que se cree: naturalmente, existe la experiencia inme­diata, los temas imaginarios que llevan y acom­pañan sin cesar las creencias sin memoria; _pero. _1l<?_h'!Y quizás _�xr.ores en el sentido ��_tr.!s:t<::>, pu�is el error !1º p11ede surgir y ser decidido 1nás q� _eJ:l el interi()r de una práctica definida;; por_ el contrario, merodean 1llºn�t!l:l()S cuya forma cam>-

- - -

_ bia con la historia del saJ)etI En resumen, _l1_náJ proposición:; debe cumplir complejas y grave�

-- - -

�xige11cias para poder per!enecer al conjunto c!_e una disciplina; ante�qe __ p()der __ ser.Jlélll1élda v�­ifa��i_¡�_Q_fil�él, __ tl�!J.e �-�far; como diría Canguil­hen, �eJJ:J�':':�rdadi.

Frecuentemente surge la pregunta de qué ha­bían podido hacer los botánicos o los biólogos del siglo XIX para no ver que lo que Mendel de­cía era verdadero. Pero es que Mendel hablaba de objetos, empleaba métodos, se situaba en un horizonte teórico, que eran extraños para la bio­logía de la época. Sin duda, Naudin, antes que él, había expuesto la tesis de que los rasgos here­ditarios eran discretos; sin embargo, por nuevo o extraño que fuese este principio, podía formar parte -cuando menos en calidad de enigma- del

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discurso biológico. Mendel, por su parte, cons­tituye el rasgo hereditario como objeto biológi­co absolutamente nuevo, gracias a una filtración que no se había utilizado hasta entonces: lo se­para de la especie, lo separa del sexo que lo transmite; y el dominio en que lo observa es el de la serie indefinidamente abierta de las gene­raciones en la que aparece y desaparece según regularidades estadísticas. Nuevo objeto que pide nuevos instrumentos conceptuales y nuevos fun­damentos teóricos.

Mendel decía la verdad, pero no estaba «en la verdad» del discurso biológico de su épo­ca: no estaba según la regla que se formaban de los objetos y de los conceptos biológicos, fue necesario todo un cambio de escala, el des­pliegue de un nuevo plan de objetos en la bio­logía para que Mendel entrase en la verdad y para que sus proposiciones apareciesen enton­ces (en una buena parte) exactas. Mer.!�eLt::r.él un monstruo que decí(l yerdad, lo que provo�

-�aba--q��Ji cjern:i(:l_ 110 pucii�§e_ li_(l�lélr de él; �ientras - que, Schleiden, por ejemplo, __ !���g�_a años antes, al negar en ple_J:!g siglo XIX la seXU(:l­úJ�a-�eg�t�C-pero s�gúl1 las reglas del disc11rso biológico, no formulaba más que un error dis� cipli11_ado.

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>:1 � �­·�:- '

§iemEC:_IB!�tl_e __ 4�fi!��Jª_y_�_[Q<!_d_�I1-�Le_��E:itt?

Ac:_11na e)(teri()ridad �alvaj e_; pero no se está en h1 verdad más 9.!!_e__9�e_c:l�.c:!e_ndo a las regf�;-·¿e·-��a <�p()fü:íél» .. <:!i�C:l:l!�iYél q���e_ dE:be reacti;a� e!l -�ada

_:tJpg e!� S_�� _9_��l!!SOSé . . - - - - . . .. ... -

La di.§_<::ipjina; es un _pJ"il1<::ipio de control de la _producción del �i��ur�q& Ell�T�- fij�-��� Ü�ite� .P_<:>!_el b-i�&<? .. c!�.1111:.ª _ !c!�ntidad qu-�-tfe-ne la forrn!l _c!c::ll!!él __ �_a5_!1:1élli�<t_c:12g_J?:i!ill_a�e!lfr•·�de··-1a.�� -1"egia�.

Se tiene el hábito <:l� vc:r e11Ja fe_cl.111didacl de _un autor, en la multiplicidad de sus cornenta¡ ..!.���i-�n-�l _ c:lc:sar!(}ll()_ge_ __ \ll1_ª c:lisc;_iplina1 un-a -�e�Ie _de recurs()� infinito� p�r_G1 l_(l c:re'!c:�!?:11 .sl�J�s di�­cur§_2S. Q!:tiz_�, per(} __ 1l() por _ello, pierden su ca-_!�c:�e_! __ c!� . . P!iJ:!cipios de coacción. Y es probabl€ _g11_� __ p.o � puecla 4ar cl1_e_��él. de�11 papel pgsitii­vo y multiplicador, si no se toma en considera" � ciól1. sti -�nc:ió!l

_ ���t�ict!v;-y· �oactivai - .

... ... . . -- �

- - ···-- · - --·- -- - . --------

\.\ ,u) Pienso que existe un _tercer grupo� de proce-

_cfü:nJe_I?:tos _ql1E: pe_!�i_!_e el . COJ:?:!rol clc:)os d_is�-��­sos. No se trata esta vez de dominar los poderes que éstos conllevan, ni de conjurar los azares de su aparición; se trata de determinar las condi; _cionc:s c:le §_U __ �tiJizaciór{, de ig1poner_ él_ l9_s �ndit

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Yi.41:!.<?S _ql!�Jgs dic¡:p. c;ie_rt() _ 11lÍII1e_!o ele reglas 'l no n ermitir de esta forma el acceso a ellos á'

• r. .. , ,, _ _..4,., ........ �••••••• ••-•• • • • ••"'""'-" ",,,. o •• .. ••'- • • · • • " '' - • •• ··· -•' "> ·-·•-••'"--·- - ' - • • > • ' -o�----�···•-�'< .-,,••• •" ""'" N� _tod() el ml1114:?; _ _ }3,11ríl_f.�C:�!l!-_i�nto�1 esta vez, de los! sujetos que hablan; nadie entrará en el orden de'J

-¿-i·����so �1 -ii_g��S.<lt!s.fü�� ���i-�r!��-�-��g���1�� -2��L nó es!_ªLc!� �t:11!.él4f1, C:l1éllitic:íl49 P(lra _liac�&q;; Para ser más preciso :. no _to_d(ls_J_(ls__Pélrt�S. 4�1_4is.c::tirsg son; i011almente accesibles e intelio1bles; al01lflaS estád ��¡;�i���i�=-P��!�g[d���1ªffi;;i!sI�4ªi:1_ -4_¡í�;en: _c:�nt�s_} mi�11�r(ls_ 91:1�_2!�G1S. ílP,<J,!e�en _C:.<1:S.L<l2iertas1

··

ª todos)()s_ yiento_s_y_s� pg11�n sin restricció_!!_pre.: via _<! c.l_isp()s.ición d� _c:l.la!q1:1_i�r.-�l1i��() ql1� hable;

Me gustaría recordar una anécdota sobre este tema de una belleza tan grande que nos extreme­ce que sea verdad. Concentra en una sola figura todas.JélS. ... c:<?accio11e_s_ q�l c.l_iscl1t�()'. . l(l� __ 9.l1�. M!l!-i tan' _s_us p_q��!es,J�S. qy� c.1_9111it1G1J:l sus élParic:ion�_�alecfi _!()riélS.d.ílS. que_ se_le:c:don(lll: __ (l_)()s. _sl1j et()S ql!_�pueJ den hablar� A comienzos del siglo XVII, el taikun había oído hablar de que la superioridad de los europeos -en cuanto a la navegación, el comer­cio, la política, el arte militar- se debía a su cono­cimiento de las matemáticas. Deseó ampararse de un tan preciado saber. Como le habían hablado de un marino inglés que poseía el secreto de esos discursos maravillosos, lo hizo llevar a su palacio y allí lo retuvo. A solas con él tomó lecciones.

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Aprendió matemáticas. Mantuvo, en efecto, el poder, y vivió largo tiempo. Y hasta el siglo XIX no existieron matemáticos japoneses. Pero la anécdota no termina aquí : tiene su vertiente europea. La historia quiere que ese marino in­glés, Will Adams, fuese un autodidacta: un car­pintero que, por haber trabajado en un asti.llero naval, había aprendido geometría. ¿Acaso cons­tituye este relato la expresión de uno de los grandes mitos de la cultura europea? Al saber monopo­lizado y secreto de la tiranía oriental, Europa opondría la comunicación universal del conoci­miento, el intercambio indefinido y libre de los discursos.

Ahora bien, este tema, naturalmente, no re-siste un examen. ]Li1!!�I_ca_!!l:_�j�_yJª--��1!1�nica­_gQ_I1 S.ºQ _ _fl_gy_!_ª�p_Qs._!_!iY-ª§ __ q"l!�i"l!�gªº -�!1_el inte­rior de sistemas complejos de restricción; y, sin

-<lu4ª� �-º- �C>ª!iªii�&n._�I���r i114eJ?��41�-�!�ffieñ-: te de éstos. La forma más . superficial y más visi1 �r��ª-��-�-s.!�S __ ;f i!.�ri_i�5--:�4�:_i�i!iic:_c:i�-�-1�--���S.tl!uy� Je> _qu.�---S.� .. P:tl�ª�J�ª_g_f:!!Eª!.: _l?_ªjg. -�l_ !J:()gipr� ·

_i:i�ual; el ri�ua.:lA�t!���-E :��ª!!f�c:�c:i<)_n_ q�e 9:ebe� _pos�__eJJQs.J_gdiy!Q!:!_<::)S _qu.e hablanii(y que, en el jue­go de un diálogo, de la interrogación, de la reci­tación, deben ocupar tal posición y formular tal tipo de enunciados); defi_ne Jg��stos_Lfüs com�

40

_Qor,tamientos,las circtu:istanóas:, y. todo el cort:L ¡únto • de_s.ig�gs gu�-ª�Pi�--��2wPin��-�l -dT���r2 so;J f_Ua finalmente - la eficacia su2uesta o impuet _t¡�4�_;Eif;.ªJªl;?_!?_���k-�ft�i9--���f�_-�q��ÜC>S. a lo§ _c::tiales· ·-��-c!i!i_g�p.c.1_!2§Jí!!.?-_i_!��4� __ s��-�alo_! _ _ coacti.l vo#:Los disc:u.�_so� religiosos, judiciales, terapéuti­cos, y en cierta parte también políticos, _E_<? sorl

_ ap�na.s. 'ªisoc:!a�l�_S._ª-���?' .PU.e:'.$!ª_ �-º- �S.<;�!i<!-__ <1-_e U!f _r�!Y�L_gl.le_A�1���-fü_a_ pªr_(1Jos. _ s.uie_!_()S.'.q�é�_hablaní 1élnJ�1él§�Q!C>Pi.�4"1SÍ�S. s.fü_�J-ªf(;!_§_�º!!l-9:_Jºs -�pel les convencionales!! -I;�--�;ótI�dades de discursos», cuyo cometí)" do -��-t����¡;j� �--p�bd��it-�I�����b� --t[����-uñ --���fo���ient� . -�I1 . P�it�� ª�fer.e.� ��� ___ p_er.� ... PG1!_� !) .hªC:�!l<?�s __ C:J!Ell:lar. �n. JJ.ri espac:�i.<? .F.�r.rad_oL_�li�tri+ _bl:lyjpd_9Jg_s '._��gy11:' r�gJ.éls. �stric:!�s_y �iP: que los _sl_et�ntaªgr��--S�élt1 -ª�S.PQS_�ic:l_g�-ª�l(l_fuQc;ión de" distribuéión�1 Un modelo arcaico nos viene suge--rid�--p�r es�s �g�j2g_s. _ _4�_rG\¡:>sodas#que poseían el conocimiento de los poemas para recitarlos, o eventualmente para variarlos y transformarlos; pero este conocimiento, aunque tuviese como fin una recitación que seguía siendo ritual, se protegía, defendía y conservaba en un grupo determinado, debido a lo_s ejercicios de memoria, a menudo complejos, que implicaba; �l __ élpren1 Aiz;_aj�J?_�r1P:i_t!.él: .�11t_ra.r. . a Jél y�� eri :t:it1 grup() _y erfi

4 1

Page 22: Foucault, M. - El Orden Del Discurso

1 :

un secreto, que fa t�citaeión_ . ma.nifesta.�_a_per�

��-¿l;�ii��,���[l�_¡l�;tti\lici4111Ps E'l' Claro que ya apenas quedan (<sociedades de

discursos» semejantes, con ese juego ambiguo del secreto y de la divulgación. Pero que' nadie se . engañe; j_�<:l_ll§_O_���- �l ()�cleQ ��l_ �_fa-��!.S.� ve�� da:derohncluso en el orden ci�l discgrs.() _publi-�ado . y li�i� de _t(.)clo iitl1al� tg�fayí! _s��- ·ij�!��l! foitri�s··· 4� ªI?rgpia._�il?P:: ·ª�IL��-���t.Q_f/ _�� _fo_ n@ i�t�tc�.tribi�bilidad� Puede tratarse muy bien de -q��-�T-��t�-¿� -��cribir, tal como está institucio-nalizado actualmente en el libro, el sistema de la edición y el personaje del escritor, se desen­vuelva en una «sociedad de discurso», quizá di­fusa, pero seguramente coactiva. La diferencia del escritor, opuesta sin cesar por él mismo a la actividad de cualquier otro sujeto que hable o escriba, el carácter intransitivo que concede a su discurso, la singularidad fundamental que con­cede desde hace ya mucho tiempo a la «escritu­ra», la disimetría afirmada entre la «creación» y cualquier otra utilización del sistema lingüístico, todo esto manifiesta en la formulación (y tiende además a continuarse en el conjunto de prácti­cas) la existencia de cierta «sociedad de discur­so». Pero existen aún bastantes otras, que fon-

42

cionan según otro modelo, según otro régimen de exclusivas y de divulgación: piénsese en el secreto técnico o científico, piénsese en las for­mas de difusión o de circulación del discurso médico; piénsese en aquellos que se han apro-piado del discurso económico o político. ? �·

�A.J#lm�_rª -�Yi�t-ª,_ __ gs.· <�clQ<;tÚnªs.>t(religiosas, , �- ( políticas, filosóficas)_cqf!�t!�yep.Ao có11trario d' e·, '� una «sociedad . :de ·.·.·discurso>��; _ ·e� -�s1:�Fóíti.rti��. -�v �g&�!q··ci� iµ�{\iid-�Q� -q�-�J��hI����;��¡:;;ci�.-��t:�� ba fijado, 1:erídfa ál 1m�hos .·a ser limitado; y era --�nt:r.� .-�J!9.s. .. ·. ��tre. __ g_�i�ti;i��I!�í�sµE��:2siª!�;:�!F,1 _<::µlaf_y _tf.�gs�iti!S..�_· _ _ 1-:i_�2�tfiD.I, por el contra­rio, tiende a 1a· difusión.; :-y á tráirés de la _euesta en . �o-riión <l��tiri-�Ólb-y-�ü{;ri� -�orif u�-to . . d��- -�ii#-�C:titsos, Í�s-iti<lividuo·s·�--tan--ri{ü:hc��s;��---�t:ó��--5� g_�i�r<!i�2�ri�i��de�ffrién ·�-� -4��iid�h-;J:ª�i��!];���� c:d -En ••aparien.Cia, la. única c.ondición :tequeridií -�s. a .. i�2bri(,c:i�i¡rtu{<le ·ri8-- ;riiis�as--��iaa:a�;:·:¡--1i'it:�Iitdhi6ri -ae una;�ierfa re-�i�--2�i;·����ricti - fl�ii'E1�-,-de �órif;rmid�-d-�o'11 los ·· di�tursbs· �á1'ii-

. __

_

·- -·-- ---- ·- .

---- -- -"'----· _ _;__:....,:..:_,.: __ . _. �--".---'----·--�-· -· ·-- ---· _..:.':.. dos; ·si rio fueratl Íp.ás _g_ue/esto� Jas- ·doctrinas . ndi

-�·st�n¡fi-tafi�-ale)a<l;�-de_ 1as···ai��i-Piírias:-�ientillr�

cas, -y el controT�üs�ursi�o ve�r�-ai-í-�-sólahiént�-sdi ·-¡;!�;-1�--fO�tiia-0�-e1 .. é�nt�ilI<lo-<leC�J;�cia<ló; ri� -süBre -eI -5lífeí0--9ile .··l1ablaJ Ahora. hie-ri:-Ta�"he�1:e� �R:eil�fo--ª-��iiL��a)��;n�--�� ·cuesif6-���¡]�=��--��J�

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Page 23: Foucault, M. - El Orden Del Discurso

1 1 :,

enunciaq9i�L�'l!i�tqc q1.1_<; ll'1Pla., y a{ uno _a traiL vés del.otro. Cuestiona afsujeto que . habla a trav�s y--;-·partir d�l ����ciad�� c��o lo prueban los procedimientos de exclusión y los mecanis,:nos de rechazo que entran en juego cuando el su­jeto que habla ha formulado uno o varios enun­ciados inasimilables ; la, '.li�rejfa . . y fa .ortodoxi� no re$pQn.clen.-a_·.u11a.· ���ge���1ón-f�hática de •fo�

-h1�¿�fiisnfó�·;·¿;¿1ifri�iéSi ·1��-c-1ri�ufli)J�n.··. ·firiidá1-m�tit�frii�tef[�tiJ •iT�]��ersa;G-dü2frirt�-�ues4-ti�frii lós . �11.liiiélaa¿s ª• paítir cie-1os- sujcios��

����!�;�:�!-�:t�i�r��i4�������11� �@ffi�g_t:q (;l�_ .\1Ílél él9h��A9I1:.É�9J2il-pertenencia de clase, de estatuto social o de raza, de na­cionalidad o de interés, de lucha, de revuelta, de resistencia o de aceptación-. La doctrina

---··---·-··-·--

vinctifa aJos indiyiduos a .ciertdstipos . de, e11uJil-�iaci6ii�Y�Qܱª.��ft�����Üci�J�iJ?!9l1A'�.t�ajqg!.9r otxd� háo se . sif\rei·· ·e.ti tecipiócid�d, de:! · �ierto�

.!�P.����������nsf�¿r§� -í!�!ª·i1�s�!�I-�JO.:s. -!ildii��--

-ªuºs ·entte.·· ello§!:cY difo�eilciarlos .por elle>����!!l� de -fos. _ ptt()s iestaf1teS1'. La doctrina _efectóé:l un� doble�slitBiS16i}:. la de lo.s ·sujeto$ ·-,cíu·�-h�bf;p

�a4'���]!��if�tr���-:rt: hélblanr.

44

l :�

. .. Finalmente, .. el!_�lJ!.l�ªi��escaJª�n!.��'-ªtpplia, ha.XI 1 ) � "'

q�e . t�sq_1!2�g��-gr��des :J��.n�i9.B!���-:�E..�J2_, __ 9�� d / � -�· · podría lJa�áEseJ�Itties_uaciór1 social del discutl � L\

. . . • ,. • ' • . . ' . . . . . · . ··..,-�·-···-·-··c···-�·.---·---··-C··-c--, " �-2·.1� �d���<;i�Jl, •. pot hiás .gpesea

_ legalrnerite ef

_El�!�mei:ü:o gracias , al, c.u�I� todó .Índi�iduo- · etf una $¿)21.�dacC�ofuó Ü ·· ·rtl1e�tra--pued�-�cc�der-á1 ���aTqu1�t:-f1r<:>�4��-4f����-·-·�-�-�-á�:� �q_ii_� -·����-�M �:ll. ·. dJ#tibuc_ió11�. -�!J:.Jo 9ct.t�:P�!I!l�!���Y-�l1 .l<:>. .. qu�1·

. impide, las lín�.a.�. ql:l,� 1� .. Yi.�.1:1:�!.l-�.a.t��cJ'!�J?g_�J�J E:istancias, ,las . oposiciones y las 1 u chas sociales� Tódo. s1st�ma: .c4.�--�4E_�-�iÓn ·.· es

__ g��;f<?�mi.E21Xtii ca de 1n::lf1tener ·o · de• módifiéar Ia·adecuacióh dé' �ós df scu:sos, con los s���res -y "Ids_ 'ff��-���---9-1:1�/ _JmpJ1camt

Me doy cuenta de que es muy abstracto se­parar, como acabo de hacer, los titu(lles -del ha� blart las socieda.ªes de_clis�ursos'i, los _grup(>s�doc� tririales� y las -�g�f�ª¿��;!l�s -soct�!.�sl La mayoría de las veces, unos se vinculan a otros y cons-

clhtYe;-e-srea�sd�-g��n'd�·5·-�dTfi·�¡;�-q�- asegu--ranJa distribución de los sujetos gue hab��¡; los diferentes tipos de discursos y la adecua­_ción <!_e los discurs�<!�i.���-�a!_e:_gorías de suje­_tos. Digamos en una palabra que ésos sbri fo� _gráij_q��-JiE�fedirnient()s de sumisíón• del dis� curso� t�é ··�·;f d�·¿-5--¿�-t�-J�-,��Í1 �Ist�hia. de! enseñanza, sino una ritualizadón :-deChablail

·---··-···---·--·---------··--·····---·--.__, ____ ,

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sino una cualificación y una fijación de las fun­cion��-p���-i�� -��jetos que hablan; sino l<l:_ ��ns­tTt��-f6� d� �I1 grupo doctrinal cuando mep.o,s difu�o; �¡�-; u�a dist�ibución _ y . una adecuación del discurso- -�-;n_ - ��;--¡;�-dere�- Y saberes?- ¿Qiié -�-� la «escritura» (la de los «escritores») sino up. sistema similar de sumisión, que toma quizá for-

-mas un poco- diferentes, pero cuyas grandes es­cansiones son análogas? ¿Acaso el sistema judi­cial y el sistema institucional de la medicina no constituyen también, al menos en algunos de sus aspectos, similares ��s.!e_J!laS c:le s.umisión del discurso?

Me pregunto si algunos temas de la filosofí_a no ��rgi�r�n para responder a estos juegos de

_limitaciones y exclusiones, y quizá también par_a reforzarlos; -

Par� responder, primero, proporcionando uga verdad ideal como ley del discurso y una racio'." naiidad i�J:llanente como __ principio de sus <lesa� rrollos, �c��p�fiá.�dolos también �e u11él étic_a del conociir;ie!lto que no promete la verdad más -que al des.�o d� -la -��rclad misma y al solo poder de PC'.r:isarla.

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_Des_r1:J:és, para refori:élrlos po_r medio de una _den�g(lsic)n que estri!:><l esta vez en- la . realidad especjfl�� 4�L discurso en general.

_Desde que fueron_ excluidos los juegos y el C01Il�_tcio de los sofistas, desde que se ha amor­dazado, con mayor o rpenor seg11Ú�éld, sus para� dojas, parece que el pensamiento occidental haya velado por que en el discurso haya e� l_Il�QQ� esp�­_S'.iQ__pQs_i}:,l_e _entre el pens(lmient_o y el haqla; pare­ce que haya velado _po_r ql1�

_

_ dissurrir aparezca únicamente como un aporte entre el pensami�n­to y el habla; se trat(.lría de un pensamiento reves:.. ti9:() de sus signos y hecho vi�ible por las palabras, o a la inversa, de eso resultarían las propias estructuras de la lengua puestas en juego produ­ciendo un efecto de sentido.

-�sta antigua . elisión de la realidad del discur;_ so e_!1: _�� _p�11_sa�i��t� -fil-¿;�ófico . ha tomad;-bas­tantes formas en el curso de la historia. R�cien­_!�111:_�_Q!_e_hél y_udto a aparecer b�jo el aspect� de varios t_erpas que nos resultan familiares.

-

Pudiera darse que el tema del sujeto funda'"" dor permitiese elidir la realidad d�l dis���so�El sujeto fundador, en efecto, se encarga de animar _4i���tamente con sus objetl���la�f;r�a-s-�acías del lenguaje; es él quien, atravesand� el e�p�sor o la inercia de las cosas vacías, recupera de r:i_U:e-

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Page 25: Foucault, M. - El Orden Del Discurso

, ,,,:; \ � I :, •,) \ ' \.'· -,,

vo, en la intuición, el sentLc!_q_g_��- allí se encon­traba depositado; es é!�_ i_g:Ya.!gi_�-1:!!�,--q�_i_e�_ del otr9J�_gQ __ del _t!��pg,

__ fugd� }ig#�9E!e�-E� sig­nificados que la hi_�t9rj�_J:_l()_ t_�Q_sl!_� después ��s �q-��-�!21i�i-t��:-y. en los que _la�p-�gp<:)�_i<::!on�s, las ciencias, los cq_gjuntos deductivos encon­t�;:fu�n resumidas cuentas su fundamento. En su relación con el sentido, el sujeto frinda-dor dispone dé -signos, __ de mars_�� de i���sio�, de letras. Pero no · tiene necesidac!_Q_ar� __ !!_l_ªnif. -f�-�ta;f ���4��p(lS·(l� _pg!_J�_j_J:_l��Q�j_(l __ _!)jgg�l_(l�_ d�J -

------···-·--

. discurso}

- - - - :El tema que está frente a éste, el tema de la experiencia origi_naria� desempeña un papel aná­logo. �1:!J:?One qu�1_!_ras d�J-�Jg?�tl_enci�___,_(1_!1-te:s incluso de__que hay�_Q<?dido rec!_<2�_(1ES_�_:_�_l�fot'­ma de un cogi,to, hay ·. significaciO!!__eS preyi��_JT� ]i<::h<!s d�-'--�(g�na I;;ati�i;,-qu<: recorrían el _�u� do, lo · dis_2Q�íaI1:__(l_p.uestro 2!!!ededo_!"_y_<:!_��-él!1 �-©­ceso desde el comi�Q�g_il_�!!-ª_e�p�fi�c!� P!!!P-i!i�<2 reconocimientd. Así, �!?:�_Erimerél __ c:9�plic_�-��d con el mundo fundamentaría J�(l_!(l _ _Q_��g_t!_()sja -p���Eilid�dd�-hablar de _él,_ en él, de desig� lo y nombrarlo, j�zgarl� finalmente c:_on()<:;_�El_o en la forma de la verdad. Si hay discurso, ¿qué puede �er -ent��ces, en su legitimidad, sino una discreta lectura? Las cosas murmuran ya un senti-

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do que nuestro lenguaje no tiene más que hacer -, ·

brotar; y este lenguaje, desde su más rudimenta-rio proyecto, nos hablaba ya de un ser del que él es como la nervadura.

El tema de la mediación universal' sigue sien­do, creo, una forma de elidir la realidad del dis­curso. Y esto a pesar de la apariencia. Pues pare.:.' ce, a primera . vista� que al re_e_g�smtrar . pcfr_!Qdas partes el movimiento de un logos que eleva las -sin2 --�l_a#c!élc!�J1'!�!� e_L�-9_1-1_c:e_pt9_y_gue -p�r�-!� �-¡;�7 conciencia inmec:l_iat� __ desple�r · finalme!)-_!_�2_4a lél_!él<::i<:>E_�_!idéld -del mundo, es el discurso· mism:b _l_2__gue s� __ coloca en el centro de la especulación} Pero este logos� a de�ir verdac(no�s�' en �a­lid�d, ��}�--q!:!��-1:!!1 discurs()-'-Yª pronu�ciado, o más bien: son las mismas cosas _ y los acont�cti mientos los que se hacen-rn�ffis!biem�nte-dís·l curso desplegando el_seq�to_de_�u prQRia e!Sencia�'

_El discur�Q_ no e$r apenas más · que la reverbera\:­�i_2n · de una verdad 9!:!�- na_ce an��"Y:s · propios ojos; y cuando todo puede finalmente tomar lá

_fq�PJ:<l d�J discurso, cuando todo puede d��i��� ��n4Q i?��J� <l�i���-�r di����º -;-p�_QQ9_§it� de tódo, . es porque todas · las cosas, habiendo ·illafi-!íesia<lüe-íht:e-rZaffiiJia<lt; 5�-s-sentW�;,-¡;li� ..

Q�-� _ _volve!_s�� _!� if!_t�Ei9_ri9_'!�--��lenciosa _ 9e-Ta. conciencia de sLi

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Page 26: Foucault, M. - El Orden Del Discurso

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t:X¡(/-./��:- �:--;;,·i�:/�� ( f' ,.,.,""'..f_j_,,� '-->· /ve �,._, � ¡ '

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¡,,_,..,) :./....!/'./" :' ! ,. '{;J' r-,.,.-,. .r ,_ .....

Bien sea pue� 'en una filosofía del sujeto furi-dadorf en una filosofía de la ex2erienci�_ o�iginª'" ria:' o en una fi:l�;;fi�Tela mediación univers;il, d discurso no es nada más q�e un juego, (le escritura,; en el primer ¿��-;:---¿� l�ct�r:-i·en-el--��-gundo, de intercambid1 en el tercero; y ese i�terf cambio, esa . lectura� esa escritura nunca P<?�ne,m eh juego más .qtie los sígnqsf El dis�\lrsó se ��­la así, en su realidad, situándose al servi.ciO d�ll significantcB. -- ¿ �iliza�ión, eri a_Eari�hcia; b-�-�gª_2_lQá� respeiuosa del díscursogue Ja rtuestraf ¿Dónde se lo ha honrado mejor? ¿Dónde aparece más radicalmente liberado de sus coacciones y uni­versalizado? Ahora bien, me parece que ��j� esta aparente ven�rac:ión deldiscurso, bajg_ est'fl aparente ·.logofi!ia, se/ oculta una �specie .. d� _ _!j­]Jlor� Todo pasa como• si prohibiciones, .barr€i,<­

ras, ·úmbra1es, límites, . se dispusieran de ·II1:_anei;-rp. _gue se dómine� al menos en parte;lél. gran pr�-liferación deLdiscurs0� de manera que su ri�­za se aligere d� la p_�r_!�-�!�_J2eligrosa_y_g��-�u d�so_r_<:!�-�-��--��nice s�ún _ _ figuras que esqui­van lo más incontrolable; todo pasa como si

��-hu�!c:'.���i!Iª�-�_9_!!_ar __ hast� las marcas de SlJ irrupc!Q!! __ �n l�uegos del pensamiento y de la lengua.

50

Hay sin duda en nuestra sociedad;' y me ima­gino que también en todas las otras, pero se- , .. gún un perfil y escansiones diferentes, una prdi ·�: fu11d;i ···.lugofobia, . u11:_Ll���ie de sordo temo/ "t, q;mt):'a esos acontecilnieritós, contra esa· m;isa deif cos'a_{dicb,as, 2óiitra l� apatic::ión . de todos esoSi � -�JD.{:iaa�-s�-Zóflt!i1�&;I;-.9:ii�- -.p-;��a-e . . liabeit? ,�'-·-allí de violento, de .discontinuo, de ·batallado!'!, . . _yj_iti;hién �¿�--9:�sq!deri' y .de_R�gg_ro( contra".--

. _ �� ese _gran _!llU�mullo_incesante y desordenado de ,¡ '\'i' '.:..t_ discurso. � \. �'

----···------ ,, ·-..\ . . · '."--_

Y si se_g_uiere, no digo borrar este temor, sinó- - � -�\? .:s.._· analizarlo en sus condiciones, su juego, y ��s�� �· � efectos, pienso nue es . necesario limit;�se -;--t�es '·� "� - - · ·:····-··-:· --·-- ·-···-·· ··------::e·-----·-··------ ·- ·-···---· ·---···· · ·· · ···-··--·--· -··------- . \ .. geci§iortes1 a las cuales nuestro pensamiento, ac--..� :'}"� j, tualmente, se resiste U_!!__P.Q��corresp_9_1?-- ..._� :�·-;,; �-.... den a los tres grupos de funciones nue acabo · ·t .· ... � - -·-·····--------------- ---·· --------------·--·-· .. �--·-,________ ..... •... . \ _sl� __ _ e_voca��___r�p!an:tearnos nuestra voluntad de '<" ·� � �erdad; restituir a:l discurso >su carácter de acor:f- > � _!edniier�to�J�_<:)rra.r 7finalmente la soberanía del1 � significantd �'-

Éstas son las tareas, o mejor dicho, tales son algunos de los temas, �� __ !ig�g __ �lJ:!a!J�_Q__que _guisiera hacer aquí durante los próxi�os años.

5 1

Page 27: Foucault, M. - El Orden Del Discurso

�: 1

. ,�- .· · ,, . 1 '-..!;

Se ·pueden senalar enseZ!!ida. ci�rtas exigencias <--i ·

de método qÚ�t�e¡i:-oon�------- -·-·-· --- ,_.>S<

En primer lugar, un principio de trastoca;,. mientd! allí donde, sefil!ri la tradición, . se cree reconocer la fuent� de lÓ�. dischrsos, elptincfhl_G) -d�-��:abri�¿r;. �y-de sti��¿)�íi;{tiia-;d, <en es�s ": fig\.lrasi que • parecen represéntai una función p©- , -�itiva� como la del autor, la disciplina, la volun­tad de verdad, se hcl.ce necésariéJ, antes que nada, reconocer el juego negativo de un corte y de uná ' ·:\ rarefacción ·del dlscur;ol

.Í ------··--···- ----�- � � . Pero, una vez señalados estos principios de

rarefacción, una vez que se ha cesado de consi­derarlos una instancia fundamental y creado-ra, ¿qué es lo que se descubre debajo de ellos? ¿Es necesario admitir la plenitud virtual de un mundo de discursos ininterrumpidos? Es aquí donde se hace necesario recurrir a otros princi- , píos de método.

· Un principio de discontinuidad: que existaiíi.�: ·: sistemas de rarefacción n�uiere decir · quei por ·. debajo de ellos, másilB.' .. de cllos, !J_tibíerade re11- · �

_!!ª! __ Uf1_gfan discurso ilimitado, continuo YJiilen- <; cioso,' que se hallara, debido a ellos, reprimido e\ o rechazado, y que tuviésemos el trabajo de le- "'.::_ vantar restituyéndole finalmente el habla. No! hace falta imagin���'!Jgg __ go. gicho _2jgi�g_sªc:lq;

52

_gp._�,_r��prriera ��undo y_ se enl_azara con . todas� sus · formas .y acontecimientos· y . •gge finalment¿ hubiera que . attieular o pensarrfLos. di�ti�¡-ofdél ben ser · tratados . corno · práctic��-�·¿¡¡-��Óhtinua!� gue . sé cruzan; a veces . s_�tapon._�!1..L.2�ro qú'.e también seignoran o ·se excluyenY.

Un prirrcipio . de especificidad: no resolver el _discurso en un juego de significatf��m;--p;�� ·-.-� no imaginarse· g__ue el mundo. v_ue1_ve hacia nosd: · ·�

_trüs una cara legible_ que no tendríamos más qu� -� '·7 · descifrar� él no es cómplice de nuestro conocí- -� miento; no hay providencia prediscursiva que lo � disponga � nuestro favor.

Es necesario concebir el ·discurso como una �iolencia que_�� ejerce sobre Jas cosa§, en todo caso como una práctica que l_es imponemos; es erí' �sta práctica donde los acontecimientos del dis-��-;�d enc��p-tiá�ef"¡;f�ipi�}e su· re�kt�.

Cuarta regla, la de la exúriorida.d: no . ir deV ·- ,.

discurso · hacia su núcleo i�!�riQ�..L<?.c�ultdf, hacia ;,

el corazón de un pensamiento o de una signi­ficación que se manifestarían en él; . sinó:, a pai,:�

_!ir del discurso mismo, de su a_p'°ªg�ión __ y_de su "�, _g�gQlaridad, . ir hacia sus condiciones externas -� _q_�:.P9�sib_fü�fü4¡_ii_����-l�_ql!��Si�¡;;tw�-�T:��- -:�, al�_atoria · de esos '!contecimien!.2�L_que fti_�-� lds límitesfJ ---- -

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// p/Á-0 e, ,..; ,, ;" .t_ G¿./ ..._, 7" ;-"r/ �

Cuafró Rótiohes ,deben servil pues id¿ )3)'.iinci� pio'regufad<Dr••.en>eL knálisis :·Já· ;del :ato�tedfuiel!l-to,: fa dela· �eri�;la)tlela tefil:darid.aaX¡I.3: cfelá .éÓJ.f dici6ri. de posibilidad'-·• Se.' óJ?orteril como puede verse, término a término: efªc91:lt�chnien.to a l� creación, fa seríe ·ala. unidª-d;H�{rcigyl�d�d·�·•la.'o�i­_g!,!!�lidad'·.y_h.(tóridióioii•·•·dé"fi<Dsibilíci'ád .. '� la �­nifitaciónf E�tis b1�fr(),'qliil:i:ias iftOcÍQnesg ( signi­ficación, originalidad, unidad, creación) , haJj d9niirj'ad0� de una manera bastante general, lag b.1$tQtr;tr;¿iciorial•:d� las.ideas,·dondew de com� acuerdo, ·séb#s(:apa el · puitt8' 'ciei'fa · ·creacióu, 1a unidad d�>la ol:Jra; qe · una·.•época o de·.·u,11 tem�, la .marta (;lé :ra ... ohgitia.lidact.• i1lcl.ivic1.ü.�l·y···eyl_fes�r -�i.in4efi.nido :a�•· .. fas si�hifii�dioP,ei�disp�rsa..�

Añadiré únicamente «::lOs · a'.d\rerten.C:ias. Una de ellas · conciern� a la historiál· .Sé cónsideréil! � córttribµ;dprt, de fa hístúiia: torttefuP-oráhea ht- < '

b�:t<fét;itaJ:lh'.lbs pii\tilegios concedidos· ::tntañ© al aiofihfoimierit6 , •singtifat y tilrl;)éi'hecho ap� r�cer . estructuras. gúe . se .· extienden .. sobre ui,q ainplio margen de tiempc:>?. Así es. No estoy se­'guro sin embargo de que el trabajo de los his­toriadores se haya hecho pr.ecisamente en esta dirección. O más bien, .rio treo que fr�:ya un� rá�ón• inversa entre · localización del ic.:onteqj.­!Ilien:to ··y el análisis · que se extiende sobre· U!'!

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amplio margen ·de . tiempqí Me parece, por el contrario, que bien estrechando en su límite el tono del acontecimiento, bien impulsando el poder de resolución del análisis histórico hasta los discursos de apertura de sesiones, las actas notariales, los registros de parroquia, los regis­tros portuarios comprobados año tras año, se­mana tras semana, es como se han visto perfi­lar más allá de las batallas, decretos, dinastías o asambleas, fenómenos masivos de alcance secu­lar o plurisecular. La Hi$totfa; taf.c�nrio'se .prac4 tica- a.ct;ualmente,� . 'nó se.)i1eia .. de .Jós .�toritecii miettfós, eifieñde pdr ,et Conttirió su cártl¡?& sin cesar� descubre nuevas capas, más superfi­ciales o más profundas ; aísla conjuntos nuevos, que a veces son numerosos, densos e intercam­biables, a veces raros y decisivos : de las varia­ciones casi cotidianas de los precios, se llega a las inflaciones seculares. Pero <lo ifupOrtante d que' la', hist6ria?ri0: considdre tÚf at'o1ltetJ.mied­tO� definirla .serie · de la qtie forma partl?Sfríl especificar el tipo ' de análisis de fa que , <lepen!' de, sin intentar conocer la regularidad de los fen6m_enos y los , límites de probabilidad de sd'' emergencia� sin.interrogarse sobre las variacid· nes , las .inflexiones y el . ritmo de la c�rva, sil). _guerer determinar las condiciones de �� __ que:

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dependen{ Claro está que la,historiaYi desde hace mucho tiempo, ho ib.usca ·ya_ comQrender · 1os: :;icontecimientos a tr�vés de unjUegcfde'caU.sa� y· efectos en· ·. la unidad·.· ínfotfti�=-4�� uJ;- _ gI'aa devenir, .vagamente homogéneq o . ciurament� jera:rqui:z¡ado ;'.péfo nrn.p:;ira-. reó1pe��I ,estruetüra'.S anteriores� ajeriéls, hostiles al acontetirriientd1: Ló hace para establecer series disfirH:as! entre­cruzadas, a menudo divergentes, peiq;no•,aut@.­nomas, -que_•Pernliten·.circunsCrib.!!.-�L:«lugap> d�l . acqn¡t�iirfl;fontp, lo�•: fll¡it!g�Í!ÍQS de SU azar; las cofl

�ig�������Y���rrtal�s.·.··qtie··. se,•-·impc(í ne11 · a.etualfuente nci isoii l�s dé.la 2otidendaxt

de la · continuidacl{ton -lós ptoblell1as que le� son · Gorrelativos de•Ja .libertad·y de la caus�­lidad), :rio son tampoc,:olas delslgnó y de lá es­tructura. Son ··las del acoríteci!hiento y -de l�

. . . ' . . - - � . . . . . . . seri<:��- -:q�fr ¡·d· Juego de .- t1o<:iones- con .ellas tela\i-

. ciph�d�s;:f�gul�i:idad; azai, diséplftin uh;fad; . . dff� peilQ'en¿ia; · fran�fornra<;.iptf; es por medio de un conjunto semejante cómo se articula este aná­lisis de los discursos que yo defiendo, no, des­de luego, sobre la temática tradicional que los filósofos de ayer tomaban todavía por la histo­ria «viva», sino sobre el trabajo efectivo de los historiadores.

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Pero por ello también este análisis plantea problemas filosóficos o teóricos, verdaderamen­te graves.· SFlós - d.isC:utsÓs debén trafarse.desde·-•el principio·• ···.coliió•_•>tc)rtjiltit�de .. ,··élcorttecimientos dis�lirsivos;·· ··.•·.¿qué·.· .. estatüto hay .·.•qµe . conceder· 1 está·nociól1 de acbhteciíhientd1 que tan raramen­te fue tomada en consideración por los filósofos?'] Claro está que ef. �c()htecimietí'to út0 és ni su� tan'.tia,··· ffr iácddénfé� ···ifF•caJidac!,<'.rri<t?.rOcesb; ·· el� acorfrédrni�rit<? ilo . pertel1eCe af:.·.orden _ __ .de lo:s Cti�r¡)os. y si11 �tribargo .Ha 'es inmatefiahf CS' én d nivdH de •. fa •méJ.terfalidac:k como cobra, síempre! éfecto, que és efecto; ti<iriesu sitio, y �Qhsiste• eii Ja �;!�i9�LL� co�Xist�nc;ia, Ja dispe��2lliJá inte;t­secció.n�,Ja .ab1mulél2ió!l; fa· $elección dé ····_elemet:l­tos hfa.teri�le�} ·tlo�J1lct(Fri[JárpiÓJ2�Jicfd� Ul}· Ó'.Uérp6;· sé �produce .Cdfub eféctd déy\�=\n. ·un;li disp�:rsión, ma,feiiaM Digamos que. ;lél,filoS.offa del acoritedrl1íetlto debería av�nzar-. 'eü · 1ii direcciótf paradójica, a primera vista, de µá .filaterialismor de lo incorporal�

Por otra parte, si los acontecimientos disturi �ivos deben tr�!::g�e )egún series · · hohiogéneas�· pero.discontinuas unas con relación a ot��s, ¿qué categoría hay que dar a ese discontinuo? No s� trad en absoluto ni de la suc�<le1;$fustan� tes del tiempo, ni de la pluralidad de los dig

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versos sujetos que piensan; se trata de cesuras qué rorrtgen el i11sta:n� disJ?��at�L,�_Ls_gi�to en úh.a plu.rali'dad:>,de .·•posfule�Y-Pfü:ióti§GI_fun_ci©­rtes: Una disco11Jirtuidad ial qü� golpetea e i:ríi­valida, Já:s '1iiehóf:es •in.lida�:fos·· tf;;i.dióoiiahnen �e reco1100ida§ o las menos fácilmente puestas en duda: el irisfatite y el sujeto'! Y, pof debajo d& eHos, indepe�dientemente : de· �Hos, : es . precis® concebiri entie esas series discÓP.tiiiii;is,··.•.,· de· ' .l� rel��ioties· 'Cfi;te\ nb són: tléFforden. de J<l>s\1.te�ióll (0 : ··4e::fa:; :siln.ultaneidad) en . . ·li4�_ ·(0 'varias) . e:6t!l­cienciif; .�s; ;heéesarió ·elabotar """füera ·de .las fil�­sofíªs:;del.sujefo. :y del ·. fieriip<>-2. una .• teoría de 1� sistefuatfoidádes . discontinua.si. Finalmente, ' si · ·. eS,i v�rdad qüe·. esas:•series ijikürsiva�·y disóoríti� ti el). en, cada una; . ·�nfre dertc)s:Jífu.ites, .su·.tegul:J­ridad, si11..,dud# ya fi() es· posible e�tablecer� entr1 los · demehtos qµe .·las. constituyen, -vínculos . d� taú'sali.4ad··. mecál1.i2a : o de .necesidad idealf. Hay gl1e. at�ptar la iritrQdúccipn. deI.· a:�ar···como cat�­góría en fa .. producci0µ de los aco�técíI11iento$. Ahí se echa de ver también la ausencia de una teoría que permita pensar las relaciones del azar y del pensamiento.

De modo que en el diminuto desfase que se pretende utilizar en la historia de las ideas y que consiste en tratar, no las represen!aciones

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que puede haber detrás de los discursos, sino <, los discursos como series regulares y distintas s 6

de acontecimientos, temo reconocer algo así "( ·�t,,,, cotno urfa •peql,leña$ (y quizás odiosa) . ·· maL J� ��� quirtaxia �que 'perinit�' introducir en, la_�ism� �: �<t rªfz\d�f pensamiehto, e:l dzar, ' eh discontinuo y '-.t,1 � "·: la #úilerialídadf Tripfe ;peligr& que':derta· fot(1 '1 l -'L� ma de hist0ria pretende tonjürar refiriendo eE � ':: -! desarrollo 'continuo <de: tina:. neeesidad ideaH � ��. Tres nociones que deberían permitir vincular a la práctica de los historiadores, la historia de los sistemas de pensamiento . Tres direcciones que deberá seguir el trabajo de elaboración teórica.

Siguiendo estos princ1p10s y refiriéndome a este horizonte, ·los 'análisis que me propoti:. go ·hacet·· se disponeh ·según dos conjuntosi; Po! una parte el conjuntó «crítico» que utiliza el principio __ de trastocamiento: pretende cercar las formas de • exclusión; de · delimítación; de aprol piaciólli a las que aludía anteriormente; muestra' cómo se han formado, para responder a gu@' necesidades, cómo·. se han modificado y desphf zado, qué coacción han ejercido efectiviment��

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en qué . medida se ·.han ·alterad& Por otra parte, el ·· copjunto «genealógico» _-9!(� utiliz�J_ps otrq;s tres principios : · cómo · se han formado, por m�'­dió d.e, a pesar de o con el apoyp;dé'.e_sps sistem�s de/c(;)aceióri., . de.las · setiéf ,¿� losé.disc.Ursos ; ,cti�l -�,. ·ha �i4.9�·:la'J:ioti[� -�spedfü:á de<�adá �P.�tJ{:cU,ál�� � stis·g5nfü8¡jh:¿s (;le;aparfoló_ri./ t!�hedrn!enfo, .� 0

���pión� . . , . . , . . . . . . . , :::;� Para empezar, el coumn.to c:r1tic;o. Un pnm� '

gnipo dé'·atjálisis versaría: sobre lo que he · desig­nado 'Cenno. fu.rrcióries dé exclusiód. En otra oca� -i ' . · · . . ,___ "

sión estudié una y por un período determinado: se ti-ataba de la separación entre locura y razón en la época clásica. Más adelante se podría in­tentar analizar un sistema de prohibiciones del lenguaje: el que concierne a la sexualidad desde el siglo XVI hasta el XIX; sin duda se trataría de ver no cómo se ha desdibujado progresiva y afortunadamente, sino cómo se ha despla­zado y rearticulado desde una práctica de la confesión en la que las conductas prohibidas se nombraban, clasificaban, jerarquizaban, y de la manera más explícita, hasta la aparición, al principio bastante tímida y retardada, de la te­mática sexual en la medicina y en la psiquia­tría del siglo XIX; no son, naturalmente, más que indicaciones un tanto simbólicas, pero se

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puede ya apostar que las escanciones no son aquellas que se cree, y que las prohibiciones no ocupan siempre el lugar que se les ha supuesto.

De momento, quisiera dedicarme al tercer sistema de exclusión. Lo enfocaré de dos ma­neras. Por una parte, quisiera intentar señalar cómo se hizo, pero también cómo se repitió, prorrogó, desplazó esa elección de la verdad en cuyo interior estamos prendidos pero que reno­vamos sin cesar; me situaré primero en la época de la sofistica y de su comienzo con Sócrates o al menos con la filosofía platónica, para ver cómo el discurso eficaz, el discurso ritual, el dis­curso cargado de poderes y de peligros se orde­naba poco a poco hacia una separación entre el discurso verdadero y el discurso falso. Me situa­ré después en el paso del siglo XVI al XVII, en la época en que aparece, en Inglaterra sobre todo, una ciencia de la mirada, de la observa­ción, de la atestiguación, cierta filosofía natural inseparable sin duda de la instauración de nue­vas estructuras políticas, inseparable también de la ideología religiosa: nueva forma, seguramen­te, de la voluntad de saber. Finalmente, el ter­cer punto de referencia será el comienzo del siglo XIX, con los grandes actos fundadores de

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la ciencia moderna, la formación de una socie­dad industrial y la ideología positivista que la acompaña. Tres cortes en la morfología de nues­tra voluntad de saber; tres e'tapas de nuestro filisteísmo.

Me gustaría también repetir la misma cuestión pero desde un ángulo diferente : medir el efecto de un discurso de pretensión científica -discur­so médico, psiquiátrico y también sociológico­sobre ese conjunto de prácticas y de discursos prescriptivos que constituye el sistema penal. El estudio de los dictámenes psiquiátricos y su fun­ción en la penalidad serviría de punto de parti- ·

da y de material de base para esos análisis. Asimismo en esta perspectiva, pero a otro

nivel, es como debería hacerse el análisis de los procedimientos de limitación de los discursos, entre los cuales he designado antes el principio de autor, el del comentario, el de la disciplina. Desde esta perspectiva puede programarse cierto número de estudios. Pienso, por ejemplo, en un análisis que versara sobre la historia de la medi­cina desde el siglo XVI al XIX; se trataría no tanto de señalar los descubrimientos hechos o los con­ceptos utilizados, como de asir nuevamente, en la constitución del discurso médico, pero tam­bién en toda la institución que le sirve de apoyo,

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lo transmite y lo refuerza, de qué manera se uti­lizaron el principio de autor, el del comentario, el de la disciplina; intentar saber de qué manera se ejerció el principio de gran autor: Hipócrates, Galeno, naturalmente, pero también Paracelso, Sydenham o Boerhaave; de qué manera se ejer­ció, y ya bien entrado el siglo XIX, la práctica del aforismo y del comentario; de qué manera fue sustituida poco a poco la práctica del caso, de la colección de casos, del aprendizaje clínico de un caso concreto; según qué modelo ha intentado finalmente la medicina constituirse como disci­plina, apoyándose primero en la historia natural, a continuación en la anatomía y la biología.

Se podría también considerar de qué mane­ra la crítica y la historia literaria han constituido al personaje del autor y la figura de la obra, uti­lizando, modificando y desplazando los méto­dos de exégesis religiosa, de la crítica bíblica, de la hagiografía, de las «vidas» históricas o legen­darias, de la autobiografía y de las memorias. Algún día habrá que estudiar también el papel que tuvo Freud en el saber psicoanalítico, muy diferente, seguro, del de Newton en física (y del de todos los fundadores de disciplina), muy diferente también del que puede tener un autor en el campo del discurso filosófico (que estu-

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viese como Kant en el origen de otra manera de filosofar).

He ahí pues algunos proyectos por lo que hace al aspecto crítico de la tarea, para el análi- .: . sis de las instancias del control discursivo. Ero : . , · - "

cuanto · al aspecto gene_�lóg_i_co, concierne a la ·

formadón efectiva de l_Q_s_füstursos bien e!1 e�' -,�. intetidr delos límites de <:;orttrol, bien eh el exte;i ridrfhie11, más frecuentemente� ·· de· una parte 4f �fra ·de la delimitációnf L,a ···.ctítica . analiza los proce5qs '.de rarefacción;_J�_ero también el reagm"" ¡:)amiento y la . unifi�ación · de los discurso.s; 1ít g�eal�gía • e_stuc!�a .. · sü _fo_!"mac��!!_ dic��sa, di�f. continua y regular a la, ve?J. A decir verdad, estas dos tareas no son nunca separables; no hay, por una parte, las formas_je rechazo, de exclusión, de reagrupamiento o de atribución; y desE_ués, por otra parte, a un nivel más profundo, el brote espontáneo de los discursos que, inmediata­mente antes o después de su manifestación, se encuentrau' sometidos a la selección y al control. · WÓrfuació�-!�&1:11�!-4�1 d�scErso puede i�tegra.r, en ciertas · condiciones y hasta cierto punto, lq� J?."�ocedT�!�rtt�s- de co;troV�( es lo que pasa, por �J��plo, �uando urt�- disciplina toma forma y estatuto de discurso científico ) ; -e inversamente,,, las figuras d�-��on!E9LFE_ed�!1_ !_<::>gi_�!:_ __ �uerpo err 64

el interior de una formación discursiva/ (así, la crítica literaria como discurso constitutivo del autor) : así pues, toda 'tarea crítica gue ponga etl duda fas instancias del control debe analizar · aP misrno tieil}po lás regularidades discursivas a trá'.. vés de:Ia.s cuales se forrnan; y toda descripciói¡j ,''� ?enea�ógica �ebetener en cuenta los.Jfüiit�s que ' .'.; .�; ., mterv1enen en las formaciones reales. Entre la ,s � -emptesa�crítici-yk�empiesa genealógiea la dif�'.. rericiá no es tánto de objeto ode. donii'cibtom© de punto de ataque, ·de·pefspectiva y de delim:¡:. . , · 'I tac10m

Mencionaba antes un posible estudio: el de las prohibiciones que afectan al discurso de la sexualidad. Sería difícil y abstracto, en todo caso, realizar este estudio sin analizar al mismo tiempo los conjuntos de discursos, literarios, re­ligiosos o éticos, biológicos o médicos, e igual­mente jurídicos, en los que se trata de sexuali­dad, y en los que ésta se nombra, describe, se metaforiza, explica, juzga. Estamos muy lejos de haber constituido un discurso unitario y regu­lar de la sexualidad, quizá no se consiga nunca, quizá no es en esa dirección en la que vamos. Apenas importa. Las prohibiciones no tienen la misma forma, ni intervienen de la misma mane­ra en el discurso literario que en el de la medi-

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cina, en el de la psiquiatría que en el de la di­rección de la conciencia. E, inversamente, esas diferentes regularidades discursivas no refuer­zan, no rodean o no desplazan las prohibicio­nes de la misma manera. El estudio no po­drá, pues, hacerse más que según pluralidades de series en las que intervienen prohibiciones que, para una parte al menos, son diferentes en cada una.

Se podría también considerar las series de discursos que, en los siglos XVI y XVII, concier­nen a la riqueza y a la pobreza, a la moneda, a la producción y al comercio. Entrarían en rela­ción conjuntos de enunciados muy hetero­géneos, formulados por los ricos y los pobres, los sabios y los ignorantes, los protestantes o los católicos, los oficiales reales, los comerciantes o los moralistas. Cada uno tiene su forma de regu­laridad, así como sus sistemas de coacción. Nin­guno de ellos prefigura exactamente esa otra for­ma de regularidad discursiva que tomará el aspecto de una disciplina y que se llamará «aná- . lisis de la riqueza», y después «economía políti­ca». Sin embargo, es a partir de ellos cuando se forma una nueva regularidad, recuperando o ex­cluyendo, justificando o separando tales o cua­les de sus enunciados.

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Se puede también pensar en un estudio que verse sobre los discursos que conciernen a la he­rencia, tales como pueden encontrarse, repar­tidos o dispersos hasta comienzos del siglo XX a través de las disciplinas, las observaciones, las técnicas y de diversas fórmulas; se trataría en­tonces de mostrar por medio de qué juego de articulaciones esas series se han reorganizado en la figura, epistemológicamente coherente y reconocida por la institución, de la genética. Este trabajo lo acaba de realizar Franc;ois Jacob con una brillantez y una ciencia difícilmente igualables.

Así es como deben alternarse, apoyarse las unas en las otras y completarse las descripciones críticas y las descripciones genealógicas. La pari te crítica ciel a,nálisis se refiere alos sistemas de desarrollo def disctir;;�: intenta señalar, c��� esos Q!@:�_�pios 'de ·producción, de exclusión, dé; rareza del discursot Digamos, para jugar con las palabras, que . praqtica µna desenvoltura . aplidL da. La parte· genealógica se tefiere por el corf trario a. las seri�s de Ja formación · efectiva del discurso: ' intenta captarlo -en su ·poder de :afitL macióri, y entiendo por esto no un poder que sé: 9poridría al ·de.negar, sino el poder de tonstituif dominios · de objetos, a propósito de los cual�i

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se podría . afirmar .o __ negar . p_�oposici2!1_�s verdal deras<o · falsas/ Ha.memos positividádes a eso�· dóminíos :de objetoi; y digamos para jugar una segunda vez con las palabras, que si el estilo crH tico: es el de la desenvoltura estudiósa, el humo� geneal6gko será el de un. positivismo . alegr�'.

En todo caso, una cosa al menos debe seña­larse: el1 análi�is ·del discursó así entendido >ll.@ revela la l1riiversalidad de .·uri sentido, sino q\ll saca atélucit el jÚego:de la ráreza impuesta ca])}} ufi

.

. p6det fundamerital: de···1afirmación,.Rareza· y afrrmáción; ·rafezat finalmente; de la afirmációrli, y . nó generosidad continua del séritidb, ni m©­narqufa·del significariteJ

Y ahora, que los que tienen lagunas de voca­bulario digan -si les interesa más la música que la letra- que se trata de estructuralismo.

Sé bien que no habría podido emprender estas investigaciones -cuyo perfil he intentado presentaros- si no hubiera contado con la ayuda de mód�los y':apoyos� Creo que debo mucho a Dutnézili� puesto que fue él quien me incitó al trabajo a una edad en la que yo creía todavía que escribir era un placer. Y debo también mucho a

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su obra; que me perdone si me he alejado de su sentido o desviado del rigor de esos · textos suyos y que actualmente nos dominan; él me enseñó a analizar la economía interna de un discurso de muy distinto modo que por los métodos de la exégesis tradicional o los del formalismo lingüís­tico; él me enseñó a localizar de un discurso a otro, por el juego de las comparaciones, el siste­ma de las correlaciones funcionales; él me ense­ñó a describir las transformaciones de un discur­so y las relaciones con la institución.

Si he querido aplicar un método similar a dis­cursos distintos de los relatos legendarios o míti­cos, la idea me vino sin duda de que tenía ante mis ojos los trabajos de los historiadores de las ciencias, y sobre todo de Cangµilhem'; a él le debo haber comprendi�ue la historia de la ciencia no está prendida forzo����- en esta altematl�: o crónica de los descubrimientos, o descripciones de las ideas y opiniones que borde�!!_� cien�ia por el lado de su génesis indecisa o por el lado de sus recaídas exteriores; sino que se podía, se debf;, hacer la historia de la ciencia como un conjunto a la vez ·coherente y transformable de modelos teóricos e instrumentos conceptuales.

Pero pienso que es con Jean Hyppolite, con quien me liga una mayor deuda. Sé bien que su

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obra, a los ojos de muchos, se emplaza bajo el reino de Hegel, y que toda nuestra época, bien sea por la lógica o por la epistemología, bien sea por Marx o por Nietzsche, intenta escapar a Hegel: y todo lo que he intentado decir anteriormente a propósito del discurso es bastante infiel al lo­gos hegeliano.

Pero escapar de verdad a Hegel supone apreciar exactamente lo que cuesta separarse de él; esto supone saber hasta qué punto Hegel, insidiosamente quizá, se ha aproximado a no­sotros; esto supone saber lo que es todavía hegeliano en aquello que nos permite pensar contra Hegel; y medir hasta qué punto nuestro recurso contra él es quizá todavía una astucia suya al término de la cual nos espera, inmóvil y en otra parte.

Pues si más de uno está en deuda con Hyppolite es porque infatigablemente ha re­corrido para nosotros, y antes que nosotros, ese camino por medio del cual uno se separa de Hegel, se distancia, y por medio del cual uno se encuentra llevado de nuevo a él pero de otro modo, para después verse obligado a dejarle nuevamente.

En primer lugar, Hyppolite se había ocupa­do de dar una presencia· a esa sombra un poco

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fantasmal de Hegel que merodeaba desde el siglo XIX y con la que oscuramente se luchaba. Con la traducción de la Fenomenología del espí­ritu, dio a Hegel esa presencia; y la prueba de que Hegel .mismo está bien presente en ese tex­to francés, está en que los alemanes han llega­do a consultarlo para comprender mejor lo que, por un instante al menos, pasaba a ser la versión alemana.

Jean Hyppolite ha buscado y recorrido todas las salidas de este texto, como si su inquietud fuese ésta: ¿se puede todavía filosofar allí donde Hegel ya no es posible?; ¿puede existir todavía una filosofía que ya no sea hegeliana? ; faquello que es no hegeliano en nuestro pensamiento es necesariamente no filosófico?; ¿y aquello que es antifilosófico es forzosamente no hegeliano? De manera que de esta presencia de Hegel que él nos había dado, no pretendía hacer solamen­te la descripción histórica y meticulosa: quería hacer un esquema de experiencia de la moder­nidad (¿es posible pensar según el modelo hege­liano, las ciencias, . la historia, la política y el sufrimiento de todos los días?) y a la inversa, quería hacer de nuestra modernidad la prueba del hegelianismo y, como consecuencia, de la filosofía. Para él, la relación con Hegel, era el

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lugar de una experiencia, de un enfrentamiento en el que no se estaba nunca seguro de que la filosofía saliese vencedora. No se servía del sis­tema hegeliano como de un universo tranquili­zador; veía en él el riesgo extremo asumido por la filosofía.

De ahí resultan, creo, los desplazamientos que operó, no digo en el interior de la filoso­fía hegeliana, sino sobre ella y sobre la filosofía tal cual Hegel la concebía; de ahí también toda una inversión de temas. En lugar de concebir la filosofía como la totalidad finalmente capaz de pensarse y de rehacerse en el movimiento del concepto, Hyppolite realizaba sobre el fondo de un horizonte infinito una tarea sin término: des­pierta siempre temprano, su filosofía no estaba nunca dispuesta a acabarse. Tarea sin término, tarea por tanto siempre recomenzada, dedica­da a la forma y a la paradoja de la repetición: la filosofía como pensamiento inaccesible de la totalidad era para Hyppolite lo que podía haber de repetible en la extrema irregularidad de la experiencia; era lo que se da y lo que se escurre como cuestión, sin cesar recuperada en la vida, en la muerte, en la memoria: así el tema hege­liano de la terminación sobre la conciencia de sí, él lo transformaba en un tema de la interro-

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gación repetitiva. Pero, puesto que era repeti­ción, la filosofía no era ulterior al concepto; no tenía que proseguir al edificio de la abstrac­ción, debía mantenerse siempre en un segundo plano, romper con sus generalidades adquiri­das y exponerse nuevamente al contacto de la no filosofía; debía aproximarse, lo más cerca, no a lo que la acaba, sino a lo que la precede, a aquello que no ha despertado todavía de su inquietud; debería recuperar para pensarlos, no para reducirlos, la singularidad de la historia, las racionalidades regionales de la ciencia, la pro­fundidad de la memoria en la conciencia; apa­rece así el tema de una filosofí�resel!_te, inquie­� móvil a lo largo de su línea de contacto con la no filosofía, no existiendo sin embargo 111Is que por ella y revelando el sentido que esa no filosofía tiene para nosotros. Pues, si ella está en ese contacto repetido con la no filosofía, ¿cuál es el comienzo de la filosofía? ¿Está ya secreta­mente presente en lo que no es ella, comenzan­do a formularse a media voz en el murmullo de las cosas? Pero, entonces, el discurso filosófico tal vez pierde su razón de ser; o bien ¿debe ella comenzar con una fundación arbitraria y abso­luta a la vez? Con ello, el tema hegeliano del JllOVimiento propio de lo inmediato se ve reem-

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plazado por el del fundamento del discurso filo­sófico y de su estructura fo�mal.

Finalmente, el último desplazámiento que Jean Hyppolite operó en la filosofia: si la filoso­fía debe comenzar como discurso absoluto, ¿qué sucede con la historia y qué es ese comienzo que empieza con ese individuo singular, en una sociedad, en una clase social y en medio de luchas?

Estos ci11co desplazamientos que tonducern al borde extremo de la filosofía hegelian� y que la hacen sin duda pasar al otro lado de sus pro­pios límites, convocan, una por una, a las gran­des figuras de la filosofía moderna que Jean Hyppolite no cesó de confrontar con Hegel : Marx y las cuestiones de história, .Fichte y el prn­blema del comienzo absoluto de Ja filosofüi, Bergson y el tema del contacto con la no filo"­sofía, Kierkegaard y el problema de fa. repeticióih y de la vetdad; Husserl y el tenia de la filosofía' como .tarea ·infinita ligada a .la historia de nuesr­tra racionalidad� Y, más allá de esas figuras filo­sóficas, se advierten todos los dominios del saber que Jean Hyppolite invocaba alrededor de sus propias cuestiones : el psicoanálisis y la extra­ña lógica del deseo, las matemáticas y la forma­lización del discurso, la teoría de la información

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y su aplicabilidad en el análisis sobre lo vivo; en resumen, todos los dominios a partir de los cua­les se puede plantear la cuestión de una lógica y de una existencia que no dejan de anudar y des­anudar sus lazos.

Creo que esta obra, articulada en algunos libros mayores, pero presente todavía más en sus inves­tigaciones, en una enseñanza, en una perpetua atención, en un estar alerta y en una generosidad diaria, en una responsabilidad aparentemente ad­ministrativa y pedagógica (es decir, en realidad doblemente política) ha cruzado, ha formulado los problemas fundamentales de nuestra época. Somos muchos los que tenemos una deuda infi­nita con él.

Porque he tomado de él, sin duda, el sentido y la posibilidad de lo que hago, porque con bas­tante frecuencia me ha aclarado cuando ensaya­ba a ciegas, he querido colocar mi trabajo bajo su signo y termino la presentación de mis pro­yectos invocándole. Es hacia él, hacia su falta -en la que experimento a la vez su ausencia y mi propia carencia- hacia donde se cruzan las cuestiones que me planteo actualmente.

Puesto que le debo tanto, comprendo per­fectamente que la elección que ha hecho invi­tándome a enseñar aquí es, en buena parte, un

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homenaje que ustedes le han rendido; les agra­dezco, profundamente, el honor que me hacen, pero no les quedo menos agradecido por lo que a él le atañe en esta elección. Si bien no me sien­to a la altura en la tarea de sucederle, sé por el contrario que, si todavía contáramos ·con la dicha de su presencia, yo habría sido esta tarde alen­tado por su indulgencia.

Ahora comprendo mejor por qué experimen­aba tanta dificultad al comenzar antes. Sé bien cuál era la voz que habría querido que me pre­cediera, que me llevara, que me invitara a hablar y que se introdujera en mi propio discurso. Sé lo que había de temible al tomar la palabra, puesto que la tomaba en este lugar en el que le he escuchado y donde él ya no está para escu­charme.

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Últimos Fábula 167. Spínoza: filosofla prdctíca Gilles Deleuze

168. Las amistades peligrosas Pierre Choderlos de Lados

169. 1912 + 1 Leonardo Sciascia

157. Yo, Pierre Rívíere . . . 170. Fílosofla a mano armada Michel Foucault Tibor Fischer

158. Los papeles de Aspern 171. Perfiles Henry James Woody Allen

. ¡ 1 ' i 1i 159. El mdgíco aprendiz 172. Un hijo del circo

Luis Landero John Irving

160. El primer trago de cerveza 173. El hijo del relojero y otros pequeños placeres de la vida Georges Simenon

Philippe Delerm

174. Historia secreta de una novela 161. Barrio negro Mario Vargas Llosa

Georges Simenon

175. Los tíos de Sícilía 162. La identidad Leonardo Sciascia Milari Kundera

' 163. El palomo cojo 176. Tan lejos, tan cerca

! i Mi vida i ' ' Eduardo Mendicutti Adolfo Marsillach 1 i !

164. La señorita Smíla 177. El mundo alucinante y su especial percepción de la nieve Una novela de aventuras

Peter H0eg Reinaldo Arenas

165. Atlas de geografla humana 178. Sí aquello fue felicidad . . .

Almudena Grandes La vida de Rita Hayworth

Barbara Leaming

166. Film 179. El tirachinas Samuel Beckett Ernst J ünger

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En 1970 Michel Foucault sucedió a Jean Hyp­polite en el Collége de France, donde se hizo cargo de la cátedra de historia de los sistemas de pensarríiento. El orden del discurso fue su lección inaugural del curso. Preocupado siem­pre por las complejas relaciones entre el saber y el origen del poder, Foucault resumió en este texto el núcleo de sus investigaciones y ade­lantó todo un programa futuro de trabajo. A través de un minucioso análisis de las variadas formas de acceso (o de las prohibiciones y ta­búes) a la palabra, de. la marginalidad de d�ter­minados discursos (la locura, la delincuencia) o la controvertida voluntad de verdad de la cultura occidental, este opúsculo consigue poner de manifiesto la inquietante fragilidad de categorías filosóficas aparentemente sacro­santas, como las de sujeto, conciencia e histo­ria. A casi treinta años vista, este polémico y ejemplar «discurso» mantiene toda la esponta­neidad creadora de una auténtica obra filosó­fica.

ISBN 84-831 0-654-X

1 9 788483 1 06 5 49

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