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20 BOLETÍN 2013 SAN JUAN DIEGO Cango. Lic. Juan Castillo Hernández FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD El bautismo caló hondo en América; la Trinidad presente en el corazón de cada bautiza- do está allí, no se mueve. Aun cuando sea despreciado, ignorado, vituperado o perseguido, nuestro pueblo americano tiene la impron- ta de Juan Diego”. Esta frase del Cardenal Jorge Mario Bergoglio, actual Papa Francisco, dicha en la homilía de la Misa del Bicente- nario de la Independencia de los Países Hispanoamericanos, donde la figura principal fue la Santísi- ma Virgen de Guadalupe, Madre de América, pone de manifiesto la devoción de nuestro actual Pontí- fice a la Santa Madre de Dios. Para él la figura de la Virgen es esencial en la evangelización de nuestros pueblos, su presencia ha sido deci- siva en la transmisión de la Buena Noticia de Jesucristo en nuestros países americanos y el primer fru- to de esta presencia de María en el continente fue San Juan Diego, el hombre sencillo, sin mayor cono- cimiento que el catecismo y algu- nas oraciones, el cual, en su hu- mildad da un gran ejemplo de la fe en camino ascendente, sabía que más que una aparición, más que un mensaje, lo importante era la salvación del alma de su tío: no negoció su fe por tener un signo extraordinario. Esta actitud, lejos de ser una falta de respeto hacia la Señora del cielo, fue un gesto ins- pirado por la gracia de Dios que quiso utilizar la pedagogía divina para hacer ver que el cumplimiento del deber cotidiano tiene un valor primordial antes que buscar mani- festaciones extraordinarias. Muchas veces pensamos que Dios se mani- fiesta en acontecimientos especta- culares de maravillosas apariciones, milagros portentosos o personajes carismáticos que llaman la atención, sin darnos cuenta de la sencillez de cada día, donde se manifiesta el Se- ñor con mucha frecuencia. Sólo el hombre sencillo, contemplativo y capaz de admirarse de la vida y sus sorpresas, logra una santidad del ta- lante de San Juan Diego.

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20 • BOLETÍN • 2013

SAN JUAN DIEGOCango. Lic. Juan Castillo Hernández

FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD

“El bautismo caló hondo en América; la Trinidad presente en el corazón de cada bautiza-do está allí, no se mueve. Aun

cuando sea despreciado, ignorado, vituperado o perseguido, nuestro pueblo americano tiene la impron-ta de Juan Diego”. Esta frase del Cardenal Jorge Mario Bergoglio, actual Papa Francisco, dicha en la homilía de la Misa del Bicente-nario de la Independencia de los Países Hispanoamericanos, donde la figura principal fue la Santísi-ma Virgen de Guadalupe, Madre de América, pone de manifiesto la devoción de nuestro actual Pontí-fice a la Santa Madre de Dios. Para él la figura de la Virgen es esencial en la evangelización de nuestros pueblos, su presencia ha sido deci-siva en la transmisión de la Buena Noticia de Jesucristo en nuestros países americanos y el primer fru-to de esta presencia de María en el continente fue San Juan Diego, el hombre sencillo, sin mayor cono-cimiento que el catecismo y algu-nas oraciones, el cual, en su hu-mildad da un gran ejemplo de la fe en camino ascendente, sabía que más que una aparición, más que un mensaje, lo importante era la salvación del alma de su tío: no negoció su fe por tener un signo extraordinario. Esta actitud, lejos de ser una falta de respeto hacia la Señora del cielo, fue un gesto ins-pirado por la gracia de Dios que quiso utilizar la pedagogía divina

para hacer ver que el cumplimiento del deber cotidiano tiene un valor primordial antes que buscar mani-festaciones extraordinarias. Muchas veces pensamos que Dios se mani-fiesta en acontecimientos especta-culares de maravillosas apariciones, milagros portentosos o personajes

carismáticos que llaman la atención, sin darnos cuenta de la sencillez de cada día, donde se manifiesta el Se-ñor con mucha frecuencia. Sólo el hombre sencillo, contemplativo y capaz de admirarse de la vida y sus sorpresas, logra una santidad del ta-lante de San Juan Diego.

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Esta interpretación del Papa le hizo admirar al Santo Vidente de la Vir-gen de Guadalupe, a tal grado que lo nombró en su Arquidiócesis de Buenos Aires, Patrono de los flo-ristas, diciendo que es el santo que ha recibido las flores más bellas en toda la historia de nuestra cristian-dad. Una razón muy lógica, pues las flores están hondamente unidas a la presencia de la Santa Madre de Dios en nuestro país. Las flores tenían un profundo simbolismo en la cultura de nuestros pueblos indígenas, las alusiones a las flores y los cantos en los textos antiguos de la cultura náhuatl, son constan-tes y hacen alusión a la belleza, a la divinidad y a la vida. La Virgen en su cuarta aparición en el Ce-rro del Tepeyac le da un manda-

to a San Juan Diego: “Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerrillo, allí donde me viste y te di órdenes, hallarás que hay di-ferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; en seguida baja y tráe-las a mi presencia”. Para nosotros ese detalle es muy tierno, las flores son un bello regalo, un adoro, dice el Padre José Luis Guerrero, pero para un indígena eran un mensaje más profundo: lo arraigado, lo que tiene raíces sólidas, sanas, es signo de la verdad, la bondad, la valía del hombre. A San Juan Diego le ha-bían pedido un signo porque no se fiaban únicamente de su palabra, las flores significaban la verdad de su palabra y el valor que él tenía ante Dios por su bondad. Una cosa es cierta o buena si tiene buena raíz.

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Por tanto, una bella flor es eviden-cia de una buena raíz y la promesa de un buen fruto, comenta nuestro autor señalado. Las flores, por tan-to, eran signo de lo arraigadísimo, de la presencia de la divinidad, que viene a hacer concreta la prome-

sa de un paraíso aquí en la tierra, donde manos humanas pueden to-car flores divinas que no se marchi-tan. Un poema indígena antiguo decía “Flores con ansia mi corazón desea, sufro con el canto y solo en-sayo cantos en la tierra. Quiero flo-res que duren en mis manos.” Este anhelo salido de lo más profundo del ser humano se cumple con la presencia de la Madre de Dios en la colina del Tepeyac. San Juan Diego corta flores del paraíso.

Por otro lado, para los indígenas regalar flores representaba la amis-tad, la deferencia por una persona estimada, por eso se daban perso-nalmente y cuando una persona no podía entregarlas de propia mano enviaba a su embajador más digno de confianza, aquel que es-taba más cerca de su corazón pues, era su otro “Yo”, razón por la que la Virgen toca las flores y la envía por medio de San Juan Diego. Es hermoso el mensaje que le da a su vidente y a todos los que seguimos contemplando su maravillosa ima-gen venerada en la Basílica de Gua-dalupe. Él es el embajador muy digno de confianza. Sin embargo, las flores son signo no únicamente para el indígena sino para el Señor Obispo, Fray Juan de Zumárraga, el representante de su Hijo Jesús en la tierra, son un regalo para él, pues, si bien es cierto que ella vie-ne del cielo, no es diosa, no es una deidad de las que ellos adoraban, es la servidora, es la madre, la porta-dora de un mensaje divino y toma su lugar en el acontecimiento de la obra de salvación de los hombres. Se convierte en nuestra evangeliza-dora y apóstol, pero no toma el pa-

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pel de Dios; la responsabilidad de hacer presente a Cristo en la tierra es de los ministros del Señor, los sucesores de los apóstoles.

Es muy interesante el mensaje que la Virgen da a San Juan Diego y a nosotros los católicos de esta épo-ca por medio de las flores, ellas si-guen siendo la prueba y señal de su voluntad y de que tenemos que realizarla, construir un templo es-piritual en nuestra patria donde reine el amor, la justicia, la ver-dad. En la Basílica de Guadalupe queremos darle mayor realce a la fiesta del Santo Vidente de la Vir-

gen el 9 de diciembre, pues por la cercanía de la Solemnidad del 12 de diciembre muchas veces olvi-damos al Gran Embajador, muy digno de confianza, y lo queremos hacer, precisamente con flores, por eso invitamos a las personas que se dedican al cultivo de las flores para hacerse presentes y ofrecer flores a la Virgen y orar juntos, a fin de que la voluntad de la Santa Madre de Dios se vaya realizando cada día. Ojalá este Papa sencillo y cercano nombre algún día a San Juan Diego patrono universal de los floristas.

“Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre del

cerrillo, allí donde me viste y te di

órdenes, hallarás que hay diferentes

flores; córtalas, júntalas, recógelas;

en seguida baja y tráelas a mi

presencia”