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DISCURSODE ANGOSTURA

Caracas, 2005

SIMÓN BOLÍVAR

Simón Bolívar, Discurso de AngosturaColección Bolivariana

© Ministerio de Comunicación e InformaciónAv. Universidad, Esq. El Chorro, Torre Ministerial, Piso 9 y 10.Caracas. Venezuela.

[email protected]

Primera edición, Julio de 2005

Diseño GráficoJosé Luis Díaz JiménezJuan Carlos Pérez Escaño

Depósito Legal:IF87120059002473

Impreso en la República Bolivariana de Venezuela

Discurso pronunciado por El Libertadorante el Congreso de Angostura el 15

de febrero de 1819, día de su instalación1

Señor. ¡Dichoso el Ciudadano que bajo el escudode las armas de su mando ha convocado la

Soberanía Nacional para que ejerza su voluntad absolu-ta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidosde la Divina Providencia, ya que he tenido el honor dereunir a los Representantes del Pueblo de Venezuela eneste Augusto Congreso, fuente de la Autoridad legítima,depósito de la voluntad soberana y árbitro del Destino dela Nación.

Al trasmitir a los Representantes del Pueblo el PoderSupremo que se me había confiado, colmo los votos demi corazón, los de mis Conciudadanos y los de nuestrasfuturas generaciones, que todo lo esperan de vuestrasabiduría, rectitud y prudencia. Cuando cumplo con estedulce deber, me liberto de la inmensa autoridad que meagobiaba, como de la responsabilidad ilimitada que pesa-ba sobre mis débiles fuerzas. Solamente una necesidadforzosa, unida a la voluntad imperiosa del Pueblo, me

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(1) Discurso publicado en el “Correo del Orinoco”, números 19, 20, 21 y 22 del 20 defebrero al 13 de marzo de 1819. El Libertador, en carta de Tunja de 26 de marzo de 1820, escri-bía lo siguiente al general Santander: «Mando a usted la Gaceta número 22, para la continua-ción de mi discurso; en ella es menester tomar el mayor interés en sus enmendaduras, porquelo he hecho en el mayor desorden, pero lo que está borrado debe no ponerse. Lo que está subra-yado, como son las expresiones de Montesquieu, que se ponga en letra bastardilla, y la divisaen letra mayúscula».

La reproducción la hizo Nicomedes Lora en la imprenta de B. Espinosa, año de 1820.Nosotros hemos adoptado la versión del Correo del Orinoco, 1819.

habría sometido al terrible y peligroso encargo deDictador Jefe Supremo de la República. ¡Pero ya respirodevolviéndoos esta autoridad, que con tanto riesgo, difi-cultad y pena he logrado mantener en medio de las tribu-laciones más horrorosas que pueden afligir a un cuerposocial!

No ha sido la época de la República, que he presidi-do, una mera tempestad política, ni una guerra sangrien-ta, ni una anarquía popular, ha sido, sí, el desarrollo detodos los elementos desorganizadores; ha sido la inunda-ción de un torrente infernal que ha sumergido la tierra deVenezuela. Un hombre, ¡y un hombre como yo!, ¿quédiques podría oponer al ímpetu de estas devastaciones?En medio de este piélago de angustias no he sido másque un vil juguete del huracán revolucionario que mearrebataba como una débil paja. Yo no he podido hacerni bien ni mal; fuerzas irresistibles han dirigido la mar-cha de nuestros sucesos; atribuírmelos no sería justo ysería darme una importancia que no merezco. ¿Queréisconocer los autores de los acontecimientos pasados y delorden actual? Consultad los anales de España, deAmérica, de Venezuela; examinad las Leyes de Indias, elrégimen de los antiguos mandatarios, la influencia de lareligión y del dominio extranjero; observad los primerosactos del Gobierno Republicano, la ferocidad de nuestrosenemigos y el carácter nacional. No me preguntéis sobrelos efectos de estos trastornos para siempre lamentables;apenas se me puede suponer simple instrumento de los

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grandes móviles que han obrado sobre Venezuela; sinembargo, mi vida, mi conducta, todas mis accionespúblicas y privadas están sujetas a la censura del pueblo.¡Representantes!, vosotros debéis juzgarlas. Yo sometola historia de mi mando a vuestra imparcial decisión;nada añadiré para excusarla; ya he dicho cuanto puedehacer mi apología. Si merezco vuestra aprobación, habréalcanzado el sublime título de buen ciudadano, preferiblepara mí al de Libertador que me dio Venezuela, al dePacificador que me dio Cundinamarca, y a los que elmundo entero puede dar.

¡Legisladores! Yo deposito en vuestras manos elmando supremo de Venezuela. Vuestro es ahora elaugusto deber de consagraros a la felicidad de laRepública; en vuestras manos está la balanza de nuestrosdestinos, la medida de nuestra gloria; ellas sellarán losdecretos que fijen nuestra Libertad. En este momento elJefe Supremo de la República no es más que un simpleciudadano; y tal quiere quedar hasta la muerte. Serviré,sin embargo, en la carrera de las armas mientras hayaenemigos en Venezuela. Multitud de beneméritos hijostiene la Patria capaces de dirigirla, talentos, virtudes,experiencia y cuanto se requiere para mandar a hombreslibres, son el patrimonio de muchos de los que aquírepresentan el Pueblo; y fuera de este Soberano Cuerpose encuentran ciudadanos que en todas épocas han mos-trado valor para arrostrar los peligros, prudencia paraevitarlos, y el arte, en fin, de gobernarse y de gobernar a

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otros. Estos ilustres Varones merecerán, sin duda, lossufragios del Congreso y a ellos se encargará delGobierno, que tan cordial y sinceramente acabo derenunciar para siempre.

La continuación de la autoridad en un mismo indivi-duo frecuentemente ha sido el término de los GobiernosDemocráticos. Las repetidas elecciones son esencialesen los sistemas populares, porque nada es tan peligrosocomo dejar permanecer largo tiempo en un mismoCiudadano el Poder. El Pueblo se acostumbra a obede-cerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se originala usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía dela Libertad Republicana, y nuestros Ciudadanos debentemer con sobrada justicia que el mismo Magistrado, quelos ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamen-te.

Ya, pues, que por este acto de mi adhesión a la liber-tad de Venezuela puedo aspirar a la gloria de ser contadoentre sus más fieles amantes; permitidme, Señor, queexponga con la franqueza de un verdadero Republicanomi respetuoso dictamen en este Proyecto de Constituciónque me tomo la Libertad de ofreceros en testimonio de lasinceridad y del candor de mis sentimientos. Como setrata de la salud de todos, me atrevo a creer que tengoderecho para ser oído por los Representantes del Pueblo.Yo sé muy bien que vuestra sabiduría no ha menester deconsejos, y sé también que mi Proyecto, acaso, os pare-cerá erróneo, impracticable. Pero, Señor, aceptad con

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benignidad este trabajo, que más bien es el tributo de misincera sumisión al Congreso que el efecto de una leve-dad presuntuosa. Por otra parte, siendo vuestras funcio-nes la creación de un cuerpo político y aun se podríadecir la creación de una sociedad entera, rodeada detodos los inconvenientes que presenta una situación, lamás singular y difícil, quizás el grito de un Ciudadanopuede advertir la presencia de un peligro encubierto odesconocido.

Echando una ojeada sobre lo pasado, veremos cuál esla base de la República de Venezuela.

Al desprenderse América de la Monarquía Española,se ha encontrado, semejante al Imperio Romano, cuandoaquella enorme masa cayó dispersa en medio del antiguomundo. Cada desmembración formó entonces unaNación Independiente conforme a su situación o a susintereses; pero con la diferencia de que aquellosMiembros volvían a restablecer sus primeras asociacio-nes. Nosotros ni aun conservamos los vestigios de lo quefue en otro tiempo: no somos Europeos, no somosIndios, sino una especie media entre los Aborígenes y losEspañoles. Americanos por nacimiento y Europeos porderechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a losnaturales los títulos de posesión y de mantenernos en elpaís que nos vio nacer, contra la oposición de los invaso-res; así nuestro caso es el más extraordinario y complica-do. Todavía hay más; nuestra suerte ha sido siemprepuramente pasiva, nuestra existencia política ha sido

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siempre nula y nos hallamos en tanta más dificultad paraalcanzar la Libertad, cuanto que estábamos colocados enun grado inferior al de la servidumbre; porque no sola-mente se nos había robado la Libertad, sino también latiranía activa y doméstica. Permítaseme explicar estaparadoja. En el régimen absoluto, el Poder autorizado noadmite límites. La voluntad del Déspota es la LeySuprema, ejecutada arbitrariamente por los Subalternosque participan de la opresión organizada en razón de laautoridad de que gozan. Ellos están encargados de lasfunciones civiles, políticas, militares y religiosas, pero alfin son Persas los Sátrapas de Persia, son Turcos losBajaes del gran Señor, son Tártaros los Sultanes de laTartaria. La China no envía a buscar Mandarines a lacuna de Gengis Kan, que la conquistó. Por el contrario,América todo lo recibía de España, que realmente lahabía privado del goce y ejercicio de la tiranía activa; nopermitiéndonos sus funciones en nuestros asuntosdomésticos y administración interior. Esta abnegaciónnos había puesto en la imposibilidad de conocer el cursode los negocios públicos; tampoco gozábamos de la con-sideración personal que inspira el brillo del poder a losojos de la multitud, y que es de tanta importancia en lasgrandes Revoluciones. Lo diré de una vez, estábamosabstraídos, ausentes del universo en cuanto era relativo ala ciencia del Gobierno.

Uncido el Pueblo Americano al triple yugo de laignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido

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adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tanperniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido,y los ejemplos que hemos estudiado, son los más des-tructores. Por el engaño se nos ha dominado más que porla fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bienque por la superstición. La esclavitud es la hija de lastinieblas; un Pueblo ignorante es un instrumento ciego desu propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan dela credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos detodo conocimiento político, económico o civil; adoptancomo realidades las que son puras ilusiones; toman lalicencia por la Libertad; la traición por el patriotismo; lavenganza por la justicia. Semejante a un robusto ciegoque, instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marchacon la seguridad del hombre más perspicaz, y dando entodos los escollos no puede rectificar sus pasos. UnPueblo pervertido, si alcanza su Libertad muy prontovuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mos-trarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud;que el imperio de las Leyes es más poderoso que el de lostiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someter-se a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y nola fuerza, son las columnas de las Leyes; que el ejerciciode la Justicia es el ejercicio de la Libertad. Así, Legis-ladores, vuestra empresa es tanto más ímproba cuantoque tenéis que constituir a hombres pervertidos por lasilusiones del error y por incentivos nocivos. «La Libertad-dice Rousseau- es un alimento suculento, pero de difícil

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digestión». Nuestros débiles conciudadanos tendrán queenrobustecer su espíritu mucho antes que logren digerirel saludable nutritivo de la Libertad. Entumidos susmiembros por las cadenas, debilitada su vista en las som-bras de las mazmorras, y aniquilados por las pestilenciasserviles, ¿serán capaces de marchar con pasos firmeshacia el augusto Templo de la Libertad? ¿Serán capacesde admirar de cerca sus espléndidos rayos y respirar sinopresión el éter puro que allí reina?

Meditad bien vuestra elección, Legisladores. Noolvidéis que vais a echar los fundamentos a un Pueblonaciente que podrá elevarse a la grandeza que la natura-leza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su base aleminente rango que le espera. Si vuestra elección no estápresidida por el genio tutelar de Venezuela, que debe ins-piraros el acierto de escoger la naturaleza y la forma deGobierno que vais a adoptar para la felicidad del Pueblo;si no acertáis, repito, la Esclavitud será el término denuestra transformación.

Los anales de los tiempos pasados os presentaránmillares de gobiernos. Traed a la imaginación las nacio-nes que han brillado sobre la tierra, y contemplaréis afli-gidos que casi toda la tierra ha sido, y aún es, víctima desus gobiernos. Observaréis muchos sistemas de manejarhombres, mas todos para oprimirlos; y si la costumbre demirar al género humano conducido por pastores de pue-blos no disminuyese el horror de tan chocante espectácu-lo, nos pasmaríamos al ver nuestra dócil especie pacer

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sobre la superficie del globo como viles Rebaños desti-nados a alimentar a sus crueles conductores. La naturale-za, a la verdad, nos dota al nacer del incentivo de laLibertad; mas sea pereza, sea propensión inherente a lahumanidad, lo cierto es que ella reposa tranquila aunqueligada con las trabas que le imponen. Al contemplarla eneste estado de prostitución, parece que tenemos razónpara persuadirnos que los más de los hombres tienen porverdadera aquella humillante máxima, que más cuestamantener el equilibrio de la Libertad que soportar el pesode la tiranía. ¡Ojalá que esta máxima, contraria a la moralde la naturaleza, fuese falsa! ¡Ojalá que esta máxima noestuviese sancionada por la indolencia de los hombrescon respecto a sus derechos más sagrados!

Muchas naciones antiguas y modernas han sacudidola opresión; pero son rarísimas las que han sabido gozarde algunos preciosos momentos de Libertad; muy luegohan recaído en sus antiguos vicios políticos; porque sonlos Pueblos, más bien que los Gobiernos, los que arras-tran tras sí la tiranía. El hábito de la dominación los haceinsensibles a los encantos del honor y de la prosperidadnacional; y miran con indolencia la gloria de vivir en elmovimiento de la Libertad, bajo la tutela de Leyes dicta-das por su propia voluntad. Los fastos del universo pro-claman esta espantosa verdad.

Sólo la Democracia, en mi concepto, es susceptiblede una absoluta Libertad; pero, ¿cuál es el GobiernoDemocrático que ha reunido a un tiempo, poder, prospe-

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ridad y permanencia? ¿Y no se ha visto por el contrariola Aristocracia, la Monarquía, cimentar grandes y pode-rosos imperios por siglos y siglos? ¿Qué Gobierno másantiguo que el de China? ¿Qué República ha excedido enduración a la de Esparta, a la de Venecia? ¿El ImperioRomano no conquistó la tierra? ¿No tiene la Franciacatorce siglos de monarquía? ¿Quién es más grande quela Inglaterra? Estas Naciones, sin embargo, han sido oson Aristocracias y Monarquías.

A pesar de tan crueles reflexiones, yo me siento arre-batado de gozo por los grandes pasos que ha dado nues-tra República al entrar en su noble carrera. Amando lomás útil, animada de lo más justo, y aspirando a lo másperfecto al separarse Venezuela de la Nación Española,ha recobrado su Independencia, su Libertad, su Igualdad,su Soberanía Nacional. Constituyéndose en unaRepública Democrática, proscribió la Monarquía, lasdistinciones, la nobleza, los fueros, los privilegios; decla-ró los derechos del hombre, la Libertad de obrar, de pen-sar, de hablar y de escribir. Estos actos eminentementeliberales jamás serán demasiado admirados por la purezaque los ha dictado. El primer Congreso de Venezuela haestampado en los anales de nuestra Legislación, concaracteres indelebles, la majestad del Pueblo dignamen-te expresada, al sellar el acto social más capaz de formarla dicha de una Nación. Necesito de recoger todas misfuerzas para sentir con toda la vehemencia de que soysusceptible, el supremo bien que encierra en sí este

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Código Inmortal de nuestros derechos y de nuestrasLeyes. ¡Pero cómo osaré decirlo! ¿me atreveré yo a pro-fanar, con mi censura, las tablas sagradas de nuestrasleyes?... Hay sentimientos que no se pueden contener enel pecho de un amante de la Patria; ellos rebosan agita-dos por su propia violencia, y a pesar del mismo que losabriga, una fuerza imperiosa los comunica. Estoy pene-trado de la idea de que el Gobierno de Venezuela debereformarse; y que aunque muchos ilustres Ciudadanospiensan como yo, no todos tienen el arrojo necesario paraprofesar públicamente la adopción de nuevos principios.Esta consideración me insta a tomar la iniciativa en unasunto de la mayor gravedad, y en que hay sobrada auda-cia en dar avisos a los Consejeros del Pueblo.

Cuanto más admiro la excelencia de la ConstituciónFederal de Venezuela, tanto más me persuado de laimposibilidad de su aplicación a nuestro estado. Y, segúnmi modo de ver, es un prodigio que su modelo en elNorte de América subsista tan prósperamente y no setrastorne al aspecto del primer embarazo o peligro. Apesar de que aquel Pueblo es un modelo singular de vir-tudes políticas y de Ilustración moral; no obstante que laLibertad ha sido su cuna, se ha criado en la Libertad, y sealimenta de pura Libertad; lo diré todo, aunque bajo demuchos respectos, este Pueblo es único en la historia delgénero humano, es un prodigio, repito, que un sistematan débil y complicado como el Federal haya podidoregirlo en circunstancias tan difíciles y delicadas como

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las pasadas. Pero sea lo que fuere de este Gobierno conrespecto a la Nación Americana, debo decir, que ni remo-tamente ha entrado en mi idea asimilar la situación ynaturaleza de los Estados tan distintos como el InglésAmericano y el Americano Español. ¿No sería muy difí-cil aplicar a España el Código de Libertad política, civily religiosa de Inglaterra? Pues aun es más difícil adaptaren Venezuela las Leyes del Norte de América. ¿No diceel Espíritu de las Leyes que éstas deben ser propias parael Pueblo que se hacen? ¿que es una gran casualidad quelas de una Nación puedan convenir a otra? ¿que lasLeyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, ala calidad del terreno, a su situación, a su extensión, algénero de vida de los Pueblos? ¿referirse al grado deLibertad que la Constitución puede sufrir, a la Religiónde los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a sunúmero, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales?¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el deWashington!

La Constitución Venezolana, sin embargo, de habertomado sus bases de la más perfecta, si se atiende a lacorrección de los principios y a los efectos benéficos desu administración, difirió esencialmente de la Americanaen un punto cardinal y, sin duda, el más importante. ElCongreso de Venezuela, como el Americano, participa dealgunas de las atribuciones del Poder Ejecutivo.Nosotros, además, subdividimos este Poder habiéndolosometido a un cuerpo colectivo, sujeto, por consiguiente,

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a los inconvenientes de hacer periódica la existencia delGobierno, de suspenderla y disolverla siempre que seseparan sus miembros. Nuestro triunvirato carece, pordecirlo así, de unidad, de continuación y de responsabi-lidad individual; está privado de acción momentánea, devida continua, de uniformidad real, de responsabilidadinmediata y un Gobierno que no posee cuanto constituyesu moralidad, debe llamarse nulo.

Aunque las facultades del Presidente de los EstadosUnidos están limitadas con restricciones excesivas, ejer-ce por sí solo todas las funciones gubernativas que laConstitución le atribuye, y es indudable que suAdministración debe ser más uniforme, constante y ver-daderamente propia, que la de un Poder diseminado entrevarios individuos cuyo compuesto no puede ser menosque monstruoso.

El poder Judiciario en Venezuela es semejante alAmericano, indefinido en duración, temporal y no vitali-cio, goza de toda la Independencia que le corresponde.

El primer Congreso en su Constitución Federal másconsultó el espíritu de las Provincias, que la idea sólidade formar una República indivisible y central. Aquícedieron nuestros Legisladores al empeño inconsideradode aquellos Provinciales seducidos por el deslumbrantebrillo de la felicidad del Pueblo Americano, pensandoque las bendiciones de que goza son debidas exclusiva-mente a la forma de Gobierno y no al carácter y costum-bres de los Ciudadanos. Y en efecto, el ejemplo de los

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Estados Unidos por su peregrina prosperidad era dema-siado lisonjero para que no fuese seguido. ¿Quién puederesistir al atractivo victorioso del goce pleno y absolutode la Soberanía, de la Independencia, de la Libertad?¿Quién puede resistir al amor que inspira un Gobiernointeligente que liga a un mismo tiempo los derechos par-ticulares a los derechos generales; que forma de la volun-tad común la Ley Suprema de la voluntad individual?¿Quién puede resistir al imperio de un Gobierno bienhe-chor que con una mano hábil, activa, y poderosa dirigesiempre, y en todas partes, todos sus resortes hacia laperfección social, que es el fin único de las institucioneshumanas?

Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto estemagnifico sistema Federativo, no era dado a losVenezolanos gozarlo repentinamente al salir de las cade-nas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien,como el mal, da la muerte cuando es súbito y excesivo.Nuestra Constitución Moral no tenía todavía la consis-tencia necesaria para recibir el beneficio de un Gobiernocompletamente Representativo, y tan sublime que podíaser adaptado a una República de Santos.

¡Representantes del Pueblo! Vosotros estáis llamadospara consagrar, o suprimir, cuanto os parezca digno de serconservado, reformado, o desechado en nuestro pactosocial. A vosotros pertenece el corregir la obra de nues-tros primeros Legisladores; yo querría decir, que avosotros toca cubrir una parte de la belleza que contiene

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nuestro Código político; porque no todos los corazonesestán formados para amar a todas las beldades; ni todoslos ojos son capaces de soportar la luz celestial de la per-fección. El libro de los Apóstoles, la moral de Jesús, laobra Divina que nos ha enviado la Providencia para mejo-rar a los hombres, tan sublime, tan Santa, es un diluvio defuego en Constantinopla, y el Asia entera ardería en vivasllamas si este libro de paz se le impusiese repentinamen-te por código de Religión, de Leyes y de costumbres.

Séame permitido llamar la atención del Congresosobre una materia que puede ser de una importanciavital. Tengamos presente que nuestro Pueblo no es elEuropeo, ni el Americano del Norte, que más bien es uncompuesto de África y de América, que una emanaciónde la Europa; pues que hasta la España misma, deja deser Europea por su sangre africana, por su Institucionesy por su carácter. Es imposible asignar con propiedad aqué familia humana pertenecemos. La mayor parte delindígeno se ha aniquilado, el Europeo se ha mezcladocon el americano y con el Africano, y éste se ha mezcla-do con el Indio y con el Europeo. Nacidos todos del senode una misma Madre, nuestros Padres, diferentes en ori-gen y en sangre, son extranjeros, y todos difieren visible-mente en la epidermis; esta desemejanza trae un reato dela mayor trascendencia.

Los Ciudadanos de Venezuela gozan todos por laConstitución, intérprete de la Naturaleza, de una perfec-ta igualdad política. Cuando esta igualdad no hubiese

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sido un dogma en Atenas, en Francia y en América, debe-ríamos nosotros consagrarlo para corregir la diferenciaque aparente-mente existe. Mi opinión es, Legisladores,que el principio fundamental de nuestro sistema dependeinmediata y exclusivamente de la igualdad establecida ypracticada en Venezuela. Que los hombres nacen todoscon derechos iguales a los bienes de la sociedad, estásancionado por la pluralidad de los sabios; como tambiénlo está que no todos los hombres nacen igualmente aptosa la obtención de todos los rangos; pues todos debenpracticar la virtud y no todos la practican; todos debenser valerosos, y todos no lo son; todos deben poseertalentos, y todos no lo poseen. De aquí viene la distinciónefectiva que se observa entre los individuos de la socie-dad más liberalmente establecida. Si el principio de laigualdad política es generalmente reconocido, no lo esmenos el de la desigualdad física y moral. La naturalezahace a los hombres desiguales, en genio, temperamento,fuerzas y caracteres. Las Leyes corrigen esta diferenciaporque colocan al individuo en la sociedad para que laeducación, la industria, las artes, los servicios, las virtu-des, le den una igualdad ficticia, propiamente llamadapolítica y social. Es una inspiración eminentementebenéfica, la reunión de todas las clases en un Estado enque la diversidad se multiplicaba en razón de la propaga-ción de la especie. Por este solo paso se ha arrancado deraíz la cruel discordia. ¡Cuántos celos, rivalidades yodios se han evitado!

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Habiendo ya cumplido con la Justicia, con la huma-nidad, cumplamos ahora con la política, con la sociedad,allanando las dificultades que opone un sistema tan sen-cillo y natural, mas tan débil que el menor tropiezo lotrastorna, lo arruina. La diversidad de origen requiere unpulso infinitamente firme, un tacto infinitamente delica-do para manejar esta sociedad heterogénea cuyo compli-cado artificio se disloca, se divide, se disuelve con la másligera alteración.

El sistema de Gobierno más perfecto es aquél queproduce mayor suma de felicidad posible, mayor sumade seguridad social y mayor suma de estabilidad política.Por las Leyes que dictó el primer Congreso tenemosderecho de esperar que la dicha sea el dote de Venezuela;y por las vuestras, debemos lisonjearnos que la seguridady la estabilidad eternizarán esta dicha. A vosotros tocaresolver el problema. ¿Cómo, después de haber rototodas las trabas de nuestra antigua opresión, podemoshacer la obra maravillosa de evitar que los restos denuestros duros hierros no se cambien en armas libertici-das? Las reliquias de la dominación Española permane-cerán largo tiempo antes que lleguemos a anonadarlas; elcontagio del Despotismo ha impregnado nuestra atmós-fera, y ni el fuego de la guerra, ni el específico de nues-tras saludables Leyes, han purificado el aire que respira-mos. Nuestras manos ya están libres, y todavía nuestroscorazones padecen de las dolencias de la servidumbre. El

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hombre, al perder la Libertad, decía Homero, pierde lamitad de su espíritu.

Un Gobierno Republicano ha sido, es, y debe ser elde Venezuela; sus bases deben ser la Soberanía delPueblo, la división de los Poderes, la Libertad civil, laproscripción de la Esclavitud, la abolición de la monar-quía, y de los privilegios. Necesitamos de la igualdadpara refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de loshombres, las opiniones políticas y las costumbres públi-cas. Luego, extendiendo la vista sobre el vasto campoque nos falta por recorrer, fijemos la atención sobre lospeligros que debemos evitar. Que la historia nos sirva deguía en esta carrera. Atenas, la primera, nos da el ejem-plo más brillante de una Democracia absoluta, y al ins-tante, la misma Atenas, nos ofrece el ejemplo másmelancólico de la extrema debilidad de esta especie deGobierno. El más sabio Legislador de Grecia no vio con-servar su República diez años, y sufrió la humillación dereconocer la insuficiencia de la Democracia Absolutapara regir ninguna especie de sociedad, ni aun la másculta, morígera y limitada, porque sólo brilla con relám-pagos de Libertad. Reconozcamos, pues, que Solón hadesengañado al mundo; y le ha enseñado cuán difícil esdirigir por simples Leyes a los hombres.

La República de Esparta, que parecía una invenciónquimérica, produjo más efectos reales que la obra inge-niosa de Solón. Gloria, virtud moral, y, por consiguiente,la felicidad nacional, fue el resultado de la Legislación

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de Licurgo. Aunque dos Reyes en un Estado son dosmonstruos para devorarlo, Esparta poco tuvo que sentirde su doble trono, en tanto que Atenas se prometía lasuerte más espléndida, con una soberanía absoluta, libreelección de Magistrados, frecuentemente renovados.Leyes suaves, sabias y políticas. Pisístrato, usurpador ytirano, fue más saludable a Atenas que sus Leyes; yPericles, aunque también usurpador, fue el más útilCiudadano. La República de Tebas no tuvo más vida quela de Pelópidas y Epaminondas; porque a veces son loshombres, no los principios, los que forman los gobiernos.Los códigos, los sistemas, los estatutos, por sabios quesean son obras muertas que poco influyen sobre lassociedades: ¡hombres virtuosos, hombres patriotas, hom-bres ilustrados constituyen las Repúblicas!

La Constitución Romana es la que mayor poder y for-tuna ha producido a ningún Pueblo del mundo; allí nohabía una exacta distribución de los poderes. LosCónsules, el Senado, el Pueblo, ya eran Legisladores, yaMagistrados, ya Jueces; todos participaban de todos lospoderes. El Ejecutivo, compuesto de dos Cónsules, pade-cía el mismo inconveniente que el de Esparta. A pesar desu deformidad no sufrió la República la desastrosa dis-cordancia que toda previsión habría supuesto inseparablede una Magistratura compuesta de dos individuos, igual-mente autorizados con las facultades de un Monarca. UnGobierno cuya única inclinación era la conquista, noparecía destinado a cimentar la felicidad de su Nación.

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Un Gobierno monstruoso y puramente guerrero, elevó aRoma al más alto esplendor de virtud y de gloria; yformó de la tierra un dominio Romano para mostrar a loshombres de cuánto son capaces las virtudes políticas; ycuán diferentes suelen ser las instituciones.

Y pasando de los tiempos antiguos a los modernosencontraremos a Inglaterra y a Francia llamando la aten-ción de todas las Naciones, y dándoles lecciones elo-cuentes de toda especie en materia de Gobierno. LaRevolución de estos dos grandes Pueblos, como unradiante meteoro, ha inundado al mundo con tal profu-sión de luces políticas, que ya todos los seres que pien-san han aprendido cuáles son los derechos del hombre ycuáles sus deberes; en qué consiste la excelencia de losGobiernos y en qué consisten sus vicios. Todos sabenapreciar el valor intrínseco de las teorías especulativas delos Filósofos y Legisladores modernos. En fin, este astro,en su luminosa carrera, aun ha encendido los pechos delos apáticos Españoles, que también se han lanzado en eltorbellino político; han hecho sus efímeras pruebas deLibertad, han reconocido su incapacidad para vivir bajoel dulce dominio de las Leyes y han vuelto a sepultarseen sus prisiones y hogueras inmemoriales.

Aquí es el lugar de repetiros, Legisladores, lo que osdice el elocuente Volney en la dedicatoria de su Ruinasde Palmira: «A los pueblos nacientes de las IndiasCastellanas, a los Jefes generosos que los guían a laLibertad: que los errores e infortunios del mundo antiguo

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enseñen la sabiduría y la felicidad al mundo nuevo». Queno se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia; y quelas secuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Ingla-terra y de América nos instruyan en la difícil ciencia decrear y conservar las Naciones con Leyes propias, justas,legítimas, y, sobre todo, útiles. No olvidando jamás quela excelencia de un Gobierno no consiste en su teórica,en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiadoa la naturaleza y al carácter de la Nación para quien seinstituye.

Roma y la Gran Bretaña son las Naciones que máshan sobresalido entre las antiguas y modernas; ambasnacieron para mandar y ser libres, pero ambas se consti-tuyeron no con brillantes formas de Libertad, sino conestablecimientos sólidos. Así, pues, os recomiendo,Representantes, el estudio de la Constitución Británica,que es la que parece destinada a operar el mayor bienposible a los Pueblos que la adoptan; pero por perfectaque sea, estoy muy lejos de proponeros su imitación ser-vil. Cuando hablo del Gobierno Británico sólo me refie-ro a lo que tiene de republicanismo, y a la verdad, ¿puedellamarse pura Monarquía un sistema en el cual se reco-noce la soberanía popular, la división y el equilibrio delos Poderes, la Libertad civil, de Conciencia, de Impren-ta, y cuanto es sublime en la política? ¿Puede haber másLibertad en ninguna especie de República? ¿y puede pre-tenderse a más en el orden social? Yo os recomiendo estaConstitución popular, la división y el equilibrio de los

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Poderes, la Libertad civil, de como la más digna de ser-vir de modelo a cuantos aspiran al goce de los derechosdel hombre y a toda la felicidad política que es compati-ble con nuestra frágil naturaleza.

En nada alteraríamos nuestras Leyes fundamentales,si adoptásemos un Poder Legislativo semejante alParlamento Británico. Hemos dividido, como losAmericanos, la Representación Nacional en dos Cáma-ras: la de Representantes, y el Senado. La primera estácompuesta muy sabiamente, goza de todas las atribucio-nes que le corresponden, y no es susceptible de unareforma esencial, porque la Constitución le ha dado elorigen, la forma y las facultades que requiere la voluntaddel Pueblo para ser legítima y competentemente repre-sentada. Si el Senado en lugar de ser electivo fuese here-ditario, sería en mi concepto la base, el lazo, el alma denuestra República. Este cuerpo en las tempestades políti-cas pararía los rayos del Gobierno, y rechazaría las olaspopulares. Adicto al Gobierno por el justo interés de supropia conservación, se opondría siempre a las invasio-nes que el Pueblo intenta contra la jurisdicción y la auto-ridad de sus Magistrados. Debemos confesarlo: los másde los hombres desconocen sus verdaderos intereses yconstantemente procuran asaltarlos en las manos de susDepositarios; el individuo pugna contra la masa, y lamasa contra la autoridad. Por tanto, es preciso que entodos los Gobiernos exista un cuerpo neutro que seponga siempre de parte del ofendido y desarme al ofen-

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sor. Este cuerpo neutro, para que pueda ser tal, no ha dedeber su origen a la elección del Gobierno, ni a la delPueblo; de modo que goce de una plenitud de indepen-dencia que ni tema, ni espere nada de estas dos fuentesde autoridad. El Senado hereditario, como parte delPueblo, participa de sus intereses, de sus sentimientos yde su espíritu. Por esta causa no se debe presumir que unSenado hereditario se desprenda de los intereses popula-res, ni olvide sus deberes legislativos. Los Senadores enRoma, y los Lores en Londres, han sido las columnasmás firmes sobre que se ha fundado el edificio de laLibertad política y civil.

Estos Senadores serán elegidos la primera vez por elCongreso. Los sucesores al Senado llaman la primeraatención del Gobierno, que debería educarlos en unColegio especialmente destinado para instruir aquellosTutores, Legisladores futuros de la Patria. Aprenderíanlas artes, las ciencias y las letras que adornan el espíritude un hombre público; desde su infancia ellos sabrían aqué carrera la Providencia los destinaba y desde muytiernos elevarían su alma a la dignidad que los espera.

De ningún modo sería una violación de la igualdadpolítica la creación de un Senado hereditario; no es unanobleza la que pretendo establecer, porque, como hadicho un célebre Republicano, sería destruir a la vez laIgualdad y la Libertad. Es un oficio para el cual se debenpreparar los candidatos, y es un oficio que exige muchosaber, y los medios proporcionados para adquirir su ins-

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trucción. Todo no se debe dejar al acaso y a la ventura enlas elecciones: el Pueblo se engaña más fácilmente que lanaturaleza perfeccionada por el arte; y aunque es verdadque estos Senadores no saldrían del seno de las virtudes,también es verdad que saldrían del seno de una educa-ción ilustrada. Por otra parte, los Libertadores de Vene-zuela son acreedores a ocupar siempre un alto rango enla República que les debe su existencia. Creo que la pos-teridad vería con sentimiento, anonadados los nombresilustres de sus primeros bienhechores: digo más, es delinterés público, es de la gratitud de Venezuela, es delhonor Nacional, conservar con gloria hasta la última pos-teridad una raza de hombres virtuosos, prudentes y esfor-zados que superando todos los obstáculos, han fundadola República a costa de los más heroicos sacrificios. Y siel Pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de susbienhechores, es indigno de ser Libre, y no lo será jamás.

Un Senado hereditario, repito, será la base fundamen-tal del Poder Legislativo y, por consiguiente, será la basede todo Gobierno. Igualmente servirá de contrapeso parael Gobierno y para el Pueblo; será una potestad interme-diaria que embote los tiros que recíprocamente se lanzanestos eternos rivales. En todas las luchas la calma de untercero viene a ser el órgano de la reconciliación, así elSenado de Venezuela será la traba de este Edificio deli-cado y harto susceptible de impresiones violentas: será elIris que calmará las tempestades y mantendrá la armoníaentre los miembros y la cabeza de este cuerpo político.

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Ningún estímulo podrá adulterar un CuerpoLegislativo investido de los primeros honores, depen-diente de sí mismo, sin temer nada del Pueblo, ni esperarnada del Gobierno, que no tiene otro objeto que el dereprimir todo principio de mal y propagar todo principiode bien; y que está altamente interesado en la existenciade una sociedad en la cual participa de sus efectos funes-tos o favorables. Se ha dicho con demasiada razón que laCámara alta de Inglaterra es preciosa para la Nación porque ofrece un Baluarte a la Libertad, y yo añado que elSenado de Venezuela no sólo sería un Baluarte de laLibertad, sino un apoyo para eternizar la República.

El Poder Ejecutivo Británico está revestido de toda laautoridad Soberana que le pertenece; pero también estácircunvalado de una triple línea de diques, barreras yestacadas. Es Jefe del Gobierno, pero sus Ministros ysubalternos dependen más de las Leyes que de su autori-dad, porque son personalmente responsables, y ni aun lasmismas órdenes de la autoridad Real los eximen de estaresponsabilidad. Es Generalísimo del Ejército y de laMarina; hace la paz, y declara la guerra; pero elParlamento es el que decreta anualmente las sumas conque deben pagarse estas fuerzas militares. Si losTribunales y Jueces dependen de él, las Leyes emanandel Parlamento que las ha consagrado. Con el objeto deneutralizar su poder, es inviolable, y sagrada la Personadel Rey; y al mismo tiempo que le dejan libre la cabezale ligan las manos con que debe obrar. El Soberano de

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Inglaterra tiene tres formidables rivales: su Gabinete, quedebe responder al Pueblo y al Parlamento; el Senado, quedefiende los intereses del Pueblo como Representante dela Nobleza de que se compone; y la Cámara de losComunes, que sirve de órgano y de Tribuna al PuebloBritánico. Además, como los Jueces son responsables delcumplimiento de las Leyes, no se separan de ellas, y losAdministradores del Erario, siendo perseguidos no sola-mente por sus propias infracciones, sino aun por las quehace el mismo Gobierno, se guardan bien de malversarlos fondos públicos. Por más que se examine la naturale-za del Poder Ejecutivo en Inglaterra, no se puede hallarnada que no incline a juzgar que es el más perfectomodelo, sea para un Reino, sea para una Aristocracia, seapara una Democracia. Aplíquese a Venezuela este PoderEjecutivo en la persona de un Presidente, nombrado porel Pueblo o por sus Representantes, y habremos dado ungran paso hacia la felicidad nacional.

Cualquiera que sea el Ciudadano que llene estas fun-ciones, se encontrará auxiliado por la Constitución: auto-rizado para hacer bien, no podrá hacer mal, porque siem-pre que se someta a las Leyes, sus Ministros cooperaráncon él; si por el contrario, pretende infringirlas, sus pro-pios Ministros lo dejarán aislado en medio de laRepública, y aun lo acusarán delante del Senado. Siendolos Ministros los responsables de las transgresiones quese cometan, ellos son los que gobiernan, porque ellos sonlos que las pagan. No es la menor ventaja de este sistema

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la obligación en que pone a los funcionarios inmediatosal Poder Ejecutivo de tomar la parte más interesada yactiva en las deliberaciones del Gobierno, y a mirarcomo propio este departamento. Puede suceder que nosea el Presidente un hombre de grandes talentos, ni degrandes virtudes, y no obstante la carencia de estas cua-lidades esenciales, el Presidente desempeñará sus debe-res de un modo satisfactorio; pues en tales casos elMinisterio, haciendo todo por sí mismo, lleva la cargadel Estado.

Por exorbitante que parezca la Autoridad del PoderEjecutivo de Inglaterra, quizás no es excesiva en laRepública de Venezuela. Aquí el Congreso ha ligado lasmanos y hasta la cabeza, a los Magistrados. Este cuerpodeliberante ha asumido una parte de las funciones ejecu-tivas contra la Máxima de Montesquieu, que dice que unCuerpo Representante no debe tomar ninguna resoluciónactiva: debe hacer Leyes y ver si se ejecutan las quehace. Nada es tan contrario a la armonía entre losPoderes, como su mezcla. Nada es tan peligroso con res-pecto al Pueblo, como la debilidad del Ejecutivo y si enun Reino se ha juzgado necesario concederle tantasfacultades, en una República, son éstas infinitamentemás indispensables.

Fijemos nuestra atención sobre esta diferencia yhallaremos que el equilibrio de los poderes debe distri-buirse de dos modos. En las Repúblicas, el Ejecutivodebe ser el más fuerte, porque todo conspira contra él; en

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tanto que en las Monarquías el más fuerte debe ser elLegislativo, porque todo conspira en favor del Monarca.La veneración que profesan los Pueblos a la MagistraturaReal es un prestigio que influye poderosamente a aumen-tar el respeto supersticioso que se tributa a esta autori-dad. El esplendor del Trono, de la Corona, de la Púrpura;el apoyo formidable que le presta la Nobleza; las inmen-sas riquezas que generaciones enteras acumulan en unamisma Dinastía; la protección fraternal que recíproca-mente reciben todos los Reyes, son ventajas muy consi-derables que militan en favor de la Autoridad Real, y lahacen casi ilimitada. Estas mismas ventajas son, por con-siguiente, las que deben confirmar la necesidad de atri-buir a un Magistrado Republicano una suma mayor deautoridad que la que posee un Príncipe Constitucional.

Un Magistrado Republicano es un individuo aisladoen medio de una sociedad; encargado de contener elímpetu del Pueblo hacia la licencia, la propensión de losJueces y Administradores hacia el abuso de las Leyes.Está sujeto inmediatamente al Cuerpo Legislativo, alSenado, al Pueblo: es un hombre solo resistiendo el ata-que combinado de las opiniones, de los intereses y de laspasiones del Estado social, que, como dice Carnot, nohace más que luchar continuamente entre el deseo dedominar y el deseo de substraerse a la dominación. Es, enfin, un atleta lanzado contra otra multitud de atletas.

Sólo puede servir de correctivo a esta debilidad elvigor bien cimentado y más bien proporcionado a la

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resistencia que necesariamente le oponen al PoderEjecutivo, el Legislativo, el Judiciario y el Pueblo de unaRepública. Si no se ponen al alcance del Ejecutivo todoslos medios que una justa atribución le señala, cae inevi-tablemente en la nulidad o en su propio abuso; quierodecir, en la muerte del Gobierno, cuyos herederos son laanarquía, la usurpación y la tiranía. Se quiere contener laAutoridad Ejecutiva con restricciones y trabas; nada esmás justo; pero que se advierta que los lazos que se pre-tenden conservar se fortifican sí, mas no se estrechan.

Que se fortifique, pues, todo el sistema del Gobierno,y que el equilibrio se establezca de modo que no se pier-da, y de modo que no sea su propia delicadeza una causade decadencia. Por lo mismo que ninguna forma deGobierno es tan débil como la Democrática, su estructu-ra debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones con-sultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos conque se establece un ensayo de Gobierno, y no un sistemapermanente; contemos con una sociedad díscola, tumul-tuaria y anárquica, y no con un establecimiento socialdonde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia.

No seamos presuntuosos, Legisladores; seamosmoderados en nuestras pretensiones. No es probable con-seguir lo que no ha logrado el género humano: lo que nohan alcanzado las más grandes y sabias Naciones. LaLibertad indefinida, la Democracia Absoluta, son losescollos adonde han ido a estrellarse todas las esperanzasRepublicanas. Echad una mirada sobre las Repúblicas

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antiguas, sobre las Repúblicas modernas, sobre las Repú-blicas nacientes; casi todas han pretendido establecerseabsolutamente democráticas, y a casi todas se les hanfrustrado sus justas aspiraciones. Son laudables cierta-mente hombres que anhelan por instituciones legítimas ypor una perfección social; pero ¿quién ha dicho a loshombres que ya poseen toda la sabiduría, que ya practi-can toda la virtud, que exigen imperiosamente la liga delPoder con la justicia? ¡Ángeles, no hombres, pueden úni-camente existir libres, tranquilos y dichosos, ejerciendotodos la Potestad Soberana!

Ya disfruta el Pueblo de Venezuela de los derechosque legítima y fácilmente puede gozar; moderemosahora el ímpetu de las pretensiones excesivas que quizásle suscitaría la forma de un Gobierno incompetente paraél. Abandonemos las formas Federales que no nos con-vienen; abandonemos el triunvirato del Poder Ejecutivo;y concentrándolo en un presidente, confiémosle la auto-ridad suficiente para que logre mantenerse luchando con-tra los inconvenientes anexos a nuestra reciente situa-ción, al estado de guerra que sufrimos, y a la especie delos enemigos externos y domésticos, contra quienes ten-dremos largo tiempo que combatir. Que el PoderLegislativo se desprenda de las atribuciones que corres-ponden al Ejecutivo; y adquiera no obstante nueva con-sistencia, nueva influencia en el equilibrio de las autori-dades. Que los Tribunales sean reforzados por la estabi-lidad y la independencia de los Jueces; por el estableci-

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miento de Jurados; de Códigos civiles y criminales queno sean dictados por la antigüedad, ni por Reyes con-quistadores, sino por la voz de la naturaleza, por el gritode la Justicia y por el genio de la Sabiduría.

Mi deseo es que todas las partes del Gobierno y laAdministración adquieran el grado de vigor que única-mente puede mantener el equilibrio, no sólo entre losmiembros que componen el Gobierno, sino entre lasdiferentes fracciones de que se compone nuestraSociedad. Nada importaría que los resortes de un sistemapolítico se relajasen por su debilidad, si esta relajaciónno arrastrase consigo la disolución del Cuerpo social y laruina de los asociados. Los gritos del género humano enlos campos de batalla, o en los campos tumultuarios, cla-man al cielo contra los inconsiderados y ciegosLegisladores que han pensado que se pueden hacerimpunemente ensayos de quiméricas instituciones.Todos los Pueblos del mundo han pretendido la Libertad;los unos por las armas, los otros por las Leyes, pasandoalternativamente de la anarquía al despotismo o del des-potismo a la anarquía; muy pocos son los que se han con-tentado con pretensiones moderadas, constituyéndose deun modo conforme a sus medios, a su espíritu y a sus cir-cunstancias.

No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevar-nos sobre la región de la Libertad descendamos a laregión de la tiranía. De la Libertad absoluta se desciendesiempre al Poder absoluto, y el medio entre estos dos tér-

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minos es la Suprema Libertad social. Teorías abstractasson las que producen la perniciosa idea de una Libertadilimitada. Hagamos que la fuerza pública se contenga enlos límites que la razón y el interés prescriben; que lavoluntad nacional se contenga en los límites que un justoPoder le señala; que una legislación civil y criminal aná-loga a nuestra actual Constitución domine imperiosa-mente sobre el Poder Judiciario, y entonces habrá unequilibrio y no habrá el choque que embaraza la marchadel Estado, y no habrá esa complicación que traba en vezde ligar la sociedad.

Para formar un Gobierno estable se requiere la basede un espíritu nacional que tenga por objeto una inclina-ción uniforme hacia dos puntos capitales: moderar lavoluntad general y limitar la autoridad pública. Los tér-minos que fijan teóricamente estos dos puntos son de unadifícil asignación; pero se puede concebir que la reglaque debe dirigirlos es la restricción y la concentraciónrecíproca, a fin de que haya la menos frotación posibleentre la voluntad y el Poder legítimo. Esta ciencia seadquiere insensiblemente por la práctica y por el estudio.El progreso de las luces es el que ensancha el progresode la práctica, y la rectitud del espíritu es la que ensan-cha el progreso de las luces.

EL amor a la Patria, el amor a las Leyes, el amor a losMagistrados, son las nobles pasiones que deben absorberexclusivamente el alma de un Republicano. LosVenezolanos aman la Patria, pero no aman sus Leyes;

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porque éstas han sido nocivas, y eran la fuente del mal;tampoco han podido amar a sus Magistrados, porqueeran inicuos, y los nuevos apenas son conocidos en lacarrera en que han entrado. Si no hay un respeto sagradopor la Patria, por las Leyes y por las Autoridades, laSociedad es una confusión, un abismo: es un conflictosingular de hombre a hombre, de cuerpo a cuerpo.

Para sacar de este caos nuestra naciente República,todas nuestras facultades morales no serán bastantes sino fundimos la masa del pueblo en un todo; la composi-ción del Gobierno en un todo; la Legislación en un todo,y el espíritu nacional en un todo. Unidad, unidad, unidad,debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestrosCiudadanos es diferente, mezclémosla para unirla; nues-tra Constitución ha dividido los poderes, enlacémoslospara unirlos; nuestras Leyes son funestas reliquias detodos los despotismos antiguos y modernos, que este edi-ficio monstruoso se derribe, caiga y, apartando hasta susruinas, elevemos un Templo a la Justicia; y bajo los aus-picios de su Santa inspiración dictemos un Código deLeyes Venezolanas. Si queremos consultar monumentosy modelos de Legislación, la Gran Bretaña, la Francia, laAmérica septentrional los ofrecen admirables.

La educación popular debe ser el cuidado primogéni-to del amor paternal del Congreso. Moral y luces son lospolos de una República; moral y luces son nuestras pri-meras necesidades. Tomemos de Atenas su Areópago, ylos guardianes de las costumbres y de las Leyes; tome-

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mos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos;y haciendo una Santa alianza de estas instituciones mora-les renovemos en el mundo la idea de un Pueblo que nose contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser vir-tuoso. Tomemos de Esparta sus austeros establecimien-tos, y formando de estos tres manantiales una fuente devirtud, demos a nuestra República una cuarta potestadcuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hom-bres, el espíritu público, las buenas costumbres y laMoral Republicana. Constituyamos este Areópago paraque vele sobre la educación de los niños, sobre la instruc-ción nacional; para que purifique lo que se haya corrom-pido en la República; que acuse la ingratitud, el egoísmo,la frialdad del amor a la Patria, el ocio, la negligencia delos Ciudadanos; que juzgue de los principios de corrup-ción, de los ejemplos perniciosos; debiendo corregir lascostumbres con penas morales, como las Leyes castiganlos delitos con penas aflictivas, y no solamente lo quechoca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente loque las ataca, sino lo que las debilita; no solamente loque viola la Constitución, sino lo que viola el respetopúblico. La jurisdicción de este Tribunal verdaderamen-te Santo deberá ser efectiva con respecto a la educacióny a la instrucción, y de opinión solamente en las penas ycastigos. Pero sus anales, o registros donde se consignansus actas y deliberaciones, los principios morales y lasacciones de los Ciudadanos, serán los libros de la virtudy del vicio. Libros que consultará el Pueblo para sus

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elecciones, los Magistrados para sus resoluciones, y losJueces para sus juicios. Una institución semejante, quemás que parezca quimérica, es infinitamente más realiza-ble que otras que algunos Legisladores antiguos ymodernos han establecido con menos utilidad del génerohumano.

¡Legisladores! Por el proyecto de Constitución quereverentemente someto a vuestra sabiduría, observaréisel espíritu que lo ha dictado. Al proponeros la división delos Ciudadanos en activos y pasivos, he pretendido exci-tar la prosperidad nacional por las dos más grandespalancas de la industria, el trabajo y el saber.Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedadse alcanza lo más difícil entre los hombres: hacerlos hon-rados y felices. Poniendo restricciones justas y prudentesen las Asambleas Primarias y Electorales, ponemos elprimer Dique a la licencia popular, evitando la concu-rrencia tumultuaria y ciega que en todos tiempos hanimprimido el desacierto en las elecciones y ha ligado, porconsiguiente, el desacierto a los Magistrados y a la mar-cha del Gobierno; pues este acto primordial es el actogenerativo de la Libertad o de la Esclavitud de unPueblo.

Aumentando en la balanza de los poderes el peso delCongreso por el número de los Legisladores y por lanaturaleza del Senado, he procurado darle una base fija aeste primer cuerpo de la Nación y revestirlo de una con-

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sideración importantísima para el éxito de sus funcionessoberanas.

Separando con límites bien señalados la JurisdicciónEjecutiva, de la Jurisdicción Legislativa, no me he pro-puesto dividir sino enlazar con los vínculos de la armo-nía que nace de la independencia, estas potestadesSupremas cuyo choque prolongado jamás ha dejado deaterrar a uno de los contendientes. Cuando deseo atribuiral Ejecutivo una suma de facultades superior a la queantes gozaba, no he deseado autorizar un Déspota paraque tiranice la República, sino impedir que el despotis-mo deliberante no sea la causa inmediata de un círculo devicisitudes despóticas en que alternativamente la anar-quía sea reemplazada por la oligarquía y por la monocra-cia. Al pedir la estabilidad de los Jueces, la creación deJurados y un nuevo Código, he pedido al Congreso lagarantía de la Libertad Civil, la más preciosa, la másjusta, la más necesaria; en una palabra, la única Libertad,pues que sin ella las demás son nulas. He pedido lacorrección de los más lamentables abusos que sufrenuestra Judicatura, por su origen vicioso de ese piélagode Legislación Española que semejante al tiempo recogede todas las edades y de todos los hombres, así las obrasde la demencia como las del talento, así las produccionessensatas, como las extravagantes, así los monumentosdel ingenio, como los del capricho. Esta EnciclopediaJudiciaria, Monstruo de diez mil cabezas, que hastaahora ha sido el azote de los pueblos Españoles, es el

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suplicio más refinado que la cólera del Cielo ha permiti-do descargar sobre este desdichado Imperio.

Meditando sobre el modo efectivo de regenerar elcarácter y las costumbres que la tiranía y la guerra noshan dado, me he sentido la audacia de inventar un PoderMoral, sacado del fondo de la oscura antigüedad, y deaquellas olvidadas Leyes que mantuvieron, algún tiem-po, la virtud entre los Griegos y Romanos. Bien puedeser tenido por un cándido delirio, mas no es imposible, yyo me lisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pen-samiento que mejorado por la experiencia y las lucespuede llegar a ser muy eficaz.

Horrorizado de la divergencia que ha reinado y debereinar entre nosotros por el espíritu sutil que caracterizaal Gobierno Federativo, he sido arrastrado a rogaros paraque adoptéis el Centralismo y la reunión de todos losEstados de Venezuela en una República sola e indivisi-ble. Esta medida, en mi opinión, urgente, vital, redento-ra, es de tal naturaleza que, sin ella, el fruto de nuestraregeneración será la muerte.

Mi deber es, Legisladores, presentaros un cuadro pro-lijo y fiel de mi Administración Política, Civil y Militar,mas sería cansar demasiado vuestra importante atencióny privaros en este momento de un tiempo tan preciosocomo urgente. En consecuencia, los Secretarios deEstado darán cuenta al Congreso de sus diferentes De-partamentos exhibiendo al mismo tiempo los Documen-tos y Archivos que servirán de ilustración para tomar un

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exacto conocimiento del estado real y positivo de laRepública.

Yo no os hablaría de los actos más notables de mimando si éstos no incumbiesen a la mayoría de losVenezolanos. Se trata, Señor, de las resoluciones másimportantes de este último período.

La atroz e impía esclavitud cubría con su negromanto la tierra de Venezuela, y nuestro Cielo se hallabarecargado de tempestuosas nubes que amenazaban undiluvio de fuego. Yo imploré la protección del Dios de lahumanidad, y luego la Redención disipó las tempestades.La esclavitud rompió sus grillos, y Venezuela se ha vistorodeada de nuevos hijos, de hijos agradecidos que hanconvertido los instrumentos de su cautiverio en armas deLibertad. Sí, los que antes eran Esclavos, ya son Libres;los que antes eran enemigos de una Madrastra, ya sondefensores de una Patria. Encareceros la Justicia, lanecesidad y la beneficencia de esta medida, es superfluocuando vosotros sabéis la historia de los Ilotas, deEspartaco y de Haití; cuando vosotros sabéis que no sepuede ser Libre y Esclavo a la vez, sino violando a la vezlas Leyes naturales, las Leyes políticas y las Leyes civi-les. Yo abandono a vuestra soberana decisión la reformao la revocación de todos mis Estatutos y Decretos; peroyo imploro la confirmación de la Libertad absoluta de losEsclavos, como imploraría mi vida y la vida de laRepública.

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Representaros la historia militar de Venezuela seríarecordaros la historia del heroísmo Republicano entre losAntiguos; sería deciros que Venezuela ha entrado en elgran cuadro de los sacrificios hechos sobre el altar de laLibertad. Nada ha podido llenar los nobles pechos denuestros generosos guerreros, sino los honores sublimesque se tributan a los bienhechores del género humano. Nocombatiendo por el poder, ni por la fortuna, ni aun por lagloria, sino tan sólo por la Libertad, títulos de Libertadoresde la República son sus dignos galardones. Yo, pues, fun-dando una sociedad sagrada con estos ínclitos Varones, heinstituido el orden de los Libertadores de Venezuela.¡Legisladores! A vosotros pertenecen las facultades deconocer honores y decoraciones, vuestro es el deber deejercer este acto augusto de la gratitud nacional.

Hombres que se han desprendido de todos los goces,de todos los bienes que antes poseían, como el productode su virtud y talentos; hombres que han experimentadocuánto es cruel en una guerra honrosa, padeciendo lasprivaciones más dolorosas, y los tormentos más acerbos;hombres tan beneméritos de la Patria, han debido llamarla atención del Gobierno. En consecuencia, he mandadorecompensarlos con los bienes de la Nación. Si he con-traído para con el Pueblo alguna especie de mérito, pidoa sus Representantes oigan mi súplica como el premio demis débiles servicios. Que el Congreso ordene la distri-bución de los Bienes Nacionales, conforme a la Ley que

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a nombre de la República he decretado a beneficio de losMilitares Venezolanos.

Ya que por infinitos triunfos hemos logrado anonadarlas huestes Españolas, desesperada la Corte de Madrid hapretendido sorprender vanamente la conciencia de losmagnánimos Soberanos que acaban de extirpar la usur-pación y la tiranía en Europa, y deben ser los protectoresde la legitimidad y de la Justicia de la Causa Americana.Incapaz de alcanzar con sus armas nuestra sumisión,recurre España a su política insidiosa: no pudiendo ven-cernos, ha querido emplear sus artes suspicaces.Fernando se ha humillado hasta confesar que ha menes-ter de la protección extranjera para retornarnos a su igno-minioso yugo, ¡a un yugo que todo poder es nulo paraimponerlo! Convencida Venezuela de poseer las fuerzassuficientes para repeler a sus opresores, ha pronunciado,por el órgano del Gobierno, su última voluntad de com-batir hasta expirar, por defender su vida política, no sólocontra España, sino contra todos los hombres, si todoslos hombres se hubiesen degradado tanto, que abrazasenla defensa de un Gobierno devorador, cuyos únicosmóviles son una Espada exterminadora y las llamas de laInquisición. Un Gobierno que ya no quiere dominios,sino desiertos; ciudades, sino ruinas; vasallos, sino tum-bas. La declaración de la República de Venezuela es laActa más gloriosa, más heroica, más digna de un PuebloLibre; es la que con mayor satisfacción tengo el honor de

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ofrecer al Congreso ya sancionada por la expresión uná-nime del Pueblo de Venezuela.

Desde la segunda época de la República, nuestroEjército carecía de elementos militares: siempre ha esta-do desarmado, siempre le han faltado municiones, siem-pre ha estado mal equipado. Ahora los Soldados Defen-sores de la Independencia no solamente están armadosde la Justicia, sino también de la fuerza. Nuestras tropaspueden medirse con las más selectas de Europa, ya queno hay desigualdad en los medios destructores. Tan gran-des ventajas las debemos a la liberalidad sin límites dealgunos generosos extranjeros que han visto gemir lahumanidad y sucumbir la causa de la razón, y no la hanvisto tranquilos espectadores, sino que han volado consus protectores auxilios, y han prestado a la Repúblicacuanto ella necesitaba para hacer triunfar sus principiosfilantrópicos. Estos amigos de la humanidad son losgenios custodios de América, y a ellos somos deudoresde un eterno reconocimiento, como igualmente de uncumplimiento religioso, a las sagradas obligaciones quecon ellos hemos contraído. La deuda Nacional,Legisladores, es el depósito de la fe, del honor y de lagratitud de Venezuela. Respetadla como la Arca Santa,que encierra no tanto los derechos de nuestros bienhe-chores, cuanto la gloria de nuestra fidelidad. Perezcamosprimero que quebrantar un empeño que ha salvado laPatria, y la vida de sus hijos.

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La reunión de Nueva Granada y Venezuela en ungrande Estado ha sido el voto uniforme de los Pueblos yGobiernos de estas Repúblicas. La suerte de la guerra haverificado este enlace tan anhelado por todos los Colom-bianos; de hecho estamos incorporados. Estos puebloshermanos ya os han confiado sus intereses, sus derechos,sus destinos. Al contemplar la reunión de esta inmensacomarca, mi alma se remonta a la eminencia que exige laperspectiva colosal, que ofrece un cuadro tan asombroso.Volando por entre las próximas edades, mi imaginaciónse fija en los siglos futuros, y observando desde allá, conadmiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vidaque ha recibido esta vasta región, me siendo arrebatadoy me parece que ya la veo en el corazón del universo,extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océ-anos que la naturaleza había separado, y que nuestraPatria reúne con prolongados y anchurosos canales. Ya laveo servir de lazo, de centro, de emporio a la familiahumana; ya la veo enviando a todos los recintos de la tie-rra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y deoro; ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas lasalud y la vida a los hombres dolientes del antiguo uni-verso; ya la veo comunicando sus preciosos secretos alos sabios que ignoran cuán superior es la suma de lasluces, a la suma de las riquezas, que le ha prodigado lanaturaleza. Ya la veo sentada sobre el Trono de laLibertad, empuñando el cetro de la Justicia, coronada por

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la Gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad delmundo moderno.

Dignaos, Legisladores, acoger con indulgencias laprofesión de mi conciencia política, los últimos votos demi corazón y los ruegos fervorosos que a nombre delPueblo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Vene-zuela un Gobierno eminentemente popular, eminente-mente justo, eminentemente moral, que encadene laopresión, la anarquía y la culpa. Un Gobierno que hagareinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobiernoque haga triunfar, bajo el imperio de leyes inexorables, laIgualdad y la Libertad.

Señor, empezad vuestras funciones; yo he terminadolas mías2.

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2 Este “Discurso de Angostura” fue tomado de las Obras completas de Simón Bolívar(Caracas, Ministerio de Educación, Vol. III, pp. 674-697): Compilación y Notas de VicenteLecuna.

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