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50 FilosofíaHoy LIBROS / NOVEDADES A los filósofos no les gusta demasiado desnudarse en públi- co. Cuando se trata de hablar de ellos mismos, enmudecen. Son muy pocos lo que continúan la senda que emprendió Montaigne, que aprovechan su vida para filosofar, que nos cuentan las dificultades que tienen para ser hombres... Filósofos que saben que, como decía Nietzsche, toda filosofía no es más que autobiografía, y que, como decía Fichte, uno filosofa tal como es (o como diría mi abuela: “así come el mulo, así caga el culo”). Uno de estos filósofos es Mi- chel Onfray y otro (en cierto modo, un hijastro suyo) es Alexandre Jollien. Porque según Pierre Hadot, de eso se trataba en la Antigüedad: de esforzarse por vivir una vida filosófica. Y eso es lo que hace Jollien, luchar con denuedo por ser un hombre de verdad, por esculpir su propia vida (la metáfora es de Plotino), por convertirse en un verdadero atleta de la vida. Y para eso se vale de la filo- sofía: una filosofía inspirada en los estoicos y en Nietzsche; una filosofía trágica que le ayude a asumir su cruda rea- lidad y le permita enfrentarse a los continuos obstáculos de su dolorosa vida. Y es que el cuerpo de Jollien no es nor- mal. Porque, como dice On- fray, toda filosofía no es más que la confesión del cuerpo de un filósofo y la consecuencia de lo que él llama un hapax existencial, esto es, “esa ocu- rrencia personal a partir de la que se dispone toda una vida”. En el caso de Agustín, el robo de las peras; en el de Montaig- ne, la caída del caballo y la muerte de su amigo; en el de Onfray, un ataque al corazón a los 28 años. ¿Y en caso de Jollien? Una parálisis cerebral producida en el momento de nacer, al estrangularse con su propio cordón umbilical. Y todo lo que eso conlleva. En su caso, 17 años de interna- miento en un centro especial, la lucha constante y continua contra su cuerpo (“aprendiz de bípedo” se llama a sí mis- mo, pues ese fue uno de sus primeros trabajos hercúleos, solo que él, en vez de doce, tu- vo que superar tropecientos), las humillaciones continuas, el paternalismo omnipresente, etc. J ollien es un progredien- te: un hombre que se impone a sí mismo el imperativo de seguir progresando, de seguir esfor- zándose, de no cejar nunca en la tarea de modelar su es- píritu. Más que un hombre, Jollien es un superhombre nietzschiano, un modelo a imitar, un espejo en el que mirarnos, la encarnación de Hércules (para los cínicos, Hércules simbolizaba el pro- totipo de filósofo cínico, cur- tido por el esfuerzo y la ejerci- tación continua). La filosofía, descubierta tardíamente, le ayudará a vivir su anormali- dad, a aceptar su diferencia, a sobrellevar la tragedia de su destino personal y, sobre todo, a aceptarse a sí mismo. E n el fondo, igual que sucede con Mon- taigne, todos los libros de Jollien son el mismo libro y hablan de lo mismo: del trabajo filosófico en el que está inmerso en ese momento por mantenerse en pie, por seguir a flote, por perfeccionarse. Da igual por donde empecemos, ya sea por el Elogio de la debilidad (RBA, 2001), un diálogo entre él mis- mo y Sócrates que ganará dos premios e incluso se llevará al teatro, el Elogio de la felicidad (RBA, 2008), El oficio de ser hombre (Octaedro, 2011) o el El filósofo desnudo (Octaedro, 2012), todos ellos reflejan la misma idea directriz: la filoso- fía está ahí para ayudarnos a vivir de una manera lúcida y valiente nuestra frágil y trágica existencia. Gabriel Arnaiz ¿Quién dijo que la filosofía no sirve para nada? A Jollien le ha servido para construirse a sí mismo y aprender a convivir con su parálisis cerebral. Todo un ejemplo a seguir. Filosofía hercúlea LA CONSTRUCCIÓN DE UNO MISMO El filósofo desnudo Alexandre Jollien Editorial Octaedro 15, 80 e (aprox.) H ay un puñado de filósofos que han conseguido llegar a un público amplio con un nuevo tipo de divul- gación filosófica. Han creado un nuevo género, el de agru- par ensayos muy cortos en torno a un mismo tema des- de una perspectiva rompe- dora. Aunque quizás habría que llamarlos “artiensayos”, igual que Millás denomina “articuentos” a esas piezas que escribe, a caballo entre el cuento y el artículo. La pecu- liaridad de estas obras es que, aunque cada uno de estos mi- croensayos se pueden leer de manera independiente, pre- sentan una estructura interna que proporciona unidad. Los dos filósofos que más han cultivado este nuevo género son Julian Baggini y Martín Cohen. Pues bien, para noso- tros el maestro indiscutible es Josep Muñoz Redón. Desde sus primeros libros, ha destacado por divulgar la filo- sofía de una manera cercana, fresca, atractiva, sugerente y, sobre todo, muy personal. Todavía recuerdo el impacto que me produjo Solo sé que no sé nada (Ariel, 2006) o El libro de las preguntas descon- certantes (Ariel, 2012). Des- cubrí que era posible escribir libros de filosofía para el lector profano de una mane- ra original y divertida. Y es que este filósofo catalán está convencido “de que se puede ser profundo sin dejar por ello de ser liviano, si no di- vertido”, como explica en el prólogo de Good bye, Platón: Filosofía a martillazos (Bo- oket, 2009). Redón pertenece a esa estirpe de filósofos que entienden “el cultivo del pen- samiento como un método que puede contribuir a que vivamos mejor”, de ahí que sus libros aborden problemas que a todos nos conciernen, como la felicidad, el amor o la muerte, y cómo la filosofía puede ayudar a entenderlos. El arte de la existencia está compuesto por 150 “artiensa- yos” sobre actividades coti- dianas que se iluminan con las reflexiones de filósofos a los que el autor glosa con esmero. Este estilo impresio- nista hace que podamos dige- rir mejor el amplio muestra- rio de lecturas, autores, citas, anécdotas, reflexiones y ful- guraciones que se camuflan tras la aparente sencillez y brevedad de sus páginas. Re- dón tiene la virtud de hacer fácil lo difícil, de literaturizar la filosofía (como ya hicieron Montaigne, Alain o D'Ors) y convertirla en algo que ape- tece leer y paladear. Él sabe muy bien que, si queremos que la filosofía siga viva, no podemos dejarla en manos de los especialistas. G. A. Pensar la vida: esa es la tarea Redón nos muestra en su último libro cómo la filosofía puede iluminar las actividades más cotidianas de nuestra vida como comer, pasear, trabajar o viajar. El arte de la existencia Josep Muñoz Editorial Paidós 15e (aprox.) LIBROS 3-FILO13.indd 50 26/7/12 12:46:55

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50 ✤ FilosofíaHoy

LIBROS / nOvedadeS

A los filósofos no les gusta demasiado desnudarse en públi-co. Cuando se trata

de hablar de ellos mismos, enmudecen. Son muy pocos lo que continúan la senda que emprendió Montaigne, que aprovechan su vida para filosofar, que nos cuentan las dificultades que tienen para ser hombres... Filósofos que saben que, como decía Nietzsche, toda filosofía no es más que autobiografía, y que, como decía Fichte, uno filosofa tal como es (o como diría mi abuela: “así come el mulo, así caga el culo”). Uno de estos filósofos es Mi-chel Onfray y otro (en cierto modo, un hijastro suyo) es Alexandre Jollien. Porque según Pierre Hadot, de eso se trataba en la Antigüedad: de esforzarse por vivir una vida filosófica. Y eso es lo que hace Jollien, luchar con denuedo por ser un hombre de verdad, por esculpir su propia vida (la metáfora es de Plotino), por convertirse en un verdadero atleta de la vida. Y para eso se vale de la filo-sofía: una filosofía inspirada en los estoicos y en Nietzsche; una filosofía trágica que le ayude a asumir su cruda rea-lidad y le permita enfrentarse a los continuos obstáculos de su dolorosa vida. Y es que el cuerpo de Jollien no es nor-mal. Porque, como dice On-fray, toda filosofía no es más que la confesión del cuerpo de un filósofo y la consecuencia de lo que él llama un hapax existencial, esto es, “esa ocu-rrencia personal a partir de la que se dispone toda una vida”. En el caso de Agustín, el robo de las peras; en el de Montaig-ne, la caída del caballo y la muerte de su amigo; en el de Onfray, un ataque al corazón a los 28 años. ¿Y en caso de Jollien? Una parálisis cerebral producida en el momento de nacer, al estrangularse con su propio cordón umbilical. Y todo lo que eso conlleva. En su caso, 17 años de interna-miento en un centro especial,

la lucha constante y continua contra su cuerpo (“aprendiz de bípedo” se llama a sí mis-mo, pues ese fue uno de sus primeros trabajos hercúleos, solo que él, en vez de doce, tu-vo que superar tropecientos), las humillaciones continuas, el paternalismo omnipresente, etc.

Jollien es un progredien-te: un hombre que se impone a sí mismo el imperativo de seguir

progresando, de seguir esfor-zándose, de no cejar nunca en la tarea de modelar su es-píritu. Más que un hombre,

Jollien es un superhombre nietzschiano, un modelo a imitar, un espejo en el que mirarnos, la encarnación de Hércules (para los cínicos, Hércules simbolizaba el pro-totipo de filósofo cínico, cur-tido por el esfuerzo y la ejerci-tación continua). La filosofía, descubierta tardíamente, le ayudará a vivir su anormali-dad, a aceptar su diferencia, a sobrellevar la tragedia de su destino personal y, sobre todo, a aceptarse a sí mismo.

En el fondo, igual que sucede con Mon-taigne, todos los libros de Jollien son

el mismo libro y hablan de lo mismo: del trabajo filosófico en el que está inmerso en ese momento por mantenerse en pie, por seguir a flote, por perfeccionarse. Da igual por donde empecemos, ya sea por el Elogio de la debilidad (RBA, 2001), un diálogo entre él mis-mo y Sócrates que ganará dos premios e incluso se llevará al teatro, el Elogio de la felicidad (RBA, 2008), El oficio de ser hombre (Octaedro, 2011) o el El filósofo desnudo (Octaedro, 2012), todos ellos reflejan la misma idea directriz: la filoso-fía está ahí para ayudarnos a vivir de una manera lúcida y valiente nuestra frágil y trágica existencia. ❖ Gabriel Arnaiz

¿Quién dijo que la filosofía no sirve para nada? A Jollien le ha servido para construirse a sí mismo y aprender a convivir con su parálisis cerebral. Todo un ejemplo a seguir.

Filosofía hercúleaLa construcción de uno mismo

El filósofo desnudoalexandre JollienEditorial Octaedro15, 80 e (aprox.)

Hay un puñado de filósofos que han conseguido llegar a un público amplio

con un nuevo tipo de divul-gación filosófica. Han creado un nuevo género, el de agru-par ensayos muy cortos en torno a un mismo tema des-de una perspectiva rompe-dora. Aunque quizás habría que llamarlos “artiensayos”, igual que Millás denomina “articuentos” a esas piezas que escribe, a caballo entre el cuento y el artículo. La pecu-liaridad de estas obras es que, aunque cada uno de estos mi-croensayos se pueden leer de manera independiente, pre-sentan una estructura interna que proporciona unidad. Los dos filósofos que más han cultivado este nuevo género son Julian Baggini y Martín Cohen. Pues bien, para noso-tros el maestro indiscutible es Josep Muñoz Redón. Desde sus primeros libros, ha destacado por divulgar la filo-sofía de una manera cercana, fresca, atractiva, sugerente y, sobre todo, muy personal. Todavía recuerdo el impacto que me produjo Solo sé que no sé nada (Ariel, 2006) o El libro de las preguntas descon-certantes (Ariel, 2012). Des-cubrí que era posible escribir libros de filosofía para el lector profano de una mane-ra original y divertida. Y es que este filósofo catalán está convencido “de que se puede ser profundo sin dejar por ello de ser liviano, si no di-vertido”, como explica en el prólogo de Good bye, Platón: Filosofía a martillazos (Bo-oket, 2009). Redón pertenece a esa estirpe de filósofos que entienden “el cultivo del pen-samiento como un método

que puede contribuir a que vivamos mejor”, de ahí que sus libros aborden problemas que a todos nos conciernen, como la felicidad, el amor o la muerte, y cómo la filosofía puede ayudar a entenderlos. El arte de la existencia está compuesto por 150 “artiensa-yos” sobre actividades coti-dianas que se iluminan con las reflexiones de filósofos a los que el autor glosa con esmero. Este estilo impresio-nista hace que podamos dige-rir mejor el amplio muestra-rio de lecturas, autores, citas, anécdotas, reflexiones y ful-guraciones que se camuflan tras la aparente sencillez y brevedad de sus páginas. Re-dón tiene la virtud de hacer fácil lo difícil, de literaturizar la filosofía (como ya hicieron Montaigne, Alain o D'Ors) y convertirla en algo que ape-tece leer y paladear. Él sabe muy bien que, si queremos que la filosofía siga viva, no podemos dejarla en manos de los especialistas. ❖ G. A.

Pensar la vida: esa es la tareaRedón nos muestra en su último libro cómo la filosofía puede iluminar las actividades más cotidianas de nuestra vida como comer, pasear, trabajar o viajar.

El arte de la existenciaJosep muñozEditorial Paidós15e (aprox.)

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