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filosofía por Ignacio Sosa sino por su entrega a la causa latinoameri- cana. El latinoamericano para superar la antí- tesis de tradición modernidad, ha recurrido a todo: desde negar su pasado, hasta ¡quién lo dijera! importar europeos para mejorar la raza. Describir los recursos empleados para alejarnos de la dependencia, en beneficio de la independencia, llevaría varias páginas; pero en ellas no encontraríamos elementos que otros hombres no hayan utilizado o estén utilizando con la núsma finalidad. La aspiración por obtener la unidad a costa de la pluralidad sería nuestra princi- pal característica. . . si olvidamos esas gue- rras en las que sólo ha habido vencidos como en la del Chaco y en la del PacífIco; o si nos abstenemos de pensar en la rapiña que han mostrado sus vecinos con el Ecua- dor, (sin embargo, no debemos olvidar que nuestra agresividad no sólo se orienta con- tra el hermano; también le hemos hecho la guerra a España, Japón, Italia y Alemania a los que vencimos, quién lo duda, por la inteligencia de nuestros estrategas. Lo que quizá, de pasada, explica la proliferación de gobiernos militares en casi toda América). Además para explicar nuestra aspiración por la unidad, debemos contestar satisfacto- riamente el por qué de la balcanización de Latinoamérica iniciada en la época de Bolí- var, continuada a lo largo de su historia y tratada de ampliar, con apoyo del exterior, durante las interminables luchas entre libe- rales y conservadores. Esto como tema de reflexión, resulta árido, porque no es fácil reconocer el hecho de que cinco aldeas se conviertan en cinco naciones; o que se llegue a cercenar a un país para utilizarlo como pasillo marítimo, además de aceptar la creación de minúsculos Estados que ayer formaron parte de un coto de rapiña inglés que se extendía desde las Malvinas, hasta las Bahamas. . Decimos árido porque si bien encontra- mos un paliativo en las ideas de Bolívar o en las tentativas de Lucas Alamán, también encontramos que los "tratados" de unión latinoamericana, más que estar sellados por la sangre de sus héroes, están ftrmados por la tinta derrochada por sus fogosos escrito- res que emplean su genio para describirnos un mundo en el que Latinoamérica es una, y que, sin duda fatigados por el esfuerzo, descuidan problemas tan poco importantes como lo es explicar la forma en que se producirá tan interesante fenómeno. Desde esta perspectiva la valorización del que pernúte integrar en un cuerpo coheren- te una ·serie de variantes; (lea en este libro emplea el vocablo Iberoamérica, dándole la significación anotada). Este problema lea lo resuelve en gran parte con sus libros Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica (1949), América como conciencia (1953). Sólo de este modo es posible hablar de Latinoamérica una, hablar de síntesis, cuan- do se han mostrado las semejanzas existen- tes entre un porteño y un habitante de Iquitos o de Guayaquil. La tarea de definir al latinoamericano resulta complicada porque los elementos que lo conforman son compartidos por otros hombres, es decir, no son exclusivos suyos. lea al intentar definirlo distingue como elemento fundamental su aspiración por participar activamente en la historia del mundo occidental. Esta aspiración, que se ha traducido en violentas luchas, lo ubica- ría dentro de unas coordenadas en las que se señala, por un lado, la antítesis entre tradición-modernidad, y por el otro, la exis- tente entre dependencia-independencia. El cruce de estos ejes explicaría el círculo vicioso en el que se encuentra encerrado el latinoamericano: no puede ser moderno, porque es dependiente. No es independien- te, porque es tradicional. Dados estos marcos de referencia, se debe añadir que dentro de este contexto se agita otra tendencia, de la que ya hemos apuntado ciertas características; esta ten- dencia sería la de pluralidad-unidad. En cada latinoamericano existe la íntima con- vicción de su grandeza. Si ésta no es palpa- ble, es porque no ha existido un hombre a quien seguir para poder alcanzarla. En lo anterior, quizá, encontremos la explicación de la admiración que se tiene por Guevara, al que se venera no por su credo político, iberoamérica como factor de cultura Encontrar el sentido o relación de nuestra historia, la de América, con la historia sin más; historia esta que, por diversos cami- nos, ha terminado en ser una historia co- mún a todos los pueblos que forman el mundo, es la intención que persigue el autor de..América en la historia. * Esta captación de nuestro caudal que intenta converger en el río de la historia, se puede encauzar por dos vertientes: Asimilación del espíritu europeo que se hace patente en las ideas de originali- dad. independencia y soberanía individual. Empeño en imitar, copiar los frutos de ese espíritu occidental. La imitación, la calca de ese espíritu, tiende a obtener sus frutos, sin un previo proceso de elaboración; pretendiendo que la adopción de un nuevo espíritu puede realizarse sin problemas, es decir, tiene la convicción de que es posible mutar casi instantáneamente, y que en el nuevo grado de evolución no aparecerán las taras ante- riores. La asimilación solucionaría, antes de al- canzar cualquier fruto, el desequilibrio re- sultante de la unión de dos o más fuerzas contrarias, para después lanzarse con reno- vado ímpetu a perseguir nuevas metas. A pesar de notables esfuerzos, los latino- americanos se inclinarían por la imitación, en contraste con los anglosajones aposenta- dos en la parte norte de América, quienes tratarían de lograr la asimilación. Esta acti- tud provoca en los primeros un sentimiento de destierro de la historia, y en los segun- dos la convicción de que son creadores de ella, al igual que los occidentales. El sentinúento de destierro se hace cada vez más consciente en nuestros pueblos, los que reaccionan buscando encontrar la acti- tud que permitió al occidente convertirse en paradigma de la modernidad. De este renovado esfuerzo nos habla lea. Pero an- tes de hablar de ello, es necesario explicar la significación del término Latinoamérica o Iberoamérica, el cual estamos empleando implícitamente sin previa explicación. Ha- blar de Latinoamérica significa algo más que una noción de tipo geográfico. Implica que se ha realizado una labor de análisis que permite la identificación, sobre sus diferencias, de las características comunes o afInes de las naciones americanas; a la vez * Leopoldo Zea: América en la historia, Ma- drid Editorial Revista de Occidente, 1970. 256 pp. (Colección Cimas de América). -

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Page 1: filosofía iberoamérica como factor de cultura por Ignacio Sosa - Revista de la ... · 2014-02-22 · riamente el por qué de la balcanización de Latinoamérica iniciada en la época

filosofía

por Ignacio Sosa

sino por su entrega a la causa latinoameri­cana.

El latinoamericano para superar la antí­tesis de tradición modernidad, ha recurridoa todo: desde negar su pasado, hasta¡quién lo dijera! importar europeos paramejorar la raza.

Describir los recursos empleados paraalejarnos de la dependencia, en beneficio dela independencia, llevaría varias páginas;pero en ellas no encontraríamos elementosque otros hombres no hayan utilizado oestén utilizando con la núsma finalidad.

La aspiración por obtener la unidad acosta de la pluralidad sería nuestra princi­pal característica. . . si olvidamos esas gue­rras en las que sólo ha habido vencidoscomo en la del Chaco y en la del PacífIco;o si nos abstenemos de pensar en la rapiñaque han mostrado sus vecinos con el Ecua­dor, (sin embargo, no debemos olvidar quenuestra agresividad no sólo se orienta con­tra el hermano; también le hemos hecho laguerra a España, Japón, Italia y Alemania alos que vencimos, quién lo duda, por lainteligencia de nuestros estrategas. Lo quequizá, de pasada, explica la proliferación degobiernos militares en casi toda América).Además para explicar nuestra aspiraciónpor la unidad, debemos contestar satisfacto­riamente el por qué de la balcanización deLatinoamérica iniciada en la época de Bolí­var, continuada a lo largo de su historia ytratada de ampliar, con apoyo del exterior,durante las interminables luchas entre libe­rales y conservadores. Esto como tema dereflexión, resulta árido, porque no es fácilreconocer el hecho de que cinco aldeas seconviertan en cinco naciones; o que sellegue a cercenar a un país para utilizarlocomo pasillo marítimo, además de aceptarla creación de minúsculos Estados que ayerformaron parte de un coto de rapiña inglésque se extendía desde las Malvinas, hastalas Bahamas. .

Decimos árido porque si bien encontra-mos un paliativo en las ideas de Bolívar oen las tentativas de Lucas Alamán, tambiénencontramos que los "tratados" de uniónlatinoamericana, más que estar sellados porla sangre de sus héroes, están ftrmados porla tinta derrochada por sus fogosos escrito­res que emplean su genio para describirnosun mundo en el que Latinoamérica es una,y que, sin duda fatigados por el esfuerzo,descuidan problemas tan poco importantescomo lo es explicar la forma en que seproducirá tan interesante fenómeno.

Desde esta perspectiva la valorización del

que pernúte integrar en un cuerpo coheren­te una ·serie de variantes; (lea en este libroemplea el vocablo Iberoamérica, dándole lasignificación anotada). Este problema lealo resuelve en gran parte con sus libros Dosetapas del pensamiento en Hispanoamérica(1949), América como conciencia (1953).Sólo de este modo es posible hablar deLatinoamérica una, hablar de síntesis, cuan­do se han mostrado las semejanzas existen­tes entre un porteño y un habitante deIquitos o de Guayaquil.

La tarea de definir al latinoamericanoresulta complicada porque los elementosque lo conforman son compartidos porotros hombres, es decir, no son exclusivossuyos. lea al intentar definirlo distinguecomo elemento fundamental su aspiraciónpor participar activamente en la historia delmundo occidental. Esta aspiración, que seha traducido en violentas luchas, lo ubica­ría dentro de unas coordenadas en las quese señala, por un lado, la antítesis entretradición-modernidad, y por el otro, la exis­tente entre dependencia-independencia. Elcruce de estos ejes explicaría el círculovicioso en el que se encuentra encerrado ellatinoamericano: no puede ser moderno,porque es dependiente. No es independien­te, porque es tradicional.

Dados estos marcos de referencia, sedebe añadir que dentro de este contexto seagita otra tendencia, de la que ya hemosapuntado ciertas características; esta ten­dencia sería la de pluralidad-unidad. Encada latinoamericano existe la íntima con­vicción de su grandeza. Si ésta no es palpa­ble, es porque no ha existido un hombre aquien seguir para poder alcanzarla. En loanterior, quizá, encontremos la explicaciónde la admiración que se tiene por Guevara,al que se venera no por su credo político,

iberoamérica comofactor de cultura

Encontrar el sentido o relación de nuestrahistoria, la de América, con la historia sinmás; historia esta que, por diversos cami­nos, ha terminado en ser una historia co­mún a todos los pueblos que forman elmundo, es la intención que persigue elautor de..América en la historia. *

Esta captación de nuestro caudal queintenta converger en el río de la historia, sepuede encauzar por dos vertientes:

Asimilación del espíritu europeoque se hace patente en las ideas de originali­dad. independencia y soberanía individual.

Empeño en imitar, copiar los frutosde ese espíritu occidental.

La imitación, la calca de ese espíritu,tiende a obtener sus frutos, sin un previoproceso de elaboración; pretendiendo quela adopción de un nuevo espíritu puederealizarse sin problemas, es decir, tiene laconvicción de que es posible mutar casiinstantáneamente, y que en el nuevo gradode evolución no aparecerán las taras ante­riores.

La asimilación solucionaría, antes de al­canzar cualquier fruto, el desequilibrio re­sultante de la unión de dos o más fuerzascontrarias, para después lanzarse con reno­vado ímpetu a perseguir nuevas metas.

A pesar de notables esfuerzos, los latino­americanos se inclinarían por la imitación,en contraste con los anglosajones aposenta­dos en la parte norte de América, quienestratarían de lograr la asimilación. Esta acti­tud provoca en los primeros un sentimientode destierro de la historia, y en los segun­dos la convicción de que son creadores deella, al igual que los occidentales.

El sentinúento de destierro se hace cadavez más consciente en nuestros pueblos, losque reaccionan buscando encontrar la acti­tud que permitió al occidente convertirseen paradigma de la modernidad. De esterenovado esfuerzo nos habla lea. Pero an­tes de hablar de ello, es necesario explicarla significación del término Latinoamérica oIberoamérica, el cual estamos empleandoimplícitamente sin previa explicación. Ha­blar de Latinoamérica significa algo másque una noción de tipo geográfico. Implicaque se ha realizado una labor de análisisque permite la identificación, sobre susdiferencias, de las características comunes oafInes de las naciones americanas; a la vez

* Leopoldo Zea: América en la historia, Ma­drid Editorial Revista de Occidente, 1970. 256pp. (Colección Cimas de América).

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latinoamericano e incómo<!. Re ultamosser mo el colibrí que emplea .\1 dinornis.mu para permanecer en el mi m lugar. Talve/. I bu camo la ralón oel statll l/1Ic.J nosene ntremo con una faccta diferente.

¿Qué impide nucstra unidod·independen.cia·rnodenlldad? A lo lar de dieciséisdé aoa nuestro hombre han de'm tradofrecuentemente su interés por finiquitar lastrab que b truccionan el arribo :1 estameta. rmiento y 1ora, al igual que Bolí·vur tratar n de lucionar el problema. Ennuestro iglo !ariálegui nos habla de unajuventud revolu ionaria que persigue el mi .mo fin. Las re pue tas al problema se mul.tiplican: MUnOl Marín. Figucrcs, Betan.court. Pinto. Furtado. Pero todo. o casitodo, sigue igual. En 3::! lustros hemosderrochado dinamismo para mudar fronte.ras, constituciones y amos.

Esta serie de fracasos en el campo políti.co y en el ec nómico. pro ca un viraje alcampo de la cultura, de la filosofía. e invitaa una serie de preguntas, a menudo maldisimuladas, y no por viejas menos laceran­tes: ¿Seremos realmente inferiores? ¿Serápor nue tra sangre? ¿Seremos ahist6ricos?EsUs reOexiones nos llevan a otra que esangustiante: ¿qu~ somos? Decimos angus.tiante por varias razones. Porque en estemomento en que tenemos varios compaile.ros presos en toda Latinoamérica por noestar de acuerdo con la ruta que hemos

tomado ¿no re ulta un prurito estéril ha·blur de nuestras conexiones con la histo­ria? Ilablar sobre nuestra ahistoricidad, so­bre nue tra marginalidad ¿no parece unaactividad ociosa? ¿No es una pose negativahablar de una toma de conciencia, cuandocualquier e colar sabe que para entrar en lahi toria del siglo XX, Rusia y China em­plearon la violencia, al igual que Cuba?¿ o resulta risible que suspendamos el jui­cio. al estilo kantiano, y pongamos entreparéntesis los elementos que conformannuestra realidad, pretendiendo con esto lo­grar plasmarla en un cuadro esquemático enel que no es posible entender la relaciónexistente entre los valores propuestos enese cuadro, y los que tienen vigencia en laociedad?

Gabriel García Márquez, en reciente en­trevista, expresaba que le parecía un pocoinjusto que su obra se conociera al revés,porque la impresión que les daba a loslectores. después de conocer Cien años deSoledad, era la de estar leyendo trabajosprevios que -si se hubieran leído por suorden- dejarían ver una progresión, unabúsqueda a través de todos los libros.

Creemos que a lea pudiera ocurrirlealgo semejante a esto, pues muchas de lasinterrogantes planteadas en América en lahistoria las ha derivado en La filosoFaamericana como filosofl'a sin más en unapostura que busca definirse por estar fmca-

da en "Una realidad que reclama decisionesde extraordinaria urgencia, independiente­mente de que las mismas encuentren o nosu justificación en una determinada fIloso­fía", pero la postura de lea 'es exigente yno termina en la actitud del pintor que daunos pasos hacia atrás para contemplar suobra terminada, sino que obliga a metersedentro de ese cuadro: "Sólo la acciónpodría sacar al latinoamericano del empan­tanamiento de una esperanza que nunca sehace presente." '

El reflexionar sobre lo que somos no esuna pregunta retórica que invita a la re~­

puesta, fácil por manida, de la fIlosoflagriega. Ni a contestamos que somos hom­bres al igual que los del tercer mundo,.porque también somos explotados: ~o bus­camos con esto una respuesta ongmal, nopretendemos ser originales, no creemos quebusquemos la originalidad y menos paraque se nos reconozca; porque el recon~c~.

miento implica aceptación. Buscamos, bast­camente, deftnirnos, empleando para ello,en lo posible, una escala de valores diferen­tes a la que nos ha sido impuesta.

No se trata de crear una cultura paraque el occidente nos acepte sino para auto­rreconocemos. Creemos que sólo medianteeste camino será posible distinguir lo autén­tico de lo positivo. Si esto no es así,¿cómo explicarnos la carencia, por no decirausencia, de interés por la fIlosofía occiden­tal en su versión más aceptada? ¿Cómoexplicamos la opacidad de nuestra produc­ción fIlosóftca, en contraste con nuestrabrillante narrativa? ¿No será porque aqué­lla maneja una escala de valores ajena, yésta trabaja en una realidad que le espropia?

La respuesta a las anteriores interrogan­tes la da Zea al decir que "Ser originalimplica partir de sí mismos, de lo que es dela propia realidad". Lo anterior no quieredecir en ningún momento que la culturaamericana busque un enfrentamiento con lacultura occidental. Lo que se pretende esque esa capacidad de juicio de la que hacegala el occidental la aplique a sí mismo. Sihabla de libertad, exigírsela. Si habla deigualdad, que la demuestre.

No somos occidentales por así quererlo,sino a pesar nuestro. Nuestra búsqueda nosha llevado a la aceptación de sus valores,no porque sean idóneos, sino porque dadanuestra situación histórica es convenienteemplearlos para eliminar la aplicación nega­tiva que se hizo de ellos. Sabemos, desdeDescartes, que en una discusión se allananla mayor parte de las dificultades si se estáde acuerdo con la terminología empleada; ycomo la terminología que conocemos es lade occidente, es por eso que la usamos.Esto no quiere decir que busquemos reco­nocimiento, sino que por ahora obligarnoslas circunstancias abordamos la misma naveque el occidente; lo que explica que preten­damos establecer un entendimiento, fin bas­tante lejano al de buscar una simple identi­ftcación.

En síntesis, lo que lea pretende a lolargo de su obra es: "mostrar a la culturaoccidental que existen otros pueblos, lospueblos del continente americano, que tam­bién hacen cultura, que poseen una cultu­ra".