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Orgapo äe su Veperable Oräet) Cercera y (ofraäías c- fg. tcrtTb Dirección y Administración: PP. MERCEDARIOS Silva, 39.—Madrid (12) 15 DE SEPTIEMBRE DE 1929 NÚM. 9 S TJ M A Ft. 10 MARÍA, MADRE Y MEDIANERA, por Fr. E. Silva.—EPÍSTOLA DE NTRA. SMA. MADRE, Por Fr. J. Crespo.—VANIDAD INCURABLE, por Fr. R. Delgado.—A LOS VIVOS Y A LOS MU ERTOS, por Fr. L. Santamaría.—EL V. P. ALONSO DE SEVILLA, por Fr. G. VáZ- que z. IMPRESIONES DE UN VIAJE A OSERA, por Fr. S. González.—Los AUXILIOS PARA NU ESTRA PERFECCIÓN, por Fr. C. Silva.—EL NUNCIO DE S. S. EN EL CONVENTO DE PO YO. -.--PESO QUE SOPORTA EL HOMBRE, por Fr. R. S.—LA ESPAÑA DEL CID, por Fray V . Núñez.—A NTRA. SRA. DE LAS MERCEDES, por Fr. S. González. —EL P. FRANCISCO DE BOVADILLA, por Fr. G. Vázquez.—SAMUEL, por J. G. Herreros.—EL COMERCIO EXTERIOR D e ESPAÑA, por Wilhelm.—NOTICIAS.—INDULGENCIAS DE OCTUBRE. María, Madre y Medianera (CONTINUACION) II Grandeza de María. « Con cuidado procuran los santos a largarse en las cosas de la Virgen, Mas es por demás que todos dan c inco de corto» (1). La misma Virgen bendita nos dijo Por su boca: (hizo en mi grandes co- sas el que es Omnipotente» (2). FE- Zola su Madre y de aquí le vienen, Co mo afirman unánimemente los te ólogos con Santo Tomás, todas s us prerrogativas. La dignidad de Madre de Dios ex- (1) Fr. Melchor R. de Torres, mercedario. ' Agr icultura del alma», Burgos 1603, f. 135. (2) San Lucas 1, y . 49. cede los linderos ordinarios de la gracia y toca las fronteras de la Di- vinidad, por ir necesariamente uni- da al misterio de la Unión Hipostá- tica, puesto que la Encarnación no se ha obrado sino por medio de María. Si contemplamos a María en su unión como Madre al Verbo eterno de Dios, su dignidad se nos presen- ta como algo casi infinito, o, como prefieren decir otros teólogos, infi- nito en su género, pues que la ma- dre y el hijo vienen a hacerse una misma cosa y en nuestro caso el fruto bendito del vientre de María, es nada menos que el Hijo de Dios en todo igual al Padre y eterno e infinito como El.

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Orgapo äe su VeperableOräet) Cercera y (ofraäías

c-fg. tcrtTb Dirección y Administración:

PP. MERCEDARIOSSilva, 39.—Madrid (12)

15 DE SEPTIEMBRE DE 1929

NÚM. 9

S TJ M A Ft. 10MARÍA, MADRE Y MEDIANERA, por Fr. E. Silva.—EPÍSTOLA DE NTRA. SMA. MADRE,

Por Fr. J. Crespo.—VANIDAD INCURABLE, por Fr. R. Delgado.—A LOS VIVOS Y A LOS

MU ERTOS, por Fr. L. Santamaría.—EL V. P. ALONSO DE SEVILLA, por Fr. G. VáZ-

quez. — IMPRESIONES DE UN VIAJE A OSERA, por Fr. S. González.—Los AUXILIOS PARANU ESTRA PERFECCIÓN, por Fr. C. Silva.—EL NUNCIO DE S. S. EN EL CONVENTO DE

PO YO. -.--PESO QUE SOPORTA EL HOMBRE, por Fr. R. S.—LA ESPAÑA DEL CID, por FrayV . Núñez.—A NTRA. SRA. DE LAS MERCEDES, por Fr. S. González. —EL P. FRANCISCO DE

BOVADILLA, por Fr. G. Vázquez.—SAMUEL, por J. G. Herreros.—EL COMERCIO EXTERIOR

De ESPAÑA, por Wilhelm.—NOTICIAS.—INDULGENCIAS DE OCTUBRE.

María, Madre y Medianera (CONTINUACION)

II

Grandeza de María.

« Con cuidado procuran los santosalargarse en las cosas de la Virgen,Mas es por demás que todos danc inco de corto» (1).

La misma Virgen bendita nos dijoPor su boca: (hizo en mi grandes co-sas el que es Omnipotente» (2). FE-Zola su Madre y de aquí le vienen,Como afirman unánimemente losteólogos con Santo Tomás, todassus prerrogativas.

La dignidad de Madre de Dios ex-

(1) Fr. Melchor R. de Torres, mercedario.'Agricultura del alma», Burgos 1603, f. 135.

(2) San Lucas 1, y. 49.

cede los linderos ordinarios de lagracia y toca las fronteras de la Di-vinidad, por ir necesariamente uni-da al misterio de la Unión Hipostá-tica, puesto que la Encarnación nose ha obrado sino por medio deMaría.

Si contemplamos a María en suunión como Madre al Verbo eternode Dios, su dignidad se nos presen-ta como algo casi infinito, o, comoprefieren decir otros teólogos, infi-nito en su género, pues que la ma-dre y el hijo vienen a hacerse unamisma cosa y en nuestro caso elfruto bendito del vientre de María,es nada menos que el Hijo de Diosen todo igual al Padre y eterno einfinito como El.

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322 — — 323 —

«María es mujer—decía el merce-dario Fr. Marcos Salmerón, queaunque humana y nacida en el mun-do como las demás, la adornó Dios,de tales excelencias y prerrogati-vas, que tiene más de divina que dehumana» (1).

Dos cosas hay que no pudo Dioshacer más excelentes, Cristo y Ma-ría. Pudo, es verdad, aumentar,como dice Santo Tomás (2), la gra-cia habitual de Cristo, porque éstaes don creado, y de consiguientesiempre Dios podrá hacer una cria-tura más capaz del mismo (3); perocuanto a la prerrogativa de estarunida una naturaleza al Verbo, nopuede Dios concederla superior.Del mismo modo, «el ser Madre deDios, quo nihil, maius nec esse, neccogitar potest, va medido con laomnipotencia de Dios: no puede darmejor cargo que de Madre, aunquesí más gracia; luego no es bien quepongamos límite en las prerrogati-vas y gracias que la dió» (4).

María, ab aeterno, predestinadapara las funciones de la maternidaddivina, fué preparada por la bonda-dosísima mano del Padre Celestial,con aquel cúmulo de gracias y pri-vilegios que a la dignidad de talfunción competían, pues es pensa-miento de San Bernardino de Senay de simple buen sentido, que cuan-do Dios destina una criatura a unaobra o finalidad particular, la ador-

(1) P. Salmerón, O. de M. «El Príncipe Escon-dido», Madrid, 1648, pág. 208.

(2) S. Tho. Sum. 3. a p. q. VII a. 12 ad 2.(3) S. Th. Comp. Theol. c. 215.(4) P. °fía. «Postrimerías, etc.», pág. 372.

na y provee de todo lo preciso a talfin. Así pues, María por extraordi-nario y único privilegio (el excep-tuar a San José o a otro cualquiersanto, de la culpa original, júzgaloZumel punto menos que herético),fué preservada de toda culpa desdeel primer instante de su ser.

Además, fué tal en María la ple-nitud inicial de gracias en el mo-mento preciso de su concepción, quesuperó de un modo incomparable lade todos los santos y ángeles juntos.

. -‘7 cuál sería, ¡oh, bendita Virgeny madre nuestra!, el desarrollo yaumento de esa plenitud de gracia,en el transcurso de la vida, en Tí,que toda eres hermosa y agradablea Dios y que conociéndole y amán-dole desde el principio de tu exis-tencia, tu vida no era más que uncontinuado acto y transporte deamot acia tu Dios?

María no cesó un instante de cre-cer en gracia, y como, a condiciónque el acto se ejecute con la inten-sidad posible el aumento de caridady gracia es proporcional a la exis-tente en el individuo, colígese cuálsería el crecimiento de la santa Vir-gen. A fin de imaginárnoslo mejorpodemos comparar este crecimientode gracia en María al de una pro-gresión geométrica creciente, demodo que, según esto, y a nuestromodo de hablar, tendríamos que enun instante cualquiera de su vida,su caridad era igual al producto desu primera gracia por una potenciadel número 2 cuyo exponente fuerael de instantes transcurridos de suvida.

Los cuerpos en su caída llevan unmovimiento que se dice uniforme-mente acelerado, c sea que su velo-cidad de caída aumenta constante-mente y a medida que se acercanmás a su centro, que es la tierra.Asimismo los santos, y en particu-lar su Reina la Virgen María, queno encontraba obstáculos en su ca-Mino, se acercan con más ímpetu yrapidez a Dios que es su centro deunión a medida que están más cercade El y son por El más fuertementeatraídos. De modo que María dupli-caba en cierto modo su gracia enc ada instante de su existencia..Quién podrá sondear el abismo desantidad que se oculta en tal Seño-ra? Sólo Dios—dice San Bernardi-no—sólo Dios sabe y puede com-prenderlo.

¿Quién podrá medir, decía el fer-vorosísimo misionero mercedarioPr. Miguel Echeverz, las excelen-cias del Sagrado Corazón de María,mar inmenso de gracias y virtudes?Sólo aquel Señor que la crió paradelicioso paraíso del divino VerboY para medianera, refugio y ampa-ro de los mortales, sólo Dios puedeManifestarnos sus excelencias» (1).

Abundantísimas son en la litera-tura cristiana las alabanzas que lossantos dieron a María. Nos ceñire-mos aquí tan sólo a hacer unas bre-ves citas de algunos escritores mer-cedarios, que como buenos hijos deta l Madre, siempre han sentido yhablado muy alto de la celestial Se-

(1) Padre Echeverz. «Ave María » , Madrid 1789,Pág . 265.

ñora, reflejando muy bien cuantobueno de ella habían dicho los san-tos (1).

«No tiene segundo el grado degracias desta Señora,—dice el Pa-dre R. de Torres—ni la santidad detodas las criaturas la igualan, antesla hacen estrado y sirven» (2).

«Es Dios caridad--agrega el Pa-dre Salmerón (3)—, es el mismoamor, y estando de asiento nuevemeses en el vientre sacrosanto deMaría, parece la convirtió en simismo, y que ella se vistió la natu-raleza de la caridad, transformán-dola en el modo posible, tanto en elser divino que parecía se identifica-ba con él.»

Esta cierta identificación de Ma-ría con el ser divino, afirmaba tam-bién el Po Oria (4), por razón deque «una misma cosa es la madre yel hijo que en sus entrañas encie-rra.»

«Fué tan intensa su caridad y elamor divino, añade el citado PadreSalmerón (5), desde el instante desu concepción, que no se interrum-pió el acto de caridad ni aun porbrevísimo tiempo.»

(1) Es muy de notar el amor intenso que porNuestra Santísima Madre sentían nuestros escri-tores mercedarios de los siglos XVI y XVII, puesse advierte que en todas sus obras espirituales decualquier asunto que tratasen y aun de las histó-ricas, siempre de grado o por fuerza habían de en-cajar algunas páginas, dedicadas a su excelsaMadre y Fundadora. Con muchas de estas pági-nas reunidas, pudiera formarse una bellísima ymuy curiosa antología mariana.

(2) P. Torres. « Agricultura, etc. » , fol . 135.(3) P. Salmerón. «Príncipe, etc», pág. 216.(4) Olía. «Postrimerías, etc.», pág. 387.(5) Salmerón, I. c.

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Versión parafrástica de la Epístolade Nuestra Santísima Madre (1'

EsposaSoy la rosa del campo

que sin cuidados vid nacer el cielo,soy lirio como el ampode nieve, cual el hielo

que torna blanca la color del suelo.

• EsposoCual reina la azucena

de cardos punzadores rodeada,así es mi amiga buena,en gracias extremada,

de las hijas la más aventajada.

EsposaCual se eleva orgulloso

de silvestres arbustos rodeadoel manzano pomposo,así mi esposo amado

se alza fuerte de todos envidiado.Bajo su copa umbrosa,

que yo buscaba con codicia tanta,sentéme ya gozosa,y de su fruta, cuanta

quiero, como, y es suave a mi garganta.Y ¡cómo en la bodega

donde guarda los vinos de su amormi alma toda anegacon celestial dulzor,

dejándome embriagada en tal licor!¡Oh, viva eternamente

sumida en un letargo así divino,extraviada la mentey desperdido el tino,

vencido con la fuerza de tal vino!¡Oh, hijas de Salén,

cercadme de manzanas y de llores(1) Cantar de los Cantares, 11.

— 324 —

El P. Suárez de Godoy gozaba encontemplar a María toda vestida ytrasformada en Cristo; «toda esta-ba—dice—adornada de Cristo; nohabía otra cosa en aquella santísi-ma ánima sino Christo» (1).

(El alma de María Santísima—di-ce el V. P. Echeverz, es la más no-ble, la más rica en dones del Altísi-mo, la más pura... un alma que fueel esmero del poder, de la sabiduríay de la bondad de todo un Dios;destinada en su mente divina paralas más altas obras que ad extrahabía de obrar el Omnipotente bra-zo de Dios» (2). Y en otro lugarafirma el mismo autor que María(mereció más en los primeros actosde amor, que han merecido y mere-cerán todos los santos desde el prin-cipio al fin del mundo» (3).

Por último, el gran teólogo ma-riano Fr. Silvestre Saavedra, lleva-do de su ardor en defensa de losprivilegios de María, anhelaba ve-hementemente ser mártir de la In-maculada Virgen, hacerse por talmisterio cual otro Ignacio de Antio-quía: Trigo de Cristo (4).

Terminemos con unas notabilísi-mas palabras del santo Papa Pío IXen su bula Ineffabilis. «María—de-cía el Vicario de Cristo—posee unaplenitud de santidad y de inocenciatal, que no se puede imaginar ma-

(1) «Thesoro de varias Considerciones, por elP. Suárez de Godoy, mercedario. Barcelona 1598,pág. 517.

(2) P. Echeverz. «Pláticas Dominicales » , pági-na 541.

(3) L. c.(4) P. Valenzuela. «De Intemeratu, etc. » . Ro-

ma 1904, pág. 204.

yor después de Dios. Los Padreshan proclamado que la salutacióndel Angel inaudita, solemne y sinprecedentes, reconocía a la VirgenMadre como el asiento de todas lasgracias divinas, adornada de todoslos dones del Espíritu Santo, el te-soro casi infini19 y como el abismoinsondable de celestiales gracias.»

Pues tal y tanta es tu grandezaloh, santa madre de Dios!, te roga-mos uses de ella abundantemente enfavor de tus hijos de adopción.

FR. EMILIO SILVA

Poyo, agosto de 1929.

Contra los fumadoresPocas veces en los conventos se

ha dejado vivir en paz a los fumado-res, pero la resistencia contra el ta-baco fué al principio más enérgicaque nunca. Véase el siguiente capitulodel acta de visita hecha en el conven-to de la Merced de Madrid en 1634 porel Padre Marcos Salmerón, entoncesProvincial y luego General y Obispo:

« 'ten por quanto la experiencia haenseñado la desestimación que laspersonas de consideración hacen delos que toman tabaco en humo, yy quan indecente cosa es a los sacer-dotes y religiosos, y aviendolo con-sultado a los médicos de que es cosanociva a la salud, ordenamos y man-damos en virtud de Spiritu Santo y desanta obediencia y pena de excomu-nión mayor latae sententiae, que nin-gún religioso de aquí adelante tometabaco; y debaxo de las mismas pe-nas mandamos al P. Comendador queal que constare que persevera en tanabominable vicio no le admita ni pidasu voto para cosa alguna de la comu-nidad.» (Madrid, Merced Calzada enel A. II. N.)

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cuyos perfumes denquietud a mis ardores,

que no puedo llevar tales dulzores!Descansa mi cabeza

del amado sobre el izquierdo brazo,mientras con gran ternezay en apretado lazo

me da con su derecho casto abrazo.Dejad, pues, que llagada

de amor estoy, que en este blando lechome duerma reclinada,dejadme que a su pecho

aplique el labio nunca satisfecho.Esposo

¡Pastores que guardandovuestros hatos andáis en la ladera!

Pues véis que reposandoestá mi compañera,

dejadla que descanse cuanto quiera.Cesen por un momento

vuestras gargantas de soltar tonadas..¡así vaya en aumentola cifra de manadas

que a vuestra mano fueron confiadas!

EsposaAl fin vencióme el sueño,

pero quedóse el corazón despierto,y sueña que su dueñode sudores cubierto

traspone las arenas del desierto;y con los presurosos

pies, que igualan los pies del cervatuelodesciende los fragososmontes, y el llano suelo

cruza raudo, mejor que a paso, en vuelo.Llegó a nuestra majada;

ya le veo acechar tras mi ventana;oigo su voz amada:«Despierta—dice—hermana,

idespieria amiga mia y mi galana.»Ya ves pasó la lluvia;

— 327 —

»el sol parece al fin y muestra al mundo»su faz serena y rubia,'y surca vagabundo

'del firmamento el ancho mar profundo.»Ya ves cómo el invierno

» se fué con sus heladas y rigores,'con su llover eterno;»ya ves cómo las flores

»coquetuelas ostentan sus colores.» Mira con cuánta priesa

»el tiempo de la poda se ha venido;»ya en la ramada espesa,

.›desde el caliente nido,'la tórtola regala nuestro oído.

»Su fruto da la higuera;»las viñas, ya floridas, dan olor.

'Arriba, compañera,» levántate, mi amor,

»pues el tiempo nos muestra su favor.Y ven, mi fiel paloma,

»a los riscos del monte, hasta la cumbre»de la empinada loma:'allí la dulcedumbre

'de tu voz gustar quiero, allí la lumbre"de tus ojos amables

»fuera de mi contemplaré arrobado;» allí tus deseables» sonrisas, al Amado

» habrdn de hacerle sonreir de grado.

FR. J. SANTIAGO CRESPO

San Juan de Poyo.

<ID .11C)

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— 328 —— 529 —

VANIDAD INCURABLELa mañana estaba fresca. Por

una de las calles centrales pasa unfuneral; una hilera interminable deautos y coches seguían la carrozafúnebre; otra multitud inmensa pre-senciaba con la más absoluta indi-ferencia el paso del fúnebre cortejoy, moviendo la cabeza, parece quedecía: «Uno menos, ¿qué importa?»

Yo quedé sumido en profundameditación y me eché a filosofar unpoco.

La tristeza embargaba mi ánimoal ver pasar aquel entierro: estatristeza no procedía de la conside-ración de que aquel que va hacia elcementerio es un ser querido, un serque quizá fuera útil a la familia o ala sociedad.

No, nada de eso; sino por ver quela vanidad humana, la pompa mun-danal, abrillanta un suceso que de-biera revestir la humilde belleza, lacristiana y filosófica grandeza delanatema divino: «Eres polvo y enpolvo te has de convertir».

La más necia de las vanidades, elmás profano boato acompañan, porlo general, el cadáver al cemente-rio. La carroza ricamente tallada,adornada con mil crespones de luto,los mayestáticos caballos lujosa-mente empavesados; el auriga alti-vo, imponente; a continuación elauto de la vanidad con multitud decoronas de flores enviadas por losparientes, los amigos, con las men-tidas dedicatorias, como último tri-buto de la amistad.

A la vuelta del cementerio lamurmuradora vanidad va a ente-rarse de quién ha salido vencedoren aquella exposición de florescolocadas alrededor del cadáver.

No quiero decir que se trate desuprimir las expresiones de simpa-tías al difunto, ni la demostraciónfinal hecha al pariente, al amigo;no, nada de eso: lo que deseo es,que se haga de una manera menospagana, en forma más cristiana,más en armonía con nuestros prin-cipios católicos, algo más práctico.Lo racional, lo práctico, es conver-tir las inútiles hierbas que arrojansobre el cadáver, en hermosas floresde caridad, de positivo bien paralos que se han ido y para los quelloran, para los que sufren, paralos que tienen hambre.

Las diez, veinte, treinta o cin-cuenta pesetas gastadas en unacorona, en un corazón, en una anclade flores, que caen lacias y marchi-tas, después de ser exhibidas al ladodel cadáver, sería más prácticoemplearlas en sufragios, consagrar-las a incrementar los fondos debeneficencia, dedicarlas al sosteni-miento de escuelas católicas paraniños pobres, a la defensa del niñoy de la obrera, a la propaganda dela Buena Prensa. Ese auto, cargadode flores, debe convel tirse en unaración de pan para tantas familiasinfelices y vergonzantes; esas coro-nas, esas cruces, deben invertirseen unas mantas que cobijen el cuer-

po de tantos infelices que se muerende frío, en una ración de leche paratantos niños endebles, raquíticos,enfermizos, próximos a ser presa dela tuberculosis...

Hagamos obra útil, práctica...Mil, dos mil pesetas en vanidad,

en flores que dentro de unas horasno tienen olor ni perfume, que denada sirven a los que se fueron ¡ytantos pobres que piden pan y nohay quién se le dé!

No cabe duda que esta inversiónagradaría más al difunto en la man-sión eterna hecha en bien de sualma; ella pide una caridad y no esafarsa teatral de los aparatos floralesdestinados a coronar el heno de lacarne que vuelve al polvo de dondesalió.

Miente el mármol, miente el bron-ce, miente el buril del artista, mien-ten las flores, vano recuerdo a losque se fueron; en medio de esta grancatástrofe no queda más que unahermosa realidad, la nítida luz dela Esperanza en Dios.

P. DELGADO CAPEÄNS

LOS DOGMAS DEL CREDO

A los vivos y a losmuertos

Recuerdo que en la catequesis,entre mis compañeros de sección,ya mayorcitos, se proponía estacuestión:¿quiénes son los vivos ylos muertos? Y quedábamos casi to-dos de acuerdo en que eran los jus-tos y los pecadores.

Después tuve interés en ver loque decían los teólogos sobre esepunto, pero casi ninguno lo trata, nien Santo Tomás he podido encon-trarlo. Algo más explícitos son losescriturarios, al comentar los pasa-jes respectivos de los Actos y de lasEpístolas.

¿Estábamos en lo cierto mis com-pañeros de catequesis y yo? Creoque no, a pesar de que alguien nosdiera la razón.¿Qué significan, pues,

« aquellas palabras del Símbolo apos-tólico? Sencillamente, que Jesús hade juzgar a todos los hombres, an-teriores y posteriores a la Encarna-ción.

Nuestro Señor había dicho repe-tidas veces que el Padre no juzga anadie, sino que (lió el juicio todo en-tero al Hijo, para que todos honrenal Hijo como al Padre. (Joan. V, 22).

Los apóstoles, como era natural,retuvieron esta enseñanza de Jesús,y San Pedro en el sermón que hizoal bautizar al centurión Cornelio,dijo entre otras cosas: Y nos mandópredicar al pueblo y dar testimoniode que El mismo es el que fué cons-tituz'do por Dios juez de vivos ymuertos. (Act. X, 42).

San Pedro parece haber sido, portanto, el primero que empleó esa ex-presión y él debe darnos su explica-ción.

En su epístola primera existe elsiguiente pasaje que hace muy anuestro propósito: Se admiran (losgentiles) de que vosotros no concu-rrdis a la misma confusión de luju-ria, desatándose en insultos. Loscuales han de dar cuenta a Aquel que

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está dispuesto a juzgar los vivos ylos muertos. Pues para esto se pre-dicó también el Evangelio a losmuertos, para que sean juzgadossegún los hombres en la carne y vi-van según Dios en el espíritu. (I Pe-tri, IV, 4 6).

¿Quiénes eran esos muertos a losque se anunció la Buena Nueva? Losexpositores ven ahí una alusión aldescenso de Cristo a los infiernos,de la que poco antes había habladoel Príncipe de los Apóstoles, dicien-do que Cristo después de su muerteanunció a los espíritus que estabanen la cárcel la buena nueva. (Ibid.III, 18).

De todos modos, y sea cualquierala explicación que se adopte del pa-saje citado del capítulo IV, losmuertos nunca pueden ser loscondenados, pues de ellos se diceque viven según Dios en el espí-ritu.

No es cierto, por tanto, que losmuertos sean los pecadores, sinosimplemente los que pasaron deesta vida. La Iglesia aclama a Je-sús juez de vivos y muertos en to-dos los siglos, y siempre es verdadque ha de juzgar a los unos y a losotros, aunque los vivos de hoy seanlos muertos de mañana.

Muchos escriturarios, sin embar-go, relacionan esta cuestión conotra muy discutida en la Iglesia:¿Han de morir todos los hombresantes del Juicio, o habrá alg-unosque no pasen por la muerte? Caye-tano, con otros expositores, opinaque no todos morirán, y esos serán,

por tanto, los vivos a quienes ha dejuzgar Cristo (1).

La opinión más general sostiene,por el contrario, que todos, sin ex-cepción, hemos de morir. Esto seríaindiscutible si nos atuviéramos a laVulgata donde se lee en la Epísto-la I a los Corintios: Todos, cierta-mente, resucitaremos, pero no todosseremos transformados (XV, 51).

Si todos hemos de resucitar, es in-dudable que todos .habremos muer-to antes. Lo malo es que la lecturade ese texto es dudosa, pues mu-chos códices griegos dicen constan-temente: «No todos, ciertamente,dormiremos, pero todos seremostransformados».

Pero dirá alguno: ¿la Vulgato noha sido declarada auténtica con to-das sus partes? Sí, ciertamente,pero al dar ese decreto el Conciliode Trento no entendía definir todaslas controversias que entre los San-tos Padres y Doctores existían so-bre determinados pasajes. AquellosPadres de Trento, que tanto medíany pesaban sus palabras, ¿cómo ibana resolver sin discusión tantas du-das?

Ni los que más extienden el alcan-ce del decreto tridentino, corno Mel-chor Cano, se atreven a afirmar quepor él quedara zanjada la contro-versia existente sobre ese pasaje deSan Pablo (2).

Pero a mi entender, el juicio devivos y muertos no depende del tex-to de San Pablo a los corintios ni se

(1) Knabenbauer: In Actus Apost. X, 42.(2) De Locis, lib. II, cap. XIV.

eme

— 331 —

relaciona con él. San Pedro, que fueel primero en llamar a Cristo juezde vivos y muertos, nos dice queéstos eran los que antes de la baja-da al limbo del Redentor esperabanallí su advenimiento.

Su nombre llegó a nosotros tanaureolado de santidad como falta deprecisión su biografía. El primerlibro donde se le menciona son losCommentaria Urbana, de RafaelVolaterrano, escritos por 1506 y re-impresos después innumerables ve-ces y muy explotados por los escri-tores de aquellos tiempos. Enume-rando las Ordenes militares, cuentael origen de los mercedarios, y aña-de: «Entre ellos se distinguieron porsu santidad Ramón Nonat, español,cardenal; Pedro Armengol y Alfon-so de Sevilla».

Como el libro del Volaterranoestaba muy a la vista, no pudo olvi-darse el nombre de Fray Alonso,Pero hasta un siglo después ningúnmercedario escribió una historia dela Orden bastante extensa, dondePudiera mencionarlo.

El Ilmo. Fray Melchor Rodríguezde Torres, en su Agricultura delAlma, impresa en Burgos el ario1603, dedica largos párrafos a laVida de este siervo de Dios, fiján-dose principalmente en su muerte,acaecida a las puertas de Lérida,

Los vivos eran todos los que oíanla palabra de los apóstoles, aun-que ahora sean muertos ya, co-mo nosotros lo seremos dentro depoco.

FR. L. SANTAMARÍA

orando ante una cruz, mientras sedirigía de Castilla a Barcelona paraasistir a un capítulo general. (Fo

-lio 159 y siguientes).Afirma el futuro Obispo de Rosse

que Fray Alonso fué muchos añosPrelado, lo que no le impedía acu-sarse de sus faltas en capítulo,dando así ejemplo notable de hu-mildad a los súbditos, y añade queestaba sepultado en la Catedral deLérida «y allí venerado y estima-do por santo».

No fija, sin embargo, fecha algu-na, y sólo años más tarde, el Maes-tro Vargas, en su Chronica, adivi-nando más que historiando, colocaen 1402 su muerte.

Con haber revuelto muchos pape-les de la Orden, nunca tropecé conninguno donde se mencionara unFray Alonso de Sevilla por esosarios.

En cambio, algunos años más tar-de, en la segunda mitad del siglo XV,figurà mucho en las actas capitula-res un frater Alphonsus Hispalen-sis, sive de Sibilia, que es segura-mente nuestro venerable.

SANTORAL MERCED ARIO

El venerable P. Alonso de Sevilla, t por 1495

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En el Archivo de la Corona deAragón hay un tomo grande quecontiene las actas originales de loscapítulos desde 1456, y en el de Da-roca, celebrado en 1469, figura yade Comendador de Sangüesa FrayAlonso de Sevilla, al que se enco-mienda también el Convento de Un-castillo, que, si bien situado en laprovincia de Zaragoza, dista pocode Sangüesa (1).

Este hecho nos indica ya la con-fianza de que Fray Alonso gozabaen la Orden; pero hace pocas sema-nas encontré otro documento quedemuestra la estimación en que letenía el Rey Don Juan II de Aragón.Entre los pergaminos de nuestroConvento de Pamplona se conservaun original que transcribo por suimportancia:

«Nog don Johan por la gracia deDios Rey de Aragon, de Navarra,de Sicilia, de Valencia, de Mallor-cas, de Cerdenya, de Córcega, Con-te de Barchinona, Duque de Athe-nas e de Neopatria, e encara Contede Rossellón e de Cerdanya.

»A quantos las presentes verán eoyrän salut e gracia.

»Considerado que Nos, seguiendolos vestigios loables de nuestrosprogenitores de gloriosa e felice re-cordacion, los quales fueron funda-dores de la orden de la gloriosisi-ma Virgen Maria de la Mercé e re-demption de los cautivos, queremosy es nuestro desseo e intencion. pro-teger e defender sus casas e cosaslo mejor e mas favorablemente que

(1) A. C. A. Clero, núm. 2.667.

nos es possible, e munir aquellas degracias e libertades, a fin que aque-llas sean mejoradas e augmentadas,e en ellas el servitio de nuestroSenyor Dios e de la dita gloriosisi-ma Virgen Maria su bienaventura-da Madre sea augmentado, e lasrentas e proventos dellas e cada unadellas multiplicadas, e se puedandistribuyr en el uso pio a que fueronstablecidas e ordenadas.

»Por ende, Nos por tenor del pre-sente nuestro privilegio, para siem-pre jamás valedero, de nuestro pro-pio movimiento, poderio absoluto emera liberalidat e auctoridat Real,avemos dado e otorgado, damos eotorgamos plena facultat, poderio eauctoridat al honesto e religioso,fiel e bien amado nuestro fray Alon-so de Sivilla, comendador qui es apresent de la casa e comienda desanta Maria de la Mercé de la illus-tre (?) villa nuestra de Sangüessa, ea los comendadores que empués délen la dita comienda serán, que dehoy en adelant en todas e quales-quier villas, lugares e aldeas deldito reyno nuestro de Navarra, quede su dita comienda sean, pueda eldito comendador en su tiempo, e losotros comendadores en el suyo, po-ner e diputar sus bacines, para co-ger e plegar la almosna para lasobredita redemption de los capti-vos, e aquellos encomendar a quienbien visto les será.

»E por mayor augmento e graciae favor con este mismo privilegiotomamos e recibimos la casa y co-manda sobredita, e la persona deldito fray Alonso Comendador e de

todos sus continuos e domesticosfamiliares e bienes de la dita casa ecomandas e dellos e cada uno dellos,e de los que empues dél en las ditascasas starán, a perpetuo, so ampa-ro, salvaguarda e protection nues-tra Real, assi e por tal forma que eldito comendador e sus ditos qonti-nuos familiares en su tiempo, e losotros comendadores e sus qontinuosfamiliares en el suyo, salva e segu-ramente puedan andar por las vi-llas, lugares e aldeas de la dita co-menda, por demandar e tomar quen-ta con pago de aquellos a quienes

t los dichos bacines encomendadoshavrán, e estar en ellas e tornar ala dita casa salva e seguramente,sin que por ninguno les sea fechonin consentido fazer novedat nisdoannays.o alguno en bienes ni en per-

» Por ende con toda affection a losil lustrisimos . Príncipe e Princessade Navarra conde e condessa deFox, nuestros muy caros e muyamados fijos, e Lugartenientes ge-nerales, y empués de nuestros bien-aventurados dia indubitados here-deros y successores nuestros en eldito Reyno nuestro de Navarra, e aqualesquier otros que empués dellosen el dito Reyno succeyrán, exhor-tarrios e ins obtenimiento de nuestraPaternal gracia e bendicion, e a to-dos e qualesquier otros officiales esúbditos nuestros de qualquier ley,estado e condición sean, de nuestracierta sciencia expresamente man-damos que la present nuestra gra-cia, privilegio, salvaguardia, licen-cia e amparo, e todas e cada una de

las cosas en él contenidas, al ditofray Alonso, comendador e a suscontinuos domésticos familiares ensu tiempo, e a los otros comendado-res e sus continuos fämiliares en elsuyo, e a perpetuo, tengan, obser-ven e guarden inviolablement.

»E no contravengan ni contrave-nir permitan en forma ni maneraalguna, por quanto los ditos illustri-simos Principes e qualesquier otrossuccessores nuestros e suyos elamor e bendicion paternal nuestrales es cara, e los sobreditos oficialese súbditos nuestros la ira e indigna-cion e pena de mil florines de orodesean no encorrer. Como esta seanuestra inconmutable voluntat.- »En testimonio de lo qual manda-mos fazer las presentes firmadas denuestro nombre e seelladas en pen-dient del sello de la chanceleria deldito Reyno con seda e cera ver-des.

» Dada en la villa nuestra de Fi-gueras a cinco días de Febrero delanyo milquatrozientos setentados,del Reyno ya dito de Navarra anyoquarentasiete, de los otros reynosnuestros quinceno. REY JOHAN-NES. Por el senyor Rey Ortiz Pro-thonotarius» (1).

Con tan eficaz apoyo no es extra-río que el Convento de Sangüesaprosperase bajo el gobierno de FrayAlonso ni que las limosnas recogi-das para la redención fueran copio-sas. Nunca se le encuentra deficien-te en esto, a pesar de lo revuelto de

(1) Archivo H. Nacional de Madrid: Clero secu-lar y regular. Leg. 970.

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los tiempos, en que otros superioresalegaban la imposibilidad de hacercolectas.

En el capítulo de Gerona, cele-brado en 1481, se nombró a FrayAlonso de Sevilla Comendador deSangüesa para toda su vida, pre-miando de esa manera su celo. Fi-gura también en los capítulos de1485 celebrado en Tolosa, de Fran-cia, y de 1487 en Pamplona. Nóm-brasele también en el capítulo deValencia celebrado en 1489, y final-mente, en el de Huesca en 1493, enque Fray Alonso paga diez florinesde oro.

En el capítulo siguiente, celebra-do en Perpiirán en 1499, es ya Co-mendador de Sangüesa Fray PedroOtiaz, habiendo fallecido por esosarios nuestro venerable. El merce-dario que suministró al Volaterranosus noticias había conocido segura-mente a Fray Alonso, cuya memo-ria estaba todavía fresca.

Era natural de Sevilla, como su-pone Vargas? Es posible, pues enAragón figuran no pocos religiososde Castilla, pero el apellido (únicofundamento del cronista para ha-cerlo paisano suyo), no es conclu-yente. Pudo haber salido de Sevi-lla su padre o su abuelo, conser-vándose el apellido en los descen-dientes.

La Catedral vieja de Lérida, enque fué sepultado Fray Alonso, lle-va ya varios siglos convertida encuartel y ningún vestigio queda delsepulcro del siervo de Dios.

FR. GUILLERMO VÁZQUEZ

Los Monjes Bernardos en Galicia.

Impresiones de unviaje a Osera

Cuando la imponderable conme-moración del quinto aniversario dela paternal Dictadura, que actual-mente rige los destinos de España,tuve la satisfacción de acompañarpor Madrid a cuatro Rvdos. CurasPárrocos, amigos y paisanos, delas inmediaciones de la capital deOrense.

Gocé mucho mostrándoles las ma-ravillas de la capitäl de España,porque, personas cultas, de espírituselecto y bien cultivado, sabían ad-mirarse con arte soberano, sin caeren el Scila de andar siempre con laboca abierta, ni en el Caribdis demirarlo todo con una indiferenciaespartana, parecida a la del paletogallego, que preguntando .eiué leparecía del Palacio Real?, contestócon indiferencia y escupiendo porel colmillo:

—Sí; e unha boa casa. -Me dió pena que lo premioso del

tiempo de que disponían no me per-mitiera hartarme de enseñarles ma-ravillas de arte en todas sus mani-festaciones, que en tan gran escalaencierra esta ciudad, hoy a la alturade las más progresivas del mundo.Pero se les acabó el tiempo, y el trenespecial, que les trajo, les restituyóa sus lares.

Antes de separarnos en la esta-ción del Norte me suplicaron:

—Padre: vamos muy agradecidos

de sus bondades (jpobre de mí!),pero para que nuestra satisfacciónsea completa, es necesario que nos.indique qué podremos hacer en suhonor y que sea de su agrado cuan-do vaya a dar una vuelta por la tie-rra meiga que le vió nacer.

Me resistí, cediendo a su cariñosainsistencia.

—Pues bien: aceptaría agradeci-do acompañarles a una excursión aOsera.

—A Osera iremos en cuanto ustedaparezca por allá.

* * *Un kludson siete plazas magnífi-

co, en el que, sin grandes apretu-ras, nos acomodamos nueve. Unamañana de julio fresca y perfuma-da. Una carretera bien cuidada, loque demuestra que nos concede elcielo ver tiempos mejores. Un cam-po verde, estallante de vegetacióny lozanía. Unos paisajes divinos deensueño, por los que se espacia lavista, causando indecible bienestaren el espíritu fatigado de la urbe. Unhumorismo en los excursionistas,que ya quisieran para sí los días defiesta los que hacen profesión de es-tar siempre contentos.

Hay feria en Cea, por lo que se vela carretera en sus proximidadesllena de feriantes, caballeros en ja-cas rezogantes y espantadizas, y dePeatones cargados de mercancías,O acuciando animales domésticos,producto de preocupaciones y afa-nes. El auto tiene que ir despacio,Pero la monotonía de la lentitud es-tá compensada con escenas que se

suceden, ya cómicas, ya pintores-cas y que durante un buen rato noshacen el viaje algo entretenido.

Mis amigos, al llegar a Cea, re-dondearon la merienda campestreque llevaban con varias poyas depan de aquella villa, famoso en todala provincia de Orense.

Hasta hace muy poco para ir aOsera desde Cea había que conver-tirse en peatón o en caballero de al-gún rucio del país, conocedor delterreno que pisaba. Eran nueve ki-lómetros de mal camino y por te-rreno muy accidentado. Ahora hayuna hermosa y muy retorcida carre-tera, por la que se va de sorpresa ensorpresa, hasta que se entra en elmismo Monasterio.

Llegamos felizmente. Buscamosal señor Párroco, que nos hizo deexcelente cicerone.

El inmenso edificio, compuestode Iglesia y Monasterio y un apén-dice llamado casa de ejercicios, tie-ne rasgos arquitectónicos desde elrománico del siglo XII, hasta elneoclásico del siglo XVIII. Se repi-te el caso de la mayor parte de lascatedrales de España.

La Iglesia es de tres naves de pu-rísimo estilo gótico del primer pe-ríodo, conservando en el ábside eldecorado espléndido y vistoso de laépoca, decorado hermano del de lasfiguras del pórtico de la Gloria dela Catedral de Orense. Hay deta-lles magníficos, estatuas de granmérito. Una de la Virgen, tal vezdel siglo XI, de inmenso valor ar-queológico, y la sacristía, con co-lumnas estriadas y un poco retor-

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cidas, y que se abren en bellísimaspalmeras por la maravillosa bóve-da, recuerdan la Parroquia de San-ta María de Pontevedra. Es góticaflamígera del siglo XV.

La Iglesia se encuentra en buenestado, excepto una de las torresbarrocas del siglo XVII que está enruinas. La única labor de importan-cia que reclama, si se hubiera dededicar a un culto intenso, con lapresencia de una Comunidad demonjes, sería un saneamiento gene-ral, para evitar la humedad que re-zuma por todas partes, aun en julio.,Qué será en diciembre?

El potente bajo de capilla de laCatedral de Orense, que era uno delos excursionistas, recorrió unasgamas para probar sus condiciones.acústicas, viéndose que eran exce-lentes. No sabíamos salir del templomaravilloso, allí metido entre mon-tañas, que no permiten ver un ho-rizonte amplio si no es por una ca-riada en la dirección de Carballino.

El Monasterio todo es del sigloXVII para acá. Tiene dos claustrosinmensos, cuya grandeza asombra.Lo recorrimos todo. Los claustros,excepto una ala del más pequeño,están a cielo descubierto en el pisosuperior, y sobre las bóvedas hayverdaderos prados, en donde puedepastar ganado mayor y hasta sehan desarrollado árboles frutalescorpulentos. Las hiedras y las plan-tas trepadoras campan allí por susrespetos, y han cubierto, como conuna inmensa funda de verde, losinacabables muros.

La reconstrucción de este inmen-

so edificio no creo que se pueda ha-cer con menos de dos millones depesetas. Hoy sólo están habitablesunas cuantas celdas, en medio de lainmensa fachada que da al medio-día, y que sirven de habitación alseñor Cura. En el resto apenas haycosa con cosa, y hasta es peligrosoel deambular por allí, pues la ame-naza de que se caiga una piedra en-cima es constante.

Y, sin embargo, sus antiguosdueños, los monjes Bernardos, sedisponen a recoger de nuevo estasinmensas ruinas.

Hay quien cree que ya están allí.No tardarán. La huerta, muy exten-sa y cercada de soberbio muro, hoyes propiedad de un particular. LaDiputación se dispone a comprarlapor 225.000 pesetas para entregár-sela a los monjes con la sola obliga-ción de crear una excelente granjaagrícola, y de que den leccionesgratuitas de agricultura a todos loslabradores de la provincia.

Nada más práctico puede hacer laDiputación provincial que instruiren agricultura a los naturales, por-que el país puede ser un emporio deriqueza, si se le trabaja con muchamás técnica de la que poseen nues-tros labriegos. La manifestaciónagrícola de Portugal en la Exposi-ción de Barcelona es asombrosa, yGalicia, y de Galicia gran parte dela provincia de Orense, podía estar,por lo menos a la altura de Portu-gal, y hay que reconocer que estámuy por debajo. Ojalá Osera vuel-va a ser un centro en donde se ins-.truya a los naturales del país en los

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medios de hacer producir mucho dante en un paraje deleitoso, Y almás y mejor a sus terruños, y se lado de las corrientes de un riachue-edifiquen con altos ejemplos de san- lo de claras linfas, salpicada con latidad y vida austera. sal ática de una conversación de los

Osera, además, está llamado a excursionistas, gente culta, de buenser uno de los puntos de turismo humor y que estaba satisfecha demás favorecidos de España. Hoy, vivir; vuelta al Monasterio paraque es poco más que un montón de concluir nuestra visita por las riquí-ruinas, está siendo visitadísimo; y, simas ropas que se conservan enexcepción hecha de los meses de ri- las habitaciones del señor Cura;guroso invierno, según nos afirmó despedida de este virtuoso sacerdo-el señor Cura, llegan al Monasterio te, cuyas bondades con nosotros ja-un promedio de unos diez auto- más olvidaremos; regreso a la ca-móviles diarios. Ya que aún hay fe pital de la provincia a la caída deen Israel, y la vida monástica en su una tarde, que era un regalo deexpresión.más austera está en ple- Dios, por unos campos de ensueño;no vigor, como en los tiempos de nuevo espectáculo de escenas pin-los Padres del yermo, esos palacios torescas a cuenta de los feriantes,maravillosos, en los que se albergó que de Cea regresaban a sus laresdurante tantas centurias la ciencia y despedida en Gustey del señory la santidad, los poderes públicos González, gran trotamundos, espi-no debían consentir que fuesen al- ritu organizador, elemento inapre-bergue de sabandijas y plantas ciable en jiras clericales.trepadoras. • En Albán dejamos al señor Cura

En esas mansiones, generalmen- de la parroquia y al de Coles, note alejadas del mundanal ruido, fué sin antes mojar la palabra, que buc-en donde se salvó la civilización de na falta hacía, y seguimos el cami-las edades pretéritas, y hasta por no, haciendo comentarios sobre logratitud no se debía consentir el es- simpatiquísimo que es el señor Cu-toicismo con que se las ve derrum- ra de Albán y lo ídem del de Coles,barse y carcomerse, roídas por las pero éste abatido por la morriñainclemencias de los tiempos y el (él bien sabe por qué), y se abrióvandalismo ignorante de los pue- delante de nosotros el maravillosob los. Porque hoy hay espíritus ele- valle de las dos Melias atravesadovados que se sentirían felices en por las clarísimas y rumorosaaesas soledades, en medio del silen- aguas del Miño.

Parece un inmenso parque, paracio hierático de esas mansiones derecreo de gente adinerada. Allá, alPaz, para continuar la historia glo-otro lado del tío, se divisaba per-riosa de los que las levantaron.fectamente la casita del Padre Fei-jó. .Por qué se me figurará que este

Una merienda sabrosa y abun- valle es el más hermoso del mundo?

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¡Ah, maliciosos algunos de mis lec-tores!... Dejamos en San Miguel deMelias al señor Cura, generoso yhospitalario, y al beneficiado de laCatedral, buen amigo, que estabaallí veraneando, y seguimos haciaOrense por la nueva carretera, queparece hecha por hadas, tal es deinteresante, por la que se va jugan-do al escondite con el río, el ferro-carril y con paisajes de sorpresa,que difícilmente se encuentran enninguna parte otros que les supe-ren. Dejamos en Rivela al señorPárroco, comunicativo, ameno, ar-tista de corazón.

La tarde tocaba a su término. Latemperatura tibia, el ambiente per-fumado, embriagador, convidaba asoñar y a ver el porvenir risueño, y

Son para todas las empresas esen-ciales dos resortes: fuerza y esfuer-zo; la fuerza la recibimos siemprede Dios, pero el esfuerzo se requie-re de nosotros. Ahora bien; dandopor supuesto que para esta granempresa e importantísimo negociodel perfeccionamiento espiritual, ellector está con ánimo decidido aponer de su parte el esfuerzo preci-so, sólo pretendo indicarle el modode conducir éste, que es lo que noacierta quizá a averiguar: le pondréa la vista los medios que Dios ponea su alcance y que deben ser sufuerza, para que los aproveche con

así lo hacía mi último compañero, elseñor Fernández Figueiral, aboga-do flamante, nuevecito. Entornó losojos, se acurrucó en un rincón delautomóvil y empezó a soñar. Nun-ca le pareció tan seguro y tan fácilel t riunfo....

En la calle de la Paz nos despedi-mos del gran Pepe, asegurándole,sin adulación, que era el mejor chó-fer de la provincia. Sirva el recla-mo de premio a laiabor de la inol-vidable jornada.

.La excursión a Osera? Dies albonota nda la pillo.

Gracias, amigos del alma. Vuel-vo a estar con vosotros en deuda,pero deseando que se presente pron-to ocasión de ponerme al corriente.

FR. SERAPIO GONZALEZ GALLEGO

ESPIRITLI Y VERDAD

su esfuerzo, y será esto el tema delpresente artículo.

No has de creer, lector, que lasenda de la perfección y de la gloriasea como una carretera, que mien-tras uno la anda sabe qué terrenopisa, cuánto anduvo y cómo es loque le resta de caminar (1); es másbien nuestro término comparable aun puerto, y el viaje que a él hace-mos ha de verificarse por los mis-mos medios que los viajes maríti-mos: En la barquichuela del cuer-

(1) .Ahora vemos, dice el Apóstol (I Cor., XIII,12), como en un espejo y por medio de enig-mas.»

Po, inflada la vela por el viento ce-leste del Espíritu Santo, naveganuestro espíritu por entre y sobrelas olas del mar de este mundo, a laluz del sol divino Jesús y bajo la mi-rada de la Estrella del mar y demásastros celestes; debemos ir pertre-chados de la ciencia máxima queadquirir nos sea posible, y aun paralos casos difíciles nos precisa quepidamos consejo a aquel que Diosdestinó para ser nuestro guía.

Pues bien. Como sería imposibleenseñar al futuro piloto las diversí-simas modalidades que darán a susviajes a través del Océano los dis-tintos lugares y tiempos, otro tantolo fuera el indicar a las almas teóri-camente cómo les convendrá obraren todas las vicisitudes de su exis-tencia. Quien pretendiese enseñár-selo tendría que reunir todo lo quedijeron los apóstoles, los padres yteólogos, y cuando hubiese copiadomillares de libros aún no habría di-cho la mitad, pues que el EspírituSanto no lleva por caminos trilla-dos, sino que por donde le place so-pla a cada alma (1).

Mas, ya que no sea posible ense-ñarles lo que han de hacer en cadacaso, sí se puede mostrarles qué me-dios podrán utilizar más oportuna-mente para acertar a no extraviar-se de la buena senda. Estos mediosson por la misericordia de Dios mu-chísimos; mas podemos resumirlosen cuatro principales: 1. 0 La inspi •ración del Espíritu Santo. 2.° LasEscrituras Sagradas y las enseñan-

zas teológicas. 3 •' La dirección in-mediata de conciencia, y 4.° La pro-tección de nuestra Mediadora y Ma-dre María y de los santos nuestrosintercesores.

Estos son, como dije, los cuatromedios o auxilios que constituyennuestra fuerza; que por sí son sufi-cientes; lo que a nosotros urge esestar siempre como los soldados conel arma al brazo, cuidando de noperder ocasión de hacerlos eficacescon nuestro esfuerzo; no obrar comotontos navegantes que se embelesancon la suavidad de la música de losdeleites sensuales y se distraen tan-to en mirar la beldad de las riberasque llegan a olvidarse de observarla brújula y el paralaje de los as-tros, y así caminan expuestos a serderribados por algún remolino, quea la profunda sima del naufragiolos conduzca (eso sí que es seguro)en donde deja absolutamente dealumbrar el sol Jesús y de soplar elviento santo y son perdidos todoslos otros auxilios de salvación, porcuanto no puede morar la piedaden alma malévola y cuerpo que sir-ve al pecado (1).

¡Oh! ten mucha precaución y ja-más te dejes sugestionar por losperniciosos deleites; antes bien, vi-gila día y noche y está siempre aler-ta para aprovechar los auxilios quete han de llevar al puerto de la san-tificación con rapidez y seguridad.

PRIMER AUXILIO

Para con el Espíritu Santo tienesque haberte con gran atención, pues

Los auxilios para nuestra perfección

(1) 1 Cor., XII, II. (1) Sabiduría, cap. I, ver. 4.

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Por las amenas lirasy cantos de sirenas os conjuro

que cesen vuestras irasy no toquéis al muro,

porque la esposa duerma más seguro (n.Podía confirmarte esta doctrina

con un sinnúmero de trozos de laSagrada Escritura y de los santos,pero no te será difícil encontrarloscompendiados en algún libro espiri-tual que trate de estas cosas. Basta-rá decir que esta es doctrina que en-señaron siempre todos los santos: laenseriaron los santos, y aún añadiréque no debía siquiera sernos menes-ter oir la de ellos, pues nosotros lapodemos aprender por la razón: .1-10es cierto que aun para las obras pu-ramente intelectuales se requiere elaislamiento y el silencio? ¿Verdadque no van los sabios a resolver susproblemas a la plaza pública? y queno puede un poeta infundir a susproducciones la misma inspiraciónescribiéndolas en medio del estrépi-to de la ciudad que si lo hace en laquietud del campo deleitoso, dondecon sólo Dios se compasa y a solassu vida pasa solo, tranquilo... di-choso?

El sosiego, decía Cervantes, el lu-gar apacible, la amenidad de .loscampos, la serenidad de los cielos,el murmurar de las fuentes, la quie-tud del espíritu, son grande partePara que las musas mas estériles semuestren fecundas. Pues mayor,

(1) S. Juan de /a Cruz, «Subida» y «Canciones».Según las explicaciones del mismo santo, las avesson los sentidos; los leones, ciervos son las pa-siones; por montes, valles, riberas.., se significantodas las otras potencias que pueden estorbar lacontemplación. Las liras y cantos significan losembelesos de la contemplación.

mucho mayor, es el sosiego y talquietud de espíritu que se precisanpara que se haga en nosotros fecun-do con sus gracias el Espíritu San-to. Anímate a lograr esta quietudpor medio del silencio de la soledady El corresponderá: La llevaré a lasoledad y hablaréle en el corazón.

Por vía de apéndice, añadiré unanota sobre este primer auxilio.

Todos los autores espirituales in-sisten en animarnos a la práctica delas virtudes y de la mortificación;pero algunos de los antiguos tienenel defecto de que apenas se acuer-dan de recomendar la gratitud alque hace que logremos las virtudesy que conservemos el ánimo paraejercitarnos en la mortificación. Se-guramente no comprenden el signi-ficado de aquellas palabras que elmismo Espíritu Santo habló por me-dio de San Pablo: Vuestras buenasobras y aun deseos, es Dios quienlos obra en vosotros (1).

Podrán contestar que es propia-mente a jesucristo a quien debemosel agradecimiento, puesto que fuéEl quien nos mereció las consola-ciones del Paráclito, según que dijo:El Padre os enviará en mi nombreal Consolador (2). Mas, por este ca-mino, también diríamos que, si elPadre nos dió a su Unigénito (3) yJesús, como dijo El mismo (4), nohizo con nosotros sino lo que el Pa-dre le ordenaba, podemos llegar a

(1) Ad Philip 11, 13.(2) Juan XIV, 26. La palabra Paräclito o Para-

cleto es griega y significa: Consolador.(3) S. Juan III, 16; I Juan IV, 9.(4) Bid. VIII, 29.

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El sopla muy a menudo y hay quesaber bien hacia qué parte se incli-na para secundarlo siempre. Haciaeste tema conduce la doctrina quete expuse el mes pasado; pero aúnno estaba allí dicho todo, como tam-poco se puede decir aquí por faltade espacio y de ciencia; por eso melimitaré a tratar un medio que esprincipal para lograr esa disposi-ción de docilidad que se preci-sa para la correspondencia a susdivinas nociones e inspiraciones:el recogimiento de los sentidospor medio de la soledad y el silen-cio.

El mismo Espíritu Santo ha de-clarado que para oir su voz interiores menester la soledad, al decir:La llevaré a la soledad para hablar-le en el corazón (1), verdad que sesignificaba también en aquel sucesodel profeta Elías, cuando dice queno vió al Señor en el viento, ni en elterremoto, ni en el fuego, sino enun silbido de aura muy suave (2).Bien sabes que «Espíritu Santo» nosignifica otra cosa por su etimologíaque «viento santo», y por aquí pue-des ver cómo aquel pasaje de Elíasera una verdadera explicación pro-fética de los modos que suelenacompañar a la santa divina inspi-ración, y por esto dice el mismo li-bro sagrado que antes de oir el pro-feta este silbo y la voz del Señor,que conversó con él, hubo de inver-tir cuarenta días y noches en alejar-se de la multitud hasta llegar al

(1) Oseas, II, 14.(2) III Reg. XIX, 12.

monte Horeb, donde entró y perma-neció en una cueva (1).

El místico poeta San Juan de laCruz cantaba hermosamente del di-vino Espíritu, cuando lo llamabael silbo de los aires amorosos y también la música callada, la soledadsonora, en par de los levantes de laaurora, y expresaba el influjo queobraba en su alma con esta lira di-vina:

El aire del almenacuando ya sus cabellos esparcía,

con su mano serenaen mi cuello hería

y todos mis sentidos suspendía.

Mas esta suspensión de los senti-dos de que aquí habla, no dice elsanto que la opere el divino Espíri-tu solo, sin la colaboración delalma; antes al contrario, muy pocomás arriba escribía y aun luego re-petía: estando ya mi casa sosegada.Esfuérzate, pues, en refrenar y so-segar los ímpetus de tus sentidos ypasiones y cuando el Espíritu Santoobserve tu animoso afán, entoncesacudirá El en tu auxilio y, cualaire de almena, refrescará tu cuelloy hará que entres en aquel plácidosueño que canta la esposa de los«Cantares » : Yo duermo, mas mi co-razón vela (2), y será luego Diosmismo, el amado Jesús, quien cui-dará y velará por la tranquilidad detu sueño:

A las aves ligeras,leones, ciervos, gamos saltadores,

montes, valles, riberas,aguas, aires, ardores,

y miedos de las noches veladoras.

(1) III Reyes. XIX, 8, 13.(2) Cap. V, ver. 2.

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El Nuncio de S. S. Monseñor Tedeschini después de vestir el escapulario de laMerced en la Iglesia de Alarcón.

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la conclusión de que sólo al Padredebemos estar agradecidos, y estoes absurdo y hasta opuesto a mu-chos pasajes del Evangelio en queJesús reclama nuestro amor direc-tamente para sí (1).

Cierto es que la manifestación deamor hecha a una de las tres divi-nas personas, a las tres juntamentese dirige, pues que son una solaesencia; pero estas son cuestionesaltísimas que nosotros no tenemosque escudrifíar: tenemos que obrarsegún lo que nos enseña nuestro na-tural modo de entender, por el cual

(I) Véase S. Juan XXI, 15, 17; VIII, 42; XIV, 15,28; S. Lucas VII, 47; S. Marcos X, 29, 30;- S Ma-teo XIX, 28, y otros.

Con piedra blanca debe señalarseen los anales de la vieja abadía el 14de agosto de 1929. Por vez primeraen su vida más que milenaria vió en-trar por sus puertas al representantedel Padre Santo en España. Monse-ñor Federico Tedeschini, Arzobispode Lepanto, llamado por su virtud ytalento a los más altos destinos, qui-so dar una prueba de afecto a losmercedarios visitando detenidamenteel convento y asistiendo a la solemneSalve, que atrae semanalmente granconcurrencia.

Acompafiábanle desde Pontevedradistinguidas personalidades, entreellas el Sr. Marqués de Riestra y fa-

deducimos que debemos amar al quese porta bien con nosotros, y portanto que si el Padre nos creó y elHijo nos redimió y el Espíritu Santonos santifica actualmente con susdones, a las tres altísimas y honda-dosísimas Personas debemos la gra-titud y el amor y mayores gratitudy amor ä aquellas cuyos benéficosefectos palpamos más de cerca, cua-les son el Hijo y el Espíritu Santo.

Aquí tienes la razón de por quéentre los verdaderos espirituales setrabaja ahora mucho por fomentarla devoción al divino Paracleto denuestras almas por medio de nove-nas, coros, etc., etc.

FR. CARLOS SILVA CASTRO

milla, y desde Villagarcía el insignecaballero cristiano D. Saturnino Cal-derón y señora, en cuya casa se hos-pedaba.

En aquel pintoresco rincón de lainçomparable ría de Pontevedra cre-ce un plantel de futuros misioneros(unos 80), destinados a sembrar lasemilla del Evangelio en remotospaíses y a cultivarla donde está yasembrada. Su Eminencia, entusias-mado ante tal perspectiva, dirigió atodos los presentes una sentida alo-cución, animándolos al trabajo y acultivar intensamente las virtudescristianas, para saber luego enseñar-las a los demás.

Con el Sr. Nuncio penetraron en laClausura, no sólo los caballeros, sinotambién las señoras que lo deseabansobremanera, pues algunas de ellashabiéndose criado en las cercaníasnunca habían gozado de tal favor.

Su Eminencia, que vistió hace tresaños el escapulario de la Merced, dióa todos su paternal bendición, decla-rándose complacido de la visita, a laque estuvieron presentes nuestro Pa-dre Provincial y el ReverendísimoPadre Inocencio López, que en díasanteriores había dirigido los ejerci-cios de la comunidad.

Tanto a la llegada como a la sali-da se dieron entusiastas vivas al Pa-pa, al Nuncio y a España católica.

La abadía de Poyo parece habersido fundada a mediados del sigloVII por San Fructuoso, futuro arzo-bispo de Braga, sede metropolitanaentonces de Galicia. Existía cierta-mente a mediados del siglo X, y enlos primeros años del XII la favoreciócon espléndidas donaciones doñaUrraca, siendo condesa de Galicia yluego como reina de León y Castilla.

De fines de/siglo XII era la antiguaiglesia románica de la que se conser-

El Nuncio de Su Santidad en el Conventode Poyo

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van algunas piedras, y que fué demo-lida en el siglo XVII para levantar laactual. El claustro es del siglo XVI,hermoso ejemplar de estilo de transi-ción. La majestuosa escalera princi-pal y patio adjunto lo vió construir elPadre Sarmiento a mediados del si-glo XVIII.

A fines de/siglo XVI contaba sólouna docena de monjes, número queaumentó considerablemente en lossiglos siguientes, en que hubo allí uncolegio de pasantes, o casa de am-pliación de estudios.

Expulsados en 1836 los que a cos-ta de mil sacrificios la habían levan-

Algunos datos de la Fisiología, co-mo de otras muchas ciencias, seprestan a un sentido humorístico,aunque en el fondo afirmen una ver-dad.

El presente articulillo es una pruebade ello, así como el curioso del mespasado, intitulado «El hombre pez».

Tiene por objeto el dar a conocera los lectores de LA MERCED la can-tidad de aire que gravita sobre nues-tras cabezas.

Allá en el siglo XVII el italiano To-nicelli hizo mí experimento, que serepite hoy en todos los cursos de Fí-sica, fácil de realizar a todo el queposea dos cosas: un vaso lleno demercurio y -un tubo de- cristal cuyalongitud sea próximamente de un me-tro, cerrado por uno de sus extremos,

lado, ocupáronla en 1890 los merce-darlos, salvándola de inminente y to-tal ruina.

Es célebre la visita que en 1578hizo a Poyo Ambrosio de Morales enbusca de reliquias y manuscritos pa-ra El Escorial. El autor de la Polí-glota Regia hizo el viaje en harcadesde Cambados, tanto por gozar delos encantos de la ría, como por huirde las molestias del camino.

El convento de Poyo está pidiendoa voces una reseña histórica, y espe-ramos que un momento de desahogopermitirá hacerla.

CORRESPONSAL

He aquí la manera más sencilla derealizar dicho experimento. Con elmercurio del vaso llenaremos el tubo,y tapando con un dedo el orificio, loinvertiremos de modo que se intro-duzca en el vaso, en el cual dejare-mos un poco de mercurio o azogue.

Fijémonos ahora lo que sucede enel tubo. Ni todo el mercurio baja niqueda lleno el tubo, y con un metro,o una regla graduada, veremos quedesde la parte superior del mercuriocontenido en el vaso, hasta que seacaba en el tubo, hay una distanciade 76 centímetros. Esto es lo que sellama la presión barométrica o atmos-férica y que varía, como es natural,de unos días a otros.

Es independiente del diámetro deltubo, esto es, no importa que el tubo

sea ancho o estrecho, pero no es in-dependiente de la mayor o menor can-tidad de aire que pese sobre él.

Así en tiempos secos y fríos, elbarómetro marca un alza sobre lap resión general, y en tiempos húme-dos y calurosos una baja.

Por eso se le utiliza para predecirel tiempo, siendo el más importantede todos los aparatos para ello.

Ahora bien, ¿qué relación tiene estocon nosotros para saber el peso delaire que soportamos?

Pues muy sencilla. Partiendo de laaltura barométrica es muy fácil calcu-lar la presión en kilos sobre una su-perficie dada. Un pequeño cálculo queno voy a realizar, nos dice que siendola columna de mercurio de 76 cm. dealtura y 1 cm 2 de base, la presión dela atmósfera es aproximadamente1.033 gramos, poco más de un kilo,por cada cm' de superficie.

Teniendo en cuenta la superficiede la piel, se calcula fácilmente que lap resión que soporta un hombre detalla mediana oscila entre los 15.000 y20.000 kilos.

Creo que no es pequeño el pesosoportado por el hombre, que graciasal aire que respira y al lugar pequeñí-simo que tiene para alojarse, no re-vienta con semejante carga.

En efecto, la presión del aire con-tenido dentro de nuestro cuerpo, con-trarresta eficazmente a la exterior quegravita sobre nosotros.

Por término medio, el hombre res-pira 16 veces por minuto e introduceen los pulmones medio litro de airecada vez; unos 330 cm' quedan de re-puesto en los pulmones, y el resto,

170, salen en la expiración, mezcla-dos con aire viciado.

Calculando la cantidad de aire quepenetra en nuestro organismo por díaviene a ser próximamente de 10.000litros.

Estos números curiosísimos nosenseñan las energías inmensas quese necesitan para sostener la vida so-bre la tierra.

Los peces que viven a profundida-des enormes, soportan todavía pre-siones mayores, pues a la del aireque pesa sobre la mar, tiene que aña-dirse el peso de ésta. Cuando losoceanógrafos los cazan en sus redes,ven con frecuencia que al levantarlosun poco revientan, pues les falta aquelpeso que necesitan para su vida.

Muchos de ellos poseen unas bol-sas, así como también los pájaros,que al elevarse arrojan parte del aireque contienen, y al sumergirse o albajarse a tierra los pájaros lo absor-ben para contrarrestar la presión at-mosférica.

Ya hablaremos algo más de esto,pues son temas hermosos y al mismotiempo divertidos, aunque yo noacierte a exponerlos con la graciaque en sí tienen.

Fr. R. S.Madrid VIII-29.

Suscripción para una beca -Pesetas.

Suma anterior 1.195,00Una Terciaria de la Mer-

ced 5,00De Verín 5,00

TOTAL 1.205,00

Peso que soporta el hombre

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.Quién hubiera dicho que a lossiete años de muerto Almanzor loscristianos iban a ser nuevamentedueños de Córdoba? Y sin embargoasí fué. En 1009, el Conde castellanoSancho García, entraba en la capital del califato, y su espada incli-naba la balanza en favor del par-tido que pagaba su apoyo, que ven-día muy caro, como es natural. Laexplotación económica de los mu-sulmanes por los cristianos, es unade las características del siglo XI.Ya que no podían ocupar sus tie-rras, por falta de gente cristiana,estrujaban sin piedad a los inva-sores.

No habiendo sus protegidos satis-fecho todas las exigencias del cas-tellano, éste amenazó a los contra-rios con presentarse de nuevo enAndalucía si no le entregaban 200plazas de las riberas del Duero, ylos atemorigados muslimes se apre-suraron a complacerle, sin que éldesenvainara la espada.

La cultura árabe, la magnificen-cia de sus mezquitas y palacios, os-curecía todo lo que poseían los cristianos. Córdoba ejercía una verda-dera fascinación sobre los pueblosde Occidente, en España y fuerade ella.

.Sin embargo, la íntima diferen-cia entre los dos proselitismos: Gue-rread en los caminos de Dios,—E1Corán; Enseñad a todas las gentes—el Evangelio, entrañaba una de-finitiva superioridad del cristianis-mo. El rápido crecimiento del islam,siempre guerrero, lleva consigo losdefectos de la precocidad excesiva;

su expedita facilidad para acogerlos nuevos creyentes, le deja ex-traño a la honda edificación interiorque el cristianismo perseguía (1).

En la misma cultura árabe el mé-rito principal corresponde no a losnómadas del Yemen, sino a los es-pañoles arabizados. Mommsen, ensu Historia de los Romanos, advir-tió que era ridículo atribuir a losnómadas asiáticos las admirablesobras de riego y agricultura espa-ñolas. Esas obras son romanas, se-gún reconocen hoy hasta los másentusiastas de la cultura árabe,como D. Julián Ribera (2).

Y lo dicho de la agricultura estambién aplicable a los demás pro-gresos. El elemento berberisco, so-bre todo, fué siempre una rémoraen la España árabe.

.Eran cultos nuestros monjes yclérigos? Sí lo eran, pero su culturadependía mas de Córdoba que deRoma. No sólo eran cultos, sino quede ellos irradió la cultura a todaEuropa. Los libros de Aristóteles,base de las Escolásticas, fueron co-nocidos en latín por versiones he-chas en España del árabe (con to-dos los defectos inherentes al largocamino recorrido desde el originalgriego).

Y en virtud y pureza de vidaeran inferiores nuestros monjes a

los de allende los montes? Tampocoesa inferioridad aparece clara. A laconsagración de la basílica leonesade San Isidoro, en Diciembre de

(1) « La España del Cid», pág. 95.(2) «Disertaciones y opúsculos», II, 309.

Que el siglo XI es uno de los másembrollados de nuestra historia, losabe cualquier chaval. Baste decirque por ahí caen los reyes de taifas,los innumerables caudillos árabesque se erigieron en reyes a la diso-lución del califato cordobés.

Un profesor mío decía que sólodos hombres conocían el siglo XI;él era uno y Menéndez Pelayo elotro. Desgraciadamente ambos murieron, llevándose a la sepultura susecreto. Por eso, cuando vi en losescaparates la obra de MenéndezPidal, La España del Cid, me ale-gré sobremanera. Por fin sabríamoscómo eran los contemporáneos delhéroe castellano. Al Cid ya nos lohabía hecho conocer D. Ramón ensu monumental edición del Poema,que según Gaston Paris no tienerival en la de ninguna canción me-dieval.

A mediados del siglo XI se inten-sificaron nuestras relaciones con elresto de Europa. Sancho el Mayor,de Navarra, trajo a sus monasteriosla reforma de Cluny; ¿era esto unanecesidad? -Valían más intelectualy moralmente los monjes francesesque los nuestros? La vida cristianade nuestro pueblo era inferior a lade otras naciones? J..a abolición delrito muzárabe...?

De todo esto y mucho más sehabla con perfecto conocimiento decausa en el libro de D. Ramón, queconoce a los contemporáneos delCid como nosotros a los nuestros.

Al comenzar el siglo XI, Alman-zor había, por decirlo así, arrasadola España cristiana. En cincuentacampañas afortunadas (generalmen-te una en primavera y otra enotoño) había saqueado e incendiadotodas las ciudades importantes.Tomó a Barcelona en 985; abrasó elmonasterio de San Cugat del Vallésen 986; yermó a ,Coimbra en 987;desmanteló a León e incendió losgrandes monasterios de Eslonza ySahagún en 988; destruyó la iglesiade Santiago de Galicia en 997...

Plano de la Iglesia de la Merced en Ponce (P. R.)Longitud total, 37 metros. Idem del crucero, 24

ídem. Ancho de la nave, 12 ídem.

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La España del Cid

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1063, asisten cinco abades santos:San Migo, de Oria; San Sisebuto, deCarderia; San García, de Arlanza;Santo Domingo de Silos y San Fa-gildo, de Antealtares.

El Obispo de León, Alvito, quepor orden de Fernando I había idoa Sevilla a buscar las reliquias delSanto Doctor de las Esparias, eravenerado también por santo, y habiendo muerto en el camino, sucuerpo fué traído a León y recibidoen triunfo con el de San Isidoro.

Nuestros reyes y magnates noeran todos santos, ni mucho menos,pero podían dar ejemplo de virtudescristianas a los del otro lado de losPirineos. Harto se vió, por desgra-cia, en la cruzada promovida por elPapa Alejandro II, que dió por re-

FAL:HAPA

Iglesia de los PP. Mercedarios en Ponce (P. R.)cuyas obras están ya muy adelantadas.

sultado la conquista de Barbastroen 1064. Los cruzados, después decometer mil tropelías con los ven-cidos, se enamoraron en tal formade la molicie árabe y del harén...que al poco tiempo los moros reco-braban la ciudad. Los nuestros sa-bían resistir mejor el contagio.

En la Historia Compostelana hayuna bula en que se manda al Arzo-bispo Gelmirez que destruya yqueme los monasterios dúplices, in-vención del demonio, pero en unsínodo de Pavía en 1074 declararoncasi todos los Obispos y abades quela ley del celibato era intolerabley, por tanto, era irracional.

¡Volvamos la hoja! La venida delos cluniacenses, aun con sus am-biciones y otros defectos, y el cam-bio del rito mozárabe por el ro-mano, fué un bien, pues nos hizoparticipar más íntimamente de lacomunión europea, que era comu-nión católica y origen de vida per-manente, aunque con ella nos vinie-ran algunos elementos detestables,como el feudalismo, que dió origenentre nosotros a la fatal división delreino entre los hijos de cada rey,división absurda que hizo correrríos de sangre para reunir lo que enmal hora se había divivido. Recuér-dense las guerras y asesinatos entrelos hijos de Sancho el Mayor y deFernando el Magno.

Cuando me hallaba enfrascado enesta lectura, un telegrama me obligóa tomar el tren precipitadamentepara León. Iba a esperar a un en-fermo (afortunadamente menos gra-ve de lo que se temía) y mientras

llegaba el correo de Galicia me di-rigí a la catedral, pulchra leonina,que decían nuestros abuelos. Lahabía visitado en 1912, pero quiénal cabo de diecisiete arios no ansíacontemplarla de nuevo?

Le di tres vueltas, bañando misOjos en la luz divina de sus vidrie-ras . Cuando me sentí satisfecho,salí a contemplar el ábside con susligeros arbotantes y pináculos. Allísolicitaron mi atención los cubos dela muralla romana, testigos de tan-tos asaltos y defensas legendarias.

Cuando me creí a la altura de SanIsidoro atravesé de nuevo los murosy me dirigí a la célebre basílica, quepuede ser reina de nuestras iglesiasrománicas, ¡tantas y tan hermosasen su modestia! De la basílica leo-nesa, dice Menéndez Pidal que nopuede competir en grandeza con lamezquita de Córdoba, aunque com-pita en herniosura. ¡Eso es hacerjusticia!

En el panteón de los reyes queestá a los pies de la basílica, des-cansan en sepulcros modestísimosaquellos monarcas leoneses que,piedra por piedra, fueron reconsti-tuyendo el edificio de nuestra nacio-nalidad. No busqueis allí mármolesni bronces. Eran pobres aquellosreyes, y ninguno de ellos, hasta Alfonso VI, pudo acuñar moneda pró-pia, teniendo que servirse de la mu-sulmana.

Aquel panteón, sin embargo, pro-duce impresión hondísima, mayorque las tumbas de El Escorial. LaPrimera vez que allí estuve no pudeContener las lágrimas. Era invierno

y había poca luz. Ahora pude con-templar mejor las pinturas de la bó-veda. La resurrección de Cristo(prenda de la nuestra) ocupa el lu-gar preferente. En los otros tém-panos aparecen diversas escenas dela vida y pasión del Señor. En unaveo un ave indefinible, pero debajoleo: Gallo, y con esto se disipan misdudas. El inocente pintor es ante-rior en varios siglos a Orbaneja.

FR. V. I\IÜÑEZ

GEOGRAFICAS¿Dónde está el punto culminante de

España? En los Pirineos, contestanmuchas personas, incluso algunas decarrera. Sin embargo no es verdad.El punto más elevado de España estáen Sierra Nevada (provincia de (ira-nada). El pico de Mulhacen tiene 3.481metros. El sol reverberando en la nie-ve hace que desde el Gurugú y otrosmontes de Africa parezca muy próxi-ma la tierra española.

En los Pirineos el pico más eleva-do es el de Aneto, en el punto me-dio de la cordillera, y mide sólo3.404 metros, o sean 77 menos que elMulhacen. Esos dos picos ocupan elsegundo y tercer lugar entre los deEuropa, superándolos sólo el MontaBlanco, de 4.810 metros, entre Fran-cia e Italia. Viene en cuarto lugar elEtna, en Sicilia, con 3.274 metros,

¿Cuál es la longitud de los Piri-neos? La cordillera pirenaica se in-terna en España, pero la parte quesirve de frontera con Francia desdePortbou a Irún, mide unos 450 kiló-metros.

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A Nuestra Señora de — MERCEDARIOS ILUSTRES

las Mercedes El P. Francisco de

13ovadilla, t por 1538Aunque olvidado por muchos cro-

nistas, _debe figurar en una galeríade mercedarios ilustres el fundadorde la mayor parte de nuestras mi-siones en América y Vicario pro-vincial de todos los conventos alláestablecidos, bajo la dependenciadel Provincial de Castilla.

Aparece en América por 1525 encompañía de Pedrarias Dávila, go-bernador de Castilla de Oro, regiónno bien explorada entonces cercade Panamá. Es probable que pasaraallá en la armada que llevó al Go-bernador en 1514 y en la que figura-ba un galeón llamado Santa Maríade la Merced.

En 1525 es ya Vicario provincialde todos los conventos de América,que no debían ser más de dos o tres:el de Santo Domingo, existente yaen 1514, y algunos más en TierraFirme. De lo que hizo en Centro-américa da razón Pedrarias en car-ta al Emperador, de 1525.

«Así mismo mande V. M. proveerde religiosos y personas doctas quedoctrinen los indios en las cosas denuestra santa fe católica, porquehay acá mucha necesidad dellos,sobre lo cual va el R. P. Fray Fran-co de Bovadilla, Vice-Provincial dela orden de Santa María de la Mer-ced destos reinos, a hacer relacióna V. M. al cual humildemente su-plico mande dar audiencia, porquees persona que su ejemplo y doctri-na ha fructificado mucho en la con-versión de los indios, y dado muchaconsolacion a los cristianos con suspredicaciones; y es persona quesabe las cosas de acá como testigode vista, el cual tiene fundadas cier-tas casas de su santa Religion; , y le

¡Llora mi alma!;llora mi alma cautiva,cautiva y angustiada.Para volar a ti, Madre amorosa,

¿qué le falta?Le falta que la muertede su mazmorra quiera libertarla.Gime desde la cárcelde un mundo de carroña;su guardián es la carne,su ambiente la ponzoña.

Satánicos anhelosde un báratro furioso,son los únicos fuerosde su vivir tedioso.

¡Gime el alma!;gime por el dolorde ver al cuerpo en ciénagade lucha y de ambición.

¿Qué quieres—df—qué quieres,alma triste y cautiva?

Madre de las Mercedes,quiero que me redimas;

quiero amartededicarte,todo el artey el fervor,de una liraque suspiracuando aspiraa tu favor.

SANTIAGO GONZÁLEZESCALONA

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mande volver luego porque de sudoctrina, así para los indios comoPara los cristianos, hay acá muchanecesidad; e le mande dar favorPara que traiga religiosos con quese acreciente la fe de Cristo, puesla principal cosa que V. M. me tie-ne mandado en que le sirva, esesto.» (1).

El Padre Bovadilla, como todoslos grandes obreros del Evangelioen América, hubo de hacer muchosviajes en busca misioneros, sin loscuales nada podía emprenderse. Eneste primer viaje conocido llegó atiempo de asistir al capítulo que suprovincia celebraba en Burgos, delcual salid confirmado en su cargode Visitador y Vicario Provincialde todos los conventos de América.

Carlos V, por cédula expedida enSevilla el 11 de mayo de 1526, con-firma la erección de esos conventosy da facultad para fundar otros,ordenando que a los mercedarios seles concedan solares en las nuevasciudades. Todos los conventos mer-ceclarios de América debían estarsujetos al Provincial de Castilla.

El 16 de agosto del mismo ario, ypor cédula expedida en Granada,manda pagar el pasaje al Padre Bo-vadilla y a sus doce compañeroscon los que llegó felizmente a SantoDomingo el 7 de marzo de 1527. A9 de septiembre escribía al Empera-dor recordando sus entrevistas enSegovia y otras ciudades, y dándo-le cuenta de la marcha de los asun-tos corno le había prometido. Ha-bían surgido graves disensiones en-tre los españoles de Santa Marta yallá iba el Padre Bovadilla esperando mitigar las pasiones. Fué esauna gran tarea de los misioneros enAmérica, pues las turbaciones eranfrecuentfsimas y muy graves.

Los mercedarios tuvieron desde(1) Perez: Religiosos de la Merced que pasaron

a A m6rica... pág. 32.

entonces convento en Santa Marta,al que se refieren numerosos despa-chos. El 4 de marzo de 1528 encon-tramos al Padre Bovadilla dirigién-dose de Panamá a Nicaragua, re-cién descubierta y colonizada porlos lugartenientes de Pedradas. Elmercedario llevaba plenos poderesdel cabildo de Panamá para organi-zar la parte eclesiástica, poderesque delegó en el bachiller Bravo.De entonces data la fundación delconvento mercedario de León deNicaragua, donde en 1531 recibiósepultura Pedrarias.

A principios de septiembre de 29volvió a Santo Domingo donde en-tregó al tesorero Pasamonte el quin-to del oro recaudado por Pedradas.Provisto de una carta encomiásticadel concejo de Santo Domingo, em-prendió en Julio de 1530 nuevo viajea España para reclutar más opera-rios. Alcanzó pasaje para 12, perosólo pudo reunir 7 con los que seembarcó en Sevilla el 23 de septiem-bre de 1531, llegando a Santo Do-mingo en abril de 1532, después desiete meses de penoso viaje.

Con los nuevos refuerzos pudo elPadre Bovadilla desarrollar las mi-siones en Tierra Firme y fundarotras nuevas. De este tiempo data,en efecto, la fundación de merceda-rios en México de que nos hablanlas actas del Cabildo de aquella ciu-dad en septiembre de 1533, siendocomisionados para ella los PadresHernando de Talavera y Gonzalode Vera, cuyo intento fracasó por laoposición de los otros eclesiásticosque ya se encontraban estrechos, yporque teniendo demasiado a dondeir, los mercedarios no insistieronpor entonces.

Otro detalle importantísimo ha-llamos en carta escrita por el Cabil-do de Santo Domingo al Emperadorel 28 de julio de 1534: « Fray Fran-co de Bovadilla Vicario provincial

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de la Merced, doto y santo, queaquí, en la Tierra Firme y provin-cia de Nicaragua, convertida de sumano, ha hecho mucho bien, va apedir limosna a V. M. para la fábri-ca del monasterio de su orden enésta, que se ha empezado suntuosa-mente de cantería y muy bien labra-da a lo Romano. Dicho monasteriotiene muchas personas doctas y ce-losas que han servido mucho en laconversión, y no tiene posibilidad.Suplicamos le despache favorable-mente como los Reyes Católicos lohacían. El Padre Bovadilla podrádecir del Perú, pues conoce a losmás de allá; en Panamá ayudó alaviamiento del Gobernador Pizarroy fundó en aquellas partes moneste-rios de su orden, que permanecenpoblados. Tenemos en mucho supersona i V M. le puede hacer mer-ced» (1).

Este documento indica, entreotras cosas importantes, que el mer-cedario había mediado en el avia-miento de Pizarro, utilizando lagrande influencia que los años pa-sados disfrutó con Pedrarias en Pa-namá, de donde partieron las ex-pediciones para ei Perú. Así no esde extrañar el grande afecto y con-fianza que los conquistadores Alma-gro y Pizarro profesaron a la Mer-ced y la generosidad con que dota-ron sus conventos.

El de Lima contaba ya con cuatrosacerdotes en 1535, el ario mismoen que se fundó la ciudad, y cuandoen ella no había más clero que unpadre y un lego franciscanos y dossacerdotes seculares.

Al mismo tiempo, los mercedariosacompañaban al conquistador deQuito y Popayán, Sebastián de Be-n alcázar, evangelizando aquellasextensas regiones, donde el PadreHernando de Granada fué también

(1) Muñoz, t.° 80, fol. 21.

el ángel de paz entre Benalcázar yAndagoya, dispuestos a venir a lasmanos por cuestión de límites.

Probablemente con el personaldestinada a México dotó el PadreBovadilla las misiones de Guatemala y Chiapas, gobernadas en lo espiritual por el santo Obispo Marro-quin, y en lo temporal por el Ade-lantado Don Pedro de Alvarado,grande amigo del Padre Olmedo.La obra de los mercedarios enaquellas regiones, y sobre todola de su jefe el. Padre MarcosDardón, tuvo por panegiristas a losmismos dominicos, llegados des-pués, aunque no dejan de censurar-le porque había establecido una pe-queña hacienda con que sustentar-se, ¡como si fuera mucho más evan-gélico asediar a los vecinos conti-nuamente, en busca limosnas, queel vivir de su trabajo!

La citada carta del cabildo deSanto Domingo en 1534, indicaba lasalida para España del Padre Boya-dula. Favorecido por el Emperadorregresó a Tierra Firme el 4 de fe-brero de 1536, llevando en su com-pañía cuatro nuevos misioneros.

Debió bajar muy pronto al Perú,donde sofocada una formidable su-sublevación de los indios, ahondá-ronse las divisiones entre Pizarro yAlmagro, por cuestión de límitesentre sus respectivas gobernacio-nes, llamadas: la del primero NuevaCastilla, y la del segundo NuevaToledo, al Sur de la anterior.

Después de varios intentos deconciliación, Almagro y Pizarro,por documentos otorgados el 19 y25 de octubre de 1537, nombraron alPadre Bovadilla árbitro de sus dife-rencias, para que oídas ambas par-tes y el parecer de los pilotos seña-lase las fronteras de ambas gober-naciones en término de veinte días.

Las piezas más interesantes deeste proceso, llevado con toda so-

lemnidad ante dos notarios, fueronPublicadas en la « Guerra de las Sa-l inas», por Pedro Cieza de León,testigo presencial de muchos de es-tos sucesos, que tuvo en sus manosel original.

Intentó primero volverlos a la an-tigua amistad, ordenándoles com-parecer en Mala, en su presencia,como lo hicieron, pero las pasioneseran ya tan hondas que empezarona recriminarse, con peligro de ve-nir a las manos. Entonces el merce-dario les quitó las espadas y les dijosonriendo: ¡Daos ahora de puñadas,Si queréis! Calmáronse un poco y

cenaron allí los tres, pero hubie-ron de separarse sin llegar a unacuerdo.

Trató entonces el árbitro de ter-minar el pleito por la vía jurídica,llamando a su audiencia seis pilo-tos antiguos y prácticos en aquellosmares, y en tomar alturas, tres deun partido y tres de otro, pero susinformes sobre la distancia entre elrío de Santiago (límite por el Nortede la Gobernación de Pizarro) y elCuzco, fueron contradictcrios, ase-gurando unos que esta ciudad caíaen la gobernación de Pizarro y otrosque desde Zangalla debía comenzar

¡Daos ahora de pifiadas si quisiéredes!

(Cuadro de J. Núñez Alvarez).

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la de Almagro. Hoy es evidenteque desde el río de Santiago al Cuz-co hay menos de quince grados, ycontando en cada uno 17 leguas ymedia (o 17 y 9 3) como entoncescontaban, la gobernación de Piza-rro debía extenderse todavía unasleguas más abajo del Cuzco. Las le-guas marinas de 20 al grado soncosa moderna, de que entonces nohabía noticia.

Entendiéndolo así el árbitro pudohaber asignado la ciudad a Pizarro,pero no quiso hacerlo, sino dar lar-gas al asunto, ordenando que unacomisión de ambas partes fuera atomar la altura del río de Santiagoy que entretanto volvieran las co-sas al estado que tenían unos mesesantes, al estallar el conflicto, devol-viendo Almagro a Pizarro la ciudaddel Cuzco.

Es posible que el Adelantado hu-biera obedecido a las órdenes de suantiguo y leal amigo el Padre Bo ya-dula, pero las pasiones rabiosas desus soldados impidieron que se oye-ran los consejos saludables del mer-cedario. Quiso todavía éste evitarla guerra, proponiendo que la ciu-dad disputada se pusiese en manosde un tercero, hasta que se averi-guara la verdad o el Emperador de-terminara a quién había de pertene-cer, pero su ceguedad arrastraba aaquellos hombres a la ruina.

Llegados a las manos, Almagrofué vencido en las Salinas, a unalegua del Cuzco, muriendo allí sucapitán Orgoriez, el más encarniza-do enemigo de la paz. Poco después,Almagro, era degollado en el Cuz-co, siendo su sangre semilla deodios inextinguibles entre los dosbandos, que no pararon hasta ani-quilarse.

Quizá estas desgracias acabaronla vida al Padre Bovadilla. Por lomenos no se hace mención de él enadelante. Pero la Merced quedaba

ya sólidamente establecida en elPerú, hasta el punto de excitar loscelos del primer Obispo del Cuzco,el dominico Padre Valverde, tanfamoso por su intervención en lamuerte Atahualpa.

FR. GUILLERMO VÁZQUEZ

SAMUEL(CONCLUSIÓN)

IV

--iPor Dios, Padre! ¿De dónde hasacado usted ese niño?—preguntabala Condesa con voz trémula al reli-gioso que se despojaba de sus orna-mentos, en una cámara contigua ala capilla ardiente.

—Este niño es Samuel..., el hijodel Convento, como le llamamostodos; pobre huérfano, la Orden lerecogió.

—Pero, dónde ha venido? ¿Us-ted, Padre, no se ha fijado en surostro? ¡Es mi Jaime, mi Jaime vivoy hermoso, mi Jaime de mi alma!...

Y la infeliz se retorcía las manoscon angustia, repitiendo:

—¡Es mi Jaime!... Aquí hay unmisterio... dónde ha venido eseniño?

—Tranquilícese, señora Conde-sa—dijo dulcemente el religioso—;le ha sorprendido la semejanza deambos niños; pero, después de todo,puede ser un parecido fortuito; am-bos son de una edad, rubios y her-mosos ambos...

—Pero, 4e dónde ha venido eseniño, ese huérfano, según usteddice?

—Hará diez años—dijo Fray No-lasco recogiendo sus recuerdos—,en la noche de Navidad se presentóeste niño a la puerta de nuestroConvento, solito, lloroso, extenua-do, con el calzado deshecho y lospies ensangrentados: traía una car-ta dirigida al Padre Ramón.

—1E1 Padre Ramón! —dijo la Con-desa estremeciéndose—. ¿Y qué dijoel Padre Ramón?

—El Padre Ramón estaba de cuer-po presente en nuestra capilla...;como al morir él, quedé encargadode reemplazarle interinamente,mientras se nombraba nuevo Co-mendador, abrí la carta que llevabael niño.

--e:Y qué decía?—preguntá la da-ma ansiosamente.

El Sacerdote sacó de una peque-ña cartera un papel amarillento porla acción del tiempo, y alargándo-selo a la Condesa:

—Lo llevo siempre conmigo por sila Providencia me hace encontrar ala familia de Samuel—dijo—: leausted misma.

La Condesa tomó el papel con lapunta de los dedos, como si que-mara.

Estaba escrito con pulso insegu-ro, tanto que algunas palabras ape-nas se entendían, y decía lo si-guiente:

«Padre mío: La vida se me va ymi pobre hijo queda solo en el mun-do; se lo envío para que, en nombrede Dios, le ampare..., no puedo se-guir; pida al Señor por mí.—Mar-garita».

Mientras la Condesa leía, su ros-

tro iba palideciendo hasta quedarcomo el de un cadáver; Fray No-lasco, que la miraba atentamente,vió temblar todo su cuerpo y agitarsu mano en el vacío como si recha-zara un fantasma.

Viendo que el silencio se prolon-gaba, haciendo cada vez más peno-sa la situación, el religioso preguntó:

— Puede acaso darme alguna luzsobre ese escrito?

—ILuz!—dijo la dama, cuyos dien-tes rechinaban—. ¡Ah! Hace pocopreguntaba yo al cielo qué crimenera el mío para merecer el castigoque pesa sobre mí. Esta carta mecontesta, Padre. ¡Margarita!... ¡Ah!¡Margarita!

—¿Usted ha conocido entonces aesa Margarita?

— Qué si la he conocido?—dijo laCondesa, a cuyos labios parecíanafluir las palabras como un torrentede aguas amarguísimas—; ¡Marga-rita era hija de mi marido!...; cuan-do me casé con el Conde, éste eraviudo con una niña muy pequeñaaún— ¡Margarita! Al principio mefué indiferente aquella pequeña lin-da y juguetona; pero cuando fuímadre, empecé a sentir aversiónprofunda por ella; pensar que erala primogénita, la heredera del Con-dado y de la mitad de la fortuna desu padre, era para mi una ideaodiosa, que me mordía el corazóncon celos crueles; creció y creciómi hija, por la que yo sentía unapasión salvaje, avasalladora; yoamaba a mi Leonor como la fiera asus cachorros, con ansias de des-truir cuanto le estorbara.

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— 356 —

Margarita tenía ya dieciocho ariosy Leonor dieciséis, cuando restau-ramos el castillo; para retocar elgran salón, cuyos frescos dicen sonde mucho mérito, vino un pintor defama; era joven, entusiasta, Marga-rita muy hermosa, pidió como unagracia hacer su retrato y la tomócomo modelo para una virgen; yoasistí a las sesiones aquellas y pron-to comprendí que ambos se ama--ban.., entonces se apoderó de míuna alegría malvada.., protegí bajocuerda aquellos amores que sabíaque mi orgulloso marido nuncaaprobaría, provoqué una escenaviolenta entre padre e hija y Mar-garita salió de casa para casarse,sin el consentimiento de su padre,el día que cumplió la mayor edad.

La Condesa se detuvo un momen-to fijando una angustiosa mirada enel religioso que, con la frente apo-yada en la mano, la escuchaba ensilencio.

—El Conde desheredó a su hijamayor... siguió con voz sorda—mihija doblemente rica contrajo ungran matrimonio; pero antes de unaño murió al dar a luz a Jaime, eseniño que yace en un ataúd en lapieza contigua... El marido de mihija, de carácter violento, no pudoresistir la muerte de su mujer, sefue Como voluntario a la guerra ymurió en ella... quedé sola con minieto, en el cual cifré todo el amorque tenía a su madre... y hoy, yave usted que Dios me castiga y melo quita de un modo espantoso...

Y la desdichada retorcía sus ma-nos con desesperación.

.- -Y no supo nunca de Margar--ta?—preguntó Fray Nolasco.

—Sólo una vez; hará unos docearios, leí en un periódico la muertede su marido acaecida en Roma...yo pensaba que el Padre Ramón,que fué su confesor, sabría de ella...pero nunca me atreví a hablarle; sumirada me hacía daño como si leye-ra en mi alma... El cariño de mi nie-to llegó a llenar mi existencia... so-ñaba para él poco menos que untrono.., y ya ve usted, Padre... ahíestá... inerte... Dos golpecitos da-dos en la puerta interrumpieron eldiálogo y Samuel apareció en elumbral.

VA la vista del niño la Condesa en-

mudeció, pero sus ojos muy dilata-dos se fijaron en él con ansia dolo-rosa.

—Vengo a saber si puede empe-zar la segunda Misa—dijo el niñosin atreverse a alzar la vista anteuna señora de tan alta calidad; y auna serial afirmativa salió con suactitud humilde y graciosa.

Ui Condesa le siguió con la vistay volviéndose al Padre:

- Padre—dijo con vehementedolor—cree usted que es cosa deDios la aparición de esa criatura enel castillo de que su madre fué arro-jada?

—Los caminos del Señor son in-comprensibles a nuestras Pobresmiradas...—dijo bondadoso, perogravemente, el religioso.

—10h! Yo si lo creo—dijo la damacon voz trémula—la vista de este

— 357 —

nirio ha hecho en mí una revolucióntal, que me parece que soy otra...yo he sido mala, muy mala... repa-raré el daño hecho en lo posible;ese niño vendrá a mi lado.., reem-plazará al pobre muertecito... Dioses justo, el hijo de Margarita reem-plazará en el castillo de su abuelaal hijo de Leonor.

Fray Nolasco movió la cabezamientras decía:

—Será preciso entonces decir aSamuel...?

—Que soy la viuda de su abuelo,que este castillo y cuanto le rodeaes suyo... que desde hoy vivirá a milado... rico, feliz; sí, Padre, sí, esuna reparación que me dicta el mis-mo Dios...

Sentado entre Fray Nolasco y laCondesa, Samuel permanecía con lavista fija en el suelo, el rostro páli-do y los labios trémulos.

—Ya has oído... hijo mío—termi-naba el religioso con voz serena—eres rico, y noble.. , la señora Con-desa quiere que vengas a su lado...

Samuel levantó la cabeza viva-mente:

despiden del convento, Pa-dre mío?—dijo juntando las manoscon angustia.

— ¡Despedirte! No; pero eres elheredero de una gran familia--dijodu lcemente el religioso--, te debesa ella.

—Me debo a Dios, a quien he pro-metido pertenecer—dijo el jovencon firmeza superior a su edad—;

me importa a mi el nombre, la

Aquella tarde, cuando el cadáverde Jaime descansaba ya en el pan-teón de sus mayores, Fr. Nolasco,seguido de Samuel, dejaba el cas-tillo, dirigiéndose al convento. De-trás de una de las ventanas, la Con-desa les seguía con mirada desoladahasta que se perdieron de vista.

fortuna, ni los honores?; huérfanoy pobre, llamé a las puertas del con-vento, y sus puertas se me abrieronde par en par...; mi madre habíamuerto y la Santísima Virgen merecibió por hijo...; hoy, hace unmomento, rezaba ante el cuadro denuestra Santísima Madre que hanpuesto en ese altar, y me parecióque su rostro es el mismo que yorecuerdo de mi pobre madre.

—e:Ttl recuerdas a tu madre?—preguntó la Condesa con voz con-tenida.

—La recuerdo como en sueños yse parecía a la Virgen de ese cua-dro...—dijo el niño conmovido.

desprecias la fortuna que teofrezco, que es tuya?—dijo la Con-desa vivamente.

—Hace diez arios que espero laedad de empezar mi noviciado...—dijo el niño bajando la cabeza—ycuando he llegado a ella... .creenustedes que hay fortuna bastanteque me haga dejar mi vocación?¡No! ¡No! Mi amada Orden es paramí Patria, familia, fortuna y nom-bre...; nada en el mundo me harádejarla...; perdónenme.

La Condesa bajó la cabeza, mien-tras una lágrima de gozo brillabaen los ojos de Fr. Nolasco

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Cuando sus blancas siluetas seperdieron en la lejanía, la dama en-tró en la cámara ahogando los so-llozos que desgarraban su pecho.

Los elevados muros de la estan-cia, cuyos límites se perdían en lasombra, parecían aplastarla contodo el peso de su soledad.

—¡Sola!...—murmuró con infinitodesconsuelo. —¡Sola!... ¡para siem-pre!...

Y su mirada extraviada giró entorno suyo, como buscando un re-fugio contra aquella soledad espan-tosa. En la penumbra, un rostrodulcísimo se destacó, fijando en ladesventurada dos hermosos ojos demirar inefable.

—¡Margarita!—gimió la Condesacon espanto.

Y tambaleándose fué a caer derodillas bajo aquella imagen queparecía resplandecer en la semios-curidad de la estancia.

Su corazón se dilató, perdiendoaquella tensión que parecía petri-ficarle, saliendo dos ríos de lágri-mas de sus marchitos ojos.

Y la celeste imagen, abriendo susbrazos, parecía tender su blancomanto sobre la infortunada que per-manecía a sus plantas, derramandoa torrentes las lágrimas de arrepen-timiento que debían borrar su pa-sado de ambiciosas pasiones, se-gadas por la implacable segur de lamuerte.

J. GARCÍA HERREROSTerciaria Mercedaria

03,

DE LA ECONOMIA NACIONAL

El comercio exterior

de España Hace unos cuatro meses apareció el

«Anuario Estadístico de España» corres-pondiente a 1927. La Prensa extranjera seapresuró a entresacar de él numerososdatos que interesan a sus lectores. Losfranceses dedicaron especial atención alcenso; el cáncer que corroe a Francia ex-plica esa preferencia. La población de Es-paña aumenta, gracias a Dios, y en la fa-milia española, cristiana en su casi tota-lidad, se conserva la salud física y moralque es base de la grandeza y aun de laexistencia de los pueblos.

De la economía nacional.

Se conserva sobre todo fuera de lasgrandes ciudades, que en esto como enotras muchas cosas, son una verdaderaplaga. ¡Quiera Dios conservarnos inmu-nes del contagio! Los habitantes de Espa-ña en 1. 0 de diciembre de 1926, eran 23 mi-llones.

Hoy vamos a extractar aquí los datosmás significativos de nuestro comercioexterior, del que depende en gran parte elvalor de nuestra moneda y el bienestar dela nación. Es preciso que todos conozcanquiénes son nuestros amigos y nuestrosenemigos económicos, para saber cómohan de tratarlos. Amigos son, ¡claro está!,los que nos compran más de lo que nosvenden.

Cada nación forma una gran familia enla que repercuten los aciertos o las torpe-zas de cada uno de sus hijos. Debemostambién conocer, por consiguiente, quié-nes son los que salvan a España con suexportación, y quiénes la arruinan consus importaciones.

Las cifras totales de nuestro comercioexterior en 1926, fueron en millones:

Importación .... 2.153Exportación.... 1.605

Diferencia 548

millones, que son el déficit de nuestra ba-lanza comercial, déficit que es todavíamayor en 1927, en que nuestro comercioexterior alcanzó las siguientes cifras:

Importación .... 2.585 millones.Exportación.... 1.895 »

Déficit 690 »

Las cifras más elevadas de este inter-cambio corresponden a los Estados Uni-dos, con 401 millones importados a Es-paña y 212 exportados. Vienen luego Fran-ela, con 344 y 266 respectivamente; Ingla-terra, con 216 y 360; Alemania, con 180 y86; Argentina, con 136 y 79 millones.

Fijándonos ahora en el ario 1927, ¿cuá-les son las cifras más pesadas de nuestraimportación o sed de nuestro Debe?:M aquinaria, aparatos y ve-

hículos 388 millones.Algodón y sus manufac-

turas 297Productos químicos y sus

derivados 283Tabaco. 150Maíz 106

Estas son las partidas más perjudicialesPorque no tienen compensación en nues-tra exportación Numéricamente son ma-Yores las de productos alimenticios impor-tados (421 millones) pero esa partida estácasi triplicada por nuestra exportación Lomismo sucede con la importación de ma-deras y otras materias 'vegetales (132 mi-l lones) que tiene su contrapartida en laexportación (190).

La primera partida de nuestro Debe de-muestra Que no hemos trabajado hasta losÚltimos años en la fabricación de maqui-naria, automóviles, etc., y que la adquisi-ción de todo eso en el extranjero es unaterrible carga para nuestra economía. Al-go se va produciendo ya en España, peroes indispensable que esa producción sea celere rápidamente.

No me atrevo a decir otro tanto del al-godón, cuyo cultivo se ha restauradoa hora en España. Temo que para obtener-l o sea preciso abandonar o limitar dema-siado otros productos de grandísima im-Portancia, y quizá saliéramos perdiendoen el cambio.

Que produzcamos una regular cantidadde algodón es indispensable, sobre todoPensando en una guerra que pudiera ais-l arnos de los países que ahora nos pro-veen.

Nunca me pareció tan feo el vicio de fu-mar como ahora viendo lo que nos cuas-

ta; ¡150 millones en tabaco! Sólo me pa-rece bien ese vicio porque da ocasión alGobierno para cobrar otros 200 millonesa los fumadores. Tenemos además el con-suelo de que no todos los años se impor-ta una cantidad tan grande. En 1926 seadquirieron sólo 63 millones, lo que indi-ca que la Compañía Arrendataria aprove-cha las buenas coyunturas para hacer suscompras.

Las cifras principales de nuestra expor-tación corresponden a los siguientes ar-tículos:Naranjas 215 millones.Aceite de oliva 135Vinos y licores. . 110Almendra 66Aceitunas... • . 41Arroz. 30Corcho en diferentes for-

mas 98Tejidos de algodón 51Armas de fuego 24Pasas 13Pulpa de frutas 13Sardinas en conserva ..• 11Otros pescados 41Conservas de hortalizas

legumbres 11Alpargatas 11

Merecen bien de la Patria, por tanto, yson dignos de especial protección, los va-lencianos por sus naranjas y arroz; losproductores de vinos y aceite y.- hastalos alcornoques.

Las naciones bienhechoras de España,pues nos compran más de lo que nos ven-den, dejando un superávit a nuestro fa-vor, son:Inglaterra que nos deja 143 millones.Cuba 64Bélgica 17Portugal 15Colombia 16Uruguay........ . . 21México .. 11Brasil . • 10Holanda . . 9

Son enemigos de nuestra economía, porel contrario, los Estados Unidos, a loscuales adeudamos un saldo de 189 millo-nes; a Francia, 78; a Alemania, 95; a laArgentina, 57, etc.

De los Estados Unidos, importamos:Aceites minerales (42 millones), maderas

Y

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(14), automóviles (48), algodón en rama(164), caucho (10). De la Argentina impor-tamos principalmente maíz, que debíamosproducir en enorme cantidad, pues todaEspaña se presta a ello.

Compuestas estas líneas aparece laEstadística de nuestro comercio exterioren 1928, cuya publicación echaba de me-nos la Comisión del Patrón Oro, y tantomás cuanto que antes aparecía trimestral-mente. Nuestro comercio alcanzó un totalde 5.228 millones en la siguiente forma:

Importación. 3.045 millones.Exportación 2.183 »

Saldo deudor 862

El déficit, en vez de enjugarse, ha idoen aumento por desgracia, y esto exclusi-vamente por la importación de artículosfabricados, en que nuestro déficit es de1,008

Menos mal que está compensado er.parte por el aumento en la exportación decasi todos los otros artículos, sobre todode productos alimenticios, que llegaron a1.303 millones.

Nuestra industria es pobre, y a pesarde la protección arancelaria, no dominasiquiera el mercado nacional. En el añoúltimo se importó gran cantidad de auto-móviles ante el rumor de que iban a subirlos aranceles. Yo mismo vf en Hendayafilas enormes de ellos esperando el paso.El exceso de automóviles traídos por esarazón se calcula en más de 100 millones.Suponemos que en este año se notará labaja.

WILHELM

NOTICIASMADRID

Dió ejercicios a las monjas de Bil-bao y a las Hermanas de Tablada el

Reverendísimo P. Inocencio López,que después fué con el mismo obje-to a los conventos de Poyo y Sarriá.El P. Delgado dirigió los de las Her-manas de la calle de Ayala.

PUIG (Valencia).Solemnidad extraordinaria revis-

tió este ario la fiesta de la excelsatitular de este Santuario merceda-rio, que pronto recobrará su primi-tiva importancia, pues el señor Ar-zobispo confió a los mercedarios aperpetuidad la parroquia, que laOrden sirvió desde su fundación en1240. Nuestra enhorabuena al pue-blo y a los Padres de la provinciade Valencia.

HERENCIA (Ciudad Real).El 30 de agosto comenzaron los

solemnes cultos de Nuestra Santísi-ma Madre, que para satisfacer a ladevoción creciente del pueblo seprolongarán este ario hasta el 14 denoviembre, es decir, dos meses ymedio. ¡Que la Santísima Virgen losbendiga!

Indulgencias del mesde octubre

Día 23.—San Pedro Pascual, Obis-po y Mártir de la Orden. Absolucióngeneral.

Día 26.—Cuarto sábado.—Indul-gencia plenaria asistiendo a la misade Nuestra Santísima Madre.

CON LAS DEBIDAS LICENCIAS

Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211.