felicidad

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Economía Carol Graham, de la Brookings Institution, ha investigado el tema en muchos países y encontró como factores clave de felicidad una vida personal estable, afectividad satisfactoria, buena salud y un nivel suficiente de ingresos (pero no demasiado alto, porque ahí empiezan los problemas). Pero también señala que la felicidad es la que ayuda a la buena salud. De la investigación existente sobresalen dos temas: la sociabilidad y la adaptabilidad. Cuantas más redes familiares y sociales, más feliz es la gente. De hecho, las empresas de comunicación ya han identificado este hecho como el determinante del éxito de redes sociales en internet. Cuanto más internet, más sociabilidad, tanto virtual como presencial. Y cuanta más sociabilidad, más felicidad. La búsqueda de comunidad es un elemento esencial para restablecer el equilibrio psicológico. Algunas políticas sociales, por ejemplo en Canadá, están utilizando esta perspectiva para organizar actividades para los parados que generen redes de relación social y de autoestima cuando falla el entorno laboral. Por otro lado, la adaptabilidad humana parece gestionar condiciones de desequilibrio mediante mecanismos de compensación en el comportamiento. Bernanke cita un párrafo revelador de Adam Smith: “La mente de cada persona, en tiempo más o menos largo, vuelve a su estado usual y natural de tranquilidad. En la prosperidad, al cabo de cierto tiempo, baja al nivel en el que estaba; en la adversidad se eleva a su nivel habitual” . Esta afirmación, refrendada por la investigación en psicología económica, explicaría la relativa calma social en situación de crisis: todos acabamos adaptándonos a lo que no parecía soportable en otras condiciones. Pero es precisamente esa capacidad de contento interior lo que conduce a una armonía que depende de nosotros y no del valor de la vida medido en dinero. Y es que, en último término, desde la economía clásica la idea era servir a la felicidad del ser humano. Lo que ocurrió es que ante la dificultad de medirlo, el concepto se mutó en utilidad y se le asignó el precio como criterio de medición. La consecuencia fue una personalidad truncada en la que el acto de consumo individual no podía dar respuesta a otras necesidades no tratables por el mercado, desde los afectos hasta los

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Felicidad desde varias perspectivas

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Page 1: Felicidad

Economía

Carol Graham, de la Brookings Institution, ha investigado el tema en muchos países y encontró como factores clave de felicidad una vida personal estable, afectividad satisfactoria, buena salud y un nivel suficiente de ingresos (pero no demasiado alto, porque ahí empiezan los problemas). Pero también señala que la felicidad es la que ayuda a la buena salud.De la investigación existente sobresalen dos temas: la sociabilidad y la adaptabilidad. Cuantas más redes familiares y sociales, más feliz es la gente. De hecho, las empresas de comunicación ya han identificado este hecho como el determinante del éxito de redes sociales en internet. Cuanto más internet, más sociabilidad, tanto virtual como presencial. Y cuanta más sociabilidad, más felicidad.La búsqueda de comunidad es un elemento esencial para restablecer el equilibrio psicológico. Algunas políticas sociales, por ejemplo en Canadá, están utilizando esta perspectiva para organizar actividades para los parados que generen redes de relación social y de autoestima cuando falla el entorno laboral. Por otro lado, la adaptabilidad humana parece gestionar condiciones de desequilibrio mediante mecanismos de compensación en el comportamiento. Bernanke cita un párrafo revelador de Adam Smith:

“La mente de cada persona, en tiempo más o menos largo, vuelve a su estado usual y natural de tranquilidad. En la prosperidad, al cabo de cierto tiempo, baja al nivel en el que estaba; en la adversidad se eleva a su nivel habitual”.

Esta afirmación, refrendada por la investigación en psicología económica, explicaría la relativa calma social en situación de crisis: todos acabamos adaptándonos a lo que no parecía soportable en otras condiciones. Pero es precisamente esa capacidad de contento interior lo que conduce a una armonía que depende de nosotros y no del valor de la vida medido en dinero. Y es que, en último término, desde la economía clásica la idea era servir a la felicidad del ser humano. Lo que ocurrió es que ante la dificultad de medirlo, el concepto se mutó en utilidad y se le asignó el precio como criterio de medición. La consecuencia fue una personalidad truncada en la que el acto de consumo individual no podía dar respuesta a otras necesidades no tratables por el mercado, desde los afectos hasta los bienes comunes (como la naturaleza). Al contrario, la huida en el consumo acentúa los desequilibrios psicológicos.

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Por ello, no es casual que cuando falla el mercado nos quedemos vacíos. Pero ese vacío se va llenando con nuevas prácticas de vida a las que se refiere esa nueva rama de la investigación, síntoma de profundo cambio cultural: la economía de la felicidad.

Ciencia

Una reciente investigación realizada por la Universidad de Essex, en Inglaterra, revela la existencia del gen responsable del transporte de la serotonina, neurotrasmisor asociado a sensaciones como el bienestar o la felicidad.

La investigación indica que una variación particular en este gen, privativo de cada ser humano, estaría relacionada con la manera en que cada uno procesa las informaciones positivas o negativas; es decir, con la tendencia a ser optimista o pesimista.

Científicamente, se trataría de una variante del gen 5-HTTLRR, encargado de otorgarle a cada ser humano una tendencia natural a valorar lo bueno e ignorar lo malo que acontece en el mundo circundante.

Lo cierto es que, además de pavimentar un paradigma totalmente nuevo en medicina, el secuenciamiento del genoma humano permitió que los científicos identificaran cientos de series de genes relacionados con el comportamiento.

Y cada vez más estudios complementan al pionero e indican que ese vínculo sí existe y que es la base para la evolución de nuestra conducta. Y pareciera que el optimismo y la felicidad misma no escapan a esta tendencia.

De todo esto, por supuesto que están quienes quieren creer que no existe tal determinación a priori y que la felicidad y el estado anímico dependen de un trabajo interior y del grado de serenidad y de tolerancia hacia uno mismo y hacia los demás. Pero el lado positivo es que si pensamos que existe una posibilidad, aunque sea remota, de que este gen del optimismo moldee las personalidades, quizás de ahora en adelante tendamos a ser más tolerantes con aquellos que ven siempre ven el lado negativo de las cosas.

Ser feliz y recuperar el disfrute, producto de una actitud positiva

Llegar a ser feliz, entonces, no es solamente producto de un estado de ánimo o de la búsqueda de un tesoro escondido al que solo algunos tienen acceso.

Es el resultado de una actitud mental constante y positiva. Y se caracteriza por la presencia de sentimientos de agradecimiento y de disfrute, una sensación de sosiego interno, de satisfacción, de armonía y de esperanza hacia el futuro.

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Una vez experimentada la felicidad, debemos mantenerla constantemente, ya que confiere a quien la disfruta una sensación de plenitud y autorealización únicas, para uno mismo y, en consecuencia, para con los demás.

Vale la pena entonces ese trabajo continuo que nos lleva a descubrir el gran tesoro que habita en el interior de nosotros mismos.

Filosofía

Grandes filósofos han intentado buscar una explicación y también un camino para conseguir motivaciones que lleven directamente a ese estado de gracia.Desde Aristóteles que estableció la base de la felicidad en la práctica de las diversas virtudes de cada uno y sobre todo en la práctica de la prudencia mediante la observación y el análisis de todo planteamiento.Epicuro cuyo planteamiento era sencillo ya que recomendó amistad, lectura y conversación y a ser posible, aislarse de todo dolor.Los estoicos, en cambio, al considerar que todo estaba preestablecido intentaron encontrar el camino de la felicidad mediante el autodominio personal, llegando así a la paz interior.Y entre otros muchos, Kant que la definiría textualmente así: “el estado de un ser racional en el mundo, al cual, en el conjunto de su existencia, le va todo según su deseo y voluntad”.

Una clásica frase del pensador francés Jean Paul Sartre (1905-1980) dice: Lo importante no es lo que han hecho de mí . sino lo que hago yo mismo , con lo que han hecho de mí

Por ello es importante proponerse un proyecto de vida que contemple la amplia gama de aspectos que troquelan la personalidad humana. Esto nos permitirá no andar por la vida a la deriva, dependiendo solamente de los estímulos exteriores , sino actuar con más inteligencia y prevención. Es decir: saber lo que uno quiere hacer con su vida y arbitrar los medios y herramientas necesarias para poder logarlo, teniendo siempre presente que las metas deben ser accesibles, concretas y a corto plazo. De esta manera se podrá evaluar mejor lo realizado, hacer los ajustes necesarios y estimularnos con los pequeños logros alcanzados. Porque de eso se trata la vida: de unir aciertos y desaciertos, errores y éxitos e ir enriqueciendo así, la infinita cadena de aprendizajes que suponen cada existencia.

Religión y felicidad

También las religiones intentan alcanzar con sus preceptos este estatus envidiable.

Los cristianos fundamentan la felicidad en el acto no egoísta, en el amor al prójimo y en la búsqueda de su Dios a través de la bondad. El concepto de felicidad también tiene que ver con la resignación y la humildad. Por ello el sufrimiento es sólo un camino al encuentro de la verdadera felicidad que es la conexión con Dios en la vida eterna. En el Cielo.

Los musulmanes coinciden bastante con los cristianos en esa búsqueda de la felicidad, según Allah: “A quien haya obrado con rectitud sea varón o hembra,

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siendo creyente, le haremos vivir una buena vida y le daremos la recompensa que le corresponda por lo mejor que haya hecho.”(16:97)

También una máxima musulmana establece que las personas no serán realmente felices hasta que no conozcan quien los creó, y hacia donde se dirigen al morir.

El Budismo opta por una búsqueda interior da la felicidad mediante la meditación y cuyo fin culmina en lo que ellos denominan nirvana. Para ellos el proceso de ese encuentro se complementa con las diferentes reencarnaciones que cada uno irá viviendo hasta que el alma se libere de todo deseo y encuentre la plena felicidad, basada en una vida sin excesos, cuya armonía alcanzarán en la virtud de la sobriedad.

Historia

Actualmente, consideramos la felicidad un derecho natural al que aspiran todos los seres humanos, pero no siempre ha sido así. Como expone el historiador Darrin M. McMahon, nuestra confianza en la existencia de la felicidad es una conquista relativamente reciente y fruto de la dramática revolución en las expectativas humanas que se viene produciendo desde el siglo XVIII.

En las tragedias de la antigua Grecia, la felicidad se veía como un regalo de los dioses. En la época de los romanos, la felicitas estaba relacionada con el preciado símbolo del phallus. Pero las concepciones de la felicidad no adoptaron su forma moderna hasta la Ilustración, cuando a hombres y mujeres se les presentó la novedosa posibilidad de que podían —y de hecho, debían— ser felices en esta vida sin esperar al más allá, un reconocimiento de la felicidad que la Ilustración consagró en la Declaración de independencia y en la Declaración de los derechos del hombre. McMahon continúa su gran búsqueda de la felicidad hasta el siglo XXI y demuestra que ésta sigue generando nuevas formas de placer, pero también, paradójicamente, nuevas formas de dolor.

Darrin M. McMahon se doctoró en la universidad de Yale y actualmente es profesor titular en la Florida State University tras haber impartido clases en las universidades de Columbia, Yale y Nueva York. Autor de artículos sobre historia, política y cultura europeas para The Wall Street Journal y The Boston Globe, ha publicado Enemies of the Enlightenment.

"Podemos ser felices, seremos felices, deberíamos ser felices. Tenemos derecho a serlo. Éste es, sin duda, el credo actual. Pero ¿siempre ha sido así para los seres humanos? (...) ¿La felicidad es eterna —universal— o tiene una historia, un registro específico en el tiempo y el espacio?"

Una historia de la felicidad esboza los contornos de esa radical aspiración que a todos nos mueve y conmueve, con lucidez y rigor intelectual pero manteniendo permanentemente la cercanía, frescura y amenidad necesarias para el estímulo de "esa especie tal vez mítica, ciertamente en peligro, que es el 'lector de a pie' (...) He intentado incluso, Dios me perdone, divertirme". Sin renunciar nunca al

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análisis, preservando este principio de placer y echando mano de las más variadas fuentes (arte, arquitectura, poesía, escritura, música, teología, literatura, mitología... y muy especialmente las "grandes obras de la civilización europea"), Darrin McMahon ofrece un libro necesario; una ocasión única de acercarnos a la historia del deseo más compartido por toda la humanidad.

A modo de introducción: La tragedia de la felicidad

McMahon comienza trazando las raíces culturales de nuestro concepto de felicidad, fundamentales para entender su enfoque evolutivo. Parece ser que la búsqueda de la felicidad es tan antigua como la propia historia y que su asociación a la idea de tragedia es aún más remota: ya aparece en la poesía del s. VII a.C. Los seres humanos son las más tristes y angustiadas "de todas las criaturas que respiran y deambulan por la Tierra". Las posibilidades de elección, pocas; el sufrimiento inevitable: la felicidad, si llega, es algo que nos sucede. Esta concepción fatalista late en la épica de Homero y caracteriza a todas las historias de la mitología griega clásica, y a las antiguas civilizaciones de Asia Menor, Egipto y Oriente Próximo, Persia y Mesopotamia. Dicha visión fue perfeccionada y refinada en el siglo V y tuvo sus máximos exponentes en Heródoto y las obras clásicas atenienses. La felicidad, pues, no es un sentimiento ni un estado subjetivo sino "una caracterización de la vida entera que sólo puede evaluarse en el momento de la muerte. Creerse feliz entretanto es prematuro". En los albores de la historia occidental, la felicidad es en gran medida una cuestión de azar, de suerte y destino, curiosamente en todas las lenguas indoeuropeas el término actual para definir la felicidad está relacionado con la fortuna. Esta relación se mantuvo in ada durante mucho tiempo y, en cierto sentido, ha perdurado hasta nuestros días.

Pero, más allá de los horóscopos, hoy por hoy, la mayoría de los occidentales nos resistimos a ver la vida como una partida de dados; pensamos que ser feliz es un derecho natural del ser humano, incluso una obligación moral. ¿Cómo se produjo semejante cambio sustancial?

El autor sintetiza así su trabajo "Este libro narra la historia y la Historia de cómo en Occidente se llegó a esta creencia. Se trata de una larga historia, con cuya narración espero lograr que lo que hoy en día se considera una premisa incontrovertible, nos resulte extraña, y demostrar que no se trata tanto de una certeza universal como de una cuestión de fe".

La primera parte del libro analiza cómo un concepto clásico y cristiano de felicidad asociado a la divinidad y a pospuestos paraísos, se convirtió en un fin terrenal. La segunda parte investiga las ambigüedades de esta nueva aspiración. Ambas se subdividen en apartados que, sin perder el hilo cronológico y el rigor histórico, van .incorporando referentes, anécdotas, personajes y reflexiones amenísimas que acercan este texto a la mejor estirpe del ensayo.

El nacimiento de una fe moderna

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Para el autor es necesario comenzar el trayecto por la historia de la felicidad asimilando la importancia que durante siglos tuvo la felicidad entendida como Bien Supremo.

En apenas doscientos años (desde el s.V hasta el III a.C) los pensadores de la Grecia clásica encumbraron la idea de la felicidad humana al máximo, actitud que asumieron sus sucesores, los romanos. Y aunque hubo debates en torno a los medios para alcanzarla, las cuatro grandes escuelas atenienses compartían los presupuestos fundamentales: la felicidad era un objetivo a alcanzar, producto del ejercicio de la razón más que del sentimiento, era la recompensa de la virtud y la armonía de un alma bien equilibrada. Un ejercicio difícil que requería disciplina y trabajo ("el goce sensual podía acompañar pero era considerado, incluso por Epicuro, con escepticismo"). Era el objetivo natural de la vida humana.

La aparición y expansión del cristianismo marca el siguiente punto de inflexión en nuestra historia. Aunque compartían con el mundo antiguo el concepto de felicidad como estado objetivo y bien supremo que se hallaba al final de un camino cuya guía principal era la virtud, había una diferencia que resultaría trascendental. Mientras los antiguos concibieron la virtud casi completamente como resultado del esfuerzo humano, los cristianos la entendieron como un don divino, accesible, en teoría, a todos. La Gracia podían recibirla hombres y mujeres, ricos y pobres, nobles o esclavos. Todos tenían derecho a la esperanza de la felicidad, a una dicha eterna que compensaría los sufrimientos terrenales. La esperanza aparece como una fuerza poderosa que daba fortaleza para aguantar, y al tiempo explicaba el sentido del dolor (quizá también "justificando la desigualdad y el sufrimiento innecesarios"...) En definitiva, al transformar la narrativa judía de la liberación en vida de un pueblo en una ética de liberación en la muerte, la Cristiandad transformó profundamente la mirada de Occidente: "Al echar la vista atrás, hombres y mujeres veían un periodo en el que la felicidad se había desvanecido, un paraíso perdido, y ahora miraban hacia adelante, anhelando el momento en el que Dios reconstruiría su Reino en un Paraíso recuperado". Un lugar donde era posible la Felicidad perpetua.

McMahon explica detenidamente las diferentes aportaciones que produjeron este gran cambio: las de los primitivos cristianos, de san Agustín y su "felicidad de la esperanza"; de Juan Escoto y el concepto de predestinación; del decisivo s. XIII con la figura de santo Tomás de Aquino. Éste último, sin embargo, sentará las bases del cisma que se cuajará en los siglos siguientes, porque, si el cristianismo prometía un torrente de "placeres perpetuos" en el Más Allá... "¿Por qué debería ser tan radicalmente rechazado aquí y ahora?" Si con el Renacimiento se produce "el descubrimiento del mundo y el hombre" y el paso a una concepción antropocéntrica de la existencia, un repaso por la vida y obra de hombres como Erasmo, Tomás Moro y su utopía, Locke, Hobbes, así como por el protestantismo inglés, y la revolución inglesa permiten que el lector comprenda ese proceso por el cual "el objetivo común del placer y la felicidad era cada vez más compartido. Sólo los medios para ello eran objeto de debate". Al haber cada vez más personas cuyo pensamiento iba más allá de los límites del pecado, el margen de la felicidad occidental aumentó considerablemente...

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Este proceso hacia la moderna concepción de la felicidad culmina en la Era de la Ilustración. El autor repasa la obra de grandes pensadores como Voltaire o Rousseau y ciertos hechos que produjeron un "giro espectacular en la naturaleza de las perspectivas humanas". La felicidad ya no fue un capricho del destino, un don divino ni tampoco el premio a una conducta excepcional, sino un atributo humano natural al alcance de cualquiera. Si el ser humano era infeliz se debía a que algo iba mal en sus creencias, condiciones, gobierno o costumbres. Cambiando las circunstancias y a nosotros mismos, haríamos posible aquello para lo que estábamos predestinados. La felicidad había que alcanzarla aquí y ahora. Un planteamiento que al principio sólo concernió a la élite intelectual y social pero que, a fines del XVIII, con las revoluciones norteamericana y francesa "reclamó un reconocimiento más amplio como ideal y motivación".

Correr la voz

En la segunda parte del libro, McMahon se adentra en la complejísima naturaleza del Romanticismo ("menos un movimiento con conciencia de sí que un conjunto de valores y actitudes culturales que se diseminó más allá de los límites de su momento histórico específico) para ir exponiendo las fisuras y derivas de aquel concepto moderno de la felicidad.

La esperanza y el fracaso de la revolución como "tema principal de la época en que vivimos" (Shelley). El origen y concepto de la tristeza romántica (el mal du siècle; Heine y su "dulce sensación de sufrimiento" asimilable al cristianismo; Chateaubriand y su máxima "el pesar es mi elemento"), así como su contrapunto en la alegría "como término capital y recurrente en el vocabulario romántico" "como sueño secularizado de experimentar el Cielo en la Tierra". El rechazo de la convicción ilustrada de que la mente humana no es más que un receptor pasivo de los datos de la experiencia y el convencimiento de que es una gran fuerza activa. El amor y su poder autodestructivo. La salvación en el arte. Schopenhauer ("el más grande pesimista de la tradición occidental") y la visión de la "voluntad hacia la vida" como la peor semilla y condena del hombre.

El análisis de las "grietas" continúa con El liberalismo y sus descontentos. Esos hombres herederos de Locke y partidarios de la búsqueda de la felicidad que defendieron el capitalismo y los gobiernos representativos (Inglaterra y Estados Unidos), fueron odiados por románticos y revolucionarios pero se vieron tan obligados como ellos a enfrentarse al legado de la Ilustración.

Y el libro culmina con un análisis de las utopías (o no) revolucionarias (La construcción de mundos felices). "Movidos por las que consideraban injusticias del mercado y las dudosas opciones de los individuos (...) motivados por el propio interés bien o mal entendido, barajaban soluciones más ambiciosas para el problema del descontento (...) Muchos compartían su presupuesto inicial de que la felicidad de todos residía en una senda común".

La historia de la felicidad se hace rabiosamente contemporánea con el socialismo científico de Marx y Engels, la Revolución bolchevique de 1917 con su apuesta por la "común liberación" y el camino reciente que ha conducido hasta la irónica

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paradoja del capitalismo actual ("Una de las deliciosas ironías de la historia: la afirmación por parte de Marx de que no sólo debíamos disfrutar de los frutos de nuestro trabajo, sino que el trabajo mismo debía de ser nuestro fruto, es hoy en día uno de los principios básicos del credo capitalista.").

Darrin McMahon concluye Una historia de la felicidad con una reflexión vital sobre la conveniencia de alcanzar los deseos más ambiciosos: "A juzgar por el anhelo y la búsqueda —la noble inquietud— que ha impulsado la cultura occidental durante los últimos miles de años, para seguir siendo simples mortales hay ciertas cosas que los seres humanos nunca sabrán, ciertos enigmas a los que nunca responderán. El santo grial de la felicidad perfecta es uno de ellos (...) puede que sólo exista en nuestro pensamiento, como copa de liberación y como cáliz en que recoger nuestro dolor".

Psicología

......Los psicólogos David G. Myer, del Hope College de Miami, y Ed Diener, de la Universidad de Illinois, después de haber repasado 916 encuestas nacionales realizadas tras consultar a más de un millón de personas de 45 países, constataron una cosa: “¡La felicidad consiste menos en tener que en disfrutar de lo que se tiene! Pues parece como si la riqueza fuese semejante a la salud: su carencia produce miseria, pero su posesión no garantiza la felicidad”.

Según Myer y Diener, los cuatro rasgos que caracterizan a las personas felices (autoestima, control sobre la propia vida, optimismo y extraversión) apenas suponen el 30% del nivel de felicidad.

.... Pero ¿es la felicidad realmente una emoción?. También psiquiatras y sociólogos intentan explicar teóricamente este estado. Pero, en general, ellos lo consideran más que una emoción una actitud ante la vida. Su fundamento es sencillo: son los niños y las personas de un nivel económico bajo medio las que conciben la vida más felizmente. ¿Por qué? Pues muy sencillo: por la inocente capacidad de asombro y por la capacidad de disfrutar de los placeres más sencillos de la vida.

Paradigma Positivista

Martin Seligman, uno de los fundadores de la psicología positiva, menciona en su libro felicidad auténtica que la felicidad es como un conjunto de:

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Emociones positivas: Tales como éxtasis y la comodidad. Actividades positivas: Tales como la concentración y el cumplimiento de

nuestras tareas.

Este autor, presenta tres categorías de emociones positivas relacionadas con el pasado, presente y futuro.

Las emociones positivas referentes al pasado incluyen la satisfacción, la alegría, el orgullo y la serenidad.

Las emociones positivas referentes al futuro incluyen optimismo, esperanza y confianza.

Las emociones positivas sobre el presente se dividen en dos categorías que sean perceptiblemente diferentes:

Los placeres: los corporales y más altos son “placeres del momento” e implican generalmente un cierto estímulo externo.

Satisfacciones: Las satisfacciones implica la consecución del objetivo por el cual hemos trabajado, el flujo, la eliminación de la timidez, y el saber administrar las emociones negativas para beneficio del objetivo (defensa). Pero cuando una satisfacción viene a las emociones positivas de un final entonces nos sentiremos protegidos.

Geografia

Estudiosos elaboran primer mapa que ubica a los más y menos dichosos del mundo

Viviana Gómez Espinoza

La ansiada felicidad sigue siendo la utopía por la que millones de mujeres y hombres siguen levantándose todos los días en su búsqueda y se sienten conminados a luchar cueste lo que cueste.

La gente busca la meta de ser feliz, satisfaciendo desde las necesidades materiales hasta la conquista del buen amor. Aunque en una sociedad de consumo como la nuestra, lo más probable es que lo

primero se haya convertido en la primera demanda.

El macro objetivo de la humanidad es la ventura. Sobre ella se ha edificado un mito oneroso que atraviesa la vida de generación en generación. Lo cierto es que lamentablemente no todos lo logran.

Son más los que se quedan en el camino, y muy pocos los que encuentran la plenitud en la tierra sumada a la realización.

Un conjunto de condiciones son las que permiten alcanzar la soñada meta de millones.

y la Cultura (UNESCO) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El balance de los datos permitió al investigador ubicar a los países estudiados en la escala correspondiente. El mapa elaborado es el resultado de los datos de 177 naciones y de una encuesta

sobre el tema a unas 80 mil personas.

White considera que este mapa podría ayudar a modificar los niveles de “desdicha”, que por las

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condiciones adversas, viven millones de personasen el planeta.

"El concepto de felicidad, o satisfacción en la vida, es actualmente una amplia área de investigación en la economía y la psicología", subrayó White. La encuesta reveló una fuerte interdependencia entre los

tres factores investigados.

Los consultados dijeron priorizar la salud, seguida de la situación económica y por último la educación.

Tres elementos que, según el estudio, garantizan una calidad de vida aceptable en donde el contenido emocional es capaz de catalizarse.

Sin estas condiciones, muchos millones de seres humanos en el mundo están desprovistos de las herramientas básicas para lograr una básica plenitud existencial.

Latinoamérica y África serían continentes en donde la felicidad está lejos de ser alcanzada.

Mapa de la infelicidad

Después de Dinamarca y Suiza, según las estadísticas, los más felices son los ciudadanos de Austria, Islandia, Bahamas, Finlandia y Suecia, mientras que entre los primeros veinte también están Costa Rica

(13), Holanda (15), Malasia (17) y Noruega (19), en tanto que el Reino Unido se queda en el cuadragésimo primer lugar, EEUU en el vigésimo tercero y España en el cuadragésimo sexto.

Entre los países latinoamericanos, figuran en la lista Argentina (56), Bolivia (117), Brasil (81), Chile (71), Colombia (34), Cuba (83), República Dominicana (42), Ecuador (111), El Salvador (61),

Guatemala (43), Honduras (37), México (51), Nicaragua (85), Panamá (39), Paraguay (75), Perú (115),

La Universidad de Leicester (Inglaterra) dio a conocer un estudio cuyo resultado sería el primer “mapa de la felicidad”, en el que esta utopía, lejos de ser sólo una condición emocional estaría ubicada en la

geografía concreta y terrena del planeta.

El mapa que fue elaborado por el experto en psicología social, Adrian White, levantó esta cartografía de la plenitud teniendo en cuenta el análisis de la esperanza de vida, el bienestar económico y el acceso

a la educación.

Estos tres, en apariencia sencillos elementos, a juicio de White, serían los que proporcionarían a una persona ubicarse en el lado donde sonríe el sol.

Según estos criterios, los países más felices del planeta serían Dinamarca y Suiza, mientras que los infelices, serían Zimbawe y Burundi.

Popular

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...Para tener acceso a algunos porcentajes sobre realidades más cercanas aún , les pregunté a 51 adolescentes que son alumnos míos de nivel secundario( cuyas edades oscilan entre 16 y 17 años) si se consideraban felices, qué entendían por felicidad y si creían que era lo mismo que éxito, bienestar y alegría .El 73 % de los adolescentes manifestó que se sentían bastantes felices y asociaron la felicidad a la familia, los amigos y los afectos en general; un 2 % solamente la asoció a cosas materiales y otro 2% expresó que los objetos materiales causan alegría pero no felicidad.

.Me sorprendió gratamente que aunque sea poco, un 8 %, pudo descubrir que la felicidad también se encuentra en la paz con uno mismo y con los demás. Y en cuanto a la diferencia entre los conceptos que les dí( éxito, bienestar, etc) un 90% fue incapaz de encontrar alguna diferencia o de establecer alguna distinción entre los mismos.

Deseo simplemente transcribir una respuesta de un alumno de 5to año que sintetiza aspectos valiosos:

Felicidad es sentir la pasión en cada momento, el placer de compartir y de cuidar lo que es nuestro. Es el sentimiento que se construye día a día, donde se augura la meta que junto a otros , se puede alcanzar.

Reír, llorar, cantar, o hasta el simple hecho de abrazar nos hace feliz, porque para ello no importa el por qué sino el cuándo, el cómo y con quién..Y también ser feliz es poder sentir el corazón de otro, que se acelera con nuestra presencia, porque la felicidad depende del amor.

http://www.upsocl.com/inspiracion/10-cosas-que-las-personas-que-son-muy-buenas-en-las-relaciones-hacen-de-manera-diferente/