faulkner, william - desciende moises

Upload: helder-manuel-martin

Post on 14-Apr-2018

245 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    1/160

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    2/160

    William Faulkner

    Desciende, Moiss

    Lion

    En la vida de los perros -me refiero a los perros utilizados paracazar osos y ciervos- juega un papel muy importante el whisky. Esdecir; los hombres que los aman, los hombres que emprenden durascaceras con estos duros e infatigables valientes perro de caza, songrandes bebedores. Tengo la plena certeza de que las mejores, lasms deliciosas charlas acerca de perros que he escuchado en mi vidatuvieron lugar en torno a una botella, tal vez en torno a dos o atres, bien en bibliotecas de casas urbanas o en dependenciasdomsticas de plantaciones o, mejor an, en los mismos campamentos;ante los troncos ardientes de los hogares cuando se trataba decasas, o ante las altas llamas de las hogueras alimentadas pornegros, a poca distancia de las tiendas desplegadas y fijas en latierra con estacas, cuando se trataba de campamentos. De modo queesta historia bien podra empezar tambin con whisky.

    Era diciembre; era el diciembre ms fro que haba conocido en todami vida. Llevbamos acampados una semana -yo slo tena diecisisaos entonces- y a los hombres se les haba acabado el whisky, asque Boon Hogganbeck y yo fuimos a Memphis a comprarlo, con unamaleta y una nota del mayor de Spain. O sea, el mayor Spain mandabaa Boon a comprar el whisky, y a m para hacer que Boon volviera alcampamento con el whisky en la maleta y no dentro de Boon. Boontena sangre india. Decan que la mitad, pero yo no lo creo. Creoque fue su abuela la que haba sido una india chickasaw, sobrina deljefe que posey un da la tierra que perteneca ahora al mayor deSpain, la tierra en la que cazbamos.

    Boon meda ms de un metro noventa de estatura, y tena la mente deun nio y el corazn de un caballo y la cara ms fea que yo habavisto en mi vida. Era como si alguien hubiera encontrado una nuez unpoco ms pequea que un baln de baloncesto y con un martillo demecnico le hubiera moldeado los rasgos faciales y luego la hubiesepintado, sobre todo de rojo.

    No era el rojo de los indios, sino un rojizo brillante y esplndidoen el que algo tendra que ver quiz el whisky, aunque lo msprobable era que fuera debido primordialmente a la dichosa yviolenta vida al aire libre.

    Sus arrugas -deba de tener unos cuarenta aos- seguramente levendran de mirar con ojos entrecerrados al sol o en la penumbra delos caaverales por donde haba escapado la caza, o haban sido

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    3/160

    grabadas en su cara por los fuegos de los campamentos, mientrastrataba de dormir sobre el fro suelo de noviembre o diciembre, a laespera del alba para salir de nuevo de caza, pues era como si eltiempo fuera simplemente algo que atravesara con su cuerpo como seatraviesa el aire, sin que lo envejeciera ms de lo que le envejecael aire. Sus ojos eran como botones de zapato, sin profundidad ni

    mezquindad ni generosidad ni perversidad ni bondad ni nada enabsoluto. Eran simplemente algo con lo cual poda ver.

    No tena profesin ni oficio ni cometido definido: se limitaba ahacer todo lo que el mayor Spain le mandaba.

    Aos despus, tras la muerte de Lion, el mayor le nombr jefe depolica de Hoke.s, la pequea poblacin situada en la linde del cotodel mayor Spain. Pero aquello habra de suceder ms tarde: Lion nohaba muerto todava.

    Aquel da nos levantamos a las tres de la madrugada. Ad nos tenapreparado el desayuno y dimos cuenta de l mientras oamos debajo dela cocina a los perros, que se haban despertado al olor del jamnque se estaba friendo o tal vez por el ruido de los pies de Ad en elpiso de arriba. Pudimos or a Lion, una vez tan slo y breve yperentorio, del mismo modo que el mejor cazador de un grupo ha dehablar slo una vez a los dems, salvo a los estpidos, y entre losperros del mayor Spain no haba ninguno estpido.

    A veces -segn deca el mayor- no poda evitar albergar en su casa aalguna gente estpida. Pero no importaba, porque no pretenda cazar

    con ella ni dependa de ella para la caza.

    Ad tena ya las mulas enganchadas en el carro, esperndonos; hacafro, el suelo estaba helado y las estrellas lucan ntidas yrutilantes. Yo no tiritaba; tena slo un temblor fuerte y lento yconstante; senta el estmago an caliente por el desayuno, unasensacin clida y grata en mi interior, mientras el exterior de micuerpo temblaba enrgica y lentamente, como si el estmago meflotara libre dentro igual que la esfera en el lquido de unabrjula marina.

    No perseguirn ninguna pieza esta maana -dije-. Ningn perro puedehoy tener olfato.

    Slo Lion -dijo Ad-. Es capaz de perseguir a un oso a lo largo deun glaciar de mil acres. Y de atraparlo tambin. Los dems perros noimportan, porque no hay ninguno que pueda compararse con l ni delejos.

    Bien, no van a salir a correr esta maana -dijo Boon, cortante ycategrico-. El mayor prometi que no saldran a cazar hasta queQuentin y yo volvamos.

    Estaba sentado en el pescante, al lado de Ad, con los pies envueltosen sacos de estopa y embutidos en una colcha, la de su jergn de la

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    4/160

    cocina, que le tapaba la cabeza por completo, de forma que su figurano guardaba parecido alguno con nada conocido. Ad se ri.

    Me gustara saber por qu necesita esperarte a ti el mayor. Es aLion a quien va a utilizar. En mi vida he odo decir que t hayastrado ni un oso ni ninguna otra carne al campamento.

    Santo Dios, el mayor no va a poner a Lion ni a ningn otro perro aperseguir ninguna pieza hasta que yo vuelva -dijo Boon-. Me loprometi.

    Y t azota a las mulas; es que quieres que me congele?

    Se comportaban de un modo extrao, y era a causa de Lion. Boon tenamala fama entre los negros, y sin embargo, cuando Lion tena algo

    que ver en la conversacin, aunque no se le mencionara siquiera, Adse diriga a Boon como si fuera un blanco quien hablara. Y Boon selo permita. Se comportaban de un modo extrao en relacin con Lion.Ninguno de ellos era su dueo ni tena esperanza alguna de llegar aserlo algn da, y no creo que se les ocurriera nunca pensar: megustara que ese perro fuera mo.

    Porque a nadie se le ocurrira pensar que Lion fuera propiedad dealguien, como a nadie se le ocurrira pensar que un hombre pertenece

    a otro, ni siquiera al mayor Spain. Era normal que se pensase que lacasa y los bosques le pertenecan, e incluso los ciervos y osos quehaba en ellos; hasta los ciervos y osos cazados all por otra genteeran abatidos por cortesa del mayor Spain, que los ofreca porpropia delicadeza y voluntad.

    Pero no Lion. Lion era como esos jefes de tribu aztecas o polinesiosa quienes no se considera hombres, sino ms que hombres y menos quehombres a un tiempo. Porque, una vez en el campamento, tampoco

    nosotros ramos hombres: ramos cazadores. Y Lion era el mejorcazador de todos nosotros, seguido por el mayor de Spain y por elto Ike McCaslin. Y no hablaba nuestra lengua, no porque no pudiese,sino porque era el jefe, el Hijo del Sol; conoca nuestra lengua,pero perteneca a un nivel superior para dignarse a hablarla; a esose deba el que viviera en el subsuelo, debajo de la cocina, y no aque fuera un perro, un animal: viva aparte por la misma razn quevivan aparte los jefes aztecas o polinesios, a quienes su propiadivinidad se lo exiga. Lion no era en absoluto propiedad del mayorde Spain; lo que suceda era que a Lion le gustaba ms el mayor quecualquiera de nosotros, de la misma manera que en un ser humanopodra haberse dado tal preferencia.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    5/160

    Ad y Boon se comportaban de un modo extrao en lo relativo a Lion.

    Uno casi hubiera pensado que Lion era una mujer, una mujer hermosa.Yo sola escucharles; esperaban hasta que el mayor de Spain se

    sentara a la mesa de pquer, o se acostara si bamos a salirtemprano al da siguiente, y entonces Boon y Ad, cada uno por suparte, trataban de atraer a Lion para que durmiera en su jergn. Addorma en la cocina y Boon en el cobertizo.

    Era divertido. Ponan una seriedad extrema en el asunto; nodiscutan entre ellos, sino que dirigan sus desvelos hacia Lion,tratando de persuadirle o de tentarle. Y a Lion le tena sin cuidadocon quin acabara durmiendo, y nunca se quedaba con ninguno de

    ellos mucho tiempo, ni siquiera cuando haban logrado persuadirle,pues el mayor de Spain entraba siempre con el farol en el cobertizode Boon o en la cocina, segn las ocasiones, y les obligaba a quesacaran fuera a Lion.

    Maldita sea -sola decir-, si se pasara la noche durmiendo concualquiera de vosotros la mitad de la noche tan slo, a la maanasiguiente no sera capaz de rastrear siquiera una mofeta.

    bamos, pues, bajo las estrellas aceradas, y el carro avanzaba asacudidas sobre las aceradas roderas, y a ambos lados se extenda elboscaje impenetrable y negro. A la derecha, no muy lejos, omosgritar a dos gatos monteses que estaban peleando. Luego llegamos ala va silenciosa, y Boon hizo seas al tren maderero de lamadrugada, y nos montamos en el clido furgn de cola rumbo aHoke.s, y yo me ech a dormir detrs de la estufa roja mientras Boony el revisor y el guardafrenos hablaban de Lion y de Old Ben comootra gente hablara de Sullivan y Kilrain o de Dempsey y Tunney. OldBen era un oso, y nosotros bamos a perseguirle para darle caza alda siguiente, tal como hacamos una vez al ao, cuando montbamos

    el campamento. En la regin conocan a Old Ben tanto como a Lion. Nos por qu le llamaban as, ni quin le puso ese nombre; slo s quefue hace mucho tiempo. Se le conoca bien por los lechones que habarobado y los graneros que haba saqueado y los perros que habamatado y las veces que haba sido acorralado y el plomo que llevabadentro del cuerpo (se contaba que haba sido alcanzado dos docenasde veces como mnimo, con escopetas de postas y hasta con rifles).Old Ben haba perdido tres dedos de la pata izquierda trasera en unatrampa de acero, y en la regin todo el mundo conoca su huella, ysin necesidad incluso de tener en cuenta el tamao.

    Deberan haberle llamado, pues, Dos Dedos; era como se les habavenido llamando en la regin durante un centenar de aos a los ososde dos dedos.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    6/160

    Su nombre, entonces, tal vez se deba a que Old Ben era un osoextraordinario -El Oso Jefe, como le llamaba el to Ike McCaslin-, ya que todo el mundo saba que mereca un nombre mejor.

    Llegamos a Hoke.s al amanecer.

    Nos apeamos del clido furgn de cola con nuestra ropa caquimanchada, nuestras cazadoras y nuestras botas embarradas. Boon no sehaba afeitado desde que montamos el campamento, pero no importabamucho porque Hoke.s no era ms que un aserradero y unas cuantastiendas, y la mayora de los hombres llevaban tambin las botasembarradas y ropa caqui. Buscamos un rincn donde esperar. Booncompr tres paquetes de rosetas de maz cubiertas de melaza y unabotella de soda en el quiosco de peridicos, y yo me fui a dormiracompaado por el ruido de sus mandbulas. Pero en Memphis nuestroaspecto ya no era el apropiado. Los altos edificios y los durospavimentos y los tranvas hacan que nuestras botas y nuestra ropa

    caqui parecieran un poco ms bastas y embarradas, y la barba de Boonpeor afeitada y su cara, por momentos, menos digna de haber salido ala luz fuera de los bosques, o al menos fuera del alcance del mayorde Spain o de alguien que la conociera y pudiera decir: No seasusten; este tipo no es malo; no les va a hacer dao. Boon avanzpor el piso de baldosas de la estacin, tratando de sacarse losrestos de maz de entre los dientes con la lengua -torca toda lazona de la boca-, con las piernas un poco separadas y un pocorgidas a la altura de las caderas, como si caminara sobre cristalpringado de grasa, y aquella incipiente barba azulada sobre mejillasy barbilla, muy parecida a estropajo usado o a las hilachas de un

    cedazo.

    Fuimos directamente y llenamos la maleta, y Boon se compr unabotella para l, pues -segn dijo- se la pensaba llevar a casacuando levantramos el campamento. Para cuando llegamos de nuevo aHoke.s al atardecer, sin embargo, la botella estaba vaca.

    Ech los primeros tragos en los lavabos de la estacin. Un hombreuniformado entr para decirle que all no se poda beber, perodespus de poner los ojos en la cara de Boon prefiri no decir niuna palabra. La segunda vez bebi el whisky en su vaso de agua,

    llenndolo bajo el borde del mostrados donde estbamos comiendo, yla camarera le dijo que no poda hacerlo. Entretanto, haba estadocontndoles a la camarera y a los dems clientes cosas de Old Ben yde Lion. Entonces, en cierto momento le vino a las mientes el temadel zoo, y esboz un plan que consista en volver apresuradamente alcampamento, coger a Lion y volver al zoo, donde -segn l- los ososse alimentaban de lenguas de gato y de helados y donde enfrentara aLion a todas las fieras, incluidos los elefantes y los tigres. Perologr subirlo al tren con la maleta, as que las cosas volvieron asu curso; Boon se puso a beber en medio del pasillo mientras leshablaba de Lion y de Old Ben a los viajeros, los cuales, al igualque el encargado de los lavabos no os decirle a Boon que all no sepoda beber, no osaron comportarse como si no quisieran escucharle.Llegamos a Hoke.s a la cada del sol; hice apearse a Boon y a lamaleta, y luego convenc a Boon para que cenara.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    7/160

    Cuando nos montamos en el furgn de cola del tren maderero de lanoche, que volva para adentrarse de nuevo en la espesura de losbosques, el sol enrojeca en su descenso y la temperatura parecihacerse ms clida. Yo volv a dormirme, sentado detrs de la estufaroja, mientras Boon y el revisor y el guardafrenos hablaron de Lion

    y de Old Ben y de la cacera del da siguiente. Ambos saban de loque Boon estaba hablando. En una ocasin me despert; habaoscurecido ya y el guardafrenos estaba asomado a la ventanilla.

    El cielo est nublado -dijo-.

    Esta noche va a deshelar, y maana los perros volvern a tenerolfato. A lo mejor Lion lo atrapa maana.

    Tendr que ser Lion o cualquier otro cazador. No podra ser Boon.

    Boon no saba disparar. Nunca haba matado nada mayor que unaardilla, al menos que se supiera, aparte de aquel negro aquella vez.Sucedi hace algunos aos. Se deca que el negro era un mal tipo,pero no puedo asegurarlo.

    Lo nico que s es que hubo un lo y el negro le dijo a Boon que laprxima vez que fuera a la ciudad sera mejor que se buscara unapistola, y Boon le pidi prestada una al mayor de Spain y,efectivamente, aquella tarde se encontr con el negro y el negrosac una de esas pistolas de dlar y medio que se compran porcorreo, y hubiera acribillado a Boon con ella, pero los tiros nunca

    llegaron a salir. Se oyeron cinco chasquidos y el negro siguiavanzando hacia Boon y Boon dispar cuatro veces y rompi la luna deun escaparate y le dio en una pierna a una mujer negra que pasabapor all y al fin, con el ltimo disparo, logr alcanzar al negro enplena cara a seis pies de distancia.

    Nunca supo disparar. El primer da de campamento, en la primerasalida que hicimos, el ciervo se fue derecho hacia Boon; al medirluego vimos que entre las huellas del ciervo y los cinco casquillosno haba cincuenta pies de distancia. Omos la vieja escopeta derepeticin de Boon: pam, pam, pam, pam, pam, y luego le omos a

    l, y seguro que los gritos se oyeron hasta en Hoke.s: Maldicin,ah viene! Cortadle el paso! Cortadle el paso!

    A la maana siguiente tenamos compaa en el campamento; habagente de Hoke.s y hasta de Jefferson, gente que vena todos los aospara salir con el mayor de Spain el da de la batida en busca de OldBen. Era un da gris y algo ms clido; desayunamos a la luz de losfaroles, mientras Boon frea los huevos y segua hablando, msexcitado y ms imprevisible y con la cara ms desaseada que nunca, yAd, sentado sobre una caja junto a la cocina, introduca loscartuchos pesados y macizos y grasientos en la carabina del mayor deSpain.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    8/160

    Oamos tambin a los perros en el patio, donde Ad los haba atado yaen parejas a la cerca. Los oamos a todos ellos -estallidos degruidos casi fragorosamente histricos- salvo a Lion.

    No emiti sonido alguno; nunca lo haca. Recuerdo que despus deldesayuno salimos fuera, a la luz dbil y hmeda y gris, y all

    estaba, separado de los dems perros y suelto; all, sobre suscuatro patas, parecan tan enorme como un ternero o como una cra deelefante o de bfalo, pese a su tamao. Tena algo de Walker, perola mayor parte de mastn. Era de un color parecido al de losalazanes oscuros, aunque tal vez fueran sus ojos de color topacio loque lo haca parecer tan oscuro. Lo recuerdo all plantado, con lasgrandes patas y la cabeza solemne y fuerte y aquel pecho casi tangrande como el mo. Podan apreciarse al tacto, bajo su piel, losmsculos largos y suaves y fuertes y quietos, que nunca delatabanplacer o disgusto alguno ante las caricias de nadie, ni del mayor deSpain ni de Boon ni de Ad ni de ningn desconocido. Permaneca all

    igual que un caballo, con la nica diferencia de que un caballopromete nicamente rapidez, mientras que Lion prometa -con laserenidad y el aliento que procura la promesa de alguien en quien seconfa plenamente- una capacidad inmensa no slo de valor y devoluntad y de pericia para rastrear y matar, sino de tenacidad, devoluntad de soportarlo todo ms all de cualquier lmite imaginableal que pudieran ser llamados su carne y su corazn. Lo recuerdoaquel verano en que cazbamos ardillas; recuerdo que cuando losdems perros recorran de un lado a otro el fondo del valle, a lacaza de mapaches o gatos monteses o de cualquier cosa que corriese ydesprendiese olor, Lion no iba con ellos. Se quedaba en el

    campamento con nosotros, y no para permanecer al lado del mayor deSpain o de Boon o de Ad o de alguien en particular, sino que selimitaba a quedarse echado por all cerca, en la actitud de esosleones tallados en piedra, con la cabeza alzada y las grandes patasextendidas ante l y quietas; nos acercbamos a l y le hablbamos ole acaricibamos, y l volva la cabeza lentamente y nos miraba conaquellos ojos de color topacio tan impenetrables como los de Boon,tan libres de mezquindad o generosidad o perversidad o bondad,aunque mucho ms inteligentes. Luego parpadeaba, y entonces uno sedaba cuenta de que Lion no le estaba mirando en absoluto. Uno nosaba qu estaba Lion viendo, qu estaba Lion pensando. Era como

    cuando alguien est sentado en el mirador con los pies apoyados enuna columna, y al cabo de un rato llega hasta a perder conciencia deque no est viendo ni la columna misma sobre la que apoya los pies.

    Las dos mulas estaban ya preparadas; una era para el mayor de Spain,que ira en compaa de Boon y Ad y de los perros, y la otra parato Ike McCaslin, que nos llevara hasta nuestras posiciones. Porquel y el mayor de Spain conocan a Old Ben tan bien como se conocanel uno al otro. Saban dnde tena su guarida y los lugares quefrecuentaba y la direccin que sola tomar cuando lo acosaban losperros. sa era la razn por la que, pese a llevar una semana en elcampamento, no habamos salido a perseguirlo todava. Era la tcticaque empleaba el mayor de Spain. Sala a la caza de Old Ben todos losaos, pero una vez tan slo, a menos que Old Ben se dejasesorprender en el curso de alguna incursin fuera de su territorio y

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    9/160

    los perros se topasen con l fortuitamente, como sucedi el segundoda de campamento. Omos cmo los perros descubrieron de prontoalguna pieza y la hicieron bajar en direccin al ro. Lion no estabacon ellos. Dejamos de orlos, y al cabo de un rato lleg Boonmaldiciendo.

    Pero la caza haba terminado por aquel da y volvimos al campamento.No habamos vuelto a or a los perros, pero al llegar al campamentovimos que ya haban vuelto: all estaban, encogidos debajo de lacocina, acurrucados unos contra otros en el ltimo rincn. Boon sesent en el suelo y se asom hacia abajo y los mir y maldijo, y toIke dijo que con quien se haban tropezado era con Old Ben. Porquelos perros conocan tambin a Old Ben, y los que no lo conocanprobablemente no tardaron mucho en conocerle. No eran cobardes. Loque suceda era que Lion no haba estado con ellos para dirigirlosen su ataque y acorralar y retener a Old Ben. Lion estaba con el

    mayor de Spain; llegaron al campamento alrededor de una hora mstarde; el mayor sujetaba a Lion con la tralla y dijo que se tratabade Old Ben, pues haba visto sus huellas, y segua tirando de latralla para sujetar a Lion porque la caza de Old Ben la reservabapara unos das ms tarde. Recuerdo al mayor montado en su mula a laluz gris de la maana, con el rifle cruzado sobre la silla, y aBoon, con su vieja escopeta al hombro, colgada de una cuerda dealgodn, maldiciendo mientras l y Ad se esforzaban por mantener alos perros sujetos para que los dems los desataran. Slo Lion y elmayor de Spain se mantenan serenos, y el mayor fue mirando en tornosuyo hacia nosotros y dijo: Nada de ciervos esta maana, muchachos.

    Esta vez es a Old Ben a quien buscamos.

    Quera decir que no deba haber disparos ni ruidos que pudierandesviar a Old Ben, pues deseaba que todos tuviesen las mismasoportunidades.

    To Ike me lo explic al indicarme el puesto que me tena asignado,despus de que viramos alejarse al mayor de Spain, con Lion pegadoa l y caminando al paso de la mula y Ad y Boon a la cabeza,encorvados hacia delante y casi al galope en medio del encrespadoclamor de los perros, como si cabalgaran sobre el oleaje.

    Qudate aqu hasta que mates un oso u oigas un cuerno, o hasta quepase una hora sin que oigas a ningn perro -me dijo-. Si Lion loacorrala, el mayor o Boon o yo tocaremos el cuerno para que vengantodos. Si pasa un buen rato y no has odo nada, vuelve alcampamento. Si te pierdes, qudate donde ests y grita y escucha.

    Te oir alguno de los muchachos.

    Tengo mi brjula -dije.

    Muy bien. Ahora qudate aqu y no te muevas. Puede que cruce elagua pantanosa precisamente por aqu; s que lo ha hecho otrasveces. No andes por los alrededores. Si viene hacia ti, dale tiempo

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    10/160

    para acercarse. Y entonces disprale al cuello -dijo, y desaparecien la penunbra gris.

    Haba amanecido ya; quiero decir que era ya pleno da por encima delos rboles, ya que all abajo, donde yo estaba, no llegara a habermucha luminosidad en todo el da. Nunca haba estado antes en

    aquella parte de la vaguada, porque el mayor de Spain no nospermiti cazar all para no importunar a Old Ben antes del da de lacacera. Me qued all, pues, bajo la copa de un gomero, junto alagua pantanosa, negra y apacible que sala de entre las caas,cruzaba un pequeo claro y se internaba de nuevo en las caas. Habaestado apostado con anterioridad en lugares donde exista laposibilidad de ver un oso, y tambin haba visto huellas de oso.Pero era diferente. Tena diecisiete aos; no haca ms que pensaren aquellos perros acurrucados unos contra otros en un rincn,debajo de la cocina, el da que tropezaron con Old Ben. Poda olerla soledad, el aislamiento, un algo que exhalaba aquel lugar en

    donde el mero paso de los humanos nada haba modificado, en donde nohaba huella de hacha o arado, un lugar que segua exactamente igualque cuando el primer indio se haba internado en l y mirado a sualrededor, con el arco en las manos, presto para usarlo. Pens enque Jefferson se hallaba slo a veinte millas, con sus casas en lasque las gentes pronto despertaran rodeadas de comodidad yseguridad, con sus tiendas y oficinas en las que a lo largo del dase reuniran para comprar y vender y conversar, y apenas podacreerlo. Pens: Est slo a veinte millas. Qu es lo que tepasa?, pero el otro lado de m, lo otro que haba en m deca: S,pero no eres ms que un insignificante montn de huesos y carne,

    incapaz de alejarte una milla sin la ayuda de tu brjula, incapaz desobrevivir aqu esta noche sin un fuego que te d calor y tal veztampoco sin un arma que te proteja.

    Haba olvidado que tena una escopeta. Lo haba olvidado porcompleto.

    Me estaba diciendo a m mismo que los osos negros no eranpeligrosos, que no atacaban al hombre a menos que estuvieranacorralados, cuando de pronto, con una especie de admirado asombro,pens: Adems, tengo una escopeta.

    Vaya, tengo una escopeta! Lo haba olvidado por completo. Ni lahaba cargado siquiera. La abr rpidamente; hurgu en los bolsillosde mi cazadora en busca de cartuchos. Ya no tena miedo; sucumbante una de esas ilusiones inconscientes y supersticiosas que padecela gente (o yo al menos). Pens que asustndome y no logrando cargarel arma a causa del miedo, iba a defraudar a los otros y dejarescapar a Old Ben cuando pasara por all. Ahora le atribua a OldBen poderes sobrenaturales. Lo imagin acechando entre las caas,calibrando sus posibilidades a la espera de que alguno de los que lecerraban el paso cometiera una equivocacin. Y yo la haba cometido.Crea, saba que de un momento a otro Old Ben embestira desde elcaaveral y pasara por mi lado y se alejara antes de que yopudiera cargar la escopeta. Tuve la sensacin de que nunca llegaraa levantar los dos cartuchos, y luego sent un deseo impetuoso de

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    11/160

    leer el nmero impreso en ellos para cerciorarme del calibre, aunquesaba perfectamente que lo nico que tena eran postas. Pero no lohice; cargu la escopeta y la cerr de golpe, mientras me volva endireccin al punto del caaveral por donde -segn me habahipnotizado a m mismo- estaba convencido de que surgira Old Ben.Creo que si se hubiera movido un simple pjaro en aquel punto,

    habra disparado.Pero no vi a Old Ben. A los que o fue a los perros. De pronto supeque antes de caer en la cuenta de lo que era los haba estadoescuchando unos segundos. Debi de ser cuando hicieron abandonar suescondite a Old Ben, porque pude or -slo una vez- a Lion. Suladrido no era particularmente profundo; era fuerte y rotundo,simplemente. En algn lugar del mbito gris, quiz una milla dedistancia, ladr una vez, y eso fue todo; era como si hubiera dicho:Muy bien, Viejo. Adelante. Fueron los otros perros los que armaronel alboroto; pero no vi a ninguno de ellos. Pienso que la vez que

    ms cercanos estuvieron fue a media milla como mnimo, y no pasaroncerca de ninguno de los puestos, pues no o ningn disparo. Me quedall, acurrucado, conteniendo la respiracin, con el seguro quitadoa pesar de que mi padre me haba enseado a no quitarlo nunca hastaver contra qu iba a disparar. Escuch cmo los perros pasaban delargo y se alejaban.

    No me mov. Esper. Pens que tal vez Old Ben se dara la vuelta yvolvera sobre sus pasos. Pero saba que no lo hara. SeguramenteOld Ben saba dnde estbamos apostados nosotros, probablementeeligi el nico trecho por donde poda pasar sin ser visto. Porque

    haba vivido mucho, haba sido perseguido muchas veces.

    Segu all, con el arma apuntada hacia adelante, pero ahora ech elseguro. No s cunto tiempo transcurri.

    Me volv bruscamente: era mi padre.

    No lo has visto? -dijo.

    No, seor. Pero era Old Ben, verdad?

    S. Eso dice to Ike. Ha cruzado el ro. Hoy ya no volver. As queser mejor que volvamos al campamento.

    Volvimos al campamento. El mayor de Spain ya estaba all, a lomos dela mula, con la escopeta de Boon colgada de la cuerda sobre elhombro (cont que Boon se haba parado el tiempo justo paraarrojarle la escopeta y le haba dicho: Ah tiene; coja estemaldito artefacto. No hay manera de que alcance a Old Ben con l).

    Haban enganchado ya las otras mulas al carro, y algunos de ellosestaban cargando en l la barca cuando nosotros llegamos, y el mayorde Spain nos cont que Old Ben y los perros haban cruzado el ro, yque Ad y Boon haban pasado a nado al otro lado, y que to Ikeesperaba en la orilla a que ellos volvieran con la barca.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    12/160

    Ha matado a Kate antes de cruzar el ro, y sin necesidad siquierade pararse -dijo el mayor de Spain-.

    Vamos, muchachos. Lion le segua a menos de quinientas yardas. Loacorralar pronto, y entonces lo cazaremos.

    As que volvimos al ro. Pero la barca era tan slo un bote paracazar patos, de modo que no cabran en l ms que el mayor de Spainy to Ike.

    Theophilus McCaslin, nieto de to Ike, dijo que a unas tres millasro abajo haba una barrera de troncos que lo cruzaba de orilla aorilla, as que l y algunos otros fueron a buscar el sitio. Tambinyo quera ir, pero mi padre dijo que sera mejor que volviera alcampamento, de modo que yo y unos cuantos ms volvimos con las mulasy el carro y el cadver del perro.

    Antes de llegar empez a llover; llovi lenta e ininterrumpidamentedurante toda la tarde; comimos y luego llegaron Theophilus y losdems y dijeron que haban cruzado el ro, pero que al no or nadahaban vuelto. Los hombres jugaron a las cartas un rato, no mucho,porque siempre haba alguien que se levantaba de cuando en cuando yse acercaba a la ventana y miraba el campo en direccin a losbosques, hacia los negros rboles que se erguan en medio de lalluvia y empezaban a diluirse como un dibujo a plumilla.

    Debe de haberlos hecho salir fuera de la regin -dijo alguien.

    Cuando oscureci segua an lloviendo. Pero no cenamos todava;aguardamos, y para entonces vigilbamos los bosques continuamente, ypoco antes de oscurecer, Theophilus McCaslin empez a tocar elcuerno cada cinco minutos para guiarlos si volvan. Cuandovolvieron, sin embargo, nadie los vio en absoluto; estbamos todosdentro, junto al fuego; slo omos el ruido en la puerta trasera yluego en el vestbulo; estbamos todava sentados cuando Boon entren la habitacin. Llevaba algo voluminoso envuelto en su cazadora,pero ni siquiera miramos aquel bulto, porque mirbamos a Boon.Estaba mojado y embarrado, y tena sangre por todas partes, sangresurcada por la lluvia.

    Pero no era eso. Era su cara, su cabeza. Una estra ensangrentada(podan verse las cinco marcas de la zarpa), ancha como mi mano,parta su pelo y descenda por un lado de la cabeza y por el brazohasta la mueca; un colgajo sanguinolento le penda de un costado dela cara (hasta el da siguiente no supe que era su oreja izquierda)y la pernera derecha del pantaln estaba desgarrada por completo yla pierna tena apariencia de carne de vaca cruda y la sangre que lemanaba de ella tena sus botas, oscurecindolas ms que la propialluvia. Pero tampoco era eso. Porque entonces vimos que lo que traaenvuelto en la cazadora era Lion. Boon se qued en la puerta,mirndonos, y se puso a llorar. Yo no haba visto nunca llorar a unhombre. Se qued all, a la luz de los faroles, grande como losespacios abiertos y ensangrentado como un cerdo, con aquella caradura y sin afeitar, arrugada y ms parecida que nunca a una nuez

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    13/160

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    14/160

    Volvimos a la casa; el mayor de Spain estaba sentado en el jergn,con la cabeza de Lion en el regazo, empapando un trapo en un cazo deagua y estrujndolo sobre la boca de Lion.

    Lion segua envuelto en la cazadora y tapado con una manta, paraevitar el contacto del aire con sus entraas.

    Pero no creo que sufriera ya. Estaba tendido, con la cabeza sobre larodilla del mayor de Spain y los ojos un poco abiertos y msamarillos que nunca a la luz de los faroles; en una ocasin vi cmosacaba la lengua y tocaba con ella la mano del mayor. Luego, haciamedianoche (el mayor de Spain haba mandado el carro al ro antes deseguir a Boon al interior de la casa), to Ike y Ad volvieron conOld Ben. Ad se qued en la puerta, como haba hecho Boon, con laslgrimas corrindole por las mejillas, como Boon, y to Ike noscont cmo haba sido, tal como se lo haba contado a l Ad: Lionhaba acorralado a Old Ben contra la copa de un rbol cado; los

    dems perros no se acercaron, y Old Ben alcanz a Lion y lo derrib,y Boon entr en escena corriendo, con el cuchillo de caza en lamano, y arroj hacia atrs a Lion, pero Lion no quiso quedar fuerade la lid; esta vez Boon salt a horcajadas sobre la espalda de OldBen y le hundi el cuchillo en la parte alta del costado; Boon -segn cont Ad- agarr limpiamente a Old Ben por la espalda,rodendole el cuello con un brazo, y Old Ben lanzaba sus zarpazoshacia atrs, a la cabeza y brazos de Boon, mientras Boon maniobrabacon la hoja en torno, hasta que al fin hall la vida.

    Boon volvi con el mdico poco antes de la salida del sol; el propio

    mdico nos cont que cuando su mujer abri la puerta, Boon la aparty fue hasta su cama y lo despert y lo sac de la cama a rastras,como si fuera un saco de harina. Pens que Boon estaba loco, enespecial cuando le vio la cara y la sangre y todo lo dems.

    Boon rehus quedarse el tiempo necesario para que se ocupara de susheridas; ni siquiera quiso esperar a que el mdico se vistiera. Nopermiti que el mdico hiciera nada por l hasta que hubieraatendido a Lion; se qued all, ensangrentado y con las ropasdesgarradas y el semblante desencajado diciendo: Slvelo, doctor.Dios, ms vale que lo salve!

    No pudieron administrar a Lion cloroformo; no se atrevieron.Tuvieron que ponerle las entraas en su sitio y coserle sinanestesia. Pero creo que tampoco entonces lo sinti, no creo quesufriera. Permaneci echado sobre el jergn de Boon, con los ojosmedio abiertos mientras el mayor le sostena la cabeza, hasta que elmdico termin su tarea. Y ni siquiera Boon pregunt: Vivir? Nossentamos y hablamos quedamente hasta el amanecer, y entonces salimosa ver a Old Ben. Tena los ojos tambin abiertos y los labiosreplegados en una mueca; vimos la hendidura limpia a la altura justodel hombro, donde Boon haba dado al fin con su vida, y la zarpatrasera mutilada y las pequeas protuberancias duras bajo la piel:los viejos proyectiles, las viejas victorias. Luego Ad nos dijo queel desayuno estaba listo. Comimos, y recuerdo que aqulla fue laprimera vez que no omos a los perros debajo de la cocina, aunque yo

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    15/160

    le pregunt a Ad y l me dijo que all estaban. Era como si Old Ben,muerto como estaba y yaciendo inofensivo sobre el patio, emanara unafuerza ms poderosa que la propia vida de los perros sin la gua deLion, y que los perros lo supieran.

    La lluvia haba cesado antes de medianoche, y hacia el medioda se

    alz un sol tenue y sacamos a Lion al porche, a la luz. Fue idea deBoon.

    Maldita sea -dijo-. Nunca le gust quedarse dentro de la casa. Losabis. Al menos vamos a sacarle ah fuera para que pueda ver losbosques.

    As que Boon desprendi las tablas del piso que hacan de base deljergn, a fin de poder levantarlo sin necesidad de mover a Lion, ylo sacamos al porche y nos sentamos. La gente de Hoke.s se habaenterado ya de que habamos cazado a Old Ben, y tambin de lo de

    Lion. Debieron de llegar al centenar las personas que en el curso dela tarde vinieron a ver a Old Ben y luego a Lion; se sentaban yhablaban quedamente de Lion, de las batidas en las que habaparticipado y los osos que haba acorralado, y Lion, de cuando encuando, abra los ojos (Boon lo haba tendido de manera que pudieraver los bosques sin moverse), no como si estuviera escuchando lo quedecan, sino como si mirara los bosques unos instantes antes devolverlos a cerrar, como si recordara otra vez aquellos bosques ocomprobara que an seguan all. Y acaso era eso lo que haca, puesesper hasta que oscureci para morir. Levantamos el campamentoaquella noche; partimos en el carro, en medio de la oscuridad. Para

    entonces Boon estaba completamente borracho. Cantaba a voz encuello.

    As fue como la muerte de Lion afect a las dos personas que ms loamaron, en caso de que pudiera llamarse amor a los sentimientos deBoon hacia Lion, o hacia cualquier otra cosa. Y creo que se podra,pues suele decirse que uno siempre ama aquello que le hace sufrir. Opuede que Boon no considerase sufrimiento el haber sido alcanzadopor los zarpazos de un oso.

    El mayor de Spain nunca volvi.

    Nosotros s; nos invit a volver siempre que quisiramos; parecacomplacerle el que lo hiciramos. Mi padre y los dems protagonistasde aquella cacera solan hablar de ello, de que tal vez podranpersuadir al mayor de que volviera siquiera una vez... Pero el mayorno quera; llegaba a ser casi cortante cuando se negaba. Recuerdoque, el verano siguiente, fui a su despacho a pedirle permiso parair a su hacienda a cazar ardillas.

    Puedes hacerlo cuando te plazca -dijo-. Ad se sentir contento detener a alguien que le haga compaa.

    Quieres llevarte a alguien contigo?

    No, seor -dije yo-. He pensado que tal vez Boon...

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    16/160

    Bien -dijo-. Le pondr un telegrama para que se encuentre contigoall.

    Boon era entonces jefe de polica de Hoke.s. El mayor de Spain llama su secretario y envi un telegrama a Boon en aquel mismo momento.

    No haba necesidad de aguardar una respuesta. Boon estara all;llevaba ya veinte aos como mnimo haciendo lo que el mayor de Spainle mandaba que hiciera. De modo que le di las gracias y segu allde pie y al cabo de unos instantes hice acopio de valor y le dije: Quiz si usted accediera a venir...

    Pero l hizo que callara. No s cmo lo hizo porque no dijo nada deinmediato. Pareci simplemente dirigir su atencin, sin siquieramoverse, hacia su escritorio y los papeles que haba sobre l.Permanec all mirando a aquel hombre pequeo y rechoncho de cabellogris, con ropa cara y discreta e inmaculada y anticuada camisa

    almidonada, a quien yo estaba acostumbrado a ver con embarrada ropacaqui, sin afeitar, a lomos de una mula y con la carabina cruzadasobre la silla, mientras Lion se ergua a su lado con la prestanciade un caballo de pura raza e inmvil como una estatua, con la cabezafuerte y solemne y su pecho esplndido. Ambos haban sidocuriosamente afines, tal como llegan a ser dos personasestrechamente unidas durante muchos aos en la ejecucin de algo quelos dos aman y respetan. No volvi a mirarme.

    No. Voy a estar muy ocupado.

    Pero, si tienes suerte, puedes traerme unas cuantas ardillas cuandovuelvas.

    S, seor -dije-. Lo har.

    Llegu a Hoke.s temprano y cog el tren maderero de la maana y nosinternamos en los bosques y me dejaron en el cruce. Todo estabaigual, aunque diferente, porque era verano y los bosques estaban enla plenitud de las hojas, muy diferentes a cuando en aquella albaacerada Boon y yo hicimos seas al tren que habra de llevarnos aHoke.s, camino de Memphis.

    Adems haca calor. Ad estaba all en el carro para recibirme.

    Nos estrechamos la mano.

    Est ya aqu el seor Boon?

    -dije.

    S, claro. Lleg anoche. Para la salida del sol ya estaba en losbosques. Se fue hasta el rbol Gomero.

    Yo saba dnde era. Se trataba de un gomero aislado y grande,situado en un viejo claro que haba junto a la linde de los bosques.Si se llegaba a l con sigilo en esta poca del ao, justo despus

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    17/160

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    18/160

    tena en el regazo, y entonces vi que el rbol pareca haber cobradovida a causa de las asustadas ardillas. Las vi correr de rama enrama, tratando de escapar, y precipitarse raudas tronco abajo, yvolver a subir a la copa. Entonces vi lo que Boon estaba golpeando:un trozo de su escopeta. Al acercarme vi el resto de ella hechotrizas en torno a l, en el suelo; encorvado, con su cara de nuez

    desencajada y apremiante y empapada de sudor, golpeaba con furia lapieza que tena en el regazo. Estaba viviendo, como siempre habahecho, el momento presente; nada en el mundo -ni Lion ni nadaperteneciente al pasado- importaba para l, salvo su cleraimpotente contra su escopeta rota. No se detuvo; ni siquiera alz lamirada para ver quin era; se limit a gritarme con voz ronca ydesesperada.

    Fuera de aqu! -dijo-. No las toques! Son mas!

    Gente de antao

    Al principio no haba nada salvo la fra, tenue, persistente lluvia,la gris y constante luz de aquel amanecer de avanzado noviembre ylas voces de los perros que convergan en ella en alguna parte.Entonces Sam Fathers, que estaba de pie a mi espalda, como cuandohace cuatro aos dispar contra mi primer conejo, me toc y empec atemblar, aunque no de fro, y acto seguido all estaba el ciervo. Nopodamos verle pero all estaba; no era como un fantasma, era comosi toda la luz se hubiera condensado en l y l fuera la fuente deella, y no slo se moviera en ella, sino que la difundiera, y corra

    ya, y al principio lo vimos como siempre se ve a un ciervo en esafraccin de segundo que sigue al instante en que l le ha visto auno, y se alzaba ya en ese primer salto en el aire, con las astassemejantes en la penumbra a una pequea mecedora en equilibrio sobrela cabeza.

    Ahora -dijo Sam-. Dispara rpido y sin precipitarte.

    No recuerdo en absoluto aquel tiro.

    Ni siquiera recuerdo lo que hice luego con la escopeta. Corra, y

    luego estaba en pie sobre l, que yaca sobre la tierra mojada, enademn de seguir corriendo y sin ningn aspecto de estar muerto.Volv a temblar violentamente y Sam estaba a mi lado y yo tena sucuchillo en la mano.

    No te acerques a l de frente -dijo Sam-. Si no est muerto, tehar pedazos con las pezuas. Acrcate por detrs y cgele por lasastas.

    As lo hice -tir hacia atrs de un asta y deslic el cuchillo deSam por la garganta tensa-, y Sam se agach y empap sus manos en lasangre caliente y las frot contra mi cara. Luego hizo sonar elcuerno y hubo un alboroto de perros a nuestro alrededor, y Jimbo yBoon Hogganbeck los retiraron de all una vez que todos elloshubieron probado la sangre. Luego mi padre y el mayor de Spain, a

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    19/160

    caballo, y Walter Ewell, con aquel rifle -haca mucho tiempo que laptina azulada del can se haba borrado- que no fallaba nunca, nosmiraban: al viejo de setenta aos que durante dos generaciones habasido un negro, pero cuyo porte y semblante segua siendo el de unjefe chickasaw, y al chico blanco de doce aos con huellas de manosensangrentadas en la cara, sin otro afn que mantenerse erguido y

    evitar que su temblor fuera evidente.Se port como es debido, Sam?

    -dijo mi padre.

    Se port como es debido -dijo Sam Fathers.

    ramos el chico blanco -no un hombre todava-, cuyo abuelo habavivido en la misma regin y del mismo modo ms o menos en que elchico vivira al llegar a la edad adulta, dejando a su vez a sus

    descendientes en aquella tierra, y el viejo de ms de setenta aos,cuyos abuelos haban posedo esa tierra mucho antes de que el hombreblanco hubiera puesto los ojos sobre ella, y se haban ya esfumadode ella con todos los de su especie, y su sangre -aquella sangre quedejaron tras ellos y que corra ahora en otra raza, aquella sangreque incluso fue esclava durante un tiempo y que discurra ahorahacia el fin de su ajeno curso- haba quedado estril. Pues SamFathers no tena hijos.

    Su abuelo fue el propio Ikkemotubbe, que se puso a s mismo elnombre de Doom. Sam me cont la historia: Ikkemotubbe, hijo de la

    hermana del viejo Issetibbeha, escap en su juventud a NuevaOrleans, y siete aos ms tarde volvi a la plantacin, en el nortede Mississippi, con un compaero francs llamado Chevalier Soeur-Blonde de Vitry, que a su vez deba de haber sido el Ikkemotubbe desu familia y que llamaba ya Du Homme a Ikkemotubbe, y la esclavaque habra de ser la abuela de Sam, y casaca y sombrero con galonesde oro y una cesta de mimbre con una camada de cachorros y unatabaquera de oro llena de polvo blanco. Salieron a su encuentro enel ro dos o tres compaeros de soltera en su juventud, y a la luzde una tea humeante, que centelleaba sobre los galones dorados de lacasaca y el sombrero, Doom sac de la cesta uno de los cachorros, le

    puso una pizca de polvo blanco de la tabaquera de oro en la lengua yel cachorro, de inmediato, dej de ser un cachorro para siempre.

    Al da siguiente, el hijo de ocho aos de su primo Moketubbe -jefehereditario del clan al morir Issetibbeha- muri sbitamente, yaquella tarde Doom, en presencia de Moketubbe y de la mayor parte delos otros (de la Gente, como Sam los llam siempre), sac otrocachorro de la cesta y le puso una pizca de polvo blanco en lalengua, y entonces Moketubbe abdic y Doom se convirti en efecto enel Hombre, como su amigo francs ya le llamaba de antemano.

    Doom cas a la esclava, embarazada a la sazn, con uno de losesclavos que acababa de heredar -de ah el nombre de SamFathers(1#), pues en chickasaw su nombre fue Tuvo-DosPadres-, y mstarde, hace casi cien

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    20/160

    (1#) Fathers: padres. (N. del T.) aos, vendi a ambos y al nio (supropio hijo) a mi bisabuelo.

    Sam haba vivido hasta haca tres aos en nuestra granja, que estabaa cuatro millas de Jefferson, aunque de lo nico que se ocup all

    siempre fue de los trabajos de herrera y carpintera. Viva entrenegros, en una cabaa entre cabaas, y trataba con negros y sevesta como los negros y hablaba como los negros y de cuando encuando asista a una iglesia para negros. Pero, pese a todo ello,segua siendo el nieto de aquel jefe indio, y los negros lo saban.Tambin la abuela de Boon Hogganbeck haba sido una chickasaw, yaunque a partir de entonces la sangre haba sido blanca y Boon eral mismo un hombre blanco, su sangre india no era la de un jefe.

    Poda verse al instante la diferencia cuando se los vea juntos, eincluso Boon pareca saber que exista aquella diferencia; incluso

    Boon, a quien, siguiendo su tradicin, jams se le haba ocurridopensar que pudiera haber alguien mejor nacido que l mismo. Unhombre poda ser ms listo, admita, o ms rico (con ms suerte,como l deca), pero no mejor nacido.

    Boon era un mastn, absolutamente fiel a mi padre y al mayor deSpain, de quienes dependa por entero hasta para el propio sustento;era muy valeroso e intrpido, esclavo de todos los apetitos y casiirracional. Era Sam Fathers quien, no slo ante mi padre sino antetodos los blancos, se comportaba con gravedad y dignidad y sinservilismo, o sin recurrir a aquel muro impenetrable de pronta y

    fcil risa jubilosa que los negros suelen alzar entre ellos y losblancos; trataba a mi padre no nicamente de hombre a hombre, sinocomo un hombre de edad trata a otro ms joven.

    l me ense lo que aprend de los bosques, y a cazar, y cundodeba disparar y cundo no deba disparar, y cundo matar y cundono matar, y mejor an, lo que deba hacer luego con las piezas.Sola hablarme, sentados ambos bajo las cercanas y vivas estrellas,sobre la cima de una colina en el esto, mientras esperbamos or alos perros, que volvan hostigando al zorro rojo o gris, o junto alfuego en los bosques de noviembre o de diciembre, mientras los

    perros seguan el rastro de un mapache a lo largo del arroyo, o enla negrura de pez y el pesado roco de las maanas de abril sinhoguera alguna, apostados bajo la percha donde dorman los pavos, ala espera de la luz del da. Yo no le haca preguntas; Sam era sordoa las preguntas. Me limitaba a esperar y a escuchar, pues en sumomento l empezara a hablar de los viejos tiempos y de la Gente, ala cual no haba conocido y por tanto no poda recordar, y para laque la otra raza cuya sangre corra en l no le haba brindadosustituto alguno.

    Y gradualmente, a medida que hablaba de aquellos viejos tiempos y deaquellos hombres esfumados y muertos y pertenecientes a una razadistinta de las que yo conoca, los viejos tiempos dejaban de serviejos tiempos y se convertan en presente, no slo como si hubierantenido lugar ayer sino como si estuvieran teniendo lugar hoy y

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    21/160

    algunos de ellos no hubieran tenido lugar todava y fueran aacontecer maana, de modo que al final me daba la impresin de queni siquiera yo exista todava, de que nadie de mi raza ni de laotra raza que trajimos con nosotros a esta tierra haba puesto anpie en ella; de que, aunque hubiera pertenecido a mi abuelo y ahorafuera de mi padre y algn da fuera ma aquella tierra en la que

    cazbamos y sobre la que ahora descansbamos, nuestro derecho sobreella era en realidad tan banal e irreal como aquel ttulo arcaico ydesvado que figuraba en uno de los libros de registro de propiedadde la ciudad, y de que all el husped era yo, y Sam Fathers elportavoz del anfitrin.

    Hasta haca tres aos haban sido dos: Sam y un chickasaw de puraraza, que en cierto modo resultaba ms asombrosamente perdidoincluso que el propio Sam Fathers. Se haca llamar Jobaker, como sisu nombre fuera una sola palabra. Nadie conoca nada de su historia.Era un eremita; viva en una pequea y mugrienta cabaa situada en

    la bifurcacin del arroyo, a cuatro o cinco millas de nuestra granjay aproximadamente a la misma distancia de cualquier otra morada.Viva de la caza y de la pesca y no tena trato con nadie, ni negroni blanco; ningn negro se atreva siquiera a cruzarse en su camino,y ningn hombre se atreva a acercarse a su choza excepto Sam, y yosola verlos juntos, quiz una vez al mes, en el taller de Sam: losdos viejos, en cuclillas sobre el suelo sucio, hablando en unamezcla de ingls negroide y de dialecto llano de las colinas, en laque de cuando en cuando se deslizaba alguna frase en aquella viejalengua que yo, a medida que pasaba el tiempo y segua sentndome conellos a escucharles, empezaba a aprender. Luego Jobaker muri. Es

    decir, nadie lo vio durante un tiempo.

    Entonces una maana, Sam Fathers desapareci tambin; ninguno de losnegros saba dnde ni cundo, hasta aquella noche en que unos negrosque cazaban zarigeyas vieron las sbitas llamaradas y se acercaron.Era la choza de Joe Baker, pero antes de que pudieran aproximarse aella alguien dispar contra ellos. Era Sam.

    Nadie logr encontrar nunca a Joe Baker.

    Dos das despus, Sam baj a la ciudad a pie y entr en la oficina

    de mi padre. Yo estaba all; entr sin llamar y se qued de piedelante de mi padre, l, el indio, con aquel rostro indio pese a susropas de negro.

    Quiero irme -dijo-. Quiero irme a vivir al gran valle.

    A vivir? -dijo mi padre.

    Puede arreglarlo con el mayor de Spain -dijo Sam-. Podra vivir enel campamento y mantenerlo listo para cuando vayan ustedes. Oconstruirme yo mismo una casita.

    Ambos se miraron durante unos instantes. Al cabo mi padre dijo: Deacuerdo. Yo lo arreglar.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    22/160

    Y Sam se fue. Y eso fue todo.

    Yo tena nueve aos entonces; me pareca perfectamente natural elque nadie, ni siquiera mi padre, discutiera con Sam, del mismo modoque yo no hubiera osado hacerlo. Pero no poda entender por qu Samactuaba as.

    Si Joe Baker ha muerto, como dicen -dije-, y a Sam ya no le quedanadie de su raza, por qu quiere irse al gran valle, donde nuncapodr ver a nadie ms que a nosotros, y slo unos pocos das, cuandovayamos a cazar en otoo?

    Mi padre me mir. No con ojos curiosos, sino pensativos. Entonces nome di cuenta. No record aquella mirada hasta ms tarde. Luego dejde mirarme.

    Tal vez sea eso lo que quiere -dijo.

    As que Sam se fue. Posea tan poco que pudo llevrselo consigo. Y apie. No permiti que mi padre hiciera que le llevaran en carro, noquiso llevarse ninguna mula. Simplemente se fue una maana. Lacabaa, en la que haba vivido durante aos y en la que no haba sinembargo muchas cosas, qued vaca; el taller, en el que nunca habahabido gran actividad, qued ocioso. En noviembre, ao tras ao,viajbamos al gran valle, al campamento; el mayor de Spain y mipadre y Walter Ewell y Boon y to Ike McCaslin y dos o tres personasms, con Jimbo y to Ash de cocineros, y los perros. Y all estabaSam; nunca dej traslucir si se alegraba de vernos; nunca dej

    traslucir si le apenaba vernos marchar. Iba conmigo cada maanahasta mi puesto, antes de que soltaran a los perros. Miemplazamiento era de los peores, naturalmente, pues yo tena slonueve y diez y once aos y nunca haba visto siquiera un ciervo a lacarrera. Y all nos apostbamos; Sam un poco ms atrs y desarmado,igual que cuando, a los ocho aos, dispar a aquel conejo quecorra. Solamos quedarnos all, en los amaneceres de noviembre, yal cabo de un rato oamos a los perros. A veces llegaban raudos ypasaban de largo, muy cerca, fragorosos e invisibles; en ciertaocasin omos los cinco pesados estampidos de la vieja escopeta derepeticin de Boon, con la que jams haba matado nada mayor que un

    conejo o una ardilla -sorprendidos en reposo-, y en otra, desdenuestro puesto, omos dos veces el estampido seco y sinreverberacin del rifle de Walter Ewell, y entonces no era necesarioesperar a or su cuerno, pues no fallaba jams.

    Nunca conseguir un buen disparo -deca yo-. Nunca conseguir matarninguna pieza.

    S, lo logrars -deca Sam-.

    Debes esperar. Llegars a ser un cazador. Llegars a ser un hombre.

    Y lo dejbamos all. Sola venir hasta el camino, donde nos esperabael coche, para volver solo al campamento con los caballos y lasmulas; como Sam viva en el campamento de forma permanente, mi padre

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    23/160

    y el mayor de Spain dejaban all los caballos y los perros. Ellossolan adelantarnos a caballo, y to Ash y Jimbo y yo bamos con Samen el carro, con las camas de campaa y la carne y las cabezas y lasastas, las mejores astas.

    El carro serpeaba por entre los imponentes gomeros y cipreses y

    robles, en donde jams haba retumbado el hacha, y las impenetrablesmaraas de caa y brezo, murallas ambas cambiantes aunqueinmutables, allende las cuales, no muy distante, la inmensidadsalvaje pareca inclinarse, encorvndose un poco, para mirarnos yescuchar, no con hostilidad manifiesta, puesto que ramos demasiadoinsignificantes y nuestra estancia all demasiado breve e inofensivapara concitar enemistad, sino tan slo cernindose, oculta y casiindiferente. Luego emergamos, dejbamos la espesura a nuestraespalda, y la lnea de separacin resultaba tan marcada como un murocon portn.

    Sbitamente, a ambos lados, se extendan esquilmados campos dealgodn y de maz, desolados e inmviles bajo la lluvia gris; habrauna casa tambin, y establos, donde la mano del hombre ara en untiempo fugazmente, mantenindolos en pie. El muro de espesuraquedaba a nuestra espalda, imponente y quieto y en aparienciaimpenetrable a la luz apagada y gris. El coche estara esperndonos,y junto a l, ya pie en tierra, mi padre y el mayor de Spain y toIke. Entonces Sam se bajaba del carro y montaba uno de los caballosy se volva atrs, con las dems monturas atadas en hilera a suespalda. Yo sola mirarlo unos instantes, recortado sobre el muroalto y arcano, hacindose ms pequeo por momentos. l no miraba

    atrs. Y al fin se adentraba en l, retornando a lo que constitua -segn crea yo, y pienso que tambin mi padre- su aislamiento y susoledad.

    As, el momento haba llegado; apret el gatillo y dej de ser unnio para siempre y me convert en un cazador y en un hombre. Era elltimo da. Levantamos el campamento aquella tarde, y partimos; mipadre y el mayor de Spain y el to Ike y Boon montando los caballosy las mulas, y Walter Ewell y el viejo Ash y Jimbo y yo con Sam enel carro, con el equipaje y la piel y las astas de mi ciervo. Podrahaber habido otros trofeos en el carro, pero yo no habra reparado

    en ellos, pues para m era prcticamente como si Sam y yosiguiramos solos y juntos en mi puesto, como aquella maana. Elcarro serpeaba zarandendose entre aquellos muros cambiantes einmutables, ms all de los cuales la inmensidad salvaje nos mirabaal pasar, lejos de ser hostiles ya, nunca ya hostiles desde que miciervo segua saltando y saltaba para siempre, mientras los trmuloscaones de mi escopeta cada vez ms firmes, firmes para siempre alfin, retumbaban; y el instante en que el ciervo, pese a ser suinstante mortal, salt, ya para siempre inmortal, y el disparo y SamFathers y yo y la sangre con la que me haba marcado para siempreramos uno en la inmensidad salvaje, que al fin me haba aceptadoporque Sam haba dicho que me haba portado como deba.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    24/160

    El carro segua su curso serpenteante cuando, de pronto, Sam lodetuvo y todos pudimos or el inconfundible e inolvidable ruido quehace un ciervo al salir al descubierto.

    Entonces Boon grit desde ms all del recodo del sendero; mientraspermanecamos quietos en el carro parado, y Walter y yo tratbamos

    de alcanzar las escopetas, Boon volva al galope por el sendero,azotando a la mula con el sombrero y gritndonos con la caradesencajada y llena de estupor. Luego aparecieron por el recodo mipadre y los dems.

    Coged a los perros! -gritaba Boon-. Coged a los perros! Aunquetuviera slo un asta, tendra catorce puntas! Estaba all mismo, enaquel bosquecillo de papayos! Si llego a saberlo, le habra cortadoel cuello con mi navaja!

    A lo mejor por eso sali corriendo -dijo Walter-. Vio que no

    llevabas escopeta.Walter se haba bajado ya del carro con su rifle. Luego me baj yocon mi escopeta, y mi padre y el mayor de Spain y to Ike acababande llegar y Boon se baj de la mula como pudo y se puso a hurgarentre el equipaje en busca de su escopeta, mientras segua gritando:Los perros! Los perros!

    Y tambin a m me pareci que iban a tardar toda una eternidad endecidir qu hacer: ellos, los viejos en cuyas venas la sangrediscurra lenta y fra, en quienes la sangre, en el curso de los

    aos que nos separaban, se haba vuelto una sustancia diferente yms fra que la ma, e incluso que la de Boon y Walter.

    Qu dices t, Sam? -dijo mi padre-. Podrn los perros hacer quevuelva?

    No necesitamos a los perros -dijo Sam-. Si no oye a los perros trasl, dar un rodeo y hacia la puesta del sol volver aqu paradormir.

    Muy bien -dijo el mayor de Spain-. Vosotros, muchachos, coged los

    caballos. Nosotros seguiremos en el carro hasta el camino y nosquedaremos esperando.

    As que mi padre y el mayor y to Ike subieron al carro, y Boon yWalter y Sam y yo montamos en los caballos y dimos la vuelta ysalimos del sendero. Cabalgamos durante aproximadamente una hora enla tarde gris e indistinta, cuya luz no era muy diferente de la delamanecer y se convertira en oscuridad bruscamente, sin estadiosintermedios. Entonces Sam hizo que nos detuviramos.

    Nos hemos alejado ya lo suficiente -dijo-. Vendr en direccincontraria al viento, y le disgusta el olor de las mulas.

    Desmontamos, pues, y atamos a las mulas y seguimos a pie a Sam en latarde indistinta, por los bosques sin sendas.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    25/160

    Tienes tiempo -me dijo Sam en cierto momento-. Llegaremos antes quel.

    As que trat de ir ms despacio.

    Es decir, trat de aminorar, de hacer ms lenta la vertiginosaprecipitacin del tiempo, de aquel tiempo en el que el ciervo que nisiquiera haba visto estaba movindose, de aquel tiempo que -segnme pareca- lo estaba alejando ms y ms y cada vez msirremediablemente de nosotros, pese a que ningn perro lo haca huira la carrera todava. Seguimos caminando; me pareci que caminamospor espacio de una hora.

    De pronto, estbamos sobre la ladera de un cerro. Nunca haba estadoall, tampoco poda ver el cerro; lo nico que saba era que elterreno se haba elevado ligeramente, pues la maleza se haba

    espaciado un tanto y el suelo que no poda verse ascenda hacia unatupida urdimbre de caas.

    Aqu es -dijo Sam-. Seguid el cerro y llegaris a dos cruces. Yaveis las huellas.

    Boon y Walter siguieron adelante.

    Pronto desaparecieron de nuestra vista, y una vez ms Sam y yo nosquedamos inmviles contra el tronco de un roble de los pantanos,entre unos matorrales semejantes a mechones, y de nuevo, como a la

    maana, no hubo nada.

    Haba la alta y melanclica soledad, a la luz mortecina; haba elleve susurro de la tenue y fra lluvia que no haba cesado en todoel da; entonces, como si hubiera estado esperando a que nosapostramos y permaneciramos inmviles, la inmensidad salvajevolvi a respirar.

    Pareca inclinarse sobre s misma, por encima de nuestras cabezas,por encima de Walter y de Boon, de m y de Sam, ocultos en nuestrosrespectivos escondites, tremenda y alerta e imparcial y omnisciente,

    mientras el ciervo se mova dentro de ella en alguna parte, sinlanzarse a la carrera, pues no haba sido perseguido, ni temeroso nitemible sino slo alerta, como nosotros, tal vez ya dando un rodeo,tal vez muy cerca, consciente tambin de la mirada del rbitroinveterado e inmortal. Porque yo tena tan slo doce aos y algo mehaba sucedido aquella maana: en menos de un segundo haba dejadopara siempre de ser el nio que haba sido hasta ayer.

    O acaso aquello no importaba; acaso ni siquiera un hombre urbano -ymenos an un nio- habra podido comprenderlo; acaso nicamentequienes crecen en el campo lleguen a entender el amor por la vidaque derraman. Empec otra vez a temblar.

    Me alegro de que el temblor me empiece ahora -susurr-. As se mehabr pasado cuando levante la escopeta...

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    26/160

    Calla -dijo Sam.

    Tan cerca est? -susurr. No nos movamos al hablar: slo nuestroslabios daban forma a las expirantes palabras-. Crees que...?

    Silencio -dijo Sam.As que me call. Pero no pude reprimir el temblor. No trat dehacerlo, pues saba que cesara cuando precisara la firmeza, ya queSam Fathers haba hecho de m un cazador.

    Permanecimos all inmviles, respirando apenas. Pronto caera elsol, si es que aquel da haba habido alguno. Hubo una condensacin,una densificacin de lo que en un principio consider la luzconstante y gris, hasta que ca en la cuenta de que era mi propiarespiracin, mi corazn, mi sangre... algo, y de que Sam me haba

    marcado realmente con algo que conservaba de su pueblo desaparecidoy olvidado. Entonces dej de respirar, y qued slo mi corazn, misangre, y en el silencio que sigui, la inmensidad salvaje dej derespirar tambin, inclinndose, agachndose en lo alto, con elaliento contenido, tremenda e imparcial y a la espera. Entonces eltemblor ces como ya saba que sucedera, y quit el seguro de laescopeta.

    Entonces aquello pas. Termin.

    La soledad no volvi a respirar; haba dejado de mirarme,

    simplemente, y miraba hacia otra parte, y yo saba, tan bien como silo hubiera visto, que el ciervo haba llegado hasta el borde delcaaveral y que, al vernos u olfatearnos, haba vuelto a internarseen l. Pero la soledad segua sin respirar, se limitaba a mirarhacia alguna otra parte. As que no me mov, y entonces, un segundodespus de caer en la cuenta de lo que estaba esperando or, loomos: el seco y nico estampido del rifle de Walter Ewell, tras elcual no haba que esperar el sonido del cuerno. Luego el sonido delcuerno nos lleg ladera abajo, y tambin de mi interior escap algoy entonces supe que nunca haba credo realmente que fuera aconseguir aquel disparo.

    Parece que ya est -dije-.

    Walter lo atrap.

    Me dispona ya a salir de la maleza, con la escopeta desplazada alfrente y el pulgar otra vez sobre el seguro, cuando Sam dijo: Espera.

    Y recuerdo que me volv a l, con la crueldad que da a un muchachoel pesar por la oportunidad perdida, por la fortuna perdida, y ledije: Que espere? A qu? No has odo el cuerno?

    Y recuerdo cmo estaba Sam. No se haba movido. No era alto, era msbien ancho y achaparrado; yo haba crecido mucho en aquel ltimo ao

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    27/160

    y no haba gran diferencia de estatura entre nosotros, y sin embargoSam estaba mirando por encima de mi cabeza.

    Estaba mirando ms all de m, hacia lo alto del cerro, de dondeprovena el sonido del cuerno de Walter, y a m no me vea.Simplemente saba que estaba all, pero no me vea. Y entonces vi al

    ciervo. Bajaba por el cerro; era como si saliera del sonido mismodel cuerno que anunciaba su muerte. No corra; caminaba, imponente ypausado, inclinando y ladeando la cabeza para hacer pasar las astasa travs de la maleza, y yo permaneca all, ahora con Sam a mi ladoy no detrs, como siempre haba estado, y mi escopeta, el arma quesaba que no iba a usar, estaba ya alzada hacia delante y sinseguro.

    Entonces nos vio. Y sin embargo no emprendi la huida. Se par uninstante, ms alto que cualquier hombre, mirndonos; luego templ,aprest los msculos. Ni siquiera modific su rumbo, no huy, no

    corri siquiera; se puso en movimiento con esa soltura alada y sinesfuerzo de los ciervos, y pas a menos de veinte pies de nosotroscon la cabeza alta y la mirada sin orgullo ni altivez, sino abiertay salvaje y sin miedo, y Sam, a mi lado, estaba con el brazo derechoen alto y la palma hacia el frente, hablando en aquella lengua queyo haba aprendido de escucharla en boca de l y Joe Baker, mientrasel cuerno de Walter, all en la cima, segua sonando, convocndonosa festejar la muerte de un ciervo.

    Salud, Jefe -dijo Sam-. Abuelo.

    Cuando llegamos arriba, Walter estaba de espaldas a nosotros,mirando al ciervo que yaca a sus pies. No alz la vista siquiera.

    Ven aqu, Sam -dijo quedamente.

    Nos acercamos a l, y tampoco alz la vista; sigui de pie, mirandoel pequeo ciervo de astas primarias que en la primavera pasadahabra sido apenas un cervato-. Era tan pequeo que estuve a puntode dejarle escapar -dijo-. Pero mira las huellas que ha ido dejando.Son casi tan grandes como las de una vaca. Si al lado de estashuellas que llegan hasta l hubiera otras, jurara que hubo otro

    ciervo que no llegu a ver.

    Cuando llegamos al camino donde nos esperaba el coche habaoscurecido.

    Empezaba a hacer fro, la lluvia haba cesado, el cielo se ibadespejando paulatinamente. Mi padre y el mayor de Spain y to Ikehaban encendido un fuego.

    Lo cazasteis? -dijo mi padre.

    Hemos cazado un conejo de los pantanos de buen tamao y con astasprimerizas -dijo Walter, descolgando de su mula el pequeo ciervo.

    Ninguno de vosotros ha visto al grande? -dijo mi padre.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    28/160

    No creo siquiera que lo viera Boon -dijo Walter-. Puede quetropezara con una vaca perdida y la confundiera con un ciervo.

    Entonces Boon estall en maldiciones; maldijo, para empezar, aWalter y a Sam por no llevarse a los perros, y luego al ciervo y

    finalmente contra todo.No importa -dijo mi padre-. Lo tendremos aqu esperndonos el otooque viene. Ser mejor que salgamos para casa ahora mismo.

    Era pasada la medianoche cuando dejamos a Walter a la puerta de sucasa, a dos millas de la ciudad, y bastante ms tarde cuando hicimoslo mismo con el mayor de Spain y to Ike en casa del mayor. Hacafro; el cielo estaba despejado; para la salida del sol habra cadouna intensa helada; bajo los cascos de los caballos y bajo lasruedas se haba ya formado hielo en el terreno. Yo no haba dormido

    gran cosa, slo un poco, y no a causa del fro. Pero de pronto leestaba contando a mi padre todo aquello, mientras el coche rodabahacia nuestra casa sobre el suelo helado y los caballos, ante laproximidad del establo, volvan a emprender el trote. Mi padre meescuch en absoluto silencio.

    Por qu no? -dijo-. Piensa en todo lo que ha sucedido aqu, enesta tierra. En toda la sangre ardiente y violenta y fuerte que haperseguido la vida, el placer. Tambin pasaron pesadumbre ysufrimiento, naturalmente, pero en cualquier caso sacando siemprealgo de todo ello, mucho, porque en ltima instancia uno no tiene

    por qu seguir soportando aquello que considera sufrimiento, puessiempre puede poner fin a tales situaciones. E incluso elsufrimiento y la pesadumbre son mejores que nada; no hay nada peorque no estar vivo. Pero uno no puede vivir eternamente, uno siempreconsume la vida antes de agotar todas las posibilidades de vivir. Ytodo ello debe estar en alguna parte; la tierra es poco profunda; alcavar en ella pronto se llega a la roca. Y ni siquiera ella quiereretener en su seno a las cosas. Mira las simientes, las bellotas,mira lo que sucede con la carroa cuando uno trata de enterrarla:tambin ella se niega, tambin ella hierve y pugna hasta salir denuevo al aire y a la luz, an vida del sol. Y ellos... -levant la

    mano un instante hacia el cielo, donde brillaban las estrellas,bruidas y heladas-, ellos no quieren eso, no lo necesitan. Adems,qu es lo que podra l buscar, vagando por aquellos parajes,cuando nunca tuvo tiempo suficiente para hacerlo por toda la tierraen vida, cuando hay multitud de lugares en la tierra, multitud delugares an idnticos a los de entonces, cuando, siendo l an decarne y hueso, la sangre era gozada y consumida?

    Pero nosotros deseamos su presencia -dije yo-. Queremos que siganentre nosotros. Hay sitio para ellos.

    De acuerdo -dijo mi padre-. Pero supn que carecen de sustancia,que no pueden proyectar sombra.

    Pero yo lo vi! -grit-. Lo vi!

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    29/160

    Calma -dijo mi padre. Dej que su mano descansara un instante sobremi rodilla-. Calma. S que lo viste.

    Tambin yo lo vi. Sam me llev una vez all despus de matar miprimer ciervo.

    Cuestin de leyes

    Lucas ech hacia atrs la silla y se levant de la mesa donde habacenado. Dirigi a su hija Nat, cuya expresin era hosca y alerta,una sola mirada fra.

    Me voy camino abajo -dijo.

    A estas horas de la noche?

    Adnde? -le pregunt su mujer-.

    Ayer te pasaste la noche entera rondando por el valle; volvistejusto a tiempo para enganchar y llegar al campo a la salida del sol!Necesitas acostarte si es que has de acabar de sembrar antes de queRoth Edmonds...

    Pero ya estaba fuera de la casa y no tena que seguir oyndola,ahora estaba en el camino, que discurra desvado y en penumbra bajoel cielo sin luna de la temporada de la siembra del maz, luego

    entre los campos donde el mes prximo, cuando la chotacabrasempezase a cantar, plantara el algodn, despus en el portn y enel camino particular y bordeado de robles que ascenda hacia lacima, donde brillaban las vivas luces de la casa del amo.

    Personalmente, no tena nada en contra de George Wilkins. Si GeorgeWilkins se hubiera limitado a cultivar, a trabajar la tierra que, lomismo que l, tena en aparcera con Roth Edmonds, l, Lucas, habraaccedido de buen grado a que Nat se casara con George, de mejorgrado que con cualquiera de la mayor parte de los negros machos dela vecindad. Pero no estaba dispuesto a permitir que ni George

    Wilkins ni nadie viniera a la regin en la que l haba vividodurante cuarenta y cinco aos y se pusiera a hacerle la competenciaen un negocio que, desde sus comienzos, vena trabajando cuidadosa ydiscretamente por espacio de veinte aos; desde que mont su primeralambique, durante la noche y en el mayor secreto, pues no habanecesidad de que nadie le dijera lo que Roth Edmonds hara en casode enterarse.

    No tena miedo de que George lograra robarle parte de su clientelade siempre con aquella especie de bazofia para cerdos que habaempezado a fabricar haca tres meses y a la que llamaba whisky. PeroGeorge Wilkins era un necio sin discrecin a quien tarde o temprano,inevitablemente, acabaran atrapando, y en consecuencia, tras cadaarbusto de la hacienda de Roth Edmonds habra un agente del sheriffapostado toda la santa noche durante los prximos diez aos. Y l,

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    30/160

    Lucas, no slo no estaba dispuesto a que su hija Nat se casara conun necio, sino que no tena intencin de permitir que un necioviviera en el mismo lugar que l.

    Cuando lleg a la gran casa, no subi las escaleras. Se qued al piede ellas, golpeando con los nudillos el borde de la veranda, hasta

    que Edmonds apareci en la puerta y escrut la oscuridad.Quin es? -dijo.

    Luke -dijo Lucas.

    Acrcate, ponte a la luz -dijo Edmonds.

    Hablar desde aqu -dijo Lucas.

    Edmonds se adelant. Lucas era el ms viejo; de hecho, cuando el

    padre de Carothers Edmonds muri, l llevaba ya veinticinco aos enaquella tierra, trabajando los mismos acres y viviendo en la mismacasa. Lucas tena sesenta aos como mnimo; se saba que tena unahija ya con nietos, y que probablemente era ms solvente que elpropio Edmonds, pues no posea nada que exigiera reparaciones yvallados y acequias fertilizantes, y por lo cual hubiera de pagarimpuestos.

    Y sin embargo Lucas, en aquel momento, dej de ser el negro que eray se convirti en un negro(1#), no tanto reservado cuantoimpenetrable,

    (1#) Nigger, en oposicin a Black o Negro, es un trminodespectivo sin correspondencia cabal en castellano y que en elcontexto que nos ocupa atiende ms a las caractersticas especficasde la raza sometida (en cuanto vista por un blanco) que a un nimoofensivo. (N. del T.) no servil ni recatado en extremo, sino inmvilall en la penumbra, bajo el hombre blanco, envuelto en una aura deestupidez intemporal e impasible, casi como un olor.

    George Wilkins tiene una destilera en la hondonada que hay detrsdel viejo campo del oeste -dijo con voz absolutamente uniforme y sin

    inflexiones-. Si quieren tambin el whisky, dgales que miren debajodel suelo de la cocina.

    Qu? -dijo Edmonds. Y entonces empez a rugir (en el mejor de loscasos, era un hombre de temperamento sanguneo)-: No os he dicho yaa vosotros, negros, lo que hara en cuanto descubriera la primeragota de ese brebaje ilegal en mis tierras?

    George Wilkins debera orlo tambin -dijo Lucas-. A m no tieneque decrmelo. Llevo en este lugar cuarenta y cinco aos, y ustedjams habr odo que yo haya tenido tratos con whisky de ningn tipoaparte de esa botella de whisky de la ciudad que su padre y usted mehan regalado siempre por Navidad.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    31/160

    Ya lo s -dijo Edmonds-. Tienes la sensatez suficiente, pues sabesde sobra lo que hara si alguna vez te cogiera. Y George Wilkins,para la salida del sol, desear... -Lucas permaneci all de pie,inmvil, parpadeando un poco, escuchando primero el rpido golpeteode los tacones iracundos del hombre blanco, y luego el prolongado yviolento chirrido de la manivela del telfono, y a Edmonds gritando

    al aparato-: S! l sheriff! Me tiene sin cuidado dnde est!Encuntrele!

    Lucas esper a que Edmonds hubiera terminado.

    Supongo que no me necesitar para nada ms -dijo.

    No -dijo Edmonds desde el interior de la casa-. Vete a casa yacustate. Quiero que para maana a la noche tengas plantada toda tuparcela sur del arroyo. Te has pasado el da por ah alelado, comosi no te hubieras acostado en una semana.

    Lucas volvi a casa. Estaba cansado. Se haba pasado en vela lamayor parte de la noche anterior, primero siguiendo a Nat para versi iba a encontrarse con George Wilkins despus de habrseloprohibido, luego en su rincn secreto de la parte baja del arroyo,ejecutando la ltima parte del plan y desmantelando su alambique ytransportndolo pieza a pieza y ocultndolo ms abajo del valle, yfinalmente volviendo a casa apenas una hora antes del alba.

    La casa estaba oscura; slo se alcanzaba a ver el dbil fulgor en lahabitacin donde l y su mujer dorman: las brasas entre cenizas, el

    fuego que encendiera en el hogar cuarenta y cinco aos atrs, cuandose mud a aquella casa, y que segua ardiendo entonces. El cuartodonde dorma su hija estaba a oscuras. No necesitaba entrar en lpara saber que estaba vaco. Contaba con ello. A George Wilkins lehaba sido dado disfrutar una noche ms de compaa femenina, porqueal da siguiente iba a fijar su residencia para mucho tiempo en unlugar en donde no la tendra.

    Cuando se meti en la cama, su mujer, sin despertar siquiera, dijo:Dnde has estado? Toda la noche por los caminos, mientras latierra pide a gritos la siembra... -Y dej de hablar, an dormida, y

    l, algn tiempo despus, despert.

    Era pasada la medianoche; yaca bajo la colcha, sobre el colchndesnudo; no triunfante, no vindicativo.

    Estara sucediendo ms o menos entonces. Saba cmo actuaban: elsheriff blanco y los funcionarios del fisco y los policas reptaransigilosamente entre los matorrales, empuando una o dos pistolas,rodearan el alambique y olisquearan cada tocn y alteracin delterreno como perros de caza, hasta dar con todas y cada una de lasjarras y barriles, que cargaran luego hasta donde les esperaba elcoche; tal vez hasta echaran un trago o dos para protegerse delfro nocturno antes de volver al escondrijo del alambique, dondeesperaran sentados a que George Wilkins entrara en lcandorosamente.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    32/160

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    33/160

    un alambique en mis tierras, pues saba condenadamente bien lo queyo hara, no en vano llevo aos dicindoles a esos negros de mihacienda lo que iba a hacer si alguna vez descubra una sola gota deese maldito whisky del demonio en mis tierras...

    Y recibimos la llamada telefnica del seor Roth -ahora era uno de

    los agentes quien hablaba: un hombre rechoncho y locuaz, con laspiernas embarradas a la altura de las pantorrillas y el semblante untanto tenso y fatigado-, y fuimos all y el seor Roth nos dijodnde mirar. Pero en la hondonada donde l dijo no haba ningnalambique, as que nos sentamos y nos pusimos a pensar dndeesconderamos un alambique si furamos uno de los negros del seorRoth, y fuimos y miramos y al cabo de un rato, en efecto, allestaba, desmontado y escondido todo con el cuidado y esmero delmundo, en la parte baja del arroyo, entre unos espesos matorrales.Pero se acercaba la hora del amanecer, as que decidimos volver acasa de George Wilkins para mirar debajo del piso de la cocina, como

    nos haba dicho el seor Roth, y tener luego una pequea charla conGeorge.

    Llegamos como a la salida del sol, y lo nico que nos dio tiempo aver fue a George y a esa chica caminando colina arriba en direccina la casa de Luke, con una jarra de un galn en cada mano, peroGeorge estrell las jarras contra unas races antes de que leechramos el guante. Luego la mujer de Luke empieza a chillar dentrode casa y damos la vuelta corriendo hasta la parte trasera y nosencontramos con otro alambique en el patio de Luke, con unoscuarenta galones del cuerpo del delito all apilados en el porche de

    atrs, como si tuviera intencin de organizar una subasta, y Luke encalzoncillos y faldones, de pie chillando: _Trae el hacha ydestrzalo! Trae el hacha y destrzalo!_ Pero a quin acusa? -dijo el comisario-. Fueron a detener a George, pero las pruebasacusan todas a Luke.

    Haba alambiques -dijo el agente-. Y George y la chica, los dosafirman que Luke lleva veinte aos haciendo y vendiendo whisky allmismo, en el patio trasero de esa casa propiedad del seor Roth.

    Parpadeando, Lucas se encontr con la mirada airada de Edmonds, una

    mirada en la que no haba reproche, en la que ya no haba sorpresa,sino un agravio torvo y furibundo. Luego, sin mover siquiera losojos y sin que se operara cambio alguno en su semblante, habadejado de mirar a Edmonds y parpadeaba con calma, escuchando a sulado la respiracin pesada de George Wilkins -semejante a la dealguien sumido en un profundo sueo- y las voces de los blancos: Pero no pueden hacer que su propia hija testifique contra l.

    Pero puede hacerlo George -dijo el agente-. George no es parientesuyo. Y no digamos si George se ve, como ahora, en el aprieto detener que pensar, y rpido, en algo que decir que valga la pena.

    Que el tribunal se ocupe de ello, Tom -dijo el sheriff-. Me hepasado la noche en vela y ni siquiera he desayunado todava. Le he

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    34/160

    trado un detenido y dos testigos y treinta o cuarenta galones deprueba. Dejmoslo as por nuestra parte.

    Yo creo que han trado dos detenidos -dijo el comisario. Y se pusoa escribir en el papel que tena delante. Lucas observaba,parpadeando, la mano en movimiento-. Voy a encerrarles a los dos.

    George puede declarar contra Luke si lo desea. Y la chica contraGeorge. Tampoco ella es pariente de l.

    Lucas podra haber pagado las fianzas de ambos sin alterar siquierael nmero de cifras en el saldo de su cuenta corriente. Una vezEdmonds hubo pagado ambas fianzas, sin embargo, volvieron al coche.Conduca George ahora, y Nat iba a su lado, acurrucada contra uncostado del asiento delantero. Diecisiete millas ms tarde, cuandoel coche se detuvo ante la puerta, Nat se ape de un salto -seguasin mirar a Lucas- y corri camino arriba hacia la casa.

    Ellos siguieron hasta la cuadra, donde se ape George. An llevabael sombrero inclinado sobre la oreja derecha, pero su cara colorsepia no estaba llena de dientes como sola.

    Adelante, coge tu mula -dijo Edmonds. Luego mir a Lucas-. Y t aqu esperas?

    Pens que quera decirme usted algo -dijo Lucas-. As que losparientes de uno no pueden declarar contra l ante el tribunal?

    T no tienes que preocuparte por eso -dijo Edmonds-. George no es

    pariente tuyo y puede contar muchas cosas. Y si l empieza a olvidarlas cosas, Nat, que no es pariente suyo, tambin puede contar mucho.Ya no hay remedio. Si George Wilkins y Nat intentaran ahora compraruna licencia de matrimonio, probablemente os colgaran a los dos, ati y a George.

    Adems, si el juez Cowan no lo hace, yo mismo os voy a mandar a lapenitenciara en cuanto terminis la siembra.

    Ahora baja al arroyo, a tu parcela sur. No vuelvas hasta que lahayas plantado entera. Si an sigues al anochecer, mandar a alguien

    con un farol.

    Pero antes de la cada del sol haba acabado su trabajo. Ya estabade vuelta en el establo, y haba dado de beber y de comer ycepillado y acomodado en su cuadra a la mula y colgado los aperos enel gancho, junto a la puerta de la cuadra, mientras George an leestaba quitando los arreos a la suya. Luego, en el incipientecrepsculo, subi por la colina en direccin a su casa. No caminabade prisa, y ni siquiera mir hacia atrs al hablar: George Wilkins.

    Seor -dijo George, a su espalda.

    Lucas no aminor el paso ni mir hacia atrs. Siguieron caminandocolina arriba, y llegaron a la puerta desvencijada de la gastadacerca que rodeaba el pequeo patio polvoriento.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    35/160

    Entonces Lucas se par y volvi la vista a George, que, esbelto yatildado incluso en mono, con cintura de avispa, segua sin exhibirlos dientes y tena la cara seria, por no decir grave, bajo su ajadojipijapa ladeado.

    Qu es lo que pretendas exactamente? -dijo Lucas.No lo s con certeza, seor -dijo George-. Fue idea de Natprincipalmente. No pretendimos nunca crearle problemas. Nat dijo quesi cogamos el perol donde usted y el seor Roth le dijeron alsheriff que estaba y lo traamos aqu y usted se lo encontraba ahen el porche trasero, a lo mejor, cuando le brindramos nuestraayuda para deshacerse de l antes de que llegara el sheriff ustedcambiaba de opinin en lo de prestarnos el dinero necesario para...Bueno, para que nos casramos...

    Lucas mir a George. No pestae.Ja! -dijo-. Hay ms gente que yo metida en este lo.

    S, seor -dijo George-. As parece. Espero que me sirva deleccin.

    Eso espero yo tambin -dijo Lucas-. Cuando te manden a Parchmantendrs tiempo de sobra para meditar al respecto.

    S, seor -dijo George-. Y mxime con usted all para ayudarme a

    hacerlo.

    Ja! -volvi a decir Lucas. Sigui mirando fijamente a George; alzla voz, aunque muy poco: una palabra sola, fra y perentoria,mientras segua con la mirada fija en George-: Nat.

    La chica baj por el sendero, descalza, con un vestido de percaldescolorido y pulcro y un pauelo de color vivo en la cabeza. Habaestado llorando.

    No fui yo quien le dijo al seor Roth que telefoneara al sheriff y

    su gente -dijo.

    He cambiado de opinin -dijo Lucas-. Voy a dejar que t y GeorgeWilkins os casis.

    Ella le mir; l vio cmo la mirada de ella iba veloz hasta George yvolva.

    El cambio ha sido rpido -dijo ella. Le estaba mirando. Pero luegoLucas se dio cuenta de que no le miraba a l; vio cmo levantaba lamano y se tocaba un instante el vivo pauelo de algodn que cea sucabeza-.

    Casarme yo con George e irme a vivir a esa casa que tiene el porchetrasero todo cado, donde para ir a buscar agua a la fuente tendra

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    36/160

    que andar media milla de ida y otra media de vuelta? Si ni siquieratiene hornillo!

    En mi chimenea se cocina bien, y puedo apuntalar el porche -dijoGeorge.

    Y yo podra acostumbrarme a andar una milla con dos grandes cubosde agua -dijo ella.

    Y, sin que su alta y clara voz de soprano decayese, dej de mirar lacara de su padre.

    Un hornillo para la cocina. Y el porche de atrs apuntalado. Y unpozo.

    Un porche trasero nuevo -dijo ella. Pero fue como si no hubieradicho nada.

    El porche de atrs reparado -dijo l. Era evidente que ella ya nole miraba. Volvi a levantar la mano, de dedos giles y delicados ypalma de matiz ms tenue y claro, y se toc la parte de atrs delpauelo de cabeza.

    Lucas se movi-. George Wilkins -dijo.

    Seor -dijo George.

    Entra en casa -dijo Lucas.

    Lleg el da por fin. l y Nat y George, en traje de domingo,esperaron en la puerta hasta que el coche descendi por el senderoprivado.

    Buenos das, Nat -dijo Edmonds-. Cundo has llegado?

    Volv ayer, seor Roth.

    Te quedaste bastante tiempo en Jackson.

    S, seor. Me fui al da siguiente de que usted y pap y George sefueran a la ciudad con el sheriff y su gente.

    T y George adelantaos un momentito -dijo Edmonds.

    Echaron a andar. Lucas se qued al lado del coche. Era la primeravez que Edmonds le diriga la palabra desde aquel da, haca tressemanas; como si su clera hubiera tardado ese tiempo en consumirse,o mejor an, en amainar, pues an segua latente.

    Supongo que sabes lo que te va a pasar -dijo Edmonds-, cuando eseabogado se despache con Nat, y Nat se despache con George, y Georgese despache contigo, y el juez Gowan se despache con George ycontigo. Has estado aqu con mi padre durante veinticinco aos,

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    37/160

    hasta su muerte; llevas conmigo veinte aos... Eran tuyos aquelalambique y aquel whisky que encontraron en tu patio trasero?

    Usted sabe que no -dijo Lucas.

    De acuerdo -dijo Edmonds-. Y el otro alambique que encontraron en

    la parte baja del arroyo? Era tuyo?Se miraron.

    No se me juzga por se -dijo Lucas.

    Era tuyo ese alambique, Luke?

    -dijo Edmonds.

    Se miraron. La cara de Edmonds miraba una cara vaca por completo,

    impenetrable.Quiere usted que le conteste?

    -dijo Lucas.

    No! -dijo Edmonds con violencia-. Sube al coche!

    Tanto la plaza como las calles que conducan al lugar estabanatestadas de coches y carros. Precedidos por Edmonds, cruzaron laabarrotada acera situada ante la puerta principal, flanqueados por

    caras conocidas -otros arrendatarios de la misma hacienda, de otrashaciendas asentadas a lo largo del arroyo, venidos tambin endesvencijados y renqueantes camiones y automviles cerrados, quehaban recorrido las diecisiete millas sin esperanza siquiera dellegar a entrar en la sala del proceso, resignados a esperar en lacalle y verlos pasar-, y por caras que conocan slo de odas: losricos abogados blancos, que charlaban entre s en torno a vegueros,los poderosos y altivos de la tierra.

    Luego, en el vestbulo de mrmol, George empez a andarcautelosamente sobre los duros tacones de sus zapatos de domingo, y

    Edmonds, al sentir un golpecito en el brazo, se volvi y vio en lamano extendida de Lucas el grueso, doblado y sucio documento, elcual, al abrirse rgidamente por los viejos y manoseados pliegues,dej ver, entre el texto llano y categrico que figuraba arriba dela firma y el sello, la letra impersonal y legible del annimoescribiente que haba consignado los dos nombres: George Wilkins yNathalie Beauchamp, y una fecha de octubre del ao anterior.

    Quieres decir -dijo Edmondsque has tenido este papel todo eltiempo? Has tenido este papel todo el tiempo? Pero el rostro quemiraba segua impenetrable, casi somnoliento.

    Entrgueselo al juez Gowan -dijo Lucas.

    El asunto no llev mucho tiempo.

  • 7/30/2019 Faulkner, William - Desciende Moises

    38/160

    En el pequeo despacho, circunspectos y en silencio, se sentaron enel borde del duro banco, sin que sus espaldas tocaran el respaldo,mientras el alguacil masticaba un palillo de dientes y lea elperidico. Luego atravesaron la sala del tribunal sin detenerse;pasaron entre los bancos vacos y entraron por una puerta a otro

    despacho, ms grande y tranquilo y confortable que el primero, dondeles aguardaba un hombre de aire enojado a quien Lucas conoca slode odas: el fiscal federal, afincado en Jefferson tras el cambio deadministracin, haca apenas ocho aos. Pero tambin estaba Edmonds,y detrs de la mesa se hallaba sentado un hombre a quien Lucas sconoca, un hombre que treinta y cuarenta aos atrs, en tiempos delviejo Zach Edmonds, sola aparecer en la temporada de la codorniz yquedarse unas semanas, y a quien Lucas le sujetaba el