farias 2009 intimidad cultural

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1 This is a draft version. The final version has been accepted and will be published in ///SCL///, volume edited by Manuel Tironi and Fernando Perez. Intimidad cultural en espacios de consumo: El Mall Plaza Vespucio y la imposibilidad de una cultura pública 1 Ignacio Farías Social Science Research Center Berlin Universidad Diego Portales, Chile 1. El Mall Plaza Vespucio en la historia de La Florida La inauguración del mall Plaza Vespucio (en adelante MPV) en Agosto de 1990 constituyó una de las primeras transformaciones de envergadura en la red de centros y subcentros urbanos ocurrida en Santiago de Chile después del retorno de la democracia. La intervención tuvo lugar en la intersección de las avenidas Américo Vespucio y Vicuña Mackena y consistió en la construcción de una estructura de 25.000 metros cuadrados de superficie que cobijaba 100 tiendas menores y dos tiendas ancla. La coincidencia histórica de la inauguración del MPV con el retorno a la democracia es sugerente, pues su construcción está relacionada con una significativa expansión y masificación del consumo (Halpern 2002, PNUD 2002: 103- 104). Esta expansión ha sido exitosamente capitalizada entre otros por la compañía Mall Plaza, la que entre 1990 y 2007 ha construido 4 malls en Santiago y 5 en regiones. No se trata, sin embargo, de una relación líneal. De hecho, las nuevas necesidades y capacidades de consumo, a las que el MPV responde, son resultado de transformaciones macroeconómicas y urbanas acaecidas durante los años 80: desde la introducción del mercado de tarjetas de crédito (Moulian 1997) hasta el decreto de expansión del límite urbano promulgado en 1979 (Sabatini 2000). 1 Quisiera agradecer a Matias Bargsted, con quien realizara esta investigación en 2000, por permitir esta reapropiación de un trabajo conjunto. La interpretación aquí propuesta es de mi autoría.

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Farias 2009 Intimidad Cultural

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    This is a draft version. The final version has been accepted and will be published in ///SCL///,

    volume edited by Manuel Tironi and Fernando Perez.

    Intimidad cultural en espacios de consumo: El Mall Plaza Vespucio y la imposibilidad de una cultura pblica1

    Ignacio Faras

    Social Science Research Center Berlin

    Universidad Diego Portales, Chile

    1. El Mall Plaza Vespucio en la historia de La Florida La inauguracin del mall Plaza Vespucio (en adelante MPV) en Agosto de 1990

    constituy una de las primeras transformaciones de envergadura en la red de

    centros y subcentros urbanos ocurrida en Santiago de Chile despus del retorno de

    la democracia. La intervencin tuvo lugar en la interseccin de las avenidas Amrico

    Vespucio y Vicua Mackena y consisti en la construccin de una estructura de

    25.000 metros cuadrados de superficie que cobijaba 100 tiendas menores y dos

    tiendas ancla. La coincidencia histrica de la inauguracin del MPV con el retorno a

    la democracia es sugerente, pues su construccin est relacionada con una

    significativa expansin y masificacin del consumo (Halpern 2002, PNUD 2002: 103-

    104). Esta expansin ha sido exitosamente capitalizada entre otros por la compaa

    Mall Plaza, la que entre 1990 y 2007 ha construido 4 malls en Santiago y 5 en

    regiones. No se trata, sin embargo, de una relacin lneal. De hecho, las nuevas

    necesidades y capacidades de consumo, a las que el MPV responde, son resultado

    de transformaciones macroeconmicas y urbanas acaecidas durante los aos 80:

    desde la introduccin del mercado de tarjetas de crdito (Moulian 1997) hasta el

    decreto de expansin del lmite urbano promulgado en 1979 (Sabatini 2000).

    1 Quisiera agradecer a Matias Bargsted, con quien realizara esta investigacin en 2000, por permitir esta reapropiacin de un trabajo conjunto. La interpretacin aqu propuesta es de mi autora.

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    El papel jugado por el MPV en el desarollo urbano reciente de La Florida es

    tanto mayor, pues se inserta en una historia urbana relativamente corta. En poco

    ms de 40 aos, la comuna registra una expansin de su superficie urbana de casi

    80 veces (Alvarez Correa 1999). Su primer periodo de crecimiento significativo se

    registra durante la dcada de 1960 y hasta 1973 producto de la construccin, a

    manos de la Corvi (Corporacin de la Vivienda), de soluciones habitacionales de

    carcter social. Un segundo periodo de importante crecimiento tuvo lugar tras la

    mencionada expansin del lmite urbano. Se trat entonces de probablemente la

    ms grande operacin inmobiliaria de la historia de Santiago basada en la compra a

    bajo precio de terrenos y una masiva construccin de residencias unifamiliares

    orientadas a sectores medios y particularmente jvenes, lo que transform la

    comuna en la ms populosa de la ciudad durante la dcada de 1990. La ausencia de

    un marco regulatorio para este proceso de urbanizacin radicaliz la tendencia a una

    incorporacin fraccionada al suelo urbano (Arnguiz 2004) y redund en problemas

    de accesibilidad, servicios publicos e infrastructuras urbanas (cfr. Bozzo et. al. 2005).

    La dcada de 1990 no represent para La Florida una etapa de explosivo

    crecimiento urbano comparable a las dcadas anteriores (mapa 1), sino ms bien su

    consolidacin como nuevo subcentro urbano de la ciudad de Santiago (mapa 2). La

    tasa de crecimiento poblacional en el sector cntrico de La Florida fue menor al resto

    de la comuna, mientras que el comercio pas a ocupar el 22,4% de la superficie y se

    registr un importante giro en el tipo de viviendas hacia la edificacin en altura (DSE-

    PUC 2005). Otro cambio fundamental fue la significativa expansin de infrastructuras

    de transporte y movilidad intraurbana, destacando la extensin de la lnea 5 de la red

    de transporte Metro en 1997 y la reciente construccin de las lnea 4 y 4a.

    En este contexto, la instalacin del MPV constituy un catalizador de las

    transformaciones del paisaje urbano y social (mapa 3). Si bien no se trat del primer

    (Apumanque - 1980), ni del segundo (Parque Arauco - 1982), ni del tercer

    (Panormico - 1988) mall santiaguino, el MPV es un caso nico dado su estrecho

    imbricamiento en el desarrollo comunal. Adems, ha sido portador de radicales

    innovaciones concernientes a espacios y prcticas de consumo. El MPV fue el

    primero de una nueva generacin de centros comerciales orientados a sectores

    medios emergentes y a sectores populares, asi como el primero concebido

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    explcitamente como town center (De Mattos 1999). De hecho, fue el primero en

    contar con un patio de comidas (1990), incorporar un boulevard de servicios (1991),

    albergar un multicine (1992), as como una zona de juegos infantiles (1992). Hacia

    fines de los aos 90, el MPV incorpora a su estructura la llamada Torre Profesional,

    la que adems de las oficinas centrales de la compaa Mall Plaza, alberga un

    centro clnico de salud orientado al pblico comunal. En los ltimos aos la

    innovaciones no se han detenido, no habiendo hoy slo otro mall en el mundo,

    aparte del Plaza Vespucio, que contenga una sala de arte, una biblioteca, un teatro y

    un centro de formacin superior (Salcedo 2003: 113).

    2. Sociologa del mall en SCL: Recuento y perspectivas La rpida y agresiva penetracin del mall en la ciudad de Santiago ha suscitado

    diversas reacciones intelectuales que apuntan tanto al encadenamiento del individuo

    en una cadena de pago diferido (Moulian 1997) como a la emancipatoria irrupcin de

    las masas de consumidores (Tironi 1999) que caracterizaran al nuevo Chlle.

    Adems de smbolo de unos nuevos chilenos, el mall ha sido estudiado

    atendiendo a su relacin con el capitalismo global. Por una parte el mall ha sido

    descrito como artefacto de la globalizacin (De Mattos 1999: 58), difuminador

    deslocalizado de una modernidad global homogeneizante e indiferente al pasado y

    lo local. Por otra parte, recientes investigaciones destacan a lo menos tres tipos de

    articulacin ms compleja entre lo local y lo global. Primero, se destaca una

    articulacin econmico-espacial que se traduce ante todo en las pautas de

    localizacin de los malls en la ciudad de Santiago (Cceres et al. 2006). Segundo,

    una articulacin esttico-paisajstica basada en la adaptacin de programas

    arquitectnicos y de diseo a la cambiante funcin del mall en el contexto local

    (Cceres et. al. 2006). En este sentido, el MPV ha sido descrito como espacio de

    aceptable permeabilidad peatonal y vehicular y como un artefacto del juntar y pegar

    el paisaje urbano discontnuo y fragmentario que caracteriza el centro de La Florida

    (Arnguiz 2004). Tercero, una articulacin cultural basada en estrategias de

    incorporacin de prcticas y culturas locales. As, la incorporacin de un centro de

    formacin superior en el MPV constituyen estrategias de asimilacin de lo local.

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    Si bien estas perspectivas proponen una sugerente visin del mall como un

    proyecto-proceso (Salcedo 2003), ellas iluminan slo parcialmente la imbricacin de

    los malls en los contextos locales. Sin duda, aciertan en destacar que la

    globalizacin no se opone a los contextos locales, pero todava desatienden las

    prcticas de re-apropiacin de tales artefactos globales, reduciendo la pregunta por

    la articulacin de lo global y lo local a las estrategias de glocalizacin

    implementadas por grandes empresas y multinacionales. As, la globalizacin

    aparece requiriendo de la cultura local, y los espacios globalizados han entendido

    esto, aceptando aspectos no amenazadores de lo local que pueden ser cooptados

    hacia el mundo del consumo del mall (Salcedo 2003: 111). De esta forma, estas

    perspectivas mantienen el principio de que los malls son esencialmente idnticos, al

    menos en sus tcnicas de cooptacin de lo local.

    3. Mall(e)s son amores: historia y prcticas en espacios de consumo. A mi juicio, es posible y necesario desplazar el foco de atencin hacia la pregunta

    por el mall como localidad. Para dar este giro propongo seguir a Doreen Massey

    (1994), quien sugiere estudiar los lugares como redes porosas de relaciones

    sociales locales y globales, y como portadores de identidades mltiples, incluso

    contradictorias. Al igual que las identidades personales y sociales, la identidad del

    lugar es siempre procesual y relacional, es decir, constituye una prctica social

    (Massey 1994). Si entendemos que el MPV est tambin dotado de un unique

    sense of place (Morris 1999), su estudio requiere atender a los imbroglios de

    historias y practicas que lo constituye (Miller et al. 1998).

    La particularidad de un mall resulta de su historia. Los malls nacen, crecen,

    envejecen, rejuvenecen, a veces mueren, y esa historia del mall est asociada a

    relaciones afectivas complejas y sumamente locales. De la misma forma, la historia

    del mall empalma con otras historias locales, generando empatas y tensiones, as

    como con otros espacios locales, tanto domsticos, laborales como de consumo.

    Esta multiplicidad abre un abanico de posibilidades para el usuario, quien en sus

    prcticas de consumo crea constantemente nuevas asociaciones entre espacio,

    historia e identidad, que en ltimo trmino le permiten llegar a amar u odiar un

    determinado mall.

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    Este punto nos conduce a la pregunta por las prcticas de consumo que

    ocurren al interior del MPV; el segundo eje de anlisis desarrollado en este artculo.

    En efecto, asociaciones entre lugar e identidad son resultado de prcticas concretas

    (discursivas y performativas) de particulares grupos de usuarios, quienes lejos de

    agotar el sentido de lugar del mall lo complejizan y dinamizan. La identidad del

    espacio en general debe ser entendida entonces como un tipo de prctica, y en el

    caso del mall en particular el resultado de prcticas de consumo capaces de articular

    distintos parmetros de identidad como familia, clase, comunidad, etnicidad o gnero

    (Miller 2004).

    Tales perspectivas requieren investigacin emprica diseada explcitamente

    para atender a los sentidos y matices de las historias y prcticas asociadas al MPV

    por grupos especificos de usuarios. La investigacin que da pie a este artculo,

    desarrollada en 2000, se bas en un conjunto tcnicas cualitativas (observacin

    participante, focus group y grupos de discusin) y tuvo un caracter marcadamente

    exploratorio. Nos concentramos en los grupos ms populares del centro de La

    Florida asentados en villas y poblaciones levantadas en las dcadas de 1960 y

    1970, quienes no slo han experimentado personalmente las transformaciones

    gatilladas y asociadas al MPV, sino que adems han sido proclamados como figuras

    emblemticas de una nueva ciudadana constituida en el consumo.

    3.1. Es el corazn de La Florida La apertura del MPV en 1990 constituye el hito ms importante de los ltimos 25

    aos en la historia de la La Florida. ste no es slo un nodo espacial o un centro

    comercial, sino ante todo un nudo de historias pblicas y privadas, comunales e

    ntimas. De hecho, no es posible pensar, hablar o discutir sobre el shopping

    nombre que el MPV recibe habitualmente entre los habitantes del sector cntrico de

    La Florida-, sin referirse simultneamente a la historia de la comuna, a otros

    espacios pblicos o semi-pblicos del sector, a sus propias biografas, prcticas,

    recuerdos, crticas, aspiraciones, frustraciones, etc. La llegada del shopping se

    asocia a cambios radicales en el carcter de la comuna, as como en su relacin con

    la ciudad de Santiago. El MPV articula as dos distinciones centrales y que se

    encuentran entrelazadas: la distincin entre La Florida y Santiago, y la distincin

    entre la antigua y la nueva Florida.

  • 6

    La Florida se imagina como un lugar distinto a la ciudad de Santiago con un

    carcter propio. Como tal, La Florida se relaciona con Santiago: se viaja, se

    depende, se recibe su influjo, pero La Florida mantiene un sentido de lugar

    irreductible a Santiago. Particularmente interesante result el estudio de mapas

    mentales, pues ellos reflejaban distintas maneras de ver la relacin que se establece

    entre estas unidades distintas. Los recientes desarrollos urbanos, la integracin vial

    y a redes de transporte colectivo, as como el establecimiento de un subcentro

    comercial y de servicios no han cambiado esta percepcin fundamental, al menos

    entre sus ms antiguos habitantes. Ni siquiera el shopping. Su llegada cambia

    radicalmente el tipo de relacin entre Santiago y La Florida, pero no su diferencia.

    Consecuentemente, la diferencia entre la antigua y la nueva Florida se explica como

    dos formas de relacionarse con Santiago.

    Un elemento central de la memoria de la antigua Florida son las villas

    construidas en los aos 60 y 70. stas definen un lugar propio, cargado de

    significados y valoraciones y articulan la memoria colectiva y personal. La villa

    recuerda un pasado asociado a una vida dura, pobre, con acceso irregular a

    servicios bsicos como luz, agua o transporte. Pero recuerdan tambien espacios

    comunitarios, solidarios, tranquilos y en los cual primaba una confianza bsica en el

    otro. La llegada del shopping en 1990, y no por ejemplo el decreto de expansin de

    lmite urbano de 1979, constituye el punto de quiebre central en la historia de la

    comuna, marcando un nuevo tipo de relacin con Santiago y con ello, tambin, una

    nueva Florida. M: La Florida est floreciendo desde que vino el progreso.

    E: Cundo vino el progreso?

    M: En el ao en que hicieron el shopping (Mujer adulta)

    La asociacin entre la llegada del mall y la formacin de un subcentro

    intercomunal es completa y total; son momentos difciles de separar. La descripcin

    de estos cambios se encuentra muchas veces asociada a la idea de progreso y el

    MPV aparece como portador de una mayor autonoma en el acceso a bienes,

    servicios, comercio, y educacin. Cuando los entrevistados dan un paso ms, y

    asocian este progreso a formas de movilidad socioeconmica ascendente, el

    shopping se transforma en foco de discusiones. Los ms crticos, por ejemplo,

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    argumentaban que el progreso que trajo el shopping es puramente simblico, pues

    no habra implicado mejoras econmicas reales o nuevas fuentes de trabajo.

    Adems, la llegada del shopping habra socavado el espritu y la forma urbana de la

    antigua Florida, aumentado los niveles de contaminacin y delincuencia, y olvidando

    a los habitantes ms pobres: El shopping? Lindo, precioso, maravilloso, pero nos tiene a todos contaminados.

    Cuando no exista el shopping no tenamos ese problema y as como ese, montones

    de problemas ms, porque antes no haba tanta delincuencia. Yo ahora me atrevera

    a decir que la comuna de La Florida est entre las segundas en lo que se refiere a

    delincuencia. Por qu? Porque tenemos el shopping a la mano y el shopping se

    presta para muchas cosas. Para nosotros, los pobres, para nada lamentablemente,

    somos pobres y qu se le va a hacer, pero todos los avances que han habido en vez

    de favorecernos a nosotros, nos han perjudicado. Muy bonita la comuna, todo lindo,

    pero de florida no est quedando nada. (Mujer Adulta Mayor)

    El shopping se asocia tambin a negativas transformaciones en el espacio

    comunitario y pblico de la comuna. Ante todo, estara asociado a una

    funcionalizacin de los espacios colectivos, proceso que vendra de la mano de

    multitudes de gente, delincuencia, anonimato y diversidad socioeconmica.

    El shopping es mucho ms que un espacio de consumo. Constituye, ms

    bien, un lugar nico en torno al cual se estructura la historia de la comuna de La

    Florida y la de sus habitantes. El shopping constituye un punto de referencia

    obligado no slo para comprender la historia local, sino tambin para estar al da de

    lo que pasa en la comuna. Les guste o no, lo amen o lo odien, los habitantes del

    sector estn informados acerca de lo que sucede y deja de suceder en el shopping

    y, con mayor o menor regularidad, la gran mayora asiste al shopping. El shopping,

    en cuanto tema de conversacin y plataforma de socializacin, deviene as una

    suerte un espejo, en el que se refleja lo propio. Ofrece as, a los habitantes del

    sector centro de La Florida, una manera de ordenar su historia, una manera de

    entenderse a s mismos.

    3.2. Es como entrar en otro mundo Una primera mirada a lo que sucede en los pasillos del MPV nos muestra a miles de

    personas desplazndose, vitrineando y comprando, agrupadas en pequeos grupos

    (familias, parejas, amigos) que no interactan entre s, pero que miran y son vistos,

  • 8

    clasifican y son clasificados. El consumo y la vista parecen ser ejes articulantes de

    las prcticas en cada momento. Se podra entonces argumentar que si bien la

    llegada del shopping es parte integral de una historia comunal y local, los pasillos

    del MPV, con su diseo funcional, luz artificial y esttica neutra, constituyen no-

    lugares (Aug 1995), esto es, espacios funcionales sin historia ni memoria. No es

    acaso a sto a lo que se refiere la mujer que seala que es como entrar en otro

    mundo? En parte s, pero con aquella frase ella plantea muchas otras interrogantes:

    Qu hace mientras visita ese otro mundo?, cmo lo habita o participa de l?, se

    atreve a entrar sola o lo hace acompaada de amigos?, se encuentra all con una

    comunidad de iguales, seres de este mundo, visitando ese otro mundo?, se trata

    siempre de otro mundo o hay das en que se parece ms a este mundo?

    Es importante considerar en primer lugar que la mayora de los asistentes al

    mall no lo hace con el objetivo de adquirir bienes en alguna de sus tiendas (ver

    tambin PNUD 2002: 103). Un primer indicio: en las conversaciones sobre el MPV

    los informantes hablaban de ir al shopping, no de ir de shopping. La observacin

    participante mostr adems que menos de la mitad de usuarios observados (n=436)

    portaban bolsas de compras al momento de salir del MPV, lo que evidencia que

    otras prcticas y tcticas se cuelan por entre las rendijas del espacio planificado.

    En la investigacin fue posible distinguir tres usos relacionados con el rol del

    MPV como subcentro comunal: el mall es usado ante todo en su condicin de centro

    de servicios (centro de bancos, centro de pago, almuerzos, etc.), en cuanto lugar de

    esparcimiento y entretencin (videojuegos, cine, pasear, vitrinear, etc.), y como lugar

    de encuentro y reproduccin de relaciones primarias (familia, amigos). Uno de los

    adultos mayores, por ejemplo, lo expres claramente: adems de la realizacin de

    trmites y del pago de cuentas, el shopping era un lugar para matar el tiempo,

    paseando, vitrineando, mirando la gente pasar. Los jvenes, por su parte, suelen

    utilizar el shopping como un espacio de encuentro asociado a actividades

    recreativas no necesariamente asociadas al consumo de bienes y donde acontecen

    importantes experiencias personales: E: Han ocurrido cosas importantes en sus vidas personales ah?

    Todas: S! (Se ren).

    MJ1: Yo empec con mi pololo ah.

    MJ2: S, yo tambin empec ah! (Mujeres Jvenes).

  • 9

    Lo anterior no implica desconocer el hecho de que el mall define lmites

    funcionales al ingreso y a las prcticas que tienen lugar en su interior, y que stos

    deben ser negociados. sto queda en evidencia, por ejemplo, en las discusiones

    sobre el rol del dinero. Algunos jvenes sealan que si bien se pueden realizar una

    serie de actividades recreativas o de socializacin, comprar algo constituye una

    suerte de requisito. Cuando se tiene dinero se puede estar cmodo; cuando no se

    tiene aparece como un espacio ajeno. Uno va y se aburre, est puro mirando, anda sin plata, no puede conversar con

    nadie (Hombre Joven)

    Si bien algunos individuos, especialmente jvenes y mujeres, plantearon la no

    necesidad de consumir bienes, la descripcin que ellos mismos hacan de las

    actividades que realizaban lleva a pensar que para lograr acceder a la dimensin

    recreativa del mall, ellos deben de alguna forma adecuar sus prcticas al rol del

    consumidor. Es un espacio donde te pods juntar con tus amigos a mirar, a reirte un rato, a

    fumarte un cigarro. Yo lo veo ms como un espacio de entretencin; yo en general

    voy a comprar lo justo y necesario. (Mujer Joven)

    Adems de las compras necesarias, la actividad fundamental sigue siendo la

    observacin directa e indirecta de la oferta comercial. En este sentido, el vitrineo

    adquiere sentido no en relacin a una posible compra, sino como una forma de

    consumo visual que, adems, permite crear un espacio legtimo para el encuentro

    con amigos y la reproduccin de vnculos primarios, como los amigos y la familia.

    Otro aspecto que incide sobre las prcticas y la apropiacin del MPV es la

    tensin entre uso local y exposicin metropolitana. Gran parte de los entrevistados

    declaraba preferir asistir al mall los das de semana, pues consideraba que era un

    espacio ms tranquilo, ms relajado, ms cmodo. Durante los fines de semana

    asiste una cantidad desmedida de personas (annimas) por lo que la estada se

    vuelve para muchos una experiencia desagradable. Adems el mall se ve

    atravesado por otras lgicas que quiebran la intimidad en la que acontece la vida en

    el shopping los das de semana. Particularmente la constatacin de que en el mall

    prima cada vez mas un entorno annimo de personas, con las cuales no se

    establecen relaciones ni se producen interacciones, constituye un motivo de

    decepcin y nostalgia.

  • 10

    Cuando recin se inaugur el shopping yo pensaba me voy a ir a servir una cerveza

    tranquilamente y cuando se empez a llenar no! Esta cuestin no. [] Yo le deca

    a mi consuegro vamos al shopping y cuando se empez a llenar, pucha, pero se

    mareaba uno. (Hombre Adulto)

    Quizs este hombre se mareaba, pues tal como se desprende de los dichos

    de mayora de los entrevistados, la cohabitacin con personas desconocidas en el

    MPV no se basa en la indiferencia que caracteriza a otros espacios urbanos (Simmel

    2001 [1903]). En el MPV, se constata un elevado nivel de preocupacin por lo que el

    otro annimo hace o deja de hacer. Tal preocupacin no se manifiesta en la

    pregunta por el bienestar del otro, ni en el cuidado por no invadir su espacio

    personal (Manzo 2005), sino ante todo en la pregunta por el esttus social. En este

    mbito elementos como la comida, la vestimenta o las bolsas de compra, son

    utilizadas como objetos simblicos a partir de los cuales la pertenencia e identificacin

    con una clase social deviene un tipo de prctica visual central. Los individuos perciben

    que existen espacios en el mall donde el aparentismo, la competencia social y el

    sentirse en vitrina se dan con mayor fuerza, como sera el caso del Foodgarden. Claro, si tu comprai una promocin de $990 y llega uno con la promocin de tres mil

    y tanto, entonces, chuta como escondindote as, mirando para el lado, que nadie

    te vea. (Hombre Joven)

    Al respecto resulta interesante lo dicho por aquellas mujeres que declaraban

    mantener pequeas conversaciones con desconocidos, ya sea a propsito de algn

    producto en venta, de los nios o del simple hecho de estar sentadas en una misma

    mesa. Ellas destacaban, sin embargo, que esto se reduca a quienes consideraban

    como iguales, pues observaban que al mall no solo asistan personas habitantes

    de la Florida, gente comn y corriente.

    El otro en el mall no slo es lejano e incognoscible, sino que aparece

    tambin como alguien que juzga con la mirada y que pone en evidencia la posicin

    estatutaria del nosotros. La mirada del otro es por ello muchas veces dolorosa y

    evitada. La asistencia en familia los fines de semana, y el uso del mall y sus pasillos

    como un espacio destinado al cuidado y reproduccin de dinmicas familiares,

    puede ser entendida como una estrategia de reapropiacin del espacio, pues

    posibilita una cierta indiferencia hacia el entorno necesaria para experimentar el mall

    como un espacio cmodo y habitable. Esta estrategia no parece ser sin embargo del

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    todo fructfera, al menos si consideramos la insistencia con la cual los entrevistados

    hacan referencia a los otros como fuente de preocupacin y competencia.

    4. Conclusiones: El MPV entre plaza de mercado y plaza comunal El anlisis del MPV corre el riesgo de reproducir una dicotoma habitual en los

    estudios culturales entre la macro-poltica de instituciones y estructuras y la micro-

    poltica de las prcticas y usos, como si se tratase ese otro mundo versus el

    corazn de La Florida. Ms que estrategias de cooptacin por parte del MPV o

    tcticas de resistencia por parte de sus usuarios, mall y comunidad local

    constituyen un proyecto comn. Se trata literalmente de una mutua creacin. El MPV

    aparece como un lugar cuya historia y pasillos dan forma a la comunidad local, as

    como a nuevos flujos metropolitanos y formas globales de consumo. Es por ejemplo

    durante fines de semana, cuando los antiguos habitantes del centro de La Florida

    experiencian la enajenacin del MPV por extraos, cuando la dimensin comunal

    adquiere su mayor espesor. De la misma forma, son los usos del mall como plaza, y

    que niegan su dimensin comercial, los que enactan al MPV como espacio funcional

    dedicado a la venta y consumo de productos.

    Dicho esto, es preciso destacar que esta articulacin del MPV como espacio

    funcional y como espacio comunal limita doblemente su potencial como nuevo

    espacio pblico urbano. Su gran dficit radica en la tensin siempre presente entre

    una lgica estatutaria basada en el consumo y experiencias de intimidad cultural,

    tensin que genera significativas dificultades e incomodidades. Quisiera retratar sto

    por medio de la confesin que hicieran dos o tres entrevistados, todos ellos adultos o

    adultos mayores, respecto a que preferan no encontrarse con conocidos dentro del

    mall. Llegado el caso, hacan lo que fuese posible por pasar desapercibidos y evitar

    as un encuentro. La sensacin de incomodidad que aqui se produce es distinta a

    aquella asociada a la presencia de usuarios del mall que se asocian a otros grupos

    socioeconmicos. Es la participacin en el mall como consumidor, y la consecuente

    identificacin con la irrupcin de las masas, la que resulta tambin fuente de

    incomodidad frente a un otro que no es annimo, sino un vecino de la villa de toda la

    vida.

  • 12

    La nocin de intimidad culturaldesarrollada por Michael Herzfeld (1997) en

    un contexto muy distinto2- describe la constitucin de una comunidad de pertenencia

    a partir de experiencias negativas e incmodas. Ms que afirmaciones positivas de

    la identidad comunal, el MPV genera localidad en la medida que sta se

    experiencia como algo que debe ser mantenido fuera de la vista de otros extraos y

    de mayor estatus socioeconmico, y que amenaza con desenmascarar la fabricacin

    de prcticas y identidades que tienen lugar en el MPV, como en el ejemplo anterior.

    De esta manera, cuando el secreto de la escacez relativa de recursos econmicos o

    la puesta en escena de prcticas de consumo son revelados se producen

    situaciones extremadamente incmodas. Al mismo tiempo, tales situaciones

    incmodas resultan de la capacidad del dinero de trazar una escala abstracta de

    equivalencias y que al interior del MPV deviene medida de todas las cosas: no slo

    de los productos que se consumen, sino tambin de los usuarios. Una especial

    lgica estaturia basada no solo en el gusto, sino ante todo en la disponibilidad y

    representacin de poder adquisitivo pasa a regular las relaciones de cohabitacin

    con extraos.

    En definitiva, la persistencia de estas configuraciones imposibilita la

    emancipacin del MPV de los dos ms grandes enemigos de una cultura pblica

    urbana: el mercado y la comunidad. Es habitual buscar en la plaza de mercado

    modelos para pensar el espacio pblico. Habermas (1994), por ejemplo, ve en la

    plaza de mercado una institucin capaz de fundar la figura del burgus y permitir la

    racionalizacin del mundo de la vida y el surgimiento de una opinin pblica. Tanto a

    la luz de la historia como de esta etnografa, tal bsqueda parece seguir una pista

    incorrecta. Tal como argumenta Kaschuba (2003), la plaza de mercado constitua un

    espacio tremendamente restrictivo en el cual ni trabajadores, ni pobres, ni mujeres,

    ni jvenes tenan cabida, prestando por tanto un modelo inadecuado para explicar

    con suficiencia la efectiva relacin de los espacios pblicos urbanos con los

    movimientos proletarios del siglo 19, las reivindicaciones feministas de comienzos

    del siglo 20 o las revoluciones estudiantiles de la dcada de 1960. En el caso del

    MPV el tipo de restricciones impuestas por su caracter de plaza de mercado se

    2 Este concepto ha sido desarrollado en el marco de una discusin relativa a los roles del estado y la gente comn en los procesos de construccin de la nacin. Su adaptacin libre al contexto del MPV sigue sin embargo la propuesta del propio Herzfeld quien seala que an cuando sus anlisis refieren al mbito nacional el concepto busca evitar the implication already associated with Andersons (1983) imagined community that these are exclusively national-level phenomena (Herzfeld 1997: 172).

  • 13

    deben menos a problemas de seguridad y acceso (sin duda tambin importantes)

    como a la emergencia del dinero como medida de todas las cosas, productos e

    individuos, atentando as contra el principio bsico de lo pblico como espacio de

    individuos diferentes, pero iguales.

    El dficit pblico del MPV no radica tampoco, como se suele pensar, en que la

    plaza de mercado inhiba la emergencia de una plaza comunal. La plaza comunal se

    haya bien presente en el MPV y constituye por s misma otra limitacin, toda vez que

    restringe las posibilidades de accin de los individuos. En ese sentido, el MPV es un

    claro ejemplo del provocativo anlisis de Manuel Delgado:

    Realmente, si alguna cosa amenaza la posibilidad de ese espacio de y para

    la accin social, en el que cada cual puede ser una masa corprea que acta,

    si alguna sombra puede poner en peligro esa posibilidad, no es tanto un poder

    del Estado que panpticamente no pierde de vista lo que sucede en la calle,

    sino una comunidad que siempre est dispuesta a marcar un territorio e

    impedirte el acceso en nombre de yo qu s qu principios idiosincrsicos [...]

    es justamente la identidad, la filiacin, la obligacin a declarar, la obligacin a

    dar explicaciones, a renunciar a tu derecho a no ser nadie, a reconocer no

    slo tu identidad tnica o religiosa, sino incluso tu propio nombre. A renunciar

    al derecho a ser un desconocido, al derecho a ser justamente eso, una

    sombra que se agita (Delgado en Entrevista con I. Faras 2004: 3).

    De esta manera, por muy optimistas que sean nuestras lecturas de espacios

    de consumo como el MPV, stos distan de albergar una experiencia cercana a la de

    la urbs (Delgado 1999), la que sigue encontrando en la calle su expresin ms

    potente. El anonimato, la indiferencia, lo fragmentario, lo fugaz, lo mltiple

    constituyen caractersticas inextricables a la experiencia de urbanidad, y a las

    capacidades de accin propias de los espacios pblicos urbanos, que

    lamentablemente no tienen cabida en el mall. Una incmoda verdad que bien vale la

    pena recordar, pues nos obliga a repensar las relaciones entre espacio pblico,

    comunidad y consumo. El caso del MPV pone as en evidencia dos grandes desafos

    para la gestin y planificacin de espacios pblicos urbanos.

  • 14

    El primer desafo es la necesidad de construir espacios pblicos, no slo

    lugares pblicos. La distincin entre espacio y lugar que ya avanzara de Certeau

    (1996)- no slo refiere a distintas configuraciones topolgicas, sino que expresa

    distintas formas de integracin de las comunidades locales. El lugar es una

    construccin identitaria y normativa, donde una comunidad se encuentra y expresa,

    pero donde tambin excluye. Nuestro barrio, por ejemplo, no es slo distinto al barrio

    de ellos, sino que tambin se basa en pactos y convenciones que definen formas

    adecuadas de participacin e inclusin. Los lugares comunitarios, importantes para

    la construccin de identidades y para la generacin de vnculos, cohesin y

    participacin, no son espacios pblicos. Carecen de la flexibilidad y plasticidad de los

    espacios para convocar a un pblico entendido como masa mltiple de usuarios y

    transentes. Santiago necesita de espacios pblicos, no de lugares para las

    distintas comunidades de pertenencia, sino de espacios que son de todos porque no

    pueden ser de nadie en particular, espacios flexibles, plsticos, internamente

    mltiples.

    El segundo desafo es construir espacios verdaderamente pblicos, no

    simplemente polticos o de consumo. La nocin de lo pblico refiere a un mbito

    donde la sociedad se observa a s misma y reflexiona sobre sus propias diferencias.

    En sociedades complejas como la nuestra las diferencias no se acaban en las

    visiones polticas o en los ingresos y el consumo familiar. Adems de los valores

    ticos (politicos) y valores monetarios (econmicos) que nos convocan o separan,

    nuestra sociedad se basa en multiples otras formas de valorar el mundo, las cosas,

    las personas. El deporte, la memoria colectiva, la religin, el arte, el turismo entre

    otras muchas, no son solo conjuntos de prcticas y discursos, sino ante todo formas

    de mirar, valorar y construir el mundo. Es esa multiplicidad de formas de valor las

    que se deben encontrar en nuestros espacios pblicos, y la que stos deben

    asegurar y proteger. Espacios donde la memoria y el turismo, el arte y el comercio,

    la poltica y la religin pueden desplegarse coordinadamente como formas

    alternativas de construir valor y la sociedad.

    En definitiva, no slo necesitamos espacios pblicos mlitples, capaces de

    integrar multiples comunidades de pertenencia y asegurar la diversidad social, sino

  • 15

    que necesitamos tambin espacios pblicos policontexturales, en los que coexisten

    multiples formas de construir valor y la sociedad, y cuidan esta diversidad societal.

    Bibliografa Alvarez Correa, L. 1999. El catastro de bienes inmuebles como un instrumento de

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  • 16

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    Grijalbo.

  • 17

    Anexo: Mapas

    Mapa 1 (izquierda): Crecimiento Urbano 1990-2000. Fuente: A. Galetovic XXX,

    intervenido por el autor.

    Mapa 2 (derecha): Subcentros de Santiago de Chile. Fuente: M. Greene & F. Soler

    2004, p. 66, intervenido por el autor.

  • 18

    Mapa 3: Emplazamiento del Mall Plaza Vespucio en Centro de La Florida. Fuente:

    DSE-PUC 2005, intervenido por el autor.