everest 1996 - anatoli bukreev

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    El da 10 de mayo de 1996 dos expediciones comerciales lideradas por guasexpertos atacan la cumbre ms alta del mundo. Pero una tormenta cegadoraunto con una inexplicable confluencia de fallos de organizacin se alan en

    una conspiracin mortal.Veintitrs hombres y mujeres, golpeados por rfagas de nieve y vientoshuracanados, perdidos en la oscuridad y sin oxgeno, se resignan a morir. Enmedio de este infierno, Anatoli Bukreev, gua jefe y uno de los mejoresalpinistas del mundo, se niega a abandonar la esperanza. Solo, escalando aciegas en las fauces de la tormenta, consigue salvar vidas humanasabandonadas a una muerte segura.

    Una obra que nos cuenta la verdad sobre la mayor tragedia en la historia delEverest. Est hoy realmente al alcance de cualquiera la gloria de laascensin a la cima ms alta del mundo? Cules son los riesgos delcomercio de la aventura que se ofrece a llevarnos a la legendaria cumbre porsesenta mil dlares?

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    Anatoli Bukreev & G. Weston DeWalt

    Everest 1996

    ePUB r1.5

    akilino27.09.14

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    Ttulo original: The climbAnatoli Bukreev & G. Weston DeWalt, 1998Traduccin: Rosa Fernndez ArroyoRetoque de portada: akilino

    Editor digital: akilinoSegundo editor: JeSsE

    Correccin de erratas: JeSsE, Matt, Autillo, atuveraePub base r1.0

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    Everest 1996Crnica de un rescate imposible

    A la memoria de mi madre

    ANATOLI BUKREEV

    A Dyanna Taylor y a la memoria de Thomas Barton DeWaltGARY WESTON DEWALT

    Hoy da, escalar no es slo una moda, es un negocio, y con l llega la creciente

    tendencia a que las decisiones relacionadas con la escalada objetivos y decisionestcticas en el curso de la ascensin sean tambin decisiones de negocios. El lado

    ositivo de esto es que ahora los escaladores como antes que ellos los esquiadoreslos navegantes pueden ganarse la vida haciendo lo que les gusta hacer. El lado

    negativo es el aumento del nmero de personas en las zonas de escalada, laroliferacin de nuevas normativas dirigidas a los escaladores, y cada vez ms, el

    circo del Campo Base del Everest.CHRISTIAN BECKWITH

    Prefacio,American Alpine Journal, 1997

    Las montaas no juegan malas pasadas. Estn ah, inmviles.BRUCE BARCOTT

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    Agradecimientos

    Los autores desean expresar su gratitud hacia las personas que han contribuido eneste esfuerzo, algunas de las cuales, por razones de privacidad, han queridopermanecer en el anonimato. Estamos especialmente agradecidos a los miembros de

    la expedicin de 1996 deMountain Madnessal Everest.Son muchos quienes han contribuido a la trama y a la textura de los momentos y

    sucesos que dieron origen a este libro. Deseamos extender nuestro agradecimiento a:Reina Attias, Kevin Cooney, Charles Rambsburg, Michele Zackeim, Bob Palais,Charlie Mace, Perry Williamson, Gary Neptune, Laurie Brown, Michael DiLorenzo,Todd Skinner, Jack Robbins, David Shenk, Alex Beers, Jack Robbins, ElliotRobinson, Fleur Green, Christian Beckwith, Anne Kirchik, Dr. Roger Miller, BethWald y Sue Fearon.

    Weston DeWalt debe gratitud especial a Jed Williamson, anterior presidente delClub Alpino Americano y actualmente editor del anuario Accidents in North

    merican Mountaineering. Su apoyo a nuestro empeo ha sido una constante fuentede motivacin.

    Dos traductoras e intrpretes, Natalya Lugovskaya y Barbara Poston, nos hanauxiliado durante todo el proyecto, y la forma final de los textos de estas pginas sedebe en gran medida a sus incansables esfuerzos.

    Nuestra principal investigadora, y a veces entrevistadora, ha sido Terry

    LeMoncheck, cuyo compromiso con esta tarea ha sido un verdadero regalo. Nohubiramos podido completarlo sin ella.

    Y ambos debemos nuestra ms profunda gratitud a una amiga especial, LindaWylie. Su hospitalidad, amabilidad, buen juicio y compromiso con el espritu humanohan logrado, ms de una vez, bajarnos de las nubes a los asuntos importantes.

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    Nota del autor

    Cinco das despus de la tragedia del 10 de mayo de 1996 en el Everest, nueveescaladores se hallaban sentados en crculo en el Campo Base de Mountain Madness,grabando sus pensamientos y sus recuerdos. Muchos de los detalles y algunas de las

    citas de este libro se han extrado de esas grabaciones. Anatoli Bukreev, queparticipaba en aquella reunin posterior a la ascensin, ha utilizado esta fuente deinformacin y desea expresar su agradecimiento a todas las personas que en ellaintervinieron. Los esfuerzos que todos hicieron para ser fieles a los hechos yreflexionar en torno a ellos han aportado mucho al mero registro histrico. Las citasextradas de las grabaciones realizadas en aquella reunin se han sealado a lo largodel libro con el smbolo: $.

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    Prlogo

    En las antiguas inscripciones budistas, el Himalaya se describe como el almacnde las nieves, y en 1996 este almacn se llen una y otra vez, porque aquellatemporada cayeron sobre la montaa cantidades inslitas de nieve.

    A primera hora de la tarde del 10 de mayo de 1996 sopl sobre el Everest unatormenta especialmente violenta, que se prolong durante ms de diez horas en laszonas superiores de la montaa. Veintitrs montaeros, hombres y mujeres, que aquelda haban estado escalando en la vertiente sur, en el lado nepal, no lograron alcanzarla seguridad de su campamento de altitud. En plena ventisca y sin visibilidad alguna,azotados por vientos huracanados con la fuerza suficiente para volcar un camin, losescaladores se vieron obligados a luchar para sobrevivir.

    El grupo haba quedado atrapado en la Zona de la Muerte, como se denomina

    al mbito de altitud superior a 8000 metros, en donde la escasez de oxgeno y laprolongada exposicin a temperaturas glaciales se combinan para matar conceleridad.

    Durante su larga lucha, se encontraron muchas veces con que la visibilidad eranula a ms de un brazo de distancia. En algunos tramos contaban con cuerdas que lesguiaban y les permitan asegurarse. Los indicadores de presin de sus botellas de

    oxgeno cayeron a cero, y la rpida confusin de la hipoxia[1]comenz a aduearseincluso de las mentes ms racionales. La insensibilidad, presagio de la congelacin,haca que la posibilidad de terminar sufriendo amputaciones pasara de remota aprobable. En la oscuridad y a travs del aullido de la tormenta, los escaladoresnegociaban con el destino. Mi vida a cambio de mis dedos? Est bien, pero djamevivir.

    Ms abajo en aquella montaa, en el campamento de altura que los escaladoresextraviados pugnaban por alcanzar, un montaero y gua ruso estaba librando supropia batalla: gritando, suplicando, tratando de convencer a otros escaladores paraque le ayudaran a intentar rescatar a los que estaban all arriba, perdidos en medio dela tormenta.

    Anatoli Nikolaievich Bukreev tom una decisin, que ms tarde otras personascalificaran de suicida. Decidi partir l solo en busca de aquellas personas, en mediode la hiriente ventisca y de la oscuridad, en medio del fragor que uno de losescaladores describira ms tarde como el estruendo de cien trenes de mercancaspasando sobre tu cabeza. Los esfuerzos de Bukreev daran lugar a lo que el alpinistay escritor Galen Rowell llamara posteriormente uno de los rescates ms asombrososde la historia del montaismo.

    Dos semanas despus del desastre acaecido en el Everest, Bukreev vol desdeKatmand, capital de Nepal, hasta Denver, Colorado, donde fue acogido por sus

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    amigos y trasladado a Santa Fe, Nuevo Mxico, para que pudiera recuperarse despusde la penosa experiencia. A su llegada quiso verme, porque unos meses antes, apeticin de un amigo comn, le haba gestionado la compra de una cmara y su envoal Campo Base del Everest. El da 28 de mayo de 1996 nos encontramos por vezprimera.

    Yo haba visto a Bukreev en fotografas tomadas antes de los sucesos del Everest.Delgado, tenso, con una sonrisa confiada, as es como yo le imaginaba. Cuando entren la casa de nuestra amiga comn, se levant lentamente de una silla parasaludarme. Sus ojos estaban hundidos, cansados. La punta de la nariz y algunas zonasde sus labios estaban cubiertos de piel muerta y ennegrecida, a consecuencia de lascongelaciones. Su aspecto era distante; pareca como si hubiera salido de su cuerpo yestuviera en un lugar que no aparece en los mapas.

    Haba en l algo que me resultaba familiar: ese hueco, ese vaco detrs de sus

    ojos. Cuando avanz un paso para estrechar mi mano, ca en la cuenta de cul eraaquella conexin: un soldado ruso a quien encontr en Mozambique durante la guerralocal, sentado en la trasera de un camin de transporte militar, con un rifle AK-47 enel regazo. Me mir con aquellos mismos ojos y me advirti que no le filmara. Fue unmomento inquietante, no tanto por la despreocupacin con la que apuntaba su arma,sino por el vaco que mostraba en el rostro.

    Despus de cenar, Anatoli y yo estuvimos conversando. Mis esfuerzos por revivirmis conocimientos de lengua rusa de la universidad fueron infructuosos, as pues

    Bukreev hablaba en ingls, lo suficientemente fluido y comprensible, pero simple ensus construcciones. l quera hablar del Everest, no para contar su historia, sino parapreguntarse en voz alta qu era lo que haba sucedido. Estaba intentando comprenderlos acontecimientos en que se haba visto envuelto.

    Al da siguiente volvimos a encontrarnos, y luego al siguiente, y hablamosmucho. Nuestra comn amiga me dijo que Bukreev tena pesadillas por las noches,inquietantes sueos en los que l se encontraba en el Everest y deba llevar oxgeno aunos escaladores extraviados a los que nunca lograba encontrar. Anatoli nunca mehabl de esos sueos, pero s me cont lo que haba sucedido en el Everest: cmohaba llegado a la montaa y cmo la haba abandonado a finales de mayo. Noadornaba su relato ni lo dramatizaba. Preparar una cacerola de t tena en su narracinel mismo peso retrico que perderse en medio de la ventisca. Llegu a apreciar aquelmodo tan directo de expresarse y su manera de responder a mis preguntas, que sevolvan ms difciles y detalladas a medida que iba aumentando mi curiosidad.Comenzamos a grabar nuestras conversaciones.

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    A principios de junio de 1996, Bukreev me pregunt si estara dispuesto acolaborar en su libro. S, le expliqu, me interesaba, pero si yo tomaba a mi cargoaquella tarea, iba a querer alternar su experiencia en primera persona con mis propias

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    cuestiones. La idea le pareci atrayente. l conoca algunos fragmentos de la historia,pero le faltaban otros. Por su parte, senta tanta curiosidad como yo por saber a dndeiba a conducirnos aquel camino.

    Bukreev aport sus diarios, cartas, cuadernos de expedicin y recuerdospersonales. Recuper los diez kilos de peso que haba perdido en el Everest; la

    sonrisa volvi a su rostro. Yo viaj, me entrevist con las personas que habanescalado con l y con los amigos y socios de los que no haban vuelto. Con la ayudade traductores, intrpretes y amigos, a travs de los hechos que continuaronproducindose y mientras nuestras vidas seguan su curso, logramos componer estahistoria de la ascensin.

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    25 de marzo Katmand-Syangboche-Namche Bazaar26 de marzo Namche Bazaar

    27 de marzo Namche Bazaar a Thyangboche28 de marzo Thyangboche a Pangboche29 de marzo Pangboche a Lobuche30 de marzo Lobuche a Campo Base del Everest

    31 de marzo Campo Base1 de abril Campo Base2 de abril Campo Base

    ()6 de abril Campo Base7 de abril Campo Base-Gorak Shep-Campo Base

    8 de abril Campo Base()11 de abril Campo Base (por la Cascada de Khumbu)-Campo I-Campo Base

    ()13 de abril Campo Base-Campo I14 de abril Campo I-Campo II-Campo Base

    ()17 de abril Campo Base-Campo I

    18 de abril Campo I-Campo II19 de abril Campo II (fijando cuerdas hasta 7100 m)-Campo Base

    ()23 de abril Campo Base-Campo II24 de abril Campo II-7300 m-Vuelta al Campo II

    25 de abril Campo II (Descanso)26 de abril Campo II-Campo III-7550 m-Vuelta al campo III

    27 de abril Campo III-Campo IV-Collado Sur-Campo III28 de abril Campo III-Campo II (Ayudando a Fischer a descender a Kruse)29 de abril Campo II-Campo Base (Con Kruse y Gammelgaard)()

    10 de mayo Campo IV a Cumbre-Vuelta a Campo IV (Rescate)11 de mayo Campo IV-8350 m (Intento de rescate de Fischer)()

    15 de mayo Campo Base (Grabacin de la reunin de cierre de expedicin)

    16 de mayo Campo Base Inicio ascensin al Lhotse a las 8:30 p. m.17 de mayo Cumbre del Lhotse-Campo III

    ()

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    19 de mayo Campo II a Campo Base-Descenso a Syangboche durante la noche20 de mayo De Syangboche a Katmand en helicptero.

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    Captulo 1. Mountain Madness

    Una estrella intrusa apareci en el cielo nocturno del Himalaya en el mes demarzo de 1996. Durante varios das consecutivos la estrella haba estado movindosesobre las montaas, arrastrando una larga cola que se desplegaba en la oscuridad

    como un abanico. Aquella estrella era el cometa Hyakutake. Era a comienzos de latemporada de primavera en el Everest (8848 m). Ese intervalo de tiempocomprendido entre el final del invierno y el advenimiento de los monzones del veranoha sido histricamente la poca en la que las expediciones al Everest han conseguidoun mayor nmero de xitos, y la estelar transgresin de Hyakutake era interpretadacomo un signo siniestro por los sherpas, en cuyas aldeas aquella mancha csmicaestaba siendo motivo de conversaciones y preocupacin.

    Los sherpas, un grupo tnico originario del Tbet, muchos de cuyos descendientes

    habitan hoy da en los valles altos de las montaas del Nepal, obtienen buena parte desus ingresos familiares a partir de las expediciones montaeras que acuden alHimalaya. Algunos sherpas trabajan como porteadores, cocineros o conductores deyaks; otros asumen papeles ms peligrosos y lucrativos como personal de apoyo enaltitud, acompaando a las expediciones extranjeras en su compromiso ltimo: latcnica y la resistencia, unidas contra un entorno fsico que excluye de su senocualquier tipo de existencia humana prolongada.

    Para el ao 1996, cuando se cumplan setenta y cinco aos de la primera

    expedicin a la cumbre en 1921, haban perecido ms de 140 personas en el Everest.Casi un 40 por ciento de aquellas vctimas haban sido sherpas. Por esta razn, cadavez que se alteraba el orden natural, los sherpas lo tenan muy en cuenta.

    Kami Noru tiene alrededor de treinta y cinco aos, est casado y es padre de tresnios. Pertenece a esa nueva generacin de sherpas que, desde los aos cincuenta,han cambiado su vestimenta tradicional por anoraks de goretex y se han decantadopor la economa del montaismo. En 1996, como vena sucediendo desde hacavarios aos, Kami Noru haba sido contratado por la compaa Himalayan Guides,dedicada a actividades comerciales de aventura y radicada en Edimburgo, a fin de queprestara sus servicios como sirdar(organizador) en una expedicin al Everest.

    Dirigida por el barbudo y corpulento ingls Henry Todd, jugador retirado derugby de cincuenta y un aos de edad y reconvertido en promotor de expediciones, lacompaa Himalayan Guides gozaba del prestigio de no haber perdido jams uncliente. El sentido prctico y la buena suerte de Todd en las montaas y su relacin decooperacin con Kami Noru se haban aunado para brindar a ambos un xito notableen el Himalaya.

    En la primavera de 1995, Todd haba organizado una expedicin comercial alEverest, llevando a sus clientes escaladores por la vertiente norte de la montaa, a la

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    que se accede desde el Tbet. La expedicin haba sido un xito incuestionable. Ochoescaladores de su grupo haban alcanzado la cumbre en el curso del mismo da.Despus de aquel xito, Todd y Kami Noru se sintieron muy satisfechos, aunque nohasta el punto de caer en el exceso de confianza. De hecho, en marzo de 1996 ambossentan cierta inquietud al pensar en la temporada que estaba a punto de comenzar.

    Kami Noru haba sealado a Todd la presencia de la estrella errante, y Toddrecuerda que a Kami esta presencia le perturbaba. Cuando Todd quiso saber qusignificaba este hecho para l y para los otros sherpas, Kami respondi simplemente:No lo sabemos. Pero no nos gusta.

    Haca ya algn tiempo que se estaba viendo por all el cometa, deca Todd, y,segn los sherpas, presagiaba que las cosas no iban a ir del todo bien. Unasupersticin, claro, pensaba Todd, pero era un asunto digno de preocupacin, aunqueslo fuera porque inquietaba a la gente que mejor conoca aquellas montaas.

    Al incierto significado de aquella irregularidad estelar, Todd poda aadir suspropios problemas. Siendo ya finales de marzo, las nieves invernales an no sehaban fundido lo suficiente como para permitir sin riesgos el paso de su caravana deyaks por el camino que llevaba hasta el Campo Base del Everest (5300 m). Por unaestrecha huella en la nieve profunda estaban subiendo algunos porteadores sherpas,pero pocos ms podran hacerlo. Debido a que la gran cantidad de suministros yvveres que necesita una expedicin requiere la capacidad de transporte que ofrecenlas caravanas de yaks de porteo, el ritmo del proceso de traslado de cargas estaba

    vindose considerablemente ralentizado. Era una contrariedad, aunque todava no unapesadilla, pero podra acabar sindolo si los caminos permanecan intransitablesmuchos ms das. El perodo de buen tiempo para intentar la cumbre del Everest esbreve, y concluye bruscamente con la llegada del monzn. Si una expedicin nocuenta con todo lo necesario cuando llega el momento de atacar la cumbre, todo elviaje a la montaa habr sido en vano.

    Como cualquiera frente a la incertidumbre, Todd y Kami Noru comenzaron atomar las medidas necesarias para anticipar o minimizar los problemas a los que cadauno de ellos se enfrentaba. En Katmand, capital de Nepal (1400 m), quedaban porresolver numerosas cuestiones logsticas mientras esperaban que, ms al norte, lasnieves siguieran fundindose. Ah Todd recibi varias cajas de whisky escocs J&Bcomo regalo de uno de sus escaladores, esponsorizado en parte por esta destilera. Aldar cuidadosas instrucciones de embalaje a los sherpas encargados de transportar ellicor hasta el Campo Base, Todd prevea ciertas noches en las que la libacin servirapara relajar tiranteces. Kami Noru, que no beba whisky, se preparaba a su manerapara los acontecimientos que haban de venir.

    El da 29 de marzo, en su casa de tejado de pizarra de la aldea de Pangboche(4000 m), extendida sobre un conjunto de terrazas por encima del sendero que

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    serpentea hacia la base del Everest, Kami Noru celebraba una puja, ritual deagradecimiento a la montaa y plegaria de bendicin. Al amanecer, en una ampliahabitacin del segundo piso, encima de una estancia que haca las veces de granero,se sentaban en crculo cinco monjes budistas vestidos con tnicas de colores castaoy azafrn. A su alrededor se hallaban Kami Noru y otros sherpas de Pangboche que

    haban sido contratados para trabajar en el Everest. La nica luz era un resplandorvacilante de color amarillo plido, procedente de las lmparas de mantequilla de yak,y unos pocos rayos de sol extraviados del amanecer mellaban aqu y all elentramado de rojos y azules de las alfombras tibetanas que cubran los suelos detarima serrada a mano. Espirales de humo se elevaban del fuego del hogar, dejandoescapar el olor denso y dulce de las ramas de enebro que ardan a manera de ofrenda.

    Los cnticos de los monjes rebotaban en las paredes y volvan haciendo ecos asus estribillos. Con cada redoble llegaban la calma y la paz, asegurando que, si los

    sherpas la honraban, la montaa les protegera y les devolvera a sus hogares. Alterminar lapuja, los monjes entregaron a cada uno de los participantes un cordn rojocerrado con un nudo, a manera de amuleto protector. Con callada reverencia y unaagradecida inclinacin de cabeza, los sherpas aceptaron el regalo y se colocaron alcuello los cordones rojos.

    A los pocos das, en vista de que las nieves continuaban fundindose, Kami Noruy los otros sherpas partieron de sus hogares encaminndose hacia el Campo Base delEverest, donde se reuniran con la expedicin que les haba contratado. Trabajando a

    cambio de un jornal que fluctuaba entre 2.50 y 50 dlares al da, los sherpasayudaran a instalar los campamentos, transportaran las cargas montaa arriba,cocinaran y serviran a los occidentales que llegaban al Everest en contingentes cadavez mayores.

    A principios de los aos ochenta, el nmero de escaladores y personal de soporteexpedicionario que se reuna en el Campo Base del Everest durante la temporada deprimavera podra haber cabido en un vagn del metro de Pars. En 1996, ms decuatrocientas personas llegaban cada temporada e instalaban all sus tiendas, dando allugar el aspecto de una acampada de oyentes de un concierto de rock. Un escaladordescribi el Campo Base de 1996 diciendo que tena el aspecto de un circo, pero conms payasos dentro de las tiendas. Por muchas razones, s es cierto que haba unoscuantos tteres en la montaa aquella temporada de 1996.

    Una expedicin taiwandesa dirigida por Makalu Gau constitua una fuenteinagotable de chascarrillos, que velaban sutilmente una genuina preocupacin acercade la aptitud de aquel grupo y de su capacidad para descender vivos de aquellamontaa. Un escalador coment respecto a ellos: Hubiera preferido estar en elEverest con un equipo jamaicano de patinaje en hielo. Tambin estaba all laexpedicin de Sunday Times, de Johannesburgo, que haba recibido pblicamente los

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    parabienes de Nelson Mandela. Sobre el whisky escocs de Henry Todd circulabanchismes relativos a la inexperiencia de muchos de sus componentes e interrogantesacerca de la veracidad de Ian Woodall, el tenso y destemplado lder de estaexpedicin.

    Al escalador americano y veterano del Everest Ed Viesturs se le haba odo

    declarar: Aqu arriba estn muchos que no deberan estar. Viesturs, de treinta ysiete aos, trabajaba all como gua y doblaba como estrella principal para laexpedicin IMAX/IWERKS de MacGillivray Freeman, dirigida por el escalador ycineasta americano David Breashears. La produccin cinematogrfica, dotada conuno de los mayores presupuestos jams adjudicados a un documental sobre elEverest, deba convertirse en una pelcula de gran formato que se estrenara en 1998.Diseada para proyectarse en salas equipadas con pantallas gigantes y sistemas desonido de alta tecnologa, esta pelcula ofrecera el Everest virtual al alcance del

    silln de cualquiera que deseara verlo.A sus cuarenta y pocos aos, Breashears se haba convertido en una especie de

    leyenda en el Himalaya. Ms que ningn otro escalador, excepto quizs Sir EdmundHillary, primero en pisar con Tenzing Norgay la cumbre ms alta del mundo en 1953,Breashears haba conseguido hacer del Everest una fuente continua de beneficioseconmicos, que constituan para l una parte sustancial de sus ingresos. En 1985 sedistingui por haber guiado hasta la cumbre al millonario y hombre de negocios DickBass, de Texas. A sus cincuenta y cinco aos, Bass se convirti as en el escalador

    ms viejo que jams haba puesto pie en la cima del Everest. Este logro representpara muchos un punto de inflexin en la historia de las tentativas en la gran montaa.Los aventureros y los adinerados tomaron buena nota de aquel evento: si un tipo decincuenta y cinco aos provisto de motivacin y dinero a discrecin pudo hacerlo,entonces cualquiera podra! Las compaas promotoras de expediciones comercialesse aprestaron a satisfacer la demanda as alentada y a dar servicio a aquellos clientes

    capaces de pagar grandes cifras por ascender grandes montaas[2].Ya durante la marcha de aproximacin hacia el Campo base del Everest,

    Breashears y sus compaeros del equipo expedicionario IMAX/IWERKS causaronuna cierta impresin. No lejos del hogar de Kami Noru en Pangboche, variosmiembros de la expedicin hicieron un alto en una casa de t y ocuparon variasmesas. Pidieron t, pero rechazaron la comida local, consumiendo a cambio golosinasque haban trado de los Estados Unidos en sus sacos de equipaje. Un veterano delCampo Base del Everest, que encontr a los componentes del grupo un poquitndemasiado repeinados y aspticos, les coloc el sobrenombre de los chicos Gucci.

    Cerca de la expedicin IMAX/IWERKS en el Campo Base del Everest acampabatambin el grupo deHimalayan Guidesde Henry Todd y algunas otras expedicionescomerciales que, como la de Todd, haban trado clientes de pago a la montaa. Entre

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    aquellos perros del dlar, como un cronista del Everest denominaba en privado alos miembros de las expediciones comerciales, se hallaba el grupo de AdventureConsultants, liderado por el neozelands Rob Hall.

    Hall, cuya imagen recordaba a la de Lincoln, con su barba negra y su presenciaimponente, emanaba una intensidad y una sosegada reserva, que le hacan aparentar

    ms de los treinta y cinco aos que en realidad tena. Desde 1990, ao en que suempresa comenz a llevar expediciones al Everest, Hall haba acompaado hasta lacumbre a un total de treinta y nueve escaladores (entre clientes y personalexpedicionario). Los anuncios de su compaa que se publicaban en las revistasinternacionales de escalada eran grandes, atractivos y no inmodestos. Uno de ellos,publicado a principios de 1995, proclamaba: 100% de xitos! Solicite gratis nuestrocatlogo a todo color. Esto es, cien por cien de xitos hasta mayo del 95, temporadaen la que hizo darse la vuelta a todos sus clientes en la tentativa de cumbre, ya que la

    nieve profunda de las zonas altas haba ralentizado en exceso su progresin. Enaquella ocasin, nadie alcanz la cumbre.

    En 1996 Rob Hall estaba all otra vez, dispuesto a probar suerte y a situarse denuevo, si era posible, en las listas de xitos. La presin creca. Las victorias, y no lasretiradas, era lo que atraa nuevos negocios, y en 1996 la situacin presentaba undesafo adicional: un nuevo competidor haba entrado en el juego.

    Scott Fischer, procedente de Seattle, en Washington, estaba a punto de llegar a lamontaa. Este alpinista de ms de un metro noventa, rostro cincelado y simtrico y

    cabello rubio, largo y flotante, diriga en Seattle su compaa de actividades deaventura llamada Mountain Madness, a modo de una extensin de su ambicin

    personal: escalar montaas por todo el mundo y pasarlo en grande[3].Con su talento, buena presencia y encanto, era un perfecto chico de pster

    alpinstico. Posea una personalidad carismtica, con el poder de atraccin de un imnindustrial. Lograba atraer a sus clientes, motivarlos y conseguir que secomprometieran, que firmaran sus cheques de pago y que hicieran sus mochilas. Eraun luchador, pero era nuevo en el negocio de guiar expediciones comerciales alEverest.

    Sus motivos para convertirse en un perro del dlar eran, tal y como explicabauno de sus socios, bastante simples: Creo que contemplaba el xito de Rob Hall ypensaba: Si l puede, yo tambin. Y no de un modo competitivo ni chulesco, sinosencillamente dicindose: Qu pasa? Soy un buen escalador. Por qu no hacerlo? Conseguir clientes e ir para all. Tambin l poda ir y ganar dinero

    La antigua gerente deMountain Madness, Karen Dickinson, describi la decisinde la compaa de organizar expediciones al Everest como una licenciatura superioren el montaismo de gran altitud. Haba una demanda por parte de nuestros clientes ynosotros desebamos ofrecerles este servicio, o bien perder clientela a favor de la

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    competencia. Si funciona, puede ser muy lucrativo, as pues tambin exista unamotivacin econmica. Por supuesto, estaba claro que del mismo modo podramosperder hasta la camisa Desde el punto de vista financiero, era un juego en el quehaba que apostar fuerte.

    Fischer se fijaba especialmente en los fructferos resultados que podran derivarse

    de una expedicin con xito. Llevaba tiempo pensando en introducir algunos cambiosen su vida. Como deca Karen Dickinson: El ao anterior, Scott haba cumplidocuarenta aos; sus negocios le haban llevado por fin al punto deseado Habaescalado el K2 (8611 m); haba escalado el Everest; estaba considerado un gua detalento Deca que tal vez no iba a volver otra vez a la cumbre del Everest, quecontratara a otros para que lo hicieran.

    Estos planes estaban slo someramente trazados, apenas haba habido ms quealguna conversacin informal entre Fischer y Dickinson, pero quienes le conocan

    bien opinan que Fischer estaba plantendose el cambio seriamente. Su vida personal,su papel en la compaa, su personalidad pblica, todo estaba a la espera de unarevisin en el ecuador de su vida.

    Fischer llevaba trabajando desde principios de los 80 para desarrollar el negociode Mountain Madness, pero ste nunca le haba proporcionado unos ingresossustanciosos y estables. Su vida era la escalada: su trabajo se lo haba permitido, perol nunca haba formado parte del crculo de alpinistas verdaderamente prestigiosos.Saba, sin embargo, que un xito comercial en el Everest podra cambiar

    notablemente las cosas. Si lograba atraer suficientes clientes a 65 000 dlares porcabeza (precio de Hall), y si era capaz de establecer un buen calendario deexpediciones a grandes montaas, conseguira resolver numerosos problemas yfinanciar muchos cambios.

    Parte del reto implcito en esa bsqueda de una nueva direccin vena impuestopor su falta de relevancia internacional. Fischer careca de la reputacin de muchosde los protagonistas del montaismo de altitud, que adornaban las portadas y pginasde las revistas de escalada y de los catlogos de material tcnico. Si es cierto que sehaba esforzado mucho para mejorar como jefe de expedicin, su carrera personalcomo alpinista haba quedado relegada a un segundo plano. Haba llegado a sentir,como expresaba uno de sus amigos, que no se le estaba haciendo justicia en losmedios informativos La prensa no jugaba limpio con l, no se le consideraba conrespeto; su nombre no estaba en candelero; quera reconocimiento.

    Las dificultades, en opinin de algunas personas de su crculo, derivaban de suimagen: un buen escalador, instructor, gua y fotgrafo, s, pero tambin fanfarrn,despreocupado, amigo de juergas. Estas caractersticas le brindaban cierto tipo denotoriedad, pero no ofrecan la imagen que hara sentirse cmodo a un clienteopulento, o que lograse atraer a un espnsor realmente interesante. Para este tipo de

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    personajes, Fischer resultaba demasiado aleatorio. Una expedicin con xito alEverest, que fuera muy sonada, podra cambiar mucho las cosas

    A golpe de telfono desde su oficina en West Seattle, Dickinson, Fischer y susempleados repasaban sus listas de clientes para promocionar la expedicin. Enviabancientos de trpticos publicitarios, impresos a dos colores y con el mismo atractivo

    grfico que desplegara el manual de una cortacsped. Mountain Madness noalcanzaba los registros de esplendor que caracterizaban la publicidad de Rob Hall,pero lanzaba a la calle su mensaje: Los escaladores que participen en la expedicinde 1996 podrn probar suerte en la montaa ms alta del mundo Instalaremos unapirmide de campamentos, cada uno de los cuales se aprovisionar desde elinmediatamente inferior. Los guas y sherpas de altitud fijarn cuerdas, instalarn yaprovisionarn los campamentos y servirn de gua en todos los intentos a la cumbre.Los escaladores llevarn cargas ligeras, lo que les permitir reservar sus energas para

    la cumbre.Para los competidores de Fischer en el juego del Everest, no fue una buena noticia

    or queMountain Madnesshaba decidido entrar en el mercado. El estilo relajado deFischer y su oferta de expediciones a los destinos ms lejanos de frica, Asia ySudamrica haban atrado a una multitud de clientes de todo el mundo, y su xito, sise diera el caso, constituira un problema especialmente para Rob Hall, que habaconseguido unos resultados increbles reclutando clientes americanos para susexpediciones al Everest.

    ***

    En un esfuerzo por alcanzar mayor eco en la prensa, tanto para MountainMadnesscomo para el propio Fischer, l y sus colaboradores lanzaron sus anzuelos alos medios de comunicacin con tanta energa como a sus clientes escaladores, y locierto es que pronto pic alguien que prometa ofrecer una oportunidad importante.

    Outside, la revista de mayor tirada en los Estados Unidos en el campo del ocio yel aire libre, tena la intencin de esponsorizar al escritor y escalador Jon Krakauer,periodista de Seattle y autor de xitos de venta, con la intencin de que escribiera unartculo acerca del auge de las expediciones comerciales en el Everest. Deseabancomprar para Krakauer un puesto en el equipo de Fischer, pero queran llegar a unacuerdo favorable.

    Muy interesado en la oportunidad de contar con un periodista tan competenteentre sus filas,Mountain Madnessnegoci audazmente con los ejecutivos de Outside.

    Exploraron una amplia gama de acuerdos e intercambios que pudieran beneficiar aambas compaas y echaron toda la lea al fuego. Un socio de Fischer recuerda:Karen [Dickinson] estaba todo el rato encendindoles hogueras debajo de los pies a

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    los de Outside, dicindoles: Claro que s!.Las negociaciones iban bien, y Fischer estaba muy entusiasmado ante las

    oportunidades que podran derivarse de esta eventual relacin. A cambio de undescuento para Outside, Mountain Madnesspresionaba por conseguir un espacio parapublicidad y adems un artculo, lleno de fotos en color, y que suponan iba a

    contener preciosos prrafos de inestimable valor promocional. Tambin Krakauermostraba su entusiasmo, llegando a comentar a uno de los socios de Fischer que leapeteca ir al Everest con Scott, porque su equipo contaba con mejores escaladoresque otras compaas y porque Scott era un personaje local y un carcter interesante.

    Fischer pensaba que esto podra ser el tipo de propaganda que necesitaba:difusin en la revista ms vendida del ramo, cuyos adeptos incluan muchosmontaeros y aventureros de alto poder adquisitivo, que podan pagar el precio de lasgrandes montaas. Recuerda Dickinson: Durante un largo perodo estbamos

    seguros de que Jon iba a venirse con nosotros Y nosotros le reservamos un puesto,pensando que iba a ser suyo, en tanto negocibamos intensamente con Outside lascondiciones del pago, una combinacin de publicidad y taln bancario.

    Pero, como recuerda un socio de Mountain Madness, En realidad estabanregateando con Karen, y lo que queran, creo yo, era que Mountain Madnessno lescobrara nada, que le llevaran gratis slo por contar con alguien importante en laexpedicin Por fin, en un momento dado, los de Outsidefueron a ver a Rob [Hall]y le preguntaron: Bueno, en cunto nos lo vas a dejar t? y Rob dijo: En menos

    de lo que os cobran ellos. Bingo!. En el ltimo momento, Outside compr elbillete de Krakauer aAdventure Consultants.

    Un portavoz de Outsidedice, recordando la decisin de la revista de aceptar laoferta de Hall, que ellos no eligieron a Adventure Consultants nicamente pormotivos econmicos, sino que tambin tomaron en consideracin el hecho de queRob Hall posea mayor experiencia como gua en el Everest, mejor historial enmateria de seguridad y, segn Jon Krakauer, llevaban mejores aparatos de oxgeno.

    Fischer se encoleriz ante la decisin de Outside, diciendo: Dios mo, eso estpico de los medios de comunicacin. Tpicos cerdos. Uno de sus amigos recuerdaas la indignacin de Fischer: l opinaba que haba sido una cochinada por parte deOutside aprovecharse de aquella idea y sacarle toda esa informacin a Karen[Dickinson, para luego, por una diferencia de tal vez mil dlares no s cunto sera,pero probablemente no fuera una cantidad muy grande marcharse con Rob.

    Se pierde una oportunidad pero aparece otra, tal vez mejor. Mountain Madnessconsigui fichar a Sandy Hill Pittman, de cuarenta aos, editora colaboradora de

    llurey de Cond Nast Travelling. Pittman haba escalado ya la ms alta montaa enseis de los siete continentes, pero el Everest se le estaba resistiendo. En sus dosintentos previos, uno de ellos guiado por David Breashears, del equipo de

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    IMAX/IWERKS, Sandy se haba tenido que dar la vuelta antes de lograr la cumbre.Pittman era un buen fichaje. Posea ms experiencia en gran altitud que Krakauer,

    y haba llegado a un acuerdo con NBC Interactive Mediapara transferir informacin

    diaria a una pgina de la World Wide Web (www.nbc.com/everest)[4], de modo que siFischer lograba que subiera a la cumbre, obtendra por ello ms publicidad de la que

    ams podra comprar un Papa desde su plpito. Pero tena que conseguir llevarla a lacima, y Fischer lo saba.

    Creo que al principio Scott la consider alguien importante, una especie dechollo, comentaba un amigo de Fischer. Si logra que suba a la cumbre, cielos!ella escribir sobre l, hablar de l, le llevar consigo sobre la ola de buena fortunaque la transporta. Pero, si no consiguiera hacer cumbre, Scott podra sufrir unfracaso publicitario. Uno de sus socios deca imaginarse a Pittman exclamando: FueScott Fischer, fue Scott Fischer. Fue l quien no me dej escalar. Yo podra haber

    subido perfectamente.

    ***

    Fischer se haba asegurado los servicios de tres guas para que acompaaran a losclientes a la cumbre, y no dud en promocionar ante los posibles interesados el altogrado de cualificacin de sus profesionales. En sus folletos publicitarios identificaba

    as a los guas de la expedicin: Nazir Sabir, de Pakistn, gua veterano y organizadorde expediciones, con varias cumbres de ms de ocho mil metros en su haber; NeilBeidleman, ingeniero aeroespacial, escalador y corredor de ultramaratn, procedentede Aspen, Colorado. Y adems, Anatoli Bukreev.

    Bukreev, de treinta y ocho aos, de nacionalidad rusa y residente en Alma Ata,Kazajstn, estaba considerado como uno de los ochomilistas ms destacados delmundo. En la primavera de 1996 haba escalado siete de los ochomiles ms difcilesdel mundo (algunos de ellos ms de una vez), y siempre sin utilizar equipos de

    oxgeno[5]

    .

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    Captulo 2. La invitacin al Everest

    Scott Fischer y Anatoli Bukreev compartan algunas montaas en su historialalpinstico, pero jams haban coincidido en ninguna ruta. Gracias a su comn amigo,el respetado montaero ruso Vladimir Balyberdin, cada uno de ellos conoca de odas

    al otro: Bukreev, al sociable e intrpido americano que en 1992 haba escalado el K2,la Montaa Salvaje, como miembro de una expedicin ruso-americana. Y Fischer,por su parte, saba de las andanzas de aquel escalador disidente que haba eludido lasfilas de la guerra afgana para escalar montaas, y que se estaba convirtiendorpidamente en una leyenda a causa de su inslita resistencia fsica y de la rapidez desus ascensiones en el Himalaya. Finalmente, en mayo de 1994 se encontraron por vezprimera uno frente al otro.

    Coincidimos en una fiesta en un restaurante de Katmand, donde Rob Hall celebraba el xitode su ltima expedicin al Everest. ramos unos sesenta, entre escaladores, sherpas y amigos,y todos habamos sido invitados para celebrar el final de la temporada primaveral de escaladaen Nepal. El mundo de los ochomilistas es pequeo, y muchos de nosotros nos conocamos yade expediciones anteriores, pero aquella era la primera vez que yo coincida con Scott y conRob Hall.

    Yo acababa de llegar de la primera expedicin comercial al Makalu (8463 m), dirigida por miamigo Thor Kaiser, de Colorado. No habamos obtenido muy buenos resultados. Slo habamoshecho cumbre tres personas, entre los que nos contbamos yo mismo y Neal Beidleman, deAspen, Colorado. Como nosotros, tambin Scott celebraba su propio xito. Por fin, despus detres intentos, haba alcanzado la cima del Everest, e inmediatamente la del Lhotse (8511 m),

    una montaa perteneciente al macizo del Everest. Para Scott haba sido un gran logro,especialmente porque haba ascendido al Everest sin utilizar oxgeno suplementario y porquehaba sido el primer americano en escalar el Lhotse.

    Para m, Scott corresponda a la idea clsica que un ruso tiene de un americano. Parecacomo salido de una pelcula, alto y guapo. Su sonrisa abierta y benvola arrastraba literalmentea la gente hacia l.

    Creo que Scott tena un gran potencial como ochomilista. He tenido la suerte de escalar conmuchos de los mejores alpinistas del mundo, y l podra haberse alineado con los mscompetentes. Aunque no era tan famoso, yo senta por Fischer tanto respeto como por otroamericano, Ed Viesturs, a quien conoc en 1989. Ed, que ha ascendido nueve de los catorceochomiles del planeta sin utilizar oxgeno, es para m el mejor ochomilista de Amrica.

    * * *

    La suerte quiso que Bukreev y Fischer se encontraran por segunda vez en octubrede 1995, y de nuevo en Katmand. En aquella ocasin, Bukreev luchaba porasegurarse la continuidad de su carrera alpinstica, y Fischer negociaba con elMinisterio de Turismo de Nepal para obtener un permiso de expedicin al Everest.

    A principios de aquel mismo ao, un grupo de escaladores kazajos invitaron a

    Bukreev a que viajara a Nepal para unirse a su expedicin al Manaslu (8162 m),programada para otoo de 1995. Dicha expedicin quera ser un homenaje a variosmontaeros kazajos que haban fallecido en 1990 en un intento a aquella misma

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    montaa. Bukreev, que ambicionaba escalar los catorce ochomiles del mundo y anno haba ascendido el Manaslu, haba aceptado inmediatamente el ofrecimiento y sehaba entrenado religiosamente para este objetivo.

    Al igual que otros estados ex-miembros de la URSS, Kazajstn tiene grandesdificultades para reunir fondos con los que financiar sus programas alpinsticos.

    Bukreev no se sorprendi mucho cuando Ervand Ilinskii, que iba a liderar laexpedicin, le anunci que el grupo no haba conseguido suficiente dinero y quetendran que postergar su tentativa al Manaslu hasta la primavera de 1996.

    Justo antes de partir hacia Nepal me entero de que la expedicin ha sido cancelada. Pienso,Para qu voy a quedarme en Alma Ata?. Mis oportunidades como ochomilista estaban en elHimalaya, y necesitaba ir all. Si me quedaba a esperar que la oportunidad fuera a buscarme aKazajstn, mi carrera podra terminarse. As pues, vol a Katmand con la esperanza deencontrar un trabajo como gua o una expedicin a un ochomil en la que pudiera enrolarme.

    Cuando llegu a Katmand no haba disponible ningn trabajo como gua, pero s meencontr a unos amigos de Georgia con los que haba estado escalando en los macizosasiticos de Pamir y Tien Shan.

    A diferencia de los kazajos, los escaladores georgianos haban conseguido losfondos necesarios para financiarse una expedicin al Dhaulagiri (8167 m), yreconociendo la experiencia de Bukreev y su potencial contribucin al esfuerzocomn en la montaa, le invitaron a adherirse al grupo a condicin de que l pagarasus propios gastos y la parte proporcional del importe del permiso cobrado por el

    gobierno del Nepal. Las duras realidades que haban llegado con el desmoronamientode la Unin Sovitica iban alterando lentamente la tradicin de generosidad propia delos das en que exista financiacin estatal, y a pesar de sus limitados recursospersonales, Bukreev acept el ofrecimiento.

    Los georgianos pensaban que la presencia de Bukreev en la expedicin podra sermal interpretada y, tal vez, oscurecer la repercusin pblica de un eventual xito porparte del grupo, as pues se acord que Bukreev escalara con ellos hasta que llegarael momento de realizar el ataque final a la cumbre, momento a partir del cual

    seguiran rutas diferentes. Si conseguan llegar a la cima, los georgianos no querandar la impresin de haber dependido de la experiencia de un ruso, y menos an de unruso de Kazajstn. El asunto en este caso no era tanto la competitividad entreescaladores (aspecto predominante en el montaismo himalyico), como un problemapoltico y de orgullo nacionalista.

    El da 8 de octubre de 1995, en solitario y sin oxgeno, Bukreev coron la cumbredel Dhaulagiri. Sin pretenderlo, haba realizado la ascensin ms rpida jamsefectuada en aquella montaa, en diecisiete horas y quince minutos.

    ***

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    El 20 de octubre, de vuelta en Katmand, Bukreev se puso inmediatamente atrabajar, buscando oportunidades y planeando continuar sus conversaciones conHenry Todd, deHimalayan Guides, quien le haba hecho una oferta verbal de trabajo.En mayo de 1995 haba sido Bukreev quien guiara la afortunada expedicin de Todden la Cara Norte del Everest, mientras Todd permaneca en el Campo Base

    recuperndose de una lesin de espalda. Ante el xito de Bukreev, Todd estabadeseoso de asegurarse los servicios de ste para la temporada de 1996, en la queproyectaba organizar una expedicin al Everest desde su Cara Sur, siguiendo la rutade la Arista Sudeste, la ms popular para acceder a la cumbre.

    Acababa de desayunar y caminaba por una estrecha callejuela del barrio de Thamel, en laque el trfico haba quedado completamente bloqueado. En medio de la confusin de rickshaws,motocarros, coches y camiones, o que alguien gritaba mi nombre, y desde uno de los coches vibrazos que se agitaban y me hacan seas. Al mirar con atencin reconoc a algunos de mis

    amigos escaladores de Alma Ata, y me aproxim a su coche. Acababan de llegar delaeropuerto, y estaban radiantes de alegra. De algn modo la expedicin al Manaslu se habaadelantado; alguien haba araado el dinero necesario y el nuevo plan consista en realizar laascensin en diciembre de 1995, en lugar de esperar a la primavera del 96. Esto era fantsticopor dos motivos: en primer lugar, haba expedicin! En segundo, yo tendra as ms flexibilidadpara encontrar trabajo como gua para la prxima primavera. Slo unos pocos das ms tarde,encontr a Scott.

    Bajaba por una calleja cuando le vi curioseando por las casetas del mercado cerca del Skala,la pensin regentada por un sherpa en la que yo me alojaba. Pens que tal vez no se acordarade m, as pues le di un toquecito en el hombro y le pregunt qu tal iban las cosas en Amrica.Inmediatamente me reconoci y esboz una amplia sonrisa.

    Eh, Anatoli! Cmo te va? Tienes tiempo para tomar una cerveza?.Entramos en un restaurante cerca del Ministerio de Turismo, donde l tena una reunin

    aquella misma tarde, y nos pusimos mutuamente al da acerca de lo que cada uno haba hechodesde la ltima vez que nos habamos visto. Scott me dijo que haba tenido buena suerteguiando una expedicin al Broad Peak, en Pakistn (8047 m) y que ahora estaba tramitando unpermiso para el Everest. La poltica de los permisos era increble, me dijo, as como los preciosque estaban pidiendo por ellos. Cincuenta mil dlares para cinco escaladores, y diez mildlares ms por cada escalador adicional. Desorbitado. Me dijo que ya se haban apuntadounos cuantos clientes y que todo pareca indicar que iran, si es que finalmente consegua elpermiso.

    Fischer estaba jugando al juego de la cscara del Everest. Haba estadopromocionando su expedicin al Everest sin contar an con un permiso en mano,prctica no infrecuente entre los organizadores de expediciones comerciales. DecaKaren Dickinson: Sudbamos lo indecible. El ao anterior habamos querido enviaruna expedicin al Everest y no nos llegaba el permiso. As pues decidimos suspenderla salida. Y entonces, naturalmente, nos dieron el permiso, all a finales de enero, ypensamos Ahora ya es demasiado tarde, y todos nuestros competidores habanmentido diciendo que tenan el permiso cuando no lo tenan, y sus expedicionessalieron. As que en el 96 decamos Oh, s, tenemos un permiso pero no lotuvimos en mano hasta febrero.

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    Scott me pregunt qu estaba haciendo en Katmand, y le dije que acababa de llegar delDhaulagiri y que lo haba escalado por segunda vez. Has estado guiando a alguien?, mepregunt. No, ha sido slo por gusto, le dije. Tuve la oportunidad de enrolarme con unaexpedicin georgiana y realizar una ascensin rpida. Creo que Scott se sorprendi. Noguiabas a ningn cliente de pago? me pregunt riendo. En aquellos momentos mis bolsillosestaban ya prcticamente vacos y su pregunta pareca razonable. Scott conoca la situacin enla antigua Unin Sovitica, en la que el apoyo financiero a los escaladores haba desaparecido

    casi por completo. Ambos habamos odo las noticias, nuestro comn amigo Vladimir Balyberdlinhaba muerto en San Petersburgo mientras trabajaba con su automvil particular como taxipirata.

    Yo no tena muchas ganas de hablar sobre malos tiempos, as pues dije a Scott: El mesque viene me voy al Manaslu con un grupo de Kazajstn. Te quieres venir?. Al principio Scottpermaneci en silencio, luego comprendi que yo hablaba en serio y comenz a rer de nuevo,diciendo lo mucho que envidiaba mis aventuras extremas.

    Scott saba, como yo, que ningn americano haba subido por entonces al Manaslu.Podras ser t el primero, le dije. Se elevaron sus cejas y sus ojos refulgieron. Oh, Anatoli,me gustara muchsimo, pero estoy terriblemente ocupado. Tengo que organizar esta salida alEverest para mayo, y tengo que trabajar en el Kilimanjaro. Palabra que me encantara, amigo,pero maldita sea, estoy demasiado ocupado.

    La agenda de Fischer con Mountain Madness le llevaba por todo el mundoalejndole de la familia a quien amaba. Su casa en West Seattle era el lugar dondetena su ropa en el armario y donde vivan Jeannie, su mujer, y sus dos hijos, perocada vez con mayor frecuencia andaba por ah con sus cosas en una maleta o en unpetate de expedicin, soportando discusiones con funcionarios de aduanasdesprovistos de escrpulos y de sentido del humor. Al decir de Karen Dickinson,

    sola encontrarse con problemas en los aeropuertos y hasta haba tenido quedesnudarse por completo en algn registro aduanero, porque l, claro, l iba con sucoleta y su pendiente de oro, y su calendario de viajes pareca carente de sentido: hoyse iba a Tailandia, maana a Nepal, despus marchaba a frica, as que el personal delas aduanas siempre andaba buscndole las vueltas: Ah, claro, y en qu negociosdices que andas?.

    Trat de lograr que escapara de su agenda, que hiciera algo para s mismo, que escalara. Ledije: Estoy seguro de que tendremos xito. Nuestro equipo es realmente fuerte, y tu presencialo hara ms fuerte an. Ven con nosotros!. Me daba cuenta de lo difcil que le resultabarechazar mi invitacin. Era evidente que su trabajo le llevaba en una direccin y su amor por lasmontaas en otra diferente. Me dijo: Yo no tengo tanta libertad como t. Tengo obligaciones, unnegocio, compromisos familiares. Comprend su dilema. Para un himalayista, resultaextraordinariamente difcil financiarse la actividad en las montaas sin caer de un modo u otroen tejemanejes comerciales. No obstante, me sent decepcionado al escuchar su negativa.

    Mientras charlaban, Fischer no cesaba de mirar su reloj, preocupado ante suinminente cita en el Ministerio de Turismo y deseoso de mostrarse puntual y

    debidamente respetuoso hacia las autoridades. Las buenas relaciones con losburcratas son indispensables: si no hay papeles, no hay escalada.

    Cuando Scott se levant para irse, me pregunt si podamos vernos al da siguiente para

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    desayunar juntos en el hotel Manang, donde se hospedaba. Tena, me dijo, algunos asuntos delos que quera hablar conmigo.

    Bukreev estaba impaciente por ver a Fischer de nuevo, porque saba que elamericano estaba expandiendo el mbito de sus operaciones, buscando nuevosmercados, y Bukreev necesitaba oportunidades. Para l, los aos posteriores alcolapso de la Unin Sovitica haban resultado ms difciles de lo que Scott nuncahubiera imaginado. El mundillo montaero sovitico haba quedado diezmado.Muchos de los escaladores de la generacin de Bukreev, entre los que figurabanalgunos de los montaeros ms cualificados del mundo, eran ahora prcticamenteindigentes. Quienes tenan familias por alimentar tuvieron que olvidarse de susambiciones y trabajar gestionando albergues de montaa o enseando a esquiar a loshijos de jefes mafiosos, o cualquier otra cosa que les permitiera llevar el pan a casa.

    Bukreev conoci la desesperanza y la humillacin que llegaron comoconsecuencia de la falta de apoyo estatal. Despus de su fructfera ascensin alMakalu en 1994, mientras Neal Beidleman y los otros americanos miembros de laexpedicin volaban hacia casa, l tuvo que meterse en el hotel ms barato deKatmand y vender su equipo de escalada para poder comprar un billete de vuelta aAlma Ata. Un da, al mirarse al espejo, se dio cuenta de que a pesar de los rigores ydesafos del Makalu haba ganado peso gracias a la comida de la expedicin, muchomejor de la que poda adquirir en su pas. Todos sus compaeros americanos haban

    perdido peso, algunos cerca de diez kilos. Su carrera estuvo a punto de acabar porentonces, y ahora mismo no estaba muy lejos de la misma situacin.

    Estaba deseoso de hablar con Scott acerca del potencial alpinstico de las montaas deKazajstn. All, las oportunidades estaban aguardando a que alguien fuera a aprovecharlas.Estas montaas, que durante mucho tiempo haban sido el terreno de entrenamiento de losescaladores de la antigua Unin Sovitica, presentan muchos retos interesantes. Lasinfraestructuras eran escasas, haba pocos hoteles, pero empezaba a haber dinero en el pas, yen mi opinin, una persona tan capacitada como Scott quizs pudiera empezar a poner algunascosas en marcha.

    A la maana siguiente, sobre la segunda y la tercera taza de caf, Fischer yBukreev estuvieron mirando mapas de Kazajstn y algunos folletos de Tien Shan ydel Pamir, que Bukreev haba trado consigo a la cita con Scott. ste parecaintrigado, hizo bastantes preguntas bien dirigidas y repentinamente traslad el temade la conversacin al Everest. Deseaba hablar de la experiencia que Bukreev habatenido. Como todos los himalayistas, permanentemente atentos a las noticiasprocedentes de las grandes montaas, Fischer quiso conocer los detalles del xito de

    Bukreev el ao anterior con Himalayan Guides, de Henry Todd. De los sieteescaladores a los que Bukreev haba guiado al Everest, tres haban realizado sendasprimeras: la primera ascensin galesa, la primera danesa y la primera brasilea.

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    Scott habl largo y tendido acerca del Everest, y luego pasaron a comentaraspectos del montaismo guiado en grandes altitudes, y de cmo ste difera de lasexperiencias de ambos en cotas ms moderadas. Dijo que le interesaban otrasmontaas aparte del Everest, que tena muchos planes para el futuro, para todos losochomiles. Estaba pensando seriamente en la posibilidad de una expedicin

    comercial en el K2. A muchos americanos les interesara algo as, deca. Necesitarunos cuantos buenos guas, tal vez seis; tal vez guas rusos que estn dispuestos acorrer el riesgo, ya que no son muchos los americanos capacitados para hacerlo.

    Aunque el K2 es slo la segunda montaa del mundo por su altitud, suelecontemplarse como la ms peligrosa de todas las cumbres de ms de ocho mil metros.Debido a su forma piramidal, la escalada ms ardua corresponde a las zonas ms altasde sus flancos y representa uno de los grandes retos del himalayismo. Fischer conoca

    bien la dificultad de sus rutas y las dramticas historias demasiadas de las cualeseran trgicas de sus tentativas y ascensiones. De hecho, Fischer haba tomado parteen una de las ms dramticas de estas historias, como supo Bukreev.

    En agosto de 1992, despus de haber coronado la cumbre del K2, Fischerdescenda de la montaa de noche y en medio de una tormenta, agotado y con unhombro lesionado, y adems descolgando consigo el peso muerto de otro escalador,que Fischer transportaba atado a su propio arns. Este escalador era el neozelands

    Gary Hall, socio de Rob y que, incapacitado por un edema pulmonar, no podamoverse por s mismo. La heroica actuacin de Fischer le salv la vida[6].

    Dije a Scott: Lo que sirve para el Everest sirve para el K2. T lo sabes. Has estado all. Nohay lugar para errores. Necesitas buen tiempo y muy buena suerte. Necesitas tambin guasmuy cualificados, escaladores profesionales con experiencia en grandes altitudes y queconozcan la montaa. Y los clientes? Tendrs que seleccionarlos cuidadosamente; necesitaspersonas capaces de asumir las responsabilidades y los retos de la gran altitud. Esto no es el

    Mount Rainier[7]. Escalar en cotas altas requiere un conjunto diferente de reglas. Tendrs quedesarrollar la autoconfianza de tus clientes escaladores, porque no podrs llevarlos de la mano

    todo el tiempo. Es peligroso decir que se puede guiar a alguien hasta la cumbre del Everest delmismo modo que se hara en el McKinley[8]. Scott escuch atentamente, y luego me dio unasorpresa.

    Necesito un gua de escalada, me dijo, alguien que tenga tanta experiencia como t.Vente conmigo al Everest, y despus del Everest estudiaremos la posibilidad de hacer el K2 conun equipo de guas rusos y tambin escalar en Tien Shan. Qu me dices?.

    No tuve ms remedio que decir a Scott que haba recibido ya una oferta por parte de HenryTodd, de Himalayan Guides, quien como l estaba proyectando realizar una expedicincomercial al Everest desde su lado nepal, siempre y cuando consiguiera un permiso ysuficientes clientes. Le dije que en Rusia tenamos una expresin, Nadie cambia de pony en unvado. Scott rio y me pregunt cunto iba a pagarme Henry Todd. Cuando se lo dije, me

    respondi:Mira, t eres un agente libre. No has firmado ningn contrato escrito. Y entonces se

    ofreci a pagarme casi el doble de lo que Henry me haba ofrecido.

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    Para Bukreev era una invitacin magnfica, y la oferta de proyectos posteriorestambin resultaba prometedora. Bukreev tena mucha confianza en la capacidad deFischer para capear los problemas impuestos por la organizacin de una expedicin, eigualmente le apreciaba como escalador. Adems, Beidleman era amigo suyo. En1994, Bukreev le haba apoyado en su tentativa de escalar el Makalu, primer ochomil

    de Beidleman, y senta un gran respeto por la determinacin que haba mostradoaquel americano durante el largo y agotador esfuerzo. Bukreev haba observado queposea una resistencia extraordinaria, porque era corredor de ultramaratones. Sinembargo, las exigencias de la escalada en altas cotas resultan muy distintas de las queplantea la carrera de larga distancia, y Beidleman careca de experiencia en elEverest.

    Yo no quera decir que no, pero tampoco me pareca oportuno aceptar en aquel momento,

    as que opt, en cambio, por pedir a Scott cinco mil dlares ms de lo que l acababa deofrecerme. Pens que, si l acceda, Henry estara ms dispuesto a comprender mi postura alaceptar semejante oferta. Scott dej en la mesa su taza de caf y me mir como si no pudieracreer lo que estaba oyendo. Ni pensarlo, respondi.

    Le dije: Est bien, no hay problema. Honradamente, cre que aquel iba a ser el final denuestra conversacin y que yo trabajara para Henry Todd como lo haba hecho el ao anterior,pero entonces Scott me sugiri: Piensa en lo que te estoy ofreciendo, y se levant paramarcharse a otra cita que tena en el Ministerio de Turismo. Al salir, dijo: Desayunemos juntosmaana en donde Mike. A las nueve? Pinsatelo.

    A la maana siguiente Bukreev lleg antes de la hora prevista a Mikes Breakfast,

    un restaurante del barrio de Thamel muy frecuentado por los escaladores americanosy por los expatriados de Katmand, debido a su caf y a sus tortitas querepresentaban una especie de guio a los deseos de consuelo gastronmico y a lanostalgia del hogar. Mientras buscaba una mesa, Bukreev ensayaba en ingls lo quehaba pensado decir a Fischer: que estaba dispuesto a aceptar las condiciones queScott le haba ofrecido el da anterior. No pensaba insistir sobre el pellizco adicionalde dlares. La relacin con Mountain Madness, pensaba l, podra ser productiva.Pero si no tena un comienzo, jams tendra futuro. Transcurrieron treinta minutos,transcurri una hora. Bukreev pidi el desayuno, sospechando que Fischer habacambiado de opinin y que l haba perdido su oportunidad.

    Haba terminado ya mi desayuno y acababa de pagar al camarero cuando vi a Scott queentraba al restaurante con su agente, P. B. Thapa, de la compaa Him Treksde Katmand, quese encargara de la logstica de la expedicin de Mountain Madnessen Nepal. Scott se acerc ami mesa, sonriendo como siempre, dijo Buenos das, e inmediatamente, antes incluso de queyo pudiera responderle, interrog: Ests dispuesto a venirte al Everest conmigo?. Y yo lerespond, bromeando, Ests dispuesto a pagarme lo que te ped?. Sin dudarlo un momentodijo: S.

    Una vez tomada la decisin, P. B. Thapa, Fischer y Bukreev comenzaron a dirimirlos detalles de planificacin de la salida. Una de las preocupaciones ms inmediatas

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    para Fischer era la cantidad de oxgeno que tendra que encargar para sus clientes.Haba odo hablar de una nueva empresa rusa, Poisk, radicada en San Petersburgo,que ofreca un envase de titanio de peso reducido, al menos medio kilo ms ligeroque el cilindro convencional de tres litros que suele utilizarse en las montaas.Fischer tena inters en aligerar en lo posible las cargas de sus clientes. Bukreev tena

    contactos en la fbrica de San Petersburgo, y acordaron que tan pronto regresara delManaslu, Bukreev iniciara inmediatamente las negociaciones con esa compaa.

    Unos das ms tarde me reun con Scott en el hotel donde se alojaban mis amigos deGeorgia, y le mostr algunas de las tiendas de altitud fabricadas en los Urales, que haban sidoutilizadas en el Dhaulagiri. De buena calidad, y probadas bajo condiciones de fortsimos vientosa grandes alturas. Scott compr una de ellas y me encarg que consiguiera que los fabricantesnos hicieran otra siguiendo algunas especificaciones de Scott. Convinimos en que yo mecuidara de este tema, as como del oxgeno.

    Bukreev y Fischer se separaron, satisfechos uno y otro por los acuerdosalcanzados. Por primera vez en varios aos, Bukreev vea un futuro con posibilidadesreales, y este ao no tendra que vender su piolet ni ninguna otra pieza de su equipopara poder volver a casa, ya que Fischer le haba adelantado algn dinero a cuenta desu contrato. Tambin Fischer estaba contento. Para bien de su expedicin y de susclientes haba logrado asegurarse los servicios de uno de los escaladores ms fuertesdel Himalaya. Como ms tarde explic a sus amigos, haba contratado a Bukreev porun motivo muy especfico: En el caso de que algo llegara a torcerse, Anatoli estarall para sacarnos de la montaa.

    Karen Dickinson recuerda lo entusiasmado que estaba Fischer por haberconseguido enrolar a Bukreev. O decir a Scott: No se puede pedir un escaladorms fuerte que Anatoli para que est en el Everest con nosotros. Quin sabe lo quepuede suceder all arriba?.

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    Captulo 3. Las negociaciones

    Me senta agradecido por la invitacin de Scott para unirme a su expedicin al Everest, yestaba muy impaciente por desarrollar una estrecha relacin de colaboracin con l. Pens enmis amigos, montaeros como yo, que nunca tendran una oportunidad igual. Destruidos sussueos bajo el peso de las realidades econmicas que sucedieron a la desintegracin de la

    Unin Sovitica, muchos de ellos jams volvern a las montaas. Pens en los escaladores quehaban muerto en sus tentativas de hacer avanzar el montaismo sovitico, tentativas que eranya autnticas leyendas en la historia del himalayismo. A mi modo de ver, resultaba insultantepresenciar cmo la causa por la que muchos de ellos haban muerto estaba hoy, tambin ella,muriendo lentamente.

    A principios de noviembre, Bukreev y los miembros del equipo kazajocontinuaban sus preparativos para la ascensin del Manaslu. Todava cansado, tanto

    psicolgica como fsicamente, despus de la escalada al Dhaulagiri que habarealizado poco ms de un mes antes, Bukreev se senta comprometido en la empresacomn de los escaladores kazajos y se concentraba en el desafo que sta presentaba.

    Como todas las tentativas en alta montaa, sta presentaba una serie de riesgospropios a los que haba que aadir el hecho de tratarse de una ascensin invernal yque algunos de los miembros del grupo eran jvenes y relativamente inexpertos.Estos elementos combinados los caprichos de la climatologa invernal y laspersonalidades an no puestas a prueba no contribuan a mejorar las probabilidades

    de xito, pero Bukreev, alentado por la fortaleza de los escaladores de ms edad,algunos de los cuales haban alcanzado con l la cumbre del Kangchenjunga (8586m) en 1989, no se senta en exceso preocupado. Ms tarde, Bukreev dira al respecto:El final de una carretera es slo el comienzo de otra nueva, an ms larga y difcil.La carretera hacia el Manaslu estuvo a punto de resultar mortal.

    Fischer, que haba volado a Dinamarca despus de contratar a Bukreev,empezando a andar por su propia carretera, reuniendo al equipo humano que haba deacompaarle al Everest. Haba acudido a Copenhague para pasar algn tiempo con

    Lene Gammelgaard, de treinta y cuatro aos, abogada, terapeuta y aventurera, a quienhaba conocido en el Himalaya en 1991 y con la cual se carteaba desde entonces. Ensu correspondencia, ambos haban sido abiertos y sinceros, Fischer acerca de sucarrera y ambiciones personales, Gammelgaard acerca de su vida, sus ambiciones ysu inters por la escalada, y ambos acerca del futuro.

    Gammelgaard recuerda: Despus de conocernos en 1991 continuamosescribindonos cartas, pensando que tal vez podramos reunirnos para escalar enEuropa, o bien yo podra ir a Alaska y realizar una ascensin all. Finalmente, en

    1995, todo pareci cuajar.Fischer haba animado a Gammelgaard para que se uniera a su expedicin de1995 al Broad Peak y escalara as su primer ochomil, pero en los aos que haban

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    transcurrido desde su primer encuentro, Gammelgaard haba tomado una decisin.No iba a escalar ms montaas grandes. Ahora tena nuevas prioridades y las llevconsigo a Pakistn para comentarlas personalmente con Fischer.

    Fui all sabiendo que acabara dejando el montaismo, afirma Lene. Yodeseaba tener una familia, quera tener nios, asentarme, mantener mi trayectoria,

    pero para hacer eso no poda seguir por ah escalando montaas.Junto al resto del grupo expedicionario, Fischer y Gammelgaard realizaron la

    marcha de aproximacin al Campo Base del Broad Peak, y Gammelgaard expusoclaramente su decisin a Fischer. Para m fue una especie de punto de inflexin, enel que decid: Muy bien, ahora me voy a contentar con hacer slo el trekking y versi me siento bien as. Fue, por tanto, una decisin muy consciente. Bien, ahora yasoy adulta. Estoy tomando la decisin correcta.

    Gammelgaard estaba decidida, resuelta y firme en su propsito. Entonces Scott

    me pregunt si quera ir al Everest en la primavera de 1996. Sin dudarlo, sin unmomento de reflexin, Gammelgaard respondi inmediatamente: S!. Ningunamujer escandinava haba alcanzado la cumbre del Everest, y ste haba sido su sueodurante aos. De modo que an le quedaba una montaa por escalar.

    Volv a Dinamarca pensando: Voy a tranquilizarme hasta ver si este tiposobrevive al Broad Peak, porque de lo contrario no habr expedicin al Everest. Asque, como si dijramos, retuve el aliento un tiempo hasta que me lleg el mensaje deque haba bajado sano y salvo. Entonces empec a trabajar para conseguir

    financiacin.Fischer quera que Gammelgaard formara parte de la expedicin y se haba

    ofrecido para ayudarla a conseguir fondos. Gammelgaard recuerda: Fue un trabajomuy duro, ocho o diez horas al da, continuamente llamando, escribiendo,promocionando, sirvindome de la prensa para crearme cierta imagen pblica y atraeralgn patrocinador. As que fue una especie de tarea estratgicamente planeada, conutilizacin de los medios de comunicacin, para conseguir reunir el dinero.

    En el pasado, tambin Fischer haba tenido que reunir fondos de esta mismaforma y fue de gran ayuda para Gammelgaard, pero no era el Scott de siempre.Tena prevista una gran expedicin al Kilimanjaro para enero de 1996, recuerdaella. Tena un programa realmente apretado desde enero hasta la fecha de laexpedicin al Everest; me llam la atencin su estado de agotamiento. Estabacompletamente extenuado. Siempre se encontraba cansado. Siempre estabasintindose mal. l era mi amigo, as que prob con todo cuanto se puede sugerir a unhombre adulto: tienes que descansar, realmente debes parar, tal vez tomarte un respirode medio ao, o tal vez de un ao entero. Porque llevaba toda la vida obligndose a smismo, y hasta entonces haba podido soportarlo, porque fsicamente era un hombremuy fuerte.

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    Gammelgaard saba que Fischer estaba luchando contra sus lmites personales. lle haba escrito despus de su xito y su lesin en el K2 en 1992, reflexionandoacerca de estos hechos y dicindose a s mismo que tena que volverse humilde,tena que aprender a ser humilde, porque no quera morir en las montaas.

    En opinin de Gammelgaard, uno de los problemas era la imagen que la gente

    tena de l, y que Scott se senta en la obligacin de mantener. En Pakistn, erarealmente chocante ver cmo la gente que formaba parte del grupo de apoyo slovea en l la imagen de un hroe. Eran incapaces de apreciar al ser humano.Sencillamente, se mostraban ciegos por completo a la realidad. Tenan la imagen delo que debe ser un hroe y se dirigan a l como si lo fuera, pero no lo vean, y yopensaba Es eso un sntoma americano? Cmo pueden estar tan ciegos? Y creoque quizs la gente de Mountain Madness, sus compaeros de trabajo, tampocotrataban de sujetarle, de decirle: Ahora tienes que calmarte y volver al suelo. Ellos

    le necesitaban para generar dinero y tambin l jugaba al mismo juego, as pues laculpa era suya. A nadie ms se poda culpar; Scott era un hombre adulto.

    ***

    El 6 de diciembre los kazajos y yo, diez personas en total, habamos ascendido hasta 6800metros en el Manaslu, y all pasamos una noche increblemente fra. Las temperaturas

    exteriores descendieron a cuarenta grados bajo cero. Al da siguiente avanzamos hasta 7400metros y, sobre una plataforma de nieve acumulada y endurecida, instalamos lo que seranuestro campamento ms alto, el Campo IV, lugar desde el cual planebamos realizar el ataquea la cumbre. En cada una de las dos tiendas de cuatro plazas nos comprimimos cincoescaladores y as pasamos una noche en la que el viento alcanz casi los 100 kilmetros porhora. Mirando peridicamente el termmetro, comprob que la temperatura apenas subi de losveinte grados bajo cero.

    A las 4:00 de la maana siguiente, con intencin de partir los dos al mismo tiempo, los diezescaladores iniciaron sus preparativos para el ataque final, pero en el reducido espacio de lastiendas resultaba imposible prepararse todos al mismo tiempo, as pues decidieron escalonar lassalidas. A las 6:00 de la maana los primeros escaladores comenzaron a ascender las

    graduales pendientes de hielo y nieve dura que llevaban a la arista cimera, cargada de cornisas.Entre las 10:00 y las 11:30 de la maana, ocho de los diez escaladores hicieron cumbre. Otrosdos, Michael Mikhaelov y Demetri Grekov, fatigados en etapas anteriores de la ascensin,volvieron atrs antes de alcanzar la cima.

    Alrededor de las 2:00 de la tarde los ocho escaladores que haban coronado la cumbreestaban de vuelta en el Campo IV, donde esperaban Michael Mikhaelov y Demetri Grekov, quehaban descendido previamente. Permanecimos all un rato para entrar en calor y acto seguidoiniciamos el descenso. Mientras bajbamos hacia el Campo III, observ que muchos de miscompaeros se movan con lentitud y lo estaban pasando mal debido a la prolongada exposicinal fro y a la altitud. Sobre las 6:00 de la tarde, en medio de la oscuridad, ocho de nosotroshabamos llegado al Campo III, pero algo haba sucedido a Mikhaelov y a Grekov. En el Campo

    IV parecan estar bien y dispuestos a descender con nosotros, pero ahora no se les vea porningn sitio. Un mensaje de radio emitido desde el Campo Base nos proporcion algunainformacin, pero ninguna respuesta.

    Con los prismticos y teleobjetivos se haba podido localizar desde el Campo Base a los

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    escaladores ausentes, que a poco de iniciar el descenso se haban sentado en la nieve en unafuerte pendiente al pie del Campo IV. Imagin que haban calculado mal sus fuerzas y que ahoraestaban agotados.

    Recibido el mensaje acerca de los dos ausentes, el joven escalador Marhat Gataullin y yoempezamos a subir otra vez, sin haber tenido siquiera la oportunidad de calentarnos o de tomaruna bebida caliente. Nuestra ascensin se vio dificultada por la oscuridad y por miedo a que lasbateras de nuestras linternas frontales fallaran en un momento crtico; encendamos las luces

    slo cuando resultaba imprescindible. Por fin, tres horas ms tarde, encontramos a nuestroscompaeros tendidos sobre el hielo. A uno de ellos se le haban salido los crampones [9]y notuvo fuerzas para volver a abrochrselos sobre las botas. Les pusimos en pie y les asegur a miarns de escalada, y con la asistencia de Gataullin descendimos, en medio de la niebla y contemperaturas casi tan bajas como las de la noche previa a nuestro ataque a la cumbre.

    Justo antes de llegar al Campo III un par de escaladores kazajos, que haban vistolas luces de los compaeros que descendan, se aproximaron al encuentro de Bukreev

    y los dems para ofrecerles t caliente. Mikhaelov y Grekov se relajaron al ver lastiendas iluminadas un poco ms abajo del punto en que se encontraban, ycomenzaron a beber vidamente el t caliente. Uno de ellos, distrado por el t y porla proximidad de las abrigadas tiendas, perdi el equilibrio y resbal en el hielo. Alcaer, arrastr en pos de s al otro escalador y a Bukreev, y los tres cayeron por unmuro de hielo de quince metros en direccin a las fuertes pendientes de aquellavertiente de la montaa.

    Sent un tirn que me arranc de las manos el piolet con el que estaba asegurando a los doscompaeros. Resbalamos por la ladera y camos ms de veinte metros, hasta que al fin nosdetuvo una cuerda que yo haba fijado a un anclaje justo un instante antes de detenernos parabeber el t. Ninguno haba resultado herido, pero no s cmo perd mis guantes en la cada. Enlos quince minutos que tardamos en llegar a las tiendas del Campo III mis manos se habancongelado, pero afortunadamente la exposicin al fro fue tan breve que no sufr ninguna lesinduradera.

    Bukreev dira ms tarde: En el mundo no hay tanta suerte para todos. Aquellanoche, supongo que yo gast la racin de algn otro.

    ***

    De vuelta en Katmand con el grupo kazajo, todos a salvo y sin congelaciones,Bukreev fue a ver a P. B. Thapa, de Him-Treks, el agente de Fischer. Durante lassemanas que Bukreev haba estado en el Manaslu haban llegado varios faxes a sunombre, procedentes de las oficinas de Mountain Madness. Fischer quera que

    Bukreev comenzara, tan pronto le fuera posible, las negociaciones con Poisk, en SanPetersburgo, a fin de conseguir el oxgeno necesario para la expedicin, y asimismoque encargara a la fbrica de los Urales la tienda de la que haba hablado con Bukreev

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    en Katmand.Desgastado despus de haber ascendido a dos montaas de ocho mil metros en

    tan corto lapso de tiempo, y deseoso de ver a su madre, viuda desde haca un ao,Bukreev volvi a Kazajstn para descansar algunos das, y despus de celebrar elAo Nuevo en compaa de algunos amigos, march a Rusia para realizar las

    necesarias diligencias.Bukreev viaj a San Petersburgo un da helado y gris, con la misin de visitar la

    fbrica de equipos de oxgeno de Poisk. Por el camino, pensaba que haba sido muyafortunado al recibir y aceptar la proposicin de Fischer. Bukreev saba que duranteel invierno muchos kazajos, georgianos, ucranianos y otros forasteros pasaban elda vendiendo en la calle shish kebabs, de pie en las esquinas, mientras los rusosconseguan trabajo junto a los hornos de las fundiciones. A pesar de haber nacido enRusia, Bukreev se identificaba fuertemente con los kazajos de su pas de adopcin, y

    como montaero himalayista sola decir en broma que mereca su minoritariaposicin social. Estaba contento de no tener que estar de pie en la calle, alimentandoun brasero.

    Bukreev se esforz cuanto pudo en las negociaciones, pero el 29 de enero todavano haban llegado a un acuerdo con respecto al oxgeno. Haban surgidocomplicaciones y las tentativas de negociacin haban alcanzado un punto muerto. Atravs de las conversaciones con los representantes del fabricante, Bukreev supo queHenry Todd, de Himalayan Guides, con quien haba estado en el Everest en 1995,

    haba monopolizado el mercado del oxgeno, realizando un acuerdo de compra poradelantado con la condicin de ser el nico proveedor para el Everest, lo que dehecho le converta en distribuidor exclusivo de Poisk. Bukreev estaba perplejo,porque haba sido l mismo quien, un ao antes, presentara a Todd a los fabricantesde Poisk.

    Era un grave problema para Bukreev y Karen Dickinson, que llevaba los asuntosdeMountain Madnessmientras Fischer estaba en frica dirigiendo una ascensin enel Kilimanjaro. A finales de marzo partiran hacia Katmand los clientes de laexpedicin al Everest, y para la primera semana de mayo muy bien pudieran estar apunto de realizar el ataque a la cumbre. Necesitaran oxgeno para escalar, yMountain Madnesstodava no tena nada.

    Agraviado por el intento de Todd de monopolizar la distribucin del oxgeno dePoisk, Bukreev sugiri a Dickinson la posibilidad de probar suerte con Zvesda, otroproveedor radicado en Mosc, con el que Bukreev podra conseguir mejor precio queel que Todd les impona.

    En su apartamento de Edimburgo, Henry Todd recibi una llamada telefnica dePoisk. Henry, qu est pasando? Anatoli nos ha amenazado con acudir a Zvesda sino llega a un acuerdo con nosotros. Todd comenz a rezongar, como el fuego de

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    carbn que arda en su sala de estar. Soy muy malo con la gente que quiere jugarcon ventaja. Me gusta ser yo quien lleve la delantera. No voy a disparar, pero megusta llevar la delantera.

    Bukreev entr en conversaciones con Zvesda pero continu la negociacin conPoisk. Si Poisk ceda y llegaba a un acuerdo con l, podra ahorrar a Mountain

    Madness casi una tercera parte del precio que estaba pidindoles Todd, y quizsincluso podra ganar una pequea comisin para s mismo. En West Seattle,Dickinson se apresur a renovar su pasaporte, porque, como le dijo Bukreev, siMountain Madnesscerraba el trato con Poisk, stos iban a pedir el dinero en metlicoy por adelantado. As que tendra que estar lista para volar a Rusia con una maletallena de dlares.

    Fischer haba sido explcito en sus preferencias. Deseaba que los cartuchos deoxgeno pesaran lo menos posible. En altitud el peso cuenta mucho, y l quera que

    sus clientes tuvieran las mejores perspectivas posibles de hacer cumbre en el Everest.As que Mountain Madness opt por una solucin de compromiso: compraran aTodd solamente los cartuchos que los clientes iban a utilizar en el tirn final hacia lacima. El resto del oxgeno, es decir, el que segn sus clculos emplearan los clientesa altitudes menores, as como el oxgeno para los sherpas, lo encargaran a Zvesda.Los cartuchos de Zvesda, que llevaban cuatro litros de oxgeno en lugar de los tres delas botellas de Poisk, eran adems proporcionalmente ms pesados.

    La propuesta fue transmitida a Todd, que coment al respecto: Sabiendo lo

    indeciso que era Scott, yo no estaba muy seguro de que el trato fuera a funcionar.Los de Poisk volvieron a llamar, queriendo saber qu estaba pasando. Has llegadoa algn acuerdo con Mountain Madness o no habis llegado a nada?. No ospreocupis, todo va bien, hay un trato. Aparentemente, Todd estaba contra lascuerdas. Los de Poisk estaban nerviosos ante la perspectiva de perder el negocio yBukreev continuaba jugando la carta de Zvesda. Todd se arriesg a pasar a la lneadura. Llam a Karen Dickinson y opt por presionarla.

    Qu tal?, le dije, y respondi Bien, estamos tratando de Mira, leinterrump. Tengo un acuerdo con Poisk. Yo vendo Poisk. Ellos no van a vender anadie ms que a m, no harn negocios con nadie ms. El negocio es conmigo o connadie, y hay unos juegos de mscaras y reguladores que van todos en el mismo trato.O lo tomis todo, o sabes?, no me hace tanta falta ese dinero. No hay trato y yaest. Dickinson, cumpliendo su papel, par el golpe: Pero Anatoli dice que puedeconseguirnos un acuerdo mejor. Todd, cada vez ms impaciente, pero con la frialdadque le era caracterstica en situaciones extremas, respondi: Mira, se es el trato. Lotomis o lo dejis. Firma el fax que voy a enviarte u olvdate. A m me da igual.

    Mountain Madness capitul. Se hizo el pedido. Se firm el acuerdo. Dickinsoncancel sus planes para volar a Rusia. Anatoli hizo cuanto pudo, y s que prob todo

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    para conseguir la mejor opcin para nosotros, pero creo que, simplemente, se nosech el tiempo encima, y creo que Henry Todd nos manipul. Ya se sabe, en la guerray en el amor todo vale. Vamos, que esta vez nos gan por la mano.

    Aunque desquiciante para los participantes en el trato, en realidad nada hubo departicular en todo el asunto. Los negocios de las expediciones, los movimientos de

    dinero detrs de bastidores hasta lograr poner en la montaa a los clientes, no sonms dramticos que comprarse un coche de segunda mano en Trento, en Manchestero en Osaka. En todas las aguas nadan tiburones, todo el mundo quiere el mejorprecio, la factura tiene la ltima palabra.

    En una nota de confirmacin enviada a Bukreev, Karen Dickinson resume as elpedido: En relacin al oxgeno, hemos comprado a Henry Todd los siguientesartculos: 55 cartuchos Poisk de 3 litros; 54 cartuchos Zvesda de 4 litros; 14reguladores; 14 mscaras. Nmeros en una hoja de papel, nmeros que ms tarde

    seran sometidos a un minucioso escrutinio, nmeros acerca de los cuales surgiran,ms tarde, infinitas y dolorosas preguntas.

    De vuelta en su oficina de Mountain Madness, Fischer envi por fax el da 9 defebrero una nota personal a Bukreev. En ella volva a expresar su satisfaccin por elpapel que Anatoli jugara en la expedicin, dicindole: Estoy entusiasmado ante laidea de que me acompaes como gua en el Everest. Tenemos potencial para hacercosas fantsticas. Espero de verdad que nuestra expedicin resulte todo un xito. Y silas cosas no salen bien esta vez, podremos probar suerte en otras montaas. Te

    parece?. As empezaba su misiva, afable y solcita, pero unas pocas frases despusse centraba en un asunto resbaladizo. Puede que el rumor no sea cierto, pero a travsde unos amigos de Dinamarca he odo que existe la posibilidad de que acompaescomo gua a Michael Joergensen en el Lhotse. Ests contratado para toda latemporada del Everest. Si trabajas como gua en el Lhotse, lo hars para MountainMadness.

    Michael Joergensen haba formado parte de la expedicin de Himalayan Guidesde Henry Todd en el Everest en el ao 1995 en la que Bukreev haba participadocomo gua y haba llegado a la cumbre, convirtindose en el primer dans enascender al Everest. l y Bukreev haban hablado de la posibilidad de hacer juntos elLhotse, pero no haban concertado plan alguno. Bukreev no tena intencin decomprometerse con Joergensen hasta aclarar las cosas con Fischer, pero como stehaba estado de viaje, Anatoli no haba tenido la oportunidad de tratar con l estetema. Sabiendo que Scott estaba planeando ascender el Manaslu inmediatamentedespus del Everest, en compaa de Rob Hall, Ed Viesturs y algunos escaladoresms, Bukreev asumi que tambin l estara libre, pero Fischer no lo vea as.

    Fischer, que siempre procuraba que todo el mundo quedara satisfecho, propuso untrato a Bukreev. Saba que algunos de los clientes con los que estaba en

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    conversaciones para ir al Everest podran estar interesados en intentar tambin elLhotse despus de la expedicin al Everest. Qu te parece esta oferta?, pregunt aBukreev por fax. T guas al Lhotse a los clientes que nos han confirmado suinters, y nosotros te pagamos tu parte del coste de permiso y, adems, otros tres mildlares. Si Michael quiere que t le gues, tendr que negociar directamente con

    Mountain Madness. Bukreev, que no tena la menor intencin de crear problemas,acept la oferta a vuelta de fax y envi a Fischer los nombres de los escaladores quequizs tuvieran inters en probar suerte en el Lhotse. Nuevo en las aguas delcapitalismo, Anatoli tena la sensacin de estar nadando a contracorriente. Cuandollegara a las montaas, pensaba l, se encontrara en su medio: el hielo y la altitud.All, gozaba de la reputacin de cometer pocos errores.

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    Captulo 4. Los clientes

    A finales de febrero de 1996, Mountain Madnesshaba conseguido reunir ochoclientes escaladores. En una carta personal que Fischer envi a cada uno de ellospoda leerse: Esto est empezando a ser un magnfico equipo y me siento realmente

    motivado. No slo somos un grupo fuerte, sino que tambin las personalidadesparecen compatibles.

    Lene Gammelgaard mantena su compromiso con la ascensin, a pesar de quetodava no haba conseguido reunir la cantidad de dinero que Fischer le habaindicado. Deseando de contar con Gammelgaard en la expedicin, Fischer latranquiliz, dicindole que no se preocupara. Quiero que vengas, as que ya loarreglaremos de algn modo.

    Ninguno de los clientes que firmaron con Mountain Madness, a excepcin de

    Sandy Hill Pittman, haba pagado la tarifa completa de 65 000 dlares, recuerdaDickinson. Sandy pag tambin para que su padre le acompaara durante la marchade aproximacin, y otras muchas cosas. Pag algunos sherpas ms para quetransportaran su equipo y otros extras, de modo que finalmente su cuenta ascendi abastante ms de los sesenta y cinco mil dlares.

    En cuanto a los otros seis participantes, pagaron cuotas tan diferentes como loeran sus niveles de capacitacin para la escalada a gran altitud. La lista de clientes erauna compleja mezcla de talentos y experiencias.

    Para Fischer, uno de los fichajes ms satisfactorios era Pete Schoening, deBothell, W