estrategias textuales en el relato testimonial (fragmento)

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(El siguiente es un extracto de la investigación sobre relato testimonial del Prof. Adolfo Bisama). Estrategias textuales en el relato testimonial. Lucía Guerra, comentando el carácter de "diario reconstituído" que asume el texto de Hernán Valdés, expresa que este último debe ficcionalizar necesariamente aquello que verdaderamente existió en la realidad. Este proceso de ficcionalización, de recreación, de reordenamiento en sus etapas de síntesis y extensión, reorganización, representación y edición, es impuesto como filtro subjetivo y estético de la realidad vivida (16). Más aún, como ya fue señalado (17), una de las marcas del discurso testimonial es que éste es siempre un relato, una narración, lo que determina en éste la elaboración de un argumento narrativo, de un sujet, por medio del cual es posible ordenar y explicar una materia desconocida por el lector, transformándose, entonces, esta tendencia ficcional como otro ingrediente del discurso testimonial. A la luz de este concepto de ficción, los siguientes ejemplos muestran cómo se desenvuelve el proceso ficcionalizador enunciado. Para ese efecto, se señalará -en los textos de Valdés y Carrasco -, el modo cómo operan algunas estrategias textuales o propiamente literarias, a saber: A) Función propagandística. B) Polaridad conducente a rasgos épicos. C) Tipos de narradores d) Técnicas narrativas. A) FUNCION PROPAGANDISTICA Una primera estrategia textual a analizar es la función propagandística del discurso testimonial.

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Selección de la investigación realizada por el profesor Adolfo Bisama, sobre las estrategias textuales del relato testimonial durante la época dictatorial.

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(El siguiente es un extracto de la investigación sobre relato testimonial del Prof. Adolfo Bisama).

Estrategias textuales en el relato testimonial.

Lucía Guerra, comentando el carácter de "diario reconstituído" que asume el texto de Hernán Valdés, expresa que este último debe ficcionalizar necesariamente aquello que verdaderamente existió en la realidad. Este proceso de ficcionalización, de recreación, de reordenamiento en sus etapas de síntesis y extensión, reorganización, representación y edición, es impuesto como filtro subjetivo y estético de la realidad vivida (16).

Más aún, como ya fue señalado (17), una de las marcas del discurso testimonial es que éste es siempre un relato, una narración, lo que determina en éste la elaboración de un argumento narrativo, de un sujet, por medio del cual es posible ordenar y explicar una materia desconocida por el lector, transformándose, entonces, esta tendencia ficcional como otro ingrediente del discurso testimonial.

A la luz de este concepto de ficción, los siguientes ejemplos muestran cómo se desenvuelve el proceso ficcionalizador enunciado. Para ese efecto, se señalará -en los textos de Valdés y Carrasco -, el modo cómo operan algunas estrategias textuales o propiamente literarias, a saber:

A) Función propagandística.B) Polaridad conducente a rasgos épicos.C) Tipos de narradoresd) Técnicas narrativas.

A) FUNCION PROPAGANDISTICA Una primera estrategia textual a analizar es la función propagandística del discurso testimonial. Determinadas por una mayoría considerable de estudiosos a las Crónicas de Indias como el principal antecedente discursivo testimonial (18), José Promis expresa respecto de ellas que:

En 1520 Hernán Cortés reitera al joven emperador Carlos V que ya puede considerarse señor del recién descubierto imperio azteca aunque la empresa conquistadora, a la fecha de redacción de la Segunda Carta ha desembocado en un estrepitoso fracaso. La realidad histórica y la realidad creada por la palabra escrita no siempre andan de la mano en el discurso de los conquistadores... Es ... la consecuencia de la función propagandista que se asigna a la escritura (función que sin percatarse sus propios autores convierte a su discurso en literatura). La propaganda de nuevo mundo es la técnica privilegiada para asegurar al rey la efectiva anexión de su espacio al ámbito europeo del imperio porque en este caso se resalta y se engrandece aquello que se considera de antemano como propio. (19)

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La situación descrita para las Cartas de Relación, se da también en los discursos testimoniales generados a partir de 1973 y escritos por militantes, como es el caso de Rolando Carrasco. Su texto además de denunciar las atrocidades perpetradas por el régimen dictatorial, está puesto al servicio de publicitar las heroicas actitudes de la militancia y de peraltar la ideología del autor.

Es esta última intención propagandísta la que -al igual que en las Crónicas de Indias- hace perder veredicción al texto, acercándolo a la ficción literaria, es decir,produciéndose el tránsito de lo comprobable a lo improbable. Es ejemplar, al respecto, el relato del interrogatorio al que es sometido Carrasco, donde además de defender y resaltar la figura del Secretario General del Partido Comunista y de los funcionarios de ese partido, todo su contexto y procedimiento se hace poco creíble:

Corvalán no es rico. Vive de la dieta de senador. Mal le alcanzaría para comprar dólares [con los que supuestamente habría sobornado a oficiales de la F.A.CH.]. No tiene cuenta bancaria... Los altos funcionarios de la administración pública entregaban el excedente del equivalente al sueldo de un obrero calificado del que vivían, para la construcción de jardines infantiles. Los comunistas no son ricos. (pp 75-6).

Por otra parte, el autor aquí no está encapuchado, ensacado ni vendado, puede identificar a sus interrogadores -oficiales de la F.A.CH.- que aparecen sólo cubiertos por sus anteojos ahumados. También parece improbable el trato deferente para con Carrasco, carente del degradante vocativo "señor", exigido en las respuestas en otros relatos testimoniales, así como de groserías e insultos soeces, no experimentando tampoco el autor las inesquivables torturas del caso.

El interrogatorio deviene aquí, poco verosímilmente, en excusa para el desarrollo de una tesis política, asimilándose posteriormente a un inocuo examen escolar. Situación cuya ficcionalidad es asumida por el narrador quien, luego de terminado el procedimiento, se ve obligado a expresar: "¿Será posible que haya terminado? ¿Dónde está la trampita? ¿Por qué resultó tan fácil? Unicamente transpiré" (pág. 79).

Confróntese este ficcionado interrogatorio de Carrasco, con el padecido por Valdés, tomando en cuenta los mismos aspectos a los que nos hemos referido recién:

Entiendo la necesidad de este capuchón: no seré persona... -¿Cómo te llamai? - Her-nán Val-dés -logro soltar... me llega el golpe de un garrote de goma... - Señor,

huevón, más respeto...Ponen una especie de anillo o dedal en mi sexo...Entonces introducen algo bajo la lengua y una mano me cubre la boca. La descarga estalla simultáneamente en la lengua y el sexo. Me desgarro los hombros al tratar de contraerme. No pierdo la conciencia. El dolor corresponde por una parte a una mutilación. Es como si me arrancaran el sexo de raíces, como una dentellada que me dejara abierto y, arriba, en la boca, como una explosión que volara toda la carne, que dejara los huesos de la cara y del cuello al desnudo, los nervios petrificados, en el vacío". (pp 131,134,144).

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Sometido, entonces, a la prueba de veredicción, el crucial episodio del interrogatorio, reseñado en ambos textos (20), confiere rasgos de ficcionalidad a lo relatado por Carrasco y de verosimilitud a la narración de Valdés. La razón parece responder a la diferenciación política de ambos escritores: Carrasco es un disciplinado militante que consciente o inconscientemente tiñe a su discurso de un objetivo propagandístico; Valdés, en cambio, no tiene militancia política reconocida, es el típico intelectual de izquierda y simpatizante de la Unidad Popular, que tiene como principal propósito el deconstruir la verdad oficial del momento. Por ello, su libro estuvo destinado, en primer lugar, " a quienes, en Chile, quieren conservar la inocencia dentro de la complicidad y promiscuidad con el fascismo" (pág.6).

B) POLARIDAD CONDUCENTE A RASGOS EPICOS

El discurso testimonial, al igual que los primitivos cantares de gesta castellanos, despliega ante los ojos del lector una imagen de la realidad como campo de batalla, como una lucha entre buenos y malos (los prisioneros y carceleros). Pero la ya mencionada dualidad entre militantes (Carrasco y otros autores como él) y no militantes (Valdés, por ejemplo) de los autores, le da connotaciones especiales a esta pugna acontecida en los discursos testimoniales.

Carrasco plantea esta bipolaridad, extremando las tintas y concediendo a los malos (soldados y, sobre todo, oficiales) las características más sombrías y negativas y a los buenos (los detenidos), pertrechándolos de una valentía y moral a toda prueba, imposible de mellar por los represores. Se trata, en la visión del militante, de una lucha extrema de características sobrehumanas. Los que se enfrentan no son hombres, al parecer, sino héroes y antihéroes. Son emblemáticos, en ambos casos, los ejemplos de Samuel Riquelme, -quien " amoratado, despellejado, flaco y ojeroso" por las continuas torturas padecidas, expresa al encontrarse con Carrasco en el Estadio Nacional: -"Me siento bien, porque no me sacaron una palabra estos carajos"- y del Príncipe, "Asesino, traidor a tu patria, tu bandera y tu uniforme", según Carrasco.

En Valdés, en cambio, esta lucha entre buenos y malos adquiere dimensiones más humanas, muy lejos de la heroicidad y antiheroicidad de los personajes que deambulan por el universo de Prigué. Los malos cometen similares atropellos, pero son capaces -algunos- de gestos bondadosos, como el guardián rioplatense que provee a Valdés de abrigo después de su primer interrogatorio o como el autodenominado "Patá en la Raja", quien después que aquel sale de su segundo interrogatorio le pone disimuladamente un cigarrillo en las manos.

Los buenos son caracterizados también a escala humana, con bondades, pero también con defectos, como, por ejemplo, el hecho de que el asfixiante y opresivo encierro haga a los prisioneros dudar o renegar de cualquier tipo de acción política, detestarse unos a otros, pelearse por la comida o simplemente el pan, robarse las frazadas, etc; que algunas mujeres detenidas acepten tener relaciones sexuales con sus captores (21); o que algunos "compañeros" despierten antipatías en el autor ("el gigante melancólico", por su condición de democratacristiano, el "tal Rubén", un radical de centro con continuos intentos de

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ordenarlo todo, el de los pies malolientes, etc.). Paradigmáticamente, el mismo Valdés, al no soportar la tortura que se le inflige, termina confesando delitos que no ha cometido e involucrando en ellos a compañeros tan inocentes como él.

La visión de la lucha de un militante como Carrasco plantea que en ella, el golpe mismo y sus consecuencias inmediatas, suponen para las fuerzas de izquierda sólo una derrota transitoria y que finalmente se impondrá la victoria del pueblo. Por el contrario, en la visión no militante y más humanizada y aterrizada de Valdés, esa lucha concluye con la victoria aplastante y, al parecer irreversible del fascismo sobre las fuerzas populares.

C) TIPOS DE NARRADORES

Un aspecto al parecer no suficientemente desarrollado en el análisis del relato testimonial (22) es el estudio del narrador. Las siguientes líneas están abocadas al desarrollo de este tema, demostrando la existencia de dos tipos de narradores en el discurso testimonial: un narrador concretizante y un narrador generalizante. (23)

El narrador autobiográfico concretizante entrega al lector una o varias experiencias puntuales en sus momentos particulares e independientes, actualizando el pasado en los instantes en que fue vivido. Junto a este narrador, y de igual forma autobiográfica, existe un narrador generalizante, que teniendo una perspectiva más amplia, valora e interpreta todos o algunos de los episodios que le tocó sufrir a él o a algunos detenidos. Esta interpretación está enmarcada en la ideología, política o no, que posee este narrador.

Este desdoblamiento del narrador testimonial aparece obviamente en los textos que nos preocupan: En el caso de Valdés, quien asume las primeras páginas es el narrador generalizante:

Necesito un distanciamiento, necesito ordenar desde fuera, con cierta perspectiva todo esto que está pasando [el golpe y sus efectos inmediatos en el plano personal y nacional]. Aunque sea para redesordenarlo, pero a mi gusto. Por primera vez tengo una noción del fracaso colectivo (p.11).

Luego, cede la palabra al narrador concretizante, el que pasa a desarrollar narrativamente el momento puntual de su detención desde el momento en que al abrir su puerta se encuentra con el cañón de una metralleta en la garganta y un soldado que le espeta: "íEsto es un allanamiento ! " (p.12).

En el texto de Carrasco se da la misma duplicidad del narrador, pero con una apertura inversa a la del de Valdés. El relato parte puntualmente a las 8:10 de la mañana del Martes 11 de septiembre de 1973, narrando los inicios del golpe, los intentos de la radio dirigida por el autor para mantenerse en el aire, la imposibilidad de ello y las tentativas de abandonar el lugar de trabajo. Esto culmina con la detención de Carrasco y demás funcionarios que laboraban en el edificio del Ministerio del Trabajo y las vejaciones y malos tratos a que son sometidos por los soldados ocupantes (narrador concretizante).

Estando en esta situación, el hablante ve a La Moneda en llamas, hecho que lo hace

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detener su relato -presentativo hasta ese momento- para asumir una actitud interpretativa. Valora, así, la situación actual del edificio, símbolo de la institucionalidad quebrantada, y lo relaciona con lo ocurrido una semana antes, cuando se celebrara el tercer aniversario de la llegada de Salvador Allende al gobierno (narrador generalizante). Sus lucubraciones son interrumpidas por el trágico presente: " Ráfagas de ametralladoras en la Plaza. íApurarse!" (pág.30).

D) TECNICAS NARRATIVAS.

En su extenso estudio sobre el discurso testimonial (24), Ariel Dorfman señala otros procedimientos estrictamente literarios, fáciles de detectar en el texto de Valdés:

Por ejemplo, éste es entregado, como se sabe, a través del formato de un "diario", en el cual -se supone- el autor ha ido registrando día tras día lo que acontece y padece en Tejas Verdes. Es así como el tiempo de su cautiverio se entrega en presente y en un estricto orden cronológico a través de la fiscalizada perspectiva de la primera persona singular. Pero es obvio que tal diario, como el mismo autor lo certifica ("nadie puede ... redactar y guardar ningún tipo de texto en esas condiciones), no ha sido escrito efectivamente durante el período de prisión, sino en un período posterior, con el narrador ya liberado y en otro país (25).

Concluye Dorfman al respecto:

Tejas Verdes... no es un documento, sería un diario reconstituído, escrito después de los hechos "como sí" se hubieran registrado en la misma simultaneidad "como si" en ese momento hubiera tenido la oportunidad de anotar lo que sentía. Hay aquí, entonces, una situación eminentemente ficticia, un punto de vista narrativo que se inventa en base a una experiencia real y con el objetivo de transmitirla con mayor eficacia (26).

Prigué, por su parte, refiere lo acontecido, lo presenciado y lo contado al autor en su doloroso transitar por varios campos de concentración creados por la dictadura: Estadio Chile, Estadio Nacional, Chacabuco, Tres Alamos, Puchuncaví, Ritoque y otra vez Tres Alamos. Esto, desde el momento de su detención el mismo 11 de septiembre de 1973 hasta su expulsión del país, dos años más tarde.

El relato de Carrasco se plasma siguiendo una secuencia narrativa lineal y cronológica que remite a la noción estructuralista de la "composición en forma de crónica" (27).

Motivada por su índole denunciativa, la mayoría de los estudiosos (28) ha reconocido en el discurso testimonial una tendencia a la dispersión, a la carencia de unidad narrativa, introduciéndose habitualmente en el decurso del relato principal una serie de elementos anexos tales como racontos, historias intercaladas, desarrollo de ciertas tesis,

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etc.

En el caso de Carrasco, son significativas las siguientes técnicas:

a) narraciones retrospectivas: relatos destinados a develar las contradicciones entre un pasado esperanzador y el funesto presente. Entre otras destacan las referencias a la proclamación de Salvador Allende como candidato único de la izquierda y su triunfo en las urnas (pp 29 - 30), la asunción de éste al gobierno (pág.40), las dificultades del gobierno popular en los momentos previos al 11 de septiembre de 1973 (pp 56-7, 237-240), la extensa reseña de las dificultades afrontadas por el gobierno de la Unidad Popular desde sus inicios hasta su colapso (pp 147 - 154) y la visión de los partidos de izquierda en el período inmediatamente anterior al golpe (pp 237 - 240).

b) Flash-back referido a Víctor Jara (pág.52) y la sucesión de esta técnica en "estampas estáticas traídas por los detenidos", (pág 94).

c) Narraciones intercaladas: el encapuchado delator del Estadio Nacional (pp 86-7), los padecimientos de los dirigentes sindicales (pp.87-9), el cantante Angel Parra (pág.100), el ya mencionado subdirector de Investigaciones, Samuel Riquelme (pág 101-2, 229-230), los intentos artísticos y comerciales del prisionero Becerra en Chacabuco (pág. 124-128). Todos estos recursos allegan otras tantas perspectivas en función de panoramizar las tácticas represivas de la Dictadura.

Por otro lado, en múltiples oportunidades, Carrasco interrumpe además el catastro cronológico de iniquidades padecidas por él y otros detenidos, a través de otros procedimientos que muestran a su vez sendos recursos literarios.

El capítulo titulado Casa con Mampara es ocupado íntegramente por un fragmento onírico de clara conotación sexual, remitente de los "sueños húmedos" de la adolescencia, muy explicable en una circunstancia de detención tan extensa como la del autor.

El narrador a su vez interrumpe en otras tantas ocasiones lasecuencia de su relato insertando reiteradamente juicios imprecatorios contra sus torturadores:

A ti Principe, te vimos bien varios miles de chilenos y recordamos cada uno de tus rasgos, aunque te saquesel uniforme y te dejes crecer el pelo y la barba te recordaremos:í Y si te escondes te reconoceremos y te encontraremos!í Tú, y los otros como tú, pagarán cada golpe, cada insulto!í Asesino, traidor de tu patria, tu bandera y tu uniforme!í No tendrás paz, hasta que revientes!í Recuérdalo, tu también! (p. 53)

El fragmento precedente, además de fraccionar el discurso lineal de la narración del que hemos venido tratando y amén del contenido optimista que presenta al avizorar un

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futuro que revertirá el siniestro presente, posee una indudable conexión literaria: es, por un lado, manifestación de la actitud apostrófica típica de la lírica (29) y, por otro, vemos en él una clara relación entertextual con los siguientes versos de la "Cantata Santa María de Iquique (30):

"¿ Dónde están los asesinosque mataron por matar?Lo juramos por la tierralos tendremos que encontrar.Lo juramos por la vidalos tendremos que encontrar.Lo juramos por la muertelos tendremos que encontrar".

En el capítulo 15, "Periferia Imperial", Carrasco se apropia del antiguo procedimiento literario del hallazgo de papeles que relatan hechos pasados (31), al estilo de los encontrados por uno de los narradores del Quijote y pertenecientes a Cide Hamete Benengeli. Ello le permite entregar un relato en paralelo entre la narración pretérita encontrada (perteneciente al diario de un trabajador de la Oficina Salitrera de Chacabuco) y el relato actual de los sucesos que envuelven al detenido.(32) Todo esto con el objetivo de desprender la imagen global de un país obrero, proletario y popular, padeciendo, antaño y hogaño, enclaustramiento y prisión, sólo que de diversa índole.

En el caso del texto de Valdés, no obstante el apretado presente del que quiere dar cuenta, también aparecen las mismas rupturas del hilo del relato. Destacan en su discurso las narraciones retrospectivas (la evocación del truncado idilio con Eva que el autor asocia con la también truncada experiencia del gobierno de la Unidad Popular y, específicamente, del momento del alejamiento de ella, pág.73), flash - back (pág. 31), las historias intercaladas del suplementero Manuel (pág.65) y del representante del Gurú Maharají (pp.79 y ss), las anécdotas ocurridas al autor en relación con el filme de Buster Keaton (pág.90) y sus encuentros con "la bruja" (pp.112-3) y con la criticada figura de Nicanor Parra, en el Balneario de Llo Lleo (pág.95).

Si bien es cierto que en el texto de Valdés son pesquisables éstas y otras inserciones parecidas, su obra posee una unidad narrativa muy bien acotada, conseguida principalmente al estatuirse el interrogatorio como motivo central de la narración. Este allega, a su vez, connotaciones de nudo de la acción y clímax de la misma.

Dicho de otro modo, al estilo de un construcción dramática, toda la exposición hecha en el diario (12 de febrero al 3 de marzo) está encaminada a desembocar en el esperado y temido interrogatorio. Este se realizará el 4 de marzo (nudo), después del cual sólo es dable esperar el desenlace ora negativo (continuación del autor en prisión) ora positivo (la anhelada puesta en libertad).

Más aún, si aplicamos un criterio meramente estadístico, extremando en cierto modo algunas analogías, el carácter central y unificador del interrogatorio final, queda de manifiesto. Por ejemplo, el diario de Valdés refiere lo ocurrido a éste en un lapso de 32

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días (12 de febrero al 15 de marzo) y el interrogatorio ocurre en el día número 21 (4 de marzo), es decir, ocupa precisamente el final del segundo tercio del periodo relatado, lugar muy semejante al que ocupaba el clímax del conflicto en la estructura dramática propiciada por Lope (final del 2º acto).

En un estilo compositivo de núcleos y catálisis que recuerdan al Lazarillo de Tormes, Valdés asigna la mayor cantidad de páginas y, por ende, la mayor importancia de su texto, a las jornadas iniciales de su diario: 12, 13, 14, y 15 de febrero, en éstas cuenta su detención, primer interrogatorio, traslado de él a Tejas Verdes y el comienzo de su estada en éste (mayor parte de la exposición) y a la del 4 de marzo, día en que se desenvuelve el interrogatorio definitivo, a partir del cual se pasa a narrar en breves páginas el desenlace propiciado por lo expresado, confesado y delatado en dicho interrogatorio.

La mayoría de los testimonios desarrollan su relato en una secuencia cronológica no exenta de interrupciones entre dos acontecimientos que actúan como polos de la narración: el momento de la detención del autor y el de la puesta en libertad de éste.Entre estos dos extremos se da cuenta - y éste es el núcleo del relato- de la dramática experiencia vivida por el autor en el o los campos de concentración, denunciando los excesos cometidos por los aparatos represivos de la dictadura a partir de septiembre de 1973.

En el caso de Carrasco (militante comunista, director de la Radio Luis Emilio Recabarren y empecinado en no cesar de transmitir en las primeras horas de 11), su detención y la de otros como él, se le aparece como obvia en momentos en que han triunfado los instigadores del golpe, situación explicitada claramente en el episodio de la separación de su esposa en la mañana de ese día, quien cuando se aleja le alcanza a decir: "-Perdimos, nos van a fusilar. Mantente sereno no tengo miedo" (pág.22).

Valdés, a diferencia del caso anterior, posee un compromiso más bien intelectual que partidista con el derrocado gobierno allendista. Su detención, si bien bastante posible por las circunstancias derivadas del once, no tiene, para él, una justificación muy clara y se le muestra a ratos como incomprensible:

Quiero saber qué pasa, por qué estoy aquí...¿De qué se trata? ¿No hay alguien que quiera preguntarme qué quieren de mí? ¿Para qué me han traído entonces? (p.17).

La manera como es ejecutada la detención con la que se inaugura el relato de la mayoría de los discursos testimoniales, está signada por la violencia tanto verbal como física, ejercida por la soldadesca en contra de quienes, por el sólo hecho de ser partidarios del régimen depuesto, se transforman en enemigos, a los que hay que someter y/o eliminar. Violencia física y verbal que asume las características de una trágica premonición de lo que les espera a los detenidos en su consecuente itinerario por diferentes campos de concentración.(33).

Desde la perspectiva del detenido, existe una marcada expectativa por el momento

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en que sea dejado en libertad y termine, por fin, como dice Alberto Gamboa su "viaje por el infierno". En este último aspecto, radica la aparición de un nuevo ingrediente literario: el suspenso, es decir, aquel elemento de la trama que pretende mantener al lector en un estado de duda, de expectación respecto al resultado de un acontecimiento o de la totalidad de la historia. Por supuesto, el suspenso es un recurso, un procedimiento, una estrategia textual que no brota espontáneamente, sino que es buscado por el autor/narrador y que implica un ordenamiento especial del argumento del discurso y, por consiguiente, también el desarrollo de un proceso ficcionalizador.

En los discursos testimoniales, dados los procedimientos experimentados en los lugares de detención y relatados pormenorizamente, es más que probable que el lector empatice con el sufriente narrador, solidarice con él y comparta su incertidumbre en en cuanto al momento en que tales penurias tendrán fin con la puesta en libertad. Este recurso literario es pesquisable en ciertos momentos del texto de Carrasco, sobre todo, a través de la constatación del paso del tiempo sin que la solución esperada -la libertad- se manifieste:

Al ser detenido, en el Ministerio de Defensa le anuncien que si colabora en el interrogatorio estará 60 días preso, lapso que en ese instante a Carrasco de parece exorbitante. Veinte días después constata que, entonces, le faltan cuarenta y que para Pascua o Año Nuevo estará libre. En octubre un funcionario del Ministerio del Interior le anuncia que la Junta le ha otorgado la libertad de inmediato. Piensa, entonces, que a mediodía estará, en su hogar con los suyos, sin embargo, dos días después esto es truncado pues le informan de su traslado al campo de concentración de Chacabuco, diciéndole que allí estará entre 2 y 4 meses mientras se "aclara" su situación. Nuevamente ese plazo no es respetado y el 16 de octubre de 1974 constata que ya cumple 13 meses y 5 días de prisión. Más tarde le avisan que los campos de detención serán cerrados y se abre nuevamente la posibilidad de libertad. Pero ésta es abortada otra vez al ser ubicado ahora en Melinka, prisión cercana a Puchuncaví. Un año después Carrasco aparece en la lista de prisioneros con orden de exilio. Pero en vez de esto lo llevan "mientras tanto" a Tres Alamos . Pasa octubre, noviembre y diciembre de 1974. En este mes nuevamente la libertad está ad portas ya que le avisan un día que debe estar rápidamente preparado con sus enseres para partir. Sin embargo, no es hacia la libertad precisamente, sino hacia el lugar de detención de Ritoque. En enero aparece otra lista de liberados a México, en la cual otra vez está el nombre de Carrasco. Como éste y otras 44 prisioneros plantean que quieren la libertad, pero en Chile, no la obtienen. Pasan, entonces, un nuevo otoño y otro invierno en prisión. Nuevo anuncio que Melinka y Ritoque serán clausurados y nueva esperanza de liberación, la que se concreta finalmente en octubre de 1975 fecha en que Carrasco va a parar a Ciudad de Panamá.

En el texto de Valdés se da una situación similar al de Carrasco, respecto a esta angustiosa expectación de la libertad, la que es registrada paso a paso y reiteradamente en el diario.

Véanse, al respecto, las siguientes citas correspondientes al primer y último día de detención:

"Es que debo pasar la noche aquí? Una oleada de desesperación me llena? ¿A

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quién dirigirse? ¿Ante quién protestar". (p.19).

"Y bien, prefiero no hacerme ningún ánimo determinado, me refugio en un moderado pesimismo cualquier ilusión podría ser brutalmente rota en un par de horas". (p.173).

Más aún, la estrategia textual del suspenso, ya ejemplificada en el texto de Carrasco, aparece también en Tejas Verdes, pero esta vez con una productividad mayor dada la condición de profesional de la literatura del autor.

Hernán Valdés organiza su relato -como ya fue señalado- teniendo como meta epilogal su puesta en libertad: "He detenido el diario justo en el momento de la puesta en libertad" (pág.7), pero muy de acuerdo a su calidad de prisionero en un campo de concentración, el mismo se dará cuenta que dicha liberación será asequible sólo cuando se produzca el interrogatorio de rigor en estos casos.

"Qué cuanto tiempo?... Habría casos de prisioneros que permanecen aquí una semana, otros serían mantenidos treinta, cuarenta días. De cualquier modo, hay un interrogatorio. No, no se sabe en qué consiste, ni cuál es el orden de llamada de quiénes interrogan". (p.69).

Luego, el eje de interés del relato será dado, gota a gota, por la angustiante expectativa de cuándo y, sobre todo, cómo se realizará el interrogatorio correspondiente.

Respecto a la incertidumbre del cuándo, la reciente cita es clarificadora; en relación al cómo, poco a poco al narrador y al lector se le hará patente la ineludible asociación del interrogatorio definitivo y la tortura (34).

En relación con el polo final de la mayoría de los discursos testimoniales: el episodio de la puesta en libertad, vuelven a aflorar aquí las diferencias entre Carrasco y Valdés respecto de la militancia política del primero y la falta de ella del segundo.Carrasco asume, una vez más, el relato de su liberación desde el prisma de la heroicidad de los detenidos y sus mujeres y la antiheroicidad de los aprehensores. Organiza entonces la coda de su texto sobre un contrapunto: la narración esperanzadora (e impregnada de cierto dejo de felicidad) por su salida de prisión; y la descripción de un último inventario de iniquidades esta vez, la violación colectiva cometida en la persona de la secretaria de Luis Corvalán.

De ambos relatos fluyen, otra vez, las dimensiones sobrehumanas adquiridas por las "queridas compañeras"; la imagen de la realidad como un campo de batalla entre buenos y malos. Al final se impondrán los primeros y la realidad asumirá el carácter develador de las injusticias cometidas, a través de los testimonios de los detenidos.

Nosotros lo recordaremos para que lo sepan en todo Chile y lo registre la historia. Porque las millares de violaciones a las normas de respeto al ser humano, y particularmente a la mujer, han sido ya anotadas para ese proceso público que un

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día va a llegar. (p.256).

En Valdés, en cambio, el mismo episodio es narrado escuetamente y resaltando la carencia de toda virtud heroica del protagonista: Lo único que éste anhela, cuando quede libre, es asilarse en alguna embajada, bien resguardado, para no tener que repetir su dramática experiencia desde cero.

No obstante la brevedad del relato de este episodio final, cabe destacar dos alusiones que se enmarcan en las más pura tradición literaria: Mientras viaja en camión destino a la libertad, el narrador se da cuenta que va por el camino entre San Antonio y Santiago. la imagen que visualiza (chacras que bordean la calzada; uvas; árboles y plantaciones de tomates) es equivalente a un verdadero "locus amoenus", opuesto al "locus infernal" del que proviene. Más tarde, cuando lo dejan libre en las afueras de Santiago, es tal su pánico por lo que deja , que cual Lot bíblico, se aleja a toda prisa, sin mirar atrás, reteniéndose para no correr y para no volver la cabeza hacia atrás.

Finalmente, es emblemático respecto a uno de los objetivos más caros de la Junta -la eliminación de los enemigos- el "¡desaparezcan, rápido!" que le espetan los soldados que lo dejan en libertad.

Otra estrategia literaria que es detectable en el discurso testimonial, no obstante la dolorosa materia que lo tematiza, es el humor, a veces negrísimo, que surge aquí y allá, salpicando el catastro doloroso de la narración. Su propósito es aliviarlo para el lector, resaltar cierta ingenuidad de los detenidos o reiterar el carácter siniestro de los vigilantes y torturadores.

En Carrasco se pueden destacar, a vía de ejemplos, la asociación que el autor establece entre el traslado de los prisioneros desde Santiago a Valparaíso y un desfile circense (pág.114), los decires de los soldados frente a las obras de arte del prisionero Becerra en Chacabuco (pág.126), la anécdota del "compañero que llenó la maleta a medianoche y partió a la guardia exigiendo abrirle inmediatamente la puerta" (pág.131), la detención del capellán castrense a quien confunden con Carlos Altamirano (pág.138), la confusión del porteño recién llegado a Chacabuco, quien trata demasiado familiarmente a un soldado, obteniendo el castigo correspondiente (pág.144) o el episodio de los que ensayaban un desfile en Chacabuco para terminar alejándose del campo (pp.167-170).

En el texto de Valdés,por su parte la inserción del humor y/o la comicidad en el relato testimonial aparece como una práctica estética más desarrollada. No se trata, como en el caso anterior sólo del relato de meros hechos anecdóticos, sino que ahora estas estrategias textuales tienen varias fuentes de origen y varias formas de concreción.

En primer lugar, está al servicio, algunas veces, de resaltar la índole perversa de vigilantes y torturadores. Son los casos de la disputa por parte de quienes simularán el ajusticiamiento de detenidos respecto a la posesión de ellos en función de la gordura, edad o delgadez de c/u de éstos (pág. 42), o la sangrienta broma hecha a Valdés cuando al inicio de su interrogatorio es arrojado contra la puerta: "¡Putas que soi insolente, huevón, manerita de entrar!" (pág.133) o la petición de carnet -ya requisado en el momento de la detención- hecha después al autor y el consiguiente castigo por obviamente no tenerlo

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(pág.88).

Pero, por otra parte, el humor aquí tiene una motivación interna: surge como contrapartida al miedo y temor propios de las circunstancias precarias que envuelven a los detenidos. Este adquiere, además, cierto dejo irónico, como las denominaciones "Peugoet", "Sheraton y "Tres Tiempos", dadas por los prisioneros al desvencijado carretón en que les transportan la comida, al barracón donde aguardan la libertad después del interrogatorio y al guardián que ordenaba que todo fuera hecho en ese lapso; o el inverosímil trato que pretende establecer "El gordo" con sus captores; "Uds. se van a sus casas y nosotros volvemos a las nuestras. Y se acabó el problema" (pág.63), o el hilarante desenlace de las enseñanzas del representante del gurú, cuando el mismo Gordo le propone como táctica escapatoria que haga levitar a todo el grupo de detenidos (pág.81).

También es motivo de comicidad la incomprensión del protagonista y otros del lenguaje militar, como cuando ocupando el primer lugar de una fila de detenidos que hacían ejercicios, se le grita a Valdés: "alto la cabeza!", es decir, que se detenga,mandato que éste no obedece al interpretar esta expresión como una orden para que corra más erguido (pág.77).

Jorge Román-Lagunas señala en su artículo "Memoria, testimonio y denuncia en la literatura chilena" (35), entre otros, dos rasgos esenciales del discurso testimonial: Su carácter de escritura de emergencia, realizada a toda prisa, ya que es urgente que la mayor cantidad de lectores posibles (36) se enteren de los abusos cometidos en las prisiones de los represores, con la esperanza de que éstos aplaquen sus atropellos y/o se puedan salvar algunas personas de la tortura y la muerte. Esto lleva al discurso testimonial, según el mismo Román, a "desliteraturizarse", es decir, a liberarse de ese "jardín de formas" que es la literatura en la célebre caracterización de E. R. Curtius.

Las páginas anteriores, sin embargo, son pruebas de cuán lejos están ellos de esta imagen desliteraturizada que propicia Román. Creemos, por el contrario, haber demostrado palmariamente que el tipo discursivo que nos ocupa nunca ha estado exento -independientemente de su mayor o menor productividad o adecuación estéticas- de procedimientos de elaboración artística o, como les hemos llamado, de estrategias textuales.