esto lo estoy pintando mañana

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fernandoparrillazapata Reconoce que es raro porque la normalidad es tremendamente aburrida, pero ni de lejos cree que el talento pese más en un genio que en cualquier viandante. Los problemas que ha tenido los ha resuelto trabajando. Una sola cosa colma su ambición: pasar el tiempo en su mundo de pintura, poesía y música. Quiere ser natural, ser espontáneo. Quiere sobrevivir, el único arte al final de todo. texto César Caso fotografía Ana Ordaz ENTREVISTA 12

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Entrevista a Fernando Parrilla (Alcolea del Río, 1954) © César Caso/Ana Ordaz, 2014

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Page 1: Esto lo estoy pintando mañana

fernandoparrillazapata

Reconoce que es raro porque la normalidades tremendamente aburrida, pero ni de lejoscree que el talento pese más en un genio queen cualquier viandante. Los problemas queha tenido los ha resuelto trabajando. Unasola cosa colma su ambición: pasar el tiempoen su mundo de pintura, poesía y música.Quiere ser natural, ser espontáneo. Quieresobrevivir, el único arte al final de todo. — texto César Caso fotografía Ana Ordaz

ENTREVISTA 12

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La exposición frente a la que nos encontramos puede diferen-ciarse en dos etapas. Una de ellas pudo verse en 2012 cuando ex-puso en el CICUS como uno de los pintores del proyecto Arte enobras; la otra es el desarrollo que se ha ido gestando desde esemomento hasta ahora. Es a partir de esta última cuando envuelvesu obra con el papel que llama abstracción barroca. Es el resultadode un esfuerzo terco por hacer que el color sea el protagonista deuna historia que puede verse en el Parlamento de Andalucía hastael penúltimo día del año.

Y dice que ha tenido la suerte de haber estado en los sitios ade-cuados en los momentos precisos. Que por eso ha podido vivirtodas las movidas que han aflorado en España durante el últimotercio del siglo XX. Que en realidad se ha lanzado tras ellas persi-guiéndolas. Que a pesar de la relación de amor-odio con su tierra,siempre que está lejos, anhela volver al Sur.

—A Sevilla llego en una época efervescente. Cuando llego ya co-nocía a un grupo llamado Nuevos Tiempos, que luego serían losTriana, y me hago amigo de ellos: de Jesús de la Rosa, de ManoloRosa, de los Marinelli de Alameda… Aunque en esos momentos losque estaban fuerte eran los Smash.

—Y tras vivir esa explosión de vitalidad y creatividad que hubo enSevilla a finales de los 60 y principios de los 70, ¿te mudas a Ma-drid?

En la galería de la exposición el pintor está parado frente a su pro-pia obra.

Se le ve a lo lejos y, por un instante muy corto, asalta la idea dedar media vuelta y huir para no molestar. En una de sus novelas,Ernesto Sabato describió una escena parecida. Se preguntaba quépuede haber en la mente de un hombre que se cree absoluta y se-guramente solo, qué máscara le queda cuando está en soledad ypiensa que nadie le observa, exige o controla. El carácter sagradode un momento así quizás se deba a que el hombre está frente asu propia conciencia, y jamás perdonaría ser sorprendido en esemomento: en la más esencial de las desnudeces, en el instante quese muestra el alma sin defensa.

Pero este pintor es –siempre lo ha sido– un hombre con concien-cia del suelo que pisa, y lo que parecería un éxtasis en definitiva esalgo tan sencillo como la mera contemplación; entonces se acerca,tiende la mano y revela:

—Estoy que no duermo con este cuadro. Con este en concreto.Ahora mismo es uno de mis preferidos.

Fernando Parrilla Zapata dice sen-tirse pintor y poeta a partes iguales.Nació en Alcolea del Río –un pueblosevillano con no más de tres mil cami-nantes– 60 años antes de esta entre-vista, porque justo el día anterior fue sucumpleaños; por eso lo primero quehace tras el saludo es quejarse con ca-riño de la cantidad abrumadora de feli-citaciones recibidas, felicitaciones queactivan continuamente notificacionesen su móvil. Porque él, que aprecia elgesto, quiere en vano agradecérselo acada persona –«ya he decidido publi-car un gracias a todos en general».

No habla de su infancia en ese pue-blo con demasiada efusión, aunque de-jando claro que en general tuvo unaniñez feliz, una familia que lo quería,unos buenos amigos, unos maestroscariñosos. Pero en el colegio se aburríamucho, se le quedaba corto; sus mejo-res amigos tuvieron que emigrar al No-reste en esos años de carencias; y sufamilia no siempre ha visto con buenosojos los caminos que ha ido tomando alo largo de su vida. Se recuerda comoun niño solitario encerrado en una casainmensa, en cuya parte alta, ya co-menzó a interesarse por la pintura.

Le digo que su pintura me remite aesas escenas de pueblo y de natura-leza, porque cuando miro un cuadrosuyo casi siempre veo paisajes:

—Cuando tenía seis o siete años ya empecé con mi afición por lamúsica. Me compraron un tocadiscos y me traían discos de la basede Morón…

—De los que no se podían conseguir.—De los que no se podían conseguir. Luego, cuando me vine a

Sevilla, dio la casualidad que mi tío era vecino de un locutor de radioque se interesó por saber qué música era la que yo escuchaba, por-que claro, era una música que él no tenía. Hablábamos y se sor-prendía de dónde podía sacar tanta información, y era porque todolo que hablara de música yo lo compraba. Desde esa época, mequedé en la música y en la pintura, hasta que más tarde me dio tam-bién por escribir.

Después de cada recuerdo sonríe como diciéndose «ganaste».Pero sin un atisbo de orgullo, sino de otra cosa. Es satisfacción porhaber peleado por conseguir lo que ha ido queriendo, con esa mez-cla de obstinación y descreimiento que caracteriza a los grandesartistas como los que va a citar dentro de un momento.

“He tenido la suerte dehaber estado en los sitiosadecuados y haber vividolas movidas de España”

—Cuando miro un cuadro tuyo casi siempre veo paisajes. Sobretodo paisajes marinos, de costa, a veces también de campo, peropaisajes.

—Precisamente este cuadro está inspirado en Marchena. Por esose llama Colonia Martia, es el nombre romano que aparece en elescudo de su bandera.

A Fernando Parrilla Zapata el pueblo sevillano de no más de tresmil caminantes se le hacía pequeño porque sus inquietudes le ha-cían soñar con descubrir lo que estaba pasando más allá de sus lí-mites.

Y más allá estaban Sevilla, Ibiza, Madrid, Cádiz. Pero lo que elniño que se encerraba en la parte alta de la casa no sabía era queademás de la pintura y la poesía, la música estaba esperando paramorderle.

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— No, primero paso por Ibiza. Llego un día diciéndole a mi padreque quería ser hippie; en realidad, no es que quisiera serlo, sinomás bien ver la movida hippie y conocer Formentera, pues sabíapor las revistas que toda la corriente musical de San Francisco, porasí decirlo, se había trasladado a las islas.

Habla de Ibiza en los años 70. Que consiguió una plaza de policíalocal y trabajaba de noche porque le daba vergüenza que lo reco-nocieran. Que no multó ni un coche, ni hizo nada de lo que se su-pone que un policía local debería hacer. Que luego pasó aencargarse de firmar los permisos de autorización para las fiestasnocturnas. Que eso le abrió el mundo de las discotecas y se pusoa pinchar. Que ganaba más de lo que necesitaba. Pero sobre todoque conoció a Roger Waters.

—¡Qué me dices! ¿A Roger Waters?— Sí, me hice amigo de David Gilmour, de Nico de la Velvet Un-

derground… Me alquilé la casa al lado de la suya con la idea deque por allí iba a pasar todo dios. Y pasaron Lou Reed, John Cale,

los de la Incredible String Band, RobertFripp, los de la I’ts A Beautiful Day, MickJagger y Bianca Jagger… Los Pink Floydtenían un local, el Ibiza’s Bar, en el que sereunían por las noches músicos de variosde esos grupos para tocar. En un mismo es-cenario podías ver al batería de Pink Floydcon el bajista de King Crimson, y ya lo flipa-bas sin tener que tomar tripis. Eso fue lo queme enganchó de Ibiza, aparte de la formade vivir. Por suerte, Mick Jagger estaba ca-sado con Bianca, una nicaragüense que,como hablaba español, era con la que másrelación tenía y la que me iba guiando entrelos grupos, presentándome a los músicos.

Paradójicamente, fue por esos días derock y desenfreno cuando empezó a to-marse la pintura más en serio. Un día mien-tras trabajaba en el ayuntamiento, haciendoun dibujito, llegó un señor de LaCaixa. Mirósu dibujito y quedó fascinado. Fernandoquiso regalárselo pero el señor dijo queesas cosas no se regalaban: se vendían.Fernando se extrañó, pues nunca se lohabía planteado, el acostumbraba a rega-larle dibujos a sus conocidos; de hecho nosabía ni cuánto cobrar por ellos. Además,¿quién iba a querer comprarle un dibujo aél? El señor de LaCaixa.

Entonces su primer comprador le preguntósi quería hacer una exposición en una desus sedes y tras eso estuvo tres años tra-bajando con ellos. Lo que sigue desde esedía hasta hoy es una carrera tan abstractay poliédrica como la vida misma.

Fernando contradice la imagen del artista que camina envuelto entoda una retórica de estilo ajena al común de los mortales. Cuandollama Abstracción barroca a la colección que nos rodea, exhibién-dose desde las paredes de la sala, sencillamente está describiendoel resultado que ha salido de su pincel, sin mayores pretensiones.

Le digo que hoy día el término barroco dicho de cualquier arte pa-rece tener connotaciones negativas.

—Hoy día el término barroco dicho de cualquier arte parece tenerconnotaciones negativas.

—Es cierto. Pero, ¿es que acaso no es barroco? El fondo es abs-tracto y sobre éste la superposición de muchas figuras. No entiendoque no deba usarse esta palabra porque no esté de moda. No lavoy a llamar, por ejemplo, ‘Cenando en Nueva York’, que sería el tí-pico título moderno que se pone ahora, pero es que yo paso detodas estas modas. Ya conozco el mundo de las galerías de artepor dentro y aquí no triunfa el más bueno o el que más trabaje, sinoel que conoce y se arrima a éste o a aquél.

—Y además de la complejidad estructural de esas figuras, la ex-plosión de color es otra constante en tu obra actual. Pero tambiéntuviste una etapa en la que trabajaste en blanco y negro.

—El uso del blanco y negro se debía, simplemente, a que en unprincipio no dominaba el color como lo domino ahora, porque comono había tenido formación académica, me dedicaba a lo más bá-sico: crear formas en blanco y negro. Ahora, al haber aprendido máscon los años, sigo creando formas pero con la experiencia de cua-

renta años manejando el color. Puedo casi considerarme un maes-tro del color.

—¿Estas formas son buscadas o responden a impulsos espontá-neos?

—Son espontáneas.—Siendo así, ¿cuándo sabes o sientes que un cuadro está termi-

nado, que no se le debe añadir nada más? Es algo que siempre mehe preguntado con los artistas pictóricos.

—Nunca lo sabes. Esa pregunta es buena, porque la verdad esque nunca lo sabes. Hay cuadros que te dicen «déjame ya, porfavor». El cuadro es un hijo de puta, ¿eh? [risas]; el lienzo es undictador. Tú llevas una idea preconcebida, pero como van naciendoformas e impulsos nuevos, lo que tenías pensando va cambiandode dirección. O sea, que el lienzo también manda sobre mí: en mipintura el lienzo es Chaplin, es El gran dictador.

“Sevilla es una ciudad dedualidades, enfrentada yllena de contradicciones”

Una de sus instalaciones lleva por nombre Las flores del mal, queparece una referencia directa a Baudelaire; tiene otra obra que sellama El hermano pequeño de Verlaine; sale en fotos vistiendo ca-misetas de los Pink Floyd y en uno de sus textos alude a FrankZappa.

En sus lienzos cabe –casi– de todo: la poesía, la música, la me-moria, la inspiración, lo autobiográfico, lo surrealista, el homenaje.Pero muchas piezas juntas completan un puzle del que, como bienha sido definido, resulta una gran explosión de color con sentidopropio. Por eso dice que casi todo es arte si está bien hecho, yasea una conversación, la mirada, un gesto, el sexo.

—Se puede decir que tu pintura no bebe exclusivamente de otrospintores, incluso que se nutre más de otras artes que de la propiapintura.

—Es que además de la pintura, la poesía y la música son otrasde mis debilidades.

—¿Y alguna vez te has sentido en la obligación de tener que elegirentre las tres disciplinas?

—No, nunca. Yo soy muy disperso, no sé hacer una cosa solo. Heestado siempre muy vinculado a la poesía, supongo que por lamisma razón que me ocurrió con la música: del mismo modo quequería escuchar los grupos que no había en España, quería leertodo lo prohibido. ¿Qué era lo que estaba prohibido? ¿Verlaine,Baudelaire, Jack Kerouac y el movimiento beatnik? Eso me lo bus-caba yo. Aunque fueran traducciones y ediciones malísimas hechasen Argentina o México. Con la cultura en aquellos tiempos siemprepasaba lo mismo: en vez de resignarse al régimen había que ha-cerle la guerra como fuera, desde la acción directa, desde tu mente,desde donde pudieras. Pero hacerle la guerra.

«El arte», escribe Fernando, «es el reflejo de la sociedad que locrea; se cuestiona el pasado, y nos remitimos a la incertidumbre delfuturo retomando esquemas conocidos y aplicando nuevas formas,para andar unos pasos que investiguen las maneras de lo que cree-mos venidero. Se cuestiona su razón como valor social: ¿qué esmás importante, cubrir las necesidades básicas de la naturaleza deun pueblo, o crear una obra que reflexione sobre las circunstanciasen que está inmerso dicho pueblo? Cualquier dirección es válidapara encontrar el camino […].»

Le digo que los dirigentes no se lo están poniendo fácil a losartistas.

—Los dirigentes no se lo están poniendo fácil a los artistas.—Nos lo están poniendo para que nos vayamos a tomar por culo,

así de sencillo.

Así de sencillo. En 2012 la Unión de Asociaciones Empresarialesde la Industria Cultural Española exigió al Gobierno la modificaciónen la Ley del IVA, al considerar que destruía un «sector estratégico»para la difusión del arte, especialmente el del arte contemporáneo.El Gorbierno entonces bajó el IVA cultural de un 21% al tipo redu-cido del 10% para la venta de obras de arte, en lo que parecía unadisculpa a uno de los colectivos más castigados. Lejos de cele-brarlo, la medida se acogió como un favor a los marchantes, pueslo que en principio parecía una disculpa a última hora tenía trampa:la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (ARCO) estaba cerca.

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— Estas cosas siempre tienen trampas por detrás. El único Go-bierno que en España ha ayudado un poco al arte fue el de TiernoGalván con la Movida Madrileña, que además me pilló en Madrid.[Los dirigentes] Tienen que dejar a la gente expresarse. Mientrasmás las cohíban peor será, más se lo exigirán y, si pueden, utilizaránel arte en su contra. Se están echando tierra sobre su propio tejado.

—Parece como si para las viejas voces como para las nuevas queestán naciendo el apartado cultural ocupara las últimas páginas desus agendas.

—Yo creo que los políticos no se enteran que para que haya vidatiene que haber cultura. Sin cultura no hay medicina; sin cultura nohay siquiera políticos; sin cultura no hay derechos, sin cultura nohay nada. La base de la sociedad es la educación y la cultura. Si aun pueblo se le quitan los derechos sobre la salud pública, jodes asus personas mayores con lo que han tenido que pasar durante elfranquismo y les pisas el cuello, pueden ocurrir dos cosas: o pasacomo en Grecia, donde la gente se tira a la calle, o pasa como estápasando en España, que el 15-M les parecía un juego de niños yha terminado en Podemos.

Que la carrera de un autor no debería estar en absoluto sujeta alos vaivenes de las instituciones políticas. Que sus propuestas decambio pasarían por crear un modelo similar al holandés de los 80,basado en el trabajo cooperativo e interdisciplinar entre artistas.Que así no llegamos a ninguna parte.

—¿Pueden las redes sociales y otras plataformas de Internet serel fin de las galerías de arte?

—¡Ojalá! Porque no hay derecho a que tú pintes un cuadro, lo ven-dan al centímetro cuadrado y que, dependiendo de por dónde hayapasado, tenga un valor u otro. Yo veo muy bien que un galeristatenga que ganar dinero, ¿pero que gane un 50%? Conmigo no.Cuando tragas con las condiciones que los dueños de las galeríaste imponen, solo entonces puedes vivir bien de la pintura. Pero apartir de ahí tú ya no eres un pintor, eres un esclavo de la pintura.

Esa frase suena tan demoledora porque a su alrededor gira todasu filosofía de insumisión. Reconoce estar de acuerdo con CarmenLaffón cuando ésta dice que el artista debe permanecer en silencioy hablar más a través de su obra; sin embargo, le insisto en la ideade si un pintor debe hacer política con sus obras como lo hacenotros artistas o son cosas que han de estar separadas.

—¿Un pintor debe hacer políticacon su obra como lo hacen otros ar-tistas o son cosas que han de estarseparadas?

—Yo sí hago política. Por ejemplo,doy por culo introduciéndola en lospropios centros políticos [señala elespacio circundante]. Cuando tuobra llega a un determinado recono-cimiento puedes moverte dentro delos círculos políticos y exponerla, sintener que estar de acuerdo, e in-cluso en desacuerdo, con el tipo depolíticas que están haciendo. Esdecir, trayendo mi obra aquí no estoyapoyándolos para nada, sino paradecir «mira, vamos a ser un poquitomás finos y vamos a intentar enten-dernos de otra forma». Lo único quepretendo es vivir de mi obra eltiempo que yo esté vivo. Y lo quepase con ella después me da abso-lutamente igual.

Y es que Fernando encarna la ima-gen perfecta de la rebeldía: es al-guien que podrá conceder méritostanto a un polo como a su opuesto,pero jamás se casará con ningunode los dos. Como Pascal, sabe quela grandeza no se demuestra es-tando en un extremo, sino tocandolos dos al mismo tiempo.

Ese tipo de carácter es el que lelleva a amar y odiar una ciudadcomo Sevilla, una ciudad que,cuando parece que empieza a podarlas ramas de sobra muertas de latradición más reaccionaria, vuelven

a crecerle brotes nuevos; que «siempre ha sido una contradicción»,donde una persona «puede ser artista, comunista, macareno, tria-nero y del Betis», todo al mismo tiempo y sin remordimientos. Perotambién reconoce la parte buena que tiene una «ciudad de duali-dades y enfrentamientos» constantes: que la cultura crece, se en-riquece y se desarrolla a un ritmo muy rápido, pues «como al finalno podemos vivir los unos sin los otros, el trianero acaba arrimán-dose al macareno, al bético y al comunista.»

“En mi pintura el lienzomanda sobre mí: es comoChaplin, El gran dictador”

Al salir del edificio, Fernando saca un cigarrillo; lo enciende, fumay no espera a que todo el humo salga de su boca para decir:

—El Parlamento es importante para mí por una cosa muy perso-nal. Cuando niño, con seis o siete años, me diagnosticaron epilepsiay vine a lo que entonces era un hospital, conocido como el de lasCinco Llagas. Estuve hasta los catorce, más o menos. Esta historiaque cuento me ha creado vínculos muy fuertes con este lugar.

Le recuerdo que en una ocasión afirmó lo siguiente: «Yo no quieroplantearle a la gente grandes problemas existenciales mirando unaobra de arte; prefiero darles que pensar con un verso de un poemao una frase, no con un cuadro. Un cuadro es para vivirlo y convivircon él. Y que cada vez que lo mires descubras algún elemento oforma nueva que te alegre el día.»

—Lo confirmo. Por eso le pongo tantos elementos, para quenunca te aburras de mirarlos. Si el arte es muy sencillo: míralo, ¿tegusta o no te gusta? Y ya está. No hay más.

“Solo cuando tragas conlas condiciones te hacesun esclavo de la pintura”

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