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ENTREGA DE 12 AVIONES

CHEETAH GIIIB

Taura, 14 de febrero de 2012

Queridas compañeras, queridos compañeros:

Este maravilloso Ecuador es todavía más hermoso visto desde arriba, desde el cielo. Cada vez que sobrevolamos la Patria por la costa, la sierra, por la Amazonía, la belleza de nuestro país nos sobrecoge. Cuando vemos tanta riqueza, es imposible no soñar con un futuro de prosperidad; un país sin opulencia,

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pero con trabajo, dignidad, libertad, derechos para todos. Los pesimistas dirán que es un destino imposible de alcanzar, cuando en realidad se trata de un camino que ya hemos empezado a caminar.

Como decía hace unos días en Cuenca, al recordar el Quinto Aniversario del Gobierno Nacional: cuando construimos espectaculares carreteras, no sólo estamos entregando caminos, estamos pulverizando mitos, rompiendo paradigmas, estereotipos, superando ese derrotismo, ese supuesto destino ineluctable que nos condenaba al fracaso, al retraso, a la mediocridad, a la miseria…

Hemos vencido a esos profetas del desastre que decían que no se podía, que siempre debía ser lo mismo.

Somos tan capaces como cualquiera, no hay nada que no podamos hacer, no hay obstáculo que no podamos vencer.

Cuando me preguntan ¿Cuál es el principal logro de la Revolución Ciudadana?, sin dudar respondo: el haber destrozado ese fatalismo con el que nos sometieron e inmovilizaron

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durante siglos; el haber recuperado la confianza en nosotros mismos, el haber desatado esa energía interna, que hace que los países progresen, que sean invencibles, que nada ni nadie los pueda detener en el camino hacia el éxito.

Siempre recuerdo aquel experimento que alguna vez leí, cuando científicos reprodujeron todas las características químicas de un huevo de gallina, pero el huevo no fecundó, se pudrió. Faltaba algo, el secreto de la vida, aquel misterio que todavía no logra resolver la ciencia.

¿Cuál es el misterio del desarrollo? Tampoco lo hemos logrado descifrar los economistas, y los que con más –algunas veces- soberbia dan respuestas, frecuentemente son los que menos conocen las respectivas preguntas: ¿Por qué unos países se desarrollaron y otros no? ¿Por qué Nuestra América se quedó atrás de la América del Norte? Si, cuando nos “descubrieron” (entre comillas) los europeos, aquí había civilizaciones enteras, mientras que en el norte había tan solo tribus nómadas. ¿Por qué países que teníamos todo (riquezas naturales, trabajo humano) seguimos en la

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pobreza, en la desigualdad? Mientras que otros países que no tenían nada hicieron florecer hasta el desierto.

Las respuestas no son simples, son extremadamente complejas, pueden variar en el tiempo, es claro que una de esas respuestas es talento humano, ciencia y tecnología, necesarios recursos, pero no suficiente, falta ese algo, el misterio del desarrollo, esa voluntad de victoria, esa voluntad de cambio, esa confianza en el éxito, y eso es lo más importante que se está logrando y construyendo en nuestro país.

Hoy, los combates que libramos son distintos y son esperanzadores. Le estamos ganando la guerra al hambre, a la inequidad, a la miseria. Ecuador celebra la vida y construye la verdadera paz, que solo puede estar basada en la justicia.

En marzo de 2008 sufrimos el traicionero ataque de un gobierno falsario, que bombardeó nuestro territorio, nuestra Patria sagrada, y no contentos con ello, quisieron echar la culpa de la agresión… ¡a la víctima!, a los bombardeados, quisieron vincularnos con

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grupos irregulares, desatar una campaña mundial de calumnia, distorsión, manipulación, no sin poca ayuda de grupos internos, dispuestos a cualquier cosa para tratar de dañar en algo al gobierno. Pero ahí estuvo la fuerza de la integridad, y América Latina supo la verdad y unánimemente rechazó la agresión; y no solo aquello: en base a esa reunión del Grupo de Río en Santo Domingo, se generó la idea de crear una alternativa, un foro donde se procesen los conflictos de nuestra América sin intervención de potencias ajenas a nuestra realidad, a nuestra visión, a nuestra cultura. Gracias a eso nació la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, la CELAC.

De este doloroso episodio aprendimos las lecciones. Duele recordarlo, pero no debemos olvidarlo, para no permitir jamás que se repitan barbaridades como aquella.

Nuestros radares no funcionaban, no teníamos aviones para defender nuestro territorio, nuestras tropas no contaban siquiera con helicópteros en qué transportarse al lugar del bombardeo, lo que permitió que los agresores actúen con total impunidad, llegando a la

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audacia de traer sus propias autoridades para realizar el inventario de lo encontrado en nuestro suelo.

La situación de nuestras Fuerzas Armadas, y particularmente nuestra Fuerza Aérea, la cual se encontraba en precariedad extrema, reflejaba bastante bien la destrucción en la que recibimos y encontramos la Patria.

Entendimos que no hay seguridad sin desarrollo, pero, igualmente, no hay desarrollo sin seguridad. Que esas carreteras, esos hospitales, esas escuelas, no podían estar indefensas ante agresiones externas. Que para defender la vida y la paz, debíamos al menos, en el estado actual de la humanidad, estar preparados para la guerra. Unas Fuerzas Armadas con capacidad y voluntad de victoria, son parte fundamental de esa energía interna, de esa confianza en nosotros mismos, repito, son fundamentales para el desarrollo.

Ha sido mucho el camino recorrido. Hoy tenemos una Fuerzas Armadas que han recuperado significativamente su capacidad operativa. Nuestra fuerza aérea ya cuenta con

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nuevos radares en zona de frontera, una flamante flota de aviones subsónicos Súper Tucano, los más modernos del mundo, una flotilla de helicópteros Dhruv de transporte y rescate; y, ahora, a los 17 años de aquel 10 de febrero de 1995, cuando el Mayor Raúl Banderas y el Capitán Carlos Uzcátegui, que ya viajó al infinito a encontrarse con el creador, el Capitán Mauricio Mata, que no se encuentra activo en las Fuerzas Armadas, con arrojo y valentía, vencieron en el combate aéreo de la Guerra del Cenepa, el primero y único en Sudamérica, al derribar a los aviones que nos invadían; después de todos estos años, finalmente la FAE cuenta nuevamente con una moderna flota de aviones supersónicos, para resguardo de la soberanía del país y de nuestra Patria Grande.

Todo esto ha implicado un inmenso sacrificio, pero sacrificio necesario. Antes de nuestro gobierno los recursos que se otorgaban a la FAE apenas si alcanzaban para mantenimiento, no digamos para adquirir nuevas aeronaves. En nuestro gobierno la inversión en equipamiento de las FF.AA. hasta el 2010 se incrementó ocho veces con

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respecto a iguales periodos en gobiernos anteriores, alcanzando casi 680 millones de dólares, una inversión que marca un record histórico para la construcción de un país más seguro.

Pero también hemos tratado de ser eficientes y pragmáticos en la inversión. Estos 12 aviones Cheetah costaron 78 millones de dólares. El precio incluye cinco años de garantía, fruto de una gran negociación. ¿Y por qué el Cheetah? Por su compatibilidad con los Mirage, por ser una versión mejorada que, entre otras ventajas tecnológicas, incluyen un radar digital aire-aire, aire-tierra y aire-mar; están equipados con misiles de corto y largo alcance; incorporan tecnología de punta; tienen gran autonomía de vuelo; y, porque un solo avión nuevo de última generación, puede fácilmente superar los 100 millones de dólares.

Como ustedes saben, en las pruebas de recepción de estos aviones de segunda mano, pero en muy buen estado, hubo un pequeño accidente al eyectarse el asiento de un piloto, fruto de un error de ensamblaje. Es impresionante como por este incidente se

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llegó a decir incluso que habíamos comprado chatarra -por supuesto, culpando de aquello al Gobierno Nacional-, todo es válido si se quiere dañar al gobierno para cierta prensa, cierta oposición, pese a que el mismo Chile, el país más desarrollado de nuestra América, acaba de comprar también una flota de supersónicos de segunda mano. Ojalá que cierta prensa y oposición política adquieran un poquito más de ética y responsabilidad, y no jueguen con cosas tan importantes como la Defensa Nacional.

Si nos amedrentáramos ante todos estos ataques, si eludiéramos nuestras responsabilidades lo más fácil sería decir no hacemos nada, sin aviones nadie nos puede criticar de accidentes, ¿verdad?

Aquí estamos para asumir esos retos; pero es necesario, les insisto, con cosas tan sagradas como la defensa nacional, que no se juegue en el país.

Esto me recuerda incluso al caso del helicóptero Dhruv hace un par de años, helicópteros hindúes, con tecnología de punta que se accidentó en unas maniobras, en una

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ceremonia en la Base Aérea Mariscal Sucre. Se conformó una comisión para investigar el accidente que se sabía que había sido fruto de una mala maniobra, un error humano; sin embargo, se desplegó una campaña de prensa llegando a decir que se habían comprado helicópteros defectuosos e incluso se llegó a presentar la temeraria acusación de peculado.

Aunque esto no resistía el menor análisis, después de ver el helicóptero presidencial unos pocos metros más delante de esta pista, un Dhruv, ¿quién en su sano juicio va a volar en un helicóptero defectuoso? Es que usted no sabe de helicópteros Presidente… Los pilotos sí saben. ¿Qué piloto que ame la vida de su familia, en su sano juicio va a volar helicópteros defectuosos? Pero cuando el odio vence a la inteligencia, cuando se trata de creer cualquier cosa con tal de hacerle daño a un gobierno que está cambiando radicalmente nuestro país, cualquier cosa se acepta.

Ya basta. Todo está a la vista. Revisen lo que quieran. La transparencia en nuestros sistemas de gestión es otro de los grandes avances del país.

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Queridos soldados:

Estos aviones, estos helicópteros, no son armas defensivas solamente sino también instrumentos de desarrollo, no solo por la seguridad fundamental para el Buen Vivir, sino porque siempre estarán al servicio de las grandes mayorías, de los más débiles.

La Fuerza Aérea cuenta con programas para dar soporte y ayuda a la población, de manera regular si se trata de zonas aisladas, llevando y trayendo personas, productos, medicinas; y de manera emergente, si se trata de desastres naturales, cumpliendo tareas logísticas de apoyo y salvamento.

Recuerdo, también hace más de dos años, tal vez no me acostumbro a este cargo todavía y me afectan cosas como éstas que pasan muchas veces hasta desapercibidas. Hace más de dos años, cuando se nos estrelló un avión en la frontera, se lograron salvar los dos pilotos; pero en la operación de rescate se rescató a uno de ellos y cuando se estaba rescatando al segundo se rompió el cable y se mató el piloto y el rescatista. Apenas tres

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meses después llegaron los Dhruv, con los helicópteros Dhruv esa tragedia no hubiera ocurrido.

Pero todos estos servicios que nos brinda nuestra Fuerza Aérea, demuestra la profunda vocación de servicio que tiene la FAE y su gran sensibilidad social. Proyectos como Alas para la integración, Alas para la Salud, Alas para la Educación y Alas para la Alegría, acercan a los ciudadanos a la Fuerza Aérea.

En esta nueva época, la presencia de nuestros soldados en los más alejados rincones del país debe ser signo de apoyo, de solidaridad, de cuidado y seguridad. La heroicidad de salvar una vida, la hazaña de llevar medicinas, la defensa de la soberanía y de la vida son una vocación y no solamente una profesión que nuestros soldados y pilotos deben desarrollar día a día con la máxima entrega, sacrificio, solidaridad.

Queridos compatriotas:

Hace pocos días, recordábamos un siglo de la más bárbara hoguera que haya sufrido la Patria. Decía aquel día en Montecristi, que a pesar de que lo asesinaron hace cien años nuestro

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general Eloy Alfaro Delgado está más vivo que nunca. Vive en esta revolución auténtica y liberadora, que hace lo que dice, que cumple sus compromisos, que recupera la confianza de las ecuatorianas y los ecuatorianos, que está llena de energía volcánica para transformar la realidad, que busca la excelencia, que pulveriza el derrotismo, que destruye el fatalismo, que levanta la autoestima y el valor, que suma fuerzas, que no da, pero tampoco pide tregua; vive y vivifica esta revolución que nos está cambiando en lo profundo. Usted vive, mi General -como lo decía en Montecristi-, en cada palabra nueva, en cada gesto de optimismo, en la sonrisa de los niños, en la fe de los jóvenes, en el valor de nuestros soldados, en el convencimiento de que somos capaces de lograr lo que nos propongamos.

Vive en la construcción de nuestra América, la Patria Grande que soñó junto a Bolívar, Martí y tantos inmensos latinoamericanos.

Vive, mi General, en la fuerza y el aliento de nuestro pueblo, en el brillo de los ojos de la gente que recupera la esperanza.

Decía que a los asesinos de Don Eloy, no sólo les cubren las sombras, desgraciadamente también les cubre la impunidad; y son los mismos que

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dispararon en contra del “Abel de América”, Antonio José de Sucre, el gran Mariscal de Ayacucho; son los mismos que sumieron en la soledad y la decepción al Libertador Simón Bolívar; son los mismos asesinos que destrozaron a Daquilema, que persiguieron a Manuela Sáenz hasta la muerte en el destierro; los mismos que arrojaron a la fosa común los restos de Eugenio Espejo; los que dispararon el 2 de agosto de 1810, los que abrieron heridas y sembraron la muerte ese amargo 15 de noviembre de 1922; son los que enfilaron sus armas en contra de los trabajadores del Ingenio Aztra; son los que torturaron y mataron a los hermanos Restrepo, Consuelo Benavides, Arturo Jarrín; son los mismos que se llevaron nuestros ahorros; los que con silencio cómplice encubrieron el atraco; aquellos que entregaron día a día nuestro país a los acreedores internacionales; los mismos que regalaban nuestro petróleo; los mismos que obsecuentemente se sometían a los imperios; esos mismos son los que estuvieron detrás de la lluvia de balas en contra de nuestro pueblo que salió a las calles, a los parques, a los pueblos y ciudades aquel triste 30 de septiembre. Son los mismos que en los primeros días de nuestra revolución, al evidenciarse que no les temíamos ni podían controlarnos, intentaron destruir

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también en bárbaras hogueras la verdad, nuestro honor, incluso nuestras familias; los mismos que hoy contratan lobistas internacionales para demoler nuestra reputación a nivel mundial, al no poder vencernos en los tribunales; los mismos traidores a la Patria que hoy conspiran con el llamado Plan Revancha para provocar otro 30-S.

Decíamos que nos honra tener los mismos enemigos que Alfaro y, al igual que él, nuestras respuestas serán siempre: murallas de dignidad, montañas de integridad. Como él, aquí siempre encontrarán manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes por la Patria.

Hace cien años Alfaro nos decía: “no hay que abatirse por nada; aunque el mundo se venga abajo, el hombre debe permanecer impasible y ser siempre superior a su propia desgracia…”.

En la cobijada de la bandera acabamos de cantar “la nube de tragedia no es eterna”. Pese a las dificultades, a los inmensos obstáculos que día a día nos ponen en el camino, no nos abatimos, mi General, y aquí estamos más optimistas, más firmes que nunca, luchando por la Patria nueva, la Patria de todos.

Queridos soldados:

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Benjamín Carrión, ese gran ecuatoriano, ante la destrucción del país en manos de los politiqueros de su tiempo, nos habló de la necesidad de volver a tener Patria.

Hoy, después de décadas de continua decadencia, tengan la seguridad que la Patria vuelve.

Vuelve con un estado plurinacional e intercultural, que acoge a todas, a todos, mestizos, indígenas, afro-descendientes, montubios, cholos, blancos.

La Patria vuelve con un Estado representando no a unos pocos, sino a las grandes mayorías, a nuestros migrantes, a nuestros discapacitados, a los niños de las calles, a las madres solteras…

La Patria vuelve con la educación, la salud, la vialidad, la vivienda.

La Patria vuelve con un país que crece, que disminuye pobreza y desigualdad.

La Patria vuelve con un país soberano y libre, sin tutelajes ni patrones.

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La Patria vuelve con la unidad latinoamericana.

La Patria vuelve, con nuestras Fuerzas Armadas preparadas para defender nuestra tierra, nuestro mar, nuestro cielo, nuestra vida.

Soldados de mi Patria:

Con estas poderosas máquinas, a surcar el firmamento, dibujando el rostro y los sueños de la Patria nueva.

¡Hasta la victoria siempre!

Rafael Correa Delgado

PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR