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Encuentros imposibles C. Castro

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Colección de cuentos cortos. Short stories colection.

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Encuentros imposibles

C. Castro

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Para todos los grandes personajes que de alguna u otra manera (algunas muy extrañas y humillantes) inspiraron estos relatos, en especial con los que aún mantengo contacto.

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1.CIMARRA EN EL CAFÉ MOSQUETO

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-¡Apúrate hueón!-me decía mientras cruzaba aquel umbral, yo sólo atine a seguir corriendo haciendo caso omiso a los gritos y sorteando cualquier obstáculo que se me enfrentaba. Nunca había estado más vacío el hall central (y nunca lo estaría jamás), la probabilidad de escape estaba a nuestro favor y la verdad es que nunca había hecho algo así antes. -Lo logramos-dijo el Pancho, con voz victoriosa. -...sigan corriendo no más, parece que nos cacharon.-Salíamos para Vicuña, cada uno con sus rostros ya descubiertos, -¿Y ahora qué?-pregunté. Como nunca

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antes la había hecho ni me había preguntado luego que ellos la hacían, no pude ocultar mi posición de primerizo. -...cada uno pa' su casa, supongo-Entrábamos a la estación de Vicente Valdés. -qué más querías, Morgado-(En el curso me llaman por mi apellido), las risas no se hicieron esperar y poco a poco se iba llenando el andén de Metro. -Son unos pajeros-dije, en el mismo instante en que una voz atrás de nosotros nos gritaba "¡Jóvenes, jóvenes!" repetidamente. No contábamos con que uno de los inspectores haya pedido "refuerzos". -¡Mierda, se los dije!-grito el Seba. La puerta del vagón estaba a punto de cerrarse. -¡Jóvenes, jóvenes! -corran-dijo el Pancho. -...vamos, corre hueón...-Corrí hacia aquel

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portal salvador y al entrar choqué con un grupo de "recién llegados", la frenética luz roja dejaba de parpadear, la señal sonora de aquella puerta acababa y los rostros de mis compañeros de escape se distorsionaban frente a mis ojos, atrapados por la larga mano de la justicia (si es que se podía llamar a eso justicia). Di un respiro de relajo ante la atenta mirada de los pasajeros que recién se integraban a tal hazaña. Cómo de un momento a otro pase de estar en el colegio a estar en un vagón (directo a Tobalaba) lleno de personas dirigiéndose a sus trabajos, mujeres embarazadas, universitarios con sus palestinas y hombres leyendo libros de auto-ayuda, todos ellos ajenos a la realidad, y en eso estoy yo, como un intruso en su mundo, lejos de aquel mundo de libros y rutinas, recreos de quince minutos, ejercicios de álgebra y pruebas de lenguaje, lejos de

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Sócrates y Aristóteles, pero un libro de Fughet en mi mochila y un cd completo de Keane en mi pendrive. El aire enrarecido por el silencioso viaje, sólo era interrumpido por más de algún "Señores pasajeros deje bajar, antes de subir", me produjo un sentimiento parecido a la culpa, mi conciencia estaba hecha añicos. Las miradas incriminantes de los pasajeros ya se habían esfumado de sus rostros, después de todo Santiago seguía siendo el mismo, a nadie le importa nadie, todos son indiferentes con todos. Me senté en el suelo del vagón escuchando música, me quité el polerón de cuarto, desde este momento ya no soy el Morgado, sólo soy uno más, mejor que cualquier grupo fielmente representado, era uno entre muchos, luego de cinco canciones y siete estaciones mi conciencia ya no me molestó más.

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Ya estábamos en Tobalaba, y la verdad es que me dio lata salir, así que hice combinación a Línea 1 mientras escuchaba el resto del cd y leía Mala Onda. Me di cuenta que no era el único en hacerla, un grupo de jóvenes (por no decir "minas"), estaba se habían subido al vagón, por sus uniformes deben ser de algún Liceo del gran Santiago, se veían "pasables", en todo caso eran como las una de la tarde y las tomaderas de las plazas son generalmente o temprano o en la tarde luego de salir, por alguna razón a pesar de haberla hecho, no me sentía como ellas, de que estaba libre lo estaba, pero algo en mí me hacía pensar que era distinto. La mayoría de la veces en el colegio me junto con un grupo de amigas de casi de la misma edad que yo, del mismo curso y con otros compañeros a con los que “leseamos" un rato, pero siempre se cae en la rutina, y pensándolo

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bien, no tengo idea de qué motivo este escape. Me cansé de Matías Vicuña y del gobierno militar, así que guarde el libro, llegábamos a Baquedano, pensaba ir al Crowne Plaza a ver las guitarras, salí y me sentí que alguien me seguía, no podía ser alguien del colegio, que yo sepa yo fui el único que logró escapar, así que preferí cambiarme a la Línea 5, no es que me sintiera perseguido (aunque así pareciera), sólo es que tampoco era demasiado interesante Plaza Italia, supongo que no soy como los demás. Me quede mirando un cuento de Santiago en 100 palabras, cuando mis temores se hicieron presentes, alguien estaba detrás mío. -¿Tú no eres como ellos cierto?-escuche a mis espaladas, haciendo referencia a otro grupo de cimarreros al lado mío.-Vamos ven. Entonces me tomó del brazo y me sacó del vagón, estábamos en la estación

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Bellas Artes. -Eh...¿quién eres?-dije. -Tú no eres como los demás, no es así-dijo aquella voz. -¿No soy como quien?-pregunté, y me percaté que era un joven, más o menos baja, con cabello teñido rojo y ojos café, debe tener como unos veinte. -Me dicen Coté.-dijo ella. Estábamos en medio del andén, el resto de la gente avanzaba y nosotros nos encontrábamos en medio de aquel tumulto, a medida que el torrente humano salía, el andén se vaciaba poco a poco. -Y...-dije-que se supone que haces -Emm...no se-dijo con una cara de duda-te he estado observando. -Si me di cuenta. -Y entonces...no eres como ellos. -¿Cómo quienes?-pregunte. -¿Eres un cimarrero no?-dijo ella. -Si...

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-Vamos, sígueme-Salíamos de la Estación, pocas veces había estado en esa estación, si no mal recuerdo un día tuve que ir al MAC a ver una exposición para arte, más que eso nunca había estado por los alrededores, habían varios edificios y calles estrechas, como todos los lugares del centro. -¿Mosqueto?-pregunté. -Sip.-Yo sólo la seguía, parece buena persona, y por alguna razón sin motivación (que claramente desconozco), parecida a la de mi escape. Caminamos un poco y llegamos a un café, Café Mosqueto -¿Te gusta leer? -Emm...si-dije. -¿Y el café? -Si, ¿Por qué?-pregunté. -Entremos-dijo. Por alguna razón ella estaba segura de todo lo que hacía, parecía tenerlo todo planeado, ella

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inmediatamente compró dos cafés y nos dirigimos a la mesa. En aquel lugar había varias personas, la mayoría solas leyendo algún libro, es más había una especie de librería donde la gente sacaba libros para acompañar su café, en las paredes habían fotos de escritores, por algún motivo me pareció un buen lugar, un buen ambiente, nunca había entrado a un lugar así, la mayoría de las veces que he salido, era a tomar helados en el 14, con una que otra amiga o a conversar por allí. La llegada de aquella extraña pareció cambiar el rumbo de aquel escape, mi conciencia estaba libre, total, no estaba haciendo nada malo, no salí a tomar por allí, ni a fumar, no estaba echado como algunos, en qué estarán mis compañeros, lo más probable es que los hayan suspendido, ¿qué será de mi?, obviamente debieron haber notado mi "no presencia", prefiero no pensarlo, todo esto del café parece

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entretenido. Ahí viene ella con los cafés. -Y, ¿te gusta el lugar?-preguntó ella. -Si...emm, ¿por qué haces todo esto? -No se, te veías un poco solo allí leyendo. -Ah, me espiabas-dije-haces mucho eso. -Mnn-asintió con la cabeza, mientras tomaba un sorbo de café. -La verdad, es que eres raro. -Dirás, diferente.-dije, y luego di un sorbo. -No, raro... -Qué clase de cimarrero eres tú-lanzó-la pasas solo, lees libros, y sigues a una extraña a un café. -Si...bueno, en eso tienes razón. -¿Y qué leías? -Mala Onda, de Alberto Fughet -Oh, yo leí ese libro en primero. -Disculpa, ¿cuántos años tienes? -Ah, sorry, tengo diecinueve-Sorbo-estoy estudiando arte. -En serio.

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-Y tu que piensas hacer-pregunto. -Como sabes que estoy en cuarto. -Para ser un solitario, que lee en el Metro, aparentemente sin polola... -...oye!. -...tu primera en cimarra en cuarto no esta mal. -Pensaba estudiar cine... -...¡Oh, me encanta el cine! -...pero mi padre nunca lo aceptaría. -Que mal. -Sabes, me caes bien. -Ya lo sabía-dijo ella. -O sino, no me hubieras seguido. -Tú también me caes bien-dijo ella con una sonrisa en su rostro-eres la primera persona que sigo que me dice eso. -¿La primera?-Sorbo-olvídalo, esto ha sido como extraño. -Cierto-dijo ella. -Nunca había pasado tanto tiem... -Me gustas-dijo. Casi derramando el café

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que había tomado recién. -¿Qué?-pregunté. -La verdad es que yo también soy como tú, si no estuviera en la U, estaría echada por allí. Vivo sola con mi madre...uh lo siento, pensarás que soy una loca, verdad. -No, no...es más, eres agradable, cuando te vi... -¡te gusto! -¡Espera, espera!, esto es demasiado rápido. Hace algunas horas no era más que el Morgado, el callado del curso y ahora... -Mmm...¿Quieres otro café?-me pregunto ella. -¡Si, por favor!-dije. Café tras café, la conversación continuaba, eran como las cinco y cuarto, y después de aquella catarsis emocional, el resto de las "confesiones" fueron más fluidas y ambos parecíamos estar de acuerdo en todo, algún sentimiento (que

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desconozco) rellenaba el resto de los otros. Aquel vacío interior de los últimos años, de no haber hecho nada "importante", nunca hice nada más que haber ganado un concurso de cuentos en el colegio o una que otra aparición como exponente de buenas notas, nunca había pololeado, ni tomado, ni nada, nadé siempre contra la corriente y de un momento a otro, había hecho la cimarra y había conocido a la chica más raramente interesante y bonita (¿por qué no?) -Lo he pasado bien sabes-dije -Sip...y entonces. -entonces... -Sip -Creo que sí. -¡En serio!-dijo ella. Entonces se abalanzó sobre mi y me besó. -MMM....espera! -¿Qué?...no te gusta. -Si es que...

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-Gracias por todo esto. -Yo te pago los cafés.-dije. -OK.-dijo ella. -Si es que no estoy suspendido o algo así, hago la cimarra y nos tomamos otro café. -Debo ser una mala influencia, no no lo hagas. -Debo mejorar mi tono de sarcasmo. -No te preocupes, yo arreglaré eso.-dijo, jugando con las palabras y con un rostro un poco menos perturbador. -Jaja. -Lo he pasado bien. -Igual yo.-dijo. Eran como las seis, tenía que irme y creo que ella también. Ella nunca pensó que tal persecución, lograría su cometido y que gastaría tanto tiempo en ello. Por mi parte estoy dudando de que mi salud "psíquica" este estable luego de esto, ya no necesitaba pensar en Freud ni Sócrates, ni a los malditos compañeros y el profe de álgebra, ni los hombres

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leyendo libros de autoayuda, en un día me hice adicto a la cafeína y los buenos libros, hice en un día lo que no hice en cuatro años y definitivamente estudiare cine o literatura sin importar lo que diga mi padre. -Ya tengo que irme-dije. -Yo igual -Gracias por el café. -Entonces creo que... -Y...a que hora sales del colegio?

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2. RELATO FICTICIO CON VOZ EN OFF

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Aquella tregua no era más que un espacio temporal demasiado corto, disfrutaba, o eso creía, aquellos días como nunca, miraba el techo con total tranquilidad, era más bien un limbo dentro de aquellos turbios días que antecedieron a la calma, esas cinco semanas fueron psíquicamente agotadoras. Pero a pesar de tal goce momentáneo, tal quietud lo aburría, salió una que otra vez a reencontrarse entre amigos, riéndose casi efusivamente de sus masoquistas recuerdos, esta vez sin el polerón de cuarto puesto. Aburrido buscó

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entre los montones de hojas y dibujos extraños, cartas vampirezcas, recuerdos de EJE y anillos sin mucho uso, pero nada le pareció relevante, se dirigió a otro montón de cosas, si bien no eran suyas le pareció que como no tenía nada que hacer no perdería su tiempo, tenía todo el tiempo del mundo, había cuentas de luz viejas, cajas llenas de polvo, nada demasiado interesante, lo que sí le llamó la atención fueron esas pilas de cassetes regrabados, con etiquetas escritas a pulso y plumón. Sacó uno que decía Dylan y lo puso en la radio, aún conservaban una que reproducía cassetes, tal vez porque no tenían el dinero suficiente para comprar una nueva o les ahogaba el miedo a deshacerse de viejos objetos y recuerdos. Si bien ya había escuchado a Dylan antes, su padre lo escuchaba cuando aún era chico. Si bien nunca llego a entenderlo, ahora sabiendo ingles y con ayuda de un

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amigo que lo escuchó antes, escuchó tales canciones con tal detenimiento que le hizo pensar que ocupaba bien su tiempo, y así pasaron Like a rolling stone, Blowin' in the wind, Ballad of a thin man y otras que si bien no lo hicieron recapacitar sobre nada, tal vez Dylan quiso que fuera así, recordó una que alcanza a percibir en su memoria de niño, era The times they are a changuin' ahora ya traducida por sus años de enseñanza media, si bien el impacto de sus letras fue demoledor, sintió que realmente los tiempos estaban cambiando, quizás no como lo vio Dylan en aquellos locos años, pero aún así mantenía su fuerza. Se metió en el computador, envió unos cuantos e-mails, chateó con una amiga sobre cierta historia, y bajó unas cuantas canciones que puso en su reproductor de mp3, salió sin avisar y tomó la troncal, aún con la canción en los oídos, se encontró con un

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compañero de otro colegio y vio unas cuantas caras conocidas, incluso de dio el tiempo de observar a una joven, que por cierto no usaba chapitas, le dio cien pesos a un guitarrista con facha de universitario con carrera a medio pagar, y miraba a Santiago desde la perspectiva de una ventana, el asiento tenía escrito Somos Chile, tenía la mirada seria y fijada en un punto perdido entre los edificios que crecían en altura a medida que nos acercábamos al centro, pronto tendrá que elegir y tomar decisiones importantes, nunca fue bueno tomando decisiones y de pronto esto. Bajó de la micro y empezó a caminar por aquellos paseos, observó a un grupo folklórico, se compro un helado, casi golpea a un mimo, donó otros cien para que una estatua de minero se moviera, paseo Ahumada, Euro, Providencia, se acostó en el pasto de una parque con toda libertad, ya no miraba

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pruebas, ni números, ni nada, quedaba poco para el final, tiempos están cambiando, se quedo un rato más converso con otra víctima de esta tregua, que casualmente también dormía por esos parajes urbanos, se quedaron allí tirados un buen rato, quedaban una semana y ninguno quería pensar en la prueba, él le ofreció una trufa que había comprado en una estación de metro, ella le dio su msn, ya que ninguno de los dos usaba demasiado Facebook, él tenia una polera a rayas, ella una palestina. Conversaron sobre lo que se les venía a la cabeza como si ya se conocieran, pero no era así. La tarde caía pero no les importo, dentro de unos días algo tendría que cambiar pero ninguno estaba seguro de que, prefirieron ignorarlo y seguir mirando al vacío de hojas, tirados en el pasto. Total no había nada que pudiera prolongar mejor esa tregua.

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3. DIALOGO EN EL METRO

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-¿Has escuchado alguna vez Like Spinning Plates de Radiohead? -No -Y Ara Bátur de Sigur Rós... -¡¿Quién eres tú?!, ¡Deja de hablarme!

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4. BLACKOUTS

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Cualquier cosa que hubiera hecho habría tenido el mismo final. Me quite los audífonos para escuchar al hombre que entro en la 104 con una guitarra en la sus manos y una zampoña en sus labios, el tipo tenía talento pero se notaba el cansancio en sus ojos, su mirada. El repertorio fue lo suficientemente satisfactorio como para casi olvidar donde terminaba mi viaje, a media canción de Víctor Jara quedé, tenía que bajarme en la próxima, busqué en uno de mis bolsillos algunas monedas sueltas o vuelto extraviado, saque cien pesos y me

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acerque sin pretensiones a una joven de buen aspecto que también observaba al hombre de la guitarra. -Puede pasarle estos cien, que yo me bajo-dije. -Yo también bajo aquí. -Oh, bueno, gracias-dije. El hombre atento a la situación, seguía sin detenerse su canción. Dirigiéndome a una señora que estaba sentada a lado de la puerta, le pasó los cien con el mismo objetivo anterior. -Espera-dijo ella, estrechando su mano y pasándome cien a mí, para que ella también se los pasara al hombre. -Se los entrega que bajamos-dijo ella. Y así bajamos de la 104. Creo que conozco a esa joven, hay algo en su mirada, no se. Ella al contrario le era sólo un extraño que conoció gracias al mágico y perfecto sistema de transporte público. Éstas cosas no suceden en Santiago

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pensé, ella ni se inmutaba y seguía su curso, tenía que saber quien era, necesitaba inventar algo, no se. Me acerqué a ella. -Disculpa, ¿Qué horas son?-pregunté. -Emm...son las cuatro y cuarto-dijo ella. -Gracias-dije y ella continuaba caminando, tenía chapitas en su mochila y escuchaba música. Estoy seguro que la he visto en otro lado. Ella me recordaba un personaje de una película que vi ayer en el Cinecanal pero sólo recuerdo el rostro, de la película no me acuerdo absolutamente nada. Me sentía como un psicópata siguiéndola, no recuerdo haber hecho algo así antes. Me recordaba vagamente a una amiga mía, recuerdo que pasaba molestándome por algo que hacía, no recuerdo que era. Al día siguiente la espere en el mismo lugar, hacía que leía un libro sentado en una banca. No apareció. Al otro día repetí

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la operación, nada. No aparecía por ningún lado, hasta que apareció, bajo de la misma micro, tenía un libro en la mano, parecía acercarse a la banca en que estaba, no sabía que hacer, entonces se sentó. -Disculpa, oh, eres el de la 104...no te molesta que lea contigo-dijo. -No, no. No hay problema-dije. Estuvimos un buen rato cada uno inmersos en sus respectivos libros. Tenía que cortar aquel silencio. -Disculpa, te visto en algún lado antes. -Emm, no sé-dijo ella-Tenía que juntarme con un amigo justo aquí. -Ah, y aún no llega. -No...él acostumbra a olvidar algunas cosas, desde que lo conozco tiene esas especies de lagunas mentales, bromeo harto con eso.

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-Ah-dije, al parecer realmente no la conocía. Estaba haciendo el ridículo como siempre. -Bueno tengo que irme, ojala llegue tu amigo. -Jajaja...si llegará no te preocupes-dijo ella. Me fui con la mente un poco más despejada, ella continuaba riéndose extrañamente mientras me iba después de todo no era alguien conocido. Al día siguiente tenía que salir, tomé la 104, escuchaba música la micro estaba mas o menos llena, olvidaba lo que era andar en micro y casi se me olvida donde tengo que bajarme, iba a tocar el timbre, cuando una joven con chapitas en la mochila, toca el timbre, creo que conozco a esa joven, hay algo en su mirada que me recuerda a alguien.

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5. DIALOGO ENTRE DOS DESCONOCIDOS

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-No te molesta que me siente aquí-La 104 iba aceptablemente llena. -No-dijo, tenía el pelo oscuro, usaba lentes oscuros y ocupaba una palestina de colores. -¿En serio? -En serio-me senté, ambos mirábamos hacia afuera, el día estaba nublado. -¿Has visto La Ciencia del sueño? -¿Michel Gondry? -Si...pero prefiero Wes Anderson o Kubrick. -Kubrick es un maestro. -Todos dicen lo mismo-hubo un breve silencio.

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¿Ves mucho cine? -No, estudio cine. -Ah... -El resplandor me gustó, pero prefiero el libro, ¿Has leído el libro? -No. -Es bueno. -Lees por gusto. -No estudio literatura-ambos reímos. -Que elocuente. -Cierto -A veces el cine me ayuda a escribir... -¿A qué quieres llegar? -...yo nada. -Para hacerte más fácil todo, no salgo con nadie, ni pretendo hacerlo. -No no, no pienses eso. -Entonces por qué te sentaste acá, hay otros asientos más atr... -Me pareces una buena persona, eso es todo-hubo otro silencio pero menos incómodo que el anterior.

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-¿Y entonces escribes no? -Tengo varias cosas, cosas cortas más que nada. -No creas que me estoy abriendo así no más, hace tiempo salí con alguien, escribía buenos poemas. -Yo también solía hacerlo. -¿Ya no? -No, no tuve a quien escribirlos realmente. -Oh. -Y alguna vez has... -No. -Oh, bueno. -No te sientas mal, la verdad es que nunca he tenido tiempo. -Seguiremos así. -¿Así como? -Hablando de lo triste que somos, porque si es así... -Descuida, tampoco quería contarlo de todos modos-de nuevo el silencio otra

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vez. -¿Y no escribes mal? -Al menos a mis amigos les gusta. -Bueno eso es algo. -Mi profe dice plagio a Bukowski. -Y te gusta el cine. -Si, pero nunca me he atrevido a incursionar en el, una vez escribí un guión, era pésimo. -Y...trabajas en algo. -Kentucky Fried Chicken cuenta. -Jaja. -Necesitaba un poco de plata. -Y vas bien. -Supongo que sí, no me echado ningún ramo, ¿y tú? -Me va bien, ahora mismo estoy con unos amigos trabajando en un corto. -En serio. -Si, pero la historia apesta. -Oh. -Que extraño, todo esto.

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-Cierto, estas cosas no pasas en Santiago, sólo falta la banda sonora de fondo. -Jaja-ahora si sonreía, se había subido un hombre a tocar guitarra. -Que elocuente. -Y tú crees en Dios. -El hombre es tan arrogante que creo a Dios a su imagen y semejanza. -¿Ah? -Es de Nietzsche...no creo en esas cosas. -Yo tampoco, pero algo debe haber. -Algo como qué. -No sé-el hombre había terminado, ambos le pasamos cien pesos. -Podemos estar horas hablando sobre esto y siempre quedaremos en la misma parte. -Que pérdida de tiempo-silencio. -Espera...bueno sí, puede que tengas razón, pero ese algo no me ha acompañado para nada. -¿Por qué te sentaste a mi lado? -Porque, me pareces una buena persona

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en serio. -No me la creo. -Bueno, esto sería como atravesar ese límite no crees. -Es sólo que no me la creo. -He estado demasiado tiempo solo pienso, siempre es bueno tener alguien con quien conversar.

-Entonces eso es. -¿Que más podría ser?, eres una buena persona, y al fin y al cabo somos humanos. -Nadie debería estar solo. -Amm... -Me debo bajar en la próxima. -Oh, bueno, esto no ha sido tan malo después de todo. -Sí Hubo un breve silencio que se extendió hasta que ella se levanto para bajar. El joven le dio el paso, y entonces ella le toma del brazo y le dice.

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-Tengo que filmar un proyecto, ¿quieres pasar a mi casa? -¿En serio? -En serio.

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6. SOTERO DEL RÍO

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Esta estación está hecha para sentarse y leer, pensé. Una razonable pared luego de la salida del andén en Sótero del Río, no sé si el arquitecto haya pensado igual. Me senté en la ya dicha pared, saqué un libro de Benedetti y me puse a leerlo, mientras los amantes se besaban y en una especie de pacto silencioso, yo no los molesté y viceversa. La gente bajaba en oleadas intermitentes, algunos me observaban, otros simplemente pasaban a mi lado, incluso alguien me preguntó dónde estaba la salida, pasaste y no me viste, bajaste por las escaleras mecánicas y te esfumaste de a poco, los amantes también

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se habían ido y una persona usó el teléfono público de al lado mío, a pesar de que escuchaba música no me gusta escuchar las conversaciones de los demás, así que me hice a un lado, las oleadas bajaron en cantidad de miembros, la hora de salida de los escolares había acabado hace rato, la persona en el teléfono parecía estar discutiendo, se le acabaron las monedas y se fue, poco después fue reemplazado por una joven que se sentó, parecía estar esperando a alguien, la gente no debe estar sola, aunque me estoy contradiciendo a mi mismo. Ya debería haber terminado el libro pensé, eran cuentos cortos, el libro me lo había prestado la profe de arte, se me vino a la mente aquellos ganadores de Santiago en cien palabras, de dónde sacarán esas historias que ahora que ahora salen en estaciones y vagones de Metro, tal vez alguno de ellos este observándome y

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memorizando las ideas para escribirlas luego. Veo la hora, no es tan tarde como pensé, llevo un poco más de la mitad del libro, los amantes se han ido, la joven también, los llamados interrumpidos por la falta de monedas también y tú no estabas allí. Tengo que irme ya era tarde, mientras una oleada bajaba, yo subía, como siempre lo ha sido, definitivamente Sótero del Río fue construida para sentarse a leer un rato.

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7. SUEÑO SOBRE COMO PINTAR UN CUADRO SURREALISTA EN UNA ESTACIÓN DE METRO

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¿Qué me habré fumado? me pregunte haciendo como si alguien escuchara, por que la verdad este sueño no me pareció tan aburrido, y así mi voz se escuchó como en Dolby Surround 5.1 y rebotó en cada pared, sabía que no estaba solo, mi cama estaba allí, y había alguien, era una joven, bonita por cierto, avance por el andén y allí estaba justo al lado de las escaleras mecánicas (que por cierto bajaban en vez de subir), ella dormía plácidamente, no me pregunte cómo sabía que la cama estaría allí antes de pasar por allí, la verdad no quería arruinar la sorpresa (total era mi sueño), como la

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escalera mecánica bajaba, subí por la otra, mientras tarareaba una canción de Dido y pensaba en qué tipo de persona soñaría con alguien durmiendo, y de lo bien elegida que era la escenografía, incluso la publicidad de la UTEM me pareció adecuada, casi realista. Di un paseo por la estación, no intenté salir porque me gustaba el ambiente realmente, aunque a decir verdad me pareció un poco gris la estación, pasé por boletería, cambié de andén y observé a la joven desde el otro lado, la cama roja contrastaba con el gris/sepia de la estación, pensé en fumarme un cigarro así que subí recorrí un pasillo, ahora que lo pienso parecía una de esas estación de combinación, no había información en las paredes sobre que línea era la estación, encontré una de esas tiendas donde se vendían revistas y snacks, y había cigarros (no recordaba que se vendieran dentro de las

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estaciones), aproveche el viaje para pasar por Bibliometro y saqué un libro para leer, entre por un pasillo y llegué al comienzo, no habían escaleras de salida ahora que pienso, no tampoco quería salir, me gustaba estar allí, era ligeramente mejor que el mundo real, incluso tan real como el mismo, pero nada supera a ese mundo. Volví a donde empezaba, ella seguía allí durmiendo, me senté a una distancia razonable de ella, a nadie le gusta el olor a cigarro al dormir, empecé a leer, era impresionante el silencio, era absurdamente impresionante. Ella despertó y preguntó hace cuanto se había dormido, "un buen rato", se percató de mi presencia y me observó mientras tiraba una bocanada de humo, "traje unas Lays de arriba" le dije, "¿Quieres?, me acerqué y le convidé, "no te importa que fume" dije, "si, me importa, no se puede fumar en el Metro, a parte es mi sueño,

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así qué...", "así que tú también", di una última bocanada, "esta bien", tire el cigarro al suelo y lo apagué. Le pregunte si sabía porque estábamos aquí, obviamente no estábamos muertos, sólo estábamos soñando le dije, hubo quejas sí, discusiones sobre a quien le pertenecía el sueño, ninguno llego a una conclusión. Era extraño que aquellas paredes estuvieran vacías, ni siquiera habían de esos afiches culturales, era extraño. Le pregunté si quería caminar, dijo que sí, ¿por qué diría que no?, los sueños se sueñan no se piensan. Estábamos aburridos. Subimos por la escalera mecánica que técnicamente bajaba, íbamos elevándonos lentamente mientras ella cantaba una canción de Keane con subtítulos en ingles incluidos (de esos amarillos) me preguntó si había leído a Coelho, ahora nuestra conversación estaba subtitulada en portugués, "Não,

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prefiro Fughet ", seguimos vagando por allí, pasamos por esas...no sé si son oficinas o algo, donde gente como nosotros nunca entra, hurgamos en las cosas, encontramos hojas, rollos de boletos de pasaje adulto, cosas de ese estilo, me dijo que nunca había pasado tanto tiempo con un extraño, "ni en el mundo despierto" dijo, no dije nada, no me parecía tan aburrido el sueño, aunque dormir después de noches estando despierto es como un plano ancho de dos personas caminando en direcciones opuestas en Ahumada, la cámara no se mueve, no hay música de fondo y luego despiertas. Nos quedamos en ese puente que une ambos andenes, frente a las vías, como si de ellas saliera un vagón, no salió. Ella había sacado de las oficinas un plumón, parecía aburrida, me hizo una cara más o menos simpática en la mano, no desistí, creo que cuando despierte ya

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no estará en mi mano. La cama ya no estaba, los subtítulos estaban en japonés, cosa que sólo nos entendíamos por lo que hablábamos, nada más. Bajamos pero sin antes sacar una Coca-Cola de 250cc de la tienda del otro pasillo, ella sacó una de esas revistas de suscripción que les gusta a ellas, esta vez si le dimos un buen uso a las escaleras mecánicas, "tengo un poco de sueño" le dije, me recosté en la pared y cerré los ojos, "adiós por si despierto, si pasa algo despiértame" agregué. El silencio era entrecortado por sus paseos, se me ocurrieron miles de formas de poder dormir pero no pude, que nos estará pasando, por qué las cosas no son como antes, muchas cosas distraían mi atención, dormir no era una opción ni siquiera una oportunidad, no sé por qué, pero no podía dejar de pensar en ella, ya no escuchaba sus pasos, creo que todos mis pensamientos están siendo subtitulados,

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de seguro los está leyendo ahora. No sé si abrir mis ojos y decirle que no es ella sino yo o mantenerlos cerrados y dejar que ella me lea la mente y saque sus propias conclusiones. Escuché pasos, y algo más, era música, era un guitarra. Me levanté y vi como ella dibujaba con plumones Bic, la silueta de un hombre tocando guitarra, los dibujos parecía cobrar vida, y en realidad se movían era impresionante, corrí hacia las oficinas en busca de más plumones mientras ella dibujaba un gran árbol a lado de Boleterías, volvía a ayudarle con unas nubes en el andén, dibuje una ventana y el viento parecía real. Ella iba más allá dibujaba cosas sorprendentes, algunas ni siquiera tenía sentido, pero qué cosa tiene sentido ahora. La estación estaba totalmente pintada, pájaros volaban por el techo, por una lado de la estación llovía mientras que del otro un sol azul daba cierta

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sensación de calor, ella le puso una flecha a la escalera mecánica y esta empezó a subir, era asombroso, dibujé en las paredes aviones de papel que se elevaron, mientras los personajes animé de ella corrían por todo el lugar. Nunca había sido tan feliz, ya no necesitábamos camas, ni cosas robadas de las tiendas, ni leer libros (los poemas que escribí en el andén cobraban vida propia). Nos miramos el uno al otro, nuestras imitaciones de tinta también se miraban, sabíamos que no podíamos estar en ese mundo eternamente, debíamos regresar a nuestras respectivas vidas, por más grises que estuvieran, "eso será todo" dije, "sí" dijo ella, a pesar de haber ruido el ambiente entre nuestras miradas era silencioso."¿Eres de las que recuerdan los sueños al despertar?", "sí" dijo ella, entonces le anoté un número de celular en su brazo, "recuérdalo" le dije, "lo haré"

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dijo ella. Eso era todo creo, n había música, ni subtítulos. Entonces ella dibujo una puerta, ambos sabíamos lo que teníamos que hacer.

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8. ESTA NO ES UNA HISTORIA DE AMOR

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"Esta no es una historia de amor" insistía firmemente como si el personaje de pelo largo y polera de Jack Daniel's sentado a su lado le respondiera, no lo hizo, no solía pensar en voz alta, pero bastaba dormir cerca de ella para escuchar todos sus secretos y historias porque ella era una de esas personas que no olvidan ni un detalle de lo que hicieron en todo el día, "esto no puede ser así" pensó para si misma evitando el error anterior, miraba al personaje al lado suyo cuya única semejanza con ella era que compartían la misma baranda en que apoyarse y en ese entonces en que le miro los ojos paso a

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ser de personaje a muchacho, no importaba cuanto hablara en voz alta, el potente sonido de aquellos audífonos de quince lucas creaba la muralla perfecta entre Led Zepellin y sus soliloquios, "esta no es una historia de amor" se repetía una y otra vez recordando a aquella persona a quien conoció hace no más de un tres meses a la cual invitó a comer un helado una vez, porque si no le hubiera sugerido él no le hubiera dicho ni una palabra, ni menos una invitación, pensó en el libro que le prestó una amiga suya, Crepúsculo, pero no le pareció encajar ninguna de las locaciones ni personajes, en Santiago no habían vampiros, o al menos eso pensaba hasta que supo, que aquella luz que tanto adoraba cuando era chica, quemó su frágil piel, el muchacho parecía notar las constantes cavilaciones de su fiel acompañante pero estaba inmerso en

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otros asuntos, pensaba en que le dirá a Catalina cuando se entere que ya no la quiere más, la miro una vez más, ella monologaba con ella misma y ella parecía responderle bruscamente a ella misma en una pelea eterna con ella misma, hasta que ella misma se hizo la ley del hielo, no era Catalina, de eso estaba seguro, pero algo tenía, ella luego de batallar se decidió sentarse en el suelo del vagón, habían pocas personas a esa hora, él imitando a su compañera se deslizo pulgadas, no, centímetros al lado de ella, no le gustaba el sistema de medida anglosajón, "debo dejar de pensar en ello" se le escapó a ella, hace tiempo que no hablaba tantas veces en voz alta, él escuchando tal comentario, no encontró más palabras que estas para acompañar tal intento de comunicación,"no pienses tanto" dijo él mirándola, pero ella seguía mirando en frente, "y como se supone que

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lo haga" dijo firmemente ella, ambos mirando hacia delante, "o al menos piensa para ti misma" dijo él sin dejar aquella posición, "tú ni siquiera me conoces, cómo esperas que no piense que quieres... no no, no pienses que yo estoy tratando de...eso, tú sabes. Y cómo esperas que no piense eso", ambos se quedaron en silencio, esta no es una historia de amor de eso estaban seguros, ya las personas y la música dejaron de ser obstáculo, ni Catalina ni aquel joven de los helados detendría este dialogo inconcluso y desconcertante, en Santiago no había vampiros, pero si jóvenes dispuestas a leerlos, Santiago no se medía en pulgadas, pero el metro seguía siendo el mejor transporte, ellos mantuvieron su vista a delante, "¿Esta no es una historia de amor?" dijo ella,"no, lo es" dijo él, por primera vez se vieron las caras y entonces ella le dijo "esa era para mi misma. Debes

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dejar de hacer eso. Y como se supone que lo haga. Solamente..." y en eso la puerta se abre y ambos caen de espaldas al andén, ninguno escucho el anuncio "Estación Vicuña Mackenna, precaución, las puertas se abren a lado izquierdo en sentido-dirección del tren".

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9. EL ÚLTIMO TRUCO DEL MAGO

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Una amiga me invitó al Euro, la verdad es que yo no soy de esas cosas pero igual la acompañe, en honor a la verdad yo no salía mucho, ni menos por aquellas tan famosas y concurridas calles, un día cuando era chico acompañe a mi padre a hacer una "diligencia" y pasamos por allí, recuerdo que habían mucha gente caminando, y muchas otras detenidas haciendo algo, había mucha música y ruido. Ahora las cosas parecen no haber cambiado, la crisis había golpeado fuerte, habían muchos músicos, humoristas, entre otros, y hasta los clásicos lustrabotas, habían muchos otros tirados,

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como en Plaza de Armas y muchos otros pidiendo dinero, más de alguna vez dí cien pesos a algún trovador que se lo mereciera en aquellos troncales (así se llaman ahora) llenos de pasajeros con cara de bajo sueldo y cesantía (¿por qué no?), bueno me había invitado mi amiga, así que en unos de esos paseos después de pasar una que otra huelga, mientras me contaba sobre una serie de anime, vimos un montón de gente reunida, mirando algo, ella le preguntó (ella es la que siempre pregunta) a una señora que ocurría. -Disculpe, ¿qué es lo que pasa?-dijo mi amiga. -Es un mago, está haciendo uno de sus espectáculos-dijo ella. -¿Qué clase de espectáculo?-preguntó mi amiga. El mago estaba en la punta de un edificio.

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-No se le entiende nada-dije, y de hecho así era, a esas alturas nadie podía escuchar lo que decía. -Shh-dijo me dijo mi amiga. A pesar de estar en un lugar arriesgado, los Carabineros presentes no lo tomaban como un peligro, los magos saben lo que hacen, pensé. Poco a poco el atento público se empezó a quedar en silencio. al igual que los otros artistas callejeros quienes taparon su paga, por si en aquella distracción alguien las sacará. El mago empezó a hablar. -Llevo años sacando conejos de sombreros, los conejos se me han escapado. Llevo años adivinando cartas, pude haber adivinado los números del Loto y no estaría aquí haciendo estos espectáculos. Verán tengo familia y hace cuatro años que estoy sin trabajo, ya no se que hacer sin conejos, ni espejos, ya no hay respeto en estas calles...

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El mago parecía estar un poco tambalearte, los Carabinero ni se inmutaban, menos los economistas que por allí pasaban (a ellos no les llego tanto la crisis) -...así que agradezco al público verdadero, de ese que siempre da aunque sea cincuenta pesos, que aplauden después de cada función, de ese que le pide a sus padres una moneda y terminan depositando sonrisas. Yo, ya no puedo seguir sonriendo, este año me ha ido pésimo... Mi amiga me abrazo fuertemente (ella es más intuitiva que yo) como antes de mi operación, en ambiente estaba tenso, cada vez había más gente, atento a espectáculo. ...este es mi último truco, no se si darles disculpas o gracias...no espero que les guste el truco, ni que lluevan monedas.-termino de decir el mago, el silencio se apodero completamente del paseo, había

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gente en las ventanas observando, Santiago (o cierta parte de él) estaba paralizado. -Ahí voy-dijo el mago, sus ojos estaban sacando lágrimas, pero no había miedo en su rostro. Se acerco a la orilla del edificio y se lanzó al vacío, voló durante unos segundos y ante el grito de la gente (mi amiga se refugió en mí) se estrelló contra el suelo, de manera estrepitosa, no habían conejos ni sombreros, no cartas ni flores ni pañuelos, sólo un cuerpo tirado en el piso. Lo había logrado, el mago había desaparecido frente a nuestros ojos.

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10. DIALOGO ENTRE DOS SUICIDAS

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Las luces estaban apagadas, vio la hora en su celular, eran las doce y media, con paso firme, algo inseguro se dirigió hacia el balcón esperando terminar su tormento. Puso sus manos en aquel metal frío, miro hacia abajo, y se detuvo, luego se sentó en aquella orilla con sus pies mirando el vacío del suelo, tapó su cara con sus manos. Ella lo observó casi a la misma altura de él, en la misma situación. -¿Primera vez?-dijo ella. -Ah...-dijo pensando que estaba solo, entonces miró a aquella silueta sentada metros al lado suyo. -Emm...sí-dijo.

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-¿Cómo te llamas?-preguntó ella. -Eso no importa, dentro de poco sólo seré... -Yo me llamo Daniela-dijo ella. -Mm...y cuál es tu historia-dijo él, sorprendido por la sinceridad anterior. -Eso no importa, dentro de poco sólo seré...-dijo ella. Ambos rieron y se vieron por primera vez los rostros. -Jaja...bonito nombre. -A mí no me gusta, pero no me quejo. -Esta bien, me llamo Tomás. -Si me permites, tienes bonitos ojos-dijo él. -Debí haberlos sacado de él. -¿Vives sola? -No, vivo con mi madre. -¿y tú? -No, yo vivo sólo, mi padre no me quiere allá. -Ah...entonces, "Tomás" ¿Cuál es tu excusa?, perdón, historia-dijo ella.

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-No lo sé, no o sea, no, no se cual de todas-respondió él. -Estamos a punto de...y aún conservas tu sentido del humor-agregó. -Me gusta reír-dijo ella. -Y cuál es la tuya. -Perdón-dijo ella. -Tu excusa. -Ah, no sé, la otra vez venía en el Metro y vi que demolían la iglesia en la viví EJE y después, no sé. -¿Qué es EJE?-preguntó él. -No te puedo decir, es secreto-dijo coquetamente. -Me recuerdas a alguien-dijo él. -¿Y tú estudias o algo?-preguntó ella. -Sí, estudió literatura, mi padre quería que estudiara derecho, después me fui acá. -¿Y te va bien?-preguntó ella. -La verdad, me eché tres ramos...y tú ¿Qué haces? -Yo estudió diferencial-respondió ella.

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-¿Y te gusta?-preguntó. -Sí...no me quejo. -Cuando le dije a mi padre que quería estudiar eso, él si se quejo, mi madre me apoyo, pero ahora...-dijo y no pudo evitar dejar caer una lágrima en su mejilla, ella lo observaba. -...pero ahora ella esta muerta...hace una semana, le dije....le dije que me estaba yendo mal, y... -Cuanto lo siento-dijo ella, ya no sonreía. -Sorry, no tenía por qué contar esto-dijo él, hubo un breve silencio entre aquellas siluetas. -Mi padre nunca nos pescó a mí y a mi madre, he llegado a odiarlo, por dejarnos-dijo ella. -He tenido que hacer las cosas por mi cuenta, y con ayuda de mi madre. -Oh...yo siempre he vivido con dos padres, no sé lo que será eso-dijo. -Siempre he estado la mayoría del tiempo

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sola. -Al menos tenemos la alegría de saber que aún podemos estar tristes-dijo él mirándole los ojos. -Sí-dijo ella, de nuevo el silencio inundo aquellos dos departamentos, la noche era joven. -Entonces Daniela, no te importa que te llamé por tu nombre... -Descuida. -¿Esta no es tu primera vez?-preguntó él. -Hace algunos años quise intentarlo pero no tuve el valor de hacerlo-dijo ella. -Antes de que llegara a esta situación, me decía a mi mismo que sólo los cobardes se suicidaban. -No, se debe tener harto valor para hacerlo. -Bueno tienes razón. -Siempre la tengo-dijo, la sonrisa de su rostro había vuelto. -Me recuerdas a alguien.

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-Mm...y , Tomás, ¿Pololeas? -Jaja...no, tengo la mala fortuna de enamorarme de mis mejores amigas. -¿Y? -A veces hay que dejar las cosas como están-dijo él, ella se acerco peligrosamente por la baranda más cerca de él, y le tomó la mano. -¿Qué haces? -No sé. -¿Qué hay de ti?, dejarás a algún afortunado después de que nos... -...no, mi abuelita dice que soy muy caprichosa y que nunca encontraré hombre quien me soporte. -A mí me pareces una bonita persona-dijo le dijo a ella. -Gracias. -Tú no estas nada mal tampoco, y no te preocupes, si tú y ella eran verdaderos amigos, ella te recordará siempre-dijo ella.

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-Gracias. -Y si no lo eran, de lo que se perdió realmente. -Jaja-rió él. -Tú también me pareces una buena persona. -Y Daniela, ¿Cómo es que llegamos aquí? -No lo sé, puede que nuestras "excusas" no sean las mejores y que tal vez dejemos a muchos haciendo esto, pero creo que si nuestras vidas fueron lo suficientemente gratas, no nos arrepentiremos. -Al fin y al cabo la vida y la muerte son lo mismo -¿Cómo es eso?-preguntó ella. -Al nacer, mueren muchas cosas, cambian muchas cosas y luego otras nacen; y al morir, no todo perece, después hay vida, nacen muchas cosas. -Como los donantes de órganos-dijo ella. -Correcto y no sólo cosas físicas-agregó él.

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-Me gusta conversar contigo, siento que no todo esta perdido. -A mí también me gusta tu compañía, pero yo no daré vuelta atrás. -Yo tampoco, después de todo la tercera es la vencida ¿no?-dijo ella. -Jaja-rieron juntos, tomados de las manos, el tiempo parecía haberse detenido esa noche, mientras todos celebraban el triunfo de Chile en el fútbol. La lluvia parecía haberse ido por el momento, ninguno de los dos quería que amaneciera, hacía frío, el le había ofrecido un chaleco, pero luego de pensarlo lo encontraron estúpido e innecesario considerando la situación en que estaban. -Puede que suene extraño todo esto-dijo él. -¿Qué puede ser más extraño que una conversación entre dos suicidas?, es como sí dijera que...

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-...me gustas-interrumpió él. -¿Qué?-dijo ella. -Ya se que es raro, y que nos conocemos hace dos horas. -Esta conversación es incómoda. -Lo sé, y como no va serlo, considerando que dentro de un rato no seremos más que polvo en el viento. -Me gusta esa canción-dijo ella cambiando de tema. -Vamos, sé que tú sientes lo mismo, nada perdemos. -Ya lo sé, pero es que... -Pero es que, ¿qué?-hubo un prolongado silencio entre ambos. -Lo siento, la verdad...debes pensar que soy un idiota-dijo él. -No...de hecho es tierno-dijo ella. -Esto es demasiado emo. -Jaja-rió ella. -No, odio a los emo-era el silencio de nuevo, el miraba el suelo y los ocho pisos

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que lo separaban de él, ella jugaba con sus piernas moviéndolas al compás. Se acercaron lo más que pudieron a la orilla, estaban tomados peligrosamente de las manos. -Te quiero. -Yo también. -Ahora a lo que vinimos ¿no?-dijo ella. -En otra vida quizás-dijo él. -Ah, sí. -¿Por qué eres así? -No lo sé, ¿qué hora es? -Importa eso ahora. -Mm...nada perdemos. -Quedémonos un rato más. -Nada perdemos.

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11. LAS CUATRO Y MEDIA

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Miró su reloj por tercera vez, eran las cuatro veintisiete, no sabía que hacer, miraba por todos lados como buscando algo, algo tenía en sus ojos que no logré descifrar, el tiempo avanzaba lento y desesperante, esta será mi condena pensó, mi fatal lamento continuó, miro su reloj por cuarta vez, aunque quisiera, sabía que pasaría por allí, trato de alejar ese pensamiento de su mente, recordando letras de canciones ya desvanecidas, libros de poemas y hasta una anécdota que le había pasado al venir hacia acá, pero ese pensamiento sin nombre se acercaba, él no lo sabía, pero algo instruía, el pensamiento lo venció, venció a aquel azar que él mismo se propuso y que en el fondo sabía que ocurriría, miro si reloj por última vez eran las cuatro

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treinta y uno, se levantó ya camino hacia la salida de Vicente Valdés queriendo no encontrarse con aquel pensamiento, pero ahí estaba caminando a contra suya, como todos los días, él lo sabía pero no quería reconocerlo, ambos se miraron, estaban a punto de encontrarse lado a lado, algo tenía que hacer, una excusa algo, ese era el momento que inconcientemente esperaba, sin que ella se diera cuenta se quitó el reloj y lo lanzo lejos, se acerco a ella y le dijo. -Disculpe, ¿qué horas son?

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12. SIN TÍTULO *

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I -Ves, ese no soy yo. No estoy allí-dijo en tono indeciso, y éste le respondió. -Esto no esta ocurriendo verdad.-La mirada cansada de ambos entumecida por el frío y entonces luego de una lavada de cara siguió el interrogatorio. -¿Que hago aquí?-a lo que el otro respondió. -En qué nos hemos metido. -No, tú en que te metiste. -Basta estúpido-dijo exaltado y dando un suspiro que empaño el vidrio. -No, ese no soy yo. -Mejor empieza a pensar en que haremos, lávate esa cara.

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-Ni que tú la tuvieras más limpia que yo. -Tienes razón, ninguno de los dos esta limpio-y con un gesto pensativo, puso sus manos en su cara y se la volvió a lavar. -...ya, pero tú se lo dirás. -¡Yo!... -Baja la voz idiota, o quieres que ella... -Ella que...de todos modos es tu culpa. -Deja esas estupideces y empieza a pensar. -Maldición, las pastillas, deje las pastillas en mi mochila. -No estoy aquí, no debería estar aquí. -No por pensarlo mucho, ocurre. -¡Ya lo se!, no necesito que me lo repitas. -Cálmate...-suspiró se miro nuevamente y el silencio se apoderó del lugar-... ¿Qué te dijo antes de... -Antes de que... -Sí. -Bueno...dijo que me acompañaría allá, y que no le gustaban las clínicas-dijo

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poniéndose un cigarro en la boca. -Creí, que lo habías dejado. -Eso es lo que piensan todos. Toc!, toc! toc! -No crees que es hora de salir. -No aún. -¿Estas bien?-dijo ella. -¿Vas a salir? -te dije que no aún. -Apaga esa cosa, o se dará cuenta...que le vas a decir se si entera que... -Ninguno de los dos le dirá nada a nadie, oíste. -Probablemente ya lo sepa. -A qué te refieres-dijo echando una bocanada de humo. -La otra vez, revisó mis cosas y... -y qué... -nada-dijo con un voz de que no era tan grave.-Siempre lo hace. -¿Cómo que nada? -Nada, solamente las cosas de siempre, no

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crees que es hora de que salgamos. -Ya deja de monologar, déjame pensar un poco. Toc! toc! toc. -Oye, ¿qué son estas pastillas?-dijo ella con su delicada voz, sin exaltarse. -¡Maldición!-dijo discretamente apagando el cigarrillo y ocultando ineficazmente en una esquina. -Que bajes la voz, oye...qué haces, no espera. Y entonces salió de aquel baño, como era de esperar ella estaba afuera. -Y estas pastillas...no las había visto antes. -Ah sí, sorry por no haberte dicho, ¿me las pasas? -¿Cómo haces esa pregunta... -Pero sólo si me dices lo que pasa-dijo con una sonrisa casi perversa, acercando y cerrando la mano al momento en que se dirigía a tomarlas.

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-No debiste haberlas guardado allí. -Ya lo sé pero es que... -Qué pasa, no me dirás. -Es qué...me las pasas por favor -Ya. Se dirigieron al sillón ella estaba sentada. -¿Quieres un café?-le preguntó a ella. -Bueno...pero me dices. -Si lo haré. -¿Estas seguro de que necesita saberlo? -Si, además ya dijo que iba ir a acompañarme. Mientras preparaba el café, ella intruseó entre los cds que estaban encima de la radio y sacó uno del fondo y lo puso en la radio. -¿Te gusta la comida china?-preguntó ella. -Sí...por qué. -Otro día te preparo en mi casa...ah, me encanta esa canción. -¿Crees que entenderá? -Siempre

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entenderá, tú la conoces. -¿Es de Keane cierto?...So why don't we go Somewhere only we know?... -A mí también me gusta-dijo terminando de servir las tazas y llevándolas hacia el sillón. Ella cambió su posición acostada a sentada recibiendo el café. -Entonces-dijo luego de dar un sorbo con esa cara que siempre hace sacar respuestas. -Se llama Olanzapina. -Tiene que ver con lo de... -Sí-dijo él un poco indiferente.-Gracias por... -Deja de decir gracias o quieres que. -Ya te dije que dejaras de decir tanto "gracias"-dijo ella. -Jaja y que cambiara el "creo"... -Ves que gano siempre. -Creo que tienes... -Pienso que tienes razón-dijo cambiando su respuesta después de ver el rostro de

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ella. -Entonces...¿qué tenías? -Bueno...-dijo poniendo una pastilla en el café y dando un sorbo. -lo prometiste. -Que impaciente. -no eres él único que me ha dicho eso. -¿Quieres salir a tomar un helado?-dijo él -Ya pero me dices, ya.

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II -Y a donde vamos, entonces-dijo ella. -Mmm...no sé. Bajaban las escaleras, parece que volvería a llover, por fin él tenía las pastillas en su poder, definitivamente no quería que volviera a pasar lo de la última vez. De seguro lloverá esta tarde -Dijiste que me invitarías un helado-dijo-no hagas promesas que no puedas cumplir. -Sí y lo haré-dijo. Iban bajando por las escaleras, y un suave aire cálido pasó hacia ellos, mientras salían de la torre, a pesar de ser departamentos relativamente nuevos aún tenían ese aire sustancial de

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edificio vacío. Caminaban por la calle ya, cuando las primeras gotas comenzaron a caer, pero al rato aquellas pesadas nubes se alejaron. -Oye...-dijo ella. -Sí-dijo -¿Por qué demorabas tanto allá arriba? -Ah...eso-dijo él. -No era nada. -¿Cómo que no era nada? -Era nada, en serio-dijo y luego ella se puso delante de él, sin dejarlo pasar. -Dímelo, dijiste que me ibas a decir-insistió ella. -En serio, no era nada. -No me moveré de aquí, hasta que me digas. -Por favor, no podemos sólo seguir. -No. -Aparte esta a punto de llover. Después de tanto insistir y luego de aproximarse a la estación de Metro que

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quedaba cerca del departamento, se sentaron en una orilla, a pesar de estar a salvo de la lluvia, la gente pasaba y pasaba por ese condenado túnel. -Mmm...por qué insistes tanto en aquello. -tú dijiste que me dirías. -Sabes...siempre terminas ganando-dijo él. -Sí-dijo ella. -Te acuerdas de esa vez en que... -En qué...-interrumpió ella. -...sí, eso mismo. -Recuerdo que te fuiste ese día y nos dejaste a todos preocupados. -Si es qué...ese día no había traído las pastillas y entonces. -Las que encontré allá. -Sí. Le fue difícil tratar de contarle su sucedido ese día, sin revelar ciertos detalles que él prefirió ocultar, ese día tenían que quedarse para un café literario

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organizado por el colegio, fue tarde como a las seis, habían docenas de personas reunidas, entre alumnos, profesores y otros cuantos que querían ver el "espectáculo", la mayoría de los que estaban allí fueron por la recitación de poemas, entre ellos él, quien había escrito unos hace algún tiempo, para ser más preciso fue ella la que lo obligó a ir. Mientras se realizaba el café, luego de una pequeña introducción, él comenzó a actuar de manera rara, había olvidado sus pastillas, empezó a insultar sin razón y luego se fue precipitadamente dejando a más de algunos sorprendidos, él no era así, los que lo conocían sabían que no era el mismo, empezó a hablar solo, o más bien con alguien, termino corriendo hacia la estación de Metro y termino desapareciendo. -Entonces qué es lo que tienes-dijo ella. Había empezado a llover, algunos de los

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recién llegados traían sus paraguas húmedos. -Emm...te parecerá extraño-dijo-aún viniendo de mí. -¿Qué cosa? -Te pareceré un loco. -No lo creo así-dijo ella, con cara extrañada. -Dijiste que me acompañarías, lo harás-dijo él. -Pero dime primero esto. -Verás...yo soy bipolar. -¿Bipolar?, en serio, porque... -Se que no se nota a simple vista, pero eso es por las pastillas. -Y entonces lo del café, fue por... -Sí-dijo, un poco desahogado. -y, por qué no me lo habías dicho-dijo ella y poniendo una cara más o menos disgustada. -Emm...no sé realmente-dijo-...pero no te enojes.

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-Es qué... -Espera ven-dijo él, ella se había levantado y había empezado a caminar hacia la salida. -Espera, ven.

(…)

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13. CARNAVAL

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Muy lejos ya del ruido matinal y de las aglomeraciones urbanas, caminaron por aquel suelo de madera adornado, lleno de multicolores luces y espejos, sin hablar, atentos a cada juego de luces, distantes de pensar en que sucederá. Ella no era de las se perdía mucho, ni él el mejor ideador de panoramas, si él le hubiera prometido ir a Japón, ella hubiera aceptado con gusto, pero el peso de la realidad y de la rutina los obligó a seguir caminando, recorriendo cada uno de aquellos pasillos llenos de gente corriendo ajena a tales pensamientos y centrados en lo bello de las luces y caramelos. Sería tan fácil fingir que no aquello volviera a suceder que por un instante aquellas miradas

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comprometedoras e indirectas apaciguaron los gritos y la música, la esperada tarde, anaranjada, los obligó a sonreírse el uno a otro y atravesando ese frío tardío de la recién empezada noche subieron a aquella alta rueda, mirándose y hablando de los cumpleaños atrasados, las historias de cuando éramos chicos y los perros que habían conocido en el camino, sin nada más que hacer que mirar a la rutinaria ciudad encenderse, después de todo, siempre habían estado vivos.

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14. DIALOGOS DE UN ENCUENTRO EN QUE LA LLUVIA INUNDO LAS PALABRAS Y LOS RECUERDOS DE UNA VIDA A MEDIO SENTIR

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-Nos quedaremos aquí hasta que nos pongamos de acuerdo-dijo ella, dicho eso fuimos de a poco quedando en silencio, las personas pasaban a nuestro alrededor quedaba poco para la hora punta, si no hubiera insistido estos últimos meses este encuentro, si no hubiese hecho más que rogar no estaríamos aquí, realmente necesitaba verla de nuevo, más yo que ella. -Ya... ¿caminemos?-sugirió ella, salimos de la Estación y caminamos hacia donde vivía, éramos dos paraguas negros moviéndose, desde el cielo en un plano cinematográfico, caminando ante la ligera

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lluvia que tanto esperaba esa nube gris llamada Santiago. -Y ¿Qué vas a estudiar?-preguntó-No lo sé aún-respondí. Aún me quedan cuatro meses, aún no lo he pensado bien, ella estando en tercero ya tiene toda su vida mentalizada. -¿Y tú?-pregunte.-Voy a estudiar arte, para morirme de hambre-dijo. Llegábamos y luego de ser hábilmente persuadido por sus ojos, paramos a comprar arrollados de primavera en lo que parecía ser un restaurante y nos los fuimos comiendo en el camino, hablamos de todo, menos de nosotros mismos, de los amigos, los profes, las drogas, ella las conoció antes que yo, y yo la conocí a ella antes que eso. -Y ¿Qué es de tu vida?-preguntó.-No mucho realmente-dije-saldré de cuarto y no he hecho nada con mi vida-no quise pensar en voz alta, pero suele suceder,

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para mi suerte no lo escucho aunque creo que ella lo sabe, lo supo antes que yo. Nos sentamos frente a los departamentos, mientras la lluvia seguía cayendo. -Tu vida no puede ser tan aburrida-lanzó certeramente, pero es la verdad. En el colegio me juntaba con pocas personas, el Toro nunca vino, el Rodrigo era un apostador enviciado, el Fernando era el más influenciable de los cuatro, bastaba que uno se fuera para que los otros tres lo siguieran, de un momento a otro deje de juntarme con ellos. -Y tú, ¿Qué has hecho?-pregunté. Al contrario de mí, ella si tenía mucho que contar, sus padres vivían separados, su colegio era menos decadente que le mío, conocía a miles de personas, siempre esta ocupada ya sea en taller de teatro, centro de alumnos o fotografía. Recordamos cosas que ocurrieron hace mucho tiempo, de la extraña forma en que nos

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conocimos, de nuestra rara amistad, de como un día con un amigo (con quien ella estuvo) fuimos a pie en medio de la noche hasta su casa y casi no volvemos. Hablamos de cosas de la vida, de la lluvia y del amor. -¿Alguna vez has pololeado?-me preguntó.-...mm hubo una vez, pero de todas formas. No-dije.-En serio...-dijo sin sorprenderse demasiado. Poco a poco las palabras se hicieron innecesarias, y el profundo silencio atravesado por la torrencial lluvia alejaba o acercaba según la perspectiva nuestras almas húmedas ya. Desde un reproductor de música escuchábamos canciones viejas cuando Bittersweet Symphony de The Verve empezó a sonar ya hacía frío, y ella había apoyado su cabeza en mi hombro, se quedo en silencio, cada uno mirando el vacío de edificios y nubes, su propio vacío, ausentes.

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-¿Estás aburrida?-pregunte sin modificar aquella posición fotográfica.-No...y tú?-dijo.-Tampoco. Quisiera que este día no terminara, ¿qué hora es?-dijo ella.-Diez para las seis, ¿tienes que irte?-pregunté.-No, osea...tenía que ir a ver a una amiga, como a las seis y media. Sabes...lo he pasado bien-dijo.- Yo también. ¿Hace cuánto que no nos veíamos?-dije.-Mmm, no sé. La verdad es que mucho tiempo había pasado desde la última vez, mi obsesión a pesar de haber sido en parte realizada, me deja un agridulce vacío, una suave insatisfacción, no, no era eso ni nada de lo anterior, ¿qué es eso que siento? que ahora pone una tenue sonrisa en mi rostro, creo que he pasado demasiado tiempo esperando aquel momento, y llegado aquel, no se que decir ni sentir, nunca he sido una persona de muchas palabras un buen oyente, difícil era ya

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sacarme una sonrisa, ella era una de las pocas personas con las que realmente se podía conversar. Pero el tiempo era un gran enemigo, indetenible e inconstante. Ya eran casi las seis y media, y empezamos a pararnos y empezar el camino de regreso, caminamos por Vicuña para llegar a Trinidad, era tomaría el Metro, conversamos durante el camino, esperando a que se volviera a repetir días como este, las posas reflejaban las pocas luces que habían, los autos arremetían aquella atmósfera perturbada de palabras entrecortadas y de frases, de colores que nunca existieron y que sólo se ven los días lluviosos, llegaba el momento de la despedida, nos miramos un rato esperando el semáforo, ya casi llegando a las escaleras de la entrada no hacía falta muchas palabras, en fondo ambos sabíamos que pasarán meses antes de nuestro próximo encuentro.

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-Adiós, cuídate-me dijo-Adiós también, cuídate.

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INDÍCE 1. CIMARRA EN EL CAFÉ

MOSQUETO..................................................05 2. RELATO FICTICIO CON VOZ EN

OFF………………………………………….21 3. DIALOGO EN EL METRO………………...27 4. BLACKOUTS……………………….……...29 5. DIALOGO ENTRE DOS

DESCONOCIDOS……………………….....35 6. SOTERO DEL RÍO………………………....43 7. SUEÑO SOBRE COMO PINTAR UN

CUADRO SURREALISTA EN UNA ESTACIÓN DE METRO………………..….47

8. ESTA NO ES UNA HISTORIA DE AMOR………………………………………57

9. EL ÚLTIMO TRUCO DEL MAGO……………………………..…….….63

10. DIALOGO ENTRE DOS SUICIDAS………………………………..…69

11. LAS CUATRO Y MEDIA…………………..81 12. SIN

TÍTULO*……………………………….…...85 13. CARNAVAL……………………………..…99

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14. DIALOGOS DE UN ENCUENTRO EN QUE LA LLUVIA INUNDO LAS PALABRAS Y LOS RECUERDOS DE UNA VIDA A MEDIO SENTIR………………………………….…103

*Este cuento consta de 2 capítulos y aún no esta terminado

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2010

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