en tarcus 258

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En Tarcus 258

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  • Pertenezco a una generacin que ley y discuti con avidez aquel libro disruptivo que se llam Para leer El capital1, que sigui con pasin los debates sobre la crisis del marxismo y sus derivas, y que crey y que cree que problemas tales como los movi-mientos migratorios, las fronteras y los nacionalismos europeos guardan estrecha relacin con los procesos que vivimos en nuestro continente; que cree que cuestiones aparentemente ms lejanas, como la ciudadana eu-ropea pensada en trminos de espacio

    utpico posnacional, tambin nos in-terpelan a los latinoamericanos, pues como dira Marx: De te fabula narratur [la fbula habla sobre ti].

    En estas lneas repasaremos con las limitaciones del espacio disponible medio siglo de produccin filosfico-poltica, si consideramos que en es-tos momentos se estn cumpliendo nada menos que 50 aos desde la pu-blicacin del primer ensayo terico de tienne Balibar, aparecido en el ao 1965, dentro del volumen Para leer El

    Leer a BalibarViejos y nuevos debates sobre la emancipacin

    Horacio Tarcus

    Hace medio siglo, tienne Balibar publicaba Para leer El capital,

    escrito junto con Louis Althusser, un libro que dejara huella.

    Desde entonces, su trayectoria est marcada por el dilogo crtico

    con el marxismo en un camino por los diferentes Marx en

    el que el intelectual francs terminara por pensar en un comunismo

    sinnimo de una democratizacin radical de la sociedad. Desde

    ese lugar proclama la ciudadana europea en trminos de espacio

    utpico posnacional y defiende los derechos de los migrantes,

    ese nuevo proletariado de los mrgenes. Lo que nunca se perdi

    fue la meta de la emancipacin humana.

    Horacio Tarcus: doctor en Historia y director del Centro de Documentacin e Investigacin de la Cultura de Izquierdas en la Argentina (cedinci/Unsam). Entre sus libros se encuentra Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y cientficos (Siglo xxi, Buenos Aires, 2007).Palabras claves: ciudadana, comunismo, marxismo, Louis Althusser, tienne Balibar.Nota: este artculo se basa en la laudatio del autor con motivo de la entrega del doctorado honoris causa a Balibar en la Universidad Nacional de San Martn (Unsam), el 21 de abril de 2015.1. L. Althusser y E. Balibar: Para leer El capital, varias ediciones.

    n ENSAYOEste artculo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad

    No 257, julio-agosto de 2015, ISSN: 0251-3552, .

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    capital. Se trata de un itinerario filos-fico-poltico que se forj en la episte-mologa y deriv a la antropologa fi-losfica, que se incub durante dos dcadas en el seno del comunismo fran-cs (dentro de l pero, como veremos enseguida, tambin en disputa con l) y que en las ltimas dos dcadas se nu-tri de un dilogo intenso con el pen-samiento radical italiano (postoperas-ta), sobre todo con una figura de una generacin siguiente a la suya como Sandro Mezzadra (Bolonia, 1963), aun-que tambin con figuras fundaciona-les del operasmo como Toni Negri. Se trata de un itinerario que, en una eta-pa intermedia, conoci otro dilogo fecundo con una figura que tampoco provena de la tradicin althusseriana: el marxista estadounidense Imma-nuel Wallerstein (Nueva York, 1930), creador de la teora del sistema-mun-do. Cmo dar cuenta, pues, en pocas pginas, del despliegue, la riqueza, los matices, la deriva de un pensamien-to que parti del proletariado como no sujeto (o como sujeto-portador, so-porte de funciones) de la revolucin y desemboc en el devenir sujeto del ciudadano (y el devenir ciudadano del sujeto); que parti del comunis-mo francs y lleg al movimiento glo-bal; que defendi con ahnco la dicta-dura del proletariado y hoy defiende con pasin la crtica ms radical de la violencia; que parti de la interpe-lacin de los individuos en tanto suje-tos para llegar a la interpelacin de los sujetos en tanto que individuos; que se propuso objetivar el materialismo

    histrico evacuando la nocin de su-jeto y que hoy postula la subjetivacin como antnimo de sujecin y sinnimo de emancipacin? Presentar de modo necesariamente sumario las obras su-cesivas de Balibar reponiendo en cada caso el contexto terico-poltico para concluir sugiriendo, ms all de las transformaciones sufridas por un pen-samiento a lo largo de medio siglo, al-gunas lneas de continuidad.

    Hasta donde conozco, esta historia comienza en enero del ao 1963, cuan-do Balibar (Avallon, 1942) no haba an cumplido los 21 aos. Se ha-ba graduado en 1960 en la cole Nor-male Superiure, donde fue alumno de Althusser, y un ao despus, en 1961, rechazando la guerra de Argelia, haba ingresado en el Partido Comu-nista Francs (pcf). Althusser era en-tonces el encargado de la agrgation de los estudiantes de filosofa de la co-le, y su trabajo, segn el testimonio del propio Balibar, consista en conver-sar con los alumnos, corregir los tex-tos presentados por los normaliens y, entre 1961 y 1965, dictar seminarios abiertos a un pblico ms amplio. La serie comenz en 1961-1962 con El jo-ven Marx, y continu en 1962-1963 con Los orgenes del estructuralismo, en 1963-1964 con Lacan y el psicoanlisis y culmin en 1964-1965 con Para leer El capital, base de la obra colectiva del mismo ttulo2.

    2. . Balibar: Althusser y la rue dUlm en New Left Review en espaol N 58, 7-8/2009.

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    Segn el propio Althusser: No fui yo pues quien tom la iniciativa de ha-blar de Marx en la cole, sino que me vi empujado por la invitacin de algu-nos normaliens. Esos normaliens eran Pierre Macherey, tienne Balibar y Franois Regnault3, quienes, en enero de 1963, vinieron a mi despacho para que los ayudara a leer las obras de ju-ventud de Marx () Aquella prime-ra colaboracin hizo nacer el Semina-rio de 1964-1965 [sobre El capital]. En junio de 1964 organizamos el Semi-nario. Balibar, Macherey, Regnault, Duroux, Miller, Rancire, etc., esta-ban all.4

    En 1965 coincidieron el fin del Semi-nario y la publicacin por la casa edi-torial Maspero de Pars de dos obras, aparecidas con escasos meses de di-ferencia: Pour Marx de Althusser (tra-ducida como La revolucin terica de Marx) y Lire Le capital, cuya autora comparti Althusser con sus jvenes discpulos: Balibar, Jacques Rancire, Pierre Macherey y Roger Establet (las ediciones mexicanas y argentinas, traducidas con el ttulo de Para leer El capital, solo reproducan los textos de Althusser y Balibar). Como sabemos, ambas obras adquirieron resonan-cia mundial, y muy especialmente en Amrica Latina, donde fueron rpida-mente traducidas por Siglo xxi y a pe-sar de su complejidad se vendieron por decenas de miles de ejemplares. Ade-ms, otra alumna de Althusser, la chi-lena Marta Harnecker, public en M-xico en 1968 Los conceptos elementales

    del materialismo histrico, una versin popular de las tesis de Althusser y Balibar, del que se vendieron millones de libros. Segn recordaba Althusser,

    No era muy bueno, pero sin embargo constituy a falta de algo mejor la nica base terica y poltica de formacin para centenares de millares, si no para decenas de millones de militantes de la Amrica Latina, porque era la nica obra de su especie en el continente. Ahora bien, segua al pie de la letra, aunque las com-prendiese mal a menudo, las ideas que Balibar y yo habamos propuesto en Para leer El capital5.

    Quizs la cifra que brinda Althusser sea exagerada, pero hay que conside-rar adems que la chilena Gabriela Uribe adapt a su vez el libro de Har-necker para componer 12 pequeos volmenes que la editorial Quiman-t edit en grandes cantidades y ven-di a precios populares durante el go-bierno socialista de Salvador Allende; y que esos mismos folletos fueron re-editados tambin por decenas de mi-les en la Argentina radicalizada de los

    3. En otra versin de sus memorias, en lugar de este ltimo aparece Roger Establet. Leemos all: Todo haba empezado en la primavera de 1964, cuando recib en mi despacho de la calle Ulm la visita de Balibar, Macherey y Establet, entonces alumnos de la cole. Venan a pedir-me que les ayudara a trabajar sobre Marx. Les dije que s, consider sus comentarios y me di cuenta de que saba ms de lo que crea. Tam-bin a peticin suya, organizamos un semi-nario sobre El capital durante el curso escolar 1964-1965. L. Althusser: El porvenir es largo. Los hechos, Destino, Barcelona, 1992, pp. 465-466.4. L. Althusser: El porvenir es largo, cit., pp. 278-279.5. Ibd., p. 323.

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    aos 1972, 1973 y 19746. Althusser y Balibar para millones! Si se me per-mite un toque de humor, dira que es posible afirmar que en Amrica Lati-na hay no solo una izquierda boliva-riana, sino incluso una izquierda ba-libariana.

    Publicadas en 1965, en la cresta de la ola del estructuralismo francs, Pour Marx y Lire Le capital estaban imbui-das de una extraordinaria voluntad de formalizacin y modelizacin de la teora. Interrogaban por primera vez el estatuto epistemolgico del marxis-mo (segn sus propios trminos: el ma-terialismo dialctico como filosofa marxista y el materialismo histrico como ciencia de la historia) y sometan los textos de Marx a una escrupulosa revisin categorial sobre la base de los desarrollos de la epistemologa con-tempornea, en referencia sobre todo a la obra de Gaston Bachelard (1884-1962) y de Georges Canguilhem (1904-1995), bajo cuya direccin Balibar ha-ba elaborado su tesis7. Aparecan aqu por primera vez en el seno de la teora marxista, y aplicadas a su propio cam-po, nociones provenientes (o deriva-das) de la epistemologa bachelardia-na y del psicoanlisis lacaniano tales como ruptura epistemolgica, so-bredeterminacin, causalidad es-tructural y prctica terica, a travs de las cuales Althusser y su escuela se proponan depurar el marxismo de formulaciones filosficas hereda-das, propias de su prehistoria ideol-gica y que no correspondan a la teora

    (nociones propias del idealismo filos-fico y del empirismo, las dos btes-noi-res del partido del concepto, como los althusserianos se designaban a s mismos con irona). Al mismo tiem-po, buscaban reponer en el marxismo su propia filosofa inconsciente, cuyas races fueron a buscar, ms all de He-gel, en el monismo determinista de Baruch Spinoza.

    Balibar ha sealado que Althusser nunca fue un terico marxista de la so-ciedad, sino ms bien un filsofo8. En la divisin del trabajo intelectual que se estableci en la escuela althusseria-na, dicho lugar, el de terico marxista de la sociedad, le correspondi a Balibar. Tambin intervena como filsofo, al igual que Althusser, pero su territo-rio fue la ciencia de la historia, esto es, el materialismo histrico. Su primera contribucin, denominada justamen-te Acerca de los conceptos funda-mentales del materialismo histrico9, se propona una reconsideracin crti-ca de una serie de conceptos prcti-cos que se encontraban en la obra de Marx, con vistas a su transformacin

    6. Respectivamente, Editorial Quimant (San-tiago de Chile, 1972-1973) y Cuadernos de Edu-cacin Popular (Centro de Estudios Polticos / Schapire, Crdoba, 1972-1974).7. Althusser intent tanto aportar un punto de vista marxista en epistemologa como reno-var el marxismo con ayuda de categoras epis-temolgicas. E. Balibar: Escritos por Althusser, Nueva Visin, Buenos Aires, 1994, p. 10.8. Ibd., p. 81.9. . Balibar: Acerca de los conceptos fun-damentales del materialismo histrico en L. Althusser y . Balibar: Para leer El capital, Siglo xxi, Mxico, df, 1969.

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    en conceptos tericos. Este trabajo dio por resultado una distincin entre el concepto de modo de produccin y el de formacin social (Perry An-derson lleg a afirmar, en su polmi-ca con E.P. Thompson, que Althusser y Balibar haban inventado esa distin-cin)10, una periodizacin no histori-cista sino estructural de los modos de produccin, un intento de conceptua-lizacin de la metfora de base y su-perestructura, y una teora de la re-produccin social como eficacia de la estructura del modo de produccin. Conforme a los presupuestos de esta filosofa estructural, Balibar conclua su ensayo proponiendo una teora de la transicin que diera cuenta del pa-saje de un modo de produccin a otro no como meros procesos de deses-tructuracin y reestructuracin, sino como un momento estructural en s mismo. La lectura en clave estructu-ralista haba llegado tan lejos que in-cluso la revolucin deba ser aprehen-dida como estructura.

    Los aos siguientes al suceso de 1965 fueron para Balibar de consagracin a la docencia: obtenida su licenciatura en Filosofa en la Sorbona, seguida de un diploma en estudios superiores di-rigido por Canguilhem, ense duran-te dos aos en la Universidad de Argel para retornar a Pars en 1967, don-de dict sus cursos de filosofa, entre otras instituciones, en la Universidad de Pars i y luego en la Universidad de Pars x-Nanterre. Pero lo que nos in-teresa sobre todo aqu es que durante

    los aos posteriores a la publicacin de Lire Le capital, Balibar public una serie de ensayos donde propona (a la manera de otros exponentes de la es-cuela althusseriana, comenzando por el propio Althusser) una serie de co-rrecciones y rectificaciones de sus for-mulaciones iniciales del materialismo histrico. Una primera recopilacin de esos trabajos apareci en 1974 bajo el ttulo Cinq tudes du matrialisme historique [Cinco estudios de mate-rialismo histrico], que otro alumno de Althusser, Gabriel Albiac, tradu-jo dos aos despus para editorial Laia de Barcelona. En La rectifica-cin del Manifiesto comunista, Balibar enfatizaba el rol que la experiencia de la Comuna de 1871 haba jugado en la reformulacin de la teora marxiana del Estado. Balibar tomaba distancia all de la tesis del fin de la poltica en el comunismo, enfatizaba la crti-ca marxiana de la economa poltica ante las formulaciones de una eco-noma marxista as como la necesi-dad de una historia materialista del propio marxismo frente a una histo-ria idealista, esa no historia del marxis-mo y del movimiento obrero que pre-supona lo verdadero como dado en el origen. Asimismo, reafirmaba desde su Advertencia misma la vigencia de la lectura leninista del marxismo,

    10. P. Anderson: Teora, poltica e historia. Un de-bate con E.P. Thompson, Siglo xxi, Madrid, 1985, p. 77. Ciertamente, inventaron sobre la base de nociones que hallaron en el propio Marx y sobre todo en Lenin, pero que no haban sido debidamente conceptualizadas por ellos.

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    postulando al lder sovitico como el marxista dialctico que jams analiz las formas de la explotacin y la histo-ria del capitalismo de otro modo que no fuera el del punto de vista de la dicta-dura del proletariado y sus condicio-nes de actualidad11.

    Cmo comprender esta curiosa com-binacin de ortodoxia y heterodoxia, arcasmo poltico y voluntad de reno-vacin terica, esta exigencia de ri-gor metodolgico y de innovacin conceptual con estas muestras de re-afirmacin leninista que hoy apare-cen tan dogmticas a nuestros ojos? Creo que estos ensayos no pueden ser ledos de otro modo que como parte de una batalla terico-poltica que algunos miembros del partido del concepto (Balibar y Althusser, sobre todo) estaban librando desde ha-ca una dcada dentro del pcf. Como ha sealado Perry Anderson, [l]a acentuada moderacin del comunis-mo occidental en los aos 60 alcanz su expresin ms desarrollada en el programa del partido en pro de una democracia avanzada en Francia, mientras el pcf se distingua por su alto grado de hostilidad hacia China y su adhesin a la postura rusa en el conflicto chino-sovitico. La escuela althusseriana postulaba su antihuma-nismo terico en una poca en que la doctrina oficial del partido fran-cs alababa las virtudes del humanis-mo como vnculo comn entre socios contractuales (comunistas, socialistas y catlicos) en la edificacin de una

    democracia avanzada, y el partido so-vitico proclamaba todo para el hom-bre como lema de masas. Los roles entre teora y poltica se haban inver-tido en el pcf: mientras en el pasado la direccin haba impuesto su orto-doxia frente a la laxitud de la teora de sus intelectuales, era ahora la teo-ra la que reclamaba rigor y ortodoxia frente a la laxitud de la direccin par-tidaria12.

    El althusserianismo era el resultado de esta posicin que asuman los in-telectuales comunistas: una compleja combinacin de ortodoxia leninista y rigor conceptual. Desde luego, no to-dos los jvenes de la escuela althus-seriana se colocaron en esa posicin: Jacques Rancire (Argel, 1940) se iba a apartar tras el Mayo francs denun-ciando al althusserianismo como una filosofa del orden13, mientras que Nicos Poulantzas (Atenas, 1936-Pars, 1979), el terico del Estado y la polti-ca, se iba aproximando a las tesis del eurocomunismo14. Pero Balibar acom-paaba por entonces a Althusser en este juego de resistencia poltica y re-novacin terica dentro del pcf, sin disimular, por otra parte, sus simpa-tas por el maosmo.

    11. E. Balibar: Cinco estudios de materialismo his-trico, Fontamara, Mxico, df, 1984, p. 14.12. P. Anderson: ob. cit., pp. 52-53.13. J. Rancire: La leon dAlthusser, Gallimard, Pars, 1974. [Hay edicin en espaol: La leccin de Althusser, Galerna, Buenos Aires, 1975].14. Nicos Poulantzas: Ltat, le pouvoir, le socia-lisme, puf, Pars, 1978.

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    Uno de los puntos ms agudos de este desencuentro entre teora y poltica lo constituy el xxii Congreso partida-rio de 1976, ya en el marco de la marea ascendente del eurocomunismo, en el que se vot eliminar de los estatutos cualquier referencia a la dictadura del proletariado. Durante las deliberacio-nes, Balibar se opuso fervientemente a la lnea del secretario general Geor-ges Marchais y, concluido el congre-so, public un volumen, Sur la dictatu-re du proltariat [Sobre la dictadura del proletariado]. Esta nocin, que Marx utiliz escasamente y sobre todo en circulares internas y cartas privadas, era elevada aqu al rango de con-cepto. Balibar sostena entonces que si era cierto que dicho concepto for-maba cuerpo con la teora marxis-ta de la lucha de clases, no poda ser desligado de ella sin que el conjun-to se encuentre replanteado15. Bali-bar asuma y desarrollaba aqu lo que Althusser haba enunciado un ao antes en una conferencia pronuncia-da ante la Unin de Estudiantes Co-munistas: la suerte de un concepto cientfico () no puede ser objeto de una decisin poltica16.

    Pero no solo la hegemona creciente del eurocomunismo favoreca la des-articulacin de la teora marxista que la escuela althusseriana haba pues-to tanto empeo y tanto rigor en defi-nir y actualizar. En paralelo, el propio Althusser iniciaba a lo largo de la d-cada de 1970 una serie de rectificacio-nes y autocrticas, que desembocaron

    en la proclamacin, en el Congreso de Venecia del ao 1977, de la crisis del marxismo. No podemos seguir aqu las vicisitudes de todo este proceso, salvo en lo que se refiere a nuestro ob-jeto: el itinerario intelectual de Bali-bar, cuyo campo de trabajo se vea mi-nado por la labor destructiva de su propio mentor. El propio Balibar dej testimonio de esta situacin en uno de sus Escritos por Althusser en trminos elocuentes: En qu momento tom conciencia del hecho de que Althusser, como impulsado por una fuerza impla-cable, destrua, deconstrua o desha-ca lo que haba hecho?17.

    Althusser, como todos sabemos, mu-ri dos veces. La segunda fue, si pode-mos decirlo as, su muerte fsica el 22 de octubre de 1990; la primera acon-teci diez aos antes, cuando desa-pareci de la escena pblica a causa de sus sucesivas internaciones, tras el asesinato de Helne, su mujer, el 16 de noviembre de 1980. Cuando en 1988 Balibar fue invitado a participar del Coloquio The Althusserian Legacy [El legado de Althusser], organizado en la Universidad del Estado de Nueva York, sealaba que gracias a Althusser el marxismo fue algo ms que la re-peticin de formulaciones dogmticas provenientes de Marx, de Engels, de Lenin, de Stalin o de Mao: el marxis-mo no fue simplemente una herencia

    15. E. Balibar: Sobre la dictadura del proletariado, Siglo xxi, Madrid, 1977, p. 159.16. E. Balibar: Escritos por Althusser, cit.17. Ibd., p. 51.

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    del pasado, un momento en la his-toria de las ideas, sino un desafo y un horizonte para el pensamiento en accin. Sin embargo, en 1988, en su propio pas sealaba Balibar, el nombre de este hombre y la significa-cin de sus escritos son objeto hoy de una completa represin, son casi un tab. Adems, en el contexto del re-flujo de la izquierda francesa y de la proclamacin universal de la crisis del marxismo que el propio Althus-ser se haba anticipado a anunciar, la prohibicin pesaba entonces sobre el marxismo en general18.

    En 1993, cuatro aos despus de la cada del Muro de Berln y cuando el embate sobre el marxismo se haba re-doblado, Balibar daba a conocer La phi-losophie de Marx [La filosofa de Marx]. A primera vista, pareca (por su breve-dad, sus cuadros explicativos, su cro-nologa, su gua bibliogrfica) un libro monogrfico destinado a introducir a un lector no especializado. Acaso sea lo que el editor francs solicit al au-tor: pero este, incluso atenindose a las formas de la monografa didctica, ex-cedi ampliamente el gnero. Balibar parece advertirlo sobre el final, cuan-do se justifica ante un lector imagina-rio que poda reclamarle: usted no expuso verdaderamente la doctrina de Marx. De todos modos, si el libro funcion muy bien como introduccin al pensamiento de Marx aventajan-do con creces a las viejas introduccio-nes al materialismo dialctico o el materialismo histrico, de Georges

    Politzer a Marta Harnecker, tam-bin poda leerse con provecho como una invitacin provocativa (para mar-xistas y no marxistas) a seguir repen-sando a Marx a travs de sus caminos abiertos y sus callejones sin salida, sus enunciados y sus silencios, sus cons-trucciones y sus tensiones.

    Balibar escogi cuatro ejes para abor-dar el pensamiento de Marx. El prime-ro se centraba en la cuestin del esta-tus de su teora: amante de la paradoja, sostena que la filosofa marxista no exista en Marx, sino que surgi a pos-teriori, con la institucionalizacin del marxismo. An ms, arriesgaba que no hay ni habr filosofa marxista. Y, sin embargo, sostena que la impor-tancia de Marx para la filosofa es ms grande que nunca. Si el propio Marx quiso ir ms all de la filosofa, no pudo evitar entrelazar enunciados filos-ficos con sus anlisis histrico-socia-les. Esta oscilacin entre el ms all y el ms ac de la filosofa no mengu su revolucin terica. Si bien Marx, como luego Freud, no postul una nueva fi-losofa, puso en cuestin el lugar, los objetivos y la prctica de la filosofa. De ah que a Balibar no le interese me-ramente el Marx de los textos filos-ficos (si puede hablarse propiamente de tales), sino la filosofa (y la no filo-sofa) presente en la totalidad abierta de sus textos. El marxismo es, pues, se-ala un poco borgianamente Balibar, una filosofa improbable.

    18. Ibd., p. 76.

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    El segundo eje nos presenta a un Marx ms all del idealismo y el ma-terialismo, buscando historizar la no-cin de esencia humana, primero a travs de una teora de la primaca de la praxis (Tesis sobre Feuerbach), y lue-go por una formulacin ms comple-ja en la que la praxis (accin) deviene poiesis (produccin). En la lectura de Balibar, la actualidad de Marx no pro-viene de su condicin de filsofo de la representacin, sino de la de fi-lsofo de la subjetividad, en el cual la transformacin revolucionaria del mundo (exterior) coincide con la auto-transformacin subjetiva.

    El tercer eje sigue el recorrido de Marx desde la crtica de las ilusiones de la conciencia (teora de la alienacin) has-ta la problemtica del fetichismo en tanto proceso de sujecin, esto es, de construccin de subjetividad. El l-timo finalmente mostraba el itinera-rio que va desde la creacin de un es-quema de causalidad materialista de la historia, pasando por el descontento de Marx con ciertas consecuencias de su concepcin del progreso, hasta los intentos finales por formular una dia-lctica de la temporalidad inmanente al juego de las fuerzas de la historia. En un ltimo captulo, Balibar esboza-ba cinco razones por las cuales Marx finalmente liberado del sistema se seguira leyendo en el siglo xxi19.

    Algunos aos despus, Balibar visit una Argentina que todava arda des-pus de la crisis de diciembre de 2001.

    Entrevistado por tres jvenes para la revista El Rodaballo, que comenzaron por preguntarle sobre el estatuto del marxismo en ese presente, hizo gala de un fuerte distanciamiento terico-poltico:

    El marxismo ha acabado y eso lo conside-ro una gran fortuna, es una suerte (). Hay que considerarlo como un fenmeno histrico, como un proceso que hay que estudiar, que tiene aspectos trgicos y grandiosos, que jug un papel en el pen-samiento. Fue una doctrina ms o menos sistemtica, derivada del programa de investigaciones y de los compromisos tericos e histricos realizados por el pro-pio Marx, que se cre alrededor de 1880, con sus herejas como en todo sistema, con sus contradicciones internas y siem-pre con una vinculacin directa con un proceso de institucionalizacin que puede resumirse en la palabra partido. Dur un siglo, hasta el fin de los aos 80 del siglo xx. El ciclo de vinculacin entre la teora y la prctica, a travs de procesos intelec-tuales e institucionales, encontr entonces su fin. No voy a entrar en la vieja discu-sin de si es Marx quien declar una vez que no era marxista. Lo cierto es que yo no soy marxista.20

    Sin embargo, la misma entrevista re-velaba no solo su dilogo permanente con Marx, sino sus dificultades para instalarse por fuera del marxismo: Soy antimarxista con los marxistas y

    19. E. Balibar: La philosophie de Marx, La Dcou-verte, Pars, 1993. [Hay edicin en espaol: La filosofa de Marx, Nueva Visin, Buenos Aires, 2000].20. Un dilogo con Etienne Balibar en El Ro-daballo No 14, invierno de 2002, pp. 102-106.

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    marxista con los antimarxistas, con-fesaba entonces. Y explicitaba su pos-tura con una alta dosis de autoirona: uno no se puede regenerar despus de haber pasado 20 aos en el Parti-do Comunista, de asociarse con Louis Althusser en la redaccin de Para leer El capital, de haber escrito un libro como es Sobre la dictadura del proletariado que ha sido traducido en todo el mundo. Balibar reinscriba ahora aquel afn de ortodoxia marxista-leninista de co-mienzos de los aos 70 dentro de una tradicin de marxismo heterodoxo en un linaje de tericos marxistas que de-safiaron a las direcciones partidarias, y que se remontaba a figuras como Georg Lukcs y Antonio Gramsci:

    Hubo grandes pensadores marxistas, sobre todo los que se opusieron, con muchas vici-situdes, a las versiones ms establecidas, ms oficiales, del marxismo. Georg Lukcs tuvo una trayectoria compleja en este aspec-to, Antonio Gramsci es obviamente uno de los nombres ms importantes en la historia no solo del marxismo sino del pensamiento social crtico del siglo pasado fue un diri-gente marginalizado de su propio partido. La mayora de la gente de mi generacin, que para decirlo de algn modo fue la lti-ma generacin de marxistas activos, solo tuvo una conciencia parcial y en muchos aspectos retrospectiva de la gran tarea de los marxistas. Nuestra empresa consista en ser capaces de desarrollar al interior del marxismo un anlisis y un verdadero enten-dimiento de lo que era como proceso hist-rico, es decir, una autocrtica terica del marxismo. Si hubiese sido posible habra-mos transformado al marxismo en saber absoluto (). Eso falleci en un proceso tr-gico ligado a las ltimas tentativas de reno-

    var los partidos comunistas a partir de los movimientos de oposicin que surgan en su interior, de sobrepasar las catstrofes que eran los Estados oficialmente comunis-tas, la catstrofe de la incapacidad de los movimientos sociales marxistas de elegir entre violencia y reformismo. De modo que una vez sucedidos los acontecimientos empezamos a comprender que haba obs-tculos interiores al marxismo que hacan imposible llevar a cabo una autocrtica en el sentido que pensbamos (). Pero fue-ron, a fin de cuentas, para muchos de noso-tros los aos 80 o 90 los que marcaron un replanteo del marxismo.21

    El ejercicio de esa disidencia habra favorecido, en Althusser y en Balibar, la constitucin de una suerte de es-tructura intelectual inclinada a la pa-radoja, a la contradiccin, a pensar en los mrgenes del sistema:

    Tengo una especie de estructura intelectual muy marcada. Althusser, y l lo expres una y otra vez en modo un poco provoca-tivo, era un marxista heterodoxo. Un mar-xista con un espritu de contradiccin per-manente. Tena la idea de Maquiavelo de que la nica manera inteligente de pertene-cer a un campo poltico es luchar contra las ideas dominantes en su propio terreno. Probablemente eso me ayud. Soy cons-ciente de la limitacin que esta especie de escepticismo puede comportar, pero hay en l la enorme ventaja de facilitar un discurso renovador.22

    Balibar sigui trabajando en la dca-da de 1990 sobre la problemtica de la verdad y de la ideologa, como lo

    21. Ibd.22. Ibd.

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    muestran dos obras sucesivas: en pri-mer lugar, Lieux et noms de la vrit [tra-ducido como Nombres y lugares de la ver-dad] (1994), en la que propone exceder la oposicin binaria entre estos dos trminos, en un programa terico en el que una debe aclarar a la otra y solo bajo esta condicin, la anttesis de estas dos nociones puede recupe-rar su fecundidad23; en segundo lu-gar, con La crainte des masses. Politi-que et philosophie avant et aprs Marx (1997) [El temor a las masas. Filosofa y poltica antes y despus de Marx]24, una reconstruccin genealgica del concepto de ideologa. Sin abando-nar las estaciones intelectuales que haban jalonado su pensamiento (di-gamos, Spinoza a quien consagra un libro en 198525, Marx, Althusser, Canguilhem), estas obras evidencia-ban una notable ampliacin del hori-zonte terico de Balibar.

    Pero si cuando lleg a Argentina en 2002 se esforzaba en trazar un cier-to cierre y un balance a los jvenes althusserianos argentinos, era porque vena de publicar en Francia las obras que inauguraban, podramos decir en su propia jerga, una nueva problem-tica. En efecto, Droit de cit: Culture et politique en dmocratie [Derecho de ciu-dad. Cultura y poltica en democra-cia] (1998), Sans-papiers: larchasme fatal [Sin papeles: el arcasmo fatal] (1999)26 y Nous, citoyens dEurope? Les frontires, ltat, le peuple (2001) [Nosotros, ciuda-danos de Europa? Las fronteras, el Es-tado, el pueblo], son obras escritas en

    favor de los migrantes clandestinos, a los que designa como proletarios en sentido estricto, defendiendo el dere-cho de ciudadana de los que deseen permanecer en Europa y sosteniendo que la frontera es, como el ejrcito o la polica, una institucin antidemocrti-ca que paradjicamente delimita la so-berana del pueblo.

    A raz de estas nuevas obras, en los aos siguientes va a producirse el acer-camiento de Balibar al pensamiento radical italiano, el a primera vista im-previsto encuentro de un poscomunis-ta con los posoperastas. Segn lo ha sealado Martn Bergel,

    Obras que, como Nosotros, ciudadanos de Europa? (2003) o LEuropa, lAmerica, la guerra (2003) han sido bienvenidas por Toni Negri y, sobre todo, por Sandro Mezzadra.27 Negri destaca la propuesta de Balibar en torno a la posibilidad de una Europa que, a condicin de no cons-tituirse como una identidad cerrada sino como sitio de permanente intercambio y traduccin cultural, funcione como terre-no de mediacin y dilogo entre Oriente y Occidente en tiempos de guerra global. Mezzadra, por su parte, en varios de sus

    23. E. Balibar: Nombres y lugares de la verdad, Nueva Visin, Buenos Aires, 1995, p. 7.24. Indito en espaol.25. Spinoza et la politique, Pars, puf, 1985.26. Indito en espaol.27. V., del primero, La mediazione evanes-cente en A. Negri: LEuropa e lImpero. Rifles-sioni su un processo costituente, Manifesto Libri, Roma, 2003, y del segundo Frontiere mobili per esclusioni en Il Manifesto, 4 de febrero de 2004 (publicado bajo el ttulo tienne Balibar y la autocrtica de Europa en El Rodaballo No 16, verano de 2006). [Nota de M. Bergel].

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    textos celebra calurosamente el curso que ha tomado la obra de Balibar, que se sita muy prxima a sus propias reflexiones sobre el concepto de frontera en tanto realidad a la vez territorial y desterrito-rializada que acta como nuevo confn de exclusin y violencia sobre la figura del inmigrante (en un proceso que ambos no dudan en catalogar como de apartheid global).28 No obstante lo cual, en la pers-pectiva de Mezzadra, coincidente tambin aqu con Balibar, la figura del migrante una suerte de retorno de lo reprimido del pasado colonial europeo se ofrece como punto arquimdico y actor privilegiado del proyecto de construccin de una Europa que derive en una posible disociacin de los conceptos de ciudadana, Estado y nacin; horizonte que se hace visible a partir de identificar en los procesos de hibridacin cultural () la formacin con-tradictoria de una nueva figura del univer-sal, que an espera ser interpretada y valorizada polticamente.29

    Europa aparece entonces como espa-cio utpico posnacional. Los temas que unen a pensadores de tradicio-nes tan diversas pasan por la cuestin geogrfica, filosfica, social y polti-ca de una discusin de la nocin de frontera (o la nocin de confn): Eu-ropa como espacio posnacional debe construirse sobre la crtica permanen-te de las fronteras nacionales (y tam-bin tnicas) que la rigen, en la cual la cuestin de las migraciones es cru-cial. De all se desprende una nocin de ciudadana europea que nunca cie-rra sobre s, que se construye a partir de una crtica permanente a sus pro-pios lmites. Uno de esos lmites es el nacionalismo, como lo muestra el

    ensayo Homo nationalis, donde Ba-libar se detiene en las presiones que constituyen subjetivamente a los su-jetos en trminos nacionales (inclui-do en Nosotros, ciudadanos de Euro-pa?). La pregunta por cmo construir o reconstruir un pueblo europeo pa-rece conducir a una cierta nocin, re-inventada, de populismo. Pero su re-cuperacin de la dimensin popular asume la paradoja de un populismo no nacionalista, o posnacional, verda-dera audacia terica, dado que el po-pulismo, incluso en su formulacin por Ernesto Laclau, ha tenido siem-pre al Estado-nacin por terreno na-tural de desarrollo. Tal como lo ha se-alado Bergel, lo de Balibar es casi un modo de volver a pensar lo universal tras el embate poscolonial. All donde el poscolonialismo coloc un desafo al universalismo, a partir de la centra-lidad de la diferencia cultural como resguardo ante los totalitarismos de la razn ilustrada y sus prolongacio-nes eurocntricas, Balibar sigue pen-sando en el terreno de la igualdad

    28. Sobre este punto confluyente, v. E. Balibar: Fronteras del mundo, fronteras de la polti-ca en Nosotros, ciudadanos de Europa?, Tec-nos, Madrid, 2003, pp. 181-182, y S. Mezzadra, En los lmites de la ciudadana europea en Puente@Europa No 5, 2004, pp. 10-11. [Nota de M. Bergel].29. Nota de M. Bergel en La materialidad de lo posnacional: Europa en el pensamiento radical italiano contemporneo (1995-2004), publica-da inicialmente en Derive Approdi No 22, 2002, y reproducida en la revista Contrapoder No 7, primavera de 2003. V. tb. S. Mezzadra: Derecho de fuga. Migraciones, ciudadana y globalizacin [2001], Traficantes de Sueos, Madrid, 2005, pp. 106 y 115-116.

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    y la libertad universales, solo que bajo nuevas condiciones de vigilia de las derivas de poder y opresin con-tra las particularidades, por ejemplo, la particularidad inherente a la cues-tin de las migraciones.

    Me he referido a una nueva problem-tica porque estas cuestiones han pasa-do a ocupar el centro de la reflexin terica de Balibar. Sin embargo, no son nuevas para l, pues en una fecha tan temprana como 1973 denunciaba la duplicidad del pcf en lo que haca a las polticas de inmigracin, como lo muestra su artculo de LHumanit Lenin, los comunistas y la inmigra-cin (incorporado luego a la edicin de Cinco estudios). Llamaba entonces la atencin del pcf sobre la necesi-dad de una poltica internacionalista, de una lucha poltica que sostuviera la unidad entre los trabajadores nati-vos y los migrantes30. Pero como lo ha recordado Mezzadra, algunos aos despus, en 1981, un nuevo artcu-lo (recogido ms tarde en Las fronte-ras de la democracia31) an ms incisi-vo reabra las heridas del silencio con que el partido haba cubierto los ase-sinatos de obreros argelinos en octu-bre de 1961 por las fuerzas de Mauri-ce Papon, aquel prefecto de polica de Pars de triste memoria. Es que justa-mente en los das de marzo de 1981, los alcaldes comunistas de las barria-das obreras () denunciaban pblica-mente a los jvenes marroques como traficantes, en el marco de la cam-paa del Partido contra la droga, o

    mandaban las topadoras, como haba sucedido en Vitry, a allanar un cen-tro de refugiados de los trabajadores de Mali abierto contra la opinin de la administracin comunal. Esos al-caldes, escriba Balibar, se haban cui-dado bien de erigir un monumento a las vctimas de octubre de 1961, y sin embargo, sin el sacrificio de aquellos trabajadores argelinos trgicamente so-los, sin el shock que esa masacre pro-dujo en la opinin pblica, la clase obrera francesa y sus organizaciones no se habran puesto en movimien-to32. Este artculo iba a costarle a Bali-bar la expulsin del partido, despus de 20 aos de militancia (1961-1981).

    No obstante, ni su salida obligada del pcf ni la crisis del marxismo signi-ficaron para Balibar el final de su com-promiso con la idea comunista. En el Congreso Marx Internacional, cele-brado en Pars en 1998 y organizado por la revista Actuel Marx, Balibar sos-tuvo que la crisis del marxismo no era sinnimo de fin del comunismo, pues el comunismo marxiano no era sino uno de los tantos comunismos histricos, y solo uno de los comunis-mos posibles. Retomaba all una dis-tincin introducida en Las fronteras de la democracia entre el comunismo de los fraticelli, o del franciscanismo

    30. E. Balibar: Cinco estudios, cit., p. 212.31. E. Balibar: Les frontires de la dmocratie, La Dcouverte, Pars, 1992.32. S. Mezzadra: Etienne Balibar y la autocr-tica de Europa en El Rodaballo N 16, verano de 2006.

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    radical, fundado en la conjuncin de fraternidad y pobreza; el comunismo proletario, que es el que teoriza Marx; y un comunismo, nos dice Balibar,

    que se puede llamar burgus, sin ningn matiz peyorativo, en el sentido en que burgus es el ciudadano libre de las ciu-dades modernas: comunismo de la comu-nidad de los ciudadanos, o de la igualdad de condiciones como presupuesto y como fin de la libertad cvica y de la vida pbli-ca, comunismo humanista cuya idea se desarrolla desde todas las luchas del popolo minuto de las ciudades italianas hasta Godwin, Babeuf y Blanqui, pasan-do por el movimiento de los Diggers y los Levellers en la Revolucin Inglesa, y cuya inspiracin profundamente poltica es todava reconocible en el rousseaunismo radical de ciertos textos del joven Marx teorizando la revolucin en permanen-cia contra el Estado representativo.33

    Entonces, la ruptura epistemolgica haba llevado a Balibar en los aos 60 al Marx cientfico y antihumanista de la madurez, al Marx del comunismo proletario, mientras que, paradjica-mente, el derrumbe de los socialismos reales de los aos 90 lo impuls hacia atrs, al comunismo de la comunidad de los ciudadanos, al comunismo hu-manista y plebeyo de la igualdad de condiciones. El dilogo con Marx pro-segua, pero ya no era el Marx cient-fico de El capital el que resuma y su-peraba, coupure mediante, todas las tradiciones socialistas y comunistas anteriores, sino que era un Marx his-torizado, resituado dentro del frondo-so rbol de dichas tradiciones. Balibar

    continuara su obra y su batalla en las nuevas condiciones histricas: si la articulacin entre marxismo y mo-vimiento obrero se haba roto, consa-grara sus energas a otro comunismo, al comunismo de la comunidad de los ciudadanos, y tratara de forjar las ca-tegoras que le permitiran pensar al eptome del proletariado contempor-neo, esto es: el migrante, el precariza-do, el trabajador ilegal.

    Esta apuesta y esta lucha en favor de la comunidad de los ciudadanos no era, pues, una renuncia, en la medida en que el propio Balibar nos recuerda el esfuerzo de Marx por superar la di-simetra constitutiva del concepto de comunismo, donde la idea de supe-racin de la anttesis entre individua-lidad y comunidad se encuentra de alguna manera ya negada en benefi-cio de lo social, lo comn. El pen-samiento de Marx exceda el romanti-cismo antiindividualista de su tiempo

    de manera de no quedarse en la reafirma-cin de la comunidad, del elemento de ser-en-comn o de transindividualidad que ninguna divisin del trabajo, que ningn proceso de abstraccin de la individuali-dad podr abolir completamente: ms all de la crtica del individualismo abstracto, se trata siempre de desembocar en una reconstruccin de la individualidad, en un desarrollo infinito de su singularidad, que el mismo ser-en-comn hara necesario.

    33. E. Balibar: Qu comunismo despus del socialismo en Marx 2000. Claves de la teora cr-tica. Congreso Marx Internacional ii, Kohen y Aso-ciados Internacional, Buenos Aires, 2000, p. 85.

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    Pensador de los lmites, que no teme la paradoja, Balibar nos invita a re-flexionar en el lmite en que el comu-nismo es tambin un individualismo34. Y forja entonces el neologismo de igualibertad: ya que no puede ha-ber igualdad sin libertad ni libertad sin igualdad, postula una refunda-cin de las condiciones polticas de la democracia35.

    En fin, me hubiera gustado abordar con detenimiento la atraccin que so-bre Balibar ejerce la paradoja, su vo-luntad dialctica de deconstruir las preguntas que le dirigen en lugar de contestarlas, su atrevimiento de po-ner en cuestin, cada vez que es invi-tado a participar de un congreso o un simposio, los trminos con los que fue convocado. Hubiera querido referir-me al uso de las itlicas en los textos de Balibar, a su prosa argumentativa y persuasiva, que a menudo le habla en forma directa al lector, en la segun-da persona del singular, como si no estuviera escribiendo sino conversan-do, como si prosiguiera con nosotros

    un dilogo iniciado a fines de la dca-da de 1950 en la rue dUlm. Pero como seal en un inicio, es imposible dar cuenta en este breve espacio de la ri-queza, de los matices, de las inflexio-nes de este itinerario.

    Concluir con el juicio de Mezzadra que abre el ensayo ya citado: Balibar es uno de los intelectuales de la iz-quierda europea ms coherentes y ri-gurosos, que ha sido capaz de man-tenerse a prudente distancia de los lucrativos arrepentimientos y revi-sionismos, que se ha medido con las lecciones del 89 y con el nuevo hori-zonte de problemas tericos y polti-cos abierto en los ltimos aos. He-mos repasado casi sumariamente una veintena de obras, marcadas por valo-res tan caros al trabajo intelectual como el rigor conceptual, la coherencia y el compromiso con la emancipacin.

    34. Ibd., p. 86.35. E. Balibar: La proposition de lgalibert, puf, Pars, 2010.