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1 “ENCUENTROS BÍBLICOS en el AÑO del JUBILEO de la MISERICORDIA” Miguel Ángel Armada svd PRESENTACIÓN Compartimos con ustedes estos cuatro “Encuentros bíblicos” vinculados al Año Jubilar de la Misericordia. Ellos están destinados a nutrir con la Palabra de Dios la espiritualidad y la vida de Grupos o Círculos bíblicos, Comunidades, Pastorales y Espacios de encuentro con Jesús en nuestros contextos vitales y en la realidad concreta donde participamos. Quieren ser un medio sencillo para contemplar la experiencia del rostro misericordioso y compasivo de Dios junto a los compañer@s del Camino. Los temas abordados son: 1. Misericordia: amor desde las entrañas 2. Misericordia promotora de justicia e inclusión social 3. Misericordia: con-movidos por compasión 4. Misericordia, procesos de corrección fraterna y reconciliación Cada uno de los encuentros sigue una misma metodología con cinco pasos, para realizarlos en un tiempo aproximado de 1 hora y media a 2 horas. El material puede ser adaptado o transformado en función de las personas que participen, de las edades, del camino eclesial que vienen recorriendo, del modo de ser, comunicarse y expresar la fe en Dios de cada región de nuestro país.

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Page 1: en el AÑO del JUBILEO de la - SVD Argentina · pasos del Encuentro, y desarrollar el segundo y tercero en sub-grupos más pequeños, para garantizar la participación de tod@s. En

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“ENCUENTROS BÍBLICOS

en el AÑO del JUBILEO de la MISERICORDIA”

Miguel Ángel Armada svd

PRESENTACIÓN

Compartimos con ustedes estos cuatro “Encuentros bíblicos” vinculados al Año

Jubilar de la Misericordia. Ellos están destinados a nutrir con la Palabra de

Dios la espiritualidad y la vida de Grupos o Círculos bíblicos, Comunidades,

Pastorales y Espacios de encuentro con Jesús en nuestros contextos vitales y en

la realidad concreta donde participamos. Quieren ser un medio sencillo para

contemplar la experiencia del rostro misericordioso y compasivo de Dios junto a

los compañer@s del Camino. Los temas abordados son:

1. Misericordia: amor desde las entrañas

2. Misericordia promotora de justicia e inclusión social

3. Misericordia: con-movidos por compasión

4. Misericordia, procesos de corrección fraterna y reconciliación

Cada uno de los encuentros sigue una misma metodología con “cinco pasos”,

para realizarlos en un tiempo aproximado de 1 hora y media a 2 horas. El

material puede ser adaptado o transformado en función de las personas que

participen, de las edades, del camino eclesial que vienen recorriendo, del modo de

ser, comunicarse y expresar la fe en Dios de cada región de nuestro país.

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Algunas sugerencias para el Equipo de coordinación y animación de los

Encuentros bíblicos:

Leer el material preparado, las consignas para cada encuentro y disponer

de los elementos necesarios para realizarlo. Elegir canciones relacionadas

con la temática propuesta para la meditación de la Palabra y la animación.

Crear un ambiente de acogida y escucha de cada participante, para

compartir nuestras vidas a la luz de la Palabra de Dios. Los encuentros

buscan ser un espacio de encuentro con Jesús que nos convoca para

escuchar su Evangelio y lo que el Espíritu comunica a través de la vida de

cada persona y del contexto social donde participamos. Sintonizar con lo

más profundo de nuestras experiencias existenciales en clave sapiencial.

Que los encuentros bíblicos sean un medio donde palpemos la Misericordia

y el Amor entrañable de Dios, y al mismo tiempo, una fuente de inspiración

para humanizar nuestros vínculos y promover gestos concretos de

Compasión hacia quienes hoy están atravesando situaciones de

sufrimiento. Esto implica salir de nuestros círculos cerrados o esperar que

los demás vengan hacia nosotros, sino todo lo contrario: ir en búsqueda de

quienes hoy más necesitan de nuestra presencia como Comunidad de

Jesús y allí testimoniar la Palabra. Ser Iglesia en salida y de puertas

abiertas…

Calcular los tiempos para desarrollar cada uno de los cinco pasos

propuestos. Las preguntas elaboradas son para suscitar el diálogo, la

reflexión y la meditación comunitaria. Son “una guía” para cada bloque, no

necesitan ser respondidas integralmente. En algunos encuentros existen

muchas preguntas: pueden leerse todas, y que cada persona pueda aportar

desde donde desee compartir. Posteriormente, el grupo se detiene a

dialogar sobre lo que le parezca lo más esencial a la luz del Espíritu y lo

que el Evangelio hoy les comunica en sus vidas.

Relacionado con el punto anterior es importante el rol de quien “coordina”

el encuentro: formular de manera clara las consignas y lo central de cada

bloque; coordinar la palabra para que todos puedan expresarse y ninguno

monopolice o dificulte el diálogo. Respetar a quienes piensan diferente, la

confrontación de visiones/posturas, y buscar juntos consensos a la luz del

Evangelio y a favor de la vida de quienes más sufren. Calcular los tiempos

para cada bloque, pero sin ansiedades. Los encuentros son para compartir

la Palabra de Dios en Comunidad, para encontrarnos con Jesús y los

demás… y esto va mucho más allá de responder preguntas o guías.

El “Equipo de coordinación y animación” de los encuentros puede estar

integrado por tres miembros: una persona para realizar las invitaciones

personales, la bienvenida, acogida y ambientación del lugar; otra, para

coordinar la palabra y los pasos del método, y la tercera, para animar el

último bloque celebrativo.

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Buscar el modo, sin presionar, para que todas las personas puedan

expresar la sabiduría que brota de las propias experiencias o lo que el

Espíritu suscita al meditar la Palabra de Dios con los demás. Si el grupo es

superior a 10 personas, conviene realizar juntos el primer, cuarto y quinto

pasos del Encuentro, y desarrollar el segundo y tercero en sub-grupos más

pequeños, para garantizar la participación de tod@s.

En cada encuentro haremos lectura de un texto del papa Francisco tomado

de la Bula de convocación del Jubileo de la Misericordia, Misericordiae

Vultus (M V), “El rostro de la misericordia”. Puede escogerse otro. El texto

completo se encuentra disponible en el sitio:

https://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters/documents/pa

pa-francesco_bolla_20150411_misericordiae-vultus.html

Tener en cuenta el “Plan pastoral” de la Diócesis, parroquia, comunidad

eclesial y educativa donde participamos, para adaptar y enriquecer este

subsidio bíblico con aquellos ejes pastorales y opciones que ya vienen

profundizando junto a otr@s. El desafío permanente es quiénes y cómo

acompañamos los procesos que va suscitando la Palabra de Dios y el

Espíritu en la vida concreta de las personas, pastorales y grupos…

En algunas comunidades los cuatro encuentros pueden realizarse en un

mes determinado de acuerdo a la programación pastoral; en otras, cada

quince días o una vez por mes. En algunas, cuando se disponga de más

tiempo, en cuatro jornadas de espiritualidad o retiros por año.

El cuarto encuentro, por ser el último, puede tener un carácter más

celebrativo, de acción de gracias a Dios, incluyendo también un momento

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de evaluación de todo el proceso vivido y las sugerencias para seguir

nutriendo el discipulado misionero de Jesús.

En la página 12 encontrarán un “APÉNDICE” con algunos comentarios

relacionados al tema de la Misericordia. Quieren ser una ayuda formativa

para el “Equipo de coordinación y animación”.

Una vez realizados los encuentros, pueden compartirnos sus experiencias

al siguiente correo electrónico: [email protected]

“Oración del Papa Francisco para el Jubileo de la Misericordia”

Señor Jesucristo, Tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del

Cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y

obtendremos la salvación.

Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la

adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a

Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz que cada uno

de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el

don de Dios!

Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre

todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible

de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.

Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan

sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien

se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.

Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la

Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo,

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llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y

restituir la vista a los ciegos.

Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y

reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén.

PRIMER ENCUENTRO

“Misericordia: amor desde las entrañas”

Mateo 9, 9-13

1. Bienvenida a cada participante, oración del Año de la Misericordia y

canto inicial.

2. Partiendo de nuestras realidades y experiencias de vida…

Compartiremos preguntas vinculadas a dos temáticas: primero las

meditamos en silencio unos minutos y después comenzamos a escucharnos

con el corazón.

¿Qué significa para nosotros “amar desde las entrañas” a los demás?

¿Quiénes y cuándo nos han brindado “un amor incondicional, un

amor entrañable”?

¿Qué “condiciones o méritos” son puestos hoy en nuestra sociedad

para ser amados, aceptados e incluidos en la Mesa de la Vida y la

ciudadanía? ¿A quiénes se excluye y cómo se justifica esta visión y

postura?

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3. Compartimos y meditamos la Palabra de Dios en la Biblia…

Leemos de manera pausada el texto de Mateo 9,9-13 y lo meditamos en

silencio unos minutos. Posteriormente, compartimos la Palabra guiados por

las siguientes preguntas y por donde el Espíritu nos conduzca…

- ¿Con quiénes comparte Jesús la mesa y la comida? ¿Qué comunican las

palabras y gestos de Jesús?

- ¿Quiénes y por qué motivos critican a Jesús?

- ¿En qué se diferencian la mesa de Jesús, de la mesa donde estaba Leví y la

mesa según la visión de los fariseos?

- “Yo quiero misericordia, no sacrificios” (Mt 9,13). ¿Qué significa este pedido

de Jesús para nosotros a la luz de lo que estuvimos dialogando al comienzo

del encuentro?

4. Breve aporte al concepto de Misericordia (ver APÉNDICE) y lectura del

siguiente texto del papa Francisco tomado de la Bula de convocación

del Jubileo de la Misericordia, Misericordiae Vultus (MV):

“La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad

concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una

madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio

hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene desde

lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y

compasión, de indulgencia y de perdón” (M V 6).

5. Presentamos a Dios “rico en misericordia” (Ef. 2,4) nuestras

respuestas, oraciones y compromisos.

Colocamos en el centro del grupo dos mesas con algunos símbolos: una

que represente la Mesa de la misericordia y la inclusión que propone Jesús,

la Mesa del amor desde las entrañas. Otra mesa, con las reglas, méritos y

sacrificios que pide la actual sociedad de mercado neoliberal.

Permanecemos unos minutos de silencio frente a las dos mesas… En cada

una de las mesas podemos imaginar gente con rostros concretos que

conocemos, cercana o lejana… Traemos al corazón sus nombres,

situaciones, y todo lo que hemos compartimos hasta este momento… Nos

aproximamos a la Mesa de la misericordia y la inclusión que propone

Jesús, formando un círculo, y a partir de lo meditado, presentamos a Dios,

“quien nos ama con un corazón entrañable de madre”, nuestras oraciones y

compromisos en forma espontánea.

Terminamos el encuentro rezando un Padrenuestro y con un canto

vinculado al tema reflexionado.

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SEGUNDO ENCUENTRO

“Misericordia promotora de justicia e inclusión social…”

Lucas 1, 46-56

1. Bienvenida a cada participante, oración del Año de la Misericordia y

canto inicial.

2. Partiendo de nuestras realidades y experiencias de vida…

Compartiremos dos preguntas: primero las meditamos en silencio unos

minutos y después comenzamos a escucharnos con el corazón.

En nuestro país, existen personas que están siendo juzgadas por delitos de

lesa humanidad, responsables de torturas, secuestros, asesinatos, robo de

bebés y desapariciones, que no han pedido perdón, que no brindan

informaciones sobre la verdad de los hechos, y algunos, que no se han

arrepentido, afirmando que volverían a hacer lo mismo desde su ideología.

Son ciudadanos que gozan de los derechos de defensa y de justicia,

aquellos derechos que negaron a sus víctimas… Existen también

situaciones de mujeres asesinadas (femicidios) por sus propias parejas o

que han sufrido violencia en sus hogares… Otros, que se han enriquecido a

costa de la explotación y la injusticia contra trabajadores y empleados…

Para estas situaciones y otras, no es fácil comprender la “misericordia o

perdón”, o relacionar “misericordia y justicia”… ¿Cómo hablar de

misericordia desde las víctimas de injusticias, violencias y exclusiones?

Desde nuestras experiencias de vida y lo que palpamos más de cerca:

¿Qué generamos en nuestra sociedad cuando comprendemos “una

misericordia sin promoción de la justicia”?

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¿Cómo es posible generar “una misericordia promotora de justicia e

inclusión social”? ¿Cuáles experiencias concretas son significativas?

3. Compartimos y meditamos la Palabra de Dios en la Biblia…

Leemos de manera pausada el texto de Lucas 1,46-56 y lo meditamos en

silencio unos minutos. Posteriormente, compartimos la Palabra guiados por

las siguientes preguntas y por donde el Espíritu nos conduzca.

¿Cuál es el rostro de Dios reflejado en el cántico de María?

¿Cómo se manifiesta la misericordia histórica de Dios en este cántico?

Teniendo presente lo dialogado al comienzo del encuentro: ¿Qué nos

enseña Dios a través del cántico de María? ¿Cómo conciliar desde nuestra

fe en Dios, misericordia y justicia, misericordia y transformación social?

4. Breve aporte al concepto de Misericordia (ver APÉNDICE) y lectura del

siguiente texto del papa Francisco tomado de la Bula de convocación

del Jubileo de la Misericordia, Misericordiae Vultus (MV):

“No será inútil en este contexto recordar la relación existente

entre justicia y misericordia. No son dos momentos contrastantes entre sí,

sino dos dimensiones de una única realidad que se desarrolla

progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor… (MV 20).

“La misericordia no es contraria a la justicia sino que expresa el

comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior

posibilidad para examinarse, convertirse y creer… Si Dios se detuviera en la

justicia dejaría de ser Dios, sería como todos los hombres que invocan

respeto por la ley. La justicia por sí misma no basta, y la experiencia enseña

que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla. Por esto Dios

va más allá de la justicia con la misericordia y el perdón. Esto no significa

restarle valor a la justicia o hacerla superflua, al contrario. Quien se equivoca

deberá expiar la pena. Solo que este no es el fin, sino el inicio de la

conversión, porque se experimenta la ternura del perdón. Dios no rechaza la

justicia. Él la engloba y la supera en un evento superior donde se

experimenta el amor que está a la base de una verdadera justicia…” (MV 21).

5. Presentamos a Dios “rico en misericordia” (Ef. 2,4) nuestras

respuestas, oraciones y compromisos.

Colocamos en el centro del grupo un mapa de Argentina, un cartel que diga

“Misericordia promotora de justicia e inclusión social”, la imagen de la

Virgen, una vela encendida, algunos símbolos o imágenes de concentración

y acumulación de riquezas, pobreza y exclusión social, injusticia y

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violencias, y las tres “T” propuestas por Francisco: “Tierra, techo y trabajo

para todas las personas. Son derechos sagrados”.

En silencio traemos al corazón algunas expresiones, dichos o comentarios

realizados en programas de radio, televisión o internet, que promueven el

racismo clasista, el odio y la violencia machista, la exclusión y

descalificación de los más pobres, o silencian la concentración y

acumulación de riquezas en pocas manos… Permanecemos unos minutos en

silencio orante ante Dios, desde las víctimas de violencia, injusticia y

exclusión social.

Traemos al corazón los nombres de personas, militantes, organizaciones

sociales, grupos, pastorales, movimientos populares que acompañan

compasivamente a los que más lo necesitan. Aquellos que son un signo

profético, como el cántico de María, de la promoción de la justicia social

para que todos tengan acceso a la tierra, el techo y el trabajo, quienes

defienden los derechos de toda persona que sufre cualquier forma de

violencia. Permanecemos unos minutos en silencio orante ante Dios, desde

quienes promueven la justicia y la inclusión social.

A partir de todo lo vivido y meditado, presentamos a Dios, Aquel que quiere

la Vida plena de todas las personas y de la madre Tierra, nuestras

oraciones y compromisos de manera espontánea. Terminamos el encuentro

rezando en círculo un Padrenuestro y entonando el canto del Magníficat o

alguno vinculado al texto de Lc.1, 46-56.

TERCER ENCUENTRO

“Misericordia: con-movidos por compasión…”

Lucas 7, 11-17

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1. Bienvenida a cada participante, oración del Año de la Misericordia y

canto inicial.

2. Partiendo de nuestras realidades y experiencias de vida…

Compartiremos una pregunta vinculada al tema que nos convoca: primero

la meditamos en silencio unos minutos y después comenzamos a

escucharnos con el corazón.

¿Qué situaciones nos han “con-movido el corazón” en nuestras vidas?

Para el compartir, puede ayudarnos “alguno” de los siguientes elementos:

narrar lo que hemos aprendido en el proceso de ser compasivos-

misericordiosos junto a quienes estaban atravesando situaciones de

sufrimientos; los impactos en nuestro modo de ver, de escuchar, de

sintonizar, de actuar; el respetar tiempos y procesos, promover la libertad

del otro, reconocer límites propios y ajenos; las preguntas e interrogantes

que nos surgieron y el tipo de vínculo que establecimos en el

acompañamiento; las palabras, gestos e imágenes que quedaron grabadas

en nuestro corazón; la experiencia de Dios en todo lo que vivimos…

Todos estos elementos servirían para una jornada entera de retiro, por eso

conviene que cada miembro escoja el mensaje más significativo de su

propia experiencia de con-moción del corazón.

3. Compartimos y meditamos la Palabra de Dios en la Biblia…

Leemos de manera pausada el texto de Lucas 7,11-17 y lo meditamos en

silencio unos minutos. Posteriormente, compartimos la Palabra guiados por

las siguientes preguntas y por donde el Espíritu nos conduzca.

¿Qué podría significar para una viuda en tiempos de Jesús que se le muera

su único hijo? ¿Cuáles sentimientos y pensamientos habrán pasado por su

corazón?

¿Cómo fue el proceso de con-moción de Jesús frente a ella? ¿Qué comunica

Jesús con sus gestos y palabras?

¿Cuáles situaciones de los jóvenes de nuestros barrios hoy nos con-

mueven? ¿Cómo traduciríamos en nuestro contexto social las palabras de

Jesús: “Joven, yo te lo ordeno, levántate”?

4. Breve aporte al concepto de Misericordia (ver APÉNDICE) y lectura del

siguiente texto del papa Francisco tomado de la Bula de convocación

del Jubileo de la Misericordia, Misericordiae Vultus (MV):

“… ¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia

para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura

de Dios! A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la

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misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de

nosotros”. (M V 6).

“En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a

cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con

frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de

precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan

la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y

silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. En este Jubileo la

Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo

de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la

solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla,

en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en

el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del

mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la

dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras

manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el

calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su

grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la

indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el

egoísmo” (M V 15).

5. Presentamos a Dios “rico en misericordia” (Ef. 2,4) nuestras

respuestas, oraciones y compromisos

Colocamos en el centro del grupo el ícono del Año del Jubileo de la

Misericordia, un cartel que diga: “Ser con-movidos por compasión es…”,

varios rostros de jóvenes de nuestros barrios, ciudad, país, continente y un

rostro de Jesús con una vela encendida.

Entregamos un papel a cada participante (o cada dos personas, si el grupo

es grande), para escribir qué significa “Ser con-movidos por compasión hoy”

teniendo presente todo lo meditado hasta este momento (damos unos

minutos para que puedan realizarlo). Luego, lo leen y presentan en forma de

oración espontánea a Jesús, colocando lo escrito al lado del cartel que está

en el centro.

Terminamos el encuentro rezando un Padrenuestro formando un círculo,

dándonos las manos y con un canto vinculado al tema meditado.

Quienes coordinan el Grupo recogen las frases de los participantes y las

escriben en un Cartel grande para ser releídas en el próximo encuentro.

Como será el último, consultar al grupo cómo desean celebrarlo: en torno a

aprendizajes de todo lo vivido, iniciativas inspiradas por la Palabra y el

compartir la mesa en común.

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CUARTO ENCUENTRO

“Misericordia, procesos de corrección fraterna y reconciliación”

Mateo 18,15-35

1. Bienvenida a cada participante, oración del Año de la Misericordia y

canto inicial.

2. Partiendo de nuestras realidades y experiencias de vida…

Releemos el Cartel “Ser con-movidos por compasión es…” con las frases

expresadas por los miembros que participaron en el encuentro anterior.

En el tema que hoy nos convoca compartiremos dos preguntas: primero las

meditamos en silencio unos minutos y después comenzamos a escucharnos

con el corazón.

En nuestras relaciones cotidianas, familiares, laborales y en el espacio

eclesial o social donde participamos, surgen a menudo diversos conflictos.

Algunos, pueden ser superados a través del diálogo o el cambio de

actitudes. Otros, provocan heridas y sufrimientos, generan rupturas de

vínculos, distancias en la comunicación o alejamiento de la participación

comunitaria.

¿Cómo abordamos frecuentemente los conflictos en nuestra vida en

común? (sea que hayamos padecido o sido responsables de

sufrimientos en los demás).

¿Qué experiencias significativas y aprendizajes hemos tenido de

corrección fraterna, perdón-reconciliación, y de la misericordia de

Dios y de los demás con nosotros?

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3. Compartimos y meditamos la Palabra de Dios en la Biblia…

Leemos de manera pausada el texto de Mt 18,15-35 y lo meditamos en

silencio unos minutos. Posteriormente, compartimos la Palabra guiados por

las siguientes preguntas y por donde el Espíritu nos conduzca.

¿Qué pasos y actitudes nos pide Jesús para hacer una corrección fraterna

en la comunidad?

¿Cómo responde Jesús a la pregunta de Pedro? ¿Qué mensaje comunica la

parábola en términos de compasión y perdón?

¿Qué luz nos ofrece este texto bíblico a lo que estuvimos dialogando al

comienzo del encuentro?

4. Breve aporte al concepto de Misericordia (ver APÉNDICE) y lectura del

siguiente texto del papa Francisco tomado de la Bula de convocación

del Jubileo de la Misericordia, Misericordiae Vultus (MV):

“Un Año Santo extraordinario, entonces, para vivir en la vida de cada día la

misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros. En este

Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la

puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con

nosotros su vida. La Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de

Dios. Su vida es auténtica y creíble cuando con convicción hace de la

misericordia su anuncio. Ella sabe que la primera tarea, sobre todo en un

momento como el nuestro, lleno de grandes esperanzas y fuertes

contradicciones, es la de introducir a todos en el misterio de la misericordia

de Dios, contemplando el rostro de Cristo. La Iglesia está llamada a ser el

primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el

centro de la Revelación de Jesucristo. Desde el corazón de la Trinidad, desde

la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el

gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá agotarse, sin importar

cuántos sean los que a ella se acerquen. Cada vez que alguien tendrá

necesidad podrá venir a ella, porque la misericordia de Dios no tiene fin. Es

tan insondable la profundidad del misterio que encierra, tan inagotable la

riqueza que de ella proviene.

En este Año Jubilar la Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios que

resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de

ayuda, de amor. Nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre

paciente en el confortar y perdonar. La Iglesia se haga voz de cada hombre y

mujer y repita con confianza y sin descanso: « Acuérdate, Señor, de tu

misericordia y de tu amor; que son eternos » (Sal 25,6) (MV 25).

5. Presentamos a Dios “rico en misericordia” (Ef. 2,4) nuestras

respuestas, oraciones y compromisos

Colocamos en el centro del grupo la imagen de un corazón grande, la

Trinidad compasiva, un recipiente con aceite perfumado o crema (para un

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gesto de unción) y dos carteles con las frases: “Sean misericordiosos como el

Padre de ustedes es misericordioso” (Lc. 6,36) y “Felices los misericordiosos

porque obtendrán misericordia” (Mt 5,7). Traemos al corazón la memoria de

lo compartido en todos los encuentros, especialmente en este último. A

partir de todo lo vivido presentamos a “Dios rico en misericordia y

compasión”, nuestras oraciones de Acción de gracias en forma espontánea.

Posteriormente, quienes coordinan el encuentro realizan el gesto de la

unción de cada participante (con aceite perfumado o crema) en el rostro, el

corazón y las maños, representando el “perfume de la misericordia-

compasión-amor desde las entrañas” que deseamos comunicar, compartir,

ofrecer, recibir, transmitir en la vida cotidiana junto a los compañer@s del

Camino.

Posteriormente cantamos juntos el Padrenuestro dándonos las manos.

Terminamos el encuentro con el abrazo-compromiso de ser constructores

de Paz, celebrando con lo que hayamos traído para compartir la Mesa y

entonando un canto de Acción de Gracias.

APÉNDICE

“La misericordia en la Biblia”, Miguel Ángel Armada svd.1

En nuestras Biblias bajo la palabra MISERICORDIA se expresan diferentes

términos del hebreo y del griego bíblico (lenguas de A.T y N.T). Sin embargo, cada

uno de ellos posee características propias a nivel del significado, ampliando el

horizonte de sentido de la palabra “misericordia” en español.

I. Términos hebreos vinculados a misericordia (A.T):

a. HÉSED: Expresa el compromiso de bondad-amor constante de Dios con su

pueblo, fruto de su Alianza-Pacto de amor. Su “amor-misericordia” (hésed) es

inquebrantable y permanente. Dios muestra su “gracia y fidelidad” (hésed)

en sus gestos de perdón, paz, justicia, liberación, emancipación del pueblo.

Su amor-misericordia es gratuita, fiel e invariable. La compasión, el perdón y

la ternura de Dios brotan de su compromiso y fidelidad a la Alianza con el

pueblo, como en un vínculo matrimonial. El término aparece más de 245

veces.

La palabra hésed "designa la totalidad de deberes que incumben a quienes

se hallan unidos por el vínculo de la sangre, de la parentela, de la amistad,

1 Bibliografía consultada: Dufour, Xavier León, Diccionario del Nuevo Testamento, Desclée de

Brouwer, Bilbao, 2002; Pikaza, Xabier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino,

Estella (Navarra), 2008; Rossano P, Ravasi A y Girlanda A (Dir.), Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, Ediciones Paulinas, Madrid, 1998; Schneider, Gerhard, Diccionario exegético del Nuevo

Testamento, Volumen 1 y 2, Sígueme, Salamanca, 1998; Petter, Hugo, Concordancia greco-española del Nuevo Testamento, Clie, Barcelona, 1990; Rivas, Luis Heriberto, La misericordia en las Sagradas Escrituras, Paulinas, Buenos Aires, 2015.

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de la hospitalidad, de la alianza. El hésed lleva consigo la asistencia, la

fidelidad, la lealtad, la solidaridad, el amor que se deben entre sí miembros

de una comunidad"2. El hésed no es sólo un sentimiento; es también, y sobre

todo, acción, bondad activa, amor eficaz. Resume y condensa el conjunto de

relaciones y actitudes que constituyen y definen, por ejemplo, una verdadera

amistad, como la confianza recíproca, la mutua transparencia, la fidelidad a

la palabra dada y al secreto, la disponibilidad incondicional, el espíritu de

servicio, el amor entrañable, la total gratuidad, etc.3

Misericordia no significa sentimiento de lástima, sino fidelidad a la Alianza

de amor que constituye el principio y sentido de todo vínculo, no sólo el de

Dios con su pueblo, sino de las personas entre sí y con la Tierra. La

misericordia de Dios es promotora de vida, justicia y comunión entre los

seres humanos y con toda la Tierra. La gratuidad del amor misericordioso de

Dios va a contramano de toda teología de la retribución y de los méritos.

Algunos textos donde se emplea el término hésed:

Ex. 34,6: “El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y rico

en misericordia-amor y fidelidad”.

Sl. 86,15-16: “Señor, Dios compasivo y bondadoso… vuelve hacia mí tu rostro y ten

piedad de mí…”

Sl 103,6-10: “El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos…

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no

acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según

nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas”.

Sl 136,1: “Aleluya! ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su

misericordia!”

Os. 2,21-22; 6,6: “Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el

derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al

Señor… Porque yo quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más

que holocaustos”.

Miq. 6,8: “Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor:

nada más que practicar la justicia, amar la misericordia y caminar humildemente

con tu Dios”.

Is. 55,3: “Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con

ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor-misericordia a David”.

2 P. Van Imschoot, Teología del Antiguo Testamento, Madrid, 1969, p. 102. Citado por Severino

María Alonso en el artículo La misericordia en tres palabras (Cf. Nota 2). 3 Alonso, Severino María, La misericordia en tres palabras. Disponible en el sitio:

http://www.ciudadredonda.org/articulo/la-misericordia-las-3-palabras-biblicas

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Is. 54,10: “Mi amor-misericordia no se retirará de ti”.

b. HEN y verbo HAHÁN: El primer término (aparece 69 veces) es el sustantivo

“gracia, favor, benevolencia”, y el segundo, el verbo (aparece más de 80

veces), puede traducirse con los siguientes significados: “ser clemente-

compasivo”; “inclinarse con bondad y cariño, como una madre hacia su hijo”,

“disposición cordial permanente, amable y generosa hacia…”, “mirar con

misericordia-bondad=hallar gracia delante de…”, “recibir la benevolencia o

amistad de Dios”, “apiadarse”, “mostrarse favorable ante el clamor del pobre

y quien sufre”, “mostrar gracia”.

El mirar de Dios hacia su pueblo es con afecto de amor-misericordia, se

inclina como una madre con ternura hacia sus hij@s… “En el principio de

todo lo que existe, antes de toda ley y justicia, está la gratuidad, el don de la

vida ofrecida por Dios. En el fondo, todo lo que somos, lo somos por regalo.

Sin esta base de gratuidad, la ley y la justicia pierden su sentido”.4 La

promoción de la justicia y la defensa de los derechos de los oprimidos brotan

de la gratuidad misericordiosa de Dios. Dios mira con compasión, con infinita

e intensa ternura a toda persona y ser creado, y se inclina para cuidar,

proteger, salvar y liberar de todo sufrimiento. Toda persona puede ser

recreada en bondad y belleza por la mirada cariñosa de Dios. En los Salmos,

Dios es invocado como dador de vida y salud en medio de la aflicción.

Algunos textos donde se emplean estos términos:

Nm. 6,24-26: “Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su

rostro sobre ti y muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda

la paz”.

4 Xabier Pikaza- José A. Pagola, “Entrañable Dios. Las obras de misericordia: hacia una cultura de la compasión”. Artículo disponible en el sitio: http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php

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Sl. 119,29: “Apártame del camino de la mentira, y en tu misericordia-gracia,

concédeme tu Ley”.

Sl 4,2: “Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor, tú, que en la angustia me

diste un desahogo: ten piedad de mí y escucha mi oración”.

Sl 6,3: “Ten piedad de mí, porque me faltan las fuerzas; sáname, porque mis

huesos se estremecen”.

Sl 9,14: “El Señor se apiadó de mí, contempló mi aflicción; me tomó y me alzó de las

puertas de la muerte…”

Sl 25,16-18: “Mírame, Señor, y ten piedad de mí, porque estoy solo y afligido: alivia

las angustias de mi corazón, y sácame de mis tribulaciones. Mira mi aflicción y mis

fatigas, y perdona todos mis pecados”.

Sl 86,15-16: “Señor, Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarte, rico en amor

y fidelidad, vuelve hacia mí tu rostro y ten piedad de mí; fortalece a tu servidor…”

Ex. 30,18-19: “Moisés dijo: «Por favor, muéstrame tu gloria». El Señor le respondió:

«Yo haré pasar junto a ti toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre del

Señor, porque yo concedo mi favor a quien quiero concederlo y me compadezco de

quien quiero compadecerme”.

Ex. 22,24-26: “Si prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al pobre que vive a tu

lado, no te comportarás con él como un usurero, no le exigirás interés. Si tomas en

prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes que se ponga el sol, porque ese

es su único abrigo y el vestido de su cuerpo. De lo contrario, ¿con qué dormirá? Y si

él me invoca, yo lo escucharé, porque soy compasivo-misericordioso”.

Am. 5,15: “Aborrezcan el mal, amen el bien, y hagan triunfar el derecho en la

Puerta: tal vez el Señor, Dios de los ejércitos, tenga piedad del resto de José”.

Rt 2, 10: “Rut se postró con el rostro en tierra y exclamó: «¿Por qué te he caído en

gracia para que te fijes en mí, si no soy más que una extranjera?».

Ex. 33,12-14: “Moisés dijo al Señor: «Tú me ordenas que guíe a este pueblo, pero no

me has indicado a quién enviarás conmigo, a pesar de que me dijiste: «Yo te conozco

por tu nombre y te he brindado mi amistad». Si me has brindado tu amistad, dame a

conocer tus caminos, y yo te conoceré: así me habrás brindado realmente tu

amistad. Ten presente que esta nación es tu pueblo». El Señor respondió: «Yo mismo

iré contigo y te daré el descanso».

Gn. 6,8: “Noé fue agradable a los ojos del Señor (=mirado con cariño, hallar

gracia)”.

c. REHEM (singular), RAHAMÎM (plural) y verbo RAHAM: Términos

vinculados al “seno-útero materno”, “vísceras”, “amor compasivo desde las

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entrañas”, “amor entrañable, compasivo y repleto de ternura”, “sentimientos

profundos de amor ante la miseria del otr@”, “sentimientos que brotan del

vientre materno”, “conmoverse las entrañas”, “compadecerse”, “tener

misericordia”. Las palabras derivadas de esta raíz se encuentran más de

125 veces. De las entrañas de Dios, como madre, surgen su compasión,

ternura y justicia por cada un@ de sus hij@s. El principio de toda realidad es

rehem, deseo y despliegue de vida por amor, comparado con “las entrañas

maternales” que engendran vida y amor-misericordia.

Os. 2,21: “Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho,

en el amor y la misericordia (hésed y rahamîm)”.

Ex.33, 19: “El Señor le respondió: «Yo haré pasar junto a ti toda mi bondad y

pronunciaré delante de ti el nombre del Señor, porque yo concedo mi favor a quien

quiero concederlo y me compadezco de quien quiero compadecerme”.

Is. 49,15:“¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus

entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo nunca te olvidaré!”

Is. 54,7-8: “Por un breve instante te dejé abandonada, pero con gran ternura te

uniré conmigo; en un arrebato de indignación, te oculté mi rostro por un instante,

pero me compadecí de ti con amor eterno, dice tu redentor, el Señor”.

1ª Rey. 3, 26: “Entonces la mujer cuyo hijo vivía se dirigió al rey, porque se le

conmovieron las entrañas por su hijo, y exclamó: «¡Por favor, señor mío! ¡Denle a ella

el niño vivo, no lo maten!».

Gn. 43,30: “José salió precipitadamente porque se conmovió a la vista de su

hermano Benjamín y no podía contener las lágrimas. Entró en una habitación y

lloró”.

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Sl. 25, 6: “Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tus misericordias, porque son

eternas”.

Sl. 103,11.13.17: “Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su

misericordia por los que lo temen… Como un padre cariñoso con sus hijos, así es

cariñoso el Señor con sus fieles… Pero la misericordia del Señor permanece para

siempre, y su justicia llega hasta los hijos y los nietos”.

Jer 31,20: “¿Es para mí Efraím un hijo querido o un niño mimado, para que cada

vez que hablo de él, todavía lo recuerde vivamente? Por eso mis entrañas se

estremecen por él, no puedo menos que compadecerme de él –oráculo del Señor”.

Eclo. 30,7: “El que mima a su hijo vendará sus heridas y a cada grito que dé, se le

conmoverán las entrañas”.

Algunos rasgos de la Misericordia en el Antiguo Testamento:

La misericordia nos revela el rostro de Dios, su forma de ser y de actuar en la

historia del Pueblo narrada en la Biblia. La misericordia de Dios siempre está

volcada hacia sus hijas e hijos que sufren, que claman y reclaman por Vida, por

liberación, salud, justicia y compasión en medio de las fragilidades y conflictos:

“Mi corazón sabe que dijiste: «Busquen mi rostro». Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí.

No alejes con ira a tu servidor, tú, que eres mi ayuda; no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi

salvador. Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá” (Sal. 27,8-10).

Dios revela su rostro conmoviéndose ante la miseria, el sufrimiento y

clamor del otr@, del pueblo y se muestra misericordioso y clemente,

asumiendo sus causas y respondiendo a sus clamores. Su compasión se

comunica a través gestos y acontecimientos emancipadores-salvadores por medio

de diversas mediaciones humanas. Dios no es indiferente ni neutro ante la

injusticia, la opresión y la violencia, sino que se indigna, toma posición frente a

quienes generan muerte= pecado, ruptura de la Alianza, expresado a través del

término bíblico: “su ira-castigo”. Dios ve, escucha, conoce, toma posición a favor

de los oprimidos, interviene, libera al pueblo de sus opresores, como testimonia la

experiencia del Éxodo de Egipto (Ex. 3,1-12ss). Su misericordia en la historia es

promotora de justicia e inclusión, suscita procesos de emancipación. Restablece

el derecho de los oprimidos y amplía los derechos sociales incluyendo a los

miembros más frágiles, excluidos y sufridos del pueblo, expresado en la categoría

“huérfanos, viudas y extranjeros”. El amor maternal o visceral de Dios acompaña,

abraza, incluye, defiende, fortalece, perdona, sana, cura, alimenta, enseña y

ayuda a que todos sus hij@s caminen con sus propios pies y tengan vida plena en

todas sus relaciones.

Ex. 3, 7-10: “El Señor dijo a Moisés: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en

Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien

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sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir,

desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel… El

clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto cómo son oprimidos por los egipcios.

Ahora ve, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas».

Dt 7,8.13; 10,15: “Por el amor que les tiene, y para cumplir el juramento que hizo a tus

padres, el Señor los hizo salir de Egipto con mano poderosa, y los libró de la esclavitud y

del poder del Faraón, rey de Egipto… El te amará, te bendecirá y te multiplicará. Bendecirá

el fruto de tu seno, el fruto de tu suelo –tu trigo, tu vino y tu aceite– y las crías de tus

ganados y rebaños, en la tierra que él te dará, porque así lo juró a tus padres…Sin

embargo, sólo con tus padres se unió con lazos de amor, y después de ellos los eligió a

ustedes, que son su descendencia…”

Dt. 10,18-19; 16,11: “El Señor hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al extranjero y

le da ropa y alimento. También ustedes amarán al extranjero, ya que han sido extranjeros

en Egipto… Te alegrarás en la presencia del Señor, tu Dios –en el lugar que él elija para

construirlo morada de su Nombre– junto con tu hijo y tu hija, con tu esclavo y tu esclava,

con el levita que viva en tu ciudad, y con el extranjero, el huérfano y la viuda que estén

contigo”.

Sl. 85,11-14: “El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la

Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo. El mismo Señor nos dará

sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de él, y la Paz,

sobre la huella de sus pasos”.

El amor compasivo-misericordioso-entrañable de Dios no conoce fronteras,

barreras ni límites. Es incondicional y gratuito por su fidelidad al Pacto

de Amor-Alianza con su Pueblo… En varios textos bíblicos, su amor va más allá

de lo legal y jurídico, rompe con la lógica de cierta “teología de los méritos o

retribución” (presente en otros pasajes bíblicos) según el cumplimiento de la Ley,

donde algunos se creen “merecedores de derechos” (frente a Dios y los demás) y al

mismo tiempo desprecian a otros, a quienes excluyen de derechos porque “no lo

merecen”. Toda la teología del Pueblo de Dios aprendida en su historia compleja y

llena de contradicciones, enseña que frente a la infidelidad y pecado de los seres

humanos se afirma la misericordia gratuita de Dios, padre y madre: “¡Den gracias

al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia-amor (hésed)!” Sal. 136,1. Su

amor es desproporcional (mil generaciones) frente al castigo (cuatro generaciones):

Ex 34,6-7: “El Señor pasó delante de Moisés y exclamó: «El Señor es un Dios compasivo y

bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad. El mantiene su amor a lo

largo de mil generaciones y perdona la culpa, la rebeldía y el pecado; sin embargo, no los

deja impunes, sino que castiga la culpa de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la

tercera y cuarta generación”.

Jer 31,3: “De lejos se le apareció el Señor: Yo te amé con un amor eterno, por eso te atraje

con fidelidad”.

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Is 54,7-8: “Por un breve instante te dejé abandonada, pero con gran ternura te uniré

conmigo; en un arrebato de indignación, te oculté mi rostro por un instante, pero me

compadecí de ti con amor eterno, dice tu redentor, el Señor”.

Os. 11,1-4: “Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuanto

más los llamaba, más se alejaban de mí; ofrecían sacrificios a los Baales y quemaban

incienso a los ídolos. ¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos!

Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo los atraía con lazos humanos, con

ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me

inclinaba hacia él y le daba de comer”.

Sl. 103,1-18: “Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;

bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. El perdona todas tus culpas y

cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura; él

colma tu vida de bienes, y tu juventud se renueva como el águila. El Señor hace obras de

justicia y otorga el derecho a los oprimidos; él mostró sus caminos a Moisés y sus proezas

al pueblo de Israel. El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran

misericordia; no acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata

según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Cuanto se alza el cielo

sobre la tierra, así de inmenso es su amor por os que lo temen; cuanto dista el oriente del

occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con sus hijos,

así es cariñoso el Señor con sus fieles; él conoce de qué estamos hechos, sabe muy bien

que no somos más que polvo. Los días del hombre son como la hierba: él florece como las

flores del campo; las roza el viento, y ya no existen más, ni el sitio donde estaban las verá

otra vez. Pero el amor del Señor permanece para siempre, y su justicia llega hasta los hijos

y los nietos de los que lo temen y observan su alianza, de los que recuerdan sus preceptos

y los cumplen”.

Sl 116,5-8: “El Señor es justo y bondadoso, nuestro Dios es compasivo; el Señor protege a

los sencillos: yo estaba en la miseria y me salvó. Alma mía, recobra la calma, porque el

Señor ha sido bueno contigo. El libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis

pies de la caída”.

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Dios es compasivo con todos los seres de su Creación… Dios crea porque ama

y ama siendo compasivo con cada ser del universo. Su presencia amorosa

promueve una espiritualidad ecológica basada en el respeto, el cuidado de la vida

y la compasión hacia todos los seres de la Tierra: “El mundo entero es delante de ti

como un grano de polvo que apenas inclina la balanza, como una gota de rocío matinal que

cae sobre la tierra. Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos

de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan. Tú amas todo lo que existe y

no aborreces nada de lo que has hecho, porque si hubieras odiado algo, no lo habrías

creado. ¿Cómo podría subsistir una cosa si tú no quisieras? ¿Cómo se conservaría si no la

hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas

la vida, porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas”. Sab. 11,22-26; 12,1.

Eclo. 2,11; 17,29; 18,13; 28,2-3: “Porque el Señor es misericordioso y compasivo,

perdona los pecados y salva en el momento de la aflicción… ¡Qué grande es la

generosidad del Señor y su perdón para los que vuelven a él!... El hombre sólo tiene

misericordia de su prójimo, pero el Señor es misericordioso con todos los vivientes. El

reprende, corrige y enseña, y los hace volver como el pastor a su rebaño… Perdona el

agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados. Si un hombre

mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?”.

II. Términos griegos vinculados a misericordia (N.T):

a. El sustantivo ÉLEOS y verbo ELEÉÔ: Es la conmoción ante el sufrimiento

o pena que padece otra persona. Como sustantivo es traducido como

“misericordia, compasión, piedad”. Muchas veces traduce el término hebreo

“hésed=amor compasivo” pero en la esfera psico-antropológica. Como verbo,

es “volver el rostro al clamor del despojado”, “compadecerse”, “con-moverse”,

“ayudar al necesitado”… Es la profunda conmoción-compasión que suscita el

sufrimiento del otr@ y la acción-respuesta que brota de ella. En consonancia

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con “hésed=misericordia” (Os. 6,6) indica el comportamiento que Dios pide

que tengamos con los demás. Como sustantivo aparece 27 veces en el N.T:

Mt 9,13: “Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios.

Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Mt 12, 7: “Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no

sacrificios, no condenarían a los inocentes”.

Mt 18,33: “¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me

compadecí de ti?”.

Mt 23,23-24: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo

de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la

misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías

ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!”.

Lc. 1,50-55: “Su misericordia se extiende de generación en generación sobre

aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de

corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de

bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a

Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a

nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre”.

Lc. 1,58: “… Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que

Dios la había tratado, se alegraban con Isabel”.

Lc. 1,76-79: “…Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante

del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación

mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro

Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están

en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino

de la paz”.

Ef. 2, 4-5: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos

amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos

hizo revivir con Cristo – ¡ustedes han sido salvados gratuitamente!”.

El verbo eleéô “tener compasión-compadecerse, tener piedad-misericordia,

practicar la misericordia, clamor por compasión” se encuentra 32 veces en el N.T:

Mt 5,7: “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia”.

Mt 15,22: “Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a

gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está terriblemente

atormentada por un demonio”.

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Mt 17, 14-15: “Cuando se reunieron con la multitud se le acercó un hombre y,

cayendo de rodillas, le dijo: «Señor, ten piedad de mí hijo, que es epiléptico y está

muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua”.

Mt 20,30.31: “Había dos ciegos sentados al borde del camino y, al enterarse de

que pasaba Jesús, comenzaron a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten compasión de

nosotros!». La multitud los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más:

«¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!».

Mc 5,18-19: “En el momento de embarcarse, el hombre que había estado

endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino

que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo

contigo al compadecerse de ti».

Mc 10,47.48: “Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado

de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo

ciego– estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el

Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Muchos lo

reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten

piedad de mí!».

Lc 1,72-75: “Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa

Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que,

libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, lo sirvamos en

santidad y justicia, bajo su mirada, durante toda nuestra vida”.

Lc 17,12-13: “Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que

se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión

de nosotros!».

Lc 10,36-37: “¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre

asaltado por los ladrones?». «El que tuvo compasión de él (=el que hizo la

misericordia= ò poiêsas tò éleos)», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y

procede tú de la misma manera».

Rom 9,15.16: “Porque él dijo a Moisés: "Seré misericordioso con el que yo quiera, y

me compadeceré del que quiera compadecerme". En consecuencia, todo depende no

del querer o del esfuerzo del hombre, sino de la misericordia de Dios…

Rom 11,30-33: “En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a

causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia. De la misma

manera, ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se niegan a obedecer

a Dios. Pero esto es para que ellos también alcancen misericordia. Porque Dios

sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia con todos. ¡Qué

profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables

son sus designios y qué incomprensibles sus caminos!”.

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Rom 12,8: “El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus

bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud.

El que practica misericordia, que lo haga con alegría”.

La mirada y el corazón de Jesús se dirigen en primer lugar al sufrimiento de las

personas, no a sus pecados ni a las categorías socio-culturales y religiosas en la

que son clasificados por sectores de la sociedad. Esta perspectiva lo hace

profundamente humano, cercano y compasivo en sus vínculos con la gente, con

todos los sufrientes, revelando un nuevo rostro de Dios. Jesús se con-mueve e

implica en la transformación del dolor de los demás: “El tomó nuestras

debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades” (Mt.8, 17). Jesús es el rostro

de la misericordia de Dios que responde conmoviéndose, con gestos y palabras de

vida-salud-liberación-inclusión, a los clamores y gritos de los pobres, enfermos,

pequeños, pecadores, excluidos, mujeres, familias con sufrimientos… En un

contexto socio-político-económico-cultural y religioso, con profundos abismos

(Lc.16, 19-31), exclusiones y códigos-leyes-categorías divisorias de personas,

Jesús es compasivo desde sus entrañas ante toda persona que sufre, derriba todo

muro discriminatorio y practica la misericordia como “el buen samaritano” (Lc.

10,25-37).

b. El sustantivo OIKTIRMÓS: Se encuentra 5 veces en el N. T. Significa:

“entrañas de misericordia” (Col 3,12), “sentimiento de misericordia, piedad,

compasión”, aplicado tanto a Dios como los seres humanos (Rom 12,1; 2 Cor

1,3; Flp. 2,1; Col 3,2; Heb 10,28). Se habla de “las entrañas-misericordias de

Dios” (oiktirmós en plural) en Rom 12,1 y “Padre de misericordias” en 2 Cor.

1,3. Como adjetivo oiktírmon, “compasivo, misericordioso”, aparece 3 veces:

“Sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc 6,36).

“El Señor es compasivo y misericordioso” (Sgo. 5,11).

“Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por las entrañas de misericordia de Dios a

ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es

el culto espiritual que deben ofrecer” (Rom. 12,1).

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“Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de

profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la

paciencia” (Col. 3,12).

“Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias

y Dios de todo consuelo” (2 Cor. 1,3).

“Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que

brota del amor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego

que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo buen unidos. Tengan un mismo

amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento” (Flp. 2,1-2).

c. El sustantivo singular SPLÁNCHNON, el plural SPLÁNCHNA y verbo

SPLANCHNÍZOMAI: En plural el término designa las entrañas, las vísceras

(traduce el hebreo “rahamím”), el útero materno. Las entrañas son la sede de

los sentimientos, deseos y pasiones que brotan de lo más profundo. Es el

anhelo entrañable, la misericordia, lo más íntimo del ser. De las entrañas

brotan la compasión, el cariño, la ternura y la misericordia. Expresa el amor

entrañable, apasionado, desde “el corazón”. Las entrañas son la sede del

amor maternal, de los afectos. Como sustantivo es mencionado 11 veces en

el NT: Lc 1,78; Hech 1,18; 2 Cor 6,12; 7,15; Flp. 1,8; 2,1; Col 3,12; Flm.

7.12.20; 1 Jn 3,17.

En las entrañas se localiza la inclinación positiva hacia el otro, el anhelo

cordial de comunión, como en 2 Cor 7,15; Flp. 1,8… En las entrañas se

suscita el deseo de comunión… En la Carta a Filemón Pablo emplea 3 veces

el término: Flm. 7.12.20. Muestra una vinculación afectiva desde el corazón

con el esclavo Onésimo… lo considera su propio corazón-sus entrañas

(splánchna).

El verbo splanchnízomai es traducido en el N. T como “conmoverse las

entrañas”, “tener compasión”, “ser-estar conmovido”, y en Lucas, “ser

movido por la misericordia”, “tener compasión” (Lc.10, 33). Es mencionado 12

veces en el N. T: Mt 9,36; 14,14; 15,32; 18,27; 20,34; Mc 1,41; 6,34; 8,2;

9,22; Lc 7,13; 10,33; 15,20.

Se habla de “las entrañas o el corazón de Jesús” en Flp. 1,8: “Dios es

testigo de que los quiero tiernamente a todos en el corazón (splánchna) de

Cristo Jesús”. Pablo desde sus entrañas-corazón-ternura se comunica con

la Comunidad de Filipos cuando se encontraba preso: “Si la exhortación en

nombre de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del

amor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión (splánchna kaí

oiktirmoi), les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien

unidos. Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento”

(Flp.2, 1-2). Existe una solidaridad-comunión desde las entrañas… Los

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miembros de las Comunidades son invitadas a vincularse desde las

entrañas de compasión-misericordia: “Como elegidos de Dios, sus santos y

amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión (splánchna

oiktirmós)” (Col. 3,12).

En la narración evangélica los términos evocan una teología de la ternura de Dios

revelada en Jesús de Nazaret, frente a los sufrimientos cotidianos de su pueblo.

Jesús es el rostro y el corazón de la compasión-misericordia-ternura de Dios con

cada persona y su historia, en un contexto socio-cultural y político determinado.

Mt. 9,36: “Al ver a la multitud, Jesús tuvo compasión (splanchnízomai), porque

estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor”.

Mt 14,13-14: “Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto

para esta a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie.

Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella,

curó a los enfermos”.

Mt 15,32: “Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Tengo compasión de

esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No

quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino».

Mt 20,30-34: “Había dos ciegos sentados al borde del camino y, al enterarse de

que pasaba Jesús, comenzaron a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten compasión de

nosotros!». La multitud los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más:

«¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!». Jesús se detuvo, los llamó y les

preguntó: «¿Qué quieren que haga por ustedes?». Ellos le respondieron: «Señor, que

se abran nuestros ojos». Jesús se compadeció de ellos y tocó sus ojos.

Inmediatamente, recobraron la vista y lo siguieron”.

Mc 1,40-42: “Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de

rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme». Jesús, conmovido, extendió la

mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». En seguida la lepra

desapareció y quedó purificado”.

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Lc 7,11-15: “En seguida, Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím,

acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se

acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer

viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le

dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se

detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate». El muerto se incorporó y

empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre”.

Lc 10,30-37: “Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba

de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo,

lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo

camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y

siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio

y se conmovió (splangchnízomai). Entonces se acercó y vendó sus heridas,

cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo

a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los

dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré

al volver". ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado

por los ladrones?». «El que tuvo compasión de él» (=el que hizo la misericordia), le

respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera»

Lc 15,18-20: “Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé

contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno

de tus jornaleros". Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía

estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo

abrazó y lo besó”.

Jesús es el rostro del Padre misericordioso (Ef. 2,4; 2 Cor. 1,3), comunica la

Buena Noticia del Reino (Mc. 1,14-15) e invita a las comunidades a compartir este

rasgo de Dios: “Sean misericordiosos (oiktírmon) como el Padre de ustedes es

misericordioso” (Lc. 6,36). La misericordia-compasión-perdón marcan su ser y su

misión, sus palabras y gestos de inclusión, humanización y emancipación (Lc

4,16-18; 7,22-23; 7,36-50; 19,1-10). No hay perdidos frente al Dios padre-madre

que abraza y festeja, y se alegra por el retorno de sus hijos a la mesa de su casa

(Lc.15, 11-32). La misericordia es como el amor de una madre: sin límites, sin

retribución, hasta el extremo. Es un amor visceral, activo, desde las entrañas,

superador de la lógica socio-cultural divisoria entre: amigos/enemigos (Mt. 5,43-

48), justos/pecadores (Mt 9,9-13), puros/impuros (Mc 1,40-45), judíos y

extranjeros (Mt. 15,21-28), hombres y mujeres, libres y esclavos (Gál. 3,26-28).

La misericordia de Jesús es presencia cercana en gestos: “ve” y conoce lo

que vive su pueblo desde dentro, “escucha-sintoniza” con el clamor del otr@, “se

conmueve” e inmediatamente emplea sus manos para “tocar”, “curar”, “sanar”,

“consolar”, “estar presente” en situaciones límites, y sus palabras para “liberar-

expulsar demonios”, “emancipar”, “criticar e interpelar a los responsables de

violencias y opresiones”, “redimir”, “poner de pie”, “resucitar”, “recuperar la visión-

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el movimiento-la palabra-la escucha”. Jesús conduce al pueblo a un nuevo éxodo:

lo ayuda a pasar de situaciones de vida inhumanas a condiciones de vida

humanas, como es el deseo de Dios: “Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan

lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son

purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es

anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!»

(Mt. 11,4-6). Al mismo tiempo, desde su compasión-misericordia, cuestiona e

interpela a los dirigentes responsables de todo tipo de violencia y opresión contra

su pueblo (Mt 23,1-39). Su misericordia no es solo asistencial frente a quienes

sufren, sino que va a la raíz de los problemas: las estructuras, sectores y sujetos

que con sus prácticas y visiones generan, justifican y fomentan el sufrimiento en

los demás, discriminan, desprecian, descalifican “a los más pequeños” (Mt 18,1-

14; 25,31-46). De esta manera comprenderemos la pasión de Jesús,

consecuencia de su compasión por los pobres, y el odio visceral que suscitó su

práctica en dirigentes y sectores sociales dominantes del país, desde el comienzo

de su misión (Mc.3, 6; Jn 11,45-54) hasta su ejecución en cruz (Mt. 26,57-

27,66).

El modo de amar de Jesús es “lo que impacta” y “a quiénes ama”

gratuitamente de manera preferencial: pobres, enfermos, pecadores/as, mujeres,

impuros, personas con discapacidades, extranjer@s, niñ@s, estigmatizad@s en

razón de su cultura, situación socio-cultural y religiosa… justamente los sectores

excluidos por el Imperio romano y olvidados por los dirigentes socio-religiosos

locales: “Al ver a la multitud, Jesús tuvo compasión, porque estaban fatigados y

abatidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36). Al leer las

Bienaventuranzas (Mt 5,1-12), contemplamos a quiénes convoca de manera

prioritaria para ser sujetos del cambio al servicio de la Buena Noticia del Reino de

Dios: quienes recibían “malas noticias” por la política-económica imperial y la

teología dominante en la práctica de los dirigentes religiosos (Mt 23,1-36). Jesús

se hace hermano de los más pequeños (Mt 25,31-46), asume sus causas, los

empodera en dignidad y palabra, los emancipa de toda dependencia-esclavitud, a

través de su amor compasivo, su diaconía-servicio hasta el extremo de entregar

su vida (Jn 13,1ss).

En la parábola del buen samaritano (Lc. 10,30-37) es “el otro, el diferente, el

descalificado, el cismático” a nivel cultural-religioso, un samaritano, quien es

puesto por Jesús como modelo de práctica de compasión-misericordia: “Cuál de

los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?».

«El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede

tú de la misma manera» (10, 36-37). La parábola muestra al comienzo a dos

personas religiosas, un sacerdote y un levita, ministros del Templo de Jerusalén,

quienes ven al que sufre tirado al borde del camino y pasan de largo, no practican

la misericordia porque parecen más ocupados en otros asuntos. Pero para un

samaritano es el sufrimiento de un desconocido el que suscita “el tener

compasión=hacer la misericordia” (splanchnízomai: 10,33). El dolor en las

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entrañas por el sufrimiento del otro lleva a reaccionar en su favor en el camino de

la vida. El relato nos muestra un paradigma de compasión “en el acompañamiento

del otr@”, con todo el proceso que envuelve e implica, y al mismo tiempo, el

modelo de “una iglesia-comunidad samaritana”, al modo de Jesús. Una iglesia que

en su corazón, sus estructuras, sus ministerios, su espiritualidad está inspirada

y en sintonía con la Compasión-Misericordia del misterio de la Trinidad.

Jesús contempla el misterio de Dios en los rostros de quienes “claman por

misericordia” y responde desde su corazón movido por compasión: Mc. 9,22;

10,47-48; Mt 9,27; 15,22; 17,15; Lc 17,13; 18,38-39. La misericordia de Dios se

revela interviniendo en la historia para transformar desde dentro, las injusticias y

desigualdades sociales que deshumanizan la vida de sus hijas e hijos (Lc.1, 46-

56.67-79). Es una misericordia salvífica, revolucionaria, esperanzadora,

promotora de vida en los pequeños de la historia, como aparece en el rostro de

Dios de los cánticos de María y de Zacarías:

“Su misericordia (éleos) se extiende de generación en generación sobre aquellos

que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó

a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y

despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su

misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su

descendencia para siempre” (Lc 1, 50-55).

“Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y

nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo había

anunciado mucho tiempo antes, por boca de sus santos profetas, para salvarnos de

nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian. Así tuvo misericordia de

nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre

Abraham de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros

enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia, bajo su mirada, durante toda nuestra vida.

Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando

sus caminos, gracias a la misericordiosa ternura (splánchna éleos) de nuestro Dios, que

nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas

y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1, 68-79).

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En el evangelio de Mateo la misericordia y la justicia están interconectadas,

aparecen juntas en las Bienaventuranzas proclamadas por Jesús en su primer

discurso: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia” (Mt. 5,6-7). Pero ambas

no son comprendidas de manera abstracta o desde un pedestal de pretendida

neutralidad: misericordia y justicia son vistas e interpretadas desde el corazón y

la vida de los pobres, los pequeños, los sufrientes en la historia (Mt. 5,3ss). Ellos

deben ocupar el centro en toda Comunidad eclesial: “Les aseguro que si ustedes

no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos… El

que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo…

Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que

sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial…

el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños”

(Mt, 18,1-14). En este cuarto discurso, Jesús ofrece también una metodología

pedagógica para los procesos de reconciliación comunitaria, inspirada en el

corazón del Padre celestial (Mt. 18,15-35).

Por la compasión, las obras de misericordia o diaconía junto a los más

pequeños, seremos juzgados por Dios presente en la corporeidad de los

hambrientos, sedientos, presos, enfermos, desnudos, extranjeros… (Mt. 25,31-

46). De allí que en toda Comunidad discípula de Jesús, un criterio fundamental

de discernimiento pastoral sea no cerrar las entrañas frente al herman@ en

necesidad o sufrimiento: “Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano

en la necesidad, le cierra su corazón-sus entrañas (splánchna), ¿cómo permanecerá

en él el amor de Dios? Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de

palabra, sino con obras y de verdad” (1 Jn. 3,17-18). Si Jesús es el rostro de la

misericordia de Dios, toda Iglesia o Comunidad discípula es invitada a ser

presencia viva del rostro misericordioso de Dios, junto a todos los sufrientes y los

movimientos populares que asumen las causas de l@s excluid@s y de la

Tierra=Casa común.

Misericordia y justicia son dos modos de ser, vincularse y actuar, dos

rasgos que están interconectados en la vida y misión de Jesús de Nazaret.

Inspiran un nuevo paradigma de vinculación en relación al misterio de Dios, de

los otr@s, de nosotr@s mismos, de la Tierra, para restablecer una Alianza de

Vida, Cuidado, Respeto y Compasión junto a todos los seres de la Creación. Es la

misericordia desde las entrañas la que va nutriendo un nuevo modo de ser y de

vincularnos, una espiritualidad en el horizonte de “la nueva justicia del Reino” (Mt

5,20) plasmada por Jesús en las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12). El mundo y la

vida se humanizan y divinizan cuando la compasión/misericordia y la justicia

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están presentes en todas las dimensiones de la persona y sus relaciones, según la

antropología bíblica5:

- En el corazón: sede de los sentimientos más profundos de las personas, el

consciente en su profundidad oculta, la intención de raíz, su libertad de

fondo…

- En los ojos: en la mirada y en el rostro se reflejan el corazón, lo más

profundo del ser humano…

- En la boca: permite a las personas hablar, comer y besar… La boca

comunica todo el ser de la persona…

- En los oídos: sede de la receptividad y la comprensión, para sintonizar con

las voces, clamores, palabras y mensajes de los demás…

- En las manos: órganos de acción humana, de realización concreta, de

prácticas…

- En los pies: indican la forma de comportarse, las opciones en el camino…

En Jesús, el Hijo de Dios y Hermano nuestro, contemplamos cómo todas

las dimensiones de su persona están integradas desde su experiencia del Amor

compasivo del Padre y su misericordia hacia los más pequeños, generadoras de

una nueva justicia inclusiva, emancipadora y liberadora, según el Reino de Dios.

Solo ante el corazón compasivo de Jesús podemos abrirnos plenamente y

con transparencia de alma, en la confianza de sabernos profundamente amados,

comprendidos y escuchados en medio de todas las cargas y sufrimientos:

“Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen

sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de

corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana” (Mt.

11,28-30). Jesús inspira confianza por su profundidad humana-divina, su

amistad gratuita, su compasiva misericordia ante quien sufre, su corazón abierto

de par en par a toda persona que se le aproxima: “Porque no tenemos un Sumo

Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue

sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos,

entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia (éleos)

y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno” (Heb. 4,15-16). Jesús es la presencia

del Dios que acampa en medio de su pueblo, suscitando transformaciones que

hagan visible la Nueva Creación: “Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva,

porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más.

Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios,

embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz

potente que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios entre los hombres: él

habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con ellos. El

secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor,

5 Aleixandre, Dolores, Escondido centro. Viaje al interior de 25 palabras bíbicas, Sal Terrae,

Santander, 2014,39.

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porque todo lo de antes pasó». Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago

nuevas todas las cosas» (Ap. 21,1-5).

El papa Francisco, en la Bula de convocación del “Jubileo extraordinario de

la Misericordia” Misericordiae Vultus (M V), señala:

“La misericordia en la Sagrada Escritura es la palabra clave para indicar el actuar de Dios

hacia nosotros. Él no se limita a afirmar su amor, sino que lo hace visible y tangible. El

amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza

es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir

cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente

responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y

serenos. Es sobre esta misma amplitud de onda que se debe orientar el amor

misericordioso de los cristianos. Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es

misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros”

(MV 9).

“Con la mirada fija en Jesús y en su rostro misericordioso podemos percibir el amor de la

Santísima Trinidad. La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el

misterio del amor divino en plenitud. « Dios es amor » (1 Jn 4,8.16), afirma por la primera y

única vez en toda la Sagrada Escritura el evangelista Juan. Este amor se ha hecho ahora

visible y tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa sino amor. Un amor

que se dona gratuitamente. Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver

algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las

personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la

misericordia. En Él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión” (MV 8).

“Misericordia y compasión” del libro del Papa Francisco “El nombre de Dios

es misericordia”.

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¿Qué diferencias y qué afinidades hay entre misericordia y compasión?

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La misericordia es divina, tiene más que ver con el juicio sobre nuestro pecado.

La compasión tiene un rostro más humano. Significa sufrir con…, sufrir juntos,

no permanecer indiferentes al dolor y al sufrimiento ajenos. Es lo que Jesús

sentía cuando veía a las multitudes que lo seguían. Había invitado a los

apóstoles, separadamente, a un lugar desierto, escribe san Marcos en su

Evangelio. La multitud los vio marcharse en una barca, entendió adónde se

dirigían y se encaminó hacia allí a pie, adelantándolos.

Jesús descendió de la barca, «vio una gran multitud, tuvo compasión de ellos,

pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas» (6,34).

Pensemos en la bellísima página que describe la resurrección del hijo de la viuda

de Naín, cuando Jesús, al llegar a esa aldea de Galilea, se conmueve ante las

lágrimas de esta mujer, viuda, destruida por la pérdida de su único hijo. Le dice:

«Mujer, no llores». Escribe san Lucas: «Viéndola, al Señor le sobrevino una gran

compasión por él» (7, 13). El Dios hecho hombre se deja conmover por la miseria

humana, por nuestra necesidad, por nuestro sufrimiento. El verbo griego que

indica esta compasión es σπλαγχνι´ζομαι (splanchnízomai) y deriva de la palabra

que indica las vísceras o el útero materno. Es parecido al amor de un padre y de

una madre que se conmueven en lo más hondo por su propio hijo, es un amor

visceral. Dios nos ama de este modo con compasión y con misericordia. Jesús no

mira la realidad desde fuera, sin dejarse arañar, como si sacara una fotografía. Se

deja implicar. De esta compasión necesitamos hoy para vencer la globalización de

la indiferencia. De esta mirada necesitamos cuando nos encontramos frente a un

pobre, un marginado o un pecador. Una compasión que se alimenta de la

conciencia de que nosotros somos también pecadores.

¿Qué afinidades y qué diferencias existen entre la misericordia de Dios y

la de los hombres?

Este paralelismo puede hacerse con todas las virtudes y con todos los atributos

de Dios. Ir por el camino de la santidad significa vivir en presencia de Dios, ser

irreprochable, poner la otra mejilla; es decir, imitar su infinita misericordia. «Si

alguien te obliga a acompañarlo una milla, ve con él dos» (Mateo 5, 41); «A quien

te quita la capa, no le niegues la túnica» (Lucas 6, 29); «Da a quien te pida, y a

quien quiera de ti un préstamo no le des la espalda» (Mateo 5, 42). Y finalmente:

«Amad a vuestros enemigos y rezad por vuestros perseguidores» (Mateo 5, 44).

Son muchas las enseñanzas del Evangelio que nos ayudan a entender la

sobreabundancia de la misericordia, la lógica de Dios.

Jesús envía a los suyos no como titulares de un poder o como dueños de la Ley.

Los envía por el mundo pidiéndoles que vivan en la lógica del amor y de la

gratuidad. El anuncio cristiano se transmite acogiendo a quien tiene dificultades,

acogiendo al excluido, al marginado, al pecador. En los Evangelios leemos la

parábola del rey y de los invitados a la fiesta de la boda de su hijo (Mateo 22, 1-

14; Lucas 14, 15-24). Sucede que no se presentan al banquete aquellos que

habían sido invitados, es decir, los mejores súbditos, los que se sienten bien, que

prescinden de la invitación porque están demasiado ocupados. De manera que el

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rey ordena a sus criados que salgan a la calle, que vayan a los cruces de caminos

y que recluten a cuantos encuentren, buenos y malos, para que participen en el

banquete.

Diez textos de Francisco sobre la Misericordia:

https://www.aciprensa.com/ebooks/Francisco_y_la_Misericordia.pdf

“La justicia que proviene de la misericordia” o “La misericordia generadora

de justicia” de Xabier Pikaza.

A lo largo de todo el Antiguo Testamento, con todas sus variantes posibles, en

medio de un mundo amenazado también por el odio y la venganza, la

misericordia ha venido a presentarse como fundamento de una más alta justicia,

nunca como negación de la justicia.

En esa línea se sitúan las tres obras fundamentales de justicia no sólo del

Pentateuco, sino de la tradición profética. Son obras que no podían fundarse en

la pura justicia social de los pequeños reinos del entorno, pero que resultaban

fundamentales para establecer una justicia más honda, que proviene de la

misericordia:

‒ Ayudar (acoger, educar) a los huérfano. Dentro de una justicia familiar y/o

tribal, el huérfano (niño sin familia establecida) carecía de derechos. Pues bien, el

Dios bíblico, a partir de su misericordia, instaura el valor absoluto del niño

desprotegido.

‒ Acoger y ayudar a las viudas, y, en sentido más extenso, a las mujeres

abandonadas, sin familia o recursos. En una cultura de tipo masculino, donde la

mujer está al servicio de la familia y la procreación, una mujer sin familia (viuda,

abandonada…) tendía a convertirse en objeto del deseo o la venganza (o del

abandono) de la sociedad. Pues bien, la misericordia de Dios se expresa

ratificando el valor absoluto de las mujeres abandonadas.

‒ Acoger a los extranjeros, en una sociedad donde cada grupo-nación tiende a

defender a los suyos, de manera que quienes no tenían nación quedaban sin

derechos, a merced de la violencia del conjunto social.

No hay, que yo sepa, en el mundo ninguna “legislación de la misericordia” que

haya puesto de relieve de esta forma el derecho de huérfanos, viudas y

extranjeros. Se trata, sin duda, de un derecho “por encima del derecho” positivo

de la sociedad tribal o estatal… Éste es un derecho que puede fundarse

solamente en la existencia de poder superior a la pura justicia legal, al valor

absoluto de cada persona, por encima de su edad, condición social, de su riqueza

o de su nación.

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Ésta es la piedra de toque de la justicia bíblica (mishpat), fundada en la

misericordia y entendida como exigencia de proteger a los excluidos

sociales, de los más débiles.

Al formular de esa manera estos tres principios (de protección de huérfanos,

viudas y extranjeros), el derecho israelita se adelanta a todo derecho conocido de

occidente. Esta es una legislación que proviene de la misericordia, pero que se

instaura y establece en forma jurídica como justicia.

Ésta es una legislación que resulta muy difícil de cumplir, a no ser que se surja y

se defienda una mentalidad favorable a ella, y unos “medios” sociales y políticos

capaces de aplicarla, cosa que no ha logrado cumplirse hasta el momento, en

nuestro “justo” mundo de occidente, donde millones de forasteros vagan por las

fronteras de Europa. En este contexto podemos decir tres cosas:

a. Como vemos, la misericordia se adelante a la justicia… y estas tres obras de

misericordia (que son justicia para el Antiguo Testamento) pueden y deben

cumplirse hoy por justicia.

b. Ninguna de estas tres obras de misericordia abierta a la justicia se cumplen en

plenitud de un modo legal. Baste pensar en los extranjeros, en la trata de

personas, en los niños explotados…

c. De todas formas, en el fondo de la justicia de occidente (en la formulación de los

derechos humanos), aparecen de hecho esas tres obras como expresión de la

justicia básica, y así deben defenderse y practicarse, por encima de todas las

dificultades prácticas que siguen surgiendo en este campo.

“Beato Óscar Romero, mensajero de la misericordia”

Carlos Ayala Ramírez

Comencemos señalando que la misericordia entendida como un comportamiento

activo y comprometido, desencadenado por el sufrimiento ajeno, requiere una

gran capacidad de inserción en la realidad, lo que supone un corazón sensible

para captar las necesidades de los demás, un compromiso a favor de la justicia

social y, sobre todo, un gran amor por los excluidos. Situado en el mundo de las

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mayorías, monseñor descubrió los desafíos que representa para la vida humana y

cristiana la pobreza que clama al cielo. En su discurso con motivo del Doctorado

Honoris Causa que le confirió la Universidad de Lovaina, proclamó:

“La Iglesia no solo se ha encarnado en el mundo de los pobres y les da una

esperanza, sino que se ha comprometido firmemente en su defensa. Las mayorías

pobres son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas

y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles

palabras de los profetas de Israel. Existen […] los que venden al justo por dinero y

al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus

palacios; los que aplastan a los pobres”.

Por otra parte, de monseñor Romero se puede decir que sus obras de episcopado

fueron de genuina misericordia. Como se sabe, "cuidar” se dice en

griego episkopein, que es la primera tarea de aquellos a quienes la Iglesia

llamará epískopoi u obispos. De ellos se espera responsabilidad en el cuidado de

toda la grey, pero especialmente de los más necesitados o debilitados. El beato

Romero fue epískopoi en el sentido radical del término, esto es, según los rasgos

descritos en la Primera Carta del apóstol Pedro:

“Cuiden de las ovejas de Dios que han sido puestas a su cargo; háganlo […] como

Dios quiere, y no por obligación ni por ambición al dinero. Realicen su trabajo […]

no como si ustedes fueran los dueños de los que están a su cuidado, sino

procurando ser un ejemplo para ellos”.

Su modo de ser obispo no era el de un funcionario clerical que convierte su

servicio en poder, y su poder en la búsqueda de privilegios personales o

institucionales. Su visión era radicalmente distinta. Afirmaba:

“La autoridad en la Iglesia no es mandato, es servicio. ¡Qué vergüenza para mí,

pastor! Y les pido perdón, mi comunidad, cuando no haya podido desempeñar

como servidor de ustedes mi papel de obispo. No soy jefe, no soy un mandamás, no

soy una autoridad que se impone. Quiero ser el servidor de Dios y de ustedes”.

En consecuencia, desarrolló una práctica de acompañamiento mediante la cual

orientaba al pueblo en sus anhelos de libertad; consolaba a las víctimas de la

violencia y la persecución; animaba a tener esperanza contra toda esperanza; se

mantenía firme en su opción de buscar justicia para el pobre. Son muy

convincentes, en este sentido, las siguientes palabras donde une oración y

compromiso: "Por eso pido al Señor, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y

el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra

oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento”.

Y frente a las causas de tanta angustia e injusticias, monseñor destaca la

dimensión profética de la misericordia, que se torna en palabra de buena nueva

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para los pobres, y en palabras exigentes para los poderosos. La reacción crítica y

profética forma parte de la misericordia, porque cuando esta va más allá del

comportamiento paternalista, no elude el carácter estructural e histórico de los

males. Como mensajero de la misericordia, monseñor criticó el deterioro moral en

el ámbito de la administración pública, del sector privado, de la misma Iglesia;

desenmascaró las idolatrías de la sociedad: absolutización de la riqueza, del

poder y de la ideología; propuso una liberación integral que unificara

evangelización con promoción humana, cambios de la persona con cambios

estructurales. En este contexto, pregonó con voz profética:

“Toda mano que toca la vida, la libertad, la dignidad, la tranquilidad y felicidad de

los hombres y de las familias y de los pueblos es una mano sacrílega y criminal.

Toda sangre, todo sufrimiento, todo atropello que cause un hombre a otro hombre

se convierte en un eco de la maldición de Dios ante el crimen de Caín: "¿Qué has

hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien:

¡Maldito seas!”.

Finalmente, ante una sociedad que funciona de manera inmisericorde, pero que

se confiesa religiosa, el beato Romero recuerda que hay un criterio para saber si

Dios está cerca o lejos de nosotros: "Todo aquél que se preocupa del hambriento,

del desnudo, del pobre, del desaparecido, del torturado, del prisionero, de toda esa

carne que sufre, tiene cerca a Dios. ‘Clamarás al Señor y te escuchará’”.

Encargarse del sufrimiento de los pobres con solidaridad, compasión, verdad y

justicia es un camino esencial que nos ha legado, para seguirlo, el beato Romero.

Por eso podemos considerarlo un auténtico cultivador y mensajero de la

misericordia.

Artículo “La misericordia en las Sagradas Escrituras” disponible en el sitio:

http://www.arzobispadocba.org.ar/la-misericordia-en-las-sagradas-escrituras/

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Pinturas: Luis Henrique Alves Pinto: páginas 1, 7, 12. Máximo Cerezo

Barredo: páginas 5, 9, 24, 30, 32, 36, 38. Jafeth Gómez: página 21.