el trasgo - fiodor sologub.pdf

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  • La obra en prosa El trasgo estconsiderada como la mejor novelarusa despus de las de Dostoievsky.Impregnada de matices simbolistas,la burocracia y la baja nobleza deuna pequea ciudad, esconde elargumento de su literatura satrico-social, donde la bondad y pureza delos individuos quedan absorbidaspor el mal, representado por elprotagonista Peredonov y su alterego el demonio.Peredonov es maestro en unapequea ciudad de provincias. Vivecon su amante Varvara, una

  • modistilla que ha de soportargroseras y vejaciones en laesperanza de convertirse en sulegtima esposa. Una princesa,cliente de Varvara, promete apoyarel ascenso de Peredonov ante elinspector si se casa con su amante.Varvara le hace recibir una cartafalsa de la princesa: el casamientotiene lugar, pero no as el ascenso.Obsesionado por la espera,Peredonov queda trastornado poruna mana persecutoria que le haceganarse el odio de la escuela dondeensea y de la pequea ciudad enla que vive. Se cree posedo por eldemonio, que se le aparece bajo la

  • forma de una pequea bestia gris.

  • Fidor Sologub

    El trasgoePub r1.0

    Titivillus 10.09.15

  • Ttulo original: The Petty DemonFidor Sologub, 1905Traduccin: Nicols Tasin

    Editor digital: TitivillusePub base r1.2

  • Fidor Sologub es uno de losfundadores y jefes de la escuelamodernista en la literatura rusa.Habiendo hecho sus primeras armas,hace unos veinticinco aos, con algunoscuentos impresionistas, que atrajeron laatencin de la crtica y del pblico porla finura del dibujo, pas ms tarde a lasfilas de los modernistas, de quienes notard en ser uno de los principalesinspiradores.

    Informa la mayora de sus obras unespritu mstico inquietante yatormentado, como puede verse en Eltriunfo de la muerte, en las Leyendascreadas, en Las mscaras cadas, y en

  • tantas otras. Todo lo misterioso, loenigmtico, lo sobrenatural, tiene para luna singular atraccin. Hasta cuandopinta la vida moderna, procura tendersobre su prosa un velo de misterio. As,en su novela Los encantosdesconocidos, el fondo de cuya accinlo constituye la Rusia revolucionaria dehace quince aos, los personajes, en elintervalo entre la lucha en las barricadasy las inflamadas arengas a las masas, sededican a cosas msticas, evocanespectros, etc.

    En casi todas sus obras figura un sermisterioso que se oculta tras lospersonajes y ejerce una gran influenciaen sus destinos. A veces, ese ser

  • fantstico pertenece a la mitologa delmundo antiguo, pero casi siempre locrea el autor, lo inventa, lo reviste decarne y hueso. Tal ocurre en sus novelas,en sus poemas, que l se complace endenominar misterios; en su teatro muy poco popular, por cierto, a causa desu misticismo nebuloso, obscuro, untanto pesado con frecuencia.

    Para presentar al pblico espaol aSologub, hemos elegido su obra msrealista. Adems, EL TRASGO es la msconocida de sus novelas, y, en nuestrosentir, la mejor, debido, quiz, a surealismo. Es una caricatura de la vidaprovinciana en Rusia. Como todas lascaricaturas, es un poco exagerada, pero,

  • al fin, constituye un reflejo, ms o menosexacto, de la triste realidad en que se hainspirado el autor.

  • ILos feligreses se dirigan a sus casas,oda la misa. En el camino formabangrupos y se detenan a charlar. Todosiban endomingados y cambiabanmiradas alegres. Cualquiera hubieradicho al verlos: En qu buena armonaviven los habitantes de esta ciudad!.Pero se hubiera equivocado al guiarse

  • por las apariencias.Peredonov, el profesor del colegio,

    rodeado de sus amigos, deca,colocando, luego de limpiarlas, susgafas de oro ante sus ojillosinexpresivos:

    La propia princesa Volchansky selo ha prometido a Varia. Es una cosasegura. En cuanto se casen ustedes han sido sus palabras, pedir paraPeredonov la plaza de inspector.

    Pero cmo vas a casarte conVarvara Dmitrievna? le pregunt sucompaero Falastov, un buen hombre decara roja. No es prima tuya?

    No es prima, es parienta lejana!contest con voz desapacible

  • Peredonov.Conque la propia princesa te lo ha

    prometido, eh? inquiri otroprofesor, Rutilov, currutaco, alto,plido.

    A m no, a Varia!Qu cndido eres! exclam

    Rutilov. Debas ir t mismo a ver a laprincesa.

    Voy a hacer un viaje a SanPetersburgo para eso?

    Yo, si te he de decir la verdad, nocreo que la princesa le haya prometidonada a tu parienta dijo Rutilov, y seech a rer, enseando sus dientespodridos.

    Peredonov se qued mirndole,

  • perplejo.Los dems amigos se fueron.Naturalmente, yo podra hacer una

    boda ms ventajosa aseverPeredonov.

    Qu duda cabe? T no tienesms que elegir.

    Los dos colegas siguieron andando,a travs de la ancha plaza polvorienta.

    Pero temo que la princesa, siabandono a Varvara, se enfade.

    Que te d, por de pronto, la plazade inspector, y luego Dios dir.

    Tienes razn asinti Peredonov,titubeante.

    Dile sin rodeos a Varvara quequieres primero la plaza. Y cuando seas

  • inspector te casas con quien te parezca.Por ejemplo, con una de mis hermanas.Tengo tres, y puedes escoger. Las tresson instruidas, inteligentes Varvara novale un comino comparada concualquiera de ellas.

    Mentira!No te quepa duda! Tu Varvara es

    una chancla. Adems, es tres veces msvieja que la mayor de mis hermanas.

    No tanto, no tanto! replicnegligentemente Peredonov, limpindoselas gafas.

    Como lo oyes, ArdalionBorisovich No seas tonto; csate conuna de mis hermanas Cualquiera deellas te aceptara como marido.

  • Ya lo creo! Todas las mujeres dela ciudad se despepitan por m repusoPeredonov con un orgullo melanclico. Yo quisiera casarme con una mujercarnosita. No me gustan las delgadas.

    Precisamente mis hermanasresponden a tus gustos. Y cuando secasen engordarn ms.

    Yo me casara con una; pero temoque Varia arme un escndalo terrible.

    Pues haz una cosa: csate hoy omaana, y llvate a casa a tu mujer.Varia tendr que bajar la cabeza ante loshechos consumados. Quieres que te loarregle todo para maana en la noche?Con cul de mis hermanas prefierescasarte?

  • Esa canalla de Varia medenunciar! Dijo temeroso, en vozbaja, Peredonov. O tal vez meenvenene.

    No tengas cuidado! Yo loarreglar todo, vers

    Adems interrumpi, con rudoacento, el indeciso profesor, yo noquiero casarme sin dote.

    Rutilov no manifest ningnasombro ante el sesgo positivista que suamigo daba de pronto a la conversacin.

    Mis hermanas la tienen, tontoConsientes, pues? En ese caso, corro aarreglarlo todo. Y por ahora, chitn!Estamos?

    Hecha esta advertencia, Rutilov le

  • estrech la mano a su compaero y sealej presuroso.

    Peredonov, pensando en susapetitosas hermanas, se sonri con unasonrisa lasciva. Pero una sbitainquietud turb sus torpes pensamientos.Aquello sera la ruptura con la princesa,la prdida de una poderosa protectora.Casndose con Varvara podra ser enbreve inspector, y quizs director algnda, mientras que si lo haca con unahermana de Rutilov, adis halageasesperanzas!

    Y mirando a Rutilov alejarse casicorriendo, se dijo con malvolacomplacencia: Si le gusta hacerejercicio!.

  • Luego invadi su alma una ola grisde aburrimiento, y calndose elsombrero casi hasta las cejas seencamin a su casa, a travs de lascalles desiertas, en cuyo suelo, sinempedrar, creca la hierba y gualdeabandiminutas flores.

    Buenos das, ArdalionBorisovich! Oy de pronto. Entreusted un instante.

    Levant los ojos y vio en un jardn,junto a la verja, a Natalia Verchina, unamujercita delgada, morena, de ojosnegros, de cejas negras, vestida denegro.

    La mujercita fumaba un cigarrillo yse sonrea de un modo enigmtico, como

  • quien sabe algo a lo que no quiere aludirsino con sonrisas.

    Peredonov entr tras una cortavacilacin; pero a los pocos pasos quedio por la senda arenosa se detuvoindeciso y sac el reloj.

    Es hora de almorzar! dijo.Aunque lo llevaba haca mucho

    tiempo, le gustaba sacar el reloj a cadainstante, para lucir sus gruesas tapas deoro.

    Eran las doce menos cuarto. Podaestar all un ratito. Y sigui a Verchinapor la senda, a cuyos dos lados seextendan bancales de fresas yframbuesas.

    El jardn amarilleaba ya y los

  • rboles estaban cargados de fruta. A laderecha se alzaba una casita de madera,pintada de gris, con terraza.

    Viene usted de misa? preguntVerchina.

    S.Marta tambin ha estado. Acaba

    de volver. Va por usted. Cuando se lo hedicho, se ha puesto colorada y no hacontestado Vamos al cenador. All seest divinamente.

    En el cenador, situado en medio deljardn, a la sombra de los lamos,hallbase Marta, muy emperejilada.Vesta un traje claro, que le sentababastante mal. Las cortas mangas dejabanver sus brazos recios y sus codos agudos

  • y rojos. No era fea. Entre suscompatriotas los polacos, muynumerosos en la ciudad, se leconsideraba bella.

    Estaba haciendo cigarrillos paraVerchina. Aunque no amaba aPeredonov, se alegr de que laencontrase tan peripuesta. Verchinaquera casarla con l. De una familianumerosa y pobre, la joven viva, con suhermano, en casa de la viuda desde questa enterr a su marido.

    Peredonov, con su habitual gestomelanclico, le estrech la mano y sesent fuera del alcance de la corrientede aire. Su mirada se detuvo un instanteen las coquetonas botas crema de la

  • polaca. Quieren pens el taimadocasarme con ella. Siempre que unamuchacha estaba amable con l pensabalo mismo. En aquel momento slo vealas imperfecciones de Marta: sus manosgrandes, su piel tosca, sus pecas. Sabaque su padre tena un empleo modesto enuna propiedad rural de las cercanas,que ganaba muy poco y que eran muchassus obligaciones domsticas.

    Un vaso de cerveza? lepregunt Verchina.

    Haba sobre la mesa vasos, dosbotellas de cerveza, un azucarero, conazcar en polvo, y una cucharilla.

    S, tomar un vaso contest lcon voz ronca.

  • La viuda mir a Marta, que llen unvaso y se lo alarg a Peredonov,disimulando su turbacin con unasonrisa.

    Pngase usted azcar! invit laviuda.

    No; no le pongo nunca azcar a lacerveza.

    Como usted quiera Sabe ustedque Cherepnin est cada da mspesado? Cree que voy a casarme conl

    Las dos mujeres se echaron a rer.Peredonov conservaba su expresin

    de indiferencia; los asuntos ajenos nuncale interesaban; no quera a nadie, y, en loextrao a su propia persona, slo le

  • preocupaba lo que pudiera haber en ellode ventajoso para l.

    Anoche se col en el jardncuando nosotras estbamos cenando, yse puso a espiarnos por la ventana,sentado en un barril de agua que habadebajo. Al hacer un movimiento perdiel equilibrio y se cay dentro del barril.Nos asomamos, asustadas, al orlezambullirse, y haba que ver cmocorra, hecho una sopa, el pobrehombre!

    Marta se rea con alegres carcajadasde nia. Peredonov tard un poco endejar or su risa sonora de sochantre; loque se le deca no obraba en seguidasobre su espritu, cerrado y torpe.

  • Verchina fumaba un cigarrillo trasotro; no poda vivir sin tener humo alalcance de las narices.

    Pronto seremos vecinos! Notici Peredonov. Verchina le dirigi aMarta una mirada rpida. La joven seruboriz, mir tmidamente al profesor yvolvi los ojos hacia el jardn.

    Se muda usted? pregunt laviuda. Por qu?

    Vivo muy lejos del colegio.En los labios de Verchina se dibuj

    una sonrisa de incredulidad. Lo quequera el profesor era vivir ms cercade la polaca!

    Pues lleva usted ya mucho tiempoen la casa donde vive ahora

  • S, pero me he cansado. Adems,el ama es una mala persona.

    S?Peredonov se anim un poco.Mire usted si ser canalla, que

    nos ha cambiado el papel de las paredesy nos ha puesto uno de un gustoabominable. Falastov se ha indignado alverlo. Todas las visitas se burlan denosotros

    Qu porquera!Pero no le decimos que vamos a

    mudarnos aadi en tono confidencialPeredonov. Tenemos que encontrarantes otro piso.

    Desde luego! aprob Verchina.Si se lo dijramos nos armara un

  • escndalo dijo Peredonov, pintado elespanto en los ojos. Adems, noquiero pagarle el ltimo mes.

    Pero se lo reclamar a usted!Y yo no se lo pagar. Con tanto

    ms motivo cuanto que hemos pasadomuchas semanas en San Petersburgo.

    Ella dir que el piso, durantetodas esas semanas, ha seguido siendode usted

    No importa. No le pagar. Es unamujer insolente, pendenciera!

    En eso me parece que no le vaa la zaga su prima de usted. Tambin legusta armar escndalos.

    El profesor frunci las cejas y nocontest. Sac del bolsillo un caramelo,

  • lo desli y se lo meti en la boca.Debo pens darles caramelos aellas? Bah!, es igual O quedarmejor si les doy? No vayan a creerseque soy un rooso Tengo muchos,llevo el bolsillo lleno.

    Sac un puado y se lo alargprimero a Verchina y luego a Marta.

    Tomen ustedes! Les deca.Son excelentes. Me cuestan treintacopecs la libra.

    Cada una cogi un caramelo.Tomen ms! Llevo muchos y son

    muy buenos; yo nunca compro cosasmalas.

    Las damas no queran coger mscaramelos; pero Peredonov puso sobre

  • la mesa, delante de Marta, los que lequedaban en la mano. La joven se sonriy le dio las gracias con una inclinacinde cabeza.

    Qu mal educada! pensPeredonov. Ni siquiera sabe dar lasgracias como es debido.

    No saba de qu hablar con ella. Leera indiferente, como todas las cosas norelacionadas con su propio inters.

    Cuando las dos botellas de cervezaestuvieron vacas, Verchina le dirigi aMarta una mirada significativa.

    Voy por cerveza dijo la polaca,que haba entendido, como siempre, loque quera decirle con los ojos la viuda.

    Que vaya su hermano de usted.

  • Est ah, en el jardn.Vladislav! grit Marta.Qu quieres? contest el

    muchacho, tan a punto como si estuvieraen la puerta escuchando.

    Sube de la bodega dos botellasde cerveza!

    Momentos despus, el muchacho leentreg a su hermana, por la ventana, lasdos botellas. Al ver a Peredonov lesalud.

    Buenos das! le contest elprofesor. Cuntas botellas decerveza se ha bebido usted hoy?

    El muchacho repuso, con cara depocos amigos:

    Yo no bebo cerveza.

  • Marta le habl en voz baja, y los dosse rieron. Peredonov los mir condesconfianza. Cuando las gentes se reanen su presencia y l ignoraba el motivode su hilaridad, recelaba siempre que seburlaban de l.

    De qu se ren ustedes? pregunt desapaciblemente,

    Marta se estremeci y se volvihacia l, sin saber qu contestar. Suhermano, muy colorado, se sonrea de unmodo tmido.

    No es corts el rerse enpresencia de personas extraas! lesreproch Peredonov. Se ren ustedesde m?

    Perdone usted contest Marta,

  • no menos colorada que el muchacho.No nos remos de usted Hablamos detonteras nuestras

    Secretos? No es corts,seorita, el secretear en sociedad.

    Le aseguro a usted que nosecreteamos. Mi hermano est descalzoy no se atreve a entrar. Eso es todo.

    El profesor se apacigu, y hasta ledio un caramelo al muchacho.

    Marta, trigame usted mi mantillanegra. Y dese una vuelta por la cocinano vaya a quemarse el pastel dijoVerchina.

    La muchacha sali. No se leocultaba que la viuda quera hablar asolas con Peredonov.

  • El muchacho se alej del cenador.Verchina mir, a travs del humo de

    su cigarrillo, al profesor, que, con losojos fijos en el azucarero, chupaba ensilencio el caramelo. El vidrioso sujetose congratulaba de que Marta y suhermano se hubieran retirado; pues,aunque saba que no era de l de quiense rean, les guardaba rencor.

    Por qu no se casa usted? lepregunt de pronto la viuda. Quespera usted, Ardalion Borisovich?Varvara no es digna de usted, se lo digofrancamente!

    Peredonov se acarici los cabelloscastaos y contest con gravedad:

    Aqu no hay ninguna mujer digna

  • de ser mi esposa!No diga usted eso! Hay

    muchachas muy superiores a Varvara.La viuda sacudi la ceniza de su

    cigarrillo y prosigui:Usted podra encontrar una mujer

    excelente, claro es que avinindose,desde luego, a que no tuviera dinero. Loque no le sera ningn sacrificio,ganando lo que gana.

    Diga usted lo que quiera, lo msventajoso para m es casarme conVarvara. La princesa le ha prometido suproteccin. Me dar una plaza deinspector.

    Verchina le escuchaba con unasonrisa de duda.

  • Se lo ha prometido a ustedmismo? inquiri.

    A m no, a Varvara. Pero es igual.Es usted demasiado crdulo,

    amigo mo! Cuntos aos le lleva austed Varvara? Lo menos quince,verdad? Debe de tener cerca decincuenta.

    Si no ha cumplido an los treinta,seora!

    De veras? dijo Verchina entono irnico. Pues parece muchomayor que usted Claro es que yo nodebo meterme en lo que no me importa;pero le compadezco a usted de todocorazn: un hombre joven, no malparecido, inteligente y simptico como

  • usted, es, en verdad, digno de mejorsuerte.

    Peredonov se contone.Usted no necesita proteccin

    continu la viuda. Sin que la princesale ayude puede usted hacer una bonitacarrera, y no comprendo por qu norompe usted con Varvara. Una hermanade Rutilov tampoco le conviene a usted.Son muchachas poco serias, y ustednecesita una mujer como Marta, porejemplo

    Peredonov sac el reloj.Qu tarde es! exclam,

    levantndose.Verchina pens: He sabido tocarle

    en lo vivo al proponerle que se case con

  • Marta, y no se decide a hablar delasunto as de pronto.

  • II

    Varvara Dmitrievna Malochina, laamante de Peredonov, le esperabavestida con harto descuido, pero muyempolvada.

    Haba preparado para el almuerzounas empanadillas muy del agrado delprofesor, y corra a cada momento a lacocina, temiendo que la cocinera, la

  • gruesa Natalia, se comiese alguna. En surostro, que conservaba an como el ecode una pretrita belleza, se pintaban lasordidez y el mal humor.

    Peredonov, como siempre quellegaba a casa, sinti su esprituinvadido por el fastidio y el enojo. Entren el comedor, tir el sombrero sobre elantepecho de la ventana, se sent a lamesa y grit:

    Varia, la comida!Varia, segn acostumbraba, le sirvi

    la comida ella misma.Cuando le llev el caf, el profesor

    acerc la nariz a la taza e hizo unamueca de repugnancia. Varvara,asustada, le pregunt:

  • Huele mal el caf, ArdalionBorisovich?

    Peredonov le dirigi una miradasombra y repuso:

    Quiero cerciorarme de que no lehas echado veneno.

    Qu disparate, ArdalionBorisovich! Cmo se te ocurren esascosas?

    El profesor sigui olfateando la taza.Al cabo, se tranquiliz y dijo:

    Si hubieras echado veneno senotara. El veneno exhala un olorcaracterstico.

    Tras una corta pausa aadi:Puedes escribirle a la princesa

    que no me casar contigo mientras no me

  • d la plaza de inspector.Ardalion Borisovich, s

    razonable! La princesa es mujer depalabra y me ha prometidosolemnemente que tendrs la plaza encuanto se celebre nuestra boda. Mientrasvivamos juntos sin estar casados, me hahecho saber que no podr intervenir entu favor.

    Pues escrbele que nos hemoscasado ya, y todo est arreglado. Qu teparece la idea?

    Muy mal. La princesa podraenterarse de que la habamos engaado.Lo mejor es que fijes el da de la boda.Tendr que encargar el traje.

    Qu traje?

  • Voy a casarme hecha una puerca?Es preciso que me des dinero

    Dinero? Esprate sentada!El profesor sinti de pronto un

    maligno deseo de hacer rabiar a suamante.

    Sabes le dijo dnde heestado hoy?

    Dnde? pregunt ella muyinquieta.

    En casa de Verchina! contestrindose Peredonov.

    Podas tener amistades msinteresantes! grit Varia llena de ira.

    Y he visto a Marta.Vaya una beldad! Una boca de

    espuerta, la cara pecosa

  • Es mucho ms guapa que t!No tendra nada de extrao que mecasase con ella.

    Hazlo, si eres hombre! vocifer, roja de clera, la manceba.Vers cmo le pongo los ojos devitriolo!

    No me asustan tus amenazas.Cuando las oigo me dan ganas deescupirte

    Atrvete, cochino!No me he de atrever!Y con gesto indiferente, sombro, el

    profesor le escupi a su amante en plenafaz.

    Marrano! dijo ella, muytranquila, limpindose con la servilleta.

  • Peredonov call. Desde haca algntiempo trataba a Varvara con msbrutalidad.

    Marrano, marrano!Chitn, que viene gente!Ah, es Pavluchka! exclam

    Varvara, sonriendo.Lanzando alegres carcajadas entr

    Pavel Vasilevich Volodin, un jovenasombrosamente parecido a un carnero,de cabello lanudo, de ojos redondos einexpresivos Era maestro decarpintera en la Escuela de Artes yOficios.

    Ardalion Borisovich, mi queridoamigo! grit. Heme aqu!

    Sintate y come! le invit

  • Peredonov, a quien regocijaba aquellavisita. No sabes que pronto serinspector? La princesa se lo haprometido a Varia.

    El otro prorrumpi en una sonorarisotada.

    Se le saluda, excelentsimo seorinspector! grit, dando palmadas en elhombro de su amigo.

    Crees que es fcil ser inspector? Una simple denuncia y ctate sinplaza!

    Pero qu denuncia puedes ttemer?

    Qu s yo! Figrate quealguien me acusa de que leo librosprohibidos!

  • Lbrete Dios de leerlos!Ni por el forro los conozco, puedes

    estar seguro! replic el profesor,dirigindole a su visitante una miradarecelosa, y aadi: Quieres unacopita de vodka?

    Con mucho gusto, en tan buenacompaa! contest el joven carneril,inclinando la cabeza como si fuese atopar a alguien.

    Peredonov siempre se hallabadispuesto a echar un trago.

    Ambos bebieron.De pronto, Peredonov lanz a la

    pared el caf que quedaba en su taza.Volodin le mir asombrado. El papel dela pared estaba lleno de manchas y de

  • desgarrones.El profesor y su amante, al ver el

    asombro del joven, se echaron a rer.Es para vengarnos de la

    propietaria de la finca explicVarvara. Pensamos mudarnos muypronto. Pero no se lo diga usted a nadie.

    Magnfico, soberbio! exclamVolodin, regocijadsimo.

    Peredonov se acerc a la pared yempez a dar patadas en ella. Volodin leimit.

    Todos los das, despus de comerdijo el profesor, nos distraemos unrato en estropear este indecoroso papel,para dejarle un recuerdo a lasinvergenza del ama.

  • Y los tres estuvieron pateando,escupiendo y desgarrando, hasta que secansaron, el papel en mal hora escogidopor la propietaria para ornato delcomedor.

    Luego, Peredonov cogi un gato queronroneaba en torno de la mesa ungato blanco, grande y feo y se puso atirarle del rabo.

    Splale en los ojos le aconsej,muy excitado, Volodin. Vers qubufidos da

    El gato esforzbase en desasirse,maullaba, bufaba. Por fin, Peredonov losolt.

    No tard en llegar otra visita, SofaEfimovna Prepolovenskaya, una mujer

  • gruesa, de rostro maligno, casada con elinspector forestal. Apenas hubo tomadoasiento se encar con Volodin y le dijo:

    Veo que viene usted mucho a casade Varvara Dmitrievna!

    Vengo a casa de ArdalionBorisovich! replic con dignidad eljoven.

    De quin est usted enamoradoahora?

    Era pblico en la ciudad queVolodin buscaba una novia con dote yque se pasaba la vida haciendodeclaraciones amorosas y recibiendocalabazas.

    Eso es una cosa contest,ofendido que a nadie le importa,

  • seora ma.Tenga usted cuidado insisti

    Prepolovenskaya. Si VarvaraDmitrievna se enamora de usted, elseor Peredonov se quedar hurfano.

    La maligna seora acariciaba elproyecto de casar a Peredonov con suhermana, y haca todo lo posible porprovocar la ruptura entre Varvara y elprofesor.

    Peredonov escuchaba las reticenciasde Prepolovenskaya, y una sospechahorrible se insinuaba en su corazn.Existira acaso una intriga amorosaentre su amigo y su manceba, y habranconcebido ambos el diablico plan deenvenenarlo?

  • En aquel momento se oyeron gritosen el recibimiento. Peredonov y Varvarase levantaron asustados. l clav en lapuerta una mirada de terror. Ella avanzde puntillas y la entreabri sin ruido,apresurndose a cerrarla de nuevo. Losgritos aumentaban.

    Es Yerchija, la propietaria de lafinca! murmur. Vienecompletamente borracha. Quiere entraraqu y Natalia no la deja.

    Hay que esconderse! dijoPeredonov.

    Pero no tuvo tiempo de hacerlo.Yerchija irrumpi como una tromba enla habitacin, y por todo saludo soltunos cuantos juramentos.

  • Peredonov y Varvara trataron decalmarla. Varvara llev su amabilidadhasta el extremo de ofrecerle unaempanadilla; pero ella rechaz elobsequio, cada instante ms furiosa.

    Vaya unos inquilinos! Gritaba. Yo soy mujer casada y t

    De pronto se fij en las manchas ylos desgarrones del papel de la pared ysilb de un modo significativo.

    Ahora lo comprendo! Van ustedesa mudarse, eh?

    Quin le ha dicho a usted eso? protest Varvara. Ni por pienso,seora!

    Para qu bamos a mudarnos apoy Peredonov, encontrndonos tan

  • bien aqu?El ama no los escuchaba y agitaba

    los puos ante las narices de Varvara.Peredonov se haba parapetado detrsde su amante. Senta violentos impulsosde echar a correr; pero le retena en elcomedor una invencible curiosidad decomadre amiga de escndalos.

    Te voy a romper las muelas! Gritaba Yerchija.

    No escandalice usted, seora lerogaba Varvara. Tenemos visita.

    Y a m qu me importa?Volvindose hacia Prepolovenskaya,

    el ama depuso de pronto su actitudbelicosa y la salud muy humilde.

    Querida seora, perdneme! Me

  • permito decirle que no deba usted teneramistad con esta gentuza. Si supierausted qu cosas cuenta Varvara de suhermana de usted! Y a quin! A m, auna mujer mal educada y casi siempreborracha!

    Varvara, colorada como un tomate,grit:

    Yo no te he contado nada!Cmo! Te atreves a

    desmentirme? vocifer Yerchija,amenazndola con los puos.

    Calla, calla! suplic Varvara,confusa.

    Qu me he de callar!Y el ama se volvi de nuevo hacia

    Prepolovenskaya, y aadi:

  • Sabe usted lo que me ha dichoesta sinvergenza? Qu su hermana deusted es la querida de su marido!

    Prepolovenskaya se levant,indignada, y dirigindole a Varvara unamirada furibunda, profiri:

    Gracias! No esperaba yo eso deusted!

    Y si usted supiera lo que dice deusted continu el ama el propioseor Peredonov! Asegura que, antes decasarse, era usted punto menos que unaprostituta! Ya ve usted qu gente!Escpales usted en la cara, que bien selo merecen!

    Prepolovenskaya se dirigi a lapuerta, con aire de reina ofendida.

  • Peredonov le impidi salir.No le crea usted, es una

    embustera! Lo nico que he dicho unavez delante de ella es que es usted tonta.Todo lo dems lo ha inventado.

    Varvara tambin se esforz enapaciguar a la dama.

    No le haga usted caso! Bien sabeusted que es una imbcil.

    La otra se dej convencer. Al menos,aparentemente, se calm.

    No valen la pena de tomarse enserio las palabras de una borracha! dijo.

    En compaa de Varvara sali aljardn.

    Tiene usted ortigas! exclam,

  • detenindose ante unas matas quecrecan junto a la pared. Dme ustedunas pocas.

    Con mucho gusto! Pero para qulas quiere usted?

    Es un secreto!Dgamelo, querida! suplic

    Varvara. Entonces la otra le susurr casial odo:

    Frotndose el cuerpo con ortigasno se adelgaza. Mi hermana lo hacetodas las noches, y a eso le debe susbuenas carnes.

    Varvara hubiera dado cualquier cosapor engordar; a Peredonov no legustaban las mujeres delgadas, y ella sedevanaba los sesos buscando un

  • remedio para su delgadez. Ya lo habaencontrado! Se frotara el cuerpo conortigas.

    Tal fue la diablica venganza dePrepolovenskaya.

  • III

    La propietaria de la finca se march porfin, despus de proferir una larga seriede juramentos y amenazas. Varvara yPrepolovenskaya tornaron al comedor.

    Quieren ustedes que hagamos losfunerales de esa ta cochina, como sihubiese fallecido? propuso Volodin.

    La humorstica idea fue acogida con

  • entusiasmo.Traigan una almohada! grit el

    carneril individuo.Varvara llev de la alcoba una

    almohada muy sucia, que Volodin colocen el suelo.

    Figurmonos que esta almohadaes Yerchija, y cantemos las precesfnebres ante el supuesto cadver!

    Los cuatro empezaron a cantar agrito pelado, produciendo una algarabainfernal. Luego, pusironse a bailar unaespecie de cancn en torno de laalmohada, haciendo guios, sacando lalengua

    Terminado el baile, Peredonov, enun estado de violenta nerviosidad que

  • tena algo de frenes, sac la cartera,extrajo de ella unos cuantos billetes debanco de poco valor y, con un gesto dedesdn, se los tir a Varvara a la cara,gritndole:

    Toma! Para tu traje de boda!Los billetes se dispersaron por el

    suelo y Varvara se agach y fuecogindolos, nada ofendida por la formapoco correcta de la ddiva.

    Ya veremos si te casas, amiga! pens Prepolovenskaya, en cuyos labiosse dibuj una sonrisa prfida.

    Momentos despus se despidi. Enel vestbulo se encontr con una nuevavisita. Gruchina.

    Mara Osipovna Gruchina era una

  • viuda joven. Delgada, prematuramenteenvejecida, su rostro era simptico, perodemacrado y rugoso. Dirase, al ver susdientes negros y uas sucias, que nuncase lavaba. Si se le dan unos manotazosse pensaba, mirando su ropa selevanta una nube de polvo.

    Viva de una pequea pensin, a laque aada algunos ingresosinterviniendo como comisionista ennegocios de poca monta y haciendoalgunos prstamos, por los que cobrabacrecidos intereses. Placanle lasconversaciones escabrosas, yfrecuentaba el trato de los hombres, enla esperanza de volver a casarse.Siempre le tena alquilada una

  • habitacin en su casa a algn hombresoltero, empleado pblico las ms delas veces.

    Varvara la recibi con alegra; tenaque arreglar un asunto con ella.

    Estoy hasta la coronilla le dijo de esta endemoniada Natalia!Necesito buscar en seguida otra criada.

    Si quieres le propuso Gruchina vamos ahora mismo a buscarla.

    S. Y de paso me comprar la telapara el traje de boda. ArdalionBorisovich me ha dado ya el dinero.

    Le gustaba a Varvara, cuando iba decompras, que la acompaase Gruchina.La viuda le ayudaba a escoger yregatear.

  • Procurando que Peredonov no laviese, le llen a su amiga los bolsillosde empanadillas y bizcochos para losnenes. sta me necesita se dijo laviuda. Veremos lo que quiere de m.

    Tomaron un coche de punto. Aunqueno haba grandes distancias en la ciudad,Varvara, que se cansaba mucho a causade sus botas estrechas y sus altostacones, no era amiga de andar a pie.Desde haca algn tiempo slo solavisitar a Gruchina, y los cocheros queascendan en toda la ciudad a veinteni siquiera le preguntaban ya adndehaban de llevarla.

    Apenas el coche estuvo en marcha,Varvara empez a desahogar su corazn

  • atribulado.Ardalion Borisovich ha estado

    esta maana en casa de esa sinvergenzade Marta.

    Le quieren pescar! comentGruchina. Marta no piensa en otracosa!

    No s qu hacer! Cada da estms grosero A lo mejor se casa conotra y me deja plantada

    No, querida! No tema usted quehaga tal cosa. Los hombres seacostumbran a vivir con una mujer

    Cuando sale de noche y tarda nopuedo dormirme, temiendo que se hayacasado. Todas quieren casarse con l:Marta, esas imbciles hermanas de

  • Rutilov y tantas otrasClaudina, la criada recomendada por

    Gruchina, fue del gusto de Varvara, y seconvino en que aquel mismo da entrasea su servicio.

    Arreglado este asunto, las dosamigas dirigironse a casa de Gruchina.La viuda viva en casa propia.Advertase en su morada no menosdescuido y suciedad que en su persona.Tena tres chiquillos, tontos yantipticos, que a toda hora estabanhechos unos puercos.

    Varvara, por fin, entr en materia.Ardalion quiere que yo vuelva a

    escribirle a la princesa Volchansky. Perono me atrevo a molestarla. Puede que ni

  • me contestase.La princesa Volchansky, en cuya casa

    haba trabajado Varvara durante muchosaos como costurera, tena una hijacasada con un alto empleado delministerio de instruccin pblica, ypoda conseguir una plaza de inspectorpara Peredonov. Le haba escrito hacatiempo a Varvara dicindole que estabadispuesta a pedirle a su yerno ese favor,pero a condicin de que antes elprofesor y ella regularizasen susituacin. Ahora Peredonov estabaempeado en que su amante leescribiese a la noble dama recordndolesu promesa.

    Usted podra ayudarme, querida!

  • Con mucho gusto; pero cmo?Bien sabe usted que en lo que puedaserle til

    Se trata de una cosa muy sencilla:de que escriba usted una carta imitandola letra de la princesa para que yo se laensee a Ardalion Borisovich.

    Dios mo! Qu me proponeusted? exclam Gruchina, fingindosemuy alarmada. Eso es unafalsificacin!

    Varvara sac del bolsillo una carta.Aqu tiene usted la carta de la

    princesa. No le ser difcil imitar laletra.

    Gruchina se resista. A Varvara no sele ocultaba que acabara por consentir y

  • que lo que quera era hacerse pagar elservicio lo mejor posible. Le prometi,entre otros regalos, una bata de seda enbuen uso. Por fin la viuda comprendique no se le dara ni una hilacha ms, yaccedi.

  • IV

    La sala de billar del club estaba llenade humo. Peredonov, Rutilov, Volodin,Falastov y Murin un propietario rural,altsimo con cara de bruto habanterminado la partida y se disponan amarcharse.

    Haba sobre la mesa numerosasbotellas vacas. Los jugadores haban

  • empinado el codo de lo lindo. Muycolorados todos menos Rutilov, queconservaba su enfermiza palidez,cambiaban palabras groseras.

    Como casi siempre, Peredonovhaba perdido; era un mal jugador.Cuando, con gesto nada alegre, estabapagando, Murin se ech un taco a lacara, a modo de escopeta, le apunt ygrit:

    Fuego!Peredonov lanz un grito de terror y

    estuvo a punto de desmayarse. Habapensado, estpidamente, que Murinatentaba en serio contra su vida. Todossoltaron la carcajada.

    Detesto esa clase de bromas!

  • grit, airado, Ardalion Borisovich.Murin senta haberle asustado; su

    hijo estudiaba en el colegio, y elespantadizo profesor poda tomar unavenganza acadmica. Le pidi perdn yle sirvi un vaso de vino con agua deseltz.

    Soy un manojo de nervios explic Peredonov.

    Tu Varvara no te cuida! dijoRutilov.

    Yo a Varvara me la paso pordebajo del sobaco! Me casar con otra yla pondr a ella de patitas en la calle.

    No tienes redaos para eso!A que me caso maana mismo!Me apuesto diez rublos dijo

  • Falastov. Aceptas?Pero Peredonov, temeroso de perder

    los diez rublos, no acept.Al salir del club, los contertulios se

    separaron. Peredonov y Rutilov sequedaron solos. Rutilov empez ahacerle consideraciones a su compaerosobre la conveniencia de que se casaseen seguida con una de sus hermanas.

    No tengas miedo, todo estarreglado!

    Peredonov no vea, ni mucho menos,la cosa tan sencilla; pero el otrorechazaba sus argumentos.

    Esprame un poco en la esquinale dijo, y te llevar a la que quierasde mis hermanas. Vamos, no vaciles! Te

  • voy a probar en seguida que debescasarte con una de ellas. Dos y dos soncuatro, verdad?

    Naturalmente!Bueno; pues como dos y dos son

    cuatro, debes hacer tu esposa a una demis hermanas.

    Peredonov estaba estupefacto.Tiene razn! se dijo. Qu se leva a hacer? Tendr que casarme.

    En aquel momento llegaban a laesquina de casa de Rutilov.

    Pero convendra prevenirlas! objet Peredonov, tratando de darle, enlo posible, largas al asunto.

    Estn ya prevenidas y te esperanimpacientes.

  • S, peroVamos, decdete! Figrate la

    cara de Varvara cuando te vea llegar contu esposa!

    Son tan orgullosas tus hermanas!

    Bueno; eso no es un defecto.Y tan burlonas!Mientras no se burlen de tiYo qu s si se burlan!Pero yo s lo s! Te respetan

    mucho.Que lo prueben.Tiene gracia! Cmo van a

    probarlo?Que salgan las tres y que cada una

    me diga lo que har para que yo sea

  • feliz, si me caso con ella.Vaya un capricho!As ver que quieren, en efecto,

    casarse conmigo y que no se trata de unaburla

    Rutilov reflexion un poco.Bueno dijo; esprame. Tiene

    gracia tu exigencia! Voy a hablarles.Pero entra en el patio para que no tevean parado delante de la casa.

    Peredonov obedeci. El otro entren su domicilio.

    En el saln, cuyas ventanas daban alpatio, se hallaban las cuatro hermanasdel plido profesor: Larisa, ya casada,serena, suave, bella; Daria, viva yparlera, alta y delgada; Ludmila, el

  • regocijo personificado, y Valeria,exigua, delicada, monsima. Un poconerviosas, en espera, a todas luces, dealgo, coman nueces y pasas.

    Desde por la maana, las tressolteras estaban dispuestas a correr altemplo a casarse; slo les faltabaponerse las galas de novia, que tenan apunto.

    Ya lo he trado! dijo Rutilov,entrando. Est ah, en el patio.

    Las cuatro hermanas se levantaroncomo movidas por un resorte yempezaron a comentar animadamente lanoticia con donaires y risas.

    Pero ocurre una cosa aadiRutilov.

  • Qu? Acaba!No s cmo decrosloAl cabo, Rutilov les cont a sus

    hermanas lo que exiga Peredonov. Lastres doncellas se indignaron y pusieronal exigente profesor de vuelta y media.Pero poco a poco su ira fueaplacndose, y no tardaron lascuchufletas en sustituir a lasexclamaciones colricas y a los duroscalificativos.

    Habr que ver con qu cara msseria estar esperando nuestraresolucin! dijo Dara, remedando deun modo muy cmico la sombraseriedad de Peredonov.

    Luego abri la ventana y grit:

  • Ardalion Borisovich, podemosdecirle desde aqu lo que usted quiere,sin necesidad de bajar al patio!

    No! Tienen que bajar! contest el amante de Varvara.

    Dara cerr la ventana. Las cuatrohermanas prorrumpieron en carcajadas;aquella familia pasaba con la mayorfacilidad de la tristeza a la alegra msdesbordante.

    Peredonov sigui aguardando. Tenamiedo, no saba de qu. De buena ganahubiera huido, pero no se atreva.

    Sonaba a lo lejos un piano.Los sones vagos de la msica, en el

    silencio de la noche, ponan en el almauna languidez melanclica y convidaban

  • a soar.Los sueos de Peredonov eran de

    carcter ertico. Se imaginaba a lashermanas de su compaero en lasposturas ms voluptuosas, y se relamade gusto. Pero la larga espera acab poraburrirle y enojarle. Al aburrimiento yel enojo no tard en unirse el temor deque en aquella soledad, propicia aldelito, le robasen y hasta le asesinasen.Por fin oy ruido de puertas que seabran y de pasos que se acercaban.Ah estn, pens con alegra, lleno decarnal ansiedad.

    Rutilov, que bajaba delante, seasom a la puerta de la calle, secercior de que no haba moros en la

  • costa y les dijo a sus hermanas,detenidas en uno de los ltimos tramosde la escalera:

    Podis bajar.Y aadi, encarndose con

    Peredonov:Ah las tienes! No dirs que no

    acatan tus exigencias.La primera que apareci en el patio

    fue Dara.Bueno pregunt; qu quiere

    usted que yo haga para tenerle contento?Peredonov guard un sombro y

    hurao silencio.Le har a usted unos pastelillos

    tan ricos que se chupar los dedos. Perono le dejar atracarse, para que no se me

  • ponga malo.Yo dijo Ludmila, visitar

    todas las maanas a las comadres mschismosas de la ciudad y le contar austed luego sus chismes, lo que esperoque le divertir muchsimo.

    Yo dijo Valeria, con suvocecilla infantil, no quiero decirle loque har. Estoy segura de que ser muyde su agrado. Adivnelo usted!

    Y las tres hermanas echaron a correr,rindose.

    Bueno pregunt Rutilov; porcul te decides?

    Peredonov lo pens un poco. Lomejor se dijo ser casarme con lams joven.

  • Opto por Valeria! contest contono resuelto.

    Rutilov subi al saln.Ha elegido a Valeria les

    respondi a las cuatro hermanas, que leinterrogaban con los ojos. Estesperando.

    Larisa, Daria y Ludmila empezaron ahablar y a rer todas a un tiempo. Valeriase puso un poco plida.

    Creis que es para m un plato degusto? dijo, sonriendo tristemente.

    Al engalanarse, ayudada por sushermanas, las manos le temblaban. Sushermanas, un tanto celosas, dbanle milenhorabuenas.

    Has preparado coches? le

  • pregunt Daria a su hermano.Sera una locura ir en coche!

    Llamaramos la atencin de toda laciudad y Varvara se enterara y nosarmara un escndalo formidable.Iremos a la iglesia a pie, de dos en dos.

    Ser lo ms prudente.Valeria, de pronto, se ech a llorar.Creis que es para m un plato de

    gusto? Repeta, sollozando.Sus hermanas trataban de calmarla,

    acaricindola y besndola.Hars lo que quieras de l! Le

    deca Larisa para consolarla.Poco a poco fue tranquilizndose.Peredonov, cuando se qued solo, se

    entreg a deliciosas imaginaciones.

  • Figurbase a la gentil y fina Valeria enla alcoba nupcial, desnuda, ruborosa,trmulo de terror virgneo el cuerpecilloblanco y frgil. Pero de pronto recordque era coqueta, caprichosa, y pens quele hara gastar mucho dinero en vestidosy perifollos. Adis economas!

    Una sbita angustia invadi elcorazn del caviloso profesor. Valeria,ms atenta al adorno de su persona que alos cuidados del hogar, no sepreocupara de la cocina, y Varvarapodra sobornar a la cocinera y vengarsehacindola echar veneno en la comida.Adems, como estaba demasiadomimada, la linda muchacha no se dejaramaltratar. Cuando l le pegase o le

  • escupiera en la cara, empezara a llorar,le armara escndalos. No, no, aquellosera una esclavitud insoportable Msvala casarse con Ludmila. Ludmila erams sencilla, menos exigente.

    Peredonov dio unos golpecitos conel bastn en la ventana.

    Qu quieres? pregunt Rutilov,asomndose.

    He mudado de parecer. Prefiero aLudmila.

    Rutilov cerr la ventana, indignado.Qu canalla! Djoles, con voz

    temblorosa de ira, a sus hermanas. Yano quiere a Valeria, quiere a Ludmila.

    Valeria se puso contentsima.Ludmila se dej caer en un silln,

  • rindose como una loca.Aceptas? le pregunt su

    hermano.La nueva elegida, sin dejar de rerse,

    contest afirmativamente.Rutilov torn a abrir la ventana y le

    anunci a Peredonov.Ludmila est vistindose; pronto

    estar dispuesta.Que se d prisa! grit el otro

    con impaciencia. No vamos a acabarnunca!

    Y se puso a pensar en Ludmila. Eraalegre, gordita, apetitosa. Si no se rieratanto Se reira tambin de l Talperspectiva le inquiet. Prefera aDaria, linda tambin y ms formal.

  • Y volvi a dar unos golpecitos conel bastn en la ventana.

    Qu quieres? pregunt,asomndose, su compaero. Hascambiado otra vez de parecer?

    En su voz se advertan el enojo y laangustia.

    Prefiero a Daria!Dios santo!Cuando Rutilov desapareci,

    Peredonov, pensando en Daria, seacobard de nuevo. Daria erademasiado viva. Le fatigara. Adems,ninguna de las tres hermanas tenadinero ni relaciones. Varvara leescribira a la princesa quejndose de sutraicin, lo que podra perjudicarle en

  • su carrera, con tanto ms motivo cuantoque el director del colegio no le querabien.

    No, lo mejor era marcharse. Seguirall era peligroso; quiz alguienestuviera acechndole, dispuesto a caersobre l de un momento a otro y arobarle. Por aadidura, haca fro y l seacatarraba con facilidad

    Se acerc a la ventana y llam.No quiero casarme hoy! le dijo

    a Rutilov, cuando le vio asomarse.Pero si est todo preparado!,

    Ardalion Borisovich.No, no me caso hoy! Vmonos a

    casa, a jugar a las cartas

  • VCuando Peredonov, acompaado deRutilov que no perda la esperanza dehacerle su cuado, lleg a su casa,encontr, sentados ya a la mesa, aGruchina, a Volodin, a la seoraPrepolovenskaya y al marido de sta, unhombre de unos cuarenta aos, alto,plido, de pelo negro, extremadamente

  • parco en palabras.Varvara se haba engalanado, para

    hacer los honores, con un traje blancomuy alegre. Peredonov la hall hartoinquieta, a causa de su larga ausencia.Volodin haba aumentado la inquietud dela escamada amante, dicindole que suArdalion se haba quedado, en compaade Rutilov, a la puerta del club.

    Cuando los dos amigos entraron enel comedor, los convidadosacogironles con cuchufletas.

    Varvara, danos vodka! gritPeredonov.

    Servido el vodka, dijo:Bebamos!Y los invitados bebieron.

  • Sin vodka y sin cartas, Peredonov nohubiera sabido cmo divertirlos.

    Varvara haba cogido el cuchillo yse distraa en hacer con el extremo de lahoja rayas en el mantel. Peredonovsinti, de pronto, el temor de que selanzase sobre l y le degollase.

    Varvara! grit. Deja elcuchillo!

    Rein un silencio embarazoso.Gruchina, para romperlo, empez acontar historias picantes. Entre otrascosas, refiri cmo engaaba a sudifunto marido, que era muy celoso.

    Querrn ustedes creer dijoVarvara que Natalia, la criada quedespedimos hace unos das, est ahora

  • en casa del coronel de gendarmes?Peredonov se estremeci y el terror

    se pint en su rostro.Mentira! exclam.Te lo juro!Gruchina confirm la noticia.El anfitrin estaba fuera de s.

    Natalia poda calumniarle ante elcoronel de gendarmes, el cual, a su vez,poda denunciarle al gobierno!

    Mir con inquietud al estante delibros, donde haba algunos poco gratosa los ojos de la polica. l no los habaledo; haca mucho tiempo que no leanada, ni prohibido ni sin prohibir. Noreciba ningn peridico, y se enterabade las noticias polticas por las

  • conversaciones de sus compaeros.Salvo sus asuntos personales, todo letena en el mundo completamente sincuidado. Las suscripciones a peridicosy revistas parecanle gastos intiles.

    Se acerc al estante.Quieres ayudarme? le dijo a

    Volodin.Y fue entregndole los libros que se

    le antojaban peligrosos. Despus, ambosamigos, cargados de volmenes, pasaronal saln.

    El profesor se sent ante lachimenea apagada y procedi a laocultacin de todo aquel papel impreso.Uno por uno iba escondiendo en lachimenea los volmenes, con un gesto

  • de espanto. Volodin se los iba dando,muy serio, muy grave, como un hombreque se hace cargo de la importancia desu misin.

    Un poco ms tranquilo, Peredonovvolvi al comedor y les pregunt a losinvitados:

    Quieren ustedes que empecemosla partidita?

    Los jugadores eran siete. Peredonovjugaba con pasin, pero sin arte alguno,y perda. Casi todo el dinero iba a parara manos del matrimonioPrepolovenskaya: marido y mujer sehacan seas casi imperceptibles, pormedio de las cuales se ponanmutuamente en conocimiento de las

  • cartas que tenan.Rutilov amenizaba el juego con una

    charla incesante, levantaba falsostestimonios, contaba ancdotas erticasde un subido verdor. Para hacer rabiar asu compaero, empez a hablar de laconducta reprobable de los colegialesforasteros que vivan en casas dehuspedes.

    Fuman afirmaba, bebenvodka, les hacen el amor a lasmuchachas.

    Peredonov no lo pona en duda, contanto ms motivo cuanto que Gruchinadeca:

    Es verdad, es verdad!Ella haba intentado alquilarles

  • habitaciones a los colegiales sin familiaen la poblacin; pero como tena tanmala fama, el director lo habaimpedido, y la viuda estaba furiosa conl y con los colegiales.

    El director asegur es unhombre inmoral! Admite regalos enmetlico, lo s de buena tinta!

    La criada nueva apareci con lasopera. A la mitad de la comida, todos,incluso las mujeres, estaban ya ms omenos borrachos. Volodin propuso quese deteriorase un poco el empapelado, yla proposicin fue acogida con alegra.Los regocijados comensales, llenos deentusiasmo, empezaron a lanzarsalivazos, cerveza y aceite contra las

  • paredes y a arrancar de ellas estrechastiras de papel. Se hicieron apuestassobre la habilidad de cada uno paraarrancar tiras. El que las arrancaba mslargas, ganaba. Tambin en este juegoestuvo afortunadsimo el matrimonioPrepolovenskaya. Cuando termin lapartida, la aprovechada pareja habaganado rublo y medio.

    Luego de despedir en la puerta a losinvitados, el profesor y su mancebaretirronse al dormitorio y empezaron adesnudarse. De pronto, Varvara se irguiante Peredonov y le dijo:

    Te figuras que son unas Venus

  • todas esas seoritingas que quierenpescarte? No valen un comino! Yovalgo ms que todas ellas!

    En un santiamn se qued en cueros,y con una sonrisa de reto le mostr alprofesor su cuerpo, esbelto, flexible ydelicado como el de una princesa decuento azul. Dirase que una malvolahechicera haba colocado sobre aquelcuerpo delicioso la cabeza de unaramera ajada y mustia.

    Peredonov lanz una sonoracarcajada al ver desnuda a su querida.

    Tard mucho en conciliar el sueo,pensando en los numerosos enemigosque conspiraban contra l. El directordel colegio no le disimulaba su

  • hostilidad. Claro que l contaba con lapoderosa proteccin de la princesa;pero, sin embargo Rutilov y sushermanas, Verchina y la polaca, suscompaeros de profesorado, tambinintrigaban en contra suya. Volodinempezaba a inspirarle cierto recelo,hablndole siempre de su prximaelevacin al puesto de inspector. Quizproyectase matarle, apoderarse de suspapeles y arramblar con la inspectora.El haba ledo en los peridicos algopor el estilo.

  • VI

    Para que Volodin dejara de envidiarle yde armarle celadas, Peredonov decidibuscarle una novia rica.

    Quieres le propuso una noche que te case con la seoritaAdamenko?

    Con mil amores! contest eljoven carneril.

  • Al da siguiente encaminronse losdos a casa de la muchacha. Volodin sehaba puesto su traje nuevo y se habaperfumado el pelo con una fragantepomada. Tan grato a la vista y al olfato,se crea un hombre irresistible.

    Nadechda Vasilievna Adamenkoviva con su hermano en una casapropia, de ladrillos. Adems de la casaposea una finca rstica en las cercanasde la ciudad. Haca dos aos habaacabado sus estudios en el colegio local.A la sazn, se dedicaba a la lectura y ala educacin de su hermano, un colegialde once aos. Viva en compaa de losdos hermanos una anciana parienta, queera un cero a la izquierda en la casa y se

  • pasaba das enteros sin despegar loslabios.

    La seorita Adamenko evitaba eltrato con la gente que no era de suconfianza, y apenas lo tena conPeredonov. Si el profesor la hubieraconocido un poco ms, hubieracomprendido que era una estupidez elpretender casar con ella a Volodin.

    La joven, aunque la visita lesorprendi mucho, recibi amablementea los dos amigos. Creyendo agradar aPeredonov empez a hablar de lanecesidad de introducir reformas en loscolegios, de libros, de revistasliterarias. Con gran extraeza observque a sus visitantes no les interesaba

  • nada de aquello.Han ledo ustedes El hombre

    enfundado, de Chejov?, pregunt. Esun primor, verdad? Como en aquelmomento la joven le mirase a l, Volodinpregunt a su vez, sonriendo:

    Qu es El hombre enfundado? Unartculo? Una novela?

    Un cuento.Del seor Chejov?S, de Chejov! contest la

    joven, procurando mantenerse seria.Dnde se ha publicado?En El pensamiento ruso.En qu nmero?No lo recuerdo exactamente.El hermanito de Nadechda

  • entreabri la puerta, y clavando en losvisitantes sus lmpidos ojos azules, dijo:

    En el nmero del mes de mayo.No debe usted leer novelas an,

    jovencito! le amonest Peredonov.Hay que estudiar en vez de leerhistorias escabrosas!

    Qu bonito! le ri su hermana. Escuchando detrs de la puerta!

    La joven levant las manos, y conambos dedos meiques form un ngulorecto, lo que quera decir que elchiquillo en castigo deba retirarse a unrincn hasta nueva orden. El chiquillo loentendi al punto y se fue, muycariacontecido, a la habitacininmediata, en una de cuyas esquinas se

  • arrincon con ejemplar docilidad.Cuando viva mam pensaba, eraotra cosa: aunque hiciera algo malo nome mandaba al rincn.

    Volodin le prometi a la seoritaAdamenko buscar el nmero de Elpensamiento ruso en que haba visto laluz el cuento de Chejov. En la faz dePeredonov se pintaba un profundofastidio.

    Yo tampoco lo he ledo. No megusta leer tonteras!

    La joven se sonri y repuso:Es usted muy severo en su juicio

    sobre la literatura contempornea! Seescriben libros muy interesantes

    Las cosas de mrito que se han

  • escrito las he ledo hace mucho tiempo.Nadechda exhal un ligero suspiro y

    cambi de conversacin. Se habl de lasactualidades locales. Los dos visitantesse animaron un poco y entraron de lleno,sin tener en cuenta que hablaban con unaseorita, en la crnica escandalosa.

    Por fin se despidieron. En cuanto sehallaron en la calle, Peredonov felicit aVolodin. Estaba seguro de que su amigole haba parecido de perlas a la joven.

    Yo tambin creo dijo el carnerilindividuo que no le he parecido mal.

    Peredonov se resistaobstinadamente a casarse con Varvarasin que la princesa, de antemano, leprocurase la plaza de inspector.

  • Hoy mismo amenazbale confrecuencia a su amante me caso conotra y maana la traigo y te echo. sta esla ltima noche que duermes en casa.

    Y se iba a jugar al billar. Del clubsola irse, en compaa de Volodin yRutilov, a cualquier lupanar infecto,donde permaneca hasta cerca delamanecer. Varvara le esperaba sin poderdormirse, y el insomnio y la desazn leproducan a la pobre unas jaquecashorrorosas.

    Al cabo, Gruchina escribi la cartaque deba ensersele a Peredonovcomo de la princesa y se la entreg aVarvara, que, por ms que la letra no separeca gran cosa a la de la

  • empingorotada seora, qued satisfechadel trabajo. El profesor apenasrecordara la letra de la carta autntica,y no advertira de seguro lafalsificacin.

    Por fin! dijo Varvara muycontenta. Lo malo ser que preguntepor el sobre.

    Le responde usted: Lo he tiradoa la chimenea.

    Aquella noche, como de costumbre,Peredonov se retir muy tarde y de muymal humor. Varvara, plida y ojerosa, acausa de la larga e inquieta vigilia,gru:

    Podas haberme anunciado queno volveras hasta la madrugada!

  • Peredonov, para hacerla rabiar, lecont que haba estado en casa deVerchina.

    A la maana siguiente, cuandoestaban desayunndose, Varvara le dijo:

    Anoche, mientras t enamorabas aesa puerca de Marta, yo recib una cartade la princesa, contestndome.

    Peredonov se anim.Le habas escrito? No lo saba.No me dijiste que le escribiera?Bueno; qu te contesta?Lee!Varvara sac la carta del bolsillo y

    se la alarg al profesor, que interrumpiel desayuno y empez a leer con avidez.La supuesta contestacin le llen de

  • alegra. Por fin! Aquello ya era unapromesa positiva. No caba duda.

    Se visti a toda prisa y se lanz a lacalle, ansioso de ensearles la epstolaa todos sus amigos.

    Mire usted! le dijo a Verchina,a cuya casa se dirigi inmediatamente.

    La viuda ley de un modo rpido losprometedores renglones, lanz unabocanada de humo y pregunt:

    Dnde est el sobre?Peredonov se estremeci. Acaso

    habra escrito Varvara la carta ellamisma? Haba que pedirle el sobre enseguida. Y volvi a su casa casicorriendo.

    Varvara! Dnde est el sobre?

  • grit lo mismo fue llegar.Qu sobre? pregunt ella con

    voz trmula, dirigindole una miradaretadora.

    El de la carta de la princesa!Varvara respondi con fingida

    indiferencia:Lo tir. Para qu iba a

    guardarlo?Pero el profesor no se tranquiliz.

    Iba y vena nerviosamente por laestancia.

    La princesa! Murmuraba.Quiz la princesa que ha escrito la cartaviva aqu, en esta casa!

    Por la noche, en cuanto Peredonovse fue al club, Varvara corri a pedirle

  • ayuda a Gruchina.Tras largas deliberaciones, las dos

    amigas decidieron falsificar una nuevacarta. Varvara saba que Gruchina tenaamigas en Petersburgo. Poda envirselabajo doble sobre para que ellas lareexpidiesen.

    La viuda opuso una larga resistencia.Me da un miedo, querida! Desde

    que he cometido la falsificacin estoycon el alma en un hilo. Cuando veo unagente de polica me figuro que va adetenerme.

    Varvara necesit cerca de una horapara persuadirla; tuvo que darle dinero yprometerle una porcin de regalos. Porfin, Gruchina consinti, y se acord lo

  • siguiente: Varvara le dira a Peredonovque le haba escrito a la princesaacusndole recibo de su ltima carta ydndole las gracias; algunos dasdespus se enviara a Petersburgo elnuevo trabajo caligrfico de Gruchina,que sera reexpedido desde all bajo elsobre en que la falsificadora habraescrito la direccin de Varvara. En lanueva epstola, la princesa insistira ensu promesa de hacer inspector aPeredonov en cuanto se casase. Para queno faltase detalle, se perfumara unpoquito el papel. Todo se hizo conformese haba pensado. Y se arreglaron lascosas de suerte que llegase la carta de lacapital el domingo por la maana, a fin

  • de que Peredonov, que estara en casa,se rindiese a la evidencia.

  • VII

    El profesor decidi un da visitar atodos los personajes eminentes de laciudad. As se vera que era un hombrede orden, sin propsito criminal alguno,y quedaran desbaratadas las intrigas desus enemigos.

    Se puso el frac, prenda que porcierto no haba renovado haca mucho

  • tiempo y ya le vena un poco estrecha.Lament no poder lucir algunacondecoracin. Debido a las intrigas deldirector del colegio, no haba sido hastaentonces condecorado.

    Mi primera visita pens serpara el alcalde. Y se dirigi a casa dela suprema autoridad municipal.

    En el camino se encontr con elcoronel de los gendarmes, el seorRubovsky.

    El coronel, un hombre muy amable,estaba al corriente de cuanto acontecaen la ciudad; escuchaba gustoso todaslas habladuras; pero se limitaba aescucharlas y nunca meta baza en ellas.

    Los dos caballeros se saludaron y se

  • detuvieron un instante. Peredonov,despus de cerciorarse de que no leacechaba nadie, dijo con tono demisterio:

    He sabido que la criada quedespedimos hace poco est a su servicioDios sabe las cosas que le contar dem! No le crea. Todo son mentiras.

    No acostumbro a prestar odos alos chismes de la servidumbre! contest con acento digno el coronel.

    El profesor no le escuchaba.Es una ta! continu. Tiene

    un querido polaco, y quiz haya entradoal servicio de usted con el propsito derobarle documentos secretos.

    No tenga usted cuidado repuso

  • el otro secamente. No guardo planosde fortalezas!

    La palabra fortalezas llen deespanto a Peredonov; sin duda elcoronel la haba pronunciado para darlea entender que el da menos pensado leencerraran en una fortaleza.

    Le aseguro a usted, seor coronel,que soy vctima de las intrigas de misenemigos. Quieren perderme, y medenuncian sin cesar a las autoridades.

    Rubovsky le mir con extraeza y seencogi de hombros.

    Hasta ahora no he recibidoninguna denuncia contra usted.Tranquilcese

    Me oculta la verdad pens el

  • profesor angustiadsimo.

    En casa del alcalde se respiraban elbienestar y la tranquilidad. No se oaruido alguno. Los muebles erancmodos, los suelos estaban muylimpios, las ventanas daban a unhermoso y bien cuidado jardn.

    El alcalde, el seor Skuchayev,recibi a Peredonov con su amablesonrisa habitual. Era un hombre grueso yapacible, con el pelo cortado al rape.

    Vengo a hablarle a usted de unasunto! dijo el profesor, tomandoasiento en la butaca que el otro leofreca.

  • Estoy a su disposicin. En qupuedo servirle?

    El seor Skuchayev se figuraba quePeredonov iba a pedirle dinero, y noestaba dispuesto a prestarle ms deciento cincuenta rublos.

    Como es usted el personaje msimportante de la ciudad, he decididopedirle proteccin.

    El excelente sujeto, al or estaspalabras, adopt una actitud solemne ysalud con una ligera inclinacin decabeza.

    Ver usted, seor. Se habla muymal de m en la ciudad. Se dice, porejemplo, que no frecuento la iglesia, loque no es verdad.

  • En efecto, yo le veo muy amenudo en misa.

    Se dice tambin que les cuentocuentos en clase a los alumnos en vez deexplicarles la leccin. Tambin eso esmentira. Se me achacan, adems,relaciones ilcitas con mi prima Varvara.Es una calumnia, seor; pero, paraevitar comentarios escandalosos, piensocasarme en breve con mi susodichaparienta.

    S, sera lo mejor. Porque, laverdad, se murmura Hasta loscolegiales Esos mocosos lo sabentodo y en todo se meten. Y hay queevitar el mal ejemplo Una vezcasados nadie podr criticarles a

  • ustedes.No me ha sido posible casarme

    hasta hora; pero puede usted estarseguro

    Celebrar mucho que lo hagausted, amigo mo. Puede usted contarcon mi apoyo. Aunque soy un hombre deescasa instruccin, gozo de ciertaconsideracin en la ciudad y creo queconseguir poner coto a la maledicenciapblica.

    Tengo tantos enemigos!Puedo, pues, contar con usted?

    En absoluto! contestSkuchayev, orgulloso de su autoridad ysu poder.

    Al da siguiente, Peredonov

  • encaminse a casa del fiscal.Iba de un humor endiablado. Todo le

    era antiptico: el cielo, las casas, lostransentes, los nios que jugaban por lacalle. No le inspiraba afecto nada ninadie. Detestaba lo limpio y lo fino. Susdiscpulos predilectos eran los sucios ymal vestidos. El ver algo no maculadolo irritaba.

    La casa del fiscal le produjo buenaimpresin: era un casern viejo, cuyosaltos muros haba ennegrecido ydeteriorado la intemperie. Tena elaspecto adusto y amenazador de unafortaleza. Estaba cerrada a piedra ylodo. Detrs de la puerta se oan losgruidos de un perro, sujeto con una

  • cadena.Peredonov llam y oy dentro los

    quedos pasos de alguien que se acercabade puntillas, y que antes de abrir debide mirar, cauteloso, a la calle por unarendija.

    Son al fin el spero ruido delcerrojo; la puerta gir sobre sus goznes,y ante los ojos del profesor apareciMalania, la criada del fiscal.

    Momentos despus, Peredonovavanzaba casi a tientas por un oscurocorredor.

    Ah! Es usted? le gritAvinovitsky.

    El severo funcionario no hablaba,gritaba; dirase que amenazaba a sus

  • interlocutores. Era un hombre de rostrosombro, que pareca destinado por laNaturaleza a tronar contra todo bichoviviente. Inspiraba un terror general. Acada momento mentaba la crcel, laSiberia

    Vengo a hablar con usted de unasunto! dijo Peredonov.

    Viene usted a confesar algndelito? Ha asesinado usted a alguien?Ha incendiado usted alguna casa? Hacometido usted algn robo? bromeAvinovitsky. O ha sido usted acasovctima de algn crimen? Todo esposible en esta ciudad abominable.Nuestra polica no sirve para nada, y loextrao es que no se encuentren todas

  • las maanas unos cuantos cadveres enla Plaza Mayor Sintese, sintese!Es usted criminal o vctima?

    No soy criminal, seorAvinovitsky, aunque, si las intrigas de midirector tuvieran xito, pasara por tal.

    En vista de eso voy a ofrecerle austed una copa de vodka y algunosfiambres

    El fiscal cogi una campanilla quehaba sobre la mesa y la agit. Como noacudiese nadie, la agit de nuevo de unmodo furioso y acab por tirarla alsuelo.

    Malania! Malania! vocifer,dando patadas en el entarimado.

    Se oyeron unos pasos lentos y entr

  • un colegial como de trece aos, hijo deAvinovitsky. Salud con cierta dignidada Peredonov, recogi del suelo lacampanilla, la coloc en su sitio y dijo:

    Malania est en el jardn.El fiscal se calm al punto, y

    mirando a su hijo con una ternurasorprendente en varn tan poco suave, lerog:

    Quieres decirle que nos traigaalgo de comer y beber?

    El muchacho sali sin apresurarse.Avinovitsky le sigui con una miradallena de cario y de orgullo; pero, encuanto dej de tenerle al alcance de lavista, torci el gesto y grit de un modotan descompasado, que Peredonov se

  • estremeci:Aprisa, aprisa!El colegial ech a correr.Es mi heredero! Un guapo

    muchacho, verdad? Acaso no haga del un genio; pero har un hombre fuertede cuerpo y de espritu Me hepropuesto forjarle una voluntad y unasalud a prueba de bomba. Los hombresde nuestra poca son unas damiselas. Letemen al fro, a la humedad. Losalemanes han inventado, hacindosedignos, a mis ojos, de que se lescondene a trabajos forzados, losridculos calzoncillos de punto.Figrese usted a mi hijo concalzoncillos de punto! Le he

  • acostumbrado a revolcarse en cuerossobre la nieve al salir del bao caliente.No le teme ni al fro ni al calor!

    Malania no tard en cumplir laorden de su amo. Coloc sobre la mesavarios platos con salchichn, jamn,escabeche y otros fiambres y subidespus, de la bodega, unas cuantasbotellas.

    Se venden en esta ciudad unoscomestibles malsimos! grit el fiscal. Los tenderos son unos ladrones! Seles deba condenar a muerte!

    Y empez a perorar, a voz en cuello,defendiendo la pena capital.

    Dicen que es una pena brbara!En modo alguno, seor! La ciencia ha

  • demostrado la existencia del criminalnato. Qu se va a hacer con el criminalnato? Condenarlo a cadena perpetua ydarle de comer toda su vida por cuentadel Estado? No! El contribuyente notiene obligacin de mantenerdegenerados. Aviados estaramos! Alcriminal nato hay que ahorcarlo. Es loms justo y lo menos costoso.

    El magistrado abord luego elproblema de la instruccin pblica.

    Nos hemos hecho demasiadoliberales aseveraba. Se coqueteacon la plebe. Los hijos de loscampesinos son admitidos en loscolegios y las universidades. Con locual se le restan brazos a la agricultura y

  • es cada da mayor el nmero de lossocialistas.

    Nuestro director dijoPeredonov admite en el colegio noslo hijos de campesinos, sino inclusode cocineras.

    Por fin Avinovitsky pregunt:Bueno, cul es el asunto que le

    trae a usted por aqu?Tengo enemigos, seor fiscal. Se

    me calumnia, se hablan pestes de mConozco a la gente de esta ciudad.

    Es de lo ms puercaLa princesa Volchansky me ha

    prometido una plaza de inspector, y seme tiene envidia. Las habladuraspueden perjudicarme. Ms les valdra a

  • mis enemigos preocuparse de su propiaconducta. El director del colegio, porejemplo, est capacitado para hablarmal de nadie? Los colegiales fuman,beben vodka, les hacen el amor a lasmuchachas

    Oyndole contar al profesor lasintrigas de sus enemigos, Avinovitsky seindignaba, y de cuando en cuandoprofera:

    Cobardes! Canallas!Se me acusa de nihilismo. Y soy

    un patriota, un hombre de orden. Nuncaleo. Empleo mi tiempo en cosas msserias.

    Avinovitsky dedujo que Peredonovera vctima de una tentativa de chantaje:

  • sin duda se le quera sacar dinero pormedio de amenazas.

    Le inspiran a usted confianzatodas las personas que frecuentan sucasa?

    Le dir a usted, Gruchina, porejemplo

    Gruchina? La conozco! Es unamujer peligrosa.

    Yo jurara que va a casa aespiarme.

    Seguramente conspira contra subolsillo. No tenga usted cuidado, servigilada! Si se dejara campar por susrespetos a toda esa canalla, no se podravivir.

    El magistrado sali hasta la escalera

  • a despedir a Peredonov.Mucha gente de la que anda suelta

    por esta ciudad; gritaba con su voztonante, mientras el otro bajabahaciendo reverencias deba estar enpresidio. Pero yo no la pierdo de vista.

    El profesor visit despus, cada da auno, al jefe de polica, al presidente dela Audiencia y a algunos otrospersonajes. A todos les habl de lasintrigas de sus enemigos, que queranperderle a toda costa, y de los que nohaba crimen que no fuera de temer.

  • VIII

    Oh querida! exclam Gruchina, alver entrar a Varvara, a quien habamandado llamar. Qu noticia!

    Dgala, dgala!Gruchina tom precauciones; ech a

    los nios a la calle.Lrgate, sinvergenza! le grit

    a la nena, que se resista a irse.

  • La sinvergenza sers t! lecontest el pimpollo. La viuda cogi ala pequea de los pelos, la arrastrhasta la calle y cerr la puertapresurosa. La pequea le tir a la carapor el ventanillo un puado de arena.

    Sierpecilla, si salgo! Amenazle su madre, enfurecida. Tela vas a ganar, imbcil!

    No te tengo miedo! La imbcilsers t! replic la pequea, y sac lalengua.

    Gruchina cerr el ventanillo, sesent y dijo:

    He aqu la noticia. Hace poco,como sabe usted, ingres en el colegioun alumno de quinto ao, que se llama

  • PilnikovS, un muchacho muy guapo, que

    parece una jovencita.No es extrao que lo parezca!

    Como que es, en efecto, una jovencitadisfrazada de hombre!

    Qu me dice usted?Lo que oye usted, querida! Se

    trata de una maquinacin para coger enuna trampa al seor Peredonov.

    En una trampa? Y usted,cmo lo sabe?

    No se habla de otra cosa en laciudad. Y adems, yo lo s todo! A mno es posible ocultarme nada. Se hatramado una conspiracin contra todoslos profesores en general y,

  • principalmente, contra ArdalionBorisovich. Disfrazada de muchacho, lajovencita podr hacer mil diabluras

    Dnde se hospeda?En casa de Kokovkina. Hoy la he

    visto y le he dicho: Tenga ustedcuidado, que su husped de usted eshuspeda.

    Y qu ha contestado?Se ha echado a rer, creyendo que

    yo hablaba en broma.Varvara estaba estupefacta. A pesar

    de su poca verosimilitud, no habapuesto en duda nada de lo que acababade or. Qu gente! Pensaba. Quhorribles intrigas!.

    Por la noche se lo cont a

  • Peredonov, que tambin se quedpasmado; haba que apresurarse adesbaratar la nueva asechanza.

    El sbado, en el oratorio, se situdetrs de los colegiales y vigilatentamente su conducta. Los que, en susentir, no guardaban la debidacompostura eran tantos, que tema nopoder recordarlos a todos, y lamentabano haberse provisto de papel y lpizpara apuntar sus nombres.

    En realidad, los pobres muchachosestaban muy formales.

    Los ojos de Peredonov buscaron,entre los alumnos de quinto ao, a SachaPilnikov, y no tardaron en encontrarlo.El colegial nuevo rezaba con suma

  • devocin. Esbelto, de tez delicada ymejillas color de rosa, pareca, enefecto, una joven de quince o diez y seisabriles.

    Olga Vasilievna Kokovkina, lapatrona de Sacha Pilnikov, era viuda deun empleado pblico. Su marido lehaba dejado una renta muy modesta yuna casa, aunque no muy grande, lobastante capaz para que pudiese alquilaralgunos cuartos. Sus huspedes solanser colegiales bien educados, lo que lehaba conquistado una buena reputacin.

    Era una vieja enjuta, alta, de rostrobenigno, que ella, a veces, se empeaba,sin conseguirlo, en que pareciesesevero.

  • Cuando lleg Peredonov estabasentada a la mesa en compaa deSacha.

    La visita la sorprendi.He venido dijo el profesor a

    ver cmo vive este joven. Losprofesores nos hallamos en el deber

    La vieja les ofreci una taza de t.Tomado ste, pasaron los tres a lahabitacin del colegial. La presencia deKokovkina cohiba en extremo aPeredonov, que exhal un suspiro desatisfaccin cuando la criada entreabrila puerta y la llam para hacer la cuentade la plaza.

    Al quedarse solos en la estanciaprofesor y alumno, una gran confusin se

  • pint en el rostro del muchacho. Susojos, de largas y negras pestaas,rehuyeron, tmidos, la mirada dePeredonov.

    Bueno pregunt ste,rodendole la cintura con un brazo;qu cuentas, amiguito?

    El joven se puso colorado como untomate, y mir con espanto al cariosopedagogo.

    Tienes cara de nia. Eres unania, verdad? Dmelo francamente.

    Eso es una mentira que haninventado los colegiales para hacermerabiar. Se burlan de m porque no megusta or palabras malas No estoyacostumbrado.

  • Es muy severa tu mam?No tengo mam. Vivo con mi ta.A qu colegiales les ha odo

    usted palabras malas?Sacha volvi a ruborizarse y no

    contest.Bueno estoy esperando su

    respuesta! insisti el profesor. Estusted obligado a decirme qucolegiales

    No quiero denunciar a nadie.Por qu?Porque sera una vileza.Pues yo le denunciar a usted al

    director, y l le obligar a usted adecirlo todo!

    Sacha clav en el profesor una

  • mirada llena de clera.Usted no har eso! dijo.Vaya que lo har! As aprender

    usted a no ser encubridor de suscompaeros.

    En aquel momento entr Kokovkina.Hay que castigar a este jovencito!

    le dijo el profesor con severidad.La vieja se sent junto al colegial.Qu ha hecho? pregunt

    inquieta.Peredonov la puso en autos de lo

    que suceda.Si no dice quines son los

    colegiales mal habladosNo lo dir! interrumpi

    resueltamente Sacha.

  • Ve usted? Su obstinacin enmodo alguno debe quedar impune.

    Pero, Ardalion Borisovich arguy la buena mujer, cmo quiereusted que denuncie a sus compaeros?

    Es su deber!Si lo hace le pegarn.Ya se guardarn! Si tiene miedo,

    que lo diga en secreto. Nadie lo sabr.Dilo, pequeo! suplic la vieja

    . Se quedar entre nosotros.Sacha no contest y se ech a llorar.

    Kokovkina, abrazndole, le dijo en vozqueda algunas palabras al odo. Pero lsacudi negativamente la cabeza.

    No quiere! se lament lapupilera.

  • Habr que sacudirle el polvopara que hable! grit, furioso,Peredonov. Dme usted una buenavara!

    Kokovkina se levant indignada.No tengas miedo, Sacha! Delante

    de m nadie te tocar ni el pelo de laropa!

    Como usted quiera, seora. Mas,en ese caso, me ver obligado acontrselo al director.

    Pintada en la faz una terrible clera,Peredonov se retir.

    Al da siguiente, el profesor y sumanceba se mudaron por fin de casa. La

  • propietaria les despidi con lo msescogido de su repertorio de insultos ymaldiciones.

    La mudanza se solemniz con unamisa en la nueva morada: Peredonovquera hacer ver que era un hombrecreyente y po.

    Cuando se estaba celebrando elSanto Sacrificio le sucedi una cosamuy rara. Un ser extrao, indefinible,exiguo y gris, de una pasmosa agilidad,trmulo como una llamita agitada por elviento, empez a dar rpidas vueltas entorno suyo, dirase que burlndose de l.El profesor intent varias veces cogerlo;pero se le escapaba veloz; se escondadebajo de los muebles para reaparecer,

  • a los pocos momentos, burln, gris,ligero, enigmtico.

    Al final de la misa, Peredonovpronunci algunas palabras de conjurocontra las fuerzas malficas de laNaturaleza, y el extrao ser, espantado,lanz un leve silbido y huy por debajode la puerta. El profesor exhal unsuspiro de alivio; mas, al mismo tiempo,pens: Es posible que viva aqu, enesta casa, bajo el entarimado. Si viveaqu, no ser sta la ltima vez que salgaa burlarse de m.

    Ya solo en la casa, cuando todos,incluso Varvara que se haba ido decompras con Gruchina, habansemarchado, Peredonov se devanaba los

  • sesos tratando de averiguar el sitiodonde se haba escondido el trasgo. Lobusc por todos los rincones, registrconcienzudamente los armarios. Unabata de Varvara, con muchos pliegues ycintajos, le hizo fruncir el ceo.

    He aqu un escondrijo murmur que al maldito acaso le hayaparecido de perlas.

    Y luego de examinar la bata con grandetenimiento, la cort en mil pedazos yla tir a la chimenea.

    Aquella noche, Peredonov visit aldirector del colegio, seor Jripach, y lecont que Sacha Pilnikov, el colegial

  • nuevo, era una muchacha. Urga enextremo, a su juicio, tomar unadeterminacin. La misteriosa intrigapona en grave peligro las buenascostumbres del establecimiento.

    El director le oa con una curiosidadmaligna, diciendo para sus adentros:Este hombre no est bien de lacabeza.

    Peredonov, en vista de que el seorJripach no se apresuraba adesenmascarar a Sacha, les cont lahistoria a sus compaeros deprofesorado y a todo el que le quiso or.Estaba seguro de que si desbarataba laintriga, las autoridades sabran apreciarsu celo, y no slo se le dara la plaza de

  • inspector, sino que, por aadidura, se lecondecorara.

    Para poner ms de relieve su fervorpedaggico, empez a visitar las casasde los colegiales, sobre todo las de losque pertenecan a familias humildes.Llegaba, les contaba horrores a lospadres acerca del comportamiento delos muchachos y manifestaba granempeo en que se les pegase ipso factouna paliza. Se les impona, en supresencia, el contundente correctivo, yse retiraba, con la satisfaccin del debercumplido.

    Al da siguiente, en el colegio,aluda, muy orgulloso, a sus hazaas dela vspera, ante los alumnos vapuleados,

  • que le oan mohinos y confusos.

    La historia de la muchacha disfrazada demancebo empez a ser la comidilla detoda la ciudad.

    Ludmila, una de las hermanas deRutilov, se llen de curiosidad y decidihacerse amiga de la misteriosamuchacha disfrazada. La realizacin desu propsito no era difcil: las hermanasdel plido y currutaco profesor conocany trataban a Kokovkina, la patrona dePilnikov.

    Cuando la regocijada doncella llega casa de Kokovkina, la vieja y Sachaestaban sentados a la mesa, tomando el

  • t.Qu tal, mi querida Olga

    Vasilievna? grit Ludmila, abrazandoa la vieja. No se le ve a usted!Quiz este pcaro joven me la tiene austed secuestrada?

    Sacha se puso colorado y saludtorpemente.

    La conversacin no tard en ser delo ms animada. Verdad es que la que lohablaba casi todo era Ludmila.

    Bueno; seor colegial preguntcon sorna. No dice usted nada? Nose atreve usted ni siquiera a levantar losojos?

    Es tan sencillo! explicKokovkina.

  • Yo tambin soy muy sencilla!Nadie lo dira! exclam Sacha.Ludmila prorrumpi en una alegre

    carcajada y clav en el muchacho unamirada viva y ardiente.

    Mire usted la mosquita muerta!Conque no cree usted en mi sencillez?

    Sacha se puso colorado hasta la razde los cabellos.

    He querido decir solamenteque es usted una muchacha que notiene nada de encogida.

    Ay qu gracia! Es encantador elchiquillo!

    La mano de nieve de Ludmila sepos sobre la cabeza del colegial, quehuy, rindose, a su habitacin.

  • Bsqueme usted un novio! Suplicle a la vieja la risuea doncella,con ojos llenos de malicia.

    Cmo lo quiere usted?Moreno, querida, muy moreno,

    como el colegial! Y con las mismascejas negras, y las mismas pestaaslargas, y el mismo pelo casi azul. Esguapo el chiquillo, muy guapo!

    Cuando su gentil admiradora selevant para marcharse, Sacha lepregunt:

    Me permite usted acompaarla?Slo hasta el primer punto de

    coches contest ella un poco ruborosay con voz acariciadora.

    Ya en la calle, le dijo:

  • Usted siempre estudiandoNo siempre. A ratos leo. Me gusta

    leer.Cuentos para nios?No! Poesas, novelasA m tambin me gusta leer. Pero

    slo por la maana. Casi todo lo demsdel da lo suelo invertir en acicalarme,en perfumarme. A usted qu le gusta,adems de la lectura?

    Sacha mir a la joven tiernamente,con un brillo acuoso en las pupilas, yrepuso muy quedo:

    Me gusta que me quieran.Ja, ja, ja! Tiene gracia el

    chiquillo!Qu burlona es usted!

  • Al despedirse del colegial junto alestribo, Ludmila le estrech la mano confuerza.

    Muchas gracias, querido, por lacompaa!

    Las dems hermanas de Rutilovesperaban, llenas de impaciencia, a laregocijada joven.

    Qu! Le has visto? Es, enefecto, una muchacha? Le preguntarontodas a la vez.

    Historias! Es un chico, no osquepa duda! contest. Y muysimptico. Moreno, muy moreno, conuno ojos como ascuas, y ms

  • inocente!Y se ech a rer a carcajadas, sin

    que las otras acertasen a comprendercon qu motivo.

    Toda la noche estuvo inquieta,desasosegada. Turbbanla sueosardientes y la despertaba a cada instanteun a modo de incendio de su carnelozana y virgen.

    Se haba enamorado de Sacha.

  • IX

    Volodin empez a darle lecciones deebanistera al hermano de la seoritaAdamenko, su pretendida. Esperaba que,despus de las clases, la joven leinvitara a tomar con ella una taza de ty que, de esta manera, las relacionesentre ambos iran hacindose msntimas. Pero sufri una cruel

  • decepcin: se le introduca directamenteen la habitacin convertida en taller desu discpulo, y rara vez vea a laseorita.

    Aquella actitud lo desconcert, alprincipio, un poco; mas acab porinterpretarla de un modo optimista. Lajoven pensaba no quierecomprometerse.

    Peredonov y Varvara le asegurabanque la hermana de su discpulo leamaba.

    Hay que estar ciego para noadvertirlo! Deca el profesor.

    Adems, usted es para ella unaexcelente proposicin! AadaVarvara.

  • Y una maana, Peredonov y Volodindecidieron presentarse en casa de lahurfana y exponerle las pretensionesdel carneril individuo.

    Los dos amigos se emperejilaronridculamente. Peredonov se puso unacorbata blanca, y Volodin estren unaencarnada con rayas verdes.

    Yo, como intermediario explicaba el profesor, debo llevar unacorbata modesta, y, en cambio, t debesllevarla de colores vivos, quesimbolicen lo ardoroso de tu pasin.

    La seorita Adamenko les hizo pasara la sala. Su visita y su aire solemne leparecan muy extraos.

    Qu hermoso tiempo! dijo

  • Peredonov, cuando los tres se hubieronsentado.

    Hermossimo! asinti Volodin.Un silencio largo, embarazoso,

    sigui a tan interesantes expansionesclimatolgicas.

    Se adverta que los visitantes tenanalgo ms que decir y no saban cmoentrar en materia.

    Por fin, Peredonov tosi, frunci lascejas y pronunci las siguientespalabras:

    Nadechda Vasilievna, venimos ahablar de un asunto de sumaimportancia.

    S, de suma importancia! confirm Volodin.

  • Se trata de l! aadi elprofesor, sealando con el dedo a suamigo.

    S, de m!Volodin sealbase con el dedo a s

    mismo. Nadechda Vasilievna se sonri.Soy toda odos!Yo hablar por l dijo

    Peredonov. Es demasiado tmido,demasiado modesto, a pesar de susbuenas prendas. Es un joven digno,honrado, sobrio. Gana poco; pero eso noimporta.

    El otro inclin carnerilmente lacabeza.

    Habla t algo! le anim supanegirista. Quieres que lo hable yo

  • todo?Gano poco, en efecto; pero no me

    faltar nunca un pedazo de pan. Aunqueno he estudiado en la Universidad, soyun hombre que puede presentarse encualquier parte.

    Hechas estas afirmaciones, Volodincall y baj de nuevo la frente, comopara topar.

    Pues bien continu Peredonov: mi amigo desea contraermatrimonio. El hombre no debe vivirsolo.

    Sobre todo aadi el carnerilsujeto si encuentra una mujer digna deser su esposa.

    Tambin usted deba casarse,

  • seorita dijo el profesor.En aquel momento se oy como una

    risa contenida, en el pasillo, y NadechdaVasilievna dirigi una severa mirada ala puerta.

    Le agradezco a usted mucho repuso el inters que se toma por m.

    Usted no necesita prosigui elprofesor un marido rico, puesto que loes usted. Necesita un marido que la amey la respete como mi amigo Volodin.S, la ama. Acaso usted tampoco lo mirecon malos ojos. En fin, usted es el paoy yo le traigo el comprador.

    La seorita Adamenko se morda loslabios para no soltar la carcajada.

    Qu dice usted de pao y

  • comprador? pregunt, con los ojosbajos. No lo entiendo.

    Pues no es tan difcil de entender! Bueno; ms claro: tengo el honor depedir, para el seor Volodin, su mano ysu corazn.

    Se oy en el pasillo, de nuevo, comouna risa contenida, ahora de un modoms distinto.

    Nadechda Vasilievna clav en losvisitantes una mirada burlona; lainesperada declaracin le pareca unaridcula insolencia.

    S confirm Volodin,llevndose la mano al lado siniestro delpecho; tengo el honor de pedir sumano y su corazn, seorita.

  • Se levant, hizo una reverencia,avanz hacia la joven, se arrodill a suspies, le cogi una mano y se la bes.

    Nadechda Vasilievna! grit,con los ojos en blanco. La adoro austed!

    Y se dio un formidable puetazo enel pecho.

    Le suplico que se levante!Volodin obedeci, volvi a sentarse,

    y apretndose el corazn con ambasmanos, repiti:

    Nadechda Vasilievna! La adoroa usted!

    Le ruego que me perdone contest ella; pero me es imposiblecorresponderle. Tengo que educar a mi

  • hermano. No lo oye usted llorar en elcorredor?

    Qu le va ni le viene en esto a suhermano?

    Mucho ms de lo que ustedpiensa, caballero. Necesito pedirleconsejo. Tenga usted la bondad deesperar un instante.

    La hurfana corri al pasillo, rodecon un brazo el cuello de su hermano yse dirigi con l a su cuarto.

    Pcaro! Decale. Siempreescuchando detrs de las puertas!

    En el cuarto de Nadechda, los doshermanos dieron rienda suelta a la risa,que amenazaba ahogarles.

    Has odo? pregunt Nadechda.

  • Calla! Estaba ya a punto de soltarel trapo.

    Vas a venir conmigo a la sala y novas a hacer ninguna tontera. Cuando yote pida consejo, contestas que no quieresque me case, sabes? Si te dan ganas derer, te tapas la cara con el pauelo.

    La joven y el nio entraron en la salatodo lo serios que pudieron, y sesentaron.

    Me he visto y me he deseado dijo ella para calmarle. Lo que hallorado el pobrecito! Como he hecho lasveces de madre, la sola idea dequedarse sin m

    Micha, para que no le viesen rer, setap la cara con el pauelo, segn lo

  • convenido, y empez a fingir quelloraba.

    Hi, hi, hi!No llores, monn! Mira, el

    seor Volodin quiere que me case conl.

    Qu sera entonces de m? gimi el nio. No quiero que tecases, no!

    Volodin, herido en su amor propio,protest con acento airado:

    Me parece absurdo, NadechdaVasilievna, que le pida ustedconsentimiento a una criatura como suhermano!

    Es ms que absurdo: es ridculo!refunfu Peredonov.

  • Se debe ser, pues, cruel con losnios?

    Cruel, no, seorita respondiVolodin; pero blando, tampoco.

    El seor Volodin me pegar! Llorique Micha. No quiero que tecases!

    Ya lo oye usted! Contra suvoluntad no puedo casarme.

    Y que una mujer se someta a lavoluntad de un mocoso!

    No, no puedo casarme contra suvoluntad! Usted, por lo visto, no tendrainconveniente en destrozar su corazn.Dice bien la pobre criatura: le pegarausted! Y quiz a m tambin!

    Por Dios, Nadechda Vasilievna!

  • Pegarle yo a usted? Osar mi mano?La joven, sonriendo, interrumpi:Adems, soy muy feliz soltera.Piensa usted quiz pregunt

    Volodin, sarcstico ingresar en unconvento?

    O tal vez aadi el profesoren una colonia tolstoiana?

    No contest Nadechda. Estoydivinamente en mi casa.

    Y se levant. Los dos amigos laimitaron.

    Considere usted, seorita insisti Peredonov, que es un bellosujeto. Le respondo de l.

    Le agradezco a usted infinito elhonor que me hace; pero no puedo

  • aceptar, caballero.Volodin, pintada en el rostro la

    desesperacin, suspir:Paciencia! Tendr que

    someterme a mi cruel destino!Ya en la calle, empez a quejarse

    amargamente de la ingratitud deNadechda.

    Que Dios la castigue! Qu daole he hecho? Por qu me ha rechazado?Acaso porque no soy noble? Soarquiz con un prncipe?

    El cuitado call un momento, yprosigui:

    Ir a la iglesia, le encender unavela a la imagen del Salvador y lepedir al cielo ver casada a esa ingrata

  • con un calavera terrible, borracho,jugador, que la maltrate y que la arruine.Cuando el infame la haya reducido a lamiseria, se acordar de m; pero ya sertarde.

    Conmovido por sus propiaspalabras, se llev el pauelo a los ojos.

    Luego que se marcharon Peredonov yVolodin, Nadechda Vasilievna sujet porlos hombros a su hermano, que sedesternillaba de risa tendido en el sof.

    Conque escuchando detrs de lapuerta?

    Micha se incorpor, abraz a lajoven y empez a darle besos. Ella se

  • dejaba besar, sonriendo.Piensas que con tus mimos te vas

    a librar de ir al rincn?Estara bueno que me castigases

    despus del favor que te he hechoEl favor te lo he hecho yo a ti. Si

    no le hubiera dado calabazas a eseseor, tendras un cuado dentro depoco que te pegara unas tundasAnda, anda al rincn, olisconcillo!

    Si te empeas en castigarme, envez de mandarme al rincn tenme derodillas un rato cerquita de ti.

    El muchacho se arrodill a los piesde su hermana, en cuyas rodillas apoyla cabeza. Ella empez a hacerlecosquillas en la nuca; pero de pronto se

  • levant y se traslad al sof. Micha sequed arrodillado ante la butaca.Nadechda abri un libro y se puso aleer. De cuando en cuando miraba dereojo a su hermano.

    Puedo ya levantarme? pregunt el muchacho, pasados dos otres minutos, con voz quejumbrosa.Me canso!

    Quin te ha mandadoarrodillarte? dijo la joven sonriendo.

    Seora Volodin! grit Micha, ycorri hacia ella con los brazosabiertos.

  • XLudmila pensaba a toda hora en SachaPilnikov. No se cansaba de hablar de la sus hermanas. No haba noche que nolo soase.

    El domingo les rog a sus hermanasque al salir de misa se llevasen conellas a la excelente Kokovkina,dicindole que iban a ensearle un

  • primor de costura, y la retuviesen todoel tiempo posible. Larisa, Daria yValeria la complacieron.

    Ella, vestida con su traje ms lindo,perfumada con sus perfumes msexquisitos, llevando un frasquito deesencia en el bolsillo para perfumartambin a Sacha, se lanz a la callesigilosamente, lo mismo fue llegarKokovkina, y se dirigi a toda pris