el titanic, la crisis y jacques brel

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http://www.xavierarriaran.com/elpensamientopositivo El Hundimiento del Titanic, La Crisis y Jacques Brel Rebuscando en la basura el otro día (entre la crisis y tanto pensar en positivo no me queda otra), me encontré con un interesante artículo que hacía un curioso símil entre el hundimiento del Titanic y la Historia de la Humanidad. Un lujoso barco, surcando a toda máquina mares llenos de peligros contra toda lógica, debido a oscuros intereses de los propietarios.

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http://xavierarriaran.com/elpensamientopositivo http://xavierarriaran.com/ProgramasDeMensajesSubliminales El Titanic es una metáfora del pensamiento positivo, de la crisis, que puede ser comparada con una canción de Jacques Brel. Pensamiento creativo puro

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El Hundimiento del Titanic, La Crisis y Jacques Brel

Rebuscando en la basura el otro día (entre la crisis y tanto pensar en positivo no me queda otra), me encontré con un interesante artículo que hacía un curioso símil entre el hundimiento del Titanic y la Historia de la Humanidad. Un lujoso barco, surcando a toda máquina mares llenos de peligros contra toda lógica, debido a oscuros intereses de los propietarios.

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El Titanic representaría la sociedad capitalista. Y en este momento de crisis estamos viviendo las últimas horas antes del hundimiento. El dueño o armador (el poder financiero) no es otro que el viejo conocido J P Morgan.

Uno de los que el año siguiente, 1913, crearían la mayor estafa del mundo, la Reserva Federal Norteamericana. Por cierto, otros cuatro de los fundadores, junto con él, no zarparon en el viaje inaugural justo en el último momento. Que casualidad más afortunada.

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El barco recibe órdenes de navegar a máxima velocidad, en malas condiciones para su seguridad debido a los hielos semisumergidos, por intereses comerciales y propagandísticos de la Compañía.

Forzando los motores, o dicho de otro modo, endeudando a los países con rescates bancarios, cargando las deudas privadas de los poderosos especuladores a todos los

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ciudadanos. Hasta chocar contra los icebergs, las burbujas financieras.

El capitán obedece ciegamente los mandatos de los dueños sin la menor sensatez. Exactamente como los políticos, esperando recibir su recompensa, el retiro dorado, después de cumplir la misión encomendada. Pensando en positivo.

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El capitán, al igual que los políticos, funciona como un mero títere en manos de sus amos. Su liderazgo es solo una ilusión a los ojos de los tripulantes. Y en definitiva, su mezquindad y codicia llevarán al buque al desastre.

El ingeniero que comprende la gravedad de la situación, que en pocas horas todo se irá a pique, viene a ser los economistas y analistas independientes. Las cada vez más voces que claman al cielo ante tanto despropósito.

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Sin embargo, al formar parte del grupo dirigente, terminará asumiendo su papel, e ideando parches provisionales que sabe inútiles. Para intentar salvar, en un gesto postrero y estéril, el propio sistema desde dentro. Pensando en positivo para nada. Pero el Titanic económico capitalista está condenado sin remisión.

Los músicos, ¡Ah, los músicos!, los medios de comunicación que como asalariados de los dueños, entretienen a la gente para que mantengan la calma. Creando una realidad ficticia para tener al pasaje en un estado convenientemente controlado e irreal.

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Hasta que lo inevitable les despierte de un zarpazo, demasiado tarde para sobrevivir. Tan en su papel, que ellos mismos se quedan tocando, hipnotizados en su propia representación, hasta el último momento. Hasta morir atrapados por su delirio.

Los oficiales son las fuerzas del orden. Hacen el trabajo sucio para mayor gloria de los poderosos. Por obediencia debida y el bien común, pensadores positivos, que risa. Reprimen y encierran a los de tercera clase para dar tiempo a los de primera a subirse a los botes.

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Porque no hay botes para todos como era de esperar. La vieja historia de siempre. Y por cierto, uno de ellos acaba pegándose un tiro después de disparar a los pobres amotinados. Por burro. O mejor, por burrócrata.

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Los integrantes de primera clase fueron la mayoría de los supervivientes. Claro. Aunque murieron casi 100 de los más importantes empresarios contrarios a la creación de la Reserva Federal, fíjate que curioso.

Y como no, los ahogados fueron principalmente los de segunda y especialmente los de tercera. Resumiendo, todo acaba bien, con final feliz. Total, la gente se muere igual, y al menos disfrutaron mientras duró la fiesta. Como hoy en día, ¿Qué más quieren? Piensa en positivo, mier... coles.

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Bueno, bueno, bueno, y ahora ¿Qué?... Y yo que sé. Yo estaba rebuscando en la basura, ¿No te acuerdas?, ¡Jesús, que gente! Bastante tengo con lo mío. Pero si te pones así, y me lo pides bien, te puedo contar como acaba. Que sí, caramelito, ¿O te crees que te voy a soltar ahora que te tengo en el saco?

Cuando uno llega a una cierta edad, casi dos, puede vislumbrar desde su atalaya de senectud toda la

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perspectiva que ofrece la sabia y reposada visión de la experiencia.

Claro que ello conlleva que el cerebro se vaya haciendo agua (dicho así en fino). Y se nota, ¿Verdad? Pero… ¿Y la de burradas que se te ocurren, eh? Vive Dios que eso no te lo quita nadie. Al menos te hundes con positivismo cognitivo. Toma.

La cuestión es clara: Si tú vas en el Titanic y sabes lo que está ocurriendo realmente, ¿Qué haces? O te dejas

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encerrar en los compartimentos de tercera para que se salven los privilegiados. O buscas alternativas a tu propia muerte.

Te voy a escenificar las dos opciones con dos canciones antiguas. Canciones de otro siglo, música viejuna. La primera es del grandioso Jacques Brel, “Ne me quitte pas” (No me dejes). Es considerada una de las mejores canciones de amor jamás escritas.

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Haz clic en el enlace de abajo:

http://www.youtube.com/watch?v=dSfc662vXZU target="_blank"

No se puede negar la desgarradora belleza de esta dramática interpretación. Si, es una extraordinaria muestra de la hermosura del sufrimiento emocional. Artísticamente roza lo sublime (en términos de fútbol), una obra de arte (en términos de tertuliano radiofónico).

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Vale, pero aquí no estamos hablando de alguien que se comporta, ante el sufrimiento, de forma parecida a “la flor de loto, que perfuma el hacha que la abate”, como dicen los orientales.

Noooooo, queridos/as mios/as, esto más bien es un perro apaleado con Síndrome de Estocolmo. Un chavalillo que se humilla, implora de rodillas, y anhela y suplica babear

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sobre los pies de la amada. La antítesis del pensamiento positivo.

Y lo peor, disfrutando como un camello, que se le nota. Dí que no. Acaba suspirando por ser la sombra de su sombra. La sombra de su mano. La sombra de su perro… bien, de acuerdo, otra cosa no, pero hermoso lo es hasta el hartazgo.

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Pero volvamos a la actitud. En mi juventud, cuando los machos mamíferos dominaban la tierra (esto sucedió después de la extinción de los dinosaurios), los varones como Dios manda tenían claro su rol: “Un hombre ha de ser un hombre, aunque la mujer le pegue, y los mocos le lleguen hasta las cejas”. ¡Ahí, ahí! Si señor. Pecho lobo.

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Para dártelo a entender facilito: si vas en el Titanic y empiezas con el “no me dejes, corazón mío”, te vas a poner ciego, o ciega, de agua salada. Que digo, te vas a poner pero que muy guarro, o guarra, de Atlántico Norte. Fijo. O piensas en positivo, o a tomar viento.

Pasando página, ahora nos vamos a retrotraer al Paleozoico bajo, en los albores de la Guerra de Independencia Argelina. Édith Piaf nos hace un arrebatador alegato musical con la canción “Non, je ne regrette rien” (No me arrepiento de nada).

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Aunque pueda parecerte que la filmación haya sido descubierta en una excavación arqueológica, no pierdas la pista del mensaje. En comparación a lo anterior, es un cambio de tercio emocional.

Haz clic en el enlace de abajo:

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http://www.youtube.com/watch?v=Tydn_v7iAf4 target="_blank"

A los que hemos vivido épocas pretéritas, esta bella y desgarradora pieza nos retrae a viejos recuerdos. Cuando bailábamos en amplios salones el delicado rigodón, con pelucones empolvados y casacas de raso. Que tiempos.

Los adinerados ancianos (los pobres son viejos, excepto cuando viene la tele) es lo que tenemos, una exquisita sensibilidad nos rezuma por las fisuras. Para nosotros no se puede concebir la vida sin sensibilidad y sin clase. Sino cualquiera podría pagársela, que ordinariez.

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Pues aquí vemos como la susodicha Édith Piaf se enfrenta a la vida con un par de narices. Para olerte mejor. Porque aquí estoy y he venido. Porque mi vida empieza cuando yo lo decido. Y porque vivo como quiero y me da la gana.

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Es la otra cara de la moneda, pensamiento positivo en estado puro. Es el valor de la decisión, del coraje, de la pasión de sentir que solo se vive una vez. De ponerse el mundo por montera y lo que piensen los demás me lo paso por el Arco del Triunfo. De volver a partir de cero, otra vez y las que haga falta.

No tiene nada que ver su valor artístico, no te confundas. Está claro que a Jacques Brel hay que echarle de comer aparte. Es un monstruo, aunque ella también es fea de cansarse (Señoría, esto que no conste en acta).

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Hablo de la diametralmente opuesta actitud vital que los enfrenta. De la actitud positiva a la sumisión pasiva. De la rendición y la súplica frente a la dignidad y la entereza. Del ser o del estar. De la noche y el día. O más bien, el noche y la día.

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Hay dos maneras de vivir (bueno, hay tres, bien, mal, y como lo hago yo, pero ahora no viene al caso), siguiendo al rebaño y enzarzándote en las circunstancias, o concentrado en tus sueños y objetivos sin importarte el que dirán. Y sí o sí, se vive en uno de los dos lados.

La vida puede ser como una tarde nublada de domingo, larga y aburrida. Ni buena ni mala. Encapotada de gris y sin viento. Arrastrándose pesadamente. Alejándose sin prisa. Sin mirarte siquiera. Hasta que de pronto, sin darte cuenta, se ha hecho de noche. Y entonces comprendes que se acabó el tiempo. Y que has desperdiciado la vida en nada.

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Si no escoges el camino del pensamiento positivo, de decidir por ti mismo/a, de mirar hacia tu propio horizonte, tomando tus propias decisiones, tu vida puede ser esa tarde de domingo. Puedes ser tripulante del Titanic. Pero siempre estás a tiempo de no convertirte en “la Tieta” del jefe Serrat, otra pieza, como no podía ser de otra manera, perteneciente a un siglo ya pasado.

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http://www.youtube.com/watch?v=dk_SHvj3zLU target="_blank"

Y después siguieron pasando cosas y, total, que al final se unieron de hecho, fueron muy así como tirando, más o menos, para presumiblemente felices, y un promotor financiero se les comió todas las perdices… ¡Jo, como ha cambiado el cuento! En fin, no me hagas mucho caso, a seguir bien y a ser buenos. Y piensa en positivo, rediós.

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Xavier Arriarán

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