el sendero de ladrillos amarillos
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Breve cuento de época que orienta sobre las estrategias actuales.TRANSCRIPT
El sendero de
ladrillos amarillos
Herman Bustos P.
Ya faltan algunos meses para el tiempo de cosechas y ha llegado tiempo de
comenzar a prepararse; Lek, la fea reina madrastra, desfigurada en la mitad
de su cara porque una vez la pateó un caballo, mira el paisaje desde lo alto
del castillo, dónde está ubicada la alcoba del rey Ner y piensa que
nuevamente se viene una época difícil, pues en años anteriores los
resultados obtenidos en la cosecha y venta posterior a los pobladores no
habían sido buenos y el rey la culpaba a ella de su poca capacidad de
decisión y de sus constantes cambios de humor lo que influía en dirigir la
cosecha. Al rey Ner, un pequeño hombre no muy inteligente, lo único que
le interesaba era tener cosechas muy buenas para vender sus productos a
los plebeyos a precios muy altos y así seguir llenando de monedas de oro
un gigantesco baúl que ocultaba en un oscuro sótano del castillo del cual
sólo él poseía la llave para entrar.
El rey Ner había heredado de su padre ese castillo que era el más grande y
seis castillos más pequeños que eran cuidados por sus amigos, de quiénes
desconfiaba y siempre estaba atento a que ellos velaran por sus intereses
aún a costa de sus vidas. Vivían con mucho temor ya una vez les amenazó
con cortarles la cabeza y dársela a los puercos sino cuidaban bien sus
dominios y pertenencias.
La reina Lek no sabía qué hacer para no defraudar al malvado rey. Si no
cumplía con sus designios podría ser castigada con la indiferencia y el rey
no le hablaría durante los próximos años, como ya había ocurrido en épocas
pretéritas. Se paseaba de un lado a otro pensando como satisfacer los
deseos del rey. Hasta que en un momento de lucidez recordó que un
mensajero real alguna vez le había comentado que en unas lejanas
comarcas vivía un bufón viejo y sabio llamado Rutn que siempre lograba
las mejore cosechas generando la admiración de los pobladores que corrían
a comprar sus frutos.
- Excusadme mi rey…tengo deberes que cumplir – dijo de improviso.
Sin pensarlo bajo corriendo las escaleras y llamó a gritos a los sirvientes
para que ubicaran al mensajero que conocía del lugar donde ubicar al
cosechador llamado Rutn.
Cuando el hombre le dio la información que necesitaba, la reina escribió
un mensaje y le encomendó llevárselo a la brevedad.
- Si demoráis más tiempo del debido seréis castigado con las iras del
cielo y los dioses – dijo ella.
El viejo bufón Rutn se encontraba tocando el laúd en la puerta de su casa
mientras miraba hacia el cielo, intentando saber cómo y cuándo serían las
lluvias que harían germinar sus famosas plantaciones. Cuando bajo la vista
hacia el horizonte vio que delante de una gran nube de polvo cabalgaba un
jinete que raudo se aproximaba hacia él. El jinete presuroso y transpirado
bajó de su cabalgadura:
- ¿Eres Rutn, el que realiza las mejores cosechas del mundo?
Rutn lo miró y le preguntó:
- ¿Quién sois, extranjero, que osa pronunciar mi nombre?
El mensajero un poco consternado por la respuesta, le arrojó una bolsa de
monedas a sus pies y dijo:
- Si sois Rutn, el afamado cosechero grandioso, esta bolsa de monedas
de oro son para ti. Te las envía la reina Lek para que hagáis crecer
sus cosechas y para que sean productivas como las tuyas.
Rutn contestó:
- Decid a vuestra reina que ni mil bolsas de monedas de oro harán que
yo le diga mi secreto productivo. Devolved esas monedas a vuestra
ama y dile que no estoy interesado en sus deseos.
El mensajero que pensativo un rato porque sabía que si no lograba su
cometido sería decapitado tan pronto volviera con las malas nuevas. Se
sentó junto al bufón y se puso a llorar desesperadamente. Rutn siguió
tocando el laúd con indiferencia, como si estuviera solo, mientras el
hombre golpeaba el suelo con sus manos con un llanto que desgarraba a
quién le escuchara.
Pasaban los días y el mensajero no dejaba de llorar a gritos en la puerta del
viejo bufón sabio quién seguía con sus labores sin prestarle la más mínima
atención. Una semana estuvo el hombre llorando, hasta que un atardecer
Rutn le tocó el hombro:
- Habéis cumplido el primer requisito como son la constancia, el tesón
y el esfuerzo para lograr tus objetivos. Ahora debéis volver al castillo
y decir a la reina que lo pensaré. Meditaré si ella alguna vez será
obediente y seguirá mis instrucciones en detalle; en ese caso un día
quizás llegue al castillo mencionado. Si nunca voy significa que su
soberbia ha llegado a mis oídos.
El mensajero volvió al palacio real con las noticias. La reina Lek, astuta
como era, durante los siguientes días se comportó con una humildad
desconocida en ella que incluso sorprendió a sus vasallos y también al rey
que la observaba curioso. Esta buena nueva llegó a oídos de Rutn.
Es así como un día, después de muchas horas de extenuante viaje, el viejo
bufón golpeaba las grandes puertas del castillo:
- ¡Abrid las puertas que ha llegado Rutn, el cosechero, y la reina Lek
espera por mi…no os demoréis, que el cansancio podría abrumar mis
ideas!
Una vez que ingresó al palacio y mientras seguía a la princesa Mixe por
las escaleras, vociferaba con una voz rebotaba que rebotaba en los
ladrillos del castillo:
- ¡Preparad un dulce vino para calmar mi sed y maten un lechón para
saciar mi hambre…solo así lograré pensar con la claridad de la luz y
la velocidad del rayo eterno.
El bufón Rutn no adolecía justamente de humildad ya que sus dotes eran
alabadas en todas las comarcas del mundo. Era un viejo sagaz que no
respetaba ni a reyes ni plebeyos. Por ello, cuando estuvo frente a la reina ni
siquiera hizo el ademán de una reverencia para comprobar si su humildad
era genuina. La reina intuyendo que la estaba probando, ignoro el desaire y
le comentó de sus desgracias. Rutn contestó, con voz distraída:
- Veré que puedo hacer. ¿Seréis obediente y haréis lo que yo os diga?
¿Seguiréis mis designios como lo indica el oráculo? ¿Creeréis en lo
que yo diga? Recordad que las mejores cosechas del mundo y sus
alrededores son las mías. Y debéis considerar que aunque yo os diga
cómo se hace nunca igualaréis mi conocimiento. Espero que no
queráis igualar mi sabiduría – afirmó con seguridad.
- Así lo haré honorable cosechero de fama mundial – dijo la reina
simulando humildad…seguidme ahora por este pasillo.
Lentamente subieron las escaleras que conducían al aposento del rey Ner.
Este se encontraba sentado en su trono mirando unos dibujos y al entrar con
la reina miró a Rutn con indiferencia, lo observó de arriba abajo. Dijole la
reina:
- Amado esposo y rey mío…este hombre nos ayudará a tener las
cosechas más grandiosas que hayamos podido soñar en mucho
tiempo.
Al rey no le gustaba que un extranjero le dijera como tenía que llevar sus
negocios agrícolas y lo miró con severidad y desconfianza.
- Veremos si eres capaz de lograr lo que prometéis, hombre cosechero
venido de tierras lejanas, – le dijo con displicencia y desprecio.
Mirando a la reina, manifestó:
- Y respecto a usted, reina Lek, sois responsable que este hombrecito
pudiere cumplir con su promesa y que en los próximos años
tengamos mucha prosperidad, sino seréis recluida a la más sombría
celda del castillo que yo pueda encontrar en mis dominios…ahora,
ambos retiraos, que estoy consultando el futuro.
La reina madrastra Lek junto a su más cercana consejera, la noble Rizz y la
juvenil princesa Mixe, tuvieron largas conversaciones con Rutn quién con
paciencia les iba explicando como se hacía para tener grandiosas cosechas.
Rutn decía, cuando reflexionaba en voz alta, ante la mirada ávida de sus
interlocutores que intentaban captar su sabiduría:
- Mi reina, si deseáis ser la gran cosechadora, la más grande de aquí a
las estrellas y complacer al rey llenando sus arcas de monedas de oro
tenéis que atreverte a existir como la gran cosechadora y ser
diferente a todos los que habitan las tierras en la forma de preparar
los almácigos, ni os preocupéis de las malas palabras que muchos
otros dirán…es la envidia de reyes y plebeyos que siempre existirá
por la vida de la vida. Sólo tendrás una gran cosecha cuando te
convenzas de que lo puedes hacer. Antes no. Y si olvidas mis sabias
palabras el gran designio de la negación caerá sobre ti.
Continuó, con su habitual mirada perpicaz:
- Seguid el ejemplo del león, del águila y no hagáis escuchas de los
lamentos de los corderos. Tenéis la libertad de equivocarte las veces
que queráis. Y no creáis que estar los días de los días mirando el
cielo esperando por la lluvia se solucionarán vuestros problemas para
siempre. El destino de las cosechas grandiosas lo hacéis tú y nadie
más tú. Olvidaos del pasado de las malas cosechas, no os centréis
nunca más en el los tiempos idos y que ya no existen, después de
escucharme debéis pensar sólo en lo que pasará en el futuro, que
llegará a llenar de gozo vuestro corazón y que generará admiración
en vuestro amado rey.
El sabio bufón seguía con sus parlamentos:
- Quizás en la primera cosecha a partir de este día no será lo que
esperáis, quizás será buena, pero el tiempo os dará la experiencia
necesaria para volver a intentarlo las veces que los designios lo
determinen. Las grandes cosechas y los más hermosos frutos no se
consiguen con palabras vacías en el espacio, sino con la práctica de
las situaciones que os brinda la vida y que cambian tanto como el
tiempo.
Sigue hablando mientras mira hacia lo alto:
- Lo que hagáis de aquí en adelante debe ser tu acción de todos los
días, estaréis siempre en todos los minúsculos y gigantes detalles
que existen en preparar una cosecha y también, como obligación,
debéis estaros atenta a los cambios que os ofrece la naturaleza con
su desdén y desprecio por los pequeños seres humanos. Recordad, la
naturaleza no respeta ni reyes ni plebeyos. Estad siempre atenta,
reina mía. La gran cosecha se escribe con las realidades que te
rodean, en cada día que abres tus ojos. Pero, debéis con humildad,
adquirir primero las destrezas y competencias que requieren las
grandes cosechas. No lo olvidéis jamás de los jamases.
Las conversaciones fueron generando el interés de nobles y vasallos
quiénes, invitados por la reina se acercaron a escucharlo, quiénes alababan
con calor las habilidades demostradas por el anciano bufón y sabio de la
naturaleza en sus profundas disertaciones. Hasta que llegó el día de partir.
- Os haremos caso y conciencia de cada palabra que dijisteis, noble
hombre, y seguiremos los pasos indicados como si fuera la palabra
de los mismos dioses – dijo la reina simulando humildad.
- Ya sabéis, gran reina, que primero hay que traer los mejores
esclavos que encontréis en los alrededores, una vez bien
recompensados, decidle como se prepara la tierra para que sea
fructífera y elegid un grupo de los mejores para que preparen los
almácigos con dedicación y que cuando yo vuelva procedamos a
ponerlos en las comarcas más aptas para la germinación. Esa labor
requiere de mucho conocimiento ya que es el secreto para tener una
gran cosecha. No penséis ni por un tiempo pequeño que porque me
escuchasteis con mucha atención ya conocéis el secreto de la gran
cosecha –manifestó Rutn, mirando fijamente a la reina a los ojos.
Rutn continuó con sus indicaciones:
- Los consejos a seguir son importantes para lograr los resultados
esperados. Equivocar las sendas del conocimiento de la naturaleza
los llevará, de seguro, a no conseguir lo que queréis con tantas
ansias. Pero también debéis preparar el espíritu para que alguna
cosecha no sea la esperada. Ese fracaso os dará fuerzas y
conocimiento para volver a intentarlo y así alcanzar el Olimpo
definitivamente. Tenéis que vivir el momento de estar ahí siempre
con constancia. Todo tiene sus plazos y sus tiempos, no os apuréis.
Apoyad el esfuerzo con el máximo pensamiento positivo. Observad
lo que ocurre a vuestro alrededor y sacad sabias conclusiones, ahí
está la gran ventaja del futuro y no miréis lo que hacen otros…seguid
vuestros caminos con confianza, los que has elegido con la
conciencia límpida y precisa. Antes de terminar mi labor les confiaré
algo:
- Los resultados de las grandes cosechas se logran utilizando bien los
recursos que os poseéis en el granero. Mirad que tenéis y pensad
como todo lo que existe puede servir. Si tenéis dudas sentaos a mirar,
a pensar, a reflexionar, el tiempo que sea necesario, sobre lo que os
rodea. Siempre habrá algo que no habéis visto. El que yo haya
venido a contarles mi sabiduría no significa que lograrán lo que yo
logré. Sólo han escuchado las palabras que el viento se hace dueño.
Vosotros sois los únicos gestores de vuestro destino, desarrollo y
futuro. Como crecen los frutos, creceréis tú también, honorable reina.
Mientras la reina acompañaba al ex bufón y hoy gran sembrador y
cosechador por las escalinatas del castillo hacia su coche tirado por un
brioso corcel, éste siguió aconsejándole:
- Nunca os fijéis lo que hacen los otros, tened siempre vuestras
propias ideas y concepciones de cómo se hace lo que hay que hacer.
Vuestra ventaja no está en la cantidad de semillas que le dais a la
tierra sino en la calidad de ellas. Lo único que os debe importar es el
resultado final. Todo es posible si sabéis lo que queréis. Si hacéis las
cosas mal, tendréis que hacerla dos veces y no existe el tiempo
necesario para eso.
Continuó:
- Si queréis lograr el mejor resultado con la menor cantidad de
monedas de oro, debéis optimizar los recursos con los que contáis.
Cuando siembras y queréis vender tus cosechas debéis pensar en
cumplir los deseos de los ciudadanos compradores porque las cosas
hechas hablarán con sus propios frutos. Tenéis que pensar en cómo
hacer que vuestra idea de una gran cosecha sea ganancia para los
dominios del rey. Que es posible crear algo de la nada cuando tenéis
el gran convencimiento de que lo podéis hacer.
Se hizo una pregunta en voz alta, mirándola de reojo:
- ¿Sabéis por qué soy un ex bufón con gran fama de cosechero?
Y se respondió sin esperar lo que dijera la reina:
- Porque no hice del pasado mi centro sino que pensé en lo que iba a
pasar en el futuro, en forma práctica y con visión de sabio. Miré
mucho, aprendí más y luego hice lo imposible. Esa perspectiva me la
dieron los dioses una noche oscura de truenos de miedo y tormentosa
lluvia que cubría el universo.
Finalmente dijo:
- Una voz venida de algún lugar recóndito del universo me dijo: “si
queréis ser un gran cosechero que haga olvidar al bufón pobre y
ridículo, lo que vais a hacer con la tierra lo tenéis que demostrar
todos los días, sin descanso, y para ello tenéis que estar en todos los
detalles de las siembras y pendiente de cualquier cambio que os
traiga la vida, vuestra ganancia estará en las realidades que te rodean
sin confiar en nada ni nadie. Tu adaptabilidad a la naturaleza que te
rodea será vuestro gran capital. Si os descuidáis alguien tomará lo
que ya era vuestro y ya no lo será jamás.
- Así lo haremos - dijo la reina – os mantendremos informado y
enviaremos noticias de los caminos seguidos para honrar vuestra
presencia en este reino.
Rutn contestó:
- Ya sabéis, altísima reina, ahora debéis hacer lo que quieres, ya te he
habilitado con las herramientas necesarias para que decidáis que
hacer en el momento oportuno de las cosechas, porque siempre ha
sido así por los tiempos de los tiempos. Pero recordad que la vida es
mas turbia de lo que pensáis. Más todo es posible en esta vida misma
si sabéis lo que hacéis. Solamente seguir los consejos adecuados y
hacer las materias indicadas, cambiará las cosechas hasta como
fueron ahora. En caso contrario podríais seguir sumida en el caos.
El sabio bufón se retiró hacia su comarca con su laúd en la espalda y en el
mismo coche en que llegó al castillo. Su sabiduría le decía que la
desobediencia real sería causa de malas cosechas y que no bastaba sólo con
escucharle, sino que la gran cosecha se aprende cuando se prepara bien la
tierra apropiada y con los esclavos apropiados, se tienen buenos abonos
para hacerlas crecer bien, se organizan los almácigos con extremo cuidado
y precaución y al llevarlos a la tierra madre se cuidarán día a día hasta que
crezcan sanos y fuertes, siendo capaces de soportar el más terrible viento o
nieve y también se confía en que la naturaleza hará el resto en el momento
justo.
Reflexiona en voz alta, Rutn, el bufón:
- Escucha fiel corcel que me lleva de vuelta al hogar, sé que la reina
sólo hará lo que pueda, lo que nunca es suficiente, con eso no le va a
bastar, no es suficiente que haga sólo lo que se pueda. Ella debe
hacer lo que se debe, pero como es desobediente, no va a ir más allá
de lo que se puede como debe ser. Será poco, mezquino y cómodo
para ella. No hará un esfuerzo extra para conseguir su gran cosecha,
nada que la moleste y nada que la haga salirse de la comodidad de su
rutina real. Pero bueno, ella tuvo sus consejos y yo la bolsa de
monedas de oro. Estamos iguales. Si ella no es capaz de solucionar
su problema…mejor, quédate callado viejo Rutn… ¡Arreee, caballo!
Una vez que el bufón se marchó hacia su comarca, la reina llamó a sus
aposentos privados a la consejera Rizz y a la juvenil princesa Mixe y les
dijo:
- No gastaremos monedas de oro en esclavos. Valen mucho. Buscad
sólo cuatro enanos callejeros y a ellos pondremos a trabajar y yo les
diré como tienen que hacerlo…tengo algunas ideas propias de mi
sabiduría.
La consejera Rizz y la princesa Mixe trataron de recordarle a la reina las
palabras de Rutn pero ella, furiosa, las expulsó de su aposento real con
soberbia y ligereza. Las dos bajaron las largas y oscuras escaleras de
palacio molestas y comentando:
- Ella siempre cree que lo sabe todo – dijo la hijastra princesa Mixe
- Veremos que hace – afirmó Rizz – no podemos contradecirla porque
su furia sería inmensa y hablaría con el rey para decapitarnos.
- Creo que si mi madrastra no es capaz ni siquiera de entender lo que
ella dice y se contradice siempre, menos va a comprender lo que
escuchó de las palabras del sabio hombre de las cosechas –dijo Mixe.
- La reina no entiende que esta es su oportunidad de realizar la gran
cosecha ¿Qué irá a hacer para obtenerla? – reflexiona Rizz.
- Duro es modificar una práctica real ya enraizada en su alma y que es
dominada por la ignorancia y la miopía que es propia de mi
madrastra –dice Mixe.
- Veremos qué pasa, princesa, pero no esperemos mucho –dijo Rizz,
con sabiduría – y siguió su camino.
Al llegar el sabio bufón, a la casa de su comarca, es recibido por su regente
y protector de las cosechas:
- Bienvenido, honorable amo, mirad como se ven nuestras
plantaciones…cada día mejores, tendremos una gran cosecha este
año ¿Y cómo os fue en la visita al castillo de la reina?
- Permitidme reír con ansias, estimado regente – dijo Rutn – deberíais
saber que quiénes ocupan las posiciones reales son los más
miserables, los abruma el acomodo, el consuelo de la rutina y la
costumbre. La reina simulaba obediencia al escuchar mis palabras,
pero yo sé que hará muy poco de lo aprendido. Tiene las pobres
virtudes de la cautela y la prudencia más que las habilidades de la
audacia y la imaginación creativa. Es una mujer de negligencia
perezosa, de pasividad invencible e inamovible en sus convicciones.
Sus palabras banales no preceden su acción sino que la sustituye.
Con ese temperamento más dado al reposo que a la acción nunca
tendrá las grandes cosechas que espera, mi estimado amigo. Mi
razón me dice que no la volveré a ver ni tendrá las cosechas más
hermosas de su reino. Habrá otros que la superarán,
Pasó el tiempo. Efectivamente, la reina nunca llamó al bufón Rutn e hizo
las cosas como ella creía que tenían que ser, dando contradictorias órdenes
a los negligentes enanos esclavos que, con humildad, no contradecían sus
órdenes reales por miedo. Aunque ella, a todos quienes querían escucharla,
manifestaba que seguía cabalmente las sabias instrucciones entregadas por
el buen cosechero. La reina siempre pensó que con haberlo escuchado
bastaba para tener la mejor cosecha de todos los reinos. Siguió pasando el
tiempo, prepararon la tierra, hicieron los almácigos y sembraron la tierra.
Después de las lluvias, la reina madrastra Lek se asomó ansiosa al balcón
del castillo a ver el esfuerzo de su imperfecto trabajo y lo que vio
realmente no le gustó. Todo había sido igual que en épocas pretéritas, no
obtuvo la gran cosecha que ella esperaba. Como no siguió los consejos
recibidos por el sabio bufón y como en su soberbia pensó que ya lo sabía
todo, ahora su única gran cosecha es la frustración y darse cuenta que si no
hubiera sido así como fue y hubiera seguido los consejos del consejero no
estaría lamentándose ahora. En su espíritu ya sabe lo que el futuro le
depara.
La reina Lek se lamentó durante tantos días y noches por su soberbia que
una mañana desesperada y con gran dolor subió apresurada por el estrecho
sendero de ladrillos amarillos del castillo y se lanzó desde lo más alto que
pudo. Ya no debería seguir viviendo más. Se lo merecía. Sabía que el rey la
mandaría a buscar para enviarla eternamente al más oscuro calabozo del
castillo en castigo porque nuevamente no iba a poder tener todas las
monedas de oro que soñaba para seguir incrementando sus arcas reales.
FIN
Autor
Herman Bustos P.
Publicista. Académico. Relator y consultor internacional. Especialista en Marketing
Educacional.
Inscripción Registro de Propiedad Intelectual. Derechos reservados. Prohibida la
reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, sin permiso del autor.
Mail: [email protected]
Santiago de Chile. 2012.