el rompecabezas de jerusalen - laurence o'bryan

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trata sobre una historia real en la antiguedad . Es un poco relacionada con la historia de jesus y su epoca

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  • El arquelogo Max Kaiser aparece muerto detrs del palacio de LadyTunshuq, en el barrio musulmn de Jerusaln.Entretanto, la doctora Susan Hunter, que traduca un antiguo manuscritoencontrado meses atrs en Estambul, desaparece, y su casa de Londres sequema hasta los cimientos en extraas circunstancias. Junto con su noviaIsabel Sharp, Sean Ryan viaja a la Ciudad Santa para desentraar cmoambos acontecimientos pueden encajar en un marco ms amplio.En un clima de profunda inestabilidad poltica entre Israel y Egipto, y conaparentes intereses europeos por que estalle un conflicto fronterizo, Isabely Sean exploran la vieja y agitada ciudad, y se ven envueltos en unpeligroso juego de letales consecuencias.

  • Laurence O'Bryan

    El rompecabezas de Jerusaln

    ePub r1.0x3l3n1o 08.03.14

  • Ttulo original: The Jerusalem puzzleLaurence O'Bryan, 2013Traduccin: Mara Snchez Salvador

    Editor digital: x3l3n1oePub base r1.0

  • Cuando la tempestad de la guerra sopla en nuestros odos hay queimitar la accin del tigre.

    Enrique V, acto 3, escena 1, WILLIAM SHAKESPEARE

  • La mejor parte de esta historia es real.

  • 1Las llamas cobraron vida con un rugido. Era una noche inusitadamente frapara ser finales de febrero en Jerusaln. Unas nubes plomizas procedentesdel mar Muerto, al este de la ciudad, amenazaban lluvia desde el medioda.A las diez de aquella noche las calles del barrio musulmn de la CiudadVieja estaban desiertas. Por las ventanas cerradas se colaba el olor a cafcon cardamomo y a kofta.

    A las diez y un minuto, el eco de unas sonoras pisadas reson en losescalones del callejn Aqabat at Takiya. Dos hombres vestidos con trajespolvorientos y kufiyas de cuadros descendan a toda prisa por la ampliaescalera.

    Los altos muros de mampostera que flanqueaban el callejn leconferan el aspecto de un pasadizo entre prisiones. Cuando los hombres seaproximaron al prtico del palacio de Lady Tunshuq vieron las llamasanaranjadas procedentes de la entrada.

    Se detuvieron, aguardaron unos segundos contra la pared y acontinuacin comenzaron a avanzar lentamente, estirando el cuello hastaalcanzar a ver qu era lo que estaba ardiendo. Quienquiera que hubieseoriginado el fuego ya haba desaparecido en el laberinto de estrechoscallejones que rodeaba el lugar.

    Una rfaga de viento aviv las llamas y vieron el cuerpo ardiendoferozmente delante de las puertas de acero de doble altura. Entonces losasalt un asfixiante hedor a carne quemada. El hombre que haba visto lasllamas primero estaba ya hablando por su telfono mvil. Poda sentir elcalor del fuego en la cara, a pesar de que se encontraban a unos cincometros de distancia. Tosi y se ech hacia atrs. Aquel olor acre creca enintensidad.

    Observaron cmo las llamas se elevaban. A lo lejos se oy el aullidode una ambulancia mientras la piel ennegrecida del rostro de aquel hombrese consuma. Un blanqusimo pmulo asom a la vista.

    Un humo ms blanco emerga de lo alto de su cabeza, donde deberahaber cabello. Ahora aquel desagradable olor se esparca por todos losrincones. Un hombre grit desde una ventana a medio cerrar, en lo alto.Una mujer diriga sus lamentos a Dios.

    Las llamaradas se reflejaban en las franjas claras y oscuras que se

  • alternaban en los muros de mampostera mameluca y en las estalactitas depiedra que pendan sobre la entrada. Su crepitar resonaba a lo largo delcallejn.

  • 2Baj el volumen de la radio. El Coro de los esclavos hebreos de Verdi yahaba rebasado el clmax.

    Esta pgina web dice que Abingdon es la ciudad de Gran Bretaaque ms tiempo seguido ha tenido poblacin. Una cortina de aguasacudi el lateral del coche. Dice que ha vivido gente en ella durante seismil aos. En el ayuntamiento debe de haber una lista de alcaldeskilomtrica.

    Resultaba difcil leer mientras Isabel conduca, no solo porque fueseuna maana lluviosa de febrero, sino tambin porque la carretera por la quecirculbamos, la A415 desde Dorchester, se volva curvada y sinuosa enaquel tramo, bajo la espesura de los rboles.

    En el ao 1084, Guillermo el Conquistador celebr aqu la Pascuadije mirando a Isabel, que mantena su atencin puesta en la carretera.

    Estamos buscando la iglesia de Santa Elena, no?S respond.Fue el primer monasterio que se estableci en Inglaterra dijo.

    Es incluso ms antiguo que Glastonbury. Por visitarlo podran perdonrsetecuatro aos de purgatorio. Es un buen trato, no crees?

    Sonrea mientras hablaba. Llevaba su largo cabello negro recogidohacia atrs. Estaba muy guapa.

    La Iglesia sigue buscando todo tipo de tretas para tener a la genteatada. Te ha contado Lizzie que tuvieron que asistir a un cursoprematrimonial para poder casarse? coment.

    A m no me cuenta ese tipo de cosas. Profiri un sonido apenasaudible, pero con claro significado.

    No respond. No iba a entrar ah. Lizzie trabajaba en el Instituto deInvestigacin Aplicada de xford, en el despacho contiguo al mo.Siempre nos habamos llevado bien, pero aquello nunca haba conducido anada. Su futuro esposo, Alex Wincly, la haba perseguido como un perritofaldero durante aos.

    Se pasaron tres noches de mircoles hablando de su relacin dije. Qu pesadilla. Cmo se les ocurrira de qu hablar durante tantotiempo?

    A m me parece una buena idea. Isabel segua atenta al trfico,

  • pero haba alzado la ceja ms de un centmetro.Me imagino que estar embarazada dije. Por qu si no iban a

    casarse en febrero?Hay un montn de razones por las que la gente se casa en invierno,

    aparte de un embarazo.La radio del coche crepit al pasar bajo unos cables elctricos

    tendidos entre postes gigantescos. Comienza el informativo de las once enRadio Tres, dijo el locutor.

    Se oy otro sonoro zumbido y me perd unos segundos de la siguientefrase: El cuerpo calcinado descubierto en la Ciudad Vieja de Jerusaln aprimera hora de esta maana perteneca a un arquelogo estadounidensellamado Max Kaiser, segn las autoridades locales. Su muerte se atribuye aextremistas islmicos. En otro orden de cosas.

    Isabel aminor la velocidad. El coche que tenamos detrs, que ibabastante pegado a nosotros, hizo sonar el claxon.

    Kaiser ha muerto susurr.Agarr con fuerza el volante y aceler de nuevo el coche.Not esa sensacin extracorprea que se experimenta cuando

    descubres que alguien de quien has odo hablar ha muerto, como si todostus sentidos se agudizasen al darte cuenta de lo afortunado que eres deestar vivo.

    No conocamos bien a Max Kaiser. Solamente lo habamos visto unavez en Estambul, cuando nos ayud a salir del agua en plena noche y nosdej secarnos en su yate, pero nos habamos implicado mucho con l.Haba reivindicado pblicamente el descubrimiento del manuscrito queencontramos en Estambul, por lo que no era precisamente mi candidato ahombre del ao, pero no mereca morir as.

    Pobre cabrn dije.Resulta difcil de creer respondi ella.Crees que le cont la verdad a Susan Hunter?Isabel se encogi de hombros. Estaba plida.Susan no se habra tragado sus chorradas dijo, mirndome.

    Han dicho que muri calcinado?S.Se qued en silencio.La doctora Susan Hunter era la arqueloga de Cambridge que estaba

    elaborando un informe para el Gobierno turco acerca del antiguo

  • manuscrito que habamos hallado en un conducto de aguas en los pasadizossubterrneos de Estambul. Aquel era el acuerdo que se haba alcanzadopoco despus de encontrar el manuscrito.

    La doctora Hunter era la mayor experta del mundo en manuscritos deprincipios de la era bizantina. Su promesa de implicarse personalmenteprobablemente haba servido de garanta para que las autoridades turcas enarqueologa permitiesen que el manuscrito se estudiase en Inglaterra.

    Le ese libro que escribi sobre las supersticiones bizantinas.Crean en cosas absolutamente demenciales dijo Isabel, moviendo lacabeza como si se quisiera sacudir algo de encima.

    Parece que la tormenta arrecia coment, inclinndome haciadelante para mirar a travs del cristal.

    Para cuando la recepcin hubo terminado, ya habamos experimentadolo mejor que Abingdon tena que ofrecernos. Llovi la mayor parte de latarde, pero los novios pudieron hacerse sus fotos de boda en elembarcadero privado del hotel, sobre el Tmesis. Disfrutamos delbanquete, especialmente del grupo de msica exclusivamente femenino deWindsor. Bailamos sin parar y, gracias a que Isabel no bebi, pudimosregresar a Londres bien entrada la noche.

    Durante el viaje consult mi correo y di un repaso a las pginas denoticias online para ver si decan algo sobre la muerte de Max Kaiser. Nola mencionaban. Rele el ltimo correo electrnico que haba recibido de ladoctora Hunter a principios de semana. En l deca que an no se habafijado fecha para la publicacin del informe. Yo le haba contestadoagradecindole por mantenerme al corriente y pidindole que me pusieseen la lista de distribucin tan pronto como el informe estuviese disponible.No haba respondido.

    Haban pasado seis meses desde nuestro regreso de Estambul.Esperaba que la doctora Hunter dijese que su informe estara listo al cabode otro ao, o incluso ms. Al menos no lo haba hecho. A todos en elinstituto nos desesperaban algunas de las razones que los acadmicosesgriman para tardar tanto en hacer las cosas. Para nosotros era ya unaespecie de chiste recurrente.

    Crees que la muerte de Kaiser har variar en algo su informe,Sean?

    Me encog de hombros.No tengo ni idea respond.

  • Ya en casa, redact un correo electrnico para la doctora Hunter en elque le preguntaba si estaba al tanto de lo de Kaiser. Tambin le preguntabapor su nivel de cooperacin con ella. Probablemente me estuviese pasandode la raya, metiendo la nariz en lo que no me importaba, pero no podaevitarlo.

    Necesitaba saber si ella era consciente de lo importante que era suinforme para nosotros. Se haba convertido en un talismn. Alek, un colegay amigo que trabajaba conmigo en el instituto y haba viajado a Estambulantes que yo, haba sido asesinado all. El manuscrito que encontramos eralo nico bueno que habamos sacado de su muerte. Era casi como sihubiese dado la vida por l. Tena que saber qu contena, qu revelara latraduccin de la doctora Hunter.

    Mi jefe, el doctor Beresford-Ellis, haba pospuesto nuestra reuninfinal de proyecto sobre lo que haba ocurrido en Estambul a causa delinforme. Ahora todo mi trabajo dependa de aquello; aquel haba sido mierror.

    Pero saba que haba hecho bien en no dejarlo correr.Al investigar qu le haba sucedido a Alek habamos detenido un plan

    para infectar a miles de personas con un virus mortal de la peste duranteuna manifestacin musulmana en Londres. Pero algunas de las personasque se encontraban tras dicho plan haban escapado.

    Aquella era la parte inquietante. Mi amigo Alek haba muerto all porculpa de aquella gente. Isabel y yo tambin habamos estado a punto deperder la vida. Y quienquiera que estuviese excavando bajo Estambul, enbusca de aquel virus de la peste, era obviamente una persona de recursoscuyos motivos para implicarse en algo tan rebuscado seguan sin estarclaros.

    Lo nico positivo de todo aquello, dejando a un lado todo lo dems,era lo bien que estbamos Isabel y yo. Haba decidido dejar su trabajo en elMinisterio de Asuntos Exteriores. Quera dejar atrs su vieja vida. No mecont todos los detalles, pero s lo suficiente para entender por qu queraapartarse de ese empleo.

    El resto de aquel fin de semana transcurri de forma tranquila, pero ellunes por la maana algo me volvi a sacudir: estaba consultando la webde noticias de la BBC antes de salir hacia xford para una reunin delinstituto, cuando encontr un artculo sobre un incendio en Cambridge enel que haba fallecido una persona. El artculo no daba nombres, pero el

  • fuego se haba originado en Elliot Way, lo que hizo que algo se retorcieseen mi interior.

    Se me vino a la cabeza una conversacin que haba mantenido con ladoctora Hunter, en la que ella haba mencionado que quera mudarse de sucasa en Elliot Way, ya que ahora le resultaba excesivamente grande parasus necesidades.

    Tena que tratarse de una coincidencia. Me estaba volviendoparanoico?

    Tal vez mi mdico de cabecera estuviese en lo cierto. Iba a tardarmucho tiempo en retomar mi vida normal. Aquel hombre era el maestrozen del sentido comn. Solamente haba ido a verlo para que Isabel dejasede darme la lata. Tener dificultades para conciliar el sueo semana trassemana era la clase de problema que normalmente intentaba resolver pormi cuenta. Supongo que es tpico de los hombres, no? Creemos quedeberamos ser capaces de arreglarlo todo, incluso a nosotros mismos.

    Revis mi correo electrnico.Me relaj de inmediato: tena un mensaje de la doctora Hunter. Lo

    abr rpidamente: Sean, estoy en Jerusaln. Regresar a Londres elviernes. Lo llamar entonces. Necesito que hablemos de algo. S. H.. Lohaba enviado el domingo por la tarde.

    Pens en responder, en preguntarle qu era tan importante, pero decidno hacerlo. No tardara en averiguarlo, y tena que seguir trabajando en mipaciencia.

    El viernes tuve mi telfono mvil a mano durante todo el da, a pesarde que Isabel me dijo que estaba perdiendo la cabeza. Incluso lo dej enmodo vibracin durante una reunin de directivos. Los asuntos econmicoshaban sido el tema principal de aquellas reuniones durante el ltimo ao;todos habamos sufrido un recorte salarial. Nuestra supervivencia no estabaen entredicho, pero s en qu nos gastbamos el dinero. Aquella nochecomprob la carpeta de correo no deseado, por si un nuevo e-mail de ladoctora Hunter hubiese terminado en el lugar equivocado. No era as. Noestaba demasiado preocupado, pero busqu a la doctora Hunter en internet.Lo que averig me perturb.

  • 3A cinco minutos a pie del mercado de Waterlooplein, en msterdam, habauna calle lateral que terminaba en un muro. El edificio de ladrillo rojosituado al final de la calle haba sido, durante mucho tiempo, una casaocupada. En los ltimos tiempos se haba convertido en un edificio depequeos apartamentos, habitaciones en realidad, que se alquilaban porsemana.

    Los dos jvenes que haban alquilado la habitacin del ltimo pisodiez das antes presentaban un aspecto desaliado. Cuando llegaron ibansin afeitar y ataviados con ropa sucia (vaqueros, camisas y chaquetasfinas), a pesar de que el sol de febrero en msterdam es ms bien fro.

    El hecho de que no se dejasen ver fuera de su habitacin durante unasemana no le llam la atencin a nadie. Solo cuando la patrona, una mujercorpulenta y pelo ralo, llam a su puerta, se empez a pensar que algo noiba bien. Y eso se debi al penetrante olor que invada el pequeodescansillo que separaba la puerta de las destartaladas escaleras. Cuandoabri la estrecha puerta utilizando su llave, el panorama que la recibi fuealgo que no haba visto ni una sola vez en sus sesenta y seis aos de vida. Yhaba visto muchas cosas, sobre todo en los viejos tiempos en el barriorojo.

    Los dos jvenes estaban atados a la cama. Alguien haba retirado loscolchones y colocado el armazn de hierro en vertical. Ambos estabandesnudos, pero aquello no fue lo que la perturb.

    Tenan la piel ennegrecida y apergaminada hasta el punto de queparecan ms bien esculturas de madera quemadas, en lugar de humanos.La ventana que tenan detrs estaba abierta y la habitacin, glida.

    Las autoridades mdicas de la ciudad determinaran ms tarde que laspalomas debieron de pasarse horas alimentndose de los cuerpos,especialmente de sus rostros, antes de que los encontraran. La causa de lamuerte resultaba obvia: ambos haban sufrido quemaduras en el cien porcien de su cuerpo. Pero no de una sola vez.

    Les haban hecho quemaduras con un soplete o algn otro aparato encada una de las partes de su cuerpo, sin causar daos en la habitacin de noser por las marcas de holln en los somieres. El trapo que les haban metidoen la boca para mantenerlos callados deba de haberse prendido, ya que en

  • ambos casos lo nico que quedaba era un mantillo negro.El juez de instruccin confirm que uno de los hombres haba muerto

    cinco das atrs, y el otro cuatro. Era probable que hubiesen utilizado latortura de uno de ellos para hacer hablar al otro. Era difcil saber si lohaba hecho o no. Sin duda, no haba salido bien parado.

    Pasaran otras veinticuatro horas antes de que la base de datosnacional de delincuentes del Reino Unido revelase a las autoridadesquines eran aquellos dos hombres y en qu andaban metidos.

  • 4La casa de la doctora Hunter haba ardido y su marido haba fallecido en elincendio. Y lo que era an peor: la doctora Susan Hunter habadesaparecido de donde se hospedaba en Jerusaln. Era un artculo breve,una entrevista con un polica israel que buscaba a cualquier persona que lahubiese podido ver. Pero el artculo deca que haba sido vista por ltimavez el domingo por la noche, ms o menos cuando se haba puesto encontacto conmigo. Y ahora la polica la estaba buscando.

    Le envi un correo electrnico a Beresford-Ellis. Las cosas entrenosotros se haban puesto tirantes ltimamente, pero saba lo que tena quehacer. No iba a permitir que los rumores sobre el fracaso de nuestroproyecto en Estambul influyesen en mi decisin, ni siquiera por unsegundo.

    Comprob los requisitos de visado para visitar Israel y reserv unvuelo. Cuando estaba revisando el itinerario, o que Isabel me llamabadesde la cocina.

    Voy! grit.Durante la cena, hablamos sobre lo que haba averiguado y le cont mi

    plan de viaje.De verdad crees que es una buena idea ir a Jerusaln? dijo con la

    ceja derecha levantada.S respond con suavidad.Ests loco. Lo sabes, verdad? Se inclin hacia m con una

    expresin seria en el rostro. Que te abrasen vivo es una formaespecialmente terrible de morir dijo. Ya ha muerto demasiada gentede ese modo. Sus ojos delataban la gran preocupacin que senta.Maldita sea, hasta Dios lo hace en la Biblia.

    Dej mis cubiertos sobre el plato y segu masticando despacio. Lalluvia sacuda la puerta del balcn. Me qued con la vista clavada en laoscuridad; se me haba quitado el apetito.

    Me siento responsable dije. Ese manuscrito que encontramosen Estambul es como una puetera maldicin. Ahora Kaiser est muerto ySusan desaparecida. No me gustan las coincidencias.

    Ella tambin apoy sus cubiertos en la mesa.No es culpa tuya que Alek muriese dijo. Su capacidad de empata

  • era una de las cosas que ms me gustaban de ella, incluso cuando me hacasentir incmodo.

    Podra haber ido con l dije con conviccin.Me dijiste que insisti en ir solo.Por supuesto, tena razn, pero podra haber mantenido un mayor

    contacto con l. Tal vez me habra contado que haba encontrado aquellacaverna bajo Hagia Sophia, y yo podra haber acudido all, intervenido. Dehaber sido as, tal vez an estuviese vivo.

    No vas a esperar a ver si la encuentran?Negu con la cabeza.No puedo. Tengo que ir all dije atropelladamente. Esperar no

    es una opcin. En Jerusaln nadie sabr nada acerca de en qu podra estarmetida Susan, su conexin con el libro.

    Vale, yo tambin voy dijo Isabel. Ser divertido.La mir. Su lealtad me impresion y, si he de ser sincero, me

    agradaba que quisiera venir. Su inteligencia y su agudeza eran una granbaza; ya haba evitado que me secuestrasen en Estambul.

    Me necesitas, Sean. Admtelo aadi sonriendo.Me inclin hacia ella y ella se ech hacia atrs.Alguna vez lo he negado? dije apartando los platos,

    acercndome ms a ella y atrayndola hacia m con suavidad.

    Al da siguiente llam a Beresford-Ellis.Las autoridades lo harn mejor que t, Sean me dijo.Quiero ver por m mismo qu es lo que est ocurriendo.Esto no es asunto tuyo gru.S que lo es. Ella ha estado traduciendo el libro que nosotros

    encontramos. Ahora ha desaparecido y su marido est muerto.Profiri una especie de bufido, como el de un cerdo asustado.Te has vuelto loco de atar, Ryan? Eres director de investigaciones,

    no detective privado. Esta clase de cosas no entra dentro de tus funciones.En absoluto. Don Agradable se haba esfumado. Sabes algo sobre lasituacin que hay all ahora mismo? No aguard mi respuesta. Es unmaldito barril de plvora a punto de explotar. Pinsalo, Ryan, es unalocura. Es una locura que hables de ello siquiera.

    Aquello tuvo su efecto: estaba ms decidido que nunca.

  • Loco o no, voy a ir. Y adems lo voy a hacer en mi tiempo libre, asque no importa si forma parte de mis funciones. Respir profundamente,esforzndome por mantenerme sereno.

    Ahora tena un motivo adicional para ir: poda regocijarme en eldescontento de Beresford-Ellis.

    Todava me quedan bastantes das de vacaciones y no se me ocurreun modo mejor de emplearlas. T mismo me dijiste que no me habatomado suficiente tiempo despus de lo de Estambul. Jaque mate.

    De hecho, tu contrato es algo de lo que tenemos que hablar. Lafrustracin de su voz me deca todo lo que necesitaba saber acerca de loque l pensaba de mi contrato.

    Por supuesto, cuando regrese.Vacil.Asegrate de contarles a las autoridades todo aquello en lo que

    andes metido. No quiero que ningn polica me llame por telfono. Se vana revisar los presupuestos de todos los departamentos este ao, Ryan,especialmente de los que derrochan. Pensaba contrtelo dentro de unosdas, pero creo que deberas tenerlo en cuenta. Puede que necesitemoshacer ms recortes, y podran afectar tambin al personal.

    Aquella amenaza era tan sutil como un cuchillo en la garganta. Silograba persuadir al consejo directivo de que yo estaba despilfarrando losfondos del instituto, mis opciones de continuar con el trabajo de Alek y decomprar nuevos equipos para nuestros proyectos pronto acabarandesapareciendo. Estaba enfadado, pero ahora tambin conmigo mismo.Debera haberme esperado algo as.

    Mantenme informado dije.Cort la llamada.De camino al aeropuerto, Isabel me mostr un artculo publicado en

    internet que trataba sobre la gente quemada viva. Hablaba de los miles depersonas asesinadas con fuego y azufre en Sodoma y Gomorra, de la gentequemada por rendir un culto equivocado, y muchas otras rarezas ms.

    Llambamos la atencin en medio del resto de pasajeros del tren, queiban ataviados para ir a trabajar. Isabel llevaba unos vaqueros ceidos demarca color ail, y yo mi chaqueta fina de gamuza con vaqueros negros.Ambos portbamos mochilas Berghaus de color negro. Podramoshabernos colocado un letrero que dijese De vacaciones sobre nuestrascabezas.

  • Era la primera vez que visitaba Israel, pero no por razones polticas.Si soy sincero, tena que admitir que me alegraba de tener un buen motivopara ir.

    La cola para el vuelo avanzaba al ritmo de una pelcula descargndose conuna conexin lenta a internet. Atravesamos tres controles de seguridaddiferentes. En vista de la informacin que los medios emitan a diariosobre Israel, aquello no me sorprendi demasiado.

    Crees que la cosa va a estallar? pregunt Isabel, sealando eltitular de un peridico que anunciaba que Israel haba vertido acusacionescontra Irn.

    Me encog de hombros. El hombre que iba delante de ella volvi lapgina.

    Desde luego, hemos escogido el mejor momento dijo. Justo atiempo para el comienzo de la tercera guerra mundial.

  • 5Henry Mowlam, agente veterano de los servicios de seguridad, arroj labotella de agua hacia el contenedor azul de reciclaje de plsticos situadojunto a la pared de la sala de control subterrnea del MI5 en Whitehall, enel centro de Londres.

    No alcanz el contenedor y, al caer, se abri. Una lluvia de agua rocisu pared amarilla.

    Joder! dijo Henry en voz alta.La sargento Finch estaba al final de la fila de monitores. Levant la

    cabeza y ech a andar hacia l.Te encuentras bien hoy, Henry? Trabajar los fines de semana no

    te sienta bien?Su camisa blanca almidonada era el objeto ms brillante de la

    habitacin.S, seora. La salud abruptamente.Ella pas de largo y empuj con el pie la botella de plstico hacia el

    contenedor. Pareca como si estuviese comprobando qu era aquellabotella. Luego regres junto a l. La lmpara que simulaba luz exteriorzumbaba sobre su cabeza.

    Seguro que te encuentras bien?S, seora respondi con la vista clavada en la pantalla.Ella se alej.El informe que tena en pantalla, que era el ltimo resumen del

    seguimiento electrnico de lord Bidoner, exmiembro de la Cmara de losLores nicamente porque haba heredado el ttulo de su padre, no ofrecanada nuevo para seguir con la investigacin. Lord Bidoner era uno de esoslores que no cumpla con sus responsabilidades, y cuyas turbias conexionesy trapicheos le garantizaban que nunca recibira una invitacin para asistira una fiesta en los jardines del palacio de Buckingham.

    Aun as, no tenan nada definitivo contra lord Bidoner. Recibir unallamada telefnica de alguien que se qued a tan solo dos pasos deconsumar un plan para propagar un virus de la peste en Londres erasuficiente para que te pusieran en una lista de vigilancia y te investigasen,pero no bastaba para que te arrestasen.

    Tenemos nuevas amenazas, Henry. A l ya lo hemos investigado.

  • Sabes que ha llegado una oleada de sospechosos procedentes de Pakistn yEgipto. Tenemos que dejar a lord Bidoner a un lado por el momento. Esoera lo que la sargento Finch le haba dicho una semana antes.

    Pero Henry no estaba convencido.Lo haba vuelto a mencionar en su reunin matutina de los lunes. El

    jefe de unidad haba mostrado el expediente de Bidoner en la pantallagrande y haba detallado la investigacin de antecedentes a la que habaestado sujeto en los ltimos seis meses.

    Ha superado todas las comprobaciones. Su padre era un hombremuy respetado, un pilar de la Cmara. S que su madre era austriaca, peroya no tenemos nada en contra de esa gente, Henry. Se haban odo risitasen la sala, y l no haba respondido.

    Lo que haca sospechar a Henry no era que tuviese una madreaustriaca, sino el uso que Bidoner haca de los sistemas cifrados detelfono y correo electrnico, sus continuos beneficios en el mercado devalores gracias a las acciones de empresas de la industria militar queadquira con inusitada presciencia, y sus discursos polticos en barriosperifricos acerca de los cambios en la poblacin europea y el auge delislam. Todas estas cosas consideradas una por una eran de lo ms lcitas,pero juntas daban a Henry mucho que pensar.

    Contempl su pantalla. Tena ms trabajo que hacer. Vacil con elcursor sobre el informe de Bidoner. Debera borrarlo, y tambin solicitar ala Unidad de Vigilancia Electrnica que suspendiese el proyecto.

    Puls en otra parte de la pantalla. Pedira la cancelacin de losinformes de vigilancia ms tarde. Tena que revisar un incidente sucedidoen msterdam.

    Las vctimas de una extraa muerte por calcinacin haban sidoidentificadas. Eran un hermano y un primo de los hombres arrestados enLondres como parte de la conspiracin del virus de la peste el mes deagosto pasado. Los hombres arrestados no saban nada acerca de lo quehaban hecho aquel da. Los haban engaado, pero seguan en prisinpreventiva.

    Realmente pareca como si quienquiera que estuviese detrs deaquella conspiracin se estuviese haciendo cargo de algunas personas quepodran traicionarlo.

    Haba otro hecho en aquel incidente que preocupaba a Henry. Todosaquellos primos eran palestinos exiliados, procedentes de un pueblo

  • situado al sur de Jerusaln. Un pueblo en el que estaba teniendo lugar unaserie de perturbadores incidentes.

  • 6Delante de nosotros en la cola haba un hombre gigantesco y calvo queaguardaba junto con su acompaante, de rostro glacial. Deba de medir msde dos metros. Yo mido casi uno noventa y se alzaba sobre m como unatorre. O que intercambiaban algunas palabras en ruso.

    Parece como si fuesen a hacer pruebas para la Organizatsiya susurr Isabel.

    Yo negu con la cabeza.La mafia de judos rusos dijo.Eso es un poco cruel dije. En qu nos convierte eso a

    nosotros?En marginados de la generacin Z.Habla por ti. Yo no me he retirado a los treinta y seis, como algunas

    personas que conozco.Me dedic una de sus sonrisas y apart la mirada, como si estuviese

    buscando a alguien. Me volv. Haba demasiada gente detrs de nosotroscomo para averiguar a quin estaba mirando.

    Esperas a un amigo?No, no es eso. Se inclin hacia m. Me ha parecido ver a

    alguien que conozco. Neg con la cabeza. Pero no era l.En el avin, emple la mayor parte del tiempo en leer una gua sobre

    Israel. Ms o menos a mitad de trayecto, un pequeo grupo de hombres concasquete se dirigieron a la parte delantera de la cabina y se balancearon deatrs adelante con las cabezas agachadas. Estaban rezando.

    Ms tarde, mir por la ventanilla al or que alguien deca que se veala isla de Miconos. Apenas se divisaba a travs de una neblina azulprxima al horizonte. No deba de haber demasiada gente en la playa enaquel momento.

    Cuando emprendimos el descenso y la seal de los cinturones deseguridad se encendi de nuevo, vi una columna de humo que se extendapor el cielo.

    Es un bosque del Monte Carmelo dijo Isabel.Cmo coo sabes eso?Esta maana vi un artculo sobre eso en la pgina web del

    Jerusalem Post.

  • Cuando aterrizamos en el aeropuerto, cerca de Tel Aviv, sent a mialrededor el murmullo de la exaltacin. Llegamos al control deinmigracin a travs de un amplio paso elevado iluminado por el sol. Alotro lado haba una enorme cola para el control de pasaportes, peroavanzaba con rapidez. Los amigos de la mafia rusa de Isabel nos dejaronpasar delante. Le di un codazo. La mujer llevaba un rosario en la mano.

    Isabel me puso una mueca, como diciendo vale, tenas razn.Pasamos el control de inmigracin enseguida. Fuera, unos soldadosjvenes de mirada atenta flanqueaban el edificio ataviados con uniformesmarrones que les venan ligeramente grandes, con las ametralladorascolgadas al hombro.

    Tomamos un taxi hasta Jerusaln, hasta la calle de Hebrn, cerca de laCiudad Vieja. El trayecto hasta la ciudad por una autopista moderna, conenormes letreros en hebreo, rabe e ingls, fue una experiencia surrealista.Pasamos junto a tanques verde oscuro que circulaban en sentido contrariosobre camiones tambin verde oscuro. Deba de haber unos diez. A medidaque nos acercbamos a la ciudad, un brillo dorado centelleaba en elhorizonte, contra las suaves colinas y el entramado de edificios.

    Esa debe de ser la cpula de la Roca dije sealando por laventanilla, donde Salomn construy su famoso templo.

    Isabel me cogi la mano.Siempre he querido venir aqu dijo.La autopista describi un giro y el brillo dorado desapareci. Edificios

    de apartamentos modernos color crema, de dos y tres pisos, se agolpabansobre las bajas colinas que nos rodeaban. Ya en las inmediaciones de laciudad, los edificios eran ms antiguos y lo que imperaba eran los largosbulevares flanqueados por rboles y edificios de apartamentos.

    Adems, haba muchsimo trfico.Aqu el domingo es el comienzo de la semana dijo nuestro

    taxista.Le haba dado un repaso a las ltimas noticias procedentes de Egipto y

    a la situacin en Israel durante casi todo el trayecto desde el aeropuerto.Nuestro hotel, el Zion Palace, era de cuatro estrellas, pero nadie lo dirapor su aspecto externo. Para entrar haba que descender un tramo deamplios escalones, como si fuese la entrada de una cueva, pero el vestbuloera de gran tamao y tena el suelo de mrmol. Al fondo haba mesitasbajas de latn rodeadas por sillas de cuero marrn chocolate con respaldo

  • alto. Los rincones del vestbulo estaban adornados con enormes vasijas decermica y de las paredes pendan pinturas de la antigua Jerusaln.

    Las vistas desde el pequeo balcn de nuestro cuarto me hicieroncontener la respiracin. Nos quedamos contemplando la ciudad. A nuestraderecha se alzaban los muros de arenisca de color dorado plido de laCiudad Vieja.

    Hacia la derecha, al fondo, se divisaba la colina del monte Sin,coronada por la abada de la Dormicin, con sus altos tejados con aspectode embudo invertido y su torre abovedada.

    Haba algo de magia antigua en aquellas vistas. Se respiraba religin ehistoria en cada rincn, y algo an ms antiguo que subyaca a todoaquello. Se haban librado incontables guerras en aquel trozo de tierra, y sudestino segua siendo motivo de amargas disputas.

    En la calle se oa el murmullo del trfico, los clxones de los coches ygritos ocasionales. Unas nubes plomizas avanzaban lentamente sobrenuestras cabezas.

    Seal la muralla de la Ciudad Vieja.Por ah, un poco ms arriba, est la puerta de Jaffa coment.

    Ves el valle que hay a la derecha de la muralla? Isabel asinti. Ah esdonde los adoradores de Baal y Moloch sacrificaban a sus hijosprendindoles fuego, mientras los sacerdotes hacan sonar tambores parasofocar los gritos.

    Dios, eso es demasiado espeluznante.Lo llaman Gehena, el valle del infierno. Me acerqu al borde del

    balcn, como si algo me atrajese hacia delante. El arranque del valle, laparte que veamos desde all, pareca seco, rocoso, y sus raquticos rbolesmustios polvorientos.

    Ah es donde est la entrada del infierno para muchos judos, ytambin para algunos cristianos y musulmanes. Creen que ah es donde losmalos se alinearn para ser castigados cuando llegue el fin del mundo.

    Y ahora se puede encontrar en un mapa apunt Isabel.Cuando llegamos al comedor del hotel, famlicos, nos sentamos

    inmediatamente a cenar en un ntimo silencio. El cansancio del viajecapturaba nuestros pensamientos. De vuelta a la habitacin, di un repaso alas pginas web israeles en busca de alguna noticia nueva sobre la doctoraHunter. No haba novedad alguna acerca del asunto. Lo nico que encontrfueron los artculos originales sobre su desaparicin.

  • La noticia de cabecera de la pgina web del Haaretz trataba sobre unafamilia juda a la que haban quemado viva la noche anterior en un ataqueincendiario en un asentamiento cerca de Hebrn. El horror de aquellahistoria desbordaba la pantalla. Fotografas de una casita ennegrecida conuna ambulancia delante y rodeada por soldados israeles llenaban lapgina. Isabel miraba por encima de mi hombro mientras yo lea.

    Culpan a unos palestinos dije.A cunta gente ms van a quemar viva? pregunt.Tambin te pueden disparar dije, sealando otro artculo. Trataba

    sobre el funeral de un joven palestino al que le haban disparado por laespalda tras haber participado en una manifestacin en un pueblo rodeadopor asentamientos judos. Culpaban de su muerte a un judo.

    Es todo escalofriante dijo Isabel.Aqu se est librando una batalla sanguinaria, de odio visceral

    contest. Al abrir mi correo electrnico me encontr con el habitualdespliegue de ofertas especiales de todas las lneas areas, redes sociales yhoteles que haba usado alguna vez, y tambin de algunos que no habausado. Descubr un correo del doctor Beresford-Ellis, con un archivoadjunto. Puls sobre l, pero el mensaje no se abra. La pantalla se quedcongelada, sin ms.

    Se haba cado la conexin a internet? Abr otra pestaa e intentvisitar otra pgina. Tampoco funcionaba. Nada funcionaba. Aguard unrato ms.

    Voy a bajar a ver si puedo conseguir algo de seal, a ver si en elvestbulo la cosa mejora dijo Isabel.

    Puedes mirar si hay algo de fruta? Sigo hambriento le ped.Diez minutos despus, la conexin a internet segua sin funcionar e

    Isabel an no haba regresado. Sal de la habitacin dejando que la puertase cerrase a mi espalda y guard la anticuada llave en mi bolsillo mientrasesperaba el ascensor. Esperaba que se abriesen las puertas y encontrarmecon el rostro sonriente de Isabel tras ellas, pero cuando lleg estaba vaco.

    En el vestbulo tampoco haba rastro alguno de ella. Me dirig a larecepcin. La chica de cabello oscuro que nos haba registrado se habaido. En su lugar haba un hombre de ms edad con una calva incipiente quetrataba de disimular con el resto del cabello estirado por encima. Estaba enuna esquina del mostrador de recepcin, que estaba adornado con azulejosde color ail y blancos de la era otomana.

  • No, no he visto a una mujer con vaqueros azul oscuro y cabello lisoy negro dijo, despus de que le describiera a Isabel. Su expresin eraburlona, como si se preguntase si le estaba pidiendo que me buscase unacita. Tal vez haya ido al mercado. Est calle abajo, no muy lejos.

    Me sonri dejando a la vista sus dientes amarillentos.Hay algn problema con la wifi? pregunt.No, seor. Funciona perfectamente.A m no me funciona. Cmo de lejos est ese mercado?No demasiado respondi, sealando hacia la fachada del hotel y

    luego a la izquierda.Sal por la puerta de cristal y sub los escalones hasta la calle para ver

    si vena Isabel. Nunca me haba mostrado tan protector con Irene, miesposa, una mdico que haba viajado como voluntaria a Afganistn dosaos antes y haba sido asesinada, pero despus de lo que le haba ocurridoa ella no poda ignorar mi impulso de cuidar de Isabel. A Irene le habanarrebatado la vida, y no podra soportar que algo as le ocurriese a nadiems.

    Fuera estaba oscuro.Tuve que obligarme a dejar de pensar como un paranoico. Volv la

    vista hacia las puertas del hotel. Un hombre me escrutaba a travs de lapuerta de cristal.

    Qu ests haciendo aqu? Me echabas de menos?Me volv. Isabel vena hacia m desde la direccin opuesta al mercado

    con una bolsa de papel marrn entre los brazos.Te he comprado fruta.Me tendi la bolsa, sonri y me toc el brazo al pasar junto a m. De

    repente se me quit de encima aquel ridculo peso de hierro. Cuandoregresamos a la habitacin, la wifi funcionaba perfectamente.

    Me llam Mark mientras estaba fuera coment. Lo handestinado a El Cairo. No est precisamente a un milln de kilmetros deaqu.

    Por qu te sigue llamando? dije despacio. Cre que habaisterminado.

    Ella lo haba dejado haca un ao.Eres tan celoso! exclam, con una nota de comprensin en su

    voz.Le dediqu mi mejor sonrisa de no me importa nada.

  • Quiere que nos veamos. Sacudi la cabeza, como si le parecieseuna idea horrible.

    Qu? Aquello empezaba a ser un fastidio.No voy a hacerlo, no te preocupes.Abr la puerta del balcn y sal a observar las luces que iluminaban las

    murallas de la Ciudad Vieja. Isabel no solo tena trapos sucios en elarmario; tena sbanas enteras, esperando a que alguien las sacara.

    Not una mano en la espalda e Isabel me susurr al odo.Ven a la cama, Sean. Quiero demostrarte que no hay nadie ms.

    Me tom de la mano y tir de m hacia el interior del cuarto. Una hora mstarde, me qued dormido.

  • 7Arap Anach cogi la gruesa vela amarilla de su soporte. Arda con unallama de un blanco azulado y emita un dulce aroma: aceite de olivamezclado con mirra, el incienso en el que se dice que la reina Esther sehaba baado durante seis meses como tratamiento para embellecerse parael rey de Persia.

    La mirra se haba utilizado en tiempos de sacrificio. Arap conoca suaroma desde su infancia. Un hombre en particular ola a ella; un hombreque haba trado el dolor a su vida.

    Cerr los ojos mientras respiraba aquel olor a antiguo. La mirraproceda de un arbusto espinoso que supuraba por el tallo una vez cortado.Algunas variedades valen ms de su peso en oro.

    Estir la mano izquierda y la coloc sobre la llama. El dolor leresultaba familiar. Las paredes de la habitacin bailaban a su alrededor conlas sombras de la vela jugueteando sobre ellas. Apart sus pensamientos dela llama y los centr en los tapices de la pared. El que ms le gustaba era elrojo grueso bordado con estilizadas llamas.

    Dobl la espalda. El agudo dolor de su mano se incrementaba pormomentos, como si ascendiese hacia un crescendo definitivo. Ech lacabeza hacia atrs y abri los ojos. No faltaba mucho. Segundos. Uno

    El techo de escayola blanco de escasa altura, repleto de diminutasgrietas, empez a dar vueltas ante sus ojos. Las grietas se movan. Siemprele sorprenda lo que el dolor poda hacer con la consciencia de una persona.

    Ahora la necesidad de apartar la mano haca que el brazo le temblase.Se revolva, balancendose mientras los espasmos musculares provocadospor el dolor le sacudan los nervios. Mantuvo la mano sobre la llama.

    Tena que hacerlo. Era el nico modo. Tena que conocer el dolor queiba a infligir a los dems para disfrutar lo ms posible hacindolo cuandollegase el momento.

    Apart la mano con una sacudida mientras respiraba lentamente. Erael momento de hacer la llamada.

    Encendi el telfono mvil y puls los nmeros con rapidez. La manole temblaba y el dolor de la piel chamuscada lata en oleadas. Al llevarse eltelfono a la oreja oy el tono de llamada al otro lado de la lnea.

    Rehan dijo una voz.

  • Padre Rehan, me alegro tanto de encontrarlo! Solamente llamopara comprobar que todo est en orden. Arap Anach se obligaba a smismo a sonar amable. La entusiasta respiracin agitada no tena quefingirla.

    S, s, hijo mo. Hemos recibido tu donacin y nos sentimos muyagradecidos. Hay algo que pueda hacer por ti?

    Arap Anach vacil.No, en realidad no, padre. Simplemente me alegra poder contribuir

    a la restauracin de la iglesia.Tosi.Por favor, debe de haber algo, aunque sea pequeo, que pueda hacer

    por ti mientras ests aqu.Arap volvi a toser y entonces dijo:Hay una cosa que me hara muy feliz y por la que he rezado durante

    muchos aos.

  • 8Me despert en mitad de la noche. En mi sueo haba miedo; miedo yllamas. Durante un instante interminable me pregunt dnde estaba. Tenael rostro ardiendo, sudoroso.

    La sombra gris de las cortinas y la tenue luz amarilla de las luces de lacalle que se colaba entre ellas me devolvieron a la realidad. Tenamos quebuscar a la doctora Hunter, averiguar qu le haba ocurrido a Max Kaiser.

    Durante meses, desde nuestro retorno de Estambul, haba queridomantener una larga conversacin con Kaiser, hacerle saber mi sinceraopinin sobre el hecho de que hubiese proclamado que el libro quehabamos encontrado en Estambul era suyo. Necesitaba que alguien lepinchase un poco el ego. Aquello habra terminado en un intercambio degritos o en algo peor, pero no me importaba.

    Pero ahora haba muerto y, adems, de un modo tan horrible que miinstinto vengativo se haba convertido en lstima. Recoga lo que habasembrado. Solo Dios saba a cunta gente habra enfurecido antes que a m.

    Me volv a quedar dormido con la esperanza de que aquel sueo no serepitiese, pero lo hizo, y esta vez las llamas estaban ms cerca y mscalientes.

    Me despert una voz.Sean, Sean, despierta dijo Isabel con tono preocupado. El ritmo

    de mi respiracin era acelerado. Me incorpor y me sent en la cama.Ha sido el mismo de siempre? pregunt, abrazndome.S. No tuve agallas para decirle lo de las llamas. Esa parte era

    nueva. El miedo no.Quieres hablar de ello?No, ya se me pasa respond.Volv a tumbarme. Isabel se haba pasado un par de noches

    preguntndomelo todo acerca de lo que le haba ocurrido a Irene y cmome senta yo con todo lo ocurrido. Me haba sentado bien hablar, pero estose me antojaba diferente y, despus de su discurso sobre gente abrasadaviva antes de viajar all, no me pareci correcto contarle lo que estabaocurriendo en mis sueos.

    Cuando me despert de nuevo, ya haba luz. Haba dormido durante unbuen rato. Isabel estaba en la ducha. El zumbido de los coches, el estruendo

  • de un claxon en la distancia y los sonidos matutinos de Jerusaln inundaronel aire cuando abr la puerta del balcn. Me alegraba que la noche sehubiese terminado.

    El trfico era denso. Una campana repicaba a lo lejos. Me quedcontemplando la vieja muralla de la ciudad. Pareca atrezo de una pelculasobre cruzados y sarracenos. Una ondulada capa de nubes cubra el cielo.

    Busqu el nombre de Max Kaiser en internet. Haba unas pocasnoticias sobre el hallazgo de su cuerpo sin vida en la parte trasera delpalacio de Lady Tunshuq. La polica haba interrogado a algunos islamistasde la lnea dura y buscaba a otros tantos. Era evidente de quinsospechaban.

    Encontr un artculo ms antiguo sobre algn trabajo que Kaiser haballevado a cabo con un cientfico vinculado a la Universidad Hebrea. Sunombre era Simon Marcus. Lo habra conocido Kaiser estando all?

    Rastre la pgina web de la Universidad Hebrea en busca de alguien aquien pudiese conocer. Necesitaba que alguien me presentase a SimonMarcus, alguien en quien l confiase.

    A punto de darme por vencido, por fin encontr lo que estababuscando: una tal doctora Talli Miller, del departamento de Investigacincon Lser. Tenamos una conexin muy indirecta, pero era mejor que nada.Haba presentado una ponencia en un congreso en el que yo habaparticipado y habamos coincidido en la misma mesa a la hora delalmuerzo. Era suficiente.

    Encontr un nmero de contacto y cog el telfono del hotel parallamarla. El tono sonaba una y otra vez. Mir el reloj. Pasaban unosminutos de las nueve de la maana. La universidad tena que estar abierta.

    Por fin contest una voz.Universidad fue la nica palabra que entend. Era una voz dbil que

    hablaba en hebreo, el idioma ms utilizado en Israel, la antigua lengua deljudasmo. Yo tan solo conoca un puado de palabras; palabras sencillas,como shalom, hola.

    Doctora Talli Miller? dije.Lo normal sera que me hubiese pasado algn tiempo aprendiendo el

    idioma si iba a visitar algn lugar. Mi alemn no era malo despus de unproyecto en el que habamos estado trabajando en la selva Negra, pero unda y medio no era tiempo suficiente para aprender ninguna lengua, pormucha dedicacin que se le pusiera.

  • La comunicacin pareca haberse cortado. Haba colgado?Entonces se oy un ruido.Shalom dijo una voz femenina, la voz de Talli.Hola, soy Sean Ryan. Estoy en Jerusaln.Se produjo un largo silencio.Quin?Qu gusto que lo reconozcan a uno con tanta rapidez.Sean Ryan. Fui ponente en el congreso de la Universidad de

    Londres en el que usted habl sobre lseres de alta temperatura.Sean, Sean repiti despacio. Cmo ests? De repente su

    tono se volvi agradable y su voz recuper la normalidad. Durante unosminutos nos pusimos al da. Luego le pregunt si conoca al doctor SimonMarcus. Lo conoca, pero no muy bien.

    Es una lstima dije. Necesito hablar con l urgentemente.Tal vez pueda hacer algo. Lo llamar en unos minutos. En qu

    hotel te alojas?Se lo dije. Me anim un poco. Lo haba logrado: mis contactos iban a

    llevarme hasta Simon Marcus.Desayunamos en un gran comedor de techos altos junto con varios

    grupos que hablaban francs, polaco y espaol, todos ellos peregrinos devisita en su Ciudad Santa.

    El desayuno, una seleccin de quesos, huevos revueltos, aceitunas,mermeladas y pan de molde, habra saciado a cualquiera.

    Uno de los camareros, un sonriente hombre de cabello oscuro, seacerc a nuestra mesa con un telfono inalmbrico en la mano cuandoestbamos terminando.

    Doctor Ryan? dijo.Asent. Nunca utilizaba mi ttulo en pblico, pero tal vez Talli lo

    hubiese usado al llamar a recepcin. Cog el telfono.Diga?Estar en tu hotel en una hora. Preprate y esprame all. Era la

    voz de Talli, pero su tono agradable se haba esfumado. En su lugar seperciba una dureza evidente, el tipo de actitud que probablementereservase para sus alumnos ms irrespetuosos, los que no supierancomportarse en clase.

    La lnea se cort.Viene de camino dije.

  • Una hora ms tarde estbamos en el vestbulo del hotel. Sal a la callepara ver si vena. Haca fresco, pero mi chaqueta de ante bastaba paraabrigarme. Pasado un rato regres adentro.

    Una hora y media ms tarde seguamos esperando.Para entonces ya eran casi las once. Llam a la Universidad Hebrea y

    me contest una recepcionista que, tras comprobarlo, me inform de que ladoctora Talli Miller no estaba disponible.

    A las once y media yo ya estaba muy cabreado. Nos turnamos pararegresar a la habitacin. Solo Dios saba lo que le habra ocurrido a Talli.Haba entendido mal la hora de la cita? No, no poda ser. Incluso prob apreguntar en el hotel si podan recuperar el nmero de la persona que mehaba llamado, pero no podan.

    Por hacer algo, busqu los principales hospitales de Jerusaln y entren sus pginas web desde mi mvil, conectndome a la wifi del vestbulodel hotel. Pensaba llamar y preguntar si haba ingresado una tal doctoraSusan Hunter. Tal vez tuvisemos suerte. Anot sus nmeros de telfono yestaba a punto de empezar a llamar cuando Talli apareci por la puertagiratoria del hotel con el pelo hecho un desastre.

    Se dirigi hacia nosotros con gesto solemne. No era la persona querecordaba de la ltima vez que nos habamos visto. Recordaba a alguienque se rea mucho, haca bromas y llenaba cualquier habitacin con suenerga. Todo eso haba desaparecido.

    Tras un breve intercambio de saludos, dijo, hacindonos gestos de quela siguiramos:

    Vmonos.Qu ha pasado con lo de estar aqu en una hora? dije, tratando

    de no sonar excesivamente irritado, aunque creo que sin xito.Quieres mi ayuda o no? Tena las mejillas hinchadas y

    enormemente sonrojadas, como si hubiese venido corriendo.Adnde vamos? pregunt Isabel, con una dulce sonrisa,

    representando el papel del acompaante sereno.A la Universidad Hebrea. Simon Marcus os est esperando.Entonces, vamos dije.Tardamos solamente veinte minutos en llegar al Campus Edmund J.

    Safra de la Universidad Hebrea de Jerusaln. Estaba situado en el lomo deuna colina ubicada ligeramente al oeste del centro de la ciudad. Losedificios lectivos y administrativos eran modernos bloques de hormign

  • separados por csped de aspecto seco, cipreses altos y endebles, pinosachaparrados y alguna palmera.

    Talli dijo que Simon Marcus imparta un seminario aquel medioda enuno de los laboratorios para sus alumnos de posgrado.

    Nos condujo hasta all en un viejo y desvencijado Mercedes azulplido. Se excus por su aspecto, contndonos lo mal pagados que estabanlos acadmicos en Israel, y lo elevados que eran los impuestos quepagaban.

    Pasamos junto a un cartel que indicaba el laboratorio de enseanzaManchester. Varios grupos de estudiantes holgazaneaban fuera, junto aledificio contiguo. Talli se encamin directamente hacia la persona de unode aquellos grupitos que ms cerca se encontraba y comenz a hablar.Nosotros aguardamos unos metros ms all, junto a un banco de hormign.Regres con nosotros en cuestin de un momento.

    Alz las manos en el aire y dijo:Simon no est aqu. No es propio de l, dicen. No ha avisado a

    nadie. Puso los ojos en blanco y aadi: Habl con l justo antes dereunirme con vosotros. Me dijo que estara aqu. Suspir. Debe dehaber ocurrido algo concluy, mirndome de forma acusadora.

    Le devolv la mirada. Si algo le haba ocurrido, no poda culparme.Por el camino le haba contado que Max Kaiser haba muerto calcinado yque Susan Hunter haba desaparecido. Empezaba a lamentar haberle dichonada.

    Uno de los alumnos ha ido a buscarlo. Aparte de eso, no se meocurre qu ms hacer. Agit una mano en el aire con displicencia yluego se dej caer pesadamente sobre el banco.

    Cayeron unas gotas de lluvia y, justo despus, se desat un chaparrn.Todos salimos corriendo.

    Talli haba dejado el coche en un aparcamiento subterrneo, cerca delcentro deportivo. Una vez dentro, se sacudi la lluvia y se dirigi,chapoteando, hacia la planta inferior. Al doblar la esquina o una voz quepronunciaba mi nombre.

    Me volv.Una joven con gesto serio, cabello negro y rizado a la altura de los

    hombros y vestida con una camiseta rosa con marcas de gotas y unosvaqueros de color claro se diriga hacia m con decisin. Me salud con lamano, como si me conociese. Isabel iba unos pasos por delante de m y

  • Talli, que iba an ms lejos, baj a la siguiente planta, donde estaba elcoche.

    Ests muy lejos de casa dijo la mujer.S que lo estoy.No me recuerdas?Cundo nos conocimos? Tena un vago recuerdo de ella, tal vez

    de los viejos tiempos en xford. Al principio, cuando montamos elinstituto, solamos reunir a un montn de gente de prcticas.

    Lade la cabeza, atisbando por encima de mi hombro.Me gir. Isabel estaba a mi lado.Hola dijo, con tono agradable. El coche de Talli arranc con un

    rugido en la planta inferior y el estruendo lo invadi todo.La chica retroceda. Pareca como si esperase que yo recordase algo

    ms de ella.Tengo que irme dijo. Se volvi y se alej rpidamente.De qu iba todo eso? pregunt Isabel.Me encog de hombros.Creo que la conoc en xford.No la recuerdas? dijo ella.Tenamos a un montn de estudiantes de intercambio haciendo

    prcticas en el instituto. Algunos de ellos enviaban correos de solicitudlargusimos. Dej de leerlos. Ahora es Beresford-Ellis el que se ocupa deeso. Tal vez esperase conseguir otro trabajo.

    El coche de Talli estaba justo detrs de nosotros. Toc el claxon y nossubimos.

    Mientras salamos del campus ech un vistazo en busca de aquellachica, pero no la vi. El telfono de Talli empez a sonar y ella se ech a unlado para atender la llamada. Estbamos parados en un sitio peligroso,bloqueando en parte una carretera secundaria que conduca de vuelta a launiversidad.

    En cuestin de segundos me haba hecho una idea de con quin estabahablando. Era Simon Marcus.

    Talli hablaba en hebreo, mirndonos y gesticulando. Luego se queden silencio mientras escuchaba.

    No recuerdas a esa chica? susurr Isabel.Solamos celebrar una fiesta en el mes de mayo para despedir a los

    becarios. Normalmente alquilbamos una sala en el Randolph de xford y

  • bebamos toda la noche. La ltima vez que lo hicimos nos pidieron que nosmarchramos. Alguien vaci un extintor en una de las escaleras. Fue unapesadilla.

    Isabel sacudi la cabeza fingiendo desaprobacin:No me sorprende que no recuerdes a la gente.Aquel incidente era el verdadero motivo por el que habamos dejado

    de celebrar las fiestas de becarios, y las cosas se haban calmado trasnuestros primeros aos de xitos. Habamos tenido suerte de que nadieenviase a los medios una foto de las escaleras llenas de espuma y la genterevolcndose sobre ella. Aquel ao habamos solicitado fondos parainvestigacin, y la imagen de uno de nuestros investigadores blandiendo unextintor no habra sido una gran carta de presentacin.

    Talli hablaba atropelladamente por telfono, con tono de enfado.Luego se call para escuchar a su interlocutor.

    Qu opinaba Irene de esas fiestas? pregunt Isabelburlonamente.

    Le gustaban respond. Pero de eso hace diez aos.Isabel apart la mirada.Me haba hablado de un antiguo novio suyo que sola beber hasta

    perder el conocimiento. Haba roto con l porque este se negaba a dejarlo.Isabel era muy diferente a Irene. Irene y yo nos corramos juergas

    ocasionalmente hasta el momento en que falleci.Despus de aquello, el dolor haba eliminado cualquier deseo de

    emborracharme. Beber me traa demasiados recuerdos.Talli concluy su llamada y puso el coche de nuevo en marcha.Qu ha dicho? pregunt.Hemos quedado con l en media hora en un caf.Qu le ha ocurrido?Dejar que os lo cuente l mismo.Veinte minutos ms tarde estbamos en un pequeo caf armenio

    cerca de la puerta de Jaffa. La puerta de Jaffa era historia viva. Haba sidoconstruida por Herodes el Grande durante la era romana. Adems, era unade las entradas a la Ciudad Vieja por la que podan circular los coches. Laentrada se haba abierto en 1898 para que el emperador alemn GuillermoII pudiese acceder a la Ciudad Vieja. La muralla almenada se extendahacia cada uno de los lados de la puerta.

    Cuando el general Allenby tom Jerusaln en 1917 y recuper la

  • ciudad de las manos del islam despus de setecientos aos bajo su control,entr a pie a travs de la puerta de Jaffa original.

    La puerta est al oeste de la maraa de edificios y callejones de tejadoplano y color arena que conforman la Ciudad Vieja. Una vez dentro, a laderecha est el barrio armenio, a la izquierda el cristiano y, de frente, losbarrios musulmn y judo.

    La calzada para vehculos describa una curva a la derecha pasada lapuerta y a mano izquierda haba una pequea zona adoquinada con tiendasy cafs. Todos estos edificios eran tiendas de tres y cuatro plantas de estilootomano, con ventanas altas, azoteas y arcos de entrada. Letreros deplstico, toldos e hileras de postales se alineaban delante de los cafs, lospuntos de informacin turstica y los locales de cambio de divisas.

    Yo tomar el kebab de cordero y una Coca-Cola le indic Isabelal camarero de camisa blanca que nos abord. Yo ped lo mismo, con uncaf. Talli pidi caf nicamente.

    Espero que no nos vuelva a dejar tirados dijo.Disfrutemos de la comida, y luego ya veremos replic Isabel.

    No almorzamos en Jerusaln todas las semanas.A qu te dedicas, Isabel? pregunt Talli.Durante los minutos siguientes, Isabel le habl a Talli acerca del

    trabajo sucio que sola realizar para el consulado britnico en Estambul.Creo que exagera en ese asunto. Nunca he conocido a nadie que haga quesu anterior trabajo suene tan deslucido. Las cejas de Talli se arqueabancada vez ms a medida que Isabel describa cmo tena que rescatar ahombres de negocios borrachos de los bares equivocados en las cercanasde la plaza Taksim.

    Observ a travs de la ventana del caf cmo la gente entraba a piepor la entrada abierta en la muralla de la Ciudad Vieja. Al otro lado de lacalle, tres policas hablaban entre s junto a un grupo de bolardos dehormign cerca de una parada de taxis.

    Pasaba todo tipo de gente junto al escaparate: sacerdotes con sotanasnegras, monjes de marrn, monjas con el cabello cubierto, un grupo demujeres rabes de atuendo igual de modesto, turistas estadounidenses,turistas chinos, chicas israeles profiriendo risitas

    Un coche blanco de la polica pas a poca velocidad.La lluvia haba cesado, pero las nubes no se haban dispersado.

    Estaban acumuladas sobre nuestras cabezas, como si fuesen una tapa que

  • cubriese la ciudad.El hermano de mi abuelo muri cerca de esta puerta coment

    Talli, sealando a travs del cristal.Cundo fue eso? pregunt, creyendo que iba a relatarme algn

    incidente con un suicida kamikaze.En el 48. Estaba en la Hagan. Luch contra los britnicos y

    despus contra los jordanos. En esta puerta era donde ms se recrudeca lalucha. Los rabes nos queran echar a todos de una patada de Israel. No esbroma. Le dispararon en la cabeza. Agoniz justo ah durante cuatro horasantes de que sus camaradas pudieran llegar hasta l dijo sealando unpunto a medio camino de la puerta.

    Aquella vez no nos hicimos con la Ciudad Vieja, pero abri elcamino para que los judos pudiesen vivir libremente en Jerusaln despusde mil cuatrocientos aos de vejaciones y exilio. Hizo una pausa y clavla vista en el mantel de cuadros rojos y blancos. Su novia, Sheila, nuncase cas. La conoc una vez. Sus ojos eran pozos de tristeza. Era tanincreblemente hermosa cuando era joven! Pero cuando la conoc era viejay gris. Y ahora est muerta.

    Ech un vistazo al otro lado del cristal. Dos judos ortodoxos,aparentemente apresurados por solidaridad, pasaron a toda velocidad juntoa la ventana. Sus largas barbas eran negras y espesas, y sus camisas blancase impecables.

    Hacia nosotros se diriga un hombre mayor, bastante alto. La chicaque se haba acercado a m en el aparcamiento de la universidad loacompaaba. El corazn me dio un vuelco.

    Qu haca ella all?

  • 9La embajada britnica en El Cairo se encuentra en la calle Ahmed Ragheb,en un barrio acomodado llamado Garden City, en la orilla este del Nilo,entre el ro y el centro de la ciudad, al sur de la plaza Tahrir. El edificio, deestilo colonial y color crema, con su balcn en el primer piso y suextensin de csped descendiendo hacia el ro, corresponda ms a unestilo propio de la poca del Raj. Pero tras su apariencia antigua seescondan una serie de alteraciones cuyo objetivo era acercar el edificio alsiglo XXI.

    La zona del stano haba sido ampliada y ahora albergabainstalaciones de Inteligencia; una estacin de control para los servicios deInteligencia britnicos en El Cairo.

    Era lunes; la una y media de la tarde en Jerusaln, las doce y media enEl Cairo y las once y media en Londres. Mark Headsell, trasladado a laembajada despus de tres aos y medio en Iraq, contemplaba una granpantalla LCD situada en la pared del fondo de la sala.

    La pantalla mostraba el paso fronterizo desde la franja de Gaza aEgipto. El paso estaba abierto y haba camiones atravesndolo, en fila,internndose lentamente en Gaza. Pareca como si no estuviesen siendovigilados.

    La ltima vez que esto haba ocurrido se haba producido un ataqueareo israel y haban muerto dos personas. Los israeles haban alegadoque podan probar que aquellos camiones contenan componentes demisiles para Hams. Dijesen lo que dijesen las Naciones Unidas sobreIsrael, no se poda negar el hecho de que el pas se defendera siempre quese sintiese amenazado.

    La preocupacin de Mark en aquel momento pasaba por lo lejos quellegara esa defensa. Desde las elecciones posteriores al mandato deMubarak las cosas se haban puesto impredecibles. Los jugadores estabancambiando y el ejrcito estaba intranquilo, ansioso por recuperar suinfluencia. La reaccin del ejrcito egipcio al siguiente ataque areo israelno poda predecirse.

    Tambin le preocupaban otras cosas respecto de la situacin enEgipto. Algunas de ellas aparecan en otras pantallas ms pequeasrepartidas por toda la pared. Una mostraba una manifestacin en contra de

  • Israel que estaba teniendo lugar en la plaza Tahrir. Haba una unidadmilitar procedente de Zagazig destacada all aquel da, y la preocupacinde Mark se deba al modo en que reaccionaran ante dicha manifestacin.

    Tambin lo intranquilizaba un informe sobre el movimiento de unsubmarino iran cerca de la entrada sur del canal de Suez. En otra pantalladiferente apareca una imagen de satlite, cortesa de la Agencia deSeguridad Nacional de los Estados Unidos, con un mapa de radares de lazona superpuesto.

    Pero la pantalla grande de su escritorio mostraba aquello que ms leinteresaba aquel da. Una cmara de seguridad de alta definicin emitadesde el vestbulo de entrada del hotel de Jerusaln en el que se habaalojado la doctora Susan Hunter. La emisin estaba pausada. El hotelHerod Citadel era uno de los mejores de Jerusaln, pero Susan Hunter no lohaba escogido por sus instalaciones de cinco estrellas. Lo haba escogidopor sus medidas de seguridad. Una de ellas, cuya existencia ella ni siquieraconoca, y tampoco el personal de seguridad del hotel, era que los serviciosde Inteligencia britnicos tenan pinchado el sistema de cmaras deseguridad.

    La capacidad de pinchar sistemas de seguridad privados paratransmitir imgenes de diplomticos y poderosos hombres de negociosdesde cualquier lugar del mundo no era algo que los servicios de seguridadbritnicos quisiesen airear demasiado.

    Afrontar el escndalo pblico que generara semejante invasin de laprivacidad supondra un derroche de recursos. Explicar que casi todo elmundo estara ms seguro con personas vigilando sus espaldasprobablemente no calmara la furia de los liberales autnticos. Laspersonas que nunca haban tenido que tratar con la amenaza de un ataquearmado o con el intento de un terrorista suicida de exterminar a su especietendan a no ser conscientes de lo que se haca todos los das en su nombre.

    Y si gigantes empresariales, lderes religiosos y peces gordos delGobierno teman que imgenes suyas con acompaantes adolescentes, ocon ayudantes demasiado jvenes y a todas luces homosexuales,terminasen en los medios de comunicacin, siempre podan empezar acomportarse decentemente.

    Mark se inclin hacia delante. La mujer que ocupaba el centro de lapantalla (el motivo por el que la cmara de seguridad haba congelado laimagen, al identificarla el software de reconocimiento facial como

  • posible) tena una complexin y un tono de pelo similares a los de SusanHunter, pero definitivamente no era ella. Puls Ctrl+X en el teclado y lapantalla volvi a mostrar imgenes en tiempo real.

    Se volvi hacia su pantalla de mensajera instantnea de seguridad. Elmensaje que haba destacado unos minutos antes estaba en el centro, enuna pequea pantalla emergente. Otros mensajes de redes sociales, tuits yactualizaciones de Facebook iban apareciendo a continuacin. Marc elmensaje como importante y a continuacin cerr la ventana emergente.

    Se volvi hacia su sistema de correo de seguridad y ley susmensajes. Se haba interceptado una seal del telfono de la doctora SusanHunter. Solamente haba durado diez segundos y medio y no se habapodido completar el rastreo de la localizacin exacta de la transmisin,pero lo ms interesante era que se haba captado una seal.

    Poda tratarse de un truco, desde luego, o de un llamamiento, perotambin poda ser que los captores hubiesen cometido un error deprincipiante. La duracin del tiempo en que la seal haba estado activa loconverta en una posibilidad real. Alguien que quisiera atraerlos habradejado el telfono de Susan Hunter encendido durante ms tiempo. Todo elmundo sabe que se tarda treinta segundos en establecer la localizacin deun telfono de forma fiable.

    Poca gente conoca el ltimo y ultrarrpido software de rastreo queutilizaban los israeles. No siempre acertaba, pero con un poco de suertepronto seran capaces de identificar la ubicacin del telfono de SusanHunter, adems de alguna otra informacin interesante.

    La pantalla que tena a la izquierda mostraba noticias del canal NileNews, el servicio estatal de noticias egipcio. La contempl durante unossegundos y subi el volumen.

    La imagen que apareca era de una casa calcinada en la que habanencontrado a una pobre familia juda unos das atrs. El texto en rabe quecruzaba la pantalla de derecha a izquierda hablaba de una recompensa sinpreguntas de un milln de dlares ofrecida por un grupo americano-israela cualquiera que pudiese colaborar en el arresto de los culpables.

    Quienesquiera que hubiesen bloqueado la puerta y quemado aquellacasa ya podan esperar que todo aquel que supiese de sus actos estuviesetan volcado en la causa como ellos.

    Y qu ocurrira si alguien sealaba con el dedo a un terrorista quehaba cruzado desde Egipto recientemente?

  • Qu haran entonces los israeles? Empezar a bombardear los pasosa Gaza?

  • 10

    La chica que antes se haba dirigido a m se separ de Simon Marcus justoantes de que este llegara al caf. Isabel me deca algo en aquel precisomomento, pero mi mente estaba en otra parte, en el pasado.

    Tierra llamando a Sean. Adelante, Sean dijo haciendoaspavientos delante de mi cara.

    Muy divertido. Has visto quin viene?Se volvi deprisa, justo a tiempo de ver a Simon Marcus entrando por

    la puerta principal.Me inclin sobre la mesa y le susurr a Isabel:Probablemente necesitemos tu don de gentes con este tipo.Adoro los retos replic.Talli ya estaba medio levantada de su asiento.Simon, me alegro de verte.Se sent a mi lado, frente a Talli.Este es el hombre del que me hablaste? pregunt volvindose

    hacia m y tendindome la mano.La estrech. Tena la piel spera y me dio un firme apretn. Tambin

    le estrech la mano a Isabel.Deba de medir uno noventa y vesta vaqueros gastados y una holgada

    chaqueta de pana de color azul marino. Tena la cara muy grande y sucabello rubio empezaba a clarear un poco, pero aquello no le restabaprestancia a la imagen que ofreca, que era la de un talludo vikingo.

    Quin era la que estaba fuera con usted? pregunt sealando conel pulgar.

    Una estudiante de posgrado. Me est ayudando con un importantetrabajo que estoy llevando a cabo. Esbozaba una fina sonrisa y suexpresin era de desconcierto. La conoce?

    Puede que trabajase en mi instituto como becaria durante un breveperodo de tiempo.

    Estuvo estudiando en Inglaterra. Iba a acompaarnos, pero sumadre est enferma y ha tenido que irse explic, encogindose dehombros.

    Talli se inclin y comenz a hablar con Simon en hebreo. Hablaba agran velocidad y yo no tena ni idea de lo que estaba diciendo. Resultaba

  • desconcertante.Por fin, Simon levant las manos y se volvi dirigindose a m en mi

    idioma.Se trata de la doctora Hunter?Asent.Estamos intentando encontrarla. Estaba haciendo unas traducciones

    de un libro que encontramos en Estambul dije, sealndonos a Isabel y am.

    Simon le dedic una sonrisa a Isabel. Era una sonrisa clida, como siestuviese entusiasmado de conocerla. Isabel se la devolvi.

    Mi telfono empez a sonar. Tard medio minuto en sacarlo delbolsillo; es lo que ocurre cuando llevas unos holgados pantalones chinoscon bolsillos enormes.

    Hablo con el seor Ryan? pregunt una voz femenina conacento escocs.

    S.Esta es una llamada de comprobacin, seor Ryan. Su telfono ha

    sido utilizado en un pas que usted nunca haba visitado con anterioridad.Esta llamada es, simplemente, para verificar que no le han robado.

    Estn ustedes muy concienciados con la seguridad.Cuidamos de nuestros clientes dijo ella. Le importa si le hago

    unas preguntas?Acced en cuanto me dijo que posiblemente tendran que restringirme

    el servicio telefnico si no lo haca. Me pregunt mi fecha de nacimiento,as como otras cuestiones habituales que se suelen preguntar en ese tipo desituaciones. Me alej de la mesa y baj la voz para responder.

    Cuando hube terminado, Isabel y Simon estaban manteniendo unaapasionada conversacin sobre Londres.

    Vio a la doctora Hunter mientras estuvo aqu? le pregunt,interrumpindolos.

    No, no la vi dijo negando con la cabeza.Ha odo lo que le ocurri a Max Kaiser?S, s, me he enterado. Es terrible contest mirndome a los ojos

    . Debe tener cuidado, seor Ryan, son das aciagos.Por qu alguien querra matar a una persona de esa forma?Alarg la mano hacia delante, levant los dedos ndice y pulgar y los

    apret uno contra otro.

  • Algunas personas disfrutan siendo malvadas. Extendi las manossobre la mesa, como si estuviese contenindola. Rezo por que detengan alos terroristas que lo hicieron. Estn ustedes investigando su muerte?

    Isabel intervino:Kaiser pudo haberse citado con Susan Hunter. Estamos buscndola.

    Si averiguamos en qu estaba trabajando Kaiser, tal vez podamos seguirlela pista a ella tambin.

    Estaba trabajando en una excavacin, es todo lo que s. Me uscomo intermediario para llegar hasta ella, pero nadie me dijo exactamentednde est la excavacin. Max viva en su propio mundo respondiSimon.

    Eso es verdad admit. En qu zona est esa excavacin?En alguna parte de Jerusaln dijo encogindose de hombros.

    Lo siento, s que eso no les dice gran cosa.Talli intervino en la conversacin.Estoy segura de que encontraris a la doctora Hunter. Habis

    hablado con la polica?Todava no, pero lo haremos dije, antes de dirigirme a Simon:

    Qu ocurri con la cita a la hora de comer?Respondi despacio:Hubo una amenaza de bomba en mi edificio. Hay un montn de

    idiotas por ah. La polica no me dejaba sacar el coche. Al principio dijeronque poda, pero luego cambiaron de opinin. Se puso una mano en lafrente y se la frot. Alguna gente me vuelve loco. Soy un hombreocupado. Baj la cabeza. Pero tengo que aceptarlo. Todo es porseguridad. Junt las palmas y agach la cabeza como si estuvierarezando. Entonces la levant y me mir. Cul es su rea deespecialidad?

    Anlisis digital, reconocimiento de mosaicos. Yo ayud a fundar elInstituto de Investigacin Aplicada. Tenemos equipos de investigacinmultidisciplinar. Somos un grupo de acadmicos que quiere que lainvestigacin aplicada se utilice para cuestiones prcticas, y lo antesposible.

    Pareca interesado.Bien, bien. Creo que he odo hablar de ustedes. Les gustara lo que

    estoy haciendo. Tal vez incluso vayamos por delante de la granUniversidad de xford dijo con una amplia sonrisa. Era una de esas

  • sonrisas que haba visto antes en los acadmicos, cuando crean haberdescubierto algo interesante o, al menos, ms interesante que aquello en loque estabas trabajando t.

    Cul es el proyecto? pregunt.An no est publicado, as que no puedo decrselo. Su sonrisa era

    enigmtica. Pero le enviar el artculo en cuanto salga.En qu rea se enmarca? pregunt Isabel ladeando la cabeza.El uso de lseres para la manipulacin de molculas, clulas y

    tejido. Se llama ptica biomdica y es una ciencia totalmente nueva.Tenemos revista propia tan solo desde el ao 2011.

    Dos de nuestros investigadores han publicado artculos en esarevista este ao intervine. Somos el instituto de investigacin que msartculos ha publicado en ella hasta la fecha. Si aquello hubiese sido unconcurso de escupitajos, el mo habra alcanzado la mxima distancia.

    Se le enrojecieron las mejillas.Entonces deberan ver lo que estamos haciendo. Vamos por delante

    de todos dijo pinchndome con el dedo.El camarero se paseaba en torno a nuestra mesa. Simon pidi un caf.

    Nosotros habamos terminados nuestros kebabs. Estaban buenos: tiernos yespeciados.

    Isabel hablaba de lo interesante que era Jerusaln. Talli le dio algnconsejo sobre los lugares que debamos visitar mientras estuvisemos all.Trajeron el caf de Simon. Observ cmo lo remova.

    Mucha gente viene aqu por motivos espirituales dijo,gesticulando hacia los peatones que pasaban por delante del cristal.Creen que encontrarn su alma en unas piedras viejas. Buscan, y luegobuscan un poco ms, pero un alma no es fcil de encontrar.

    Necesitan mapas mejores dijo Talli con solemnidad.Saben lo del espectculo de la torre de David? pregunt

    haciendo un gesto con la cabeza hacia el museo y la fortaleza amuralladaque se encontraban al final de la carretera.

    Pero no es de la poca del rey David, o s? dijo Isabel.Es una perfecta ilustracin de la confusin que reina en esta

    maravillosa ciudad. La ciudadela se llama torre de David porque loscristianos bizantinos crean que la haba construido l. Pero fue construidapor Herodes el Grande. Alz las manos al aire. Un hombre que asesina su familia.

  • Talli le puso la mano en el brazo.T no deberas estar en alguna parte? dijo. Simon mir su reloj.S, s. En qu estoy pensando? Nos seal a m y a Isabel.

    Ustedes vendrn conmigo dijo. Vern en lo que estamos trabajando ycuando regresen les contarn a sus amigos de xford lo avanzados queestamos.

    Se puso en pie y pag nuestras consumiciones.Adnde vamos? pregunt, mientras nos dirigamos a la puerta

    de Jaffa.A otra ciudadela. Me agarr del brazo. Yo puse mi mano sobre la

    suya y le propin un apretn, cordial pero firme.Se inclin hacia m.Tengo una reunin esta tarde en el hotel Herod Citadel. Mi

    presentacin es a las cinco y media. La reunin ser privada, pero megustara que viesen mi presentacin. Creo que les sorprender lo queestamos haciendo. Y tal vez les d un poco de envidia!

    No mord el anzuelo. Pero realmente quera ver lo que estabahaciendo. Cruzamos un puente que pasaba sobre una bulliciosa autopista ypasamos junto a unos modernos bloques de apartamentos. Habarefrescado, y la pesadez del aire presagiaba lluvia.

    El hotel Herod Citadel, de cinco estrellas, estaba un nivel por encimadel que yo haba escogido para m e Isabel.

    El restaurante Old Terrace se situaba en la azotea del hotel y contabacon unas vistas asombrosas a la Ciudad Vieja, as como de la doradaCpula de la Roca y de las colinas que haba ms all. Y tena un techoacristalado que pareca capaz de resistir a una lluvia de meteoritos.

    Aguardamos cerca de los ascensores. Simon se alej a travs delrestaurante.

    Regres un minuto ms tarde con una mujer alta, tremendamentedelgada, de cabello negro y con un majestuoso atractivo. Muchas de lascabezas masculinas del restaurante se giraron a mirar a su paso.

    Esta es Rachel, mi ayudante dijo Simon. Vamos, tenemostrabajo que hacer.

    Bajamos a la sala de reuniones; sus paredes estaban cubiertas conpapel rojo intenso y dorado y estaba dispuesta para una presentacin, conhileras de sillas de respaldo alto y dorado y tres mesas alineadas en la zonams alta de la sala. Cerca de las mesas haba un montn de cajas de cartn

  • marrones.Pueden ayudarnos dijo Simon, si quieren. Saquen los informes

    de esas cajas y pongan uno en cada silla. Seal las sillas y enseguida sepuso a abrir cajas.

    Isabel me sonri. Era su sonrisa de vamos a ser amables. Simondeba de ser la persona ms avasalladora que haba conocido en aos.Estuve tentado de no cooperar, pero tena preguntas que hacerle. Merecala pena ayudarlo unos minutos para conseguir algunas respuestas. Cog unmontn de carpetas de color azul claro y fui colocando una en cada silla.Luego me detuve.

    Mi telfono vibraba. Me lo saqu del bolsillo y vi el nombre de SusanHunter en la pantalla, pero cuando puls el botn verde la lnea se cort.Mi euforia la ver la llamada se convirti en frustracin en cuestin de unsegundo.

  • 11

    Susan Hunter rezaba. Rezaba por su marido que esperaba su regreso aCambridge y rezaba por su hermana. Y acab rezando por s misma. Noestaba acostumbrada a rezar. No lo haba hecho desde los ocho aos, ydesde entonces nunca lo haba vuelto a hacer con tal empeo.

    Pero ahora tena todos los motivos del mundo para empezar.Aquel stano estaba inmerso en una oscuridad total. Saba cuntos

    pasos separaban una pared de otra: quince en una direccin y veinte en laotra, pero a veces la oscuridad pareca interminable, independientementede lo que le dijera su cerebro. Se apretaba fuerte el estmago con lasmanos.

    El dolor la estaba atravesando.Haca todo lo que poda por ignorarlo.Quera llorar, gritar, pero no iba a hacerlo. l podra estar escuchando.

    Y disfrutaba demasiado de aquello.No saba en qu lugar del stano haba colocado el micrfono, pero su

    existencia era irrefutable.Haba bajado despus de que ella se pasase un rato gimoteando y le

    haba puesto una grabacin de los ruidos que profera, para animarla.Pero aquellos sonidos no la animaban, sino que la aterraban hasta

    hacerla sentir vaca.Luego la haba llevado al piso de arriba. Entonces el dolor haba sido

    horrible. Y finalmente la haba obligado a decir cosas y las haba grabado.Despus le dijo que disfrutara quemndola de nuevo si no haca

    exactamente lo que se le deca.El recuerdo de cmo haba dicho aquello, de la seguridad de sus

    palabras, bast para que se pusiese de nuevo a rezar.

  • 12

    La llamada salt directamente al buzn de voz. Me desinfl de formainmediata. Isabel debi de notrmelo en la cara.

    Quin era?Susan Hunter. Te lo puedes creer? Ahora tiene el telfono

    apagado. Ni siquiera he podido llegar a hablar con ella!Entonces est en alguna parte?No tengo ni idea. Volver a intentarlo en unos minutos.Simon estaba de pie a mi lado.Puedo colocar yo estos dijo, poniendo la mano sobre los

    informes.No importa, yo lo hago repliqu.Retir la mano.Intento ayudarle, doctor Ryan.Lo s dije, es solo que estoy un poco distrado.Me gir y retom el reparto de las carpetas.Intent llamar al telfono de Susan otras dos veces en los siguientes

    cinco minutos. La respuesta fue la misma que en todas las ocasiones quehaba tratado de llamarla en los ltimos seis das, desde que me habaenterado de lo de Kaiser.

    El nmero que ha marcado no se encuentra disponible. Por favor,intntelo de nuevo ms tarde. Deban de ser las diecisis palabras msfrustrantes que haba odo nunca.

    Cuando termin con los informes, Simon estaba colocando una pila defolletos en una de las mesas de la zona alta de la sala. En la otra mesahaba un ordenador porttil listo para ser utilizado.

    Se sent frente al ordenador, se volvi y me hizo gestos para que meacercara a l.

    Esto es lo que quera ensearles. Hizo clic en un archivo que seabri lentamente.

    Quin viene a esta reunin? pregunt, agachndome un poco.Unos cuantos solideos de hierro respondi sin levantar la cabeza.Solideos de hierro?Son un tipo de judos ortodoxos apunt Isabel.Se haba situado al otro lado de la mesa. Estaba muy guapa con su

  • camisa negra.Tiene usted razn dijo l sealando a Isabel, pero eso no

    significa que comparta sus puntos de vista.Qu puntos de vista?Escrut lo que apareca en la pantalla de Simon. Era una imagen

    ampliada de una cadena de ADN real con lneas y etiquetas que sealabanvarios rasgos de la misma. Estbamos observando algo que meda unos dosnanmetros y medio, una milmillonsima parte de un metro. Resulta difcilimaginar siquiera algo as de pequeo.

    No voy a explicar lo que ellos creen, pero les dir una cosa: estnbuscando a alguien que pueda llevar a cabo una diseccin de ADN nodestructiva, alguien que pueda manipularlo hasta el nivel molecular. Yestn dispuestos a pagar una buena cantidad de dinero por la investigacinque pueda lograr algo as.

    Participa en uno de esos proyectos del becerro rojo, verdad? pregunt Isabel con los ojos como platos.

    l la mir fijamente, sonriendo.Qu es un proyecto del becerro rojo? pregunt yo.Es un proyecto para crear uno de los smbolos bblicos de la llegada

    del mesas contest Isabel.Qu? dije.Los cristianos apocalpticos quieren criar una vaca roja perfecta,

    acto que significara que ha llegado el momento de construir un nuevotemplo explic ella.

    Si aquello era en lo que Simon estaba trabajando, estaba ms loco delo que yo crea.

    Simon sacudi la cabeza de un lado a otro, como si se estuviesesacudiendo agua.

    No lleva mucho tiempo en Jerusaln, verdad? inquiri con unabenvola expresin de irritante superioridad. En esta ciudad hay mslocos por metro cuadrado que en cualquier otro lugar del mundo. Pare a lagente por la calle e intente preguntarles sobre su opinin religiosa.Obtendr predicciones sobre el fin del mundo, o sobre el mahdi, o sobreque las puertas del infierno pronto se abrirn para los no creyentes explic con gesto decidido.

    No me entiendan mal: todo el mundo tiene derecho a tener unaopinin, pero dnde dice que yo tengo que creer las mismas cosas que

  • creen mis patrocinadores? Ustedes dos deben de entender esto, no medigan que no. Avanz unas cuantas diapositivas en su porttil y luegovolvi a retroceder.

    Usted no cree que el mesas est por llegar? pregunt Isabel.Mis patrocinadores lo creen. Imparten clases de estudio de la Biblia

    aqu en Jerusaln. Llevan aos hacindolo. Tienen un comedor debeneficencia y un servicio de casamenteros. Si alguien as est dispuesto acubrir el coste de unos cuantos aos de nuestra investigacin, no deberacoger el dinero? Ech la cabeza hacia atrs y dirigi su miradadirectamente hacia m.

    No respond. Nosotros tenamos normas estrictas acerca de laspersonas de las que podamos aceptar donaciones. Pero ramosafortunados: disponamos de adelantos importantsimos, y estbamos enxford; atraamos financiacin de muchas fuentes. Y en la investigacinaplicada, igual que en todo lo dems, el xito genera xito.

    En qu cree usted, Sean? pregunt.En la tarta de manzana, en la llegada del hombre a la luna En

    muchas cosas.Mire, usted puede creer en todo lo que quiera. No le ped que

    rellenara un cuestionario antes de venir aqu, verdad? Todos somos libresde pensar lo que queramos. Retorci los hombros, como si quisieraaliviarse un dolor de espalda.

    Qu hay de sus resultados? pregunt Isabel. Han conseguidoel becerro rojo perfecto?

    Se frot la barbilla.Hemos criado miles de becerros rojos. La cuestin es: alguno es

    perfecto? El nivel es alto, muy alto. No pueden tener ni un solo pelo negro,marrn o blanco, por prohibicin divina.

    Si consiguen criar uno, mucha gente va a proclamar que seaproxima el fin del mundo apunt Isabel.

    La gente lo proclama todo el tiempo. No creo que eso conduzca auna situacin de pnico.

    Isabel haba rodeado la mesa y observaba detenidamente ladiapositiva que apareca en la pantalla. En voz baja, replic:

    Espero que est en lo cierto.Puede contarnos algo ms sobre Max Kaiser? pregunt yo. Era

    hora de sacar algo en limpio de todo aquello.

  • Con el debido respeto, ustedes son extraos aqu, doctor Ryan.Nuestra polica es la mejor opcin para buscar a su amiga Susan Hunter.Creo que deben hablar con ellos, por su propio bien.

    Talli se haba acercado a nuestro lado.Sabas que la organizacin del doctor Ryan, el Instituto de

    Investigacin Aplicada, organiza uno de los mejores congresos acadmicosdel Reino Unido actualmente? Asisten muchos de los investigadores msimportantes del mundo, o eso he odo. Me dedic una sonrisa vacilante.Se me pas por la cabeza que tal vez quisiese hablar en uno de nuestroseventos. Lo nico que digo es que yo no me creara enemigos, Simon prosigui.

    Su descripcin de nuestro congreso podra ser discutida por muchos,pero varios de los investigadores ms vanguardistas estaran de acuerdocon ella. Nos habamos ganado fama de saber divertirnos tambin, y deevitar algunas de las cosas aburridas que cabra esperar de ese tipo decongresos.

    Simon me mir con expresin interesada. Era aquel el modo delograr que nos ayudase, o deba pulsar otro botn?

    Escudri la pantalla del porttil.Estn diseccionando a un nivel nanomtrico, verdad? Eso es

    inslito. Cul es el umbral de dao?Ms bajo de lo que podra soar.Podrn ser candidatos al premio Nobel, si consiguen que las

    personas adecuadas promocionen su descubrimiento.Ahora su expresin rozaba el engreimiento. No me sorprenda que

    quisiese mostrarme en qu estaba trabajando. No mucha gentecomprendera el verdadero avance que haba logrado.

    Cmo llegaron a este punto? Las personas como Simonnormalmente anhelan tener un pblico, gente que las escuche y comprendalo realmente listas que son.

    Pareca encantado cuando empez a contarme la historia de suproyecto.

    Lo dej hablar. Adoraba escucharse a s mismo. Sus ojos se abrieroncomo si se encontrarse ante los faros de un camin mientras repasaba lospormenores de su trabajo: cmo l mismo haba descubierto el avance,cmo un colega lo haba abandonado en las primeras fases del proyecto,momento en el que incluso lleg a cuestionarse sus resultados, y cmo

  • finalmente se haban demostrado. La habitual historia de apualamientosacadmicos a la cara y por la espalda.

    Cuando se qued sin fuelle, Isabel dijo:Definitivamente, debera acudir al congreso de nuestro instituto el

    ao que viene. No te parece, Sean?Su expresin era de absoluto embeleso. No saba que estuviese tan

    interesada en la ciencia ptica.Olvid preguntarle si recuerda dnde se aloj Kaiser la ltima vez

    que estuvo aqu aadi.l le sonri y se apresur a responder:En algn lugar de Jabotinsky.En qu nmero? dije yo. No haba odo hablar del lugar, pero

    imaginaba que hara falta algo ms que el nombre de una calle paraaveriguar dnde se haba hospedado Kaiser. Jabotinsky, por lo que yosaba, poda terminar en Tel Aviv.

    No lo recuerdo dijo encogindose de hombros con desdn.Saba ms, estaba seguro.Isabel segua mirando la pantalla.Qued con l all? pregunt con tono suave y amable.Lo recog un par de veces, nada ms. Era, sin duda, el arquelogo

    ms arrogante que he conocido nunca.Cmo lo ayudaba usted? pregunt Isabel.Utiliz mi nombre para que lo admitieran en una excavacin. Me

    llam alguien para realizar unas comprobaciones, para ver si era quiendeca ser. Lo que pasa es que no me dijeron dnde era la excavacin. Peros que haban odo hablar de m.

    Sabe por lo menos en qu zona de Jabotinsky se alojaba? pregunt Isabel.

    Ms o menos por el medio. Sinceramente, no puedo decirle ms.Nunca estuve en su apartamento. Qued con l en la calle dos veces: una enuna parada de autobs ms o menos en el centro de la calle; la otra, en unacafetera al final contest, dedicndole a Isabel una mirada cordial.

    Es una calle muy larga dijo Talli, mirndome a m. Hay unmontn de edificios de apartamentos. Si vais puerta por puerta, tardarisdas.

    No puedo ayudarlos ms dijo Simon, mirando su reloj. Mireunin va a empezar enseguida y No termin la frase. Era evidente

  • que quera que nos marchsemos. Se perciba tensin en su rostro,alrededor de los ojos, como si estuviese a punto de perder el ltimo tren devuelta a casa por Yom Kipur.

    Nos vamos de aqu dije. Gracias por mostrarme en lo que esttrabajando. Ha sido interesante. Le tend la mano.

    Segundos ms tarde, aguardbamos junto a los ascensores. Haba doshombres con traje oscuro en el pasillo, fuera de la sala de la queacabbamos de salir. Uno de ellos tena el pelo rapado; el otro lo llevabams largo y era ms joven. Ambos tenan la mirada atenta. Pareca como sisospechasen de sus mismsimas esposas.

    Esa es la CIA local? dije, medio en broma, mientras el ascensorbajaba.

    Chist replic Talli, mirando hacia la pequea cpula negra de lacmara de seguridad que haba en un rincn del ascensor.

    Cuando llegamos abajo se volvi hacia m.Esos eran de los servicios secretos. Me apostara mi pensin.Simon es un tipo importante? pregunt Isabel.Talli se encogi de hombros.Fue entonces cuando divis al grupo de personas, tal vez seis o siete,

    que aguardaban junto a una mesa cerca de la puerta giratoria quecomunicaba con el exterior. Dos mujeres polica ataviadas con camisa azulpasaban unos lectores pticos de medio metro de largo alrededor de cadauna de las personas que queran entrar o salir antes de permitrselo. Nospusimos a la cola.

    Nunca haba visto que registrasen a la gente tanto para salir de unlugar como para entrar en l.

    Talli alz su mirada hacia el techo mientras esperaba. Susurr:Aqu nunca sabes qu va a ser lo siguiente que hagan los de los

    servicios de seguridad.Primero me toc a m. La que pareca mayor de las dos agentes

    extendi la mano:Identifi