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Roce. Rozamiento. Acción de rozar(se). Rozamiento. Señal que queda en una cosa por efecto del roce con otra. (popular) Trato de unas personas con otras: "Con el roce se toma cariño". Roce. 1. Acción de rozar o rozarse. 2. Señal que queda en alguna cosa de haber sufrido la acción o contacto de otra. 3. Fig. y fam. Trato frecuente con algunas personas. 4. Fig. y fam. Enfado, desacuerdo o tensión en las relaciones entre personas. Colección MePirra www.rumorvisual.com ViCtOrIA PeLaYo El Roce

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Libro de relatos Autora: Victoria Pelayo. Colección Me Pirra

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Roce. Rozamiento. Acción derozar(se). Rozamiento. Señal quequeda en una cosa por efecto delroce con otra. (popular) Trato deunas personas con otras: "Con elroce se toma cariño".Roce. 1. Acción de rozar o rozarse.2. Señal que queda en alguna cosade haber sufrido la acción ocontacto de otra. 3. Fig. y fam. Tratofrecuente con algunas personas. 4.Fig. y fam. Enfado, desacuerdo otensión en las relaciones entrepersonas.

Roce. Rozamiento. Acción derozar(se). Rozamiento. Señal quequeda en una cosa por efecto delroce con otra. (popular) Trato deunas personas con otras: "Con elroce se toma cariño".Roce. 1. Acción de rozar o rozarse.2. Señal que queda en alguna cosade haber sufrido la acción ocontacto de otra. 3. Fig. y fam. Tratofrecuente con algunas personas. 4.Fig. y fam. Enfado, desacuerdo otensión en las relaciones entrepersonas.

ISBN 978-84-615-6785-0

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precio 12 €

Victoria Pelayo Rapado (Zamora 1960), viveen Cáceres desde hace 21 años.En una primera etapa centrada en la novela,y con la obra Una amistad corriente, ganael premio de novela corta “Ciudad de LaLaguna”, de Tenerife en el año 1986.Con su segunda novela, Los días mágicos,consigue ser seleccionada entre los finalistasen el certamen de novela corta “Casino deMieres”, en el año 1989, novela autoeditadapor la propia autora años más tarde.Después de un paréntesis de veinte añossin escribir, retoma la escritura, esta vezcentrándose en relatos y cuentos.Varios relatos, fruto de talleres literarios conla Universidad Popular (Cáceres), que vieronla luz en Antologías publicadas por la EditoraRegional de Extremadura, el último en2010, con el relato La mancha.Publicaciones diversas, en EÑE revista paraleer, 2010. En la revista Triada UltramarinaLiteraria, 2011 y en la revista Ariadna, 2012.Participa en varias antologías de relatos, Unrato para un relato, 2010, y Yo no leo, 2011;ambas publicadas por la editorial cacereñaRumorvisual.

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editorial • soluciones creativas

1. Dana o la luz detenidaJosé Cercas.

2. MatarratosSantiago Tobar.

3. Es hora de soñarPedro Vera.

4. Capital de Mongolia: Ulán BatorCésar Rina.

5. Treinta y tresVicente Rodríguez.

6. Comidas para llevarVíctor Manuel Jiménez.

7. Mis días con MarcelaMaría Carvajal.

8. Sobre la oscuridadDolors Alberola.

9. El roceVictoria Pelayo.

10. Como una piedra puntiaguda enel zapatoAntonio Gómez.

Colección Me Pirra

Los pensamientos más idiotas seproducen durante el transcurso delos acontecimientos más relevantesen la vida de una persona o quizáes al revés, en medio de un hechotrascendental en la vida de alguien,ese alguien se pone a pensar en lamayor estupidez. (...)

La escritora zamorana se acerca a susregistros de novelista para contar conbrillantez una historia que compaginael melodrama y el género negro encuanto a la forma de exponerla,componiendo situaciones de suspensea través de una exploración minuciosadel mundo íntimo de una mujermadura, de sus sentimientos ysensaciones en cada suceso (...)

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Primera Edición, marzo de 2012.Colección: Me pirra, nº 9.Edita: Rumorvisual.Autor: Victoria Pelayo.Coordinación editorial: Santiago Tobar.Ilustraciones: www.rumorvisual.comDiseño y maquetación: www.rumorvisual.comImpresión: Gráficas Romero.Depósito legal: CC-000242-2012I.S.B.N.: 978-84-615-6785-0

Puedes contactar con el autor y el editor en www.rumorvisual.com

La obra se encuentra protegida por la Ley española de propiedad intelectual y/o cualesquiera otras normasque resulten de aplicación. Queda prohibido cualquier uso de la obra diferente a lo autorizado en las Leyesde propiedad intelectual.

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A mi hija Rebeca,por sus consejos de madre.

A mi madre,para que siga siendo fuerte.

A Rumorvisual,por hacer realidad este sueño.

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PrólogoLa sabiduría popular, tan proclive a sentencias relacionadas con lavida y acertada en bastantes ocasiones, dice que “el roce hace elcariño”.En el caso de Victoria Pelayo, el roce se transforma en un sujetoliterario de múltiples variantes en la antología de cuentos que nosocupa.Tras una amplia etapa centrada en la novela, nuestra autora hadecidido en los últimos años adentrarse en el vasto mundo de lanarración breve, del que poco a poco va dominando sus recursoshasta ofrecernos piezas tan valiosas como las que forman estacolección. Siete cuentos de contenidos muy diferentes, de escrituraintensa y sencilla, clara en la expresión y carente de artificios quepudieran lastrar la fluidez y el ritmo narrativo que en sus obrasdiscurren libres de obstáculos y siempre las convierten en instrumentosde fácil comprensión.El roce, de una u otra manera, es un elemento que se repite conhabilidad en cada una de las historias; así, en “Asco”, se debateentre el deseo y el rechazo de la protagonista hacia su amanteocasional, un roce que cruje día a día en un interior, atormentadopor los tiras y afloja de una relación incongruente.En “Calles transversales”, el roce de la fatalidad con los sucesosreales desemboca en una situación inesperada.En “Doña Margarita” se manifiesta singular y espectral, uniendo elpasado y el presente, dando lugar a un encuentro imposible en elMuseo del Prado.En “El recado”, un incómodo roce de cuerpos en las butacas de unteatro da lugar a una historia llena de fascinación y de un ciertosuspense en su tramo final.

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“Emma Vybora” retrata la infidelidad de una esposa cuyas relacionesy sus consecuencias agitan el creciente deseo de venganza en elesposo humillado.En “Lili”, una acción desafortunada condiciona el ánimo del personajeprincipal. Sus temores rozan en su interior como preludio de untemido desenlace.Y en “El roce”, título que da nombre al libro, la escritora zamoranase acerca a sus registros de novelista para contar con brillantez unahistoria que compagina el melodrama y el género negro en cuantoa la forma de exponerla, componiendo situaciones de suspense através de una exploración minuciosa del mundo íntimo de una mujermadura, de sus sentimientos y sensaciones en cada suceso, en esetemor creciente a que el comportamiento cínico del novio de su hijaperturbe la armonía existente entre ambas. Y es en este viajeintrincado a través de la protagonista del cuento donde VictoriaPelayo muestra una de sus habilidades mayores: La capacidad denarrar con precisión internando al lector en los rincones más ocultosde los personajes, fabricados de manera realista y rigurosa. El cuentose ve enriquecido con un final rotundo impactante y en el que seroza incluso la comicidad en un acto que libera de golpe la tensiónacumulada a lo largo del relato.Las siete narraciones de la obra conforman un bloque homogéneoa través del cual el lector se adentra en las vicisitudes experimentadaspor los personajes, camina con ellos merced a una escritura directa,contundente y diáfana y nos deja entrever a una escritora destinadaa ofrecernos obras muy estimables, como ya lo es ésta, en susproducciones futuras. El roce sensible de la buena literatura seextiende generoso entre estos textos diseñados con humildad yesmero, invitándonos a explorar esos mundos repletos de pasionese incertidumbres que en el fondo no nos son tan desconocidos.

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Victoria Pelayo los presenta con la maestría artesanal de una autoraen claro ascenso que tiene la capacidad de dibujar con lucidez losentresijos de la vida diaria con la fina precisión de una expertacirujana. Aceptemos, pues, la invitación que se nos ofrece y vivamoslas aventuras de la existencia que se nos proponen en este recorrido.

Vicente Rodríguez Lázaro.

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Miércoles

1Salió a la terraza aturdida por lo que acababa de pasar. O quizáno había pasado, sólo en su imaginación calenturienta de viejaprematura. Es el novio de tu hija, se dijo, y lo repitió tres o cuatroveces más en su pensamiento, mientras buscaba un cigarro enel bolso. Pero no había errores ni malos entendidos. Sabía quésignificaba lo que acababa de pasar, tenía muchos años y lesobraban experiencias para comprender todo lo que se puededecir en una sola mirada, en un gesto o en un roce. Olivia estabaexultante, ansiaba el día de presentarle, por fin, a Miguel, del quedurante horas habían hablado, de cómo se conocieron, sobrecómo surgió todo, de cómo se había desarrollado la historia,cómo habían evolucionado ellos. Esta vez Olivia se habíaenamorado; a sus treinta y siete años ningún hombre había dejadohuella en ella, si acaso una muesca, solía decir. Y ahora habíaconocido al hombre con el que probablemente se casaría, sí, unaboda más que posible, se casarían y los dos habían hablado yade los hijos, los tendrían, ambos estaban de acuerdo. Sí, Miguely Olivia. Olivia y Miguel. Una pareja perfecta, ideal, los dosdemasiado ocupados en sus respectivas profesiones apenashabían tenido tiempo hasta ahora de noviazgos, apuestos, ellamorena, él rubio, esbeltos, vamos, que se podía decir lo deguapos, ricos y, más que famosos, populares, queridos, atractivos,simpáticos… y un larguísimo etcétera para el tercer adjetivo, yaque famosos, lo que se dice famosos, en el estricto sentido dela palabra, no lo eran, excepto en su círculo de amistades, familia,conocidos, trabajo...

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Su hija, su niña mimada, su Olivia, por la que daría la vida, porla que lo daría todo absolutamente, y así había sido desde hacíatreinta y siete años, le acababa de presentar al único hombrecapaz de enamorarla hasta la fecha, al único capaz de hacerlafeliz, el único con el que se había planteado un matrimonio, unoshijos, una vida en común, una serie de cosas hasta el momento

sin cabida en la vida de Olivia, y qué haceella, su madre, la persona que la adora,

que la quiere por encima de todo, quéhace ella. Dio una larguísima calada al

cigarro, el aire le llegóbien adentro, lomantuvo ahí unossegundos y cerrólos ojos, casi se

atraganta, no tuvo más

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remedio que abrir la boca y soltarlo para toser y respirar. Enrealidad ella no había hecho nada, lo había hecho él, Miguel. Yqué había hecho Miguel, quizá no había hecho nada, quizá todoera producto de su solitaria vida y su mala imaginación, quizá elgesto no significaba lo mismo para el que lo hizo que para ladestinataria, quizá no quería decir nada, quizá, quizá, quizá.

Los pensamientos más idiotas se producen durante el transcursode los acontecimientos más relevantes en la vida de una personao quizá es al revés, en medio de un hecho trascendental en lavida de alguien, ese alguien se pone a pensar en la mayorestupidez. Y en su caso, estaba pensando en cuánto se alegrabade no haber dejado de fumar y tener una excusa para abandonarel restaurante, de repente, sin levantar sospechas. Claro que aOlivia le había parecido extraño que saliera en medio del segundoplato, espera a terminar, le había dicho, pero no, no había esperadoni a terminar ni a los postres, necesitaba salir, que le diera el airepor fuera, y que el humo de sus cigarrillos llegara hasta lospulmones. Y ahora estaba allí encendiendo el segundo cigarro,se preguntarán qué hago tanto rato fuera, sobre todo con estefrío. Cerró los ojos y recordó la escena en el interior del restaurante.Miguel se había levantado para saludar a unas personas, y alvolver a su sitio y pasar justo por detrás de su silla, había deslizadola mano sobre el respaldo haciendo que sus dedos recorrieranla espalda de Manuela. No había sido una casualidad. No habíasido un roce sin querer. No. Había abierto su mano y habíarecorrido su espalda, a través de la finísima blusa de seda, dederecha a izquierda con todos los dedos extendidos, despacio,

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recreándose en el tacto, con suavidad, asegurándose de que ellasentía esos dedos. Olivia no se había enterado de nada, ademásde porque era imposible que lo viera ya que la espalda de sumadre estaba precisamente ahí, a espaldas de ella, y porque enese preciso momento, ella se entretenía en deshacer los pétalosde la flor de bacalao y salmón de su plato. Al contacto con esosdedos había sentido un escalofrío por todo el cuerpo, su manoquedó congelada en el aire por unos pocos segundos, hasta quereaccionó y continuó su camino. Y qué podía haber hecho. Podíahaberle pedido explicaciones a Miguel por ese gesto. No queríani imaginar la cara que habría puesto su hija en esa situación, lahubiera mirado incrédula, habría dicho con ese tono de reprochetan suyo, mamá, qué estás diciendo, qué te pasa. La cabeza ledaba vueltas, sentía vértigo. Dio dos profundas y seguidas caladasy se dispuso a entrar de nuevo y proseguir la comida como si elroce no se hubiera producido, como si ella no hubiera sentidoescalofríos al contacto de la mano del hombre prohibido.

Cuando entró, Olivia y Miguel se soltaron las manos que teníanentrelazadas por encima de la mesa, ya íbamos a buscarte, dijosu hija con una sonrisa radiante y que a ella le congeló el ánimo.No pudo devolvérsela. Se refirió al frío exterior para cambiar detema y justificar su injustificable temblor al hablar. Si estás helada,dijo Olivia al tiempo que frotaba su brazo en un intento de hacerentrar en calor a su madre. Se me pasará, dijo, y siguió picoteandoen su plato cuando ya había perdido por completo el apetito. Elresto de la comida transcurrió con normalidad aparente, pidieronuna botella de cava para celebrar el encuentro. Miguel se mostró

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cariñoso con Olivia y hablador con las dos. Pasaba de un temaa otro con absoluta naturalidad, se notaba que estabaacostumbrado a hablar en público y a captar la atención de losdemás. Cuando hablaba resultaba aún más atractivo. Variasveces, Manuela se sorprendió a sí misma mirándolo embobadasin escuchar una sola palabra de lo que decía, y sin poder evitarque los ojos se fueran a la boca de Miguel, grande, carnosa,mostrando unos dientes perfectos al reír. Y todas esas vecessintió cómo se ruborizaba, claro que con el vino ya le habíansubido los colores a la cara hacía rato, ellos no se lo notarían.Deseaba separarse de ambos y quedarse a solas para poderpensar, eso es, pensar, pensar, pensar. La cabeza le daba vueltas.El salón entero giraba alrededor de la mesa que también giraba,ellos tres giraban mientras Miguel reía con aquella boca grandellena de dientes blancos.

Lo siguiente con sentido que recordaba era verse en su propiocoche conducido por su hija camino de su casa. Mamá, es queel vino y el cava te han hecho un efecto fatal, la mezcla te hasentado como un tiro, no te preocupes de nada, Miguel vienedetrás con el coche y cuando te deje en casa, me recogerá.Pensó en decirle algo a Olivia del incidente del roce, pero quépodría decir, y sobre todo, cómo empezaría a contárselo. Tunovio me rozó al pasar. Me rozó con toda la mano extendida. Metocó adrede la espalda. Tu novio deslizó los dedos por encimade mi blusa con lujuria. Noté deseo en ese roce.

Es simpático Miguel, fue lo que dijo. Lo dijo ya llegando a la casa

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y Olivia soltó una carcajada. Simpático, eso te parece, vamosmamá, que te conozco, a ver, qué pasa, qué no te gusta de él.

Por un segundo olvidó que estaba hablando con su hija, con laque compartía confidencias y secretos desde su adolescencia,incluso desde antes, cuando era más niña aún. La conocía mejorque nadie, no podía fingir, no con ella. A pesar del vino, reaccionóy trató de arreglarlo. Simpático, atento, me ha parecido muycariñoso contigo, habla demasiado para mi gusto, viste bien, esguapo y se ve que maneja un montón de dinero, y además túestás loca por él, qué más puede querer una madre.

Siguió hablando hasta percibir el alivio de su hija, que ya nodesconfiaba y que buscaba las llaves en el bolso. No quería queMiguel entrara en casa, no quería volver a verlo, por lo menoshoy no. Apremiaba a Olivia para que se fuera ya, para que no lehiciera esperar, yo estoy bien, quiero acostarme, insistía una yotra vez.

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Relatos

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El día que Carlos decidió matar a su mujer supo que lo haría conarsénico. Para él era la forma más sencilla y discreta. En ellaboratorio de pruebas manejaba a diario ese veneno y otrassubstancias tóxicas para combatir plagas o eliminar de molestosy antihigiénicos animales tanto edificios como tierras cultivadas.

El engaño de Emma merecía un castigo mortal y ejemplarizante.En un ridículo afán por estar a la moda, lo había arruinadoadquiriendo cosas inútiles como joyas que no necesitaba,

cambiando muebles y cortinas cada año, comprandoabrigos de piel que su sueldo de médico no lepermitía, y ahora estaba a punto de perder la casa.

Y por si eso no era bastante afrentapara un marido, los innumerables

amantes. ¡En una ciudad tan pequeña,donde todo sesabe! Emma y élhabían nutrido alas alimañas; ella

Emma Vybora

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con su comportamiento vergonzoso había alimentado los corrillosde los funcionarios, las tertulias en los cafés, las sobremesas delos maledicientes, y él, en su humillante ignorancia había sido elhazmerreír de la ciudad durante años. Quizá ya era un pobreinfeliz cornudo desde el principio de su matrimonio.

Pero ahora había llegado su hora. Sería un envenenamientocrónico que la llevaría a una muerte lenta, para no levantarsospechas. Consumir arsénico provoca patologías en la piel,pulmonares y vasculares, y si se consume prolongadamente,puede derivar en un cáncer de piel o pulmón. Inyectaría en cadauna de las estúpidas y carísimas botellas de agua que ella sehacía traer, una jeringa de polvos blancos, que, debidamentemezclados con un litro de agua, no dejarían rastro visible. Seposarían en sus entrañas, y harían un lento trabajo, como lascosas bien hechas. Todos esos amantes, Rodolfo, León…, susnombres le herían más que el filo de un cuchillo.

Cuando todo hubiese acabado, él cobraría el dinero del seguro,sería rico y se iría de la ciudad a un lugar nuevo, distinto y alegre,donde no lloviese, volvería a empezar donde nadie le conoceríani habría oído hablar nunca de la encantadora señora Vybora.

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Doña Margarita

Durante cuatro meses estuve trabajando como vigilante nocturnoen el Museo del Prado, pagaban bien y el horario me permitíaestudiar y asistir a clase. Mi turno empezaba a las once de lanoche y acababa a las siete de la mañana y mi trabajo consistíaen hacer una ronda cada hora por la zona que tenía asignada,las salas de Rubens y Velázquez. Si todo estaba en orden, enviabauna clave desde mi ordenador al control central del Museo.

La primera semana transcurrió con absoluta tranquilidad, pero aprincipios de la segunda sucedió algo insólito. Al entrar en la salanúmero doce, la Infanta Margarita había saltado del famoso cuadroal que ella pertenecía y me miraba insolente desde el centro dela habitación. De reojo eché un vistazo al cuadro y pude comprobarque el hueco entre las dos meninas, su ubicación habitual, estabavacío.

Aunque era una niña, su voz sonó autoritaria cuando se dirigióa mí para interrogarme acerca de mi trabajo en el Museo. Le hiceun resumen más o menos detallado de mi cometido allí. Acontinuación me exigió que fuera puntual en mis rondas, ya quedebido a lo estricto de su educación, sólo podía ausentarse delcuadro durante unos minutos.

Los siguientes tres meses la estuve visitando con la puntualidadsolicitada, nunca recibí quejas, y hablábamos sobre cualquiercosa que despertara su curiosidad, que era inagotable. Procurabaleer la prensa, ver telediarios y escuchar conversaciones en el

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metro, porque a la Infanta leinteresaban todos los temas.A su vez, ella me contósecretos del Palacio, altiempo que me pidió queno los divulgara, y dadala autoridad con la quese expresaba no hedudado en cumplir.

El Museo cambió de director y el nuevo redujo la plantilladrásticamente, por lo que mi contrato no se renovó. Pudedespedirme de Doña Margarita, a la que me costó explicar elreajuste presupuestario del Museo, y al final conseguí que medejara marchar no sin antes prometerle que volvería a visitarlatanto como mis circunstancias lo permitieran.

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Cuando lo hago, con mucha menos frecuencia de la que megustaría y en el horario que el Museo abre sus puertas a losvisitantes, no podemos hablar ni ella puede bajar del cuadro,pero le hago un pequeño gesto con la mano, al que ella respondemirándome fijamente.

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Roce. Rozamiento. Acción derozar(se). Rozamiento. Señal quequeda en una cosa por efecto delroce con otra. (popular) Trato deunas personas con otras: "Con elroce se toma cariño".Roce. 1. Acción de rozar o rozarse.2. Señal que queda en alguna cosade haber sufrido la acción ocontacto de otra. 3. Fig. y fam. Tratofrecuente con algunas personas. 4.Fig. y fam. Enfado, desacuerdo otensión en las relaciones entrepersonas.

Roce. Rozamiento. Acción derozar(se). Rozamiento. Señal quequeda en una cosa por efecto delroce con otra. (popular) Trato deunas personas con otras: "Con elroce se toma cariño".Roce. 1. Acción de rozar o rozarse.2. Señal que queda en alguna cosade haber sufrido la acción ocontacto de otra. 3. Fig. y fam. Tratofrecuente con algunas personas. 4.Fig. y fam. Enfado, desacuerdo otensión en las relaciones entrepersonas.

ISBN 978-84-615-6785-0

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Victoria Pelayo Rapado (Zamora 1960), viveen Cáceres desde hace 21 años.En una primera etapa centrada en la novela,y con la obra Una amistad corriente, ganael premio de novela corta “Ciudad de LaLaguna”, de Tenerife en el año 1986.Con su segunda novela, Los días mágicos,consigue ser seleccionada entre los finalistasen el certamen de novela corta “Casino deMieres”, en el año 1989, novela autoeditadapor la propia autora años más tarde.Después de un paréntesis de veinte añossin escribir, retoma la escritura, esta vezcentrándose en relatos y cuentos.Varios relatos, fruto de talleres literarios conla Universidad Popular (Cáceres), que vieronla luz en Antologías publicadas por la EditoraRegional de Extremadura, el último en2010, con el relato La mancha.Publicaciones diversas, en EÑE revista paraleer, 2010. En la revista Triada UltramarinaLiteraria, 2011 y en la revista Ariadna, 2012.Participa en varias antologías de relatos, Unrato para un relato, 2010, y Yo no leo, 2011;ambas publicadas por la editorial cacereñaRumorvisual.

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1. Dana o la luz detenidaJosé Cercas.

2. MatarratosSantiago Tobar.

3. Es hora de soñarPedro Vera.

4. Capital de Mongolia: Ulán BatorCésar Rina.

5. Treinta y tresVicente Rodríguez.

6. Comidas para llevarVíctor Manuel Jiménez.

7. Mis días con MarcelaMaría Carvajal.

8. Sobre la oscuridadDolors Alberola.

9. El roceVictoria Pelayo.

10. Como una piedra puntiaguda enel zapatoAntonio Gómez.

Colección Me Pirra

Los pensamientos más idiotas seproducen durante el transcurso delos acontecimientos más relevantesen la vida de una persona o quizáes al revés, en medio de un hechotrascendental en la vida de alguien,ese alguien se pone a pensar en lamayor estupidez. (...)

La escritora zamorana se acerca a susregistros de novelista para contar conbrillantez una historia que compaginael melodrama y el género negro encuanto a la forma de exponerla,componiendo situaciones de suspensea través de una exploración minuciosadel mundo íntimo de una mujermadura, de sus sentimientos ysensaciones en cada suceso (...)

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